Historias de desobediencia
Cristina Burneo Salazar
Recopilación de crónicas-ensayos
2013-2021
Acompañado de
Derivas de desobediencia
Proyecto sonoro de Muégano Teatro
Historias de desobediencia
Recopilación de crónicas-ensayos (2013-2021)
Cristina Burneo Salazar
2022
Coautoras:
Con Estrella Soria: “Fueron costureras”
Con Soledad Álvarez Velasco y Amarela Varela: “Vivas, libres,
desendeudadas y transitando nos queremos”
Derivas de desobediencia
Muégano Teatro
Proyecto sonoro a partir de Historias de desobediencia
2022
Ilustraciones realizadas para las series de este libro a partir
del trabajo fotográfico y los archivos de:
En “La palabra, manifiesto”: Verónica Potes, marcha feminista,
Ecuador; Cristina Mancero, 8M 2020, Vivian Rodríguez
En “Niñez, esa chispa”: Ruth Montenegro. Plataforma Justicia
para Valentina Cossíos Montenegro
En “A favor del aborto”: Verónica Potes, protesta social
feminista, Ecuador
En “La vida en movimiento”: Josep Vecino, caminantes de
Venezuela en ruta; “Migrantas”, Verónica Zapata. 8M 2022
En “Amazónicas”: Diana Amores Moreno, luchadoras
antimineras de Tsuntsuim
En “Fundamentalismo y misoginia, palabras largas”: Cristina
Burneo Salazar, mural para Marielle Franco, Rio Branco, Brasil
En “Memoria colectiva”: Verónica Potes, protesta social del
movimiento indígena, Ecuador
En “Digo tu nombre”: Ophelia, pintura de John Everett Millais, 1852
Imagen de portada: a partir de una fotografía de Verónica Potes
Diseño editorial: María Laura Vera, Vozeto
Trabajo de ilustración: María Dolores Aguirre, Vozeto
Primera selección y corrección de estilo: Jean Racines
Edición: Andrés Cadena, Caracola
Impresión y difusión: Recodo Press
A partir de procesos sociales, historias personales y trabajo
compartido con centenas de personas, colectivos, organizaciones
sociales, investigadorxs y medios que hicieron posible cada una
de las páginas que conforman este volumen.
Agradecemos citar este material con los debidos reconocimientos
a todas las personas que aquí aparecen. Se permite su reproducción
total o parcial, su distribución, su comunicación pública, siempre
que no sea con fines comerciales y que se reconozcan sus autorías.
p04
• Introducción
p08
• La palabra, manifiesto
p49
• Digo tu nombre
p94
• Niñez, esa chispa
p150
• A favor del aborto
p176
• La vida en movimiento
p255
• Amazónicas
p289
• Fundamentalismo y misoginia,
palabras largas
p313
• Memoria colectiva
Introducción
Cuando se nos niega una historia, se apaga una luz.
Lo que te estoy pidiendo es que estudies la oscuridad.
anne carson bot, @carsonbot
Esta es una compilación de textos escritos y publicados
entre 2013 y 2021 en distintos medios. El más antiguo de
ellos se titula “Palabra” y apareció en Diario Hoy, en la
última época de su edición impresa. Fue allí donde me
inicié como columnista por Diego Araujo, uno de sus
editores y quien había sido mi profesor en la universidad.
En 1998, mi primer trabajo en el mundo editorial fue también allí, como correctora de estilo.
En 2013, quince años después de iniciarme en Hoy como
correctora en el turno de los fines de semana mientras
era estudiante de Comunicación y Literatura, fueron mis
alumnas quienes me dieron la palabra. Estábamos por empezar el seminario de tesis. Habían asesinado a una amiga
suya. Era Karina del Pozo. Todo se detuvo y cayó. Ante ese
hecho, se transformaban el aula, la escritura, todos nuestros encuentros. Mientras organizábamos acciones en la
universidad para acompañar y comprender el feminicidio
de Karina, entendí que lo que escribiera en adelante vendría de esa palabra que ellas tomaban y que me permitían
compartir. En el foro que armamos, un estudiante gritó
desde el fondo del auditorio: “Ella se lo buscó.” Vi que esa
Historias de desobediencia
4
Introducción
palabra iba a estar siempre en disputa o bajo sospecha.
Pero vi también una determinación, sus preguntas ardiendo y su inconformidad. Intuitivamente, fui siguiendo el
dictado de los miles de mujeres que hablan hoy para que
nadie repita esa frase. Espero que ahora esas estudiantes sepan cómo me marcó su fuerza, entonces adolorida.
Entendí que jamás escribimos solas. Escribimos junto a
las que se han ido; con las que se levantan en duelo todos
los días; cerca de les estudiantes con quienes pensamos
a diario; al lado de gente que ha debido dejar su hogar;
con comunidades que ven la vida irse en el expolio. Escribimos derrotas, conquistas y sobrevivencias. Escuchar
cambia nuestra posición en el mundo, y esto no es una
hipérbole. Las mujeres que me permitieron escuchar sus
historias. Aquellas con las que nos juntamos a hablar hasta el cansancio para comprender. Muchas mujeres que no
saben escribir. Muchas escritoras. Mujeres con historias
terribles que aun así se convierten en fuerza. Mujeres con
una claridad que ilumina el mundo entero. Muchas que
caminan a tientas en su oscuridad. Aunque no siempre
escriba sobre mujeres, siempre están las mujeres.
Este trabajo de recoger y ordenar es un gesto de gratitud
y devolución a las personas que me han permitido escuchar para escribir. Son muchísimas. Los procesos de los
feminismos; las resistencias antiextractivistas; la docencia comprometida; la defensa del cuerpo y la tierra; la
fuerza de quienes migran y se desplazan por el mundo
de tantas maneras; los activismos de la discapacidad; el
brillo en la mirada de les estudiantes; las madres de mujeres asesinadas; quienes escriben contra viento y marea
o registran el mundo de tantos modos; las amigas, los
amigos, les amigues, nos permiten pensar que esto que
vivimos puede ser transformado. A la vez, nos demandan
Historias de desobediencia
5
Introducción
narrar lo mejor posible, no conformarnos con el sentido
común ni renunciar a las preguntas que hacen arder.
Varios medios independientes y periódicos publicaron mi trabajo en estos años. Además de
Diario Hoy, pude colaborar con El Telégrafo, Tiempo Argentino, El Universal, Pie de Página
y Revista Común, de México, al igual que en la revista Letras Libres. Los medios independientes batallan todos los días por los otros relatos, aquellos que
el gobierno de los medios de comunicación intenta
neutralizar. Agradezco el trabajo de La Barra Espaciadora, donde colaboré por algún tiempo; los medios feministas La Periódica y la transnacional Revista Amazonas; Dialoguemos EC; Correio da Cidadania, de Sao Paulo,
que tradujo mi trabajo al portugués, y a Lundimatin,
diario de las izquierdas radicales de Francia, que lo hizo
al francés. Cada texto lleva la fecha y el lugar donde se
publicó. Los textos que no llevan un pie con el nombre
del medio fueron publicados en Plan V, medio en el
cual fui censurada en 2017 sin explicaciones. Con esa
excepción, va mi reconocimiento a los esfuerzos de todos estos proyectos editoriales por permanecer en
línea. Aparecen también crónicas que he elaborado
para el colectivo-medio al que pertenezco, Corredores
migratorios. Mi agradecimiento amoroso a mis compañeres de Corredores, especialmente a Isa y a Josep, que
se aventuraron a co-fundar este proceso en 2018, y a
todes quienes nos han sostenido con su llegada, su conocimiento y su convicción por la justicia migrante.
Para empezar y terminar este trabajo intervinieron
muchas manos. Pilar Aranda me hizo pensar que estos
textos podían leerse reunidos y, en mi mente, yo los escuchaba con su voz. Gracias a ella y a mi querido amigo
Historias de desobediencia
6
Introducción
Santiago Roldós, esta compilación junto con el trabajo
sonoro de Muégano conforma ahora un coro de muchas
voces. Su afecto es un regalo de vida. Jean Racines, con
su ojo preciso, hizo hace años una primera recolección de
los textos, y por suerte descartó muchos. La edición final
de los materiales la hizo Andrés Cadena, de La Caracola,
a quien le agradezco profundamente haber ordenado el
caos y propuesto las secciones del volumen. María Laura
Vera auspició el diseño de este libro con entusiasmo y
generosidad. Desarrollamos el proyecto sin fondos, pero
no sin cuerpo, y por eso quiero agradecer el tiempo y el
trabajo de todes puesto aquí. Aun en condiciones adversas, quienes participan trabajaron con un compromiso
de afecto para que esto exista. Gracias por aportar con
sus manos, y por creer que la escritura puede llamar a
la justicia. Y gracias a Josep, por persistir con sabiduría
en el amor.
El título de esta compilación, Historias de desobediencia,
viene de un texto que le dediqué a mi mamá, Nancy.
La perdí una mañana, a las 8:01am, en 2019. Si muchas
de las personas en quienes pienso en este momento no
hubieran estado, me habría sido imposible soldar mis
huesos. Hermanar los duelos permite escribir para mirar
de frente al abismo. Gracias siempre.
Cristina
Quito, mayo de 2022
Historias de desobediencia
7
La palabra, manifiesto
p10
Palabra
p12
Olas de otros mares
y del mismo mar
p17
Las mariposas y los días
p20
Las derrotas de las damas
son conquistas colectivas
p28
Caminamos, retrocedemos,
caminamos
p32
Somos polvo de estrellas
p34
8M
p36
Vivas
p42
Señores y señores
p47
Historia de la desobediencia
La palabra, manifiesto
Palabra
Una mujer. Una mujer sale de su casa. Sola. Por la noche.
«¿Quieren ver cómo se mata a una prostituta?», preguntó Geovanny Piña una de esas noches, cuando él y otros
hombres violentaron y asesinaron a Karina del Pozo. Es la
frase que citan los diarios en sus noticias del 6 de marzo.
En El Universo, la frase no lleva signos de interrogación.
Quieren ver cómo se mata a una prostituta. ¿Quieren ver
cómo viste? ¿Quieren ver cómo la juzgan otras mujeres?
¿Quieren ver cómo se pasa de tragos y se va con cualquiera? ¿Quieren ver cómo se mata a una prostituta? Entonces
vean el spot de la campaña «Reacciona Ecuador», de la
Secretaría Nacional de Comunicación. Eso sí, véanlo en
vínculos no oficiales, porque la protesta social ha logrado
que lo restrinjan en los medios. Pero el daño está hecho.
La historia está contada: la mujer es culpable de ser agredida porque ejerce su derecho de libre movilidad, de libre
acción, de libre expresión de su sexualidad.
Spot: Mujer sola de fiesta. «Lluvia de ideas» en Producción. Locación: bar. Personaje: mujer joven. Vestuario: rojo,
corto. ¡Acción! Te emborrachas, te exhibes, te tambaleas.
Pasa el auto y te subes. Moraleja: eres culpable. Porque te
fuiste con cualquiera. Porque saliste de noche. Sola. Porque eres mujer.
Los responsables del spot deciden ignorar uno de nuestros mandatos contemporáneos fundamentales: «No sólo
me enseñes a cuidarme a mí. Enseña a los hombres a no
violar». Pero el director, desde su sillita, decide perpetuar
y justificar los crímenes de odio contra las mujeres.
Historias de desobediencia
10
La palabra, manifiesto
Eres culpable hasta probar lo contrario. En los interrogatorios del asesinato de Karina del Pozo, a una de sus
amigas, a quien escuché directamente, le preguntaron
si era «pre-pago». ¿Son prostitutas? Son mujeres. Son
culpables. Así lo confirma este spot. Se tejen, en una simultaneidad perversa, el discurso mediático oficial, que
culpabiliza a la víctima; el sistema legal, que la juzga por
ser mujer; y la reconstrucción mediática del asesinato
de Karina, que sucedía al mismo tiempo que se pasaba
el spot, mientras los «interrogadores» elaboraban sus
preguntas, ansiosos de saber si las testigos eran trabajadoras sexuales.
¿Y si lo eran, qué? ¿La palabra de la mujer tiene menor
valor? El sistema legal lo confirma. El discurso oficial
lo apoya.
Nosotras, un nosotras y nosotros cada vez mayor, como
el que se ha volcado a las redes sociales en protesta, no
quiere ver cómo se mata a una mujer.
Sabe que es un crimen de odio que debe ser juzgado
como tal. No acepta que se culpe a la mujer agredida.
No acepta que se reste valor a su palabra. No acepta
que se desacredite su derecho a expresarse. Y recupera
su memoria y su palabra para que otras puedan salir
de su casa. Ser mujeres.
2013 03 17, Diario Hoy
Historias de desobediencia
11
La palabra, manifiesto
Olas de otros mares
y del mismo mar
¿Cómo llegamos al feminismo? Nos pregunta Soy la Zoila.
Son procesos que vienen del ansia. No nací feminista. No
crecí feminista y, sin duda, vivo en un mundo que no favorece esas transformaciones. Pero hay inconformidades
que van generando una in-quietud. Siempre es un camino
abierto por otras en cuyos paraderos se abrió una escucha
mutua, una pregunta, un gesto. «La lengua que hablan
las mujeres cuando nadie las escucha para corregirlas»,
escribe Hélène Cixous. Añado: para corregir lo que nos
ha sido heredado y que no queremos más. Ninguna de
nosotras quiere que la maten, que la violen ni que la denigren por ser mujer. De ahí partimos: nuestra revuelta es
seguir vivas. A partir de ella, cada una de nosotras halla
sus propias asonadas interiores. Los feminismos deconstruyen y reconstruyen todo el tiempo.
Es mi mamá diciéndoles a sus tres hijas desde muy pequeñas que tenían que ser autónomas y «no cocinar para nadie», la forma que encontró su afecto para transmitirnos
su rebeldía, que halló terrenos más arduos que el nuestro
y argucias más valientes, por ser más precarias. El impulso dado por las mujeres a otras muchas veces no se halla
elaborado en el discurso, puede ser secreto y hasta clandestino, pero se vuelve feminista ante mis ojos la decisión
de escalar los muros cotidianos que se alzan colosales
ante nuestras estaturas. Han sido anónimas las gestas de
las mujeres, desesperadas y a menudo invisibles. El feminismo las nombra para darle un registro a esos actos no
historizados, esa es nuestra historia y serán nuestros archivos del futuro: testimonios, historias familiares, lo que
nos atrevimos a contar. En la historia de mis ancestras, yo
encontré todas las violencias y muchas revueltas.
Historias de desobediencia
12
La palabra, manifiesto
El inicio del viaje es también el recuerdo de que en la escuela nos separan en costura y carpintería en la clase de
trabajos manuales. La infancia. Más tarde, es constatar
que los privilegios de clase abren abismos y que el reino se
llama patriarcado. Es el fundamental malestar de la adolescencia que comparto con una tribu donde tenemos 17
años. Descubrimos la izquierda, leemos, nos escribimos
cosas. Una pequeña tribu, ordinaria pero decisiva. Más
tarde, fue ir de la izquierda a la voluntad de interpelarla
desde el feminismo sin renunciar a sus fundamentos, y de
allí a seguir construyendo la vida con nosotras mismas y
con los otros descubriendo que había una lengua que les
hablaba a las mujeres. El feminismo nos da las palabras
para nombrar lo que no sabíamos que tenía nombre. Por
eso nos importan sus lenguajes, porque nos transforman.
El feminismo son los aprendizajes, la conversación con
otras mujeres y la experiencia compartida, que se va volviendo nuestra hasta interiorizarse en la sensibilidad, que
tanto hemos despolitizado. Es fácil decir «Ni una menos»
para el Estado, que usurpa las palabras con que lo enfrentamos. Es fácil punir y pontificar sin intención de hacer
de lo sensible una posibilidad de reaprenderlo todo para
encontrarnos con los otros de otra manera. Es más difícil
construir una coherencia desde las decisiones que tomamos. Por eso, el feminismo no puede vivirse sin sus contradicciones. Y quizás sea vivir la contradicción lo que nos
resguarde de renunciar a las preguntas y adoptar dogmas.
El cuerpo habla, se rebela y se escapa de la ideología. Las
mujeres han conquistado su cuerpo desde el feminismo y,
con él, han conquistado también sus puntos de fuga. Sin
usarlas como licencias y sin renunciar a nuestras conquistas, construimos nuestra coherencia incorporando en ella
sus fisuras para poder escuchar al otro.
Historias de desobediencia
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La palabra, manifiesto
No colonizar: contagiar y contagiarse. En ese contagio,
constato que son cada vez más diversos los sujetos del
feminismo o de praxis afines. En ese intenso debate de
quiénes somos y contra qué buscamos resistir, está siempre el Estado, el gran Alfa con su falo apuntando firme
contra la tierra, las mujeres, la vida. Las alianzas son entre vulnerables, y en ese frente de resistencia se halla una
posibilidad de movilización. Eso es la política hoy, escribe
Roberto Esposito: un espacio público «lleno de cuerpos
vivientes unidos por las mismas protestas que presionan
desde los bordes de nuestros sistemas políticos». Al ser
una praxis y una vía emancipatoria, el feminismo no puede comprenderse de manera despolitizada ni al margen
de otras prácticas políticas colectivas de resistencia, y no
se entiende sino en intersección con la clase, con la raza,
con la tierra, lo sabemos.
Lo que se nos permite y deseamos desaprender desde el
feminismo constituye un privilegio. También llegamos,
esto es una constante, a raíz de experiencias de violencia.
Son las primeras veces; ver a amigas obligadas al embarazo en la adolescencia; oír que alguien dice «me pegó»,
«casi me mata». Escuchar «ellos me encerraron en el baño»
o «me acusaron de puta», y eran mis amigos. Verlo. Muchas veces, no haberlo percibido como violencia, haber
tolerado, matizado, justificado. Y luego, con otras mujeres, ir aprendiendo y desaprendiendo, como Penélope,
gobernadora de su isla, tejiendo y destejiendo. Así como
la violencia es cotidiana, así son nuestros acompañamientos, a veces mínimos, efímeros, pero decisivos. Y así van
construyendo una forma de la política.
En mi caso, llegó también la escritura. Primero, una clase
en donde escuché la palabra «ginocrítica». No me gustaba ni entendía, pero algo sedimentó. En el 2004 escribí un
Historias de desobediencia
14
La palabra, manifiesto
ensayo que se llamó «Cuerpo roto», sobre las fantasías
sexuales de Juan Montalvo y sus manuales para el «género femenino». Mi dedicatoria fue para dieciséis mujeres.
Hoy, siento que somos legión, y saber que las dieciséis
siguen cerca me hace ver que ese batallón fue semilla y
que tuve la suerte de ir a su retaguardia. La escritura es
una forma de estar en el mundo y de darle sentido a la
experiencia vital. La mía está dada cada vez más por una
comprensión feminista de la realidad, no como «tema de
género», expresión vacía, sino como condición para poder trabajar con las otras, escuchar a los otros, escribir con
ellos sus historias e interpelar la realidad.
Aprendí el feminismo en la cabeza: había tres olas. De
Beauvoir, Audre Lorde. Una enorme y desordenada biblioteca que si no encarna se oxida, y si no se sitúa, nos
pierde. Las tres olas del feminismo, dicen: olas de otros
mares y del mismo mar al mismo tiempo. Es el mar de las
mujeres. Pero sin las Nelas, las Tránsito, las Dolores, sin la
tierra y el agua, sin las trabajadoras y sin Zoila, no podemos abrazar nuestra propia marea. Recientemente, esas
olas me han llevado a la escucha privilegiada que me han
permitido iniciar las mujeres shuar, por ejemplo. El viaje
feminista no termina nunca y cada vez vuelve a arrancar
desde la ignorancia, que es lo único capaz de impulsar la
búsqueda. No saber y, por eso, explorar.
«Transmitir: hacer amar haciendo conocer», escribe
Cixous, y sigue: «de las catedrales me separo. Su piedra
es triste y hombruna».
Separarse de los cenáculos, del conocimiento seguro
de sí mismo que se sitúa por encima de los otros y de
la imperturbabilidad de la piedra de las catedrales, eso
también es trabajo feminista.
Historias de desobediencia
15
La palabra, manifiesto
En su lugar, desmontar piedra por piedra los edificios que
nos han dicho quiénes somos y volver a preguntarles a
esas piedras. Algunas de ellas quedarán en pie, otras ruedan. Empezamos a rodar con ellas para buscar, escribir lo
que no estaba escrito, poner los archivos bajo sospecha.
Quizás así inician viajes como este: somos cantos rodados
pulidos por el agua y la tierra, porosos, sueltos, y rodamos con otros cantos para socavar el muro recio.
2017 07 24, Soy la Zoila
Historias de desobediencia
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La palabra, manifiesto
Las mariposas y los días
Las efímeras son como mariposas blancas. Surgen al atardecer. Su única misión es salir al mundo y aparearse,
para eso es su primer y único vuelo. Viven un día. Pero
mientras viven, cómo vuelan. Se unen a su enjambre eufóricas, rapidísimas. Antes de morir, las hembras ponen
sus huevos y se van. A las hermanas Mirabal les decían
«las tres mariposas». Fueron asesinadas muy jóvenes por
la dictadura de Trujillo, ese 25 de noviembre, pero cómo
lucharon antes. Y cuánto dejaron. Sólo quien se halla lejos
del poder puede reconocer la fuerza de las efímeras.
Las mujeres amazónicas que caminaron hasta Quito para
hacerse escuchar. Las dirigentas indígenas que han sostenido procesos por décadas. Las que cargan hijos, comida
y toman el bus semana tras semana para venir a la ciudad
a protestar por sus derechos. Las que han aprendido a tomar la palabra en su propia lengua o en una lengua que no
es suya, pero que han hecho suya. Las que tienen esposos,
hijos, hermanos presos en Latacunga y que hacen largos
viajes para llegar a los días de visita. Las que se mantienen organizadas y perseverantes a pesar de que sus hijos,
parejas, padres no tienen sentencia, o justamente porque
no tienen sentencia. Las mujeres cuyos familiares fueron
torturados y desaparecidos hace décadas y los siguen buscando. Las que han sido cercadas por la administración
de justicia y han seguido de pie. Las que han defendido la
naturaleza a pesar de ser perseguidas. Las tres mariposas.
Las Dolores. Las Tránsito. Las Margoth.
Las mujeres que reciclan y que por cientos de botellas sacan dos dólares. Las mujeres que hacen sus ocho horas
de trabajo y luego hacen otras ocho, no remuneradas, en
Historias de desobediencia
17
La palabra, manifiesto
casa. Las que no pueden salir a trabajar porque tienen hijos con discapacidad. Las mujeres a cargo de la tierra y la
familia que hacen jornadas de veinte horas. Las que no
ganan lo mismo que sus colegas hombres porque no se les
considera proveedoras. Las que no reciben pensión por
alimentos. Las que no tienen jubilación porque criaron a
sus hijos en casa. Las mujeres a las que no les permitieron estudiar para que no salieran solas a la escuela o a
la universidad. Las enfermeras que sustituyen a médicos
sin el mismo reconocimiento porque ellas son el cuidado
y ellos, la ciencia. Las Auroras. Las Nelas. Las anónimas.
Las que han confrontado a sus superiores por haber sido
acosadas. Las trabajadoras sexuales organizadas, cuyo
peor enemigo es la pacatería del poder. Las que han sido
violadas y han tenido la fuerza para recuperarse. Las que
no han tenido la fuerza. Las niñas que han sido violadas
y se lo han contado a alguien. Las que no se atrevieron.
Las madres, primas, hermanas, las familias de mujeres
violadas y asesinadas. Las que han tenido el valor y la
necesidad de abortar clandestinamente. Las madres cuyas
hijas han sido asesinadas y han seguido viviendo. Quienes
se han transformado en mujeres y han venido de nuestro
lado, a ser ellas. Las mujeres que aman a otras mujeres.
Las mujeres que aman mucho. Las que resistieron todo lo
que pudieron. Las Gaby Díaz. Las Vanessas.
Las mujeres que por primera vez dicen no a la paliza. Las
que dejan de justificar los golpes, los gritos. Las que saben
que los celos no son el amor. Las que dejan de callarse. Las
que no tienen miedo de vestirse como quieren. O tienen
miedo, pero caminan. Las disonantes.
Las que han decidido no ser madres. Las que han inventado otras formas de ser madres. Las que deciden ser el
Historias de desobediencia
18
La palabra, manifiesto
problema antes que la armonía. Las que han aprendido
a no ser sumisas. Las que han desaprendido la violencia. Las que se ríen. Las que abrieron las piernas para
ir en bicicleta, las que dejaron de ir a caballo con ambas
piernas del mismo lado. Las que ya no miran hacia abajo
y tampoco bajan la voz.
Las conocemos a todas, por lo menos a una. Y por eso
mismo conocemos a quien se ha levantado y a quien resiste. Todos conocemos por lo menos a una mariposa. Por
eso resistimos también, levantando un frente efímero que
dura. Un frente efímero que deja un nosotras para el presente y para el futuro que nos haga más humanos.
24 11 2015, La Barra Espaciadora
Historias de desobediencia
19
La palabra, manifiesto
Las derrotas de las damas
son conquistas colectivas
En la segunda mitad del siglo XIX y al abrirse el siglo XX,
las mujeres de las élites ecuatorianas llevan su vida en
torno a grupos que velan por la decencia y por la perpetuación del orden religioso por sobre el civil y, aunque
hacen actividad pública, se consideran no políticas: «La
arma de la mujer es la oración» (sic), dicen en sus cartas.
En 2014, la historiadora Ana María Goetschel recogió en
el volumen Cartas públicas de mujeres ecuatorianas documentos que parecieran ser escritos hoy por las familias de
«Con mis hijos no te metas», por los padres que usan el
«síndrome de alienación parental» para demonizar a las
mujeres separadas o por los grupos antiderechos que se
llaman a sí mismos «provida». Solo que las cartas recopiladas fueron firmadas hace más de cien años por grupos
que, hoy lo comprobamos, son sus antecesores y dejaron
registrados en sus manifiestos lo que hoy vemos como
francas derrotas de un conservadurismo que ha ido perdiendo terreno gracias a las luchas civiles y progresistas.
A continuación, una selección de las posiciones de las
mujeres que aparecen en la invaluable investigación de
Ana María.
1877
Las señoras de Cuenca y las de Loja invitan a la gente a
salir a las calles a defender su fe ante «la injusta exclusión
de la iglesia de la enseñanza pública, pues es impía, antisocial y criminal».
Historias de desobediencia
20
La palabra, manifiesto
1878
Se suman las señoras de Guayaquil, alarmadas ante el discurso del progreso y la amenaza de que la iglesia pierda
poder en el sistema educativo.
En la carta de Loja, de 1877, las mujeres acusan al Estado de criminal pues «vulnera los sagrados derechos de la
paternidad en su más elevada función: la educación de la
infancia. Nosotras, como nuestros esposos, no deseamos
para nuestros hijos otra ilustración que la verdad eterna,
ni otra moral que la enseñada por Jesucristo».
Hoy, en 2018, los grupos conservadores demonizan el enfoque de género en el sistema educativo: para ellos, género es igual a degeneración social, libertinaje y corrupción
sexual, y dicen lo mismo que en 1877: queremos educar
a nuestros hijos en el oscurantismo que supone negar la
diferencia sexual, el deseo y la ciencia. A partir de 1878,
esos grupos perdieron, a pesar de sus esfuerzos y de sus
manifestaciones en la plaza pública: la educación laica se
impuso por sobre la educación «en la verdad eterna».
1902
Las llamadas «Matronas de Quito» protestan públicamente contra la ley del matrimonio civil porque abre la
posibilidad del divorcio. Si bien en un inicio el divorcio se
admite solo por adulterio de la mujer, luego el concubinato del esposo es otra razón admitida, así como el hacer
daño al cónyuge, sea el hombre o la mujer.
1910
Ecuador cuenta desde 1910 con el divorcio por mutuo
consentimiento. Para las matronas, este proyecto de ley
Historias de desobediencia
21
La palabra, manifiesto
es «anticatólico e inmoral»: «legalizar el concubinato
es prostituir a la mujer», reclaman. En todo el país, las
mujeres católicas y conservadoras demandan anular el
proyecto de ley y hacer el matrimonio eclesiástico la única forma legítima de unión para formar familias.
La sociedad ganó cuando las mujeres alcanzaron a ver
la posibilidad de terminar sus matrimonios en lugar de
permanecer unidas a quien no amaban o les hacía daño
«hasta la muerte», como mandaba el sacramento. Y perdieron, una vez más, los grupos conservadores. Hoy, junto al
matrimonio civil, se abre ante nosotros la posibilidad del
matrimonio igualitario para quien la elija y necesite ampararse bajo esa figura: ya existen uniones de hecho para
parejas del mismo sexo y, lo sabemos, esto no retrocede. Y
si bien toda ley es perfectible y ninguna ley regula el deseo, en este marco, ganamos una vez más. Hubo parejas
durante la dictadura argentina que se casaron: si ambas
personas eran militantes y desaparecían a una de ellas,
sus bebés no pasarían, por robo, a familias que lo solicitaban. Hay quien se casa por papeles, para regularizarse en
su país de destino, y qué bueno que esas estrategias para
usar el sistema como instrumento favorezcan a más.
En ese mismo 1902, las mismas damas de Ibarra miraban
una relación satánica entre la ley del matrimonio civil y la
de enseñanza laica obligatoria: «Después de haberse ultrajado la dignidad de la mujer ecuatoriana (...) viene de
suyo el ateísmo», escribían en una hoja volante, y prometían desobedecer ambas leyes: no mandar a los hijos a la
escuela, por ejemplo. No pudieron. Esa tensión entre la
obligación y la introducción de lo civil en la vida familiar es complicada, pero en 1902 abría caminos de laicidad
para la educación y los derechos, en un marco jurídico que
Historias de desobediencia
22
La palabra, manifiesto
hoy no logra ponerse al día respecto de la conducta social,
es verdad, pero entonces esto era una conquista laica, por
tanto, una conquista para nosotros hoy.
Mátala
El matrimonio y el «concubinato» están siempre vinculados a la obligación de fidelidad dentro de la pareja. En
Ecuador, el adulterio no es un delito desde 1983, pero
hasta 1989, hace apenas 29 años, no era un crimen asesinar a una mujer si se la encontraba siendo infiel. El
Código Penal aprobado en Ecuador en 1938 decía: «Están exentos de sanción penal el padre, abuelo o hermano
que hiera, golpee o mate a la mujer (hija, nieta o hermana) sorprendida en un acto carnal ilegítimo». No tienen
responsabilidad los hombres de la familia que maten a
una adúltera. ¡Así como lo lee, y hace menos de 30 años!
Es decir, cuando yo nací, aún era legal asesinar a las
“adúlteras” en su cama. Si cualquier mujer de mi familia
hubiera sido hallada en esa situación, cualquiera de los
hombres de mi misma familia podría haberla asesinado
sin tener responsabilidad legal. ¿Cómo me contarían esa
historia hoy dentro de la historia familiar? Es una conquista de las mujeres no ser asesinadas por ser “infieles”. El momento en que matarnos se volvió un crimen,
siniestro como suena, algo conquistamos. Quizás una
posibilidad mayor de salir de la esclavitud.
En 1872, Alejandro Dumas hijo, periodista muy reconocido en Europa y en las Américas, escribió en Francia el
volumen Matrimonio, adulterio, divorcio. En numerosas
digresiones, el texto justifica de varias maneras que un
hombre pueda asesinar a su esposa al encontrarla siendo
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La palabra, manifiesto
infiel. Entre otros pasajes que dan cuenta de la misoginia
como fundamento en la historia del Derecho, algo que
nos falta cuestionarnos, se halla este, copiado textualmente de Dumas cuando se refiere a la esposa adúltera,
que daña la reputación del esposo:
Si no hay nada que la impida prostituir tu nombre con
su cuerpo; si ella te limita en tu movimiento humano;
si te detiene en tu acción divina (...) proclámate personalmente, en nombre de tu señor Dios, el juez ejecutor
de aquella criatura. Aquello no es la mujer, ni siquiera una mujer: no está dentro de la concepción divina,
es puramente animal, es la mona del país de Nod,
es la hembra de Caín: MÁTALA.
Mátala. No tengas piedad, pues te ha dañado socialmente, por tanto, puedes cobrar la falta por mano propia:
no es una mujer, es un animal. Año 1872, hace menos
de 150 años. La misoginia perdió cuando demostramos,
gracias a las luchas infatigables de las mujeres y la vida
que dejaron en ellas, que nuestro cerebro es “muy parecido” al del hombre y que tiene la misma capacidad;
que las emociones no sustituyen a nuestra inteligencia
sino que se articulan a ella, por tanto, nuestra subjetividad no se reduce a la histeria; que somos seres humanos.
Revolucionario: somos seres humanos. Hoy, en 2018, la
humanidad de las mujeres aún es denigrada cuando somos asesinadas, traficadas, violadas, reducidas a nada.
Y con nuestra denigración vienen las violencias contra
los niños, las niñas, los cuerpos sexualmente disidentes,
la población LGBTIQ. Tras de todas nosotras, cada una,
el mandato del hombre letrado del siglo XIX que se veía
amparado en todos los órdenes: MÁTALA.
Historias de desobediencia
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La palabra, manifiesto
Una dama anónima decidió responder a Dumas defendiendo la emancipación de la mujer, que a él, como
decía su libelo, «le causaba risa». ¿Qué risa puede causar
la causa de la emancipación de las mujeres?, le preguntaba esta dama, que demandó algo revolucionario: que
las mujeres adúlteras no fueran asesinadas por mano
de sus esposos, sino que fueran juzgadas con el mismo
código penal que los hombres. Sí: no nos maten, júzguennos. Por escalofriante que suene hoy, en ese momento,
las mujeres conquistaban un derecho, si esto puede llamarse así, dentro de una terrible paradoja en el orden
de la ley: ser criminales según lo que dictaba el código
francés, por adúlteras —y esto se extendió a nuestros
códigos—, para preservar la vida propia.
1929
En 1929, hace menos de cien años, firman otra carta pública las «señoras riobambeñas». Al parecer, llegan a la
ciudad oradores extranjeros que hablarán de la Sociología y de ciencias. Las damas se alborotan: el conocimiento
universitario amenaza con un «asalto temerario» a la armonía religiosa de la ciudad. «Quien, bajo el ropaje falaz
moralista o conferencista, intente abusar de la tolerancia
de un pueblo creyente en grado sumo y moral, debe tener
en cuenta que la obra de disociación y trastorno no puede
ser mirada sino como ingrata y reprochable, sujeta por
ende a la anetematización de quienes contemplan en ella
directo ultraje a sus creencias y su fe».
El ropaje falaz es el conocimiento, la disociación constituye el sometimiento a examen crítico de aquello que nos
han repetido y que no aceptamos como verdadero. Las
damas riobambeñas tenían miedo de lo que hoy sabemos
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La palabra, manifiesto
gracias a la ciencia, a la laicidad y a nuestra experiencia
vital, encarnada en el cuerpo. Perdieron: las universidades ecuatorianas inscribieron no solo la Sociología sino
las ciencias en la educación pública y, aunque hoy no
hallemos sino crisis en cualquier ámbito del sistema educativo, en 1929 la universidad laica era una conquista.
1997
Hace apenas 21 años, se despenalizó la homosexualidad en Ecuador. Cuerpos históricamente despreciados,
violentados, personas para las que no había lugar, empujaron con una valentía admirable una lucha en la que
tenían todo en contra, y todo ello fundado en una ignorancia enormemente violenta. Quienes empujaron
estas luchas se abrieron un lugar social y, gracias a elles,
aprendíamos a convivir desde la diferencia, no desde la
«igualdad» aplanada de las leyes universales. Con elles,
ganamos. Y perdieron las «damas» de esta época. Cada
vez que una persona LGBTIQ camina por la calle sin ser
asesinada, o deja hablar a su cuerpo sin tener que reprimirlo, o ríe, o habla alto, o no es asesinada, gana su lucha
y pierden quienes quieren anular su vida.
Hagan sus marchas antiderechos. No pudieron contra el
matrimonio civil, el divorcio libre para las mujeres, la eliminación del adulterio como justificación para matarnos,
la despenalización de la homosexualidad hace 21 años. No
podrán contra este escudo que llamamos «género» ni podrán contra el aborto, una marea que ya no baja. Nuestras
luchas no se reducen a lo jurídico ni la ley es el fin último,
pero ya que el Derecho existe, lo interpelamos desde nuestra experiencia de vida, y no dejaremos de hacerlo. En las
respuestas a sus cartas públicas, a sus manifestaciones de
Historias de desobediencia
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La palabra, manifiesto
odio, están las vías de nuestras emancipaciones, y se han
ido ensanchando. Si venimos haciendo esto hace siglos,
no hay razón para detenernos hoy, es nuestra vida la que
sigue en juego y es un juego en el que nos jugamos todo.
2018 07 27, La Barra Espaciadora
Historias de desobediencia
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La palabra, manifiesto
Caminamos, retrocedemos,
caminamos
El 8 de Marzo se conmemora porque en esa fecha, en 1908,
murieron calcinadas 146 obreras de la textilera Cotton en
Nueva York. Sus empleadores provocaron el fuego ante
la protesta organizada en que ellas demandaban una jornada laboral más digna. La Historia oficial dice que este
incendio no existió. Nosotras afirmamos que esas luchas
sucedieron y que elegimos ese pasado para construir
nuestro presente. Los derechos económicos, laborales y
sexuales de las mujeres no pueden disociarse unos de
otros. El trabajo tiene que ver con la maternidad, con la
familia, con el amor, con el sistema en que vivimos, y sabemos que se tiene que transformar.
Las luchas de las mujeres son necesarias y urgentes. Sabemos que hemos avanzado porque hoy ya no se mide
nuestro cerebro para comprobar que somos inferiores.
Podemos leer y escribir. Podemos votar, aunque la democracia electoral no garantice nada. Esperamos casi 800
años para entrar a la universidad, pero entramos. Ya casi
no nos guardan en habitaciones con llave. Lo que leemos
no pasa por censura previa. Ya no se nos prohíbe hablar
en público. Podemos salir a trabajar... Mujeres, pueblos
indígenas, afrodescendientes, personas con discapacidad, han vivido procesos similares. Y falta tanto.
Sabemos que hemos caminado porque existe el divorcio
para ambas partes de una pareja, porque administramos
nuestros métodos anticonceptivos sin tutela o con astucia,
porque sexualidad y reproducción ya no son una fatalidad
indisociable. Tenemos conciencia de que la violación no es
un derecho de quien nos viola, aunque muchas veces no
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La palabra, manifiesto
logremos evitarla. También sabemos que necesitamos la
despenalización del aborto porque nuestro cuerpo aún se
ve como territorio por poseer y sobre el cual legislar. Sabemos que la maternidad, la vida en pareja, la sexualidad
sólo pueden vivirse como opciones y decisiones plenas.
Mujeres indígenas, mestizas, afrodescendientes, de la tercera edad, mujeres transgénero, con discapacidad, mujeres
lesbianas, decimos que las luchas son diversas y tenemos
demandas distintas pero convergentes.
Sabemos que ni estas luchas ni el feminismo son biológicos ni se albergan en el útero, sino en la conciencia y
sensibilidad de quienes defienden convivir en la diferencia sin que esa diferencia nos ponga a merced de otros.
Sabemos que cada vez más hombres se han acercado al
feminismo y sus mundos afines para emanciparse, dejar
de ser vistos como proveedores, amar a otros hombres,
transformar su vida más allá de su «destino». Hoy, sabemos que podemos enamorarnos en libertad, vivir el
deseo y la seducción como plenitudes y no como despliegues de poder. Si tenemos suerte.
Y también sabemos otras cosas que hacen que todo lo
anterior suene a fantasía. Sabemos que aún somos juzgadas como inferiores por un sinnúmero de razones
que no cesan. No sabemos leer hasta que somos adultas
porque tenemos que cuidar la casa y la tierra, y muchas
veces aún no se considera necesario que aprendamos.
Aunque nos digan que podemos votar, no tenemos a
quién elegir cuando queremos empujar nuestros derechos, porque no se los nombra o se los instrumentaliza.
Luchar por la tierra, el agua, la educación y la vida nos
ha costado esa misma vida.
Esperamos casi 800 años para entrar a la universidad, y
seguiremos esperando, porque la mayoría de nosotras no
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La palabra, manifiesto
hemos podido terminar el colegio por embarazos forzados o porque hemos tenido que cuidar desde pequeñas
la casa, la tierra, ser segundas madres. Muchas de nosotras aprendemos a leer en la adultez, y hemos tenido que
defender ese derecho con los dientes. Si levantamos la
voz, arriesgamos la vida o la perdemos. No hemos podido pensar si la universidad, la maternidad o nuestra vida
son elecciones. Y a pesar de todo eso, continuamos.
Es probable que a lo largo de nuestra vida seamos deslegitimadas, golpeadas o violadas dentro de nuestras
propias familias porque los hombres y las mujeres que
las conforman repiten las cadenas de violencia en que
vivimos. Sabemos que muchos de esos hombres no
cuestionarán su virilidad dominante ni podrán siquiera vislumbrar otras formas de ser que no pasen por la
violencia. Aunque lo deseamos, no podemos hablar de
libertad y mucho menos de amor, porque la precariedad
cotidiana no nos deja ver qué hay más allá de la supervivencia. Hemos confundido el amor con la sumisión o
con el trabajo no remunerado, y hoy resulta difícil separarlos. Sabemos que podemos amar, conocer e imaginar
otra vida, pero lo que nos rodea suele ser más fuerte y, a
veces, se presenta infranqueable.
Por eso conmemoramos los días. Queremos que el
aborto deje de ser una práctica clandestina y desprotegida. Queremos que ninguna mujer, que ninguna
niña tenga que abortar.
Tenemos que pensar que un día el aborto dejará de ser
una medida de emergencia ante la pobreza y la violencia,
pero hoy tiene que existir legalmente, porque no hemos
podido desmantelar las violencias que lo hacen forzoso.
Historias de desobediencia
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La palabra, manifiesto
Queremos que los cuerpos de las mujeres sean preservados de todas las violencias, que ninguna mujer tenga
miedo de salir a la calle ni de quedarse en casa. Un día,
tendríamos que ser capaces de caminar por la noche,
viajar o ir al trabajo sin que nos asesinen. Queremos que
las mujeres no reciban palizas de sus parejas cuando dicen que quieren aprender a leer o salir a trabajar, cuando
descubren que quieren estar solas. Pero recibimos esas
palizas y algunas nos llevan hasta la muerte. Queremos que ninguna persona violente a otra por ser mujer,
«biológica» o reinventada por sí misma para ser feliz, que ninguna mujer con discapacidad sea objeto sexual porque «no se da cuenta». Y constatamos todos los
días, en todos los espacios que habitamos, que esto aún
resulta imposible. Y posible.
2016 03 07, La Barra Espaciadora
Historias de desobediencia
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La palabra, manifiesto
Somos polvo de estrellas
Sobre las marchas de los fundamentalismos religiosos de
2017 en Ecuador
Querer una marcha que promueva el odio y no salir a
la calle a gritar de indignación porque cien niños son violados en una escuela.
Salir de su casa a caminar con otros para asegurarse
de que sigan odiando junto a usted.
Reivindicar el oscurantismo cuando hemos podido
ver las estrellas, el itinerario de los átomos y la evolución
de las especies.
Cuando hemos podido sentir amor sin sentir temor.
Nuestro trabajo será transmitir y compartir lo que queremos que el mundo sea: un mundo que viva la diferencia
de manera gozosa y que sepa que el otro siempre será diferente, y que por eso será bienvenido.
Nuestro trabajo cotidiano será desactivar el odio
que ustedes hacen arder.
No pudieron quemar a todas las brujas ni todos los
libros de ciencia en las hogueras que encendieron.
No pudieron contra el matrimonio civil ni el divorcio
libre para las mujeres.
No pudieron mantener
libros prohibidos.
vigentes
los
índices
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de
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La palabra, manifiesto
Fracasaron cuando quisieron mantener analfabetas
a mujeres y a los pueblos esclavizados para que no
se emanciparan.
No lograron mantener el creacionismo en las escuelas
a las que van sus hijos.
No pudieron mantener su pleno control sobre nuestro
deseo ni sobre nuestra imaginación.
Por siglos, han intentado ahogar el pensamiento para
sostener sus dogmas, pero no han podido con nuestras
libertades civiles, que avanzan de manera irrefrenable.
Somos materia,
polvo de estrellas, esa es nuestra chispa,
y la más bella imagen de la fiereza vital
con que caminamos.
Somos polvo de estrellas.
Recorridos de astros brillantes.
Hagan su marcha mañana.
Llevamos siglos enfrentándola
y no vamos a detenernos ahora.
El mundo retrocede, nosotras no.
Hoja suelta digital
Historias de desobediencia
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La palabra, manifiesto
8M
Las mujeres que cuidan la tierra, la comunidad, las fuentes de agua. Las recicladoras, que de los desechos hacen
su subsistencia. Las madres de niños con discapacidad
que no pueden salir a trabajar, únicas responsables de los
cuidados y sujetas así al bono del gobierno. Las trabajadoras sexuales que luchan por su dignidad al luchar por
sus derechos porque, pensemos lo que pensemos, el día
de abolición del sexo como trabajo no ha llegado.
Las que cuidan a los abuelos e hijos de otros aquí, o en
Murcia, o en Queens, cuando quisieran estar cuidando a
los suyos propios, pero eso no se remunera.
Las trabajadoras que no quisieran servir al Estado,
ni a la corporación, ni a la planta industrial, pero que
no pueden armonizar su labor con sus principios
porque hay que comer.
Las mujeres obligadas a exigir pensión de alimentos y sucede, por ejemplo, que su ex pareja les arranca los ojos
con una botella rota, como lo testimonió una médica del
IESS en Quito. Las que no pueden trabajar porque les ha
sido impuesto del rol de los cuidados de los hijos, deseados o no, nacidos de violaciones, del amor, de algo a medias que no tienen tiempo de distinguir porque hay que
bregar, porque la vida sigue. Las tías, abuelas, hermanas,
que han dejado de estudiar y trabajar para cuidar, gobernadas por un amor sacrificado que las dejará indefensas
cuando envejezcan. Las niñas que venden caramelos y cigarrillos en la esquina por donde usted acaba de pasar.
Esas mismas niñas, cuando son prostituidas o hijas de
la migración más castigada.
Historias de desobediencia
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La palabra, manifiesto
Esta huelga es por ellas. Sus derechos no están escritos
en ningún lado, en ningún paro general. Son las anónimas, y por la fuerza y valentía cotidiana de esas anónimas marchamos cada 8 de Marzo. Queremos nuestra justicia, la que no fue escrita jamás, la que no llegará a menos
que la fundemos junto al amor, que nos urge reinventar.
Así escribía Maya Angelou nuestra palabra: puedes borrarme de la Historia, apuñalarme con tus ojos, pero yo
me levanto. Nos levantamos.
2018 03 08, El Telégrafo
Historias de desobediencia
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La palabra, manifiesto
Vivas
Discúlpeme, Señor Presidente, pero no le doy la mano.
Tengo mi espalda. Mi lágrima. Mi martillo.
No tengo justicia.
La reclamante
Luz María Dávila y Cristina Rivera Garza
En 2011, Cristina Rivera Garza escribió para México el
poema «La reclamante» a fin de hablar de la guerra desde
un lugar que nos permitiera condolernos contra el dato
frío y el discurso siempre vaciado del Estado. La reclamante son miles voces de mujeres y hombres de luto. La
reclamante se llama Luz María Dávila y perdió a sus dos
hijos en una masacre.
