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'Barbie' sigue llevando en masa a los espectadores, vestidos de rosa muchos de ellos, a las salas de cine (ya supera los 1.000 millones de recaudación). Y, por ello, continúa generando fuertes reacciones; las de quienes celebran la inteligencia de la película de Greta Gerwig, los que se decepcionan por el hype con el que acudían o, incluso, los que se enfadan por su mensaje... porque no acaban de pillarlo. Que haya quien diga que 'Barbie' es una película "anti-hombres" no deja de llamarme la atención y me resultaría casi divertido sino fuese porque el hecho de no entender en absoluto el mensaje de una película, que además se expone de forma clara cristinalina, me pone un tanto triste. 'Barbie' es, en realidad, una sátira afilada que saca los colores al patriarcado mediante su exposición de forma exagerada, colorida y despampanante. En ningún caso es ese monstruo woke de tres patas que busque eliminar a los hombres de la faz de la Tierra, como algunos han parecido interpretar.
Un mundo espejo de otro
Quizás esos hombres alfa heridos por 'Barbie' han pensado que lo que presenta la cinta con Barbieland es un mundo ideal donde las mujeres están en la cima y los hombres abajo, como un modelo de lo que debería ser. Por supuesto, no se trata de eso. No hace falta ser el lápiz más afilado del estuche para comprender que Barbieland es un espejo de nuestro mundo. El mundo al revés, si queréis. Allí, las barbies son el centro del universo, ocupan todos los puestos de poder y su voz es la que es escuchada, mientras que los kens son meros segundones, que ni siquiera ejercen una profesión ("just beach") y que, como los juguetes, solo existen como complemento a la muñeca protagonista.
En Barbieland, los kens son el equivalente a las mujeres en nuestro mundo. Y lo deja bien claro la cinta cuando Barbie y Ken salen al Mundo Real y se encuentran que la situación es la contraria: mientras ella es ninguneada y hasta acosada sexualmente, él tiene el viento de cara gracias a un concepto que le abre todas las puertas, el patriarcado. A partir de esta idea, tan sencilla como efectiva, se articula toda la reflexión sobre feminismo, machismo e igualdad de la película, que no es poco para una obra comercial sobre una muñeca, pero tampoco va demasiado lejos y que, si de algo peca, es de poner demasiado peso al arco de Ken, especialmente en la recta final (Nolan no habría tenido ese mínimo de consideración hacia un personaje femenino).
Mojo Dojo Patriarcado
A través de la rebelión de los kens, la película explora la masculinidad más arquetípica y quizás por ese retrato satírico que hace (con los kens desquiciados por los caballos y sus 'mojo dojo casa houses') algunos espectadores hombres se han sentido ridiculizados. Pero, tranquilos, no es esa la intención. Más que del hombre en general, se está hablando de ese hombre que, ante cualquier mínimo avance del feminismo, se siente atacado, herido, puesto en peligro y se defiende como un animal asustado. Tras establecer el patriarcado como régimen casi totalitario en Barbieland y quitar todo poder a las mujeres, las barbies hacen su plan para cambiar las cosas de nuevo. Entonces, Ken se revuelve en su número musical cual incel ("I'm just Ken, anywhere else I'd be a ten") porque una vez que ha tocado el poder no está dispuesto a perderlo ni un poquito.
La resolución final, sin embargo, aboga por la igualdad en lugar de darle la victoria a uno u otro bando y no se olvida de remarcar que Ken también es una víctima del patriarcado. Se le dice que no es necesaria la beligeración y Ken encuentra alivio al saber que puede ser él mismo y es válido por ello, no por estar por encima o por debajo de una mujer. Esto tiene una lectura válida también en otra dirección, por el juego de espejos de género que comentamos al principio; lo que le dice Barbie a Ken puede entenderse como la actitud que los hombres deberían tener hacia las mujeres: consideración y empatía. Hay esperanza para Ken en Barbieland y la hay para las mujeres en nuestro mundo.
En un mundo de kens, sé un Allan
Es interesante también analizar el papel que juega en todo esto Allan, un personaje secundario pero con mucho jugo. Michael Cera da vida al muñeco que se creó como comparsa de Ken (y que no tuvo mucho éxito), representando a un tipo de hombre que no busca un protagonismo excesivo, que es agradable y que no necesita performar una masculinidad clásica, tóxica o excesiva para encontrar su hueco en el mundo, aunque a veces le hagan sentir raro por ello. Allan es, en esencia, un tipo majo que no necesita fortalecer el patriarcado para justificar su existencia.
Y hay un detalle que encapsula todo esto. Cuando los kens convierten al caballo en un símbolo de virilidad, Allan se pone en el jersey un parche de un caballo, pero con otra connnotación. Se trata de un caballo tierno y cuqui, a diferencia de los otros con aires más militaristas y triunfantes. Se puede ser un caballo, pero de otra manera. Se puede ser un Allan.
Nací en Wisteria Lane, fui compañero de piso de Hannah Horvath y 'Chicago' me volvió loco porque Roxie Hart soy yo. Tengo la lengua afilada, pero, como dijo Lola Flores, "me tenían que dar una subvención por la alegría".