CARAL, LA CULTURA DE LAS PLAZAS
CIRCULARES
El Anfiteatro, vista aérea (foto cortesía del PEACS)
¿Arquitectos prehistóricos capaces de construir complejos edificios escalonados en la costa
sudamericana? ¿una cultura ágrafa y sin cerámica con centros urbanos muy desarrollados
contemporánea del Imperio Antiguo egipcio y de los reinos sumerios?.
A primera vista puede sonar extraño y sorprendente, e incluso poco creíble si añadimos que
esa cultura parece haber levantado pirámides escalonadas y varias ciudades de más de 60 ha.
Hasta hace poco, las civilizaciones conocidas dignas de tal nombre datadas en el tercer
milenio a.C., la egipcia, la mesopotámica y la del Indo, nos han transmitido muestras
fehacientes de sus logros culturales: alcanzaron avances arquitectónicos indudables, conocían
los metales y la cerámica, y sobre todo contaban con una incipiente escritura bastante
compleja. Entonces ¿cómo asimilar que haya habido un pueblo contemporáneo de éstos que,
pese a no conocer ni la escritura ni los metales ni la cerámica, esto es, vivir en lo que
convencionalmente catalogamos como prehistoria, haya sido capaz de desarrollar una cultura
urbana con cierta sofisticación? Pues eso parece ser lo hallado en Caral, en un pequeño valle
de régimen estacional en la costa peruana, a una centena de km al norte de Lima.
En el valle del río Supe, a lo largo de 44 km desde su desembocadura hasta el curso medio, se
han localizado, desde 1996, 20 asentamientos, la mayoría de los cuales comparten modelos
arquitectónicos y disposición urbana. Las cronologías obtenidas de pruebas de radiocarbono
son de lo más sorprendente: las muestras de los estratos más antiguos del asentamiento
principal proporcionaron fechas del 2627 (+-80) a.C. y la gama de todos los análisis llega hasta
el año 1977 a.C., dato correspondiente al último periodo constructivo de la Pirámide Mayor
de Caral.
La datación, como no se ha hallado cerámica ni casi restos humanos, se ha obtenido de restos
de basura y principalmente de materiales vegetales encontrados entre los muros de los
edificios, en especial de unos postes de madera de huarango (similar al algarrobo) y de unas
cestas de cuerda llamadas “shicras”. Estas bolsas con aspecto de red, al parecer usadas por los
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habitantes de Caral para el acarreo de piedras, fueron colocadas con su carga en el relleno de
los muros, de modo que ayudasen a compactar los materiales y ejerciesen una función
antisísmica. En las excavaciones de los edificios principales se han localizado cientos de ellas.
Habría que situar Caral, por tanto, en un contexto precerámico correspondiente al llamado
periodo Arcaico Tardío (3000 – 1800 a.C.), según la clasificación histórica utilizada en el
ámbito andino. Eso supone que es la civilización conocida más antigua del continente
americano, casi mil cuatrocientos años anterior a la cultura Olmeca, tenida por la primera
hasta hace poco.
La civilización Caral y sus centros urbanos
El río Supe serpentea desde los Andes occidentales hasta la costa central peruana formando
un estrecho valle fértil, encajonado entre mesetas y cerros áridos semidesérticos. Los 20
asentamientos del tercer milenio localizados no ocupan, en ningún caso salvo Allpacoto, la
zona cultivable, sino que fueron construidos en las mesetas peladas y pedregosas que
circundan el valle, con la doble intención muy probable de reservar la vega a la agricultura y
situar las edificaciones principales en un terreno regular y al abrigo de posibles aluviones y
crecidas del río.