El Estado, que ha lavado el discurso de género para eludir las demandas feministas, vio el sábado 24 de noviembre en Ecuador una fuerza protagonizada por miles de
mujeres, y lo que esa fuerza mueve desde los feminismos,
con los otros, contra el Estado y con el imperativo de intervenir en nuestras vidas para reinventarlas. La sociedad
también lo vio, y se ve ahora ante un hecho incontestable
y global construido por las mujeres como propuesta para
esa sociedad. Habrá quien no deje entrar por sus oídos
este grito: el mundo le será cada vez más incomprensible.
Las marchas y actividades 24N en Quito, en Guayaquil,
que vienen de la llama inagotable de las marchas internacionales a favor de la despenalización del aborto del
28S, se inscriben en las revueltas feministas que han crecido como rizomas en todo el mundo. La fuerza rizomática de los feminismos radica en que no tienen «comando
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La palabra, manifiesto
central», como ha escrito Guiomar Rovira, no van en una
sola dirección y se enredan en lo social, lo cultural y en
nuestros esquemas de afecto para alterar la manera en
que comprendemos el mundo. Lo vemos ante nuestros
ojos: las demandas políticas contra el necrocapitalismo, el
feminicidio, la violación, la criminalización del aborto, la
precarización del trabajo, los extractivismos y la privatización de la salud y la educación están entretejidas
con la soberanía del cuerpo, la ruptura con las formas
tradicionales de organización social dadas por modelos
masculinos de acción, el carácter lúdico de la creatividad
política y, sobre todo, con la sabiduría dada por la experiencia vital de sus protagonistas. En un rizoma, un elemento cualquiera puede incidir en todos sus otros: nos
vamos enmarañando en todos los aspectos de la vida con
innumerables brotes que se ramifican en cualquier lugar.
La visualidad que han producido estas revueltas internacionales no solo cambia nuestro paisaje o nuestra
capacidad de imaginar, sino que, sobre todo, es resultado
de vínculos e intensidades construidos colectivamente.
Las imágenes que vemos aparecer por centenares en las
redes, fundamentales para registrar este presente, no
buscan lo mediático como fin, lo usan para transformar
las imágenes del futuro.
Como ha escrito El Comité Invisible en su libro A nuestros amigos, el acontecimiento «no reside en el fenómeno
mediático (...) sino en los encuentros producidos en la revuelta. Esto resulta bastante menos espectacular que “el
movimiento” o “la revolución”, pero más decisivo. Nadie
sabría decir lo que puede un encuentro».
Vital como es, el registro de estas marchas es resultado de
cientos de encuentros de largo aliento entre organizaciones,
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La palabra, manifiesto
estudiantes, colectivos, generaciones, culturas, lenguas,
mujeres, que vienen de décadas, en un espacio que hoy
explota en decenas de caminos posibles. Son encuentros
que, con mucha frecuencia, desdibujan las aparentes divisiones, fronteras o identidades que puede producir una
marcha como la del 24N. Siendo rizomas, los feminismos
colaboran y operan en reorganización permanente, en eso
se diferencian de las políticas partidistas, los viejos liderazgos de izquierda y jerarquías institucionales.
En estas marchas, entre las reclamantes se hallan madres de mujeres asesinadas y desaparecidas que caminan
junto a familiares de personas que también han desaparecido, trabajadoras organizadas, gente no organizada,
militantes contra el acoso sexual, organizaciones indígenas y afrodescendientes, familias con discapacidad,
organizaciones de vendedoras ambulantes. Los colectivos que nos convocan y los que trabajan cotidianamente
desde la praxis política feminista amplían hoy la fuerza
política de los feminismos en favor de una comprensión
más abarcadora de sus demandas. Aunque es camino
largo, no renunciamos a repensar nuestra diversificación, que hoy lo permea todo y que tiene en su horizonte
debilitar el régimen político en que vivimos, cuya exacerbación de su carácter patriarcal refuerza hegemonías
masculinistas que llegan al fascismo.
Una de las reclamantes simbólicas, emblemáticas de
nuestro presente es Ruth Montenegro, madre de Valentina Cosíos Montenegro, asesinada en su escuela el 23
de junio de 2016. Su duelo se ha vuelto una fuerza colectiva, junto con el duelo de cientos de madres de niñas
asesinadas, y produce este canto, que no hubiera tenido
que existir jamás, pero que ahora, en medio de la guerra
Historias de desobediencia
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La palabra, manifiesto
declarada a las mujeres, se convierte en fuerza y dice,
desde Vivas Nos Queremos:
Valentina, ¿quién te mató?
tu canto no se apagó
tu canto y tu voz
aún están aquí
tu flauta y tu canción
aún viven en mí
y en todos los sueños
que aún tenemos.
Elizabeth Rodríguez es madre de Juliana Campoverde,
desaparecida hace seis años. Hoy, Juliana aparece porque su feminicida, un pastor evangélico, «Jonathan C.»,
declaró que había enterrado su cuerpo en una quebrada.
Elizabeth, acompañada por miles de reclamantes de sus
desaparecidos, habló con esta fuerza:
Exigimos al Estado y a la iglesia que me devuelvan a mi hija
que ya no la escondan más
Basta de tanta indolencia.
Aquí estoy para exigir justicia para Juliana y por tantas otras
que en manos de pastores pueden ser violadas, asesinadas,
tiradas a barrancos como si no fueran nada.
No voy a parar.
No voy a parar porque es mi hija.
Las reclamantes hallan su fuerza en la movilización de
su duelo, y en ese duelo afirman la vida. No hay una
palabra para las huérfanas de hijas, ni ley que ampare
este dolor, pero tenemos el cuerpo, su lágrima y nuestra fuerza para construir otra cosa, algo que mañana
podamos llamar justicia.
Historias de desobediencia
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La palabra, manifiesto
Esta es la mano que no le doy
póngase
Señor Presidente
en su lugar
le doy mi espalda,
dice la reclamante del poema.
No le damos la mano al Estado, lo interpelamos y no dejamos de demandar. No le damos la mano a nadie que
quiera violentarnos, y aprendemos la revuelta. Somos
víctimas, sobrevivientes, vivientes, aliadas y caminantes,
debatimos y dudamos, pero no retrocedemos.
En este camino de miles, somos a la vez memoria, presente y semilla.
2018 11 26, La Barra Espaciadora
Historias de desobediencia
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La palabra, manifiesto
En junio de 2021, tras cinco largos años del asesinato de Valentina, Fiscalía procesó a una docente de la escuela Global por
presunto homicidio culposo. Ella trabajaba en la escuela de Valentina, en donde nadie alertó a Ruth que su hija estaba sola
esa tarde. Al inicio de este proceso, un fiscal intentó cerrar
la causa, igual que otro funcionario del sistema. Que se haya
procesado a una maestra de la escuela no significa que haya
justicia. Ruth y sus hijos fueron puestos en situación de espera
indolente por el Estado y, como miles de familias que viven violencia del sistema de justicia, han debido enfrentar problemas
económicos serios, pues sin una cuenta bancaria grande, como
ha dicho Ruth, no se puede sostener los procesos. Nada traerá
a Valentina de vuelta. La verdadera justicia sería que ella no se
hubiera ido, como dice su mamá.
Desde el 7 de julio de 2012, la búsqueda de Juliana Campoverde no ha cesado por parte de su madre, Elizabeth Rodríguez. El
caso ha pasado por 11 fiscales. ¿Qué es la justicia?, se ha preguntado Elizabeth. ¿Cómo podemos pensar que se trata apenas
de reactivar una búsqueda para trasladar los restos de Juliana
a un lugar digno donde su familia pueda guardar su memoria?
En mayo de 2021, se ordenó una nueva búsqueda, en la quebrada de Bellavista, en la ciudad de Quito. Elizabeth no se irá de
este mundo sin encontrarla.
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La palabra, manifiesto
Señoras y señores
Sobre el lenguaje no sexista
Señoras y señores: dirigirse así a las audiencias nunca puso
en peligro el español, quizá porque esos vocativos señalaban un orden bien instituido: los señores y sus esposas.
Entonces, la RAE no habló de economía del lenguaje. Es
verdad, hoy se usa «compañeros y compañeras», «las y
los estudiantes». El uso políticamente correcto del lenguaje viene con su obligatoria institucionalización por parte
de los gobiernos y los colectivos sociales para ocultar la
desigualdad. No se puede negar que cierta noción de esa
institucionalización es necesaria e integral a los procesos
históricos de las luchas feministas, pero no es en absoluto suficiente. La fuerza domesticada de las instituciones
termina por despojar de fuerza política al lenguaje, que
se renueva sin detenerse fuera de ellas. Le corresponde al
feminismo, dice la filósofa Nelly Richard, dotar al género
de contenido crítico para evitar posturas reduccionistas, y
eso también es necesario en el lenguaje.
El uso políticamente correcto del lenguaje no contribuye
a erradicar la desigualdad por sí solo. Es aquí donde tenemos que establecer una distancia: el uso correcto del
«género» no es igual al lenguaje inclusivo, no binario o no
sexista, aunque converjan en los ámbitos en donde han
situado sus demandas. El primero ha domesticado la diferencia sexual para legitimar a las instituciones que no
han podido eludirla, y usa recursos insoportables y domesticados; el segundo está en construcción permanente, no busca institucionalizarse ni fijarse en fórmulas. Es
justamente en esa dificultad donde se sostiene su fuerza creativa, uno de cuyos elementos fundamentales es su
inestabilidad: @, x, e.
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La palabra, manifiesto
Mientras la corrección política tiende a reducirse a desdoblamiento, como en «las y los estudiantes», el lenguaje no
sexista se construye con la puesta en valor de la diferencia y la interpelación a la lengua. Se trata de un trabajo de
creatividad, por tanto, la norma no es su horizonte último.
Cuando los académicos dicen que el uso del lenguaje inclusivo o no sexista va en contra de la norma, sólo están
haciendo una constatación. Para que dicha constatación
se vuelva productiva y sustancial necesitamos ampliar el
perímetro de la discusión.
Quizás el lenguaje no sexista se pueda ver como un conjunto de estrategias temporales y experimentales dentro de la
lengua para provocar transformaciones en sus categorías,
organización gramatical, sufijos. Es decir, estamos promoviendo la fuerza del lenguaje de la diferencia sexual como
un vehículo de transformación de un sistema, no como un
conjunto inorgánico de recomendaciones. La fuerza experimental del lenguaje jamás puede reducirse a un manual.
A inicios de siglo experimentamos con la arroba, abreviatura del latín presente en documentos del siglo XV en
adelante. Es verdad, no podemos pronunciar «@», ni la
equis, que le siguió en la búsqueda para desestabilizar el
masculino universal. Al usarla, estamos produciendo una
incomodidad, es cierto, y es intencional: que allí donde
está la equis seamos capaces de imaginar nuevas formas
de nombrar. La equis como una interrogante, como el signo de una presencia para cuyo reconocimiento no basta
lo que sabemos. La «e», en cambio, nos llama a integrar
la fuerza de ese lenguaje y sus posibilidades a nuestros
actos de habla. Los ensayamos, los afirmamos, vamos y
venimos. De eso se trata: de rebasar la norma con las posibilidades del cuerpo, la lengua, el gesto y el acto.
Historias de desobediencia
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La palabra, manifiesto
Mieke Bal ha escrito que las narrativas dominantes producen imágenes que suelen presentarse como naturales y
universales, y se nombran como tal: «Todos los hombres
son iguales». Las mujeres, los cuerpos intersex, las personas transgénero, las lesbianas, existimos, pero eso no se
refleja en el lenguaje. La intervención en él es política en
tanto interpela y sitúa en su límite los recursos que tenemos a favor de otras posibilidades de lo visible.
Ya en 1981, Giorgio Perissinotto demostró en un experimento sostenido que leer repetidamente frases como «Los
escritores quieren premios a toda costa» o «Los médicos
viajan» borra de nuestro imaginario todo aquello que no
sean los hombres que allí aparecen: no vemos ni escritoras ni médicas. Susan Ervin lo llamó «la connotación
del género», y Leticia Villaseñor Roca apela a la «función
metafórica de los géneros». Es similar lo que decía Concepción Company en una entrevista en La voz de Galicia:
la gramática no es sexista, pero el discurso puede serlo. Es
desafortunado, sin embargo, que en la misma entrevista
Company desconozca todo un campo de estudios que se
agrupa bajo el análisis de género y quiera limitar el término al uso exclusivo de la gramática: eso es desconocer
por lo menos 70 años de teoría feminista y estudios de
género. Por otro lado, reducir esta discusión a «una tontería» como ha dicho Company, cancela dicha discusión
y la voluntad crítica que debe sostenerla. Toda discusión
depende de la profundidad que deseemos darle y de la
disposición argumentativa que tengamos. Nada menos.
Aquello que el masculino ha jerarquizado no se reduce,
por supuesto, al español, y halla caminos de intervención
en otras lenguas. En 2015, el pronombre «they» usado como
singular fue declarado la palabra del año por la American
Dialect Society. Es una alternativa a los binarios «él/he»
Historias de desobediencia
44
La palabra, manifiesto
y «ella/she» cuando no caben. Por su parte, el Merriam
Webster Dictionary ha incorporado el título «Mx.» al uso
para evitar Mr./Mrs. El femenino de la misma fórmula
honorífica de «Mrs.» en español, «Señora», convive con
«Señorita»: distinción que indica si una mujer se ha iniciado sexualmente o no, algo que solo le concierne a ella,
¿no? Por eso, el alemán lo ha ido erradicando del uso y
hoy se usa «Frau» para las mujeres, ya no «Fräulein», señorita. Fuera los diminutivos. Asimismo, el alemán opta
con frecuencia por el femenino inclusivo plural, y está
aceptado cuando hay mayoría femenina en un grupo.
En cambio, el francés y «los Inmortales», como son
conocidos los académicos de la lengua, van por otro camino: ven en las propuestas de lenguaje inclusivo una
«aberración». El primer ministro lo prohibió en 2017.
Hace más de tres siglos, los académicos convinieron que
«el masculino es el género más noble», y lo universalizaron; les tomó esos mismos siglos cambiar «derechos del
hombre» por «derechos humanos». Hoy, esos académicos han declarado al francés en «peligro mortal» por el
uso del lenguaje no sexista.
Al igual que el español y el alemán, y fuera de sus academias, el francés experimenta hoy con signos que puedan
incorporar los dos plurales a las palabras: «ami•e•s»,
por ejemplo. El español lo ha hecho con el slash: «amigos/as». En estas lenguas también están la doble flexión
—«los actores y las actrices»— y los sustantivos epicenos,
un buen recurso hasta cierto punto: la ciudadanía, el claustro docente, la población migrante, las personas sordas, la
niñez. Tenemos muchos recursos para ir desnaturalizando el uso masculino universal con posibilidades que ya
existen y creando otras, porque la lengua está viva.
Historias de desobediencia
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La palabra, manifiesto
Con el lenguaje no sexista vienen otros en colaboración.
Las lenguas de señas, el Braille, son derechos lingüísticos
adquiridos, igual que el léxico de las lenguas indígenas
de la Américas incorporado al español, que por fin deja
de ser un saco de «barbarismos». El gran gesto imperial
de 1492 fue el viaje, y en esos barcos vino una gramática.
Al habernos apropiado de ella, no dejaremos de provocar sacudidas en su interior para descolonizarnos adentro
y afuera de sus territorios.
Allí en donde se usan como sinónimos «peligro» y «cambio» —los señores académicos deberían conocer esas
diferencias— hay una posición retrógrada y una pretensión autoritaria de control. Los cambios, sobra decirlo,
no constituyen peligros. Puede ser que no lleguen a ser
transformaciones, que apenas nos conduzcan a la duda o
que no lo resuelvan todo, pero no podemos comprenderlos como amenaza. Y si el señor Arturo Pérez Reverte se
va de la RAE por esto, como ha prometido, todes, todas
y todxs le deseamos éxitos en sus proyectos futuros.
Julio 2018, Letras libres, México
Historias de desobediencia
46
La palabra, manifiesto
Historia de la desobediencia
Yo vengo de una melena indomable. Vengo de un caminar indócil que no se disculpa por ser de paso altivo. Crecí
viendo esa melena agitarse como la de una leona. Vengo
de una mujer que viene, a la vez, de una estirpe de sobrevivientes, de trabajadoras y de mujeres que han dado
todas las luchas, porque les tocaron todas.
Venimos de mi abuela, una telefonista de IETEL curtida por la vida que crió seis hijos a pulso, hijos que
criaban a sus hermanos, como mi mamá, que a los seis
cuidaba a mi tío de cuatro. Mi abuela venía, a su vez,
de su madre muerta cuando era una niña pequeña. Yo
vengo de una mujer de valiosas e intensas revueltas interiores, que sacó tanta fuerza de ellas que le alcanzó
para nosotras, sus tres hijas.
Mi mamá no tenía elaborado el feminismo en su discurso
mientras crecíamos, no era de izquierdas. Criaba a tres
hijas y mi papá tenía hasta tres trabajos. Pero de cuánta
amorosa rebeldía nos contagiaban en esa cotidianidad, y
no lo sabían. De ese ímpetu que ella tiene y de su sentido siempre vivo de la indignación —a veces demasiado
vivo— venimos nosotras, indignadas.
Vengo de la memoria y de la voz de mi mamá, que nos ha
contado la historia de nuestras ancestras, sus violencias
y sus valentías sin rodeos, con la sabiduría de quien nos
trae un don cuando nos trae el pasado.
Dicen que ellas, las anónimas, no están en los libros de
Historia. Tengo la certeza de que se hallan entrelíneas,
como guías espectrales de nuestros torbellinos. Las anónimas están vivas en la fisura de cada acontecimiento.
Historias de desobediencia
47
La palabra, manifiesto
Mi mamá está presente allí en donde una mujer ha
desobedecido, en esos libros vivos, como los que lee
vorazmente para reconocerse.
Mi mamá cumple años y este es mi regalo. Por enseñarnos
a reír de las cosas más terribles y hacer de la risa una bella
y ruidosa forma de la desobediencia. Por haber aprendido a abrazar nuestras revueltas interiores aunque costara
y por celebrarlas con nosotras hoy. Por seguir agitando su
cabellera indomable con un brillo que ilumina.
2018 03 06, El Telégrafo
Historias de desobediencia
48
Digo tu nombre
p51
A un año del asesinato de Vanessa
p55
Te conozco porque has muerto
p58
La perseverancia de
la familia de Gaby Díaz
p63
Cuerpo siempre abierto
p68
A flor de piel
p73
Espejo de agua: Azuay
y los asesinatos de mujeres
p84
El paso, el zapato, la pisada
p87
Nuestra justicia por Vanessa
Digo tu nombre
A un año del asesinato
de Vanessa
El 19 de octubre se conmemoró el primer año de la muerte
de Vanessa Landínez Ortega. Vanessa murió en la ciudad
de Ambato, en un hotel. Esa noche, ella y otras personas,
quienes al parecer habían reservado habitaciones para reunirse y pasar allí la noche, bebieron, escucharon música,
nada inusual. En un momento dado, Vanessa tuvo un intercambio de palabras con Esteban Guerrero, un hombre
al que conocía de antes. Más tarde, Vanessa había muerto.
Tenía hematomas en el cuerpo.
Las circunstancias en que sucedió su muerte son perturbadoras porque son confusas y violentas. No son claros
los procedimientos legales que tuvieron lugar desde el
momento de su muerte. Su familia no fue notificada de
inmediato. Su cuerpo fue trasladado a la morgue y sus
familiares se enteraron horas después. Esteban Guerrero
fue acusado de homicidio, permaneció en prisión y luego
fue liberado, declarado inocente. La familia del sospechoso se organizó en Ambato en «acciones de defensa». Uno
de sus mecanismos consistió en denigrar la memoria de
Vanessa. Una mujer sola en un hotel, de madrugada, si
ha bebido, merece morir. Esta familia es numerosa, tiene
recursos. Algunos de sus miembros se han trasladado a
Quito para «asistir» a conversatorios y acciones organizados por la plataforma Justicia para Vanessa, formada por
su familia y por activistas de derechos humanos. La defensa de Guerrero por parte de su familia evidencia algo
que rebasa este caso: cómo llegamos a justificar la violencia contra las mujeres y la muerte de una, al punto de
declararla culpable, para salvaguardar el orden social.
Historias de desobediencia
51
Digo tu nombre
Frente a esta legión, aparece otra muy distinta. Durante este año, la familia de Vanessa Landínez nos ha dado
una lección de dignidad. Se trata de una familia pequeña
y con recursos limitados. Pero la dignidad no depende
de eso. Ana Ortega, madre de Vanessa, Rosita Ortega, su
prima-hermana, Rocío Vásquez y Bladimir Ortega, sus
tíos, han perseverado en defender su memoria a pesar
del duelo de su familia y de las enormes dificultades que
presenta la justicia en este país cuando se tiene que bregar con la falta de transparencia y de criterio. Así como
Pedro Restrepo y su familia decidieron que su vida sería para defender la memoria de sus hijos, así mismo la
familia de Vanessa ha decidido que su dignidad puede
más que el poder. Rosa Ortega, Alberto Ortega, Pedro
Restrepo, el activismo que los acompaña, nos dicen que
la sociedad civil sí puede demandar justicia y sí puede hacer de la defensa de la memoria la posibilidad de
interpelarnos como sociedad.
Gracias a esta perseverancia, la defensa de este caso, ubicada en Ambato y en Quito, ha logrado que se vuelva a
abrir el proceso. Francisco Hurtado, abogado defensor, se
ha referido a un cambio fundamental en este proceso luego de que el acusado fuera declarado inocente. En meses recientes, Hurtado, Juan Pablo Albán y un equipo de
la Clínica de Derechos Humanos de la Universidad San
Francisco lograron que el proceso de Vanessa Landínez
se declarara nulo: «ha sido importante la reciente declaratoria de nulidad del proceso en primera instancia porque
confirmó irregularidades y permitirá reabrir las investigaciones y ampliarlas e, incluso, eventualmente incluir a
otros sospechosos», dice Hurtado. Estos procesos no se
dan solos, sino a partir de confluencias con movimientos
sociales, demanda feminista, nos tejemos.
Historias de desobediencia
52
Digo tu nombre
Ahora que el juicio está abierto, la administración de justicia, los jueces, fiscales, testigos, tendrán que entender,
porque ya es hora, que toda la sociedad tiene la obligación de comprender qué es violencia de género, qué es
un feminicidio, por qué cuando hablamos de Vanessa
Landínez tenemos que hablar en estos términos. No se
puede administrar justicia si quienes están sentados en
esos puestos no entienden que una mujer no tiene menos
valor si está sola por la noche en un hotel. De poco sirve
que esté tipificado el femicidio, como han dicho con tanto orgullo quienes están sentados en la función judicial,
loando el COIP, si una persona piensa en su interior que
Vanessa merecía morir porque había bebido, porque tenía
puesta una falda o porque hacía uso de libre albedrío.
Tipificar un delito sin promover procesos de concienciación y sensibilización que van de la mano no es ningún
mérito, mucho menos si olvidan siempre la erradicación.
«No es suficiente que el Estado presente a la opinión
pública evidencia de medidas tomadas para eliminar la tolerancia general y social a la violencia contra las mujeres,
sino que debe demostrar que tiene un compromiso real de
enfrentar el patrón de impunidad que lamentablemente
afecta este tipo de casos», explica aquí Juan Pablo Albán.
Ahora que el proceso se reabre, la familia de Vanessa tendrá que pasar por la dura experiencia de reconstruir los
hechos; escuchar testimonios maliciosos que igualan mujer libre con mujer sin honra y culpable; ver la vida de
Vanessa expuesta y juzgada mientras su hija crece sin saber que su madre fue culpabilizada por su muerte. Todo
esto tiene que valer la pena. Puede pasar en cualquiera de
nuestras familias, a cualquiera de las mujeres que amamos. Este enorme esfuerzo emocional que está dispuesta
a hacer la familia de Vanessa debe valer la pena.
Historias de desobediencia
53
Digo tu nombre
Hoy, Alberto Ortega, que relata en uno de sus artículos
cómo llevaba de la mano a su sobrina Vanessa al jardín
de infantes cuando era pequeña, tiene que enfrentar su
muerte y, además, su culpabilización. «Te escribo para decirte que toda la familia está más unida que nunca para
enfrentar los fantasmas oscurantistas que tratarán de defender lo indefendible», le dice Alberto a Vanessa en una
carta. Nosotras y nosotros nos sumamos a esa promesa.
Defender lo indefendible en memoria de Vanessa y de
cada mujer asesinada.
19 10 2014
Historias de desobediencia
54
Digo tu nombre
Te conozco porque
has muerto
En abril de este año, Gaby le escribió a su madre, Jeaneth,
una carta de despedida antes de suicidarse. Hoy, Gaby
Díaz tendría 20 años. No vamos a conocerla jamás. Ya no
va a ser enfermera. No será novia, madre ni abuela de nadie. No va a seguir colgando fotos en las redes sociales,
imágenes que nos acercan a ella sin que podamos saber ya
en quién va a convertirse. De Gaby, conocemos su rostro,
el lunar en la mejilla, la forma en que sonríe y su última
historia, aunque sea improbable que hubiéramos podido
conocerla en persona. La conocemos porque ha muerto.
La conocemos porque leemos sobre ella en un expediente
judicial, en la prensa y en la plataforma que han formado
su familia y sus amistades para defender su memoria. El
nombre de Gaby Díaz aparece en un documento legal en
el lugar que ocupa la víctima. Entre ella y nosotros, el espacio infinito de su muerte. No vamos a conocerla jamás,
pero sí vamos a honrar su vida.
Gaby Díaz se suicidó el 5 de abril de 2014 como consecuencia de un estado de desesperación. Vivía en
Riobamba. Había sido violada en julio de 2013. Los
presuntos responsables, Fausto S. e Iván R., al parecer,
eran estudiantes de dos universidades de Quito, la San
Francisco y la Salesiana. En un momento de la noche, la
amiga de Gaby la encontró en un dormitorio. Ninguna
de las dos muchachas recordaba bien qué había pasado.
Su amiga la ayudó a vestirse. Su familia se enteró luego
de algunas semanas y procedieron a hacer la respectiva
denuncia. El suicidio de Gabriela Díaz Cañizares es una
consecuencia directa de haber sufrido una violación. La
responsabilidad de su muerte recae sobre sus agresores,
Historias de desobediencia
55
Digo tu nombre
porque la noche en que decidieron forzarla causaron un
daño para ella irreversible. Esa muerte nos pesa como
sociedad, le pesa a la administración de justicia y a toda
persona que tenga la menor duda de que una mujer
merece morir porque va a una fiesta y piensa que no
va a ser violada ni agredida.
Ninguna muchacha merece morir porque quiere ser una
muchacha. Gaby sufrió un daño que pensaba irreversible. Cómo hubiéramos querido decirle que ese hecho no
la definía, que podíamos ayudarla a sanar.
En casos de violencia de género, aún se usa la figura
de «víctima provocadora»: víctima más culpable que el
infractor, aquella que por su conducta incita al autor a cometer ilicitud penal. Es inaceptable usar este recurso para
referirse a mujeres víctimas de violación sexual. Si queda
sombra de duda, si aún se piensa que la víctima provoca
su agresión, la justicia no está funcionando.
Hoy conocemos a Gaby porque Gaby ha muerto. Su familia y sus amigas han tenido la entereza de contar su historia públicamente. Al hacerlo, también están rompiendo
con el tabú: no podemos callar las violaciones ni las mujeres violadas son quienes deben sentirse avergonzadas.
Que una mujer deba ocultar una agresión por temor a ser
estigmatizada dice mucho de una sociedad. Defendiendo
la memoria de Gaby, su familia defiende a todas las mujeres agredidas. Esa es la enorme generosidad y el valor que
ellos han hallado para sobrellevar la muerte de su hija.
En este caso, como en muchos casos, la administración de
justicia tiene una gravísima limitante: si una sola de las
personas involucradas en el caso piensa que Gaby tuvo la
culpa por estar en una fiesta, por haber ido por decisión
Historias de desobediencia
56
Digo tu nombre
propia a la casa de los agresores, por haber vestido lo que
fuera que hubiera vestido, por haber ingerido alcohol voluntariamente, en pleno uso de su derecho al ser mayor
de edad, esas personas están inculpando a la víctima y
justificando a los agresores. Aun si Gaby hubiera ido a esa
habitación por voluntad propia y no bajo administración
forzada de sustancias, nada, absolutamente nada justifica la violación que sufrió. Si la administración de justicia
aún es ignorante de estos factores, no es justicia, es parte
del maltrato general a las víctimas, por tanto, esas personas deberían ser separadas de sus cargos, precisamente
por su incapacidad de administrar justicia.
Fiscalía ha anunciado en la prensa que se ha asignado una
nueva fiscal para el caso. La ciudadanía, los movimientos sociales, los activismos y los feminismos públicos han
ejercido presión para que estos casos sean tratados como
deben tratarse: sancionando a los agresores, no a las víctimas. Tenemos mucho que hacer como sociedad para dejar de pensar que una mujer que va «a la boca del lobo»
está buscando su muerte. La justicia en este país tiene una
deuda con ellas, con sus familias y con nosotros.
Antes, no conocíamos a Karina del Pozo, a Vanessa Landínez, a Angélica Balladares. Las hemos conocido de una
manera dolorosa, porque han muerto y porque sus familias han decidido no callar. Karina, Vanessa, Angélica,
Gaby, no dejaremos de decir sus nombres. Detrás de ustedes hay vidas interrumpidas, familias rotas, nuncamases.
No dejaremos de nombrarlas.
2014 11 24
Historias de desobediencia
57
Digo tu nombre
La perseverancia
de la familia de Gaby Díaz
Fausto S. e Iván R., dos estudiantes universitarios, uno
de la Universidad San Francisco y otro de la Universidad
Salesiana, reparten su vida entre los estudios en Quito y
sus visitas a Riobamba, donde viven sus familias y sus
amigos. Hacen lo que hacen los jóvenes de su edad y de
su clase: salen, beben, vuelven a Quito, van a clases. Los
vemos en los pasillos de la universidad, en los bares, en
casas de amistades. Quizás han estado en nuestras clases, de visita en nuestras casas o se nos han cruzado en
el supermercado.
Es el 22 de julio de 2013. Fausto S. e Iván R. aprovechan una
reunión social para hacer lo que hacen miles de hombres
alrededor del mundo y que encubren miles de personas
alrededor del mundo. Ambos toman en ese momento la
vida de Gaby Díaz, una muchacha de 19 años que ha ido
a la reunión sin saber que esa noche dos personas iban
a destruir su integridad y su vida. Según testimonios en
este caso, uno de los dos hombres era su mejor amigo.
Gaby es víctima de una violación. Sobrevive, su familia
la recoge de la casa en donde estaba. Antes de que la recojan, ambos hombres le sacan fotos.
El 13 de agosto de 2013, Gaby y su familia presentan la denuncia en Riobamba. Los cargos por delito de
violación contra los acusados se formulan el 1. de mayo
de 2014, nueve meses después de la denuncia. Pasan
nueve largos meses. A esa fecha, se dispone prisión
preventiva contra ambos hombres. Sólo que para ese
momento Gaby ya no estaba.
Historias de desobediencia
58
Digo tu nombre
El 5 de abril de 2014, Gaby Díaz se quita la vida.
Gaby fue sobreviviente de una violación en la medida en
que logró salir del lugar donde estaba la noche en que
la atacaron. No murió inmediatamente pero sí murió por
consecuencia directa del ataque que había sufrido.
Esa noche, los dos criminales tomaron su vida aunque no
la hubieran asesinado. Es lo que debemos lamentar profundamente como sociedad y que debe lamentar también
la administración de justicia, que se demoró casi un año en
dictar prisión y un año y cinco meses en dictar sentencia.
Antes de que se dictara la prisión preventiva en mayo
de 2014, Gaby llegó a ver a los criminales en la calle,
recibió amenazas, intentaron intimidarla. Los nueve
meses que pasaron entre el delito cometido contra ella y
su suicidio fueron una larga agonía y tuvo que vivir con
el hecho de que sus violadores estuvieran sueltos en la
calle y pudieran agredirla. Además, estos dos hombres
cometieron el mismo delito contra otras mujeres. Han
sido sentenciados como criminales seriales, con un modus operandi premeditado. El 2 de febrero tendrá lugar
la audiencia del caso de Evelyn S., otra víctima de violación de estas mismas dos personas.
Gaby y su familia lograron hacer la denuncia y su madre
y su familia, con extraordinaria fortaleza, perseveraron
hasta lograr la prisión para los dos delincuentes, con la
enorme solidaridad de las amigas de Gaby y de los activismos. Todas estas personas tuvieron la sabiduría de
reconocer que el crimen no debía callarse, que Gaby tenía
todo el derecho de hacer pública su agresión y no avergonzarse de ello de ninguna manera, que la víctima era
ella y no los dos hombres que la violaron. En una cultura
Historias de desobediencia
59
Digo tu nombre
que encubre a los violadores, la frontalidad y determinación de estas personas son una lección para toda la
sociedad y, en especial, para la administración de justicia.
Ha sido un proceso que ha demorado demasiado y en
donde la misma administración de justicia maltrató a la
víctima, hecho que no puede pasarse por alto de ninguna
manera. La conciencia y la sensibilidad de qué es la violencia de género, qué significa atentar contra la integridad
física y sexual de una mujer, parecen todavía algo ajeno y
desconocido para la justicia ecuatoriana. Se ha condenado
a dos violadores seriales, pero el costo de ello es la vida de
una persona debido al gravísimo desconocimiento de los
funcionarios sentados en los puestos en donde se administran los casos, que parecen no ver la urgencia con que
deben tratarse. Entre la denuncia de Gaby y su familia y
la sentencia, ella decidió quitarse la vida, y el entorpecido
modo en que se llevó el caso durante los primeros meses
tienen que ver con su decisión.
La tercera fiscal asignada para el caso y quien por fin lo
trató explícitamente como violencia de género, Gabriela Carrión, reconoce que hubo fallas en el proceso. La
manera en que se manejó la evidencia constituye otra
agresión contra Gaby Díaz. En palabras de Carrión y
según los hechos que constan en el documento de la audiencia: «Los hechos ocurridos el 22 de julio del 2013
quedaron plasmados en fotografías que fueron tomadas
por sus agresores (de Gaby Díaz), mismas que fueron
guardadas en el departamento de Fausto Saavedra en la
ciudad de Quito. Dos de esas fotografías fueron anexadas al expediente fiscal en la versión libre y voluntaria
que rindió el condenado Fausto Saavedra; momentos
después fueron observadas por la víctima, Gaby Díaz,
hecho que le produjo un profundo daño psicológico,
Historias de desobediencia
60
Digo tu nombre
contribuyendo a que en Gaby se desencadenara una
crisis de ansiedad por estrés postraumático». Carrión
señala también el hecho innecesario de la exhibición de
la intimidad de Gaby Díaz durante el proceso.
Ciertamente, aquí los funcionarios involucrados en el
caso en ese momento actuaron con un desconocimiento
que se torna en violencia contra la víctima. Afirma Carrión: «Finalmente la completa intimidad de Gaby Díaz
por la naturaleza de caso llegó a los ojos y oídos de la administración de justicia, pasó por los fiscales, el juez de
primera instancia y los tres miembros del tribunal penal,
no porque estos miembros de los órganos de justicia así lo
hayan querido, deseado o provocado, quienes, y me uno
a esta lista, no teníamos por qué conocer a Gaby en estas
circunstancias ni ver fotografías tan íntimas como las tomadas por los agresores». La evidencia no fue tratada con
sensibilidad ni conciencia de lo que se estaba haciendo.
No pueden repetirse estos procedimientos en un país en
donde se dice en el discurso que hay voluntad de erradicar la violencia de género.
Al mismo tiempo, cabe reconocer el tratamiento coherente y lúcido que la fiscal asignada dio al caso y que
ha llevado a la sentencia condenatoria unánime para
los dos criminales. El caso de Gaby Díaz ha sido asumido legalmente como violencia de género, «ratificado
por los múltiples expertos (peritos) que en la audiencia
de juzgamiento rindieron su testimonio, entre los cuales
se puede mencionar a dos psicólogos, tres trabajadoras
sociales y un psicólogo forense, quienes sin titubear indicaron que el caso de Gaby Díaz no solo es un delito
de carácter sexual, sino que también tiene un alto componente de violencia de género», concluye Gabriela Carrión. Se ha hecho ¿justicia? aunque Gaby ya no esté.
Historias de desobediencia
61
Digo tu nombre
Nunca más una víctima tendría que llegar a tomar
su propia vida mientras la justicia se demora. El caso
de Gaby Díaz es un símbolo de los miles de casos
anónimos, sin sentencia, en donde la víctima muere,
en donde se la culpabiliza, casos que se callan, que son
vistos como vergonzantes, que ni siquiera llegan a la
justicia, que no podemos siquiera contar porque están
dispersos en todos los sectores de la sociedad. La justicia ha actuado pero no puede volver a demorarse. En
memoria de Gaby y de todas las víctimas de violencia,
no pueden volver a demorarse.
2015 01 21
En 2018, Janeth Cañizares, madre de Gaby, impulsó la creación
de la Fundación Gaby Díaz, en memoria de su hija, para luchar
contra la violencia de género. Es una entidad sin fines de lucro
que contribuye a garantizar los derechos humanos en la sociedad
ecuatoriana. Su página web es https://fundaciongabydiaz.com
Historias de desobediencia
62
Digo tu nombre
Cuerpo siempre abierto
Somos la distancia entre desaparecidos
esa suma brutal de pájaros inertes
Edison Navarro
Las familias que buscan viven con una incertidumbre de
la que hacen su cotidiano. Las familias que encuentran
inician el doloroso camino de un duelo que tendrá que enfrentar la impunidad y la inoperancia de la justicia. Como
si hablara de la búsqueda de Marina y María José, de tantas otras, Alexandra Córdova, madre de David Romo,
desaparecido en 2013, dice: «Los desaparecidos no sólo
desaparecen aquí, desaparecen en todo el mundo».
Las personas desaparecidas se van de todos nosotros.
Tanto con las desapariciones como en los hallazgos sin
vida, nos enfrentamos a un Estado que no tiene la voluntad de desmantelar la violencia, que no se preocupa
por prevenirla y que ni siquiera logra sancionarla. Son
las familias las que buscan, las que hacen investigación,
las que se disponen a tristísimos aprendizajes forenses. Son las familias las que idean, denuncian, dejan de
trabajar, de comer y de descansar para encontrar los
cuerpos de sus seres amados.
A David aún no lo han encontrado, como a miles de personas en Ecuador, a ancianos, a chicas que salieron a la
esquina, a niños raptados por sus padres o madres, a mujeres que han sido vendidas como mercancía. Seguimos
esperando por él, por ellos y exigimos que no se calculen los resultados de estos casos como trofeos. Seguimos
esperando junto con sus familias, que han vivido lo inenaHistorias de desobediencia
63
Digo tu nombre
rrable al buscarlos. Por eso la interpelación al Estado,
porque no tenemos otro mecanismo que esta justicia, aunque ese mismo Estado elija ignorar las características de
la violencia sobre la que pretende legislar.
Sabemos que tenemos que convivir con estas violencias
y por eso es inexcusable desconocer sus manifestaciones diversas, no son un monstruo de una sola cabeza.
Marina y María José murieron por ser mujeres. Las violencias tienen múltiples formas y nos atacan en nuestras
distintas vulnerabilidades porque somos vulnerables de
distintas maneras. No hay violencias más urgentes de
erradicar que otras ni muertes más importantes, pero sí
hay violencias que cuentan con mayor tolerancia social.
Rechazamos la persecución religiosa, por ejemplo, o nos
horrorizamos frente a la violencia racista, pero no somos capaces de identificar la violencia macha. Hay algo
que elegimos no ver, una obcecación que nos conduce
a negar un tipo específico de violencia. Somos capaces
de justificar los crímenes contra las mujeres cuando decimos «se lo buscó». Hemos elegido la peor forma de la
ignorancia, que es no querer entender a pesar de tener
condiciones para hacerlo.
Un cuerpo de mujer es algo que el mundo mira como un
cuerpo siempre abierto. Puede ser tomado, penetrado o
tocado, puede ser desnudado con la mirada o con las manos sin consentimiento.
Para el mundo sumiso al poder patriarcal, un cuerpo de
mujer puede ser usado de varias maneras e históricamente ha tenido menos valor que otros. Es un cuerpo. No una
persona plena, no una mujer, no un ser humano.
Historias de desobediencia
64
Digo tu nombre
El cuerpo de una mujer es un cuerpo siempre expuesto
porque el mundo que compartimos ha querido mantenerlo abierto para los otros. Son privilegios de uso que
han mantenido quienes han estado en el poder durante siglos, y son hombres. Un tipo de hombre. Y un tipo
de mujer que ha respaldado esos privilegios aunque
vayan contra su propia vida. Si hoy las mujeres morimos menos, es porque nuestro cuerpo se ha vuelto más
soberano. Se ha protegido, ha aprendido y se ha organizado para resistir. Vidas enteras de mujeres consisten
en sobrevivir cada día, en preservar la vida, en intentar llegar a casa sin daño. Seguimos muriendo con una
frecuencia tal que algunos países han condenado esta
violencia como «un genocidio a cuentagotas». Es el caso
de México, Guatemala, India, China, distintos contextos
con una selección similar: niñas y mujeres.
Por eso, hemos sido las mujeres quienes nos hemos construido como personas plenas para preservar nuestro
cuerpo, ser sus dueñas y habitarlo. En alianza con las mujeres, muchos hombres y sociedades enteras han cedido
sus privilegios históricos. Estaba el derecho de tomar la
“virginidad”, es decir, la iniciación sexual de las mujeres
que fueran parte de una propiedad; de violar a las mujeres de la familia; estaba el derecho de apedrear a las
adúlteras; de matar por celos, de decirle puta a una mujer
y deslegitimarla como persona. Estaba y está. Estas son
violencias selectivas, por eso hoy, cuando estas violencias
escalan hasta la muerte y el Estado se vuelve cómplice
por su pasividad, hablamos de feminicidio. Un hombre
que renuncia a estos poderes y una mujer que deja de
apoyarlos están contribuyendo a frenar las muertes de las
mujeres. Una persona que defiende estas formas atávicas
está asintiendo: nos pueden matar, ya seamos niñas, mujeres biológicas, hombres femeninos, mujeres trans*.
Historias de desobediencia
65
Digo tu nombre
En este estado de cosas, leer que las víctimas son
culpables es desolador, porque revela que seguimos
dispuestos a apoyar esta cadena de violencias contra
las mujeres. Seguimos culpando a las «zorras», no a
los zorros. Es preferible juzgar qué vestían Marina y
María José, si habían bebido alcohol o no, si aceptaron
irse con desconocidos. Sus familias recalcan que ambas eran buenas muchachas. La violencia no distingue
entre buenas muchachas y chicas malas, las culpa a todas. Es más fácil juzgar sus libertades que aceptar de
una vez por todas que hay toda una idea de «qué es
una mujer» que tenemos interiorizada y que es cómplice de los agresores que deciden desaparecer a las
mujeres. ¿Las «chicas malas» merecen morir?
En el caso de Marina y María José, que se suma al caso
de Karina del Pozo, de Vanessa Landínez, de Gaby Díaz,
siempre hubo alguien que preguntó qué llevaban puesto y por qué habían salido solas. En el caso de Vanessa,
seguimos esperando, así como seguimos esperando que
se haga justicia por cientos de mujeres anónimas de toda
condición social cuyos casos no significan réditos políticos
y que por eso permanecen abandonados por la justicia.
En cuanto al caso de Marina y María José, es preferible
cuestionar la cultura de Montañita, el uso de drogas y los
estilos de vida de la gente que viaja o vive allá. Es más
fácil cerrar bares y poner horas de cierre cada vez más
temprano, como si la violencia empezara a las tres de la
mañana. La noche no es el único tiempo de la violencia,
lo saben las mujeres agredidas en sus casas a todas horas
o vulneradas al tomar el bus en la mañana. La intervención que anuncia el Ministerio del Interior en Montañita
será retrógrada y torpe e irá en consonancia con las políticas altamente punitivas del gobierno respecto de las droHistorias de desobediencia
66
Digo tu nombre
gas y la prisión. Irán presos microtraficantes, habrá chivos expiatorios y eso tendrá mucho de racista, sin duda.
Ya ha habido al respecto comentarios que perturban aún
más: los hombres pobres y oscuros, el perfil agresor más
probable. Esa intervención será llevada con autoritarismo macho, es decir, preservará las formas de violencia
que debería contribuir a erradicar.
Seguimos simulando que no hay cadenas de violencia que
se han llevado a muchas personas y a muchas mujeres. Las
familias de María José y de Marina han denunciado que
el Estado ecuatoriano miente, no aceptan la versión del
Ministerio del Interior y demandan que se investigue una
red de trata que podría estar involucrada en este crimen.
Cerrar bares y arrestar consumidores de marihuana va a
ser un elemento más de este simulacro de pobre factura.
Marina, María José, Karina, Vanessa, Angélica, no fue
culpa de ustedes. Ustedes no son responsables de sus
propias muertes. No fue su ropa, no fueron su sonrisa ni
las decisiones que tomaron mientras vivían su vida. Ustedes no se hicieron golpear, violar ni asesinar. Ya no podemos tenerlas de vuelta ni conocerlas, escuchar su voz ni
mirarlas en una foto que no diga «desaparecida». Pero no
fueron ustedes. Fueron ellos. No ustedes.
2016 03 01
Historias de desobediencia
67
Digo tu nombre
A flor de piel
En el centro histórico de Quito hay restauradores de santos expertos en encarnado y otras técnicas provenientes
de la Escuela Quiteña. Son guardianes de saberes muy
antiguos. Muchos de ellos usan sus colores para maquillar a mujeres golpeadas. Hay quien ha ido introduciendo
ingredientes secretos, dicen, que curan las cicatrices físicas. Las otras duran bastante más. Los hombres van allá
después de broncas o asaltos. Las mujeres, a cubrirse las
palizas de su pareja. Que no se note mucho. En unos tres
días ya se le va. Aquí tápeme, que me dio con el reloj en
el pómulo. Ayer estaba peor. Tengo dos chichones en la
cabeza, por suerte con el pelo no se ve.
Las vírgenes de Quito miran desde su quietud cómo
la piel que les pintan se recrea sobre otras pieles, éstas,
amoratadas, con costras, con venas saltadas. Pieles avergonzadas, hinchadas, abiertas, cubiertas por un mechón
de cabello, y a veces en llaga viva. A flor de piel.
Así era también el programa de televisión marroquí que
enseñaba a las mujeres a maquillarse los golpes de pareja
el día de la erradicación de la violencia contra las mujeres.
Recurso de hermosas reinvenciones del cuerpo, de estéticas trans*, artísticas, vitales, el maquillaje puede también
ser así de perverso: una paleta de correctores puede borrar las huellas del maltrato. «La violencia de género es un
problema penoso, pero existe», dice en TV la maquilladora en mandil rosa mientras elige el pincel con el que va a
maquillar el área de los ojos. Maquillémoslo, hagámoslo
invisible, capa tras capa. En ese programa de TV, las mujeres se enseñaban unas a otras a disimular la violencia
con sonrisas pasmosas que develaban abismos interiores.
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Gloria Ordóñez no se maquilló. El 5 de diciembre, puso
una denuncia contra el hombre a quien identificó como su
pareja de hacía un año y cuatro meses: Orlando Pérez, director de diario El Telégrafo. Según su testimonio, su pareja
la golpeó intentando expulsarla de su casa. Pérez es un
hombre de poder. Si es histórica la impunidad a cuyo amparo han vivido los hombres que maltratan a las mujeres,
la impunidad de los hombres protegidos por el poder es
casi infranqueable. Casi. Gloria Ordóñez se enfrentó a esa
impunidad histórica cuando denunció públicamente, con
nombre y apellido, a un hombre protegido por una serie
de inmunidades que levanta el poder alrededor de algunos que estarán siempre exentos de cargos. Los exentos.
