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Historias de desobediencia. Crónicas 2013-2021

2022, Historias de desobediencia

Crónica de movimientos sociales. Edición digital interactiva: www.desobediencia.net Acompañada de Derivas de Desobediencia, piezas sonoras producidas por Muégano Teatro, Guayaquil, a partir de las crónicas Edición impresa: Recodo Press, Quito, 2022.

Historias de desobediencia Cristina Burneo Salazar Recopilación de crónicas-ensayos 2013-2021 Acompañado de Derivas de desobediencia Proyecto sonoro de Muégano Teatro Historias de desobediencia Recopilación de crónicas-ensayos (2013-2021) Cristina Burneo Salazar 2022 Coautoras: Con Estrella Soria: “Fueron costureras” Con Soledad Álvarez Velasco y Amarela Varela: “Vivas, libres, desendeudadas y transitando nos queremos” Derivas de desobediencia Muégano Teatro Proyecto sonoro a partir de Historias de desobediencia 2022 Ilustraciones realizadas para las series de este libro a partir del trabajo fotográfico y los archivos de: En “La palabra, manifiesto”: Verónica Potes, marcha feminista, Ecuador; Cristina Mancero, 8M 2020, Vivian Rodríguez En “Niñez, esa chispa”: Ruth Montenegro. Plataforma Justicia para Valentina Cossíos Montenegro En “A favor del aborto”: Verónica Potes, protesta social feminista, Ecuador En “La vida en movimiento”: Josep Vecino, caminantes de Venezuela en ruta; “Migrantas”, Verónica Zapata. 8M 2022 En “Amazónicas”: Diana Amores Moreno, luchadoras antimineras de Tsuntsuim En “Fundamentalismo y misoginia, palabras largas”: Cristina Burneo Salazar, mural para Marielle Franco, Rio Branco, Brasil En “Memoria colectiva”: Verónica Potes, protesta social del movimiento indígena, Ecuador En “Digo tu nombre”: Ophelia, pintura de John Everett Millais, 1852 Imagen de portada: a partir de una fotografía de Verónica Potes Diseño editorial: María Laura Vera, Vozeto Trabajo de ilustración: María Dolores Aguirre, Vozeto Primera selección y corrección de estilo: Jean Racines Edición: Andrés Cadena, Caracola Impresión y difusión: Recodo Press A partir de procesos sociales, historias personales y trabajo compartido con centenas de personas, colectivos, organizaciones sociales, investigadorxs y medios que hicieron posible cada una de las páginas que conforman este volumen. Agradecemos citar este material con los debidos reconocimientos a todas las personas que aquí aparecen. Se permite su reproducción total o parcial, su distribución, su comunicación pública, siempre que no sea con fines comerciales y que se reconozcan sus autorías. p04 • Introducción p08 • La palabra, manifiesto p49 • Digo tu nombre p94 • Niñez, esa chispa p150 • A favor del aborto p176 • La vida en movimiento p255 • Amazónicas p289 • Fundamentalismo y misoginia, palabras largas p313 • Memoria colectiva Introducción Cuando se nos niega una historia, se apaga una luz. Lo que te estoy pidiendo es que estudies la oscuridad. anne carson bot, @carsonbot Esta es una compilación de textos escritos y publicados entre 2013 y 2021 en distintos medios. El más antiguo de ellos se titula “Palabra” y apareció en Diario Hoy, en la última época de su edición impresa. Fue allí donde me inicié como columnista por Diego Araujo, uno de sus editores y quien había sido mi profesor en la universidad. En 1998, mi primer trabajo en el mundo editorial fue también allí, como correctora de estilo. En 2013, quince años después de iniciarme en Hoy como correctora en el turno de los fines de semana mientras era estudiante de Comunicación y Literatura, fueron mis alumnas quienes me dieron la palabra. Estábamos por empezar el seminario de tesis. Habían asesinado a una amiga suya. Era Karina del Pozo. Todo se detuvo y cayó. Ante ese hecho, se transformaban el aula, la escritura, todos nuestros encuentros. Mientras organizábamos acciones en la universidad para acompañar y comprender el feminicidio de Karina, entendí que lo que escribiera en adelante vendría de esa palabra que ellas tomaban y que me permitían compartir. En el foro que armamos, un estudiante gritó desde el fondo del auditorio: “Ella se lo buscó.” Vi que esa Historias de desobediencia 4 Introducción palabra iba a estar siempre en disputa o bajo sospecha. Pero vi también una determinación, sus preguntas ardiendo y su inconformidad. Intuitivamente, fui siguiendo el dictado de los miles de mujeres que hablan hoy para que nadie repita esa frase. Espero que ahora esas estudiantes sepan cómo me marcó su fuerza, entonces adolorida. Entendí que jamás escribimos solas. Escribimos junto a las que se han ido; con las que se levantan en duelo todos los días; cerca de les estudiantes con quienes pensamos a diario; al lado de gente que ha debido dejar su hogar; con comunidades que ven la vida irse en el expolio. Escribimos derrotas, conquistas y sobrevivencias. Escuchar cambia nuestra posición en el mundo, y esto no es una hipérbole. Las mujeres que me permitieron escuchar sus historias. Aquellas con las que nos juntamos a hablar hasta el cansancio para comprender. Muchas mujeres que no saben escribir. Muchas escritoras. Mujeres con historias terribles que aun así se convierten en fuerza. Mujeres con una claridad que ilumina el mundo entero. Muchas que caminan a tientas en su oscuridad. Aunque no siempre escriba sobre mujeres, siempre están las mujeres. Este trabajo de recoger y ordenar es un gesto de gratitud y devolución a las personas que me han permitido escuchar para escribir. Son muchísimas. Los procesos de los feminismos; las resistencias antiextractivistas; la docencia comprometida; la defensa del cuerpo y la tierra; la fuerza de quienes migran y se desplazan por el mundo de tantas maneras; los activismos de la discapacidad; el brillo en la mirada de les estudiantes; las madres de mujeres asesinadas; quienes escriben contra viento y marea o registran el mundo de tantos modos; las amigas, los amigos, les amigues, nos permiten pensar que esto que vivimos puede ser transformado. A la vez, nos demandan Historias de desobediencia 5 Introducción narrar lo mejor posible, no conformarnos con el sentido común ni renunciar a las preguntas que hacen arder. Varios medios independientes y periódicos publicaron mi trabajo en estos años. Además de Diario Hoy, pude colaborar con El Telégrafo, Tiempo Argentino, El Universal, Pie de Página y Revista Común, de México, al igual que en la revista Letras Libres. Los medios independientes batallan todos los días por los otros relatos, aquellos que el gobierno de los medios de comunicación intenta neutralizar. Agradezco el trabajo de La Barra Espaciadora, donde colaboré por algún tiempo; los medios feministas La Periódica y la transnacional Revista Amazonas; Dialoguemos EC; Correio da Cidadania, de Sao Paulo, que tradujo mi trabajo al portugués, y a Lundimatin, diario de las izquierdas radicales de Francia, que lo hizo al francés. Cada texto lleva la fecha y el lugar donde se publicó. Los textos que no llevan un pie con el nombre del medio fueron publicados en Plan V, medio en el cual fui censurada en 2017 sin explicaciones. Con esa excepción, va mi reconocimiento a los esfuerzos de todos estos proyectos editoriales por permanecer en línea. Aparecen también crónicas que he elaborado para el colectivo-medio al que pertenezco, Corredores migratorios. Mi agradecimiento amoroso a mis compañeres de Corredores, especialmente a Isa y a Josep, que se aventuraron a co-fundar este proceso en 2018, y a todes quienes nos han sostenido con su llegada, su conocimiento y su convicción por la justicia migrante. Para empezar y terminar este trabajo intervinieron muchas manos. Pilar Aranda me hizo pensar que estos textos podían leerse reunidos y, en mi mente, yo los escuchaba con su voz. Gracias a ella y a mi querido amigo Historias de desobediencia 6 Introducción Santiago Roldós, esta compilación junto con el trabajo sonoro de Muégano conforma ahora un coro de muchas voces. Su afecto es un regalo de vida. Jean Racines, con su ojo preciso, hizo hace años una primera recolección de los textos, y por suerte descartó muchos. La edición final de los materiales la hizo Andrés Cadena, de La Caracola, a quien le agradezco profundamente haber ordenado el caos y propuesto las secciones del volumen. María Laura Vera auspició el diseño de este libro con entusiasmo y generosidad. Desarrollamos el proyecto sin fondos, pero no sin cuerpo, y por eso quiero agradecer el tiempo y el trabajo de todes puesto aquí. Aun en condiciones adversas, quienes participan trabajaron con un compromiso de afecto para que esto exista. Gracias por aportar con sus manos, y por creer que la escritura puede llamar a la justicia. Y gracias a Josep, por persistir con sabiduría en el amor. El título de esta compilación, Historias de desobediencia, viene de un texto que le dediqué a mi mamá, Nancy. La perdí una mañana, a las 8:01am, en 2019. Si muchas de las personas en quienes pienso en este momento no hubieran estado, me habría sido imposible soldar mis huesos. Hermanar los duelos permite escribir para mirar de frente al abismo. Gracias siempre. Cristina Quito, mayo de 2022 Historias de desobediencia 7 La palabra, manifiesto p10 Palabra p12 Olas de otros mares y del mismo mar p17 Las mariposas y los días p20 Las derrotas de las damas son conquistas colectivas p28 Caminamos, retrocedemos, caminamos p32 Somos polvo de estrellas p34 8M p36 Vivas p42 Señores y señores p47 Historia de la desobediencia La palabra, manifiesto Palabra Una mujer. Una mujer sale de su casa. Sola. Por la noche. «¿Quieren ver cómo se mata a una prostituta?», preguntó Geovanny Piña una de esas noches, cuando él y otros hombres violentaron y asesinaron a Karina del Pozo. Es la frase que citan los diarios en sus noticias del 6 de marzo. En El Universo, la frase no lleva signos de interrogación. Quieren ver cómo se mata a una prostituta. ¿Quieren ver cómo viste? ¿Quieren ver cómo la juzgan otras mujeres? ¿Quieren ver cómo se pasa de tragos y se va con cualquiera? ¿Quieren ver cómo se mata a una prostituta? Entonces vean el spot de la campaña «Reacciona Ecuador», de la Secretaría Nacional de Comunicación. Eso sí, véanlo en vínculos no oficiales, porque la protesta social ha logrado que lo restrinjan en los medios. Pero el daño está hecho. La historia está contada: la mujer es culpable de ser agredida porque ejerce su derecho de libre movilidad, de libre acción, de libre expresión de su sexualidad. Spot: Mujer sola de fiesta. «Lluvia de ideas» en Producción. Locación: bar. Personaje: mujer joven. Vestuario: rojo, corto. ¡Acción! Te emborrachas, te exhibes, te tambaleas. Pasa el auto y te subes. Moraleja: eres culpable. Porque te fuiste con cualquiera. Porque saliste de noche. Sola. Porque eres mujer. Los responsables del spot deciden ignorar uno de nuestros mandatos contemporáneos fundamentales: «No sólo me enseñes a cuidarme a mí. Enseña a los hombres a no violar». Pero el director, desde su sillita, decide perpetuar y justificar los crímenes de odio contra las mujeres. Historias de desobediencia 10 La palabra, manifiesto Eres culpable hasta probar lo contrario. En los interrogatorios del asesinato de Karina del Pozo, a una de sus amigas, a quien escuché directamente, le preguntaron si era «pre-pago». ¿Son prostitutas? Son mujeres. Son culpables. Así lo confirma este spot. Se tejen, en una simultaneidad perversa, el discurso mediático oficial, que culpabiliza a la víctima; el sistema legal, que la juzga por ser mujer; y la reconstrucción mediática del asesinato de Karina, que sucedía al mismo tiempo que se pasaba el spot, mientras los «interrogadores» elaboraban sus preguntas, ansiosos de saber si las testigos eran trabajadoras sexuales. ¿Y si lo eran, qué? ¿La palabra de la mujer tiene menor valor? El sistema legal lo confirma. El discurso oficial lo apoya. Nosotras, un nosotras y nosotros cada vez mayor, como el que se ha volcado a las redes sociales en protesta, no quiere ver cómo se mata a una mujer. Sabe que es un crimen de odio que debe ser juzgado como tal. No acepta que se culpe a la mujer agredida. No acepta que se reste valor a su palabra. No acepta que se desacredite su derecho a expresarse. Y recupera su memoria y su palabra para que otras puedan salir de su casa. Ser mujeres. 2013 03 17, Diario Hoy Historias de desobediencia 11 La palabra, manifiesto Olas de otros mares y del mismo mar ¿Cómo llegamos al feminismo? Nos pregunta Soy la Zoila. Son procesos que vienen del ansia. No nací feminista. No crecí feminista y, sin duda, vivo en un mundo que no favorece esas transformaciones. Pero hay inconformidades que van generando una in-quietud. Siempre es un camino abierto por otras en cuyos paraderos se abrió una escucha mutua, una pregunta, un gesto. «La lengua que hablan las mujeres cuando nadie las escucha para corregirlas», escribe Hélène Cixous. Añado: para corregir lo que nos ha sido heredado y que no queremos más. Ninguna de nosotras quiere que la maten, que la violen ni que la denigren por ser mujer. De ahí partimos: nuestra revuelta es seguir vivas. A partir de ella, cada una de nosotras halla sus propias asonadas interiores. Los feminismos deconstruyen y reconstruyen todo el tiempo. Es mi mamá diciéndoles a sus tres hijas desde muy pequeñas que tenían que ser autónomas y «no cocinar para nadie», la forma que encontró su afecto para transmitirnos su rebeldía, que halló terrenos más arduos que el nuestro y argucias más valientes, por ser más precarias. El impulso dado por las mujeres a otras muchas veces no se halla elaborado en el discurso, puede ser secreto y hasta clandestino, pero se vuelve feminista ante mis ojos la decisión de escalar los muros cotidianos que se alzan colosales ante nuestras estaturas. Han sido anónimas las gestas de las mujeres, desesperadas y a menudo invisibles. El feminismo las nombra para darle un registro a esos actos no historizados, esa es nuestra historia y serán nuestros archivos del futuro: testimonios, historias familiares, lo que nos atrevimos a contar. En la historia de mis ancestras, yo encontré todas las violencias y muchas revueltas. Historias de desobediencia 12 La palabra, manifiesto El inicio del viaje es también el recuerdo de que en la escuela nos separan en costura y carpintería en la clase de trabajos manuales. La infancia. Más tarde, es constatar que los privilegios de clase abren abismos y que el reino se llama patriarcado. Es el fundamental malestar de la adolescencia que comparto con una tribu donde tenemos 17 años. Descubrimos la izquierda, leemos, nos escribimos cosas. Una pequeña tribu, ordinaria pero decisiva. Más tarde, fue ir de la izquierda a la voluntad de interpelarla desde el feminismo sin renunciar a sus fundamentos, y de allí a seguir construyendo la vida con nosotras mismas y con los otros descubriendo que había una lengua que les hablaba a las mujeres. El feminismo nos da las palabras para nombrar lo que no sabíamos que tenía nombre. Por eso nos importan sus lenguajes, porque nos transforman. El feminismo son los aprendizajes, la conversación con otras mujeres y la experiencia compartida, que se va volviendo nuestra hasta interiorizarse en la sensibilidad, que tanto hemos despolitizado. Es fácil decir «Ni una menos» para el Estado, que usurpa las palabras con que lo enfrentamos. Es fácil punir y pontificar sin intención de hacer de lo sensible una posibilidad de reaprenderlo todo para encontrarnos con los otros de otra manera. Es más difícil construir una coherencia desde las decisiones que tomamos. Por eso, el feminismo no puede vivirse sin sus contradicciones. Y quizás sea vivir la contradicción lo que nos resguarde de renunciar a las preguntas y adoptar dogmas. El cuerpo habla, se rebela y se escapa de la ideología. Las mujeres han conquistado su cuerpo desde el feminismo y, con él, han conquistado también sus puntos de fuga. Sin usarlas como licencias y sin renunciar a nuestras conquistas, construimos nuestra coherencia incorporando en ella sus fisuras para poder escuchar al otro. Historias de desobediencia 13 La palabra, manifiesto No colonizar: contagiar y contagiarse. En ese contagio, constato que son cada vez más diversos los sujetos del feminismo o de praxis afines. En ese intenso debate de quiénes somos y contra qué buscamos resistir, está siempre el Estado, el gran Alfa con su falo apuntando firme contra la tierra, las mujeres, la vida. Las alianzas son entre vulnerables, y en ese frente de resistencia se halla una posibilidad de movilización. Eso es la política hoy, escribe Roberto Esposito: un espacio público «lleno de cuerpos vivientes unidos por las mismas protestas que presionan desde los bordes de nuestros sistemas políticos». Al ser una praxis y una vía emancipatoria, el feminismo no puede comprenderse de manera despolitizada ni al margen de otras prácticas políticas colectivas de resistencia, y no se entiende sino en intersección con la clase, con la raza, con la tierra, lo sabemos. Lo que se nos permite y deseamos desaprender desde el feminismo constituye un privilegio. También llegamos, esto es una constante, a raíz de experiencias de violencia. Son las primeras veces; ver a amigas obligadas al embarazo en la adolescencia; oír que alguien dice «me pegó», «casi me mata». Escuchar «ellos me encerraron en el baño» o «me acusaron de puta», y eran mis amigos. Verlo. Muchas veces, no haberlo percibido como violencia, haber tolerado, matizado, justificado. Y luego, con otras mujeres, ir aprendiendo y desaprendiendo, como Penélope, gobernadora de su isla, tejiendo y destejiendo. Así como la violencia es cotidiana, así son nuestros acompañamientos, a veces mínimos, efímeros, pero decisivos. Y así van construyendo una forma de la política. En mi caso, llegó también la escritura. Primero, una clase en donde escuché la palabra «ginocrítica». No me gustaba ni entendía, pero algo sedimentó. En el 2004 escribí un Historias de desobediencia 14 La palabra, manifiesto ensayo que se llamó «Cuerpo roto», sobre las fantasías sexuales de Juan Montalvo y sus manuales para el «género femenino». Mi dedicatoria fue para dieciséis mujeres. Hoy, siento que somos legión, y saber que las dieciséis siguen cerca me hace ver que ese batallón fue semilla y que tuve la suerte de ir a su retaguardia. La escritura es una forma de estar en el mundo y de darle sentido a la experiencia vital. La mía está dada cada vez más por una comprensión feminista de la realidad, no como «tema de género», expresión vacía, sino como condición para poder trabajar con las otras, escuchar a los otros, escribir con ellos sus historias e interpelar la realidad. Aprendí el feminismo en la cabeza: había tres olas. De Beauvoir, Audre Lorde. Una enorme y desordenada biblioteca que si no encarna se oxida, y si no se sitúa, nos pierde. Las tres olas del feminismo, dicen: olas de otros mares y del mismo mar al mismo tiempo. Es el mar de las mujeres. Pero sin las Nelas, las Tránsito, las Dolores, sin la tierra y el agua, sin las trabajadoras y sin Zoila, no podemos abrazar nuestra propia marea. Recientemente, esas olas me han llevado a la escucha privilegiada que me han permitido iniciar las mujeres shuar, por ejemplo. El viaje feminista no termina nunca y cada vez vuelve a arrancar desde la ignorancia, que es lo único capaz de impulsar la búsqueda. No saber y, por eso, explorar. «Transmitir: hacer amar haciendo conocer», escribe Cixous, y sigue: «de las catedrales me separo. Su piedra es triste y hombruna». Separarse de los cenáculos, del conocimiento seguro de sí mismo que se sitúa por encima de los otros y de la imperturbabilidad de la piedra de las catedrales, eso también es trabajo feminista. Historias de desobediencia 15 La palabra, manifiesto En su lugar, desmontar piedra por piedra los edificios que nos han dicho quiénes somos y volver a preguntarles a esas piedras. Algunas de ellas quedarán en pie, otras ruedan. Empezamos a rodar con ellas para buscar, escribir lo que no estaba escrito, poner los archivos bajo sospecha. Quizás así inician viajes como este: somos cantos rodados pulidos por el agua y la tierra, porosos, sueltos, y rodamos con otros cantos para socavar el muro recio. 2017 07 24, Soy la Zoila Historias de desobediencia 16 La palabra, manifiesto Las mariposas y los días Las efímeras son como mariposas blancas. Surgen al atardecer. Su única misión es salir al mundo y aparearse, para eso es su primer y único vuelo. Viven un día. Pero mientras viven, cómo vuelan. Se unen a su enjambre eufóricas, rapidísimas. Antes de morir, las hembras ponen sus huevos y se van. A las hermanas Mirabal les decían «las tres mariposas». Fueron asesinadas muy jóvenes por la dictadura de Trujillo, ese 25 de noviembre, pero cómo lucharon antes. Y cuánto dejaron. Sólo quien se halla lejos del poder puede reconocer la fuerza de las efímeras. Las mujeres amazónicas que caminaron hasta Quito para hacerse escuchar. Las dirigentas indígenas que han sostenido procesos por décadas. Las que cargan hijos, comida y toman el bus semana tras semana para venir a la ciudad a protestar por sus derechos. Las que han aprendido a tomar la palabra en su propia lengua o en una lengua que no es suya, pero que han hecho suya. Las que tienen esposos, hijos, hermanos presos en Latacunga y que hacen largos viajes para llegar a los días de visita. Las que se mantienen organizadas y perseverantes a pesar de que sus hijos, parejas, padres no tienen sentencia, o justamente porque no tienen sentencia. Las mujeres cuyos familiares fueron torturados y desaparecidos hace décadas y los siguen buscando. Las que han sido cercadas por la administración de justicia y han seguido de pie. Las que han defendido la naturaleza a pesar de ser perseguidas. Las tres mariposas. Las Dolores. Las Tránsito. Las Margoth. Las mujeres que reciclan y que por cientos de botellas sacan dos dólares. Las mujeres que hacen sus ocho horas de trabajo y luego hacen otras ocho, no remuneradas, en Historias de desobediencia 17 La palabra, manifiesto casa. Las que no pueden salir a trabajar porque tienen hijos con discapacidad. Las mujeres a cargo de la tierra y la familia que hacen jornadas de veinte horas. Las que no ganan lo mismo que sus colegas hombres porque no se les considera proveedoras. Las que no reciben pensión por alimentos. Las que no tienen jubilación porque criaron a sus hijos en casa. Las mujeres a las que no les permitieron estudiar para que no salieran solas a la escuela o a la universidad. Las enfermeras que sustituyen a médicos sin el mismo reconocimiento porque ellas son el cuidado y ellos, la ciencia. Las Auroras. Las Nelas. Las anónimas. Las que han confrontado a sus superiores por haber sido acosadas. Las trabajadoras sexuales organizadas, cuyo peor enemigo es la pacatería del poder. Las que han sido violadas y han tenido la fuerza para recuperarse. Las que no han tenido la fuerza. Las niñas que han sido violadas y se lo han contado a alguien. Las que no se atrevieron. Las madres, primas, hermanas, las familias de mujeres violadas y asesinadas. Las que han tenido el valor y la necesidad de abortar clandestinamente. Las madres cuyas hijas han sido asesinadas y han seguido viviendo. Quienes se han transformado en mujeres y han venido de nuestro lado, a ser ellas. Las mujeres que aman a otras mujeres. Las mujeres que aman mucho. Las que resistieron todo lo que pudieron. Las Gaby Díaz. Las Vanessas. Las mujeres que por primera vez dicen no a la paliza. Las que dejan de justificar los golpes, los gritos. Las que saben que los celos no son el amor. Las que dejan de callarse. Las que no tienen miedo de vestirse como quieren. O tienen miedo, pero caminan. Las disonantes. Las que han decidido no ser madres. Las que han inventado otras formas de ser madres. Las que deciden ser el Historias de desobediencia 18 La palabra, manifiesto problema antes que la armonía. Las que han aprendido a no ser sumisas. Las que han desaprendido la violencia. Las que se ríen. Las que abrieron las piernas para ir en bicicleta, las que dejaron de ir a caballo con ambas piernas del mismo lado. Las que ya no miran hacia abajo y tampoco bajan la voz. Las conocemos a todas, por lo menos a una. Y por eso mismo conocemos a quien se ha levantado y a quien resiste. Todos conocemos por lo menos a una mariposa. Por eso resistimos también, levantando un frente efímero que dura. Un frente efímero que deja un nosotras para el presente y para el futuro que nos haga más humanos. 24 11 2015, La Barra Espaciadora Historias de desobediencia 19 La palabra, manifiesto Las derrotas de las damas son conquistas colectivas En la segunda mitad del siglo XIX y al abrirse el siglo XX, las mujeres de las élites ecuatorianas llevan su vida en torno a grupos que velan por la decencia y por la perpetuación del orden religioso por sobre el civil y, aunque hacen actividad pública, se consideran no políticas: «La arma de la mujer es la oración» (sic), dicen en sus cartas. En 2014, la historiadora Ana María Goetschel recogió en el volumen Cartas públicas de mujeres ecuatorianas documentos que parecieran ser escritos hoy por las familias de «Con mis hijos no te metas», por los padres que usan el «síndrome de alienación parental» para demonizar a las mujeres separadas o por los grupos antiderechos que se llaman a sí mismos «provida». Solo que las cartas recopiladas fueron firmadas hace más de cien años por grupos que, hoy lo comprobamos, son sus antecesores y dejaron registrados en sus manifiestos lo que hoy vemos como francas derrotas de un conservadurismo que ha ido perdiendo terreno gracias a las luchas civiles y progresistas. A continuación, una selección de las posiciones de las mujeres que aparecen en la invaluable investigación de Ana María. 1877 Las señoras de Cuenca y las de Loja invitan a la gente a salir a las calles a defender su fe ante «la injusta exclusión de la iglesia de la enseñanza pública, pues es impía, antisocial y criminal». Historias de desobediencia 20 La palabra, manifiesto 1878 Se suman las señoras de Guayaquil, alarmadas ante el discurso del progreso y la amenaza de que la iglesia pierda poder en el sistema educativo. En la carta de Loja, de 1877, las mujeres acusan al Estado de criminal pues «vulnera los sagrados derechos de la paternidad en su más elevada función: la educación de la infancia. Nosotras, como nuestros esposos, no deseamos para nuestros hijos otra ilustración que la verdad eterna, ni otra moral que la enseñada por Jesucristo». Hoy, en 2018, los grupos conservadores demonizan el enfoque de género en el sistema educativo: para ellos, género es igual a degeneración social, libertinaje y corrupción sexual, y dicen lo mismo que en 1877: queremos educar a nuestros hijos en el oscurantismo que supone negar la diferencia sexual, el deseo y la ciencia. A partir de 1878, esos grupos perdieron, a pesar de sus esfuerzos y de sus manifestaciones en la plaza pública: la educación laica se impuso por sobre la educación «en la verdad eterna». 1902 Las llamadas «Matronas de Quito» protestan públicamente contra la ley del matrimonio civil porque abre la posibilidad del divorcio. Si bien en un inicio el divorcio se admite solo por adulterio de la mujer, luego el concubinato del esposo es otra razón admitida, así como el hacer daño al cónyuge, sea el hombre o la mujer. 1910 Ecuador cuenta desde 1910 con el divorcio por mutuo consentimiento. Para las matronas, este proyecto de ley Historias de desobediencia 21 La palabra, manifiesto es «anticatólico e inmoral»: «legalizar el concubinato es prostituir a la mujer», reclaman. En todo el país, las mujeres católicas y conservadoras demandan anular el proyecto de ley y hacer el matrimonio eclesiástico la única forma legítima de unión para formar familias. La sociedad ganó cuando las mujeres alcanzaron a ver la posibilidad de terminar sus matrimonios en lugar de permanecer unidas a quien no amaban o les hacía daño «hasta la muerte», como mandaba el sacramento. Y perdieron, una vez más, los grupos conservadores. Hoy, junto al matrimonio civil, se abre ante nosotros la posibilidad del matrimonio igualitario para quien la elija y necesite ampararse bajo esa figura: ya existen uniones de hecho para parejas del mismo sexo y, lo sabemos, esto no retrocede. Y si bien toda ley es perfectible y ninguna ley regula el deseo, en este marco, ganamos una vez más. Hubo parejas durante la dictadura argentina que se casaron: si ambas personas eran militantes y desaparecían a una de ellas, sus bebés no pasarían, por robo, a familias que lo solicitaban. Hay quien se casa por papeles, para regularizarse en su país de destino, y qué bueno que esas estrategias para usar el sistema como instrumento favorezcan a más. En ese mismo 1902, las mismas damas de Ibarra miraban una relación satánica entre la ley del matrimonio civil y la de enseñanza laica obligatoria: «Después de haberse ultrajado la dignidad de la mujer ecuatoriana (...) viene de suyo el ateísmo», escribían en una hoja volante, y prometían desobedecer ambas leyes: no mandar a los hijos a la escuela, por ejemplo. No pudieron. Esa tensión entre la obligación y la introducción de lo civil en la vida familiar es complicada, pero en 1902 abría caminos de laicidad para la educación y los derechos, en un marco jurídico que Historias de desobediencia 22 La palabra, manifiesto hoy no logra ponerse al día respecto de la conducta social, es verdad, pero entonces esto era una conquista laica, por tanto, una conquista para nosotros hoy. Mátala El matrimonio y el «concubinato» están siempre vinculados a la obligación de fidelidad dentro de la pareja. En Ecuador, el adulterio no es un delito desde 1983, pero hasta 1989, hace apenas 29 años, no era un crimen asesinar a una mujer si se la encontraba siendo infiel. El Código Penal aprobado en Ecuador en 1938 decía: «Están exentos de sanción penal el padre, abuelo o hermano que hiera, golpee o mate a la mujer (hija, nieta o hermana) sorprendida en un acto carnal ilegítimo». No tienen responsabilidad los hombres de la familia que maten a una adúltera. ¡Así como lo lee, y hace menos de 30 años! Es decir, cuando yo nací, aún era legal asesinar a las “adúlteras” en su cama. Si cualquier mujer de mi familia hubiera sido hallada en esa situación, cualquiera de los hombres de mi misma familia podría haberla asesinado sin tener responsabilidad legal. ¿Cómo me contarían esa historia hoy dentro de la historia familiar? Es una conquista de las mujeres no ser asesinadas por ser “infieles”. El momento en que matarnos se volvió un crimen, siniestro como suena, algo conquistamos. Quizás una posibilidad mayor de salir de la esclavitud. En 1872, Alejandro Dumas hijo, periodista muy reconocido en Europa y en las Américas, escribió en Francia el volumen Matrimonio, adulterio, divorcio. En numerosas digresiones, el texto justifica de varias maneras que un hombre pueda asesinar a su esposa al encontrarla siendo Historias de desobediencia 23 La palabra, manifiesto infiel. Entre otros pasajes que dan cuenta de la misoginia como fundamento en la historia del Derecho, algo que nos falta cuestionarnos, se halla este, copiado textualmente de Dumas cuando se refiere a la esposa adúltera, que daña la reputación del esposo: Si no hay nada que la impida prostituir tu nombre con su cuerpo; si ella te limita en tu movimiento humano; si te detiene en tu acción divina (...) proclámate personalmente, en nombre de tu señor Dios, el juez ejecutor de aquella criatura. Aquello no es la mujer, ni siquiera una mujer: no está dentro de la concepción divina, es puramente animal, es la mona del país de Nod, es la hembra de Caín: MÁTALA. Mátala. No tengas piedad, pues te ha dañado socialmente, por tanto, puedes cobrar la falta por mano propia: no es una mujer, es un animal. Año 1872, hace menos de 150 años. La misoginia perdió cuando demostramos, gracias a las luchas infatigables de las mujeres y la vida que dejaron en ellas, que nuestro cerebro es “muy parecido” al del hombre y que tiene la misma capacidad; que las emociones no sustituyen a nuestra inteligencia sino que se articulan a ella, por tanto, nuestra subjetividad no se reduce a la histeria; que somos seres humanos. Revolucionario: somos seres humanos. Hoy, en 2018, la humanidad de las mujeres aún es denigrada cuando somos asesinadas, traficadas, violadas, reducidas a nada. Y con nuestra denigración vienen las violencias contra los niños, las niñas, los cuerpos sexualmente disidentes, la población LGBTIQ. Tras de todas nosotras, cada una, el mandato del hombre letrado del siglo XIX que se veía amparado en todos los órdenes: MÁTALA. Historias de desobediencia 24 La palabra, manifiesto Una dama anónima decidió responder a Dumas defendiendo la emancipación de la mujer, que a él, como decía su libelo, «le causaba risa». ¿Qué risa puede causar la causa de la emancipación de las mujeres?, le preguntaba esta dama, que demandó algo revolucionario: que las mujeres adúlteras no fueran asesinadas por mano de sus esposos, sino que fueran juzgadas con el mismo código penal que los hombres. Sí: no nos maten, júzguennos. Por escalofriante que suene hoy, en ese momento, las mujeres conquistaban un derecho, si esto puede llamarse así, dentro de una terrible paradoja en el orden de la ley: ser criminales según lo que dictaba el código francés, por adúlteras —y esto se extendió a nuestros códigos—, para preservar la vida propia. 1929 En 1929, hace menos de cien años, firman otra carta pública las «señoras riobambeñas». Al parecer, llegan a la ciudad oradores extranjeros que hablarán de la Sociología y de ciencias. Las damas se alborotan: el conocimiento universitario amenaza con un «asalto temerario» a la armonía religiosa de la ciudad. «Quien, bajo el ropaje falaz moralista o conferencista, intente abusar de la tolerancia de un pueblo creyente en grado sumo y moral, debe tener en cuenta que la obra de disociación y trastorno no puede ser mirada sino como ingrata y reprochable, sujeta por ende a la anetematización de quienes contemplan en ella directo ultraje a sus creencias y su fe». El ropaje falaz es el conocimiento, la disociación constituye el sometimiento a examen crítico de aquello que nos han repetido y que no aceptamos como verdadero. Las damas riobambeñas tenían miedo de lo que hoy sabemos Historias de desobediencia 25 La palabra, manifiesto gracias a la ciencia, a la laicidad y a nuestra experiencia vital, encarnada en el cuerpo. Perdieron: las universidades ecuatorianas inscribieron no solo la Sociología sino las ciencias en la educación pública y, aunque hoy no hallemos sino crisis en cualquier ámbito del sistema educativo, en 1929 la universidad laica era una conquista. 1997 Hace apenas 21 años, se despenalizó la homosexualidad en Ecuador. Cuerpos históricamente despreciados, violentados, personas para las que no había lugar, empujaron con una valentía admirable una lucha en la que tenían todo en contra, y todo ello fundado en una ignorancia enormemente violenta. Quienes empujaron estas luchas se abrieron un lugar social y, gracias a elles, aprendíamos a convivir desde la diferencia, no desde la «igualdad» aplanada de las leyes universales. Con elles, ganamos. Y perdieron las «damas» de esta época. Cada vez que una persona LGBTIQ camina por la calle sin ser asesinada, o deja hablar a su cuerpo sin tener que reprimirlo, o ríe, o habla alto, o no es asesinada, gana su lucha y pierden quienes quieren anular su vida. Hagan sus marchas antiderechos. No pudieron contra el matrimonio civil, el divorcio libre para las mujeres, la eliminación del adulterio como justificación para matarnos, la despenalización de la homosexualidad hace 21 años. No podrán contra este escudo que llamamos «género» ni podrán contra el aborto, una marea que ya no baja. Nuestras luchas no se reducen a lo jurídico ni la ley es el fin último, pero ya que el Derecho existe, lo interpelamos desde nuestra experiencia de vida, y no dejaremos de hacerlo. En las respuestas a sus cartas públicas, a sus manifestaciones de Historias de desobediencia 26 La palabra, manifiesto odio, están las vías de nuestras emancipaciones, y se han ido ensanchando. Si venimos haciendo esto hace siglos, no hay razón para detenernos hoy, es nuestra vida la que sigue en juego y es un juego en el que nos jugamos todo. 2018 07 27, La Barra Espaciadora Historias de desobediencia 27 La palabra, manifiesto Caminamos, retrocedemos, caminamos El 8 de Marzo se conmemora porque en esa fecha, en 1908, murieron calcinadas 146 obreras de la textilera Cotton en Nueva York. Sus empleadores provocaron el fuego ante la protesta organizada en que ellas demandaban una jornada laboral más digna. La Historia oficial dice que este incendio no existió. Nosotras afirmamos que esas luchas sucedieron y que elegimos ese pasado para construir nuestro presente. Los derechos económicos, laborales y sexuales de las mujeres no pueden disociarse unos de otros. El trabajo tiene que ver con la maternidad, con la familia, con el amor, con el sistema en que vivimos, y sabemos que se tiene que transformar. Las luchas de las mujeres son necesarias y urgentes. Sabemos que hemos avanzado porque hoy ya no se mide nuestro cerebro para comprobar que somos inferiores. Podemos leer y escribir. Podemos votar, aunque la democracia electoral no garantice nada. Esperamos casi 800 años para entrar a la universidad, pero entramos. Ya casi no nos guardan en habitaciones con llave. Lo que leemos no pasa por censura previa. Ya no se nos prohíbe hablar en público. Podemos salir a trabajar... Mujeres, pueblos indígenas, afrodescendientes, personas con discapacidad, han vivido procesos similares. Y falta tanto. Sabemos que hemos caminado porque existe el divorcio para ambas partes de una pareja, porque administramos nuestros métodos anticonceptivos sin tutela o con astucia, porque sexualidad y reproducción ya no son una fatalidad indisociable. Tenemos conciencia de que la violación no es un derecho de quien nos viola, aunque muchas veces no Historias de desobediencia 28 La palabra, manifiesto logremos evitarla. También sabemos que necesitamos la despenalización del aborto porque nuestro cuerpo aún se ve como territorio por poseer y sobre el cual legislar. Sabemos que la maternidad, la vida en pareja, la sexualidad sólo pueden vivirse como opciones y decisiones plenas. Mujeres indígenas, mestizas, afrodescendientes, de la tercera edad, mujeres transgénero, con discapacidad, mujeres lesbianas, decimos que las luchas son diversas y tenemos demandas distintas pero convergentes. Sabemos que ni estas luchas ni el feminismo son biológicos ni se albergan en el útero, sino en la conciencia y sensibilidad de quienes defienden convivir en la diferencia sin que esa diferencia nos ponga a merced de otros. Sabemos que cada vez más hombres se han acercado al feminismo y sus mundos afines para emanciparse, dejar de ser vistos como proveedores, amar a otros hombres, transformar su vida más allá de su «destino». Hoy, sabemos que podemos enamorarnos en libertad, vivir el deseo y la seducción como plenitudes y no como despliegues de poder. Si tenemos suerte. Y también sabemos otras cosas que hacen que todo lo anterior suene a fantasía. Sabemos que aún somos juzgadas como inferiores por un sinnúmero de razones que no cesan. No sabemos leer hasta que somos adultas porque tenemos que cuidar la casa y la tierra, y muchas veces aún no se considera necesario que aprendamos. Aunque nos digan que podemos votar, no tenemos a quién elegir cuando queremos empujar nuestros derechos, porque no se los nombra o se los instrumentaliza. Luchar por la tierra, el agua, la educación y la vida nos ha costado esa misma vida. Esperamos casi 800 años para entrar a la universidad, y seguiremos esperando, porque la mayoría de nosotras no Historias de desobediencia 29 La palabra, manifiesto hemos podido terminar el colegio por embarazos forzados o porque hemos tenido que cuidar desde pequeñas la casa, la tierra, ser segundas madres. Muchas de nosotras aprendemos a leer en la adultez, y hemos tenido que defender ese derecho con los dientes. Si levantamos la voz, arriesgamos la vida o la perdemos. No hemos podido pensar si la universidad, la maternidad o nuestra vida son elecciones. Y a pesar de todo eso, continuamos. Es probable que a lo largo de nuestra vida seamos deslegitimadas, golpeadas o violadas dentro de nuestras propias familias porque los hombres y las mujeres que las conforman repiten las cadenas de violencia en que vivimos. Sabemos que muchos de esos hombres no cuestionarán su virilidad dominante ni podrán siquiera vislumbrar otras formas de ser que no pasen por la violencia. Aunque lo deseamos, no podemos hablar de libertad y mucho menos de amor, porque la precariedad cotidiana no nos deja ver qué hay más allá de la supervivencia. Hemos confundido el amor con la sumisión o con el trabajo no remunerado, y hoy resulta difícil separarlos. Sabemos que podemos amar, conocer e imaginar otra vida, pero lo que nos rodea suele ser más fuerte y, a veces, se presenta infranqueable. Por eso conmemoramos los días. Queremos que el aborto deje de ser una práctica clandestina y desprotegida. Queremos que ninguna mujer, que ninguna niña tenga que abortar. Tenemos que pensar que un día el aborto dejará de ser una medida de emergencia ante la pobreza y la violencia, pero hoy tiene que existir legalmente, porque no hemos podido desmantelar las violencias que lo hacen forzoso. Historias de desobediencia 30 La palabra, manifiesto Queremos que los cuerpos de las mujeres sean preservados de todas las violencias, que ninguna mujer tenga miedo de salir a la calle ni de quedarse en casa. Un día, tendríamos que ser capaces de caminar por la noche, viajar o ir al trabajo sin que nos asesinen. Queremos que las mujeres no reciban palizas de sus parejas cuando dicen que quieren aprender a leer o salir a trabajar, cuando descubren que quieren estar solas. Pero recibimos esas palizas y algunas nos llevan hasta la muerte. Queremos que ninguna persona violente a otra por ser mujer, «biológica» o reinventada por sí misma para ser feliz, que ninguna mujer con discapacidad sea objeto sexual porque «no se da cuenta». Y constatamos todos los días, en todos los espacios que habitamos, que esto aún resulta imposible. Y posible. 2016 03 07, La Barra Espaciadora Historias de desobediencia 31 La palabra, manifiesto Somos polvo de estrellas Sobre las marchas de los fundamentalismos religiosos de 2017 en Ecuador Querer una marcha que promueva el odio y no salir a la calle a gritar de indignación porque cien niños son violados en una escuela. Salir de su casa a caminar con otros para asegurarse de que sigan odiando junto a usted. Reivindicar el oscurantismo cuando hemos podido ver las estrellas, el itinerario de los átomos y la evolución de las especies. Cuando hemos podido sentir amor sin sentir temor. Nuestro trabajo será transmitir y compartir lo que queremos que el mundo sea: un mundo que viva la diferencia de manera gozosa y que sepa que el otro siempre será diferente, y que por eso será bienvenido. Nuestro trabajo cotidiano será desactivar el odio que ustedes hacen arder. No pudieron quemar a todas las brujas ni todos los libros de ciencia en las hogueras que encendieron. No pudieron contra el matrimonio civil ni el divorcio libre para las mujeres. No pudieron mantener libros prohibidos. vigentes los índices Historias de desobediencia de 32 La palabra, manifiesto Fracasaron cuando quisieron mantener analfabetas a mujeres y a los pueblos esclavizados para que no se emanciparan. No lograron mantener el creacionismo en las escuelas a las que van sus hijos. No pudieron mantener su pleno control sobre nuestro deseo ni sobre nuestra imaginación. Por siglos, han intentado ahogar el pensamiento para sostener sus dogmas, pero no han podido con nuestras libertades civiles, que avanzan de manera irrefrenable. Somos materia, polvo de estrellas, esa es nuestra chispa, y la más bella imagen de la fiereza vital con que caminamos. Somos polvo de estrellas. Recorridos de astros brillantes. Hagan su marcha mañana. Llevamos siglos enfrentándola y no vamos a detenernos ahora. El mundo retrocede, nosotras no. Hoja suelta digital Historias de desobediencia 33 La palabra, manifiesto 8M Las mujeres que cuidan la tierra, la comunidad, las fuentes de agua. Las recicladoras, que de los desechos hacen su subsistencia. Las madres de niños con discapacidad que no pueden salir a trabajar, únicas responsables de los cuidados y sujetas así al bono del gobierno. Las trabajadoras sexuales que luchan por su dignidad al luchar por sus derechos porque, pensemos lo que pensemos, el día de abolición del sexo como trabajo no ha llegado. Las que cuidan a los abuelos e hijos de otros aquí, o en Murcia, o en Queens, cuando quisieran estar cuidando a los suyos propios, pero eso no se remunera. Las trabajadoras que no quisieran servir al Estado, ni a la corporación, ni a la planta industrial, pero que no pueden armonizar su labor con sus principios porque hay que comer. Las mujeres obligadas a exigir pensión de alimentos y sucede, por ejemplo, que su ex pareja les arranca los ojos con una botella rota, como lo testimonió una médica del IESS en Quito. Las que no pueden trabajar porque les ha sido impuesto del rol de los cuidados de los hijos, deseados o no, nacidos de violaciones, del amor, de algo a medias que no tienen tiempo de distinguir porque hay que bregar, porque la vida sigue. Las tías, abuelas, hermanas, que han dejado de estudiar y trabajar para cuidar, gobernadas por un amor sacrificado que las dejará indefensas cuando envejezcan. Las niñas que venden caramelos y cigarrillos en la esquina por donde usted acaba de pasar. Esas mismas niñas, cuando son prostituidas o hijas de la migración más castigada. Historias de desobediencia 34 La palabra, manifiesto Esta huelga es por ellas. Sus derechos no están escritos en ningún lado, en ningún paro general. Son las anónimas, y por la fuerza y valentía cotidiana de esas anónimas marchamos cada 8 de Marzo. Queremos nuestra justicia, la que no fue escrita jamás, la que no llegará a menos que la fundemos junto al amor, que nos urge reinventar. Así escribía Maya Angelou nuestra palabra: puedes borrarme de la Historia, apuñalarme con tus ojos, pero yo me levanto. Nos levantamos. 2018 03 08, El Telégrafo Historias de desobediencia 35 La palabra, manifiesto Vivas Discúlpeme, Señor Presidente, pero no le doy la mano. Tengo mi espalda. Mi lágrima. Mi martillo. No tengo justicia. La reclamante Luz María Dávila y Cristina Rivera Garza En 2011, Cristina Rivera Garza escribió para México el poema «La reclamante» a fin de hablar de la guerra desde un lugar que nos permitiera condolernos contra el dato frío y el discurso siempre vaciado del Estado. La reclamante son miles voces de mujeres y hombres de luto. La reclamante se llama Luz María Dávila y perdió a sus dos hijos en una masacre. El Estado, que ha lavado el discurso de género para eludir las demandas feministas, vio el sábado 24 de noviembre en Ecuador una fuerza protagonizada por miles de mujeres, y lo que esa fuerza mueve desde los feminismos, con los otros, contra el Estado y con el imperativo de intervenir en nuestras vidas para reinventarlas. La sociedad también lo vio, y se ve ahora ante un hecho incontestable y global construido por las mujeres como propuesta para esa sociedad. Habrá quien no deje entrar por sus oídos este grito: el mundo le será cada vez más incomprensible. Las marchas y actividades 24N en Quito, en Guayaquil, que vienen de la llama inagotable de las marchas internacionales a favor de la despenalización del aborto del 28S, se inscriben en las revueltas feministas que han crecido como rizomas en todo el mundo. La fuerza rizomática de los feminismos radica en que no tienen «comando Historias de desobediencia 36 La palabra, manifiesto central», como ha escrito Guiomar Rovira, no van en una sola dirección y se enredan en lo social, lo cultural y en nuestros esquemas de afecto para alterar la manera en que comprendemos el mundo. Lo vemos ante nuestros ojos: las demandas políticas contra el necrocapitalismo, el feminicidio, la violación, la criminalización del aborto, la precarización del trabajo, los extractivismos y la privatización de la salud y la educación están entretejidas con la soberanía del cuerpo, la ruptura con las formas tradicionales de organización social dadas por modelos masculinos de acción, el carácter lúdico de la creatividad política y, sobre todo, con la sabiduría dada por la experiencia vital de sus protagonistas. En un rizoma, un elemento cualquiera puede incidir en todos sus otros: nos vamos enmarañando en todos los aspectos de la vida con innumerables brotes que se ramifican en cualquier lugar. La visualidad que han producido estas revueltas internacionales no solo cambia nuestro paisaje o nuestra capacidad de imaginar, sino que, sobre todo, es resultado de vínculos e intensidades construidos colectivamente. Las imágenes que vemos aparecer por centenares en las redes, fundamentales para registrar este presente, no buscan lo mediático como fin, lo usan para transformar las imágenes del futuro. Como ha escrito El Comité Invisible en su libro A nuestros amigos, el acontecimiento «no reside en el fenómeno mediático (...) sino en los encuentros producidos en la revuelta. Esto resulta bastante menos espectacular que “el movimiento” o “la revolución”, pero más decisivo. Nadie sabría decir lo que puede un encuentro». Vital como es, el registro de estas marchas es resultado de cientos de encuentros de largo aliento entre organizaciones, Historias de desobediencia 37 La palabra, manifiesto estudiantes, colectivos, generaciones, culturas, lenguas, mujeres, que vienen de décadas, en un espacio que hoy explota en decenas de caminos posibles. Son encuentros que, con mucha frecuencia, desdibujan las aparentes divisiones, fronteras o identidades que puede producir una marcha como la del 24N. Siendo rizomas, los feminismos colaboran y operan en reorganización permanente, en eso se diferencian de las políticas partidistas, los viejos liderazgos de izquierda y jerarquías institucionales. En estas marchas, entre las reclamantes se hallan madres de mujeres asesinadas y desaparecidas que caminan junto a familiares de personas que también han desaparecido, trabajadoras organizadas, gente no organizada, militantes contra el acoso sexual, organizaciones indígenas y afrodescendientes, familias con discapacidad, organizaciones de vendedoras ambulantes. Los colectivos que nos convocan y los que trabajan cotidianamente desde la praxis política feminista amplían hoy la fuerza política de los feminismos en favor de una comprensión más abarcadora de sus demandas. Aunque es camino largo, no renunciamos a repensar nuestra diversificación, que hoy lo permea todo y que tiene en su horizonte debilitar el régimen político en que vivimos, cuya exacerbación de su carácter patriarcal refuerza hegemonías masculinistas que llegan al fascismo. Una de las reclamantes simbólicas, emblemáticas de nuestro presente es Ruth Montenegro, madre de Valentina Cosíos Montenegro, asesinada en su escuela el 23 de junio de 2016. Su duelo se ha vuelto una fuerza colectiva, junto con el duelo de cientos de madres de niñas asesinadas, y produce este canto, que no hubiera tenido que existir jamás, pero que ahora, en medio de la guerra Historias de desobediencia 38 La palabra, manifiesto declarada a las mujeres, se convierte en fuerza y dice, desde Vivas Nos Queremos: Valentina, ¿quién te mató? tu canto no se apagó tu canto y tu voz aún están aquí tu flauta y tu canción aún viven en mí y en todos los sueños que aún tenemos. Elizabeth Rodríguez es madre de Juliana Campoverde, desaparecida hace seis años. Hoy, Juliana aparece porque su feminicida, un pastor evangélico, «Jonathan C.», declaró que había enterrado su cuerpo en una quebrada. Elizabeth, acompañada por miles de reclamantes de sus desaparecidos, habló con esta fuerza: Exigimos al Estado y a la iglesia que me devuelvan a mi hija que ya no la escondan más Basta de tanta indolencia. Aquí estoy para exigir justicia para Juliana y por tantas otras que en manos de pastores pueden ser violadas, asesinadas, tiradas a barrancos como si no fueran nada. No voy a parar. No voy a parar porque es mi hija. Las reclamantes hallan su fuerza en la movilización de su duelo, y en ese duelo afirman la vida. No hay una palabra para las huérfanas de hijas, ni ley que ampare este dolor, pero tenemos el cuerpo, su lágrima y nuestra fuerza para construir otra cosa, algo que mañana podamos llamar justicia. Historias de desobediencia 39 La palabra, manifiesto Esta es la mano que no le doy póngase Señor Presidente en su lugar le doy mi espalda, dice la reclamante del poema. No le damos la mano al Estado, lo interpelamos y no dejamos de demandar. No le damos la mano a nadie que quiera violentarnos, y aprendemos la revuelta. Somos víctimas, sobrevivientes, vivientes, aliadas y caminantes, debatimos y dudamos, pero no retrocedemos. En este camino de miles, somos a la vez memoria, presente y semilla. 2018 11 26, La Barra Espaciadora Historias de desobediencia 40 La palabra, manifiesto En junio de 2021, tras cinco largos años del asesinato de Valentina, Fiscalía procesó a una docente de la escuela Global por presunto homicidio culposo. Ella trabajaba en la escuela de Valentina, en donde nadie alertó a Ruth que su hija estaba sola esa tarde. Al inicio de este proceso, un fiscal intentó cerrar la causa, igual que otro funcionario del sistema. Que se haya procesado a una maestra de la escuela no significa que haya justicia. Ruth y sus hijos fueron puestos en situación de espera indolente por el Estado y, como miles de familias que viven violencia del sistema de justicia, han debido enfrentar problemas económicos serios, pues sin una cuenta bancaria grande, como ha dicho Ruth, no se puede sostener los procesos. Nada traerá a Valentina de vuelta. La verdadera justicia sería que ella no se hubiera ido, como dice su mamá. Desde el 7 de julio de 2012, la búsqueda de Juliana Campoverde no ha cesado por parte de su madre, Elizabeth Rodríguez. El caso ha pasado por 11 fiscales. ¿Qué es la justicia?, se ha preguntado Elizabeth. ¿Cómo podemos pensar que se trata apenas de reactivar una búsqueda para trasladar los restos de Juliana a un lugar digno donde su familia pueda guardar su memoria? En mayo de 2021, se ordenó una nueva búsqueda, en la quebrada de Bellavista, en la ciudad de Quito. Elizabeth no se irá de este mundo sin encontrarla. Historias de desobediencia 41 La palabra, manifiesto Señoras y señores Sobre el lenguaje no sexista Señoras y señores: dirigirse así a las audiencias nunca puso en peligro el español, quizá porque esos vocativos señalaban un orden bien instituido: los señores y sus esposas. Entonces, la RAE no habló de economía del lenguaje. Es verdad, hoy se usa «compañeros y compañeras», «las y los estudiantes». El uso políticamente correcto del lenguaje viene con su obligatoria institucionalización por parte de los gobiernos y los colectivos sociales para ocultar la desigualdad. No se puede negar que cierta noción de esa institucionalización es necesaria e integral a los procesos históricos de las luchas feministas, pero no es en absoluto suficiente. La fuerza domesticada de las instituciones termina por despojar de fuerza política al lenguaje, que se renueva sin detenerse fuera de ellas. Le corresponde al feminismo, dice la filósofa Nelly Richard, dotar al género de contenido crítico para evitar posturas reduccionistas, y eso también es necesario en el lenguaje. El uso políticamente correcto del lenguaje no contribuye a erradicar la desigualdad por sí solo. Es aquí donde tenemos que establecer una distancia: el uso correcto del «género» no es igual al lenguaje inclusivo, no binario o no sexista, aunque converjan en los ámbitos en donde han situado sus demandas. El primero ha domesticado la diferencia sexual para legitimar a las instituciones que no han podido eludirla, y usa recursos insoportables y domesticados; el segundo está en construcción permanente, no busca institucionalizarse ni fijarse en fórmulas. Es justamente en esa dificultad donde se sostiene su fuerza creativa, uno de cuyos elementos fundamentales es su inestabilidad: @, x, e. Historias de desobediencia 42 La palabra, manifiesto Mientras la corrección política tiende a reducirse a desdoblamiento, como en «las y los estudiantes», el lenguaje no sexista se construye con la puesta en valor de la diferencia y la interpelación a la lengua. Se trata de un trabajo de creatividad, por tanto, la norma no es su horizonte último. Cuando los académicos dicen que el uso del lenguaje inclusivo o no sexista va en contra de la norma, sólo están haciendo una constatación. Para que dicha constatación se vuelva productiva y sustancial necesitamos ampliar el perímetro de la discusión. Quizás el lenguaje no sexista se pueda ver como un conjunto de estrategias temporales y experimentales dentro de la lengua para provocar transformaciones en sus categorías, organización gramatical, sufijos. Es decir, estamos promoviendo la fuerza del lenguaje de la diferencia sexual como un vehículo de transformación de un sistema, no como un conjunto inorgánico de recomendaciones. La fuerza experimental del lenguaje jamás puede reducirse a un manual. A inicios de siglo experimentamos con la arroba, abreviatura del latín presente en documentos del siglo XV en adelante. Es verdad, no podemos pronunciar «@», ni la equis, que le siguió en la búsqueda para desestabilizar el masculino universal. Al usarla, estamos produciendo una incomodidad, es cierto, y es intencional: que allí donde está la equis seamos capaces de imaginar nuevas formas de nombrar. La equis como una interrogante, como el signo de una presencia para cuyo reconocimiento no basta lo que sabemos. La «e», en cambio, nos llama a integrar la fuerza de ese lenguaje y sus posibilidades a nuestros actos de habla. Los ensayamos, los afirmamos, vamos y venimos. De eso se trata: de rebasar la norma con las posibilidades del cuerpo, la lengua, el gesto y el acto. Historias de desobediencia 43 La palabra, manifiesto Mieke Bal ha escrito que las narrativas dominantes producen imágenes que suelen presentarse como naturales y universales, y se nombran como tal: «Todos los hombres son iguales». Las mujeres, los cuerpos intersex, las personas transgénero, las lesbianas, existimos, pero eso no se refleja en el lenguaje. La intervención en él es política en tanto interpela y sitúa en su límite los recursos que tenemos a favor de otras posibilidades de lo visible. Ya en 1981, Giorgio Perissinotto demostró en un experimento sostenido que leer repetidamente frases como «Los escritores quieren premios a toda costa» o «Los médicos viajan» borra de nuestro imaginario todo aquello que no sean los hombres que allí aparecen: no vemos ni escritoras ni médicas. Susan Ervin lo llamó «la connotación del género», y Leticia Villaseñor Roca apela a la «función metafórica de los géneros». Es similar lo que decía Concepción Company en una entrevista en La voz de Galicia: la gramática no es sexista, pero el discurso puede serlo. Es desafortunado, sin embargo, que en la misma entrevista Company desconozca todo un campo de estudios que se agrupa bajo el análisis de género y quiera limitar el término al uso exclusivo de la gramática: eso es desconocer por lo menos 70 años de teoría feminista y estudios de género. Por otro lado, reducir esta discusión a «una tontería» como ha dicho Company, cancela dicha discusión y la voluntad crítica que debe sostenerla. Toda discusión depende de la profundidad que deseemos darle y de la disposición argumentativa que tengamos. Nada menos. Aquello que el masculino ha jerarquizado no se reduce, por supuesto, al español, y halla caminos de intervención en otras lenguas. En 2015, el pronombre «they» usado como singular fue declarado la palabra del año por la American Dialect Society. Es una alternativa a los binarios «él/he» Historias de desobediencia 44 La palabra, manifiesto y «ella/she» cuando no caben. Por su parte, el Merriam Webster Dictionary ha incorporado el título «Mx.» al uso para evitar Mr./Mrs. El femenino de la misma fórmula honorífica de «Mrs.» en español, «Señora», convive con «Señorita»: distinción que indica si una mujer se ha iniciado sexualmente o no, algo que solo le concierne a ella, ¿no? Por eso, el alemán lo ha ido erradicando del uso y hoy se usa «Frau» para las mujeres, ya no «Fräulein», señorita. Fuera los diminutivos. Asimismo, el alemán opta con frecuencia por el femenino inclusivo plural, y está aceptado cuando hay mayoría femenina en un grupo. En cambio, el francés y «los Inmortales», como son conocidos los académicos de la lengua, van por otro camino: ven en las propuestas de lenguaje inclusivo una «aberración». El primer ministro lo prohibió en 2017. Hace más de tres siglos, los académicos convinieron que «el masculino es el género más noble», y lo universalizaron; les tomó esos mismos siglos cambiar «derechos del hombre» por «derechos humanos». Hoy, esos académicos han declarado al francés en «peligro mortal» por el uso del lenguaje no sexista. Al igual que el español y el alemán, y fuera de sus academias, el francés experimenta hoy con signos que puedan incorporar los dos plurales a las palabras: «ami•e•s», por ejemplo. El español lo ha hecho con el slash: «amigos/as». En estas lenguas también están la doble flexión —«los actores y las actrices»— y los sustantivos epicenos, un buen recurso hasta cierto punto: la ciudadanía, el claustro docente, la población migrante, las personas sordas, la niñez. Tenemos muchos recursos para ir desnaturalizando el uso masculino universal con posibilidades que ya existen y creando otras, porque la lengua está viva. Historias de desobediencia 45 La palabra, manifiesto Con el lenguaje no sexista vienen otros en colaboración. Las lenguas de señas, el Braille, son derechos lingüísticos adquiridos, igual que el léxico de las lenguas indígenas de la Américas incorporado al español, que por fin deja de ser un saco de «barbarismos». El gran gesto imperial de 1492 fue el viaje, y en esos barcos vino una gramática. Al habernos apropiado de ella, no dejaremos de provocar sacudidas en su interior para descolonizarnos adentro y afuera de sus territorios. Allí en donde se usan como sinónimos «peligro» y «cambio» —los señores académicos deberían conocer esas diferencias— hay una posición retrógrada y una pretensión autoritaria de control. Los cambios, sobra decirlo, no constituyen peligros. Puede ser que no lleguen a ser transformaciones, que apenas nos conduzcan a la duda o que no lo resuelvan todo, pero no podemos comprenderlos como amenaza. Y si el señor Arturo Pérez Reverte se va de la RAE por esto, como ha prometido, todes, todas y todxs le deseamos éxitos en sus proyectos futuros. Julio 2018, Letras libres, México Historias de desobediencia 46 La palabra, manifiesto Historia de la desobediencia Yo vengo de una melena indomable. Vengo de un caminar indócil que no se disculpa por ser de paso altivo. Crecí viendo esa melena agitarse como la de una leona. Vengo de una mujer que viene, a la vez, de una estirpe de sobrevivientes, de trabajadoras y de mujeres que han dado todas las luchas, porque les tocaron todas. Venimos de mi abuela, una telefonista de IETEL curtida por la vida que crió seis hijos a pulso, hijos que criaban a sus hermanos, como mi mamá, que a los seis cuidaba a mi tío de cuatro. Mi abuela venía, a su vez, de su madre muerta cuando era una niña pequeña. Yo vengo de una mujer de valiosas e intensas revueltas interiores, que sacó tanta fuerza de ellas que le alcanzó para nosotras, sus tres hijas. Mi mamá no tenía elaborado el feminismo en su discurso mientras crecíamos, no era de izquierdas. Criaba a tres hijas y mi papá tenía hasta tres trabajos. Pero de cuánta amorosa rebeldía nos contagiaban en esa cotidianidad, y no lo sabían. De ese ímpetu que ella tiene y de su sentido siempre vivo de la indignación —a veces demasiado vivo— venimos nosotras, indignadas. Vengo de la memoria y de la voz de mi mamá, que nos ha contado la historia de nuestras ancestras, sus violencias y sus valentías sin rodeos, con la sabiduría de quien nos trae un don cuando nos trae el pasado. Dicen que ellas, las anónimas, no están en los libros de Historia. Tengo la certeza de que se hallan entrelíneas, como guías espectrales de nuestros torbellinos. Las anónimas están vivas en la fisura de cada acontecimiento. Historias de desobediencia 47 La palabra, manifiesto Mi mamá está presente allí en donde una mujer ha desobedecido, en esos libros vivos, como los que lee vorazmente para reconocerse. Mi mamá cumple años y este es mi regalo. Por enseñarnos a reír de las cosas más terribles y hacer de la risa una bella y ruidosa forma de la desobediencia. Por haber aprendido a abrazar nuestras revueltas interiores aunque costara y por celebrarlas con nosotras hoy. Por seguir agitando su cabellera indomable con un brillo que ilumina. 