El viajazo (XI): viajar sin viajar

Esta es una defensa sin complejos del viaje sin viaje, de la vacación estática, del veraneo de sofá, del viaje cuando uno quiera y como quiera, del NO viaje.
El viajazo Brigitte Bardot circa 1955
Express / Getty Images

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Todo empezó con un tweet, o con un X o como quiera que se llame. No recuerdo el autor. El texto, cito de memoria, decía algo así: “¿En qué momento comenzaron a relacionarse las vacaciones con viajar?”. Me quedé pegada a la silla. Qué gran verdad. Era una pregunta retórica, quien lo escribió no quería que le respondiéramos que las clases altas siempre han buscado los climas benignos y que en los años 60 la familia española media comenzó a tener segunda residencia y a viajar a lugares de costa y que luego llegó el desarrollismo español y blablá. La cuestión era más profunda: ¿por qué, cuando dejamos de trabajar, decidimos viajar que, todos sabemos que es tan estimulante como agotador? Sobre esta gran paradoja se sostiene una industria de miles de millones de euros y de miles de millones de sueños.

Amangiri (Page, Utah, EEUU).David de Vleeschauwer

Esta es, pues, una defensa sin complejos del viaje sin viaje, de la vacación estática, del veraneo de sofá, del viaje cuando uno quiera y como quiera, del no viaje. Esta defensa tiene grietas, puesto que es mejor estar en la piscina del Amangiri que soñar con estar chapoteando en ella y mirando las montañas de Utah. La fantasía está muy bien: el chiringuito está mejor. Es mejor vivir que soñar, aunque qué cansado es lo primero y qué agradecido es lo segundo. Sin embargo, nos apetece sostener la idea de la vacación sin viaje. Mucha gente querría viajar fuera de temporada y otra tanta viaja por inercia, una propiedad de los cuerpos poco atractiva, pero muy cómoda. Viajes habrá, siempre los termina habiendo.

Podemos dedicar el verano a planear los viajes que van a ocurrir después del verano. Pensemos en ir a París cuando hayan terminado las Olimpiadas: en junio abrió el Musée du Fromage y ya nos estamos relamiendo. Lo olemos desde la lejanía. O podemos ir a Venecia y probar el Venice Venice, un hotel que no se parece a ningún otro de la ciudad. Y ya que estamos en Italia podremos ir a conocer Casa Monti, que la interiorista Laura López ha decorado de manera primorosa.

Septiembre será también el momento de explorar la Riviera ateniense: aún hace buen tiempo. Allí se inaugura el Ace Hotel & Swim Club Athens. La zona, deseada y deseable, tiene el regusto del veraneo de los 70 con la ventaja de tener la Acrópolis a una distancia de taxi. Ante la duda, viajemos a Grecia. O mejor, aún no: planeemos viajar allí. Este verano, fantasearemos con viajar a Nueva York: a veces renegamos de ella, pero en cuanto vemos la silueta del Seagram y el patio del MoMA se nos pasa. Después de verano podemos ver qué aspecto tendrá el nuevo W de Union Square; pocos sitios hay mejores para alojarse que esa plaza. El sofá es un lugar fantástico para imaginarnos en Portugal. Allí está Valverde Santar Hotel & Spa, un hotel delicioso con forma de aldea y jardines de Fernando Caruncho. Como las novedades nos pirran, podemos bajar luego hacia el Alentejo y estrenar LAND Alandroal, un hotel de los que nos gustan. Cada cierto tiempo hay que ir al Alentejo.

Mondes.Belmond

Aunque ya que vamos a soñar, soñemos mucho y muy fuerte. Imaginémonos en Jackson Hole, la nueva meca de los happy few. Allí está Caldera House, un hotel de montaña en el que nos quedaríamos a vivir. Queremos descansar en sus espacios divinos tras unos días de ruta en Yellowstone. Y quien sueña con viajar sueña con el Venice-Simplon Orient-Express; cualquier ruta nos sirve. O, ya que estamos soñando, reservemos en una de las extensas: queremos dormir cinco noches en el tren; elijamos la ruta de Paris-Estambul. Ay, cómo adormece el traqueteo del tren. Mientras llega ese momento, leeremos Mondes, la revista que edita Belmond, que es casi tan bonita como esta que estás leyendo. La lectura es como un avión que nos lleva a donde queramos. Una de las últimas novedades de Assouline nos traslada al país vasco-francés. La editorial publica Biarritz Basque, de su serie “The Classic Collection” a esta ciudad que a todos nos gusta. Cuando volvamos a París visitaremos el edificio situado en la 209 rue Saint-Maur; es el protagonista de un libro con ese título escrito por Ruth Zylberman que dedica 468 páginas a escribir su autobiografía. Phaidon actualiza su Recetas para un verano italiano con nuevos platos. Cocinar y comer es otra forma de viajar.

Qué agotador es viajar con la imaginación. Vamos a descansar un rato. Encendamos la tele para entregarnos a Negocio Familiar (Netflix), un reality protagonizado por una familia de guapos propietarios de una agencia inmobiliaria en París. Los acompañaremos a conocer casas maravillosas por toda Francia. Nos colaremos en un château del Loira, una casa provenzal y un piso del 19 arrondisement parisino. Y, de vez en cuando, saltaremos a Costa Rica y a Nueva York. Qué fácil es, qué maravilla.

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Quizás viajemos este verano, pero no viajaremos todo el verano. Eso se llama veraneo, un verbo que apenas se conjuga ya y ojalá lo hiciéramos más, porque significaría que viviríamos sin calma, sin Notion ni Excel durante muchas semanas. El tiempo que pasemos en nuestras ciudades deberíamos aprovecharlo. Nos esperan museos, parques, hoteles y piscinas. Reservar un masaje y un rato de sauna y piscina en el Urso de Madrid es una pequeña vacación. Subir a la terraza del Emperador a nadar unos largos con vistas a Gran Vía, otra. Si vivimos en Sevilla iremos al recién abierto hotel Only You, a tomar un cocktail al bar que está junto a su piscina, el Limbo Cocktail & Pool Lounge; solo leerlo nos hace sentir de vacaciones. Si estamos en Coruña podremos sentarnos a escuchar a Milena Busquets, Tim Blanks, Nick Night y David Chipperfield, que participarán en el programa The Talks, una iniciativa de la Fundación Marta Ortega. Iremos con tiempo para aprovechar la vista del muelle, la tienda y tomar un café frente al mar. Así se viaja sin viajar: comiendo, planeando, fantaseando y explorando los lugares que habitamos. El no viaje también es un viaje.

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