No se trata de cualquier hombre, sino de un poderoso sostenido por otros defensores de un orden que le otorgarán
los privilegios necesarios para perpetuarlo. La agitación
que viene con el cambio de ese orden, al suponer la pérdida de sus privilegios, es sofocada. Gloria es esa agitación.
Ella había estado en casa de Pérez hasta la noche. «Me
agarró fuertemente del cabello, arrastrándome por toda la
sala, me agarró del brazo izquierdo, tratando a la fuerza
de sacarme del apartamento, pero no lo logró; me empujó
contra el mesón de la cocina y producto del empujón hizo
que me golpeara en la rodilla izquierda», relata Gloria.
En un comunicado que Pérez lee el día 13, luego de que
la denuncia de Gloria explota en redes, dice no haber llamado a la policía para desalojarla porque ella «no podía
ser expuesta» a la calle. Lo que Gloria quizás no sabía es
que se hallaba más expuesta con su propia pareja que en
la calle o con la policía, y relata para RTS que, además, es
acusada de robo. «Vacié mi maleta para que viera que no
me había robado nada». Denigrar a su propia pareja para
llevarla a la mayor fragilidad. «Yo sólo estaba contigo por
sexo», recuerda Gloria que le dice Pérez. «A las prostitutas
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se les paga y se van, tú no te vas», dice quien, al parecer,
no tiene el menor gesto de amabilidad con las trabajadoras sexuales que contrata: llamarles un taxi. Elemental.
«He tenido encuentros casuales» con Gloria, lee Pérez
de su comunicado, cuando ya le había dicho que con las
trabajadoras sexuales, por lo menos, la visita termina
una vez cumplido el acuerdo. ¿Eso piensa Pérez de las
mujeres con quienes mantiene relaciones esporádicas,
sean trabajadoras sexuales o no? Aparece la pesadilla
de la mujer expuesta al misógino que aprovecha la relación de poder dada por el dinero para denigrarla. ¿Sólo
porque la relación era casual cabe acusar a una mujer de
robo, hacerle vaciar su bolso, filmarla mientras está vulnerable? Eso no es todo. Pérez menciona «diferencias
obvias» entre ellos. ¿Cuáles serán? El poder, la impunidad, el dinero, probablemente. Todas ellas, las que sean,
usadas para despreciar a Gloria al distanciarse de ella
y regalarle «consideración», como dice, a pesar de esas
diferencias. Otra estrategia del macho maltratador: no
te conozco. Era sólo sexo. Niego cualquier relación de
afecto que haya existido. Ese macho es incapaz de reconocer, incluso en las relaciones casuales, el consenso de
dos personas que se respetan mutuamente.
«Quería verle nuevamente», dice Gloria en el video filmado por Pérez. Sí. Quería. Cuando están cruzadas con
los esquemas de afecto que conocemos, como la relación
de pareja, las violencias se vuelven perversas. El anonimato de un asalto, traumático, no tiene las mismas
implicaciones que la agresión de alguien con quien hemos compartido nuestra intimidad. Sí, son relaciones
con efectos paradójicos. Por eso no cabe la pregunta
inquisidora: ¿Por qué no tomaste un taxi? ¿Por qué te
dejaste tratar así? Curiosamente, no preguntamos: ¿Por
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Digo tu nombre
qué la lanzaste contra el mesón de la cocina cuando no
quiso irse, por qué la arrastraste por el cabello? Con una
honestidad que desarma, Gloria lo ha dicho en sus cuentas: va a actuar contra sus propios sentimientos. «Nada
justifica que peguen a una mujer. Puede ser que yo haya
hecho cosas que no le agraden, pero no para alzarme
la mano. Una mujer no puede permitir eso». Gloria lo
sabe, por eso no se ha maquillado.
La lucidez de esta mujer viene de un largo y arduo camino abierto por otras mujeres. Las luchas para preservar la
integridad y la vida de las mujeres no se reducen a atacar a un agresor. Pero se trata de alguien con privilegios
acumulados. La clase en el poder se empeña en hacernos
saber que gobernar este país se entiende como el privilegio permanente de exhibir el gran falo y usarlo contra las
mujeres de cualquier forma posible, porque cualquier uso
de ese gran falo está libre de responsabilidad.
Dicho esto, lo sabemos y es obvio, la violencia nos habita,
nos rodea y nos atraviesa, más allá de nuestras ideologías
y contra nosotros mismos. El machismo de la izquierda
trasnochada se hermana con la abominable misoginia de
la derecha. El comunicado de «las ofrecidas», emitido por
un político que evadía su responsabilidad en una relación
con una colega, llamándola nada menos que «ofrecida»,
antecede al comunicado de «los encuentros casuales».
Los lugares comunes que repetimos hasta la muerte nos
hacen ver que el monstruo no es ajeno, sino que está entre
nosotros: «¿Por qué no llamó taxi?». La derecha querrá
aprovechar esto, igual que otros sectores de la oposición,
pero las luchas históricas de las mujeres no se prestan para
esto, no se usan. Como se ha visto de sobra en redes, las
mujeres, las feministas, los hombres que se han desmarcado de su destino patriarcal van a responder siempre,
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van a movilizar su indignación como lo demostraron siete
mil personas que marcharon en Quito el 26 de noviembre,
como nos lo hicieron saber los cientos de mujeres que se
tomaron el puente de Bahía de Caráquez el sábado pasado para protestar contra la violencia. Estas luchas no son
electoreras ni instrumentales, no le pertenecen a nadie y
nos pertenecen a todas, y son reales, históricas y persistentes. Somos persistentes.
Gloria no se maquilló. No calló. No cedió. Y su agresión
jamás podrá verse como un «asunto privado»: por supuesto, es política, porque lo personal es político, aunque
lo tengamos que repetir mil veces. El agresor ha llamado
a Gloria al silencio, orden tan cara a los hombres en el poder, y ha dicho: «No voy a entrar en detalles por respeto a
su intimidad y a su familia. Supongo que ella hará lo mismo». Esta amenaza velada es otro golpe. Aun así, Gloria
ha levantado la voz por ella misma y por miles de mujeres en situación de violencia que sí se han maquillado los
moretones, que han callado y que han cedido. Mientras
sigamos alzando la voz, esas mujeres, como Gloria, van a
salir de las sombras, serán mujeres en flor, a flor de piel.
2016 12 14
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Espejo de agua
Azuay y los asesinatos
de mujeres
Me hubiera gustado volver a tocarla,
escucharle la voz que ya no recuerdo,
aunque más no sea en sueños.
Sara, mamá de Sarita.
Chicas muertas,
Selva Almada
Y a la que dejo sin vida fue a mí
Sonia Salamea, madre de Cristina Palacio Salamea
Los ríos de Cuenca. Tomebamba, Yanuncay, Machángara,
Tarqui. Los sonidos del río que corren con la ciudad y resuenan bajo los puentes. Los ríos de Cuenca, por donde
pasan bolsas negras de basura como sombras. Por cuánto
tiempo podrá un cuerpo recorrer un río.
Esos ríos van a dar a la central hidroeléctrica Mazar, monstruo de agua situado entre Azuay y Cañar. Una empresa
comunitaria de pequeños botes es responsable de limpiar
la presa. Sus navegantes conocen bien el curso de esas
aguas. En estos años, han recogido desechos de todo tipo.
En el 2010, reporta la prensa, vieron pasar cuatro cabezas
de vaca y las tuvieron que recoger para enterrarlas en tierras cercanas. Lo que puede llevar un río.
El barquero del Hades se llamaba Caronte. El mito griego dice que era el encargado de guiar las sombras de
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los difuntos de un lado al otro del río Aqueronte, el río
de las aflicciones. Hoy, en Azuay, aparecen estos otros
Carontes anónimos. Son barqueros de mujeres asesinadas. Son ellos quienes han rescatado cuerpos de la presa Mazar. En Azuay, me dice cada persona con la que
hablo en Cuenca, cada vez más tiran más cadáveres al
río, es algo que se sabe.
Desde Cuenca, Gustavo Lucero, biólogo, me ayuda a imaginar el trayecto de un cuerpo desde los ríos
hasta la presa. Dependiendo de la corriente, me dice,
puede tomar dos o tres días si el cuerpo no se detiene en
El Descanso, el puente Europa o Uzhupud. Puede ser
que haya cuerpos tirados en el espejo de agua cerca de
Guachapala, piensa Gustavo. El espejo de agua: vernos
reflejadas allí, en el riesgo de morir. Ver pasar en el agua
la imagen de las mujeres asesinadas, Ofelias destrozadas, metidas en plástico.
«Sólo los cuerpos que flotan pueden recuperarse. Mazar
fue construida para proteger a Paute de los sedimentos,
los fondos de la represa son lodos en descomposición. Si
los cuerpos se hunden, nadie los hallará, y los botes solo
pueden limpiar por arriba, así que ese es terreno ideal
para que desaparezcan», me escribe Juan Carlos González, experto en conservación. Qué conocimiento siniestro
el que debemos tener para buscar los cuerpos de mujeres
asesinadas por feminicidas que pensaron en esto: comprar bolsas plásticas, transportar los cuerpos, tirarlos al
río, esperar que el lodo se trague sus actos. Aun si esos
cuerpos desaparecen, la memoria los trae de vuelta, son
las luchas de cada familia que no se resigna al olvido al
que pretenden arrastrarla esos fondos.
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El 3 de abril de 2017, el cuerpo de Cristina Palacio Salamea
fue hallado justamente en el embalse de Guachapala. Su
feminicida había lanzado su cuerpo a la altura del puente
Durán Ballén. Cristina fue violada y asesinada por un ex
compañero de trabajo. Yo vi su imagen por primera vez a
pocas horas de que sus familiares reportaran su desaparición: se me quedó grabada la sonrisa que se abría por
sobre una bufanda color celeste con brillitos, y no dejó de
estremecerme que lleváramos el mismo nombre. Cristina
podemos ser todas.
El rostro de las mujeres que asesinan se nos vuelve familiar en la cercanía que nos van dando las luchas por
encontrarlas. Del duelo, sus familias hacen una fuerza:
la madre de Cristina, Sonia Salamea, agrupa a quince familias de mujeres asesinadas en la Red de Familias para
luchar contra el feminicidio y la violencia de género. No
sólo empezamos a conocer quiénes eran las mujeres asesinadas, también vemos a sus madres, familias, amigas,
convertirse en luchadoras a la fuerza. A las mujeres y niñas las conocemos por sus fotografías de desaparecidas,
sacadas de sus muros de Facebook o de álbumes familiares como acto de fe: buscar. Nadie imagina que una foto
nuestra pueda convertirse en imagen de agonía. Tras la
sonrisa de Cristina, su madre y una familia que no puede
morirse ni enloquecer de dolor porque debe hacer el trabajo que no hacen el Estado ni la policía. Tras Cristina, el
rostro de todas las asesinadas: las anónimas, las presentes, las violadas, las pequeñas.
Desde su trabajo en el gobierno de la provincia de Azuay,
María Cecilia “Chechi” Alvarado lleva un registro de las
mujeres asesinadas, y habla de cada caso con una familiaridad que sobrecoge. Se refiere a detalles de los casos de
Anabel, Bertha, Evelyn. Hay una intimidad en el uso del
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primer nombre que se abre cuando conocemos la vida de
estas mujeres, sus últimos minutos, su lucha final. En este
mundo, nos hermanan con ellas la violencia, la voluntad
de reivindicar su memoria y el riesgo de muerte que compartimos según nuestras circunstancias. En la lista que
comparte conmigo María Cecilia, con los nombres de las
niñas y las mujeres asesinadas aparece su terror, es lo que
se respira al leer las circunstancias de sus muertes.
Escribir un cementerio de mujeres, en su memoria,
con ese terror.
Ruth Castro fue asesinada el 24 de mayo de 2016. Tenía 21
años. Su caso fue el primero en Azuay en juzgarse como
femicidio y en obtener sentencia acorde. La pena para
Darwin B. fue de 26 años.
Anabel Estefanía Muñoz fue violada y asesinada el 1 de julio de 2016. Aún no hay culpables. Tenía apenas 13 años.
Fue encontrada en el río.
Evelyn era una bebé. Tenía 11 meses de nacida. Su padre
intentó agredir a su mamá con un arma blanca y terminó
hiriéndola a ella.
A Verónica Lojano la dejaron inconsciente en el patio de su
casa. Era estudiante del colegio Herlinda Toral, tenía 18
años.
Jéssica Gordillo fue asesinada el 29 de abril de 2017. Su femicida tiró su cuerpo en una quebrada en el sector La Dolorosa de Racar. Por ser menor de edad, fue sentenciado a
8 años de «rehabilitación».
Jenny Jua, mujer shuar, fue asesinada a balazos en su casa
por su ex pareja delante de sus dos hijos.
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Blanca Olivia Duchi intentaba defender a su hija de su yerno cuando fue asesinada por él. Su femicida está prófugo.
Elvira Abibullayeva les temía a su esposo y su hijo: ambos
la violentaban. Puso una denuncia en enero. Llamaron
desde su casa a decir que se había caído. Tenía cortes en
el cráneo. Su esposo, el acusado, se acogió al derecho de
silencio y dice que solo va a declarar en ruso, su lengua
materna, algo que el sistema no puede ofrecer.
A Ximena Orellana su pareja la asesinó a martillazos el 5
de noviembre de 2016. En Guachapala. Tenía dos hijas. Su
femicida está detenido, pero aún no hay sentencia. Él le
reventó los ojos, quizás mientras estaba viva, y la escondió en el pozo séptico de su casa. Las dos niñas se hallan
con su abuela. El femicida solicitó su tenencia.
Cristina Zuquilanda se había ido a un bar del centro con
amigos. La desmembraron, la pusieron en fundas y se la
llevaron en un taxi. El taxista preguntó qué era el bulto
que metían en la cajuela. La tiraron al río. «Cristina Zuquilanda fue el primer caso por el que salimos a la calle
en 2011. Estaba divorciada y tenía dos niños. La drogaron
y la mataron luego de violarla. Nos decían: es divorciada,
¿qué hacía en una discoteca? Tenía 40 años. La familia se
tuvo que ir de aquí», narra María Cecilia.
Su padre. Su yerno. Su compañero de trabajo. Su pareja.
Sus amigos. «Mi tía vio pasar dos cuerpos flotando por
el río una mañana», me cuenta Andrea Malquin, de Hollaback Cuenca, una aplicación que sirve para denunciar
acoso sexual. Ver dos cuerpos pasar aguas abajo. Uno, de
mujer. «Las orillas de los ríos son espacios inseguros, hay
exhibicionismo, masturbadores. Los ríos en Cuenca tienen historias», dice Andrea, y enfatiza que esta violencia
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inicia con el acoso en la calle: «Y terminamos enfundadas
y tiradas al río». Nos incineran luego de violarnos y borran las huellas. Hacen cenizas de nuestro cuerpo.
Hollaback Cuenca hizo una encuesta a 514 personas para
preguntarles sobre acoso en el espacio público. El grupo
más grande son niñas: entre los 11 y los 14 años, las niñas
en Cuenca escuchan frases como «qué rica raja» y son víctimas de tocamientos. «A mí me tocaron a los 14 años»,
dice Andrea, comprometida con romper el silencio en una
ciudad en donde no es fácil. «El 95% de las niñas se queda
con una terrible sensación de asco y miedo frente al acoso, así vivimos aquí».
El acoso, la violencia y los asesinatos a mujeres suceden
en todos los sectores sociales en Azuay. Las muertes más
anónimas quedan abandonadas a la inoperancia del sistema de justicia, y las más notables son protegidas por el
poder. Guardianas de un orden moral antiguo, muchas
familias poderosas de Cuenca lo tienen todo calculado
cuando hay violencia de género: los conserjes tienen prohibido llamar a la policía, los abogados defensores de las
mujeres pueden ser perjudicados, tienen temor de tomar
los casos. Reina el silenciamiento con dinero. En casos de
gente conocida, la solidaridad con las mujeres desaparece
ante los intereses y pactos de clase. En casos de mujeres
empobrecidas, la imposibilidad para sus familias de ir a
la ciudad y exigir justicia deja sus asesinatos en la impunidad, y a sus hijos, aún más abandonados.
Ya sabemos que las violencias no están aisladas y que es
necesario desmontar todo un orden para contrarrestarlas.
También sabemos que el Estado punitivista no resuelve
los asesinatos. Nos resistimos a tomar las medidas necesarias para una verdadera erradicación de la violencia.
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Para que eso suceda, muchos hombres y mujeres tendrían
que renunciar a sus privilegios. Si no queremos desmontar una estructura hecha para la impunidad y la violencia,
seguiremos viendo cuerpos pasar por el río.
La incomprensión de lo que es la violencia contra las
mujeres llega a grados insólitos. En la Universidad de
Cuenca, el docente Diego J. fue lector de una tesis de
pregrado titulada «El juzgamiento del femicidio como
homicidio agravado». Su autor, Francisco Gangotena Machuca, dirigido por su tío, Kaysser Machuca, afirma allí
que tratar el femicidio como tipo penal autónomo «vulnera
principios sustanciales como el de igualdad e inocencia, perjudicandoasíalaspersonasprocesadas».Lasrelacionesentre
violencia sexual, patrimonial y feminicidio, las cifras históricas de asesinatos a mujeres, hoy incontestables, se
ignoran en este trabajo, signado por el poder de clase.
«La violencia contra los hombres puede ser terrible. Si
nos cortan el pene nos complican la vida, pero si a ustedes les cortan un seno, les queda el otro», decía otro
de los miembros del tribunal, según Diego J. Ese es el
nivel de la discusión en torno a violencia de género
en este país. Si esto sucede en una universidad como
la de Cuenca, no podemos esperar que se construyan
respuestas en los espacios académicos suficientemente
consistentes para combatirla. Esto no es anecdótico: sabemos que la misoginia y las limitaciones propias del
pensamiento conservador han demonizado la justicia de
género que demandan sociedades enteras. Al contrario
de todas las otras defensas, esa fue llevada en privado y
con dos guardias vigilando la puerta.
La primera docente mujer en Jurisprudencia en la
Universidad de Cuenca fue Ximena Medina. Este
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es un llamado a la memoria colectiva que hace
María José Machado, jurista, artista y escritora cuencana
vinculada a varios procesos feministas en Ecuador.
María José recuerda a Ximena en un acto de justicia
que va en su testimonio:
Ximena Medina tenía 32 años cuando fue asesinada
por su ex pareja. Era abogada penalista y una de las
pocas docentes de la facultad en un mundo hecho por
patriarcas. Su femicida había estado privado de libertad, Ximena era voluntaria en Derechos Humanos en
el centro de Rehabilitación de Varones de Cuenca, y
allí se conocieron. Tras su muerte, se le adjudicaron
amantes y se manchó su memoria por ser una mujer
libre. Fue asesinada en su casa, mientras su pequeña
hija dormía en otra habitación. Después de muerta, siguió siendo acusada de su propia muerte.
Años más tarde, un estudiante llega a la misma facultad
en donde enseñaba Ximena y en su tesis, apoyada por su
tío con poder, niega que exista violencia contra las mujeres. Niega que los hombres matan a las mujeres porque
toman el amor por posesión. Niega que se amenaza a las
mujeres por «putas». Niega las causas del asesinato de
Ximena, quien habría podido ser su profesora. Y afirma
un orden hecho para que tesis como la suya puedan ser
aprobadas. Para que las razones de la muerte de Ximena
puedan ser ignoradas. Para que todo siga igual.
Cuando leo sobre Ximena, veo que El tiempo de Cuenca
reporta: «cinco mujeres han muerto entre 2006 y 2008» por
lo que hoy reconocemos como violencia de género. Hoy,
en 2017, sólo en 250 días de lo que va del año, el colectivo
de Geografía Crítica reporta 112 feminicidios. En Ecuador, una mujer muere de manera violenta cada 53 horas.
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El aumento del registro, la tipificación, la obligación de
adoptar una visión de género dentro del sistema judicial,
vienen de la presión y el trabajo diario de los feminismos.
En ese sentido, María José Machado me guía por la
historia de los feminismos azuayos. La resistencia conservadora se ha visto históricamente interpelada por mujeres
enormes de esta provincia. El volumen Donde mi pasión se
hizo rebeldía recoge la genealogía feminista justa y urgente
que propone Alejandra Ciriza para que las mujeres conozcamos nuestra historia. Janeth Peña, defensora aguerrida
de las mujeres lesbianas, Piedad Moscoso, Raquel Rodas,
Belén Andrade, Silvia Vega, Nidia Solíz, Gladys Eskola y
muchas otras abrieron caminos anchos y también largos,
y estuvieron acompañadas por filas de mujeres más anónimas pero no menos valientes.
Electa subdecana de Ciencias Médicas en 1977,
Gladys, por ejemplo, enfrentó la furia del hombre de
ciencia que no concibe a una enfermera como su par:
«se produjo una toma armada de la facultad (...) por
personas opuestas a mi elección. Coincidentemente con
mi negativa a renunciar fue chocado el vehículo de mi
familia, se lanzó piedras a nuestro domicilio, y no faltaron llamadas telefónicas amenazantes», relata en este
volumen. No aceptaban que una mujer enfermera fuera
subdecana, y la atacaron. Otros caminos son posibles en
esas aguas y en esas aulas. En una postal con la foto de
un río cuencano que le envía en 1999, Piedad Moscoso
le escribe a Nela Martínez: «Desde esta orilla, por la que
transito diariamente, la recuerdo (...) Mire en el fondo un
gigante edificio, en el espacio propiedad anterior de la
Escuela de Medicina, donde mi pasión se hizo rebeldía».
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Por su parte, Janeth Peña, viuda de Thalía Álvarez, «inició
un proceso emblemático en el IESS para el reconocimiento
de sus derechos como viuda de una pareja lésbica». Esto
también es posible. Disputarle al patriarca la historia del
conocimiento y la justicia social, y poner en primer lugar
la historia de la pobreza de las mujeres más golpeadas.
Por su parte, las mujeres rurales de Azuay se organizaron
con una agenda fuerte contra los Tratados de Libre Comercio en el 2006 articuladas con el movimiento indígena.
Rosalinda Rojas, Delfa Iñamagua, Susana Mora, Celia Tepán, construyen su fuerza de lugares más duros, porque
sus ancestras fueron sometidas por ser mujeres indígenas y pobres, y ellas, hoy, son mujeres indígenas en pie de
lucha. Todas esas luchas son heredadas por las jóvenes
azuayas hoy. Lo veo en Liz Zhingri, joven activista: «La universidad está blanqueada, no es diversa. A mí no me gusta
caminar por la calle por el acoso, veo una universidad que
discrimina y que no quiere ponerse al día. A mi familia
la han discriminado. La violencia está en todos
los ámbitos». Y la lucha, también.
María Cecilia Alvarado me dice que hoy, en Azuay, los
feminismos se sienten y caminan, de ahí el recrudecimiento del machismo: «El tipo penal del femicidio es odiado
por el sistema de justicia, eso quiere decir que allí hay misoginia». Las familias tienen que hacer todo porque el sistema abandona los casos, más aún cuando son difíciles de
probar, como cuando existe violencia psicológica, me explica, y en eso coincide con María José Machado: los tipos
de violencias e incluso algunas partes en la tipificación
de femicidio deben ser contextualizados. Las relaciones
de poder, las violencias menos perceptibles, la inequidad,
son difíciles de identificar por parte de los operadores
de justicia. «Puede ser que nos hallemos en un punto de
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quiebre como movimiento de mujeres aquí, que podamos
cambiar algo, pero el costo es alto, porque hay un recrudecimiento de la violencia contra las mujeres justamente
porque los cambios se sienten», dice María Cecilia.
Los ríos de Cuenca. Tomebamba, Yanuncay, Machángara, Tarqui. Los sonidos del río que corren con la ciudad y
resuenan bajo los puentes. Los ríos de Cuenca, por donde pasan bolsas negras como sombras. Por cuánto tiempo
podrá un cuerpo recorrer un río. Por cuánto tiempo mantendrán viva la guerra contra las mujeres: universidades,
patriarcas, acosadores, feminicidas. Por cuánto tiempo.
2017 09 25, La Barra Espaciadora
En 2017, Carlos Flores Santander, el feminicida de Cristina, fue
sentenciado a 34 años y 8 meses de prisión en. En 2020, Sonia
Salamea, la madre de Cristina, hizo pública su preocupación
por que el feminicida de Cristina hubiera sido trasladado a una
cárcel de mínima seguridad en Loja, otra provincia. Las luchas
no terminan jamás. Aunque la justicia penal pueda hacer tan
poco, ese poco les es arrebatado a las familias. Sonia no ha dejado
de luchar por la memoria de su hija.
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El paso, el zapato, la pisada
En el 2009 nació en Ciudad Juárez la acción Zapatos rojos,
de la artista Elina Chauvet. Por cada mujer muerta, un par
de zapatos simbolizaba su ausencia. La acción de Chauvet se replicó en ciudades de América Latina y España y
empezó a tener vidas propias. En Ecuador, se ha hecho en
Ambato, en Ibarra, en Quito. Por cada vida arrebatada,
sus zapatos, para no olvidar.
Póngase en mis zapatos. No vi venir el golpe, pensé que
eran amenazas. De pronto, me sangraba la boca. Vi sangre mía en la refrigeradora, me parecía de otra persona.
Juro que nunca más. No me fui porque no tenía adónde,
ni trabajo para mantenerme. No me fui por miedo. Luego,
me fui por miedo. Me encontró en casa de mi hermana.
Póngase en mis zapatos. Me regresé con él, no conozco
otra cosa. Me dijo que la próxima que me salga, me sigue
con un cuchillo. Me sacó del brazo, me fue sacudiendo
hasta la parada del bus.
Ya no quería estar con él. Empecé a jugar fútbol, a hacer
amigas en el barrio. Me acusó de lesbiana, como si fuera
malo. Me empezó a gustar una de mis amigas, era linda.
Nos mandábamos mensajes por el teléfono, me daba ilusión. Eso le hacía sentir menos hombre. Póngase en mis
zapatos: por primera vez me enamoraba de verdad, no
tenía miedo, quería contarle a mis hijos. Me amenazó con
suicidarse si lo dejaba. Llegó borracho a la casa y me apuñaló hasta quedarse sin fuerza. Mis hijos vieron todo. Me
vieron muerta. Mis hijos me vieron muerta y no pude decirles nada. Vieron a su padre asesinar a su madre.
Póngase en mis zapatos. ¿Tiene hijos usted? Yo pensé que
mi niña estaba esa tarde en el conservatorio. Me quebré
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de la incertidumbre. No estaba por ningún lado. Toda la
noche buscando, averiguando. La noche más oscura del
mundo es la noche en que se busca a una hija desaparecida, se nos rompe el cuerpo de la angustia. A la mañana
siguiente me volvió el alma, me llamaron del colegio. Ahí
estaba mi pequeñita. Se me hacían cortas las piernas hasta
llegar. ¡Por fin! Cuando llegué, vi a mi hija muerta en el
jardín de la escuela. No me avisaron cuando me llamaron.
¿Usted podría volver de algo así? ¿Caminar a abrazarla y
no recibir nunca más su abrazo de vuelta? ¿Usted podría
seguir respirando luego de eso?
Lo que me encantaba ser mujer. Es que una es más auténtica cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí
misma, como dice Agrado en la película. Yo me llamaba
Salomé desde el 2008. Elegí mi nombre como elegí las
formas de mi cuerpo: con fascinación de artista. Todo
era nuevo, mi voz, mis ganas de llorar, mis senos, la
sonrisa. Él no me conocía, pero yo lo veía en la cevichería de mis amigas. Un día nos parqueamos detrás de
una mecánica. Póngase en mis zapatos: las ganas, mi
cuerpo nuevo, hermoso, de nombre Salomé. Pero algo
lo enfurecía, verme, tocarme, desearme. Del deseo más
vivo pasó al odio más profundo. Tenía una navaja. Lo
primero que pensé es que me podría perforar el pecho.
¿Saldría sangre, silicona, una mezcla de las dos? Cuando me degolló, mató a una mujer, no a otro hombre. Por
lo menos si mi lápida dijera mi nombre. Me enterraron
como hombre tras asesinarme mujer, como si Salomé no
hubiera existido nunca. Pero soy Salomé. Fui Salomé.
No me va a encontrar si busca la lápida, pero era yo.
Es que a mí me gustan las fiestas. Mi mamá me dice que
no me vista así, pero si soy linda, ¿por qué no? A esa casa
fui con mi mejor amiga. Nos dieron a probar una cosa y
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yo probé porque todos hicieron lo mismo. Después de eso
ya no me acuerdo bien. Ese chico me gustaba pero sólo
para salir. Me llevó a un cuarto, yo no quería. Me quise
escapar pero me pesaba la cabeza. Quería que mi mamá
me fuera a recoger, que mi papá apareciera en la puerta,
que alguien viniera y me quitara de encima el peso de su
cuerpo. Mi mamá se quedó sin hija. No pude después de
eso. Ellos casi me mataron esa noche, luego me di muerte
yo. Póngase en mis zapatos: verlos en la calle reírse de mí,
amenazarme, recordarme que hicieron lo que quisieron…
no pude más y tomé mi vida. Mi mamá se quedó sin mí,
pero yo tampoco me tenía ya.
Los zapatos solo pueden dejar huellas llevados por el peso
del cuerpo que los viste. Si no hay cuerpo, ¿qué huella
deja un zapato sin pisada?
En los zapatos ya no está el cuerpo de las que han
muerto, pero las otras vienen a recoger sus pasos para
convertirlos en memoria. Los zapatos no calzados por
toda una vida, para recordar esa vida y no dejar que se
apaguen otras. Los zapatos en el armario, en fila, mostrando la forma que tenía el pie. Los zapatos en fila,
tristísimos, con el peso de ningún cuerpo. ¿Se enteraron
ya esos zapatos vacíos de que ella está muerta? Póngase
en mis zapatos, es lo que queda de mí.
2016 11 25, La Barra Espaciadora
Historias de desobediencia
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Digo tu nombre
Nuestra justicia por Vanessa
El complejo judicial de Tungurahua en donde estamos
tiene pasillos estrechos. Uno de ellos conduce a la sala
donde se llevará a cabo la audiencia de veredicto por el
feminicidio de Vanessa Landínez Ortega. Es el 25 de abril
de 2018, cuatro años y seis meses más tarde. Vanessa fue
asesinada la madrugada del 19 de octubre de 2013 en el
Hotel Portugal de un golpe en el hígado. La fachada del
complejo judicial es toda de vidrio, como si en Ecuador la
justicia fuera transparente. Tras esa vitrina, por esos estrechos corredores, camina el asesino de una mujer.
En Ambato, a veces se terminan las fiestas en hoteles, les
llaman amanecederos. Al cierre de bares y discotecas, se
alquilan un par de habitaciones y se sigue. En el Hotel
Portugal, por ejemplo. Alejandro, el taxista que me cuenta esto mientras lo buscamos, no duda en decirme: «No
está bien que las mujeres salgan a amanecederos, es arriesgarse por gusto». Los amanecederos son una costumbre,
y como toda costumbre, arrastran violencias que nos
negamos a desnaturalizar. Pasamos por algunos amanecederos cuando salgo del complejo judicial. Alejandro
repite lo que me dicen muchos hombres en Ambato: “se
arriesgan por gusto.” ¿Y quién ejerce la violencia? Es una
pregunta invisible, no sabe qué contestar.
Yo misma me quedo por unas horas en uno de los hoteles de la ciudad para poder comprender. Pido una
llave, me miran con sospecha porque llego sola. Miro las
habitaciones, los filos de las gradas, pasillos en donde
puede haber un encuentro de madrugada, los lugares
donde duermen los celadores en los vestíbulos. Es estremecedor. Estar en un lugar y pensar que allí nos pueden
dar muerte, seguir el paso de Vanessa para comprenHistorias de desobediencia
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Digo tu nombre
der, verla subir las gradas, caer. Los pasillos me hacen
ver que la soledad de las mujeres es infinita en los instantes en que dan su última batalla.
El hígado es un órgano repleto de sangre, es pesado y
macizo, me dice José Luis Coba, médico y colega a quien
tengo la confianza de pedirle que me transmita el aprendizaje atroz de cómo se puede destruir. Imagino, triste
tarea, la caída de Vanessa. «El hígado, lleno de sangre, es
como una esponja empapada. Allí se acumula sangre, y
desde allí de distribuye. Si es roto, evacua sus líquidos
preciosos». Ser capaz de establecer ese contacto fugaz pero
mortal entre dos cuerpos: llevar un puño a un cuerpo,
desatar una fuerza, dejar que avance.
En el informe forense más contundente que escuchamos
en la audiencia, consta que en el abdomen de Vanessa
había 2.500 centímetros cúbicos de sangre: «2.500cc en
cavidad abdominal», una «hipovolemia grave», es decir,
una hemorragia interna. El autor de este informe y de la
auditoría médico-legal es el perito Luis Guaico Pazmiño.
En nuestros aprendizajes cotidianos de cómo terminan con
nuestros cuerpos, mi mamá me pregunta: «¿Cómo había
tanta sangre acumulada en Vanessa si solo tenemos unos
cinco litros en todo el cuerpo?». Es la primera vez que
veo esta proporción, y la pregunta atinada de mi mamá
es otro golpe. El abdomen de Vanessa tenía regados dos
litros y medio de sangre al momento de su muerte, o sea,
la mitad de la sangre de su cuerpo. La mitad de Vanessa
yéndose dentro de Vanessa. La hemorragia fue muy rápida luego de que la golpearon, dice Guaico Pazmiño en
la audiencia, y Vanessa no pudo haberse mantenido con
vida por más de una hora. Mientras se mantuvo viva, dicen testigos en el juicio, su agresor asestó más golpes.
Historias de desobediencia
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Digo tu nombre
Algunos se habían registrado como «chupones»: alcohol,
sexo, amanecedero, por tanto, una mujer es culpable de su
muerte. En realidad, son golpes violentos; entre ellos, hay
una pisada. Hay un hematoma en el dorso de la mano derecha de Vanessa. Una vez caída, el mismo hombre que la
golpea en el tórax le pisa la mano. Pisar a una mujer desde
arriba mientras ella empieza a desangrarse. Pisar con la
fuerza de un hombre alto, enfurecido, poderoso, de mandíbula tensa y mirada desorbitada. La caída de Vanessa
es, para gente de la ciudad, una caída moral. Los diarios
ambateños la culpan de su propia muerte, creando una
narrativa que no solo encubre el golpe de su asesino, sino
un orden: privilegio económico, impunidad masculina,
violencias, todo ello cayendo sobre la mano de Vanessa
en el suelo. No solo saber pisar, sino pisotear. Los diarios,
la ciudad, son cómplices de este pisotón sádico y contribuyen a dibujar la caída moral de Vanessa al retratarla
como culpable de haber recibido un golpe de muerte.
Durante la audiencia, los operadores de justicia se refieren a él como «Esteban» y a Vanessa como «la occisa»,
«la chica». Esa familiaridad inquietante, en contraste con
la displicencia con que se refieren a Vanessa, da cuenta
de una serie de desigualdades que descubre este proceso. El 9 de junio de 2014, a las 15:26, Esteban Mauricio
Guerrero Ortiz fue declarado inocente. Su coartada era
que ella había caído por las gradas del Hotel Portugal y
que por eso había muerto.
Rosita Ortega —prima hermana de Vanessa— es el espíritu de la plataforma Justicia para Vanessa. De ella y
de su familia vienen la sabiduría y el aplomo de haber
construido justicia desde abajo al hacer de su duelo una
forma de organización feminista sostenida. Hoy, esa
sabiduría ha creado jurisprudencia y ha sentado un
Historias de desobediencia
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Digo tu nombre
precedente que ha derribado, aunque sea en parte, la
desigualdad económica y social en que se desarrolló el
proceso legal del asesinato de Vanessa.
Bladimir Ortega es el tío de Vanessa, Rocío Vásquez, su tía.
Anita Ortega, su madre. Son una familia de maestros. Y está,
en su futuro, la pequeña hija de Vanessa que hoy cría su abuela, Rafa. A ella le debemos los relatos del mañana.
A esa pequeña niña una compañerita ya le ha dicho en la
escuela que su mamá fue «asesinada». A cientos de niños
y niñas cuyas madres han sido asesinadas les llegarán estas violencias en forma de preguntas, verdades a medias,
desprecios. ¿Por qué dos niñas pequeñas tendrían que
saber pronunciar esa palabra?
Las articulaciones creadas por la plataforma Justicia para
Vanessa condujeron a la defensa del caso por parte de las
abogadas del centro Surkuna Estefanía Chávez y Ana
Vera, una vez que el abogado Juan Pablo Albán logró la
nulidad del caso: estos fueron procesos colectivos entre la
militancia feminista, el trabajo universitario, la narración
de estas historias y el derecho. «Hay que hallar la fuerza
para empezar de nuevo», decía Rosita. Y la hallaron.
Esto no es anecdótico: hay aquí una convergencia fundamental entre la necesidad de crear jurisprudencia
con justicia de género, la lucha de las plataformas y la
convicción de que necesitamos cambiar los procesos
legales, los relatos judiciales y la invisibilidad de la violencia de género que subyace en el sistema de justicia.
Esto no quiere decir endurecer penas ni fortalecer el sistema penal, por el contrario, se trata de transformarlo
con la justicia que necesitamos al no poder erradicar las
violencias. Una parte fundamental de la justicia es la
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Digo tu nombre
reparación: Vanessa no murió por una caída ni por su
culpa, fue asesinada de forma violenta por un hombre
con poder. Quisiéramos que ella fuera la última, pero no
hay nada más lejos de la realidad que este deseo, y por
eso seguimos demandando que los culpables sean vistos
como tales. Al ser encubiertos, se encubre un orden, y
parte de él es la insolidaridad con las víctimas.
En la audiencia de abril de 2018 y tras la revisión de los
cuerpos legales, la documentación médica legal existente, sosteniendo su análisis en medicina basada en
evidencias y luego de rendir su testimonio, Luis Guaico
Pazmiño concluyó que era imposible que la hemorragia de Vanessa hubiera sido provocada por una caída. A
esto se sumaba la declaración de la perito psicológica,
que nos confirmaba lo que sabemos: la violencia que se
descarga sobre nuestros cuerpos viene, en gran parte,
de la impunidad con que viven los hombres con poder
que jamás han pensado que es un problema no saber
contener su ira. El perfil de Esteban Mauricio Guerrero
Ortiz concordaba con esto: narcisista, perverso, con rasgos obsesivos y problemas con la autoridad.
El informe de Guaico Pazmiño menciona una laceración
importante en el lóbulo derecho del hígado de Vanessa,
y un «trauma lacerante grado III del lóbulo hepático izquierdo». La laceración profunda del lóbulo izquierdo es
mortal. A Vanessa le dieron un golpe con tal fuerza que,
de adelante hacia atrás, el impacto recorrió su cuerpo hasta llenarlo de sangre.
El informe toxicológico dice que Vanessa tenía 0,4 gramos
de alcohol por litro de sangre, y la ampliación del mismo
señala entre 0,7 y 0,9 gramos. En el primer caso, se considera que la persona está bajo la influencia del alcohol,
Historias de desobediencia
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Digo tu nombre
y en el segundo, no hay inconsciencia, aun si se hubiera
hallado en estado de ebriedad. En ninguno de los casos,
Vanessa podía haber caído por las escaleras por estar inconsciente ni por haber perdido sus reflejos. Dentro de
estos límites, con el consumo de alcohol «no hay pérdida de conocimiento. Hay formas de caer, caemos con
conciencia de estar cayendo, el cuerpo reacciona y los
miembros resguardan como astas las partes más preciosas
del cuerpo para marcar territorios de protección», me explica José Luis Coba. Ponemos las manos instintivamente
cuando vamos a caer. Nuestros miembros como astas para
proteger lo más precioso. Y las manos de otro, astas que
se cierran para convertirse en armas. Romper un cuerpo,
robarle la mitad de su sangre con un golpe, sacarla de su
cauce precioso. Vanessa no murió por haber caído.
«No tuvieron compasión conmigo por cómo hablaban
sobre mi hija, no escatimaban preguntas de todo tipo,
hasta sexuales», nos dice Anita Ortega, la mamá de
Vanessa. Todas vimos el proceder del abogado del acusado, Giovanny Altamirano, en una tarea permanente de
desorientar y de estigmatizar a Vanessa. Después de todos estos años, se atrevió a preguntar a su propia madre
durante su testimonio por el consumo de alcohol por parte de Vanessa y por su conducta, insinuando que podría
haberse merecido ser asesinada.
El día 2 de mayo de 2018, en Ambato, Esteban Mauricio
Guerrero Ortiz fue declarado culpable por «homicidio
preterintencional» contra Vanessa y sentenciado a tres
años de reclusión menor. Es decir, homicidio inintencional: ¿No pudo controlar su fuerza? ¿No sabemos que
podemos matar a alguien de un golpe? Esa es la justicia
que tenemos: saber dónde golpear, hacerlo y no ser responsabilizado por no medir la propia fuerza.
Historias de desobediencia
92
Digo tu nombre
Ese día, la justicia en Tungurahua, la segunda provincia
más violenta del país para las mujeres en Ecuador, sentó
un precedente: admitieron, por fin, que Vanessa fue asesinada por Esteban Mauricio Guerrero Ortiz, que no se
murió por una caída, que su muerte no fue su culpa y que
merece que su memoria sea reparada.
Ni tres ni treinta años de cárcel traerán a Vanessa de vuelta
con su hija y con su familia, pero ese día, la justicia construida desde abajo corrigió la Historia. Así lo dijo la familia Ortega, con una sabiduría que desarma: «Nosotros ya
hicimos nuestra justicia. Nuestra justicia es la importante,
la que hemos construido entre todas». Construiremos la
justicia que queremos hasta que, un día, deje de ser necesaria. Un día, no será vaciada nuestra sangre del cuerpo.
2018 05 16, La Barra Espaciadora
El 24 de septiembre de 2021, Surkuna, el centro de protección de
derechos que llevó el caso, emitió este comunicado: “El juez de
garantías penitenciarias de la ciudad de Ambato Galo Miguel
Rodríguez Calle liberó al homicida de Vanessa Landínez Ortega, Esteban Mauricio Guerrero Ortiz. Hizo caso omiso del debido proceso que establecía que en su caso para la aplicación de
beneficios penitenciarios debía usarse el COIP, norma durante
todo el proceso de juzgamiento, razón por la cual no existían las
condiciones para solicitar el beneficio penitenciario requerido de
la prelibertad, y menos para otorgarlo. El juez tampoco respondió a ningún requerimiento hecho por la defensa de la víctima
sobre la reparación integral a la víctima e incumplió con su
obligación legal de enviar a Fiscalía el proceso al constatarse el
incumplimiento de la reparación integral.” La lucha sigue. La
memoria de Vanessa se halla agrupada en el hashtag y en la plataforma FB #JusticiaParaVanessa
Historias de desobediencia
93
Niñez, esa chispa
p96
Salomé no es Gaspard
p105
Niñas rotas
p110
Te creí tanto
p116
Los Principitos
p126
Las niñas de Guatemala
p133
El fuego que no cesa
p140
De vuelta a tus patines,
pequeña Emilia
p145
El tamaño de un cadáver
Niñez, esa chispa
Salomé no es Gaspard
Hace dos años en Quito, Fernanda sostuvo una relación
con Segundo T., casado con Victoria A. En pareja, Fernanda y Segundo tuvieron a una niña, Salomé, ahora en
manos de Victoria y Segundo. La Biblia contiene relatos
de mujeres llamadas infértiles que usan a otras contra su
voluntad para tener hijos de sus esposos. Muchas veces,
se trata de esclavas explotadas sexualmente por las señoras de casas en donde no yay procreación.
La distopia retratada por Margaret Atwood en El cuento
de la criada no es imaginación, ni la violación ritual para
reproducir la vida por medio de la maternidad forzada
ha desaparecido del mundo.
Al mismo tiempo, el secuestro de bebés al nacer es aún
parte de la historia de las mujeres. Historias como la de
Fernanda nos arrojan a esta oscuridad.
Dice el Génesis: «Saraí, mujer de Abraham, no le había
dado hijos; pero tenía una esclava egipcia de nombre Agar:
Ya ves que Yahvé me ha hecho estéril. Llégate, pues, a mi
esclava, quizás yo obtenga hijos de ella. Tomó Saraí, mujer de Abraham, a la egipcia Agar, su esclava, y se la dio
por mujer a su marido, Abraham. Se llegó él a Agar, que
concibió». Según estas leyes, el hijo o la hija de una esclava son considerados hijos de la esposa infértil.
5 de abril del 2014, del Génesis a Quito
Para dar a luz, Fernanda ingresa a una clínica de fertilidad situada en el sector del barrio Jipijapa, en Quito.
Tiene 37 semanas de embarazo. Ese día se convierte en
madre de Salomé. Curiosamente, el personal de la clínica
Historias de desobediencia
96
Niñez, esa chispa
de fertilidad del sector Jipijapa donde da a luz no le permite ver a su hija, lo que la alarma.
10 de abril del 2014
El nacimiento de Salomé es inscrito en el Registro
Oficial por su padre, Segundo T., y la esposa de este,
Victoria A., en la provincia de Pichincha, parroquia
Centro histórico. Solicita la inscripción Segundo T.
«Padres casados entre sí presentes solicitan y firman la
inscripción». Dos mujeres acuden como testigos. La
abogada firmante es Marjorie Íñiguez.
Fernanda no está presente en la inscripción de su hija. Es
entonces cuando inicia la pesadilla del secuestro parental
de Salomé. La niña es inscrita con el primer apellido del
padre y el primer apellido de su esposa, quien no es su
madre biológica ni ha adoptado a Salomé, pues la niña no
estaba en adopción ni su madre había fallecido ni había
renunciado a su cuidado.
Ese día, cuando Segundo y Victoria inscriben a Salomé
como la hija biológica de ambos, Salomé deja de ser la
hija de Fernanda en términos legales y contra la voluntad de esta última. La niña se halla en total estado de
indefensión, inerme, sin conocimiento de que su identidad está siendo deliberadamente falseada por su padre
y su esposa, quien se convertirá en su madre a la fuerza.
Fernanda es separada de su hija y castigada por haber
tenido una relación y luego una hija biológica con Segundo y no ser su esposa.
A la semana, Fernanda y Salomé son dadas de alta.
Segundo y Victoria las llevan a su casa en un acto de «compasión», para que se recuperen. Todo está calculado.
Historias de desobediencia
97
Niñez, esa chispa
En adelante, será la esposa de Segundo, Victoria, quien se
ocupe de Fernanda y de Salomé. Según lo narra Fernanda:
Segundo ha sido infiel, Fernanda ha quedado embarazada. Victoria quiere un bebé. Salomé será el botín a pagar
por la infidelidad. Para perdonar a su esposo, Victoria le
exige sacrificar la identidad de Salomé y entregársela.
«Abraham dijo a Saraí: mira, tu sierva está bajo tu poder;
haz con ella lo que mejor te parezca. Y Saraí la trató muy
mal y ella huyó de su presencia», continúa el Génesis en
un relato paralelo a lo que sucede entre Fernanda y Victoria. Solo que Fernanda no se resigna, no es sierva de nadie.
Victoria resuelve su necesidad de maternidad con la hija
de otra mujer. También habrán caído sobre ella los estigmas de la infertilidad, la «incapacidad» de hacer padre a
su esposo. Esto, claro está, no se resuelve con el hurto de
una recién nacida. Así lo han hecho a lo largo y ancho del
mundo mujeres y hombres que han traficado con recién
nacidos y con niños: secuestro, compra, asesinato de los
padres y «herencia» de bebés.
El Cono Sur sigue viviendo las consecuencias de
las identidades falseadas de miles de niños porque hubo
un aparato que legitimó estos raptos. Esto, que no debería repetirse en ningún lugar del mundo, sigue pasando
en distintos contextos.