2018 03 06, El Telégrafo Historias de desobediencia 48 Digo tu nombre p51 A un año del asesinato de Vanessa p55 Te conozco porque has muerto p58 La perseverancia de la familia de Gaby Díaz p63 Cuerpo siempre abierto p68 A flor de piel p73 Espejo de agua: Azuay y los asesinatos de mujeres p84 El paso, el zapato, la pisada p87 Nuestra justicia por Vanessa Digo tu nombre A un año del asesinato de Vanessa El 19 de octubre se conmemoró el primer año de la muerte de Vanessa Landínez Ortega. Vanessa murió en la ciudad de Ambato, en un hotel. Esa noche, ella y otras personas, quienes al parecer habían reservado habitaciones para reunirse y pasar allí la noche, bebieron, escucharon música, nada inusual. En un momento dado, Vanessa tuvo un intercambio de palabras con Esteban Guerrero, un hombre al que conocía de antes. Más tarde, Vanessa había muerto. Tenía hematomas en el cuerpo. Las circunstancias en que sucedió su muerte son perturbadoras porque son confusas y violentas. No son claros los procedimientos legales que tuvieron lugar desde el momento de su muerte. Su familia no fue notificada de inmediato. Su cuerpo fue trasladado a la morgue y sus familiares se enteraron horas después. Esteban Guerrero fue acusado de homicidio, permaneció en prisión y luego fue liberado, declarado inocente. La familia del sospechoso se organizó en Ambato en «acciones de defensa». Uno de sus mecanismos consistió en denigrar la memoria de Vanessa. Una mujer sola en un hotel, de madrugada, si ha bebido, merece morir. Esta familia es numerosa, tiene recursos. Algunos de sus miembros se han trasladado a Quito para «asistir» a conversatorios y acciones organizados por la plataforma Justicia para Vanessa, formada por su familia y por activistas de derechos humanos. La defensa de Guerrero por parte de su familia evidencia algo que rebasa este caso: cómo llegamos a justificar la violencia contra las mujeres y la muerte de una, al punto de declararla culpable, para salvaguardar el orden social. Historias de desobediencia 51 Digo tu nombre Frente a esta legión, aparece otra muy distinta. Durante este año, la familia de Vanessa Landínez nos ha dado una lección de dignidad. Se trata de una familia pequeña y con recursos limitados. Pero la dignidad no depende de eso. Ana Ortega, madre de Vanessa, Rosita Ortega, su prima-hermana, Rocío Vásquez y Bladimir Ortega, sus tíos, han perseverado en defender su memoria a pesar del duelo de su familia y de las enormes dificultades que presenta la justicia en este país cuando se tiene que bregar con la falta de transparencia y de criterio. Así como Pedro Restrepo y su familia decidieron que su vida sería para defender la memoria de sus hijos, así mismo la familia de Vanessa ha decidido que su dignidad puede más que el poder. Rosa Ortega, Alberto Ortega, Pedro Restrepo, el activismo que los acompaña, nos dicen que la sociedad civil sí puede demandar justicia y sí puede hacer de la defensa de la memoria la posibilidad de interpelarnos como sociedad. Gracias a esta perseverancia, la defensa de este caso, ubicada en Ambato y en Quito, ha logrado que se vuelva a abrir el proceso. Francisco Hurtado, abogado defensor, se ha referido a un cambio fundamental en este proceso luego de que el acusado fuera declarado inocente. En meses recientes, Hurtado, Juan Pablo Albán y un equipo de la Clínica de Derechos Humanos de la Universidad San Francisco lograron que el proceso de Vanessa Landínez se declarara nulo: «ha sido importante la reciente declaratoria de nulidad del proceso en primera instancia porque confirmó irregularidades y permitirá reabrir las investigaciones y ampliarlas e, incluso, eventualmente incluir a otros sospechosos», dice Hurtado. Estos procesos no se dan solos, sino a partir de confluencias con movimientos sociales, demanda feminista, nos tejemos. Historias de desobediencia 52 Digo tu nombre Ahora que el juicio está abierto, la administración de justicia, los jueces, fiscales, testigos, tendrán que entender, porque ya es hora, que toda la sociedad tiene la obligación de comprender qué es violencia de género, qué es un feminicidio, por qué cuando hablamos de Vanessa Landínez tenemos que hablar en estos términos. No se puede administrar justicia si quienes están sentados en esos puestos no entienden que una mujer no tiene menos valor si está sola por la noche en un hotel. De poco sirve que esté tipificado el femicidio, como han dicho con tanto orgullo quienes están sentados en la función judicial, loando el COIP, si una persona piensa en su interior que Vanessa merecía morir porque había bebido, porque tenía puesta una falda o porque hacía uso de libre albedrío. Tipificar un delito sin promover procesos de concienciación y sensibilización que van de la mano no es ningún mérito, mucho menos si olvidan siempre la erradicación. «No es suficiente que el Estado presente a la opinión pública evidencia de medidas tomadas para eliminar la tolerancia general y social a la violencia contra las mujeres, sino que debe demostrar que tiene un compromiso real de enfrentar el patrón de impunidad que lamentablemente afecta este tipo de casos», explica aquí Juan Pablo Albán. Ahora que el proceso se reabre, la familia de Vanessa tendrá que pasar por la dura experiencia de reconstruir los hechos; escuchar testimonios maliciosos que igualan mujer libre con mujer sin honra y culpable; ver la vida de Vanessa expuesta y juzgada mientras su hija crece sin saber que su madre fue culpabilizada por su muerte. Todo esto tiene que valer la pena. Puede pasar en cualquiera de nuestras familias, a cualquiera de las mujeres que amamos. Este enorme esfuerzo emocional que está dispuesta a hacer la familia de Vanessa debe valer la pena. Historias de desobediencia 53 Digo tu nombre Hoy, Alberto Ortega, que relata en uno de sus artículos cómo llevaba de la mano a su sobrina Vanessa al jardín de infantes cuando era pequeña, tiene que enfrentar su muerte y, además, su culpabilización. «Te escribo para decirte que toda la familia está más unida que nunca para enfrentar los fantasmas oscurantistas que tratarán de defender lo indefendible», le dice Alberto a Vanessa en una carta. Nosotras y nosotros nos sumamos a esa promesa. Defender lo indefendible en memoria de Vanessa y de cada mujer asesinada. 19 10 2014 Historias de desobediencia 54 Digo tu nombre Te conozco porque has muerto En abril de este año, Gaby le escribió a su madre, Jeaneth, una carta de despedida antes de suicidarse. Hoy, Gaby Díaz tendría 20 años. No vamos a conocerla jamás. Ya no va a ser enfermera. No será novia, madre ni abuela de nadie. No va a seguir colgando fotos en las redes sociales, imágenes que nos acercan a ella sin que podamos saber ya en quién va a convertirse. De Gaby, conocemos su rostro, el lunar en la mejilla, la forma en que sonríe y su última historia, aunque sea improbable que hubiéramos podido conocerla en persona. La conocemos porque ha muerto. La conocemos porque leemos sobre ella en un expediente judicial, en la prensa y en la plataforma que han formado su familia y sus amistades para defender su memoria. El nombre de Gaby Díaz aparece en un documento legal en el lugar que ocupa la víctima. Entre ella y nosotros, el espacio infinito de su muerte. No vamos a conocerla jamás, pero sí vamos a honrar su vida. Gaby Díaz se suicidó el 5 de abril de 2014 como consecuencia de un estado de desesperación. Vivía en Riobamba. Había sido violada en julio de 2013. Los presuntos responsables, Fausto S. e Iván R., al parecer, eran estudiantes de dos universidades de Quito, la San Francisco y la Salesiana. En un momento de la noche, la amiga de Gaby la encontró en un dormitorio. Ninguna de las dos muchachas recordaba bien qué había pasado. Su amiga la ayudó a vestirse. Su familia se enteró luego de algunas semanas y procedieron a hacer la respectiva denuncia. El suicidio de Gabriela Díaz Cañizares es una consecuencia directa de haber sufrido una violación. La responsabilidad de su muerte recae sobre sus agresores, Historias de desobediencia 55 Digo tu nombre porque la noche en que decidieron forzarla causaron un daño para ella irreversible. Esa muerte nos pesa como sociedad, le pesa a la administración de justicia y a toda persona que tenga la menor duda de que una mujer merece morir porque va a una fiesta y piensa que no va a ser violada ni agredida. Ninguna muchacha merece morir porque quiere ser una muchacha. Gaby sufrió un daño que pensaba irreversible. Cómo hubiéramos querido decirle que ese hecho no la definía, que podíamos ayudarla a sanar. En casos de violencia de género, aún se usa la figura de «víctima provocadora»: víctima más culpable que el infractor, aquella que por su conducta incita al autor a cometer ilicitud penal. Es inaceptable usar este recurso para referirse a mujeres víctimas de violación sexual. Si queda sombra de duda, si aún se piensa que la víctima provoca su agresión, la justicia no está funcionando. Hoy conocemos a Gaby porque Gaby ha muerto. Su familia y sus amigas han tenido la entereza de contar su historia públicamente. Al hacerlo, también están rompiendo con el tabú: no podemos callar las violaciones ni las mujeres violadas son quienes deben sentirse avergonzadas. Que una mujer deba ocultar una agresión por temor a ser estigmatizada dice mucho de una sociedad. Defendiendo la memoria de Gaby, su familia defiende a todas las mujeres agredidas. Esa es la enorme generosidad y el valor que ellos han hallado para sobrellevar la muerte de su hija. En este caso, como en muchos casos, la administración de justicia tiene una gravísima limitante: si una sola de las personas involucradas en el caso piensa que Gaby tuvo la culpa por estar en una fiesta, por haber ido por decisión Historias de desobediencia 56 Digo tu nombre propia a la casa de los agresores, por haber vestido lo que fuera que hubiera vestido, por haber ingerido alcohol voluntariamente, en pleno uso de su derecho al ser mayor de edad, esas personas están inculpando a la víctima y justificando a los agresores. Aun si Gaby hubiera ido a esa habitación por voluntad propia y no bajo administración forzada de sustancias, nada, absolutamente nada justifica la violación que sufrió. Si la administración de justicia aún es ignorante de estos factores, no es justicia, es parte del maltrato general a las víctimas, por tanto, esas personas deberían ser separadas de sus cargos, precisamente por su incapacidad de administrar justicia. Fiscalía ha anunciado en la prensa que se ha asignado una nueva fiscal para el caso. La ciudadanía, los movimientos sociales, los activismos y los feminismos públicos han ejercido presión para que estos casos sean tratados como deben tratarse: sancionando a los agresores, no a las víctimas. Tenemos mucho que hacer como sociedad para dejar de pensar que una mujer que va «a la boca del lobo» está buscando su muerte. La justicia en este país tiene una deuda con ellas, con sus familias y con nosotros. Antes, no conocíamos a Karina del Pozo, a Vanessa Landínez, a Angélica Balladares. Las hemos conocido de una manera dolorosa, porque han muerto y porque sus familias han decidido no callar. Karina, Vanessa, Angélica, Gaby, no dejaremos de decir sus nombres. Detrás de ustedes hay vidas interrumpidas, familias rotas, nuncamases. No dejaremos de nombrarlas. 2014 11 24 Historias de desobediencia 57 Digo tu nombre La perseverancia de la familia de Gaby Díaz Fausto S. e Iván R., dos estudiantes universitarios, uno de la Universidad San Francisco y otro de la Universidad Salesiana, reparten su vida entre los estudios en Quito y sus visitas a Riobamba, donde viven sus familias y sus amigos. Hacen lo que hacen los jóvenes de su edad y de su clase: salen, beben, vuelven a Quito, van a clases. Los vemos en los pasillos de la universidad, en los bares, en casas de amistades. Quizás han estado en nuestras clases, de visita en nuestras casas o se nos han cruzado en el supermercado. Es el 22 de julio de 2013. Fausto S. e Iván R. aprovechan una reunión social para hacer lo que hacen miles de hombres alrededor del mundo y que encubren miles de personas alrededor del mundo. Ambos toman en ese momento la vida de Gaby Díaz, una muchacha de 19 años que ha ido a la reunión sin saber que esa noche dos personas iban a destruir su integridad y su vida. Según testimonios en este caso, uno de los dos hombres era su mejor amigo. Gaby es víctima de una violación. Sobrevive, su familia la recoge de la casa en donde estaba. Antes de que la recojan, ambos hombres le sacan fotos. El 13 de agosto de 2013, Gaby y su familia presentan la denuncia en Riobamba. Los cargos por delito de violación contra los acusados se formulan el 1. de mayo de 2014, nueve meses después de la denuncia. Pasan nueve largos meses. A esa fecha, se dispone prisión preventiva contra ambos hombres. Sólo que para ese momento Gaby ya no estaba. Historias de desobediencia 58 Digo tu nombre El 5 de abril de 2014, Gaby Díaz se quita la vida. Gaby fue sobreviviente de una violación en la medida en que logró salir del lugar donde estaba la noche en que la atacaron. No murió inmediatamente pero sí murió por consecuencia directa del ataque que había sufrido. Esa noche, los dos criminales tomaron su vida aunque no la hubieran asesinado. Es lo que debemos lamentar profundamente como sociedad y que debe lamentar también la administración de justicia, que se demoró casi un año en dictar prisión y un año y cinco meses en dictar sentencia. Antes de que se dictara la prisión preventiva en mayo de 2014, Gaby llegó a ver a los criminales en la calle, recibió amenazas, intentaron intimidarla. Los nueve meses que pasaron entre el delito cometido contra ella y su suicidio fueron una larga agonía y tuvo que vivir con el hecho de que sus violadores estuvieran sueltos en la calle y pudieran agredirla. Además, estos dos hombres cometieron el mismo delito contra otras mujeres. Han sido sentenciados como criminales seriales, con un modus operandi premeditado. El 2 de febrero tendrá lugar la audiencia del caso de Evelyn S., otra víctima de violación de estas mismas dos personas. Gaby y su familia lograron hacer la denuncia y su madre y su familia, con extraordinaria fortaleza, perseveraron hasta lograr la prisión para los dos delincuentes, con la enorme solidaridad de las amigas de Gaby y de los activismos. Todas estas personas tuvieron la sabiduría de reconocer que el crimen no debía callarse, que Gaby tenía todo el derecho de hacer pública su agresión y no avergonzarse de ello de ninguna manera, que la víctima era ella y no los dos hombres que la violaron. En una cultura Historias de desobediencia 59 Digo tu nombre que encubre a los violadores, la frontalidad y determinación de estas personas son una lección para toda la sociedad y, en especial, para la administración de justicia. Ha sido un proceso que ha demorado demasiado y en donde la misma administración de justicia maltrató a la víctima, hecho que no puede pasarse por alto de ninguna manera. La conciencia y la sensibilidad de qué es la violencia de género, qué significa atentar contra la integridad física y sexual de una mujer, parecen todavía algo ajeno y desconocido para la justicia ecuatoriana. Se ha condenado a dos violadores seriales, pero el costo de ello es la vida de una persona debido al gravísimo desconocimiento de los funcionarios sentados en los puestos en donde se administran los casos, que parecen no ver la urgencia con que deben tratarse. Entre la denuncia de Gaby y su familia y la sentencia, ella decidió quitarse la vida, y el entorpecido modo en que se llevó el caso durante los primeros meses tienen que ver con su decisión. La tercera fiscal asignada para el caso y quien por fin lo trató explícitamente como violencia de género, Gabriela Carrión, reconoce que hubo fallas en el proceso. La manera en que se manejó la evidencia constituye otra agresión contra Gaby Díaz. En palabras de Carrión y según los hechos que constan en el documento de la audiencia: «Los hechos ocurridos el 22 de julio del 2013 quedaron plasmados en fotografías que fueron tomadas por sus agresores (de Gaby Díaz), mismas que fueron guardadas en el departamento de Fausto Saavedra en la ciudad de Quito. Dos de esas fotografías fueron anexadas al expediente fiscal en la versión libre y voluntaria que rindió el condenado Fausto Saavedra; momentos después fueron observadas por la víctima, Gaby Díaz, hecho que le produjo un profundo daño psicológico, Historias de desobediencia 60 Digo tu nombre contribuyendo a que en Gaby se desencadenara una crisis de ansiedad por estrés postraumático». Carrión señala también el hecho innecesario de la exhibición de la intimidad de Gaby Díaz durante el proceso. Ciertamente, aquí los funcionarios involucrados en el caso en ese momento actuaron con un desconocimiento que se torna en violencia contra la víctima. Afirma Carrión: «Finalmente la completa intimidad de Gaby Díaz por la naturaleza de caso llegó a los ojos y oídos de la administración de justicia, pasó por los fiscales, el juez de primera instancia y los tres miembros del tribunal penal, no porque estos miembros de los órganos de justicia así lo hayan querido, deseado o provocado, quienes, y me uno a esta lista, no teníamos por qué conocer a Gaby en estas circunstancias ni ver fotografías tan íntimas como las tomadas por los agresores». La evidencia no fue tratada con sensibilidad ni conciencia de lo que se estaba haciendo. No pueden repetirse estos procedimientos en un país en donde se dice en el discurso que hay voluntad de erradicar la violencia de género. Al mismo tiempo, cabe reconocer el tratamiento coherente y lúcido que la fiscal asignada dio al caso y que ha llevado a la sentencia condenatoria unánime para los dos criminales. El caso de Gaby Díaz ha sido asumido legalmente como violencia de género, «ratificado por los múltiples expertos (peritos) que en la audiencia de juzgamiento rindieron su testimonio, entre los cuales se puede mencionar a dos psicólogos, tres trabajadoras sociales y un psicólogo forense, quienes sin titubear indicaron que el caso de Gaby Díaz no solo es un delito de carácter sexual, sino que también tiene un alto componente de violencia de género», concluye Gabriela Carrión. Se ha hecho ¿justicia? aunque Gaby ya no esté. Historias de desobediencia 61 Digo tu nombre Nunca más una víctima tendría que llegar a tomar su propia vida mientras la justicia se demora. El caso de Gaby Díaz es un símbolo de los miles de casos anónimos, sin sentencia, en donde la víctima muere, en donde se la culpabiliza, casos que se callan, que son vistos como vergonzantes, que ni siquiera llegan a la justicia, que no podemos siquiera contar porque están dispersos en todos los sectores de la sociedad. La justicia ha actuado pero no puede volver a demorarse. En memoria de Gaby y de todas las víctimas de violencia, no pueden volver a demorarse. 2015 01 21 En 2018, Janeth Cañizares, madre de Gaby, impulsó la creación de la Fundación Gaby Díaz, en memoria de su hija, para luchar contra la violencia de género. Es una entidad sin fines de lucro que contribuye a garantizar los derechos humanos en la sociedad ecuatoriana. Su página web es https://fundaciongabydiaz.com Historias de desobediencia 62 Digo tu nombre Cuerpo siempre abierto Somos la distancia entre desaparecidos esa suma brutal de pájaros inertes Edison Navarro Las familias que buscan viven con una incertidumbre de la que hacen su cotidiano. Las familias que encuentran inician el doloroso camino de un duelo que tendrá que enfrentar la impunidad y la inoperancia de la justicia. Como si hablara de la búsqueda de Marina y María José, de tantas otras, Alexandra Córdova, madre de David Romo, desaparecido en 2013, dice: «Los desaparecidos no sólo desaparecen aquí, desaparecen en todo el mundo». Las personas desaparecidas se van de todos nosotros. Tanto con las desapariciones como en los hallazgos sin vida, nos enfrentamos a un Estado que no tiene la voluntad de desmantelar la violencia, que no se preocupa por prevenirla y que ni siquiera logra sancionarla. Son las familias las que buscan, las que hacen investigación, las que se disponen a tristísimos aprendizajes forenses. Son las familias las que idean, denuncian, dejan de trabajar, de comer y de descansar para encontrar los cuerpos de sus seres amados. A David aún no lo han encontrado, como a miles de personas en Ecuador, a ancianos, a chicas que salieron a la esquina, a niños raptados por sus padres o madres, a mujeres que han sido vendidas como mercancía. Seguimos esperando por él, por ellos y exigimos que no se calculen los resultados de estos casos como trofeos. Seguimos esperando junto con sus familias, que han vivido lo inenaHistorias de desobediencia 63 Digo tu nombre rrable al buscarlos. Por eso la interpelación al Estado, porque no tenemos otro mecanismo que esta justicia, aunque ese mismo Estado elija ignorar las características de la violencia sobre la que pretende legislar. Sabemos que tenemos que convivir con estas violencias y por eso es inexcusable desconocer sus manifestaciones diversas, no son un monstruo de una sola cabeza. Marina y María José murieron por ser mujeres. Las violencias tienen múltiples formas y nos atacan en nuestras distintas vulnerabilidades porque somos vulnerables de distintas maneras. No hay violencias más urgentes de erradicar que otras ni muertes más importantes, pero sí hay violencias que cuentan con mayor tolerancia social. Rechazamos la persecución religiosa, por ejemplo, o nos horrorizamos frente a la violencia racista, pero no somos capaces de identificar la violencia macha. Hay algo que elegimos no ver, una obcecación que nos conduce a negar un tipo específico de violencia. Somos capaces de justificar los crímenes contra las mujeres cuando decimos «se lo buscó». Hemos elegido la peor forma de la ignorancia, que es no querer entender a pesar de tener condiciones para hacerlo. Un cuerpo de mujer es algo que el mundo mira como un cuerpo siempre abierto. Puede ser tomado, penetrado o tocado, puede ser desnudado con la mirada o con las manos sin consentimiento. Para el mundo sumiso al poder patriarcal, un cuerpo de mujer puede ser usado de varias maneras e históricamente ha tenido menos valor que otros. Es un cuerpo. No una persona plena, no una mujer, no un ser humano. Historias de desobediencia 64 Digo tu nombre El cuerpo de una mujer es un cuerpo siempre expuesto porque el mundo que compartimos ha querido mantenerlo abierto para los otros. Son privilegios de uso que han mantenido quienes han estado en el poder durante siglos, y son hombres. Un tipo de hombre. Y un tipo de mujer que ha respaldado esos privilegios aunque vayan contra su propia vida. Si hoy las mujeres morimos menos, es porque nuestro cuerpo se ha vuelto más soberano. Se ha protegido, ha aprendido y se ha organizado para resistir. Vidas enteras de mujeres consisten en sobrevivir cada día, en preservar la vida, en intentar llegar a casa sin daño. Seguimos muriendo con una frecuencia tal que algunos países han condenado esta violencia como «un genocidio a cuentagotas». Es el caso de México, Guatemala, India, China, distintos contextos con una selección similar: niñas y mujeres. Por eso, hemos sido las mujeres quienes nos hemos construido como personas plenas para preservar nuestro cuerpo, ser sus dueñas y habitarlo. En alianza con las mujeres, muchos hombres y sociedades enteras han cedido sus privilegios históricos. Estaba el derecho de tomar la “virginidad”, es decir, la iniciación sexual de las mujeres que fueran parte de una propiedad; de violar a las mujeres de la familia; estaba el derecho de apedrear a las adúlteras; de matar por celos, de decirle puta a una mujer y deslegitimarla como persona. Estaba y está. Estas son violencias selectivas, por eso hoy, cuando estas violencias escalan hasta la muerte y el Estado se vuelve cómplice por su pasividad, hablamos de feminicidio. Un hombre que renuncia a estos poderes y una mujer que deja de apoyarlos están contribuyendo a frenar las muertes de las mujeres. Una persona que defiende estas formas atávicas está asintiendo: nos pueden matar, ya seamos niñas, mujeres biológicas, hombres femeninos, mujeres trans*. Historias de desobediencia 65 Digo tu nombre En este estado de cosas, leer que las víctimas son culpables es desolador, porque revela que seguimos dispuestos a apoyar esta cadena de violencias contra las mujeres. Seguimos culpando a las «zorras», no a los zorros. Es preferible juzgar qué vestían Marina y María José, si habían bebido alcohol o no, si aceptaron irse con desconocidos. Sus familias recalcan que ambas eran buenas muchachas. La violencia no distingue entre buenas muchachas y chicas malas, las culpa a todas. Es más fácil juzgar sus libertades que aceptar de una vez por todas que hay toda una idea de «qué es una mujer» que tenemos interiorizada y que es cómplice de los agresores que deciden desaparecer a las mujeres. ¿Las «chicas malas» merecen morir? En el caso de Marina y María José, que se suma al caso de Karina del Pozo, de Vanessa Landínez, de Gaby Díaz, siempre hubo alguien que preguntó qué llevaban puesto y por qué habían salido solas. En el caso de Vanessa, seguimos esperando, así como seguimos esperando que se haga justicia por cientos de mujeres anónimas de toda condición social cuyos casos no significan réditos políticos y que por eso permanecen abandonados por la justicia. En cuanto al caso de Marina y María José, es preferible cuestionar la cultura de Montañita, el uso de drogas y los estilos de vida de la gente que viaja o vive allá. Es más fácil cerrar bares y poner horas de cierre cada vez más temprano, como si la violencia empezara a las tres de la mañana. La noche no es el único tiempo de la violencia, lo saben las mujeres agredidas en sus casas a todas horas o vulneradas al tomar el bus en la mañana. La intervención que anuncia el Ministerio del Interior en Montañita será retrógrada y torpe e irá en consonancia con las políticas altamente punitivas del gobierno respecto de las droHistorias de desobediencia 66 Digo tu nombre gas y la prisión. Irán presos microtraficantes, habrá chivos expiatorios y eso tendrá mucho de racista, sin duda. Ya ha habido al respecto comentarios que perturban aún más: los hombres pobres y oscuros, el perfil agresor más probable. Esa intervención será llevada con autoritarismo macho, es decir, preservará las formas de violencia que debería contribuir a erradicar. Seguimos simulando que no hay cadenas de violencia que se han llevado a muchas personas y a muchas mujeres. Las familias de María José y de Marina han denunciado que el Estado ecuatoriano miente, no aceptan la versión del Ministerio del Interior y demandan que se investigue una red de trata que podría estar involucrada en este crimen. Cerrar bares y arrestar consumidores de marihuana va a ser un elemento más de este simulacro de pobre factura. Marina, María José, Karina, Vanessa, Angélica, no fue culpa de ustedes. Ustedes no son responsables de sus propias muertes. No fue su ropa, no fueron su sonrisa ni las decisiones que tomaron mientras vivían su vida. Ustedes no se hicieron golpear, violar ni asesinar. Ya no podemos tenerlas de vuelta ni conocerlas, escuchar su voz ni mirarlas en una foto que no diga «desaparecida». Pero no fueron ustedes. Fueron ellos. No ustedes. 2016 03 01 Historias de desobediencia 67 Digo tu nombre A flor de piel En el centro histórico de Quito hay restauradores de santos expertos en encarnado y otras técnicas provenientes de la Escuela Quiteña. Son guardianes de saberes muy antiguos. Muchos de ellos usan sus colores para maquillar a mujeres golpeadas. Hay quien ha ido introduciendo ingredientes secretos, dicen, que curan las cicatrices físicas. Las otras duran bastante más. Los hombres van allá después de broncas o asaltos. Las mujeres, a cubrirse las palizas de su pareja. Que no se note mucho. En unos tres días ya se le va. Aquí tápeme, que me dio con el reloj en el pómulo. Ayer estaba peor. Tengo dos chichones en la cabeza, por suerte con el pelo no se ve. Las vírgenes de Quito miran desde su quietud cómo la piel que les pintan se recrea sobre otras pieles, éstas, amoratadas, con costras, con venas saltadas. Pieles avergonzadas, hinchadas, abiertas, cubiertas por un mechón de cabello, y a veces en llaga viva. A flor de piel. Así era también el programa de televisión marroquí que enseñaba a las mujeres a maquillarse los golpes de pareja el día de la erradicación de la violencia contra las mujeres. Recurso de hermosas reinvenciones del cuerpo, de estéticas trans*, artísticas, vitales, el maquillaje puede también ser así de perverso: una paleta de correctores puede borrar las huellas del maltrato. «La violencia de género es un problema penoso, pero existe», dice en TV la maquilladora en mandil rosa mientras elige el pincel con el que va a maquillar el área de los ojos. Maquillémoslo, hagámoslo invisible, capa tras capa. En ese programa de TV, las mujeres se enseñaban unas a otras a disimular la violencia con sonrisas pasmosas que develaban abismos interiores. Historias de desobediencia 68 Digo tu nombre Gloria Ordóñez no se maquilló. El 5 de diciembre, puso una denuncia contra el hombre a quien identificó como su pareja de hacía un año y cuatro meses: Orlando Pérez, director de diario El Telégrafo. Según su testimonio, su pareja la golpeó intentando expulsarla de su casa. Pérez es un hombre de poder. Si es histórica la impunidad a cuyo amparo han vivido los hombres que maltratan a las mujeres, la impunidad de los hombres protegidos por el poder es casi infranqueable. Casi. Gloria Ordóñez se enfrentó a esa impunidad histórica cuando denunció públicamente, con nombre y apellido, a un hombre protegido por una serie de inmunidades que levanta el poder alrededor de algunos que estarán siempre exentos de cargos. Los exentos. No se trata de cualquier hombre, sino de un poderoso sostenido por otros defensores de un orden que le otorgarán los privilegios necesarios para perpetuarlo. La agitación que viene con el cambio de ese orden, al suponer la pérdida de sus privilegios, es sofocada. Gloria es esa agitación. Ella había estado en casa de Pérez hasta la noche. «Me agarró fuertemente del cabello, arrastrándome por toda la sala, me agarró del brazo izquierdo, tratando a la fuerza de sacarme del apartamento, pero no lo logró; me empujó contra el mesón de la cocina y producto del empujón hizo que me golpeara en la rodilla izquierda», relata Gloria. En un comunicado que Pérez lee el día 13, luego de que la denuncia de Gloria explota en redes, dice no haber llamado a la policía para desalojarla porque ella «no podía ser expuesta» a la calle. Lo que Gloria quizás no sabía es que se hallaba más expuesta con su propia pareja que en la calle o con la policía, y relata para RTS que, además, es acusada de robo. «Vacié mi maleta para que viera que no me había robado nada». Denigrar a su propia pareja para llevarla a la mayor fragilidad. «Yo sólo estaba contigo por sexo», recuerda Gloria que le dice Pérez. «A las prostitutas Historias de desobediencia 69 Digo tu nombre se les paga y se van, tú no te vas», dice quien, al parecer, no tiene el menor gesto de amabilidad con las trabajadoras sexuales que contrata: llamarles un taxi. Elemental. «He tenido encuentros casuales» con Gloria, lee Pérez de su comunicado, cuando ya le había dicho que con las trabajadoras sexuales, por lo menos, la visita termina una vez cumplido el acuerdo. ¿Eso piensa Pérez de las mujeres con quienes mantiene relaciones esporádicas, sean trabajadoras sexuales o no? Aparece la pesadilla de la mujer expuesta al misógino que aprovecha la relación de poder dada por el dinero para denigrarla. ¿Sólo porque la relación era casual cabe acusar a una mujer de robo, hacerle vaciar su bolso, filmarla mientras está vulnerable? Eso no es todo. Pérez menciona «diferencias obvias» entre ellos. ¿Cuáles serán? El poder, la impunidad, el dinero, probablemente. Todas ellas, las que sean, usadas para despreciar a Gloria al distanciarse de ella y regalarle «consideración», como dice, a pesar de esas diferencias. Otra estrategia del macho maltratador: no te conozco. Era sólo sexo. Niego cualquier relación de afecto que haya existido. Ese macho es incapaz de reconocer, incluso en las relaciones casuales, el consenso de dos personas que se respetan mutuamente. «Quería verle nuevamente», dice Gloria en el video filmado por Pérez. Sí. Quería. Cuando están cruzadas con los esquemas de afecto que conocemos, como la relación de pareja, las violencias se vuelven perversas. El anonimato de un asalto, traumático, no tiene las mismas implicaciones que la agresión de alguien con quien hemos compartido nuestra intimidad. Sí, son relaciones con efectos paradójicos. Por eso no cabe la pregunta inquisidora: ¿Por qué no tomaste un taxi? ¿Por qué te dejaste tratar así? Curiosamente, no preguntamos: ¿Por Historias de desobediencia 70 Digo tu nombre qué la lanzaste contra el mesón de la cocina cuando no quiso irse, por qué la arrastraste por el cabello? Con una honestidad que desarma, Gloria lo ha dicho en sus cuentas: va a actuar contra sus propios sentimientos. «Nada justifica que peguen a una mujer. Puede ser que yo haya hecho cosas que no le agraden, pero no para alzarme la mano. Una mujer no puede permitir eso». Gloria lo sabe, por eso no se ha maquillado. La lucidez de esta mujer viene de un largo y arduo camino abierto por otras mujeres. Las luchas para preservar la integridad y la vida de las mujeres no se reducen a atacar a un agresor. Pero se trata de alguien con privilegios acumulados. La clase en el poder se empeña en hacernos saber que gobernar este país se entiende como el privilegio permanente de exhibir el gran falo y usarlo contra las mujeres de cualquier forma posible, porque cualquier uso de ese gran falo está libre de responsabilidad. Dicho esto, lo sabemos y es obvio, la violencia nos habita, nos rodea y nos atraviesa, más allá de nuestras ideologías y contra nosotros mismos. El machismo de la izquierda trasnochada se hermana con la abominable misoginia de la derecha. El comunicado de «las ofrecidas», emitido por un político que evadía su responsabilidad en una relación con una colega, llamándola nada menos que «ofrecida», antecede al comunicado de «los encuentros casuales». Los lugares comunes que repetimos hasta la muerte nos hacen ver que el monstruo no es ajeno, sino que está entre nosotros: «¿Por qué no llamó taxi?». La derecha querrá aprovechar esto, igual que otros sectores de la oposición, pero las luchas históricas de las mujeres no se prestan para esto, no se usan. Como se ha visto de sobra en redes, las mujeres, las feministas, los hombres que se han desmarcado de su destino patriarcal van a responder siempre, Historias de desobediencia 71 Digo tu nombre van a movilizar su indignación como lo demostraron siete mil personas que marcharon en Quito el 26 de noviembre, como nos lo hicieron saber los cientos de mujeres que se tomaron el puente de Bahía de Caráquez el sábado pasado para protestar contra la violencia. Estas luchas no son electoreras ni instrumentales, no le pertenecen a nadie y nos pertenecen a todas, y son reales, históricas y persistentes. Somos persistentes. Gloria no se maquilló. No calló. No cedió. Y su agresión jamás podrá verse como un «asunto privado»: por supuesto, es política, porque lo personal es político, aunque lo tengamos que repetir mil veces. El agresor ha llamado a Gloria al silencio, orden tan cara a los hombres en el poder, y ha dicho: «No voy a entrar en detalles por respeto a su intimidad y a su familia. Supongo que ella hará lo mismo». Esta amenaza velada es otro golpe. Aun así, Gloria ha levantado la voz por ella misma y por miles de mujeres en situación de violencia que sí se han maquillado los moretones, que han callado y que han cedido. Mientras sigamos alzando la voz, esas mujeres, como Gloria, van a salir de las sombras, serán mujeres en flor, a flor de piel. 2016 12 14 Historias de desobediencia 72 Digo tu nombre Espejo de agua Azuay y los asesinatos de mujeres Me hubiera gustado volver a tocarla, escucharle la voz que ya no recuerdo, aunque más no sea en sueños. Sara, mamá de Sarita. Chicas muertas, Selva Almada Y a la que dejo sin vida fue a mí Sonia Salamea, madre de Cristina Palacio Salamea Los ríos de Cuenca. Tomebamba, Yanuncay, Machángara, Tarqui. Los sonidos del río que corren con la ciudad y resuenan bajo los puentes. Los ríos de Cuenca, por donde pasan bolsas negras de basura como sombras. Por cuánto tiempo podrá un cuerpo recorrer un río. Esos ríos van a dar a la central hidroeléctrica Mazar, monstruo de agua situado entre Azuay y Cañar. Una empresa comunitaria de pequeños botes es responsable de limpiar la presa. Sus navegantes conocen bien el curso de esas aguas. En estos años, han recogido desechos de todo tipo. En el 2010, reporta la prensa, vieron pasar cuatro cabezas de vaca y las tuvieron que recoger para enterrarlas en tierras cercanas. Lo que puede llevar un río. El barquero del Hades se llamaba Caronte. El mito griego dice que era el encargado de guiar las sombras de Historias de desobediencia 73 Digo tu nombre los difuntos de un lado al otro del río Aqueronte, el río de las aflicciones. Hoy, en Azuay, aparecen estos otros Carontes anónimos. Son barqueros de mujeres asesinadas. Son ellos quienes han rescatado cuerpos de la presa Mazar. En Azuay, me dice cada persona con la que hablo en Cuenca, cada vez más tiran más cadáveres al río, es algo que se sabe. Desde Cuenca, Gustavo Lucero, biólogo, me ayuda a imaginar el trayecto de un cuerpo desde los ríos hasta la presa. Dependiendo de la corriente, me dice, puede tomar dos o tres días si el cuerpo no se detiene en El Descanso, el puente Europa o Uzhupud. Puede ser que haya cuerpos tirados en el espejo de agua cerca de Guachapala, piensa Gustavo. El espejo de agua: vernos reflejadas allí, en el riesgo de morir. Ver pasar en el agua la imagen de las mujeres asesinadas, Ofelias destrozadas, metidas en plástico. «Sólo los cuerpos que flotan pueden recuperarse. Mazar fue construida para proteger a Paute de los sedimentos, los fondos de la represa son lodos en descomposición. Si los cuerpos se hunden, nadie los hallará, y los botes solo pueden limpiar por arriba, así que ese es terreno ideal para que desaparezcan», me escribe Juan Carlos González, experto en conservación. Qué conocimiento siniestro el que debemos tener para buscar los cuerpos de mujeres asesinadas por feminicidas que pensaron en esto: comprar bolsas plásticas, transportar los cuerpos, tirarlos al río, esperar que el lodo se trague sus actos. Aun si esos cuerpos desaparecen, la memoria los trae de vuelta, son las luchas de cada familia que no se resigna al olvido al que pretenden arrastrarla esos fondos. Historias de desobediencia 74 Digo tu nombre El 3 de abril de 2017, el cuerpo de Cristina Palacio Salamea fue hallado justamente en el embalse de Guachapala. Su feminicida había lanzado su cuerpo a la altura del puente Durán Ballén. Cristina fue violada y asesinada por un ex compañero de trabajo. Yo vi su imagen por primera vez a pocas horas de que sus familiares reportaran su desaparición: se me quedó grabada la sonrisa que se abría por sobre una bufanda color celeste con brillitos, y no dejó de estremecerme que lleváramos el mismo nombre. Cristina podemos ser todas. El rostro de las mujeres que asesinan se nos vuelve familiar en la cercanía que nos van dando las luchas por encontrarlas. Del duelo, sus familias hacen una fuerza: la madre de Cristina, Sonia Salamea, agrupa a quince familias de mujeres asesinadas en la Red de Familias para luchar contra el feminicidio y la violencia de género. No sólo empezamos a conocer quiénes eran las mujeres asesinadas, también vemos a sus madres, familias, amigas, convertirse en luchadoras a la fuerza. A las mujeres y niñas las conocemos por sus fotografías de desaparecidas, sacadas de sus muros de Facebook o de álbumes familiares como acto de fe: buscar. Nadie imagina que una foto nuestra pueda convertirse en imagen de agonía. Tras la sonrisa de Cristina, su madre y una familia que no puede morirse ni enloquecer de dolor porque debe hacer el trabajo que no hacen el Estado ni la policía. Tras Cristina, el rostro de todas las asesinadas: las anónimas, las presentes, las violadas, las pequeñas. Desde su trabajo en el gobierno de la provincia de Azuay, María Cecilia “Chechi” Alvarado lleva un registro de las mujeres asesinadas, y habla de cada caso con una familiaridad que sobrecoge. Se refiere a detalles de los casos de Anabel, Bertha, Evelyn. Hay una intimidad en el uso del Historias de desobediencia 75 Digo tu nombre primer nombre que se abre cuando conocemos la vida de estas mujeres, sus últimos minutos, su lucha final. En este mundo, nos hermanan con ellas la violencia, la voluntad de reivindicar su memoria y el riesgo de muerte que compartimos según nuestras circunstancias. En la lista que comparte conmigo María Cecilia, con los nombres de las niñas y las mujeres asesinadas aparece su terror, es lo que se respira al leer las circunstancias de sus muertes. Escribir un cementerio de mujeres, en su memoria, con ese terror. Ruth Castro fue asesinada el 24 de mayo de 2016. Tenía 21 años. Su caso fue el primero en Azuay en juzgarse como femicidio y en obtener sentencia acorde. La pena para Darwin B. fue de 26 años. Anabel Estefanía Muñoz fue violada y asesinada el 1 de julio de 2016. Aún no hay culpables. Tenía apenas 13 años. Fue encontrada en el río. Evelyn era una bebé. Tenía 11 meses de nacida. Su padre intentó agredir a su mamá con un arma blanca y terminó hiriéndola a ella. A Verónica Lojano la dejaron inconsciente en el patio de su casa. Era estudiante del colegio Herlinda Toral, tenía 18 años. Jéssica Gordillo fue asesinada el 29 de abril de 2017. Su femicida tiró su cuerpo en una quebrada en el sector La Dolorosa de Racar. Por ser menor de edad, fue sentenciado a 8 años de «rehabilitación». Jenny Jua, mujer shuar, fue asesinada a balazos en su casa por su ex pareja delante de sus dos hijos. Historias de desobediencia 76 Digo tu nombre Blanca Olivia Duchi intentaba defender a su hija de su yerno cuando fue asesinada por él. Su femicida está prófugo. Elvira Abibullayeva les temía a su esposo y su hijo: ambos la violentaban. Puso una denuncia en enero. Llamaron desde su casa a decir que se había caído. Tenía cortes en el cráneo. Su esposo, el acusado, se acogió al derecho de silencio y dice que solo va a declarar en ruso, su lengua materna, algo que el sistema no puede ofrecer. A Ximena Orellana su pareja la asesinó a martillazos el 5 de noviembre de 2016. En Guachapala. Tenía dos hijas. Su femicida está detenido, pero aún no hay sentencia. Él le reventó los ojos, quizás mientras estaba viva, y la escondió en el pozo séptico de su casa. Las dos niñas se hallan con su abuela. El femicida solicitó su tenencia. Cristina Zuquilanda se había ido a un bar del centro con amigos. La desmembraron, la pusieron en fundas y se la llevaron en un taxi. El taxista preguntó qué era el bulto que metían en la cajuela. La tiraron al río. «Cristina Zuquilanda fue el primer caso por el que salimos a la calle en 2011. Estaba divorciada y tenía dos niños. La drogaron y la mataron luego de violarla. Nos decían: es divorciada, ¿qué hacía en una discoteca? Tenía 40 años. La familia se tuvo que ir de aquí», narra María Cecilia. Su padre. Su yerno. Su compañero de trabajo. Su pareja. Sus amigos. «Mi tía vio pasar dos cuerpos flotando por el río una mañana», me cuenta Andrea Malquin, de Hollaback Cuenca, una aplicación que sirve para denunciar acoso sexual. Ver dos cuerpos pasar aguas abajo. Uno, de mujer. «Las orillas de los ríos son espacios inseguros, hay exhibicionismo, masturbadores. Los ríos en Cuenca tienen historias», dice Andrea, y enfatiza que esta violencia Historias de desobediencia 77 Digo tu nombre inicia con el acoso en la calle: «Y terminamos enfundadas y tiradas al río». Nos incineran luego de violarnos y borran las huellas. Hacen cenizas de nuestro cuerpo. Hollaback Cuenca hizo una encuesta a 514 personas para preguntarles sobre acoso en el espacio público. El grupo más grande son niñas: entre los 11 y los 14 años, las niñas en Cuenca escuchan frases como «qué rica raja» y son víctimas de tocamientos. «A mí me tocaron a los 14 años», dice Andrea, comprometida con romper el silencio en una ciudad en donde no es fácil. «El 95% de las niñas se queda con una terrible sensación de asco y miedo frente al acoso, así vivimos aquí». El acoso, la violencia y los asesinatos a mujeres suceden en todos los sectores sociales en Azuay. Las muertes más anónimas quedan abandonadas a la inoperancia del sistema de justicia, y las más notables son protegidas por el poder. Guardianas de un orden moral antiguo, muchas familias poderosas de Cuenca lo tienen todo calculado cuando hay violencia de género: los conserjes tienen prohibido llamar a la policía, los abogados defensores de las mujeres pueden ser perjudicados, tienen temor de tomar los casos. Reina el silenciamiento con dinero. En casos de gente conocida, la solidaridad con las mujeres desaparece ante los intereses y pactos de clase. En casos de mujeres empobrecidas, la imposibilidad para sus familias de ir a la ciudad y exigir justicia deja sus asesinatos en la impunidad, y a sus hijos, aún más abandonados. Ya sabemos que las violencias no están aisladas y que es necesario desmontar todo un orden para contrarrestarlas. También sabemos que el Estado punitivista no resuelve los asesinatos. Nos resistimos a tomar las medidas necesarias para una verdadera erradicación de la violencia. Historias de desobediencia 78 Digo tu nombre Para que eso suceda, muchos hombres y mujeres tendrían que renunciar a sus privilegios. Si no queremos desmontar una estructura hecha para la impunidad y la violencia, seguiremos viendo cuerpos pasar por el río. La incomprensión de lo que es la violencia contra las mujeres llega a grados insólitos. En la Universidad de Cuenca, el docente Diego J. fue lector de una tesis de pregrado titulada «El juzgamiento del femicidio como homicidio agravado». Su autor, Francisco Gangotena Machuca, dirigido por su tío, Kaysser Machuca, afirma allí que tratar el femicidio como tipo penal autónomo «vulnera principios sustanciales como el de igualdad e inocencia, perjudicandoasíalaspersonasprocesadas».Lasrelacionesentre violencia sexual, patrimonial y feminicidio, las cifras históricas de asesinatos a mujeres, hoy incontestables, se ignoran en este trabajo, signado por el poder de clase. «La violencia contra los hombres puede ser terrible. Si nos cortan el pene nos complican la vida, pero si a ustedes les cortan un seno, les queda el otro», decía otro de los miembros del tribunal, según Diego J. Ese es el nivel de la discusión en torno a violencia de género en este país. Si esto sucede en una universidad como la de Cuenca, no podemos esperar que se construyan respuestas en los espacios académicos suficientemente consistentes para combatirla. Esto no es anecdótico: sabemos que la misoginia y las limitaciones propias del pensamiento conservador han demonizado la justicia de género que demandan sociedades enteras. Al contrario de todas las otras defensas, esa fue llevada en privado y con dos guardias vigilando la puerta. La primera docente mujer en Jurisprudencia en la Universidad de Cuenca fue Ximena Medina. Este Historias de desobediencia 79 Digo tu nombre es un llamado a la memoria colectiva que hace María José Machado, jurista, artista y escritora cuencana vinculada a varios procesos feministas en Ecuador. María José recuerda a Ximena en un acto de justicia que va en su testimonio: Ximena Medina tenía 32 años cuando fue asesinada por su ex pareja. Era abogada penalista y una de las pocas docentes de la facultad en un mundo hecho por patriarcas. Su femicida había estado privado de libertad, Ximena era voluntaria en Derechos Humanos en el centro de Rehabilitación de Varones de Cuenca, y allí se conocieron. Tras su muerte, se le adjudicaron amantes y se manchó su memoria por ser una mujer libre. Fue asesinada en su casa, mientras su pequeña hija dormía en otra habitación. Después de muerta, siguió siendo acusada de su propia muerte. Años más tarde, un estudiante llega a la misma facultad en donde enseñaba Ximena y en su tesis, apoyada por su tío con poder, niega que exista violencia contra las mujeres. Niega que los hombres matan a las mujeres porque toman el amor por posesión. Niega que se amenaza a las mujeres por «putas». Niega las causas del asesinato de Ximena, quien habría podido ser su profesora. Y afirma un orden hecho para que tesis como la suya puedan ser aprobadas. Para que las razones de la muerte de Ximena puedan ser ignoradas. Para que todo siga igual. Cuando leo sobre Ximena, veo que El tiempo de Cuenca reporta: «cinco mujeres han muerto entre 2006 y 2008» por lo que hoy reconocemos como violencia de género. Hoy, en 2017, sólo en 250 días de lo que va del año, el colectivo de Geografía Crítica reporta 112 feminicidios. En Ecuador, una mujer muere de manera violenta cada 53 horas. Historias de desobediencia 80 Digo tu nombre El aumento del registro, la tipificación, la obligación de adoptar una visión de género dentro del sistema judicial, vienen de la presión y el trabajo diario de los feminismos. En ese sentido, María José Machado me guía por la historia de los feminismos azuayos. La resistencia conservadora se ha visto históricamente interpelada por mujeres enormes de esta provincia. El volumen Donde mi pasión se hizo rebeldía recoge la genealogía feminista justa y urgente que propone Alejandra Ciriza para que las mujeres conozcamos nuestra historia. Janeth Peña, defensora aguerrida de las mujeres lesbianas, Piedad Moscoso, Raquel Rodas, Belén Andrade, Silvia Vega, Nidia Solíz, Gladys Eskola y muchas otras abrieron caminos anchos y también largos, y estuvieron acompañadas por filas de mujeres más anónimas pero no menos valientes. Electa subdecana de Ciencias Médicas en 1977, Gladys, por ejemplo, enfrentó la furia del hombre de ciencia que no concibe a una enfermera como su par: «se produjo una toma armada de la facultad (...) por personas opuestas a mi elección. Coincidentemente con mi negativa a renunciar fue chocado el vehículo de mi familia, se lanzó piedras a nuestro domicilio, y no faltaron llamadas telefónicas amenazantes», relata en este volumen. No aceptaban que una mujer enfermera fuera subdecana, y la atacaron. Otros caminos son posibles en esas aguas y en esas aulas. En una postal con la foto de un río cuencano que le envía en 1999, Piedad Moscoso le escribe a Nela Martínez: «Desde esta orilla, por la que transito diariamente, la recuerdo (...) Mire en el fondo un gigante edificio, en el espacio propiedad anterior de la Escuela de Medicina, donde mi pasión se hizo rebeldía». Historias de desobediencia 81 Digo tu nombre Por su parte, Janeth Peña, viuda de Thalía Álvarez, «inició un proceso emblemático en el IESS para el reconocimiento de sus derechos como viuda de una pareja lésbica». Esto también es posible. Disputarle al patriarca la historia del conocimiento y la justicia social, y poner en primer lugar la historia de la pobreza de las mujeres más golpeadas. Por su parte, las mujeres rurales de Azuay se organizaron con una agenda fuerte contra los Tratados de Libre Comercio en el 2006 articuladas con el movimiento indígena. Rosalinda Rojas, Delfa Iñamagua, Susana Mora, Celia Tepán, construyen su fuerza de lugares más duros, porque sus ancestras fueron sometidas por ser mujeres indígenas y pobres, y ellas, hoy, son mujeres indígenas en pie de lucha. Todas esas luchas son heredadas por las jóvenes azuayas hoy. Lo veo en Liz Zhingri, joven activista: «La universidad está blanqueada, no es diversa. A mí no me gusta caminar por la calle por el acoso, veo una universidad que discrimina y que no quiere ponerse al día. A mi familia la han discriminado. La violencia está en todos los ámbitos». Y la lucha, también. María Cecilia Alvarado me dice que hoy, en Azuay, los feminismos se sienten y caminan, de ahí el recrudecimiento del machismo: «El tipo penal del femicidio es odiado por el sistema de justicia, eso quiere decir que allí hay misoginia». Las familias tienen que hacer todo porque el sistema abandona los casos, más aún cuando son difíciles de probar, como cuando existe violencia psicológica, me explica, y en eso coincide con María José Machado: los tipos de violencias e incluso algunas partes en la tipificación de femicidio deben ser contextualizados. Las relaciones de poder, las violencias menos perceptibles, la inequidad, son difíciles de identificar por parte de los operadores de justicia. «Puede ser que nos hallemos en un punto de Historias de desobediencia 82 Digo tu nombre quiebre como movimiento de mujeres aquí, que podamos cambiar algo, pero el costo es alto, porque hay un recrudecimiento de la violencia contra las mujeres justamente porque los cambios se sienten», dice María Cecilia. Los ríos de Cuenca. Tomebamba, Yanuncay, Machángara, Tarqui. Los sonidos del río que corren con la ciudad y resuenan bajo los puentes. Los ríos de Cuenca, por donde pasan bolsas negras como sombras. Por cuánto tiempo podrá un cuerpo recorrer un río. Por cuánto tiempo mantendrán viva la guerra contra las mujeres: universidades, patriarcas, acosadores, feminicidas. Por cuánto tiempo. 2017 09 25, La Barra Espaciadora En 2017, Carlos Flores Santander, el feminicida de Cristina, fue sentenciado a 34 años y 8 meses de prisión en. En 2020, Sonia Salamea, la madre de Cristina, hizo pública su preocupación por que el feminicida de Cristina hubiera sido trasladado a una cárcel de mínima seguridad en Loja, otra provincia. Las luchas no terminan jamás. Aunque la justicia penal pueda hacer tan poco, ese poco les es arrebatado a las familias. Sonia no ha dejado de luchar por la memoria de su hija. Historias de desobediencia 83 Digo tu nombre El paso, el zapato, la pisada En el 2009 nació en Ciudad Juárez la acción Zapatos rojos, de la artista Elina Chauvet. Por cada mujer muerta, un par de zapatos simbolizaba su ausencia. La acción de Chauvet se replicó en ciudades de América Latina y España y empezó a tener vidas propias. En Ecuador, se ha hecho en Ambato, en Ibarra, en Quito. Por cada vida arrebatada, sus zapatos, para no olvidar. Póngase en mis zapatos. No vi venir el golpe, pensé que eran amenazas. De pronto, me sangraba la boca. Vi sangre mía en la refrigeradora, me parecía de otra persona. Juro que nunca más. No me fui porque no tenía adónde, ni trabajo para mantenerme. No me fui por miedo. Luego, me fui por miedo. Me encontró en casa de mi hermana. Póngase en mis zapatos. Me regresé con él, no conozco otra cosa. Me dijo que la próxima que me salga, me sigue con un cuchillo. Me sacó del brazo, me fue sacudiendo hasta la parada del bus. Ya no quería estar con él. Empecé a jugar fútbol, a hacer amigas en el barrio. Me acusó de lesbiana, como si fuera malo. Me empezó a gustar una de mis amigas, era linda. Nos mandábamos mensajes por el teléfono, me daba ilusión. Eso le hacía sentir menos hombre. Póngase en mis zapatos: por primera vez me enamoraba de verdad, no tenía miedo, quería contarle a mis hijos. Me amenazó con suicidarse si lo dejaba. Llegó borracho a la casa y me apuñaló hasta quedarse sin fuerza. Mis hijos vieron todo. Me vieron muerta. Mis hijos me vieron muerta y no pude decirles nada. Vieron a su padre asesinar a su madre. Póngase en mis zapatos. ¿Tiene hijos usted? Yo pensé que mi niña estaba esa tarde en el conservatorio. Me quebré Historias de desobediencia 84 Digo tu nombre de la incertidumbre. No estaba por ningún lado. Toda la noche buscando, averiguando. La noche más oscura del mundo es la noche en que se busca a una hija desaparecida, se nos rompe el cuerpo de la angustia. A la mañana siguiente me volvió el alma, me llamaron del colegio. Ahí estaba mi pequeñita. Se me hacían cortas las piernas hasta llegar. ¡Por fin! Cuando llegué, vi a mi hija muerta en el jardín de la escuela. No me avisaron cuando me llamaron. ¿Usted podría volver de algo así? ¿Caminar a abrazarla y no recibir nunca más su abrazo de vuelta? ¿Usted podría seguir respirando luego de eso? Lo que me encantaba ser mujer. Es que una es más auténtica cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí misma, como dice Agrado en la película. Yo me llamaba Salomé desde el 2008. Elegí mi nombre como elegí las formas de mi cuerpo: con fascinación de artista. Todo era nuevo, mi voz, mis ganas de llorar, mis senos, la sonrisa. Él no me conocía, pero yo lo veía en la cevichería de mis amigas. Un día nos parqueamos detrás de una mecánica. Póngase en mis zapatos: las ganas, mi cuerpo nuevo, hermoso, de nombre Salomé. Pero algo lo enfurecía, verme, tocarme, desearme. Del deseo más vivo pasó al odio más profundo. Tenía una navaja. Lo primero que pensé es que me podría perforar el pecho. ¿Saldría sangre, silicona, una mezcla de las dos? Cuando me degolló, mató a una mujer, no a otro hombre. Por lo menos si mi lápida dijera mi nombre. Me enterraron como hombre tras asesinarme mujer, como si Salomé no hubiera existido nunca. Pero soy Salomé. Fui Salomé. No me va a encontrar si busca la lápida, pero era yo. Es que a mí me gustan las fiestas. Mi mamá me dice que no me vista así, pero si soy linda, ¿por qué no? A esa casa fui con mi mejor amiga. Nos dieron a probar una cosa y Historias de desobediencia 85 Digo tu nombre yo probé porque todos hicieron lo mismo. Después de eso ya no me acuerdo bien. Ese chico me gustaba pero sólo para salir. Me llevó a un cuarto, yo no quería. Me quise escapar pero me pesaba la cabeza. Quería que mi mamá me fuera a recoger, que mi papá apareciera en la puerta, que alguien viniera y me quitara de encima el peso de su cuerpo. Mi mamá se quedó sin hija. No pude después de eso. Ellos casi me mataron esa noche, luego me di muerte yo. Póngase en mis zapatos: verlos en la calle reírse de mí, amenazarme, recordarme que hicieron lo que quisieron… no pude más y tomé mi vida. Mi mamá se quedó sin mí, pero yo tampoco me tenía ya. Los zapatos solo pueden dejar huellas llevados por el peso del cuerpo que los viste. Si no hay cuerpo, ¿qué huella deja un zapato sin pisada? En los zapatos ya no está el cuerpo de las que han muerto, pero las otras vienen a recoger sus pasos para convertirlos en memoria. Los zapatos no calzados por toda una vida, para recordar esa vida y no dejar que se apaguen otras. Los zapatos en el armario, en fila, mostrando la forma que tenía el pie. Los zapatos en fila, tristísimos, con el peso de ningún cuerpo. ¿Se enteraron ya esos zapatos vacíos de que ella está muerta? Póngase en mis zapatos, es lo que queda de mí. 2016 11 25, La Barra Espaciadora Historias de desobediencia 86 Digo tu nombre Nuestra justicia por Vanessa El complejo judicial de Tungurahua en donde estamos tiene pasillos estrechos. Uno de ellos conduce a la sala donde se llevará a cabo la audiencia de veredicto por el feminicidio de Vanessa Landínez Ortega. Es el 25 de abril de 2018, cuatro años y seis meses más tarde. Vanessa fue asesinada la madrugada del 19 de octubre de 2013 en el Hotel Portugal de un golpe en el hígado. La fachada del complejo judicial es toda de vidrio, como si en Ecuador la justicia fuera transparente. Tras esa vitrina, por esos estrechos corredores, camina el asesino de una mujer. En Ambato, a veces se terminan las fiestas en hoteles, les llaman amanecederos. Al cierre de bares y discotecas, se alquilan un par de habitaciones y se sigue. En el Hotel Portugal, por ejemplo. Alejandro, el taxista que me cuenta esto mientras lo buscamos, no duda en decirme: «No está bien que las mujeres salgan a amanecederos, es arriesgarse por gusto». Los amanecederos son una costumbre, y como toda costumbre, arrastran violencias que nos negamos a desnaturalizar. Pasamos por algunos amanecederos cuando salgo del complejo judicial. Alejandro repite lo que me dicen muchos hombres en Ambato: “se arriesgan por gusto.” ¿Y quién ejerce la violencia? Es una pregunta invisible, no sabe qué contestar. Yo misma me quedo por unas horas en uno de los hoteles de la ciudad para poder comprender. Pido una llave, me miran con sospecha porque llego sola. Miro las habitaciones, los filos de las gradas, pasillos en donde puede haber un encuentro de madrugada, los lugares donde duermen los celadores en los vestíbulos. Es estremecedor. Estar en un lugar y pensar que allí nos pueden dar muerte, seguir el paso de Vanessa para comprenHistorias de desobediencia 87 Digo tu nombre der, verla subir las gradas, caer. Los pasillos me hacen ver que la soledad de las mujeres es infinita en los instantes en que dan su última batalla. El hígado es un órgano repleto de sangre, es pesado y macizo, me dice José Luis Coba, médico y colega a quien tengo la confianza de pedirle que me transmita el aprendizaje atroz de cómo se puede destruir. Imagino, triste tarea, la caída de Vanessa. «El hígado, lleno de sangre, es como una esponja empapada. Allí se acumula sangre, y desde allí de distribuye. Si es roto, evacua sus líquidos preciosos». Ser capaz de establecer ese contacto fugaz pero mortal entre dos cuerpos: llevar un puño a un cuerpo, desatar una fuerza, dejar que avance. En el informe forense más contundente que escuchamos en la audiencia, consta que en el abdomen de Vanessa había 2.500 centímetros cúbicos de sangre: «2.500cc en cavidad abdominal», una «hipovolemia grave», es decir, una hemorragia interna. El autor de este informe y de la auditoría médico-legal es el perito Luis Guaico Pazmiño. En nuestros aprendizajes cotidianos de cómo terminan con nuestros cuerpos, mi mamá me pregunta: «¿Cómo había tanta sangre acumulada en Vanessa si solo tenemos unos cinco litros en todo el cuerpo?». Es la primera vez que veo esta proporción, y la pregunta atinada de mi mamá es otro golpe. El abdomen de Vanessa tenía regados dos litros y medio de sangre al momento de su muerte, o sea, la mitad de la sangre de su cuerpo. La mitad de Vanessa yéndose dentro de Vanessa. La hemorragia fue muy rápida luego de que la golpearon, dice Guaico Pazmiño en la audiencia, y Vanessa no pudo haberse mantenido con vida por más de una hora. Mientras se mantuvo viva, dicen testigos en el juicio, su agresor asestó más golpes. Historias de desobediencia 88 Digo tu nombre Algunos se habían registrado como «chupones»: alcohol, sexo, amanecedero, por tanto, una mujer es culpable de su muerte. En realidad, son golpes violentos; entre ellos, hay una pisada. Hay un hematoma en el dorso de la mano derecha de Vanessa. Una vez caída, el mismo hombre que la golpea en el tórax le pisa la mano. Pisar a una mujer desde arriba mientras ella empieza a desangrarse. Pisar con la fuerza de un hombre alto, enfurecido, poderoso, de mandíbula tensa y mirada desorbitada. La caída de Vanessa es, para gente de la ciudad, una caída moral. Los diarios ambateños la culpan de su propia muerte, creando una narrativa que no solo encubre el golpe de su asesino, sino un orden: privilegio económico, impunidad masculina, violencias, todo ello cayendo sobre la mano de Vanessa en el suelo. No solo saber pisar, sino pisotear. Los diarios, la ciudad, son cómplices de este pisotón sádico y contribuyen a dibujar la caída moral de Vanessa al retratarla como culpable de haber recibido un golpe de muerte. Durante la audiencia, los operadores de justicia se refieren a él como «Esteban» y a Vanessa como «la occisa», «la chica». Esa familiaridad inquietante, en contraste con la displicencia con que se refieren a Vanessa, da cuenta de una serie de desigualdades que descubre este proceso. El 9 de junio de 2014, a las 15:26, Esteban Mauricio Guerrero Ortiz fue declarado inocente. Su coartada era que ella había caído por las gradas del Hotel Portugal y que por eso había muerto. Rosita Ortega —prima hermana de Vanessa— es el espíritu de la plataforma Justicia para Vanessa. De ella y de su familia vienen la sabiduría y el aplomo de haber construido justicia desde abajo al hacer de su duelo una forma de organización feminista sostenida. Hoy, esa sabiduría ha creado jurisprudencia y ha sentado un Historias de desobediencia 89 Digo tu nombre precedente que ha derribado, aunque sea en parte, la desigualdad económica y social en que se desarrolló el proceso legal del asesinato de Vanessa. Bladimir Ortega es el tío de Vanessa, Rocío Vásquez, su tía. Anita Ortega, su madre. Son una familia de maestros. Y está, en su futuro, la pequeña hija de Vanessa que hoy cría su abuela, Rafa. A ella le debemos los relatos del mañana. A esa pequeña niña una compañerita ya le ha dicho en la escuela que su mamá fue «asesinada». A cientos de niños y niñas cuyas madres han sido asesinadas les llegarán estas violencias en forma de preguntas, verdades a medias, desprecios. ¿Por qué dos niñas pequeñas tendrían que saber pronunciar esa palabra? Las articulaciones creadas por la plataforma Justicia para Vanessa condujeron a la defensa del caso por parte de las abogadas del centro Surkuna Estefanía Chávez y Ana Vera, una vez que el abogado Juan Pablo Albán logró la nulidad del caso: estos fueron procesos colectivos entre la militancia feminista, el trabajo universitario, la narración de estas historias y el derecho. «Hay que hallar la fuerza para empezar de nuevo», decía Rosita. Y la hallaron. Esto no es anecdótico: hay aquí una convergencia fundamental entre la necesidad de crear jurisprudencia con justicia de género, la lucha de las plataformas y la convicción de que necesitamos cambiar los procesos legales, los relatos judiciales y la invisibilidad de la violencia de género que subyace en el sistema de justicia. Esto no quiere decir endurecer penas ni fortalecer el sistema penal, por el contrario, se trata de transformarlo con la justicia que necesitamos al no poder erradicar las violencias. Una parte fundamental de la justicia es la Historias de desobediencia 90 Digo tu nombre reparación: Vanessa no murió por una caída ni por su culpa, fue asesinada de forma violenta por un hombre con poder. Quisiéramos que ella fuera la última, pero no hay nada más lejos de la realidad que este deseo, y por eso seguimos demandando que los culpables sean vistos como tales. Al ser encubiertos, se encubre un orden, y parte de él es la insolidaridad con las víctimas. En la audiencia de abril de 2018 y tras la revisión de los cuerpos legales, la documentación médica legal existente, sosteniendo su análisis en medicina basada en evidencias y luego de rendir su testimonio, Luis Guaico Pazmiño concluyó que era imposible que la hemorragia de Vanessa hubiera sido provocada por una caída. A esto se sumaba la declaración de la perito psicológica, que nos confirmaba lo que sabemos: la violencia que se descarga sobre nuestros cuerpos viene, en gran parte, de la impunidad con que viven los hombres con poder que jamás han pensado que es un problema no saber contener su ira. El perfil de Esteban Mauricio Guerrero Ortiz concordaba con esto: narcisista, perverso, con rasgos obsesivos y problemas con la autoridad. El informe de Guaico Pazmiño menciona una laceración importante en el lóbulo derecho del hígado de Vanessa, y un «trauma lacerante grado III del lóbulo hepático izquierdo». La laceración profunda del lóbulo izquierdo es mortal. A Vanessa le dieron un golpe con tal fuerza que, de adelante hacia atrás, el impacto recorrió su cuerpo hasta llenarlo de sangre. El informe toxicológico dice que Vanessa tenía 0,4 gramos de alcohol por litro de sangre, y la ampliación del mismo señala entre 0,7 y 0,9 gramos. En el primer caso, se considera que la persona está bajo la influencia del alcohol, Historias de desobediencia 91 Digo tu nombre y en el segundo, no hay inconsciencia, aun si se hubiera hallado en estado de ebriedad. En ninguno de los casos, Vanessa podía haber caído por las escaleras por estar inconsciente ni por haber perdido sus reflejos. Dentro de estos límites, con el consumo de alcohol «no hay pérdida de conocimiento. Hay formas de caer, caemos con conciencia de estar cayendo, el cuerpo reacciona y los miembros resguardan como astas las partes más preciosas del cuerpo para marcar territorios de protección», me explica José Luis Coba. Ponemos las manos instintivamente cuando vamos a caer. Nuestros miembros como astas para proteger lo más precioso. Y las manos de otro, astas que se cierran para convertirse en armas. Romper un cuerpo, robarle la mitad de su sangre con un golpe, sacarla de su cauce precioso. Vanessa no murió por haber caído. «No tuvieron compasión conmigo por cómo hablaban sobre mi hija, no escatimaban preguntas de todo tipo, hasta sexuales», nos dice Anita Ortega, la mamá de Vanessa. Todas vimos el proceder del abogado del acusado, Giovanny Altamirano, en una tarea permanente de desorientar y de estigmatizar a Vanessa. Después de todos estos años, se atrevió a preguntar a su propia madre durante su testimonio por el consumo de alcohol por parte de Vanessa y por su conducta, insinuando que podría haberse merecido ser asesinada. El día 2 de mayo de 2018, en Ambato, Esteban Mauricio Guerrero Ortiz fue declarado culpable por «homicidio preterintencional» contra Vanessa y sentenciado a tres años de reclusión menor. Es decir, homicidio inintencional: ¿No pudo controlar su fuerza? ¿No sabemos que podemos matar a alguien de un golpe? Esa es la justicia que tenemos: saber dónde golpear, hacerlo y no ser responsabilizado por no medir la propia fuerza. Historias de desobediencia 92 Digo tu nombre Ese día, la justicia en Tungurahua, la segunda provincia más violenta del país para las mujeres en Ecuador, sentó un precedente: admitieron, por fin, que Vanessa fue asesinada por Esteban Mauricio Guerrero Ortiz, que no se murió por una caída, que su muerte no fue su culpa y que merece que su memoria sea reparada. Ni tres ni treinta años de cárcel traerán a Vanessa de vuelta con su hija y con su familia, pero ese día, la justicia construida desde abajo corrigió la Historia. Así lo dijo la familia Ortega, con una sabiduría que desarma: «Nosotros ya hicimos nuestra justicia. Nuestra justicia es la importante, la que hemos construido entre todas». Construiremos la justicia que queremos hasta que, un día, deje de ser necesaria. Un día, no será vaciada nuestra sangre del cuerpo. 