Los asentamientos de la civilización Caral en el valle del río Supe
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La mayor parte de estos asentamientos están en el valle medio, en concreto 15, y parecen
responder a un patrón de distribución espacial que intentase ocupar ambas márgenes del valle
por igual, 7 en la margen derecha y 8 en la izquierda. Los primeros, al norte del río y de este a
oeste, son: Ñawpa, Huacache, Llaqta, Allpacoto, Cerro Colorado, Pueblo Nuevo y Pando. Al
sur se encuentran Jaiwa, Capilla, Cerro Blanco, Peñico, Caral, Chupacigarro, Miraya y
Lurihuasi. Cuando el valle se hace más angosto el enclave de Era de Pando parece dar paso al
valle bajo, donde se sitúan Liman, El Molino y Piedra Parada. Finalmente en la costa está el
poblamiento de Aspero, que ha aportado fechas más antiguas aún, pues parece haber estado
habitado desde antes del 3000 a.C.
La distribución aparentemente pareja en ambas orillas en el valle medio ha sido interpretada
como reflejo de la dualidad presente en la cosmovisión religiosa andina. Una interpretación
algo apresurada pues usa modelos religiosos de momentos culturales posteriores que no
pueden extrapolarse gratuitamente, sobre todo teniendo en cuenta que los hallazgos de posible
contenido religioso son muy escasos.
Todos estos asentamientos, algunos ciudades de dimensiones considerables, como Pueblo
Nuevo (55 ha.), Era de Pando (80 ha.) y Caral (66 ha.), y otros pequeños poblados, caso de
Cerro Colorado, Limán, Cerro Blanco y Capilla, que no llegan a 1 ha., tienen elementos
arqueológicos suficientes para englobarlos en una cultura común. Destacan los edificios
piramidales escalonados, presentes en diferente número en todos ellos, y las plazas circulares
rehundidas en el terreno, características ambas muy llamativas como muestra de desarrollo
técnico y organización social. También es llamativo el uso de unos mismos métodos
constructivos que tienen sus expresiones más notables en el empleo de las cestas de red
vegetal mencionadas, las “shicras”, como parte del relleno de muros, y en la colocación de
gruesos pilares monolíticos para definir las esquinas de los edificios piramidales. Otros
elementos comunes que pueden documentarse son el hallazgo de figuras antropomorfas de
barro sin cocer, restos de tejidos de algodón, instrumentos de piedra y hueso de diseño similar
y la aparición de numerosos objetos de calabaza (mate para los andinos), hecho que podría
explicar la ausencia de cerámica. ¿Si tenían calabazas, para qué necesitaban cerámica? se
dice.
El valle del río Supe
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Contexto cultural en la cuenca del Supe
Hablar de Caral, por tanto, no supone referirse solo a un yacimiento arqueológico de gran
importancia, el más monumental de los citados, sino a una civilización que se asentó y
desarrolló en la cuenca del Supe en el tercer milenio a.C.
Las investigaciones en yacimientos coetáneos de otros valles del área nor-central peruana,
como El Paraíso, Bandurria o Vichama en la costa, La Galgada y Huaricoto en la sierra, y
Kotosh y Piruro en la selva, han mostrado que existió cierto nivel de contacto e intercambio
comercial entre ellos y el valle de Supe. No todos son estrictamente contemporáneos de la
etapa de poblamiento de Caral, pero sí florecen en paralelo en un momento u otro. También se
aprecia que, pese al contacto, el desarrollo sociocultural y económico alcanzado por la
civilización Caral fue muy superior. Sus asentamientos muestran un tamaño cuatro o seis
veces superior a los de otros valles (40 a 80 ha. frente a unas 13 ha de media). Caral parece
haber sido la cultura predominante en el mundo andino del periodo Arcaico Tardío; una suerte
de estado dominador de un territorio mucho más amplio que la propia cuenca del Supe,
territorio del que habría obtenido recursos cuantiosos para la creación de sus urbes
monumentales.