En mayo del 2014, Segundo ya ha devuelto a Fernanda
a su ciudad natal. Ella demanda ver a su hija. Victoria
cede por una vez y se la lleva al terminal terrestre de
Quito, en donde Fernanda puede verla por unos minutos. Segundo ha dejado que las dos mujeres resuelvan
el problema de Salomé. Él ya ha cumplido con pagar el
precio de su infidelidad dándole una bebé a su esposa.
Que ellas se entiendan. Agar y Saraí.
Historias de desobediencia
98
Niñez, esa chispa
13 de octubre del 2014
Fernanda busca ayuda en la Defensoría Pública. Contactan a Segundo. La Defensoría, a decir de Fernanda, se inclina por el padre. «Si se prueba que vendiste a tu hija, vas
presa». «¿Qué prefieres, estar presa por vender a tu hija
o irte a tu casa para estar con tus otros hijos?», le dicen
las funcionarias de la Defensoría Pública, lanzando sobre
Fernanda todo el estigma social de la madre soltera. Las
mismas funcionarias que deberían proteger a la demandante o por lo menos analizar inteligentemente el caso, la
amenazan como lo haría cualquier misógino.
Segundo se ha acercado a la Defensoría con unos recibos.
Él daba 50 dólares mensuales a Fernanda para cubrir gastos médicos del embarazo y pagar los gastos de la clínica.
Eso probaría que Fernanda vendió a su hija, dicen. Todo
el aparato legal cae encima de Fernanda, quien es acusada de vender a su hija por acercarse a denunciar que Salomé ha sido secuestrada por su padre, quien a la vez la
amenaza por iniciar la demanda legal para recuperar a su
hija. Las funcionarias de la Defensoría Pública colaboran
en contra de Fernanda, con odio de su propia cosecha.
Obtener los documentos del nacimiento de Salomé, ahorrar dinero para venir a Quito a dar la lucha, se vuelven
un infierno para Fernanda. La justicia la acusa y pone obstáculos en lugar de asistirla. En un momento dado, logra
hablar con la fiscal Cecilia G., quien le recomienda dejarlo
todo así. Para qué seguir si la niña está bien con su padre.
Esta barbaridad sale de la boca de una fiscal.
Es inaceptable la injusticia que se ha cometido con Fernanda. La justicia ecuatoriana no solo ha sido cómplice
de este rapto con su inoperancia y prejuicio. El caso no
Historias de desobediencia
99
Niñez, esa chispa
avanza. ¿Qué se puede pensar? Hay una jueza ecuatoriana sentada en su silla que ha permitido tener a Salomé y a
Fernanda separadas por un año y cinco meses. Esa jueza
y esos administradores de justicia han sido pasivos, negligentes y terriblemente inoperantes en el caso del presunto
robo de una menor y falsificación de su identidad.
Hace apenas unos meses, otra madre, Arianais A., también vivía la terrible tragedia del secuestro de su hijo
Gaspard por parte de su padre biológico. Ella también
vivió el estigma de ser madre soltera, de haber sostenido
una relación. El caso se volvió mediático y el Ministro del
Interior, José Serrano, movilizó todos sus recursos para
encontrar a Gaspard y devolverlo a su madre, como ella
lo demandaba y merecía. ¿Por qué no se hace lo mismo
con Fernanda? ¿De qué depende la justicia? ¿De los réditos mediáticos y políticos de los funcionarios de turno?
¿De las posibilidades económicas de quien demanda? ¿A
quién le sirve la justicia en este país?
Salomé es una bebé secuestrada hace un año y medio.
Fernanda no tiene los recursos para agilizar el proceso y
la justicia no le ha demostrado ninguna eficiencia ni solidaridad. ¿Qué hay que hacer para que se trate este caso
como se trató el de Gaspard?
13 de octubre del 2015
Se cumple un año desde que Fernanda iniciara una demanda legal por el secuestro de su bebé, Salomé. Aquí
hay criminalización de la pobreza porque dos funcionarias públicas amenazaron a Fernanda con cárcel por
querer recuperar a su hija. La acusaron de venta. Aquí hay
estigmatización contra una mujer que sostuvo una relación con un hombre casado y parece que toda la sociedad
Historias de desobediencia
100
Niñez, esa chispa
quiere hacerla pagar, empezando por las servidoras de la
Defensoría Pública y de Fiscalía. Sus presunciones han
sido discriminatorias, ha habido violencia judicial.
Parece que así nos gusta ejercer el poder en este país. La
justicia es capaz de ver cómo se usa a Salomé como botín
de infidelidad, cómo su propio padre y la esposa de este la
raptan y alteran su identidad, y no pasa nada. Salomé no
es Gaspard. No hay despliegues mediáticos ni protagonismo del Ministro del Interior. Aquí no hay superhéroes.
Arianais, mujer valiente y firme, sí es como Fernanda.
Ambas mujeres vieron a sus bebés raptados por sus respectivos padres. En ambos casos, hay cálculo, engaño y
venganza contra las dos mujeres. ¿Entonces por qué el
Ministerio del Interior, Fiscalía y la administración de justicia no se escandalizan?
Salomé no ha vuelto
Hoy son 653 días. Fernanda los está contando. Hace 653
días Segundo T., ex pareja de Fernanda, la separó de su
hija Salomé, recién nacida, para llevársela a vivir con él
y con su cónyuge, Victoria. Segundo, padre biológico
de la niña, secuestró a su propia hija y le cambió ilegalmente la identidad. Salomé pasó a ser hija reconocida
de Segundo y Victoria como «pago» por la relación extramarital de este, violentando la voluntad de Fernanda
y el derecho de Salomé ¡a no ser raptada ni cambiada
de apellido materno!
En octubre del 2015, Fernanda y Salomé finalmente se
pudieron realizar la prueba de ADN tras varios obstáculos y una inoperancia escandalosa de la justicia. La jueza
Historias de desobediencia
101
Niñez, esa chispa
Johanna Ayala demoró meses para permitir la prueba,
se aplazó el examen cuatro veces, se dilataron los procesos. ¿Hay alguien que haya interpelado a esta jueza?
¿Qué pasó con la administración de justicia que permitió tal grado de violencia judicial contra Fernanda? ¿En
dónde está el Consejo de la Judicatura cuando se maltrata a la ciudadanía a este grado? El señor judicator
Gustavo Jalkh se ha dado palmaditas por los avances
de Ecuador en los derechos de las mujeres, pero esto no
pasa de demagogia si estos casos se manejan con esta
torpeza. Señor Jalkh, ¿tolera usted esto mientras habla
de derechos y de género?
El resultado del examen de ADN fue contundente: Fernanda es madre biológica de Salomé. El 27 de octubre de
2015, Fernanda escribe en redes: «Hoy otro mes más que
cumples, mi pequeña Salomé, pero esta vez me siento
muy feliz y contenta porque finalmente se pudo realizar
la prueba de ADN. Pude verte por un ratito, hijita, estás
hermosa caminando y tranquilita, así sea por poco tiempo te pude ver, mi Salomé, en ese momento me tuve que
conformar». Luego del examen de ADN, Fernanda, sus
abogadas, su familia, esperaban una solución inmediata. No llegó. Otra vez, pasan semanas. Incomprensible.
¿Cómo duermen sabiendo lo que hacen con la vida de
una persona que espera, día tras día, recuperar a una
hija robada a los días de nacer? Hemos llegado a ese nivel de indolencia y de cinismo.
El caso de Salomé se encuentra ahora en la Corte Provincial de Pichincha. Marco Rodríguez Ruiz es el
presidente de la Corte. El jueves 21 de enero, en esa Corte,
estaba lista la audiencia de conciliación para Fernanda,
convocada ocho días antes. La conciliación se suspende
por un escrito del abogado de Segundo T. y Victoria A.
Historias de desobediencia
102
Niñez, esa chispa
presentado una hora antes de la audiencia. Fernanda
está siendo hostigada, no se entiende de otra manera
si su caso no avanza, si se prefieren los obstáculos al
debido proceso, si se piensa siquiera que su hija estaría
mejor en otro lugar que con ella.
Y ahora: ¿conciliar qué? Es inaudito que se programe una
audiencia de conciliación para una madre cuya hija fue
secuestrada hace más de año y medio. ¿Cómo va a actuar
la Corte Provincial? Fernanda no solo ha sido maltratada
por la Defensoría Pública y la jueza asignada anteriormente, sino que ahora, además, se le pide llegar a un acuerdo
mutuo con quienes se llevaron a su hija de la clínica del
barrio Jipijapa y la registraron con un apellido materno
falso. Esto muestra el escandaloso desamparo en que vivimos. Se puede falsificar documentos, se puede cambiar
la identidad de los recién nacidos, se puede pedir un bebé
como pago por una infidelidad y no pasa nada. Es escalofriante el umbral de tolerancia que tenemos para vivir con
estas cosas. ¿Para qué sirve el enorme aparato de justicia
que se ufana de la progresión de derechos en este país?
Fernanda no ha podido ver los primeros pasos de Salomé, se la ha negado su derecho al cuidado de su hija, a su
vida en familia. También se la ha estigmatizado con una
enorme hipocresía por decisiones de su vida personal que
solo le incumben a ella y eso ha obstaculizado los procesos que debieron haber tenido lugar de manera debida,
sin juzgar a quien hacía uso del aparato de justicia, que se
muestra hostil e inoperante.
Fernanda era una madre anónima, desamparada
y amenazada por el padre biológico de su hija. Su
determinación y valentía han hecho del suyo un caso paradigmático en la defensa de los derechos de las mujeres
Historias de desobediencia
103
Niñez, esa chispa
y de los niños. Si algo le ha traído esta inenarrable desgracia ha sido la solidaridad y admiración de abogadas,
activistas, personas que saben que ella está en lo correcto.
Fernanda ha hecho de su golpe una razón para la fortaleza. Estamos vigilantes con ella y por Salomé.
Fernanda, que dejes de contar los días de la ausencia, que
se detengan y que empieces a contar los días del reencuentro muy pronto.
2016 01 22
Historias de desobediencia
104
Niñez, esa chispa
Niñas rotas
Orfandad:
¿Por qué, si existe una palabra tan plena
para los que han perdido a sus padres,
no existe una para quienes pierden a sus hijos?
¿El lenguaje se resiste a aceptar
en su semántica y en su léxico
una de las aberraciones de la naturaleza?
Jorge Aguilar Mora
En el 2006, Johanna Cifuentes fue asesinada por su ex pareja. Tenía 19 años y había intentado terminar su relación
con Edison Q. Él le hizo saber que no aceptaba la ruptura
con 21 puñaladas que le metió a dos cuadras del parque
de Chillogallo. Johanna nunca llegó a su casa ni volvió a
la óptica donde trabajaba. Cerca del lugar donde fue apuñalada, aún se ve el mismo árbol.
La plataforma Diez años sin Johanna informa hoy tras una
interminable búsqueda de justicia: «El 24 de febrero de
2016 se obtuvo una sentencia condenatoria en contra de
Edison Q., misma que actualmente corre el riesgo de ser
anulada de ser aceptado el recurso de nulidad propuesto
por el responsable del asesinato de Johanna». La sentencia de este caso se dicta el día 9 de septiembre en la Corte
Provincial de Pichincha.
Para que esta sentencia sea posible, Slendy Cifuentes
Rubio, hermana de Johanna, no descansó durante diez
años. Recurrió a la Interpol y localizó a Edison Q. en
Venezuela. Hoy, nada le va a devolver la vida a Johanna,
pero su familia ha recurrido a la única forma de justicia
Historias de desobediencia
105
Niñez, esa chispa
que tenemos, que es la que nos deben. Slendy y su familia han tenido que luchar por diez años para encontrar
al asesino de su hermana, haciendo el trabajo que tuvo
que haber hecho el Estado.
Johanna tenía apenas 19 años.
Lucy Diana, en Ayacucho, tenía 15. Murió a fines de
agosto. Su familia era migrante, vivían en una pequeña
habitación. Con una amiga, pasó por una casa a donde la
invitaron a entrar muchachos de su edad. No, no fue su
culpa. Tenía 15 años, entró a una fiesta, quizás esperaba
un beso. En las fiestas que se hacían allí, se elegía a muchachas vulnerables para destrozarlas. Lucy Diana volvió
a su casa tras unas horas con el pantalón ensangrentado.
Esperaba quizás un beso, o bailar. Fue violada por seis
sujetos. Le introdujeron objetos por la vagina y el ano, la
torturaron, la violaron. Cuando logró volver a casa, Lucy
Diana estaba rota. Sus padres, que la vieron llegar así, ensangrentada, casi muerta, la llevaron al hospital, pero ya
no se pudo hacer nada. Lucy Diana luchó por su vida durante cuatro días. Falleció por una infección general.
Mi amigo Jesús escribe desde Perú: «Nunca nadie debió
haber oído de Lucy Diana. Debió haber llevado una vida
común y silvestre que no le importara a nadie más que
a los suyos. O quizás sí, debimos haber oído hablar de
ella. Porque fue la primera peruana astronauta. O porque
fundó un imperio de cosmetología desde Ayacucho. O
porque ganó por fin unas olimpiadas. Pero ya no, ya no
hará nada de eso, aunque paradójicamente su nombre
haya salido en la prensa y sea repentinamente la “famosa” Lucy Diana: este nombre desde ahora me retumba
en los oídos con pena, con rabia, hasta que otro nombre
Historias de desobediencia
106
Niñez, esa chispa
con otra violenta historia venga a remplazar el suyo». O
venga, con certeza, a sumarse a él en la lista terrible y silenciosa de las niñas muertas.
En Perú, en Ecuador, en todos los lugares del mundo, nos
hermana esa lista.
Compartimos un cortejo fúnebre de niñas muertas que
antes de morir vieron cómo las rompieron. Esas niñas
se vieron a sí mismas ser asesinadas. Compartimos una
procesión que no termina.
El nombre de Valentina Cosíos Montenegro también nos
retumba en los oídos. Nunca nadie debió haber oído de
Valentina. Su nombre no tenía que aparecer en la prensa. Su vida tenía que ser ligera, como tendría que ser
una vida de once años. Hoy, sin embargo, hemos visto
su rostro. En la imagen que se despliega ante nosotros,
Valentina lleva un vestido azul y tiene los dedos colocados perfectamente sobre su flauta traversa, casi más
larga que sus brazos. Los labios sobre el bisel, posa como
toda una música. En esa foto, Valentina estaba viva. Era
una vida ordinaria, como todas las vidas, pero se volvía extraordinaria a los ojos de su mamá o a los oídos
de quienes la escuchaban tocar.
«En la mañana del 24 de junio encontré a mi hija sin vida
en el patio de la Unidad Educativa Global del Ecuador,
ubicada en la Av. 6 de Diciembre y Colón. Estaba recostada junto a los juegos, cubierta con una manta. El dolor es
indescriptible. Ningún maestro tiene idea, las autoridades me dicen que no son responsables de lo que pasó con
mi hija. ¿Entonces de quién es la responsabilidad?». Ruth
Montenegro, la madre de Valentina, es de una valentía
que estremece. Ha sido capaz de narrar esta historia una
Historias de desobediencia
107
Niñez, esa chispa
y otra vez, ante el periodista indolente, ante la justicia sorda, ante todos. Valentina Cosíos Montenegro tenía once
años. Pasó una noche en la Unidad Educativa Global, sin
vida, su cuerpo junto a los juegos.
Johanna tenía 19 años. Lucy Diana tenía 15. Valentina tenía 11.
Aparentemente, en el caso de Valentina hay dos informes. El primero dice que sufrió una violación, el
segundo cambia y omite este hecho. El ministro de Educación, con una mezquindad y una impunidad que
provienen de lo más bajo de lo humano, ha dicho que su
Ministerio no tiene responsabilidad ante este hecho. No
les incumbe que una niña de 11 años pueda haber sido
violada y asesinada dentro de una escuela. ¿Tenía permisos de operación esa institución? ¿Qué entidad se los
otorgó, con qué supervisiones? ¿Por qué la Unidad Educativa Global no está clausurada? ¿Cómo los padres de
familia pueden seguir dejando allí a sus hijos si pueden
hallarlos muertos? Si esto no le incumbe al Ministerio de
Educación, ¿entonces qué le incumbe?
La familia Cifuentes, Ruth Montenegro, el hermano de
Lucy Diana que cargó a su hermana ensangrentada para
verla morir, tienen una valentía y una perseverancia infinitas. Pero su duelo no tenía que haber sido valiente ni
perseverante. Johanna, Lucy Diana, Valentina, no tenían
que haber sido asesinadas. El Estado tenía que hacerse
cargo de sus procesos. Y si lo hace, esos procesos no son
sus trofeos sino su responsabilidad, apenas un mínimo
inicio de reparación. Aun así, del duelo de estas familias emerge una fuerza colosal que nos sostiene a todos
y que todos estamos llamados a sostener para que el
mundo no termine de caerse.
Historias de desobediencia
108
Niñez, esa chispa
María tenía 86. Cristina tenía 41. Vanessa tenía 39. Majo
tenía 22. Leslie tenía 22. Karina tenía 20. Johanna tenía 19.
Pamela tenía 19. Gaby tenía 19. Anahí tenía 18. Lucy Diana tenía 15. Mayra tenía 13. Valentina tenía 11...
2016 09 06
Los procesos de sororidad de Valentina, Johanna, Lucy Diana,
pueden visitarse en FB en memoria de ellas y por sus luchas en
Justicia para Valentina Cosíos Montenegro, 10 años sin Johanna
y en el hashtag que circula en Perú #Todasdeluto por Lucy Diana.
Historias de desobediencia
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Niñez, esa chispa
Te creí tanto
Lucas tenía 5 años e iba a un colegio privado francés
al norte de Quito. Hace dos años, sus padres notaron
señales de abuso sexual en su conducta. El testimonio
de Lucas les confirmó que su hijo había sido víctima
de su profesor de natación.
Le creemos a Lucas. ¿Por qué no dudamos? La psicología y los campos de estudio de abuso infantil y violencia coinciden en puntos que es fundamental comprender
para enfrentarnos a una historia tan desoladora como
esta. Comprenderlo es la diferencia entre destruir la vida
de un niño o contribuir a rehacerla. Lo que los expertos
llaman «valoración de la credibilidad» de un testimonio
está dada por entrevistas, pruebas de distinto tipo y por
parte de varias personas.
Honrar la voz de los niños es saber reconocer también que
hay verdad en su palabra. Los niños no suelen inventar
historias de abuso sexual: no tienen suficiente información
para crear detalles y, sobre todo, saben que tienen mucho
que perder. Un niño que está por contar una historia de
abuso sabe que puede ser castigado, porque eso es lo que
les hemos enseñado; sabe que podrá ser apartado de su
agresor, que puede ser de su familia o un ser querido. Los
niños saben esto, y las víctimas son siempre quienes más
tienen que perder.
También hay signos inequívocos en casos de abuso infantil. La conducta sexual durante el juego o saber demasiado
sobre sexo a una edad en que no es común debe ser señal
de alarma para el entorno del niño. No contar de inmediato sobre un abuso tampoco es señal de que se trate de una
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Niñez, esa chispa
fantasía: el miedo y las amenazas hacen que las víctimas
callen por meses o años, no solo en el caso de los niños.
Lucas sufrió abuso de su profesor de natación dentro de
su plantel. Este es el testimonio de Paulina, su madre:
«Mi hijo fue a jugar a casa de un amigo y quiso reproducir un acto sexual con él. La madre me informó de la
situación y eso nos permitió hablar con mi hijo, que le
contó a su padre en sus propias palabras que su profesor había abusado de él. Luego lo golpeó y lo amenazó
con matar a su padre si Lucas decía algo, le dijo que era
un niño malo». Lo que le ha salvado la vida a Lucas es
que su madre y su padre le creyeran. Un proceso duro
e interminable empezaba para toda la familia. Lucas
sabía que su papá «podía morir», y de todas maneras
decidió contarle lo que le había pasado porque sabía
que le habían hecho daño. «Lucas empezó a orinarse en
la cama, se despertaba gritando y con pesadillas».
Los padres de Lucas denunciaron en 2015 ante las autoridades del plantel que su hijo había sufrido abuso
sexual. El colegio se vio en la obligación de realizar la
denuncia ante la DINAPEN. La familia, dice su madre, entraba en el espiral del proceso legal: Fiscalía,
pruebas para Lucas en cámara Gesell, reconocimientos.
Lucas identificó varias veces a su agresor: en persona, en
fotografías y en la cámara.
La investigación duró ocho meses. Lo que le llama la
atención es que el colegio no separó al acusado de la
institución, según Paulina. «Durante los meses de investigación el profesor siguió dando “clases azules”,
que son viajes fuera de la ciudad. Siguió estando solo
con los niños aun luego de la denuncia», relata. El argumento de las autoridades es fácil de suponer: se trata de
Historias de desobediencia
111
Niñez, esa chispa
un buen colegio, de «buen nombre», un plantel seguro:
«Eso no puede pasar aquí».
No puede pasar: lo que hemos escuchado por siglos porque es preferible dudar de un niño que desmontar todo
un sistema que encubre la violencia. Y como suele pasar en estos procesos de encubrimiento más o menos
deliberado de esa violencia, Paulina y su esposo fueron
desprestigiados para restarle valor a su palabra. «Me di
cuenta de que la gente se guía por la conveniencia y por
el poder, fue muy duro constatar esto». Si no bastara la
palabra de los padres de Lucas, en la sentencia del caso
aparecen tres psicólogas que confirman que Lucas sufrió
abuso sexual por parte de un profesor de su escuela.
Al contrario de las autoridades del plantel, a criterio
de Paulina «Fiscalía y DINAPEN actuaron debidamente. Tras las pruebas en cámara Gesell el acusado fue
detenido y trasladado a una prisión en Quito en abril
de 2015», afirma Paulina. Lo sorprendente es que salió
libre sin debido proceso y no cumplió siquiera con los
90 días de la etapa de investigación.
El 22 de noviembre de 2016 tuvo lugar la audiencia final
de este caso. Tres jueces encontraron culpable de abuso
sexual al profesor de natación de Lucas. Fue condenado a 22 años de prisión. Las entidades involucradas en
el proceso, dice Paulina, actuaron con independencia.
«Nosotros le creímos a mi hijo, el Estado le creyó a mi
hijo, los jueces le creyeron a mi hijo, los fiscales le creyeron. Ese día, cuando volví a la casa, les conté a mis hijos
que habíamos ganado porque todos le habíamos creído
a Lucas». Al mismo tiempo, continúa, esto no constituye un acto de reparación para su familia, que pagó
un precio muy alto durante este proceso. La sentencia
Historias de desobediencia
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Niñez, esa chispa
es contundente y afirma el delito del profesor, constan
las evaluaciones de varias psicólogas.
«Te creí tanto que fui hasta las últimas consecuencias»,
le dice su mamá a Lucas. Me pregunto cuántos de
nosotros podemos decir esto cuando escuchamos el testimonio de alguien que amamos y detenemos nuestra
vida para desmontar la violencia que lo aplasta en el
momento en que sufre un abuso.
Para creerle a alguien es necesario desmontarlo todo,
porque el mundo en que vivimos está hecho para
encubrir su palabra.
Tanto los profesores como los padres de familia se
inclinaron por la versión oficial del colegio, me cuenta
Paulina. El caso se sofocó y la versión de la familia fue
deslegitimada, lo que resulta muy inquietante cuando
todos los otros niños de la escuela podían estar en el mismo peligro que Lucas. Si fuera que el espíritu de cuerpo
de los profesores o el espíritu de clase de los padres de
familia se impuso por sobre el testimonio de Lucas, habría todo un orden social legitimando la violencia, que
es siempre inconveniente y obliga a revisar esos pactos,
ya sean de clase, de poder o de gremio. Es mejor dejar
todo como está, no escuchar. Así mantenemos el statu
quo y la violencia que allí subyace.
Tras todas las pruebas a las que tuvo que someterse, Lucas, con toda la sabiduría que tiene un niño, dijo que lo
que más quería era que le creyeran, porque sabía que le
habían hecho daño. «Los abogados defensores del agresor me acusaron de ser una mala madre por enseñarles de
sexualidad a mis hijos: por decirles que nadie los puede
tocar en sus partes íntimas». Si hemos tenido la suerte de
Historias de desobediencia
113
Niñez, esa chispa
que nuestros padres nos enseñen a proteger nuestro cuerpo desde que somos pequeñas, sabemos que no son unos
pervertidos, sino que nos estaban protegiendo justamente de abusos como este.
Al rastrear al agresor de Lucas, la familia de Paulina
encuentra el año pasado fotos públicas en su perfil de
Facebook. El sentenciado por abuso sexual aparece en
una celebración de fin de año junto a las asambleístas
Gabriela Rivadeneira y María José Carrión. Son relaciones que no se pueden obviar porque son relaciones
de poder. Al mismo tiempo, hay que recordar el certificado de honorabilidad que Rivadeneira emitió contra
un acusado de violación en Otavalo, y no olvidamos el
caso Glas Viejó. Ante esto, no se puede dejar de mirar
que este gobierno se ha convertido en protector del abuso sexual. No solamente que los casos de abuso no son
aislados, sino que están protegidos por el poder cuando
ese poder tiene vínculos con los agresores. Eso hace la
violencia más aplastante todavía.
El jueves 2 de febrero tendrá lugar una audiencia de
apelación del sentenciado en la Corte Provincial y lo
representa Caupolicán Ochoa, abogado personal del
presidente de la República. «Nos preguntamos cómo
un profesor de natación ha gozado de tanta protección
y tiene acceso a un equipo de abogados tan poderoso»,
dice la familia de Lucas. ¿A quién conoce el sentenciado
en el mundo de la educación o del poder para contar con
protección de este nivel? «Nosotros no quisimos hacer
de esto un caso político, mi familia se destruyó después
de esto, para mí es la vida de mis hijos. Pero son ellos
quienes lo han hecho político con estas acciones», insiste Paulina, rebasada por este giro.
Historias de desobediencia
114
Niñez, esa chispa
Cuando nos convertimos en testigos de la violencia, depende de nosotros en dónde situamos a la víctima, cuánto nos importan su posición, su palabra y su integridad.
Lucas sufrió abuso sexual a los cinco años, era un niño
muy pequeño. La misma violencia la están viviendo
ahora mismo niños mucho más desprotegidos que él,
niños igual de privilegiados y niños en todos lados. «No
puedo dejar de pensar en otras mujeres que no pueden
enfrentarse a esto», dice Paulina. No todas las víctimas
pueden, pero sí tenemos que creerles, y solo después
preguntar, cuestionar si queremos. Pero primero tenemos que escucharlas y creerles. Tenemos que aprender
a no dudar de antemano por el terror de escuchar, por
la negación, por la comodidad. No es nada fácil.
El colegio en donde sucedió esta agresión tendrá que explicar sus criterios para tratar este tema, es la obligación
que tienen todas las escuelas y colegios privados, más aún
si se cuentan entre los mejores reputados de la ciudad.
Recordemos cómo el ex ministro de Educación Augusto
Espinosa se lavó las manos en el caso del asesinato de
Valentina Cosíos Montenegro, que murió dentro de su escuela. Nadie se hizo responsable. No nos importa si es de
buen o mal gusto exponer estas historias. Más importantes que las apariencias son las vidas que las instituciones
educativas tienen la obligación de proteger. Una vida estuvo en peligro, ya fue dañada. Formémonos una opinión
sobre esto, preguntemos y discutamos, pero primero, antes que todo, creamos en la palabra de las víctimas.
*Se han cambiado los nombres.
2017 01 30
Historias de desobediencia
115
Niñez, esa chispa
Los Principitos
Creemos cada palabra que dices, Lucas. Estamos construyendo estas respuestas para disputarle el sentido a
las narrativas que no honran tu voz o que han preferido olvidarla. Tus padres necesitan estas respuestas para
cuando seas grande y para que entiendas tu vida. Tu madre dijo algo que queremos para todos los niños como tú:
dijo que irá hasta las últimas consecuencias para poder
explicarte lo que te pasó.
Lucas, cuando fuiste violado inventaste un código para
tu agresor porque no querías, no podías pronunciar su
nombre. Le pusiste 4849. Vamos a usar tu código, Lucas.
Y vamos a reconstruir tu historia. Cuando la leas, pase lo
que pase, debes saber que te enfrentaste a gigantes sombríos que quisieron cernir su sombra sobre ti. Eres un niño
que luchó contra gigantes.
Los padres de Lucas denunciaron la violación de su hijo
de cinco años el 4 de noviembre del 2014. Lucas contó
haber sido obligado a actos de felación por parte de su
profesor de natación. El testimonio de Lucas mostraba
por lo menos dos constantes en lo que contó a su papá,
luego a su mamá, luego a psicólogas, peritos, a técnicos
de cámara de Gesell, a todas las personas frente a las
que tuvo que repetir su historia por largo tiempo: Lucas
repitió siempre que había sido violado en su colegio y
que había un solo agresor, 4849.
Ha habido una verdadera campaña de especulación
respecto de este caso. Junto con la madre de Lucas, su
equipo de defensa, la abogada feminista Pilar Rassa y
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116
Niñez, esa chispa
una colega periodista cuyo nombre no revelamos por
ahora, nos reunimos por largo tiempo a deconstruir una
por una dichas especulaciones, responsabilidad que asumimos al haber hecho público este caso. A diferencia de
un texto que ha circulado y de la fiebre en redes, nuestros
argumentos van firmados. Lamentablemente, los argumentos contrarios no muestran ningún nombre ni firma, los
consideramos un pasquín.
Primera especulación: 4849 fue declarado inocente
en el 2015
El comunicado que la dirección del colegio La Condamine envía a padres de familia el día viernes 3 de febrero
dice lo siguiente: «La primera resolución de la administración de justicia absolvió al mencionado docente». Esto
es falso. En primer lugar, no existe algo llamado «absolución». Esta es la explicación de la defensa de Lucas: hay
ratificación de inocencia o sobreseimiento, no absolución.
Cuando hay sobreseimiento, quiere decir que los elementos con que se acusa a una persona no son suficientes para
ir a la siguiente etapa en un proceso legal; se puede liberar al acusado del proceso penal, pero eso no significa de
ninguna manera que la persona sea inocente.
El caso 4849 pasó a la etapa de investigación previa y
luego a la etapa de instrucción fiscal. Fiscalía hizo una
acusación directa contra él, además de la que había hecho la familia. Eso quiere decir que Fiscalía considera que
hay elementos para un juicio.
El primer juez asignado a este caso, el juez Bayas, había
tenido malas actuaciones y recibió una sanción de Judicatura, no solo por este caso. Por eso, fue destituido a
la semana de sobreseer a 4849 en el 2015. Esa audiencia
Historias de desobediencia
117
Niñez, esa chispa
fue declarada nula. «Se están refiriendo a un acto anulado, eso no tiene sentido», argumentan los abogados del
Principito, y continúan: «En Fiscalía siempre han estado
seguros del caso, actuaron independientemente, al igual que
DINAPEN y la función judicial, salvo el juez Bayas. Tenemos que decir que el Estado ha actuado debidamente».
Es decir, 4849 jamás ha sido declarado inocente. Respecto
de cualquier documento que confirmara su inocencia, la
parte acusadora dice: «No entendemos por qué no han
presentado ningún escrito si han recibido ratificación de
inocencia, por ejemplo. Nosotros sí tenemos por escrito
una sentencia de 22 años de condena».
También es importante ver que el comunicado del
colegio es demasiado general y poco satisfactorio. Aducen que 4849 solicitó licencia durante su primer proceso
judicial (etapa de investigación, inicios de 2015) y en
el segundo (sentencia de culpabilidad, noviembre de
2016). ¿Qué hizo entonces entre marzo de 2015 y noviembre de 2016? Trabajo administrativo, afirman. El
problema es que 4849 siguió vigilando los recreos luego
de la denuncia de los padres de Lucas en noviembre de
2014. Lucas siguió viéndose confrontado a su agresor, y
este siguió, a su vez, cerca de los alumnos.
Segunda especulación: el papá de Lucas puede haber
sido su agresor
El padre de Lucas fue el primero en escuchar su historia. Se ha cuestionado que abandonara el país durante el
proceso y, con ningún elemento legal, de la nada, se ha
llegado a afirmar que él pudo haber abusado de sus hijos.
Historias de desobediencia
118
Niñez, esa chispa
Narra Paulina: «No hay motivo de sospecha. En los
testimonios de mi hijo jamás aparece su padre como agresor. Cuando informamos al colegio, viendo que no se
hacía nada para proteger a los niños, solicitamos al rector ir
todos los recreos y pausas a ver que Lucas estuviera protegido. Los niños seguían confrontados a los supervisores
de recreos, y 4849 era uno de esos. Mi esposo no se acercaba a los niños, se quedaba detrás de las rejas para poder
ver a Lucas. Estuvimos viendo a mi hijo por cuatro meses
en los recreos para protegerlo».
Del padre se llegó a decir que estaba obsesionado con su
hijo, pero lo que no se ve es que el colegio no les aclaró
a los padres a qué profesores se había asignado para ver
por Lucas en los recreos. «Nunca nos dieron los nombres
de los profesores que iban a cuidar a mis hijos, los cuidábamos nosotros mismos». «Mi esposo se sintió muy
vulnerable y se culpabilizó mucho. Él siempre había sentido que tenía que proteger más a nuestra hija contra la
violencia sexual. No se imaginaba que era su hijo quien
iba a vivir algo así. Él se perdió en este caso. Cayó en una
profunda depresión. Nuestra pareja se rompió porque él
dejó de vivir, como se lo dije una vez. No podía creer
que esto nos hubiera pasado. Es un excelente padre, pero
ahora tiene que sanar primero».
Uno de los quiebres del padre de Lucas fue la denuncia
de su pequeña hija, hermana mayor de Lucas. La niña llegó a casa un día con una amenaza de 4849, que ingresó a
su vestidor a decirle: «Si hablas mato a tu papá». El agresor se estaba protegiendo de los niños, que sabían bien
que Lucas había sufrido una violación. «En ese momento
Fabrice no pudo más, perdió la cabeza», dice Paulina.
«¿Hasta dónde va a llegar esto, hasta dónde van a dejar
que él llegue?». Paulina inició un proceso de divorcio.
Historias de desobediencia
119
Niñez, esa chispa
«Entregamos otra carta al colegio. Teníamos que abrir otro
proceso, este, de intimidación a mi hija».
«Reaccionamos de manera distinta. Él fue muy vulnerable frente a esto. En este caso, la más fuerte fui yo».
Sabemos que, históricamente, son las mujeres quienes se
han hecho cargo de hijos con discapacidad y de hijos que
han sufrido violencias. Paulina cumplió con ese papel
histórico de las mujeres. «He sido desprestigiada como
mujer. Me han acusado de bipolar y a mi esposo de pervertido». La acusación histórica de «loca» también pesa
sobre esta mujer, pero eso no la ha silenciado.
La defensa, por su parte, también enfatiza en este falso
argumento. Como parte de su teoría del caso, dicen, el
abogado defensor de 4849 jamás mencionó que el padre
de Lucas podría tener responsabilidad como agresor sexual de su hijo en dos años de proceso legal. Lo dicen
hoy, en el 2017. El caso inició en 2014. En estos dos años y
tres meses, es la primera vez que lo mencionan, tanto padres como gente cercana al colegio. Si temían por un niño
que podía estar sufriendo abuso de su padre, ¿por qué no
protegieron a este niño antes?
Pilar Rassa, del centro de derechos Surkuna, enfatiza:
«No existe ningún elemento de convicción que implique
al padre, ni el más mínimo. Fiscalía, DINAPEN, la trabajadora social que realizó el estudio del entorno familiar
de Lucas: en ningún lugar existe nada que siquiera
dé una sombra de duda».
Tercera especulación: los padres fallaron al no retirar
a sus hijos del colegio
«La conclusión de las psicólogas fue que retirar a Lucas
de inmediato del colegio lo culpabilizaría. Él se sentiría
Historias de desobediencia
120
Niñez, esa chispa
responsable por lo que le pasó, perdería su espacio, sus
amigos. Varias expertas coincidieron. Sin embargo, en
marzo la situación fue insostenible. Luego de la amenaza
a mi hija, sacamos a Lucas del colegio», narra Paulina.
«El colegio no nos permitió sacar a mi hija y no nos querían dar el pase de año. El día que fuimos a pedir el pase
quisieron que firmáramos una carta que decía que por
nuestra propia decisión sacábamos a nuestra hija del colegio. Esto fue en presencia de la secretaria del rector, el
rector y la rectora ecuatoriana. No firmamos».
Cuarta especulación: docentes del plantel respaldaron
a 4849
Narra Paulina: «Leí todos los testimonios de los profesores, hay muchos a favor del profesor. Hablan de mi hijo
como malcriado, mimado y, esto es verdad, con déficit
de atención. No entiendo cómo es posible que siendo
educadores hablen así de un niño de cinco años que fue
víctima de un pedófilo. El déficit de atención no justifica
una violación. ¿Puedes justificar una violación porque
un niño tiene problemas?».
En cuanto a los profesores, es seguro que debe haber un
enorme desconcierto y que habrá varias posiciones, al
igual que entre los padres de familia. Pero algo es preocupante: si tanto profesores como madres y padres sospechaban que en su comunidad había un padre agresor
sexual, es muy difícil entender por qué no denunciaron
ni reaccionaron antes. También es preocupante el lenguaje de los educadores que, dice Paulina, figura en los
testimonios. Si es así, se está deslegitimando a un niño
de cinco años a quien en realidad se tiene que estar formando, contribuyendo a que se convierta en la mejor
versión posible de sí mismo.
Historias de desobediencia
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Niñez, esa chispa
También ha circulado que 4849 «era muy buena gente».
Muchos agresores sexuales son «muy buena gente», y
eso es lo que los hace que puedan ganarse a sus víctimas,
especialmente cuando son niños. Debe ser perturbador constatar que puede haber violadores entre nuestros
compañeros de trabajo, pero no responden a perfiles visiblemente «monstruosos». En la realidad de la violencia
sexual, el monstruo suele estar entre nosotros.
Los principitos, las principitas
«He recibido mensajes de solidaridad de mucha gente,
incluyendo el de adultos que han sufrido abuso sexual
de niños. Tuve la suerte de estar de un lado en que tengo
recursos para defender a mi hijo. No dejo de pensar en
todas las mujeres y niños que no tienen estos privilegios,
que no pueden hablar con nadie y que no cuentan con
nadie que los apoye, que les acompañe y que les crea. Yo
espero que mis hijos, más tarde, hagan lo mismo o más
que yo por otras personas», dice Paulina.
En efecto, hay miles de niños más que han sido víctimas
de violación y de todo tipo de violencia. A muchos de esos
niños nadie les ha creído, han dejado sus testimonios de
lado o no han valorado sus testimonios porque son pequeños, como si ser pequeño fuera igual a no tener voz o
derecho a ser escuchado. Imaginemos que si Lucas enfrenta todo esto, las historias anónimas de pequeños niños y
niñas que viven en precariedad, en situaciones familiares
violentas, serán ignoradas por todos y por todo, y jamás
sabremos que hay vidas que están siendo destruidas todos los días si no les creemos a todos los niños.
En una escuela de Tumbaco, ahora mismo, hay nueve
Principitos. Un joven y «alternativo» profesor está acusaHistorias de desobediencia
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Niñez, esa chispa
do de haber abusado de ellos, niños y niñas. Escuchemos.
No podemos pensar jamás que son las víctimas quienes
deben sentir vergüenza. La vergüenza pesará siempre sobre los agresores, sean quienes sean. El caso de la escuela
de Tumbaco empieza a inquietar y debe inquietarnos, no
se pueden repetir estos errores. Son por lo menos nueve niñas y niños que han sufrido abuso sexual por parte
de un profesor. Vamos construyendo nuevas respuestas y
otras formas de mirar. Debemos situar la voz de los niños
en un lugar en donde haya una escucha que los proteja,
una escucha dispuesta a llegar a las últimas consecuencias cuando un niño pequeño pide ayuda.
Por cualquier especulación que vuelva a surgir, Lucas y
su madre figuran como víctimas en este caso. No se trata
de una acusación particular en busca de indemnización,
así que cae el criterio en donde han dicho que hay interés
monetario. «No hay reparación para lo que hemos vivido.
Tenemos la suerte de decir que no podemos aceptar la indemnización, aunque la ley así lo prevea. Respecto a mi
hijo, tras su violación, nuestra ruptura familiar y el desprestigio que hemos vivido, no hay reparación posible».
Francia
Francia ha estado presente en la educación en Ecuador
desde fines del siglo XIX. Gabriel García Moreno fundó
con docentes franceses la Escuela Politécnica Nacional.
Alguna vez quiso que fuéramos un protectorado francés que se llamaría Reino Unido de los Andes. Los lazos
entre este país y América Latina son significativos y deben ser horizontales, no coloniales. Me pregunto cómo
va a responder hoy, en 2017, la Embajada de Francia,
cómo va a rendir cuentas a niños, alumnos y padres de
Historias de desobediencia
123
Niñez, esa chispa
familia de Ecuador, Francia y otras nacionalidades hoy,
cuando no somos colonias, protectorados ni nos subordinamos al relato de la civilización europea que pretendió
civilizarnos a nosotros.
Hay una responsabilidad de las autoridades francesas en
Ecuador. Hay funcionarios de turno que tendrían la obligación de pronunciarse. Está la primera dama, profesora
de La Condamine, de origen belga francófono y vinculada a la cultura francesa en Ecuador. Queda por ver qué va
a hacer Francia y esperar que estén a la altura. Se prevé la
siguiente audiencia para el día lunes 13.
2017 02 10
Octubre de 2021. Han pasado seis años de estos hechos. Paulina
y sus hijos vivieron un verdadero descalabro por haber sostenido con todas sus fuerzas la denuncia contra el agresor de Lucas,
quien se hallaba prófugo y que fue apresado en mayo de 2019.
Cuando el carácter noticioso de los hechos públicos se desvanece
y empiezan los largos caminos de injusticia, quienes denuncian
van quedando solas en largas esperas, dilaciones y olvido. Paulina siguió separada de su esposo, quien no pudo enfrentar lo que
les sucedió y ocupó un lugar de víctima, del que no salió. Lucas
siguió en largos procesos de recuperación para no quedarse en
el momento del abuso. Su mamá y su están en esa misma lucha:
seguir, y que esos hechos terribles no las atrapen.
Parte importante del abandono del padre fue económico, y sucedió lo que les sucede a miles de mujeres en todos lados: Paulina
debió enfrentar el desprestigio, el acoso por parte de quienes defendieron al violador, juicios de valor propios de su clase social
y el sostenimiento material de su hogar, pues son las madres
las que se quedan a viento y marea con sus hijos, más que los
Historias de desobediencia
124
Niñez, esa chispa
padres, cuando suceden cosas graves. «Mi hijo debió pasar por
varios colegios, pero no logramos que pudiera llevar una escolaridad normal. En su caso, mantenerlo en el colegio era como
abandonar a un niño en un bosque oscuro. Tras muchos intentos, hoy está mejor, pero aún falta tiempo para que pueda ser un
niño libre en un colegio regular.» Algunas secuelas familiares
en hogares donde los niños han sufrido abuso sexual y han sido
defendidos son insospechadas, no se entienden a cabalidad.
Paulina recurrió a defensores privados y eso significó enormes costos económicos legales, lo cual supuso también no
poder afrontar las cuentas mensuales siendo jefa de hogar.
Como mucha gente, perdió su empleo en estos años, y lo pudo
recuperar hace poco. La indolencia de las instituciones, de la
justicia privada, la situación de endeudamiento en que viven
miles de familias, configuran la vida de familias que han pasado por violencia. Ni sus hijos ni ella recibieron una disculpa ni
reparación por parte de La Condamine. «Perdimos una vida,
una vida con muchas dimensiones. Si esto me pasó a mí, no
puedo imaginarme lo que pasan las mujeres que no tienen recursos para enfrentar estos procesos. Esto no puede ser así, no
puede repetirse.» Lucas tiene 12 años hoy.
Historias de desobediencia
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Niñez, esa chispa
Las niñas de Guatemala
Estaban hacinadas. En total eran 807 niños y jóvenes
en noviembre. Vivían en San José Pinula, en las afuera de ciudad de Guatemala. El Hogar Seguro Virgen de
la Asunción es una combinación de prisión, orfanato y
albergue, y solo caben 400 personas. No es un centro
de acogida como se esperaría, y su funcionamiento se
asemeja a las correccionales del siglo XIX que, al no considerar a los niños como seres humanos plenos, reducían
sus cuidados a lo mínimo y se concentraban en el castigo. Las pequeñas, desprotegidas y abandonadas. En la
historia de la pobreza y la indigencia, en donde los niños son maltratados por los Estados, las niñas viven en
un estado particular de indefensión que las expone a la
muerte, o a una vida más aterradora que la muerte. Tras
un incendio en este albergue, hasta la madrugada del
domingo 12 de marzo de 2017, cuando escribo esto, han
fallecido 42 niñas calcinadas o quemadas.
Nómada, medio digital de Guatemala, describió así a la
población del hogar en este texto: «Algunos fueron reclutados por las pandillas para el robo, la extorsión o el
asesinato. Otros cometieron la insolencia de pertenecer
a una familia que los abandonó a la calle, a un padre que
les pegaba hasta que un vecino llamó a la policía. A una
red que las prostituía siendo niñas. A unos padres que
no supieron qué hacer cuando vieron que su hijo tenía
capacidades especiales. Otros nacieron allí, hijos de adolescentes violadas por sus compañeros o sus maestros o
por los trabajadores de la Secretaría de Bienestar Social
del Gobierno de la República de Guatemala». Un lugar
para los olvidados, nacidos bajo el signo terrible de la
violencia. La misma violencia que los devolvía al albergue como un maldito búmeran.
Historias de desobediencia
126
Niñez, esa chispa
Karen Ramos trabaja en este caso. Me explica: «Extrañamente, la noche del 7 de marzo los monitores abren las
puertas del hogar para que salgan los niños. Se “escapan”
entre 50 y 60. En las condiciones en que viven estos niños,
por supuesto se desatará una revuelta. Al “recapturarlos”
los separan en grupos de hombres y mujeres, y 50 chicos
son encerrados sin permiso de ir al baño. Tienen que orinar en el mismo cuarto donde pasan toda la noche. Los
jóvenes dicen que vieron cuando se llevaron a sus compañeras para que fueran violadas. También tenemos la
versión de que la policía tenía las llaves de los cuartos.
Eso es un delito. Ellas estaban en un cuarto muy pequeño
cerrado con llave que fue incendiado».
Coincido con Karen en que la narrativa construida para
este caso es una narrativa de reclusos, no de niños en estado de indefensión. «Se escaparon, los recapturaron».
«Si están en un centro de reclusión no se pueden escapar,
pero se habla como si se tratara de cárceles. Sara Oviedo,
relatora de niñez de ONU, visitó este centro y lo comparó
con las cárceles del Holocausto. Había que cerrarlo. Ahora estamos esperando el informe del Congreso, pero hay
muchos indicios de que el incendio fue provocado».
Las niñas eran violadas, obligadas a abortar o forzadas a tener a los bebés de sus violadores. Habían sido
encarceladas en un hogar en que supuestamente las protegían. Hablo también con Alba Marina Escalón, artista
y traductora guatemalteca que ha construido un altar
para las niñas. Alba ha acudido a la protesta del sábado
11 en la Plaza de la Constitución. Entre defensores de
DDHH, ciudadanía, testigos, hay varias hipótesis, pero
todas ellas desembocan en una certeza: las 42 niñas que
han fallecido hasta hoy fueron asesinadas, no murieron
en un accidente. Se trata de 42 feminicidios simultáneos.