2018 05 16, La Barra Espaciadora El 24 de septiembre de 2021, Surkuna, el centro de protección de derechos que llevó el caso, emitió este comunicado: “El juez de garantías penitenciarias de la ciudad de Ambato Galo Miguel Rodríguez Calle liberó al homicida de Vanessa Landínez Ortega, Esteban Mauricio Guerrero Ortiz. Hizo caso omiso del debido proceso que establecía que en su caso para la aplicación de beneficios penitenciarios debía usarse el COIP, norma durante todo el proceso de juzgamiento, razón por la cual no existían las condiciones para solicitar el beneficio penitenciario requerido de la prelibertad, y menos para otorgarlo. El juez tampoco respondió a ningún requerimiento hecho por la defensa de la víctima sobre la reparación integral a la víctima e incumplió con su obligación legal de enviar a Fiscalía el proceso al constatarse el incumplimiento de la reparación integral.” La lucha sigue. La memoria de Vanessa se halla agrupada en el hashtag y en la plataforma FB #JusticiaParaVanessa Historias de desobediencia 93 Niñez, esa chispa p96 Salomé no es Gaspard p105 Niñas rotas p110 Te creí tanto p116 Los Principitos p126 Las niñas de Guatemala p133 El fuego que no cesa p140 De vuelta a tus patines, pequeña Emilia p145 El tamaño de un cadáver Niñez, esa chispa Salomé no es Gaspard Hace dos años en Quito, Fernanda sostuvo una relación con Segundo T., casado con Victoria A. En pareja, Fernanda y Segundo tuvieron a una niña, Salomé, ahora en manos de Victoria y Segundo. La Biblia contiene relatos de mujeres llamadas infértiles que usan a otras contra su voluntad para tener hijos de sus esposos. Muchas veces, se trata de esclavas explotadas sexualmente por las señoras de casas en donde no yay procreación. La distopia retratada por Margaret Atwood en El cuento de la criada no es imaginación, ni la violación ritual para reproducir la vida por medio de la maternidad forzada ha desaparecido del mundo. Al mismo tiempo, el secuestro de bebés al nacer es aún parte de la historia de las mujeres. Historias como la de Fernanda nos arrojan a esta oscuridad. Dice el Génesis: «Saraí, mujer de Abraham, no le había dado hijos; pero tenía una esclava egipcia de nombre Agar: Ya ves que Yahvé me ha hecho estéril. Llégate, pues, a mi esclava, quizás yo obtenga hijos de ella. Tomó Saraí, mujer de Abraham, a la egipcia Agar, su esclava, y se la dio por mujer a su marido, Abraham. Se llegó él a Agar, que concibió». Según estas leyes, el hijo o la hija de una esclava son considerados hijos de la esposa infértil. 5 de abril del 2014, del Génesis a Quito Para dar a luz, Fernanda ingresa a una clínica de fertilidad situada en el sector del barrio Jipijapa, en Quito. Tiene 37 semanas de embarazo. Ese día se convierte en madre de Salomé. Curiosamente, el personal de la clínica Historias de desobediencia 96 Niñez, esa chispa de fertilidad del sector Jipijapa donde da a luz no le permite ver a su hija, lo que la alarma. 10 de abril del 2014 El nacimiento de Salomé es inscrito en el Registro Oficial por su padre, Segundo T., y la esposa de este, Victoria A., en la provincia de Pichincha, parroquia Centro histórico. Solicita la inscripción Segundo T. «Padres casados entre sí presentes solicitan y firman la inscripción». Dos mujeres acuden como testigos. La abogada firmante es Marjorie Íñiguez. Fernanda no está presente en la inscripción de su hija. Es entonces cuando inicia la pesadilla del secuestro parental de Salomé. La niña es inscrita con el primer apellido del padre y el primer apellido de su esposa, quien no es su madre biológica ni ha adoptado a Salomé, pues la niña no estaba en adopción ni su madre había fallecido ni había renunciado a su cuidado. Ese día, cuando Segundo y Victoria inscriben a Salomé como la hija biológica de ambos, Salomé deja de ser la hija de Fernanda en términos legales y contra la voluntad de esta última. La niña se halla en total estado de indefensión, inerme, sin conocimiento de que su identidad está siendo deliberadamente falseada por su padre y su esposa, quien se convertirá en su madre a la fuerza. Fernanda es separada de su hija y castigada por haber tenido una relación y luego una hija biológica con Segundo y no ser su esposa. A la semana, Fernanda y Salomé son dadas de alta. Segundo y Victoria las llevan a su casa en un acto de «compasión», para que se recuperen. Todo está calculado. Historias de desobediencia 97 Niñez, esa chispa En adelante, será la esposa de Segundo, Victoria, quien se ocupe de Fernanda y de Salomé. Según lo narra Fernanda: Segundo ha sido infiel, Fernanda ha quedado embarazada. Victoria quiere un bebé. Salomé será el botín a pagar por la infidelidad. Para perdonar a su esposo, Victoria le exige sacrificar la identidad de Salomé y entregársela. «Abraham dijo a Saraí: mira, tu sierva está bajo tu poder; haz con ella lo que mejor te parezca. Y Saraí la trató muy mal y ella huyó de su presencia», continúa el Génesis en un relato paralelo a lo que sucede entre Fernanda y Victoria. Solo que Fernanda no se resigna, no es sierva de nadie. Victoria resuelve su necesidad de maternidad con la hija de otra mujer. También habrán caído sobre ella los estigmas de la infertilidad, la «incapacidad» de hacer padre a su esposo. Esto, claro está, no se resuelve con el hurto de una recién nacida. Así lo han hecho a lo largo y ancho del mundo mujeres y hombres que han traficado con recién nacidos y con niños: secuestro, compra, asesinato de los padres y «herencia» de bebés. El Cono Sur sigue viviendo las consecuencias de las identidades falseadas de miles de niños porque hubo un aparato que legitimó estos raptos. Esto, que no debería repetirse en ningún lugar del mundo, sigue pasando en distintos contextos. En mayo del 2014, Segundo ya ha devuelto a Fernanda a su ciudad natal. Ella demanda ver a su hija. Victoria cede por una vez y se la lleva al terminal terrestre de Quito, en donde Fernanda puede verla por unos minutos. Segundo ha dejado que las dos mujeres resuelvan el problema de Salomé. Él ya ha cumplido con pagar el precio de su infidelidad dándole una bebé a su esposa. Que ellas se entiendan. Agar y Saraí. Historias de desobediencia 98 Niñez, esa chispa 13 de octubre del 2014 Fernanda busca ayuda en la Defensoría Pública. Contactan a Segundo. La Defensoría, a decir de Fernanda, se inclina por el padre. «Si se prueba que vendiste a tu hija, vas presa». «¿Qué prefieres, estar presa por vender a tu hija o irte a tu casa para estar con tus otros hijos?», le dicen las funcionarias de la Defensoría Pública, lanzando sobre Fernanda todo el estigma social de la madre soltera. Las mismas funcionarias que deberían proteger a la demandante o por lo menos analizar inteligentemente el caso, la amenazan como lo haría cualquier misógino. Segundo se ha acercado a la Defensoría con unos recibos. Él daba 50 dólares mensuales a Fernanda para cubrir gastos médicos del embarazo y pagar los gastos de la clínica. Eso probaría que Fernanda vendió a su hija, dicen. Todo el aparato legal cae encima de Fernanda, quien es acusada de vender a su hija por acercarse a denunciar que Salomé ha sido secuestrada por su padre, quien a la vez la amenaza por iniciar la demanda legal para recuperar a su hija. Las funcionarias de la Defensoría Pública colaboran en contra de Fernanda, con odio de su propia cosecha. Obtener los documentos del nacimiento de Salomé, ahorrar dinero para venir a Quito a dar la lucha, se vuelven un infierno para Fernanda. La justicia la acusa y pone obstáculos en lugar de asistirla. En un momento dado, logra hablar con la fiscal Cecilia G., quien le recomienda dejarlo todo así. Para qué seguir si la niña está bien con su padre. Esta barbaridad sale de la boca de una fiscal. Es inaceptable la injusticia que se ha cometido con Fernanda. La justicia ecuatoriana no solo ha sido cómplice de este rapto con su inoperancia y prejuicio. El caso no Historias de desobediencia 99 Niñez, esa chispa avanza. ¿Qué se puede pensar? Hay una jueza ecuatoriana sentada en su silla que ha permitido tener a Salomé y a Fernanda separadas por un año y cinco meses. Esa jueza y esos administradores de justicia han sido pasivos, negligentes y terriblemente inoperantes en el caso del presunto robo de una menor y falsificación de su identidad. Hace apenas unos meses, otra madre, Arianais A., también vivía la terrible tragedia del secuestro de su hijo Gaspard por parte de su padre biológico. Ella también vivió el estigma de ser madre soltera, de haber sostenido una relación. El caso se volvió mediático y el Ministro del Interior, José Serrano, movilizó todos sus recursos para encontrar a Gaspard y devolverlo a su madre, como ella lo demandaba y merecía. ¿Por qué no se hace lo mismo con Fernanda? ¿De qué depende la justicia? ¿De los réditos mediáticos y políticos de los funcionarios de turno? ¿De las posibilidades económicas de quien demanda? ¿A quién le sirve la justicia en este país? Salomé es una bebé secuestrada hace un año y medio. Fernanda no tiene los recursos para agilizar el proceso y la justicia no le ha demostrado ninguna eficiencia ni solidaridad. ¿Qué hay que hacer para que se trate este caso como se trató el de Gaspard? 13 de octubre del 2015 Se cumple un año desde que Fernanda iniciara una demanda legal por el secuestro de su bebé, Salomé. Aquí hay criminalización de la pobreza porque dos funcionarias públicas amenazaron a Fernanda con cárcel por querer recuperar a su hija. La acusaron de venta. Aquí hay estigmatización contra una mujer que sostuvo una relación con un hombre casado y parece que toda la sociedad Historias de desobediencia 100 Niñez, esa chispa quiere hacerla pagar, empezando por las servidoras de la Defensoría Pública y de Fiscalía. Sus presunciones han sido discriminatorias, ha habido violencia judicial. Parece que así nos gusta ejercer el poder en este país. La justicia es capaz de ver cómo se usa a Salomé como botín de infidelidad, cómo su propio padre y la esposa de este la raptan y alteran su identidad, y no pasa nada. Salomé no es Gaspard. No hay despliegues mediáticos ni protagonismo del Ministro del Interior. Aquí no hay superhéroes. Arianais, mujer valiente y firme, sí es como Fernanda. Ambas mujeres vieron a sus bebés raptados por sus respectivos padres. En ambos casos, hay cálculo, engaño y venganza contra las dos mujeres. ¿Entonces por qué el Ministerio del Interior, Fiscalía y la administración de justicia no se escandalizan? Salomé no ha vuelto Hoy son 653 días. Fernanda los está contando. Hace 653 días Segundo T., ex pareja de Fernanda, la separó de su hija Salomé, recién nacida, para llevársela a vivir con él y con su cónyuge, Victoria. Segundo, padre biológico de la niña, secuestró a su propia hija y le cambió ilegalmente la identidad. Salomé pasó a ser hija reconocida de Segundo y Victoria como «pago» por la relación extramarital de este, violentando la voluntad de Fernanda y el derecho de Salomé ¡a no ser raptada ni cambiada de apellido materno! En octubre del 2015, Fernanda y Salomé finalmente se pudieron realizar la prueba de ADN tras varios obstáculos y una inoperancia escandalosa de la justicia. La jueza Historias de desobediencia 101 Niñez, esa chispa Johanna Ayala demoró meses para permitir la prueba, se aplazó el examen cuatro veces, se dilataron los procesos. ¿Hay alguien que haya interpelado a esta jueza? ¿Qué pasó con la administración de justicia que permitió tal grado de violencia judicial contra Fernanda? ¿En dónde está el Consejo de la Judicatura cuando se maltrata a la ciudadanía a este grado? El señor judicator Gustavo Jalkh se ha dado palmaditas por los avances de Ecuador en los derechos de las mujeres, pero esto no pasa de demagogia si estos casos se manejan con esta torpeza. Señor Jalkh, ¿tolera usted esto mientras habla de derechos y de género? El resultado del examen de ADN fue contundente: Fernanda es madre biológica de Salomé. El 27 de octubre de 2015, Fernanda escribe en redes: «Hoy otro mes más que cumples, mi pequeña Salomé, pero esta vez me siento muy feliz y contenta porque finalmente se pudo realizar la prueba de ADN. Pude verte por un ratito, hijita, estás hermosa caminando y tranquilita, así sea por poco tiempo te pude ver, mi Salomé, en ese momento me tuve que conformar». Luego del examen de ADN, Fernanda, sus abogadas, su familia, esperaban una solución inmediata. No llegó. Otra vez, pasan semanas. Incomprensible. ¿Cómo duermen sabiendo lo que hacen con la vida de una persona que espera, día tras día, recuperar a una hija robada a los días de nacer? Hemos llegado a ese nivel de indolencia y de cinismo. El caso de Salomé se encuentra ahora en la Corte Provincial de Pichincha. Marco Rodríguez Ruiz es el presidente de la Corte. El jueves 21 de enero, en esa Corte, estaba lista la audiencia de conciliación para Fernanda, convocada ocho días antes. La conciliación se suspende por un escrito del abogado de Segundo T. y Victoria A. Historias de desobediencia 102 Niñez, esa chispa presentado una hora antes de la audiencia. Fernanda está siendo hostigada, no se entiende de otra manera si su caso no avanza, si se prefieren los obstáculos al debido proceso, si se piensa siquiera que su hija estaría mejor en otro lugar que con ella. Y ahora: ¿conciliar qué? Es inaudito que se programe una audiencia de conciliación para una madre cuya hija fue secuestrada hace más de año y medio. ¿Cómo va a actuar la Corte Provincial? Fernanda no solo ha sido maltratada por la Defensoría Pública y la jueza asignada anteriormente, sino que ahora, además, se le pide llegar a un acuerdo mutuo con quienes se llevaron a su hija de la clínica del barrio Jipijapa y la registraron con un apellido materno falso. Esto muestra el escandaloso desamparo en que vivimos. Se puede falsificar documentos, se puede cambiar la identidad de los recién nacidos, se puede pedir un bebé como pago por una infidelidad y no pasa nada. Es escalofriante el umbral de tolerancia que tenemos para vivir con estas cosas. ¿Para qué sirve el enorme aparato de justicia que se ufana de la progresión de derechos en este país? Fernanda no ha podido ver los primeros pasos de Salomé, se la ha negado su derecho al cuidado de su hija, a su vida en familia. También se la ha estigmatizado con una enorme hipocresía por decisiones de su vida personal que solo le incumben a ella y eso ha obstaculizado los procesos que debieron haber tenido lugar de manera debida, sin juzgar a quien hacía uso del aparato de justicia, que se muestra hostil e inoperante. Fernanda era una madre anónima, desamparada y amenazada por el padre biológico de su hija. Su determinación y valentía han hecho del suyo un caso paradigmático en la defensa de los derechos de las mujeres Historias de desobediencia 103 Niñez, esa chispa y de los niños. Si algo le ha traído esta inenarrable desgracia ha sido la solidaridad y admiración de abogadas, activistas, personas que saben que ella está en lo correcto. Fernanda ha hecho de su golpe una razón para la fortaleza. Estamos vigilantes con ella y por Salomé. Fernanda, que dejes de contar los días de la ausencia, que se detengan y que empieces a contar los días del reencuentro muy pronto. 2016 01 22 Historias de desobediencia 104 Niñez, esa chispa Niñas rotas Orfandad: ¿Por qué, si existe una palabra tan plena para los que han perdido a sus padres, no existe una para quienes pierden a sus hijos? ¿El lenguaje se resiste a aceptar en su semántica y en su léxico una de las aberraciones de la naturaleza? Jorge Aguilar Mora En el 2006, Johanna Cifuentes fue asesinada por su ex pareja. Tenía 19 años y había intentado terminar su relación con Edison Q. Él le hizo saber que no aceptaba la ruptura con 21 puñaladas que le metió a dos cuadras del parque de Chillogallo. Johanna nunca llegó a su casa ni volvió a la óptica donde trabajaba. Cerca del lugar donde fue apuñalada, aún se ve el mismo árbol. La plataforma Diez años sin Johanna informa hoy tras una interminable búsqueda de justicia: «El 24 de febrero de 2016 se obtuvo una sentencia condenatoria en contra de Edison Q., misma que actualmente corre el riesgo de ser anulada de ser aceptado el recurso de nulidad propuesto por el responsable del asesinato de Johanna». La sentencia de este caso se dicta el día 9 de septiembre en la Corte Provincial de Pichincha. Para que esta sentencia sea posible, Slendy Cifuentes Rubio, hermana de Johanna, no descansó durante diez años. Recurrió a la Interpol y localizó a Edison Q. en Venezuela. Hoy, nada le va a devolver la vida a Johanna, pero su familia ha recurrido a la única forma de justicia Historias de desobediencia 105 Niñez, esa chispa que tenemos, que es la que nos deben. Slendy y su familia han tenido que luchar por diez años para encontrar al asesino de su hermana, haciendo el trabajo que tuvo que haber hecho el Estado. Johanna tenía apenas 19 años. Lucy Diana, en Ayacucho, tenía 15. Murió a fines de agosto. Su familia era migrante, vivían en una pequeña habitación. Con una amiga, pasó por una casa a donde la invitaron a entrar muchachos de su edad. No, no fue su culpa. Tenía 15 años, entró a una fiesta, quizás esperaba un beso. En las fiestas que se hacían allí, se elegía a muchachas vulnerables para destrozarlas. Lucy Diana volvió a su casa tras unas horas con el pantalón ensangrentado. Esperaba quizás un beso, o bailar. Fue violada por seis sujetos. Le introdujeron objetos por la vagina y el ano, la torturaron, la violaron. Cuando logró volver a casa, Lucy Diana estaba rota. Sus padres, que la vieron llegar así, ensangrentada, casi muerta, la llevaron al hospital, pero ya no se pudo hacer nada. Lucy Diana luchó por su vida durante cuatro días. Falleció por una infección general. Mi amigo Jesús escribe desde Perú: «Nunca nadie debió haber oído de Lucy Diana. Debió haber llevado una vida común y silvestre que no le importara a nadie más que a los suyos. O quizás sí, debimos haber oído hablar de ella. Porque fue la primera peruana astronauta. O porque fundó un imperio de cosmetología desde Ayacucho. O porque ganó por fin unas olimpiadas. Pero ya no, ya no hará nada de eso, aunque paradójicamente su nombre haya salido en la prensa y sea repentinamente la “famosa” Lucy Diana: este nombre desde ahora me retumba en los oídos con pena, con rabia, hasta que otro nombre Historias de desobediencia 106 Niñez, esa chispa con otra violenta historia venga a remplazar el suyo». O venga, con certeza, a sumarse a él en la lista terrible y silenciosa de las niñas muertas. En Perú, en Ecuador, en todos los lugares del mundo, nos hermana esa lista. Compartimos un cortejo fúnebre de niñas muertas que antes de morir vieron cómo las rompieron. Esas niñas se vieron a sí mismas ser asesinadas. Compartimos una procesión que no termina. El nombre de Valentina Cosíos Montenegro también nos retumba en los oídos. Nunca nadie debió haber oído de Valentina. Su nombre no tenía que aparecer en la prensa. Su vida tenía que ser ligera, como tendría que ser una vida de once años. Hoy, sin embargo, hemos visto su rostro. En la imagen que se despliega ante nosotros, Valentina lleva un vestido azul y tiene los dedos colocados perfectamente sobre su flauta traversa, casi más larga que sus brazos. Los labios sobre el bisel, posa como toda una música. En esa foto, Valentina estaba viva. Era una vida ordinaria, como todas las vidas, pero se volvía extraordinaria a los ojos de su mamá o a los oídos de quienes la escuchaban tocar. «En la mañana del 24 de junio encontré a mi hija sin vida en el patio de la Unidad Educativa Global del Ecuador, ubicada en la Av. 6 de Diciembre y Colón. Estaba recostada junto a los juegos, cubierta con una manta. El dolor es indescriptible. Ningún maestro tiene idea, las autoridades me dicen que no son responsables de lo que pasó con mi hija. ¿Entonces de quién es la responsabilidad?». Ruth Montenegro, la madre de Valentina, es de una valentía que estremece. Ha sido capaz de narrar esta historia una Historias de desobediencia 107 Niñez, esa chispa y otra vez, ante el periodista indolente, ante la justicia sorda, ante todos. Valentina Cosíos Montenegro tenía once años. Pasó una noche en la Unidad Educativa Global, sin vida, su cuerpo junto a los juegos. Johanna tenía 19 años. Lucy Diana tenía 15. Valentina tenía 11. Aparentemente, en el caso de Valentina hay dos informes. El primero dice que sufrió una violación, el segundo cambia y omite este hecho. El ministro de Educación, con una mezquindad y una impunidad que provienen de lo más bajo de lo humano, ha dicho que su Ministerio no tiene responsabilidad ante este hecho. No les incumbe que una niña de 11 años pueda haber sido violada y asesinada dentro de una escuela. ¿Tenía permisos de operación esa institución? ¿Qué entidad se los otorgó, con qué supervisiones? ¿Por qué la Unidad Educativa Global no está clausurada? ¿Cómo los padres de familia pueden seguir dejando allí a sus hijos si pueden hallarlos muertos? Si esto no le incumbe al Ministerio de Educación, ¿entonces qué le incumbe? La familia Cifuentes, Ruth Montenegro, el hermano de Lucy Diana que cargó a su hermana ensangrentada para verla morir, tienen una valentía y una perseverancia infinitas. Pero su duelo no tenía que haber sido valiente ni perseverante. Johanna, Lucy Diana, Valentina, no tenían que haber sido asesinadas. El Estado tenía que hacerse cargo de sus procesos. Y si lo hace, esos procesos no son sus trofeos sino su responsabilidad, apenas un mínimo inicio de reparación. Aun así, del duelo de estas familias emerge una fuerza colosal que nos sostiene a todos y que todos estamos llamados a sostener para que el mundo no termine de caerse. Historias de desobediencia 108 Niñez, esa chispa María tenía 86. Cristina tenía 41. Vanessa tenía 39. Majo tenía 22. Leslie tenía 22. Karina tenía 20. Johanna tenía 19. Pamela tenía 19. Gaby tenía 19. Anahí tenía 18. Lucy Diana tenía 15. Mayra tenía 13. Valentina tenía 11... 2016 09 06 Los procesos de sororidad de Valentina, Johanna, Lucy Diana, pueden visitarse en FB en memoria de ellas y por sus luchas en Justicia para Valentina Cosíos Montenegro, 10 años sin Johanna y en el hashtag que circula en Perú #Todasdeluto por Lucy Diana. Historias de desobediencia 109 Niñez, esa chispa Te creí tanto Lucas tenía 5 años e iba a un colegio privado francés al norte de Quito. Hace dos años, sus padres notaron señales de abuso sexual en su conducta. El testimonio de Lucas les confirmó que su hijo había sido víctima de su profesor de natación. Le creemos a Lucas. ¿Por qué no dudamos? La psicología y los campos de estudio de abuso infantil y violencia coinciden en puntos que es fundamental comprender para enfrentarnos a una historia tan desoladora como esta. Comprenderlo es la diferencia entre destruir la vida de un niño o contribuir a rehacerla. Lo que los expertos llaman «valoración de la credibilidad» de un testimonio está dada por entrevistas, pruebas de distinto tipo y por parte de varias personas. Honrar la voz de los niños es saber reconocer también que hay verdad en su palabra. Los niños no suelen inventar historias de abuso sexual: no tienen suficiente información para crear detalles y, sobre todo, saben que tienen mucho que perder. Un niño que está por contar una historia de abuso sabe que puede ser castigado, porque eso es lo que les hemos enseñado; sabe que podrá ser apartado de su agresor, que puede ser de su familia o un ser querido. Los niños saben esto, y las víctimas son siempre quienes más tienen que perder. También hay signos inequívocos en casos de abuso infantil. La conducta sexual durante el juego o saber demasiado sobre sexo a una edad en que no es común debe ser señal de alarma para el entorno del niño. No contar de inmediato sobre un abuso tampoco es señal de que se trate de una Historias de desobediencia 110 Niñez, esa chispa fantasía: el miedo y las amenazas hacen que las víctimas callen por meses o años, no solo en el caso de los niños. Lucas sufrió abuso de su profesor de natación dentro de su plantel. Este es el testimonio de Paulina, su madre: «Mi hijo fue a jugar a casa de un amigo y quiso reproducir un acto sexual con él. La madre me informó de la situación y eso nos permitió hablar con mi hijo, que le contó a su padre en sus propias palabras que su profesor había abusado de él. Luego lo golpeó y lo amenazó con matar a su padre si Lucas decía algo, le dijo que era un niño malo». Lo que le ha salvado la vida a Lucas es que su madre y su padre le creyeran. Un proceso duro e interminable empezaba para toda la familia. Lucas sabía que su papá «podía morir», y de todas maneras decidió contarle lo que le había pasado porque sabía que le habían hecho daño. «Lucas empezó a orinarse en la cama, se despertaba gritando y con pesadillas». Los padres de Lucas denunciaron en 2015 ante las autoridades del plantel que su hijo había sufrido abuso sexual. El colegio se vio en la obligación de realizar la denuncia ante la DINAPEN. La familia, dice su madre, entraba en el espiral del proceso legal: Fiscalía, pruebas para Lucas en cámara Gesell, reconocimientos. Lucas identificó varias veces a su agresor: en persona, en fotografías y en la cámara. La investigación duró ocho meses. Lo que le llama la atención es que el colegio no separó al acusado de la institución, según Paulina. «Durante los meses de investigación el profesor siguió dando “clases azules”, que son viajes fuera de la ciudad. Siguió estando solo con los niños aun luego de la denuncia», relata. El argumento de las autoridades es fácil de suponer: se trata de Historias de desobediencia 111 Niñez, esa chispa un buen colegio, de «buen nombre», un plantel seguro: «Eso no puede pasar aquí». No puede pasar: lo que hemos escuchado por siglos porque es preferible dudar de un niño que desmontar todo un sistema que encubre la violencia. Y como suele pasar en estos procesos de encubrimiento más o menos deliberado de esa violencia, Paulina y su esposo fueron desprestigiados para restarle valor a su palabra. «Me di cuenta de que la gente se guía por la conveniencia y por el poder, fue muy duro constatar esto». Si no bastara la palabra de los padres de Lucas, en la sentencia del caso aparecen tres psicólogas que confirman que Lucas sufrió abuso sexual por parte de un profesor de su escuela. Al contrario de las autoridades del plantel, a criterio de Paulina «Fiscalía y DINAPEN actuaron debidamente. Tras las pruebas en cámara Gesell el acusado fue detenido y trasladado a una prisión en Quito en abril de 2015», afirma Paulina. Lo sorprendente es que salió libre sin debido proceso y no cumplió siquiera con los 90 días de la etapa de investigación. El 22 de noviembre de 2016 tuvo lugar la audiencia final de este caso. Tres jueces encontraron culpable de abuso sexual al profesor de natación de Lucas. Fue condenado a 22 años de prisión. Las entidades involucradas en el proceso, dice Paulina, actuaron con independencia. «Nosotros le creímos a mi hijo, el Estado le creyó a mi hijo, los jueces le creyeron a mi hijo, los fiscales le creyeron. Ese día, cuando volví a la casa, les conté a mis hijos que habíamos ganado porque todos le habíamos creído a Lucas». Al mismo tiempo, continúa, esto no constituye un acto de reparación para su familia, que pagó un precio muy alto durante este proceso. La sentencia Historias de desobediencia 112 Niñez, esa chispa es contundente y afirma el delito del profesor, constan las evaluaciones de varias psicólogas. «Te creí tanto que fui hasta las últimas consecuencias», le dice su mamá a Lucas. Me pregunto cuántos de nosotros podemos decir esto cuando escuchamos el testimonio de alguien que amamos y detenemos nuestra vida para desmontar la violencia que lo aplasta en el momento en que sufre un abuso. Para creerle a alguien es necesario desmontarlo todo, porque el mundo en que vivimos está hecho para encubrir su palabra. Tanto los profesores como los padres de familia se inclinaron por la versión oficial del colegio, me cuenta Paulina. El caso se sofocó y la versión de la familia fue deslegitimada, lo que resulta muy inquietante cuando todos los otros niños de la escuela podían estar en el mismo peligro que Lucas. Si fuera que el espíritu de cuerpo de los profesores o el espíritu de clase de los padres de familia se impuso por sobre el testimonio de Lucas, habría todo un orden social legitimando la violencia, que es siempre inconveniente y obliga a revisar esos pactos, ya sean de clase, de poder o de gremio. Es mejor dejar todo como está, no escuchar. Así mantenemos el statu quo y la violencia que allí subyace. Tras todas las pruebas a las que tuvo que someterse, Lucas, con toda la sabiduría que tiene un niño, dijo que lo que más quería era que le creyeran, porque sabía que le habían hecho daño. «Los abogados defensores del agresor me acusaron de ser una mala madre por enseñarles de sexualidad a mis hijos: por decirles que nadie los puede tocar en sus partes íntimas». Si hemos tenido la suerte de Historias de desobediencia 113 Niñez, esa chispa que nuestros padres nos enseñen a proteger nuestro cuerpo desde que somos pequeñas, sabemos que no son unos pervertidos, sino que nos estaban protegiendo justamente de abusos como este. Al rastrear al agresor de Lucas, la familia de Paulina encuentra el año pasado fotos públicas en su perfil de Facebook. El sentenciado por abuso sexual aparece en una celebración de fin de año junto a las asambleístas Gabriela Rivadeneira y María José Carrión. Son relaciones que no se pueden obviar porque son relaciones de poder. Al mismo tiempo, hay que recordar el certificado de honorabilidad que Rivadeneira emitió contra un acusado de violación en Otavalo, y no olvidamos el caso Glas Viejó. Ante esto, no se puede dejar de mirar que este gobierno se ha convertido en protector del abuso sexual. No solamente que los casos de abuso no son aislados, sino que están protegidos por el poder cuando ese poder tiene vínculos con los agresores. Eso hace la violencia más aplastante todavía. El jueves 2 de febrero tendrá lugar una audiencia de apelación del sentenciado en la Corte Provincial y lo representa Caupolicán Ochoa, abogado personal del presidente de la República. «Nos preguntamos cómo un profesor de natación ha gozado de tanta protección y tiene acceso a un equipo de abogados tan poderoso», dice la familia de Lucas. ¿A quién conoce el sentenciado en el mundo de la educación o del poder para contar con protección de este nivel? «Nosotros no quisimos hacer de esto un caso político, mi familia se destruyó después de esto, para mí es la vida de mis hijos. Pero son ellos quienes lo han hecho político con estas acciones», insiste Paulina, rebasada por este giro. Historias de desobediencia 114 Niñez, esa chispa Cuando nos convertimos en testigos de la violencia, depende de nosotros en dónde situamos a la víctima, cuánto nos importan su posición, su palabra y su integridad. Lucas sufrió abuso sexual a los cinco años, era un niño muy pequeño. La misma violencia la están viviendo ahora mismo niños mucho más desprotegidos que él, niños igual de privilegiados y niños en todos lados. «No puedo dejar de pensar en otras mujeres que no pueden enfrentarse a esto», dice Paulina. No todas las víctimas pueden, pero sí tenemos que creerles, y solo después preguntar, cuestionar si queremos. Pero primero tenemos que escucharlas y creerles. Tenemos que aprender a no dudar de antemano por el terror de escuchar, por la negación, por la comodidad. No es nada fácil. El colegio en donde sucedió esta agresión tendrá que explicar sus criterios para tratar este tema, es la obligación que tienen todas las escuelas y colegios privados, más aún si se cuentan entre los mejores reputados de la ciudad. Recordemos cómo el ex ministro de Educación Augusto Espinosa se lavó las manos en el caso del asesinato de Valentina Cosíos Montenegro, que murió dentro de su escuela. Nadie se hizo responsable. No nos importa si es de buen o mal gusto exponer estas historias. Más importantes que las apariencias son las vidas que las instituciones educativas tienen la obligación de proteger. Una vida estuvo en peligro, ya fue dañada. Formémonos una opinión sobre esto, preguntemos y discutamos, pero primero, antes que todo, creamos en la palabra de las víctimas. *Se han cambiado los nombres. 2017 01 30 Historias de desobediencia 115 Niñez, esa chispa Los Principitos Creemos cada palabra que dices, Lucas. Estamos construyendo estas respuestas para disputarle el sentido a las narrativas que no honran tu voz o que han preferido olvidarla. Tus padres necesitan estas respuestas para cuando seas grande y para que entiendas tu vida. Tu madre dijo algo que queremos para todos los niños como tú: dijo que irá hasta las últimas consecuencias para poder explicarte lo que te pasó. Lucas, cuando fuiste violado inventaste un código para tu agresor porque no querías, no podías pronunciar su nombre. Le pusiste 4849. Vamos a usar tu código, Lucas. Y vamos a reconstruir tu historia. Cuando la leas, pase lo que pase, debes saber que te enfrentaste a gigantes sombríos que quisieron cernir su sombra sobre ti. Eres un niño que luchó contra gigantes. Los padres de Lucas denunciaron la violación de su hijo de cinco años el 4 de noviembre del 2014. Lucas contó haber sido obligado a actos de felación por parte de su profesor de natación. El testimonio de Lucas mostraba por lo menos dos constantes en lo que contó a su papá, luego a su mamá, luego a psicólogas, peritos, a técnicos de cámara de Gesell, a todas las personas frente a las que tuvo que repetir su historia por largo tiempo: Lucas repitió siempre que había sido violado en su colegio y que había un solo agresor, 4849. Ha habido una verdadera campaña de especulación respecto de este caso. Junto con la madre de Lucas, su equipo de defensa, la abogada feminista Pilar Rassa y Historias de desobediencia 116 Niñez, esa chispa una colega periodista cuyo nombre no revelamos por ahora, nos reunimos por largo tiempo a deconstruir una por una dichas especulaciones, responsabilidad que asumimos al haber hecho público este caso. A diferencia de un texto que ha circulado y de la fiebre en redes, nuestros argumentos van firmados. Lamentablemente, los argumentos contrarios no muestran ningún nombre ni firma, los consideramos un pasquín. Primera especulación: 4849 fue declarado inocente en el 2015 El comunicado que la dirección del colegio La Condamine envía a padres de familia el día viernes 3 de febrero dice lo siguiente: «La primera resolución de la administración de justicia absolvió al mencionado docente». Esto es falso. En primer lugar, no existe algo llamado «absolución». Esta es la explicación de la defensa de Lucas: hay ratificación de inocencia o sobreseimiento, no absolución. Cuando hay sobreseimiento, quiere decir que los elementos con que se acusa a una persona no son suficientes para ir a la siguiente etapa en un proceso legal; se puede liberar al acusado del proceso penal, pero eso no significa de ninguna manera que la persona sea inocente. El caso 4849 pasó a la etapa de investigación previa y luego a la etapa de instrucción fiscal. Fiscalía hizo una acusación directa contra él, además de la que había hecho la familia. Eso quiere decir que Fiscalía considera que hay elementos para un juicio. El primer juez asignado a este caso, el juez Bayas, había tenido malas actuaciones y recibió una sanción de Judicatura, no solo por este caso. Por eso, fue destituido a la semana de sobreseer a 4849 en el 2015. Esa audiencia Historias de desobediencia 117 Niñez, esa chispa fue declarada nula. «Se están refiriendo a un acto anulado, eso no tiene sentido», argumentan los abogados del Principito, y continúan: «En Fiscalía siempre han estado seguros del caso, actuaron independientemente, al igual que DINAPEN y la función judicial, salvo el juez Bayas. Tenemos que decir que el Estado ha actuado debidamente». Es decir, 4849 jamás ha sido declarado inocente. Respecto de cualquier documento que confirmara su inocencia, la parte acusadora dice: «No entendemos por qué no han presentado ningún escrito si han recibido ratificación de inocencia, por ejemplo. Nosotros sí tenemos por escrito una sentencia de 22 años de condena». También es importante ver que el comunicado del colegio es demasiado general y poco satisfactorio. Aducen que 4849 solicitó licencia durante su primer proceso judicial (etapa de investigación, inicios de 2015) y en el segundo (sentencia de culpabilidad, noviembre de 2016). ¿Qué hizo entonces entre marzo de 2015 y noviembre de 2016? Trabajo administrativo, afirman. El problema es que 4849 siguió vigilando los recreos luego de la denuncia de los padres de Lucas en noviembre de 2014. Lucas siguió viéndose confrontado a su agresor, y este siguió, a su vez, cerca de los alumnos. Segunda especulación: el papá de Lucas puede haber sido su agresor El padre de Lucas fue el primero en escuchar su historia. Se ha cuestionado que abandonara el país durante el proceso y, con ningún elemento legal, de la nada, se ha llegado a afirmar que él pudo haber abusado de sus hijos. Historias de desobediencia 118 Niñez, esa chispa Narra Paulina: «No hay motivo de sospecha. En los testimonios de mi hijo jamás aparece su padre como agresor. Cuando informamos al colegio, viendo que no se hacía nada para proteger a los niños, solicitamos al rector ir todos los recreos y pausas a ver que Lucas estuviera protegido. Los niños seguían confrontados a los supervisores de recreos, y 4849 era uno de esos. Mi esposo no se acercaba a los niños, se quedaba detrás de las rejas para poder ver a Lucas. Estuvimos viendo a mi hijo por cuatro meses en los recreos para protegerlo». Del padre se llegó a decir que estaba obsesionado con su hijo, pero lo que no se ve es que el colegio no les aclaró a los padres a qué profesores se había asignado para ver por Lucas en los recreos. «Nunca nos dieron los nombres de los profesores que iban a cuidar a mis hijos, los cuidábamos nosotros mismos». «Mi esposo se sintió muy vulnerable y se culpabilizó mucho. Él siempre había sentido que tenía que proteger más a nuestra hija contra la violencia sexual. No se imaginaba que era su hijo quien iba a vivir algo así. Él se perdió en este caso. Cayó en una profunda depresión. Nuestra pareja se rompió porque él dejó de vivir, como se lo dije una vez. No podía creer que esto nos hubiera pasado. Es un excelente padre, pero ahora tiene que sanar primero». Uno de los quiebres del padre de Lucas fue la denuncia de su pequeña hija, hermana mayor de Lucas. La niña llegó a casa un día con una amenaza de 4849, que ingresó a su vestidor a decirle: «Si hablas mato a tu papá». El agresor se estaba protegiendo de los niños, que sabían bien que Lucas había sufrido una violación. «En ese momento Fabrice no pudo más, perdió la cabeza», dice Paulina. «¿Hasta dónde va a llegar esto, hasta dónde van a dejar que él llegue?». Paulina inició un proceso de divorcio. Historias de desobediencia 119 Niñez, esa chispa «Entregamos otra carta al colegio. Teníamos que abrir otro proceso, este, de intimidación a mi hija». «Reaccionamos de manera distinta. Él fue muy vulnerable frente a esto. En este caso, la más fuerte fui yo». Sabemos que, históricamente, son las mujeres quienes se han hecho cargo de hijos con discapacidad y de hijos que han sufrido violencias. Paulina cumplió con ese papel histórico de las mujeres. «He sido desprestigiada como mujer. Me han acusado de bipolar y a mi esposo de pervertido». La acusación histórica de «loca» también pesa sobre esta mujer, pero eso no la ha silenciado. La defensa, por su parte, también enfatiza en este falso argumento. Como parte de su teoría del caso, dicen, el abogado defensor de 4849 jamás mencionó que el padre de Lucas podría tener responsabilidad como agresor sexual de su hijo en dos años de proceso legal. Lo dicen hoy, en el 2017. El caso inició en 2014. En estos dos años y tres meses, es la primera vez que lo mencionan, tanto padres como gente cercana al colegio. Si temían por un niño que podía estar sufriendo abuso de su padre, ¿por qué no protegieron a este niño antes? Pilar Rassa, del centro de derechos Surkuna, enfatiza: «No existe ningún elemento de convicción que implique al padre, ni el más mínimo. Fiscalía, DINAPEN, la trabajadora social que realizó el estudio del entorno familiar de Lucas: en ningún lugar existe nada que siquiera dé una sombra de duda». Tercera especulación: los padres fallaron al no retirar a sus hijos del colegio «La conclusión de las psicólogas fue que retirar a Lucas de inmediato del colegio lo culpabilizaría. Él se sentiría Historias de desobediencia 120 Niñez, esa chispa responsable por lo que le pasó, perdería su espacio, sus amigos. Varias expertas coincidieron. Sin embargo, en marzo la situación fue insostenible. Luego de la amenaza a mi hija, sacamos a Lucas del colegio», narra Paulina. «El colegio no nos permitió sacar a mi hija y no nos querían dar el pase de año. El día que fuimos a pedir el pase quisieron que firmáramos una carta que decía que por nuestra propia decisión sacábamos a nuestra hija del colegio. Esto fue en presencia de la secretaria del rector, el rector y la rectora ecuatoriana. No firmamos». Cuarta especulación: docentes del plantel respaldaron a 4849 Narra Paulina: «Leí todos los testimonios de los profesores, hay muchos a favor del profesor. Hablan de mi hijo como malcriado, mimado y, esto es verdad, con déficit de atención. No entiendo cómo es posible que siendo educadores hablen así de un niño de cinco años que fue víctima de un pedófilo. El déficit de atención no justifica una violación. ¿Puedes justificar una violación porque un niño tiene problemas?». En cuanto a los profesores, es seguro que debe haber un enorme desconcierto y que habrá varias posiciones, al igual que entre los padres de familia. Pero algo es preocupante: si tanto profesores como madres y padres sospechaban que en su comunidad había un padre agresor sexual, es muy difícil entender por qué no denunciaron ni reaccionaron antes. También es preocupante el lenguaje de los educadores que, dice Paulina, figura en los testimonios. Si es así, se está deslegitimando a un niño de cinco años a quien en realidad se tiene que estar formando, contribuyendo a que se convierta en la mejor versión posible de sí mismo. Historias de desobediencia 121 Niñez, esa chispa También ha circulado que 4849 «era muy buena gente». Muchos agresores sexuales son «muy buena gente», y eso es lo que los hace que puedan ganarse a sus víctimas, especialmente cuando son niños. Debe ser perturbador constatar que puede haber violadores entre nuestros compañeros de trabajo, pero no responden a perfiles visiblemente «monstruosos». En la realidad de la violencia sexual, el monstruo suele estar entre nosotros. Los principitos, las principitas «He recibido mensajes de solidaridad de mucha gente, incluyendo el de adultos que han sufrido abuso sexual de niños. Tuve la suerte de estar de un lado en que tengo recursos para defender a mi hijo. No dejo de pensar en todas las mujeres y niños que no tienen estos privilegios, que no pueden hablar con nadie y que no cuentan con nadie que los apoye, que les acompañe y que les crea. Yo espero que mis hijos, más tarde, hagan lo mismo o más que yo por otras personas», dice Paulina. En efecto, hay miles de niños más que han sido víctimas de violación y de todo tipo de violencia. A muchos de esos niños nadie les ha creído, han dejado sus testimonios de lado o no han valorado sus testimonios porque son pequeños, como si ser pequeño fuera igual a no tener voz o derecho a ser escuchado. Imaginemos que si Lucas enfrenta todo esto, las historias anónimas de pequeños niños y niñas que viven en precariedad, en situaciones familiares violentas, serán ignoradas por todos y por todo, y jamás sabremos que hay vidas que están siendo destruidas todos los días si no les creemos a todos los niños. En una escuela de Tumbaco, ahora mismo, hay nueve Principitos. Un joven y «alternativo» profesor está acusaHistorias de desobediencia 122 Niñez, esa chispa do de haber abusado de ellos, niños y niñas. Escuchemos. No podemos pensar jamás que son las víctimas quienes deben sentir vergüenza. La vergüenza pesará siempre sobre los agresores, sean quienes sean. El caso de la escuela de Tumbaco empieza a inquietar y debe inquietarnos, no se pueden repetir estos errores. Son por lo menos nueve niñas y niños que han sufrido abuso sexual por parte de un profesor. Vamos construyendo nuevas respuestas y otras formas de mirar. Debemos situar la voz de los niños en un lugar en donde haya una escucha que los proteja, una escucha dispuesta a llegar a las últimas consecuencias cuando un niño pequeño pide ayuda. Por cualquier especulación que vuelva a surgir, Lucas y su madre figuran como víctimas en este caso. No se trata de una acusación particular en busca de indemnización, así que cae el criterio en donde han dicho que hay interés monetario. «No hay reparación para lo que hemos vivido. Tenemos la suerte de decir que no podemos aceptar la indemnización, aunque la ley así lo prevea. Respecto a mi hijo, tras su violación, nuestra ruptura familiar y el desprestigio que hemos vivido, no hay reparación posible». Francia Francia ha estado presente en la educación en Ecuador desde fines del siglo XIX. Gabriel García Moreno fundó con docentes franceses la Escuela Politécnica Nacional. Alguna vez quiso que fuéramos un protectorado francés que se llamaría Reino Unido de los Andes. Los lazos entre este país y América Latina son significativos y deben ser horizontales, no coloniales. Me pregunto cómo va a responder hoy, en 2017, la Embajada de Francia, cómo va a rendir cuentas a niños, alumnos y padres de Historias de desobediencia 123 Niñez, esa chispa familia de Ecuador, Francia y otras nacionalidades hoy, cuando no somos colonias, protectorados ni nos subordinamos al relato de la civilización europea que pretendió civilizarnos a nosotros. Hay una responsabilidad de las autoridades francesas en Ecuador. Hay funcionarios de turno que tendrían la obligación de pronunciarse. Está la primera dama, profesora de La Condamine, de origen belga francófono y vinculada a la cultura francesa en Ecuador. Queda por ver qué va a hacer Francia y esperar que estén a la altura. Se prevé la siguiente audiencia para el día lunes 13. 2017 02 10 Octubre de 2021. Han pasado seis años de estos hechos. Paulina y sus hijos vivieron un verdadero descalabro por haber sostenido con todas sus fuerzas la denuncia contra el agresor de Lucas, quien se hallaba prófugo y que fue apresado en mayo de 2019. Cuando el carácter noticioso de los hechos públicos se desvanece y empiezan los largos caminos de injusticia, quienes denuncian van quedando solas en largas esperas, dilaciones y olvido. Paulina siguió separada de su esposo, quien no pudo enfrentar lo que les sucedió y ocupó un lugar de víctima, del que no salió. Lucas siguió en largos procesos de recuperación para no quedarse en el momento del abuso. Su mamá y su están en esa misma lucha: seguir, y que esos hechos terribles no las atrapen. Parte importante del abandono del padre fue económico, y sucedió lo que les sucede a miles de mujeres en todos lados: Paulina debió enfrentar el desprestigio, el acoso por parte de quienes defendieron al violador, juicios de valor propios de su clase social y el sostenimiento material de su hogar, pues son las madres las que se quedan a viento y marea con sus hijos, más que los Historias de desobediencia 124 Niñez, esa chispa padres, cuando suceden cosas graves. «Mi hijo debió pasar por varios colegios, pero no logramos que pudiera llevar una escolaridad normal. En su caso, mantenerlo en el colegio era como abandonar a un niño en un bosque oscuro. Tras muchos intentos, hoy está mejor, pero aún falta tiempo para que pueda ser un niño libre en un colegio regular.» Algunas secuelas familiares en hogares donde los niños han sufrido abuso sexual y han sido defendidos son insospechadas, no se entienden a cabalidad. Paulina recurrió a defensores privados y eso significó enormes costos económicos legales, lo cual supuso también no poder afrontar las cuentas mensuales siendo jefa de hogar. Como mucha gente, perdió su empleo en estos años, y lo pudo recuperar hace poco. La indolencia de las instituciones, de la justicia privada, la situación de endeudamiento en que viven miles de familias, configuran la vida de familias que han pasado por violencia. Ni sus hijos ni ella recibieron una disculpa ni reparación por parte de La Condamine. «Perdimos una vida, una vida con muchas dimensiones. Si esto me pasó a mí, no puedo imaginarme lo que pasan las mujeres que no tienen recursos para enfrentar estos procesos. Esto no puede ser así, no puede repetirse.» Lucas tiene 12 años hoy. Historias de desobediencia 125 Niñez, esa chispa Las niñas de Guatemala Estaban hacinadas. En total eran 807 niños y jóvenes en noviembre. Vivían en San José Pinula, en las afuera de ciudad de Guatemala. El Hogar Seguro Virgen de la Asunción es una combinación de prisión, orfanato y albergue, y solo caben 400 personas. No es un centro de acogida como se esperaría, y su funcionamiento se asemeja a las correccionales del siglo XIX que, al no considerar a los niños como seres humanos plenos, reducían sus cuidados a lo mínimo y se concentraban en el castigo. Las pequeñas, desprotegidas y abandonadas. En la historia de la pobreza y la indigencia, en donde los niños son maltratados por los Estados, las niñas viven en un estado particular de indefensión que las expone a la muerte, o a una vida más aterradora que la muerte. Tras un incendio en este albergue, hasta la madrugada del domingo 12 de marzo de 2017, cuando escribo esto, han fallecido 42 niñas calcinadas o quemadas. Nómada, medio digital de Guatemala, describió así a la población del hogar en este texto: «Algunos fueron reclutados por las pandillas para el robo, la extorsión o el asesinato. Otros cometieron la insolencia de pertenecer a una familia que los abandonó a la calle, a un padre que les pegaba hasta que un vecino llamó a la policía. A una red que las prostituía siendo niñas. A unos padres que no supieron qué hacer cuando vieron que su hijo tenía capacidades especiales. Otros nacieron allí, hijos de adolescentes violadas por sus compañeros o sus maestros o por los trabajadores de la Secretaría de Bienestar Social del Gobierno de la República de Guatemala». Un lugar para los olvidados, nacidos bajo el signo terrible de la violencia. La misma violencia que los devolvía al albergue como un maldito búmeran. Historias de desobediencia 126 Niñez, esa chispa Karen Ramos trabaja en este caso. Me explica: «Extrañamente, la noche del 7 de marzo los monitores abren las puertas del hogar para que salgan los niños. Se “escapan” entre 50 y 60. En las condiciones en que viven estos niños, por supuesto se desatará una revuelta. Al “recapturarlos” los separan en grupos de hombres y mujeres, y 50 chicos son encerrados sin permiso de ir al baño. Tienen que orinar en el mismo cuarto donde pasan toda la noche. Los jóvenes dicen que vieron cuando se llevaron a sus compañeras para que fueran violadas. También tenemos la versión de que la policía tenía las llaves de los cuartos. Eso es un delito. Ellas estaban en un cuarto muy pequeño cerrado con llave que fue incendiado». Coincido con Karen en que la narrativa construida para este caso es una narrativa de reclusos, no de niños en estado de indefensión. «Se escaparon, los recapturaron». «Si están en un centro de reclusión no se pueden escapar, pero se habla como si se tratara de cárceles. Sara Oviedo, relatora de niñez de ONU, visitó este centro y lo comparó con las cárceles del Holocausto. Había que cerrarlo. Ahora estamos esperando el informe del Congreso, pero hay muchos indicios de que el incendio fue provocado». Las niñas eran violadas, obligadas a abortar o forzadas a tener a los bebés de sus violadores. Habían sido encarceladas en un hogar en que supuestamente las protegían. Hablo también con Alba Marina Escalón, artista y traductora guatemalteca que ha construido un altar para las niñas. Alba ha acudido a la protesta del sábado 11 en la Plaza de la Constitución. Entre defensores de DDHH, ciudadanía, testigos, hay varias hipótesis, pero todas ellas desembocan en una certeza: las 42 niñas que han fallecido hasta hoy fueron asesinadas, no murieron en un accidente. Se trata de 42 feminicidios simultáneos. Historias de desobediencia 127 Niñez, esa chispa Los bomberos fueron notificados media hora después de desatado el incendio. Una eternidad. Una vez en la puerta, no los dejaban entrar, y un cuarto ardía en llamas con decenas de niñas dentro. Era el 8 de Marzo. Es posible que las niñas hubieran sido encerradas en un lugar en donde había gasolina, como un taller. Hay rastros de combustible en los cuerpos, dicen, como si hubieran sido rociadas. El incendio se dio por las denuncias de las niñas, y quizás también porque dentro del hogar podría existir una red de trata: podrían haber sido prostituidas. Entre las sobrevivientes, hay nueve niñas embarazadas. Nueve. ¿Seguimos pensando que la posición provida defiende algo cuando son justamente estas vidas en estado de indefensión las que hay que proteger? ¿Qué responderán los gobiernos de nuestros países ante esto? «Han iniciado los funerales y los entierros. No se sabe si las niñas que murieron también estaban embarazadas. Yo siento que es un aborto masivo forzado provocado por el Estado, asesinaron a esas niñas para deshacerse de esos bebés frutos de la violación», dice Alba. Su interpretación estremece: es un exterminio. También es una contradicción sin nombre. Unas semanas antes había llegado a aguas internacionales frente a la costa guatemalteca el barco de Women on Waves para asistir con abortos seguros a mujeres criminalizadas por abortar. El barco tuvo que irse porque estaban en riesgo: tanto el Congreso como el Ejército de Guatemala rechazaron su presencia. La posición antiderechos de las instituciones del Estado en Guatemala deja morir a las mujeres, como lo explica Gabriela Miranda, y prohíbe que se les dé asistencia médica como la que presta Women on Waves. Hay niñas que terminan en albergues donde son violadas, y cuando son embarazadas se les provocan abortos inhuHistorias de desobediencia 128 Niñez, esa chispa manos o se les obliga, de manera igualmente inhumana, a mantener sus embarazos. Cuando llega asistencia profesional internacional, se les prohíbe recibir atención digna. Una muchacha muy joven decide dar su testimonio para la televisión: «Nos hicieron mucho daño. Nos pegaban, nos violaban, a mí me hicieron abortar a los 13 años: a mi nena la tiraron en el barranco. A mi otro niño no lo conozco, tiene 3 años. Nos ponían inyecciones de vaca para que dejáramos de hacer bochinche. Queríamos ver a nuestras mamás y no nos dejaban, nos violaban». A esta muchacha la obligaron a abortar de manera brutal, pero jamás le permitirán abortar gratuitamente y a salvo. Esa es la contradicción vil en que se juegan las vidas de las niñas en Guatemala. Tendremos que recordar estos testimonios por largo tiempo y darles todo el valor que tienen: en Guatemala hubo un campo de tortura para niñas y niños, el Estado lo sabía, la policía tenía la llave, y hay rastros de gasolina en el cuerpo de más de cuarenta niñas. Este testimonio coincide con otro que registra Alba cerca del parque central. Así me lo cuenta: «Llegó una chavita con su tío, empezaron a hablarnos. Ella había estado en el hogar por 3 meses y conocía a todas las niñas asesinadas. Nos contó de los maltratos: los mantienen drogados para dormirlos, para que no se rebelen. Cuando le preguntamos si las violaban, se queda callada y baja la cabeza». La muchacha dice también que en el sitio había siete sectores. El 1, pandilleros, 2, migrantes, 3, prostitutas, 4, violaciones... Había un sector especial para muchachas que habían sufrido abuso sexual, pero allí dentro iban a seguir violándolas. Historias de desobediencia 129 Niñez, esa chispa Esta violencia es pavorosa. Los Estados, las instituciones y el poder se ensañan cada vez más contra las niñas y las mujeres, y en esa desigualdad de fuerzas siempre estará, al fondo, la muerte. Por eso mismo tuvo lugar la revuelta de las niñas, como dice el comunicado de la red Tzk’at de sanadoras ancestrales y feministas comunitarias de Iximulex: «Las niñas se agruparon porque denunciaban malos tratos, falta de amor, falta de comida, enfermedades, violencia sexual, intentos de suicidio, olvido de la sociedad. Se agruparon porque querían vivir, porque todavía tenían sueños como otras niñas en el mundo que disfrutan en libertad y alegría». Queda el resto de niñas que sobrevivieron el incendio. Esta misma red ha demandado su resguardo. Estas niñas, que todavía podrían soñar, volverán un día a una sociedad que les hizo saber que no las quería, que las había olvidado y que las prefiere muertas. Cuando hablamos de despenalización del aborto, de protección a la niñez, estamos hablando de preservar estas vidas de la violencia de poderes antiderechos y misóginos como ha demostrado serlo en esta tragedia el derechista Jimmy Morales, cuyo secretario de Bienestar Social llegó a decir que las niñas se rebelaron «porque no les gustaba la comida». Este poder siniestro es ahora una sombra que se cierne sobre todos nuestros países, pues todos están amenazados por la pobreza, que se controla desde la securitización, tratando todo albergue, centro o lugar como una cárcel. Se afirmó también que, en la fecha histórica del 8 de Marzo, las niñas se rebelaron conociendo sus derechos. No fue así, dice Karen Ramos. En efecto, se idealizó la narrativa de estos asesinatos por la fecha del incendio, pero por supuesto no deja de tener un valor sombríamente simbólico. Historias de desobediencia 130 Niñez, esa chispa En el incendio de las niñas se reproduce un hecho macabro: el asesinato de las 123 obreras textileras en Nueva York en 1911. Ellas también murieron quemadas al verse encerradas en la fábrica donde trabajaban. Despierta también el incendio en donde murió la escritora Zelda Fitzgerald en Asheville: ingresada en un hospital psiquiátrico, ella y otras ocho mujeres murieron quemadas. Algunas estaban atadas a sus camas y otras, tan sedadas que no lograron escapar. Sedadas como los niños del hogar Asunción. La historia de las mujeres quemadas en hogueras, cacerías de brujas, fábricas, psiquiátricos, no es folclor. Hoy volvemos a confirmarlo de la manera más dolorosa. La muerte de estas niñas se considera en muchos sectores de la vejada sociedad guatemalteca como una ejecución extrajudicial que va a sacudir la Historia de Guatemala y de todos nuestros países. Pensamos que ya no nos quemarían. Pensamos que podíamos cantar «Somos las nietas de las brujas que no pudieron quemar», o las nietas de las obreras, de las locas, de las descartadas. Lo cantábamos hace unos días en más de sesenta países. A estas niñas sí las pudieron quemar, ellas no tendrán nietas que canten lo mismo que nosotras cantamos ahora. Esa historia en donde nos pensábamos sobrevivientes la vemos hoy, a través de las niñas de Guatemala, del otro lado, siniestro. En esa fuerza internacional que formó el 8 de Marzo debemos inscribir también este duelo. Así como fue internacional y se regó como pólvora nuestra fuerza, así también este duelo debe regarse como cenizas de memoria por las niñas de Guatemala. De la pólvora a las cenizas para resurgir una vez más, en memoria de ellas. Historias de desobediencia 131 Niñez, esa chispa Actualización: Al mediodía del domingo 12 de marzo, nos informa Karen Ramos desde Guatemala, según información recabada por la Comisión Nacional Contra el Maltrato y Abuso Sexual Infantil (CONACMI): «El número de víctimas es de 58. Hasta hoy en la madrugada habían fallecido 42: 19 en el hogar y 23 en hospitales. De ellas han sido reconocidas 30. El resto aparece como XX y se requerirá un examen de ADN. De entre las sobrevivientes, hay 11 en hospitales, 4 han sido trasladadas a Estados Unidos y 3 están por ser trasladas allá. Ellas, junto con las 4 niñas que ya viajaron, se encuentran estables pero tienen el rostro desfigurado. Hay dos casos de adolescentes que no van a ser reclamadas por familiares y son de la región de Baja Verapaz. Se presume que habrá más casos así. Un total de 30 niñas han sido entregadas». 2017 03 12, La Barra Espaciadora Historias de desobediencia 132 Niñez, esa chispa El fuego que no cesa A un mes del incendio que mató a 42 niñas en Guatemala «La niña de Guatemala, / la que se murió de amor». José Martí había publicado ese poema en 1891 en sus Versos sencillos. Estaba dedicado a María García Granados, dama de la sociedad que se había enamorado de él y que, dice la historia, se suicidó por amor una vez que Martí se casó. En ese país, él había sido profesor de Literatura y Filosofía. Formó a jóvenes que tendrían que haber consolidado una nación americana robusta y moderna, como la soñaban los independentistas del siglo XIX. Fue en la Guatemala de María en donde Martí escribió «Los códigos nuevos», texto en que defendía la autonomía de la mujer y la necesidad de «completar su persona jurídica». Otras niñas vendrían. Sus ancestras no eran como María García Granados y no morirían de amor, sino de hambre y de abandono. La guerra civil, el genocidio maya, las dictaduras, fueron acumulando vejaciones en Guatemala, y también resistencia. Hay 250 mil víctimas de 36 años de la guerra. El año pasado, la fuerza de 15 mujeres q’eqchi abría al mundo la historia de la comunidad de Sepur Zarco. Entre 1982 y 1983, esas mujeres fueron sometidas a esclavitud doméstica y sexual por parte de los militares Esteelmer Reyes Girón y Hedilberto Valdez Asig. Ellos habían desaparecido a sus hijos y esposos, que luchaban por la titulación de sus tierras. Tras 34 años, en 2016, las mujeres q’eqchi los llevaron ante la Justicia, y ganaron. No saben leer, el español no es su primera lengua, y ganaron. «Dijimos que como las mariposas han sido desde siempre un símbolo de la lucha de las guatemaltecas, las Historias de desobediencia 133 Niñez, esa chispa mujeres iban a ser representadas como mariposas. A los jueces los representamos como búhos, que pueden ver en la oscuridad, donde nosotras no vemos. También dijimos que el Ministerio Público iba a ser un loro y que las organizaciones sociales que acompañamos el proceso serían abejas», narra Paula Barrios, de Mujeres Transformando el Mundo, representante de las víctimas de Sepur Zarco. Entre las 15 mujeres, abogadas y las peritos hicieron un trabajo de traducción y de este lenguaje de mariposas, búhos y loros para poder reconstruir el relato con la palabra de las mujeres, honrando su lengua y sus formas de comunicar la violencia. Aún recordamos la imagen que nos abrió los ojos: ellas, sentadas en el juzgado, el rostro cubierto con sus mantos, alzando las manos en señal de victoria. Luego de asesinar a sus familias y despojarlas de sus tierras para explotarlas, Guatemala les creía, y nosotras también. Es esta violencia la que anuncia a las 42 niñas de Guatemala que murieron calcinadas el 8 de marzo. Y esta resistencia. El 7 de marzo de 2017, tuvo lugar un motín en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción. Niños y adolescentes de entre 11 y 17 años de edad huyeron en revuelta de un lugar que se asemejaba a los orfanatos de siglos pasados, correccionales en donde terminan los olvidados de la tierra. Este motín sería definitivo. Karen Ramos, de la Asociación Nacional Contra el Maltrato Infantil y Juvenil, contó lo sucedido la madrugada siguiente, apenas pudo constatar los asesinatos. «Al recapturar al grupo que se ha escapado, los separaron en grupos de hombres y mujeres. Unos 50 chicos fueron encerrados sin permiso de ir al baño. Tenían que orinar en el mismo cuarto donde pasaban la noche. Los jóvenes Historias de desobediencia 134 Niñez, esa chispa dicen que vieron cuando se llevaron a sus compañeras para que fueran violadas. También tenemos la versión de que la policía tenía las llaves de los cuartos, lo que es un delito. Ellas estaban en un cuarto muy pequeño cerrado con llave que fue incendiado. Es un albergue pero los trataron como a delincuentes». Cuando se desató el fuego las chicas gritaron, pero nadie acudió a salvarlas. Una habitación ardía y nadie abrió la puerta. Una habitación ardía. Si las niñas habían provocado el fuego en un acto de protesta, tenían que haberlas salvado, pero eso no era tan obvio para nadie: ni monitores ni policías. El fuego de protesta se habría convertido entonces en una quema de castigo. Inmolarlas. Alba Marina Escalón, artista guatemalteca, transmite lo que pasa con especial consternación. Cuando conoció lo sucedido construyó un altar con pequeñas casas en honor de las niñas. Eran casitas minúsculas que aparecían como los hogares que no tienen todos estos niños que viven en limbos: albergues, calles, a veces viven en los márgenes de sus propias casas. Alba colocó las casitas en el Parque Central para una vigilia. «Han iniciado los funerales y los entierros», contaba entonces. «No se sabe si las niñas que murieron también estaban embarazadas. Yo siento que es un aborto masivo forzado provocado por el Estado. Asesinaron a esas niñas para deshacerse de esos bebés frutos de la violación», decía con una sombra de duda en la voz. Han fallecido 42 niñas: 19 en el hogar y 23 en hospitales. Ocho niñas todavía se recuperan en hospitales de Estados Unidos. Las niñas que sobrevivan tendrán cicatrices permanentes. La vida para siempre abrasada. Historias de desobediencia 135 Niñez, esa chispa El Estado de Guatemala no ha sabido qué hacer y no tiene recursos. Las organizaciones de la sociedad civil han actuado y a pesar de su propia precariedad han logrado emprender algunas acciones. Karen Ramos, activista de Derechos Humanos, reflexiona al respecto: «No somos el Estado pero hemos resuelto asumir esta crisis. Nos preocupa el hecho de que cien niños hayan sido devueltos a sus familias tras el incendio sin proceso alguno. Una niña de este grupo había sido agredida sexualmente por su abuelo y su tío. Su mamá la prostituyó en un bar que tenía. Por esas razones, en un inicio, un juez había decidido que debía vivir en el hogar. Es urgente dar seguimiento a esos casos». La niña a la que se refiere Karen tiene discapacidad. No solo las niñas se hallaban en situación de riesgo, sino que pequeñas como ella iban a ser aun más vulneradas. Karen cuenta que los testimonios se encuentran en análisis. No se pueden confirmar algunas cosas que la prensa había reportado: puede haber existido trata de niños, tráfico de órganos, adopciones ilegales. La investigación puede durar años, pero sí se pueden constatar algunos hechos: entre las sobrevivientes, hay nueve niñas embarazadas, algunas tenían apenas dos meses de embarazo aquel 8 de marzo. Es probable que otras niñas estuvieran también en estado de gestación. Además, había niñas migrantes en este albergue. Se van solas, huyen ellas o huyen también sus familias desde El Salvador, por ejemplo. Las niñas migrantes sin familia, arrancadas de sus comunidades, viven otra soledad allí, una desprotección específica producto del desplazamiento por hambre, miedo y violencia. Mileny Eloísa había llegado al hogar un mes antes del incendio y dio su testimonio a la televisión justo la noche anterior, durante la huida y denuncia de los niños que tuvo lugar el 7 de marzo: «Aquí sobre todo dejan que Historias de desobediencia 136 Niñez, esa chispa nos toquen. Las monitoras no dicen nada. Nadie tiene derecho a tocarnos, pero las monitoras nos obligan. Nos violan, eso sí es violación porque nos amarran todas las noches. Nos pegan, nos jalan el pelo... estaba mejor en mi casa. Yo me corto la piel por eso. Estas son mis cicatrices. Una recibe maltrato de nuestros padres y aquí venimos a recibir el doble». La madre de Mileny piensa que este testimonio le costó la vida a su hija, que murió encerrada justo un día después de la denuncia. El castigo por quema es uno de los lúgubres pilares de la historia humana. Provocar la muerte por efectos de combustión del cuerpo, asfixiar con monóxido de carbono, usar el fuego para castigar brujería, herejía, homosexualidad, ha sido una forma de exterminar al otro de modo ejemplarizante y legitimado por la Iglesia y el Estado. Han ardido cuerpos de mujeres en hospitales psiquiátricos, en cárceles, en sus propias casas, en las fábricas donde trabajaban: esas son nuestras hogueras. En Calibán y la bruja, Silvia Federici trazó la genealogía de una condenada particular. La bruja era la campesina libre, vinculada a movimientos herejes, defensora de la propiedad común de la tierra y, además de todo eso, dueña de un saber. «El feminismo ha cambiado lo que comprendemos como verdad, como conocimiento y como historia», escribe Federici. Las mujeres quemadas han sido expuestas, desnudadas y, todas, sin excepción, desprestigiadas. Cada uno de estos actos, al tiempo que es ejemplarizante, ha tratado de deshistorizarse, de hacerse pasar sin todos los sentidos que lo constituyen, como si estos cuerpos en combustión no hubieran sido cuidadosamente seleccionados a lo largo de la Historia. Al historizar la combusHistorias de desobediencia 137 Niñez, esa chispa tión de los cuerpos de las mujeres, historizamos su desobediencia y los sometimientos que han vivido individual y colectivamente. La quema de mujeres como castigo no ha desaparecido, es real, histórica, y halla hoy variaciones tan atroces como las quemas con ácido. En cuanto a la desobediencia de las mujeres, el fuego viene de dos lados cuyos bordes no siempre son distinguibles. La quema de los cuerpos de las mujeres y de los cuerpos inconvenientes (herejes, homosexuales, cuerpos con discapacidad) se expresa de dos maneras diferentes pero íntimamente ligadas. La quema se ha dado históricamente por castigo, pero también como un acto radical de protesta. Inmolarse es una acción extrema que interrumpe el curso de la Historia y la acumulación de fuerzas del régimen político que llamamos patriarcado en una puesta al límite del cuerpo. El recurso es arder para cambiar la Historia, o por lo menos denunciar sus violencias. Cada año, cientos de mujeres se inmolan en países como Afganistán. La educación entre mujeres es clandestina y alfabetizarse constituye una actividad de riesgo. En la historia de las mujeres, la inmolación, la emancipación y la educación son indisociables. La historia del suicidio de las mujeres nos dice cosas fundamentales de las historias de violencia y, como vemos, va mucho más allá del rapto de locura, que es a lo que se ha reducido. Inmolarse es una expresión política de la desesperanza absoluta. Las niñas de Guatemala no habían pensado en inmolarse, esa no era su revuelta, pero protestaron. Aún no sabemos de dónde venía el fuego, si de su propia rabia o del sadismo de los monitores. Pero ellos no abrieron la puerta, y en ese gesto las asesinaron. El sueño de Martí en Guatemala no se cumplió: los jóvenes que serían la patria están en alHistorias de desobediencia 138 Niñez, esa chispa bergues que funcionan como prisiones o ejercen el poder para la muerte. Las niñas que debían ser mujeres completas ni siquiera terminan de crecer antes de morir. Ninguna es María García Granados, que también se suicidó. 