Las dimensiones de éstas y su
ubicación en un valle de
capacidad productiva muy
limitada hacen pensar a los
arqueólogos que el nivel de la
sociedad caralina solo habría
sido posible con el aporte
económico de todo el área norcentral. No se sabe, pues no
hay evidencias de ello, si hubo
algún tipo de dominación
militar u ocupación, pero sí
parece claro que las ciudades
del valle de Supe obtuvieron y
manejaron productos llegados
La Pirámide La Galería se recorta sobre las arenas que cubren un cerro en Caral.
de los pueblos de un entorno
no solo cercano. Las vías de comunicación naturales que la geografía de estos valles permite
para conectarlos entre sí y con la meseta alto andina pudieron estar controladas por Caral,
según se deduce al analizar la gama de productos hallados en los yacimientos: los más
relevantes son los restos de “spondylus” usados para fines diversos, sobre todo suntuarios, y
procedentes de las playas norteñas. También se han recuperado plumas de pericos y huesos de
cóndores, propios de la cordillera, variedades de cactus que crecen en las zonas áridas del
altiplano; productos agrícolas de la selva, como congompe, achiote, tútumo y huarumo, y
pieles y plumas de animales exóticos, como monos aulladores, guacamayos, páucaras y
tangaras.
Y como producto básico aparece la sal mineral, imprescindible en la alimentación humana y
del ganado, y elemento de importancia mayor en el comercio de todos los pueblos antiguos.
Se han encontrado numerosos restos de sal mineral en piedras de moler; e incluso un bloque
de 30 cm. de lado en la Pirámide Mayor de Caral, que podría estar relacionado con algún
aspecto cultual. La mina de sal más grande de Perú está en el área nor-central, las salinas de
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Huacho. Su control habría resultado muy apetecible para cualquier poder no solo en la
Antigüedad. Si los gobernantes de Caral hubiesen tenido a su disposición esa mina sería
muestra del dominio sobre un territorio muy amplio.
Siendo importantes las relaciones con las otras culturas del área nor-central, comerciales o del
tipo que fuesen, la vinculación más fructífera y próspera se estableció en el propio valle de
Supe, entre las poblaciones costeras y las del valle medio. Aquellas proporcionaron a éstas
abundante pesca, gracias a la riqueza del Pacífico sur. Se han recuperado muestras numerosas
de anchovetas, sardinas y moluscos en las excavaciones de las ciudades del interior. Al
tiempo, desde el valle se abastecía de productos agrícolas y materias primas a las gentes de la
costa. En Áspero y Bandurria se encontraron anzuelos y redes confeccionadas con algodón,
así como palos cavadores, instrumentos de piedra y herramientas de caza elaborados con
materiales que no existen en la costa. El mismo río facilitaría la comunicación y el transporte.
Debe reseñarse aquí el papel de Áspero, el asentamiento costero. Fue el primero conocido por
los arqueólogos (1905) y el que proporciona las fechas más antiguas. Las primeras
prospecciones se remontan a 1970, pero luego el lugar fue abandonado y convertido en el
vertedero de la ciudad de Supe. Las excavaciones en Caral en la década de los noventa
alentaron la recuperación del yacimiento. Probablemente a principios del tercer milenio no
fuese más que un asentamiento neolítico que sobrevivía aprovechando los recursos del mar,
pero en algún momento sin concretar las edificaciones sencillas fueron sustituidas por
construcciones escalonadas cada vez
más monumentales, y la ocupación
aleatoria del terreno dio paso a una
urbanización planificada, con espacios
públicos y cultuales que denotan
aumento de la población y prosperidad
económica. Las plazas circulares
rehundidas y las rectangulares
articulan el plano urbano, lo que
incluye a Áspero, sin ninguna duda, en
lo que se denomina cultura Caral
desde el punto de vista arquitectónico.
Áspero se halla sobre un conjunto de
colinas arenosas desde las que se
domina un extenso humedal. La costa
Plaza circular y estelas de la Pirámide Mayor
queda a unos 500 m. hacia el oeste,
pero estudios geomorfológicos recientes apuntan que en el 3000 a.C. la orilla estaba mucho
más al este, ocupando el humedal y formando una bahía a los pies de la ciudad. La
funcionalidad pesquera y marítima del enclave en el periodo Arcaico se refuerza si pensamos
que la bahía proporcionaba un buen puerto natural cuyo control debía de ser estratégico.