Historias de desobediencia
127
Niñez, esa chispa
Los bomberos fueron notificados media hora después
de desatado el incendio. Una eternidad. Una vez en la
puerta, no los dejaban entrar, y un cuarto ardía en llamas con decenas de niñas dentro. Era el 8 de Marzo.
Es posible que las niñas hubieran sido encerradas en
un lugar en donde había gasolina, como un taller. Hay
rastros de combustible en los cuerpos, dicen, como si
hubieran sido rociadas. El incendio se dio por las denuncias de las niñas, y quizás también porque dentro del
hogar podría existir una red de trata: podrían haber sido
prostituidas. Entre las sobrevivientes, hay nueve niñas embarazadas. Nueve. ¿Seguimos pensando que la posición
provida defiende algo cuando son justamente estas vidas
en estado de indefensión las que hay que proteger? ¿Qué
responderán los gobiernos de nuestros países ante esto?
«Han iniciado los funerales y los entierros. No se sabe si
las niñas que murieron también estaban embarazadas. Yo
siento que es un aborto masivo forzado provocado por el
Estado, asesinaron a esas niñas para deshacerse de esos
bebés frutos de la violación», dice Alba. Su interpretación
estremece: es un exterminio.
También es una contradicción sin nombre. Unas semanas
antes había llegado a aguas internacionales frente a la costa guatemalteca el barco de Women on Waves para asistir
con abortos seguros a mujeres criminalizadas por abortar.
El barco tuvo que irse porque estaban en riesgo: tanto el
Congreso como el Ejército de Guatemala rechazaron su
presencia. La posición antiderechos de las instituciones
del Estado en Guatemala deja morir a las mujeres, como
lo explica Gabriela Miranda, y prohíbe que se les dé asistencia médica como la que presta Women on Waves. Hay
niñas que terminan en albergues donde son violadas, y
cuando son embarazadas se les provocan abortos inhuHistorias de desobediencia
128
Niñez, esa chispa
manos o se les obliga, de manera igualmente inhumana,
a mantener sus embarazos.
Cuando llega asistencia profesional internacional, se les
prohíbe recibir atención digna.
Una muchacha muy joven decide dar su testimonio para
la televisión: «Nos hicieron mucho daño. Nos pegaban,
nos violaban, a mí me hicieron abortar a los 13 años: a mi
nena la tiraron en el barranco. A mi otro niño no lo conozco, tiene 3 años. Nos ponían inyecciones de vaca para que
dejáramos de hacer bochinche. Queríamos ver a nuestras
mamás y no nos dejaban, nos violaban». A esta muchacha la obligaron a abortar de manera brutal, pero jamás
le permitirán abortar gratuitamente y a salvo. Esa es la
contradicción vil en que se juegan las vidas de las niñas
en Guatemala. Tendremos que recordar estos testimonios
por largo tiempo y darles todo el valor que tienen: en Guatemala hubo un campo de tortura para niñas y niños, el
Estado lo sabía, la policía tenía la llave, y hay rastros de
gasolina en el cuerpo de más de cuarenta niñas.
Este testimonio coincide con otro que registra Alba
cerca del parque central. Así me lo cuenta: «Llegó una
chavita con su tío, empezaron a hablarnos. Ella había estado en el hogar por 3 meses y conocía a todas las niñas
asesinadas. Nos contó de los maltratos: los mantienen
drogados para dormirlos, para que no se rebelen. Cuando le preguntamos si las violaban, se queda callada y
baja la cabeza». La muchacha dice también que en el
sitio había siete sectores. El 1, pandilleros, 2, migrantes,
3, prostitutas, 4, violaciones... Había un sector especial
para muchachas que habían sufrido abuso sexual, pero
allí dentro iban a seguir violándolas.
Historias de desobediencia
129
Niñez, esa chispa
Esta violencia es pavorosa. Los Estados, las instituciones
y el poder se ensañan cada vez más contra las niñas y las
mujeres, y en esa desigualdad de fuerzas siempre estará,
al fondo, la muerte. Por eso mismo tuvo lugar la revuelta de las niñas, como dice el comunicado de la red Tzk’at
de sanadoras ancestrales y feministas comunitarias de
Iximulex: «Las niñas se agruparon porque denunciaban
malos tratos, falta de amor, falta de comida, enfermedades, violencia sexual, intentos de suicidio, olvido de
la sociedad. Se agruparon porque querían vivir, porque
todavía tenían sueños como otras niñas en el mundo
que disfrutan en libertad y alegría».
Queda el resto de niñas que sobrevivieron el incendio.
Esta misma red ha demandado su resguardo. Estas niñas,
que todavía podrían soñar, volverán un día a una sociedad que les hizo saber que no las quería, que las había
olvidado y que las prefiere muertas. Cuando hablamos
de despenalización del aborto, de protección a la niñez,
estamos hablando de preservar estas vidas de la
violencia de poderes antiderechos y misóginos como ha
demostrado serlo en esta tragedia el derechista Jimmy Morales, cuyo secretario de Bienestar Social llegó a decir que
las niñas se rebelaron «porque no les gustaba la comida».
Este poder siniestro es ahora una sombra que se cierne sobre todos nuestros países, pues todos están amenazados
por la pobreza, que se controla desde la securitización, tratando todo albergue, centro o lugar como una cárcel.
Se afirmó también que, en la fecha histórica del 8 de Marzo, las niñas se rebelaron conociendo sus derechos. No fue
así, dice Karen Ramos. En efecto, se idealizó la narrativa
de estos asesinatos por la fecha del incendio, pero por supuesto no deja de tener un valor sombríamente simbólico.
Historias de desobediencia
130
Niñez, esa chispa
En el incendio de las niñas se reproduce un hecho macabro: el asesinato de las 123 obreras textileras en Nueva
York en 1911. Ellas también murieron quemadas al verse encerradas en la fábrica donde trabajaban. Despierta
también el incendio en donde murió la escritora Zelda
Fitzgerald en Asheville: ingresada en un hospital psiquiátrico, ella y otras ocho mujeres murieron quemadas.
Algunas estaban atadas a sus camas y otras, tan sedadas
que no lograron escapar. Sedadas como los niños del hogar Asunción. La historia de las mujeres quemadas en
hogueras, cacerías de brujas, fábricas, psiquiátricos, no
es folclor. Hoy volvemos a confirmarlo de la manera más
dolorosa. La muerte de estas niñas se considera en muchos sectores de la vejada sociedad guatemalteca como
una ejecución extrajudicial que va a sacudir la Historia
de Guatemala y de todos nuestros países.
Pensamos que ya no nos quemarían. Pensamos que
podíamos cantar «Somos las nietas de las brujas que no
pudieron quemar», o las nietas de las obreras, de las locas, de las descartadas. Lo cantábamos hace unos días en
más de sesenta países.
A estas niñas sí las pudieron quemar, ellas no tendrán
nietas que canten lo mismo que nosotras cantamos
ahora. Esa historia en donde nos pensábamos sobrevivientes la vemos hoy, a través de las niñas de
Guatemala, del otro lado, siniestro.
En esa fuerza internacional que formó el 8 de Marzo
debemos inscribir también este duelo. Así como fue internacional y se regó como pólvora nuestra fuerza, así
también este duelo debe regarse como cenizas de memoria por las niñas de Guatemala. De la pólvora a las cenizas
para resurgir una vez más, en memoria de ellas.
Historias de desobediencia
131
Niñez, esa chispa
Actualización:
Al mediodía del domingo 12 de marzo, nos informa
Karen Ramos desde Guatemala, según información recabada por la Comisión Nacional Contra el Maltrato
y Abuso Sexual Infantil (CONACMI): «El número de
víctimas es de 58. Hasta hoy en la madrugada habían fallecido 42: 19 en el hogar y 23 en hospitales. De ellas han
sido reconocidas 30. El resto aparece como XX y se requerirá un examen de ADN. De entre las sobrevivientes,
hay 11 en hospitales, 4 han sido trasladadas a Estados
Unidos y 3 están por ser trasladas allá. Ellas, junto con
las 4 niñas que ya viajaron, se encuentran estables pero
tienen el rostro desfigurado. Hay dos casos de adolescentes que no van a ser reclamadas por familiares y son
de la región de Baja Verapaz. Se presume que habrá más
casos así. Un total de 30 niñas han sido entregadas».
2017 03 12, La Barra Espaciadora
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132
Niñez, esa chispa
El fuego que no cesa
A un mes del incendio que mató
a 42 niñas en Guatemala
«La niña de Guatemala, / la que se murió de amor».
José Martí había publicado ese poema en 1891 en sus
Versos sencillos. Estaba dedicado a María García Granados, dama de la sociedad que se había enamorado de
él y que, dice la historia, se suicidó por amor una vez
que Martí se casó. En ese país, él había sido profesor
de Literatura y Filosofía. Formó a jóvenes que tendrían
que haber consolidado una nación americana robusta y
moderna, como la soñaban los independentistas del siglo XIX. Fue en la Guatemala de María en donde Martí
escribió «Los códigos nuevos», texto en que defendía la
autonomía de la mujer y la necesidad de «completar su
persona jurídica». Otras niñas vendrían. Sus ancestras
no eran como María García Granados y no morirían de
amor, sino de hambre y de abandono.
La guerra civil, el genocidio maya, las dictaduras, fueron acumulando vejaciones en Guatemala, y también
resistencia. Hay 250 mil víctimas de 36 años de la guerra. El año pasado, la fuerza de 15 mujeres q’eqchi abría
al mundo la historia de la comunidad de Sepur Zarco.
Entre 1982 y 1983, esas mujeres fueron sometidas a esclavitud doméstica y sexual por parte de los militares
Esteelmer Reyes Girón y Hedilberto Valdez Asig. Ellos
habían desaparecido a sus hijos y esposos, que luchaban
por la titulación de sus tierras. Tras 34 años, en 2016, las
mujeres q’eqchi los llevaron ante la Justicia, y ganaron.
No saben leer, el español no es su primera lengua, y ganaron. «Dijimos que como las mariposas han sido desde
siempre un símbolo de la lucha de las guatemaltecas, las
Historias de desobediencia
133
Niñez, esa chispa
mujeres iban a ser representadas como mariposas. A los
jueces los representamos como búhos, que pueden ver en
la oscuridad, donde nosotras no vemos. También dijimos
que el Ministerio Público iba a ser un loro y que las organizaciones sociales que acompañamos el proceso serían
abejas», narra Paula Barrios, de Mujeres Transformando
el Mundo, representante de las víctimas de Sepur Zarco.
Entre las 15 mujeres, abogadas y las peritos hicieron un
trabajo de traducción y de este lenguaje de mariposas,
búhos y loros para poder reconstruir el relato con la palabra de las mujeres, honrando su lengua y sus formas
de comunicar la violencia. Aún recordamos la imagen
que nos abrió los ojos: ellas, sentadas en el juzgado, el
rostro cubierto con sus mantos, alzando las manos en
señal de victoria. Luego de asesinar a sus familias y despojarlas de sus tierras para explotarlas, Guatemala les
creía, y nosotras también. Es esta violencia la que anuncia a las 42 niñas de Guatemala que murieron calcinadas
el 8 de marzo. Y esta resistencia.
El 7 de marzo de 2017, tuvo lugar un motín en el Hogar
Seguro Virgen de la Asunción. Niños y adolescentes de
entre 11 y 17 años de edad huyeron en revuelta de un lugar que se asemejaba a los orfanatos de siglos pasados,
correccionales en donde terminan los olvidados de la
tierra. Este motín sería definitivo.
Karen Ramos, de la Asociación Nacional Contra el Maltrato Infantil y Juvenil, contó lo sucedido la madrugada siguiente, apenas pudo constatar los asesinatos. «Al
recapturar al grupo que se ha escapado, los separaron
en grupos de hombres y mujeres. Unos 50 chicos fueron
encerrados sin permiso de ir al baño. Tenían que orinar
en el mismo cuarto donde pasaban la noche. Los jóvenes
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Niñez, esa chispa
dicen que vieron cuando se llevaron a sus compañeras
para que fueran violadas. También tenemos la versión
de que la policía tenía las llaves de los cuartos, lo que es
un delito. Ellas estaban en un cuarto muy pequeño cerrado con llave que fue incendiado. Es un albergue pero
los trataron como a delincuentes».
Cuando se desató el fuego las chicas gritaron, pero nadie
acudió a salvarlas. Una habitación ardía y nadie abrió la
puerta. Una habitación ardía. Si las niñas habían provocado el fuego en un acto de protesta, tenían que haberlas
salvado, pero eso no era tan obvio para nadie: ni monitores ni policías. El fuego de protesta se habría convertido
entonces en una quema de castigo. Inmolarlas.
Alba Marina Escalón, artista guatemalteca, transmite lo
que pasa con especial consternación. Cuando conoció lo
sucedido construyó un altar con pequeñas casas en honor
de las niñas. Eran casitas minúsculas que aparecían como
los hogares que no tienen todos estos niños que viven en
limbos: albergues, calles, a veces viven en los márgenes
de sus propias casas. Alba colocó las casitas en el Parque
Central para una vigilia. «Han iniciado los funerales y los
entierros», contaba entonces. «No se sabe si las niñas que
murieron también estaban embarazadas. Yo siento que es
un aborto masivo forzado provocado por el Estado. Asesinaron a esas niñas para deshacerse de esos bebés frutos
de la violación», decía con una sombra de duda en la voz.
Han fallecido 42 niñas: 19 en el hogar y 23 en hospitales.
Ocho niñas todavía se recuperan en hospitales de Estados Unidos. Las niñas que sobrevivan tendrán cicatrices
permanentes. La vida para siempre abrasada.
Historias de desobediencia
135
Niñez, esa chispa
El Estado de Guatemala no ha sabido qué hacer y no tiene recursos. Las organizaciones de la sociedad civil han
actuado y a pesar de su propia precariedad han logrado
emprender algunas acciones. Karen Ramos, activista de
Derechos Humanos, reflexiona al respecto: «No somos el
Estado pero hemos resuelto asumir esta crisis. Nos preocupa el hecho de que cien niños hayan sido devueltos a sus
familias tras el incendio sin proceso alguno. Una niña de
este grupo había sido agredida sexualmente por su abuelo y su tío. Su mamá la prostituyó en un bar que tenía.
Por esas razones, en un inicio, un juez había decidido que
debía vivir en el hogar. Es urgente dar seguimiento a esos
casos». La niña a la que se refiere Karen tiene discapacidad.
No solo las niñas se hallaban en situación de riesgo, sino
que pequeñas como ella iban a ser aun más vulneradas.
Karen cuenta que los testimonios se encuentran en análisis. No se pueden confirmar algunas cosas que la prensa había reportado: puede haber existido trata de niños,
tráfico de órganos, adopciones ilegales. La investigación
puede durar años, pero sí se pueden constatar algunos hechos: entre las sobrevivientes, hay nueve niñas embarazadas, algunas tenían apenas dos meses de embarazo aquel 8
de marzo. Es probable que otras niñas estuvieran también
en estado de gestación. Además, había niñas migrantes en
este albergue. Se van solas, huyen ellas o huyen también
sus familias desde El Salvador, por ejemplo. Las niñas migrantes sin familia, arrancadas de sus comunidades, viven
otra soledad allí, una desprotección específica producto
del desplazamiento por hambre, miedo y violencia.
Mileny Eloísa había llegado al hogar un mes antes del
incendio y dio su testimonio a la televisión justo la noche
anterior, durante la huida y denuncia de los niños que
tuvo lugar el 7 de marzo: «Aquí sobre todo dejan que
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136
Niñez, esa chispa
nos toquen. Las monitoras no dicen nada. Nadie tiene
derecho a tocarnos, pero las monitoras nos obligan. Nos
violan, eso sí es violación porque nos amarran todas las
noches. Nos pegan, nos jalan el pelo... estaba mejor en mi
casa. Yo me corto la piel por eso. Estas son mis cicatrices.
Una recibe maltrato de nuestros padres y aquí venimos
a recibir el doble». La madre de Mileny piensa que este
testimonio le costó la vida a su hija, que murió encerrada
justo un día después de la denuncia.
El castigo por quema es uno de los lúgubres pilares
de la historia humana.
Provocar la muerte por efectos de combustión del cuerpo, asfixiar con monóxido de carbono, usar el fuego para
castigar brujería, herejía, homosexualidad, ha sido una
forma de exterminar al otro de modo ejemplarizante y
legitimado por la Iglesia y el Estado. Han ardido cuerpos de mujeres en hospitales psiquiátricos, en cárceles, en
sus propias casas, en las fábricas donde trabajaban: esas
son nuestras hogueras.
En Calibán y la bruja, Silvia Federici trazó la genealogía de
una condenada particular. La bruja era la campesina libre,
vinculada a movimientos herejes, defensora de la propiedad común de la tierra y, además de todo eso, dueña de
un saber. «El feminismo ha cambiado lo que comprendemos como verdad, como conocimiento y como historia»,
escribe Federici. Las mujeres quemadas han sido expuestas, desnudadas y, todas, sin excepción, desprestigiadas.
Cada uno de estos actos, al tiempo que es ejemplarizante,
ha tratado de deshistorizarse, de hacerse pasar sin todos
los sentidos que lo constituyen, como si estos cuerpos en
combustión no hubieran sido cuidadosamente seleccionados a lo largo de la Historia. Al historizar la combusHistorias de desobediencia
137
Niñez, esa chispa
tión de los cuerpos de las mujeres, historizamos su desobediencia y los sometimientos que han vivido individual
y colectivamente. La quema de mujeres como castigo no
ha desaparecido, es real, histórica, y halla hoy variaciones
tan atroces como las quemas con ácido.
En cuanto a la desobediencia de las mujeres, el fuego
viene de dos lados cuyos bordes no siempre son distinguibles. La quema de los cuerpos de las mujeres y de los
cuerpos inconvenientes (herejes, homosexuales, cuerpos
con discapacidad) se expresa de dos maneras diferentes
pero íntimamente ligadas. La quema se ha dado históricamente por castigo, pero también como un acto radical de
protesta. Inmolarse es una acción extrema que interrumpe el curso de la Historia y la acumulación de fuerzas del
régimen político que llamamos patriarcado en una puesta
al límite del cuerpo. El recurso es arder para cambiar la
Historia, o por lo menos denunciar sus violencias.
Cada año, cientos de mujeres se inmolan en países como
Afganistán. La educación entre mujeres es clandestina
y alfabetizarse constituye una actividad de riesgo. En la
historia de las mujeres, la inmolación, la emancipación y
la educación son indisociables. La historia del suicidio de
las mujeres nos dice cosas fundamentales de las historias
de violencia y, como vemos, va mucho más allá del rapto de locura, que es a lo que se ha reducido. Inmolarse es
una expresión política de la desesperanza absoluta.
Las niñas de Guatemala no habían pensado en inmolarse,
esa no era su revuelta, pero protestaron. Aún no sabemos
de dónde venía el fuego, si de su propia rabia o del sadismo de los monitores. Pero ellos no abrieron la puerta, y en
ese gesto las asesinaron. El sueño de Martí en Guatemala
no se cumplió: los jóvenes que serían la patria están en alHistorias de desobediencia
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Niñez, esa chispa
bergues que funcionan como prisiones o ejercen el poder
para la muerte. Las niñas que debían ser mujeres completas ni siquiera terminan de crecer antes de morir. Ninguna
es María García Granados, que también se suicidó.
2017 04 08, Diario Tiempo Argentino, Buenos Aires
En 2021, doce funcionarios públicos están siendo juzgados.
Los cargos que van desde homicidio hasta abuso de autoridad.
Las audiencias se suspenden, con o sin circunstancias por covid, y los procesos no avanzan. Vianney es madre de una de las
niñas. En junio, le dijo a la BBC: “Las almas de nuestras hijas
están allí todavía, exigiendo justicia.” Están allí todavía.
Historias de desobediencia
139
Niñez, esa chispa
De vuelta a tus patines,
pequeña Emilia
Lo escuchamos hasta que se vuelve insoportable: «Las
autoridades dan cuenta de lo ocurrido: lamentan tener que dar la terrible noticia». Vemos dispuestas con
banderas las mesas de rueda de prensa del Ministerio
del Interior: «Desde el primer momento realizamos todas las tareas de búsqueda con todas las unidades. Se
activaron todos los dispositivos de seguridad para dar
con la menor». DINASED da muestras del trabajo realizado: «Era profesor, daba clases de educación física.
Aprovechaba la cercanía y relación de amistad con las
familias y las niñas cometer este delito, lamentablemente». Lamentamos tener que informar. Nada de esto es
suficiente, y nos limitamos a pensar que es todo lo que
hay. Que hacer justicia es devolver un cuerpo.
Y la prensa: «Esta es la vía que conduce hasta Chuquiribamba. En este sector fue encontrado el cuerpo sin vida
de Emilia Benavides Cuenca, la menor que desapareció
hace cinco días luego de haber salido de su establecimiento educativo. Informó Noticiero Uno».
Cientos de veces: denuncia de desaparición y un rostro
que se vuelve cada vez más familiar porque a una niña
le ha pasado algo, porque una mujer ya no está más
y por eso circula su foto, casi siempre como anuncio
de su muerte. El mismo protocolo cientos de veces:
hemos activado todos los dispositivos. «Este crimen no
quedará en la impunidad».
Historias de desobediencia
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Niñez, esa chispa
¿Cómo puede ser posible que el único acto de justicia para Emilia haya sido hallar el cadáver de Emilia?
El único acto de justicia que nos queda: sacar un cuerpo
de una quebrada.
Ante el régimen feminicida en que vivimos, colectivos del
movimiento de mujeres se han dado a la tarea de recoger
datos de feminicidios de la prensa, del Estado y de denuncias de familias. Hay que detenernos a pensar en lo
siniestro de esta tarea: ya no basta el duelo por las niñas y
las mujeres muertas, tenemos que contar sus asesinatos,
ponerlos en cuadros y procesarlos como datos porque se
ha vuelto inenarrable, porque no son casos aislados, porque esos cuadros sombríos que elaboramos son nuestro
espejo: una sociedad que hace todo para no admitir que
se levanta sobre vidas de segunda clase, que son las vidas
de las mujeres y de las niñas. Elaborar cuadros y mapas
porque no nos creen, y sobre nuestras muertes, construir
un archivo. ¿Ahora nos creen?
La Red de Casas de Acogida, Fundación ALDEA y Colectivo de Geografía Crítica han colaborado para listar los
feminicidios de este año con el fin de hacerlos visibles en
mapas. Tenemos mapas de asesinadas: por ciudad, por
provincia, por edad. Nada menos. Hemos tenido que llegar a estas elaboraciones para demostrar que nos están
asesinando: geógrafas, activistas feministas, abogadas,
dedican su trabajo a defender lo que nos ha sido negado:
denunciar que hay un orden que tolera y encubre nuestras
muertes. Geografía Crítica informa que al 21 de noviembre
de este año ha habido más de 140 feminicidios reportados.
Tres niñas anteceden a la pequeña Emilia: Evelin Carolina, la más pequeña, tenía 11 meses cuando fue asesinada
por su padre, que en realidad intentaba asesinar a su ma-
Historias de desobediencia
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Niñez, esa chispa
dre. Feminicidio por conexión. Tres niñas aparte de Emilia que no serán las últimas. Más niñas serán asesinadas,
secuestradas para redes de pornografía de menores o de
prostitución, o serán violadas por sus tíos, primos, padrastros, padres, profesores. Y seguiremos pensando que la
única justicia que nos corresponde es que sus cuerpos nos
sean entregados sin vida.
Dentro del feminismo, la plataforma Justicia para Vanessa
se volvió un puntal de Vivas Nos Queremos; la Red de Familias de Cuenca organizó su duelo en torno al asesinato
de Cristina Palacio Salamea y logró que otras familias pudieran unirse para defender la memoria de sus hijas; madres de jóvenes asesinadas como Yadira Labanda, Ruth
Montenegro, Janeth Cervantes, se han vuelto símbolos de
lucha por la memoria y contra la violencia de género. La
hija de Ruth, la pequeña Valentina Cossíos Montenegro,
era apenas mayor que Emilia Benavides. Fue asesinada
dentro de su escuela. El Ministerio de Educación dijo que
no era su problema: los ministros Augusto Espinosa y
Freddy Peñafiel se lavaron las manos. Valentina fue hallada muerta dentro de su escuela con signos de abuso
sexual. El colectivo Sentimos Diverso acompañó a los padres y madres de AAMPETRA, cuyos hijos habían sido
torturados y violados dentro de su propia aula en el colegio. El rector sigue en funciones. En su escuela, un aula
se mantuvo por 11 meses con cortinas cerradas porque un
profesor cometía allí actos de sadismo. Apenas logramos
dimensionar estas violencias y no sabremos erradicarlas
mientras no reconozcamos que son el cimiento de un statu quo: se llama patriarcado y mantiene activa una forma
de asesinato selectivo que se llama feminicidio.
«En 27 pasos que hay de la puerta de la escuela a la parada de bus, el asesino se ha llevado a toda una familia.
Historias de desobediencia
142
Niñez, esa chispa
Hay cinco portales de la escuela a la esquina de la parada. Es un perímetro muy familiar, fue el perímetro de
mi propia infancia. El asesino llevó a Emilia por nuestro
barrio, donde ella también vivía, pasaron por la puerta
de su antigua casa. Esta niña iba en calentador y era la
inocencia personificada. ¿A qué le van a echar la culpa?
En 27 pasos se cegó una vida a mediodía, a la salida de
una escuela». Leo esto que escribe Bernardita Maldonado, que conocía y quería a Emilia, y veo las capturas de
cámara que muestran a Emilia caminando junto a su asesino. Bernardita hace memoria y estremece: la muerte
nos ronda cada vez más cerca, es una muerte encarnada
en violadores, feminicidas, parejas, ex parejas, traficantes de niñas, conscientes de la impunidad con que pueden vivir. No son monstruos, o el monstruo, más bien,
vive entre nosotros y lo alimentamos. El monstruo siempre estuvo allí: «Estas calles nos las habíamos ganado
venciendo al miedo —me escribe Bernardita—. Primero
les tuvimos miedo a los borrachos de la zona, después, a
los conscriptos que salían los domingos. Siempre hemos
estado asustadas en nuestra propia ciudad».
Bernardita recuerda la última foto que vio de Emilia y su risa. Llevaba unos patines que le habían dado
de regalo. Ahora, los patines están vacíos. «Era una
fiesta oír la risa estruendosa de la hermana mayor de
Emilia, y cuando se juntaban todas las niñas era la felicidad verlas reírse. Se sentaban en una estera en la
terraza de mi casa a contarse sus travesuras». La hermana
de Emilia tampoco puede reírse ya, ni su familia, ni sus
compañeros de escuela, que le habían hecho huelga a la
directora por quedarse sentada en su oficina en lugar de
salir a buscar a la niña. Cuándo volverán a reírse esos
niños viendo la silla vacía de Emilia.
Historias de desobediencia
143
Niñez, esa chispa
No nos resignamos a que la justicia se reduzca a devolvernos en bolsas los cuerpos de nuestras muertas, porque
no deberían haber sido asesinadas.
No nos resignamos a la eficacia de los protocolos de búsqueda, porque ellas no deberían haber desaparecido.
No nos resignamos a que eso se llame justicia, porque
justicia de verdad sería que no tuviéramos miedo de
vivir en el mundo.
No nos resignamos a que la única reparación sea endurecer las penas, porque la prisión apenas simula que la
violencia está contenida.
No nos resignamos a que se clame por la pena de muerte para los feminicidas, porque una muerte no deshace
otra muerte.
No nos resignamos a que el Estado use a los feminicidas capturados como trofeos, porque tendría que ser el
Estado el primero en desmontar ese circo de justicia que no nos da más que sus fórmulas de expiación:
«lamentamos informar».
Nos nos resignamos a que el sacerdote dé una misa para
que las muertas descansen en paz, porque no van a descansar ni ellas ni descansaremos nosotras mientras no se
desmonten estas violencias que atravesamos todos los días.
No nos resignamos a que esto sea la escuela, la familia, el
amor: el lugar donde vamos a encontrar la muerte.
Entre la puerta de la escuela y la parada de bus había
solo 27 pasos. Esos pasos no deberían ser mortales.
Ninguna plegaria nos salva, ninguna resignación. Tus
pasos tenían que llevarte de vuelta a tus patines, pequeña Emilia, no al vacío.
2018 01 29, La Periódica
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Niñez, esa chispa
El tamaño de un cadáver
El padre de la pequeña Emilia era inspector del colegio Santa Mariana de Jesús, en Loja. Por la mañana, a ese colegio
van las niñas de la clase media. El horario diurno subvenciona al horario vespertino, al que asisten las niñas que por
la mañana están ayudando a sus madres en el mercado, a
vender o en distintos oficios. Muchas niñas trabajan por la
mañana. En ese horario vespertino fue a la escuela María
del Cisne Conde Guamán hasta el 22 de enero de 2014. Su
madre la había enviado a comprar conos para el puesto de
espumilla que atendía en el mercado. María del Cisne llevaba blusa y gorrito de color rosa y zapatos blancos. María
del Cisne tenía siete años. ¿María del Cisne ya sabía leer
y escribir? María del Cisne no tenía por qué aparecer en
fotos en el celular de un violador. María del Cisne no tenía
que haber sido buscada bajo tierra por perros entrenados
para hallar cadáveres. Su cadáver, de siete años, mide un
metro con veinte. María del Cisne no tenía que haber sido
asesinada en un terreno baldío porque tenía apenas siete
años y aún le faltaba aprender a multiplicar. Fue violada y
asesinada a los siete años. María del Cisne, los conos para
la espumilla. María del Cisne.
Ángel, el padre de Emilia Benavides, llevaba a su hija a
rezar para que María del Cisne apareciera con vida. Hizo
campañas y búsquedas de la pequeña, que en algún lado
dejó tirada la bolsa con cucuruchos de azúcar y harina.
2014 a 2018. Lo que pueden la impunidad y el olvido. El
caso de la pequeña María del Cisne había quedado en
archivo hasta abril. En ese mes, Franco David Z. rindió
testimonio y confesó su crimen. Había sido él. Confiesa
porque ha perdido a su esposa y su hija ha quedado en
situación de discapacidad. «Es un castigo de dios por lo
Historias de desobediencia
145
Niñez, esa chispa
que hice». No es un monstruo. Es un hombre que encarna
toda la violencia ante la que callamos. Este asesino, violador de niñas, parte de una red de pornografía infantil,
es lo que no queremos ver pero que nos acecha. ¿Cuántos
cadáveres tan pequeños hay que desenterrar para abrir
los ojos? No necesitamos ningún dios que nos castigue
cuando somos estas violencias que negamos.
Emilia rezaba por María del Cisne. Un día, Emilia no estuvo más. Fue llevada lejos cuando salía a tomar el bus
de su escuela. Fue el 15 de diciembre de 2017. A Emilia
también le arrebataron su vida breve. También la violaron, y luego la quemaron y la enterraron. Emilia también
aparece en fotos de celulares porque también fue víctima
de una red de pornografía infantil montada desde Loja.
Y también calló mucha gente. También vieron para otro
lado, porque es más fácil disimular que enfrentar. Emilia,
que rezaba por María del Cisne, no sabía, tan pequeña,
que tenía que rezar por ella misma, que la perseguía esa
misma sombra, así de pequeñita como era.
Una red de pornografía infantil operaba en la ciudad de
Loja. Al hallarse el cadáver de la pequeña Emilia, tres
hombres de esa red son procesados. El «caso Emilia» es
hoy una entrada en Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/
Muerte_de_Emilia_Benavides.
¿Cuántas niñas en Loja van a convertirse en «casos», en
material de consulta, cuántas muertes violentas vamos a
escribir? ¿Escribiremos un día algo que no sea esto? «Tras
la audiencia de formulación de cargos, los tres procesados José Fabián Nero, Manuel Ambululdi y Tania Yulecsy
ingresaron al Centro de Detención Provisional de Azuay
en el Centro Regional de Turi al norte de la ciudad de
Cuenca. Sin embargo, alrededor de las 07:00 el principal
Historias de desobediencia
146
Niñez, esa chispa
procesado dentro del caso, José Nero, fue hallado muerto en su celda. Nero, aparentemente, se había suicidado
usando una camiseta para ahorcarse colgándose de las
varillas de una de las camas de la celda».
Hoy, el taxista que llevó a Emilia a su lugar de violación y el responsable de la red de pornografía han
recibido una sentencia de 34 años y ocho meses por
delito de femicidio no íntimo. La fiscal Bella Castillo
mandó a realizar 38 peritajes para el caso y hoy planea
apelar la sentencia a 40 años. Esos 40 años no traerán de
vuelta a Emilia, tampoco a María del Cisne...es la justicia que tenemos. Secuestro, violación, trata y asesinato
de una niña: «infracciones». ¿Cuántas niñas en Loja han
sido y serán asesinadas por redes que pagan mil dólares
por una violación filmada? La red ha sido desmontada,
pero la manera en que esto se ha naturalizado es también muy violenta. «Así pasa». El sistema de justicia no
pudo siquiera separar a los responsables en celdas para
seguir con el proceso. La ministra de Justicia entonces,
Rossana Alvarado, se justificaba diciendo que no había
celdas suficientes. Trataron este caso como si no hubiera
sido una amenaza para todas las niñas en Loja, como si
las «infracciones» pudieran ser tratadas como cualquier
robo. Como si la vida de las niñas estuviera a la deriva.
Está a la deriva, nos dice el sistema de justicia.
Como en tantos lugares, las niñas y las mujeres en Loja
viven en un constante estado de alerta. Bernardita Maldonado conocía a Emilia, amiga muy cercana de su hija.
«Caminar en Loja es caminar con miedo. Ninguna de
nosotras puede decir que no ha sido tocada, amenazada, hostigada. Nos dicen que no caminemos por detrás
del estadio, que no tomemos esta calle, que no pasemos
por esa tienda, que no salgamos a esta hora. ¿TendreHistorias de desobediencia
147
Niñez, esa chispa
mos que terminar caminando por túneles y alcantarillas, entonces?».
La impotencia de Bernardita es la de muchas mujeres
que saben que en Loja se tienen que desmontar las violencias de género para proteger la vida de las niñas y
las mujeres, pero que la negación y la resistencia son
enormes, infranqueables. «¿Cómo es posible que en un
espacio tan pequeño se acumule tanto odio, tanto desprecio por nuestras vidas?» Su pregunta es terrible porque da cuenta de la impunidad y la indolencia que nos
atraviesan, aun frente a vidas de niñas tan pequeñas que
no alcanzaron a crecer pero que son vistas como responsables, junto con sus familias, de la terrible muerte
que les dan las violencias con nombre y apellido con las
que convivimos: redes de pornografía, tratantes de personas, asesinos, violadores que muchas veces están en
nuestras familias o en nuestro entorno. «No debía haber
ido sola, no tenía que haber estado en la calle».
Los zapatos blancos de Emilia, la bolsa que llevaba María del Cisne con cucuruchos para espumilla...vemos
todo, pero no queremos ver lo que nos mata. No vemos
que la pobreza desprotege a las niñas, que el trabajo infantil las expone hasta la muerte, que callar la violencia
produce más y más víctimas.
«Yo recuerdo abrazar a la pequeña Emilia, todavía siento
el calor y el peso de su cuerpo entre mis brazos», me dice
Bernardita. No nos resignamos a que la justicia se reduzca
a devolvernos en bolsas los cuerpos de las niñas muertas,
porque no deberían haber sido asesinadas.
No nos resignamos a la eficacia de los protocolos de
búsqueda, porque no deberían haber desaparecido.
Historias de desobediencia
148
Niñez, esa chispa
No nos resignamos a que la única reparación sea endurecer las penas, porque la prisión apenas simula que la
violencia está contenida.
No nos resignamos a que se clame por la pena de
muerte para los femicidas, porque una muerte no deshace otra muerte.
No nos resignamos a que la escuela, la familia o el
amor sean el lugar donde vamos a encontrar la muerte.
Otro tiene que ser el amor de pareja, que no mate, otra
tiene que ser la familia, que no disimule, otra la escuela
y otros los caminos que caminamos, que no conduzcan a
nuestra muerte.
2018 11 15, La Periódica
Historias de desobediencia
149
A favor del aborto
p152
«Nuestra apuesta es por la vida»
p157
El aborto no es solo eso
p161
Cuentos de brujas
p166
Manual de buenas costumbres
p172
Silencios que matan
A favor del aborto
«Nuestra apuesta
es por la vida»
Recientemente, la colectiva Salud Mujeres presentó el manual Aborto seguro con medicamentos, información segura para
decidir (Quito, 2015). Se trata de una apuesta por promover
una diferencia en la vida de las mujeres y en la sociedad a
través del conocimiento y de la autonomía que proporciona el conocer. En este tema, la diferencia está literalmente
entre la vida y la muerte de una mujer. El objetivo es dar
información transparente porque es un derecho, aunque
el conocer, construir argumentos e interpelar al Estado en
este y otros ámbitos se vea cada vez más como una afrenta, pues se deslegitima el disenso sistemáticamente.
La colectiva comparte «con otras mujeres información
pública, científica, oportuna, laica sobre aborto seguro
con medicamentos en base a las últimas investigaciones
de la OMS, FLASOG, CLACAI, y otros organismos de
salud internacional», según describen su misión. Esto es
el resultado de años de trabajo sostenido de una juventud feminista que mantiene, también, la línea telefónica
de aborto seguro, en donde informan y realizan acompañamiento a las mujeres y personas que llaman. Cuántas
mujeres habrán necesitado una voz que les diga que tienen opciones frente un embarazo no deseado: continuar
con él, interrumpirlo o, por lo menos, tener un respiro
para pensar que el embarazo forzado no es destino, que
es una circunstancia difícil frente a la cual, sin embargo,
se puede tomar decisiones.
El día 29 de mayo, aparece este tuit en la cuenta en
Twitter de Amparo Medina, promotora antiderechos:
«Cárcel para todas estas ONG que difunden y promoHistorias de desobediencia
152
A favor del aborto
cionan aborto en nuestro país». Medina responde a la
vez a otro tuit, este de la cuenta «14 millones», la cual
nos remite a un blog firmado por el Padre Ernesto Arosemena, que dice: «ahora por lo menos tenemos evidencia
suficiente para que al menos algunas abortistas ecuatorianas vayan por fin a la cárcel —aunque sólo sea por un
mes— por el delito de ‘Apología del Delito’ (sic), previsto en el Artículo 365 del Código Orgánico Integral Penal
del Ecuador, dado que en Ecuador el aborto es un delito. OJO, FISCALÍA, A USTEDES LES ESTOY HABLANDO». ¿Cárcel por informar?
Lo sabemos: las niñas, las jóvenes y las mujeres abortan
todos los días, de maneras más o menos clandestinas y
riesgosas. Hay mujeres que pueden salir del país e interrumpir sus embarazos en entornos legales y seguros.
Hay mujeres que buscan quebradas rocosas para morir o provocarse abortos —lo que suceda primero— por
medio de saltos contra las piedras, o que se hacen patear
para abortar tras los golpes.
¿Qué es lo que pasa en una sociedad para que una
mujer tenga que hacerse dar una golpiza a fin de interrumpir su embarazo? No podemos juzgar. Todas estas
mujeres están en una situación límite. Muchas han sufrido una violación, han sido repudiadas por sus familias,
han contemplado el suicidio. Las que viajan y las que ruedan por quebradas rocosas en su desesperación, aunque
haya abismos entre sus respectivas circunstancias, todas
han sido víctimas de la misoginia.
El Estado es responsable de no acoger estos casos en las
instituciones médicas, que temen ayudar a mujeres en situación de aborto, espontáneo o provocado; de proteger
a los perpetradores cuando se trata de violencia sexual;
Historias de desobediencia
153
A favor del aborto
de no discutir la despenalización del aborto; de no aceptar que el aborto es una causa de muerte; de pretender
que no sucede. En este momento, la salud sexual de las
mujeres de este país está en riesgo permanente: se trata
de una emergencia. Se ha cancelado el debate, se ha procedido de manera turbia en el tema de educación sexual
y no se presentan decisiones transparentes ni mucho menos políticas públicas coherentes con esta realidad.
Conviene responder la acusación nerviosa del Padre
Arosemena con argumentos que rebasen su carácter
elemental —sorprende su virulencia cuando el mismo
Bergoglio ha tenido que reconocer los 46 millones de
abortos anuales y ha planteado un perdón mundial para
quienes lo necesiten—.
Hay que decir que:
• El aborto no es y no debería ser visto como un método
anticonceptivo recurrente. Es una situación límite en la
vida de una mujer. Las consignas feministas despliegan
claramente las políticas feministas del aborto: “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no
abortar, aborto legal para no morir.”
• Ninguna mujer quiere abortar ni busca activamente el
aborto como solución a un embarazo no deseado.
El aborto es una decisión que puede tener un costo emocional, social, moral, religioso. Y sin embargo, debe ser
un derecho. Las mujeres estamos listas para lidiar con
las consecuencias de un aborto, y vamos a acompañar
a todas aquellas que lo necesiten a hacerlo sin culpa.
Historias de desobediencia
154
A favor del aborto
• No tenemos las condiciones materiales para no pensar
en el aborto. Si viviéramos en una sociedad sin violencia
sexual, patriarcal, económica, en donde los métodos anticonceptivos estuvieran al alcance de toda la población
y nos educáramos en lugar de recibir adoctrinamientos,
podríamos pensar que el aborto dejaría de ser una necesidad. Mientras no existan las condiciones materiales
para que no sea necesario ni urgente, el aborto es una
realidad, por tanto, es una responsabilidad del Estado
responder frente a ello con garantías para la vida digna
de las niñas y las mujeres.
• La conciencia individual de las personas creyentes, religiosas, laicas y ateas es eso: individual. La fe individual no puede intervenir en políticas del Estado. La fe
individual no es una manera de dominar al otro, es una
manera de comprender el mundo. De lo contrario, no
se trata de una fe individual, sino de la imposición autoritaria sobre la vida de las otras que puede afectar esa
vida hasta destruirla.
• Cancelar el debate sobre el aborto y perseguir a las mujeres que lo practiquen, encarcelarlas, solo las ahuyenta
de cualquier ayuda que puedan obtener en los centros
de salud. La prohibición del debate público devuelve a
las niñas y a las mujeres a un lugar de silencio y culpa.
La noche de presentación del manual de aborto seguro,
una de las integrantes de la colectiva dice con enorme
honestidad: «Porque si algo quiere la Colectiva Salud
Mujeres es desaparecer, nuestro fin máximo es que el
aborto se despenalice, y eso significa que no exista línea
de información». Esta afirmación de una joven activista
es de una integridad imposible de entender en el mundo
de la política, y ahí está su potencia, lo que nos convoca.
Historias de desobediencia
155
A favor del aborto
«Es claro que nuestra apuesta es por la vida», continúa.
Aquí hay una apuesta ética, limpia y valiente. Al mismo
tiempo, es terrible que al plantear estos temas tengamos
que sentirnos «valientes» frente al terror y al amedrentamiento. Y si hay jóvenes íntegras que apuestan por la vida,
apostamos con ellas, no les deseamos la cárcel y tampoco
banalizamos el urgente y sensible tema del aborto. Si no
condenamos y estamos dispuestos a escuchar, a considerar estos argumentos, ya habremos desactivado en algo la
violencia que nos está golpeando todos los días, en todos
los lugares que habitamos.
2015 06 24
Historias de desobediencia
156
A favor del aborto
El aborto no es solo eso
Hoy es el Día por la Despenalización del Aborto en América Latina y el Caribe. En Ecuador, el aborto es un tema
ahora prohibido por orden directa del presidente de la
República desde octubre de 2013. En esos dos años, han
muerto mujeres por abortar en condiciones de riesgo; se
ha perseguido a mujeres por abortar; las mujeres han tenido hijos no deseados producto de la pobreza y la violencia
sexual, por tanto, se ha violado su derecho a la dignidad;
se le ha negado una educación sexual laica a la niñez y a
la juventud. Nos hemos vuelto más ignorantes.
Si optamos por considerarlo con serenidad, el aborto
realmente nos obliga a pensar qué es la vida, cuándo comienza, cómo se gesta, cuándo termina, de qué maneras
se entiende la vida hoy, cuando vivimos en una sociedad
constituida por la tecnología como parte integrante del
cuerpo. Si queremos comprender el problema del aborto, debemos pensar en la muerte, en la tecnología, en el
cuerpo en relación con el Estado, en el modelo capitalista.
Todo eso genera nuevas concepciones de lo que es la vida.
No se puede hablar de aborto sin hablar de eutanasia; suicidio; inseminación artificial; transferencias de
óvulo; tratamientos de fertilidad; transplante de órganos;
transfusión de sangre.
En el acto sexual hay espermatozoides que se pierden.
En algunos embarazos iniciados, hay embriones que se
vuelven inviables. Esto nos sitúa frente a nuestra propia mortalidad y también frente a nuestra libertad de
conciencia, a nuestra posibilidad de tomar decisiones
frente a hechos inesperados.
Historias de desobediencia
157
A favor del aborto
Sin duda, se trata de problemas vinculados los unos a
los otros: parten del debate sobre qué es la vida humana,
en dónde inicia y cómo puede terminar. Si convenimos
en que la vida se gesta gradualmente hasta que existe un
ser humano al cabo de un proceso de gestación, pensemos también si esa gestación puede ser solo «natural» o
si es legítimo que se la provoque tecnológicamente. Si no
se puede interrumpir un embarazo por medio de la tecnología, ¿es lícito iniciar uno? Si en Ecuador se permite
congelar óvulos o mantener abiertos bancos de semen, se
estaría permitiendo que se comercialice con posibilidades no naturales de generar vida. Absurdo como suena,
eso es lo que nos hace pensar la posición oficial del Estado frente al aborto, pues un debate serio debe considerar
los argumentos vinculados a él.
En otro ámbito, ¿cómo va a tratar el Estado la difícil realidad del suicidio? ¿Le corresponde al Estado? En otros
países se han definido ciertos casos de suicidio como
accidentes de trabajo cuando es causado por las condiciones de miseria que generan los modelos de explotación.
¿Prohibimos también este debate al otro cabo de la vida?
Cuando retrocede una sociedad, retrocede la posibilidad
de pensar en escenarios que jamás habíamos considerado
y que harían nuestras vidas más dignas. Por otro lado, el
tema del suicidio asistido y la eutanasia pasiva o activa
también tendrían que prohibirse, según la lógica antiderechos. Son problemas que no se pueden disociar con tanta
ligereza. Allí también se trata de la vida, del derecho a la
dignidad humana, a la integridad.
Entonces, si el Estado ecuatoriano prohíbe el aborto libre y
seguro y sus funcionarios de turno quieren ser coherentes,
tendrán que prohibir también los lugares para el buen morir; las clínicas de fertilidad; la donación y el transplante
Historias de desobediencia
158
A favor del aborto
de órganos; y también el acto sexual, pues genera pérdida
de material genético.
¿Qué esperan? Vayan y cierren las clínicas, persigan a las
familias de enfermos terminales o a quienes el buen morir
les brinda sosiego, prohíban las donaciones de órganos y
controlen que no haya pérdida de espermatozoides cada
vez que un acto sexual tiene lugar. Solo así serían coherentes. De lo contrario, están simplemente imponiendo una
norma jurídica atrasada que no puede ser sino misógina,
mortífera y muy, muy pobre.
No ver que el aborto es un tema relacionado con todo esto
dentro de lo bioético, del bioderecho, es mantenerse deliberadamente al margen de esta discusión, que llevaría a
la progresión de los derechos de la población. Esta grave
negativa del Estado ecuatoriano a asumir este debate está
llevando a la muerte de mujeres todos los días y a hacernos más ignorantes a todos. Esta ignorancia exacerba la
estigmatización contra las mujeres en el caso concreto del
aborto y de sus derechos sexuales y reproductivos.