2017 04 08, Diario Tiempo Argentino, Buenos Aires En 2021, doce funcionarios públicos están siendo juzgados. Los cargos que van desde homicidio hasta abuso de autoridad. Las audiencias se suspenden, con o sin circunstancias por covid, y los procesos no avanzan. Vianney es madre de una de las niñas. En junio, le dijo a la BBC: “Las almas de nuestras hijas están allí todavía, exigiendo justicia.” Están allí todavía. Historias de desobediencia 139 Niñez, esa chispa De vuelta a tus patines, pequeña Emilia Lo escuchamos hasta que se vuelve insoportable: «Las autoridades dan cuenta de lo ocurrido: lamentan tener que dar la terrible noticia». Vemos dispuestas con banderas las mesas de rueda de prensa del Ministerio del Interior: «Desde el primer momento realizamos todas las tareas de búsqueda con todas las unidades. Se activaron todos los dispositivos de seguridad para dar con la menor». DINASED da muestras del trabajo realizado: «Era profesor, daba clases de educación física. Aprovechaba la cercanía y relación de amistad con las familias y las niñas cometer este delito, lamentablemente». Lamentamos tener que informar. Nada de esto es suficiente, y nos limitamos a pensar que es todo lo que hay. Que hacer justicia es devolver un cuerpo. Y la prensa: «Esta es la vía que conduce hasta Chuquiribamba. En este sector fue encontrado el cuerpo sin vida de Emilia Benavides Cuenca, la menor que desapareció hace cinco días luego de haber salido de su establecimiento educativo. Informó Noticiero Uno». Cientos de veces: denuncia de desaparición y un rostro que se vuelve cada vez más familiar porque a una niña le ha pasado algo, porque una mujer ya no está más y por eso circula su foto, casi siempre como anuncio de su muerte. El mismo protocolo cientos de veces: hemos activado todos los dispositivos. «Este crimen no quedará en la impunidad». Historias de desobediencia 140 Niñez, esa chispa ¿Cómo puede ser posible que el único acto de justicia para Emilia haya sido hallar el cadáver de Emilia? El único acto de justicia que nos queda: sacar un cuerpo de una quebrada. Ante el régimen feminicida en que vivimos, colectivos del movimiento de mujeres se han dado a la tarea de recoger datos de feminicidios de la prensa, del Estado y de denuncias de familias. Hay que detenernos a pensar en lo siniestro de esta tarea: ya no basta el duelo por las niñas y las mujeres muertas, tenemos que contar sus asesinatos, ponerlos en cuadros y procesarlos como datos porque se ha vuelto inenarrable, porque no son casos aislados, porque esos cuadros sombríos que elaboramos son nuestro espejo: una sociedad que hace todo para no admitir que se levanta sobre vidas de segunda clase, que son las vidas de las mujeres y de las niñas. Elaborar cuadros y mapas porque no nos creen, y sobre nuestras muertes, construir un archivo. ¿Ahora nos creen? La Red de Casas de Acogida, Fundación ALDEA y Colectivo de Geografía Crítica han colaborado para listar los feminicidios de este año con el fin de hacerlos visibles en mapas. Tenemos mapas de asesinadas: por ciudad, por provincia, por edad. Nada menos. Hemos tenido que llegar a estas elaboraciones para demostrar que nos están asesinando: geógrafas, activistas feministas, abogadas, dedican su trabajo a defender lo que nos ha sido negado: denunciar que hay un orden que tolera y encubre nuestras muertes. Geografía Crítica informa que al 21 de noviembre de este año ha habido más de 140 feminicidios reportados. Tres niñas anteceden a la pequeña Emilia: Evelin Carolina, la más pequeña, tenía 11 meses cuando fue asesinada por su padre, que en realidad intentaba asesinar a su ma- Historias de desobediencia 141 Niñez, esa chispa dre. Feminicidio por conexión. Tres niñas aparte de Emilia que no serán las últimas. Más niñas serán asesinadas, secuestradas para redes de pornografía de menores o de prostitución, o serán violadas por sus tíos, primos, padrastros, padres, profesores. Y seguiremos pensando que la única justicia que nos corresponde es que sus cuerpos nos sean entregados sin vida. Dentro del feminismo, la plataforma Justicia para Vanessa se volvió un puntal de Vivas Nos Queremos; la Red de Familias de Cuenca organizó su duelo en torno al asesinato de Cristina Palacio Salamea y logró que otras familias pudieran unirse para defender la memoria de sus hijas; madres de jóvenes asesinadas como Yadira Labanda, Ruth Montenegro, Janeth Cervantes, se han vuelto símbolos de lucha por la memoria y contra la violencia de género. La hija de Ruth, la pequeña Valentina Cossíos Montenegro, era apenas mayor que Emilia Benavides. Fue asesinada dentro de su escuela. El Ministerio de Educación dijo que no era su problema: los ministros Augusto Espinosa y Freddy Peñafiel se lavaron las manos. Valentina fue hallada muerta dentro de su escuela con signos de abuso sexual. El colectivo Sentimos Diverso acompañó a los padres y madres de AAMPETRA, cuyos hijos habían sido torturados y violados dentro de su propia aula en el colegio. El rector sigue en funciones. En su escuela, un aula se mantuvo por 11 meses con cortinas cerradas porque un profesor cometía allí actos de sadismo. Apenas logramos dimensionar estas violencias y no sabremos erradicarlas mientras no reconozcamos que son el cimiento de un statu quo: se llama patriarcado y mantiene activa una forma de asesinato selectivo que se llama feminicidio. «En 27 pasos que hay de la puerta de la escuela a la parada de bus, el asesino se ha llevado a toda una familia. Historias de desobediencia 142 Niñez, esa chispa Hay cinco portales de la escuela a la esquina de la parada. Es un perímetro muy familiar, fue el perímetro de mi propia infancia. El asesino llevó a Emilia por nuestro barrio, donde ella también vivía, pasaron por la puerta de su antigua casa. Esta niña iba en calentador y era la inocencia personificada. ¿A qué le van a echar la culpa? En 27 pasos se cegó una vida a mediodía, a la salida de una escuela». Leo esto que escribe Bernardita Maldonado, que conocía y quería a Emilia, y veo las capturas de cámara que muestran a Emilia caminando junto a su asesino. Bernardita hace memoria y estremece: la muerte nos ronda cada vez más cerca, es una muerte encarnada en violadores, feminicidas, parejas, ex parejas, traficantes de niñas, conscientes de la impunidad con que pueden vivir. No son monstruos, o el monstruo, más bien, vive entre nosotros y lo alimentamos. El monstruo siempre estuvo allí: «Estas calles nos las habíamos ganado venciendo al miedo —me escribe Bernardita—. Primero les tuvimos miedo a los borrachos de la zona, después, a los conscriptos que salían los domingos. Siempre hemos estado asustadas en nuestra propia ciudad». Bernardita recuerda la última foto que vio de Emilia y su risa. Llevaba unos patines que le habían dado de regalo. Ahora, los patines están vacíos. «Era una fiesta oír la risa estruendosa de la hermana mayor de Emilia, y cuando se juntaban todas las niñas era la felicidad verlas reírse. Se sentaban en una estera en la terraza de mi casa a contarse sus travesuras». La hermana de Emilia tampoco puede reírse ya, ni su familia, ni sus compañeros de escuela, que le habían hecho huelga a la directora por quedarse sentada en su oficina en lugar de salir a buscar a la niña. Cuándo volverán a reírse esos niños viendo la silla vacía de Emilia. Historias de desobediencia 143 Niñez, esa chispa No nos resignamos a que la justicia se reduzca a devolvernos en bolsas los cuerpos de nuestras muertas, porque no deberían haber sido asesinadas. No nos resignamos a la eficacia de los protocolos de búsqueda, porque ellas no deberían haber desaparecido. No nos resignamos a que eso se llame justicia, porque justicia de verdad sería que no tuviéramos miedo de vivir en el mundo. No nos resignamos a que la única reparación sea endurecer las penas, porque la prisión apenas simula que la violencia está contenida. No nos resignamos a que se clame por la pena de muerte para los feminicidas, porque una muerte no deshace otra muerte. No nos resignamos a que el Estado use a los feminicidas capturados como trofeos, porque tendría que ser el Estado el primero en desmontar ese circo de justicia que no nos da más que sus fórmulas de expiación: «lamentamos informar». Nos nos resignamos a que el sacerdote dé una misa para que las muertas descansen en paz, porque no van a descansar ni ellas ni descansaremos nosotras mientras no se desmonten estas violencias que atravesamos todos los días. No nos resignamos a que esto sea la escuela, la familia, el amor: el lugar donde vamos a encontrar la muerte. Entre la puerta de la escuela y la parada de bus había solo 27 pasos. Esos pasos no deberían ser mortales. Ninguna plegaria nos salva, ninguna resignación. Tus pasos tenían que llevarte de vuelta a tus patines, pequeña Emilia, no al vacío. 2018 01 29, La Periódica Historias de desobediencia 144 Niñez, esa chispa El tamaño de un cadáver El padre de la pequeña Emilia era inspector del colegio Santa Mariana de Jesús, en Loja. Por la mañana, a ese colegio van las niñas de la clase media. El horario diurno subvenciona al horario vespertino, al que asisten las niñas que por la mañana están ayudando a sus madres en el mercado, a vender o en distintos oficios. Muchas niñas trabajan por la mañana. En ese horario vespertino fue a la escuela María del Cisne Conde Guamán hasta el 22 de enero de 2014. Su madre la había enviado a comprar conos para el puesto de espumilla que atendía en el mercado. María del Cisne llevaba blusa y gorrito de color rosa y zapatos blancos. María del Cisne tenía siete años. ¿María del Cisne ya sabía leer y escribir? María del Cisne no tenía por qué aparecer en fotos en el celular de un violador. María del Cisne no tenía que haber sido buscada bajo tierra por perros entrenados para hallar cadáveres. Su cadáver, de siete años, mide un metro con veinte. María del Cisne no tenía que haber sido asesinada en un terreno baldío porque tenía apenas siete años y aún le faltaba aprender a multiplicar. Fue violada y asesinada a los siete años. María del Cisne, los conos para la espumilla. María del Cisne. Ángel, el padre de Emilia Benavides, llevaba a su hija a rezar para que María del Cisne apareciera con vida. Hizo campañas y búsquedas de la pequeña, que en algún lado dejó tirada la bolsa con cucuruchos de azúcar y harina. 2014 a 2018. Lo que pueden la impunidad y el olvido. El caso de la pequeña María del Cisne había quedado en archivo hasta abril. En ese mes, Franco David Z. rindió testimonio y confesó su crimen. Había sido él. Confiesa porque ha perdido a su esposa y su hija ha quedado en situación de discapacidad. «Es un castigo de dios por lo Historias de desobediencia 145 Niñez, esa chispa que hice». No es un monstruo. Es un hombre que encarna toda la violencia ante la que callamos. Este asesino, violador de niñas, parte de una red de pornografía infantil, es lo que no queremos ver pero que nos acecha. ¿Cuántos cadáveres tan pequeños hay que desenterrar para abrir los ojos? No necesitamos ningún dios que nos castigue cuando somos estas violencias que negamos. Emilia rezaba por María del Cisne. Un día, Emilia no estuvo más. Fue llevada lejos cuando salía a tomar el bus de su escuela. Fue el 15 de diciembre de 2017. A Emilia también le arrebataron su vida breve. También la violaron, y luego la quemaron y la enterraron. Emilia también aparece en fotos de celulares porque también fue víctima de una red de pornografía infantil montada desde Loja. Y también calló mucha gente. También vieron para otro lado, porque es más fácil disimular que enfrentar. Emilia, que rezaba por María del Cisne, no sabía, tan pequeña, que tenía que rezar por ella misma, que la perseguía esa misma sombra, así de pequeñita como era. Una red de pornografía infantil operaba en la ciudad de Loja. Al hallarse el cadáver de la pequeña Emilia, tres hombres de esa red son procesados. El «caso Emilia» es hoy una entrada en Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/ Muerte_de_Emilia_Benavides. ¿Cuántas niñas en Loja van a convertirse en «casos», en material de consulta, cuántas muertes violentas vamos a escribir? ¿Escribiremos un día algo que no sea esto? «Tras la audiencia de formulación de cargos, los tres procesados José Fabián Nero, Manuel Ambululdi y Tania Yulecsy ingresaron al Centro de Detención Provisional de Azuay en el Centro Regional de Turi al norte de la ciudad de Cuenca. Sin embargo, alrededor de las 07:00 el principal Historias de desobediencia 146 Niñez, esa chispa procesado dentro del caso, José Nero, fue hallado muerto en su celda. Nero, aparentemente, se había suicidado usando una camiseta para ahorcarse colgándose de las varillas de una de las camas de la celda». Hoy, el taxista que llevó a Emilia a su lugar de violación y el responsable de la red de pornografía han recibido una sentencia de 34 años y ocho meses por delito de femicidio no íntimo. La fiscal Bella Castillo mandó a realizar 38 peritajes para el caso y hoy planea apelar la sentencia a 40 años. Esos 40 años no traerán de vuelta a Emilia, tampoco a María del Cisne...es la justicia que tenemos. Secuestro, violación, trata y asesinato de una niña: «infracciones». ¿Cuántas niñas en Loja han sido y serán asesinadas por redes que pagan mil dólares por una violación filmada? La red ha sido desmontada, pero la manera en que esto se ha naturalizado es también muy violenta. «Así pasa». El sistema de justicia no pudo siquiera separar a los responsables en celdas para seguir con el proceso. La ministra de Justicia entonces, Rossana Alvarado, se justificaba diciendo que no había celdas suficientes. Trataron este caso como si no hubiera sido una amenaza para todas las niñas en Loja, como si las «infracciones» pudieran ser tratadas como cualquier robo. Como si la vida de las niñas estuviera a la deriva. Está a la deriva, nos dice el sistema de justicia. Como en tantos lugares, las niñas y las mujeres en Loja viven en un constante estado de alerta. Bernardita Maldonado conocía a Emilia, amiga muy cercana de su hija. «Caminar en Loja es caminar con miedo. Ninguna de nosotras puede decir que no ha sido tocada, amenazada, hostigada. Nos dicen que no caminemos por detrás del estadio, que no tomemos esta calle, que no pasemos por esa tienda, que no salgamos a esta hora. ¿TendreHistorias de desobediencia 147 Niñez, esa chispa mos que terminar caminando por túneles y alcantarillas, entonces?». La impotencia de Bernardita es la de muchas mujeres que saben que en Loja se tienen que desmontar las violencias de género para proteger la vida de las niñas y las mujeres, pero que la negación y la resistencia son enormes, infranqueables. «¿Cómo es posible que en un espacio tan pequeño se acumule tanto odio, tanto desprecio por nuestras vidas?» Su pregunta es terrible porque da cuenta de la impunidad y la indolencia que nos atraviesan, aun frente a vidas de niñas tan pequeñas que no alcanzaron a crecer pero que son vistas como responsables, junto con sus familias, de la terrible muerte que les dan las violencias con nombre y apellido con las que convivimos: redes de pornografía, tratantes de personas, asesinos, violadores que muchas veces están en nuestras familias o en nuestro entorno. «No debía haber ido sola, no tenía que haber estado en la calle». Los zapatos blancos de Emilia, la bolsa que llevaba María del Cisne con cucuruchos para espumilla...vemos todo, pero no queremos ver lo que nos mata. No vemos que la pobreza desprotege a las niñas, que el trabajo infantil las expone hasta la muerte, que callar la violencia produce más y más víctimas. «Yo recuerdo abrazar a la pequeña Emilia, todavía siento el calor y el peso de su cuerpo entre mis brazos», me dice Bernardita. No nos resignamos a que la justicia se reduzca a devolvernos en bolsas los cuerpos de las niñas muertas, porque no deberían haber sido asesinadas. No nos resignamos a la eficacia de los protocolos de búsqueda, porque no deberían haber desaparecido. Historias de desobediencia 148 Niñez, esa chispa No nos resignamos a que la única reparación sea endurecer las penas, porque la prisión apenas simula que la violencia está contenida. No nos resignamos a que se clame por la pena de muerte para los femicidas, porque una muerte no deshace otra muerte. No nos resignamos a que la escuela, la familia o el amor sean el lugar donde vamos a encontrar la muerte. Otro tiene que ser el amor de pareja, que no mate, otra tiene que ser la familia, que no disimule, otra la escuela y otros los caminos que caminamos, que no conduzcan a nuestra muerte. 2018 11 15, La Periódica Historias de desobediencia 149 A favor del aborto p152 «Nuestra apuesta es por la vida» p157 El aborto no es solo eso p161 Cuentos de brujas p166 Manual de buenas costumbres p172 Silencios que matan A favor del aborto «Nuestra apuesta es por la vida» Recientemente, la colectiva Salud Mujeres presentó el manual Aborto seguro con medicamentos, información segura para decidir (Quito, 2015). Se trata de una apuesta por promover una diferencia en la vida de las mujeres y en la sociedad a través del conocimiento y de la autonomía que proporciona el conocer. En este tema, la diferencia está literalmente entre la vida y la muerte de una mujer. El objetivo es dar información transparente porque es un derecho, aunque el conocer, construir argumentos e interpelar al Estado en este y otros ámbitos se vea cada vez más como una afrenta, pues se deslegitima el disenso sistemáticamente. La colectiva comparte «con otras mujeres información pública, científica, oportuna, laica sobre aborto seguro con medicamentos en base a las últimas investigaciones de la OMS, FLASOG, CLACAI, y otros organismos de salud internacional», según describen su misión. Esto es el resultado de años de trabajo sostenido de una juventud feminista que mantiene, también, la línea telefónica de aborto seguro, en donde informan y realizan acompañamiento a las mujeres y personas que llaman. Cuántas mujeres habrán necesitado una voz que les diga que tienen opciones frente un embarazo no deseado: continuar con él, interrumpirlo o, por lo menos, tener un respiro para pensar que el embarazo forzado no es destino, que es una circunstancia difícil frente a la cual, sin embargo, se puede tomar decisiones. El día 29 de mayo, aparece este tuit en la cuenta en Twitter de Amparo Medina, promotora antiderechos: «Cárcel para todas estas ONG que difunden y promoHistorias de desobediencia 152 A favor del aborto cionan aborto en nuestro país». Medina responde a la vez a otro tuit, este de la cuenta «14 millones», la cual nos remite a un blog firmado por el Padre Ernesto Arosemena, que dice: «ahora por lo menos tenemos evidencia suficiente para que al menos algunas abortistas ecuatorianas vayan por fin a la cárcel —aunque sólo sea por un mes— por el delito de ‘Apología del Delito’ (sic), previsto en el Artículo 365 del Código Orgánico Integral Penal del Ecuador, dado que en Ecuador el aborto es un delito. OJO, FISCALÍA, A USTEDES LES ESTOY HABLANDO». ¿Cárcel por informar? Lo sabemos: las niñas, las jóvenes y las mujeres abortan todos los días, de maneras más o menos clandestinas y riesgosas. Hay mujeres que pueden salir del país e interrumpir sus embarazos en entornos legales y seguros. Hay mujeres que buscan quebradas rocosas para morir o provocarse abortos —lo que suceda primero— por medio de saltos contra las piedras, o que se hacen patear para abortar tras los golpes. ¿Qué es lo que pasa en una sociedad para que una mujer tenga que hacerse dar una golpiza a fin de interrumpir su embarazo? No podemos juzgar. Todas estas mujeres están en una situación límite. Muchas han sufrido una violación, han sido repudiadas por sus familias, han contemplado el suicidio. Las que viajan y las que ruedan por quebradas rocosas en su desesperación, aunque haya abismos entre sus respectivas circunstancias, todas han sido víctimas de la misoginia. El Estado es responsable de no acoger estos casos en las instituciones médicas, que temen ayudar a mujeres en situación de aborto, espontáneo o provocado; de proteger a los perpetradores cuando se trata de violencia sexual; Historias de desobediencia 153 A favor del aborto de no discutir la despenalización del aborto; de no aceptar que el aborto es una causa de muerte; de pretender que no sucede. En este momento, la salud sexual de las mujeres de este país está en riesgo permanente: se trata de una emergencia. Se ha cancelado el debate, se ha procedido de manera turbia en el tema de educación sexual y no se presentan decisiones transparentes ni mucho menos políticas públicas coherentes con esta realidad. Conviene responder la acusación nerviosa del Padre Arosemena con argumentos que rebasen su carácter elemental —sorprende su virulencia cuando el mismo Bergoglio ha tenido que reconocer los 46 millones de abortos anuales y ha planteado un perdón mundial para quienes lo necesiten—. Hay que decir que: • El aborto no es y no debería ser visto como un método anticonceptivo recurrente. Es una situación límite en la vida de una mujer. Las consignas feministas despliegan claramente las políticas feministas del aborto: “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir.” • Ninguna mujer quiere abortar ni busca activamente el aborto como solución a un embarazo no deseado. El aborto es una decisión que puede tener un costo emocional, social, moral, religioso. Y sin embargo, debe ser un derecho. Las mujeres estamos listas para lidiar con las consecuencias de un aborto, y vamos a acompañar a todas aquellas que lo necesiten a hacerlo sin culpa. Historias de desobediencia 154 A favor del aborto • No tenemos las condiciones materiales para no pensar en el aborto. Si viviéramos en una sociedad sin violencia sexual, patriarcal, económica, en donde los métodos anticonceptivos estuvieran al alcance de toda la población y nos educáramos en lugar de recibir adoctrinamientos, podríamos pensar que el aborto dejaría de ser una necesidad. Mientras no existan las condiciones materiales para que no sea necesario ni urgente, el aborto es una realidad, por tanto, es una responsabilidad del Estado responder frente a ello con garantías para la vida digna de las niñas y las mujeres. • La conciencia individual de las personas creyentes, religiosas, laicas y ateas es eso: individual. La fe individual no puede intervenir en políticas del Estado. La fe individual no es una manera de dominar al otro, es una manera de comprender el mundo. De lo contrario, no se trata de una fe individual, sino de la imposición autoritaria sobre la vida de las otras que puede afectar esa vida hasta destruirla. • Cancelar el debate sobre el aborto y perseguir a las mujeres que lo practiquen, encarcelarlas, solo las ahuyenta de cualquier ayuda que puedan obtener en los centros de salud. La prohibición del debate público devuelve a las niñas y a las mujeres a un lugar de silencio y culpa. La noche de presentación del manual de aborto seguro, una de las integrantes de la colectiva dice con enorme honestidad: «Porque si algo quiere la Colectiva Salud Mujeres es desaparecer, nuestro fin máximo es que el aborto se despenalice, y eso significa que no exista línea de información». Esta afirmación de una joven activista es de una integridad imposible de entender en el mundo de la política, y ahí está su potencia, lo que nos convoca. Historias de desobediencia 155 A favor del aborto «Es claro que nuestra apuesta es por la vida», continúa. Aquí hay una apuesta ética, limpia y valiente. Al mismo tiempo, es terrible que al plantear estos temas tengamos que sentirnos «valientes» frente al terror y al amedrentamiento. Y si hay jóvenes íntegras que apuestan por la vida, apostamos con ellas, no les deseamos la cárcel y tampoco banalizamos el urgente y sensible tema del aborto. Si no condenamos y estamos dispuestos a escuchar, a considerar estos argumentos, ya habremos desactivado en algo la violencia que nos está golpeando todos los días, en todos los lugares que habitamos. 2015 06 24 Historias de desobediencia 156 A favor del aborto El aborto no es solo eso Hoy es el Día por la Despenalización del Aborto en América Latina y el Caribe. En Ecuador, el aborto es un tema ahora prohibido por orden directa del presidente de la República desde octubre de 2013. En esos dos años, han muerto mujeres por abortar en condiciones de riesgo; se ha perseguido a mujeres por abortar; las mujeres han tenido hijos no deseados producto de la pobreza y la violencia sexual, por tanto, se ha violado su derecho a la dignidad; se le ha negado una educación sexual laica a la niñez y a la juventud. Nos hemos vuelto más ignorantes. Si optamos por considerarlo con serenidad, el aborto realmente nos obliga a pensar qué es la vida, cuándo comienza, cómo se gesta, cuándo termina, de qué maneras se entiende la vida hoy, cuando vivimos en una sociedad constituida por la tecnología como parte integrante del cuerpo. Si queremos comprender el problema del aborto, debemos pensar en la muerte, en la tecnología, en el cuerpo en relación con el Estado, en el modelo capitalista. Todo eso genera nuevas concepciones de lo que es la vida. No se puede hablar de aborto sin hablar de eutanasia; suicidio; inseminación artificial; transferencias de óvulo; tratamientos de fertilidad; transplante de órganos; transfusión de sangre. En el acto sexual hay espermatozoides que se pierden. En algunos embarazos iniciados, hay embriones que se vuelven inviables. Esto nos sitúa frente a nuestra propia mortalidad y también frente a nuestra libertad de conciencia, a nuestra posibilidad de tomar decisiones frente a hechos inesperados. Historias de desobediencia 157 A favor del aborto Sin duda, se trata de problemas vinculados los unos a los otros: parten del debate sobre qué es la vida humana, en dónde inicia y cómo puede terminar. Si convenimos en que la vida se gesta gradualmente hasta que existe un ser humano al cabo de un proceso de gestación, pensemos también si esa gestación puede ser solo «natural» o si es legítimo que se la provoque tecnológicamente. Si no se puede interrumpir un embarazo por medio de la tecnología, ¿es lícito iniciar uno? Si en Ecuador se permite congelar óvulos o mantener abiertos bancos de semen, se estaría permitiendo que se comercialice con posibilidades no naturales de generar vida. Absurdo como suena, eso es lo que nos hace pensar la posición oficial del Estado frente al aborto, pues un debate serio debe considerar los argumentos vinculados a él. En otro ámbito, ¿cómo va a tratar el Estado la difícil realidad del suicidio? ¿Le corresponde al Estado? En otros países se han definido ciertos casos de suicidio como accidentes de trabajo cuando es causado por las condiciones de miseria que generan los modelos de explotación. ¿Prohibimos también este debate al otro cabo de la vida? Cuando retrocede una sociedad, retrocede la posibilidad de pensar en escenarios que jamás habíamos considerado y que harían nuestras vidas más dignas. Por otro lado, el tema del suicidio asistido y la eutanasia pasiva o activa también tendrían que prohibirse, según la lógica antiderechos. Son problemas que no se pueden disociar con tanta ligereza. Allí también se trata de la vida, del derecho a la dignidad humana, a la integridad. Entonces, si el Estado ecuatoriano prohíbe el aborto libre y seguro y sus funcionarios de turno quieren ser coherentes, tendrán que prohibir también los lugares para el buen morir; las clínicas de fertilidad; la donación y el transplante Historias de desobediencia 158 A favor del aborto de órganos; y también el acto sexual, pues genera pérdida de material genético. ¿Qué esperan? Vayan y cierren las clínicas, persigan a las familias de enfermos terminales o a quienes el buen morir les brinda sosiego, prohíban las donaciones de órganos y controlen que no haya pérdida de espermatozoides cada vez que un acto sexual tiene lugar. Solo así serían coherentes. De lo contrario, están simplemente imponiendo una norma jurídica atrasada que no puede ser sino misógina, mortífera y muy, muy pobre. No ver que el aborto es un tema relacionado con todo esto dentro de lo bioético, del bioderecho, es mantenerse deliberadamente al margen de esta discusión, que llevaría a la progresión de los derechos de la población. Esta grave negativa del Estado ecuatoriano a asumir este debate está llevando a la muerte de mujeres todos los días y a hacernos más ignorantes a todos. Esta ignorancia exacerba la estigmatización contra las mujeres en el caso concreto del aborto y de sus derechos sexuales y reproductivos. La Constitución ecuatoriana dicta que la vida humana inicia en la concepción, un argumento bastante pobre que el poder usa para prohibir el debate, cuando sabemos que la Constitución no es un texto inamovible, está hecho por personas, por lo tanto, va a reescribirse en el tiempo. La prohibición de debatir sobre la despenalización del aborto nos sitúa como uno de los países más retardatarios del mundo. Con esta prohibición, el Estado ecuatoriano retrocede a la imposición de una moral única para toda la población. Los Estados modernos deben admitir que no opera una sola moral en las sociedades que administran. Si hay ciudadanía libre, hay diversidad: hay libertades sexuales, de conciencia, de culto, de expresión. Esas libertaHistorias de desobediencia 159 A favor del aborto des deben ser garantizadas con derechos, pero sobre todo con justicia. El Estado ecuatoriano ha actuado en contra de su población y en contra de las mujeres, a pesar de recomendaciones internacionales y de la preocupación de la ONU, de la CEDAW, de Human Rights Watch, a pesar de nuestra protesta organizada, de nuestra interpelación permanente, que ha sido deslegitimada. El retroceso es realmente devastador. La bioética ya ha planteado ampliamente el debate en torno al aborto en relación con la vida y la muerte por décadas. Ignorar esta realidad del mundo en que vivimos es ir contra la justicia para las niñas y mujeres. En una sociedad diversa, no es posible que haya un solo código ético para toda la población. La diversidad de la experiencia, de la existencia misma, debería por lo menos menos considerarse para incorporarse un día a lo legislativo. Ignorar el mundo del conocimiento, gastar dineros públicos para obstaculizar el acceso a dichos conocimientos, es sumir a las personas en una marginalidad que se volverá obediencia e ignorancia. Parece que es lo único sobre lo que pueden gobernar. 2015 09 28 Historias de desobediencia 160 A favor del aborto Cuentos de brujas Ninguna mujer quiere abortar. No es un hecho trivial en la vida ni en el cuerpo de las mujeres y no viene sin costo emocional. Es una decisión difícil, que sin embargo debe existir como tal: como una decisión posible y segura. Si una mujer está dispuesta a hacer frente a un aborto elegido, las consecuencias, sean del tipo que sean, como procesos de recuperación o incluso duelos, son din duda menores que las consecuencias de llevar a término un embarazo forzado y una maternidad obligada, y son responsabilidad de la mujer que decide. Las niñas enfrentan una situación distinta. Una niña embarazada siempre habrá sido víctima de violación o estupro, de la interrupción de la niñez, de situaciones precarias que pueden conducir a un embarazo. Una niña que ni siquiera ha elegido tener sexo ni quedar embarazada mucho menos puede elegir qué hacer. Esa niña necesita que el Estado, la familia y las instituciones educativas le garanticen un proyecto de vida, que en ningún caso supone obligarla a ser madre. Esas instituciones deben garantizar que las niñas puedan abortar para detener en algún momento, aunque sea tarde y de manera desastrosa, la cadena de violencia a la que han sido sometidas. Obligar a una niña a ser madre es una de las formas de tortura más vergonzosas que existen, porque se disfraza de amor y sacrificio. Necesitamos y demandamos la despenalización del aborto. El Colegio de Abogados de Pichincha y su Observatorio de Género y Diversidad acaban de presentar a la Asamblea Nacional una petición para que se debata la despenalización del aborto por violación, incesto y Historias de desobediencia 161 A favor del aborto discapacidad fatal del feto. Ni la Asamblea ni el gobierno nacional pueden ignorar esta demanda que proviene del movimiento de mujeres. La alianza entre el Colegio de Abogados y las mujeres evidencia que la sociedad civil tiene cada vez mayor conciencia de que el aborto y el embarazo forzado no son un problema solo de las mujeres, aquí hay un planteamiento legal de un gremio cuyo trabajo es imprescindible en este debate. Es urgente tener conciencia de la criminalización cada vez más marcada de la práctica del aborto en Ecuador. ¿Cómo entender que una realidad como el aborto termine vinculada a la cárcel en este siglo, en este país? En mundos concebidos desde el castigo y con lógicas penales, la prisión se erigía como una manera de «impartir justicia» y velar por la integridad de la gente fuera de ella. El modelo social carcelario exhibe sus propios casos respecto a esto, y hoy funciona como un recurso de control sobre la población socialmente más vulnerable. Por eso, la prisión como idea ha fracasado hace mucho. Un privilegio de clase de los crímenes de cuello blanco consiste en la posibilidad que tienen los ricos de evadir la prisión. Pensemos en quién cumple hoy arrestos domiciliario en el mundo; pensemos en dónde está Jorge Glas Viejó hoy por violar a una menor y embarazarla; en la impunidad que protege al profesor de un conocido colegio francés en Quito que ha violado a un niño de cuatro años. Las cárceles son cada vez más para los vulnerables, y en Ecuador, para las mujeres que abortan, aunque muchas veces sus abortos no sean provocados y ellas deseen sus embarazos. La ley de terror en Ecuador no discrimina. El aborto no siempre fue un crimen —aun hoy, lo es solo en los países con las leyes más retardatarias—. Historias de desobediencia 162 A favor del aborto Por lo menos hasta el siglo XIII, el aborto es una práctica asociada a la sexualidad y al control del tamaño de la familia: se practica y no se sanciona. Hasta el XIV, el embarazo existe solo desde el momento en que es visible. Una mujer jamás será sospechosa de abortar porque no hay sospecha de embarazo hasta que su vientre se abulta. Es decir, si una mujer sospechaba que estaba embarazada tras perder la menstruación, la regulaba con hierbas y sustancias, un conocimiento ancestral hoy deslegitimado por los poderes morales, pero no desaparecido. Así, recuperaba su ciclo sin pasar por las instituciones del Estado ni de la Iglesia. Y si esa mujer perdía la menstruación y deseaba su embarazo, usaba su conocimiento para protegerlo y llevarlo a buen término. Hoy, muchas culturas ancestrales hablan de regulación del ciclo menstrual, no de aborto, porque ese concepto no es universal, mucho menos como sinónimo de crimen. En realidad, el aborto se empieza a nombrar como tal en Occidente solo a fines la Edad Media, esto es fundamental a la hora de comprenderlo como un concepto creado por la historia médica, religiosa y legal de Occidente. Aquí contribuyen la idea de pérdida, la idea de pecado y la idea de delito, y se trata de una construcción de los últimos siglos. Mientras la ciencia moderna comprende el aborto como una expulsión en período no viable de vida, el Estado y la Iglesia deciden usarlo a su servicio y moralizarlo. Razones de control demográfico, mantenimiento de los modos de producción, han contribuido a que el Estado regule hoy la reproducción de la vida. En un momento dado de la historia de Occidente, se considera necesario que el Estado legisle sobre uno de los resultados posibles de la práctica sexual entre hombres y mujeres, que es la fecundación. Hay un proceso social Historias de desobediencia 163 A favor del aborto paulatino en donde interviene la normativa del derecho, y ámbitos que antes no eran regulados pasan a ser regidos por normas. Platón ya había pensado en que era pertinente que los hombres, es decir, la ley, promovieran el aumento de la natalidad cuando fuera beneficioso para las ciudades, o la controlaran de ser necesario. Sócrates aprendió mucho de su madre, Fainarate, que era partera. La ley de los hombres y el cuerpo de las mujeres guardan un viejo conflicto. Esta ley no siempre supo qué hacer con el acto sexual entre un hombre y una mujer vistos como fértiles. Durante siglos, la filosofía y la teología dejan en la indeterminación el periodo que hay entre lo que la religión llamó concepción y los días que le siguen, cuando no se sabe si hay vida o no. Esto indica que la vida no siempre se concibió como completa y definitiva desde esa concepción, sino que podía también considerarse como gestada gradualmente. Ese periodo de indeterminación es capturado por la Iglesia y el Estado poco a poco hasta llegar al siglo XIX, cuando se empieza a igualar vida y concepción. El argumento de que la Constitución en Ecuador afirma que la vida inicia en la concepción no puede suprimir el debate, al contrario, es muy limitado. Ese argumento, que ha sido utilizado por el presidente de la república para censurar de manera autoritaria el debate en torno al aborto, no puede dejar allí la discusión. Hay un arco enorme entre lo que se comprendía como la «recuperación de menstruación» y lo que hoy conocemos como aborto y, más aún, como delito. Asimismo, el hecho de igualar el aborto al asesinato, al infanticidio y al abandoHistorias de desobediencia 164 A favor del aborto no de recién nacidos proviene de la perpetuación de esta ignorancia y de una manera oscurantista de concebir la vida, la misma que sirve al control del Estado y la Iglesia sobre el cuerpo de las mujeres. Cuando retrocede la reflexión en torno a la vida, retrocede la posibilidad de pensar en argumentos y respuestas que harían nuestras vidas más dignas. Esas respuestas que tenemos que construir colectivamente evitarían que las mujeres fueran presas por abortar, por una ignorancia que, cuando está en el poder, es capaz de destruir la vida de las personas. El aborto, que en Ecuador se resuelve por medio de sanciones penales cada vez más inhumanas, escalofriantes y tiránicas, tiene que ser despenalizado porque hoy se usa como una razón para torturar a las mujeres, asesinarlas socialmente y hacer cacería de brujas en pleno siglo XXI. Es vergonzoso ver a un Estado que justifica la tortura como método de control. Si el Estado desoye las recomendaciones de ONU que hablan de tortura y las demandas de la sociedad civil, si se ignora la historia de las mujeres en prisión por abortar, tendrá la responsabilidad de haber cometido tortura contra esas mujeres. 2016 08 24 Historias de desobediencia 165 A favor del aborto Manual de buenas costumbres Cada 28 de septiembre se suman esfuerzos internacionales para defender la despenalización del aborto. Seis mil mujeres mueren cada año por abortar clandestinamente. En países donde el aborto es legal, las mujeres que asisten a los centros de salud reciben atención integral, lo que disminuye la necesidad de abortar por el uso de métodos de anticoncepción e información. En Ecuador, cada vez más organizaciones y personas se suman a la lucha por la despenalización del aborto. Por primera vez un gremio, el Colegio de Abogados de Pichincha, ha extendido un documento a la Asamblea Nacional demandando la despenalización del aborto por violación. Hoy, 28 de septiembre, el Movimiento de Mujeres se dirige a la Asamblea para entregar un oficio con la misma demanda. Ni el Colegio de Abogados de Pichincha ni el movimiento de mujeres ha recibido respuesta de la Asamblea respecto de un tema que causa miles de muertes al año. El año pasado, la colectiva Salud Mujeres publicó el Manual de aborto con medicamentos. El manual, que tiene ilustraciones, es colorido, muy bien documentado, científico y seguro, dice muchas cosas más de las que dice. Este manual dice que hablar de aborto no sólo es necesario, sino urgente y legítimo, y dice que las decisiones de las mujeres sobre su cuerpo no sólo son un derecho, sino un derecho que jamás tendría que ser vergonzante. El manual dice que podemos hablar abiertamente del aborto y que tenemos que hacerlo. Historias de desobediencia 166 A favor del aborto En la cadena de tabúes y violencias en la que vivimos, es muy probable que una mujer termine con un embarazo que no quiere. Si esa mujer decide abortar, va a hacerlo con leyes que la amparen o sin ellas, con un sistema de salud que la proteja o fuera de él, no por ligereza, sino porque no tiene opción. En Ecuador, no hay leyes ni sistema de salud disponibles para las mujeres que quieren abortar. Hay recursos tan desesperados como el uso de ganchos de ropa, pedirle a alguien que nos meta una paliza en el vientre o ir a las paredes rocosas del Pichincha y despeñarse una y otra vez, según lo testimonian mujeres que han seguido esa ruta de terror. Sí. Esto sucede. No es locura ni pecado ni crueldad, es el grado de desesperación al que llegan niñas, jóvenes y mujeres ante esta situación límite. Si esto es real y sucede, es porque las mujeres han sido conducidas a esos extremos al no poder acercarse a un centro de salud. Y si el aborto es una realidad que se repite todos los días en todas las clases, sectores y hogares, criminalizarlo solo pone en riesgo mayor a las mujeres, no las ayuda ni evita los embarazos. Publicar un manual científico y riguroso para aprender cómo abortar con medicamentos es un gesto enormemente valiente en un país como Ecuador. Es una apuesta por la educación, la autonomía y la vida. Sí, la vida. Hace un año, cuando salió el manual, yo pensé que esta publicación menuda y fuerte venía a derribar de cierto modo el género del «manual de costumbres»: etiqueta, civilidad, buen comportamiento de las mujeres... Las autoras, ese enorme cuerpo emancipado del activismo feminista que está en muchos países, vienen a resignificar el «género del manual» para ofrecerle a una mujer un recurso digno para no morir, nada menos. Historias de desobediencia 167 A favor del aborto Cuando leí el manual pensé en eso y escribí esto para ellas que, estoy segura, no han leído muchos manuales de buenas costumbres, o por suerte no los han interiorizado. Esas autoras vienen antecedidas por un movimiento de mujeres de décadas, que en Ecuador es fuerte, que ha resistido y que ahora ve retrocesos catastróficos que vienen directamente de un gobierno progresista. El movimiento de mujeres ha visto la defensa fugaz y caída de la lucha por el aborto en la Asamblea, y ha visto, todos hemos visto, que el gobierno decidió que las mujeres que abortan vayan a la cárcel, incluso si su aborto es espontáneo, pero «sospechoso». Las jóvenes editoras del manual para abortar han recogido el camino abierto por las mujeres y no han cejado: con el manual luchan contra el riesgo en que el Estado ecuatoriano pone a las mujeres al prohibir que decidan sobre sus propios cuerpos. Un colectivo firme y bien enterado, con información científica, hace lo que debería hacer el Estado, con una determinación que no tiene ninguno de sus funcionarios. Hoy, además del manual, estas defensoras de la vida ofrecen una línea de aborto seguro para información: «todos los días del año, de 5 a 10 pm». El manual es todo un género, siempre sirve para educarnos en algo, es un conjunto de pasos a seguir, una caja de herramientas. En este caso, el Manual de aborto con medicamentos nos indica qué hacer frente a un embarazo no deseado, cómo tomar decisiones dentro de esta circunstancia y cómo abortar cuando queremos hacerlo. Cándido como suena, este manual viene a contrariar las decenas de manuales que se escribieron para las mujeres en estos siglos. Historias de desobediencia 168 A favor del aborto Pienso en otros manuales anteriores. Pienso, por ejemplo, en un manual usado por las burguesas en el siglo XIX. Se llamaba Secretos para ser amada, de la Baronesa Blanca Staffe. Cuando una mujer estaba enferma o embarazada, la Baronesa recomendaba poner en práctica lo que ella llamaba «el arte de padecer», y decía: «Puede suceder que una mujer sea impotente para vencer las enfermedades. Aún así puede retener a su pretendiente o a su marido. Las quejas a nada conducen. Cierre los labios y contenga los gemidos, sonría, que así dará dulzura a su pálido rostro. Por enorme indisposición que sienta, debe evitar gestos y contorsiones que le desfiguran el rostro sin beneficio alguno. El arte de padecer consiste en no relajarse nunca». El control del cuerpo de las mujeres no es algo abstracto. Estos manuales de civilidad se encargaban de velar por que las mujeres no se emanciparan ni siquiera en su gestualidad, porque el movimiento controlado controlaba también su capacidad de acción. Esta misión del manual avanza hasta hoy, por difícil que sea de creer. Está el famoso —o mejor dicho, infame— manual de Carreño, que se sigue usando en algunos colegios de Ecuador. Reza: «la mujer que tomara el aire desembarazado del hombre, aparecería inmodesta y descomedida». O: «Pero entienda la mujer, especialmente la mujer joven, que la dulzura de la voz es en ella un atractivo de mucha más importancia que en el hombre: que el acto de gritar la desluce completamente». El movimiento de mujeres hoy alza la voz: hay que hablar de aborto, hay que legalizarlo. A Carreño esto no le habría gustado, suena «desembarazado», irónicamente. Cuánto de Carreño y de la Baronesa hay en cada una de nosotras y cuánto pensamos que una mujer debe ser eso. Cuánto desaprender para comprender el aborto como un tema de salud pública, un derecho Historias de desobediencia 169 A favor del aborto a la vida y una reivindicación de la soberanía del cuerpo, sus movimientos, modulaciones, pasos. Las iniciativas civiles, feministas y de las mujeres hoy quieren eso. No se trata de banalizar el aborto, se trata de comprenderlo. El Manual de Salud Mujeres responde a este enorme y antiguo archivo de otros manuales construido para controlar los cuerpos y las voces de las mujeres. La reinvención del género del manual viene para defender la vida, para emancipar el cuerpo y para tomar decisiones informadas y serenas ante una situación límite como un embarazo no deseado. Ya no «el arte de padecer», hoy leemos cómo defender y conquistar nuestro cuerpo. Ante estos antecesores como Carreño y la Baronesa, cuyo peso es mucho mayor del que sospechamos, el Manual de aborto con medicamentos es en sí un acto de resistencia. Hoy, la resistencia consiste en conocer nuestro cuerpo, defender nuestras decisiones y difundir el conocimiento que nos permite llamar al cuerpo «un espacio soberano». El manual incluye protocolos y recetas, pero también nos enseña que conocer, practicar la solidaridad, el acompañamiento, son formas de ciudadanía que se activan en la conciencia política del afecto. Hay una ética que el manual propone, pues jamás hace del aborto algo trivial, que no es y no debería ser un método de anticoncepción. Este conocimiento sobre el aborto y el embarazo no es solo para las mujeres ni su responsabilidad exclusiva. Todo este esfuerzo está responsablemente fundamentado, ha sido científicamente probado y está escrito para que todas y todos podamos acceder a él. Es un trabajo que, además, nos permite comprender mejor el retroceso terriblemente grave que el último COIP (Código Orgánico Integral Penal) representa en este tema. «No hay manera de que Historias de desobediencia 170 A favor del aborto ningún profesional de la salud identifique un aborto natural o espontáneo de uno provocado con Misoprostol», dice el manual. ¿Con qué criterios se dice entonces en los centros de salud que una mujer ha cometido un crimen, si no se puede verificar la causa de aborto? Así, dentro de este absurdo, ya se ha judicializado a 74 de mujeres en Ecuador. Hoy, debemos saber esto, cuando los hospitales y centros de salud se han convertido en un lugar de riesgo para una mujer que aborta, sea de manera espontánea o provocada. Aunque no debería ser así, hoy, editar un manual de aborto con medicamentos es un acto de enorme valentía, aunque no se tendría que ser valiente para defender la vida. 2016 09 28 Historias de desobediencia 171 A favor del aborto Silencios que matan De eso no se habla. Es secreto de familia. Algunos secretos inconfesables dentro de la sociedad ecuatoriana encubren a hombres que han cometido actos de violencia sexual dentro de sus propias familias, con frecuencia, con la complicidad de sus miembros, de manera más o menos consciente. Este es solo un ejemplo de la violencia que vivimos todos los días, en todas las regiones y sectores sociales de este país. En muchas familias, se aprende de generación en generación cómo guardar estos secretos. Cuando la historia se repite sin giros, esa violencia se vuelve tan normal que se confunde con la vida cotidiana. Es entonces cuando se ha naturalizado y se convierte en nuestro hábitat. Nadia tiene 12 años. Los domingos, su familia se reúne para comer y jugar bingo. La primera vez que su tío abusa sexualmente de ella, tiene 10 años. Ha sido violada varias veces. Hace unos meses empezó a menstruar. Ahora está embarazada. A fin de evitar una tragedia mayor, su familia decide ocultarla hasta que pueda dar a luz. El parto es de altísimo riesgo, pues Nadia apenas está iniciando su etapa adolescente. La posibilidad del aborto ni siquiera se menciona. Deciden no confrontar al violador para no causar rupturas en la familia. Todo sigue casi igual. El secreto se ha instalado. Nadia será una madre de 13 años. Su madre le dice en un momento de compasión que un día se va a olvidar de todo esto. Después de todo, los hombres no pueden controlar sus urgencias, y ella es tan bonita. La familia vuelve a reunirse para jugar bingo. «Atiende a tu tío, Nadia». Esa actitud silenciosa y culpable se extiende a toda la sociedad cuando una persona o un Estado eligen por conHistorias de desobediencia 172 A favor del aborto veniencia el sigilo sobre la confrontación. Si somos una sociedad que no se hace preguntas ni se replantea sus valores, somos una sociedad que está exponiendo a su población a crímenes atávicos que no ha querido cuestionar, desmantelar, erradicar. La violencia es algo que muchas veces se hereda, es algo difícil de romper, de tirar en mil pedazos, a menos que se la nombre y se la vea de frente. Por eso es necesario hablar de la despenalización del aborto. Desde 1990, el 28 de septiembre de cada año se conmemora el Día por la Despenalización del Aborto en América Latina y el Caribe. Una sociedad evolucionada está obligada a replantearse su concepto de la vida, de la justicia y del derecho a medida que cambia. Este día le propone a la sociedad una reflexión sobre la vida de las mujeres y la autonomía sobre sus cuerpos. Pero solo una parte de la población acoge este debate en nuestro país. La secularización del mundo moderno, las luchas civiles feministas, la ciencia consciente de su indisociable vínculo con lo humano, el debate abierto en torno al aborto en estos momentos en países como Chile, Perú, España, han contribuido a la evolución de conciencia de muchos sectores, pero en Ecuador, desde octubre de 2013, el debate sobre la despenalización del aborto está prohibido. El castigo a las asambleístas que propusieron la despenalización del aborto en casos de violación ante la Asamblea Nacional sumió al Estado ecuatoriano en un mutismo que no ha vuelto a ser cuestionado, por lo menos no de cara a la opinión pública. Se ha instalado una «prudencia» bajo cuyo peso mueren niñas y mujeres todos los días. Una sociedad que repite irreflexivamente un discurso sin mirar su momento presente está destinada al terror. En el momento presente, miles de mujeres mueren cada año en América Latina porque se practican abortos clandestinos en condiciones precarias. Historias de desobediencia 173 A favor del aborto Esta es solo una de los muchas circunstancias que nos obligan a reflexionar: derecho al aborto por violación. ¿Qué hace la pediatría con niñas como Nadia? ¿Las mira como niñas y las acoge como pacientes, las mira como madres y las convierte en pacientes ginecológicas? ¿Qué hace la medicina con estas niñas madres cuando la comunidad profesional que debe ser responsable de ellas no puede debatir libremente? No hace falta decirlo, Nadia sería estigmatizada si optara por abortar. El maltrato que sufren las niñas y mujeres en su circunstancia viene de los médicos, las enfermeras, la familia, que bajo argumento de objeción de conciencia juzgan y criminalizan a las víctimas y justifican a los perpetradores. Hay un orden social dominante en este país establecido como legítimo: es católico y conservador. Ese orden social, amparado por la Iglesia y el Estado actual, se desarrolla bajo una norma jurídica terriblemente atrasada en lo que se refiere al aborto. Esa norma constituye un riesgo para las mujeres porque no se adapta a las nuevas conductas sociales ni a las realidades que considera indignas de ser repensadas. En ese contexto, las luchas de la sociedad civil desde los activismos y los derechos humanos son imprescindibles en la medida en que ejercen presión, promueven el cambio y nos obligan a hacernos las preguntas que no queremos hacernos. Debemos entender, a estas alturas y ante las alarmantes cifras de muertes por abortos clandestinos, que la libertad que nos tiene que dar el Estado es la libertad de decidir de acuerdo con nuestra propia conciencia. Esa sí sería una sociedad mayor de edad, respetada por el Estado que la regula y no vigilada ni infantilizada, sobre todo cuando se trata de la población de mujeres. Historias de desobediencia 174 A favor del aborto La violencia se hereda, pero también se puede impugnar. El no repetir lo que hemos heredado y que parece una verdad incuestionable, el permitirnos la libertad de la pregunta, el detenernos a replantear nuestra ética, son una forma de debilitar la violencia. Cuando podamos debatir con libertad y respeto sobre la despenalización del aborto, seremos una sociedad más evolucionada y más digna. 2014 09 29 Historias de desobediencia 175 La vida en movimiento p178 El cable de luz p184 Historias de Cuba: Raúl, expulsado de Ecuador p191 Colombia: el vacío de la guerra p199 Aquí, Ecuador: xenofobia, Estado y feminicidio p207 Después del páramo de Berlín p213 Migrar por violencia sexual. Los largos caminos de las mujeres ecuatorianas p220 La iglesia, esa propiedad privada p228 La noche más larga. Sobre la protesta pacífica del colectivo de personas refugiadas, en Cancillería p237 El agua del presente. Sobre la Primera Asamblea Latinoamericana de Personas en Movimiento p247 Vivas, libres, desendeudadas y transitando nos queremos. Con Amarela Varela y Soledad Alvarez Velasco La vida en movimiento El cable de luz Gonzalo tiene tres perros. Black, uno de ellos, es grande. El edificio en que trabaja como conserje está cerca del campamento levantado por personas migrantes cubanas en el parque La Carolina, que sostienen para llevar la espera de solicitudes de visa en la Embajada de México. En gesto de enorme solidaridad, Gonzalo le pasa al campamento un cable de luz y una toma de agua, por lo cual es amenazado con ser despedido. Como no puede llevarse a todos sus perros, en un inicio se ve obligado a dar en adopción a Black, pero su dueño de casa termina por solidarizarse. Black se salva. El gobierno nacional jamás será capaz de emular el gesto de Gonzalo, y sus funcionarios tampoco tienen esa valentía. Además, pocos ecuatorianos nos damos cuenta, como Gonzalo, de que la migración no es algo ajeno a nosotros. La comunidad cubana que acampaba en La Carolina se trasladó luego al parque El Arbolito. En la madrugada del 6 de julio, en un operativo policial violento y desproporcionado, fueron desalojadas 148 personas. Migrar no es un crimen, es un acto vital de sobrevivencia en la vida de las personas. Quien migra no se va porque quiere, se va porque su vida corre peligro, porque está muriendo de hambre, porque no puede alimentar a sus hijos, porque repudia un régimen dictatorial que le ha perseguido. Su camino le expone, frontera tras frontera, a robos, violaciones, al hambre y al odio de los otros. Ese mismo camino anuncia la reorganización de la vida. Historias de desobediencia 178 La vida en movimiento Además de todo eso, la comunidad cubana de El Arbolito ha sido expuesta a una brutalidad frontal por parte del Estado ecuatoriano, que exhibe su poder de manera obscena. Aquí no solo están siendo violados los derechos humanos de 148 personas. Aquí estamos expuestos todos a un Estado sin derechos. El despliegue de poder, el maltrato físico, la tortura psicológica, la violencia policial repiten lo que se ha hecho durante marchas de la sociedad civil, apresando a dirigentes, amenazando con violación a mujeres, desapareciendo a personas por horas, negando atención médica, persiguiendo a civiles. Los diez de Luluncoto, los 21 de El Arbolito, los Mejía, los Saraguro, los Montúfar, Margoth Escobar. Eso no es ajeno a nosotros. Hoy, todos estamos expuestos a un Estado que ha decidido mostrarnos en la cara su autoritarismo. En el caso de ciudadanos cubanos, la amenaza de la deportación, la separación familiar, la prisión por deserción si vuelven a su país, la soledad, los colocan en un estado de indefensión que no podemos llegar a imaginar. Mírese usted teniendo que irse de un día para el otro, sin su familia, despidiéndose para siempre quizás, pisando una calle que jamás ha visto en donde tiene que empezar de cero. Mírese también discriminado por su acento, por su aspecto, tomado por sicario, por puta, por ladrón, aislado socialmente y sin poder trabajar. Mírese cercado por el odio, con un título en la mano, con sus manos listas y ganas de volver a empezar. Y mírese de pronto despertado en la noche a golpes por un policía, mírese mirando a su hija siendo golpeada y abusada, mire a su bebé cubierto con una frazada en el piso de una prisión. Y mírese de vuelta en un avión militar, sin papeles, vejado, vacío de agotamiento, expulsado de su propio derecho a imaginar que otra vida es posible. Historias de desobediencia 179 La vida en movimiento Desde la madrugada del 6 de julio, ciudadanos cubanos han sido violentados hasta lo innombrable. El Ministerio del Interior, en colaboración con el sistema de justicia, ha apresado, deportado y violado los derechos de más de cien personas. Desde el jueves, se han organizado traslados desde el centro de detención Hotel Carrión hasta Tababela y vuelos de deportación que salen de madrugada. Desde el jueves, los ciudadanos cubanos han sido detenidos sin haber cometido ningún crimen; han sido golpeados en prisión y despojados de sus pertenencias, de sus pasaportes y documentos; han sido maltratados por un Estado que, en papeles, ofrece garantías a personas en situación de movilidad, pero que en realidad ha atentado contra sus vidas. Muchas de estas personas no tuvieron audiencias de deportación, otras obtuvieron sentencias de libertad que no se aplicaron y fueron deportadas de todas maneras. Hay familias separadas, hay una menor cuyos padres fueron deportados y que queda sola en Ecuador, hay mujeres con un shock de tal magnitud que han tenido que ser medicadas, hay sentencias de libertad que no se han procesado, hay papeles importantes como solicitudes de refugio, pedidos de visa, pasaportes, cartas, fotos de familia, que volaron por los aires cuando la policía nacional emboscó los campamentos en medio de la noche. Podemos afirmar todo esto porque lo vimos noche tras noche en el proceso de acompañamiento colectivo que hicimos como movimientos sociales. Nadie nos lo contó. En marzo de 2014, Noemí Álvarez Quillay, niña ecuatoriana de 12 años, hacía el viaje de Cañar a Nueva York para reunirse con sus padres. Noemí fue violada en México. En el albergue La Esperanza de Ciudad Juárez, se ahorcó con un cinturón colgándose de la ducha. Nosotros soHistorias de desobediencia 180 La vida en movimiento mos más de un millón afuera de Ecuador, sabemos bien lo que es ser un país migrante, ver familias separadas, poner a los niños en manos de traficantes como única opción. Sabemos bien cómo han sido tratadas las personas migrantes ecuatorianas en Estados Unidos, España, Italia. Pero la xenofobia terrible de la sociedad ecuatoriana y el fascismo del Estado ecuatoriano han olvidado eso demasiado pronto, se les ha desvanecido la imagen de Noemí, igual que la de un millón de personas que están fuera. Durante uno de los viajes de deportación a Tababela, se ve a Nelly Reina saliendo de una base militar. La responsable de las Unidades de Control Migratorio desfila acompañada por policías. Un grupo de defensores de DDHH le grita y le dice que será juzgada. Reina se confunde, no se da cuenta de que la están insultando, y hace un gesto de saludo propio de las reinas de belleza. Sonríe tras colaborar con la deportación ilegal de ciudadanos cubanos, una expulsión colectiva por la que un día tendrá que ser juzgada junto con todos los autores de estos operativos. A ella también le ha convenido enormemente el olvido. Durante estas madrugadas, mientras dormimos, el gobierno ecuatoriano desaparece gente. La trasladan de la Unidad de flagrancia al Hotel Carrión, luego a Tababela, algunos vuelven al hotel, durante horas nadie sabe en dónde están. Eso se llama desaparición forzada. Diego Fuentes Acosta, el viceministro de seguridad interna, exhibe en su Twitter la foto de un hombre detenido con la cabeza baja. Su trofeo. Fuentes ha estado presente en la Unidad de Flagrancia en estos días, supervisando la expulsión de ciudadanos inocentes. Guillaume Long, por su parte, guarda silencio y se dedica a tuitear fotos bonitas con comisionados. Junto con Reina y Fuentes, están detrás de esta violación de DDHH sin precedentes un presidente Historias de desobediencia 181 La vida en movimiento y un ministro del Interior que ya vieron arrodillarse a las madres de los estudiantes del Mejía pidiendo clemencia. Esos mismos hombres, que tendrán que ser juzgados, ven hoy de rodillas a mujeres cubanas que se ven perdidas y que piden compasión para sus familias. Mírese usted en esa situación, cayendo de rodillas en la calle de un país en donde no nació, frente a una prisión. «Deportan cubanos en masa, yendo contra sus propias leyes. Mientras realizan audiencia delante de un juez se han llevado secuestrados a 63 cubanos. Las últimas noticias son terribles. Hay intentos de suicidio de los cubanos que quedan en la prisión migratoria Hotel Carrión», dicen los mismos ciudadanos que son expulsados del país de las puertas abiertas. Llegar tan lejos y caer tan bajo, revolución ciudadana. Llegar tan lejos y caer tan bajo, señores de la ciudadanía universal, señores de puertas abiertas: Rafael Correa, José Serrano, Guillaume Long, Diego Fuentes, Nelly Reina, jueces que obedecieron las órdenes de no liberar las sentencias; jefes de la policía que colaboraron en el operativo; autoridades de migración que facilitaron las deportaciones sin sentencia ni documentos; autoridades militares que dispusieron de los aviones de las FFAA para las deportaciones de madrugada; diseñadores de los operativos que planearon la hora, la emboscada, los traslados. Llegar tan lejos y caer tan bajo, señores del gobierno nacional. Ustedes acaban de secuestrar personas para ponerlas a merced del código penal cubano. Algunas de ellas ya llegaron a Cuba, por si quieren saber. A un muchacho joven del interior del país lo desnudaron y lo descalzaron cuando llegó el domingo a La Habana en un avión militar ecuatoriano. Luego lo soltaron en medio de la autopista, Historias de desobediencia 182 La vida en movimiento desnudo, para que encontrara su camino a casa. Lo más probable es que lo apresen en un mes o dos, cuando cometa una mínima «falta», por ejemplo, cuando su vecino venda papas fritas ilegalmente, él sienta el olor y no lo denuncie. Mientras ustedes siguen practicando su fascismo, la historia se sigue escribiendo, así como la de este muchacho, que llamó a sus amigos aquí para contarles que Ecuador lo envió de vuelta a una autopista, desnudo y descalzo. Después de esto, de ustedes no queda nada, señores de la ciudadanía universal, sino su infinita ruindad. Lo que no podrán impedir es el gesto de Gonzalo: el delgado cable que escapa hacia el campamento y enciende una chispa: la dignidad colectiva, no la de la patria grande ni la del país soberano. La chispa mínima que alumbra el rostro de los otros, no como gesto de desconfianza, sino para acompañarles en un tramo del camino. 