El budismo es una religión no teísta (sin creencia en un dios creador), también considerada una filosofía y una disciplina moral, que se originó en la India en los siglos VI y V a.C. Fue fundada por el sabio Siddhartha Gautama (el Buda, ca. 563 – ca. 483 a.C.) quien, según la leyenda, había sido un príncipe hindú.
Antes de abandonar su posición y sus riquezas para convertirse en un asceta espiritual, Siddharta vivía confortablemente como un noble, con su mujer y su familia, pero cuando fue consciente del sufrimiento humano sintió la necesidad de encontrar algún modo de aliviar el dolor de la gente. A través de disciplinas espirituales estrictas se convirtió en un ser iluminado que enseñó a los demás la forma de escapar del samsara, el ciclo de sufrimiento, reencarnación y muerte.
El Buda desarrolló un sistema de creencias en un momento en que la India estaba inmersa en reformas filosóficas y religiosas significativas. Al inicio, el budismo era una más entre las muchas escuelas de pensamiento que se desarrollaron como respuesta a lo que se percibía como una incapacidad del hinduismo ortodoxo para atender a las necesidades de la gente. Permaneció como una escuela relativamente poco importante hasta el reinado de Ashoka el Grande (268-232 a.C.), del imperio Maurya (322-185 a.C.), que adoptó y difundió la creencia, no sólo en la India sino también por Asia central y el Sudeste asiático.
La visión central del budismo puede resumirse en cuatro frases de uno de sus principales textos sagrados, el Dhammapada:
Nuestra mente da forma a nuestra vida; somos lo que pensamos. El sufrimiento sigue al mal pensamiento igual que las ruedas de un carro siguen al buey que tira de él.
Nuestra mente da forma a nuestra vida; somos lo que pensamos. La alegría sigue al pensamiento puro igual que una sombra que nunca lo abandona. (I. 1-2)
La aflicción proviene del deseo, el miedo proviene del deseo; quien es libre del deseo no conoce ni la aflicción ni el miedo.
El apego a los objetos del deseo trae aflicción, el apego a los objetos del deseo trae miedo; quien es libre del apego no conoce ni la aflicción ni el miedo (XVI. 212-213)
El Buda comprendió que el deseo y el apego causan sufrimiento en los seres humanos, debido a su ignorancia de la verdadera naturaleza de la existencia. Las personas insisten en los estados permanentes de la vida, resistiéndose al cambio, aferrándose a lo que conocen y lamentando lo que han perdido. En busca de una forma de vivir sin sufrimiento, reconoció que la vida es un cambio continuo, nada es permanente, pero que se puede encontrar la paz interior mediante una disciplina espiritual que reconozca la belleza en la brevedad de la vida, a la vez que evite el quedar atrapado por el apego a objetos, personas o situaciones transitorias. Sus enseñanzas se centran en las Cuatro Nobles Verdades, la Rueda de la Vida y el Camino Óctuple, que forman las bases del pensamiento budista y que permanecen como elemento central en las diversas escuelas budistas que continúan en la actualidad.
Antecedentes históricos
El hinduismo (Sanatan Dharma, “Orden eterno”) era la fe dominante en la India en los siglos VI y V a.C., cuando una oleada de reformas religiosas y filosóficas barrió el país. El académico John M. Koller explica cómo “estaba en curso una gran transformación social de la vida agraria al comercio y fabricación urbanas, poniendo en cuestión los antiguos valores, ideas e instituciones” (46). El hinduismo se basaba en la aceptación de los escritos conocidos como Vedas, considerados como las emanaciones eternas del universo, escuchados por los sabios en un momento del pasado, pero que no habían sido creados por los hombres.
Los Vedas eran “recibidos” y recitados por los sacerdotes hindúes en sánscrito, una lengua que la gente no entendía, y diversos pensadores de la época comenzaron a cuestionar dicha práctica y la validez del sistema de creencias. Diversas escuelas filosóficos se consideran desarrolladas en ese momento (de las cuales la mayoría no perduraron), algunas aceptando y otras rechazando la autoridad de los Vedas. Las que aceptaban el punto de vista hindú ortodoxo y sus prácticas se conocían como astika (“que existe”) y las que lo rechazaban como nastika (“que no existe”). Tres de las escuelas de pensamiento nastika que se cree que sobrevivieron ese período son el chárvaka, el jainismo y el budismo.