La Constitución ecuatoriana dicta que la vida humana
inicia en la concepción, un argumento bastante pobre que
el poder usa para prohibir el debate, cuando sabemos que
la Constitución no es un texto inamovible, está hecho por
personas, por lo tanto, va a reescribirse en el tiempo. La
prohibición de debatir sobre la despenalización del aborto nos sitúa como uno de los países más retardatarios del
mundo. Con esta prohibición, el Estado ecuatoriano retrocede a la imposición de una moral única para toda la
población. Los Estados modernos deben admitir que no
opera una sola moral en las sociedades que administran.
Si hay ciudadanía libre, hay diversidad: hay libertades sexuales, de conciencia, de culto, de expresión. Esas libertaHistorias de desobediencia
159
A favor del aborto
des deben ser garantizadas con derechos, pero sobre todo
con justicia. El Estado ecuatoriano ha actuado en contra
de su población y en contra de las mujeres, a pesar de recomendaciones internacionales y de la preocupación de
la ONU, de la CEDAW, de Human Rights Watch, a pesar
de nuestra protesta organizada, de nuestra interpelación
permanente, que ha sido deslegitimada.
El retroceso es realmente devastador. La bioética ya ha
planteado ampliamente el debate en torno al aborto en
relación con la vida y la muerte por décadas. Ignorar esta
realidad del mundo en que vivimos es ir contra la justicia para las niñas y mujeres. En una sociedad diversa,
no es posible que haya un solo código ético para toda la
población. La diversidad de la experiencia, de la existencia misma, debería por lo menos menos considerarse para
incorporarse un día a lo legislativo. Ignorar el mundo del
conocimiento, gastar dineros públicos para obstaculizar el
acceso a dichos conocimientos, es sumir a las personas en
una marginalidad que se volverá obediencia e ignorancia.
Parece que es lo único sobre lo que pueden gobernar.
2015 09 28
Historias de desobediencia
160
A favor del aborto
Cuentos de brujas
Ninguna mujer quiere abortar. No es un hecho trivial en
la vida ni en el cuerpo de las mujeres y no viene sin costo
emocional. Es una decisión difícil, que sin embargo debe
existir como tal: como una decisión posible y segura. Si una
mujer está dispuesta a hacer frente a un aborto elegido, las
consecuencias, sean del tipo que sean, como procesos de
recuperación o incluso duelos, son din duda menores que
las consecuencias de llevar a término un embarazo forzado y una maternidad obligada, y son responsabilidad de
la mujer que decide.
Las niñas enfrentan una situación distinta. Una niña
embarazada siempre habrá sido víctima de violación
o estupro, de la interrupción de la niñez, de situaciones precarias que pueden conducir a un embarazo. Una
niña que ni siquiera ha elegido tener sexo ni quedar
embarazada mucho menos puede elegir qué hacer. Esa
niña necesita que el Estado, la familia y las instituciones
educativas le garanticen un proyecto de vida, que en
ningún caso supone obligarla a ser madre. Esas instituciones deben garantizar que las niñas puedan abortar
para detener en algún momento, aunque sea tarde y de
manera desastrosa, la cadena de violencia a la que han
sido sometidas. Obligar a una niña a ser madre es una
de las formas de tortura más vergonzosas que existen,
porque se disfraza de amor y sacrificio.
Necesitamos y demandamos la despenalización del
aborto. El Colegio de Abogados de Pichincha y su Observatorio de Género y Diversidad acaban de presentar
a la Asamblea Nacional una petición para que se debata la despenalización del aborto por violación, incesto y
Historias de desobediencia
161
A favor del aborto
discapacidad fatal del feto. Ni la Asamblea ni el gobierno nacional pueden ignorar esta demanda que proviene
del movimiento de mujeres. La alianza entre el Colegio
de Abogados y las mujeres evidencia que la sociedad civil tiene cada vez mayor conciencia de que el aborto y el
embarazo forzado no son un problema solo de las mujeres, aquí hay un planteamiento legal de un gremio cuyo
trabajo es imprescindible en este debate.
Es urgente tener conciencia de la criminalización cada vez
más marcada de la práctica del aborto en Ecuador. ¿Cómo
entender que una realidad como el aborto termine vinculada a la cárcel en este siglo, en este país? En mundos concebidos desde el castigo y con lógicas penales, la prisión
se erigía como una manera de «impartir justicia» y velar
por la integridad de la gente fuera de ella. El modelo social carcelario exhibe sus propios casos respecto a esto, y
hoy funciona como un recurso de control sobre la población socialmente más vulnerable. Por eso, la prisión como
idea ha fracasado hace mucho.
Un privilegio de clase de los crímenes de cuello blanco
consiste en la posibilidad que tienen los ricos de evadir
la prisión. Pensemos en quién cumple hoy arrestos domiciliario en el mundo; pensemos en dónde está Jorge
Glas Viejó hoy por violar a una menor y embarazarla;
en la impunidad que protege al profesor de un conocido colegio francés en Quito que ha violado a un niño
de cuatro años. Las cárceles son cada vez más para los
vulnerables, y en Ecuador, para las mujeres que abortan, aunque muchas veces sus abortos no sean provocados y ellas deseen sus embarazos. La ley de terror en Ecuador no discrimina. El aborto no siempre
fue un crimen —aun hoy, lo es solo en los países con las
leyes más retardatarias—.
Historias de desobediencia
162
A favor del aborto
Por lo menos hasta el siglo XIII, el aborto es una práctica asociada a la sexualidad y al control del tamaño de la
familia: se practica y no se sanciona. Hasta el XIV, el
embarazo existe solo desde el momento en que es visible. Una mujer jamás será sospechosa de abortar porque no hay sospecha de embarazo hasta que su vientre
se abulta. Es decir, si una mujer sospechaba que estaba embarazada tras perder la menstruación, la regulaba
con hierbas y sustancias, un conocimiento ancestral hoy
deslegitimado por los poderes morales, pero no desaparecido. Así, recuperaba su ciclo sin pasar por las instituciones del Estado ni de la Iglesia. Y si esa mujer perdía
la menstruación y deseaba su embarazo, usaba su conocimiento para protegerlo y llevarlo a buen término. Hoy,
muchas culturas ancestrales hablan de regulación del
ciclo menstrual, no de aborto, porque ese concepto no
es universal, mucho menos como sinónimo de crimen.
En realidad, el aborto se empieza a nombrar como tal en
Occidente solo a fines la Edad Media, esto es fundamental a la hora de comprenderlo como un concepto creado por la historia médica, religiosa y legal de Occidente.
Aquí contribuyen la idea de pérdida, la idea de pecado
y la idea de delito, y se trata de una construcción de los
últimos siglos. Mientras la ciencia moderna comprende
el aborto como una expulsión en período no viable de
vida, el Estado y la Iglesia deciden usarlo a su servicio y
moralizarlo. Razones de control demográfico, mantenimiento de los modos de producción, han contribuido a
que el Estado regule hoy la reproducción de la vida.
En un momento dado de la historia de Occidente, se considera necesario que el Estado legisle sobre uno de los
resultados posibles de la práctica sexual entre hombres
y mujeres, que es la fecundación. Hay un proceso social
Historias de desobediencia
163
A favor del aborto
paulatino en donde interviene la normativa del derecho,
y ámbitos que antes no eran regulados pasan a ser regidos por normas. Platón ya había pensado en que era
pertinente que los hombres, es decir, la ley, promovieran el aumento de la natalidad cuando fuera beneficioso
para las ciudades, o la controlaran de ser necesario. Sócrates aprendió mucho de su madre, Fainarate, que era
partera. La ley de los hombres y el cuerpo de las mujeres
guardan un viejo conflicto.
Esta ley no siempre supo qué hacer con el acto sexual entre un hombre y una mujer vistos como fértiles.
Durante siglos, la filosofía y la teología dejan en la indeterminación el periodo que hay entre lo que la religión
llamó concepción y los días que le siguen, cuando no se
sabe si hay vida o no. Esto indica que la vida no siempre se concibió como completa y definitiva desde esa
concepción, sino que podía también considerarse como
gestada gradualmente.
Ese periodo de indeterminación es capturado por la
Iglesia y el Estado poco a poco hasta llegar al siglo XIX,
cuando se empieza a igualar vida y concepción.
El argumento de que la Constitución en Ecuador afirma
que la vida inicia en la concepción no puede suprimir
el debate, al contrario, es muy limitado. Ese argumento,
que ha sido utilizado por el presidente de la república
para censurar de manera autoritaria el debate en torno
al aborto, no puede dejar allí la discusión. Hay un arco
enorme entre lo que se comprendía como la «recuperación de menstruación» y lo que hoy conocemos como
aborto y, más aún, como delito. Asimismo, el hecho de
igualar el aborto al asesinato, al infanticidio y al abandoHistorias de desobediencia
164
A favor del aborto
no de recién nacidos proviene de la perpetuación de esta
ignorancia y de una manera oscurantista de concebir la
vida, la misma que sirve al control del Estado y la Iglesia
sobre el cuerpo de las mujeres.
Cuando retrocede la reflexión en torno a la vida, retrocede la posibilidad de pensar en argumentos y respuestas
que harían nuestras vidas más dignas. Esas respuestas
que tenemos que construir colectivamente evitarían que
las mujeres fueran presas por abortar, por una ignorancia
que, cuando está en el poder, es capaz de destruir la vida
de las personas. El aborto, que en Ecuador se resuelve por
medio de sanciones penales cada vez más inhumanas,
escalofriantes y tiránicas, tiene que ser despenalizado porque hoy se usa como una razón para torturar a las mujeres,
asesinarlas socialmente y hacer cacería de brujas en pleno
siglo XXI. Es vergonzoso ver a un Estado que justifica la
tortura como método de control. Si el Estado desoye las
recomendaciones de ONU que hablan de tortura y las demandas de la sociedad civil, si se ignora la historia de las
mujeres en prisión por abortar, tendrá la responsabilidad
de haber cometido tortura contra esas mujeres.
2016 08 24
Historias de desobediencia
165
A favor del aborto
Manual de buenas
costumbres
Cada 28 de septiembre se suman esfuerzos internacionales para defender la despenalización del aborto. Seis mil
mujeres mueren cada año por abortar clandestinamente.
En países donde el aborto es legal, las mujeres que asisten a los centros de salud reciben atención integral, lo que
disminuye la necesidad de abortar por el uso de métodos
de anticoncepción e información. En Ecuador, cada vez
más organizaciones y personas se suman a la lucha por la
despenalización del aborto. Por primera vez un gremio, el
Colegio de Abogados de Pichincha, ha extendido un documento a la Asamblea Nacional demandando la despenalización del aborto por violación. Hoy, 28 de septiembre,
el Movimiento de Mujeres se dirige a la Asamblea para
entregar un oficio con la misma demanda. Ni el Colegio
de Abogados de Pichincha ni el movimiento de mujeres
ha recibido respuesta de la Asamblea respecto de un tema
que causa miles de muertes al año.
El año pasado, la colectiva Salud Mujeres publicó el Manual de aborto con medicamentos. El manual, que tiene ilustraciones, es colorido, muy bien documentado, científico
y seguro, dice muchas cosas más de las que dice. Este
manual dice que hablar de aborto no sólo es necesario,
sino urgente y legítimo, y dice que las decisiones de las
mujeres sobre su cuerpo no sólo son un derecho, sino un
derecho que jamás tendría que ser vergonzante. El manual dice que podemos hablar abiertamente del aborto y
que tenemos que hacerlo.
Historias de desobediencia
166
A favor del aborto
En la cadena de tabúes y violencias en la que vivimos, es
muy probable que una mujer termine con un embarazo
que no quiere. Si esa mujer decide abortar, va a hacerlo
con leyes que la amparen o sin ellas, con un sistema de
salud que la proteja o fuera de él, no por ligereza, sino
porque no tiene opción.
En Ecuador, no hay leyes ni sistema de salud disponibles
para las mujeres que quieren abortar. Hay recursos tan
desesperados como el uso de ganchos de ropa, pedirle a
alguien que nos meta una paliza en el vientre o ir a las
paredes rocosas del Pichincha y despeñarse una y otra
vez, según lo testimonian mujeres que han seguido esa
ruta de terror. Sí. Esto sucede. No es locura ni pecado ni
crueldad, es el grado de desesperación al que llegan niñas, jóvenes y mujeres ante esta situación límite. Si esto
es real y sucede, es porque las mujeres han sido conducidas a esos extremos al no poder acercarse a un centro de
salud. Y si el aborto es una realidad que se repite todos
los días en todas las clases, sectores y hogares, criminalizarlo solo pone en riesgo mayor a las mujeres, no las
ayuda ni evita los embarazos.
Publicar un manual científico y riguroso para aprender
cómo abortar con medicamentos es un gesto enormemente valiente en un país como Ecuador. Es una apuesta por
la educación, la autonomía y la vida. Sí, la vida. Hace un
año, cuando salió el manual, yo pensé que esta publicación menuda y fuerte venía a derribar de cierto modo el
género del «manual de costumbres»: etiqueta, civilidad,
buen comportamiento de las mujeres... Las autoras, ese
enorme cuerpo emancipado del activismo feminista que
está en muchos países, vienen a resignificar el «género del
manual» para ofrecerle a una mujer un recurso digno para
no morir, nada menos.
Historias de desobediencia
167
A favor del aborto
Cuando leí el manual pensé en eso y escribí esto para
ellas que, estoy segura, no han leído muchos manuales de buenas costumbres, o por suerte no los han
interiorizado. Esas autoras vienen antecedidas por un
movimiento de mujeres de décadas, que en Ecuador es
fuerte, que ha resistido y que ahora ve retrocesos catastróficos que vienen directamente de un gobierno
progresista. El movimiento de mujeres ha visto la defensa fugaz y caída de la lucha por el aborto en la Asamblea,
y ha visto, todos hemos visto, que el gobierno decidió
que las mujeres que abortan vayan a la cárcel, incluso si
su aborto es espontáneo, pero «sospechoso».
Las jóvenes editoras del manual para abortar han recogido el camino abierto por las mujeres y no han cejado: con
el manual luchan contra el riesgo en que el Estado ecuatoriano pone a las mujeres al prohibir que decidan sobre sus
propios cuerpos. Un colectivo firme y bien enterado, con
información científica, hace lo que debería hacer el Estado, con una determinación que no tiene ninguno de sus
funcionarios. Hoy, además del manual, estas defensoras
de la vida ofrecen una línea de aborto seguro para información: «todos los días del año, de 5 a 10 pm».
El manual es todo un género, siempre sirve para educarnos en algo, es un conjunto de pasos a seguir, una
caja de herramientas. En este caso, el Manual de aborto
con medicamentos nos indica qué hacer frente a un embarazo no deseado, cómo tomar decisiones dentro de
esta circunstancia y cómo abortar cuando queremos
hacerlo. Cándido como suena, este manual viene a contrariar las decenas de manuales que se escribieron para las
mujeres en estos siglos.
Historias de desobediencia
168
A favor del aborto
Pienso en otros manuales anteriores. Pienso, por ejemplo,
en un manual usado por las burguesas en el siglo XIX. Se
llamaba Secretos para ser amada, de la Baronesa Blanca Staffe. Cuando una mujer estaba enferma o embarazada, la
Baronesa recomendaba poner en práctica lo que ella llamaba «el arte de padecer», y decía: «Puede suceder que
una mujer sea impotente para vencer las enfermedades.
Aún así puede retener a su pretendiente o a su marido.
Las quejas a nada conducen. Cierre los labios y contenga los gemidos, sonría, que así dará dulzura a su pálido
rostro. Por enorme indisposición que sienta, debe evitar
gestos y contorsiones que le desfiguran el rostro sin beneficio alguno. El arte de padecer consiste en no relajarse
nunca». El control del cuerpo de las mujeres no es algo
abstracto. Estos manuales de civilidad se encargaban de
velar por que las mujeres no se emanciparan ni siquiera
en su gestualidad, porque el movimiento controlado controlaba también su capacidad de acción.
Esta misión del manual avanza hasta hoy, por difícil que
sea de creer. Está el famoso —o mejor dicho, infame— manual de Carreño, que se sigue usando en algunos colegios
de Ecuador. Reza: «la mujer que tomara el aire desembarazado del hombre, aparecería inmodesta y descomedida».
O: «Pero entienda la mujer, especialmente la mujer joven,
que la dulzura de la voz es en ella un atractivo de mucha
más importancia que en el hombre: que el acto de gritar la
desluce completamente». El movimiento de mujeres hoy
alza la voz: hay que hablar de aborto, hay que legalizarlo.
A Carreño esto no le habría gustado, suena «desembarazado», irónicamente. Cuánto de Carreño y de la Baronesa
hay en cada una de nosotras y cuánto pensamos que una
mujer debe ser eso. Cuánto desaprender para comprender el aborto como un tema de salud pública, un derecho
Historias de desobediencia
169
A favor del aborto
a la vida y una reivindicación de la soberanía del cuerpo,
sus movimientos, modulaciones, pasos.
Las iniciativas civiles, feministas y de las mujeres hoy
quieren eso. No se trata de banalizar el aborto, se trata de
comprenderlo. El Manual de Salud Mujeres responde a este
enorme y antiguo archivo de otros manuales construido
para controlar los cuerpos y las voces de las mujeres. La
reinvención del género del manual viene para defender
la vida, para emancipar el cuerpo y para tomar decisiones
informadas y serenas ante una situación límite como un
embarazo no deseado. Ya no «el arte de padecer», hoy leemos cómo defender y conquistar nuestro cuerpo.
Ante estos antecesores como Carreño y la Baronesa, cuyo
peso es mucho mayor del que sospechamos, el Manual
de aborto con medicamentos es en sí un acto de resistencia.
Hoy, la resistencia consiste en conocer nuestro cuerpo,
defender nuestras decisiones y difundir el conocimiento
que nos permite llamar al cuerpo «un espacio soberano».
El manual incluye protocolos y recetas, pero también nos
enseña que conocer, practicar la solidaridad, el acompañamiento, son formas de ciudadanía que se activan en la
conciencia política del afecto. Hay una ética que el manual propone, pues jamás hace del aborto algo trivial, que
no es y no debería ser un método de anticoncepción.
Este conocimiento sobre el aborto y el embarazo no es solo
para las mujeres ni su responsabilidad exclusiva. Todo este
esfuerzo está responsablemente fundamentado, ha sido
científicamente probado y está escrito para que todas y
todos podamos acceder a él. Es un trabajo que, además,
nos permite comprender mejor el retroceso terriblemente grave que el último COIP (Código Orgánico Integral
Penal) representa en este tema. «No hay manera de que
Historias de desobediencia
170
A favor del aborto
ningún profesional de la salud identifique un aborto natural o espontáneo de uno provocado con Misoprostol», dice
el manual. ¿Con qué criterios se dice entonces en los centros de salud que una mujer ha cometido un crimen, si no
se puede verificar la causa de aborto? Así, dentro de este
absurdo, ya se ha judicializado a 74 de mujeres en Ecuador.
Hoy, debemos saber esto, cuando los hospitales y centros
de salud se han convertido en un lugar de riesgo para una
mujer que aborta, sea de manera espontánea o provocada.
Aunque no debería ser así, hoy, editar un manual de aborto
con medicamentos es un acto de enorme valentía, aunque
no se tendría que ser valiente para defender la vida.
2016 09 28
Historias de desobediencia
171
A favor del aborto
Silencios que matan
De eso no se habla. Es secreto de familia. Algunos secretos inconfesables dentro de la sociedad ecuatoriana
encubren a hombres que han cometido actos de violencia sexual dentro de sus propias familias, con frecuencia,
con la complicidad de sus miembros, de manera más o
menos consciente. Este es solo un ejemplo de la violencia
que vivimos todos los días, en todas las regiones y sectores sociales de este país. En muchas familias, se aprende
de generación en generación cómo guardar estos secretos. Cuando la historia se repite sin giros, esa violencia se vuelve tan normal que se confunde con la vida
cotidiana. Es entonces cuando se ha naturalizado y se
convierte en nuestro hábitat.
Nadia tiene 12 años. Los domingos, su familia se reúne para comer y jugar bingo. La primera vez que su tío
abusa sexualmente de ella, tiene 10 años. Ha sido violada varias veces. Hace unos meses empezó a menstruar.
Ahora está embarazada. A fin de evitar una tragedia mayor, su familia decide ocultarla hasta que pueda dar a
luz. El parto es de altísimo riesgo, pues Nadia apenas
está iniciando su etapa adolescente. La posibilidad del
aborto ni siquiera se menciona. Deciden no confrontar
al violador para no causar rupturas en la familia. Todo
sigue casi igual. El secreto se ha instalado. Nadia será
una madre de 13 años. Su madre le dice en un momento
de compasión que un día se va a olvidar de todo esto.
Después de todo, los hombres no pueden controlar sus
urgencias, y ella es tan bonita. La familia vuelve a reunirse para jugar bingo. «Atiende a tu tío, Nadia».
Esa actitud silenciosa y culpable se extiende a toda la sociedad cuando una persona o un Estado eligen por conHistorias de desobediencia
172
A favor del aborto
veniencia el sigilo sobre la confrontación. Si somos una
sociedad que no se hace preguntas ni se replantea sus valores, somos una sociedad que está exponiendo a su población a crímenes atávicos que no ha querido cuestionar,
desmantelar, erradicar. La violencia es algo que muchas
veces se hereda, es algo difícil de romper, de tirar en mil
pedazos, a menos que se la nombre y se la vea de frente.
Por eso es necesario hablar de la despenalización del
aborto. Desde 1990, el 28 de septiembre de cada año se
conmemora el Día por la Despenalización del Aborto en
América Latina y el Caribe. Una sociedad evolucionada
está obligada a replantearse su concepto de la vida, de la
justicia y del derecho a medida que cambia. Este día le
propone a la sociedad una reflexión sobre la vida de las
mujeres y la autonomía sobre sus cuerpos. Pero solo una
parte de la población acoge este debate en nuestro país.
La secularización del mundo moderno, las luchas civiles
feministas, la ciencia consciente de su indisociable vínculo con lo humano, el debate abierto en torno al aborto
en estos momentos en países como Chile, Perú, España,
han contribuido a la evolución de conciencia de muchos
sectores, pero en Ecuador, desde octubre de 2013, el debate sobre la despenalización del aborto está prohibido. El
castigo a las asambleístas que propusieron la despenalización del aborto en casos de violación ante la Asamblea
Nacional sumió al Estado ecuatoriano en un mutismo que
no ha vuelto a ser cuestionado, por lo menos no de cara a
la opinión pública. Se ha instalado una «prudencia» bajo
cuyo peso mueren niñas y mujeres todos los días.
Una sociedad que repite irreflexivamente un discurso sin
mirar su momento presente está destinada al terror. En
el momento presente, miles de mujeres mueren cada año
en América Latina porque se practican abortos clandestinos en condiciones precarias.
Historias de desobediencia
173
A favor del aborto
Esta es solo una de los muchas circunstancias que nos obligan a reflexionar: derecho al aborto por violación. ¿Qué
hace la pediatría con niñas como Nadia? ¿Las mira como
niñas y las acoge como pacientes, las mira como madres
y las convierte en pacientes ginecológicas? ¿Qué hace la
medicina con estas niñas madres cuando la comunidad
profesional que debe ser responsable de ellas no puede
debatir libremente? No hace falta decirlo, Nadia sería estigmatizada si optara por abortar. El maltrato que sufren
las niñas y mujeres en su circunstancia viene de los médicos, las enfermeras, la familia, que bajo argumento de
objeción de conciencia juzgan y criminalizan a las víctimas y justifican a los perpetradores.
Hay un orden social dominante en este país establecido como legítimo: es católico y conservador. Ese orden
social, amparado por la Iglesia y el Estado actual, se desarrolla bajo una norma jurídica terriblemente atrasada
en lo que se refiere al aborto. Esa norma constituye un
riesgo para las mujeres porque no se adapta a las nuevas conductas sociales ni a las realidades que considera
indignas de ser repensadas. En ese contexto, las luchas
de la sociedad civil desde los activismos y los derechos humanos son imprescindibles en la medida en que
ejercen presión, promueven el cambio y nos obligan a
hacernos las preguntas que no queremos hacernos. Debemos entender, a estas alturas y ante las alarmantes
cifras de muertes por abortos clandestinos, que la libertad que nos tiene que dar el Estado es la libertad de
decidir de acuerdo con nuestra propia conciencia. Esa sí
sería una sociedad mayor de edad, respetada por el Estado que la regula y no vigilada ni infantilizada, sobre
todo cuando se trata de la población de mujeres.
Historias de desobediencia
174
A favor del aborto
La violencia se hereda, pero también se puede impugnar.
El no repetir lo que hemos heredado y que parece una
verdad incuestionable, el permitirnos la libertad de la pregunta, el detenernos a replantear nuestra ética, son una
forma de debilitar la violencia. Cuando podamos debatir
con libertad y respeto sobre la despenalización del aborto, seremos una sociedad más evolucionada y más digna.
2014 09 29
Historias de desobediencia
175
La vida en movimiento
p178
El cable de luz
p184
Historias de Cuba: Raúl,
expulsado de Ecuador
p191
Colombia: el vacío de la guerra
p199
Aquí, Ecuador: xenofobia,
Estado y feminicidio
p207
Después del páramo de Berlín
p213
Migrar por violencia sexual.
Los largos caminos de las
mujeres ecuatorianas
p220
La iglesia, esa propiedad privada
p228
La noche más larga.
Sobre la protesta pacífica
del colectivo de personas
refugiadas, en Cancillería
p237
El agua del presente.
Sobre la Primera Asamblea
Latinoamericana de Personas
en Movimiento
p247
Vivas, libres, desendeudadas
y transitando nos queremos.
Con Amarela Varela y
Soledad Alvarez Velasco
La vida en movimiento
El cable de luz
Gonzalo tiene tres perros. Black, uno de ellos, es grande. El edificio en que trabaja como conserje está cerca del
campamento levantado por personas migrantes cubanas
en el parque La Carolina, que sostienen para llevar la espera de solicitudes de visa en la Embajada de México. En
gesto de enorme solidaridad, Gonzalo le pasa al campamento un cable de luz y una toma de agua, por lo cual es
amenazado con ser despedido. Como no puede llevarse
a todos sus perros, en un inicio se ve obligado a dar en
adopción a Black, pero su dueño de casa termina por solidarizarse. Black se salva. El gobierno nacional jamás será
capaz de emular el gesto de Gonzalo, y sus funcionarios
tampoco tienen esa valentía. Además, pocos ecuatorianos
nos damos cuenta, como Gonzalo, de que la migración no
es algo ajeno a nosotros.
La comunidad cubana que acampaba en La Carolina
se trasladó luego al parque El Arbolito. En la madrugada del 6 de julio, en un operativo policial violento
y desproporcionado, fueron desalojadas 148 personas.
Migrar no es un crimen, es un acto vital de sobrevivencia en la vida de las personas.
Quien migra no se va porque quiere, se va porque su vida
corre peligro, porque está muriendo de hambre, porque
no puede alimentar a sus hijos, porque repudia un régimen dictatorial que le ha perseguido.
Su camino le expone, frontera tras frontera, a robos,
violaciones, al hambre y al odio de los otros. Ese mismo
camino anuncia la reorganización de la vida.
Historias de desobediencia
178
La vida en movimiento
Además de todo eso, la comunidad cubana de El Arbolito
ha sido expuesta a una brutalidad frontal por parte del Estado ecuatoriano, que exhibe su poder de manera obscena.
Aquí no solo están siendo violados los derechos humanos
de 148 personas. Aquí estamos expuestos todos a un Estado sin derechos. El despliegue de poder, el maltrato físico,
la tortura psicológica, la violencia policial repiten lo que
se ha hecho durante marchas de la sociedad civil, apresando a dirigentes, amenazando con violación a mujeres,
desapareciendo a personas por horas, negando atención
médica, persiguiendo a civiles. Los diez de Luluncoto, los
21 de El Arbolito, los Mejía, los Saraguro, los Montúfar,
Margoth Escobar. Eso no es ajeno a nosotros.
Hoy, todos estamos expuestos a un Estado que ha decidido mostrarnos en la cara su autoritarismo. En el caso de
ciudadanos cubanos, la amenaza de la deportación, la separación familiar, la prisión por deserción si vuelven a su
país, la soledad, los colocan en un estado de indefensión
que no podemos llegar a imaginar. Mírese usted teniendo
que irse de un día para el otro, sin su familia, despidiéndose para siempre quizás, pisando una calle que jamás ha
visto en donde tiene que empezar de cero.
Mírese también discriminado por su acento, por su aspecto, tomado por sicario, por puta, por ladrón, aislado
socialmente y sin poder trabajar. Mírese cercado por el
odio, con un título en la mano, con sus manos listas y ganas de volver a empezar. Y mírese de pronto despertado
en la noche a golpes por un policía, mírese mirando a su
hija siendo golpeada y abusada, mire a su bebé cubierto
con una frazada en el piso de una prisión. Y mírese de
vuelta en un avión militar, sin papeles, vejado, vacío de
agotamiento, expulsado de su propio derecho a imaginar que otra vida es posible.
Historias de desobediencia
179
La vida en movimiento
Desde la madrugada del 6 de julio, ciudadanos cubanos
han sido violentados hasta lo innombrable. El Ministerio
del Interior, en colaboración con el sistema de justicia, ha
apresado, deportado y violado los derechos de más de
cien personas. Desde el jueves, se han organizado traslados desde el centro de detención Hotel Carrión hasta
Tababela y vuelos de deportación que salen de madrugada. Desde el jueves, los ciudadanos cubanos han sido
detenidos sin haber cometido ningún crimen; han sido
golpeados en prisión y despojados de sus pertenencias,
de sus pasaportes y documentos; han sido maltratados
por un Estado que, en papeles, ofrece garantías a personas en situación de movilidad, pero que en realidad
ha atentado contra sus vidas.
Muchas de estas personas no tuvieron audiencias de deportación, otras obtuvieron sentencias de libertad que
no se aplicaron y fueron deportadas de todas maneras.
Hay familias separadas, hay una menor cuyos padres
fueron deportados y que queda sola en Ecuador, hay mujeres con un shock de tal magnitud que han tenido que ser
medicadas, hay sentencias de libertad que no se han procesado, hay papeles importantes como solicitudes de
refugio, pedidos de visa, pasaportes, cartas, fotos de familia, que volaron por los aires cuando la policía nacional
emboscó los campamentos en medio de la noche. Podemos afirmar todo esto porque lo vimos noche tras noche
en el proceso de acompañamiento colectivo que hicimos
como movimientos sociales. Nadie nos lo contó.
En marzo de 2014, Noemí Álvarez Quillay, niña ecuatoriana de 12 años, hacía el viaje de Cañar a Nueva York para
reunirse con sus padres. Noemí fue violada en México.
En el albergue La Esperanza de Ciudad Juárez, se ahorcó con un cinturón colgándose de la ducha. Nosotros soHistorias de desobediencia
180
La vida en movimiento
mos más de un millón afuera de Ecuador, sabemos bien lo
que es ser un país migrante, ver familias separadas, poner
a los niños en manos de traficantes como única opción.
Sabemos bien cómo han sido tratadas las personas migrantes ecuatorianas en Estados Unidos, España, Italia.
Pero la xenofobia terrible de la sociedad ecuatoriana y el
fascismo del Estado ecuatoriano han olvidado eso demasiado pronto, se les ha desvanecido la imagen de Noemí,
igual que la de un millón de personas que están fuera.
Durante uno de los viajes de deportación a Tababela, se
ve a Nelly Reina saliendo de una base militar. La responsable de las Unidades de Control Migratorio desfila
acompañada por policías. Un grupo de defensores de
DDHH le grita y le dice que será juzgada. Reina se confunde, no se da cuenta de que la están insultando, y hace
un gesto de saludo propio de las reinas de belleza. Sonríe
tras colaborar con la deportación ilegal de ciudadanos cubanos, una expulsión colectiva por la que un día tendrá que
ser juzgada junto con todos los autores de estos operativos.
A ella también le ha convenido enormemente el olvido.
Durante estas madrugadas, mientras dormimos, el gobierno ecuatoriano desaparece gente. La trasladan de la
Unidad de flagrancia al Hotel Carrión, luego a Tababela, algunos vuelven al hotel, durante horas nadie sabe
en dónde están. Eso se llama desaparición forzada. Diego Fuentes Acosta, el viceministro de seguridad interna,
exhibe en su Twitter la foto de un hombre detenido con
la cabeza baja. Su trofeo. Fuentes ha estado presente en la
Unidad de Flagrancia en estos días, supervisando la expulsión de ciudadanos inocentes. Guillaume Long, por su
parte, guarda silencio y se dedica a tuitear fotos bonitas
con comisionados. Junto con Reina y Fuentes, están detrás
de esta violación de DDHH sin precedentes un presidente
Historias de desobediencia
181
La vida en movimiento
y un ministro del Interior que ya vieron arrodillarse a las
madres de los estudiantes del Mejía pidiendo clemencia.
Esos mismos hombres, que tendrán que ser juzgados, ven
hoy de rodillas a mujeres cubanas que se ven perdidas y
que piden compasión para sus familias. Mírese usted en
esa situación, cayendo de rodillas en la calle de un país en
donde no nació, frente a una prisión.
«Deportan cubanos en masa, yendo contra sus propias
leyes. Mientras realizan audiencia delante de un juez
se han llevado secuestrados a 63 cubanos. Las últimas
noticias son terribles. Hay intentos de suicidio de los
cubanos que quedan en la prisión migratoria Hotel
Carrión», dicen los mismos ciudadanos que son expulsados del país de las puertas abiertas.
Llegar tan lejos y caer tan bajo, revolución ciudadana.
Llegar tan lejos y caer tan bajo, señores de la ciudadanía
universal, señores de puertas abiertas: Rafael Correa, José
Serrano, Guillaume Long, Diego Fuentes, Nelly Reina,
jueces que obedecieron las órdenes de no liberar las
sentencias; jefes de la policía que colaboraron en el operativo; autoridades de migración que facilitaron las
deportaciones sin sentencia ni documentos; autoridades
militares que dispusieron de los aviones de las FFAA para
las deportaciones de madrugada; diseñadores de los operativos que planearon la hora, la emboscada, los traslados.
Llegar tan lejos y caer tan bajo, señores del gobierno nacional. Ustedes acaban de secuestrar personas para ponerlas
a merced del código penal cubano. Algunas de ellas ya
llegaron a Cuba, por si quieren saber. A un muchacho joven del interior del país lo desnudaron y lo descalzaron
cuando llegó el domingo a La Habana en un avión militar
ecuatoriano. Luego lo soltaron en medio de la autopista,
Historias de desobediencia
182
La vida en movimiento
desnudo, para que encontrara su camino a casa. Lo más
probable es que lo apresen en un mes o dos, cuando cometa una mínima «falta», por ejemplo, cuando su vecino
venda papas fritas ilegalmente, él sienta el olor y no lo denuncie. Mientras ustedes siguen practicando su fascismo,
la historia se sigue escribiendo, así como la de este muchacho, que llamó a sus amigos aquí para contarles que
Ecuador lo envió de vuelta a una autopista, desnudo y
descalzo. Después de esto, de ustedes no queda nada, señores de la ciudadanía universal, sino su infinita ruindad.
Lo que no podrán impedir es el gesto de Gonzalo: el delgado cable que escapa hacia el campamento y enciende
una chispa: la dignidad colectiva, no la de la patria grande ni la del país soberano. La chispa mínima que alumbra
el rostro de los otros, no como gesto de desconfianza, sino
para acompañarles en un tramo del camino.
2016 07 12
Historias de desobediencia
183
La vida en movimiento
Historias de Cuba: Raúl,
expulsado de Ecuador
A Raúl, la policía le metió una golpiza mientras permanecía encerrado en el Hotel Carrión. Tenía comprometido
el ojo. Le retiraron su celular al encarcelarlo y jamás se
lo devolvieron. Nunca habló con un abogado y no se le
permitió explicar su situación en Ecuador. «Nos tiraron a
todos en un cuarto como sardinas». Raúl fue uno de los
ciudadanos cubanos apresados por la policía nacional en
julio de 2016 en el campamento del Arbolito, en Quito.
Por ser cubano, fue encarcelado e incomunicado en un
operativo ordenado por el Ministerio del Interior y coordinado con Migración. Raúl fue desaparecido en este país.
Volvió a aparecer en Cuba.
Hace un año, una fugaz comunidad cubana se había
conformado en un campamento en La Carolina y luego
en el Arbolito a partir de un pedido de visa humanitaria a la Embajada de México. En respuesta, el gobierno
ecuatoriano orquestó una redada con un despliegue de
fuerzas policiales que no suelen hacer contra criminales
de cuello blanco y que coordinan mucho mejor cuando se
criminaliza a las personas más vulnerables, entre quienes
se encuentran siempre las personas migrantes. El día 12
de julio se llevó a cabo una audiencia contra más de cien
ciudadanos cubanos en el Tribunal de Garantías Penales.
Se les negaron los pedidos de habeas corpus y no se permitió apelar a las órdenes de deportación, que se emitían
con desorden y confundiendo nombres. También costó
mucho que se les permitiera comer y tomar agua.
El tránsito migratorio en todo el continente y a escala global ha hecho que los estados refuercen sus fronteras al
Historias de desobediencia
184
La vida en movimiento
punto de «hacer morir», como ha descrito Achilles Mbembe la violencia legal estatal. Barcos de personas migrantes
a merced de naufragios, caminatas fronterizas donde la
gente muere por deshidratación, muertes por asfixia en
camiones de coyoteros, estos son itinerarios que los estados conocen bien y frente a los cuales han optado por
conservar una noción tradicional de soberanía interior
para dejar los «problemas» por fuera a la vez que conforman un gobierno global y coordinado de las migraciones.
Adentro, vamos a fabricar al enemigo como amenaza para
poder atacarlo. Cada vez que decimos «que se vayan» o
«vienen a quitarnos nuestros trabajos», nos subordinamos
a esa noción de soberanía.
Así, empujamos a las personas a esos caminos que los Estados eligen no ver más allá del control fronterizo y sellamos
con ello nuestra complicidad con sus políticas de odio.
Durante la expulsión cubana, hubo una mujer privada de su medicación para la presión alta. Una joven
estuvo en riesgo permanente de aborto. Más de una persona sufrió ataques de pánico. En el Hotel Carrión no se
permitió atención médica. El riesgo de muerte no
es figurado en una situación de esta naturaleza ni
desaparece la responsabilidad del Estado ecuatoriano
cuando las personas ilegalmente expulsadas llegan a
Cuba y enfrentan hambre, violencia y el ser abandonadas socialmente como «parias».
El operativo en Quito estuvo a cargo de Diego Fuentes, entonces viceministro de Interior, Nelly Reina, funcionaria
de Migración, y mientras era canciller Guillaume Long. La
sociedad no reaccionó. Tampoco se pronunciaron debidamente la Defensoría del Pueblo ni la Defensoría Pública.
Historias de desobediencia
185
La vida en movimiento
Era un silencio hostil y desolador que no ha cesado hoy,
cuando las comunidades venezolana, colombiana, haitiana son igual de vulnerables ante la xenofobia del Estado
que se expresa en leyes que, no lo vemos, nos afectan a
todos por su carácter cada vez más punitivo y autoritario.
Raúl no estaba protestando en el campamento, no era parte del grupo que había solicitado la visa humanitaria. Fue
al llevar comida para solidarizarse, nada más. Su gorra
azul quedó tirada en el suelo cuando se lo llevaron. Él
ya vivía en Quito y trabajaba durante más de doce horas
diarias en una cafetería por $300, sin seguridad social. En
un itinerario que a muchos les cuesta la vida, él ya había
pasado por Brasil, Panamá y Perú.
Al salir de Cuba, Raúl descubrió que tenía un acento. Esa
«lengua fantasma», como lo ha llamado Alain Fleischer,
en donde un simple «hola» nos puede delatar. Raúl descubrió que era extranjero y que su viaje sería arduo, de vida o
muerte. Aun nuestros oídos se vuelven hostiles al escuchar
nuestra lengua en otras variantes: retrocedemos, sonreímos socapadamente o fingimos no entender para forzar al
otro a exponerse aún más. Una simple palabra modulada
de otra manera puede abrir un abismo con el mundo.
Quien me narra esta historia de Raúl es Oscar Andrés Morales, un querido estudiante con una voracidad particular
por los libros y por la vida, y un maestro fuera de serie.
A él le debo este testimonio. Con una valentía que desarma, Oscar me da el privilegio de su relato para rememorar
lo que sucedió hace un año. Raúl era su novio. Son dos
muchachos que se encuentran y en ese encuentro construyen algo quizás fugaz, pero tan significativo e importante
como esas comunidades efímeras del campamento y del
Historias de desobediencia
186
La vida en movimiento
Tribunal de Garantías Penales. En esa fugacidad se construyen la memoria, el afecto, la resistencia.
«Conocí a Raúl en El Divino. No sabía ni su nombre. Finalmente me lancé». Todo lo que cuesta, pienso yo, que
dos muchachos que quieren conocerse en una situación
así puedan ser felices. Uno, migrante en un país que no
solo se enorgullece de ser xenófobo, sino que escuda su
ignorancia tras el odio homófobo. El otro, en resistencia
permanente contra esa misma homofobia. Todo lo que
tiene que suceder para que esas dos personas puedan
encontrarse, y todo lo que confabula para separarlas,
que a veces es más poderoso.
«Raúl no me dijo su nombre cuando lo conocí. Lo escribió junto con su celular en un papelito y lo guardó
en el libro que yo estaba leyendo. Ese gesto para mí fue
muy simbólico. Luego me atreví a enviarle una solicitud
de amistad por Facebook. Después de un tiempo estuve
en su casa, pero le costaba confiar. No supe cuál era la
situación de Raúl aquí. Me daba vergüenza preguntarle, evitábamos el tema. Para él era difícil hablar de los
problemas que había tenido en otros países. Aprendió a
desconfiar de todos. Siempre tenía mucho miedo».
«Él era el primero en salir de su familia. Todos estaban en
Cuba. Lo vi llorar. Mientras él estaba aquí, falleció su abuela». Enfrentar la muerte de familiares y personas amadas
es uno de los miedos más profundos de las personas migrantes. Lo deberíamos saber nosotros, que somos más
de dos millones fuera, en Queens, en Valencia, en Milán.
Las personas migrantes ecuatorianas hoy tienen que irse
de España y de Italia hacia otros países europeos cuyas
lenguas no hablan porque la crisis no da para más. Deberíamos saberlo, pero elegimos ignorarlo.
Historias de desobediencia
187
La vida en movimiento
Oscar y Raúl tenían un pequeño ritual. Los encuentros
de los jueves. Se veían y luego caminaban juntos hasta
la parada Manuela Cañizares de la Ecovía. «Raúl fue la
primera persona que me besó en público. Ninguno de
mis novios lo había hecho antes. Tras uno de esos besos,
una señora nos gritó: “¡Aquí no pueden hacer eso, váyase a su país!”. Nos atacaron. Fue muy violento». Ser
extranjero, tener miedo, ser sexualmente discriminado
y laboralmente explotado. ¿Habrá mayor indefensión?
¿Seguiremos repitiendo «que se vayan»?
«Vi a Raúl por última vez uno de esos jueves. El sábado
siguiente me llamó. Decidió ir a dejarle comida a la gente
del campamento, tenía lo que había sobrado en la cafetería. Fue lo último que supe de él. Me enteré del desalojo
por las noticias. Algo me golpeó en el cuerpo. Sabía que
algo le había pasado. Cuando llegamos mi amigo Jonathan y yo era demasiado tarde, no quedaba nadie».
Oscar vivió en la muerte súbita de su historia una cadena de pérdidas. Esto se reproduce cientos, miles de veces
cada vez que una persona es desaparecida por un estado
para ser expulsada. «Uno no sabe qué se busca en medio
de ese caos. Yo no sabía qué buscaba en el campamento
vacío. Pensé que Raúl saldría del baño en cualquier momento, que contestaría el celular. Nunca más me contestó
ni supe más de él. Encontré su gorra tirada en el parque, al
lado de la vereda, no lo podía creer. No se la sacaba jamás,
siempre la llevaba puesta. Es todo lo que tengo de él».
Así como Oscar vivió una angustia interminable por Raúl,
así la vivieron decenas de parejas, amigos y familiares de
las personas expulsadas, muchas de las cuales estuvieron,
literalmente, desaparecidas. «Nunca supe a ciencia cierta
si Raúl estaba en el Hotel Carrión. ¿En dónde se empieza
Historias de desobediencia
188
La vida en movimiento
a buscar? Desde ese último jueves jamás lo volví a ver en
Ecuador. Apenas en octubre supe de él. Se había creado
una nueva cuenta de Facebook y se comunicó conmigo.
La cuenta antigua ya no funcionaba, pero recuerdo que lo
último que había subido era una foto en el Teleférico con
sus nuevos amigos ecuatorianos». Ahí quedaron la cuenta, la foto, la vida de Raúl en Ecuador y, como la cuenta de
Facebook, se esfumaron violentamente.
«En Cuba, Raúl tuvo fuerte vigilancia por largo tiempo.
Muchas personas del grupo que fue expulsado de Ecuador fueron directamente a la cárcel allá y muchas de ellas
siguen presas. Con el tiempo, a algunas las dejaron seguir
con su vida. Raúl quiere volver a salir a Estados Unidos.
Su sueño es ser cirujano. Y lo va a volver a intentar».
Supimos también que varios en ese grupo fueron
golpeados por la policía cubana al ser devueltos. Alguien nos contó que una persona de provincia fue
abandonada a su suerte en plena carretera, sin dinero ni agua. Sabemos también que hubo quien sí llegó
a Estados Unidos. Con cada pequeño fragmento que
reconstruyamos vamos a recuperar la memoria de uno
de los operativos de migración más violentos del que se
tenga memoria en este país para que no se repita. Raúl
lo va a volver a intentar, al igual que miles de migrantes
intentarán vivir en Ecuador, igual que nosotros, que vamos a seguir migrando a otros lugares.
2017 07 13, La Barra Espaciadora
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Actualización de la historia, en agosto de 2021. Raúl lo volvió
a intentar. Y lo logró, según Oscar supo a través de Instagram.
En 2021, me cuenta, Raúl estaba estudiando Medicina, como
quería, y no quiere volver jamás a Ecuador, en donde, dice Oscar, “quizás él nunca hubiera podido ser marika y migrante, dos
cosas que se viven, pero no sé pueden enunciar juntas.”
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Colombia:
el vacío de la guerra
Cuando Gabriel García Márquez publicó Cien años de soledad, la guerra ya llevaba años. En 1965, cuando empezaba
a escribir su novela en México, el gobierno colombiano
expidió un decreto que permitía a los militares entregar
armas a civiles para constituir grupos de autodefensa
coordinados por el ejército. En 1967 se fundaba el Ejército
Popular de Liberación, mientras el Ejército de Liberación
Nacional eliminaba a una columna de las FARC en un
enfrentamiento. Ese año, la obra de Gabo se publicaba en
Buenos Aires. Cien años de soledad nacía en el exilio de un
escritor durante una guerra.
Hoy, a casi cincuenta años de los cien años, no han
cesado el desplazamiento forzado, la migración ni la
guerra. «El coronel Gerineldo Márquez fue el primero
que percibió el vacío de la guerra. Lo que en otro tiempo
fue una actividad real, una pasión irresistible de su juventud, se convirtió para él en una referencia remota: un
vacío». El cansancio, pero sobre todo la muerte, la eternidad que encierra una cotidianidad que, por cotidiana,
deja de percibir su propia atrocidad. El coronel Márquez
sabe que la guerra ha perdido sentido, que ha olvidado
sus causas o las ha visto desaparecer. El coronel Aureliano Buendía, apoyado por el coronel Márquez, también
tiene una revelación durante un periodo de enfermedad: «Su orgullo le había impedido hacer contactos con
los grupos armados del interior del país, mientras los
dirigentes del partido no rectificaran en público su declaración de que era un bandolero. Sabía, sin embargo,
que tan pronto como pusiera de lado esos escrúpulos
rompería el círculo vicioso de la guerra».
