Cómo la crianza afecta el desarrollo de un niño
Desde fomentar las tareas escolares y los deportes hasta modelar valores a medida que crece un niño (recuerde, hacen lo que uno hace, no lo que uno dice) los padres ejercen una enorme influencia sobre la vida de sus hijos. Sin embargo, no son los únicos que influyen en ello, especialmente después de que los niños entran en la escuela y comienzan a interactuar con el mundo en general.
La mayoría de los padres se esfuerzan para dar a los niños el mejor comienzo posible, pero también es importante que los padres reconozcan que los niños vienen al mundo con sus propios temperamentos, personalidades y metas. Mientras que los padres podrían querer llevar a su hijo por un cierto camino, el trabajo de un padre es proporcionar una interfaz con el mundo que finalmente prepara a un niño para la independencia completa y la capacidad de seguir cualquier camino que ellos elijan.
En un mundo que cambia rápidamente, la crianza puede estar sujeta a modas y estilos cambiantes y la crianza en algunos círculos privilegiados se ha convertido en un deporte competitivo. Pero las necesidades del desarrollo infantil según lo delineado por la ciencia permanecen relativamente estables: seguridad, estructura, apoyo y amor.
Para ser padres de manera eficaz, no es suficiente simplemente evitar los peligros obvios, como el abuso, el abandono o el exceso de indulgencia. De hecho, la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos delinea cuatro responsabilidades principales para los padres: mantener la salud y la seguridad de los niños, promover su bienestar emocional, inculcar habilidades sociales y preparar a los niños intelectualmente.
Numerosos estudios sugieren que los niños mejor ajustados son criados por padres que encuentran una manera de combinar calidez y sensibilidad con expectativas de comportamiento claras. Los padres pueden encontrar que las Cuatro C (del inglés, care: cuidado, consistency: consistencia, choices: elecciones, consequences: consecuencias) son un acrónimo útil: cuidado (mostrar aceptación y afecto), consistencia (mantener un ambiente estable), elecciones (permitir que el niño desarrolle autonomía) y consecuencias (aplicar repercusiones a las elecciones, ya sean positivas o negativas).
No todos los estilos de crianza son para el bien del niño. Existe el padre sobreprotector que puede paralizar a los niños cuando pasan a la edad adulta y hacer que sean incapaces de enfrentarse a los más pequeños contratiempos.
Dos ejemplos bien conocidos de estilos de crianza sobreprotectora incluyen "crianza de helicóptero", en la que los niños son excesivamente monitoreados y mantenidos fuera de peligro y "padres allanadores de caminos", en la que los obstáculos potenciales se eliminan del camino de un niño. Ambos pueden afectar negativamente la independencia posterior de un niño, la salud mental y el autoestima.
Por supuesto, también existe un tipo de crianza demasiado desapegado y la ciencia establece que la falta de participación de los padres a menudo conduce a resultados de mal comportamiento en los niños. Esto puede deberse, en parte, a que se anima a los jóvenes a depender demasiado de la presión ejercida por sus iguales. Irónicamente, los estilos de crianza excesivamente duros o autoritarios pueden tener el mismo efecto.
En última instancia, los padres deben esforzarse por ser amorosos pero firmes, al tiempo que permiten a los niños suficiente espacio para desarrollar sus propios intereses, explorar la independencia y experimentar el fracaso.