El hinduismo sostenía que el universo estaba gobernado por un ser supremo, conocido como Brahman, que era el propio universo y que era quien había enseñado los Vedas a la humanidad. El objetivo de la vida era vivir de acuerdo con el orden divino, tal como estaba establecido, y llevar a cabo el propio dharma (deber) con el karma correcto (acción) para finalmente encontrar la liberación del ciclo de reencarnación y muerte (samsara), momento en el que el alma individual lograría la unión con la esencia (atman) y la paz y libertad completas.
El chárvaka rechazaba esta creencia y, por el contrario, proponía el materialismo. Su fundador, Brhaspati (vivió en ca. 600 a.C.) consideraba ridículo que la gente aceptara la afirmación de los sacerdotes hindúes de que un lenguaje incomprensible era la palabra de Dios. Fundó una escuela basada en la percepción directa para llegar a la verdad y el placer, como principales objetivos de la vida. Mahavira (también conocido como Vardhamana (ca. 599-527 a.C.) predicó el jainismo, basado en la creencia de que la disciplina individual y la adhesión estricta a un código moral llevaban a una vida mejor y a la liberación del samsara al morir. El Buda consideró que ambos caminos representaban extremos y fundó lo que denominó un “camino del medio” entre los dos.
Siddhartha Gautama
Según la tradición budista, Siddhartha Gautama nació en Lumbini (actual Nepal) y creció como hijo de un rey. Después de que un adivino predijera que llegaría a ser o bien un gran rey, o bien un líder espiritual, si era testigo del sufrimiento o la muerte, su padre lo protegió de todas las duras realidades de la existencia. Se casó, tuvo un hijo, y estaba destinado a suceder a su padre como rey. Un día, sin embargo (o, según algunas versiones, durante varios días), su cochero le llevó fuera del recinto del palacio, en el que había pasado sus primeros 29 años, y se encontró con lo que se conocen como las ‘cuatro escenas’:
- Un anciano
- Un enfermo
- Un muerto
- Un asceta
Con los tres primeros, preguntó al cochero ¿yo también estoy sujeto a eso?, y este le respondió que todos envejecían, se ponían enfermos en un momento u otro, y finalmente morían. Siddhartha quedó decepcionado al comprender que todos a los que amaba, todas las cosas preciosas que poseía, se perderían y que también él mismo, un día, seguiría el mismo destino.
Cuando vio al asceta, un hombre con la cabeza rapada y una túnica amarilla, sonriente al lado del camino, le preguntó por qué no era como los demás. El asceta le explicó que llevaba una vida pacífica de reflexión, compasión y desapego. Poco después de ese encuentro, Siddhartha dejó sus riquezas, su posición y su familia, para seguir el ejemplo del asceta.
Primero buscó un famoso maestro, del que aprendió técnicas de meditación, pero eso no le liberó de las preocupaciones y el sufrimiento. Un segundo maestro le enseñó cómo suprimir sus deseos y suspender la conciencia, pero tampoco era la solución, al no ser un estado permanente de la mente. Intentó vivir igual que otros ascetas, practicando lo que probablemente era la disciplina jainita, pero incluso eso no resultó suficiente. Finalmente, decidió rechazar las necesidades fisiológicas con el ayuno, comiendo solamente un grano de arroz al día, hasta que estuvo tan esquelético que resultaba irreconocible.
Según una versión de la leyenda, en ese momento y de manera inesperada, cayó a un río y recibió la revelación sobre el camino del medio. En la otra versión, una lechera llamada Sujata se lo encontró en el bosque cerca de su aldea y le ofreció un poco de leche de arroz, que aceptó, acabando su período de ascetismo estricto y vislumbrando la idea del “camino del medio”. Se sentó bajo un árbol de Bodhi, sobre la hierba, en la aldea cercana de Bodh Gaya prometiéndose comprender la mejor forma de vida en el mundo o morir.