2016 07 12 Historias de desobediencia 183 La vida en movimiento Historias de Cuba: Raúl, expulsado de Ecuador A Raúl, la policía le metió una golpiza mientras permanecía encerrado en el Hotel Carrión. Tenía comprometido el ojo. Le retiraron su celular al encarcelarlo y jamás se lo devolvieron. Nunca habló con un abogado y no se le permitió explicar su situación en Ecuador. «Nos tiraron a todos en un cuarto como sardinas». Raúl fue uno de los ciudadanos cubanos apresados por la policía nacional en julio de 2016 en el campamento del Arbolito, en Quito. Por ser cubano, fue encarcelado e incomunicado en un operativo ordenado por el Ministerio del Interior y coordinado con Migración. Raúl fue desaparecido en este país. Volvió a aparecer en Cuba. Hace un año, una fugaz comunidad cubana se había conformado en un campamento en La Carolina y luego en el Arbolito a partir de un pedido de visa humanitaria a la Embajada de México. En respuesta, el gobierno ecuatoriano orquestó una redada con un despliegue de fuerzas policiales que no suelen hacer contra criminales de cuello blanco y que coordinan mucho mejor cuando se criminaliza a las personas más vulnerables, entre quienes se encuentran siempre las personas migrantes. El día 12 de julio se llevó a cabo una audiencia contra más de cien ciudadanos cubanos en el Tribunal de Garantías Penales. Se les negaron los pedidos de habeas corpus y no se permitió apelar a las órdenes de deportación, que se emitían con desorden y confundiendo nombres. También costó mucho que se les permitiera comer y tomar agua. El tránsito migratorio en todo el continente y a escala global ha hecho que los estados refuercen sus fronteras al Historias de desobediencia 184 La vida en movimiento punto de «hacer morir», como ha descrito Achilles Mbembe la violencia legal estatal. Barcos de personas migrantes a merced de naufragios, caminatas fronterizas donde la gente muere por deshidratación, muertes por asfixia en camiones de coyoteros, estos son itinerarios que los estados conocen bien y frente a los cuales han optado por conservar una noción tradicional de soberanía interior para dejar los «problemas» por fuera a la vez que conforman un gobierno global y coordinado de las migraciones. Adentro, vamos a fabricar al enemigo como amenaza para poder atacarlo. Cada vez que decimos «que se vayan» o «vienen a quitarnos nuestros trabajos», nos subordinamos a esa noción de soberanía. Así, empujamos a las personas a esos caminos que los Estados eligen no ver más allá del control fronterizo y sellamos con ello nuestra complicidad con sus políticas de odio. Durante la expulsión cubana, hubo una mujer privada de su medicación para la presión alta. Una joven estuvo en riesgo permanente de aborto. Más de una persona sufrió ataques de pánico. En el Hotel Carrión no se permitió atención médica. El riesgo de muerte no es figurado en una situación de esta naturaleza ni desaparece la responsabilidad del Estado ecuatoriano cuando las personas ilegalmente expulsadas llegan a Cuba y enfrentan hambre, violencia y el ser abandonadas socialmente como «parias». El operativo en Quito estuvo a cargo de Diego Fuentes, entonces viceministro de Interior, Nelly Reina, funcionaria de Migración, y mientras era canciller Guillaume Long. La sociedad no reaccionó. Tampoco se pronunciaron debidamente la Defensoría del Pueblo ni la Defensoría Pública. Historias de desobediencia 185 La vida en movimiento Era un silencio hostil y desolador que no ha cesado hoy, cuando las comunidades venezolana, colombiana, haitiana son igual de vulnerables ante la xenofobia del Estado que se expresa en leyes que, no lo vemos, nos afectan a todos por su carácter cada vez más punitivo y autoritario. Raúl no estaba protestando en el campamento, no era parte del grupo que había solicitado la visa humanitaria. Fue al llevar comida para solidarizarse, nada más. Su gorra azul quedó tirada en el suelo cuando se lo llevaron. Él ya vivía en Quito y trabajaba durante más de doce horas diarias en una cafetería por $300, sin seguridad social. En un itinerario que a muchos les cuesta la vida, él ya había pasado por Brasil, Panamá y Perú. Al salir de Cuba, Raúl descubrió que tenía un acento. Esa «lengua fantasma», como lo ha llamado Alain Fleischer, en donde un simple «hola» nos puede delatar. Raúl descubrió que era extranjero y que su viaje sería arduo, de vida o muerte. Aun nuestros oídos se vuelven hostiles al escuchar nuestra lengua en otras variantes: retrocedemos, sonreímos socapadamente o fingimos no entender para forzar al otro a exponerse aún más. Una simple palabra modulada de otra manera puede abrir un abismo con el mundo. Quien me narra esta historia de Raúl es Oscar Andrés Morales, un querido estudiante con una voracidad particular por los libros y por la vida, y un maestro fuera de serie. A él le debo este testimonio. Con una valentía que desarma, Oscar me da el privilegio de su relato para rememorar lo que sucedió hace un año. Raúl era su novio. Son dos muchachos que se encuentran y en ese encuentro construyen algo quizás fugaz, pero tan significativo e importante como esas comunidades efímeras del campamento y del Historias de desobediencia 186 La vida en movimiento Tribunal de Garantías Penales. En esa fugacidad se construyen la memoria, el afecto, la resistencia. «Conocí a Raúl en El Divino. No sabía ni su nombre. Finalmente me lancé». Todo lo que cuesta, pienso yo, que dos muchachos que quieren conocerse en una situación así puedan ser felices. Uno, migrante en un país que no solo se enorgullece de ser xenófobo, sino que escuda su ignorancia tras el odio homófobo. El otro, en resistencia permanente contra esa misma homofobia. Todo lo que tiene que suceder para que esas dos personas puedan encontrarse, y todo lo que confabula para separarlas, que a veces es más poderoso. «Raúl no me dijo su nombre cuando lo conocí. Lo escribió junto con su celular en un papelito y lo guardó en el libro que yo estaba leyendo. Ese gesto para mí fue muy simbólico. Luego me atreví a enviarle una solicitud de amistad por Facebook. Después de un tiempo estuve en su casa, pero le costaba confiar. No supe cuál era la situación de Raúl aquí. Me daba vergüenza preguntarle, evitábamos el tema. Para él era difícil hablar de los problemas que había tenido en otros países. Aprendió a desconfiar de todos. Siempre tenía mucho miedo». «Él era el primero en salir de su familia. Todos estaban en Cuba. Lo vi llorar. Mientras él estaba aquí, falleció su abuela». Enfrentar la muerte de familiares y personas amadas es uno de los miedos más profundos de las personas migrantes. Lo deberíamos saber nosotros, que somos más de dos millones fuera, en Queens, en Valencia, en Milán. Las personas migrantes ecuatorianas hoy tienen que irse de España y de Italia hacia otros países europeos cuyas lenguas no hablan porque la crisis no da para más. Deberíamos saberlo, pero elegimos ignorarlo. Historias de desobediencia 187 La vida en movimiento Oscar y Raúl tenían un pequeño ritual. Los encuentros de los jueves. Se veían y luego caminaban juntos hasta la parada Manuela Cañizares de la Ecovía. «Raúl fue la primera persona que me besó en público. Ninguno de mis novios lo había hecho antes. Tras uno de esos besos, una señora nos gritó: “¡Aquí no pueden hacer eso, váyase a su país!”. Nos atacaron. Fue muy violento». Ser extranjero, tener miedo, ser sexualmente discriminado y laboralmente explotado. ¿Habrá mayor indefensión? ¿Seguiremos repitiendo «que se vayan»? «Vi a Raúl por última vez uno de esos jueves. El sábado siguiente me llamó. Decidió ir a dejarle comida a la gente del campamento, tenía lo que había sobrado en la cafetería. Fue lo último que supe de él. Me enteré del desalojo por las noticias. Algo me golpeó en el cuerpo. Sabía que algo le había pasado. Cuando llegamos mi amigo Jonathan y yo era demasiado tarde, no quedaba nadie». Oscar vivió en la muerte súbita de su historia una cadena de pérdidas. Esto se reproduce cientos, miles de veces cada vez que una persona es desaparecida por un estado para ser expulsada. «Uno no sabe qué se busca en medio de ese caos. Yo no sabía qué buscaba en el campamento vacío. Pensé que Raúl saldría del baño en cualquier momento, que contestaría el celular. Nunca más me contestó ni supe más de él. Encontré su gorra tirada en el parque, al lado de la vereda, no lo podía creer. No se la sacaba jamás, siempre la llevaba puesta. Es todo lo que tengo de él». Así como Oscar vivió una angustia interminable por Raúl, así la vivieron decenas de parejas, amigos y familiares de las personas expulsadas, muchas de las cuales estuvieron, literalmente, desaparecidas. «Nunca supe a ciencia cierta si Raúl estaba en el Hotel Carrión. ¿En dónde se empieza Historias de desobediencia 188 La vida en movimiento a buscar? Desde ese último jueves jamás lo volví a ver en Ecuador. Apenas en octubre supe de él. Se había creado una nueva cuenta de Facebook y se comunicó conmigo. La cuenta antigua ya no funcionaba, pero recuerdo que lo último que había subido era una foto en el Teleférico con sus nuevos amigos ecuatorianos». Ahí quedaron la cuenta, la foto, la vida de Raúl en Ecuador y, como la cuenta de Facebook, se esfumaron violentamente. «En Cuba, Raúl tuvo fuerte vigilancia por largo tiempo. Muchas personas del grupo que fue expulsado de Ecuador fueron directamente a la cárcel allá y muchas de ellas siguen presas. Con el tiempo, a algunas las dejaron seguir con su vida. Raúl quiere volver a salir a Estados Unidos. Su sueño es ser cirujano. Y lo va a volver a intentar». Supimos también que varios en ese grupo fueron golpeados por la policía cubana al ser devueltos. Alguien nos contó que una persona de provincia fue abandonada a su suerte en plena carretera, sin dinero ni agua. Sabemos también que hubo quien sí llegó a Estados Unidos. Con cada pequeño fragmento que reconstruyamos vamos a recuperar la memoria de uno de los operativos de migración más violentos del que se tenga memoria en este país para que no se repita. Raúl lo va a volver a intentar, al igual que miles de migrantes intentarán vivir en Ecuador, igual que nosotros, que vamos a seguir migrando a otros lugares. 2017 07 13, La Barra Espaciadora Historias de desobediencia 189 La vida en movimiento Actualización de la historia, en agosto de 2021. Raúl lo volvió a intentar. Y lo logró, según Oscar supo a través de Instagram. En 2021, me cuenta, Raúl estaba estudiando Medicina, como quería, y no quiere volver jamás a Ecuador, en donde, dice Oscar, “quizás él nunca hubiera podido ser marika y migrante, dos cosas que se viven, pero no sé pueden enunciar juntas.” Historias de desobediencia 190 La vida en movimiento Colombia: el vacío de la guerra Cuando Gabriel García Márquez publicó Cien años de soledad, la guerra ya llevaba años. En 1965, cuando empezaba a escribir su novela en México, el gobierno colombiano expidió un decreto que permitía a los militares entregar armas a civiles para constituir grupos de autodefensa coordinados por el ejército. En 1967 se fundaba el Ejército Popular de Liberación, mientras el Ejército de Liberación Nacional eliminaba a una columna de las FARC en un enfrentamiento. Ese año, la obra de Gabo se publicaba en Buenos Aires. Cien años de soledad nacía en el exilio de un escritor durante una guerra. Hoy, a casi cincuenta años de los cien años, no han cesado el desplazamiento forzado, la migración ni la guerra. «El coronel Gerineldo Márquez fue el primero que percibió el vacío de la guerra. Lo que en otro tiempo fue una actividad real, una pasión irresistible de su juventud, se convirtió para él en una referencia remota: un vacío». El cansancio, pero sobre todo la muerte, la eternidad que encierra una cotidianidad que, por cotidiana, deja de percibir su propia atrocidad. El coronel Márquez sabe que la guerra ha perdido sentido, que ha olvidado sus causas o las ha visto desaparecer. El coronel Aureliano Buendía, apoyado por el coronel Márquez, también tiene una revelación durante un periodo de enfermedad: «Su orgullo le había impedido hacer contactos con los grupos armados del interior del país, mientras los dirigentes del partido no rectificaran en público su declaración de que era un bandolero. Sabía, sin embargo, que tan pronto como pusiera de lado esos escrúpulos rompería el círculo vicioso de la guerra». Historias de desobediencia 191 La vida en movimiento El coronel Aureliano Buendía había perdido a sus 17 hijos en las batallas, había dirigido más de treinta levantamientos y se sentía cada vez más viejo. La incapacidad de imaginar el fin de la guerra sostiene la guerra, aunque ésta encuentre a sus combatientes cada vez más viejos, cada vez con más hijos muertos. Algunos de esos combatientes no pueden imaginar que termine, aunque no todos estén en las batallas, ni en el campo, ni en los cultivos, ni huyendo de ella a pie. Algunos combatientes mandan sobre la guerra a la distancia, desde la ciudad, o la ven en pantallas. En Colombia, imaginar un horizonte que no sea solo punitivo para solucionar el conflicto ha tachado a opción por el SÍ de ingenua o de demasiado concesiva. En realidad, la falta de imaginación propia no es ingenuidad del otro. Es la incapacidad de mirar, como el coronel Márquez, el vacío de la guerra, o como el coronel Aureliano Buendía, el círculo vicioso. Hoy, en Colombia, la guerra es una gran industria, y eso obstruye la imaginación, porque no es conveniente para el poder económico y político que se pueda imaginar con determinación una salida imposible, como parecía el SÍ hace pocos años. Hoy, ese imposible alcanzó el 49%. La guerra en Colombia habita también en Ecuador, no cesa en el puente Rumichaca, justo antes de Ipiales, a donde vamos de compras sin dimensionar la historia de un conflicto desigual cuyos orígenes se ubican hace más de medio siglo. Es irónico que tengamos tan presentes las ciudades de Ipiales o Pasto sin saber mirarlas más allá de sus vitrinas. Quizás entre quienes vitorearon el NO en Ecuador se hallan quienes van allá de compras, como es su Historias de desobediencia 192 La vida en movimiento legítimo derecho y, en muchos casos, su necesidad. También ignoran que allí hay décadas de comercio fronterizo que sostienen a miles de familias con vidas binacionales. Y quizás entre ellos están también quienes piensan que votar por el SÍ suponía apoyar en Colombia la entrada de revoluciones similares a la ecuatoriana y a la venezolana. Justamente, el pueblo de Venezuela también ha recurrido hace tiempo a Colombia ante la incapacidad de su gobierno de garantizar las necesidades básicas de la población. En julio de este año, ciento treinta mil ciudadanos venezolanos atravesaron en un solo fin de semana el puente fronterizo Simón Bolívar, que une a Colombia y Venezuela. Iban en busca de alimentos y medicamentos. Quienes pensaron que apoyar el SÍ era plegar a las fallidas revoluciones ciudadana y chavista se equivocan, pues un acuerdo con cambio de modelo económico incluido no iba a venir avalado por un presidente como Juan Manuel Santos. El acuerdo de paz no es un cambio de modelo, es un acuerdo de paz que ha costado años y cuyo valor es imposible desconocer. En ese contexto, o mejor dicho en esa confusión, aparece el discurso de Álvaro Uribe tras la victoria del NO, donde defiende «la necesidad de estimular los valores de la familia, sin ponerla en riesgo, defendidos por nuestros líderes religiosos y pastores morales». Esto queda fuera de lugar: un diálogo con diferentes actores no puede ser demonizado con estas invocaciones, porque no hay caída moral en donde hay pluralidad de posiciones. El temor conservador a la aparición de nuevos actores políticos y un posible cambio de orden se revela en estas declaraciones que nada tienen que ver con las propuestas del acuerdo. Poco ayudan los valores y pastores en un proceso que involucra a toda América Latina y que debería discutirse en otros términos. Historias de desobediencia 193 La vida en movimiento Las zonas fronterizas no son solo comerciales. La migración entre Venezuela, Colombia y Ecuador es histórica, hoy permanente y masiva, y las regiones fronterizas entre Colombia y los otros dos países comparten culturas y lenguas comunes. Olvidamos también que «Raúl Reyes», líder de las FARC, murió en Ecuador durante una incursión. La guerra y sus sombras llegaron hasta acá muchas veces. Los desplazados colombianos, los expulsados de Venezuela en nombre de la «refundación de las fronteras», la realidad de los refugiados colombianos en Ecuador y la xenofobia que los golpea, todo esto nos obliga a considerar las implicaciones del NO para Ecuador. ¿Queremos la guerra para seguir discriminando a la población colombiana que se ve obligada a desplazarse por amenazas de muerte, asesinatos a su familia y secuestro de sus tierras? Ecuador acoge a 57.000 personas refugiadas de Colombia. El carnet de refugio en este país, que recibe hasta mil personas al mes, no garantiza ni siquiera acceso a la seguridad social, mucho menos otros derechos. Y aun así pensamos que la guerra en Colombia no nos toca. Esta contradicción es muy curiosa: podemos pensar que no nos compete la guerra, pero muchos ecuatorianos han celebrado el triunfo del NO. Otro argumento ha sido el de la impunidad. «Demasiada impunidad para las FARC», decía, por ejemplo, la periodista Janeth Hinostroza en su cuenta de Twitter. «Tienen que pagar», dicen en las redes. Es curioso que al tenor de esta sed de castigo no se haya dicho nada en Ecuador respecto de las bandas criminales emergentes que se ven como sucesoras del paramilitarismo, creado en colaboración con agentes del Estado desde los años 70. La responsabilidad del Estado, los paramilitares, las bandas crimi- Historias de desobediencia 194 La vida en movimiento nales y la guerrilla hace del lugar común de «demasiada impunidad para las FARC» algo limitado, insuficiente cuando hay muchos otros actores que también deben responder; la desmovilización es mucho más compleja de lo que alcanzan a reflejar esas cinco palabras. El artículo 46 del acuerdo paz dice claramente que la renuncia a la persecución penal se da solo tras un procedimiento que debe iniciarse en una instancia especial para esto. Ese artículo también dice que quienes hayan cometido delitos de lesa humanidad deberán someterse a la justicia, y se enumeran «el genocidio, los graves crímenes de guerra, la toma de rehenes u otra privación grave de la libertad, la tortura, las ejecuciones extrajudiciales, la desaparición forzada, el acceso carnal violento y otras formas de violencia sexual, la sustracción de menores, el desplazamiento forzado, además del reclutamiento de menores», entre otros. Los otros desmovilizados son niños y jóvenes que fueron cooptados por la guerrilla y que no han tenido otra forma de vida; hombres y mujeres que han buscado desmovilizarse pero que saben que esto, hecho individualmente, es igual a la muerte; decenas de miles de guerrilleros que hoy querían entregar su fusil y no tuvieron a quién. Esto, lejos de ser una romantización de la guerrilla, es una condición de la guerra: no poder salir. También están las madres de jóvenes que se fueron, a quienes esperan ver con vida de nuevo: la guerrilla manda en las familias más precarias, por eso ha afectado más a la población más pobre. Otros desmovilizados menos vulnerables buscan poder político, lo cual ha sido también motivo de rechazo. El acceso automático a curules para las FARC como cuota de entrada a la política puede ser problemático, pero también es cierto que las negociacioHistorias de desobediencia 195 La vida en movimiento nes de poder en los senados e instituciones políticas de nuestros países no son más castas. En nombre de la impunidad no se puede dar la espalda a quienes vivieron la guerra, porque anteponer el castigo de los responsables a la reparación y a la recuperación de la vida tiene poco que ver con la paz. El 26 de septiembre, día de la firma, el discurso del líder de las FARC, Rodrigo Londoño fue más bien de campaña, y su única frase referente al perdón fue confusa. «Ofrecemos perdón a las víctimas por el dolor que hayamos podido causar», dijo. ¿Ofrecer una disculpa o pedir perdón? Esa torpeza pareció incapacidad de hacer del perdón algo genuino, enfático y digno de los cientos de miles de víctimas de las FARC. Quienes cometieron crímenes de lesa humanidad tendrán que ser juzgados y el perdón aún hay que ganárselo, como lo demuestran regiones seriamente afectadas por la guerra en donde ganó el NO, que no por haberla sufrido se volcaron al acuerdo. Santos tendrá que llamar a más actores a la mesa de negociación y Uribe tendrá que responder por la desmovilización de los paramilitares, a la que no se han referido quienes piden castigo para las FARC, a pesar de que los paramilitares, con Uribe, tuvieron impunidad. Lagunas de la memoria. A pesar de todo esto, el acuerdo era un inicio y la posibilidad para los campesinos de recuperar tierras, de ir sustituyendo cultivos de coca por otros, de volver a cultivar lo que cultivaban antes de que la guerrilla les usurpara sus terrenos. El acuerdo podía devolverle paulatinamente la vida a las regiones históricamente más abandonadas de Colombia, en donde la guerra había sido su día a día. Gana la guerra, no solo la cotidiana, sino la gran industria, la que genera ganancias incalculables para sus amos. Historias de desobediencia 196 La vida en movimiento En Ecuador, desde donde no podemos votar, también decidimos poner en suspenso nuestro propio escepticismo, no solo porque es una guerra que también vive aquí, con campamentos, incursiones y desplazados, sino porque esa guerra es en Colombia, al lado, en cuyas zonas fronterizas algunos no saben ni qué himno cantar cuando les toca, como cuentan allá, porque las fronteras no son capaces de controlarlo todo, ni lo bueno ni lo malo, digamos. También hay argumentos que obligan a pensar y seguir construyendo el proceso, como lo analizan diversos actores sociales involucrados en los procesos de paz. Hay poca confianza en las instituciones estatales; hay comunidades que temen que el acuerdo permita la entrada de industrias extractivas; hay comunidades que dependen de la hoja de coca para sobrevivir y temen que no haya apoyo real al campesinado. Estos argumentos reconocen posiciones reales del NO pero vienen de defensores del SÍ, es decir, se sitúan dentro de un proceso que debe irse elaborando sobre la base de un debate también real. En este contexto, la lección nos la deja Bojayá, en el Chocó, aunque nosotros mismos podamos sentirnos incapaces de un perdón de esa magnitud. En el 2002, las FARC soltaron un cilindro bomba que cayó en el altar de una iglesia a donde muchos habían corrido a refugiarse. Murieron 117 personas, muchas otras quedaron mutiladas. Allí la gente «se cansó de perdonar», «se marchitó de tanto pedir ayuda», dicen las mujeres. El 26 de septiembre, las alabadoras de Bojayá cantaron en la ceremonia de la firma. Y en sus alabados otorgaban su perdón. En Bojayá, hubo 92% para el SÍ: eso no es sólo “perdón”, es una demanda por salir de la guerra. En el porcentaje nacional, en donde el NO gana apenas por un Historias de desobediencia 197 La vida en movimiento punto, esos SÍ totales, de los que depende la vida, se pierden. Son esos SÍ los que hay que escuchar desde hoy, los de las alabadoras: Queremos justicia y paz que venga de corazón pa’ que llegue a nuestros campos salud, paz y educación. Con esta nos despedimos, no dejamos de pensar las lágrimas de Colombia no las podemos olvidar. 2016 10 03 Historias de desobediencia 198 La vida en movimiento Aquí, Ecuador: xenofobia, Estado y feminicidio Diana Carolina fue asesinada frente al Estado ecuatoriano el día 19 de enero de 2019. La rodeaba un corro de policías que no supo proteger su vida porque el Estado no destina presupuestos dignos a la institucionalidad de género que ha tenido que construir a partir de las demandas de las mujeres. Porque al sitio de su feminicidio acudieron policías con salarios bajos, capacitación igual a cero y miedo de disparar porque, de hacerlo sin protocolos claros, podrían sufrir sanciones graves. Porque la policía sabe muy bien qué hacer para reprimir la protesta social, en las marchas contra el orden feminicida en que vivimos, por ejemplo, pero no sabe qué hacer cuando un hombre secuestra a su pareja, la lleva con un cuchillo en el cuello por cuadras y la asesina en público. Diana Carolina fue asesinada frente al Estado ecuatoriano. Diana Carolina fue asesinada en público con varias cuchilladas en la zona superior de su cuerpo. A Diana Carolina su feminicida la mantuvo secuestrada por noventa minutos antes de clavarle un cuchillo varias veces frente a la policía y frente a la gente, una noche. Yo lo sé porque vi el video de su asesinato en Facebook. Sé que no debí haberlo visto, pero lo vi. Hubo tanto tiempo para salvarla que la gente alcanzó a filmar la escena del secuestro que antecedió a las puñaladas. Diana Carolina tomada del cuello y asesinada en vivo. Ibarra es una ciudad de 41 kilómetros cuadrados situada al norte del país, destino de migración colombiana y, en los últimos años, venezolana. Está cerca de la frontera Norte, conectada con San Lorenzo, zona históricamente abandonada por el Estado, en donde éste ha dejado ver Historias de desobediencia 199 La vida en movimiento su racismo más antiguo, pues se trata también de una región afrodescendiente. En ese abandono y en la violencia social marcada por la pobreza y la ausencia del Estado, la convivencia con la migración genera conflictos entre oprimidos que no distinguen a sus opresores. El trabajo precarizado, situaciones de esclavitud laboral, sexual, doméstica, hacen a las comunidades de esta región competir por lo poco que hay de trabajo y recursos para la vida, y esto le conviene a un Estado que promueve medidas antimigrantes y que acaba de anunciar ajustes neoliberales y la vuelta del FMI. En medio de ese abandono del Estado, los conflictos entre oprimidos agravan, por supuesto, la violencia de género cuando recrudece la violencia que genera la precarización de todos los ámbitos de la vida. La dominación masculina y el privilegio que de ella deriva son un patrimonio de los hombres. Por un lado, se halla entonces el privilegio de género, cruzado a la vez por el privilegio económico. En contextos de movilidad humana, el origen nacional puede ser un elemento de opresión cuando responde a desplazamientos por pobreza, por ejemplo, como en el colapso de Venezuela —cuando estoy cerrando este texto, este país ha pasado por días enteros sin electricidad, se reportan muertes de bebés en incubadoras que ya no pueden protegerlos—. Por otro lado, está el sujeto migrante sometido a la opresión. En los países de destino, las oportunidades laborales reducidas, la irregularización a la que someten los Estados a ciudadanos de orígenes nacionales desprestigiados y la explotación consecuencia de ello pueden agravar la violencia de género: el único «patrimonio» que le queda a un hombre despojado es su poder sobre su pareja mujer. Historias de desobediencia 200 La vida en movimiento Dado que en la violencia de género no se necesitan terceros, es decir, es violencia directa de uno sobre otra, ese poder se convierte en el último posible de ejercer. Cuando decimos desde el feminismo que la violencia de género es estructural y que la pobreza la agrava, nos referimos también a esto y a lo que sucede con hombres oprimidos y estructuras que sitúan a las mujeres como chivo expiatorio de la violencia económica. Del feminicida de Diana Carolina se sabe muy poco. Era venezolano. Y aunque sabemos bien que la misoginia y el machismo mortal no conocen de nacionalidades, el comunicado oficial que emitió el gobierno ecuatoriano a través de la cuenta de Twitter de Lenin Moreno decía: «He dispuesto la conformación inmediata de brigadas para controlar la situación legal de los inmigrantes venezolanos en las calles, en los lugares de trabajo y en la frontera. Analizamos la posibilidad de crear un permiso especial de ingreso al país. Les hemos abierto las puertas, pero no sacrificaremos la seguridad de nadie». En ese mismo momento, el Ejecutivo instrumentalizaba la violencia de género para endurecer las medidas antimigrantes y poder legalizar así, no solo legitimar, la xenofobia de Estado con que ha venido operando el funcionario de turno y que dejó bien sentada en la ley de movilidad humana del gobierno de Rafael Correa, en cuyo periodo tuvo lugar la expulsión inédita, violenta e ilegal de más de 120 personas de origen cubano sin habeas corpus luego de haberlas mantenido por días en un centro de detención de migrantes en plena ciudad de Quito, llamado Hotel Carrión, y de haberlas expulsado sin proceso en vuelos de deportación que salían de madrugada. Por ejemplo. En un país con una ley de erra- Historias de desobediencia 201 La vida en movimiento dicación de violencia de género sin presupuesto y que estuvo largo tiempo sin rectoría; en un sistema judicial sin justicia de género (sin presupuestos para género, con muy pocas juezas y fiscales feministas permanentemente desbordadas o perseguidas), el gobierno de Moreno usó el asesinato de Diana Carolina como escudo para actuar contra la migración venezolana. Durante los días domingo 20 y lunes 21 de enero, Ibarra se convirtió en un infierno. Grupos xenófobos de la ciudad salieron en una verdadera cacería de migrantes, y al llamarla así no exageraban: golpearon puertas de hogares venezolanos, amenazaron con matar, quemar, y de hecho quemaron pertenencias de la gente que tuvo que huir de la ciudad. Las carreteras que rodean la ciudad marcaban la ruta de huida de decenas de personas, como lo reportó la prensa independiente que viajó a la ciudad, y la policía no protegió a las personas migrantes, las dejó en total estado de indefensión. Un odio así no se había visto de esa manera, exacerbado, en descontrol. Feministas de la ciudad de Ibarra fueron atacadas: en un plantón anti-xenofobia del día domingo en que también protestaban por el asesinato de Diana Carolina, fueron escupidas, perseguidas y acusadas en «complicidad» con la comunidad venezolana. Ese estallido era el país, roto entre el abandono, la xenofobia y la misoginia. No se trataba de una confusión nacional, sino de discursos de odio encarnados que, ahora, se veían legitimados por el mismo Estado. El discurso securitista estatal no ha cambiado ni dejará de solicitar documentos imposibles a la población venezolana, como apostillas que no existen o récords policiales imposibles de conseguir. Historias de desobediencia 202 La vida en movimiento Movimientos pro-migración e instancias del Estado como la Defensoría del Pueblo han conseguido detener las medidas anti-migrantes temporalmente, pero la amenaza de los requisitos migratorios está siempre latente. El feminicida de Diana Carolina fue usado como excusa para criminalizar aún más la migración venezolana. Él, que la había tenido como rehén, fue capturado también como signo de los tiempos. Aparte de la certeza de su responsabilidad individual por haber asesinado a su pareja, que estaba embarazada, sabemos poco. Sí sabemos que la migración irregularizada produce violencia y una impotencia que llega a lo indecible porque produce encierros sociales, culturales y económicos que producen, a la vez, fronteras que no vemos. Los cercos de la xenofobia y la irregularización de personas en situación de movilidad generan sociedades segregadas y segregadoras en donde terminamos buscando la anulación de la vida del otro, no el encuentro con él. Diana Carolina habría tenido una hija o quizás un hijo que hubiera vivido un encuentro entre culturas y mundos. En lugar de eso, una posibilidad segada para siempre. Un feminicida no solo siega una vida, sino que va abriendo abismos profundos entre mujeres y hombres, entre las mujeres y la idea del amor, entre las mujeres y el mundo. A ese feminicida lo acompañan en su impunidad y en su acto el Estado y la sociedad en la perpetuación del statu quo que promueven. Las brigadas que anunciaba Lenin Moreno no solo son antidemocráticas, sino que evocan las turbas que salieron a “cazar migrantes” para quemarlos. Nada menos, porque el Estado no iba a desaprovechar la sensación de inseguridad y del terror que sentimos las mujeres a cada feminicidio para activar un discurso securitista que ocultará su inoperancia y su orientación general, destiHistorias de desobediencia 203 La vida en movimiento nada a crear divisiones entre sectores vulnerados de la población, como lo muestra claramente la retórica divisiva del comunicado del gobierno. Dichas divisiones son una estrategia para atomizar la protesta social: allí en donde las feministas se habían aliado con la población venezolana, la turba les gritaba «cómplices» y las dividía al perseguirlas ante la pasividad de la policía, o sea, del Estado. Por supuesto: esas alianzas no son bienvenidas porque, juntas, dan cuenta de un modelo económico que está operando contra mujeres, migrantes, poblaciones nacionales en situación de desplazamiento forzado, trabajadores, líderes sociales, estudiantes y defensores de lo público, población con discapacidad, ancianos. Ese modelo económico es privatizador y busca remover su responsabilidad de la preservación de toda vida que le sea costosa o inconveniente. Pocas semanas antes de cerrar este texto, Venezuela ha reportado cientos de muertes en hospitales, personas enfermas y de la tercera edad que han fallecido en sus casas, comida descompuesta en los refrigeradores y un país «con días enteros sin servicio eléctrico y años en la oscuridad», como escribe el periodista venezolano radicado en Ecuador Jefferson Díaz en un post en su cuenta de Facebook. Nunca hemos sabido tanto y podido hacer tan poco, ha escrito Marina Garcés. Venezuela acaba de aceptar ayuda humanitaria de Cruz Roja el 16 de abril. Al mismo tiempo, sus minerales siguen siendo extraídos, se reporta una enorme exportación de oro que coincide con el ingreso de ayuda humanitaria. ¿Cómo explicar la explotación del Arco Minero del Orinoco, zona rica en cobre, oro, diamante, coltán, convertida en mina para el capital extranjero, sin que un centavo retorne en medicina, alimentos, recursos para la población venezolana? Historias de desobediencia 204 La vida en movimiento Las vulnerabilidades Además de destinos de los caminantes venezolanos como Ibarra, hay muchos otros puntos de llegada, paso o refugio, por fortuna, más seguros. El día 20 de abril, llegamos a Peguche, zona indígena kichwa hablante a poco menos de tres mil metros de altura en plenos Andes ecuatorianos, y no muy lejos de Ibarra. Allí escuchamos testimonios del camino que puede destruir la vida de una persona a la vez que les anuncia que quizás hay un mañana. Allí, hay un albergue llevado por el padre Marcos, también venezolano. Los caminantes llegan con los talones reventados, con las suelas de sus zapatos molidas por la huida, para ducharse, descansar y continuar. Las pocas mujeres que llegan allí ya se han visto expuestas a muchas formas de violencia. Algunas viajan con sus parejas o padres, podrán ser usadas como mulas, campanas, en trata o explotación sexual. Todo caminante es visto como una posibilidad de transportar droga, y es difícil sustraerse de esto, sobre todo para mujeres y jóvenes. Una joven ha abortado cuando Marcos las conoce. En el punto fronterizo de Rumichaca entre Ecuador y Colombia, le exigen un eco para que pruebe su embarazo de cuatro meses a pesar de que lleva sus exámenes consigo. El eco le confirma que su bebé está muerto. La caminata de largos días y el haber visto un caminante muerto por hipotermia en el Páramo de Berlín, camino de Bucaramanga, han provocado que pierda a su bebé. Son vidas segadas. No sabemos lo que ha vivido el feminicida de Diana Carolina ni desde cuándo, pero sí sabemos que esta migración forzada a pie está destruyendo la mente de muchos hombres, que la violencia que explota en el trayecto —los asaltos a los tráileres, los Historias de desobediencia 205 La vida en movimiento robos de papeles, el hambre, el frío extremo, la demencia de “hinchas” colombianos que muelen a golpizas a los caminantes— es un crimen estructural muy difícil de ver. No dejamos de identificar la responsabilidad individual de cada feminicida, a la vez que vemos, con los ojos horrorizados de nuestro presente, cómo se exacerba la agitación de un orden económico de grandes capitales con un acuerdo transnacional anti-migrante y una violencia xenófoba legalizada que están atizando cada acto individual de violencia desde un régimen necropolítico que no cesa. Esas vulnerabilidades le serán convenientes a la narcoeconomía, al fascismo contemporáneo y los capitales en movimiento, sostenidos en el extractivismo y el desplazamiento. Cuando vemos a Diana Carolina con un cuchillo en el cuello, ese cuchillo está cruzado por todos estos movimientos, y a menos que aprendamos a leerlos, muy poco podremos hacer para entender el presente que aún podemos, quizás, transformar. 2019 05 07, Revista Común, México Historias de desobediencia 206 La vida en movimiento Después del páramo de Berlín Marcos es de Venezuela y lleva muchos años en Ecuador. Es el sacerdote de la parroquia de Peguche. Allí, abrió el año pasado un albergue para personas migrantes venezolanas que caminan por los países de Sudamérica huyendo del colapso del suyo. Decir esto parece simple pero es un trabajo que surge de la nada: Marcos inició conversaciones con el barrio Santa Lucía, en donde la directiva solidariamente acogió su idea, luego consiguió para el arriendo y buscó colchones y ropa. Las donaciones fueron llegando: una lavadora, unas literas, víveres. Siempre se resolvió sobre la marcha la comida de cada día, las mantas, los zapatos que todos necesitan al llegar con los talones partidos y llagas en los pies, medicamentos para bajar la fiebre y para deshinchar rodillas. Hacer de la nada a favor de los otros siendo capaces de imaginar lo ausente. El proyecto de Marcos es parte de una red «no coordinada» pero existente de puntos solidarios en las Américas que reciben a los caminantes venezolanos por una noche para que se duchen, se recuperen y puedan pensar que hay mañana. Marcos aún no conoce a Carmen Carcelén, por ejemplo, lideresa de El Juncal que ha recibido en su casa a más de ocho mil caminantes. Ellos, a su vez, no conocen a los hombres y mujeres del sector del Páramo de Berlín en Colombia que llevan y traen a gente en sus carros y les dan comida para seguir. El Páramo de Berlín es un cruce que se hace hasta a diez grados bajo cero. Hay frailejones y lagunas, pero los caminantes no pueden contemplarlos: tienen que sobrevivir a la hipotermia, el vómito y el frío. Quienes llegan a Ecuador han cruzado ese páramo. Marcos sabe de una familia que ha muerto de hipotermia allí. Son el padre, la madre, y sus bebés. Muertos en un abrazo. Historias de desobediencia 207 La vida en movimiento ¿Quién va a acusar recibo de esta denuncia? ¿Ante quién se denuncia, para empezar? ¿Vamos a seguir diciendo que vienen a quitarnos los trabajos cuando ni siquiera sabemos si van a llegar vivos? Del Páramo de Berlín llega también una muchacha que camina de Venezuela a Colombia embarazada de cuatro meses. Al avanzar a Ecuador y a punto de cruzar el control fronterizo en Rumichaca, las autoridades ecuatorianas no aceptan las pruebas de embarazo que trae y la envían a hacerse un eco. Ese eco, que puede hacerse por pura suerte porque ese día la puede ayudar Cruz Roja, indica que su bebé ha muerto una semana antes en su vientre por los efectos de la caminata y por el trauma que le ha significado ver morir a un hombre de hipotermia. Sí, porque decenas de personas mueren en el frío cuando van camino de Bucaramanga. Durante el tiempo del albergue, Marcos fue escucha de una narración colectiva que traían los caminantes a Peguche y que debería ser hoy testimonio suficiente para abrir los corredores para ellos. Cada cierre, cada abandono, cada requisito de los Estados venezolano, colombiano, ecuatoriano, peruano a los migrantes en los caminos, produce miles de muertes, pero nadie acepta la responsabilidad sobre esas vidas. Irse sin los hijos, sin la madre, sin la pareja, dejando al padre en agonía, no es irse por la propia voluntad. Llegar con los pies reventados, con la familia asesinada por la negación de una catástrofe, no es irse sin más. Al mismo tiempo, la valentía para la huida y el coraje de pensar que se puede sobrevivir son, igualmente, innegables. Historias de desobediencia 208 La vida en movimiento Hasta julio de este año, en Peguche no se había escuchado «nos vienen a quitar los trabajos» ni había cacerías xenófobas de migrantes como la que hubo en Ibarra en enero. «Nosotros tenemos poco, pero de lo que tenemos, de la cosecha, sacamos maicito para darles, lo que tengamos, porque da pena verles llegar así sin nada, con frío. Mañana podemos ser nosotros, ahora son estos señores, que por ser ajenos no son malos», dice Fabiola, vecina de Santa Lucía, mientras arregla sus textiles en su casa-taller, en donde su familia trabaja con tres telares. Su esposo Luis relata que su primo ha vivido en Venezuela por décadas. «Yo no sé si está vivo, ojalá, pero siquiera unos seiscientos somos de Peguche allá, migramos bastante. Igual que nosotros fuimos allá, ahora ellos vienen acá, entonces sí les ayudamos. Los que volvieron de Venezuela volvieron con ahorros para comprarse una casita, tierra, entonces sí vale ayudarles», dice Luis, con la claridad que no tienen gobiernos enteros. De cada diez personas que llegaban al albergue en Peguche, de siete a ocho eran hombres. Viajaban en grupos, se iban juntando o salían entre primos, hermanos, vecinos y ya sabían de la casa que Marcos había abierto. En el trayecto, los caminantes pueden sufrir hasta cuatro asaltos que los dejan sin papeles, sin fotos de su familia, sin las cartas que les dan de despedida, sin el bucle de pelo, sin la estampita de bendición, sin las mantitas que llevan el olor de sus hijos. Necesitan toda la solidaridad del mundo para poder cruzar a pie cuatro países y no morir de soledad, frío, abandono, miedo, hambre o derrota. Las mujeres que caminan suelen cruzar son sus parejas o padres, pero esto no significa que se salven de probables violaciones, de explotación sexual, de abortos no deseados, de trata. En los caminos acecha también el Historias de desobediencia 209 La vida en movimiento narco, que les puede obligar a transportar lo que sea con la promesa de ayudarles a llegar, esto se sabe ya hace mucho en nuestros países. Rafael trabajaba con Marcos en el albergue. En abril, los acompañamos en el vía crucis en las comunidades de Peguche: Arias Uko, Agato, Quinchuquí. «Aquí saben lo que es migrar, son sensibles a esta realidad, por eso nos entienden», nos contaban. Llama la atención ver en una comunidad indígena kichwa hablante a un joven caribeño llegado de lejos con lo inenarrable del viaje todavía en el rostro. Ha vivido en el albergue, acaba de encontrar trabajo y está por comprarse un celular. Va a trabajar en casa de una familia de Peguche. En ese inenarrable se abre una posibilidad: Venezuela en Peguche, los niños pequeños repitiendo «cónchale» para aprender del otro, los encuentros a pesar de todo, la solidaridad. Hay vida después del Páramo de Berlín. Es inesperada y precaria. Existe. El cierre del albergue En julio de este año, tres hombres fueron acusados del robo de un vehículo en Peguche. Son de origen nacional venezolano. Hasta ahí llegó la diferencia entre Ibarra y Peguche. Es cierto que no hubo un linchamiento irracional contra la población de Venezuela, pero sí se tomaron, inicialmente, medidas xenófobas: todos los «extranjeros» debían abandonar Peguche dentro de tres días. ¿Eso incluía a Marcos, su propio párroco? ¿Incluía a gente con una vida en la comunidad que no había cometido ningún crimen? ¿Cómo se puede decir de golpe y porrazo «se van todos»? Por supuesto, al irse todos los «extranjeros», el crimen no va a desaparecer, porque no depende de la nacionalidad de nadie. Y cada vez, ante cada hecho, la compulsión securitista: expulsemos, actuemos con viruHistorias de desobediencia 210 La vida en movimiento lencia. El Consejo de Cabildos reconsideró la decisión apresurada de la medida xenófoba y ahora realizarán algo menos violento pero también de corte securitista: un desalojo selectivo a través de operativos. Cuando visitamos Peguche en abril, lo vimos como una posibilidad ejemplar de integración, colaboración y hospitalidad. Es una zona de enorme movimiento: mucha gente de allí ha migrado a Venezuela, Estados Unidos, Europa, viajan todo el tiempo por el comercio, comercializan sus textiles en decenas de países, han visto el mundo, y su comunidad se alimenta de esta cultura migrante. Al mismo tiempo, allá saben lo que es ser de otro lugar y ser discriminado. Al leer sobre las medidas que se tomaron en julio y los operativos que hoy preparan, vemos con pesar que Peguche deja de ser un ejemplo de integración, a menos que reviertan las medidas xenófobas que han tomado, a menos que las iniciativas como las que tuvo Marco vuelvan a despertar para mostrarnos que no todo el Ecuador vive dentro de la ignorancia xenófoba, que aún podemos ser sociedades solidarias, como la que Peguche nos mostraba el año pasado. 21 08 19, Corredores Migratorios Historias de desobediencia 211 La vida en movimiento Historias de desobediencia 212 La vida en movimiento Migrar por violencia sexual Los largos caminos de las mujeres ecuatorianas Elvia* es una de las «6 de cada 10» mujeres que sufren violencia de género en Ecuador (según una encuesta nacional INEC de 2011 con cifras hoy conservadoras). Y sus hermanas. Y su sobrina. Todas han vivido violencia física, psicológica y sexual dentro de su familia. Su hermano y su primo son dos de sus agresores. Son de Cañar. Por eso, Elvia no quiere volver a Ecuador. En su familia, no son 6 de cada 10, son todas, como suele suceder cada vez que diez mujeres nos reunimos en un espacio y comprobamos que todas hemos sufrido un tipo de violencia que desbarata los criterios estadísticos. Ojalá Elvia no volviera nunca a esa violencia. Estados Unidos, a donde ha llegado con mucha dificultad, tiene procesos cada vez más inhumanos de negación de visas y de deportación. Ningún país de América justifica la migración forzada por violencia sexual ni hay leyes claras que la amparen, pero hay miles de jóvenes mujeres que deben huir por violencia de género ejercida en la familia, por parte de amigos organizados en pandillas, por parte de hombres en sus comunidades. Esos miles de jóvenes mujeres enfrentan en Ecuador un destino colectivo de maternidad forzada e imposibilidad de abortar. Conozco la historia de Elvia y de otras jóvenes de Azuay y Cañar por colaborar con peritajes de contexto en sus proceso legales en Estados Unidos, son historias documentadas una por una. Historias de desobediencia 213 La vida en movimiento Cientos de jóvenes ecuatorianas están llegando a Estados Unidos para huir de la violencia de género y poder vivir. Llegar por su cuenta quiere decir arriesgarse en caminos coyoteros. Cruzar más de una frontera solas o con bebés. Salir huyendo de una violación con temor de estar embarazada y, a la vez, temer ser violada en el camino. Salir con maldiciones de la familia y llegar al Norte con temor de enfrentar reprimendas de la familia que ya ha migrado, pues había dejado a las jóvenes al cuidado de la casa. Salir sin saber si se llegará viva a la frontera de las fronteras, pero no tener otra alternativa que intentarlo. Es la huida o vivir en temor permanente. Huir es el acto de valentía que les permite a las jóvenes migrantes ecuatorianas imaginar vidas sin violencia, aunque eso les signifique no poder volver a sus comunidades. El documento de referencia de medición de la violencia de género en Ecuador es la encuesta nacional INEC arriba mencionada sobre relaciones familiares y violencia contra las mujeres. Aunque tiene ocho años es la más abarcadora y segrega datos por provincia, importante en contextos migratorios, por ejemplo. Cañar es una de las provincias ecuatorianas con mayor migración histórica a Estados Unidos. Si millones de mujeres viven violencia y probablemente serán violadas o asesinadas, eso indica un orden que perpetúa a agresores, violadores, acosadores: hay una estructura de impunidad hecha para eludir responsabilidades. Decimos siempre «seis mujeres han vivido violencia» pero no «los hombres están ejerciendo violencias de todo tipo, y podrían ser 6 de cada 10 de ellos». La relación «6 de 10» no es de una a uno, pues hay mujeres que han sufrido violencia de varios hombres, y hombres Historias de desobediencia 214 La vida en movimiento que ejercen varios tipos de violencia a la vez, o sobre muchas mujeres. Es decir, una sola mujer de esas seis podrá haber vivido violencia de su pareja, pero también de su padre o de sus compañeros de trabajo. Tras la cifra «6 de 10» hay millones de agresores amparados por una impunidad histórica que, en Ecuador, es evadida por el Estado, poco cuestionada en lo social y aprovechada por el poder eclesial católico y evangélico para sostener el «modelo original» de familia, a costa de lo que sea. Elvia, una de esas seis, es de una pequeña comunidad en Cañar, una de las provincias más golpeadas por la pobreza y por el abandono estatal, provincia en su mayoría indígena, donde un tercio de la población es rural. El día 17 de septiembre, la Asamblea Nacional de Ecuador votó en contra de la despenalización del aborto por violación. En esa comunidad de Cañar, la violación es uno de los modos más frecuentes de reproducción de la vida, si analizamos en conjunto las estadísticas que registran violencia sexual, edad, violencia incestuosa y violencia de pareja y ex pareja. Si miramos la maternidad forzada como una verdadera perspectiva crítica y observamos este país a través de ella, veremos, sin remedio, que hay lugares de Ecuador en donde la vida se reproduce, principalmente, dentro de un régimen que somete a las niñas y a las mujeres a la maternidad forzada, y que es esta forma de reproducción de la vida lo que les indica a las niñas y mujeres que siguen naciendo en contextos de pobreza y abandono cuál será su destino. Según datos de Unicef, en Cañar, 37% de hogares tienen a alguien trabajando en el extranjero. Es decir, casi la mitad de la población tiene vínculos familiares rotos, familias separadas, niños y niñas dejados por sus padres migrantes al cuidado de abuelos, tíos, o sin cuiHistorias de desobediencia 215 La vida en movimiento dado alguno. En cuanto a las niñas, quedan expuestas a la violación y el embarazo infantil, un embarazo que nadie atenderá debidamente como acto de violación. Seis de cada diez niños y niñas en Cañar no viven con sus padres, según el mismo estudio. Al abandono del estado y a la pobreza se suma también la ruptura de vínculos familiares por migración, y es una migración internacional, a Estados Unidos, por ejemplo. Por tanto, se trata de una migración que nos plantea problemas transnacionales de género cuando se refiere a la violación, la maternidad forzada, la imposibilidad de abortar la falta de acceso a la salud, la falta de educación y el abandono. Todo esto se acentúa en hogares indígenas: 28% de niñas menores de 18 años que viven en hogares indígenas y rurales tienen a sus padres viviendo en el extranjero. ¿Por qué hablar de problemas transnacionales de género? No hay ninguna forma de justificar la migración forzada por violencia sexual, ni violación, ni maternidad forzada. Nadie en la familia de Elvia, ni sus amigas, ni sus primas, podrían aducir que debieron huir porque sobre ellas pesa de modo permanente la amenaza de violación dentro de sus familias, que sigue a violencia física, control y desprecio. Nadie puede decir: «me tuve que ir de Ecuador porque mi primo, que ya me ha golpeado, me amenaza con violarme para disciplinarme». Y sin embargo, es necesario huir. ¿Qué dice la encuesta INEC del 2011 sobre Cañar? Son datos escalofriantes que no podemos percibir si no atendemos las realidades rurales, campesinas, indígenas de las Historias de desobediencia 216 La vida en movimiento niñas y las mujeres en el país. La encuesta dice que: 67,8% de las niñas y mujeres han sufrido un tipo de violencia, dato mayor al promedio nacional; 52,9% de jóvenes o mujeres en secundaria ha sufrido y sufre violencia, es decir, más de la mitad de adolescentes están expuestas a probable violación y maternidad forzada, en entornos donde estudiar ya es bastante difícil sin estructura familiar, con situaciones en las que no da la vida para priorizar la educación ni el cuidado. Serán las jóvenes quienes cuiden a los abuelos, la tierra, a sus hermanos menores. Serán ellas quienes vivirán, probablemente, la maternidad forzada como un destino colectivo en donde la misma pobreza no da tiempo para intentar romper las cadenas de violencia. Al mismo tiempo, siempre habrá una Elvia con la claridad de que ese no es su destino. Por eso hay que escuchar su denuncia y su desesperación, que se expresa en el acto valiente y extremo de escapar. Lo más alarmante, si esto último no fuera suficiente: según INEC, la violencia de género por parte de parejas y exparejas contra las mujeres se eleva en Cañar al 79%. Es decir, ocho de cada diez mujeres han sufrido y sufren violencia de parejas y exparejas. En cuanto al abuso sexual, según la misma encuesta, 49,1% de las mujeres que sufrieron abuso sexual antes de los 18 años sufrieron dicho abuso por parte de su padre, hermano, padrastro u otro familiar. Casi la mitad de las mujeres están expuestas a violación de sus familiares y de personas cercanas. En la votación del 17 de septiembre de 2019, la Asamblea Nacional de Ecuador, al votar en contra del aborto por violación, eligió también pasar esto por alto: impedir la reforma impidió tipificar la violación incestuosa. Sí, el poder legislativo ecuatoriano eligió perpetuar la violación impune de padres, hermanos, tíos, abuelos. La familia ante todo. Historias de desobediencia 217 La vida en movimiento Elvia sabe todo esto. Como ella, muchas jóvenes y mujeres en Cañar saben que la violencia no es destino, ser mujer no puede ser sólo esto. Su claridad es mucho más que lo que ven legisladores, la iglesia y el Estado. Un día, Elvia decide irse de Cañar y llegar, contra todo, a Estados Unidos. Siente que quizás allá no la siga la mano mortal de su primo, sus amenazas; el acoso permanente de compañeros de colegio organizados en grupos que buscan presenciar violaciones en el día para divertirse. Elvia sabe que tiene que irse, porque volver a Cañar será morir. La historia de Elvia afirma su voluntad enorme por romper con los círculos de violencia, los ha identificado, sabe que la violación y la maternidad forzada no deben ser su destino. Como para miles de jóvenes migrantes ecuatorianas, para Elvia volver a Cañar sería resignarse a cercos de violencia que se levantan ante ella, a pesar de su claridad y a pesar de su valentía. Toda esa valentía no ha podido ponerla a salvo ni permitirle proteger a su pequeña hermana. Romper un círculo de violencia es romper lazos, cuestionar a la familia entera, defender la vida propia contra la vida de la comunidad. Y, muchas veces, no poder volver. No poder abortar. No poder escapar. No poder. Pero no dejar de intentar. La migración de las mujeres ecuatorianas por violencia de género, violencia sexual intrafamiliar, violencia sexual de pandillas, temor a la maternidad forzada, tan ineludible, da cuenta de la gravedad de las decisiones tomadas en la Asamblea Nacional el 17 de septiembre pasado. Aquí, hay mujeres que tienen que huir para salvar su integridad. El aborto por violación no es un problema abstracto, es Historias de desobediencia 218 La vida en movimiento un problema tan concreto como este, que puede cambiar destinos individuales y destinos colectivos para las niñas y las mujeres, o que pueda condenarlas, condenarnos, a tener que huir. Ecuador, hoy, es esto. *Elvia es un nombre protegido 27 09 19, Corredores migratorios Historias de desobediencia 219 La vida en movimiento La iglesia, esa propiedad privada Sobre el pedido de asilo de un grupo de familias refugiadas colombianas en la iglesia de Santa Teresita, Quito Empezamos a acompañar a un colectivo de familias refugiadas colombianas a mediados de junio de 2018. Son familias perseguidas, con amenazas de muerte que han denunciado ante la Fiscalía General del Estado en Ecuador. Las conocimos durante una visita a las afueras de ACNUR, en la ciudad de Quito, sector calle Whymper. Allí, las familias habían instalado un campamento de protesta porque consideraban vulnerados sus derechos. Lo vimos una noche y regresamos para saber qué pasaba, con la preocupación de ver un campamento precario en medio de un barrio residencial de Quito, temiendo que sus residentes quisieran desalojar a las familias o denunciarlas, pues la vigilancia policial se ha interiorizado crecientemente en la ciudadanía: todos llevamos un robusto policía dentro de nosotros. Era alrededor del 10 de junio. Eran más de cien personas organizadas para demandar reasentamiento, protección internacional y un tratamiento digno por parte del Estado ecuatoriano, ACNUR y los actores sociales a cargo de movilidad humana. En Corredores Migratorios, registramos nuestro proceso con este colectivo en seis trabajos del año 2019 que se hallan publicados en nuestro portal. Desalojos continuos, de viviendas, de albergues, de la misma calle. En un momento dado, nos vemos, de nuevo, ante la posibilidad de que queden en la calle una vez más. Al tener que salir de albergues del Municipio de Quito, toman una iglesia: Santa Teresita. Allí es donde les deja el bus que toman Historias de desobediencia 220 La vida en movimiento esa mañana, tras un desalojo más. Esa es la razón, juntada al cansancio, y que los niños tienen hambre, que no pueden más. Así que allí entran la tarde del viernes 2 de agosto. Yo llego tan pronto como puedo y me sumo al pedido de solidaridad dentro de la iglesia, que ya ha cerrado las puertas, por el miedo: nadie me lo cuenta, lo veo. Veo que nuestros miedos son muy distintos. El de la iglesia: del extranjero, de que sean mayoría afrodescendiente, de que estén desesperados. El nuestro: que una vez más sean desalojados, que sigan con hambre, que no encuentren un lugar para esa noche y las que vienen. El de las familias: el desamparo creciente, el abandono de dos Estados. Una vez dentro de la iglesia, nos contamos por seguridad: 12 mujeres, 11 hombres, 12 niños, 8 niñas. Somos 44 personas. Hemos tomado el hábito de contarnos por si la policía separa familias o dispersa al colectivo con brutalidad. Nos amenazan con sacarnos, la policía metropolitana ya está presente, y han pedido también antimotines. Pedimos que se escuche a las familias tras largos momentos de incertidumbre. Cada familia ha ingresado a la iglesia pensando en buscar amparo, con las pertenencias que les quedan y con todo su cansancio, pero también con determinación. Es una medida desesperada: no tienen alojamiento, respuestas con soluciones duraderas a su estado, ni seguridad de que podrán seguir con vida: son personas amenazadas de muerte desde Colombia, por eso huyen. La toma es un acto que resulta del agotamiento de todos los medios para preservar la vida propia, cuando nada más ha funcionado, cuando ha habido abandono del Estado ecuatoriano, de ACNUR, de organizaciones no gubernamentales, de actores eclesiales que asisten en movilidad humana. Historias de desobediencia 221 La vida en movimiento Pensamos, equivocadamente, que hemos llegado a un lugar de protección. Por fin, tras una larga espera, nos permiten acercarnos al altar mayor desde las bancas de las últimas filas, en donde nos hemos concentrado. Allí, escoltados, se hallan el párroco de la iglesia, el sacerdote colombiano Fredy Garzón Flórez y el procurador de la misma, que se niega a decirnos su nombre. Nos acompaña uno de los policías antimotines que ya se han desplegado dentro de la iglesia, en una escena que resulta realmente difícil de creer: alrededor de veinte policías antimotines se hallan dentro de una iglesia por pedido de las autoridades de esa misma iglesia, resguardándola. «Con ecuatorianas no hablo», me dice el párroco Garzón Flórez cuando me presento junto a Ingrid, representante de las familias, con un gesto de desprecio: su mano en mi cara. Está bastante alterado, igual que el procurador, cuando nos confirman una vez más esto, que nos cuesta creer: «La iglesia no es para dar abrigo a los desposeídos, no da abrigo a nadie ni es nuestro problema. Esto es una propiedad privada que ustedes están invadiendo y no es asunto nuestro que tengan que irse a la calle. Esto no es problema de la iglesia y ustedes, cristianamente, deben salir de aquí. » Ingrid no renuncia a su dignidad en ningún momento y, para que entiendan quiénes son, le da su propio testimonio de tortura y secuestro. Es una sobreviviente. «Tú que has vivido violencia sabes que no debes ser violenta, y ustedes ocuparon el templo de manera violenta», le responde el párroco Fredy Garzón a una mujer que ha sobrevivido al asesinato por azar. Suponemos, por lo que dice el párroco, que ser torturada y secuestrada es exactamente lo mismo que pedir ayuda en una iglesia y entrar a ella para hacerlo. Historias de desobediencia 222 La vida en movimiento Le explicamos que las familias son acompañadas hace semanas por periodistas, sociedad civil organizada y personas defensoras de derechos humanos, que damos fe de su situación de grave riesgo. «No creo en quienes defienden derechos humanos, pero eso sí, amo a los negros. Los defensores de derechos humanos son lo peor de lo peor, solo buscan figurar, son basura», dice Fredy Garzón mientras se burla de nuestro trabajo, pues hemos convocado a personas expertas en movilidad humana y refugio que trabajan desde las universidades y organizaciones para evitar que echen a la gente a la calle lanzándole gas lacrimógeno dentro de la iglesia. Esas personas también se hallan al interior de la nave mayor, testigos del hecho. «Amo a los negros» resuena en toda la iglesia. Fredy Garzón es colombiano, «ama a los negros», pero defiende la propiedad privada en que trabaja y varias veces le pide a la policía acudir al gas, en interiores, con niñas y niños presentes, de ser necesario. Por otro lado, racializar a gente ya discriminada en nombre del amor resulta, cuando menos, irónico: no te ayudaré jamás, aunque estuviera en mis manos, y acudiré al uso de la brutalidad policial para resguardar la casa de dios, pero te amo. ¿Qué clase de amor racista es este que profesa Fredy Garzón dentro de la nave mayor de Santa Teresita, llena de policías antimotines? Seguimos en la iglesia. En un momento dado, el párroco Garzón decide tomar el micrófono desde el altar mayor que, entiendo, es un lugar sagrado: representa a Cristo, es lugar de sacrificio y de presencia eucarística. Sé también que durante las persecuciones a católicos se portaban altares móviles de madera para poder instalarlos en donde pudieran recibir alojamiento las personas perseguidas. Irónicamente, este altar parece no Historias de desobediencia 223 La vida en movimiento tener memoria de que en su pasado también está inscrito el desplazamiento forzado. Desde ese lugar sagrado, el párroco le habla a las familias refugiadas: «Autorizo a la policía a hacer uso de toda la fuerza necesaria, que es legítima. Con pena en el alma, vamos a usar el poder de la fuerza pública.» Sus palabras llegan hasta las bancas donde nos sentamos y atraviesan los cuerpos de los policías antimotines que se enfilan a mitad de la nave mayor. Atraviesan, sobre todo, los cuerpos de las niñas, los niños, las mujeres y los hombres ya rotos por el cansancio que jamás imaginaron esto. La escena es escalofriante: policías antimotines recibiendo desde un altar órdenes de violentar a mujeres, hombres, bebés, que se encuentran en una situación límite. De entre los policías, algunos se muestran sorprendidos, perturbados por la orden que viene del altar, y empiezan a mostrarse algo menos hostiles que el párroco. Esa virulencia golpea duramente a quienes tienen fe, al colectivo, que ha entrado confiando en que la iglesia les dará amparo porque allí se encuentra una presencia protectora, o eso pensaban. Todas las familias del colectivo son creyentes, por eso van a pedir solidaridad en una iglesia, que debería ser su santuario. Ante la perturbadora escena y estas palabras que viajan por la nave de la iglesia hasta nosotros, la turbación. El sacerdote y el procurador no dejan de usar este argumento tan previsible del manual del odio contra personas migrantes y refugiadas: «Llévenselos a su casa. ¿Por qué no están en su casa y vienen aquí?». Ingrid, con contundencia, les dice desde su fe: «Porque esta no es su casa, es la casa de dios, y venimos a buscar su ayuda nosotros, los desposeídos». Yo, en cambio, pienso en lo lamentaHistorias de desobediencia 224 La vida en movimiento ble de este reproche y hallo respuesta en Malik Gueye, activista senegalés del sindicato de manteros en España: Es absurdo… No queremos ir a casa de nadie, no somos víctimas. A ver cuándo empiezan a hablar de los migrantes como sujetos de derechos y no como alguien que necesita ser ayudado. Este artículo que la periodista española Gabriela Sánchez publica en @eldiarioes recoge respuestas ante el reproche xenófobo del «llévatelos a tu casa»: las personas que migran y que deben huir de su tierra no quieren ir a mi casa ni a la tuya, quieren construir una con sus manos; no son desvalidas, necesitan trabajar y ser tratadas con la dignidad que merece un sujeto pleno de derechos, que quiere su propia casa y su propio trabajo. A la vez, son responsabilidad del Estado, que tiene presupuestos y obligación de administrar la migración, el refugio y la vulnerabilidad específica de las personas refugiadas perseguidas por la guerra colombiana. La solidaridad y claridad política de la sociedad civil organizada hacen el trabajo de responder a la xenofobia y disputarle sentidos y narrativas al fascismo, crear alianzas, pero es responsabilidad del Estado responder a la movilidad humana y dejarla de presentar como un problema. La toma pacífica de la iglesia es apoyada por personas defensoras de derechos humanos que se reúnen con el párroco y el procurador, y también están presentes organizaciones sociales de la iglesia católica más progresista, solidaria con la migración, así como fotógrafos y otras personas que conocen al colectivo. Javier Arcentales, abogado de derechos humanos, logra detener en algo la violencia del párroco y el procurador de la iglesia, que no han dejado de vejar al grupo ni de insultarnos. Junto con la coherencia del movimiento Fe Historias de desobediencia 225 La vida en movimiento y Alegría, se permite que las familias se trasladen a un lugar seguro gestionado por esa organización, movida por un «deseo de transformación que reacciona ante la injusticia», como dice su misión. La iglesia que convoca a policías antimotines, pide gas lacrimógeno desde un altar y hace oda de la propiedad privada no es la única iglesia que existe, afortunadamente. Un abismo se abre esa tarde entre Santa Teresita, considerada propiedad privada «que nada tiene que ver con el amparo», como dicen su párroco y su procurador, y la iglesia solidaria. Este acto de coherencia de las personas defensoras y de Fe y Alegría, a la vez, da cuenta de algo: del silencio del Estado y del determinismo tecnocrático de los organismos encargados de refugio. Todo señala que no hay lugar para estas familias en Ecuador, aunque deban quedarse un tiempo y luego seguir su camino, pues la guerra colombiana, de la que entendemos tan poco, les persigue hasta acá, en donde no hay lugar. «Hemos agotado todas las instancias. Nunca hemos querido estar en la calle ni tomarnos nada, hemos hablado con todos: presidencia, Cancillería, ACNUR, Municipio…». Lo comprobamos en el proceso colectivo de acompañamiento y vemos la infinidad de documentos que tienen con pedidos de cita, denuncias, gestión de su propia indefensión. Incluso posibilidades de vivienda temporal en comunidades que pensamos solidarias se hacen imposibles cuando el desconocimiento y el odio racista pueden más que la hospitalidad. Ni arriendos, ni proyectos, ni trabajo con extranjeros. De los organismos, no percibimos más que soluciones económicas, resultados cuantificables, dádivas, en definitiva, para personas que han sufrido violación, secuestro, tortura, persecución y amenazas de muerte en Ecuador que han sido denunciadas ante Fiscalía. Historias de desobediencia 226 La vida en movimiento Durante lo que restaba de 2019, una parte de las familias organizadas en colectivo se fue de Ecuador por una ruta altamente peligrosa que les expuso a la muerte. No porque quisieran: porque no tuvieron opción. Debieron renunciar a su status de refugio y tomar caminos desesperados. Todo esto ilustra el colapso del sistema de reasentamiento, la pobreza e inoperancia de las políticas migratorias, la escasa capacidad de responder fuera de un manual técnico, cuando estas personas han sufrido una grave vulneración de derechos y un daño grave ocasionado por esta cadena de maltratos que hace visible el riesgo en que pueden hallarse miles de personas refugiadas en Ecuador. No, no vinieron porque quisieron, no son «conflictivas» ni «lobos» ni «un problema», como le han llamado los mismos organismos encargados de movilidad humana y refugio. Sus derechos deben ser restituidos, su vida debe ser protegida, y nuestras sociedades deben empezar a entenderlo: la movilidad, el desplazamiento, el refugio, no son «algo que le pasa a los otros», están aquí, en nuestra proximidad, forman parte de nuestras vidas. La organización de estas familias y su determinación dicen de un sistema que ya no protege la vida, sino que busca administrarla de la manera más tecnocrática posible a fin de que no obstaculice la llamada soberanía nacional, la seguridad pública ni la estabilidad, formas varias de denominar, hoy, la violencia legal de los Estados. En agosto de 2019, ACNUR seguía vallado para verse a salvo de nuevas protestas. Un organismo que debe trabajar contra las fronteras levantó las suyas propias en una calle de Quito. No sabemos cuál del sermón que dio Fredy Garzón luego de estos actos. Si habló de amor o de solidaridad con el prójimo... 