El estrés generalmente se refiere a dos cosas: por un lado, la percepción psicológica de la presión, y por el otro, la respuesta del cuerpo a ella, e involucra múltiples sistemas, desde el metabolismo hasta los músculos y la memoria.
Es necesario un poco de estrés para todos los sistemas vivos; es el medio por el cual encuentran y responden a los desafíos e incertidumbres de la existencia. La percepción de estar en peligro desencadena un sistema de respuesta automática, conocido como la respuesta de lucha o huida, que, activado a través de señales hormonales, prepara a un animal para enfrentar una amenaza o huir de ella.
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Un evento estresante, ya sea la aparición repentina de una serpiente en el camino o el miedo a perder tu trabajo cuando el jefe te grita, desencadena una cascada de hormonas, incluida la adrenalina y el cortisol, que aparecen en el cuerpo.
Estas hormonas aumentan los latidos del corazón y la circulación de la sangre para apoyar la acción rápida, movilizar la grasa y el azúcar para obtener energía inmediata, enfocar la atención para rastrear el peligro, preparar los músculos para el movimiento y más.
Pero esta respuesta salvavidas estaba destinada a resolver problemas a corto plazo y potencialmente mortales, no dificultades extendidas como atascos de tráfico diarios o problemas matrimoniales, algunos de los muchos desafíos que pueden secuestrar la respuesta al estrés actualmente.
Muchas personas hoy en día sienten que luchan perpetuamente contra el estrés y la ansiedad. La obsesión de la sociedad con la productividad, el flujo constante de información digital que consumimos, nuestros estilos de vida cada vez más sedentarios y sentirnos abrumados pueden contribuir al estrés que tantos están sintiendo.
El estrés crónico a menudo puede ser difícil de detectar, ya que puede surgir en ausencia de un incidente grave o agudo. Diferentes factores, como un horario de sueño interrumpido, sentirse perpetuamente infravalorado en el trabajo y no tener relaciones cercanas con amigos o familiares pueden contribuir de forma independiente al estrés crónico.
Las señales de estrés incluyen insomnio, dolores de estómago, dolores de cabeza, tensión muscular, palpitaciones cardíacas aceleradas y dificultad para concentrarse, entre otros. Los signos de agotamiento, un concepto distinto del estrés, incluyen tres marcadores clave: agotamiento emocional, cinismo y despersonalización, y reducción de la eficacia personal.
Existen enfoques físicos y psicológicos para enfrentar el estrés. Los pasos físicos incluyen meditación, yoga y ejercicio. Las estrategias psicológicas incluyen apoyarse en los seres queridos o, en casos más graves, ver a un profesional de la salud mental.
Dado que la respuesta al estrés comienza en el cerebro con la percepción de peligro o lo desconocido, los investigadores ahora creen que la forma más básica y probablemente más efectiva para diluir el estrés es cambiar la percepción de ciertas situaciones para que no sean percibidas como estresantes en primer lugar.
Los estudios demuestran que ayudar a las personas a ver ciertas experiencias, (como los exámenes finales), como exigentes en lugar de graves, les protege de los efectos corrosivos del estrés y al mismo tiempo brinda sus efectos positivos, como la atención enfocada y el procesamiento más rápido de la información. Los estudios muestran que cambiar la mentalidad con respecto al estrés no solo minimiza sus daños sino que también mejora el rendimiento y la productividad.
Planifica y organiza tu tiempo, reflexiona sobre tus valores y fortalezas, y practica técnicas de relajación como la respiración profunda. Además, replantea los pensamientos negativos sobre una situación como pensamientos neutrales o positivos para que puedas ver el panorama completo. La investigación muestra que estas estrategias y otras pueden frenar con éxito el estrés.
Hay respuestas saludables y poco saludables al estrés. Las respuestas poco saludables pueden incluir recurrir al alcohol, las drogas o los juegos de azar. Las estrategias de afrontamiento saludables incluyen la meditación, el ejercicio, llevar un diario, la práctica de la gratitud y tratar de dejar de lado lo que está fuera de nuestro control.
En lugar de fijarte en una preocupación o responsabilidad abrumadora, sé específico sobre las tareas que deben completarse. Divide cada una en partes pequeñas y manejables, y luego concéntrate en una a la vez en lugar de intentar realizar múltiples tareas. Estas acciones y otras más pueden ayudarte a controlar el estrés laboral.
Reconoce los síntomas del estrés, como dificultad para concentrarte, irritabilidad o tristeza y problemas para dormir, para saber cuándo y cómo responder. Controla lo que puedas y luego intenta dejar ir las preocupaciones que no puedes controlar. Además, limita tu exposición a las noticias, busca a tus seres queridos y practica el autocuidado.
Las rachas cortas de estrés no son inherentemente dañinas, aunque puede tomar tiempo que el cuerpo se calme. Sin embargo, la excitación prolongada o repetida a la respuesta por estrés puede tener consecuencias físicas y psicológicas perjudiciales. Esas repercusiones incluyen dolencias de la enfermedad cardíaca y la diabetes a la ansiedad y la depresión.
El estrés puede provocar cambios en muchas partes diferentes del cuerpo. El estrés puede conducir a un latido cardíaco más rápido, tensión muscular y problemas gastrointestinales. Puede conducir a una respiración más pesada y rápida, lo que puede forzar los pulmones y atenuar la capacidad del sistema inmunitario para responder a las amenazas.
El estrés continuo ataca al sistema inmunitario haciéndonos más vulnerables a las enfermedades. Aunque las hormonas del estrés preparan al cuerpo para emergencias, también deprimen el sistema inmunitario al disminuir la inflamación y disminuir la producción de glóbulos blancos. Por lo tanto, el estrés puede contribuir a enfermedades como enfermedades del corazón, cáncer y otras.
Las hormonas del estrés, como el cortisol, se producen naturalmente todos los días para que las personas puedan asumir los desafíos que se avecinan. Pero vivir con niveles altos de hormonas del estrés a lo largo del tiempo puede llevar al cerebro a funcionar de manera diferente, lo que lleva a deterioro de la memoria, problemas cognitivos, ansiedad o depresión.