Proyección de la cultura Caral
Muy próxima a Áspero, a unos pocos km al sur, en la desembocadura del vecino río Huaura,
encontramos una muestra significativa de la influencia de la civilización Caral más allá del
valle del Supe. Se trata del yacimiento de Vichama, otro poblado costero que contiene ocho
edificaciones escalonadas e incluye una plaza circular rehundida. Si, como veremos más
adelante, las plazas circulares rehundidas parecen haber sido un signo identificador, Vichama
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sería algo más que una población en la esfera comercial de los caralinos. Podría tratarse de la
primera urbe de la cultura Caral hallada fuera del estricto ámbito del valle original.
Dedicado a la pesca como labor principal, debió de formar parte del mercado de
abastecimiento de las urbes caralinas principales. En este lugar se ha documentado un uso
constante e intenso de los cestos vegetales llamados “shicras”, con una función constructiva
novedosa y un tamaño excepcional. En varios edificios se utilizaron “shicras” gigantescas, de
casi 1’80 m. de diámetro y que contuvieron más de media tonelada de piedras, para rellenar
estructuras en desuso y elevar terrazas sobre ellas. Es decir, con un cambio generacional o de
dirigentes, o de propietarios de un edificio, pongamos por caso, la zona habitada era cubierta
con material de relleno para construir después encima, algo habitual en las culturas
precolombinas tanto del litoral peruano como de Centroamérica. Lo insólito de este caso es
que el material de relleno se empaquetaba en cestas descomunales quizá con la intención de
darle más solidez. Es sin duda el uso más peculiar de las “shicras” registrado hasta ahora.
La metrópoli
Observar una vista aérea del valle del Supe en su parte central genera cierta desilusión:
domina una aridez grisácea que rodea a una pequeña cinta de verde desvaído. Pasados los
primeros instantes la desilusión se torna en sorpresa a poco que se detenga la mirada y se
tenga a mano un mapa. A ambos lados de la cinta de cultivos, entre los cerros donde hace
siglos no crece más que algún arbusto espinoso, los montículos de formas cuadrangulares casi
confundidos con el suelo se aglomeran en aparente desorden. El apoyo del mapa informa al
observador de que no hay tal desorden. Salpicados casi por cada recodo aparecen los lugares
donde se han encontrado yacimientos del Arcaico Tardío. Parece que sus habitantes hubiesen
querido no dejar lugar aprovechable sin construir. Si pudiésemos acercar una lupa a la
geografía la sorpresa sería mayor. Las formas cuadrangulares se convierten en edificios
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escalonados, y ante muchos de ellos se acomodan unas construcciones que recuerdan al anillo
interior de una plaza de toros o un anfiteatro: son las curiosas plazas circulares. A simple vista
también se aprecia algo más: la aglomeración de montículos escalonados es mayor en una
llanura extensa que se asoma casi hasta tocar el borde sur del río. Esa aglomeración es a la
que se denomina Ciudad Sagrada de Caral. Su monumentalidad, su compleja traza urbana y el
nivel técnico de sus construcciones hacen pensar que debió de ser el centro neurálgico de
Caral. Es el yacimiento más famoso de todo el valle, y por añadidura el más acondicionado
para la visita. Adentrémonos en él.
La Ciudad Sagrada ocupa 66 ha. y se han logrado distinguir 32 edificaciones monumentales y
varios conjuntos residenciales. Los investigadores asignan a las primeras el calificativo de
públicas, por no ser viviendas, pero no hay nada seguro sobre su función; templos, residencias
palaciegas, construcciones administrativas, hasta ahora no se puede más que conjeturar.