En un destello de iluminación, comprendió que los seres humanos sufrían porque insistían en la permanencia en un mundo en cambio constante. Las personas mantenían una identidad que llamaban su “yo”, que no cambiaba, mantenían sus ropas y las cosas que consideraban “suyas”, y mantenían relaciones con otros que creían que durarían para siempre – pero nada de eso era cierto; la naturaleza de la vida, todo la vida, era cambio, y la forma de escapar del sufrimiento era reconocerlo y actuar sobre ello. En ese momento pasó a ser el Buda (“el despierto” o “el iluminado”) y quedó libre de la ignorancia y la falsa ilusión.
Tras hacer alcanzando la iluminación completa, reconociendo la naturaleza interdependiente y temporal de todas las cosas, se dio cuenta de que podía vivir sin sufrimiento y hacer lo que quisiera. Dudó si explicar a los demás lo que había aprendido, pensando que lo rechazarían, pero finalmente se convenció de que tenía que intentarlo, de forma que dio su primer sermón en el Parque de los ciervos, en Sarnath, explicando lo que llamó las Cuatro Nobles Verdades y el Camino Óctuple, que conduce de la falsa ilusión y el sufrimiento hacia la iluminación y la felicidad.
Hay que tener en cuenta que esta historia del tránsito del Buda desde la ilusión hasta la consciencia fue posteriormente adaptado según la estructura del sistema de creencias y es posible que refleje, o no, la realidad de los primeros años del Buda y su despertar. Los académicos Robert E. Buswell y Donald S. López, Jr. explican que los primeros budistas estaban “en parte motivados por la necesidad de demostrar que lo que el Buda enseñó no era la innovación de un individuo, sino más bien el redescubrimiento de una verdad intemporal”, de forma que el sistema de creencias tuviera la misma conexión con los orígenes divinos primigenios que el hinduismo y el jainismo (149). Buswell y López continúan:
Así pues, en sus biografías, todos los budas del pasado y el futuro son descritos haciendo muchas cosas similares. Todos están sentados con las piernas cruzadas en el vientre materno; todos han nacido en el “país central” del continente; todos, inmediatamente después de nacer, dan siete pasos hacia el norte; todos renuncian al mundo después de ver las cuatro escenas y tras el nacimiento de un hijo; todos alcanzan la iluminación sentados sobre la hierba. (149)
Sea como sea, la leyenda del viaje y despertar espiritual de Siddhartha pasó a ser bien conocida en la tradición oral y fue mencionada o incluida en escritos desde unos 100 años después de su muerte hasta el siglo III a.C., cuando aparece completa en el Lalitavistara Sutra. Desde entonces la historia se ha ido repitiendo y, a falta de otra alternativa, se acepta como cierta por la mayoría de los budistas.
Enseñanzas y creencias
Como se ha indicado, lo que provocó en Siddhartha su búsqueda fue la constatación de que iba a perder todo lo que amaba, y eso le provocaría sufrimiento. A partir de ahí, comprendió que la vida era sufrimiento: se sufría al nacer (igual que la madre) y se sufría a lo largo de la vida, deseando lo que no se tiene, temiendo la pérdida de lo que se tiene, lamentando la pérdida de lo que se tuvo y finalmente muriendo y perdiendo todo, sólo para ser reencarnado y repetir el proceso.