17 09 20, Corredores Migratorios Historias de desobediencia 227 La vida en movimiento La noche más larga Sobre la protesta pacífica del colectivo de personas refugiadas en Cancillería Sábado 31 de agosto de 2019. Exteriores de Cancillería, calle Carrión y avenida 10 de Agosto. Una parte del colectivo de personas colombianas refugiadas ha partido ya, obligadas decenas de ellas a renunciar a su estatus de refugio al abandonar Ecuador. Quienes quedan ya no hallan alternativas. Desde junio de 2019 han solicitado que se escuchen sus necesidades y demandas. Mucha gente quiere reasentarse lejos, otras personas quisieran ser reubicadas en Ecuador, en ciudades o comunidades retiradas, en donde puedan trabajar. Esto no sucede. El grupo es expulsado del campamento que habían instalado fuera de ACNUR con un violento operativo policial. HIAS, agencia ejecutora de políticas de ACNUR, ubica a las familias en moteles en extremos de la ciudad que resultan inseguros, donde una niña del colectivo sufre una agresión sexual. En esos mismos moteles, los expedientes de mujeres que han sufrido tortura y violación, de hombres que han pasado violencias inenarrables, son leídos por personal de limpieza de allí, exponiéndoles gravemente. HIAS solo pagará estos lugares por unos días. La Junta de Protección de Derechos de Quito gestiona cinco albergues en la ciudad en donde se ubica a las familias. Pueden descansar un poco mientras se recuperan. Luego, intentan pedir refugio en la iglesia de Santa Teresita, de donde se les expulsa con policía, convocada por el párroco y el procurador del templo, quienes llegan a pedir que suelten gas dentro de la iglesia. Las Historias de desobediencia 228 La vida en movimiento familias pasan a un establecimiento educativo de Fe y Alegría, gracias a la coherencia de quienes integran el proyecto. Pero llegan las clases y la escuela debe habilitarse. El día 31 de agosto, de nuevo sin techo. La última opción: protestar en Cancillería. Les quedan sus colchones, ollas, maletas, lo que han logrado llevar de lugar en lugar, dentro de un país que les cierra puertas una tras otra. Son personas sin techo, heridas por el racismo y por la imposibilidad de hacerse una vida en alguna parte. Ese sábado por la tarde, acompañamos la acción que han decidido realizar: una protesta pacífica afuera de Cancillería. Somos unas cuarenta personas, a la espera de que alguien escuche al colectivo. Llaman a una rueda de prensa a la que acuden varios medios. Sus demandas: que se escuche su verdad. Nos comunicamos con funcionarios de Cancillería. Para esto, la tensión ha ido subiendo. Vemos apostadas afuera fuerzas policiales, llegan a ser unos 40. También vemos policía metropolitana. Hacia las cinco de la tarde, logramos que acudan a Cancillería dos de las personas que allí trabajan para sostener una reunión entre el colectivo y dos representantes del Ministerio de Relaciones Exteriores y Movilidad Humana. Corredores Migratorios acompañará este encuentro, que inicia con un círculo de policías rodeándonos. Se pide que se conforme una comisión de mujeres, pues se necesita escuchar a alguien que no sean los voceros usuales. Estamos en la calle esperando, creemos, que nos asignen un lugar. De pronto, nos damos cuenta de que el lugar que nos han asignado para la reunión es la misma calle. En ese círculo que se forma súbitamente donde nos rodean unos diez policías, dos o tres de ellos activan grabadoras, gestos... Esa es la indignidad con que tratan a estas mujeres. Historias de desobediencia 229 La vida en movimiento Los fines de semana, es imposible entrar, nos dicen ante nuestro reclamo. Nos llevan al jardín de Cancillería y nos sentamos en el suelo. Una de las mujeres de la comisión ya ha identificado a una policía vestida de civil que había ido al campamento de ACNUR y a un alto funcionario de la policía de quien ya habían recibido amenazas, nos dice y se lo dice a ellos frontalmente. Así que nos reunimos vigiladas por la policía, en el suelo. Algunos «argumentos» que escuchamos de los funcionarios que nos reciben nos dejan pasmadas. Las cuatro mujeres denuncian que son perseguidas desde Colombia y que se hallan en riesgo de muerte, pueden ser asesinadas. El funcionario que les responde se llama Hernán Yánez. Les dice: «Todos estamos en peligro, con la inseguridad que vivimos, nos puede pasar cualquier cosa». La forma en que ignora el riesgo específico de 1) ciudadanas refugiadas; 2) perseguidas; 3) colombianas; 4) con violencias acumuladas en el cuerpo que van desde la tortura hasta la violación; la forma en que se compara con ellas, nos deja sin palabras por unos segundos. Con la misma dignidad con que las hemos visto luchar, las mujeres le explican la diferencia entre un ciudadano con derechos que vive libremente en su país y una persona desplazada considerada de segunda clase, expulsada de su país por la violencia, e imposibilitada de ejercer sus derechos en Ecuador. Él no lo ve. Lo que quiere decir que el Estado no lo ve, que no sabe reconocer ni siquiera las circunstancias básicas de la vida que convierten a una ciudadana en una mujer desplazada por la violencia. Sentado en el suelo de modo casual, un funcionario de Relaciones Exteriores es capaz de decirles en su cara a cuatro mujeres que han debido huir de la guerra que su vida corre el mismo riesgo que ellas. Historias de desobediencia 230 La vida en movimiento Cuando denuncian el racismo que viven, la funcionaria que ha facilitado la reunión, María Fernanda, les cuenta que su esposo es afrodescendiente, que ella también «sabe lo que es eso». Es decir, a cada testimonio con que las mujeres intentan sensibilizar a estas personas y explicarles la gravedad de su situación, la respuesta es la autorreferencialidad de los funcionarios: «sabemos, a nosotros también nos pasa», como si todos viviéramos el mismo riesgo de personas perseguidas por una guerra que ha durado décadas. No hay conocimiento sobre el refugio, no saben explicarnos nada más que lo que dicen los manuales, no hay diálogo. Hay respuestas prefabricadas y formulaicas, de manual. Cuánta apertura demanda escuchar al otro, desmovilizar las frases prefabricadas que tenemos en la punta de la lengua para defendernos o defender al Estado, o un poder, o a un amo. Qué imposible le resulta hoy al Estado, encarnado en sus funcionarios, salir de manuales que ha elaborado para dejar de escuchar y reducir a las personas en los formularios que llenan. Formularios que marcan hechos violentos, denuncias en Colombia y Ecuador ante fiscalías y oficinas de supuesta protección donde se denuncian persecuciones, violaciones, amenazas de muerte, panfletos… Reducir la vida y el testimonio a una casilla. En El coronel no tiene quien le escriba, el abogado y el coronel discutían durante horas sobre los procesos de la indolencia. Los laberintos del sistema de justicia, del sistema de pensiones, la incuria con que los funcionarios ven engordar los archivos que guardan la vida de las personas... [...] esos documentos han pasado por miles y miles de manos en miles y miles de oficinas hasta llegar a quién sabe qué departamentos del ministerio de guerra. Historias de desobediencia 231 La vida en movimiento —Unos documentos de esa índole no pueden pasar inadvertidos para ningún funcionario —dijo el coronel. —Pero en los últimos quince años han cambiado muchas veces los funcionarios —precisó el abogado—. Piense usted que ha habido siete presidentes y que cada presidente cambió por lo menos diez veces su gabinete y que cada ministro cambió sus empleados por lo menos cien veces. —Pero nadie pudo llevarse los documentos para su casa —dijo el coronel—. Cada nuevo funcionario debió encontrarlos en su sitio. El abogado se desesperó. —Además, si esos papeles salen ahora del ministerio tendrán que someterse a un nuevo turno para el escalafón. —No importa —dijo el coronel. —Será cuestión de siglos. Será cuestión de siglos, pensábamos. Dar testimonio, exponer la vida propia ante el Estado, defender la palabra de quien ha vivido todas las violencias. Y la respuesta: «A todos nos puede pasar, hay mucha inseguridad». La reunión en Cancillería se extendía de modo inútil, como si esos documentos que habían pasado por miles de manos no hubieran sido leídos nunca, por nadie. Como si no hubiera ningún conocimiento capaz de humanizar los formularios para devolverles valor y proteger la vida de quienes los habían llenado de su puño y letra con la esperanza de no morir en Ecuador. En un momento dado, dos de las mujeres del colectivo deciden cortar la reunión: no han sido escuchadas, no se valora su verdad, se sienten violentadas, revictimizadas, al tener que explicar lo más elemental y aún así no ser entendidas. Una de las mujeres de la comisión reconoce de nuevo e increpa a los dos policías que nos vigilan: el alto funcionario y la policía vestida de civil. Denuncia fronHistorias de desobediencia 232 La vida en movimiento talmente las amenazas, los insultos racistas, las patadas y maltratos que han recibido antes, en el campamento de ACNUR, por parte de esas mismas personas, dice. Está anocheciendo. La reunión con Cancillería no ha servido sino para revictimizar a estas personas, apostadas con sus hijas e hijos pequeños afuera. Hace frío. Viene la violencia. Mientras nos acercamos a la puerta de salida, escuchamos ya la represión: mientras estábamos dentro del jardín, en el suelo, la policía ya carga contra la gente. Los municipales se encargan de tirar todas sus pertenencias dentro de una camioneta. La policía especial y decenas de elementos UMO ya están lanzando gases y haciendo un ruido infernal. Da terror dar un paso hacia afuera del jardín de Cancillería. Hay poca luz, salimos juntas y en cuestión de un segundo nos desbanda la policía. Apenas salgo, veo a tres o cuatro de los niños más pequeños corriendo desesperados y solos. Los agarramos como podemos. Siento la mano de hierro de un policía en mi brazo izquierdo. «¡Lárgate de aquí si no quieres terminar mal!». Me lanza al suelo. Eso hacen con la «reunión» y el «diálogo» con el Estado. Relato esto en primera persona como testigo de un operativo policial contra niñas, niños, mujeres, personas de la tercera edad en estado de indefensión que debían ser protegidas por el Estado y que ahora están recibiendo toletazos, amenazas con armas, humillaciones. Una reunión a la que Cancillería accede y que nosotros acompañamos como sociedad civil se convierte en un operativo de represión. Salimos como podemos con los cuatro niños lejos de las bombas y el gas. Pierden un zapato, lloran. Una escuadra de ocho a diez elementos se ha apostado en cada esquina de varias cuadras a la redonda. Tenemos que correr en varias direcciones. Llega personal de DINAPEN. Les Historias de desobediencia 233 La vida en movimiento explico que hay más de quince niños expuestos. Intentan hacer algo, pero el operativo ya está en marcha, los UMO avanzan en cada esquina del barrio. Hay madres en shock, que han perdido a sus hijos en la desbandada. Logramos ir avanzando hacia la plaza Borja Yerovi. Allí iremos dejando a los niños que vayamos encontrando, a salvo con José, uno de los hombres del colectivo que se hace un lugar para protegerlos de la policía. Corren por las calles de La Mariscal niños de cinco, seis años, sin saber qué sucede, con un terror en el cuerpo que no se irá por años. Frente a Cancillería, ya han dejado inconsciente a Carlos, uno de los jóvenes. Debemos esperar por la ambulancia por más de veinte minutos. El alto funcionario de la policía pasea por allí, satisfecho, parece, por el buen desarrollo del operativo policial. Al joven que ha caído inconsciente lo acompaña un miembro de Atopia, que cuida su cuerpo para que no sea pisado por la policía. Su esposa lo busca desesperada. En la turbación entre el gas, el ruido infernal y las decenas de policías que atacan, cree que ha muerto. Vemos cómo derriban a toletazos a Johanna, una de las mujeres. Sin control. Le pegan en la cabeza. Su esposo es perseguido por unos cinco policías, debe saltar un muro y caer duramente para ponerse a salvo. La policía está ensañada. Un grupo de hombres del colectivo sale a hacerles frente, tememos lo peor. Quieren sus cosas, defenderse, no tienen colchones donde quedarse, están rotos del miedo y de la indignación por el maltrato denigrante que están sufriendo. La rabia de todos esos meses explota: el racismo, el desprecio, la pobreza, la locura de la huida, todo se junta esa noche. Duele verlos derrotados, golpeadas a ellas, a nuestro amigo inconsciente en el suelo. Historias de desobediencia 234 La vida en movimiento Duele ver a los niños corriendo solos por la noche pidiendo ayuda. Duele ver a decenas de policías insultando y mostrando su racismo contra personas a las que este país tenía que haberlos protegido, no despreciarlos de un modo tan vergonzoso. La persecución, las bombas, los golpes, duran unas dos horas. En la Avenida Amazonas, se desarrolla una maratón. Vemos que hay mejor iluminación en la calle así que salimos allí para juntarnos de nuevo. Logramos llegar al parque Gral. Julio Andrade hacia las ocho o nueve de la noche. Qué ironía, nos vemos cerca de los 35 monumentos de cristal en conmemoración a las víctimas de violencia de los años ochenta. El pasado se encuentra con un presente herido. Por largo tiempo guardaremos en nuestra memoria el modo desesperado en que las mujeres, los niños y algunos hombres del colectivo vinieron corriendo por la calle Gil Ramírez Dávalos huyendo de decenas de policías, con el rostro desfigurado por el miedo. En medio de todo, aparece una compañera con pan para darnos. Aún no logramos hablar, no sabemos quién falta y el parque está oscuro. No distinguimos entre las esculturas, las personas y los policías, toda silueta es confusa. Ella reparte el pan y nos da calma. En uno de los montículos del parque, las palabras empiezan a salir poco a poco. Hay que encontrar, una vez más, un lugar para pasar la noche. Ni siquiera hay tiempo para sentir el dolor de los toletazos en el cuerpo, ver si hay golpes graves, calmar a los niños. La policía sigue vigilando el parque desde una camioneta sin placas. Esa noche, el golpe ha sido muy duro, ha dejado una herida profunda. Unas familias van a ver si pueden pasar la noche en El Ejido, otras buscan albergue de gente Historias de desobediencia 235 La vida en movimiento solidaria, otras quedan desorientadas. Al final de la noche, aparecen lugares seguros. Y así, noche a noche, mientras sus pertenencias, abrigo y documentos son llevados a una bodega del Municipio de Quito. Nos tomará más de una semana recuperar sus cosas, que han sido tiradas sin respeto, amontonadas como despojos de otra guerra. Lo que sigue a estos días es un fracaso. El Estado ha fracasado, las ONG involucradas en refugio no han sido capaces de hallar una solución duradera, la solidaridad es difícil de sostener. Meses de pedir que se escuche las realidades, los miedos, las contradicciones mismas de esta pequeña comunidad que ha resistido hambre, racismo, vida en la calle, persecución y maltrato institucional. Fracasa la sociedad, que no es capaz de convivir con otros; fracasa el sistema de refugio, que no ha sabido proteger a la niña que sufrió una agresión sexual de un hombre que se aprestaba a violarla en los moteles asignados por HIAS; fracasa y violenta el Estado, que dejó moretones, problemas respiratorios, terror instalado en el cuerpo de las niñas, de los niños que corrían esa noche sin rumbo. Ellos no son víctimas. Son sobrevivientes luchando por vivir con dignidad. Y esa dignidad debía ser acompañada, reforzada. Lo menos que podemos esperar después de haber visto esto ante nuestros ojos, es una reparación para las personas refugiadas. No repetir estos actos, no humillar a quien busca protección, no denigrar personas cuando se tiene poder. Restituirles derechos a quienes los ven vulnerados. Y para eso, mirarnos, mirarnos como sociedad, mirar al Estado e interpelarlo. Para poder volver a mirar a las personas refugiadas sin la vergüenza de haberlas denigrado. 12 10 2020, Corredores Migratorios Historias de desobediencia 236 La vida en movimiento El agua del presente Sobre la Primera Asamblea Latinoamericana de Personas en Movimiento Para sobrevivir en la frontera debes vivir sin fronteras ser un cruce de caminos. Gloria Anzaldúa La migración es como el agua, dicen hace décadas las luchas migrantes. El agua agrieta las rocas, halla canales, abre orificios. Pero ya no son solo gotas ni filtraciones. Las migraciones son como el agua del presente. Así como la búsqueda de vida en otros planetas depende de la presencia del agua, en este planeta las formas de vida aún posibles dependen, en gran medida, del movimiento. «Todos migramos: mexicanos, centroamericanos, colombianos», dice Alex Padilla, artesano garífuna de Honduras asilado en México, durante la Primera Asamblea Latinoamericana de Personas en Movimiento. Tenemos el privilegio de presenciarla el 15 de mayo de 2021 desde un espacio transnacional en Youtube abierto por el proyecto (In)Movilidad en las Américas y covid-19 para juntar experiencias, voces y derechos migrantes de América Latina. Estas aguas hablan. Las personas en movimiento nos señalan hoy las corrientes del mundo al emprender sus recorridos entre la libertad y el apremio; entre cercos dispuestos en forma de muros fronterizos, cuerpos policiales, zonas de desamparo y rutas alternas forjadas Historias de desobediencia 237 La vida en movimiento por su persistencia, hechas de extorsión y trata y de solidaridad y formación de comunidades fugaces, pero indelebles. «Nosotras somos expulsadas por violencias y por la economía, también las españolas. Nos juntamos en el feminismo de aquí y de allá. En España tomamos aprendizajes de América Latina y el Caribe. Saber las historias del otro lado nos ayuda a sostenernos», cuenta Gladys, del poderoso colectivo mestizo Territorio Doméstico, que une a empleadas del hogar y cuidadoras para reivindicar reorganización social de los cuidados. Marga, de Ecuador, suma: «Somos madres, abuelas, migramos y aquí estamos». La ecuatoriana es la comunidad americana más numerosa en España y allí han migrado más mujeres que hombres. Más madres separadas de sus hijos y nietos, más trabajadoras que cuidan a abuelos y niños en España mientras renuncian al cuidado de sus propias familias. Imaginemos un mapa con desplazamientos simultáneos de los 281 millones de personas en movimiento en el mundo: migrantes, refugiadas, deportadas, retornadas. Pensemos en las múltiples direcciones en que se mueven. Los barcos colmados de voluntades que llegan a las costas del Mediterráneo; las caravanas migrantes de Centroamérica rumbo al Norte; los grupos de caminantes de Venezuela que cruzan Colombia, Ecuador, Perú, Chile, con la fuerza de sus rodillas, hombros y pies; los vuelos chárter de Haití; las migraciones por tragedias climáticas; los aviones de la vergüenza de países que expulsan masivamente; los desplazamientos forzados por guerra, por ampliación de fronteras extractivas, por pobreza, por expolio, por persecución, por violencia sexual. Cada una de estos 281 millones de personas está afirmando su deseo de vivir por sobre su miedo de desplazarse. Historias de desobediencia 238 La vida en movimiento «Tenemos derecho de estar en donde está nuestro corazón», dice Ana Laura López, migranta fundadora de Deportados Unidos México, expulsada de Estados Unidos en 2017 con penalidad de 20 años. No puede volver en dos décadas, a pesar de que dos de sus cinco hijos viven allá, a pesar de que hizo una vida del otro lado del muro por más de 15 años, a pesar de. Una de las luchas más duras de las mujeres deportadas es la maternidad transnacional, dice Ana Laura. Fue una de las 240 mil personas deportadas en 2016, al fin de la administración de Barack Obama. Enfrentar la separación familiar con hijos pequeños que no conocen otro país que el que sus madres y padres les dan al migrar —Te doy un país que no es mío para que sea tuyo un día—, renunciar a la cotidianidad, ver el paso de los años en soledad, dejar de conocerse, son consecuencias de los gobiernos de las migraciones. Aun así, no se trata de relatos de victimización. «La palabra migrante se ha masculinizado mucho a pesar de ser neutra. Con orgullo me llamo migranta. Millones de mujeres aportamos con trabajo y remesas a la economía de dos países, nada menos. Es importante valorar todo lo que nos da la migración y seguir luchando por reunificar a las familias separadas». Como Ana Laura, Emely, de Honduras, o Marisa, de Venezuela, dicen en la asamblea que migrar las ha transformado como mujeres. Se descubren con fuerzas insospechadas, crecen y se vuelven defensoras de migrantes en los múltiples procesos de politización de la migración que se dan en el continente y en el mundo. «De no haber migrado, no habría podido descubrir mis ganas de aprender, de ayudar, no habrían surgido en mí. A la Historias de desobediencia 239 La vida en movimiento vez, parte de nuestros testimonios es preguntar: ¿hasta cuándo somos vulnerables?», dice Marisa, de Venezuela en Colombia. ¿Hasta cuándo ser vulnerable mientras se lucha? Las personas migrantes son sujetos plenos, no se limitan a ser sujetos humanitarios ni de asistencia a pesar de que la requieren para preservar su vida. No son solo víctimas, a pesar de que sufren daños por odio, cerco o despojo de su identidad. Ejercen su libertad a pesar de los costos que tiene: deshidratarse en las travesías por el desierto, perder a su familia o dejar de ser quienes son. Gustavo es esposo de Marisa. Salieron de Venezuela con dinero cosido a una chaqueta para no perderlo. «No nos habíamos visto en el espejo por mucho tiempo, y cuando nos vimos, no nos reconocimos». Miles de caminantes dicen algo similar: «no somos estos, no crea, con una ducha ya verá, en el camino perdemos hasta la piel del rostro». Júnior también es de Venezuela, de La Portuguesa. Contó 90 «alcabalas» para hacer el camino: extorsión de guardias, policías, policía judicial, otros actores…hay que pagar a todos. Júnior se volvió para traer consigo a los hijos de Jennifer, su compañera. Sí, un espacio asambleario es también para dar testimonio. Para decir en voz alta lo que nadie ha nombrado. Para condolerse y reconocerse. Para decir «somos» y hacer colectivo aquello que parece soledad. Eso es lo que dice Iris, de Territorio Doméstico, y de Honduras en España: «Estar en un colectivo da la posibilidad de aprender, de formarse y ayudar», es decir, politizarse, ser sujetos políticos plenos. Queremos una gran vida juntas, dicen las enormes territorias. Gladys y Rafaela, de España; Marga y Sara, de Ecuador; Flora, de Nicaragua; Iris, de Honduras, hablan Historias de desobediencia 240 La vida en movimiento por millones de cuidadoras a cargo de las redes multidireccionales de cuidados en el mundo entero. Son la madre de El Salvador que encarga a sus hijas con su hermana para irse a Estados Unidos y enviar dinero a su casa y a su hermano en México. Son mujeres transnacionales, que sostienen sus economías del hogar tanto como sostienen las economías de sus países: el de origen, el de tránsito, el de destino, el de retorno, el de huida, el de los suyos. Los países donde laten sus corazones. Caminar por semanas o meses salva a la vez que despoja. De duchas, de dientes, de ropa limpia. Pero no de dignidad: «A mí me marcó mucho no tener identidad —relata Marisa, quien obtuvo papeles mucho después de su esposo—. Dependí de él por más de un año, yo no era nadie. Finalmente, volví a tener un nombre impreso en mis papeles, volví a ser yo misma, a representarme a mí misma». Representarse a sí misma. Tener nombre, techo y rostro. Decir «yo» en voz alta sin tener que esconderla detrás de la garganta. Wilson Stothart es informático y hacktivista, viene de Honduras. Estuvo preso en México por un año, 4 meses y 20 días. Se formó en prisión para poder defenderse y acreditar su condición de refugio, y ha puesto su conocimiento informático al servicio de la regularización de personas, lo que depende mucho de los laberintos digitales del gobierno. «Legalmente, en México tu identificación nace cuando te inscriben en el sistema de registro de población. Una visa humanitaria, incluso concedida, puede no estar inscrita si no te das de alta. Nosotros aprendemos, hacemos telarañas, redes, consultamos…» La pedagogía de la movilidad, la formación propia dentro de los procesos sociales es fundamental para sobrevivir. Historias de desobediencia 241 La vida en movimiento Wilson menciona algo que dicen muchas personas a lo largo del continente: la burocracia internacional y sus organismos han perdido cercanía con las personas en movimiento. Si ACNUR, Médicos Sin Fronteras o la OIM desarrollan proyectos «de escritorio», como dicen, que no pasan de allí o cuyos fondos se quedan en salarios, «pierden sintonía con la vida real de los migrantes», demanda la asamblea. La autonomía de las migraciones constituye hoy un frente de cuestionamiento social, es decir, es un frente compuesto por colectivos y personas que existen mucho más allá del recibimiento pasivo de «ayuda». «Nuestra condición no se toma en cuenta, qué procesos llevamos para vivir, nuestra resiliencia, el tiempo que nos toma aceptar que somos refugiados, desplazados, todo eso debe reconocerse…» Hoy, dice Wilson, no se distingue entre quien es delincuente o no para dejarlo viajar, se distingue entre quien tiene poder económico para viajar y quién no, algo muy distinto. La crítica a la extrema desigualdad económica del movimiento global se ilustra bien en el mapa que Alex Padilla describe desde México. Cruzó fronteras, ríos y túneles son su hermana, sus sobrinos pequeños y su cuñado. «Caminamos más de una semana por pueblos indígenas solidarios. Pichucalco fue, por ejemplo, un punto de solidaridad en el camino. También pasamos por ríos, escuchábamos el sonido de los walkie talkies gritando “¡ahí están!”, era una cacería. Cruzamos un pantano a la una de la madrugada… Cuando cruzamos por los túneles de Orizaba, los huesos de los niños se encogían del frío…Pero estoy de pie. Tengo seis años en este país y no voy para ningún lado, yo quiero crecer aquí». Aunque los huesos de los niños se encojan de frío, Historias de desobediencia 242 La vida en movimiento crecen. O tienen mayor probabilidad de crecer en movimiento que en Tornabé, de donde viene Alex, la costa Norte de Honduras, bellas tierras despojadas por el turismo. Por eso, hay que tomar siete trenes hasta llegar a México. Hay que vivir secuestros. Hay que pagar para subir a la Bestia. Hay que conocer los albergues en el camino. Hay que cruzar pantanos y túneles. Por despojo. «Queremos trabajar, no queremos pedir, necesitamos derechos y queremos cumplir con obligaciones», porque eso es ser un sujeto político. Eso es luchar para que, un día, los huesos dejen de encogerse del frío y alarguen su sombra bajo soles que no amenacen. Emely Flores nació en Honduras, hoy vive asilada en Estados Unidos y también subió a la Bestia. Iba con su pequeño de tres años. En la frontera de Guatemala y en la frontera de México sufrió persecución racista y policial. «Escuchar nuestras historias nos da fuerza, me da fuerza. Yo tuve dificultad para recibir ayuda médica sin papeles. Me negaban lo básico. Al empezar a defender a otras personas, me defendía yo misma, y aunque el miedo me atravesaba la garganta, aprendí a defender derechos individual y colectivamente. Yo no sería la mujer que soy ahora si no hubiera pasado por el proceso de migración. Honduras, mi propio país, me negó mi identidad como hondureña. En mi propio país no pude trabajar legalmente, a muchas personas se nos niega el derecho desde que nacemos». En México, como cuenta Ana Laura en calidad de deportada, o en Honduras, como relata Emely, se puede estar despojada de la identidad propia, sin necesidad de ser de otro lugar. Pensamos poco en esto —Te doy un país que no es mío, porque el mío tampoco lo es—. En la imposibilidad de tener papeles si se nace «en conflicto» con las Historias de desobediencia 243 La vida en movimiento leyes de identidad, si no se puede tramitar la identidad propia, si los estados producen apatridia, si la madre es irregular y no puede inscribir a su bebé en un registro civil para darle una vida digna. Leni Álvarez es activista en Otros Dreamers en Acción. No pensaba serlo, quería ser enfermera, pero un día se vio violentamente despojada de su identidad. «Nací en Chiapas. Migré con mi hermanita de ocho meses y mi mamá. Cruzamos en una alberquita el río Bravo para encontrarnos con mi papá. Yo me crié pensando que Estados Unidos era un país para migrantes. Pero a los 16 años descubrí que no tenía papeles y tuve que enfrentar la ilegalidad. Descubrí que ese país no me pertenecía. Me dijeron que somos la culpa, muchas veces la cargué. Ahora sé que no soy la culpa, soy el resultado de estos países fallidos. Soy el resultado de las intervenciones de estos grandes países en nuestros países». La asamblea escucha el testimonio de Leni en total silencio. La digna rabia de su voz no cesa: «Somos personas deportadas y retornadas. Somos multifacetas, tenemos muchas layers dentro de nuestras propias luchas, fortalecemos nuestro Spanglish. Sabemos quiénes somos, no por el trauma migratorio, sino a pesar de él». Como dice Gladys desde Territorio Doméstico: Leni es el mañana. Su palabra abre caminos. «Soy el resultado de que México prefiera tenernos indocumentados porque mandamos las remesas para que el Estado use nuestro dinero. Hoy, con la emergencia por covid-19, todos saben lo que es pasar cumpleaños a distancia, no poder abrazar a sus mamás, no poder estar con sus familiares cuando mueren. ¿Qué más tenemos que hacer para que nos recoHistorias de desobediencia 244 La vida en movimiento nozcan como humanos? Las fronteras son racistas, clasistas, violentas, no se pueden tapar más». El Spanglish de Leni, su lucha por otro imaginario a través de La Pocha House —donde resuena la lucha del artista Guillermo Gómez Peña y su Spanglish queer «de espalda mojada», como dicen sus poemas—, su palabra, con tanta claridad histórica, esas son las aguas del presente, que se agitan. La comunidad deportada de Leni en México no usa la palabra «reintegración». «¿Qué significa reintegración? Yo llevo 11 años en México y no me puedo integrar. ¿Cómo reintegrarme a un país feminicida, narco, que no puede proveer a su gente de nada? Lo que queremos es un retorno digno, una llegada digna a Estados Unidos. México no supo cómo integrarme al llegar indocumentada y deportada a los 16 años. Pensé que era la única, pero luego de cuatro años sola me topé a otra deportada. Busqué a mi propia comunidad. Florecemos aquí y allá, somos translocales, actuamos desde El Salvador hasta Nueva York». ¿Cómo seguir justificando el modelo de los estados nacionales al escuchar a Leni, activista transnacional de lengua fronteriza quien, además, impugna con miles de jóvenes de su generación la culpa y el trauma de la migración? Cómo no escuchar en Leni la voz del mañana, no del futuro lejano, sino del mañana que clarea en movimiento y que no es como el agua: es el agua. Este encuentro es histórico. En la asamblea resuena la memoria de las luchas de las mujeres, de los feminismos y lesbianismos, de los pueblos indígenas, negros y oprimidos. Aparece Gloria Anzaldúa campesina, luchadora y poeta. Aparecen esos torbellinos de la historia que rugen cuando se forman colectivos y multitudes que vienen a nombrar el mundo de otro modo. Y no. No Historias de desobediencia 245 La vida en movimiento es idealizarlos. Es reconocer sus corrientes, sus mareas y sus flujos con la fuerza que tienen hoy y que tenemos que aprender a mirar más allá de la ayuda humanitaria, la urgencia asistencialista y la respuesta oenegeísta o burocrática. Las migraciones no van a parar y nos están señalando, con los colapsos de los estados nacionales, otros caminos para reorganizar la vida. La asamblea puede verse en este enlace, que incluye la canción de cierre, escrita y bailada por las compañeras de Territorio Doméstico: Si Adelita tuviera un contrato sus papeles podría arreglar. Adelita diez años currando, Pero sigue siendo ilegal. Adelita está presa en el CIE, la cogieron cuando iba a currar. Desde dentro y también desde fuera las fronteras vamos a tumbar. ¡Para que nadie sea ilegal, ya no queremos a nadie ilegal! 21 05 21, Pie de Página, México Historias de desobediencia 246 La vida en movimiento Vivas, libres, desendeudadas y transitando nos queremos Crónica de una asamblea de migrantas de y desde NuestraAmérica En este 18 de diciembre de 2021, Día de Acción Global por los derechos humanos de las personas migrantes, contamos cómo nos acuerpamos en aquelarre virtual para cons-pirar entre migrantas, para aprender de su episteme, de su rabia, de sus duelos, de sus reinvenciones y, sobre todo, de sus resistencias a la violencia patriarcal, racista y clasista a lo largo de los corredores migratorios de las Américas. Acorde con los tiempos digitales pandémicos, durante casi tres horas, el 25 de noviembre de 202,1 nos conectamos desde diversos puntos del continente y Europa para levantar nuestra voz en contra de las formas multidimensionalesdeviolenciapatriarcal, racista, clasista y nacionalista que el régimen de control fronterizo neoliberal ejerce contra millones de mujeres en movimiento en las Américas. Los relatos, críticas y denuncias de diecisiete mujeres migrantes crearon un tejido polifónico de voces que develaba cómo estas violencias se materializan, se concretan, toman forma. Unas eran madres buscadoras de hijos migrantes desaparecidos en ruta; otras eran trabajadoras en fábricas impactadas por la explotación del neoliberalismo en extenuantes horas de trabajo, pagos limitados y condiciones indignas, sin protección laboral alguna. Otras habían cruzado por trocha las fronteras para llegar a Colombia, a Ecuador, a Brasil, a México o a EE.UU., habían enfrentado a agentes migratorios, negociado con coyotes y la migra. La mayoría de las mujeres que formaron parte de este evento virtual transnacional Historias de desobediencia 247 La vida en movimiento viven sin documentos, ilegalizadas por un sistema antihumano que despoja de derechos a las personas migrantes, siembra miedo en sus vidas como forma de control y se multiplica por las Américas. Otras compañeras ya acumulaban experiencias de violencia mucho antes de haber decidido migrar: fueron sido abusadas desde niñas, han crecido en la violencia de la pobreza y han recibido tratos racistas por ser mujeres indígenas, afrodescendientes o discriminadas por su origen de clase sin poder acceder al derecho a la educación, el trabajo digno o la libertad de expresión por el hecho de ser mujeres. Cada vez que ellas tomaban la palabra durante la Asamblea de Mujeres Migrantes, no solo nos enseñaban con su relato que esas violencias habían dejado profundas heridas coloniales en sus cuerpos e historias, sino y sobre todo nos enseñaron, compartiendo, que para cada violencia que han vivido, asimismo han imaginado estrategias de lucha y resistencia que encarnan y practican. Son mujeres que resienten y resisten, que combaten la opresión poniendo en práctica la política de la voz y la política del silencio. Al poner su voz para narrarse con otras mujeres, los dolores que cargan se vuelven menos pesados y todas aprenden para que ese peso aminore. “Contarnos lo que vivimos, contarnos nuestras historias”, decía una de ellas, “ayuda también a cobrar conciencia de que tenemos que luchar por nuestros derechos y combatir tanta injusticia contra las mujeres migrantes”. Muchas de las asambleístas son parte de colectivos feministas en los lugares donde residen o en espacios en los que confluyen el arte y la militancia feminista. Por ejemplo, Natalia Giraldo, colombiana en Brasil, es integrante de Magdas Migram de Río de Janeiro, colectivo de mujeres de las Américas que migraron a Brasil y trabajan desde el teatro de las oprimidas para sanar dolores y politizar sus vidas. Historias de desobediencia 248 La vida en movimiento La política del silencio también es parte de su combate: saber qué contar, a quién contárselo, cuándo contar, para qué hacerlo y cuándo callar es una estrategia de lucha. No todos los dolores vividos se pueden compartir con sus seres queridos; no todas las experiencias de violencia se pueden poner común en cualquier espacio familiar o público. En sus relatos, ellas también nos enseñaban cómo en su experiencia migrante aprendieron a dosificar lo que cuentan para cuidar: a sus madres y padres en los países de origen no les han contado de todos los dolores que cargan por haber sido discriminadas y violentadas en ruta, tampoco les dicen a sus hijes todos los sacrificios que han hecho para enviarles remesas cada mes, ni todas las veces que lloraron en silencio porque tenían miedo o añoranza de vivir otras vidas posibles. Esos cuerpos de mujeres migrantes que resienten y resisten las violencias y que activan la política de la voz y del silencio se congregaron virtualmente en asamblea. En esta ocasión, algo más sucedió: las mujeres construyeron un bien común con sus memorias, sus experiencias y sus vidas, enseñándonos que la única forma de sostenernos vivas, cuidadas, libres, desendeudadas y en movimiento transfronterizo es creando tejidos de solidaridad feminista transnacional y una memoria colectiva. “Ya no podemos dejar de cuidarnos porque ya nos juntamos”, dijo alguna de ellas. Por eso, desde el colectivo Inmovilidad en las Américas, desde La Laboratoria y desde Corredores Migratorios, apenas como muchas otras plataformas que en ese aquelarre virtual se tejieron, nos comprometemos para sostener este tejido polifónico de mujeres migrantes en resistencia por las Américas, su voz y sus silencios son lecciones fundantes para seguir una lucha por una justicia migrante, feminista y transnacional. Historias de desobediencia 249 La vida en movimiento ¿Por qué una asamblea? Un bien común se construye entre pares con amor y cuidado cotidiano, y la asamblea es parte fundamental de ese proceso. Como nos lo recordó siempre el Comité Invisible, la asamblea radical no divide la palabra de unos pocos que gobiernan sobre otros muchos. Por el contrario, la asamblea se hace mientras se piensa en colectivo, mientras se comparte la palabra y se organiza la acción, y son las protagonistas de una experiencia determinada en el mundo quienes la sostienen. Las experiencias en el mundo que comparten las mujeres de la Asamblea de Mujeres Migrantes de las Américas está dada por el movimiento: la migración, la deportación, el retorno, el refugio, el cruce, la espera. El movimiento, sus pausas y giros en un espacio tan amplio como las Américas y Europa, destino principal de la migración transatlántica, hacen un bien común cuando se narran, se tejen y se comparten con la determinación con que ellas lo hacen, aun al permitirnos acompañarlas. Decenas de prácticas políticas de organización fueron compartidas por las asambleístas. Minouch camina desde Haití, tiene dos hijos. En el momento mismo de la Asamblea, se halla en Necoclí, Antioquia, y se propone cruzar el peligroso tapón de Darién. Natalia Hernández Fajardo es colombiana en Argentina y forma parte de Revista Amazonas y Acción Global Feminista por Colombia, colectivo que se sumó a visibilizar las vulneraciones de DDHH durante el paro nacional en Colombia, el mismo que reprodujo violencias que conocemos bien en todos nuestros países, violencias que también expulsan. Lourdes Aldana, venezolana en Ecuador, comenzó como recicladora para reorganizar su vida, “de rodillas ante la tierra”, como relata en la asamblea. Esther, igualHistorias de desobediencia 250 La vida en movimiento mente en Ecuador, lucha por la autoorganización sin papeles en un país como Ecuador, donde la xenofobia institucionalizada, la violencia burocrática y la violencia obstétrica contra las migrantes sucede cotidianamente. Anayelisth Carpio, desde la ciudad de Manta, apuesta desde Juana la Avanzadora por la lucha compartida entre mujeres venezolanas, colombianas, ecuatorianas y españolas. Susana Vázquez es cubana en México, colabora con la organización de mujeres ayuuk Nääxwiin, que trabaja con mujeres indígenas que viven violencia. Forma parte de la Colectiva Caminantas, que acompaña a migrantas en su tránsito y proceso migratorio en Jalisco. Susana se refiere justamente a algo fundamental en la asamblea: la violencia política es un factor de despolitización de las luchas migrantes, por ejemplo, cuando los Estados prohíben la protesta social a quienes no han nacido en el suelo en donde quieren movilizar su indignación. “La violencia política nos persigue lejos de nuestros países”, dice también Alba Pereira. Ana Enamorado es una mujer símbolo de las madres buscadoras. Hondureña en México, lleva 9 años allí. Es madre de Oscar Antonio López Enamorado, desaparecido en 2010. Ana busca a su hijo y acompaña a cientos de familias migrantes en búsqueda de sus seres queridos desaparecidos en tránsito. Delia Colque Kilca, boliviana aymara en Bolivia y retornada de Argentina, pertenece a Ni una Migrante Menos Argentina-Bolivia y a la Articulación de Mujeres y Feministas Pluridiversas de la Paz y el Alto. Es una madre transnacional, migró a Argentina en 2005 huyendo de la violencia machista, y tiene un hijo de casi 13 años, por quien constantemente vuelve allá. Quxabel Cárdenas, hondureña en Costa Rica, pertenece a Enlaces Nicaragüenses, nació en Honduras y viajó a Nicaragua a unirse a los procesos sociales en 1975. Luego Historias de desobediencia 251 La vida en movimiento tuvo que migrar a Costa Rica. Enlaces Nicaragüenses es una organización de mujeres migrantes económicas. Alba Pereira es una lideresa venezolana en Colombia, directora de la fundación “Entre dos Tierras” en Bucaramanga, llegó a Santander en 2011. De “Entre dos Tierras” salen casi 800 platos de comida al día para caminantes de la ruta y se considera un “consulado” informal en la región. Yolanda Varona Palacios es mexicana en México, sobreviviente de violencia sexual y fue deportada. A partir de su experiencia, fundó Dreamers Moms Usa Tijuana A.C., politizando la maternidad transnacional y la realidad compartida de la deportación. Lleva diez años sin ver a su hija. Odilia Romero es zapoteca en California, vive allá hace 40 años como migranta. Es directora ejecutiva de Cielo, comunidad-organización que sirve a las comunidades indígenas migrantes en EEUU. Sostener la vida en un espacio transnacional, protegerse contra la explotación laboral, la persecución política, hacer visible la violencia machista como razón de huida, hallar a sus hijos, son luchas que estas mujeres han sostenido por décadas ya. Ross Oliveras es mexicana en Estados Unidos. Roos migró a USA en el 2000 y, 20 años más tarde, llegaron a su casa oficiales, fue arrestada con su esposo y su hija y estuvo a punto de ser deportada. Pasó 6 meses detenida en un ICE y lo denunció, no sin dolor, en la asamblea, pues acababa de suceder. La violencia migratoria está sucediendo siempre, igual que sus resistencias. Las luchas de las mujeres migrantes nos están diciendo que tenemos muchas pertenencias, que las ciudadanías nacionales con una sola lengua, una sola identidad, un solo suelo, son insuficientes cuando se les contrapone la vitalidad del movimiento. Historias de desobediencia 252 La vida en movimiento La asamblea nos está mostrando otra manera de habitar el mundo. Muchas miradas feministas de la migración: la de sus protagonistas Esta segunda asamblea de migrantes toma lugar en el marco de una apuesta de largo aliento que como intérpretes de la migración, como periodistas e investigadoras del refugio, el exilio, el desplazamiento forzado y las migraciones en general hacemos desde los colectivos y las plataformas en las que trabajamos desde hace años muchas de las participantes de este esfuerzo. Partimos del desafío, de la pulsión de los colectivos de migrantes que nos han planteado de manera reiterada que en el debate público y publicado faltan sus voces, por eso proponen que #NadaSobreMigrantesSinSusVoces. Al mismo tiempo, en los estudios críticos sobre las migraciones llevamos un tiempo pensando en la categoría de espectáculo de frontera para referirnos al instrumentalismo que los medios hegemónicos y no pocos discursos académicos hacen del dolor de las personas migrantes y sus comunidades. Ante este uso en clave de pornonecropolítica de la migración, que desvirtúa las vidas y las heridas de las personas migrantes, quienes se mueven buscando una vida que se pueda vivir nos han enseñado la necesidad de hackear el espectáculo fronterizo, partiendo de una apuesta, un común concreto: una política de autorrepresentación radical. Por eso, celebramos esta segunda asamblea y celebraremos muchas más. Vamos a cuidar junto con ellas el bien común de la migración narrada en todas sus dimensiones y en la primera persona del plural, compartida, revitalizada por la lucha, acompañada y persistente. Historias de desobediencia 253 La vida en movimiento Aquí puedes ver la grabación completa de la Asamblea de Mujeres de Migrantes: Asamblea de mujeres migrantes, 25 de noviembre de 2021, dentro del archivo digital del proyecto (In)Movilidades en las Américas y COVID-19, en el que también puedes visionar la Primera asamblea de migrantes del pasado 15 de mayo de este 2021. Escrito con Soledad Álvarez Velasco, Amarela Varela y todas las mujeres de la Asamblea de Migrantas, 25N 2021. Desinformémonos, México casa matriz Historias de desobediencia 254 Amazónicas p257 Imagina la muerte de una niña shuar p261 Las mujeres que narran la guerra p268 Cantar contra el hambre: la lucha Tsuntsuim p274 Itinerario de tigres p281 Chemin des tigres Amazónicas Imagina la muerte de una niña shuar Una palabra que usan mucho los hablantes shuar de español es imagínate. Imaginar lo que significa estar en casa y que entren cientos de militares armados. Imaginar la desesperación de los niños que no conocen el carro blindado. Imaginar cómo muere una niña shuar. Dallana era una de lxs 13 millones de niñxs desplazadxs en el mundo. Había nacido en la provincia ecuatoriana de Morona Santiago y antes de cumplir un año fue expulsada de lo que había sido la comunidad de Nankints. «Mi chiquita tenía 11 meses, falleció de gripe. Estaba enferma, le trasladaron en ambulancia a Gualaquiza y después a Macas», nos contó Alfonso, su abuelo. El pueblo shuar es guerrero. En el siglo XIV se resistieron a los incas y en el siglo XVI, a los españoles. Ahora, más de quinientos años después, Alfonso hace acopio de esa herencia: «A nosotros no nos reubicaron nunca, nos sacaron. Yo soy valiente, entonces me puse tranquilo para resistir. Mi hijo, mi yerno, todos resistimos, y ahora estamos en la “lista de los 70”. Soy valiente, pero cuando se fue mi Dallana sí me salieron unas gotas de lágrima. Estaba guabita mi chiquita». Dallana formaba parte de los pueblos amazónicos shuar, la comunidad más numerosa de la selva ecuatoriana y de parte de la peruana, con más de 80 000 habitantes. Una persona desplazada es alguien a quien se le obliga a irse de su casa bajo coerción, amenazas o vejaciones. Un día, en unos minutos, todo lo construido se viene abajo. La comunidad shuar de Nankints llevaba años Historias de desobediencia 257 Amazónicas asentada. En 2016 fue destruida por un ataque militar ordenado por el Ministerio del Interior del gobierno de Rafael Correa. Entraron de forma violenta, con armas y retroexcavadoras, y se ampararon detrás de una resolución judicial a favor de la empresa minera de capital chino EXSA, que reclamaba para sí este territorio ancestral del pueblo shuar. El Estado, en alianza con el capital, suele provocar desplazamientos internos inducidos por el desarrollo, como lo ha hecho con enorme eficacia el gobierno del correísmo. Esa alianza fue la que cobró la vida de Dallana, pero aún no vemos con suficiente claridad las listas de asesinados por el desarrollo. Imaginar el susto en el cuerpo, la imposibilidad de los enfermos para moverse, la turbación del andar envejecido que no puede responder a la orden de «salir en cinco minutos». Imagínate, dicen. Quedar sin nada, mirar el cacao y la chonta ser enterrados por una máquina. Salir de noche por la selva con los hijos, con la madre enferma, cargándola porque no puede caminar, aguantar con un tanque de gas al hombro que si no se lleva no se volverá a tener. Imaginar. Imaginar como acto de empatía para aproximarnos al otro, a su terror. Nankints ya no existe: lo desaparecieron los militares —que es lo mismo que decir el gobierno, que es lo mismo que decir el Estado manejado por el gobierno— y en su lugar se halla el campamento minero que con vil ironía han llamado «La Esperanza». Borrar el nombre, borrar la memoria. Han aplanado la tierra, hay doble alambrado y el paso está controlado por elementos del Grupo de Operaciones Especiales de la Policía ecuatoriana (GOE). Los hombres uniformados nos impiden pasar, anotan las placas del vehículo, registran la cédula de la conductora, nos Historias de desobediencia 258 Amazónicas prohíben tomar fotos y obligan a borrar las que tiene el fotógrafo. Aparece también una persona que tiene la pinta de ser agente de la Secretaría Nacional de Inteligencia (Senain). Esas maneras huidizas lo delatan. Él sí puede tomar fotos con su camarita. El Estado pone al servicio del capital chino su fuerza represora, controla los caminos y persigue a periodistas, activistas, dirigentes y, sobre todo, al pueblo shuar, dueño ancestral de esos territorios. Por eso también muere Dallana: debido al asedio los medicamentos no llegan a las comunidades, hay una dieta deficiente, los caminos por donde tiene que ir la ambulancia están controlados, la sospecha hace que todo tarde más, hay que desviarse. Así muere una bebé shuar: sus padres, su abuelo, son expulsados de su propia casa. Les dan cinco minutos. Ven sus cultivos enterrados, sus animales robados. El trauma los debilita. Su madre no puede comer por semanas porque tiene el terror instalado en el cuerpo. Su padre debe esconderse en la selva. Está en una lista negra firmada por el gobierno. La bebé enferma de algo que llaman «gripe» en la comunidad porque toda su familia llega debilitada a un lugar ajeno, muy solidario, pero nuevo. Su madre tiene desnutrición y se halla enferma mientras amamanta a su hija. Le transmite la desolación de toda su comunidad. Dallana muere también porque sus padres, perseguidos, tienen miedo de salir a buscar medicamentos. Aunque no logro comprender bien qué se entiende en la Amazonía por gripe, Dallana no solo muere por esa enfermedad, sino también por una cadena de acontecimientos que hacen más difícil cuidarla y cada vez más duro mantener unida a la comunidad. Historias de desobediencia 259 Amazónicas Al día siguiente del ataque militar, Alfonso vuelve a Nankints para ver si puede salvar algo. Entre los escombros encuentra tirado su álbum de fotos. Hay una imagen de Dallana que ni los militares ni el Estado ni el cobre han logrado enterrar pese a la fuerza colosal de las retroexcavadoras. Hallar fuerza en las ruinas. Junto al álbum, Alfonso conserva un cuaderno a cuadros a manera de diario, o de obituario. En una hoja, dos fechas para siempre enlazadas: «Desalojo de Nankints, 11 de agosto de 2016». Muerte de Dallana: «3 de marzo de 2017». Así muere una bebé shuar. Así la mueren el Estado, el capital chino, nuestra flaqueza. Y así resisten quienes la sobreviven frente a un gobierno que los ha perseguido, que los ha vejado y que hoy no puede negar los horrores cometidos en nombre del desarrollo. Cada militar, cada policía, cada funcionario de estos operativos, cada empleado del Ministerio del Interior, cada negociador, lleva grabadas en la frente estas dos fechas: «11 de agosto de 2016», «3 de marzo de 2017». Recordémoslas. 2017 03 30, La Barra Espaciadora Historias de desobediencia 260 Amazónicas Las mujeres que narran la guerra Lo que las mujeres me dicen por la noche yo lo escucho y lo repito. Una parte del texto es mía. Una parte es arrancada del cuerpo de los pueblos. Hélène Cixous La guerra la relatan las mujeres. Lloran. Su canto es como el llanto. Svetlana Alexiévich Nankints Apenas queda un cáñaro en lo que era la comunidad shuar de Nankints. Son árboles altos y espigados de flor roja que sobresalen de entre la vegetación amazónica. En lugar de la comunidad que había vivido allí durante esta década, hoy se asienta el campamento minero La Esperanza. Al ver el doble alambrado, me pregunto cómo el cáñaro sobrevivió a las retroexcavadoras que lo enterraron todo: casas, cultivos, animales vivos. Nankints ya no existe. «Yo vi y escuché. Yo soy un gran testigo. Vi que estaban quemando mi casa, vi que estaban arrancando mi casa, vi que arrancaron mi cacao, mi yuca, mi chonta de diez años.» Alfonso. Historias de desobediencia 261 Amazónicas El Ministerio de Energía y Recursos Naturales No Renovables de Ecuador describe así la concesión minera presente en esta zona: «Ubicado en las parroquias de San Miguel de Conchay y Santiago de Panantza, cantón San Juan Bosco y Limón Indanza, provincia de Morona Santiago, el proyecto San Carlos-Panantza comprende un área de 41.760 ha. Es un proyecto minero principalmente de cobre, cuya concesión pertenece a la empresa China Explorcobres S.A. (EXSA). Tendrá una vigencia aproximada de 25 años». Por supuesto, el Ministerio omite que la concesión minera se halla sobre territorio shuar, que es territorio ancestral, razón por la cual es totalmente legítima la lucha de este pueblo contra las decisiones inconsultas de las alianzas Estado-capital extranjero. El pueblo shuar es mucho más antiguo que Ecuador y Perú, países donde ha sido incorporado en el curso de las siempre conflictivas historias territoriales. Sus cerca de ochenta mil habitantes hoy provienen de una larga historia de resistencia, primero, contra el imperio inca, luego, contra las invasiones coloniales del imperio español. Ahora, el pueblo shuar, sus federaciones y centros hacen política en sus propios territorios y en la ciudad para resistir los avances de la megaminería, que destruirá sus territorios luego de haberse apropiado de ellos. En ciertos sectores y en comunidades colonas y mixtas hay diversas posturas respecto de la minería, sin duda. Pero es irrefutable también el hecho de que las violaciones constantes a los derechos humanos, la persecución, el asedio a las comunidades por parte de militares y policía, su debilitamiento por acoso y aislamiento hacen de la minería un verdugo que viene a dar muerte lenta. Historias de desobediencia 262 Amazónicas Hay sectores sociales antimineros (comunidades en territorios explotados, científicos, activistas, militantes) que han denunciado esto durante décadas. En 2007, la Asamblea Constituyente promulgó un Mandato Minero que protegía a las comunidades y sus territorios, el agua y el acaparamiento de tierras, pero no se cumplió y fue bloqueado por el poder ejecutivo que hoy promueve proyectos mineros transnacionales que se ejecutan con capital chino. «Mi abuelo tenía las escrituras de Nankints, pero un mestizo le robó y con eso vendió la tierra, le entregó esa escritura a la compañía. Luego vinieron ellos, sacaban muestras, hacían túneles... nuevamente nos organizamos. Nosotros recuperamos nuestro territorio hace diez años. Todo este tiempo estuvimos en Nankints, pero la empresa no nos dejaba tranquilos», me cuenta Mónica, quien ha repetido esta historia más veces de las que quisiera. Nankints está bajo tierra. Hoy, brillan contra el cielo los techos de zinc del campamento minero levantados sobre esos entierros. Nankints se volvió emblemática en esta lucha: era el nombre que nos llegaba a la ciudad con los ecos de lo que había sido destruido sin que comprendiéramos bien las dimensiones de estos crímenes. Tsuntsuim Otras comunidades también fueron atacadas por las fuerzas del Estado para promover la entrada de EXSA. La de Tsuntsuim estaba conformada por 200 personas, entre ellas, 100 niños. El 18 de diciembre de 2016, Tsuntsuim fue atacada por militares y policía a las 7 de la noche. Se desplegó un operativo de desalojo cuya violencia nos alcanza hoy, hasta aquí, en donde aparece este testimonio. Historias de desobediencia 263 Amazónicas «Decían que nos iban a soltar una bomba. Decían que iban a botar a los niños al río Zamora. Decían que esa noche venían. Yo tengo cinco hijos, salimos simples, sin ropa. Cruzamos la selva en medio de la noche. Abandoné a mis animales. Mi chonta, el plátano, todo quedó atrás. Salieron las mujeres, yo lloraba por ellas y por mí.» Susana Tsuntsuim quedó abandonada. Tras el desalojo, militares y policía quemaron los cultivos, vaciaron los gallineros, dejaron regadas botellas de cerveza que aún vemos bajo las casas como si una gran obscenidad hubiera pasado por allí a desplegar su virilidad y, en ella, su poder. Las puertas de las casas tienen huellas de patadas y armas, muchas han sido tumbadas. Arrancaron los cables de teléfono y destruyeron las pocas computadoras que tenían. Algo tan simbólico y tan querido por la comunidad como sus trofeos fue destruido y tirado entre los arbustos. Destruyeron los premios, sus pequeñas victorias. Inexplicablemente, quemaron la banderita de la escuela. Quedan documentos detenidos en el suelo por el peso del lodo. «Las casas están tristes. Las casas no tienen la culpa. ¿Por qué se pelean con las casas, les lanzan piedras? Las casas no les han hecho nada.» Felicia Entro al espacio común. Está vacío. Buscamos unas sillas para escuchar a las mujeres. Queremos escucharlas aunque sepamos que en esa escucha no se recupera la vida. Por muchas veces que cuenten esta historia, por mucho Historias de desobediencia 264 Amazónicas que nosotras mismas pongamos el cuerpo en la selva para ir hacia ellas y narrar su lucha, esta violencia no va a cesar. Pero dejaremos registrados los ataques contra el pueblo shuar y su dignidad, porque no se recupera la vida, pero sí la memoria, y allí descansa la posibilidad de resistir. De esta escucha no se vuelve. No se vuelve de ver la guerra en los rostros de las mujeres y en el hambre de los niños, porque han matado los cultivos o se han cebado con ellos. Ahora que sabemos, que hemos dispuesto las sillas para escuchar, hay que seguir contándonos lo que sucede para que Tsuntsuim deje de ser anónima y entre a la memoria. Nankints ya no existe. Tsuntsuim, sí. Y nos llama. Nunkui «Ya no vengan a preguntarnos lo mismo tantas veces. Vienen para sus investigaciones y sus trabajos. ¿Cuándo viene la ayuda? No tenemos comunicación ni comida, no tenemos machetes ni nada, estamos aislados», me dice el único hombre que se acerca a hablar con nosotras. Isabel, una de las mujeres, insiste también: «Yo sí le voy a contar todo, pero otras personas ya no quieren, nos preguntan y no viene ayuda de nadie». Tienen razón. Tienen hambre. Tienen miedo. Les debemos esto. El retorno de las mujeres comenzó el 1 de marzo. Han empezado a limpiar, recoger, reparar, y en eso vuelve el trauma. Los hombres permanecen en la montaña porque son perseguidos. En «la lista de los setenta», registro de órdenes de detención con que se criminalizó a la población, la mayoría son los esposos e hijos de estas mujeres, pero no se requiere orden de captura para perseguir a la comunidad entera. El ejército y la policía tienen mecanismos de terror psicológico que no han de- Historias de desobediencia 265 Amazónicas jado de usar en Tsuntsuim: «Un día, cuando vine a ver si podía sacar mi ganado, los drones nos siguieron a mi hijo y a mí, se me ponían cerca, yo corría, no sabía qué pasaba», nos relata Susana. El estado de excepción declarado en Morona Santiago el 14 de diciembre de 2016 le permitió al ejército hacer un uso aún mayor de la violencia. «En el estado de excepción no había respeto por las mujeres. Dos militares encerraron a dos muchachas. Les hicieron cosas». Este es el relato de una guerra. Giovanny tiene 18 años. Hace poco, recogió del suelo una botella explosiva que los militares o la policía habían dejado allí. Le explotó en la cara y en el cuerpo. Tomó horas darle atención médica. Ha quedado con parálisis en el cuello por la gravedad de las quemaduras. Si esto no es una guerra desigual, ¿qué es? Su madre vela sus cicatrices, eso también es resistencia. «Yo no puedo trabajar, no duermo bien del miedo. Escuchamos que van a entrar los militares. Estoy preocupada por mis hijos, pueden venir y llevarse a mi familia. Ya no voy a correr cuando vengan. Hemos contado esto demasiadas veces». Muchos militares son del pueblo shuar. Conocen bien la selva, saben cómo entrar por varios frentes. Son ellos, su misma gente, quienes llegan en diciembre con el mensaje del despojo y de la violencia. «Un hombre se acercó y me dijo en mi lengua: “Venimos con armas”. Era un militar shuar.» Felicia Historias de desobediencia 266 Amazónicas Tsuntsuim ha sido destruida. Son la fuerza y el trabajo de las mujeres lo que irá reconstruyendo la comunidad. Cada cosa que les ha sido arrebatada les debe ser restituida. Entre las mujeres, una narración frecuente tanto en Tiink como en Tsuntsuim es el robo de sus ollas. «Se llevaron nuestras ollas, no tenemos con qué cocinar, necesitamos nuestras ollas, nuestras casas». Las mujeres En la cosmovisión shuar expresada en su mitología aparece Nunkui, una entidad femenina vinculada a la tierra, la arcilla y los alimentos. Nunkui hace vasijas para servir los alimentos que reúnen a la familia y a la comunidad y para pasar la chicha, relacionada con la felicidad. Las ollas lo organizan todo, aunque ya no siempre sean de barro. El despojo no es abstracto: sucede en cada objeto y en los sentidos que lo constituyen. En cada pequeña carencia que se genera en el expolio aparece todo un mundo violentado. Los trofeos rotos, los álbumes familiares enlodados, los clavos oxidados que sostenían puertas, un zapato abandonado, son ruinas. Contra el miedo, contra el poder, hay que volver a levantarse sobre esas mismas ruinas porque no hay alternativa. Hoy, las casas están tristes. 