La ciudad se asienta sobre una terraza aluvial muy próxima al río, coincidiendo con la zona
fértil más extensa del valle y en un lugar donde el acceso al río es sencillo, por medio de
suaves rampas que salvan los escarpes vecinos. La terraza es amplia, de 1’1 km de anchura
máxima, y está atravesada de sureste a noroeste por el cauce seco de una pequeña torrentera
que la parte en dos mitades no simétricas. Aprovechando esta leve división natural los
investigadores distinguen dos partes en el yacimiento, Caral Alto, al norte del torrente seco, y
Caral Bajo al sur; distinción que no responde a razones históricas o arqueológicas. Los
edificios más monumentales, salvo uno, fueron construidos en la parte norte, la más cercana
al río, pero tanto los de un lado como los de otro parecen orientados hacia un área común
aparente, denominada plaza central. La visita actualmente se inicia por la llamada zona baja.
Por tanto comencemos por allí.
Nada más entrar al área arqueológica llaman la atención los cerros pedregosos semicubiertos
por la arena, y recortándose contra ellos un puñado de formas piramidales de color grisáceo
difícilmente diferenciables del entorno. La más llamativa cerca de la entrada tiene, no
obstante, escasa altura, pero destaca por estar compuesta por 4 espacios de geometría muy
distinta alineados en un eje n/s.
Primero hay un recinto
cuadrangular amurallado en
el que se distinguen una serie
de habitaciones de posible
función religiosa. Unas
pequeñas escaleras conectan
con un atrio que, a su vez,
dirige a un gran espacio
circular escalonado a modo
de anfiteatro. El eje se
prolonga hacia el norte por
una plataforma rectangular
elevada; en los lados largos
los contrafuertes que la
sujetan forman una serie de
cubículos; parte de los del
lado este parecen haber sido
El Anfiteatro.
arrancados
por
alguna
crecida del torrente descrito.
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A esta estructura se le denomina Templo del Anfiteatro, y el acceso se haría desde el norte a
través de la plataforma. El anfiteatro ejercería tal vez como lugar de ceremonias públicas a la
puerta del templo propiamente dicho, en lo más alto del recinto cuadrangular. Todo el
conjunto, visto desde el norte, parece creado para adaptarse al desnivel que provoca el
torrente; va creciendo en altura según se dirige hacia el sur Y sin duda es la mejor muestra de
una arquitectura adaptada al medio.
La atribución religiosa
procede del hallazgo de
una pequeña sala a modo
de santuario en la cima, y
de un recinto para
conservar un fuego en el
lado este.
En el anfiteatro se
encontraron 32 flautas de
huesos de cóndor y de
pelícano,
todas
con
decoración grabada. Y en
el lado noreste del templo
aparecieron 38 cornetines
hechos con huesos de
huanaco y de venado. Los
instrumentos refuerzan la
idea de que en este
complejo
edificio
se
Plataforma del Anfiteatro. A su izq. se aprecia el desnivel creado por las crecidas del
realizasen
celebraciones
o
torrente.
espectáculos. Un poco al oeste encontramos una pequeña construcción organizada en torno a
un patio, el Edificio de la Banqueta, bajo uno de cuyos muros se encontró el cadáver de un
niño.
Después puede observarse el edificio del Altar Circular, donde lo único destacable en su
pequeña estructura escalonada son los restos de pintura en los muros y la habitación del altar
con fogón. Estos altares, de los que existen varios en Caral, son un importante logro
tecnológico: dentro de un espacio amurallado, una cámara circular o rectangular contiene el
fogón, que se ventila con tiros subterráneos a veces muy complejos. Se ha interpretado que
servirían para guardar el fuego sagrado en los templos, pero también los hay en la zona
residencial.