Para que la vida sea algo diferente del sufrimiento, hay que encontrar una manera de vivir sin el deseo de poseer y mantenerlo de forma fija; hay que dejar ir las cosas de la vida mientras aún se es capaz de apreciarlas por su valor. Tras alcanzar la iluminación, formuló su creencia sobre la naturaleza de la vida en sus Cuatro Nobles Verdades:
- La vida es sufrimiento
- La causa del sufrimiento es el deseo
- El fin del sufrimiento llega con el fin del deseo
- Hay un camino que nos aleja del deseo y el sufrimiento
Las cuatro verdades se denominan “nobles”, por el original arya, que significa lo mismo pero también “dignas de respeto” y “dignas de atención”. El camino a que hace referencia la cuarta verdad es el Camino Óctuple, que sirve como guía para una vida sin el tipo de apego que garantiza el sufrimiento:
- Visión correcta
- Intención correcta
- Discurso correcto
- Acción correcta
- Forma de vida correcta
- Esfuerzo correcto
- Atención consciente correcta
- Concentración correcta
Tal como indica Koller, las tres primeras están relacionadas con la sabiduría, las dos siguientes con la conducta y las tres últimas con la disciplina mental. Sigue así:
El Noble Camino Óctuple no debe ser interpretado como un conjunto de ocho pasos secuenciales, en el que se requiere lograr la perfección en uno antes de avanzar al siguiente. Más bien, esos ocho componentes del camino han de ser considerados como guías para una vida correcta y deberían ser seguidos de manera más o menos simultánea, porque el objetivo del camino es lograr una vida completamente integrada al máximo nivel…La sabiduría es ver las cosas como son realmente, como procesos interrelacionados y en constante cambio…la conducta moral es la purificación de las motivaciones, el discurso y la acción, deteniendo la entrada de deseos adicionales…la disciplina mental trabaja para conseguir el conocimiento y eliminar los malos hábitos construidos sobre la base de la ignorancia y el deseo pasados. (58)
Reconociendo las Cuatro Nobles Verdades y siguiendo los preceptos del Camino Óctuple, se logra la liberación de la Rueda de la Vida, que es una ilustración simbólica de la existencia. En el centro de la rueda están la ignorancia, el deseo y la aversión, que la conducen. Entre el centro y el borde de la rueda hay seis estados de la existencia: humano, animal, fantasmas, demonios, deidades y seres infernales. En el borde de la rueda se sitúan las condiciones que provocan el sufrimiento: nacimiento, cuerpo-mente, consciencia, contacto, sentimiento, sed, avaricia, voluntad, etc.
Reconociendo que esas condiciones causan sufrimiento, este puede ser evitado siguiendo la disciplina del Camino Óctuple, de manera que uno ya no es conducido por la ignorancia, el deseo y la aversión y queda libre de la rueda de samsara que le mantiene atado a la reencarnación, el sufrimiento y la muerte continuadas. Mediante esa disciplina, se puede vivir la vida sin estar controlado y sin sufrir por causa del propio apego a las cosas de esa vida y, al morir, ya no hay reencarnación sino que se alcanza la liberación del estado espiritual del nirvana. Ese es el “camino del medio” que Buda encontró entre el apego esclavizado a las cosas materiales y las relaciones personales, y el ascetismo extremo practicado por los jainistas de su época.
El llamó a sus enseñanzas Dharma que, en este caso, significa “ley cósmica”, en contraste con el hinduismo que lo define como “deber”. No obstante, se podría interpretar el Dharma del Buda también como “deber”, por el hecho de que creía que era un deber para con uno mismo el responsabilizarse de la propia vida, que cada persona era finalmente responsable de cuánto quería sufrir – o no, y que todos podían tener el control de sus vidas. Consideraba que la creencia en un dios creador era irrelevante para la vida humana e incluso podía ser una causa de sufrimiento, en el sentido de que uno no puede conocer la voluntad divina y por tanto esa creencia sólo puede llevar a la frustración, el desengaño y el dolor. No hace falta ningún dios para seguir el Camino Óctuple; todo lo que se necesita es el compromiso con responsabilizarse de los propios actos y sus consecuencias.
Escuelas y prácticas
Buda siguió predicando su Dharma por el resto de su vida, muriendo finalmente a los 80 años en Kushinagar. Explicó a sus discípulos que, tras su muerte, no deberían tener ningún líder, y que no quería ser venerado de ningún modo. Pidió que se enterraran sus restos en una estupa colocada en un cruce de caminos. Eso no sucedió así, porque sus seguidores tenían sus propias ideas, y sus restos fueron depositados en ocho (o diez) estupas, en diferentes regiones relacionadas con acontecimientos importantes de su vida. También eligieron un líder, porque querían continuar su trabajo y, como cualquier ser humano, llevaron a cabo concilios y debates, y desarrollaron normas y regulaciones.