2017 04 23, La Barra Espaciadora Historias de desobediencia 267 Amazónicas Cantar contra el hambre: la lucha de Tsuntsuim La minera EXSA, de capital chino, goza de una concesión otorgada por el Estado ecuatoriano para extracción de cobre que se halla en territorio shuar. El pueblo shuar, dueño de este territorio ancestral, no fue consultado para decidir, y por eso hoy resiste. Como consecuencia de su lucha, ha sido criminalizado por el Estado. Tsuntsuim es una comunidad perseguida desde diciembre de 2016, cuando elementos de las Fuerzas Armadas llegaron para buscar supuestos culpables por la lucha en Nankints, otra comunidad enterrada y ocupada por el campamento minero La Esperanza. En la comunidad amazónica de Tsuntsuim hay hambruna. Tsuntsuim es una de las poblaciones de la provincia ecuatoriana de Morona Santiago, asediadas por el Estado que promueve la megaminería, en contra de la voluntad del pueblo shuar. A inicios de mayo, esta escena: hay bolsas de basura en el suelo, cerradas y acumuladas para tirarse. Dos niñitas de no más de cuatro años abren una de esas bolsas y sacan una lata de atún vacía. Quieren comer de allí. Esas niñas pequeñitas están escarbando en la basura. En Tsuntsuim hay hambruna, pero nadie va a declarar estado de emergencia. El 18 de diciembre de 2016, la comunidad fue desalojada y permaneció vacía o bajo ocupación militar durante meses. Hubo saqueos. Historias de desobediencia 268 Amazónicas Las mujeres de Tsuntsuim retornaron a inicios de marzo autoconvocadas, sin garantías de ninguna instancia del Estado. Ellas no podrán denunciar esto jamás porque no pueden acceder al sistema de justicia. Por el contrario, son perseguidas. En situación de desplazamiento forzado durante meses, las mujeres volvieron para recuperar su hogar y la memoria de su pueblo. Cada una tiene entre cuatro y diez hijos. Muchas están embarazadas. Muchas otras ya lo estaban cuando fueron desalojadas. En Ecuador, hay niños desplazados antes de nacer. Nacer sin tierra. Los esposos, hermanos, hijos de estas mujeres aparecen en la llamada «lista de los 70», elaborada por el Ministerio del Interior con acusaciones contra el pueblo shuar por incitación a la discordia entre ciudadanos; asesinato; terrorismo; usurpación; ataque o resistencia, todos ellos, artículos cuidadosamente redactados en el Código Integral Penal. Pero, en realidad, el pueblo shuar está resistiendo contra la megaminería, de allí todas estas agresiones. La lista funciona también como una medida de terror: cualquiera podría aparecer allí, no se sabe bien, se desinforma. Pero la resistencia persevera, aun contra el hambre y el terror. La comunidad nos permite visitarles de nuevo, esta vez, junto con una brigada solidaria autoconvocada. Cuatro médicos que atienden a 86 personas diagnostican desnutrición crónica, abulia, sarna, piojos. Las cabecitas de los niños están lastimadas, igual que su piel, precaria protección contra el mundo y abierta a la enfermedad. Todos en la comunidad están afectados: hay ansiedad, problemas respiratorios, temblores, anemia. Los desalojos no son abstractos, su violencia se concreta en los cuerpos, debiliHistorias de desobediencia 269 Amazónicas tados y enfermos por la escasez generalizada de alimentos y por los efectos del terror en la salud. Hay muchas otras comunidades en precariedad similar en Ecuador, pero Tsuntsuim presenta características particulares: contexto minero, violencia política, cerco, criminalización masiva de su población. Muestras de lo que trae la megaminería. El hambre está compuesta de muchas pequeñas hambres, como escribía Ramón Turró. El hambre de Tsuntsuim es el hambre de los más pequeños, que se van a dormir con el estómago vacío y rugiente y que van a crecer pensando que la vida es ese hueco en el cuerpo que apaga las ganas de vivir. El hambre son también las hambres de las mujeres embarazadas que dan a luz hijos con desnutrición, las hambres perseguidas de los hombres que deben refugiarse en la selva sin alimentos. El hambre de Tsuntsuim son muchas hambres. Tsuntsuim fue arrasada. A la vuelta, las madres no tenían nada que dar de comer a sus hijos. Para llegar allá desde la última ciudad cercana se necesita pasar controles militares, cruzar una tarabita de medio kilómetro de largo y emprender una caminata selva adentro. Esa es la distancia entre la comunidad y la comida que podrían conseguir si tuvieran medios para hacerlo. Llegar y no tener nada que comer. Y no poder salir. La tarabita cuesta, la debilidad es permanente y el poblado se halla bajo asedio. Así se genera el hambre, así se la va normalizando. Las madres nutren y se nutren ellas mismas para amamantar. Cuando tenemos suerte, aprendemos a comer en ese acto de amor y de supervivencia que es recibir alimento. Estas madres no pueden saciar el hambre de sus hijos ni tienen medios para curarles la piel, desinfectar sus heridas ni devolverle a sus ojos el brillo que les va quitando la Historias de desobediencia 270 Amazónicas desnutrición. Querer cuidar y no poder. Esa es el hambre de las madres con hambre. Cuando fue apresado en 1939, en la guerra civil española, Miguel Hernández escribió «Las nanas de la cebolla». Su esposa le había enviado a la cárcel una carta en la que le contaba que ella y su hijo solo podían comer pan y cebolla. Hernández, como muchos hombres perseguidos, fue un padre obligado a estar lejos de su familia. En la cuna del hambre mi niño estaba. Con sangre de cebolla se amamantaba. Una de las consecuencias de las guerras es la hambruna, la escasez que debilita y puede llevar a la muerte. En Tsuntsuim hay yuca y un poco de plátano. No hay proteína ni vegetales. A su edad, los niños no saben que esto que viven se parece demasiado a una guerra y que podría continuar así el resto de sus vidas, ahora tan poco protegidas, ahora testigos del terror, del zumbido de los drones y de la huida. No te derrumbes. No sepas lo que pasa ni lo que ocurre... …le dice el poema de Hernández al niño pequeño que solo come cebolla. Las niñas y los niños de Tsuntsuim tienen menos brillo en los ojos, comen poco y han vivido mucho, pero también cantan. En el aula donde nuestra compañera de brigada dibuja con ellos, empiezan a decir su canción. Primero lo hacen con timidez, como si en el aula saliera apenas la sombra de su voz. Poco a poco Historias de desobediencia 271 Amazónicas nos dejan escuchar, junto con la canción, su risa. Esta canción de cuna es menos triste que «Las nanas de la cebolla», pero no menos conmovedora. Les escuchamos y sentimos que la vida es menos feroz cuando los niños cantan para arrullarse unos a otros, quizás sin saberlo. La voz de una niña podría arrullar al mundo si ese mundo cesara sus intentos de acallarla. Para enseñarnos, Lila y Rosa nos traducen la canción. Juntas la transcribimos, corregimos, confiamos. Noemí, la más pequeña, las sigue con una vitalidad que desafía toda hambre y violencia. Al traducir, percibo que imaginan, fantasean, le hacen decir a la canción lo que quisieran para sí, «el pajarito viene para cuidar a los niños». Así cantan en shuar y así nos lo cuentan en español: Uchichi tsuntsuimiu Akintiur maji Nui chinkichich wairainiawai Chin chin chin chin ajainiawai Yajasmach chich wairainiawai Mai tseke ajaniawai El niño de Tsuntsuimi nos protege Los dos pajaritos están alegres Están trinando chin chin chin Los animalitos están alegres Corren por aquí y por allá La canción es para los recién nacidos y los niños la cantan mientras juegan, me cuenta Fanny Kaekat, quien escucha la traducción de las niñas con la alegría de quien reconoce en su lengua su mundo cuando revisa la escritura en shuar. Historias de desobediencia 272 Amazónicas Mientras los anent son plegarias que pueden cantar solo los mayores, esta canción es para todos, me dice Fanny. En Maikiuants, su comunidad, también se canta. En esta canción están un pueblo y una memoria que vienen de lejos, y en la voz de estas niñas, una fuerza vital que resiste. Pero eso no es suficiente. Urge mirar hacia Tsuntsuim y comprender que en esa hambruna se despliega nítido el rostro de aquello que la ha provocado: el cerco del Estado a la comunidad para proteger el capital megaminero. Nada de esto es abstracto, el hambre tirana se cierne sobre los cuerpos porque hay una resistencia que el poder execra, resistencia que ha logrado retrasar la destrucción de la selva por años. Esa resistencia demanda nada más que esto: nacer con tierra, con comida y con derechos. Nada más. Nada menos. 2017 06 19, La Barra Espaciadora Historias de desobediencia 273 Amazónicas Itinerario de tigres Para Gloria Chicaiza, guerrera florida Ruta Macas-Bella Unión, Morona Santiago Agosto 25 En el bus, Xavier Maldonado, médico de la brigada que va a Tsuntsuim, recibe un regalo de otro pasajero: Poemario el reactivador. El pasajero se llama Efraín Maldonado y es poeta. Literatura de madrugada para conjurar la memoria de Bosco Wisum y de los luchadores amazónicos asesinados en estos años por la violencia minera promovida por el estado. Bosco Wisuma, tus batallas y las nuestras... con tu espíritu en la gloria seremos invencibles. ¿Seremos invencibles? ¿Será que nos salva un poema? Ese pequeño cuaderno nos dice que andamos juntos en estas batallas. Algunas de nosotras, más advenedizas, nos vamos sumando a ellas en el caminar de los que resisten. Ni las luchas amazónicas les corresponden solo a sus pueblos, ni las luchas de las mujeres son solo nuestras. Si caen las mujeres, caemos todos. Si borran a pueblos ancestrales, todos perdemos la memoria. Si esas violencias debilitan a los niños, desaparece el mañana como posibilidad de vida. El poema de Efraín va a marcar nuestro viaje. Historias de desobediencia 274 Amazónicas Tsuntsuim Agosto 26 Se han cumplido un año del enterramiento de Nankints, ocho meses de la invasión militar a Tsuntsuim y cinco meses desde el retorno de las mujeres a su comunidad. Todo esto, para proteger a las empresas chinas que han venido a explotar las minas en Ecuador. En marzo, veíamos las ruinas y las cenizas que los militares habían dejado tras de sí. Las puertas de tres casas permanecían ennegrecidas por el humo. Los trofeos de la comunidad perdían su lustre bajo el lodo en que los habían sepultado. Hoy, las casas saludan habitadas con algo más de fuerza. La comunidad ha tenido el coraje de volver a empezar, sembrar de nuevo y habitar su presente aun a riesgo de otro desalojo, con el miedo prendido del cuerpo por la criminalización a que la ha condenado el gobierno. Los colegas de la brigada médica van a continuar con la atención médica. El brillo en los ojos de los niños es un poco más diáfano. Pero Michael todavía tiene miedo. Susana, su mamá, cuenta que aún se asusta con el ruido de los helicópteros. «Están enojados porque volvimos», me dice. Michael tiene dos años y el terror instalado en el cuerpo. Fue perseguido antes de saber caminar, y tendrá que aprender a caminar en estos senderos arduos porque su pueblo es perseguido hace décadas. Noemí también tiene miedo. La conocí en mayo. Junto a Gladys y Lila nos enseñó una canción shuar. Tiene siete años, deja de sonreír y calla tan pronto oye un helicóptero. El miedo paraliza a estos niños que en diciembre, una semana antes de Navidad, tuvieron que atravesar la selva con sus madres al ser desalojados por el ejército ecuatoriano. Historias de desobediencia 275 Amazónicas Marbella, San Pedro, Tiink, también son comunidades afectadas por la violencia minera. No son las únicas. Hay muchas otras que han soportado desalojos, asesinatos, hambre, vejaciones y que, a pesar de todo eso, resisten y viven porque no hay otra forma de enfrentar las horas y los días. Kupiamais 1. de septiembre Somos más de cien personas. Acción Ecológica ha organizado la Ruta del Jaguar para conocer comunidades afectadas, poner el cuerpo en la Amazonía amenazada y reunir en un tribunal ético el trabajo que se ha hecho para acompañar las luchas amazónicas. Reunirnos nosotros para disputarle al estado el sentido de todo esto: de la guerra contra los pueblos amazónicos, a los que han llamado terroristas; de la lucha antiminera, que sabe bien de la devastación. Disputarles el sentido de la vida. Xavier me cuenta que Ecuador dejó de producir suero antiofídico y hoy lo importamos de Costa Rica. Allá, las especies de serpientes son distintas y el antídoto es mucho menos efectivo en la Amazonía ecuatoriana. Por decisiones del Estado como esta aún mueren decenas de personas en la selva por mordedura de serpiente: es un estado que deja morir. Visitamos Kupiamais. Allí murió Freddy Taish, asesinado en 2013. Su hijo menor tenía tres días de nacido. Su viuda había ido perdiendo la vista, pero no el sentido de la lucha. A Freddy lo velaron en su comunidad, donde vive también Julio Tiwiram, quien presidió el primer congreso de nacionalidades indígenas de CONAIE Historias de desobediencia 276 Amazónicas en 1986. En la ciudad, se nos escapa la historia de estos pueblos, que es nuestra Historia. Tus batallas y las nuestras, dice el poeta Maldonado. Habla Isabel Anangonó, lideresa de Íntag, que lleva 22 años en resistencia. Habla Zoila Castillo por las mujeres amazónicas. Las mujeres amazónicas, que han hecho caminatas a Quito y en una de las cuales fueron ignoradas por el entonces presidente de la República, Rafael Correa. «Para resistir no quiero mil borregos, solo necesito cinco tigres», dice Domingo. Ser esos tigres y no los mil borregos. Gualaquiza 2 de septiembre Audiencia del tribunal ético. Hay crímenes de lesa humanidad cometidos contra los pueblos en lucha antiminera, denuncia Celestino Chumpi. El biólogo Alfredo Luna afirma que la Cordillera del Cóndor hay más especies que en el Yasuní, otro lugar amenazado de muerte. Es el poder económico lo que maneja el área, afirma. William Sacher cuenta la explotación en 60.000 toneladas diarias de mineral. Los estudios de impacto ambiental son contratados por las mismas empresas explotadoras, continúa. Steven Emmerman, experto en gestión ambiental, habla de un colapso inevitable en las zonas mineras, de envenenamiento por arsénico en el tratamiento mineral y del descontrol en la producción de empresas como Ecuacorriente que pueden llevar a graves hundimientos. Melissa Moreano se refiere a una óptica racista del territorio por parte del estado: al no reconocer las distintas formas de territorialidad, se las subordina a una lógica destructiva. El estado ve los territorios como terrenos Historias de desobediencia 277 Amazónicas baldíos sin cultura ni densidad histórica. Melissa explica que se crean literalmente espacios vacíos —vaciados, pienso— para permitir el asentamiento minero. Tarquino Cajamarca, defensor, habla de por lo menos 16 procesos legales contra los pueblos que reflejan estas violencias. «El COIP reúne disposiciones jurídicas muy duras para los más pobres», dice. Por supuesto, sin reformas al COIP seguimos entrampados en un cerco jurídico cuyo único lenguaje disponible habla de terrorismo y subversión. Parte de la resistencia es imputar este lenguaje criminalizador y fundante de la violencia legal del Estado. Las comisionadas del tribunal, Ivonne Yánez, Diana Atamaint, las lideresas Dominga Antún y Carmen Suquilanda, afirman en su veredicto que la destrucción de la Amazonía y otras zonas mineras se sostiene en una visión colonialista; que los estudios de impacto ambiental se llevaron a cabo «con métodos altamente cuestionables que no respetan la legislación vigente en Ecuador»; que para favorecer a las empresas mineras «el Estado ha hecho uso de todo su aparato represor»; que hay hostigamientos a la población; que las mujeres han sido especialmente afectadas por estas violencias —contaminación de la leche materna, violencia sexual relacionada con los campamentos mineros, incluida la prostitución, precarización de la vida por la constitución de servidumbres, lo cual provoca crisis que deben administrar las mujeres—. Tampoco hubo consulta previa a los dueños de los territorios ancestrales, que son los pueblos. Escuchamos del tribunal lo que jamás vamos a escuchar del Estado, ahí está un elemento de la reparación: dar valor a las voces de los pueblos. Historias de desobediencia 278 Amazónicas Tundayme 3 de septiembre La selva en Tundayme está destruida. En donde se asentaba San Marcos, se elevan las vallas metálicas del campamento minero de Tundayme. La señalética se halla en chino y en español. A lo lejos, se ve una trituradora de piedra, un cubo azul gigantesco se impone en donde debería estar, desnuda, la montaña. El campamento minero se extiende a lo que dan nuestros ojos, no termina. En donde había selva, hay polvo, polvo que es hoy propiedad privada. Una fila de militares sale a nuestro encuentro cuando nos acercamos a entregar el veredicto del tribunal ético. Hoy, los militares ecuatorianos trabajan como guardias privados del capital extranjero, también en Zamora. Presiden nuestra comisión las lideresas en resistencia Isabel Anangonó, Zoila Castillo, Carmen Lozano, Carmen Suquilanda. «No hay nadie que les reciba. Trabajamos para una tercerizadora». A la vez, un grupo de activistas se ha tomado la ruta para mandar un S.O.S.: están destruyendo el pulmón a través del cual respiramos todos. Esto no es menos cierto por parecer un cliché: están yendo contra nuestra respiración. Vemos buses de trabajadores chinos dejar el campamento, pero eso no es lo que más impresiona. Al cabo de una media hora, salen en fila una decena de volquetas con las luces prendidas en el sol que muerde el mediodía. Con la nube de polvo que levanta cada volqueta se dibuja ante nuestros ojos un paisaje postapocalíptico, cuando toda catástrofe ha sido consumada. Una madre joven se sienta con su hija a esperar el paso del bus en el puente cercano del río Wawayme. La niña debe tener unos Historias de desobediencia 279 Amazónicas seis años. Ambas, sentadas en la vereda bajo un rótulo con caracteres chinos, se cubren el rostro con pañuelos a fin de salvarse un poco de ese polvo que se levanta siniestro para opacar lo que sucede: aquí se ha cedido al capital extranjero una zona enorme de territorio ecuatoriano ancestral para una explotación que no dejará nada. Esa parduzca polvareda que encuentra asiento en nuestras cámaras y que se nos cuela por los ojos no puede cubrir la devastación ante la que nos hallamos. El ritmo de nuestra respiración, alterado por el polvo y acompasado por el calor, marca nuestro caminar para seguir a estos pueblos. Mucho, mucho más que ese polvo es lo que han respirado sus históricos pulmones en resistencia. Ese polvo era selva, ese sol golpeaba contra la tierra y no contra el cemento que hoy refleja sus rayos. Su respirar es persistente, su paso en la selva, tenaz. Son pasos ancestrales que vienen de lejos, marcando otros caminos. 2017 09 11, La Barra Espaciadora Historias de desobediencia 280 Amazónicas Le chemin des tigres Pour Gloria Chicaiza, Combattante Le 11 août, un an avait passé depuis le déplacement de la communauté Shuar de Nankints, symbolique dans la lutte anti-minière au même titre que Tsuntsuim, Tundayme et, sur d’autres territoires équatoriens, Intag, Pacto, Rio Blanco ou Kimsacocha. Comme l’affirme Sara Torres, il existe un mouvement populaire anti-minier en Équateur. Grâce à ce mouvement, l’exploitation minière à ciel ouvert a subi un recul dans ce pays. C’est une perspective qui permet de découvrir la lutte au sud de l’Amazonie équatorienne. Route Macas-Bella Union, Morona Santiago 25 août Dans le bus, Xavier Maldonado, médecin de la brigade se rendant à Tsuntsuim, reçoit un cadeau d’un autre voyageur : Poemario el reactivador. Le passager s’appelle Efrain Maldonado. Il est l’auteur du petit recueil. Littérature de l’aube, elle évoque la mémoire du du dirigeant shuar Bosco Wisum et d’autres combattants amazoniens assassinés cette année au cours des violences minières défendues par l’État. Bosco Wisuma, tus batallas y las nuestras... con tu espíritu en la gloria seremos invencibles. Historias de desobediencia 281 Amazónicas Bosco Wisuma, Tes batailles et les nôtres… Avec ton esprit dans la gloire Nous serons invincibles. Serons-nous invincibles ? Un poème nous sauvera-t-il ? Ce petit cahier affirme que nous avançons ensemble dans ces batailles. Certaines des nôtres sont plus averties. Nous nous joignons à elles sur le chemin de celles qui résistent. Si les luttes amazoniennes ne reviennent pas qu’à leurs peuples, les luttes des femmes ne sont pas non plus seulement les leurs. Si les femmes tombent, nous tombons tous. S’ils suppriment des peuples ancestraux, nous perdons tous notre mémoire. Si ces violences affaiblissent les enfants, le lendemain disparaît comme possibilité de vie. Le poème d’Efrain marquera notre voyage. Tsuntsuim 26 août Voilà un an que Nankints a été enterrée, à huit mois de l’invasion militaire à Tsuntsuim et cinq du retour des femmes à cette communauté. Tout ça pour protéger les entreprises chinoises venues exploiter les mines d’Équateur. En mars, nous contemplions les ruines et les cendres que les militaires avaient laissées derrière eux. Les portes de trois maisons restaient debout, noircies par la fumée. Les trophées sportifs de la communauté perdaient leur éclat dans la boue de leur sépulture. Aujourd’hui, les maisons sont habitées et nous saluent avec plus de force. La communauté a eu le courage d’y retourner pour recommencer, semer de nouveau et habiter le présent malgré le risque d’un autre déplacement, la peur au ventre, condamnée par le gouvernement au statut de criminelle. Historias de desobediencia 282 Amazónicas Les collègues de la brigade médicale vont poursuivre leur travail. L’éclat dans le regard des enfants est un peu plus diaphane. Mais Michael a toujours peur. Susana, sa mère, raconte que le bruit des hélicoptères l’effraie toujours. « Ils sont en colère parce que nous sommes revenus », me dit-elle. Michael a deux ans et la peur s’est installée en lui. Il aura été persécuté avant même de savoir marcher. Il devra apprendre à mettre un pas devant l’autre dans ces sentiers ardus parce que son peuple est persécuté depuis des dizaines d’années. Noemi aussi a peur. Je l’ai connu en mai. Avec Gladys et Lila, elles m’ont enseigné une chanson shuar. Elle a sept ans. Elle arrête de sourire et se tait à peine elle entend un hélicoptère. La peur paralyse ces enfants qui, en décembre, une semaine avant Noël, ont du traverser la jungle avec leurs mères pour avoir été déplacés par le gouvernement équatorien. Marbella, San Pedro ou Tiink sont d’autres communautés victimes de la violence minière. Ce ne sont pas les seules. Il y en a beaucoup d’autres qui ont supporté les déplacements, les assassinats, la faim, les persécutions, et qui, malgré tout, résistent et vivent parce qu’il n’existe pas d’autres formes pour lutter contre les heures et les jours. Kupiamais 1er septembre Nous sommes plus de cent personnes. Accion Ecológica a tracé la Ruta del Jaguar pour connaître les communautés victimes, prendre pied dans l’Amazonie menacée et réunir en un tribunal éthique des citoyens tout le travail mené pour accompagner les luttes amazoniennes. Nous réunir pour disputer à l’État le sens de tout ça : la guerre contre les peuples amazoniens, ceux qu’ils ont appelé terroristes, la lutte anti-minière. Leur disputer le sens de la vie. Historias de desobediencia 283 Amazónicas Xavier me raconte que l’Équateur a cessé de produire du sérum anti-venin et que nous l’importons désormais du Costa Rica. Là-bas, les espèces de serpents sont différentes et l’antidote n’est pas adapté à l’Amazonie équatorienne. À causes des décisions de l’État comme celle-ci, des dizaines de personnes meurent dans la jungle à cause de morsures de serpents. L’État laisse mourir. Nous visitons Kupiamais. Près de là, dans les îles Tutus, Freddy Taish est mort assassiné en 2013. Son fils le plus jeune avait alors trois ans. Sa veuve a perdu la vue, mais pas le sens de la lutte. Le corps de Freddy a été veillé par sa communauté, où vivait aussi Julio Tiwiram, qui présida le premier Congrès des Nationalités Indigènes de Conaie en 1986. En ville, l’histoire des peuples nous échappe. C’est pourtant notre histoire. « Tes batailles et les nôtres » écrit le poète Maldonado. Isabel Anangono, lideuse de Intag, représente 22 années de résistance. Zoila Castillo fait partie de ces femmes amazoniennes qui ont marché à Quito, méprisées et ignorées par le président de la République d’alors, Rafael Correa. « Pour résister je ne veux pas de mille moutons, cinq tigres me suffisent. » dit le dirigeant Domingo Ankuash. Etre de ces tigres et non des mille moutons. Gualaquiza 2 septembre Audience du tribunal éthique : « Il y a des crimes de lèse humanité commis contre les peuples de la lutte anti-minière », dénonce Celestino Chumpi. Le biologiste Alfredo Luna affirme quant à lui que la Cordillère du Condor, menacée au mépris de l’État, abrite plus d’espèces encore que le Yasuni, autre lieu menacé. C’est le pouvoir économique qui orchestre les espaces”, affirme-t-il. Historias de desobediencia 284 Amazónicas William Sacher rapporte l’exploitation quotidienne de 60 000 tonnes de minerai, les études sur l’impact écologique étant financées par les mêmes entreprises d’exploitation. Michelle Baez note que c’est bien le pouvoir qui organise toujours lui-même le désastre. Steven Emmerman, expert en gestion écologique, parle de désastre inévitable dans les zones minières, de la contamination par l’arsenic utilisé dans le traitement des minerais et de la perte de contrôle de la production des entreprises comme Ecuacorrientes, qui mèneront à de graves désastres. Melissa Moreano dénonce l’approche raciste du territoire par l’État. En refusant de reconnaître les différentes formes de territorialités, celui-ci les subordonne à une logique destructive. L’État voit les territoires comme des friches, sans culture, sans densité historique. Melissa explique que des espaces vides se créent, sont vidés, pour permettre l’assise minière. Tarquino Cajamarca parle de pas moins de 16 procès légaux contre les peuples qui reflètent ces violences. « Le COIP réunit des dispositions juridiques très dures pour les plus pauvres. » explique-t-il. Évidemment, code pénal (Code Organique Intégrale Pénal par ses sigles en espagnol) nous continuons à être neutralisés par le piège juridique dont le vocabulaire se résume au terrorisme et à la subversion. Une partie de la résistance revient à dénoncer ce langage criminalisant qui légitime la violence légale de l’État. Les commissaires du tribunal, composé par les lideuses indigènes Dominga Antun, Carmen Suquilanda et Diana Atamaint et la lideuse ecologiste Ivonne Yánez, affirment dans leur verdict que la destruction de l’Amazonie y compris dans d’autres zones minières repose sur une vision colonialiste. Les études de l’impact écologique ont été menées finalement « avec des méthodes hauHistorias de desobediencia 285 Amazónicas tement douteuses qui ne respectent pas la législation en vigueur en Équateur » affirment-elles. De même, pour favoriser les entreprises minières, « l’État a fait usage de tout son appareil répressif ». Un harcèlement de la population est reconnu ainsi qu’un traitement violent affectant particulièrement les femmes – contamination du lait maternel, violence sexuelle en relation avec les campements miniers, prostitution incluse, précarisation de la vie par asservissement, laquelle provoque des crises que doivent prendre en charge ces mêmes femmes -. Il n’a pas non plus été question de consulter les chefs des territoires ancestraux que sont les peuples. Nous écoutons un discours du tribunal que nous n’entendrons pas de la part de l’État. Il y a là une nouveauté majeure : une valeur est donnée aux voix des peuples. Tundayme 3 septembre À Tundayme, la jungle est détruite. Là où s’asseyait San Marcos, s’élèvent les barrières métalliques du campement minier. La signalétique se lit en chinois et en espagnol. Au loin, une broyeuse de pierre se distingue. Un cube bleu gigantesque s’impose là où devrait apparaître la montagne nue. Le campement minier s’étend à perte de vue, sans fin. À la place de la jungle, de la poussière. Poussière qui est aujourd’hui une propriété privée. Quand nous approchons pour remettre le verdict du tribunal éthique, une file de militaires sort à notre rencontre. Aujourd’hui, les militaires équatoriens travaillent comme gardes privés du capital étranger, à Zamora aussi. Les lideuses résistantes Isabel Anangono, Zoila Historias de desobediencia 286 Amazónicas Castillo, Carmen Lozano et Carmen Suquilanda président notre commission. « Il n’y a personne pour vous recevoir. Nous travaillons pour une entreprise sous-traitante. » Au même moment, un groupe d’activistes a pris la route pour envoyer un message d’alerte : ils détruisent le poumon qui nous fait tous respirer. Ce message pourrait être cliché mais il n’est pas moins vrai. Ces entreprises travaillent au mépris de notre respiration. Des bus de travailleurs chinois quittent le campement sous nos yeux, le dimanche, mais ce n’est pas le plus impressionnant. Au bout d’une demie heure, des camions sortent par dizaines, les uns après les autres, phares allumés sous le soleil mordant de midi. Le nuage de poussières qu’ont soulevé chacun des véhicules dessine sous nos yeux un paysage post-apocalyptique, qui demeure alors que la catastrophe est passée. Une jeune mère s’est assise avec sa fille pour attendre le bus sur le pont du fleuve Wawayme. La jeune fille doit avoir dans les six ans. Toutes deux, assises sur le trottoir sous une bannière aux caractères chinois, se couvrent le visage de leurs mouchoirs afin de se protéger un peu de la poussière, levée sinistrement comme pour occulter ce qu’il se passe ici : une zone énorme du territoire ancestral équatorien a été cédé au capital étranger pour une exploitation qui ne laissera rien. Ce nuage de poussière brunâtre qui nous colle aux yeux ne peut pas cacher l’ampleur du désastre devant lequel nous nous trouvons. Le rythme de notre respiration, altéré par la poussière et alourdi par la chaleur, trace notre chemin pour suivre ces peuples. Les historiques poumons de la résistance ont respiré beaucoup, beaucoup plus que cette poussière. Cette poussière était une jungle, ce soleil frappait la te- Historias de desobediencia 287 Amazónicas rre, pas le ciment qui aujourd’hui renvoie ses rayons. La respiration persiste, le pas dans la jungle est guerrier. Ce sont des pas ancestraux qui viennent de loin, sur un chemin que nous honorons. Traduction de Lundimatin, Francia 13 01 2018, Lundimatin Historias de desobediencia 288 Fundamentalismo y misoginia, palabras largas p291 Amores fatales p296 Coparentalidad y nuevas paternidades: dos cosas distintas p298 Una cruz en llamas p303 Uma cruz em chamas p308 Nuestro derecho a la réplica Fundamentalismo y misoginia,palabras largas Amores fatales De la mujer Hay dos árboles prohibidos en el jardín del Edén. Eva cae en la tentación de probar la manzana del árbol del conocimiento. Es el mal. Nace no de Dios, sino de Adán. En el siglo VI, el cristianismo aún discute si la mujer tiene alma. No hay ninguna mujer presente en esa discusión. Debido a su imperfección biológica y su “carencia” de genitales exteriores, será la mujer quien siga al hombre. «La cabeza de la mujer es el hombre», dirá San Agustín. A lo largo del siglo XIX, «el problema de la mujer» ocupa a las ciencias y les lleva a concluir que una parte media de su cerebro permanece vacía. Aun el evolucionismo hace de la mujer su propia especie, con una evolución distinta a la del hombre. Mujer, niño, «primitivo», serán todos seres inferiores bajo necesidad de tutela permanente, proporcionada por el hombre, con una evolución aventajada. En sus propios términos, el catolicismo más conservador comulga con esta tesis hasta iniciado el siglo XX: el hombre será cabeza de la Iglesia, de la familia, vector de la pareja, administrador del deseo, dador de sentidos. Del amor El amor, dirá San Agustín, se inicia por vía de lo sensible. Son nuestros sentidos los que nos llaman al amor: los ojos, reflejo del alma, reconocen la presencia del otro. Pero la concupiscencia debe ser siempre superada por el espíritu. Historias de desobediencia 291 Fundamentalismo y misoginia,palabras largas La razón nos permitirá discernir entre el bien y el mal, con la ayuda de Dios. Si el amor es honesto y devoto, el matrimonio será su máxima expresión. El Catecismo de Santo Tomás de Aquino dice: «Hay un triple bien del matrimonio: el primero es la prole que se ha de engendrar y educar para el culto de Dios; el segundo es la fidelidad que los cónyuges deben guardar uno al otro; el tercero es el sacramento, es decir, la indivisibilidad del matrimonio (...)». El amor está destinado a la reproducción. Dios manda que el acto sexual «sirva para que la pareja casada renueve su alianza matrimonial. (...) El control artificial de la natalidad contradice la renovación simbólica de la alianza matrimonial», dicen por consenso los documentos del catolicismo que preparan a los fieles para el matrimonio, por ejemplo este. Y San Agustín, en el Libro de la Concupiscencia: «Tener hijos es el único fruto digno de las relaciones sexuales». De lo perverso El hombre como cabeza superior del Estado y la Iglesia, ambas, leyes supremas; una mujer demonizada en su sexualidad e infantilizada en su subjetividad, o viceversa; una concepción de familia que administra el deseo y une amor conyugal entre hombre y mujer con reproducción y sentido único del amor. Paralelamente, los procesos de consolidación de los estados nacionales en América Latina lograron separar Iglesia de Estado. Por estas razones, no cabe ni siquiera mencionar la palabra abstinencia como una política pública en Ecuador, como sucede ahora, que se anuncia el cambio de dirección de la ENIPLA. Historias de desobediencia 292 Fundamentalismo y misoginia,palabras largas Una conquista enorme de la sociedad civil que proviene de los feminismos es la que proclama la soberanía del cuerpo las mujeres y, por tanto, los reivindica para la libertad y, claro, también para el amor en igualdad. El amor y el deseo no necesariamente terminan en la formación de una familia, no son heterosexuales y, sobre todo, el amor y el deseo no pueden ser controlados ni por el Estado ni por la Iglesia. Siempre y cuando una persona no vulnere la integridad de la otra con actos de violencia sexual, que por supuesto constituyen violencia, esta persona puede actuar libre y coherentemente según su sexualidad. Esa persona, qué radical lo que decimos, puede elaborar y vivir su propia idea del amor, el cuerpo, la sexualidad y la sensibilidad. En una sociedad infantilizada por un discurso oficial que pretende, desde la ley, mandar sobre el cuerpo de las personas, ahora nos hablan de cómo practicar el sexo y, sobre todo, de cómo no sentir placer. Solo que el deseo no se puede censar, no importa si se crea una Secretaría de la Felicidad, una Dirección Nacional de Abstinencia y Control del Hedonismo o una Ley Nacional de Reproducción para la Familia. Nunca gozaron de matrimonio más armónico una revolución y un dogma. En un cruce que hoy resulta perverso, Estado e Iglesia se disputan la regulación del deseo por medio de la institución de la familia. Esta, núcleo de la sociedad cristiana y de la sociedad civil, es la llamada a procrear tanto fieles como ciudadanía, bajo los principios de la reproducción que alimentan al Estado y la Iglesia al mismo tiempo. Esta coincidencia entre el catolicismo más conservador y un Estado no laico es la que estamos viviendo Historias de desobediencia 293 Fundamentalismo y misoginia,palabras largas en la unión de Rafael Correa y Mónica Hernández a la cabeza de la ENIPLA. Sus políticas, diseñadas para la observación y la vigilancia del cuerpo de las mujeres, sobre todo, creen que nombrar la palabra abstinencia acaba con la alarmante carencia de educación sexual; piensan que la palabra abstinencia formará jóvenes más decentes; fantasean con que la palabra abstinencia detendrá las violaciones a menores; defienden que la palabra abstinencia terminará con la muerte de niñas por embarazos de riesgo y abortos clandestinos. De la pluralidad del catolicismo Del catolicismo, la nueva ENIPLA, por ser ahora desmantelada, comulga con lo más conservador. El dogma del Opus Dei no es la única respuesta que el catolicismo le ha ofrecido al mundo. Aun en defensa de un Estado laico que está yendo contra su propia laicidad, hay que apuntar que, si bien hay históricamente mayoría católica en el país, religiosa y culturalmente hablando, no toda profesión de esta fe se inscribe en la línea de Mónica Hernández, en absoluto. Un catolicismo contemporáneo y reflexivo es el que practican, por ejemplo, Católicas por el derecho a decidir en Ecuador. Es un «movimiento autónomo de personas católicas, comprometidas con la búsqueda de la justicia social y el cambio de patrones culturales y religiosos». Ese cambio de patrón, la puesta al día con aquello que nos interpela de la realidad, eso también lo han pensado corrientes del catolicismo. Cómo no pensar en las comunidades católicas que han acogido los métodos anticonceptivos, aceptando que la Historias de desobediencia 294 Fundamentalismo y misoginia,palabras largas tecnología, al siglo XXI, ha logrado separar placer y reproducción más allá del sexto mandamiento; hay que pensar en comunidades creyentes de población LGBTI; en corrientes teológicas sociales con presencia histórica en el mundo; en teologías feministas. Sin tener que adherir ni tener integrada la idea de dios a nuestra vida, podemos reconocer que esos catolicismos han pensado con honestidad en respuestas para el mundo, dentro de sus propias contradicciones. La línea ultraconservadora no representa a todos los catolicismos de este país, pero es el que la Presidencia ha aceptado como una política para toda la población ecuatoriana, sea que ésta profese el ateísmo, al agnostiscismo o que observe el judaísmo o pertenezca a religiones ancestrales. Esto no nos representa. Así como toda persona es libre de profesar la fe que elija, o ninguna, así mismo debemos coexistir en pluralidad de fe y de ideologías, y esta debe ser una garantía del Estado, sin imponer una creencia por sobre otra. ENIPLA es un esfuerzo de numerosísimas mujeres, de muchos años, resultado de procesos plurales, científicos, enterados, perseverantes, que han avanzado para toda la población de este país. Este cambio abrupto marcado por el pánico moral y por la ignorancia respecto de las realidades más lacerantes del Ecuador no tiene antecedentes, aunque pensaríamos por defecto en García Moreno. Eran los 1870. Es el 2015. 2015 12 22 Historias de desobediencia 295 Fundamentalismo y misoginia,palabras largas Coparentalidad y nuevas paternidades: dos cosas distintas Sí. Las madres divorciadas pueden secuestrar a sus hijos o hacer mal uso de las pensiones alimentarias. No. Esto no se puede generalizar porque es perpetuar un estereotipo. Cuando un estereotipo negativo se usa para elaborar leyes, se hacen leyes discriminatorias, por tanto, regresivas. Cuando leyes discriminatorias y regresivas centran sus elaboraciones en una identidad esencializada como «mujer», «mujer aprovechadora», «mujer mentirosa», están fundamentando un poder normativo sobre un principio misógino. No. Las mujeres no son las únicas cuidadoras posibles, pero sí han desarrollado una destreza histórica al haberse naturalizado su rol. Las mujeres divorciadas, solteras, trabajadoras precarizadas, han asumido el rol de cuidado ante violaciones de donde resultan hijos; abandono de los padres; cuidado de la discapacidad; pobreza. Eso ha creado desventajas económicas y sociales. Detrás de estas desventajas hay historias de violencia. Muchos padres divorciados reclaman un rol más allá de aquel del proveedor. Participar del cuidado es legítimo y necesario para desmontar el patriarcado y lo que este hace con los hombres. Las nuevas paternidades trans*, gay, heterosexuales, lo muestran. Pero para ser coherentes, estas paternidades deben romper con el control económico y con el privilegio histórico del padre, con su ley. Es la única forma de desmontar las violencias. Historias de desobediencia 296 Fundamentalismo y misoginia,palabras largas La coparentalidad parece una posibilidad, pero sus elaboraciones carecen de legitimidad. Su mayor representante es Richard Gardner, quien justificó la pedofilia y el incesto en su obra. Hay que leerlo, tenemos la responsabilidad de saber qué herramientas usamos. Gardner nunca usó datos empíricos al crear el síndrome de alienación parental (SAP), por ejemplo, y su obra está plagada de deducciones lógicas inválidas. Este no puede ser un fundamento para modificar leyes. Repitamos: Richard Gardner, autor del SAP, fue un defensor de la pedofilia. Richard Gardner, autor del SAP, afirmó que las mujeres sentimos placer al ser golpeadas. Richard Gardner, autor del SAP, afirmó que lxs niñxs sufren menos trauma por el abuso sexual que por la separación entre padre y madre. Gardner propuso períodos de prisión o de hospitalización para las madre y para los niños como parte de su «terapia de amenaza»: si se castigaba a los niños con un encierro en centros de acogida, por ejemplo, el efecto del castigo en prisión los llevaría a aceptar las visitas de sus padres cuando no vivían con ellos. Nada menos. Los padres necesitan posibilidades legales para ejercer su paternidad, pero la coparentalidad no es una opción porque se sostiene en la misoginia: pensemos la justicia de otra manera. Nuestra capacidad de discernir depende de nuestra aproximación crítica a los problemas, más ahora, cuando se discuten las reformas del Código de la Niñez y la Adolescencia. Lea a Gardner, mire por usted mismo. 2018 02 20, Diario El Telégrafo Historias de desobediencia 297 Fundamentalismo y misoginia,palabras largas Una cruz en llamas El aula de nuestro seminario es la 160 en el edificio de Letras. A la misma hora del miércoles 8 de noviembre, cuando Judith Butler es atacada por primera vez a su llegada a Sao Paulo, nosotras nos disponemos a comentar Marcos de guerra, su volumen de 2009, que aborda entre otras cosas la precariedad como condición constitutiva de la vida hoy. Butler asiste a un congreso organizado por el área de Filosofía de la Universidad de Sao Paulo. Nosotras, en esa misma universidad, miramos imágenes de los ataques mientras nos disponemos a abordar el trabajo de la filósofa. En ese momento, nuestra lectura adquiere una carga política inesperada: leemos y adherimos críticamente al trabajo de alguien que, como se demanda en una protesta pública, debe ser quemada como una bruja. Si se la debe quemar, ¿entonces hay brujas? ¿Qué quiere decir esto? Hay una efigie de Butler fuera del centro donde está. El cuerpo de la muñeca es de tela negra, lleva un sujetador rosa —probable evocación de la quema de sostenes de 1968, detalle pop— y su rostro está coronado con un sombrero de bruja. El grupo quema a Butler-muñeca, encaramada por sobre su turba, y arroja su cuerpo en combustión desde las alturas hacia el centro de la multitud, excitada por su propio acto. Quemar a la muñeca, querer quemar a Butler o, querer quemar la palabra «género». Quemar una palabra. Es irónico, sin embargo, que en ese acto violento el grupo no se dé cuenta de que está cometiendo lo que para ellos puede ser una herejía: la estructura interior de la Historias de desobediencia 298 Fundamentalismo y misoginia,palabras largas cabeza de Butler es de madera y tiene perfecta forma de cruz. Al combustionar esa confección por capas, aparece ante nuestros ojos una cruz en llamas. La cruz arde como accidente de eso otro que arde: el cuerpo de la bruja. La cruz y la violencia de la quema, indisociables, la una dentro de lo otro. Cuando se quiere quemar a Butler, se quiere quemar lo que no se ha leído, lo que no se conoce sobre género, aquello que se ha preferido ignorar del feminismo. Uno de los significados históricos de «ignorante» es «obsoleto»: quedar fuera de tiempo, haber envejecido. En gestos que recurren al pasado concebido como inmovilidad — mantener la familia, velar por un orden, bloquear el cambio—, estos grupos quieren quemar algo que no conocen. ¿Cómo es esto posible? El sociólogo sudafricano Stanley Cohen llamó «pánico moral» a algo similar a esto. En un momento dado, algo surge que nos parece amenazante. Dejamos de pensar y empezamos a reaccionar ante ese algo como si fuera un enemigo, en lugar de tratar de entenderlo. En pánico, no es necesario conocer para actuar, el lenguaje del pánico habla de amenaza, ataque, ofensa, y por tanto, la “ofensora” debe ser castigada, quemada. El miedo al cambio originado en la ignorancia deliberada tiene efectos reales: pone en riesgo la vida de las personas, amenaza, legitima la violencia para protegerse del otro. Un pronunciamiento de Butler y una nueva y extensa explicación de su visita a Sao Paulo y su postura puede leerse aquí, en Brasil de Fato. Entre las fórmulas del pánico de estos grupos se encuentra aquella que afirma que la «ideología de género» destruye la familia, manipula la sexualidad, hace del aborto un deporte. La «ideología de género» en la definición explícita del Vaticano (se puede rastrear su proceso en la Historias de desobediencia 299 Fundamentalismo y misoginia,palabras largas carta que Juan Pablo les dirigió en 1995 a las mujeres) está dirigida a la deslegitimación de las luchas feministas. La teoría de género, por el contrario, amplía el concepto de familia cuestionando sus fundamentos, no manipula la sexualidad sino que la des-biologiza, y reconsidera con seriedad y en relación con la tecnología, los derechos de las mujeres y la Historia los inicios y los finales de la vida. El pánico traduce estas elaboraciones teóricas y políticas en fórmulas apocalípticas para deslegitimarlas, cayendo irremediablemente en una reducción que circula como verdad. Y no, no se trata de libertad de expresión porque esas fórmulas son repetidas con fines discriminatorios. El discurso de odio no se puede confundir con el derecho a expresarse cuando pone en riesgo a personas o grupos humanos a quienes denigra. En su accionar ansioso, el pánico impide mirar que las retóricas divisivas crean falsos antagonismos. Los fundamentos del régimen político que conocemos como patriarcado se han distribuido sobre todos los cuerpos, todos los afectos, todos los mundos. Las mujeres antifeministas, los hombres temerosos de su sexualidad y los líderes de masculinidad frágil no ven que ese régimen los ha golpeado también a ellos. No lo ven en Brasil las multitudes fanáticas; no lo ven en Perú los seguidores del obispo Cipriani; no lo ven en México ni en Ecuador quienes marchan bajo el lema de «Con mis hijos no te metas»; no lo ven en España los protectores de los violadores en manada; no lo ven en todo el mundo quienes han hecho del género una palabra demonizada. Cuando desde lo político decimos feminismos, «género», familia, decimos reinvención del amor, recuperación del cuerpo, renovación de nuestra idea de parentesco. No es una palabra que destruye, como tampoco es una indusHistorias de desobediencia 300 Fundamentalismo y misoginia,palabras largas tria ni un recipiente para salvar en la corrección política la conciencia liberal. Es otro el poder de esta palabra, y sí, puede ser un abracadabra: la palabra con poder de la bruja. Las brujas fueron mujeres sabias perseguidas, fueron defensoras de la tierra y sujetos comunitarios por siglos. La historización que Silvia Federici hizo en Calibán y la bruja sirve muy bien para ver que, en la quema de la muñeca de Butler, se actualizan el miedo al saber y a la libertad que ese saber otorga al cuerpo y a la comunidad. La caza de brujas está muy lejos del folclor, por el contrario, constituye una forma ejemplarizante de castigo que volvemos a ver en escena como hace 800 años. Hoy, la llaman ideología de género. En una conferencia dada en la Universidad 3 de Febrero, en Argentina, Butler se refería a la necesidad de reflexionar para imaginar un mundo donde la vida sea más vivible: «La sola reflexión no cambia el mundo, pero el mundo no puede cambiar sin una intervención crítica. Abrir las categorías construidas hace mucho tiempo hará el mundo más vivible». La teoría, decía Butler, no se opone a la política, sino que se gesta a otro ritmo, más meditado pero nunca desinteresado por lo que pasa en nuestros cuerpos y en el espacio social. Las opiniones teóricas son también parte de un proceso histórico y constituyen, sobre todo, una lucha contra la manera básica y elemental de pensar el cuerpo o el género, explicaba. En efecto, los procesos históricos se abrevian en definiciones, pero esas elaboraciones no están jamás separadas de la realidad. El miedo al «género» es el miedo a pensar, porque la palabra tiene un poder al volver a nombrar. Lo contrario, temer el cambio, conservar esquemas de afecto que nos someten y renunciar a pensar no tiene otro nombre que oscurantismo. La teoría de género, la reflexión y la praxis Historias de desobediencia 301 Fundamentalismo y misoginia,palabras largas feminista hacen eso: encender la imaginación crítica para que otras vidas sean posibles. Las 363 mil firmas en contra de la presencia de Judith Butler en Sao Paulo constituyen una voluntad colectiva de suprimir la diferencia o, por lo menos, de reprimirla. Esos miles de firmas van dirigidos a Butler y al mismo tiempo hacen de su persona un signo con el cual enviarnos un mensaje. Las mayorías amparadas en el anillo social del «somos muchos que pensamos igual» realmente no suelen detenerse a pensar, pues de haberlo hecho, habrían visto que Butler viajaba a un congreso sobre Democracia en donde no iba a referirse al trabajo que ha hecho en la elaboración teórica del género. El congreso al que asistió se llamaba «The Ends of Democracy». Los fines —¿los finales?— de la democracia. Ciertamente, dejar de pensar nos expone más a lo segundo. Dejar de pensar y dejar, así, que el mundo nos sea arrebatado por los obsoletos, aquellos que nos mostraron, en un acto de torpeza, una cruz en llamas. Y ante eso, ¿no resistir? 24 11 2017, Versión en portugués publicada en Correio da Cidadania, Sao Paulo Historias de desobediencia 302 Fundamentalismo y misoginia,palabras largas Uma cruz em chamas As aulas do nosso seminário foram na sala 160 do prédio da Letras, na USP. Na mesma hora em que começávamos nosso dia por lá, naquela quarta-feira (8), Judith Butler era atacada pela primeira vez em sua chegada a São Paulo. Em sala, nos dispusemos a comentar Marcos da Guerra, seu volume de 2009, que aborda entre outras coisas a precariedade como condição constitutiva da vida atual. Butler atendeu a um congresso organizado pela Filosofia da USP. Nós, nessa mesma universidade, olhamos as imagens dos ataques enquanto nos dispúnhamos a abordar o trabalho da filósofa. Nesse momento, nossa leitura adquiriu uma carga política inesperada: lemos e aderimos criticamente ao trabalho de alguém que, de acordo com um protesto público, «deve ser queimada como bruxa». Ora, se ela deve ser queimada, quer dizer que existem bruxas? O que isso quer dizer? Vimos uma representação de Butler do lado de fora do Sesc Pompéia. O corpo da boneca é de tela negra e leva um sutiã rosa – provável evocação da queima de sutiãs de 1968, detalhe pop – e seu rosto está coroado com um chapéu de bruxa. O grupo queima a Butler-boneca, empoleirada pela turba, e atira seu corpo em combustão das alturas até o centro da multidão, excitada por seu próprio ato. Uma fogueira e a intimidade entre nós e nossas representações. Queimar a boneca, querer queimar a Butler ou, mais precisamente, querer queimar a palavra «gênero». Queimar uma palavra. É irônico, todavia, que nesse ato violento o grupo não se dê conta de que está cometendo o que para eles pode Historias de desobediencia 303 Fundamentalismo y misoginia,palabras largas ser uma heresia: a estrutura interior da cabeça de Butler é de madeira e tem a perfeita forma de uma cruz. Ao gerar a combustão, essa confecção de capas e tecidos desapareceu consumida e em seu lugar surgiu diante dos nossos olhos uma cruz em chamas. Aquilo que arde como acidente deste outro que arde propositalmente: o corpo da bruxa. A cruz e a violência da queima, indissociáveis, uma dentro da outra. Quando se quer queimar a Butler, a ideia é queimar o que não foi lido, o que não se conhece sobre gênero, aquilo que é preferível ignorar acerca do feminismo. Um dos significados históricos de «ignorante” é «obsoleto»: ficar fora do tempo, haver envelhecido. Em gestos que recorrem ao passado concebido como imobilidade – manter a família, velar por uma ordem, bloquear as mudanças – estes grupos querem queimar algo que não conhecem. Como isto é possível? O sociólogo sul-africano Stanley Cohen chamou de «pânico moral» algo similar a isto. Renunciar ao argumento, sobredimensionar e defender o tabu. Em pânico, não é necessário conhecer para agir. Esse medo da mudança originado na ignorância deliberada tem efeitos reais: põe risco à vida das pessoas, ameaça e legitima a violência para proteger-se do outro. Um pronunciamento de Butler e uma nova e extensa explicação da sua visita a São Paulo e sua postura sobre todo o ocorrido pode ser lida aqui. Entre as formulas do pânico destes grupos se encontra aquela que afirma que a «ideologia de gênero” destrói a família, manipula a sexualidade e faz do aborto um esporte. A tal “ideologia de gênero» não existe e é uma fabricação dos laboratórios do Vaticano – é possível Historias de desobediencia 304 Fundamentalismo y misoginia,palabras largas rastrear esse processo na carta de João Paulo II dirigiu à nós, mulheres, em 1995. Já a «teoria de gênero”, essa sim defendida por Butler, pelo contrário, amplia o conceito de família questionando seus fundamentos, não manipula a sexualidade senão que a «desbiologiza», a reconsidera com seriedade e em relação com a tecnologia, os direitos das mulheres e a História dos inícios e finais da vida – socializando-a. O pânico traduz estas elaborações teóricas e políticas em fórmulas apocalípticas para deslegitimá-las, caindo irremediavelmente em uma redução que circula como verdade. E não, não se trata de liberdade de expressão porque estas fórmulas são repetidas com fins discriminatórios e, portanto, perigosos. Em seu acionar ansioso, o pânico nos impede de olhar que as retóricas divisórias e cria falsos antagonismos. Os fundamentos do regime político que conhecemos como patriarcado foram sendo distribuídos sobre todos os corpos, todos os afetos, todos os mundos. As mulheres antifeministas, os homens temerosos de sua sexualidade e os líderes da masculinidade frágil não veem que esse regime também os golpeou. Não o veem no Brasil as multidões fanáticas; não o veem no Peru os seguidores do Bispo Cipriani; não o veem no México nem no Equador aqueles que marcham sob o lema de «não se meta com meus filhos»; não o veem na Espanha os protetores de estupradores em manada; não o veem em nenhum lugar do mundo aqueles que fizeram do «gênero» uma palavra demonizada. Quando falamos, do ponto de vista político, de feminismos, «gênero» e família, falamos sobre a reinvenção do amor, a recuperação do corpo, a renovação da nossa ideia Historias de desobediencia 305 Fundamentalismo y misoginia,palabras largas de parentesco. Não é uma palavra que destrói, nem é uma indústria e nem um recipiente para salvar na correção política qualquer consciência liberal. É outro o poder desta palavra, e sim, pode ser um «abracadabra»: a palavra poderosa das bruxas. As bruxas foram mulheres sábias perseguidas, foram defensoras da terra e sujeitos comunitários por séculos. A historiografia que Silvia Federici descreveu em Calibán e a bruxa serve muito bem para ver que, na queima da boneca de Butler, são atualizados os medos do saber e da liberdade que esse saber outorga ao corpo e à comunidade. A caça às bruxas está muito longe do folclore, pelo contrário, constitui uma forma exemplar de castigo que voltamos a ver em cena como há 800 anos. Hoje, se chama «ideologia de gênero» o objeto a ser caçado. Em uma conferência dada em 3 de fevereiro em uma universidade na Argentina, Butler se referia a necessidade de refletir para imaginar um mundo onde a vida seja mais «vivível”. «A reflexão por si só não muda o mundo, mas o mundo não pode mudar sem uma intervenção crítica. Abrir as categorias construídas há muito tempo fará do mundo um lugar melhor para se viver». A teoria, dizia Butler, não se opõe à política, mas gesta um outro ritmo, mais meditado, porém nunca desinteressado pelo que se passa em nossos corpos e no espaço social. As opiniões teóricas são também parte de um processo histórico e constituem, sobretudo, uma luta contra a maneira básica e elementar de pensar o corpo ou o gênero, explicava Butler naquela ocasião. Com efeito, os processos históricos se abreviam em definições, mas essas elaborações não estão jamais separadas da realidade. O medo do «gênero» é o medo de pensar, porque a Historias de desobediencia 306 Fundamentalismo y misoginia,palabras largas palavra tem o poder de voltar a nomear. O contrário, temer a mudança, querer conservar esquemas de afeto que nos submetem a renunciar o pensar não tem outro nome senão «obscurantismo». A teoria de gênero, a reflexão e a práxis feminista, fazem isto: acender a imaginação crítica para que outras vidas sejam possíveis. As 363 mil assinaturas contra a presença de Judith Butler em São Paulo constituem uma vontade coletiva de suprimir a diferença ou, pelo menos, de reprimi-la. Essas milhares de assinaturas são dirigidas a Butler ao mesmo tempo que fazem de sua pessoa um símbolo com o qual enviamos a mensagem. As maiorias amparadas no anel social do «somos muitos que pensamos assim» realmente não parecem parar para pensar, pois fazendo isso, haveriam visto que Butler viajava a um congresso sobre democracia onde não iria se referir ao trabalho em que elaborou sua teoria do gênero. O congresso que ela atendeu em São Paulo se chamava «The Ends of Democracy» (Os fins da democracia, em tradução livre). Os «fins» – finais ou finalidades? – da democracia. Certamente, deixar de pensar nos expõe mais à primeira opção, a de fim, de encerramento, de ponto final da democracia. Deixar de pensar seria o mesmo que deixar que o mundo nos seja arrebatado pelos obsoletos, por aqueles que nos mostraram, em um ato de torpeza, uma cruz em chamas. E diante disso tudo, como não resistir? Traduzido por Raphael Sanz 24 11 2017, Correio da Cidadania, Sao Paulo Historias de desobediencia 307 Fundamentalismo y misoginia,palabras largas Nuestro derecho a la réplica: las mujeres El pasado 18 de abril, envié mi columna a Plan V, como de costumbre. Me refería a una nota publicada por su redacción con la que no estaba de acuerdo. Se trataba de la cobertura de un encuentro entre un representante del equipo político del banquero Guillermo Lasso y un sector del movimiento de mujeres que había acordado firmar un acuerdo con él durante la campaña electoral. Mi columna no se ha publicado hasta hoy y tampoco me han comunicado que la censuran. Considero que puedo ponerla a consideración de otro medio dado que el editor ha bloqueado mi comunicación con él, por lo cual toda colaboración deja de ser posible. He modificado la columna original, que quedó sin respuesta en manos de Plan V, para La Periódica. Somos un movimiento y nos reconocemos como tal. Las que nos anteceden llevan luchando hace cuarenta años. Las mujeres que las anteceden a ellas empezaron a caminar hace siglos. Somos el movimiento de mujeres, conformado por sujetos políticos diversos, colectivos, organizaciones y mujeres no organizadas. Nos articulamos en torno a los feminismos. Todas, sin excepción, hemos sido discriminadas, agredidas, deslegitimadas o violentadas por ser mujeres. Entre nosotras, contamos asesinadas, desplazadas, violadas, sobrevivientes. El movimiento de mujeres en Ecuador es persistente. Tenemos desacuerdos permanentes y temporales, y navegamos a través de ellos porque sabemos que buscamos lo mismo y que eso que buscamos no comulga con el poder ni se acomoda a sus exigencias. Historias de desobediencia 308 Fundamentalismo y misoginia,palabras largas Somos un movimiento vivo y por eso esperamos que se dé cuenta de sus dinámicas con una aproximación ética desde el periodismo. No aceptamos ser objeto de especulación: es la gran diferencia entre ser un tema y ser sujetos políticos. El 27 de marzo de 2016, Redacción Plan V publicó una nota titulada «Así se pulió la estrategia de Lasso para la semana final». La nota se refiere a los vínculos que Guillermo Lasso buscó durante su campaña electoral con las mujeres y colectivos LGBTI. Aquí uno de los pasajes más llamativos: «De ahí que buscó acercarse a ciertos sectores del feminismo, si bien se cuidó de no hacerlo con los más radicales, en especial, con los colectivos y activistas que tienen la despenalización del aborto y la ‘soberanía del cuerpo’ como tema principal de sus agendas.» Hasta hoy, no sabíamos que defender la autonomía del cuerpo era considerado un exceso. Tampoco sabíamos que nos dividíamos en dos: moderadas y radicales. Un sector del movimiento de mujeres se reunió con Lasso durante la campaña electoral. Hubo posturas y reacciones distintas respecto de esta decisión. Muchas no estuvimos de acuerdo y considerábamos que los contenidos de la carta firmada iban a mínimos. Otros sectores consideraron que esa misma carta era un documento de protección de lo que hemos ganado, para no verlo en riesgo en caso de que la victoria fuera de Lasso —hoy, con Moreno, lo vemos igualmente amenazado—. Esto hay que contarlo porque los desacuerdos se discutieron con respeto en los espacios que tenemos; porque aunque no participamos de esos diálogos, sabíamos que se estaban dando; porque son puntos de agenda que algunas feministas históricas han discutido por décadas sin ver avances reales y siguen pendientes. Aquí seguimos, reivindicando la autonomía del movimiento una vez que el escenario ha cambiado, igual que reivindicamos su pluralidad y sus desacuerHistorias de desobediencia 309 Fundamentalismo y misoginia,palabras largas dos, reconociendo procesos de los cuales las mujeres nos hemos beneficiado y a los que nos han convocado a sumarnos conforme pasan las décadas. Es hora de mirar y narrar el movimiento de mujeres y los movimientos sociales con mayor conciencia de su complejidad, sus debates no se pueden reducir a dos fórmulas de género. La división que hace la nota de Plan V entre moderadas y radicales no corresponde a la complejidad de las discusiones que sostuvieron los movimientos sociales durante el periodo pre-electoral. El periodista nombra a algunas mujeres como «moderadas»: «Algo que activistas como ellas tienen en común es que no son consideradas totalmente a favor de la despenalización del aborto», a diferencia de los «elemento radicales», dice la nota, que pertenecerían a la «tercera ola del feminismo». La división maniquea de las feministas entre «moderadas» y «elementos radicales» no da cuenta de las distintas posiciones en el interior del movimiento y fuera de él, ni siquiera se comprenden bien las supuestas olas en esa formulación. Tenemos que revisar nuestros lenguajes para poder dar cuenta de la complejidad de la conducta social y de procesos sociales como éste: el periodismo no se reduce a temas, es una exploración permanente que busca nombrar, decir algo más allá de las fórmulas a las que lo reduce cierta prensa. ¿Cómo dar cuenta desde el periodismo de la complejidad de los movimientos sociales sin reducirlos ni hacer de ellos una caricatura? Esa pregunta debe marcar la labor de escritura para poder producir textos éticos. El movimiento de mujeres se articula de múltiples formas con el capital, la tierra y el campo, la ciudad, el cuerpo, otros actores sociales y el derecho a elaborar en el discurHistorias de desobediencia 310 Fundamentalismo y misoginia,palabras largas so una postura que se inscriba en el colectivo de maneras más o menos tensas, pero siempre enunciadas en pos de lo que queremos. La nota mencionada no se agota en lo anecdótico: es una ocasión para pensar en lenguajes renovados, medios independientes y la manera en que el periodismo se aproxima hoy al mundo, desde qué conciencia, con qué preguntas y predisposición. Finalmente, es curioso que en la nota se afirme que aquí, en América Latina o en Ecuador, se cumple la línea histórica de la tercera ola del feminismo. ¿En qué manual? Es justamente la incomprensión de la historia de los feminismos lo que lleva a estas desorientaciones, o una resistencia a narrarlo de manera más atinada, quizás. ¿Cómo incorpora el periodismo el dato histórico con consistencia y cómo inscribe su narrativa en la cultura? Esta pregunta se transforma en deuda: hay una responsabilidad de conocer para registrar. Entre el 7 y el 9 de abril, el movimiento de mujeres sostuvo una reunión nacional. Asistieron 95 lideresas de cerca de 40 organizaciones de casi todo el país. La más joven vino del Movimiento Cantonal de Mujeres de Cayambe, vinculado a Luna Creciente. Se llama Ángela Coalchi Morales y tiene 13 años. Elizabeth Rivera, del proyecto Promotores de Derechos, trabaja con niños en voluntariados y escuelas de formación política en Cayambe. La conciencia y la lucidez de alguien tan joven como Ángela vienen de estos procesos, que no pueden ser maltratados por la prensa, ni la pública ni la independiente. Ángela nos dice que mañana seguiremos, que vienen ellas y que vienen con mucha fuerza. Y vamos a honrar sus aprendizajes defendiendo nuestras luchas y la manera en que éstas se nombran. Historias de desobediencia 311 Fundamentalismo y misoginia,palabras largas La retórica divisiva de la nota de Plan V deslegitima posturas y crea falsas fragmentaciones. No se trata de libertad de expresión, se trata de abordar con responsabilidad temas como este más allá de lecturas maniqueas. La libertad de expresión no lo aguanta todo ni puede ser el lugar común al que acudimos para crear deslegitimaciones o interpretaciones tendenciosas. Me pregunto ahora cómo se miran los medios respecto del feminismo y de la cobertura de problemáticas relacionadas con el género con toda la resistencia que genera hoy. ¿Qué narrativas elige construir la prensa cuando se ve ante temas que no le son fáciles o que no son populares? ¿Hasta dónde llega la solidaridad de género del periodismo cuando se ve interpelado y hasta dónde se definen como medios que quieren trabajar con conciencia de género? ¿Cuándo renunciamos al privilegio de la libertad de expresión ilimitada para replantearnos el trabajo periodístico desde la comprensión real, atenta de nuevas posturas, de formas de comprender el mundo que no se reducen a manuales? 