Dirigiéndose al norte se pasa por lo que parece ser un primer grupo de viviendas de escaso
tamaño, el Conjunto Residencial Menor. Una vez atravesado el cauce seco del torrente varios
grupos de viviendas más se han identificado bajo el nombre de Conjunto Residencial Mayor
Más al oeste hallamos el Edificio Piramidal La Cantera. Debe su nombre a estar construido
sobre una zona de extracción de piedras para otros edificios. Se observan remodelaciones y
varias etapas constructivas. Las escalinatas de acceso actuales corresponden a dos etapas del
desarrollo de la ciudad, los periodos Medio y Tardío. En la cima hay un altar circular de
ventilación subterránea que se construyó en el periodo Medio. A sus pies en el lado sur hay
una pequeña zona de habitaciones de buena factura arquitectónica que parece corresponder a
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personajes principales vinculados a este edificio. En el subsuelo de un salón se ha encontrado
una estatuilla femenina.
A continuación se alza la Pirámide Central, una de las mayores. Está orientada al este, hacia el
centro de la gran plaza, y delante de ella se han encontrado una serie de grandes plataformas y
una plaza circular rehundida que cubren una serie de viviendas del periodo más antiguo de la
ciudad. Tras ella, al oeste, se aprecian restos de otro edificio piramidal y varios grupos de
plataformas.
La Pirámide Mayor desde el aire (foto cortesía del PEACS)
Cerrando la gran plaza por el norte tenemos el edificio más representativo de la arquitectura
caralina, la Pirámide Mayor. Más que un edificio es un complejo compuesto por una plaza
circular rehundida con dos estelas, una serie de plataformas escalonadas a las que se accede
por una escalinata principal en el eje de la plaza, un salón ceremonial con diversas
dependencias a los lados, y un recinto especial en la cima. Algunas salas laterales están
decoradas con nichos del periodo Tardío. Una galería y un altar con fogón de ventilación con
tiros subterráneos completan el conjunto. En su lado izquierdo hay un grupo residencial
similar al de La Cantera.
En el subsuelo del recinto ceremonial se ha encontrado el esqueleto de un varón joven, con
signos de haber sido sacrificado. Lo depositarían allí con motivo de rellenar un salón anterior
para construir otro nuevo encima. Fue colocado desnudo entre los materiales de relleno, sin
duda como parte de un ritual.
Al este de la gran pirámide, y muy próximos a ella, aparecen los restos de dos pequeños
edificios piramidales que fueron unificados y convertidos en uno solo en el periodo tardío.
El siguiente en el sentido de las agujas del reloj es la Pirámide Menor, interesante porque
documenta varias etapas constructivas y los cambios de diseño urbano que se produjeron.
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En una primera etapa la entrada
principal estaba orientada al
norte, hacia el río, pero en el
periodo Medio se cambió al
lado oeste, y en el periodo
Tardío la escalinata se desplazó
en el mismo lado un poco hacia
el sur, quizá a causa de una
ampliación del edificio. Es muy
probable que en una etapa
antigua de la ciudad existiesen
pocos edificios, y en el área más
próxima al río la Pirámide
Menor y los dos pequeños
edificios
referidos
antes
formasen un pequeño espacio
urbano, orientados unos frente a
otros.
Escalinata de la Pirámide Menor
En el periodo Medio, que parece corresponder con el auge de Caral, se intentaría alinear todas
las entradas de los edificios respecto a un nuevo espacio publico, la Gran Plaza. Así se detecta
en ésta pirámide y en la de La Cantera.
Por detrás de la Pirámide Menor y hacia el noreste hay un grupo de plataformas y edificios sin
identificar aún.
Para cerrar el recorrido por la ciudad quedan los Edificios Piramidales La Galería y la
Huanca, que forman un curioso conjunto: ambos están alineados con un monolito clavado en
lo que parece haber sido una plazuela a un lado de la Gran Plaza. A este espacio se le ha
denominado Plazuela de la Huanca, termino que corresponde a la palabra local para designar
el monolito.