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El coronel Aureliano Buendía había perdido a sus 17
hijos en las batallas, había dirigido más de treinta levantamientos y se sentía cada vez más viejo.
La incapacidad de imaginar el fin de la guerra sostiene la
guerra, aunque ésta encuentre a sus combatientes cada
vez más viejos, cada vez con más hijos muertos.
Algunos de esos combatientes no pueden imaginar que
termine, aunque no todos estén en las batallas, ni en el
campo, ni en los cultivos, ni huyendo de ella a pie. Algunos combatientes mandan sobre la guerra a la distancia,
desde la ciudad, o la ven en pantallas.
En Colombia, imaginar un horizonte que no sea solo punitivo para solucionar el conflicto ha tachado a opción
por el SÍ de ingenua o de demasiado concesiva. En realidad, la falta de imaginación propia no es ingenuidad del
otro. Es la incapacidad de mirar, como el coronel Márquez, el vacío de la guerra, o como el coronel Aureliano
Buendía, el círculo vicioso. Hoy, en Colombia, la guerra es una gran industria, y eso obstruye la imaginación,
porque no es conveniente para el poder económico y
político que se pueda imaginar con determinación una
salida imposible, como parecía el SÍ hace pocos años.
Hoy, ese imposible alcanzó el 49%.
La guerra en Colombia habita también en Ecuador, no
cesa en el puente Rumichaca, justo antes de Ipiales, a donde vamos de compras sin dimensionar la historia de un
conflicto desigual cuyos orígenes se ubican hace más de
medio siglo. Es irónico que tengamos tan presentes las
ciudades de Ipiales o Pasto sin saber mirarlas más allá
de sus vitrinas. Quizás entre quienes vitorearon el NO en
Ecuador se hallan quienes van allá de compras, como es su
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legítimo derecho y, en muchos casos, su necesidad. También ignoran que allí hay décadas de comercio fronterizo
que sostienen a miles de familias con vidas binacionales.
Y quizás entre ellos están también quienes piensan que
votar por el SÍ suponía apoyar en Colombia la entrada de
revoluciones similares a la ecuatoriana y a la venezolana.
Justamente, el pueblo de Venezuela también ha recurrido
hace tiempo a Colombia ante la incapacidad de su gobierno de garantizar las necesidades básicas de la población.
En julio de este año, ciento treinta mil ciudadanos venezolanos atravesaron en un solo fin de semana el puente
fronterizo Simón Bolívar, que une a Colombia y Venezuela. Iban en busca de alimentos y medicamentos. Quienes
pensaron que apoyar el SÍ era plegar a las fallidas revoluciones ciudadana y chavista se equivocan, pues un acuerdo
con cambio de modelo económico incluido no iba a venir
avalado por un presidente como Juan Manuel Santos. El
acuerdo de paz no es un cambio de modelo, es un acuerdo
de paz que ha costado años y cuyo valor es imposible desconocer. En ese contexto, o mejor dicho en esa confusión,
aparece el discurso de Álvaro Uribe tras la victoria del NO,
donde defiende «la necesidad de estimular los valores de
la familia, sin ponerla en riesgo, defendidos por nuestros
líderes religiosos y pastores morales».
Esto queda fuera de lugar: un diálogo con diferentes actores no puede ser demonizado con estas invocaciones,
porque no hay caída moral en donde hay pluralidad de
posiciones. El temor conservador a la aparición de nuevos
actores políticos y un posible cambio de orden se revela
en estas declaraciones que nada tienen que ver con las
propuestas del acuerdo. Poco ayudan los valores y pastores en un proceso que involucra a toda América Latina y
que debería discutirse en otros términos.
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Las zonas fronterizas no son solo comerciales. La migración entre Venezuela, Colombia y Ecuador es histórica,
hoy permanente y masiva, y las regiones fronterizas entre Colombia y los otros dos países comparten culturas
y lenguas comunes. Olvidamos también que «Raúl Reyes», líder de las FARC, murió en Ecuador durante una
incursión. La guerra y sus sombras llegaron hasta acá
muchas veces. Los desplazados colombianos, los expulsados de Venezuela en nombre de la «refundación de las
fronteras», la realidad de los refugiados colombianos en
Ecuador y la xenofobia que los golpea, todo esto nos obliga a considerar las implicaciones del NO para Ecuador.
¿Queremos la guerra para seguir discriminando a la población colombiana que se ve obligada a desplazarse por
amenazas de muerte, asesinatos a su familia y secuestro
de sus tierras? Ecuador acoge a 57.000 personas refugiadas
de Colombia. El carnet de refugio en este país, que recibe
hasta mil personas al mes, no garantiza ni siquiera acceso a la seguridad social, mucho menos otros derechos. Y
aun así pensamos que la guerra en Colombia no nos toca.
Esta contradicción es muy curiosa: podemos pensar que
no nos compete la guerra, pero muchos ecuatorianos han
celebrado el triunfo del NO.
Otro argumento ha sido el de la impunidad. «Demasiada
impunidad para las FARC», decía, por ejemplo, la periodista Janeth Hinostroza en su cuenta de Twitter. «Tienen
que pagar», dicen en las redes. Es curioso que al tenor
de esta sed de castigo no se haya dicho nada en Ecuador
respecto de las bandas criminales emergentes que se ven
como sucesoras del paramilitarismo, creado en colaboración con agentes del Estado desde los años 70. La responsabilidad del Estado, los paramilitares, las bandas crimi-
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nales y la guerrilla hace del lugar común de «demasiada
impunidad para las FARC» algo limitado, insuficiente
cuando hay muchos otros actores que también deben responder; la desmovilización es mucho más compleja de lo
que alcanzan a reflejar esas cinco palabras.
El artículo 46 del acuerdo paz dice claramente que la renuncia a la persecución penal se da solo tras un procedimiento
que debe iniciarse en una instancia especial para esto. Ese
artículo también dice que quienes hayan cometido delitos
de lesa humanidad deberán someterse a la justicia, y se
enumeran «el genocidio, los graves crímenes de guerra, la
toma de rehenes u otra privación grave de la libertad, la
tortura, las ejecuciones extrajudiciales, la desaparición forzada, el acceso carnal violento y otras formas de violencia
sexual, la sustracción de menores, el desplazamiento forzado, además del reclutamiento de menores», entre otros.
Los otros desmovilizados son niños y jóvenes que fueron
cooptados por la guerrilla y que no han tenido otra forma
de vida; hombres y mujeres que han buscado desmovilizarse pero que saben que esto, hecho individualmente,
es igual a la muerte; decenas de miles de guerrilleros que
hoy querían entregar su fusil y no tuvieron a quién. Esto,
lejos de ser una romantización de la guerrilla, es una condición de la guerra: no poder salir.
También están las madres de jóvenes que se fueron, a quienes esperan ver con vida de nuevo: la guerrilla manda en
las familias más precarias, por eso ha afectado más a la
población más pobre. Otros desmovilizados menos vulnerables buscan poder político, lo cual ha sido también
motivo de rechazo. El acceso automático a curules para
las FARC como cuota de entrada a la política puede ser
problemático, pero también es cierto que las negociacioHistorias de desobediencia
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nes de poder en los senados e instituciones políticas de
nuestros países no son más castas.
En nombre de la impunidad no se puede dar la espalda
a quienes vivieron la guerra, porque anteponer el castigo
de los responsables a la reparación y a la recuperación de
la vida tiene poco que ver con la paz. El 26 de septiembre,
día de la firma, el discurso del líder de las FARC, Rodrigo Londoño fue más bien de campaña, y su única frase
referente al perdón fue confusa. «Ofrecemos perdón a las
víctimas por el dolor que hayamos podido causar», dijo.
¿Ofrecer una disculpa o pedir perdón? Esa torpeza pareció
incapacidad de hacer del perdón algo genuino, enfático y
digno de los cientos de miles de víctimas de las FARC.
Quienes cometieron crímenes de lesa humanidad tendrán que ser juzgados y el perdón aún hay que ganárselo,
como lo demuestran regiones seriamente afectadas por la
guerra en donde ganó el NO, que no por haberla sufrido
se volcaron al acuerdo. Santos tendrá que llamar a más
actores a la mesa de negociación y Uribe tendrá que responder por la desmovilización de los paramilitares, a
la que no se han referido quienes piden castigo para las
FARC, a pesar de que los paramilitares, con Uribe, tuvieron impunidad. Lagunas de la memoria.
A pesar de todo esto, el acuerdo era un inicio y la posibilidad para los campesinos de recuperar tierras, de ir
sustituyendo cultivos de coca por otros, de volver a cultivar lo que cultivaban antes de que la guerrilla les usurpara
sus terrenos. El acuerdo podía devolverle paulatinamente la vida a las regiones históricamente más abandonadas
de Colombia, en donde la guerra había sido su día a día.
Gana la guerra, no solo la cotidiana, sino la gran industria,
la que genera ganancias incalculables para sus amos.
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En Ecuador, desde donde no podemos votar, también decidimos poner en suspenso nuestro propio escepticismo,
no solo porque es una guerra que también vive aquí, con
campamentos, incursiones y desplazados, sino porque esa
guerra es en Colombia, al lado, en cuyas zonas fronterizas
algunos no saben ni qué himno cantar cuando les toca,
como cuentan allá, porque las fronteras no son capaces de
controlarlo todo, ni lo bueno ni lo malo, digamos.
También hay argumentos que obligan a pensar y seguir
construyendo el proceso, como lo analizan diversos actores sociales involucrados en los procesos de paz. Hay
poca confianza en las instituciones estatales; hay comunidades que temen que el acuerdo permita la entrada de
industrias extractivas; hay comunidades que dependen
de la hoja de coca para sobrevivir y temen que no haya
apoyo real al campesinado. Estos argumentos reconocen
posiciones reales del NO pero vienen de defensores del
SÍ, es decir, se sitúan dentro de un proceso que debe irse
elaborando sobre la base de un debate también real. En
este contexto, la lección nos la deja Bojayá, en el Chocó,
aunque nosotros mismos podamos sentirnos incapaces
de un perdón de esa magnitud.
En el 2002, las FARC soltaron un cilindro bomba que cayó
en el altar de una iglesia a donde muchos habían corrido
a refugiarse. Murieron 117 personas, muchas otras quedaron mutiladas. Allí la gente «se cansó de perdonar», «se
marchitó de tanto pedir ayuda», dicen las mujeres. El 26
de septiembre, las alabadoras de Bojayá cantaron en la
ceremonia de la firma. Y en sus alabados otorgaban su
perdón. En Bojayá, hubo 92% para el SÍ: eso no es sólo
“perdón”, es una demanda por salir de la guerra. En el
porcentaje nacional, en donde el NO gana apenas por un
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punto, esos SÍ totales, de los que depende la vida, se pierden. Son esos SÍ los que hay que escuchar desde hoy, los
de las alabadoras:
Queremos justicia y paz
que venga de corazón
pa’ que llegue a nuestros campos
salud, paz y educación.
Con esta nos despedimos, no dejamos de pensar
las lágrimas de Colombia no las podemos olvidar.
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Aquí, Ecuador: xenofobia,
Estado y feminicidio
Diana Carolina fue asesinada frente al Estado ecuatoriano el día 19 de enero de 2019. La rodeaba un corro de
policías que no supo proteger su vida porque el Estado
no destina presupuestos dignos a la institucionalidad
de género que ha tenido que construir a partir de las
demandas de las mujeres. Porque al sitio de su feminicidio acudieron policías con salarios bajos, capacitación
igual a cero y miedo de disparar porque, de hacerlo sin
protocolos claros, podrían sufrir sanciones graves. Porque la policía sabe muy bien qué hacer para reprimir la
protesta social, en las marchas contra el orden feminicida en que vivimos, por ejemplo, pero no sabe qué hacer
cuando un hombre secuestra a su pareja, la lleva con un
cuchillo en el cuello por cuadras y la asesina en público.
Diana Carolina fue asesinada frente al Estado ecuatoriano. Diana Carolina fue asesinada en público con varias
cuchilladas en la zona superior de su cuerpo. A Diana
Carolina su feminicida la mantuvo secuestrada por noventa minutos antes de clavarle un cuchillo varias veces
frente a la policía y frente a la gente, una noche. Yo lo
sé porque vi el video de su asesinato en Facebook. Sé
que no debí haberlo visto, pero lo vi. Hubo tanto tiempo
para salvarla que la gente alcanzó a filmar la escena del
secuestro que antecedió a las puñaladas. Diana Carolina tomada del cuello y asesinada en vivo.
Ibarra es una ciudad de 41 kilómetros cuadrados situada al norte del país, destino de migración colombiana y,
en los últimos años, venezolana. Está cerca de la frontera
Norte, conectada con San Lorenzo, zona históricamente
abandonada por el Estado, en donde éste ha dejado ver
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su racismo más antiguo, pues se trata también de una
región afrodescendiente. En ese abandono y en la violencia social marcada por la pobreza y la ausencia del
Estado, la convivencia con la migración genera conflictos entre oprimidos que no distinguen a sus opresores.
El trabajo precarizado, situaciones de esclavitud laboral,
sexual, doméstica, hacen a las comunidades de esta región competir por lo poco que hay de trabajo y recursos
para la vida, y esto le conviene a un Estado que promueve medidas antimigrantes y que acaba de anunciar
ajustes neoliberales y la vuelta del FMI.
En medio de ese abandono del Estado, los conflictos entre
oprimidos agravan, por supuesto, la violencia de género
cuando recrudece la violencia que genera la precarización
de todos los ámbitos de la vida. La dominación masculina y el privilegio que de ella deriva son un patrimonio de
los hombres. Por un lado, se halla entonces el privilegio
de género, cruzado a la vez por el privilegio económico.
En contextos de movilidad humana, el origen nacional
puede ser un elemento de opresión cuando responde a
desplazamientos por pobreza, por ejemplo, como en el
colapso de Venezuela —cuando estoy cerrando este texto, este país ha pasado por días enteros sin electricidad,
se reportan muertes de bebés en incubadoras que ya no
pueden protegerlos—. Por otro lado, está el sujeto migrante sometido a la opresión.
En los países de destino, las oportunidades laborales reducidas, la irregularización a la que someten los Estados
a ciudadanos de orígenes nacionales desprestigiados y la
explotación consecuencia de ello pueden agravar la violencia de género: el único «patrimonio» que le queda a un
hombre despojado es su poder sobre su pareja mujer.
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Dado que en la violencia de género no se necesitan terceros, es decir, es violencia directa de uno sobre otra, ese
poder se convierte en el último posible de ejercer.
Cuando decimos desde el feminismo que la violencia de
género es estructural y que la pobreza la agrava, nos referimos también a esto y a lo que sucede con hombres
oprimidos y estructuras que sitúan a las mujeres como
chivo expiatorio de la violencia económica.
Del feminicida de Diana Carolina se sabe muy poco. Era
venezolano. Y aunque sabemos bien que la misoginia y
el machismo mortal no conocen de nacionalidades, el
comunicado oficial que emitió el gobierno ecuatoriano
a través de la cuenta de Twitter de Lenin Moreno decía:
«He dispuesto la conformación inmediata de brigadas
para controlar la situación legal de los inmigrantes venezolanos en las calles, en los lugares de trabajo y en
la frontera. Analizamos la posibilidad de crear un permiso especial de ingreso al país. Les hemos abierto las
puertas, pero no sacrificaremos la seguridad de nadie».
En ese mismo momento, el Ejecutivo instrumentalizaba
la violencia de género para endurecer las medidas antimigrantes y poder legalizar así, no solo legitimar, la
xenofobia de Estado con que ha venido operando el funcionario de turno y que dejó bien sentada en la ley de
movilidad humana del gobierno de Rafael Correa, en
cuyo periodo tuvo lugar la expulsión inédita, violenta
e ilegal de más de 120 personas de origen cubano sin
habeas corpus luego de haberlas mantenido por días en
un centro de detención de migrantes en plena ciudad
de Quito, llamado Hotel Carrión, y de haberlas expulsado sin proceso en vuelos de deportación que salían de
madrugada. Por ejemplo. En un país con una ley de erra-
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dicación de violencia de género sin presupuesto y que
estuvo largo tiempo sin rectoría; en un sistema judicial
sin justicia de género (sin presupuestos para género, con
muy pocas juezas y fiscales feministas permanentemente desbordadas o perseguidas), el gobierno de Moreno
usó el asesinato de Diana Carolina como escudo para
actuar contra la migración venezolana.
Durante los días domingo 20 y lunes 21 de enero, Ibarra
se convirtió en un infierno. Grupos xenófobos de la ciudad salieron en una verdadera cacería de migrantes, y al
llamarla así no exageraban: golpearon puertas de hogares
venezolanos, amenazaron con matar, quemar, y de hecho
quemaron pertenencias de la gente que tuvo que huir de
la ciudad. Las carreteras que rodean la ciudad marcaban
la ruta de huida de decenas de personas, como lo reportó
la prensa independiente que viajó a la ciudad, y la policía
no protegió a las personas migrantes, las dejó en total estado de indefensión. Un odio así no se había visto de esa
manera, exacerbado, en descontrol.
Feministas de la ciudad de Ibarra fueron atacadas: en
un plantón anti-xenofobia del día domingo en que también protestaban por el asesinato de Diana Carolina,
fueron escupidas, perseguidas y acusadas en «complicidad» con la comunidad venezolana. Ese estallido era el
país, roto entre el abandono, la xenofobia y la misoginia.
No se trataba de una confusión nacional, sino de discursos de odio encarnados que, ahora, se veían legitimados
por el mismo Estado.
El discurso securitista estatal no ha cambiado ni dejará de solicitar documentos imposibles a la población
venezolana, como apostillas que no existen o récords
policiales imposibles de conseguir.
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Movimientos pro-migración e instancias del Estado como
la Defensoría del Pueblo han conseguido detener las medidas anti-migrantes temporalmente, pero la amenaza de
los requisitos migratorios está siempre latente.
El feminicida de Diana Carolina fue usado como excusa
para criminalizar aún más la migración venezolana. Él,
que la había tenido como rehén, fue capturado también
como signo de los tiempos. Aparte de la certeza de su responsabilidad individual por haber asesinado a su pareja,
que estaba embarazada, sabemos poco. Sí sabemos que la
migración irregularizada produce violencia y una impotencia que llega a lo indecible porque produce encierros
sociales, culturales y económicos que producen, a la vez,
fronteras que no vemos. Los cercos de la xenofobia y la
irregularización de personas en situación de movilidad
generan sociedades segregadas y segregadoras en donde
terminamos buscando la anulación de la vida del otro, no
el encuentro con él. Diana Carolina habría tenido una hija
o quizás un hijo que hubiera vivido un encuentro entre
culturas y mundos. En lugar de eso, una posibilidad segada para siempre. Un feminicida no solo siega una vida,
sino que va abriendo abismos profundos entre mujeres
y hombres, entre las mujeres y la idea del amor, entre las
mujeres y el mundo. A ese feminicida lo acompañan en
su impunidad y en su acto el Estado y la sociedad en la
perpetuación del statu quo que promueven.
Las brigadas que anunciaba Lenin Moreno no solo son
antidemocráticas, sino que evocan las turbas que salieron a “cazar migrantes” para quemarlos. Nada menos,
porque el Estado no iba a desaprovechar la sensación
de inseguridad y del terror que sentimos las mujeres a
cada feminicidio para activar un discurso securitista que
ocultará su inoperancia y su orientación general, destiHistorias de desobediencia
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nada a crear divisiones entre sectores vulnerados de la
población, como lo muestra claramente la retórica divisiva del comunicado del gobierno. Dichas divisiones
son una estrategia para atomizar la protesta social: allí
en donde las feministas se habían aliado con la población venezolana, la turba les gritaba «cómplices» y las
dividía al perseguirlas ante la pasividad de la policía, o
sea, del Estado. Por supuesto: esas alianzas no son bienvenidas porque, juntas, dan cuenta de un modelo económico que está operando contra mujeres, migrantes,
poblaciones nacionales en situación de desplazamiento forzado, trabajadores, líderes sociales, estudiantes y
defensores de lo público, población con discapacidad,
ancianos. Ese modelo económico es privatizador y busca remover su responsabilidad de la preservación de
toda vida que le sea costosa o inconveniente.
Pocas semanas antes de cerrar este texto, Venezuela ha
reportado cientos de muertes en hospitales, personas enfermas y de la tercera edad que han fallecido en sus casas,
comida descompuesta en los refrigeradores y un país «con
días enteros sin servicio eléctrico y años en la oscuridad»,
como escribe el periodista venezolano radicado en Ecuador Jefferson Díaz en un post en su cuenta de Facebook.
Nunca hemos sabido tanto y podido hacer tan poco, ha
escrito Marina Garcés. Venezuela acaba de aceptar ayuda
humanitaria de Cruz Roja el 16 de abril. Al mismo tiempo, sus minerales siguen siendo extraídos, se reporta una
enorme exportación de oro que coincide con el ingreso
de ayuda humanitaria. ¿Cómo explicar la explotación del
Arco Minero del Orinoco, zona rica en cobre, oro, diamante, coltán, convertida en mina para el capital extranjero,
sin que un centavo retorne en medicina, alimentos, recursos para la población venezolana?
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Las vulnerabilidades
Además de destinos de los caminantes venezolanos
como Ibarra, hay muchos otros puntos de llegada, paso
o refugio, por fortuna, más seguros. El día 20 de abril,
llegamos a Peguche, zona indígena kichwa hablante a
poco menos de tres mil metros de altura en plenos Andes
ecuatorianos, y no muy lejos de Ibarra. Allí escuchamos
testimonios del camino que puede destruir la vida de
una persona a la vez que les anuncia que quizás hay un
mañana. Allí, hay un albergue llevado por el padre Marcos, también venezolano. Los caminantes llegan con los
talones reventados, con las suelas de sus zapatos molidas
por la huida, para ducharse, descansar y continuar. Las
pocas mujeres que llegan allí ya se han visto expuestas
a muchas formas de violencia. Algunas viajan con sus
parejas o padres, podrán ser usadas como mulas, campanas, en trata o explotación sexual. Todo caminante es
visto como una posibilidad de transportar droga, y es difícil sustraerse de esto, sobre todo para mujeres y jóvenes.
Una joven ha abortado cuando Marcos las conoce. En el
punto fronterizo de Rumichaca entre Ecuador y Colombia, le exigen un eco para que pruebe su embarazo de
cuatro meses a pesar de que lleva sus exámenes consigo.
El eco le confirma que su bebé está muerto. La caminata
de largos días y el haber visto un caminante muerto por
hipotermia en el Páramo de Berlín, camino de Bucaramanga, han provocado que pierda a su bebé.
Son vidas segadas. No sabemos lo que ha vivido el
feminicida de Diana Carolina ni desde cuándo, pero sí
sabemos que esta migración forzada a pie está destruyendo la mente de muchos hombres, que la violencia
que explota en el trayecto —los asaltos a los tráileres, los
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robos de papeles, el hambre, el frío extremo, la demencia de “hinchas” colombianos que muelen a golpizas a
los caminantes— es un crimen estructural muy difícil de
ver. No dejamos de identificar la responsabilidad individual de cada feminicida, a la vez que vemos, con los ojos
horrorizados de nuestro presente, cómo se exacerba la
agitación de un orden económico de grandes capitales
con un acuerdo transnacional anti-migrante y una violencia xenófoba legalizada que están atizando cada acto
individual de violencia desde un régimen necropolítico
que no cesa. Esas vulnerabilidades le serán convenientes
a la narcoeconomía, al fascismo contemporáneo y los capitales en movimiento, sostenidos en el extractivismo y el
desplazamiento. Cuando vemos a Diana Carolina con un
cuchillo en el cuello, ese cuchillo está cruzado por todos
estos movimientos, y a menos que aprendamos a leerlos,
muy poco podremos hacer para entender el presente que
aún podemos, quizás, transformar.
2019 05 07, Revista Común, México
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Después del páramo de Berlín
Marcos es de Venezuela y lleva muchos años en Ecuador.
Es el sacerdote de la parroquia de Peguche. Allí, abrió el
año pasado un albergue para personas migrantes venezolanas que caminan por los países de Sudamérica huyendo
del colapso del suyo. Decir esto parece simple pero es un
trabajo que surge de la nada: Marcos inició conversaciones
con el barrio Santa Lucía, en donde la directiva solidariamente acogió su idea, luego consiguió para el arriendo y
buscó colchones y ropa. Las donaciones fueron llegando:
una lavadora, unas literas, víveres. Siempre se resolvió
sobre la marcha la comida de cada día, las mantas, los
zapatos que todos necesitan al llegar con los talones partidos y llagas en los pies, medicamentos para bajar la fiebre
y para deshinchar rodillas. Hacer de la nada a favor de los
otros siendo capaces de imaginar lo ausente.
El proyecto de Marcos es parte de una red «no coordinada» pero existente de puntos solidarios en las Américas
que reciben a los caminantes venezolanos por una noche
para que se duchen, se recuperen y puedan pensar que hay
mañana. Marcos aún no conoce a Carmen Carcelén, por
ejemplo, lideresa de El Juncal que ha recibido en su casa a
más de ocho mil caminantes. Ellos, a su vez, no conocen
a los hombres y mujeres del sector del Páramo de Berlín
en Colombia que llevan y traen a gente en sus carros y les
dan comida para seguir. El Páramo de Berlín es un cruce
que se hace hasta a diez grados bajo cero. Hay frailejones
y lagunas, pero los caminantes no pueden contemplarlos:
tienen que sobrevivir a la hipotermia, el vómito y el frío.
Quienes llegan a Ecuador han cruzado ese páramo. Marcos sabe de una familia que ha muerto de hipotermia allí.
Son el padre, la madre, y sus bebés. Muertos en un abrazo.
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¿Quién va a acusar recibo de esta denuncia? ¿Ante quién
se denuncia, para empezar? ¿Vamos a seguir diciendo que
vienen a quitarnos los trabajos cuando ni siquiera sabemos si van a llegar vivos?
Del Páramo de Berlín llega también una muchacha que
camina de Venezuela a Colombia embarazada de cuatro meses. Al avanzar a Ecuador y a punto de cruzar el
control fronterizo en Rumichaca, las autoridades ecuatorianas no aceptan las pruebas de embarazo que trae y
la envían a hacerse un eco. Ese eco, que puede hacerse
por pura suerte porque ese día la puede ayudar Cruz
Roja, indica que su bebé ha muerto una semana antes en
su vientre por los efectos de la caminata y por el trauma
que le ha significado ver morir a un hombre de hipotermia. Sí, porque decenas de personas mueren en el frío
cuando van camino de Bucaramanga.
Durante el tiempo del albergue, Marcos fue escucha
de una narración colectiva que traían los caminantes
a Peguche y que debería ser hoy testimonio suficiente
para abrir los corredores para ellos. Cada cierre, cada
abandono, cada requisito de los Estados venezolano, colombiano, ecuatoriano, peruano a los migrantes en los
caminos, produce miles de muertes, pero nadie acepta
la responsabilidad sobre esas vidas. Irse sin los hijos, sin
la madre, sin la pareja, dejando al padre en agonía, no es
irse por la propia voluntad.
Llegar con los pies reventados, con la familia asesinada
por la negación de una catástrofe, no es irse sin más. Al
mismo tiempo, la valentía para la huida y el coraje de pensar que se puede sobrevivir son, igualmente, innegables.
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Hasta julio de este año, en Peguche no se había escuchado «nos vienen a quitar los trabajos» ni había cacerías
xenófobas de migrantes como la que hubo en Ibarra en
enero. «Nosotros tenemos poco, pero de lo que tenemos,
de la cosecha, sacamos maicito para darles, lo que tengamos, porque da pena verles llegar así sin nada, con
frío. Mañana podemos ser nosotros, ahora son estos señores, que por ser ajenos no son malos», dice Fabiola,
vecina de Santa Lucía, mientras arregla sus textiles en su
casa-taller, en donde su familia trabaja con tres telares.
Su esposo Luis relata que su primo ha vivido en Venezuela por décadas. «Yo no sé si está vivo, ojalá, pero
siquiera unos seiscientos somos de Peguche allá, migramos bastante. Igual que nosotros fuimos allá, ahora ellos
vienen acá, entonces sí les ayudamos. Los que volvieron
de Venezuela volvieron con ahorros para comprarse una
casita, tierra, entonces sí vale ayudarles», dice Luis, con
la claridad que no tienen gobiernos enteros.
De cada diez personas que llegaban al albergue en
Peguche, de siete a ocho eran hombres. Viajaban en grupos, se iban juntando o salían entre primos, hermanos,
vecinos y ya sabían de la casa que Marcos había abierto.
En el trayecto, los caminantes pueden sufrir hasta cuatro
asaltos que los dejan sin papeles, sin fotos de su familia,
sin las cartas que les dan de despedida, sin el bucle de
pelo, sin la estampita de bendición, sin las mantitas que
llevan el olor de sus hijos. Necesitan toda la solidaridad
del mundo para poder cruzar a pie cuatro países y no
morir de soledad, frío, abandono, miedo, hambre o derrota. Las mujeres que caminan suelen cruzar son sus
parejas o padres, pero esto no significa que se salven de
probables violaciones, de explotación sexual, de abortos
no deseados, de trata. En los caminos acecha también el
Historias de desobediencia
209
La vida en movimiento
narco, que les puede obligar a transportar lo que sea con
la promesa de ayudarles a llegar, esto se sabe ya hace
mucho en nuestros países.
Rafael trabajaba con Marcos en el albergue. En abril,
los acompañamos en el vía crucis en las comunidades de
Peguche: Arias Uko, Agato, Quinchuquí. «Aquí saben lo
que es migrar, son sensibles a esta realidad, por eso nos
entienden», nos contaban. Llama la atención ver en una
comunidad indígena kichwa hablante a un joven caribeño llegado de lejos con lo inenarrable del viaje todavía en
el rostro. Ha vivido en el albergue, acaba de encontrar trabajo y está por comprarse un celular. Va a trabajar en casa
de una familia de Peguche. En ese inenarrable se abre una
posibilidad: Venezuela en Peguche, los niños pequeños
repitiendo «cónchale» para aprender del otro, los encuentros a pesar de todo, la solidaridad. Hay vida después del
Páramo de Berlín. Es inesperada y precaria. Existe.
El cierre del albergue
En julio de este año, tres hombres fueron acusados del
robo de un vehículo en Peguche. Son de origen nacional
venezolano. Hasta ahí llegó la diferencia entre Ibarra y
Peguche. Es cierto que no hubo un linchamiento irracional contra la población de Venezuela, pero sí se tomaron,
inicialmente, medidas xenófobas: todos los «extranjeros»
debían abandonar Peguche dentro de tres días. ¿Eso incluía a Marcos, su propio párroco? ¿Incluía a gente con
una vida en la comunidad que no había cometido ningún
crimen? ¿Cómo se puede decir de golpe y porrazo «se
van todos»? Por supuesto, al irse todos los «extranjeros»,
el crimen no va a desaparecer, porque no depende de la
nacionalidad de nadie. Y cada vez, ante cada hecho, la
compulsión securitista: expulsemos, actuemos con viruHistorias de desobediencia
210
La vida en movimiento
lencia. El Consejo de Cabildos reconsideró la decisión
apresurada de la medida xenófoba y ahora realizarán algo
menos violento pero también de corte securitista: un desalojo selectivo a través de operativos.
Cuando visitamos Peguche en abril, lo vimos como una
posibilidad ejemplar de integración, colaboración y hospitalidad. Es una zona de enorme movimiento: mucha
gente de allí ha migrado a Venezuela, Estados Unidos,
Europa, viajan todo el tiempo por el comercio, comercializan sus textiles en decenas de países, han visto el
mundo, y su comunidad se alimenta de esta cultura migrante. Al mismo tiempo, allá saben lo que es ser de otro
lugar y ser discriminado. Al leer sobre las medidas que
se tomaron en julio y los operativos que hoy preparan,
vemos con pesar que Peguche deja de ser un ejemplo de
integración, a menos que reviertan las medidas xenófobas que han tomado, a menos que las iniciativas como
las que tuvo Marco vuelvan a despertar para mostrarnos que no todo el Ecuador vive dentro de la ignorancia
xenófoba, que aún podemos ser sociedades solidarias,
como la que Peguche nos mostraba el año pasado.
21 08 19, Corredores Migratorios
Historias de desobediencia
211
La vida en movimiento
Historias de desobediencia
212
La vida en movimiento
Migrar por violencia sexual
Los largos caminos
de las mujeres ecuatorianas
Elvia* es una de las «6 de cada 10» mujeres que sufren
violencia de género en Ecuador (según una encuesta nacional INEC de 2011 con cifras hoy conservadoras). Y sus
hermanas. Y su sobrina. Todas han vivido violencia física,
psicológica y sexual dentro de su familia. Su hermano y
su primo son dos de sus agresores. Son de Cañar. Por eso,
Elvia no quiere volver a Ecuador. En su familia, no son 6
de cada 10, son todas, como suele suceder cada vez que
diez mujeres nos reunimos en un espacio y comprobamos
que todas hemos sufrido un tipo de violencia que desbarata los criterios estadísticos.
Ojalá Elvia no volviera nunca a esa violencia. Estados
Unidos, a donde ha llegado con mucha dificultad, tiene
procesos cada vez más inhumanos de negación de visas
y de deportación. Ningún país de América justifica la migración forzada por violencia sexual ni hay leyes claras
que la amparen, pero hay miles de jóvenes mujeres que
deben huir por violencia de género ejercida en la familia,
por parte de amigos organizados en pandillas, por parte
de hombres en sus comunidades. Esos miles de jóvenes
mujeres enfrentan en Ecuador un destino colectivo de
maternidad forzada e imposibilidad de abortar.
Conozco la historia de Elvia y de otras jóvenes de Azuay
y Cañar por colaborar con peritajes de contexto en
sus proceso legales en Estados Unidos, son historias
documentadas una por una.
Historias de desobediencia
213
La vida en movimiento
Cientos de jóvenes ecuatorianas están llegando a Estados
Unidos para huir de la violencia de género y poder vivir.
Llegar por su cuenta quiere decir arriesgarse en caminos
coyoteros. Cruzar más de una frontera solas o con bebés.
Salir huyendo de una violación con temor de estar embarazada y, a la vez, temer ser violada en el camino. Salir con
maldiciones de la familia y llegar al Norte con temor de
enfrentar reprimendas de la familia que ya ha migrado,
pues había dejado a las jóvenes al cuidado de la casa. Salir sin saber si se llegará viva a la frontera de las fronteras,
pero no tener otra alternativa que intentarlo. Es la huida
o vivir en temor permanente. Huir es el acto de valentía que les permite a las jóvenes migrantes ecuatorianas
imaginar vidas sin violencia, aunque eso les signifique no
poder volver a sus comunidades.
El documento de referencia de medición de la violencia de género en Ecuador es la encuesta nacional INEC
arriba mencionada sobre relaciones familiares y violencia contra las mujeres. Aunque tiene ocho años es la
más abarcadora y segrega datos por provincia, importante en contextos migratorios, por ejemplo. Cañar es
una de las provincias ecuatorianas con mayor migración
histórica a Estados Unidos.
Si millones de mujeres viven violencia y probablemente serán violadas o asesinadas, eso indica un orden que
perpetúa a agresores, violadores, acosadores: hay una
estructura de impunidad hecha para eludir responsabilidades. Decimos siempre «seis mujeres han vivido
violencia» pero no «los hombres están ejerciendo violencias de todo tipo, y podrían ser 6 de cada 10 de ellos». La
relación «6 de 10» no es de una a uno, pues hay mujeres
que han sufrido violencia de varios hombres, y hombres
Historias de desobediencia
214
La vida en movimiento
que ejercen varios tipos de violencia a la vez, o sobre
muchas mujeres. Es decir, una sola mujer de esas seis
podrá haber vivido violencia de su pareja, pero también
de su padre o de sus compañeros de trabajo. Tras la cifra
«6 de 10» hay millones de agresores amparados por una
impunidad histórica que, en Ecuador, es evadida por el
Estado, poco cuestionada en lo social y aprovechada por
el poder eclesial católico y evangélico para sostener el
«modelo original» de familia, a costa de lo que sea.
Elvia, una de esas seis, es de una pequeña comunidad
en Cañar, una de las provincias más golpeadas por la
pobreza y por el abandono estatal, provincia en su mayoría indígena, donde un tercio de la población es rural. El
día 17 de septiembre, la Asamblea Nacional de Ecuador
votó en contra de la despenalización del aborto por violación. En esa comunidad de Cañar, la violación es uno
de los modos más frecuentes de reproducción de la vida,
si analizamos en conjunto las estadísticas que registran
violencia sexual, edad, violencia incestuosa y violencia
de pareja y ex pareja. Si miramos la maternidad forzada como una verdadera perspectiva crítica y observamos
este país a través de ella, veremos, sin remedio, que hay
lugares de Ecuador en donde la vida se reproduce, principalmente, dentro de un régimen que somete a las niñas
y a las mujeres a la maternidad forzada, y que es esta
forma de reproducción de la vida lo que les indica a las
niñas y mujeres que siguen naciendo en contextos de pobreza y abandono cuál será su destino.
Según datos de Unicef, en Cañar, 37% de hogares tienen a alguien trabajando en el extranjero. Es decir, casi
la mitad de la población tiene vínculos familiares rotos, familias separadas, niños y niñas dejados por sus
padres migrantes al cuidado de abuelos, tíos, o sin cuiHistorias de desobediencia
215
La vida en movimiento
dado alguno. En cuanto a las niñas, quedan expuestas
a la violación y el embarazo infantil, un embarazo que
nadie atenderá debidamente como acto de violación.
Seis de cada diez niños y niñas en Cañar no viven con
sus padres, según el mismo estudio. Al abandono del
estado y a la pobreza se suma también la ruptura de
vínculos familiares por migración, y es una migración
internacional, a Estados Unidos, por ejemplo.
Por tanto, se trata de una migración que nos plantea
problemas transnacionales de género cuando se refiere
a la violación, la maternidad forzada, la imposibilidad de abortar la falta de acceso a la salud, la falta de
educación y el abandono.
Todo esto se acentúa en hogares indígenas: 28% de niñas
menores de 18 años que viven en hogares indígenas y rurales tienen a sus padres viviendo en el extranjero.
¿Por qué hablar de problemas transnacionales de género? No hay ninguna forma de justificar la migración
forzada por violencia sexual, ni violación, ni maternidad forzada. Nadie en la familia de Elvia, ni sus amigas,
ni sus primas, podrían aducir que debieron huir porque
sobre ellas pesa de modo permanente la amenaza de
violación dentro de sus familias, que sigue a violencia
física, control y desprecio. Nadie puede decir: «me tuve
que ir de Ecuador porque mi primo, que ya me ha golpeado, me amenaza con violarme para disciplinarme».
Y sin embargo, es necesario huir.
¿Qué dice la encuesta INEC del 2011 sobre Cañar? Son
datos escalofriantes que no podemos percibir si no atendemos las realidades rurales, campesinas, indígenas de las
Historias de desobediencia
216
La vida en movimiento
niñas y las mujeres en el país. La encuesta dice que: 67,8%
de las niñas y mujeres han sufrido un tipo de violencia,
dato mayor al promedio nacional; 52,9% de jóvenes o mujeres en secundaria ha sufrido y sufre violencia, es decir,
más de la mitad de adolescentes están expuestas a probable violación y maternidad forzada, en entornos donde
estudiar ya es bastante difícil sin estructura familiar, con
situaciones en las que no da la vida para priorizar la educación ni el cuidado. Serán las jóvenes quienes cuiden a
los abuelos, la tierra, a sus hermanos menores. Serán ellas
quienes vivirán, probablemente, la maternidad forzada
como un destino colectivo en donde la misma pobreza no
da tiempo para intentar romper las cadenas de violencia.
Al mismo tiempo, siempre habrá una Elvia con la claridad
de que ese no es su destino. Por eso hay que escuchar su
denuncia y su desesperación, que se expresa en el acto valiente y extremo de escapar.
Lo más alarmante, si esto último no fuera suficiente: según
INEC, la violencia de género por parte de parejas y exparejas contra las mujeres se eleva en Cañar al 79%. Es decir,
ocho de cada diez mujeres han sufrido y sufren violencia
de parejas y exparejas. En cuanto al abuso sexual, según la
misma encuesta, 49,1% de las mujeres que sufrieron abuso
sexual antes de los 18 años sufrieron dicho abuso por parte de su padre, hermano, padrastro u otro familiar. Casi
la mitad de las mujeres están expuestas a violación de sus
familiares y de personas cercanas. En la votación del 17
de septiembre de 2019, la Asamblea Nacional de Ecuador,
al votar en contra del aborto por violación, eligió también
pasar esto por alto: impedir la reforma impidió tipificar la
violación incestuosa. Sí, el poder legislativo ecuatoriano
eligió perpetuar la violación impune de padres, hermanos, tíos, abuelos. La familia ante todo.
Historias de desobediencia
217
La vida en movimiento
Elvia sabe todo esto. Como ella, muchas jóvenes y mujeres en Cañar saben que la violencia no es destino, ser
mujer no puede ser sólo esto.
Su claridad es mucho más que lo que ven legisladores, la
iglesia y el Estado. Un día, Elvia decide irse de Cañar y
llegar, contra todo, a Estados Unidos. Siente que quizás
allá no la siga la mano mortal de su primo, sus amenazas;
el acoso permanente de compañeros de colegio organizados en grupos que buscan presenciar violaciones en el
día para divertirse. Elvia sabe que tiene que irse, porque
volver a Cañar será morir.
La historia de Elvia afirma su voluntad enorme por romper con los círculos de violencia, los ha identificado, sabe
que la violación y la maternidad forzada no deben ser
su destino. Como para miles de jóvenes migrantes ecuatorianas, para Elvia volver a Cañar sería resignarse a
cercos de violencia que se levantan ante ella, a pesar de
su claridad y a pesar de su valentía. Toda esa valentía
no ha podido ponerla a salvo ni permitirle proteger a
su pequeña hermana. Romper un círculo de violencia es
romper lazos, cuestionar a la familia entera, defender la
vida propia contra la vida de la comunidad. Y, muchas
veces, no poder volver. No poder abortar. No poder escapar. No poder. Pero no dejar de intentar.
La migración de las mujeres ecuatorianas por violencia de
género, violencia sexual intrafamiliar, violencia sexual de
pandillas, temor a la maternidad forzada, tan ineludible,
da cuenta de la gravedad de las decisiones tomadas en
la Asamblea Nacional el 17 de septiembre pasado. Aquí,
hay mujeres que tienen que huir para salvar su integridad.
El aborto por violación no es un problema abstracto, es
Historias de desobediencia
218
La vida en movimiento
un problema tan concreto como este, que puede cambiar
destinos individuales y destinos colectivos para las niñas
y las mujeres, o que pueda condenarlas, condenarnos, a
tener que huir. Ecuador, hoy, es esto.
*Elvia es un nombre protegido
27 09 19, Corredores migratorios
Historias de desobediencia
219
La vida en movimiento
La iglesia,
esa propiedad privada
Sobre el pedido de asilo de un grupo de familias refugiadas colombianas en la iglesia de Santa Teresita, Quito
Empezamos a acompañar a un colectivo de familias refugiadas colombianas a mediados de junio de 2018. Son
familias perseguidas, con amenazas de muerte que han
denunciado ante la Fiscalía General del Estado en Ecuador. Las conocimos durante una visita a las afueras de
ACNUR, en la ciudad de Quito, sector calle Whymper.
Allí, las familias habían instalado un campamento de
protesta porque consideraban vulnerados sus derechos.
Lo vimos una noche y regresamos para saber qué pasaba,
con la preocupación de ver un campamento precario en
medio de un barrio residencial de Quito, temiendo que
sus residentes quisieran desalojar a las familias o denunciarlas, pues la vigilancia policial se ha interiorizado crecientemente en la ciudadanía: todos llevamos un robusto
policía dentro de nosotros. Era alrededor del 10 de junio.
Eran más de cien personas organizadas para demandar
reasentamiento, protección internacional y un tratamiento digno por parte del Estado ecuatoriano, ACNUR y los
actores sociales a cargo de movilidad humana.
En Corredores Migratorios, registramos nuestro proceso
con este colectivo en seis trabajos del año 2019 que se hallan publicados en nuestro portal. Desalojos continuos,
de viviendas, de albergues, de la misma calle. En un momento dado, nos vemos, de nuevo, ante la posibilidad de
que queden en la calle una vez más. Al tener que salir
de albergues del Municipio de Quito, toman una iglesia:
Santa Teresita. Allí es donde les deja el bus que toman
Historias de desobediencia
220
La vida en movimiento
esa mañana, tras un desalojo más. Esa es la razón, juntada al cansancio, y que los niños tienen hambre, que no
pueden más. Así que allí entran la tarde del viernes 2 de
agosto. Yo llego tan pronto como puedo y me sumo al pedido de solidaridad dentro de la iglesia, que ya ha cerrado
las puertas, por el miedo: nadie me lo cuenta, lo veo. Veo
que nuestros miedos son muy distintos. El de la iglesia:
del extranjero, de que sean mayoría afrodescendiente, de
que estén desesperados. El nuestro: que una vez más sean
desalojados, que sigan con hambre, que no encuentren un
lugar para esa noche y las que vienen. El de las familias: el
desamparo creciente, el abandono de dos Estados.
Una vez dentro de la iglesia, nos contamos por seguridad: 12 mujeres, 11 hombres, 12 niños, 8 niñas. Somos
44 personas. Hemos tomado el hábito de contarnos por
si la policía separa familias o dispersa al colectivo con
brutalidad. Nos amenazan con sacarnos, la policía metropolitana ya está presente, y han pedido también
antimotines. Pedimos que se escuche a las familias tras
largos momentos de incertidumbre. Cada familia ha ingresado a la iglesia pensando en buscar amparo, con
las pertenencias que les quedan y con todo su cansancio, pero también con determinación. Es una medida
desesperada: no tienen alojamiento, respuestas con soluciones duraderas a su estado, ni seguridad de que
podrán seguir con vida: son personas amenazadas de
muerte desde Colombia, por eso huyen. La toma es un
acto que resulta del agotamiento de todos los medios para
preservar la vida propia, cuando nada más ha funcionado, cuando ha habido abandono del Estado ecuatoriano,
de ACNUR, de organizaciones no gubernamentales, de
actores eclesiales que asisten en movilidad humana.
Historias de desobediencia
221
La vida en movimiento
Pensamos, equivocadamente, que hemos llegado a un
lugar de protección. Por fin, tras una larga espera, nos
permiten acercarnos al altar mayor desde las bancas de
las últimas filas, en donde nos hemos concentrado. Allí,
escoltados, se hallan el párroco de la iglesia, el sacerdote colombiano Fredy Garzón Flórez y el procurador de la
misma, que se niega a decirnos su nombre. Nos acompaña
uno de los policías antimotines que ya se han desplegado
dentro de la iglesia, en una escena que resulta realmente
difícil de creer: alrededor de veinte policías antimotines se
hallan dentro de una iglesia por pedido de las autoridades
de esa misma iglesia, resguardándola. «Con ecuatorianas
no hablo», me dice el párroco Garzón Flórez cuando me
presento junto a Ingrid, representante de las familias, con
un gesto de desprecio: su mano en mi cara. Está bastante
alterado, igual que el procurador, cuando nos confirman
una vez más esto, que nos cuesta creer:
«La iglesia no es para dar abrigo a los desposeídos,
no da abrigo a nadie ni es nuestro problema. Esto
es una propiedad privada que ustedes están invadiendo y no es asunto nuestro que tengan que irse
a la calle. Esto no es problema de la iglesia y ustedes, cristianamente, deben salir de aquí. »
Ingrid no renuncia a su dignidad en ningún momento
y, para que entiendan quiénes son, le da su propio testimonio de tortura y secuestro. Es una sobreviviente. «Tú
que has vivido violencia sabes que no debes ser violenta, y ustedes ocuparon el templo de manera violenta»,
le responde el párroco Fredy Garzón a una mujer que
ha sobrevivido al asesinato por azar. Suponemos, por lo
que dice el párroco, que ser torturada y secuestrada es
exactamente lo mismo que pedir ayuda en una iglesia
y entrar a ella para hacerlo.