En el Primer Concilio Budista, en ca. 400 a.C., se decidieron y codificaron las enseñanzas centrales y la disciplina monástica. En el Segundo Concilio, en 383 a.C., se produjo una disputa sobre las prohibiciones en la disciplina monástica, que dio lugar al primer cisma entre la escuela Sthaviravada (que defendía cumplir dichas prohibiciones) y la escuela Mahasanghika (“Gran Congregación”), que representaba la mayoría y que las rechazaba. El cisma acabaría produciendo la creación de tres escuelas de pensamiento diferentes:
- Budismo Theravada (La Escuela de los Ancianos)
- Budismo Mahayana (El Gran Vehículo)
- Budismo Vajrayana (El Camino del Diamante)
El budismo Theravada (denominado Hinayana “pequeño vehículo” por los budistas Mahayana, considerado por los Theravada como un término peyorativo) propone la práctica de la creencia según las enseñanzas originales de Buda. Sus miembros siguen las enseñanzas en lengua Pali y se concentran en llegar a ser un arhat (“santo”). Esta escuela se caracteriza por su enfoque en la iluminación individual.
El budismo Mahayana (que incluye el budismo Zen) sigue las enseñanzas en sánscrito y sus adeptos se esfuerzan en llegar a ser un Bodhisattva (“esencia de iluminación”), alguien que, como Buda, ha conseguido la plena consciencia pero que renuncia a la paz del nirvana para ayudar a los demás a salir de su ignorancia. El budismo Mahayana es la forma más popular practicada hoy en día, que también se presenta como fiel seguidora de las enseñanzas del Buda.
El budismo Vajrayana (también conocido como budismo tibetano) prescinde del concepto del compromiso con la disciplina budista y cambia el estilo de vida para emprender una ruta budista por el Camino Óctuple. Esta escuela defiende la creencia ilustrada por la frase Tat Tvam Asi (“tú eres eso”), que ya se es un Bodhisattva y solamente hay que ser consciente de serlo. No hay, por tanto, que renunciar a apegos dañinos al principio de esa ruta, sino más bien seguir el camino, de forma que esos apegos serán cada vez menos atractivos. Igual que las demás escuelas, el Vajrayana se califica a sí misma como la más fiel a la visión original del Buda.
Las tres escuelas se adhieren a las Cuatro Nobles Verdades y al Camino Óctuple, igual que muchas otras menos importantes, y ninguna es considerada objetivamente más legítima que las otras aunque, obviamente, los adeptos a cada una de ellas no estarían de acuerdo con esta afirmación.
Conclusión
El budismo continuó como una escuela filosófica de pensamiento minoritaria en la India hasta el reinado de Ashoka el Grande quien, tras la guerra de Kalinga (ca. 260 a.C.) renunció a la violencia y adoptó el budismo. Ashoka difundió el Dharma del Buda por la India bajo el nombre dhamma, que equivale a “misericordia, caridad, honradez y pureza” (Keay, 95). Desenterró los restos del Buda y los repartió en 84.000 estupas por todo el país, junto con edictos animando a adoptar la visión budista. También envió misioneros a otros países – Sri Lanka, China, Tailandia y Grecia, entre otros – para difundir el mensaje budista.
El budismo se hizo aún más popular en Sri Lanka y China de lo que lo había sido en la India, y se difundió ulteriormente a partir de templos fundados en dichos países. El arte budista empezó a aparecer en ambos países entre los siglos II y I a.C., incluyendo imágenes antropomórficas del propio Buda. Los primeros artistas, en la época de Ashoka, habían evitado representar al Buda y solamente sugerían su presencia a través de símbolos pero, progresivamente, los centros budistas fueron incluyendo estatuas e imágenes suyas, una práctica iniciada por una secta de la escuela Mahasanghika.
Con el tiempo, esas imágenes se convirtieron en objeto de veneración. Los budistas no “adoran” a Buda pero, al mismo tiempo, lo hacen por el hecho de que esa estatua que le representa se convierte no solo en el foco de concentración del propio camino hacia la iluminación sino también en una forma de expresar la gratitud al Buda. Es más, alguien que se convierte en un Buda (y, de acuerdo con el budismo Mahayana, cualquiera puede lograrlo) pasa a ser una especie de “dios”, desde el punto de vista de que ha transcendido de la condición humana y por tanto merece un reconocimiento especial por ese logro. En la actualidad hay unos 500 millones de budistas practicantes en el mundo, cada uno siguiendo su propia versión del Camino Óctuple y continuando la difusión del mensaje de que uno solamente ha de sufrir en la vida tanto como quiera, y de que hay un camino que conduce a la paz.