La Pirámide La Galería es una de las mayores de Caral. Su secuencia constructiva se ha
estudiado muy bien y gracias a ello puede entenderse como crecían estos edificios con el paso
de los tiempos. En un primer momento, en el periodo Medio, se levantaron las primeras seis
plataformas, que luego en el periodo Tardío se cubrirían y elevarían hasta los 18 m. actuales,
añadiéndosele una galería subterránea y una escalera en zigzag en el lado sur, diseño único en
todo Caral. En la cima, alrededor del salón ceremonial, y en el relleno de algunas escaleras, se
han hallado numerosas ofrendas, como dos grupos de vértebras de ballenas pulidas en un
cuartito cubierto por un tejado de fibras vegetales, un vestido femenino de algodón, objetos de
hueso tallados, una ofrenda que contenía un quipu, varias antaras (flautas), una sandalia, un
collar de fibras vegetales y moluscos, una figura antropomorfa de arcilla sin cocer y una
botella de calabaza.
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Pirámide La Galería, fachada principal.
La galería subterránea es un espacio muy elaborado, con siete nichos en las paredes, el suelo
enlosado y un asiento hecho con una vértebra de ballena.
La vecina Pirámide La
Huanca es muy similar
en estructura a La
Galería, aunque de
tamaño menor: una
escalinata monumental,
que en este caso se
orienta al norte, frente
al monolito, varias
plataformas, un salón
ceremonial rodeado de
habitaciones en la cima,
y otra galería, en este
caso construida en una
remodelación tardía que
rellenó las estructuras
de la cúspide de un
periodo anterior. Dentro
del relleno de una
Pirámide La Huanca. Se aprecian bien la sucesión de terrazas y la escalinata.
plataforma se ha hallado, en octubre de 2010, una preciosa figurita antropomorfa, puesta allí
como ofrenda en el momento de ampliar el edificio.
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Es una imagen masculina desnuda con
un peinado complejo. Se supone que este
tipo de estatuillas de barro sin cocer, de
las que se han recuperado unas 150,
cumplirían un papel ritual en el
momento de la remodelación de
edificios, lo mismo que el hombre
sacrificado de la Pirámide Mayor. De
hecho es probable que las figuritas
fuesen una forma de sustitución de los
sacrificios humanos.
Ambos edificios tienen anexas áreas de
habitación con las que se comunicaban
por medio de escaleras secundarias en el
lado sur. La correspondiente a la
Pirámide de la Huanca contiene algunas
Estatuilla antropomorfa hallada en La Huanca
de las habitaciones mejor trabajadas, incluyendo un buen ejemplo de lo que llaman altar
cuadrangular con fogón asociado y conductos de ventilación.
Plaza de la Huanca. En primer plano el monolito; al fondo la pirámide La Galería.
No se conoce la función del monolito de la plazuela. Se le ha querido atribuir algún papel
astronómico, pero al carecer de inscripciones y no tener una orientación definida todo lo que
puede decirse es que debía formar parte del conjunto religioso que parecen ser La Galería y
La Huanca.
En el extremo opuesto de la ciudad, al noroeste, y fuera del circuito visitable en 2010, se está
trabajando en una zona residencial con viviendas pequeñas, acomodadas a la topografía y
distribuidas en grupos al modo de barrios; quizá serían las casas de la población, con un
acceso directo a las tierras de cultivo.
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Al margen de interpretaciones vinculadas a misticismos, orientaciones astronómicas poco
sólidas y conceptos religiosos anacrónicos, que atribuyen creencias de culturas más de un
milenio posteriores a los habitantes de Caral sin ninguna base, un análisis desapasionado del
espacio urbano permite apuntar:
-
en una fase arcaica, de población reducida, la ciudad iría dotándose de edificios con
alguna conexión simbólica entre sí, creando espacios públicos reducidos y sin una
organización evidente.