20 05 2017, La Periódica Historias de desobediencia 312 Memoria colectiva p315 Contra la naturalización de la violencia p319 Leer como resistencia y una fosa bajo sus pies p322 Decir Restrepo p328 Fueron costureras. Con Estrella Soria p335 En el cuerpo de las mujeres no hay paz p347 Ecuador: hubo cuerpos que fueron carroña p355 A la memoria de Jean-Luc Nancy Memoria colectiva Contra la naturalización de la violencia El 18 y el 26, 2014 Iguala 26-S Julio César Mondragón tenía 22 años. Era estudiante de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa. Durante una noche siniestra y larga que no termina, a Julio César le sacaron los ojos mientras estaba vivo y le desollaron el rostro. Su esposa reconoció su cuerpo por los lunares que tenía en los pies. Julio César estudiaba para enseñar a leer, a mirar el mundo de otra manera. Y le sacaron los ojos. El poder le tiene miedo al que piensa. Ese miedo es tan hondo y está tan ahogado en ruinda y codicia que convierte al poderoso en un monstruo. El que tiene miedo a perder tierras, riqueza y poder puede llegar a desollar a un joven de 22 años. Los normalistas rurales desaparecidos pertenecen a sectores sociales en México que no entienden la educación sin la organización colectiva. En esa larga noche, salían en un bus a conmemorar la matanza de Tlatelolco, otra matanza de estudiantes que ahora, tristemente, les antecedía. El bus nunca llegó, y en ese viaje sin final se repetía la muerte: jóvenes, en situaciones precarias, por tanto, «narcoguerrilleros», término con el que se ha querido manchar su nombre. Para subsistir en Guerrero y en otros estados en donde funcionan las normales rurales, una educación coherente es indisociable de una conciencia política y de un espíritu de comunidad. Eso hacen los normalistas rurales desde los 1920: aprenden para enseñar, se organizan, saben que la educación es necesaria para articular la acción colectiva. Historias de desobediencia 315 Memoria colectiva En las normales rurales, aprender es sobrevivir, es literalmente salvarse de morir, que es salvarse de la miseria y del desamparo. En septiembre sucedió lo contrario. En un país que asesina a quien educa en solidaridad, se está más cerca de la muerte. A Julio César, que se estaba formando para alfabetizar, le sacaron los ojos. Esa es la ironía macabra de la descomposición social en México, pero que se extiende a todos lados en donde el poder le tiene miedo al que lee y por eso lo ciega. Quito 18-S Nueve días antes del secuestro y la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, en Quito, otros estudiantes eran apresados, maltratados e incomunicados por la policía ecuatoriana. Ese día tuvo lugar una de las manifestaciones más grandes e importantes de los últimos años en Ecuador, tras una convocatoria de las organizaciones de trabajadores y de diversos sectores sociales. Uno de los grupos más visibles fue el conformado por los estudiantes del Instituto Nacional Mejía, quienes continuaron sus protestas al día siguiente, el 18 se septiembre. Eloy Alfaro había decidido fundar una escuela para estudiantes normalistas a fin de promover la educación laica en Ecuador y separarla de la Iglesia. El Instituto Mejía iba a formar maestros que hicieran de la educación una vía de libertad y pensamiento autónomo. El Instituto Nacional Mejía ha resistido dictaduras, arremetidas militares, coerciones y dos cambios de siglo. Ha resistido sus propias contradicciones y su propia complejidad política. La protesta social de los estudiantes ha sido parte de la vida Historias de desobediencia 316 Memoria colectiva del colegio. Esto puede verse como obstinación, fervor juvenil o manipulación por parte de otros. También hay quienes lo ven como vandalismo, inmadurez o provocación. Muchos no se detienen a pensar que, en general, la organización estudiantil, junto con la energía de la juventud y una educación en proceso, no son vandalismo ni delincuencia, sino expresión potente de desacuerdo, valentía combinada con un grado de impulsividad, y que todo eso también es legítimo y, sobre todo, no puede ser castigado con cárcel, aunque fuera desacertado, excesivo, provocador. Esas descripciones jugaron para que los estudiantes permanecieran casi dos meses en prisión, tras denuncias de tortura. El viernes 7 fueron liberados los jóvenes que aún se hallaban privados de su libertad. Sus familias esperaban que se incorporaran el lunes a clases, tras la decisión, según informa la prensa, de que no habría más represalias. Esta semana, el rector del Mejía espera la decisión de las autoridades del Gobierno, los estudiantes no pueden reincorporarse, el rector presenta su renuncia, expresando desacuerdos con el Ministro de Educación, y le piden que reconsidere. Hasta el miércoles, los estudiantes no han logrado reincorporarse. Sus madres entran en huelga de hambre demandando que les dejen volver a clases. Un Ministro de Educación que no puede garantizar que la población se eduque tras haber sido reprimida por el mismo gobierno no está educando, está obedeciendo la obcecación del poder. Nadie les va a devolver estos dos meses a los jóvenes. No habrá restauración de su dignidad ni reparación moral. El 18-S y el 26-S se generan en dos contextos políticos y sociales totalmente distintos, el grado de violencia perpetrada contra los estudiantes de uno y otro lugar no se Historias de desobediencia 317 Memoria colectiva puede comparar, pero México nos devuelve una imagen que se torna menos improbable cuando miramos los rostros de los unos y de los otros jóvenes. Son estudiantes de familias trabajadoras, con economías precarias, desprotegidos, organizados, rebeldes. Ayotzinapa nos devuelve una imagen que no puede resultarnos ajena. Allí donde se atente contra la libre acción de los estudiantes en una sociedad, allí donde se les exija bajar la cabeza frente a la posibilidad de ser maltratados, explotados o de morir, allí no hay garantías, para ellos ni para nosotros. Ese nosotros rebasa la geografía y el contexto concreto. Ese nosotros es el que quisiera devolverle los ojos a Julio César. Pero ya no es posible. 13 11 2014 Historias de desobediencia 318 Memoria colectiva Leer como resistencia y una fosa bajo los pies ¿Cuál de todos los métodos de tortura practicarán en mi cuerpo cuando me lleven preso, antes de asesinarme o desaparecerme? ¿Utilizarán la tortura de la gota? ¿Me harán descargas eléctricas por todo mi cuerpo o pondrán una rata tapada con una cubeta metálica sobre mi abdomen para prenderle fuego por fuera después? ¿Me clavarán alfileres en las uñas para que les diga la verdad? ¿Cuál verdad si la he dicho durante nueve meses? ¿Me desollarán como a mi compañero Julio César Mondragón Fontes para infundirle terror al pueblo? Omar García Velásquez Sobreviviente de la represión de Iguala del 26 de septiembre de 2014 Noviembre de 2014 No se graduaron los 43 de Ayotzinapa este 18 de julio. Se graduó su clase. Ellos no llegaron porque los desaparecieron. Sus padres no estuvieron en la ceremonia. Ese vacío lacerante de los 43 se abrió como una herida infinita con la ausencia de sus madres y de sus padres, que no quisieron ir porque lo único que les queda es resistir por sus desaparecidos. No quisieron negociar con nadie ni congraciarse con ninguna autoridad. No prepararon la comida de graduación, no reunieron dinero para la fiesta. Nadie preparó discursos de fin de estudios, de madre orgullosa, de padre emocionado. Nadie vistió a sus hijos para que vieran graduarse a su papá jovencísimo, que era apenas un muchacho. No hubo planes ni lágrimas de alegría. No habrá besos ni abrazos que lleguen a los desaparecidos. No podemos alcanzarlos. Historias de desobediencia 319 Memoria colectiva Los 43 no se graduaron. Nunca van a ser maestros de primaria. No van a enseñar a nadie a leer ni a llegar a su casa por el camino menos peligroso, ni a lavarse las manos, ni a sumar ni a restar. Jamás tendrán ya sentados en su clase a niñas y niños pequeñitos con los ojos enormes, esperando su palabra, su esfuerzo, su ánimo para decirles que quizás sea posible vivir sin que la miseria y la muerte sean el único espejo que tenemos. En cada aula de cada escuela habrá un vacío, una ausencia inabarcable en donde debieron estar ellos, de pie, haciendo aquello que creían que nos puede salvar: enseñar a leer. Ya no habrá nadie en el aula que les diga a esas niñas brillantes y a esos niños atentos que la violencia no es destino. En la ceremonia de graduación, unos de los padrinos de la promoción 2011-2015, Juan Villoro, denuncia que quedan apenas 17 escuelas normales rurales de las 32 que había. Solo la resistencia las ha mantenido abiertas. Los 43, como lo hacen miles de jóvenes de las normales rurales, se preparaban para enseñar a leer y resistían a fin de mantener abiertas sus escuelas, sus mínimas condiciones. A uno de ellos, Julio César, le arrancaron los ojos mientras estaba vivo. Y con eso mostraron el miedo enorme que tienen a quienes leen, piensan y resisten. Abel, Abelardo, Adán, Alexander, Antonio, Benjamín, Bernardo, Carlos Iván, Carlos Lorenzo, César Manuel, Christian Alfonso, Christian Tomás, Cutberto, Dorian, Emiliano Alen, Everardo, Felipe, Giovanni, Israel, Israel Jacinto, Jesús Jovany, Jonás, Jorge, Jorge Aníbal, Jorge Antonio, Jorge Luis, José Ángel, José Ángel, José Eduardo, José Luis, Jhosivani, Julio César, Leonel, Luis Ángel, Luis Ángel, Magdaleno Rubén, Marcial, Marco Antonio, Martín Getsemany, Mauricio, Miguel Ángel, Miguel Ángel, Saúl. Historias de desobediencia 320 Memoria colectiva Ustedes no se graduaron porque los desaparecieron. Ayotzinapa, Tlatlaya, Apatzingán. Son 43. Son 93 mil, sólo en México. Cada uno de nosotros tiene una fosa bajo los pies. Estas resistencias nos convocan y nos incumben, se extienden desde su lugar hasta el nuestro. Donde haya represión, impunidad, censura, cárcel para los estudiantes y los disidentes, esa fosa se habrá extendido como una mancha. Los 43 estarán siempre allí para recordárnoslo, y estarán sus sobrevivientes, sus padres, quienes hubieran sido sus alumnos, quienes hubieran aprendido a leer con ellos en ese encuentro hoy imposible. Pero porque no pueden desaparecerlos a todos, los niños que se eduquen en las normales rurales de todas maneras serán alumnos de los 43, hijos de su resistencia y de su ausencia. 2015 07 21 Historias de desobediencia 321 Memoria colectiva Decir Restrepo ...porque la luz ha entrado meridiana en mi cuerpo de sombra hasta los huesos... J.C.A. «Las armas de la luz» El 8 de enero de 1988, la policía de Ecuador desapareció a los hermanos Santiago y Andrés Restrepo. Treinta años después, el caso Restrepo es una marca del tiempo de todo un país y un símbolo de la lucha por la justicia y reparación de las víctimas de los crímenes de Estado. Los hermanos Restrepo, sus padres y su hermana María Fernanda nos recordarán siempre que en Ecuador hay más de cuatro mil personas desaparecidas y un Estado que no tiene respuestas. Treinta años después, generaciones enteras deben reconocerse en un país que fue capaz de arrebatar violentamente de su hogar a dos jóvenes, como lo ha hecho con cientos más, amparado en la impunidad. En el almuerzo, el fin de semana, por las tardes. Mis papás hablan mucho de eso. Han desaparecido dos jóvenes. Son los hermanos Restrepo, Santiago y Andrés. Todos tenemos grabados hoy sus rostros, las gafas de sol de uno de ellos, la diferencia de estatura que imaginamos entre ambos al ver juntas sus siluetas en la imagen que ha recorrido décadas. Los conocemos porque han desaparecido y esos rostros son la imagen de la búsqueda que inicia su familia. En 1988 no sabíamos que su desaparición iba a ser una de las heridas más profundas de nuestra memoria. Es el 8 de enero de 1988: han desaparecido los hermanos Restrepo. Con el tiempo, sabremos que han desapareciHistorias de desobediencia 322 Memoria colectiva do a los hermanos Restrepo. La enorme diferencia de una preposición: apenas una vocal. Una mañana de ese año, estamos llegando de vuelta del colegio en el carro de mi mamá, un Chevette beige. Vivimos en la calle Diego de Almagro, en una casa que ya no existe, frente a la actual Plaza Argentina. El muro es bajo y la puerta del garaje, de reja blanca. Una mamá y sus tres hijas, de 9, 10 y 11 años, por volver a su casa como cualquier día. Mi mamá toma la Av. 6 de Diciembre, pasa la gasolinera que cruza con la calle Bélgica y empieza a disminuir la velocidad. Desde el carro, vemos a dos jóvenes contra el muro, de espaldas a la calle, el rostro hundido en el pecho y las manos por detrás, como si fueran a ser esposados. Eso es lo que yo recuerdo. Mi hermana Nancy, la menor de nosotras tres, tiene la memoria más nítida de ese momento y lo describe como si tuviera en sus manos una fotografía: mi mamá sube el carro a la rampa del garaje que está del lado de la vereda, decide apagarlo y no meterlo a la casa, tomaría demasiado tiempo. Nos deja allí y sale corriendo, urgida por su indignación: en la calle hay tres patrullas en fila, y afuera hay unos seis policías intimidando a los jóvenes. —¿Qué les están haciendo, qué pasa, por qué les detienen? ¿A quién quieren que llame, quieren entrar a mi casa a llamar por teléfono? Yo vivo aquí, ¿quieren llamar a sus papás? Aquí esperamos hasta que vengan. Cualquier cosa que necesiten, yo estoy aquí. Mi hermana Nancy recuerda la reacción firme de mi mamá. Los policías desisten de la detención y se van, no sin antes responder que es «una operación de rutina». «¿Y en una operación de rutina ustedes les ponen contra la pared de mi casa y con las manos atrás? ¿Qué les pasa?». Historias de desobediencia 323 Memoria colectiva Decir Restrepo se convirtió en parte de nuestra cotidianidad: los jóvenes habían desaparecido, era la policía, era Febres Cordero... sus padres se convirtieron en guardianes de su memoria, que era su posibilidad de justicia. Han pasado 30 años. No recordamos nítidamente la escena, es lo que hemos reconstruido. Pero aquí lo que yo no olvido: temer por mi mamá y por esos jóvenes, tenerle miedo a los policías y aprender a odiar todo lo que representan. No es un juicio de valor, es apenas una constatación de lo que hace el terror: sembrar el miedo en el cuerpo, y también la indignación. Las tareas antisubversivas del SIC-10, los asesinatos de hombres y mujeres acusados de subversivos, los calabozos, los torturadores de Santiago y Andrés, los torturadores de los Alfaro Vive Carajo, los que mutilaron a Consuelo Benavides, los que violaron a hombres y mujeres dentro de las prisiones, los que asesinaron con la mayor impunidad a dirigentes sociales en la Costa, los que desaparecieron a campesinos, todo se viene a la mente como un cuadro del infierno cuando pensamos en el febrescorderismo. Pero fue aquí, en este país que ha llegado a justificar la tortura, el asesinato y la violación «porque los guerrilleros», «porque los marihuaneros», «porque los roqueros», «porque son colombianos», «porque el país». En esa breve escena en nuestro muro se desplegaban un orden, un Estado y una disposición general: quebrantar la vida. En mi familia recordamos distintos detalles pero la sensación es la misma. La escena que vimos esa mañana era el terror, pero aún no lo sabíamos. En esa escena, el terror se mostraba en su impudicia por medio de esas piezas de su máquina más pequeñas pero nada insigniHistorias de desobediencia 324 Memoria colectiva ficantes que eran los policías. Apenas había sido necesario poner un marco para legitimar ciertas acciones que, de darse con la frecuencia suficiente, instaurarían el miedo y, en ese miedo, una forma de gobierno calculada en función de su capacidad para vulnerar legalmente la vida humana. Los hermanos Restrepo no eran los AVC, es verdad. Sin embargo, en el perímetro tan artificial que se traza en torno a la violencia que hemos vivido, mucha gente considera víctimas solo a los primeros, y criminales a los segundos. En esa distinción, terminamos justificando acciones semejantes que los asesinaron a todos. Tanto Santiago y Andrés como los AVC fueron sometidos a formas similares de tortura dentro de la misma institución en el mismo país. Estos 30 años nos debían haber llevado a considerar que una víctima de tortura es una víctima de tortura, que puede verse tragada por la violencia legal o puede salvarse de ella como un joven cercado contra un muro. Así de azarosa y calculadora a la vez es la violencia de Estado, y aún así pensamos que podemos discernir quiénes son las víctimas más «legítimas» de tortura y desaparición forzada. Muchos padres y madres de la generación de Luz Elena Arismendi y Pedro Restrepo —los padres de los hermanos Restrepo— temían que sus hijos fueran vistos como subversivos y fueran desaparecidos. En las ciudades, escenas de patrullas, escuadrones, controles. Mi hermana Verónica recuerda otro momento. Es de noche y parece que salimos a comprar comida. Mi papá ve una patrulla y a dos policías con intención de llevarse detenidos a dos jóvenes. Esto lo recuerda mejor mi hermana que mi papá, quizá porque ella observaba mientras él actuaba. «¿Adónde les lleva? Déjeles, no les Historias de desobediencia 325 Memoria colectiva voy a dejar que les desaparezcan». Estas acciones de mi mamá y de mi papá no son heroicas ni merecen una medalla: mi mamá las recuerda como una psicosis, como vivir un trauma todo el tiempo, me dice. Estaban desapareciendo a los hijos de alguien. Si en una sola familia, la mía, hay dos recuerdos del terror de esos años, ¿qué diría nuestra memoria colectiva, qué pasaría si juntáramos esos fragmentos de muchas personas, de muchas madres y padres con terror de que desaparecieran a sus hijos? Unidos esos fragmentos, veríamos un orden que urgía desmontar con todas nuestras fuerzas porque nos podía llegar su golpe. Veríamos también que es un orden que nos sigue mostrando su vigor. Y en el campo, y en sectores más vulnerables, muchas veces ni siquiera la posibilidad de interpelar, porque el miedo y la pobreza juntos le dan aún más poder al Estado. Y en todos lados, historias anónimas, sin defensa ni testigo. Dónde estarán esas historias que aún no se cuentan, dónde esas muertes que debemos volver a nombrar como asesinatos, dónde esos cuerpos que no han vuelto a sus deudos, dónde la justicia. Y en qué silencios, en qué espíritu de cuerpo reposarán, impunes y confiadas, las manos que torturaron a Santiago y a Andrés, y las manos que hicieron crujir el cuerpo de Arturo Jarrín, de Ricardo Merino, de Consuelo Benavides. Sabemos, eso sí, que esas manos tiemblan, que enfermaron de culpa, y esperamos que ese temblor no las abandone, porque en ese temblor van el cuerpo que tocaron, la sangre que humedeció sus yemas y el aliento tibio de quienes velan por su memoria. El documental Con mi corazón en Yambo —de María Fernanda Restrepo Arismendi, la hermana menor, que tenía 10 años cuando se llevaron a los dos muchachos— fue la posibilidad de volver a recordar en nuestras familias, de Historias de desobediencia 326 Memoria colectiva volver a narrar. No olvido la función a la que fui con mi mamá y mi hermana Nancy. Cuando se encendió la luz de la sala, se iluminaron las memorias familiares, los «yo estaba aquí o allá cuando sucedió», «yo los conocía». Decir Restrepo era decir la Historia, reescribirla para recuperar las historias de los vulnerados de este país, muchos de los cuales han tenido y tienen origen extranjero, que no es decir que son extranjeros. Teníamos los ojos aguados, retornaba un trauma colectivo que jamás fue elaborado, no hubo Historia reparada. Mi generación creció viendo a Luz Elena y a Pedro de pie, cada miércoles, sumando, resistiendo, haciendo de ese dolor inenarrable una fuerza colectiva. Su familia entera hoy es un símbolo que no ha podido socavar ninguna coyuntura política, porque el tiempo de la memoria es infinito. Nada de esto les va a devolver a Santiago y Andrés, pero que sepan que nos dieron las armas más secretas: la de la persistencia de la memoria, la de la resistencia sin fin, la del amor más allá de la muerte y la valentía infinita de seguir viviendo cuando sabían que sus hijos habían corrido con la más oscura de las suertes. Y quizás un día todo eso nos permita pensar que el terror no nos habrá vencido, que quizá podamos vencer nosotros, con las armas de la luz. 2018 01 08, La Barra Espaciadora Historias de desobediencia 327 Memoria colectiva Fueron costureras El 14 de octubre se celebra el día de la costurera. El mes pasado, la poeta costurera de Tijuana Judith Satín lo recordaba en su cuenta de Facebook, en los homenajes fugaces que nos permite el espacio digital. Es suyo el poemario impreso y cosido en corduroy, denim y papel Trazo pasado. Allí escribe: Urdirse la historia. Ofrendar el tendón expuesto a los dioses hijos las rodillas que después de treinta años de maquila no sostienen por completo el cuerpo... Los grupos costureros son históricos en los procesos organizativos de las mujeres. Es obrero y textil el origen del 8 de Marzo. Ya fuera el incendio en la fábrica Cotton de Nueva York en 1908, hoy visto como hecho de origen, o el incendio de la Triangle Shirtwaist Company en 1911, en donde murieron sobre todo mujeres migrantes, el 8 de marzo nació en los cuerpos abrasados de costureras. Esos vientos de denuncia dispersaron sus cenizas hasta nosotras. Son trabajadoras textileras también las que contribuyen para encender las huelgas rusas de 1917. Eran trabajadoras de la pizca de algodón las mujeres de Ciudad Juárez. La delgada fibra que pasa por los dedos de las mujeres y sus ojos afinados cubrió esos cuerpos como una mortaja hecha antes de tiempo. En ese punto de partida de la cadena textil también hay cadáveres. Por supuesto, los desastres naturales y los feminicidios no son lo mismo. Sin embargo, desastres como terremotos que suceden en donde hay irresponsabilidad inmobiliaria y condiciones espaciales precarizadas, no son solo desastres naturales, Historias de desobediencia 328 Memoria colectiva son catástrofes agravadas por la pobreza y por la enorme desigualdad en la distribución del espacio en las ciudades. El terremoto de México del 19 de septiembre sucedió a poco de terminado un simulacro general: se conmemoraban 32 años del sismo de 1985. A las 13:14 iniciaron los largos segundos que no se han detenido. Entre los tres terremotos de septiembre en el país, suman cerca de 500 personas fallecidas. Esta cifra, sin embargo, es aproximativa. Irregularidades, cuerpos retirados muy pronto y preguntas que el gobierno mexicano no ha respondido hacen este número inexacto. El edificio de fábricas conocido como predio de Chimalpopoca, en la Colonia Obrera de Ciudad de México, es uno de los lugares en donde se limpiaron los escombros rápidamente. Este predio había sido boletinado en 1985, pero seguía en uso. La sociedad civil, organizada sin el Estado, y los medios digitales reportaron en redes sociales que en el predio pasaba algo. Como lo narró Marcela Turati en Proceso, allí funcionaban una marca de ropa, una empresa de seguridad para autos, una importadora de juguetes: «fotografías anteriores al derrumbe dejan ver también cómo a sus enclenques pilares, que décadas atrás causaban angustia a los oficinistas, se les fueron sumando nuevos pisos en el techo: unas macizas antenas de radiocomunicación y un aparatoso sistema de aire acondicionado que fue el que precisamente después del temblor bloqueó los rescates». En Haití, el terremoto de 2010 dejó 316 mil víctimas, uno de los más mortíferos que conozcamos. En un país ya azotado por la violencia política y económica, esta tragedia lo sepultaba. La presencia de cascos azules dejó Historias de desobediencia 329 Memoria colectiva a hombres y mujeres violados. Johnny Jean, joven de 18 años, probó su violación por parte de cuatro cascos azules uruguayos. A esto siguió una epidemia de cólera que mató a otras 10 mil personas. Ecuador, que sufrió un grave terremoto en 2016, es un país de destino de la población haitiana. También en Ecuador el desastre llamado natural fue una catástrofe agravada por la pobreza y por la violencia: las provincias de Manabí y Esmeraldas se vieron destruidas, los albergues siguen en pie y la subida de dos puntos al impuesto al valor agregado, que debía destinarse al terremoto, no se transparentó nunca. El entonces presidente Rafael Correa amenazó con prisión a quien se rebelara ante el hambre. Pronto se reportó abuso sexual en los albergues: la pérdida de la privacidad, el hacinamiento, los itinerarios inseguros a las baterías sanitarias dejaban expuestas a niños, niñas y mujeres. Hoy, siguen igual de expuestas. Esto terremotos están atravesados por la desigualdad: en todos ellos, la pobreza que ya existía se vio agudizada hasta lo inenarrable. Ante esto, insiste la pregunta de qué es un Estado y para qué sirve cuando países como Haití han colapsado y su reconstrucción desaparece como posibilidad. Los Estados retroceden hasta dejar morir. En distintas escalas también, la sociedad civil organizada reemplaza al Estado. El impresionante trabajo que se hizo desde el medio independiente Horizontal y el hashtag #Verificado19S lo demuestran, igual que miles de picos, cascos y palas conseguidos para que los vivos pudieran hallar a los muertos. En Ecuador, fueron costureras las mujeres que en Tulcán, ciudad fronteriza de Historias de desobediencia 330 Memoria colectiva Ecuador, se dedicaron a elaborar botines de protección para los perros rescatadores de Manabí y Esmeraldas, especie heroica y fundamental en los terremotos. En México, un grupo autoconvocado como brigada feminista se ocupó del predio de Chimalpopoca. En él, la importadora de juguetes ABCToys «exigía a sus empleadas cumplir con un plazo de trabajo de dos años o pagar 20 mil pesos para recuperar sus papeles y viajar a Taiwán con sus familias», como lo narró Samuel Cortés Hamdan en Animal Político. Además, la empresa tenía retenido el pasaporte de las trabajadoras. También en 1985 había fallecido en el sismo de México un grupo de costureras explotadas: el trabajo textil, lo sabemos por la realidad Inditex, las maquilas instaladas en todo el globo, sigue siendo una forma de trabajo esclavo. El edificio del grupo costurero de 1985 y el predio de Chimalpopoca quedan a cinco cuadras uno del otro. Fernando ha perdido a su mamá y a su hermana, ambas trabajaban como costureras en Chimalpopoca. Durante la actividad del 13 de octubre, nos permite escuchar su testimonio: «Perdí a dos familiares. Perdí a mi mamá y a mi hermana. Hemos resuelto las cuestiones funerarias, pudimos localizar a mi mamá y a mi hermana relativamente rápido. Las rescatamos la noche del 19 al 20. No tuve que esperar días y días como mucha gente. Mi mamá se llamaba María Teresa Lira Infante y mi hermana, María Elena Sánchez Lira. Las autoridades nunca me buscaron, yo tuve Historias de desobediencia 331 Memoria colectiva que buscar caminos para llegar a ellos y para vigilar la situación. Son gente razonable, aunque no hemos podido resolver porque no hay información del patrón. He tenido que hacer tareas de investigador, es absurdo pero así es, las cosas se olvidan si no lo hacemos así. ¿Qué hacía este edificio en funciones ahora? A través de lo que he podido averiguar, el edificio ya había sido boletinado en 1985, tenía 7 pisos y le quitaron 3 por el nivel de peligrosidad que representaba. Pueden ver ustedes algunas varillas sobresaliendo de lo que quedó y pueden ver que son muy delgadas, de media pulgada, y eso es para casas, no para edificios de estas dimensiones. ¿Qué hacía una antena de telefonía celular en la azotea? Gente que sabe de eso calcula que pesaba como 10 toneladas. ¿Quién dio los permisos?» «Yo estoy roto. Nunca había estado en una situación así. Me he volcado a tratar de averiguar y he sacado datos importantes, pero no sé si hay seguimiento, no me han informado nada. Se siente uno desvalido, no sé ni cómo llamarlo. Yo quiero saber. Las cosas de mi mamá están perdidas. Cuando vine al otro día del terremoto todo estaba increíblemente limpio. Nadie me ha sabido decir adónde se llevaron esas cosas. Parece que no es importante, pero todo es importante. Las cosas se las llevaron el ejército y la policía judicial. Recorrí oficinas y nadie tiene ni una idea. Con todo el dolor que traigo, aquí estoy.» Aquí está Fernando, recuperando a sus muertas haciendo del duelo una forma de organización con una fuerza colosal. La noche del encuentro de la brigada feminista y la sociedad civil con las víctimas, la gente se ve ante un fuerte marcaje de policía. El Estado vigila porque estos encuen- Historias de desobediencia 332 Memoria colectiva tros abren espacio a testimonios como el de Fernando y como este que sigue, de un ex militar: «A gente que estaba capacitada no se le dejó entrar. Pasaron 32 años, y siguieron en su necedad de saber que no pueden, pero ahí están. Yo fui militar, lo digo con conocimiento de causa. El ejército no es rescatista, tiene otras misiones pero no es especialista en rescate. De 1985 hay personas que siguen sufriendo». Son notables los casos donde la corrupción y el tráfico de influencias borran huellas o antecedentes que permitirían hacer cumplir la responsabilidad administrativa, legal e histórica por la cesión de permisos para construir o remodelar sobre predios irregulares o riesgosos, permitir el tráfico y superexplotación de las personas, entre otros. Las personas organizadas, sus familias y amistades asumen la labor de aportar con el mayor número posible de pruebas para que, en el mejor de los casos, los juzgados las inserten en un expediente. Los terremotos hoy no solo develan la pobreza, sino que provocan despojo como consecuencia de la inoperancia del Estado. Aquí un comunicado del Colectivo Geografía Crítica de Ecuador tras el terremoto en la costa del país, que sirve para leer los terremotos de nuestros países: «sostenemos que los factores que aumentan la vulnerabilidad de determinadas poblaciones a un fenómeno natural están asociados a factores estructurales como la pobreza, la injusticia, la inequidad (...) Los procesos de empobrecimiento y despojo derivados del modelo de desarrollo capitalista intensifican la vulnerabilidad de la población frente a las amenazas y aumentan la intensidad de los desastres. Es decir, son factores sociales los que transforman un fenómeno natural en un desastre Historias de desobediencia 333 Memoria colectiva socioambiental. (...) El terremoto es un gran proceso de desterritorialización de la vida: pérdidas humanas, barrios que se han venido abajo, comunidades en las que la normalidad tardará en volver». En memoria de las víctimas de la pobreza, que aparecen, aún más desnudas, a cada sacudida de la tierra. Escrito con Estrella Soria desde Ciudad de México 19 11 2017, Diario El Tiempo Argentino Historias de desobediencia 334 Memoria colectiva En el cuerpo de las mujeres no hay paz «Toma a tu sirvienta cuando quieras, es tu derecho». Este es un grafiti del antiguo Imperio Romano. En otro, en un burdel en Pompeya, puede leerse: «¡Que arda el amor en las montañas solitarias para quien viole a mi mujer!». En un callejón, aparece la escritura de una mujer: «Atimetus me preñó» (1). El grafiti es la práctica de apropiación histórica del espacio de la ciudad y de la resignificación constante de dicha apropiación. En la antigua Roma, por ejemplo, daba cuenta de una sociedad misógina, pero también permitía ver que algunas mujeres esclavizadas sabían escribir y dejaban marcados hitos de su vida a modo de denuncia o registro. La escritura es un derecho adquirido y ampliado a diversos grupos humanos que ha tomado miles de años, y es, al mismo tiempo, el ingreso al mundo de la ley. La escritura en prisión o vigilada —como en cárceles o escuelas—, la escritura prohibida a las mujeres —Inés de la Cruz, símbolo de la obediencia-desobediencia que cuesta la vida—, nos permiten comprender el mundo a través de la relación específica entre sujeto, ley y escritura cuando hay algo que decir que nos ha sido negado. El grafiti contemporáneo suele ser una práctica de desobediencia que parte del derecho a la libertad fundamental a expresarse. Crea comunidades de sentido aunque sea fugaz en tanto es palabra colectiva, como lo define Véronique Plesch. El grafiti expresa «la lucha desigual que se establece entre las reglas impuestas por un sistema social y la expansión natural, creativa y emocional del individuo», ha escrito Fernando Figueroa Saavedra. Hay una Historias de desobediencia 335 Memoria colectiva vitalidad en él capaz de convocar por medio de un sentido compartido, de signos y estéticas. Por ejemplo, el grafiti feminista «Ni una menos» es resultado de largas luchas sociales, condensa miles de historias en tres palabras, y es la respuesta colectiva a un orden de vida que ha denigrado la existencia de las mujeres. El grafiti no siempre ha sido sancionado por la ley penal. Su carácter lícito o ilícito es difícil de probar pues ha variado con los siglos, y no siempre ha sido marginal respecto del espacio que ocupa: ha estado en iglesias y cárceles, en callejones y grandes muros. Tampoco hay una perspectiva histórica que pruebe que la punición es la única relación posible con el grafiti. Por el contrario, los estudios al respecto observan que las leyes de prohibición, regulación o castigo a lo largo de las últimas décadas han sido vacilantes o infructuosas. Hoy parece que la única relación establecida entre grafiti y sociedad fuera vandalismo-castigo, pero el pasado tiene huellas resistentes. Si quienes se apresuran a exigir castigo para quienes escriben en paredes supieran, por ejemplo, que los muros de las iglesias en siglos anteriores se tomaban para mensajes de agradecimiento, consagración o amor profano, y que no se borraban, pensarían dos veces. Miremos hoy, por ejemplo, las paredes escritas de la iglesia de San Francisco, en Quito. Hay mensajes de amistad, agradecimiento, hay números de teléfono que se dejan para el encuentro. ¿Qué pensamos del patrimonio cuando miramos esto? ¿Por qué seleccionamos unas prácticas escriturarias como delitos y otras no? ¿En qué nos alivia clamar por cárcel para quienes escriben algo que oprime? A lo largo de la Historia las paredes han sustituido o acompañado la prensa, la hoja volante, el grito colectivo, han sido Historias de desobediencia 336 Memoria colectiva espacios de desfogue social. El registro del pasado y su resonancia en el presente cambian nuestra idea de la vida, los muros realmente hablan. Cuando una pared dice «Toma a tu sirvienta», una dimensión de la Historia está hablando a través de ella. Siglos más tarde, cuando otra pared responde «Ni la tierra ni las mujeres somos territorios de conquista», alguien ha recurrido al mismo gesto con una fuerza totalmente distinta. Un grafiti se considera histórico y el otro se considera vandalismo. Pero entre ambos hay un diálogo y ambos son palimpsestos, es decir, en ambos hay acumulación de capas de la Historia, capas hechas de textos y de cuerpos. El grafiti, como escribe Véronique Plesch (2), es la toma de posesión de un lugar para afirmar algo. Entre Roma y las ciudades latinoamericanas de hoy, se resignifica desde la praxis feminista multitudinaria el gesto de escribir sobre la pared en donde antes escribieron violadores o esclavistas. En donde decía «violen a mi mujer y gocen», hoy dice «Hermana, yo sí te creo». Por eso, la lengua que hablan las paredes altera «la narrativa pretendidamente invencible de los poderes, interrumpe el monólogo de los poderes propietarios», como ha escrito Rossana Reguillo (3). La palabra pública muestra mundos posibles donde el poder quiere borrarlos con pintura blanca. Esto, que no es una apología simple del grafiti, es apenas la constatación de que algo existe y se está expresando de este modo. Es la toma pública de la palabra de las mujeres en «territorios de insurrección», como los llama Reguillo, a los que nos aproximamos quienes nos hemos dejado afectar por esa palabra. En ese sentido, como han escrito historiadoras del arte, cientistas sociales, restauradoras, el grafiti del presente es un patrimonio, un bien común que está registrando hoy las demandas de un mundo con mañana, aunque en dicho mundo asesinen a las mujeres cada diez horas. Historias de desobediencia 337 Memoria colectiva Este ejercicio de libertad de expresión y del derecho a disentir tienen fuertes reacciones punitivistas. «Donde no hay norma hay caos», dice el Derecho. El miedo al desorden público, como lo llaman, es en gran parte una respuesta basada en la ignorancia: falta de exposición a prácticas y discusiones, repetición de lugares comunes, prejuicios o desconocimiento del campo cultural. A la visión técnica del Derecho, la desobediencia política responde que si el Estado —o la sociedad, valga decir— es tirano, tengo derecho de negarle mi lealtad, retirarme y mantenerme al margen, porque ese Estado no recurrirá a mi conciencia moral ni a mi inteligencia para convencerme, sino que usará simple fuerza física. Estas son palabras de Thoreau, reconocido autor de Del deber de la desobediencia civil. El apego a la norma responde también a un estado social de pánico. En 1972, Stanley Cohen publicó un volumen que tituló Demonios populares y pánico moral. Su trabajo abordaba desde los estudios culturales las prácticas de algunas contraculturas juveniles, sobre todo los rockers. Los «demonios populares» eran jóvenes desobedientes, y lo que provocaban como reacción era pánico. Lo mismo pasa hoy en nuestros contextos con ciertas visualidades, posturas estéticas, activismos, etc. «Cuando la reacción oficial de una persona, un grupo de personas, una serie de acontecimientos no guarda absolutamente ninguna proporción con la amenaza real existente, cuando los expertos, bajo la forma de jefes de policía, el poder judicial, los políticos y editores, perciben la amenaza en términos casi idénticos (...) podemos hablar de pánico moral», escribe Cohen. En el caso del grafiti, el pánico moral no permite detenerse sobre lo que gritan las paredes y ve una amenaza desmedida —¡Oh, Humanidad!— en la Historias de desobediencia 338 Memoria colectiva pinta en la pared y no en lo que esa pinta denuncia. Una sociedad en pánico no es capaz de pensar. Ante el feminicidio y la cultura de la violación, que degrada nuestra humanidad por medio de la violencia selectiva contra nuestros cuerpos, la sociedad en pánico ve una amenaza desmedida en la denuncia social y no en la degradación. «Se responde a un delito con otro delito», responde el punitivista. Se equipara así el feminicidio con el grafiti: se criminaliza la acción de desobediencia elevándola a un delito, y se relativiza la acción de violencia bajándola a un delito. Se ubican así ambas acciones en el mismo plano y en el mismo rango: entre asesinar a una mujer y escribir un grafiti se sella una relación en donde ambas son judicializables dentro de una proporción aproximada entre sí. Esta falsa simetría, establecida para criminalizar lo primero y relativizar lo segundo, se justifica en el peligro de que la sociedad se vea «hundida en el caos». Pero es el orden que administra nuestras vidas el que las ha desprotegido. Es un régimen político que se llama patriarcado. El problema es ese orden, no el desorden Al contrario de lo que piensa el punitivista en pánico, que halla calma en marcos jurídico-técnicos, es la desobediencia lo que ha dotado de fundamentos a su propio cuerpo de leyes. Ejemplo: acto histórico de intervención en paredes de la ciudad de Quito: la noche del 21 de octubre de 1794, un grupo de letrados en quienes muchos hombres doctos de hoy sitúan a sus antepasados intelectuales —Mariano Villalobos, Juan Pío Montúfar— sale a colgar banderas rojas. La frase: «Seamos libres. Consigamos felicidad y gloria». Esa acción con grafitis en Historias de desobediencia 339 Memoria colectiva tela se atribuyó sin pruebas a Eugenio Espejo, ilustrado fundamental en la Historia de Ecuador. En todo caso, fueron reconocidos autores y hombres públicos quienes abogaron por la libertad por medio de un acto de desobediencia. Sus acciones consolidaron un movimiento que luego llevaría al proceso independentista ecuatoriano y a la fundación de una República cuyo cuerpo de leyes hoy ignora los fundamentos de dicha desobediencia y la ampliación, lenta y con enormes deudas, del concepto de «ciudadanía». Hoy, ningún letrado despreciaría el legado de Espejo, pero lo seleccionamos a conveniencia para no dar cuenta de nuestras contradicciones. El punitivista suele volverse pacifista para oponer unas luchas a otras sin ver sus horizontes comunes: «Gandhi hizo una revolución sin violencia». Empezando por el hecho de que la protesta social no es violencia, aunque sea agitadora, cabe atender a lugares comunes que pasan por argumentos. Kasturba Gandhi, esposa del líder mundial, compartió prisión con este en el palacio del Aga Khan, donde enfermó de neumonía. Su hijo Devadas insistió en que su madre tomara penicilina. Mahatma Gandhi se opuso, pues «estaba en manos de dios». Kasturba murió por falta de tratamiento. Más tarde, al enfermar de malaria, Gandhi sí aceptó antibióticos y salvó su vida. Kasturba podía morir, él no. Por otro lado, tomó sus estrategias de resistencia pasiva de las sufraguistas. Si queremos entender el presente necesitamos nuevos universos de referencia o, por lo menos, analizar los que tenemos. Cuando Gandhi descubrió a las sufraguistas, incorporó sus luchas a la «fuerza de la verdad», como llamaba su resistencia, que incluía la creencia en la desobediencia civil y que, por cierto, asumía las consecuencias jurídicas de sus actos, como rezan los manifiestos. Entendamos que el pacifismo no promueve Historias de desobediencia 340 Memoria colectiva una pasividad plana y dejemos de reducirlo a un lugar común. Gandhi tuvo terribles contradicciones y fue responsable de violencias como la de dejar morir a Kasturba. ¿Vamos a seguir citando un pacifismo chato y borrando a Kasturba cuando hablamos de luchas feministas? Lo que más me sigue sorprendiendo del pacifismo instrumentalizado como moneda gastada cuando se lo quiere hacer pasar por argumento, es que se demanda paz social, cultural y política, como si los grafitis de las paredes fueran capaces de derribarla. Si son tan frágiles la paz y el «orden» a los que llaman los punitivistas, los medios conservadores y la interpretación limitada y paranoica del Derecho, tan frágiles que pueden caerse con un grafiti, seguro hay un problema más grave. Me sorprende también que se demande paz: en el cuerpo de las mujeres no hay paz. A nuestros cuerpos no ha llegado la paz de la que hablan. Estos son apenas dos ejemplos de los lugares comunes a los que me vi enfrentada en un debate entre un abogado penalista de posición conservadora y un periodista fuertemente inclinado hacia la punición respecto del grafiti como protesta social. A ninguno de los dos le escuché citar contenidos de los grafitis que condenaban. No escuché preguntas sobre lo que las paredes dicen, de hecho, se afirmaban sobre lugares comunes —pacifismo, Gandhi, nazismo— sin elaboración. No registré en la discusión argumentos sobre Kasturba Gandhi ni las sufraguistas al hablar de pacifismo. Tampoco localicé en su reflexión sobre la ley y la protesta argumentos que historizaran el problema. ¿Hay alguna relación entre ley y protesta social que no se resuelva en la punición? Los lugares comunes con que pensamos nos conducen a otros lugares comunes que no permiten abordar la denHistorias de desobediencia 341 Memoria colectiva sidad de la realidad. A la lucha social por la dignidad la acompaña la lucha intelectual, encarnada en el reconocimiento de la existencia concreta y compleja del otro, no en su reducción a clichés. La respuesta a la violencia feminicida, a la cultura de la violación, no puede ser técnica, ni los discursos del poder pueden simplificarla, porque al borrarla, se borran de las paredes las frases que la denuncian. ¿Por qué no queremos leer las pintas? «Si no nos dejan hablar tenemos las paredes para que griten por nosotras», escribía Alejandra Ramírez desde el movimiento feminista ecuatoriano como reacción a estas posiciones, reivindicando la palabra colectiva de las pintas. Aquí hay un discurso que trabaja para fortalecer la punición y una creciente intervención penal en la vida hasta que la única comprensión que podamos tener de la vida sea penal hasta que hayamos naturalizado que todo acto vital o desobediente es criminal, y que por tanto merece castigo. México: cuando los grafitis son leídos como denuncia y no como delito El acto de leer entraña un riesgo. Comparezco ante una idea que me exige examinar un sentido del mundo. La lucha feminista ha construido en este mismo año una relación entre protesta social, grafiti y «vandalismo» que se ha sustraído de la lógica de la punición. En los casos que estoy por mencionar, el feminismo ha logrado des-criminalizar la práctica del grafiti, es decir, legitimarlo como forma de denuncia, poner en primer plano sus mensajes y en segundo plano el carácter lícito o ilícito el canal que eligen: la pared. Durante la huelga mundial feminista del 8 de Marzo de 2020, paredes de la Universidad de Guadalajara aparecieron con grafitis. El día 9, las autoridaHistorias de desobediencia 342 Memoria colectiva des de la universidad comunican oficialmente que «las consignas que mujeres plasmaron en muros y pisos del edificio de Rectoría General y el Museo de las Artes durante la marcha de este domingo no serán borradas hasta completar la debida documentación de las mismas. Esto con el fin de conocer y atender cada una de las denuncias e ideas de las manifestantes. Esta casa de estudios escuchará cada palabra consignada en las paredes y pisos de sus espacios. Respetará la libre expresión de sus manifestantes (...)». Aquí, un gesto de desobediencia que, en su repetición, logra cambiar el sentido con que son interpretados los hechos. La acción que surge de los principios cambia las relaciones, escribía Thoreau. Hoy, lo sabemos, esos cambios en las relaciones entre las cosas, sus sentidos y el mundo produce nuevos paisajes de lo posible. El grafiti, sea vandalismo o no, se convierte en documento de denuncia, incluso con valor institucional. Por su parte, la Universidad Iberoamericana, de Ciudad de México, vio uno de sus muros llenarse de denuncias con la acción 8M «Cuelga a tu abusador». El comunicado de la institución dice: «En la Ibero se respeta la libertad de expresión. Nuestras alumnas, académicas y trabajadoras son libres en manifestarse y en generar acciones que visibilicen la violencia de género. Entendemos que la denuncia pública, tanto en espacios físicos como digitales, es una forma de manifestar la impotencia ante la falta de credibilidad que se muestra ante las víctimas, la desconfianza, la revictimización o la impunidad», y se llama a las mujeres que denunciaron a presentar una denuncia formal para abrir investigaciones, al tiempo que se llama a una mesa institucional de género, con expertas del campo. En ambos casos, el grafiti es puesto en valor como bien común, denuncia y documento. En Defenderse. Una filosoHistorias de desobediencia 343 Memoria colectiva fía de la violencia, la filósofa Elsa Dorlin habla de modos de esclavizar una vida cuando se le impide ejercer su propia defensa. Un esclavo es quien se ve despojado del derecho de preservarse a sí mismo, dice Dorlin. El acto de emancipación, por tanto, consiste en apropiarse de medios de defensa de la propia vida, y aparece la función de la desobediencia. Hay que preservar la vida propia cuando nadie más la cuida para construir una forma de justicia en un orden de dominio. Esto, marca Dorlin, se da del modo más concreto, desde el cuerpo. Las feministas, los pacifistas de base, las grafiteras enmascaradas, ponen el cuerpo en la acción de emancipación. Me pregunto dónde queda el cuerpo del punitivista en esa escena. Frente a esto, el argumento de la propiedad privada y el grafiti también se tambalea. Se tutela un derecho, dice el punitivista: defender la propiedad. Se confunde propiedad con patrimonio, primero, y se confunde patrimonio con falsificación, segundo. En este artículo imprescindible de LatFem de Ana Masiello, restauradora argentina, quedan muy claros algunos puntos. 1) Restaurar no es blanquear, pues eso supone una falsificación. No se puede pintar a diestra y siniestra sobre grafiti, ni restaurar para que algo quede «como nuevo». Aquí esta bella pregunta sobre la Historia y el tiempo: «¿por qué no le ponemos los brazos a la Venus de Milo?». 2) Llamar vandalismo al grafiti. Dice Masiello: «Estas enunciaciones descontextualizan el momento que se produce la pintada y no ponen en valor los procesos políticos y sociales que existieron para que un grupo de personas se organice ante un reclamo», es decir, se despoja a todo patrimonio de los contextos en que convive con el presente. Por otro lado, la gentrificación, el derribo de casas patrimoniales, el ensanchamiento de calles, también pueden Historias de desobediencia 344 Memoria colectiva ser vistos como vandálicos, dice Masiello, en tanto destruyen lo que estaba en su lugar antes. ¿Por qué nadie se alarma ante esto? No hay criterios consistentes, sino prejuicio contra las pintas porque los mensajes que llevan nos obligan a vernos como sociedad: una sociedad que viola y mata. 3) La tarea de quienes restauran no se reduce a una técnica de borrado. «Decidir qué borrar y qué conservar es una decisión que afecta directamente al relato que se construirá alrededor» de un hecho, por tanto, es política, dice Masiello, y no solo técnica. Aparte están los problemas, como continúa, de elección de materiales, destrucción de capas históricas de inmuebles, en nombre de un blanqueamiento que daña el patrimonio. Esta comprensión de patrimonio y restauración debe ser tomada en cuenta para tener discusiones reales y no reducir sus elementos a propiedad/patrimonio-borradura. Todo esto tiene que ver con los profundos sentidos políticos del arte, de la producción simbólica del presente para comprender el mundo en que vivimos. Está el ejemplo del escultor Javier Marín, autor de una escultura de Francisco Madero en Ciudad de México que fue grafiteada el 8M de este año. Marín celebró las pintas y explicó el criterio de colocación de la escultura, que no tiene pedestal para coincidir con las protestas y marchas con ellas. Las intervenciones en la obra, dijo Marín, son ahora parte de la obra. La vida de las mujeres, a través de quienes se mira el estado de nuestras sociedades, merece más que lugares comunes. Su defensa merece impugnar la ley, construir movimientos destituyentes de las instituciones que no han sabido preservar la vida, tomar públicamente la palabra hasta que dejen de meter nuestros miembros en bolsas, cortar nuestros labios vaginales con tijeras, segar Historias de desobediencia 345 Memoria colectiva nuestra respiración. En el mundo, las grafiteras enmascaradas han hecho una concesión: dejaremos de pintar las paredes cuando dejen de violarnos y de asesinarnos. ¿Podemos darles una fecha aproximada? Notas (1). Pueden mirarse en los proyectos sobre grafitti antiguo www.pompeiana.org, de Brian Harvey; The Ancient Graffiti Project, de Rebecca R. Benefiel, y se enmarcan en los amplios estudios que ha hecho Mary Beard, estudiosa feminista de la época clásica, por ejemplo, en The Fires of Vesuvius: Pompeii Lost and Found. (2). Véronique Plesch, «Espace et temps, individu et communauté. Le graffiti comme parole collective», https://bit.ly/3b4s3Hp. Todo el trabajo de Plesch sobre grafiti, cuerpo, tatuaje y arte se puede consul tar en https://colby.academia.edu/VeroniquePlesch. (3). Rossana Reguillo. Paisajes insurrectos. Jóvenes, redes y revueltas en el otoño civilizatorio. Guadalajara, NED, 2071. 16 04 2020, Revista Amazonas, transnacional Historias de desobediencia 346 Memoria colectiva Ecuador: hubo cuerpos que fueron carroña Quito. Imágenes como esta dieron la vuelta al mundo. Rendida por el dolor, una mujer espera afuera del hospital. Arrima su cansancio contra un ataúd de cartón colocado de pie en la acera. Escasean los de madera. Estarán por avisarle desde adentro sobre la muerte de su ser querido. No habrá despedida, ni podrá poner su mano sobre la mano que parte. Así fue despojada la ciudad de Guayaquil de sus rituales funerarios al estallar la emergencia sanitaria por covid-19 en marzo de 2020. A febrero de 2021, quince personas mueren infectadas por el virus cada día en esa ciudad. Guayaquil es un puerto de tres millones y medio de habitantes. La socialidad tiene lugar en la calle y en meses como estos la temperatura llega a 36 grados centígrados. Son factores olvidados por su alcaldía a la hora de contener el contagio. Hay por lo menos cincuenta mil personas que realizan actividades de comercio informal, sin empleo pleno, con ingresos generados por jornada, que deben salir a vender su mercancía para vivir, y su situación habitacional es muy precaria. La migración interna del último siglo, nacida de la bonanza cacaotera y convertida en comercio informal a su caída, se asentó en zonas hoy tugurizadas y en grandes extensiones de la ciudad que conforman el suburbio. Las casas se subdividen, se alquilan por habitación o se levantan en pocas horas sobre terrenos pantanosos sin relleno apropiado. A pesar del desarrollo desigual de la ciudad, se ordenó lo mismo para todo el mundo, sin adecuaciones barriales, aislamientos comunitarios ni garantías de bienes básicos. Historias de desobediencia 347 Memoria colectiva La declaración de la emergencia sanitaria hallaba a Guayaquil con un sistema de salud desfinanciado y conviviendo con el dengue, otra enfermedad viral que por sus síntomas empezó a confundirse con covid-19. Hay que imaginar en este cuadro los desvanecimientos súbitos de personas fulminadas por el virus mientras hacían cola en centros de salud desprovistos de personal e insumos; los fallecimientos cubiertos por techos de eternit o zinc, donde el calor aceleraba la descomposición de los cuerpos; la desesperación de tener que sacar los cadáveres a la vereda y darles adioses mínimos. Hubo cuerpos que fueron carroña y otros fueron despedidos en el río. En abril, la provincia de Guayas acumulaba el 69,3% de casos del país. El 6 de abril, en Guayaquil se enterraba a 502 personas, once veces más de lo normal. Ante el dolor, la exposición al virus y la pobreza desnudada, la alcaldesa Cynthia Viteri respondió con despliegues de elementos policiales y el gobierno militarizó la ciudad. Se optó por reprimir y encerrar a una población que hace su vida en la calle y que vive hacinada. Como en todo el mundo, la orden de confinamiento reveló su inviabilidad en su despliegue: la población hacinada, migrante, sin techo, no podía «quedarse en casa». El proyecto de datos Ecuacovid demostró en una infografía del 17 de abril que había más de 14.000 fallecidos en exceso solo en ese mes, mientras el gobierno decía que eran apenas 421, y 193 en Guayas. En el resto del país, la emergencia afectaba de distintos modos. Miles de personas de Venezuela quedaron varadas en las fronteras sin protección. El Covid-19 fue ocasión para criminalizar más la movilidad humana, al punto de que Nicolás Maduro llamó «bioterroristas» a quienes intentaban volver a su propio país. Hoy, las carreteras de la Historias de desobediencia 348 Memoria colectiva región están pobladas de caminantes que van en varias direcciones para proteger su vida, ya amenazada. También hubo miles de personas varadas fuera de Ecuador quienes, al cierre de fronteras, no pudieron tomar sus vuelos de vuelta. De forma inaudita, el gobierno nacional prohibió su entrada al tiempo que organizó un caótico ingreso a cuentagotas. Quienes aterrizaban en Ecuador debían aceptar hoteles asignados por el gobierno que costaban hasta cien dólares por noche y eran vigilados por la policía. Fuera de Ecuador, la población ecuatoriana quedó desamparada. En julio, el canciller José Valencia renunció «con la satisfacción del deber cumplido» (esta denuncia puede seguirse en el hashtag #DerechoAVolver). La corrupción fue otro factor que condenó a muerte a la población ecuatoriana. Hubo irregularidades en la compra de mascarillas y hasta se negoció con bolsas de cadáveres. En julio, fueron despedidas 222 personas del hospital Maldonado Carbo de Guayaquil, entre enfermeras y personal de cuidados intensivos. Hubo personal de salud atendiendo sin bioseguridad en prisiones y hospitales al que despidieron tras meses en primera línea. Al tiempo que se desfinanciaba la salud, se financiaba la seguridad. Este enero, el gobierno nacional compró 8 mil 424 armas a la Policía Nacional para «mantener la paz social». El criterio es claro: hacer de la seguridad la operación principal del Estado y sustituir con ella la protección a la salud. Así puede usarse el confinamiento, si bien necesario, como una medida de control. El criterio único del Estado es la coacción, lo cual hace imposible sostener el aislamiento a lo largo del tiempo. El teletrabajo, por su parte, tiene efectos similares a los que vive el mundo entero: la jornada de trabajo, cuidados y Historias de desobediencia 349 Memoria colectiva descanso es una sola, sin separación de espacios y en horario continuo. Al ser las mujeres quienes sostienen la vida en pandemia con el trabajo no remunerado de cuidados, sus jornadas se vuelven extenuantes. Tanto la violencia machista como la precarización de la vida se agudizaron en la cuarentena, así que miles de mujeres quedaron atrapadas en casa con sus agresores. Sobre el trabajo, Gabriela Montalvo, economista feminista, dice: «el trabajo es para hombres y mujeres como siempre ha sido el trabajo doméstico de ellas, de 24 horas de disponibilidad y desvalorizado». A pesar de que se generan costos en casa al trabajar —mejor plan de internet, electricidad, compra de dispositivos, uso general de la vivienda— y de que trabajamos todo el tiempo, parece que no trabajáramos. A la vez, la vida precarizada ha llevado a mucha gente a generar trabajos en casa: hacer comida para vender, cuidar gente, confeccionar mascarillas, y esto no entra en ninguna contabilidad, explica Gabriela: «La economía se ha parado, dicen los gobiernos, pero la economía no está parada, nuestra actividad no para, pero nuestro trabajo se desvaloriza hoy aún más, por hacerse en el espacio doméstico». En las antípodas de los criterios neoliberales del gobierno, de la feminización del trabajo y del desprecio por la vida, se halla esta reflexión de Ignacio Maglio desde la bioética y los derechos humanos: «La justicia es una medida de salud restaurativa, que permite nivelar capacidades… En estrategias sanitarias de cuarentenas horizontales prolongadas, la justicia restaurativa debe primar en aquellos barrios y comunidades donde el confinamiento es una quimera. La inversión orientada a posibilitar aislamientos en condiciones de dignidad es una estrategia racional de mitigación epidémica». Afor- Historias de desobediencia 350 Memoria colectiva tunadamente, en Ecuador, no solo existen la corrupción nacional ni gobiernos locales securitistas. En zonas rurales donde la organización comunitaria se construye al margen del Estado, la respuesta fue muy distinta. Desde el inicio de la emergencia, las organizaciones de mujeres del pueblo Kayambi, por ejemplo, coordinaron con campesinos para producir canastas solidarias, intercambiar productos y abastecer a familias empobrecidas. El comercio agrícola sostuvo a miles de personas y la producción de la Sierra viajó a la Costa desafiando el regionalismo y el racismo, que ya se habían expresado en el levantamiento indígena de octubre de 2019. Los saberes ancestrales obraron como lazo comunitario para fortalecer el sistema inmunológico de poblaciones diezmadas, y si bien no eliminan el virus, sí mitigaron sus efectos. Gracias al trabajo de periodistas que no pararon en la pandemia, supimos que la población de Lloa, parroquia rural del Distrito Metropolitano de Quito, cerró su entrada tras abastecerse, estableció un control de ingreso, hizo aislamiento comunitario y se protegió así del contagio. Experiencias como estas dan cuenta de las posibilidades de autonomía de comunidades organizadas que, además, no esperan nada del Estado. Colectivos feministas de Quito, como Mujeres de Frente, vieron criminalizada a una de sus compañeras, obligada con sus hijos a comer comida cruda por la policía municipal, porque había salido a pedir ayuda a la calle. Para combatir esa brutalidad, renovaron estrategias de sostenimiento de la vida: organizaron un curso de promotoras de salud y crearon un taller de costura que hoy dota de ingresos a mujeres que no pueden vivir de la venta ambulante. En los barrios se organizaron brigadas para llevar canastas de alimentos a migrantes, personas de la tercera Historias de desobediencia 351 Memoria colectiva edad y grupos vulnerados. La sociedad civil prendía velas en sus balcones y creaba ritos virtuales de duelo para devolverle a los deudos la dignidad que el gobierno les quitaba aduciendo que no había determinaciones sociales que destruyeron a unos más que a otros. Aplicaciones como la ex Glovo pusieron al servicio de los sectores medios los cuerpos, las motos y la salud de miles de repartidorxs. Bajaron los pagos por carrera, no les procuraron bioseguridad ni regularon los tiempos de entrega para evitar accidentes de tránsito. Las ciudades se veían vacías pero pobladas de motos con logos de apps. Ante la situación de riesgo que corrían grupos migrantes, esas mismas colectividades de riders se organizaron para repartir comida en las calles. La mayoría de personas en reparto son de Venezuela, así que la solidaridad se activó también en ese contexto, al tiempo que participaron del paro global para denunciar a las aplicaciones por explotación laboral. Fueron uno de los colectivos visibles todo el tiempo. Como dice Yuly Ramírez, repartidora y defensora de los derechos laborales del gremio, este también es un trabajo de primera línea, pero no cuenta con la protección del Estado. Hoy, en febrero de 2021, el gobierno ecuatoriano da la cifra oficial de 15.394 muertes por covid-19 desde el inicio de esta pandemia, pero hay un exceso de 44.105 muertes que nadie ha explicado. La del Estado, como siempre, es una no-cifra, porque oculta y reduce la gravedad del Çdesastre sanitario, igual que hacen con la no-cifra de feminicidios y desapariciones. Por ahora, no hay un plan de vacunación consistente. La declaración más reciente de Moreno es del 23 de febrero: Historias de desobediencia 352 Memoria colectiva «Se nos rompió un poco el plan», al tiempo que, ante su plan «roto», ha autorizado a municipios y entidades privadas a adquirir vacunas. El 7 de febrero, tuvieron lugar elecciones presidenciales y legislativas. Los movimientos sociales, sectores del movimiento indígena, feminismos, ecologismos, muestran enorme hartazgo por la vieja división correísmoanticorreísmo. Ni el proyecto correísta representado por Andrés Arauz ni el proyecto de derechas del banquero Guillermo Lasso han logrado responder con solvencia a la angustia por la salud, la violencia social, la urgencia de despenalizar el aborto, la migración, el empleo ni al saqueo extractivista iniciado por Rafael Correa y continuado por Moreno que ha expoliado a la Amazonía y otras regiones. Ante eso, Yaku Pérez aparecía como una tercera fuerza que generó motivación en sectores progresistas, a pesar de que no representa al movimiento indígena. El horizonte electoral se ve en estos momentos como el único horizonte posible de construcción política, y esa es una gran parte del problema. No valoramos procesos autónomos como el de Lloa o del pueblo Kayambi como una posibilidad real para sostener la vida. A estas alturas, debemos saber que no será el Estado quien lo haga. Al cierre de este texto, el país se está sobrecogido por la tortura y el asesinato de 79 personas privadas de libertad en tres prisiones de Ecuador, en Guayas, Cotopaxi y Azuay. Ha sido una pugna por poder entre organizaciones criminales. Hubo motosierras, desmembramientos y alarma ante el desgobierno en el país; se cierne allí la sombra del narcoestado que aún nos cuesta ver. Cuando Cristina Rivera Garza hablaba de un Estado sin entrañas al referirse a México, también venía en esa imagen un anuncio Historias de desobediencia 353 Memoria colectiva de este tiempo sombrío para Ecuador, en donde las luchas sociales resisten contra un Estado que ha producido muerte por desamparo y por su inmensurable grado de corrupción. Esto cambia sin duda el signo del eslogan turístico que usa el gobierno para ocultar el país inviable que aparece ante nuestros ojos: This is Ecuador. 27 02 2021, Confabulario-Diario El Universal, México Historias de desobediencia 354 Memoria colectiva A la muerte de Jean-Luc Nancy Conocí a Jean-Luc Nancy en 2013 gracias a Mónica Alarcón, una filósofa ecuatoriano-alemana que lo llamó a dar una videoconferencia en Quito. Por su corazón, JeanLuc no podía cruzar el Atlántico, nos dijo (El intruso es el ensayo bellísimo de su transplante). El simposio que organizamos en la USFQ se llamaba Cuerpos y corporalidades. Entre muchas cosas, él fue un filósofo del cuerpo y de la comunidad, y tuvimos la suerte de que dijera que sí. En ese simposio también tuvimos a Gayle Salomon, una colega que llegó a Quito por sugerencia de Judith Butler y que leyó uno de los textos más conmovedores que yo recuerde sobre la fenomenología del caminar y la homofobia: Passing Period. Yo había pensado en la piel y en las superficies, impugnando la idea de que es sólo en “la profundidad” donde radican las verdades más irrefutables. Le pedí a Jean-Luc si podía pensar en la piel y aceptó con una generosidad asombrosa. Escribió Piel esencial, el ensayo que traduje para esa videoconferencia y que pusimos en sobretítulos mientras él hablaba. Era pasar las páginas de una partitura para un pianista, un honor. El intérprete del foro ese día era un filósofo afrancesado que llegó borracho y trabado, así que tuve que tomar esa tarea sin preparación —yo pensaba que todo era un caos, Jean-Luc divisó los tatuajes de Gayle desde Skype, ella necesitaba traducción al inglés, luego él usaba palabras en alemán…—. Todo ese esfuerzo improvisado fue desHistorias de desobediencia 355 Memoria colectiva comunal, pero él estaba contento y dijo que sería bueno seguir pensando la piel. Esa propuesta generosa se convirtió en el libro colectivo Dar piel, una versión editada de Piel esencial, seguida de una entrevista larga que le hicimos entre cuatro colegas. En esa época, usamos Skype, grabadoras, llamadas…estábamos en Manta, Loja y Quito. Me correspondió traducir todo del inglés y del francés y establecer el texto del libro. Con ese texto y gracias a una beca del Centro Nacional del Libro de Francia, tuve fondos, visa y tiempo para irme a trabajar con Jean-Luc y cerrar el texto definitivo para el volumen. Antes de viajar, mi mamá me acompañó a comprarle un sombrero de paja toquilla que escogimos con mucho esmero. Mi amigo Diego Falconí, que está loco, me recogió de Arles (mi estancia era en el Centro Internacional de Traducción Literaria, el querido CITL, un ex hospital psiquiátrico donde estuvo Van Gogh y región donde pintó los puentes, la noche estrellada...) desde Barcelona, alquilamos un carro y manejamos como 15 horas del Sur al Norte de Francia, a Île de Ré. Dormimos en un barquito que habíamos alquilado y nos alistamos para visitar a Jean-Luc junto a Hélène, filósofa y su hermosa compañera, y a dos de sus amigos. Llegamos, intercambiamos abrazos, comimos. Le di el sombrero. ¡Le quedó pequeño! Hélène lo puso al vapor para abrirlo un poco, le metió una tijerita, y creo que hasta ahí llegó el regalo que habíamos pensado para él. Luego del fiasco de la paja toquilla, todos se fueron a pasear y tuve un día entero para preguntarle, repreguntar, dudar, editar, reescribir. Así cerré Dar piel. A las tres semanas de eso, y como etapa final de viaje — sin becas no podemos ni soñar en procesos así—, asistí a una escuela filosófica de verano de la Universidad de Historias de desobediencia 356 Memoria colectiva Palermo que se llamó La partition des sexes. El punto de encuentro era una plaza en la ciudad. Jean-Luc llegó con un traje claro de lino, un gran sombrero y un bastón. Bajó de un enorme automóvil negro como un personaje del cine clásico, nos saludó y me regaló un caramelo que tenía por ahí para marcar nuestro reencuentro, me dijo. Era una de esas mentas de restaurante. Ojalá aún la tuviera. Jean-Luc iba a impartir el seminario por tres días en la campiña siciliana. Lo acompañaba la cineasta Claire Denis, su amiga, y tenían siempre conversaciones muy voladas. De nuevo fue un regalo de la vida la apertura de Jean-Luc para hablar con todo el mundo entre el sol y las libélulas. Jamás habría imaginado un encuentro con tanto afecto, y mucho menos que luego intercambiaríamos mensajes por whatsapp porque le impresionaban los Andes y los terremotos, y porque teníamos que terminar el libro. El lunes de su muerte pensé en él y en que le debía un correo desde 2019, porque queríamos ampliar Dar piel. Pasaron demasiadas cosas y no retomé la comunicación a tiempo. Pero el lunes, antes de saber que había muerto, me senté a escribirle porque se me vino a la mente. Debe ser que dio una vuelta al mundo para despedirse de sus libros, sus ideas y sus amigos. La última vez que le escribí fue para saber cómo estaba en la pandemia. «Bien confiné!» Fue todo. Ahora lo dejo como homenaje a ese encuentro hermoso, con tanto afecto de por medio. Aquí abajo va Dar piel, su ensayo, seguido de nuestra conversación. Jean-Luc Nancy. Dar piel. Download En tu memoria, querido e inesperado Jean-Luc. Post en Facebook. 25 de agosto de 2021 Historias de desobediencia 357 Este libro se terminó de preparar en mayo de 2022, desde Vozeto studio, en Quito, Ecuador. En algún momento, tendrá una edición impresa, luego de que se haya pirateado libremente. El conocimiento es poder.