-
tiempo después, en el periodo Medio, aprovechando un tiempo de auge económico y
de dominación territorial, Caral, convertida en una especie de metrópoli preponderante
en el valle, habría crecido con edificios de función religiosa y palaciega de gran
tamaño. Una fase posterior serviría para reordenar las edificaciones en torno a un
espacio urbano principal, la Gran Plaza, con espacios secundarios alrededor, como la
plaza de la Huanca o la zona abierta junto a la Pirámide del Anfiteatro. Todos los
grandes edificios representativos se habrían orientado hacia ese centro simbólico.
-
la división entre Caral Alto y Bajo, evidente en la actualidad por la línea que traza la
rambla, pudo no ser una división real al menos en el momento de apogeo de la ciudad.
Es posible que el área urbana fuese un todo que orbitase alrededor de la Gran Plaza.
Plano del área arqueológica de Caral
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Para concluir es interesante repasar un poco las similitudes con las culturas mesopotámicas y
mediterráneas. No cabe duda de la semejanza entre las pirámides escalonadas de Caral y los
zigurats mesopotámicos, aunque por lo que se conoce, la concepción de ambos tipos de
edificios era diferente. Mientras los zigurats parecen haber sido construidos en su totalidad
como edificios íntegros, desde la base a la cima en un solo periodo, las pirámides de Caral
han ido elevándose en generaciones diferentes; según perdía valor una plataforma se
rellenaban sus estancias y se construía encima, una pauta común a muchas culturas
precolombinas.
De la misma manera fue levantado un curioso santuario corso prehistórico, el altar de Monte
d’Accoddi. Precedido por una escalinata de acceso, sus plataformas escalonadas se
superpusieron a las anteriores. Tiene una cronología más antigua y longeva que la de Caral,
del IV al II milenio a.C., pero puede decirse que fueron contemporáneos. La interpretación
del santuario corso como un altar o lugar de celebraciones religiosas públicas encaja bien en
lo que pudieron ser algunas de las pirámides de Caral, como el conjunto de La Galería y la
Huanca. De hecho el monolito que hay ante ellas recuerda a un menhir, tal como los que están
frente al santuario corso. La función sacra se refuerza con las ofrendas encontradas en los
recintos de la cima de ambas pirámides.
Es interesante constatar cómo en muchos lugares del mundo parece haberse dado respuestas
similares a inquietudes similares. La concepción de la montaña sagrada como residencia de la
divinidad ha llevado a la creación de edificios escalonados o piramidales parecidos en culturas
alejadas en el espacio e incluso en el tiempo. Bien sean zigurats, santuarios prehistóricos
megalíticos, pirámides egipcias, pirámides mayas, estupas budistas, huacas moches y chimús
o pirámides precerámicas de Caral, todas tratan de representar a escala humana el monte
sagrado, y en definitiva el universo, como la mejor manera de ponerse en contacto con el ser
supremo.
Las pirámides Menor, La Galería y La Huanca enmarcadas en las montañas de Caral.
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Publicado en Revista de Arqueología del Siglo XXI, nº 359
Texto y fotos
Jesús Sánchez Jaén
Doctor en Historia Antigua por la Universidad Complutense de Madrid
Bibliografía:
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on the Central Coast of Peru”, Science, 292, abril 2001, pp. 723-726.
- Shady Solís, Ruth, Caral-Supe y su entorno natural y social en los orígenes de la
civilización, Investigaciones sociales, 14, 2005, versión electrónica.
- Shady Solís, Ruth et al., Caral, la civilización más antigua de las Américas. 15 años
develando su historia, Proyecto Especial Arqueológico Caral-Supe (PEACS), Lima 2009.
- Shady Solís, Ruth, La Civilización Caral: cambios ambientales en el contexto social,
PEACS.
- Shady Solís, Ruth, “La Civilización Caral: sistema social y manejo del territorio y sus
recursos. Su trascendencia en el proceso cultural andino”, Boletín de Arqueología PUCP, nº
10, 2006, pp. 59-89.
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Publicado en Revista de Arqueología del Siglo XXI, nº 359