Historias de desobediencia
222
La vida en movimiento
Le explicamos que las familias son acompañadas hace
semanas por periodistas, sociedad civil organizada y personas defensoras de derechos humanos, que damos fe de
su situación de grave riesgo. «No creo en quienes defienden derechos humanos, pero eso sí, amo a los negros. Los
defensores de derechos humanos son lo peor de lo peor,
solo buscan figurar, son basura», dice Fredy Garzón mientras se burla de nuestro trabajo, pues hemos convocado
a personas expertas en movilidad humana y refugio que
trabajan desde las universidades y organizaciones para
evitar que echen a la gente a la calle lanzándole gas lacrimógeno dentro de la iglesia. Esas personas también
se hallan al interior de la nave mayor, testigos del hecho.
«Amo a los negros» resuena en toda la iglesia.
Fredy Garzón es colombiano, «ama a los negros», pero
defiende la propiedad privada en que trabaja y varias
veces le pide a la policía acudir al gas, en interiores, con
niñas y niños presentes, de ser necesario. Por otro lado,
racializar a gente ya discriminada en nombre del amor
resulta, cuando menos, irónico: no te ayudaré jamás,
aunque estuviera en mis manos, y acudiré al uso de la
brutalidad policial para resguardar la casa de dios, pero
te amo. ¿Qué clase de amor racista es este que profesa
Fredy Garzón dentro de la nave mayor de Santa Teresita, llena de policías antimotines?
Seguimos en la iglesia. En un momento dado, el párroco
Garzón decide tomar el micrófono desde el altar mayor
que, entiendo, es un lugar sagrado: representa a Cristo, es lugar de sacrificio y de presencia eucarística. Sé
también que durante las persecuciones a católicos se
portaban altares móviles de madera para poder instalarlos en donde pudieran recibir alojamiento las
personas perseguidas. Irónicamente, este altar parece no
Historias de desobediencia
223
La vida en movimiento
tener memoria de que en su pasado también está inscrito el desplazamiento forzado. Desde ese lugar sagrado,
el párroco le habla a las familias refugiadas:
«Autorizo a la policía a hacer uso de toda la fuerza
necesaria, que es legítima. Con pena en el alma,
vamos a usar el poder de la fuerza pública.»
Sus palabras llegan hasta las bancas donde nos sentamos
y atraviesan los cuerpos de los policías antimotines que
se enfilan a mitad de la nave mayor. Atraviesan, sobre
todo, los cuerpos de las niñas, los niños, las mujeres y los
hombres ya rotos por el cansancio que jamás imaginaron esto. La escena es escalofriante: policías antimotines
recibiendo desde un altar órdenes de violentar a mujeres, hombres, bebés, que se encuentran en una situación
límite. De entre los policías, algunos se muestran sorprendidos, perturbados por la orden que viene del
altar, y empiezan a mostrarse algo menos hostiles que el
párroco. Esa virulencia golpea duramente a quienes tienen fe, al colectivo, que ha entrado confiando en que la
iglesia les dará amparo porque allí se encuentra una presencia protectora, o eso pensaban. Todas las familias del
colectivo son creyentes, por eso van a pedir solidaridad
en una iglesia, que debería ser su santuario.
Ante la perturbadora escena y estas palabras que viajan
por la nave de la iglesia hasta nosotros, la turbación. El
sacerdote y el procurador no dejan de usar este argumento tan previsible del manual del odio contra personas
migrantes y refugiadas: «Llévenselos a su casa. ¿Por qué
no están en su casa y vienen aquí?». Ingrid, con contundencia, les dice desde su fe: «Porque esta no es su casa,
es la casa de dios, y venimos a buscar su ayuda nosotros,
los desposeídos». Yo, en cambio, pienso en lo lamentaHistorias de desobediencia
224
La vida en movimiento
ble de este reproche y hallo respuesta en Malik Gueye,
activista senegalés del sindicato de manteros en España:
Es absurdo… No queremos ir a casa de nadie, no somos víctimas. A ver cuándo empiezan a hablar de los migrantes como
sujetos de derechos y no como alguien que necesita ser ayudado.
Este artículo que la periodista española Gabriela Sánchez publica en @eldiarioes recoge respuestas ante el
reproche xenófobo del «llévatelos a tu casa»: las personas
que migran y que deben huir de su tierra no quieren ir
a mi casa ni a la tuya, quieren construir una con sus manos; no son desvalidas, necesitan trabajar y ser tratadas
con la dignidad que merece un sujeto pleno de derechos,
que quiere su propia casa y su propio trabajo. A la vez,
son responsabilidad del Estado, que tiene presupuestos
y obligación de administrar la migración, el refugio y
la vulnerabilidad específica de las personas refugiadas
perseguidas por la guerra colombiana. La solidaridad y
claridad política de la sociedad civil organizada hacen el
trabajo de responder a la xenofobia y disputarle sentidos
y narrativas al fascismo, crear alianzas, pero es responsabilidad del Estado responder a la movilidad humana
y dejarla de presentar como un problema.
La toma pacífica de la iglesia es apoyada por personas
defensoras de derechos humanos que se reúnen con
el párroco y el procurador, y también están presentes
organizaciones sociales de la iglesia católica más
progresista, solidaria con la migración, así como fotógrafos y otras personas que conocen al colectivo. Javier
Arcentales, abogado de derechos humanos, logra detener en algo la violencia del párroco y el procurador de
la iglesia, que no han dejado de vejar al grupo ni de
insultarnos. Junto con la coherencia del movimiento Fe
Historias de desobediencia
225
La vida en movimiento
y Alegría, se permite que las familias se trasladen a un
lugar seguro gestionado por esa organización, movida
por un «deseo de transformación que reacciona ante la
injusticia», como dice su misión. La iglesia que convoca
a policías antimotines, pide gas lacrimógeno desde un
altar y hace oda de la propiedad privada no es la única
iglesia que existe, afortunadamente. Un abismo se abre
esa tarde entre Santa Teresita, considerada propiedad
privada «que nada tiene que ver con el amparo», como
dicen su párroco y su procurador, y la iglesia solidaria.
Este acto de coherencia de las personas defensoras y
de Fe y Alegría, a la vez, da cuenta de algo: del silencio del Estado y del determinismo tecnocrático de los
organismos encargados de refugio. Todo señala que no
hay lugar para estas familias en Ecuador, aunque deban
quedarse un tiempo y luego seguir su camino, pues la
guerra colombiana, de la que entendemos tan poco, les
persigue hasta acá, en donde no hay lugar. «Hemos agotado todas las instancias. Nunca hemos querido estar
en la calle ni tomarnos nada, hemos hablado con todos:
presidencia, Cancillería, ACNUR, Municipio…». Lo comprobamos en el proceso colectivo de acompañamiento y
vemos la infinidad de documentos que tienen con pedidos
de cita, denuncias, gestión de su propia indefensión. Incluso posibilidades de vivienda temporal en comunidades
que pensamos solidarias se hacen imposibles cuando el
desconocimiento y el odio racista pueden más que la
hospitalidad. Ni arriendos, ni proyectos, ni trabajo con
extranjeros. De los organismos, no percibimos más que soluciones económicas, resultados cuantificables, dádivas,
en definitiva, para personas que han sufrido violación,
secuestro, tortura, persecución y amenazas de muerte en
Ecuador que han sido denunciadas ante Fiscalía.
Historias de desobediencia
226
La vida en movimiento
Durante lo que restaba de 2019, una parte de las familias organizadas en colectivo se fue de Ecuador por una
ruta altamente peligrosa que les expuso a la muerte. No
porque quisieran: porque no tuvieron opción. Debieron
renunciar a su status de refugio y tomar caminos desesperados. Todo esto ilustra el colapso del sistema de
reasentamiento, la pobreza e inoperancia de las políticas migratorias, la escasa capacidad de responder fuera
de un manual técnico, cuando estas personas han sufrido una grave vulneración de derechos y un daño grave
ocasionado por esta cadena de maltratos que hace visible el riesgo en que pueden hallarse miles de personas
refugiadas en Ecuador. No, no vinieron porque quisieron, no son «conflictivas» ni «lobos» ni «un problema»,
como le han llamado los mismos organismos encargados de movilidad humana y refugio. Sus derechos deben
ser restituidos, su vida debe ser protegida, y nuestras
sociedades deben empezar a entenderlo: la movilidad,
el desplazamiento, el refugio, no son «algo que le pasa
a los otros», están aquí, en nuestra proximidad, forman
parte de nuestras vidas. La organización de estas familias y su determinación dicen de un sistema que ya
no protege la vida, sino que busca administrarla de la
manera más tecnocrática posible a fin de que no obstaculice la llamada soberanía nacional, la seguridad
pública ni la estabilidad, formas varias de denominar,
hoy, la violencia legal de los Estados.
En agosto de 2019, ACNUR seguía vallado para verse a
salvo de nuevas protestas. Un organismo que debe trabajar contra las fronteras levantó las suyas propias en una
calle de Quito. No sabemos cuál del sermón que dio Fredy
Garzón luego de estos actos. Si habló de amor o de solidaridad con el prójimo...
17 09 20, Corredores Migratorios
Historias de desobediencia
227
La vida en movimiento
La noche más larga
Sobre la protesta pacífica del colectivo de personas
refugiadas en Cancillería
Sábado 31 de agosto de 2019. Exteriores de Cancillería, calle Carrión y avenida 10 de Agosto. Una parte
del colectivo de personas colombianas refugiadas ha
partido ya, obligadas decenas de ellas a renunciar a
su estatus de refugio al abandonar Ecuador. Quienes
quedan ya no hallan alternativas. Desde junio de 2019
han solicitado que se escuchen sus necesidades y demandas. Mucha gente quiere reasentarse lejos, otras
personas quisieran ser reubicadas en Ecuador, en ciudades o comunidades retiradas, en donde puedan
trabajar. Esto no sucede. El grupo es expulsado del campamento que habían instalado fuera de ACNUR con un
violento operativo policial. HIAS, agencia ejecutora de
políticas de ACNUR, ubica a las familias en moteles
en extremos de la ciudad que resultan inseguros, donde una niña del colectivo sufre una agresión sexual.
En esos mismos moteles, los expedientes de mujeres
que han sufrido tortura y violación, de hombres que
han pasado violencias inenarrables, son leídos por personal de limpieza de allí, exponiéndoles gravemente.
HIAS solo pagará estos lugares por unos días. La Junta de Protección de Derechos de Quito gestiona cinco
albergues en la ciudad en donde se ubica a las familias. Pueden descansar un poco mientras se recuperan.
Luego, intentan pedir refugio en la iglesia de Santa
Teresita, de donde se les expulsa con policía, convocada por el párroco y el procurador del templo, quienes
llegan a pedir que suelten gas dentro de la iglesia. Las
Historias de desobediencia
228
La vida en movimiento
familias pasan a un establecimiento educativo de Fe y
Alegría, gracias a la coherencia de quienes integran el
proyecto. Pero llegan las clases y la escuela debe habilitarse. El día 31 de agosto, de nuevo sin techo. La última
opción: protestar en Cancillería.
Les quedan sus colchones, ollas, maletas, lo que han logrado llevar de lugar en lugar, dentro de un país que les
cierra puertas una tras otra. Son personas sin techo, heridas
por el racismo y por la imposibilidad de hacerse una vida
en alguna parte. Ese sábado por la tarde, acompañamos
la acción que han decidido realizar: una protesta pacífica
afuera de Cancillería. Somos unas cuarenta personas, a la
espera de que alguien escuche al colectivo. Llaman a una
rueda de prensa a la que acuden varios medios. Sus demandas: que se escuche su verdad. Nos comunicamos con
funcionarios de Cancillería. Para esto, la tensión ha ido subiendo. Vemos apostadas afuera fuerzas policiales, llegan
a ser unos 40. También vemos policía metropolitana.
Hacia las cinco de la tarde, logramos que acudan a Cancillería dos de las personas que allí trabajan para sostener
una reunión entre el colectivo y dos representantes del
Ministerio de Relaciones Exteriores y Movilidad Humana. Corredores Migratorios acompañará este encuentro, que
inicia con un círculo de policías rodeándonos. Se pide que
se conforme una comisión de mujeres, pues se necesita
escuchar a alguien que no sean los voceros usuales. Estamos en la calle esperando, creemos, que nos asignen un
lugar. De pronto, nos damos cuenta de que el lugar que
nos han asignado para la reunión es la misma calle. En ese
círculo que se forma súbitamente donde nos rodean unos
diez policías, dos o tres de ellos activan grabadoras, gestos... Esa es la indignidad con que tratan a estas mujeres.
Historias de desobediencia
229
La vida en movimiento
Los fines de semana, es imposible entrar, nos dicen ante
nuestro reclamo. Nos llevan al jardín de Cancillería y nos
sentamos en el suelo. Una de las mujeres de la comisión
ya ha identificado a una policía vestida de civil que había
ido al campamento de ACNUR y a un alto funcionario de
la policía de quien ya habían recibido amenazas, nos dice
y se lo dice a ellos frontalmente. Así que nos reunimos vigiladas por la policía, en el suelo.
Algunos «argumentos» que escuchamos de los funcionarios que nos reciben nos dejan pasmadas. Las cuatro
mujeres denuncian que son perseguidas desde Colombia
y que se hallan en riesgo de muerte, pueden ser asesinadas. El funcionario que les responde se llama Hernán
Yánez. Les dice: «Todos estamos en peligro, con la inseguridad que vivimos, nos puede pasar cualquier cosa».
La forma en que ignora el riesgo específico de 1) ciudadanas refugiadas; 2) perseguidas; 3) colombianas; 4) con
violencias acumuladas en el cuerpo que van desde la
tortura hasta la violación; la forma en que se compara
con ellas, nos deja sin palabras por unos segundos. Con
la misma dignidad con que las hemos visto luchar, las
mujeres le explican la diferencia entre un ciudadano con
derechos que vive libremente en su país y una persona
desplazada considerada de segunda clase, expulsada de
su país por la violencia, e imposibilitada de ejercer sus
derechos en Ecuador. Él no lo ve. Lo que quiere decir
que el Estado no lo ve, que no sabe reconocer ni siquiera
las circunstancias básicas de la vida que convierten a una
ciudadana en una mujer desplazada por la violencia.
Sentado en el suelo de modo casual, un funcionario de
Relaciones Exteriores es capaz de decirles en su cara a cuatro mujeres que han debido huir de la guerra que su vida
corre el mismo riesgo que ellas.
Historias de desobediencia
230
La vida en movimiento
Cuando denuncian el racismo que viven, la funcionaria
que ha facilitado la reunión, María Fernanda, les cuenta que su esposo es afrodescendiente, que ella también
«sabe lo que es eso». Es decir, a cada testimonio con que
las mujeres intentan sensibilizar a estas personas y explicarles la gravedad de su situación, la respuesta es la
autorreferencialidad de los funcionarios: «sabemos, a
nosotros también nos pasa», como si todos viviéramos
el mismo riesgo de personas perseguidas por una guerra que ha durado décadas. No hay conocimiento sobre
el refugio, no saben explicarnos nada más que lo que
dicen los manuales, no hay diálogo. Hay respuestas prefabricadas y formulaicas, de manual. Cuánta apertura
demanda escuchar al otro, desmovilizar las frases prefabricadas que tenemos en la punta de la lengua para
defendernos o defender al Estado, o un poder, o a un
amo. Qué imposible le resulta hoy al Estado, encarnado
en sus funcionarios, salir de manuales que ha elaborado para dejar de escuchar y reducir a las personas en
los formularios que llenan.
Formularios que marcan hechos violentos, denuncias en
Colombia y Ecuador ante fiscalías y oficinas de supuesta
protección donde se denuncian persecuciones, violaciones, amenazas de muerte, panfletos… Reducir la vida y
el testimonio a una casilla. En El coronel no tiene quien le
escriba, el abogado y el coronel discutían durante horas
sobre los procesos de la indolencia. Los laberintos del sistema de justicia, del sistema de pensiones, la incuria con
que los funcionarios ven engordar los archivos que guardan la vida de las personas...
[...] esos documentos han pasado por miles y miles de
manos en miles y miles de oficinas hasta llegar a quién
sabe qué departamentos del ministerio de guerra.
Historias de desobediencia
231
La vida en movimiento
—Unos documentos de esa índole no pueden pasar
inadvertidos para ningún funcionario —dijo el coronel.
—Pero en los últimos quince años han cambiado muchas
veces los funcionarios —precisó el abogado—. Piense usted que ha habido siete presidentes y que cada presidente
cambió por lo menos diez veces su gabinete y que cada
ministro cambió sus empleados por lo menos cien veces.
—Pero nadie pudo llevarse los documentos para su
casa —dijo el coronel—. Cada nuevo funcionario debió
encontrarlos en su sitio.
El abogado se desesperó.
—Además, si esos papeles salen ahora del ministerio tendrán que someterse a un nuevo turno para el escalafón.
—No importa —dijo el coronel.
—Será cuestión de siglos.
Será cuestión de siglos, pensábamos. Dar testimonio, exponer la vida propia ante el Estado, defender la palabra
de quien ha vivido todas las violencias. Y la respuesta:
«A todos nos puede pasar, hay mucha inseguridad». La reunión en Cancillería se extendía de modo inútil, como si
esos documentos que habían pasado por miles de manos no hubieran sido leídos nunca, por nadie. Como si
no hubiera ningún conocimiento capaz de humanizar
los formularios para devolverles valor y proteger la vida
de quienes los habían llenado de su puño y letra con la
esperanza de no morir en Ecuador.
En un momento dado, dos de las mujeres del colectivo
deciden cortar la reunión: no han sido escuchadas, no se
valora su verdad, se sienten violentadas, revictimizadas,
al tener que explicar lo más elemental y aún así no ser entendidas. Una de las mujeres de la comisión reconoce de
nuevo e increpa a los dos policías que nos vigilan: el alto
funcionario y la policía vestida de civil. Denuncia fronHistorias de desobediencia
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La vida en movimiento
talmente las amenazas, los insultos racistas, las patadas
y maltratos que han recibido antes, en el campamento de
ACNUR, por parte de esas mismas personas, dice. Está
anocheciendo. La reunión con Cancillería no ha servido
sino para revictimizar a estas personas, apostadas con sus
hijas e hijos pequeños afuera. Hace frío. Viene la violencia.
Mientras nos acercamos a la puerta de salida, escuchamos ya la represión: mientras estábamos dentro del
jardín, en el suelo, la policía ya carga contra la gente. Los
municipales se encargan de tirar todas sus pertenencias
dentro de una camioneta. La policía especial y decenas de
elementos UMO ya están lanzando gases y haciendo un
ruido infernal. Da terror dar un paso hacia afuera del jardín
de Cancillería. Hay poca luz, salimos juntas y en cuestión
de un segundo nos desbanda la policía.
Apenas salgo, veo a tres o cuatro de los niños más
pequeños corriendo desesperados y solos. Los agarramos como podemos. Siento la mano de hierro de un
policía en mi brazo izquierdo. «¡Lárgate de aquí si no
quieres terminar mal!». Me lanza al suelo. Eso hacen con
la «reunión» y el «diálogo» con el Estado. Relato esto en
primera persona como testigo de un operativo policial
contra niñas, niños, mujeres, personas de la tercera edad
en estado de indefensión que debían ser protegidas por
el Estado y que ahora están recibiendo toletazos, amenazas con armas, humillaciones. Una reunión a la que
Cancillería accede y que nosotros acompañamos como
sociedad civil se convierte en un operativo de represión.
Salimos como podemos con los cuatro niños lejos de las
bombas y el gas. Pierden un zapato, lloran. Una escuadra
de ocho a diez elementos se ha apostado en cada esquina de varias cuadras a la redonda. Tenemos que correr
en varias direcciones. Llega personal de DINAPEN. Les
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233
La vida en movimiento
explico que hay más de quince niños expuestos. Intentan hacer algo, pero el operativo ya está en marcha, los
UMO avanzan en cada esquina del barrio. Hay madres
en shock, que han perdido a sus hijos en la desbandada. Logramos ir avanzando hacia la plaza Borja Yerovi.
Allí iremos dejando a los niños que vayamos encontrando, a salvo con José, uno de los hombres del colectivo
que se hace un lugar para protegerlos de la policía. Corren por las calles de La Mariscal niños de cinco, seis
años, sin saber qué sucede, con un terror en el cuerpo
que no se irá por años.
Frente a Cancillería, ya han dejado inconsciente a Carlos,
uno de los jóvenes. Debemos esperar por la ambulancia
por más de veinte minutos. El alto funcionario de la policía pasea por allí, satisfecho, parece, por el buen desarrollo
del operativo policial. Al joven que ha caído inconsciente
lo acompaña un miembro de Atopia, que cuida su cuerpo
para que no sea pisado por la policía. Su esposa lo busca
desesperada. En la turbación entre el gas, el ruido infernal
y las decenas de policías que atacan, cree que ha muerto.
Vemos cómo derriban a toletazos a Johanna, una de las
mujeres. Sin control. Le pegan en la cabeza. Su esposo
es perseguido por unos cinco policías, debe saltar un
muro y caer duramente para ponerse a salvo. La policía
está ensañada. Un grupo de hombres del colectivo sale
a hacerles frente, tememos lo peor. Quieren sus cosas,
defenderse, no tienen colchones donde quedarse, están
rotos del miedo y de la indignación por el maltrato denigrante que están sufriendo.
La rabia de todos esos meses explota: el racismo, el desprecio, la pobreza, la locura de la huida, todo se junta esa
noche. Duele verlos derrotados, golpeadas a ellas, a nuestro amigo inconsciente en el suelo.
Historias de desobediencia
234
La vida en movimiento
Duele ver a los niños corriendo solos por la noche
pidiendo ayuda. Duele ver a decenas de policías insultando y mostrando su racismo contra personas a las que
este país tenía que haberlos protegido, no despreciarlos
de un modo tan vergonzoso.
La persecución, las bombas, los golpes, duran unas dos
horas. En la Avenida Amazonas, se desarrolla una maratón. Vemos que hay mejor iluminación en la calle así que
salimos allí para juntarnos de nuevo. Logramos llegar al
parque Gral. Julio Andrade hacia las ocho o nueve de la
noche. Qué ironía, nos vemos cerca de los 35 monumentos
de cristal en conmemoración a las víctimas de violencia
de los años ochenta. El pasado se encuentra con un presente herido. Por largo tiempo guardaremos en nuestra
memoria el modo desesperado en que las mujeres, los niños y algunos hombres del colectivo vinieron corriendo
por la calle Gil Ramírez Dávalos huyendo de decenas de
policías, con el rostro desfigurado por el miedo.
En medio de todo, aparece una compañera con pan para
darnos. Aún no logramos hablar, no sabemos quién falta
y el parque está oscuro. No distinguimos entre las esculturas, las personas y los policías, toda silueta es confusa.
Ella reparte el pan y nos da calma. En uno de los montículos del parque, las palabras empiezan a salir poco a
poco. Hay que encontrar, una vez más, un lugar para pasar la noche. Ni siquiera hay tiempo para sentir el dolor
de los toletazos en el cuerpo, ver si hay golpes graves,
calmar a los niños. La policía sigue vigilando el parque
desde una camioneta sin placas.
Esa noche, el golpe ha sido muy duro, ha dejado una
herida profunda. Unas familias van a ver si pueden pasar la noche en El Ejido, otras buscan albergue de gente
Historias de desobediencia
235
La vida en movimiento
solidaria, otras quedan desorientadas. Al final de la noche, aparecen lugares seguros. Y así, noche a noche, mientras sus pertenencias, abrigo y documentos son llevados a
una bodega del Municipio de Quito. Nos tomará más de
una semana recuperar sus cosas, que han sido tiradas sin
respeto, amontonadas como despojos de otra guerra.
Lo que sigue a estos días es un fracaso. El Estado ha fracasado, las ONG involucradas en refugio no han sido
capaces de hallar una solución duradera, la solidaridad
es difícil de sostener. Meses de pedir que se escuche las
realidades, los miedos, las contradicciones mismas de
esta pequeña comunidad que ha resistido hambre, racismo, vida en la calle, persecución y maltrato institucional. Fracasa la sociedad, que no es capaz de convivir
con otros; fracasa el sistema de refugio, que no ha sabido
proteger a la niña que sufrió una agresión sexual de un
hombre que se aprestaba a violarla en los moteles asignados por HIAS; fracasa y violenta el Estado, que dejó
moretones, problemas respiratorios, terror instalado en
el cuerpo de las niñas, de los niños que corrían esa noche sin rumbo. Ellos no son víctimas. Son sobrevivientes
luchando por vivir con dignidad. Y esa dignidad debía
ser acompañada, reforzada. Lo menos que podemos esperar después de haber visto esto ante nuestros ojos, es
una reparación para las personas refugiadas. No repetir estos actos, no humillar a quien busca protección, no
denigrar personas cuando se tiene poder. Restituirles derechos a quienes los ven vulnerados. Y para eso,
mirarnos, mirarnos como sociedad, mirar al Estado e
interpelarlo. Para poder volver a mirar a las personas
refugiadas sin la vergüenza de haberlas denigrado.
12 10 2020, Corredores Migratorios
Historias de desobediencia
236
La vida en movimiento
El agua del presente
Sobre la Primera Asamblea Latinoamericana
de Personas en Movimiento
Para sobrevivir en la frontera
debes vivir sin fronteras
ser un cruce de caminos.
Gloria Anzaldúa
La migración es como el agua, dicen hace décadas las luchas migrantes. El agua agrieta las rocas, halla canales,
abre orificios. Pero ya no son solo gotas ni filtraciones. Las
migraciones son como el agua del presente. Así como la
búsqueda de vida en otros planetas depende de la presencia del agua, en este planeta las formas de vida aún posibles dependen, en gran medida, del movimiento. «Todos
migramos: mexicanos, centroamericanos, colombianos»,
dice Alex Padilla, artesano garífuna de Honduras asilado en México, durante la Primera Asamblea Latinoamericana de Personas en Movimiento. Tenemos el privilegio
de presenciarla el 15 de mayo de 2021 desde un espacio
transnacional en Youtube abierto por el proyecto (In)Movilidad en las Américas y covid-19 para juntar experiencias,
voces y derechos migrantes de América Latina.
Estas aguas hablan. Las personas en movimiento nos
señalan hoy las corrientes del mundo al emprender sus
recorridos entre la libertad y el apremio; entre cercos
dispuestos en forma de muros fronterizos, cuerpos policiales, zonas de desamparo y rutas alternas forjadas
Historias de desobediencia
237
La vida en movimiento
por su persistencia, hechas de extorsión y trata y de solidaridad y formación de comunidades fugaces, pero
indelebles. «Nosotras somos expulsadas por violencias y
por la economía, también las españolas. Nos juntamos en
el feminismo de aquí y de allá. En España tomamos aprendizajes de América Latina y el Caribe. Saber las historias
del otro lado nos ayuda a sostenernos», cuenta Gladys,
del poderoso colectivo mestizo Territorio Doméstico, que
une a empleadas del hogar y cuidadoras para reivindicar
reorganización social de los cuidados. Marga, de Ecuador, suma: «Somos madres, abuelas, migramos y aquí
estamos». La ecuatoriana es la comunidad americana más
numerosa en España y allí han migrado más mujeres que
hombres. Más madres separadas de sus hijos y nietos,
más trabajadoras que cuidan a abuelos y niños en España
mientras renuncian al cuidado de sus propias familias.
Imaginemos un mapa con desplazamientos simultáneos
de los 281 millones de personas en movimiento en el
mundo: migrantes, refugiadas, deportadas, retornadas.
Pensemos en las múltiples direcciones en que se mueven. Los barcos colmados de voluntades que llegan a las
costas del Mediterráneo; las caravanas migrantes de Centroamérica rumbo al Norte; los grupos de caminantes de
Venezuela que cruzan Colombia, Ecuador, Perú, Chile,
con la fuerza de sus rodillas, hombros y pies; los vuelos
chárter de Haití; las migraciones por tragedias climáticas; los aviones de la vergüenza de países que expulsan
masivamente; los desplazamientos forzados por guerra,
por ampliación de fronteras extractivas, por pobreza,
por expolio, por persecución, por violencia sexual. Cada
una de estos 281 millones de personas está afirmando su
deseo de vivir por sobre su miedo de desplazarse.
Historias de desobediencia
238
La vida en movimiento
«Tenemos derecho de estar en donde está nuestro
corazón», dice Ana Laura López, migranta fundadora de
Deportados Unidos México, expulsada de Estados Unidos en 2017 con penalidad de 20 años.
No puede volver en dos décadas, a pesar de que dos
de sus cinco hijos viven allá, a pesar de que hizo una vida
del otro lado del muro por más de 15 años, a pesar de.
Una de las luchas más duras de las mujeres deportadas es
la maternidad transnacional, dice Ana Laura. Fue una de
las 240 mil personas deportadas en 2016, al fin de la administración de Barack Obama. Enfrentar la separación
familiar con hijos pequeños que no conocen otro país que
el que sus madres y padres les dan al migrar —Te doy un
país que no es mío para que sea tuyo un día—, renunciar a
la cotidianidad, ver el paso de los años en soledad, dejar
de conocerse, son consecuencias de los gobiernos de las
migraciones. Aun así, no se trata de relatos de victimización. «La palabra migrante se ha masculinizado mucho
a pesar de ser neutra. Con orgullo me llamo migranta.
Millones de mujeres aportamos con trabajo y remesas a
la economía de dos países, nada menos. Es importante
valorar todo lo que nos da la migración y seguir luchando por reunificar a las familias separadas».
Como Ana Laura, Emely, de Honduras, o Marisa, de
Venezuela, dicen en la asamblea que migrar las ha
transformado como mujeres. Se descubren con fuerzas
insospechadas, crecen y se vuelven defensoras de migrantes en los múltiples procesos de politización de la
migración que se dan en el continente y en el mundo. «De
no haber migrado, no habría podido descubrir mis ganas
de aprender, de ayudar, no habrían surgido en mí. A la
Historias de desobediencia
239
La vida en movimiento
vez, parte de nuestros testimonios es preguntar: ¿hasta
cuándo somos vulnerables?», dice Marisa, de Venezuela
en Colombia. ¿Hasta cuándo ser vulnerable mientras se
lucha? Las personas migrantes son sujetos plenos, no se
limitan a ser sujetos humanitarios ni de asistencia a pesar
de que la requieren para preservar su vida. No son solo
víctimas, a pesar de que sufren daños por odio, cerco o
despojo de su identidad. Ejercen su libertad a pesar de los
costos que tiene: deshidratarse en las travesías por el desierto, perder a su familia o dejar de ser quienes son.
Gustavo es esposo de Marisa. Salieron de Venezuela
con dinero cosido a una chaqueta para no perderlo. «No
nos habíamos visto en el espejo por mucho tiempo, y
cuando nos vimos, no nos reconocimos». Miles de caminantes dicen algo similar: «no somos estos, no crea,
con una ducha ya verá, en el camino perdemos hasta la
piel del rostro». Júnior también es de Venezuela, de La
Portuguesa. Contó 90 «alcabalas» para hacer el camino:
extorsión de guardias, policías, policía judicial, otros
actores…hay que pagar a todos. Júnior se volvió para
traer consigo a los hijos de Jennifer, su compañera. Sí,
un espacio asambleario es también para dar testimonio.
Para decir en voz alta lo que nadie ha nombrado. Para
condolerse y reconocerse.
Para decir «somos» y hacer colectivo aquello que parece
soledad. Eso es lo que dice Iris, de Territorio Doméstico,
y de Honduras en España: «Estar en un colectivo da la
posibilidad de aprender, de formarse y ayudar», es decir,
politizarse, ser sujetos políticos plenos.
Queremos una gran vida juntas, dicen las enormes territorias. Gladys y Rafaela, de España; Marga y Sara, de
Ecuador; Flora, de Nicaragua; Iris, de Honduras, hablan
Historias de desobediencia
240
La vida en movimiento
por millones de cuidadoras a cargo de las redes multidireccionales de cuidados en el mundo entero. Son la
madre de El Salvador que encarga a sus hijas con su hermana para irse a Estados Unidos y enviar dinero a su
casa y a su hermano en México. Son mujeres transnacionales, que sostienen sus economías del hogar tanto como
sostienen las economías de sus países: el de origen, el de
tránsito, el de destino, el de retorno, el de huida, el de los
suyos. Los países donde laten sus corazones.
Caminar por semanas o meses salva a la vez que despoja. De duchas, de dientes, de ropa limpia. Pero no de
dignidad: «A mí me marcó mucho no tener identidad
—relata Marisa, quien obtuvo papeles mucho después
de su esposo—. Dependí de él por más de un año, yo no
era nadie. Finalmente, volví a tener un nombre impreso
en mis papeles, volví a ser yo misma, a representarme
a mí misma». Representarse a sí misma. Tener nombre,
techo y rostro. Decir «yo» en voz alta sin tener que esconderla detrás de la garganta.
Wilson Stothart es informático y hacktivista, viene de Honduras. Estuvo preso en México por un año,
4 meses y 20 días. Se formó en prisión para poder defenderse y acreditar su condición de refugio, y ha puesto su
conocimiento informático al servicio de la regularización
de personas, lo que depende mucho de los laberintos digitales del gobierno. «Legalmente, en México tu identificación
nace cuando te inscriben en el sistema de registro de población. Una visa humanitaria, incluso concedida, puede no
estar inscrita si no te das de alta. Nosotros aprendemos, hacemos telarañas, redes, consultamos…» La pedagogía de la
movilidad, la formación propia dentro de los procesos sociales es fundamental para sobrevivir.
Historias de desobediencia
241
La vida en movimiento
Wilson menciona algo que dicen muchas personas a lo largo del continente: la burocracia internacional y sus organismos han perdido cercanía con las personas en movimiento.
Si ACNUR, Médicos Sin Fronteras o la OIM desarrollan proyectos «de escritorio», como dicen, que no pasan
de allí o cuyos fondos se quedan en salarios, «pierden
sintonía con la vida real de los migrantes», demanda la
asamblea. La autonomía de las migraciones constituye
hoy un frente de cuestionamiento social, es decir, es un
frente compuesto por colectivos y personas que existen
mucho más allá del recibimiento pasivo de «ayuda».
«Nuestra condición no se toma en cuenta, qué procesos
llevamos para vivir, nuestra resiliencia, el tiempo que
nos toma aceptar que somos refugiados, desplazados,
todo eso debe reconocerse…» Hoy, dice Wilson, no se
distingue entre quien es delincuente o no para dejarlo
viajar, se distingue entre quien tiene poder económico
para viajar y quién no, algo muy distinto.
La crítica a la extrema desigualdad económica del
movimiento global se ilustra bien en el mapa que Alex
Padilla describe desde México. Cruzó fronteras, ríos y
túneles son su hermana, sus sobrinos pequeños y su
cuñado. «Caminamos más de una semana por pueblos
indígenas solidarios. Pichucalco fue, por ejemplo, un
punto de solidaridad en el camino. También pasamos
por ríos, escuchábamos el sonido de los walkie talkies
gritando “¡ahí están!”, era una cacería. Cruzamos un
pantano a la una de la madrugada… Cuando cruzamos
por los túneles de Orizaba, los huesos de los niños se
encogían del frío…Pero estoy de pie. Tengo seis años en
este país y no voy para ningún lado, yo quiero crecer
aquí». Aunque los huesos de los niños se encojan de frío,
Historias de desobediencia
242
La vida en movimiento
crecen. O tienen mayor probabilidad de crecer en movimiento que en Tornabé, de donde viene Alex, la costa
Norte de Honduras, bellas tierras despojadas por el turismo. Por eso, hay que tomar siete trenes hasta llegar a
México. Hay que vivir secuestros. Hay que pagar para
subir a la Bestia. Hay que conocer los albergues en el
camino. Hay que cruzar pantanos y túneles. Por despojo. «Queremos trabajar, no queremos pedir, necesitamos
derechos y queremos cumplir con obligaciones», porque
eso es ser un sujeto político. Eso es luchar para que, un
día, los huesos dejen de encogerse del frío y alarguen su
sombra bajo soles que no amenacen.
Emely Flores nació en Honduras, hoy vive asilada en
Estados Unidos y también subió a la Bestia. Iba con su
pequeño de tres años. En la frontera de Guatemala y en
la frontera de México sufrió persecución racista y policial. «Escuchar nuestras historias nos da fuerza, me da
fuerza. Yo tuve dificultad para recibir ayuda médica sin
papeles. Me negaban lo básico. Al empezar a defender
a otras personas, me defendía yo misma, y aunque el
miedo me atravesaba la garganta, aprendí a defender
derechos individual y colectivamente. Yo no sería la
mujer que soy ahora si no hubiera pasado por el proceso de migración. Honduras, mi propio país, me negó
mi identidad como hondureña. En mi propio país no
pude trabajar legalmente, a muchas personas se nos niega el derecho desde que nacemos». En México, como
cuenta Ana Laura en calidad de deportada, o en Honduras, como relata Emely, se puede estar despojada de la
identidad propia, sin necesidad de ser de otro lugar.
Pensamos poco en esto —Te doy un país que no es
mío, porque el mío tampoco lo es—. En la imposibilidad de tener papeles si se nace «en conflicto» con las
Historias de desobediencia
243
La vida en movimiento
leyes de identidad, si no se puede tramitar la identidad
propia, si los estados producen apatridia, si la madre es
irregular y no puede inscribir a su bebé en un registro civil
para darle una vida digna.
Leni Álvarez es activista en Otros Dreamers en Acción.
No pensaba serlo, quería ser enfermera, pero un día se
vio violentamente despojada de su identidad. «Nací en
Chiapas. Migré con mi hermanita de ocho meses y mi
mamá. Cruzamos en una alberquita el río Bravo para
encontrarnos con mi papá. Yo me crié pensando que Estados Unidos era un país para migrantes. Pero a los 16
años descubrí que no tenía papeles y tuve que enfrentar
la ilegalidad. Descubrí que ese país no me pertenecía.
Me dijeron que somos la culpa, muchas veces la cargué.
Ahora sé que no soy la culpa, soy el resultado de estos
países fallidos. Soy el resultado de las intervenciones de
estos grandes países en nuestros países».
La asamblea escucha el testimonio de Leni en total silencio. La digna rabia de su voz no cesa: «Somos personas
deportadas y retornadas. Somos multifacetas, tenemos
muchas layers dentro de nuestras propias luchas, fortalecemos nuestro Spanglish. Sabemos quiénes somos, no
por el trauma migratorio, sino a pesar de él».
Como dice Gladys desde Territorio Doméstico: Leni es el
mañana. Su palabra abre caminos. «Soy el resultado de
que México prefiera tenernos indocumentados porque
mandamos las remesas para que el Estado use nuestro
dinero. Hoy, con la emergencia por covid-19, todos saben
lo que es pasar cumpleaños a distancia, no poder abrazar
a sus mamás, no poder estar con sus familiares cuando
mueren. ¿Qué más tenemos que hacer para que nos recoHistorias de desobediencia
244
La vida en movimiento
nozcan como humanos? Las fronteras son racistas, clasistas, violentas, no se pueden tapar más». El Spanglish de
Leni, su lucha por otro imaginario a través de La Pocha
House —donde resuena la lucha del artista Guillermo
Gómez Peña y su Spanglish queer «de espalda mojada»,
como dicen sus poemas—, su palabra, con tanta claridad
histórica, esas son las aguas del presente, que se agitan.
La comunidad deportada de Leni en México no usa la palabra «reintegración». «¿Qué significa reintegración? Yo
llevo 11 años en México y no me puedo integrar. ¿Cómo
reintegrarme a un país feminicida, narco, que no puede
proveer a su gente de nada? Lo que queremos es un retorno digno, una llegada digna a Estados Unidos. México no
supo cómo integrarme al llegar indocumentada y deportada a los 16 años. Pensé que era la única, pero luego de
cuatro años sola me topé a otra deportada. Busqué a mi
propia comunidad. Florecemos aquí y allá, somos translocales, actuamos desde El Salvador hasta Nueva York».
¿Cómo seguir justificando el modelo de los estados nacionales al escuchar a Leni, activista transnacional de lengua
fronteriza quien, además, impugna con miles de jóvenes
de su generación la culpa y el trauma de la migración?
Cómo no escuchar en Leni la voz del mañana, no del futuro lejano, sino del mañana que clarea en movimiento y
que no es como el agua: es el agua.
Este encuentro es histórico. En la asamblea resuena la
memoria de las luchas de las mujeres, de los feminismos y lesbianismos, de los pueblos indígenas, negros
y oprimidos. Aparece Gloria Anzaldúa campesina,
luchadora y poeta. Aparecen esos torbellinos de la historia que rugen cuando se forman colectivos y multitudes
que vienen a nombrar el mundo de otro modo. Y no. No
Historias de desobediencia
245
La vida en movimiento
es idealizarlos. Es reconocer sus corrientes, sus mareas y
sus flujos con la fuerza que tienen hoy y que tenemos que
aprender a mirar más allá de la ayuda humanitaria, la
urgencia asistencialista y la respuesta oenegeísta o burocrática. Las migraciones no van a parar y nos están
señalando, con los colapsos de los estados nacionales,
otros caminos para reorganizar la vida.
La asamblea puede verse en este enlace, que incluye la
canción de cierre, escrita y bailada por las compañeras
de Territorio Doméstico:
Si Adelita tuviera un contrato
sus papeles podría arreglar.
Adelita diez años currando,
Pero sigue siendo ilegal.
Adelita está presa en el CIE,
la cogieron cuando iba a currar.
Desde dentro y también desde fuera
las fronteras vamos a tumbar.
¡Para que nadie sea ilegal,
ya no queremos a nadie ilegal!
21 05 21, Pie de Página, México
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246
La vida en movimiento
Vivas, libres, desendeudadas
y transitando nos queremos
Crónica de una asamblea de migrantas
de y desde NuestraAmérica
En este 18 de diciembre de 2021, Día de Acción Global por
los derechos humanos de las personas migrantes, contamos
cómo nos acuerpamos en aquelarre virtual para cons-pirar entre migrantas, para aprender de su episteme, de su
rabia, de sus duelos, de sus reinvenciones y, sobre todo, de
sus resistencias a la violencia patriarcal, racista y clasista a
lo largo de los corredores migratorios de las Américas.
Acorde con los tiempos digitales pandémicos, durante casi tres horas, el 25 de noviembre de 202,1 nos
conectamos desde diversos puntos del continente y Europa para levantar nuestra voz en contra de las formas
multidimensionalesdeviolenciapatriarcal, racista, clasista y
nacionalista que el régimen de control fronterizo neoliberal ejerce contra millones de mujeres en movimiento
en las Américas. Los relatos, críticas y denuncias de diecisiete mujeres migrantes crearon un tejido polifónico de
voces que develaba cómo estas violencias se materializan,
se concretan, toman forma. Unas eran madres buscadoras
de hijos migrantes desaparecidos en ruta; otras eran trabajadoras en fábricas impactadas por la explotación del
neoliberalismo en extenuantes horas de trabajo, pagos
limitados y condiciones indignas, sin protección laboral alguna. Otras habían cruzado por trocha las fronteras
para llegar a Colombia, a Ecuador, a Brasil, a México o a
EE.UU., habían enfrentado a agentes migratorios, negociado con coyotes y la migra. La mayoría de las mujeres
que formaron parte de este evento virtual transnacional
Historias de desobediencia
247
La vida en movimiento
viven sin documentos, ilegalizadas por un sistema antihumano que despoja de derechos a las personas migrantes,
siembra miedo en sus vidas como forma de control y se
multiplica por las Américas. Otras compañeras ya acumulaban experiencias de violencia mucho antes de haber
decidido migrar: fueron sido abusadas desde niñas, han
crecido en la violencia de la pobreza y han recibido tratos racistas por ser mujeres indígenas, afrodescendientes
o discriminadas por su origen de clase sin poder acceder
al derecho a la educación, el trabajo digno o la libertad de
expresión por el hecho de ser mujeres.
Cada vez que ellas tomaban la palabra durante la Asamblea de Mujeres Migrantes, no solo nos enseñaban con
su relato que esas violencias habían dejado profundas
heridas coloniales en sus cuerpos e historias, sino y sobre
todo nos enseñaron, compartiendo, que para cada violencia que han vivido, asimismo han imaginado estrategias
de lucha y resistencia que encarnan y practican. Son mujeres que resienten y resisten, que combaten la opresión
poniendo en práctica la política de la voz y la política
del silencio. Al poner su voz para narrarse con otras mujeres, los dolores que cargan se vuelven menos pesados
y todas aprenden para que ese peso aminore. “Contarnos lo que vivimos, contarnos nuestras historias”, decía
una de ellas, “ayuda también a cobrar conciencia de que
tenemos que luchar por nuestros derechos y combatir
tanta injusticia contra las mujeres migrantes”. Muchas de
las asambleístas son parte de colectivos feministas en los
lugares donde residen o en espacios en los que confluyen el arte y la militancia feminista. Por ejemplo, Natalia
Giraldo, colombiana en Brasil, es integrante de Magdas
Migram de Río de Janeiro, colectivo de mujeres de las
Américas que migraron a Brasil y trabajan desde el teatro
de las oprimidas para sanar dolores y politizar sus vidas.
Historias de desobediencia
248
La vida en movimiento
La política del silencio también es parte de su combate:
saber qué contar, a quién contárselo, cuándo contar, para
qué hacerlo y cuándo callar es una estrategia de lucha.
No todos los dolores vividos se pueden compartir con
sus seres queridos; no todas las experiencias de violencia se pueden poner común en cualquier espacio familiar
o público. En sus relatos, ellas también nos enseñaban
cómo en su experiencia migrante aprendieron a dosificar
lo que cuentan para cuidar: a sus madres y padres en los
países de origen no les han contado de todos los dolores
que cargan por haber sido discriminadas y violentadas
en ruta, tampoco les dicen a sus hijes todos los sacrificios
que han hecho para enviarles remesas cada mes, ni todas
las veces que lloraron en silencio porque tenían miedo o
añoranza de vivir otras vidas posibles.
Esos cuerpos de mujeres migrantes que resienten y resisten las violencias y que activan la política de la voz y
del silencio se congregaron virtualmente en asamblea. En
esta ocasión, algo más sucedió: las mujeres construyeron
un bien común con sus memorias, sus experiencias y sus
vidas, enseñándonos que la única forma de sostenernos
vivas, cuidadas, libres, desendeudadas y en movimiento
transfronterizo es creando tejidos de solidaridad feminista
transnacional y una memoria colectiva. “Ya no podemos
dejar de cuidarnos porque ya nos juntamos”, dijo alguna de ellas. Por eso, desde el colectivo Inmovilidad en las
Américas, desde La Laboratoria y desde Corredores Migratorios, apenas como muchas otras plataformas que en
ese aquelarre virtual se tejieron, nos comprometemos para
sostener este tejido polifónico de mujeres migrantes en
resistencia por las Américas, su voz y sus silencios son lecciones fundantes para seguir una lucha por una justicia
migrante, feminista y transnacional.
Historias de desobediencia
249
La vida en movimiento
¿Por qué una asamblea? Un bien común se construye entre pares con amor y cuidado cotidiano, y la asamblea es
parte fundamental de ese proceso. Como nos lo recordó
siempre el Comité Invisible, la asamblea radical no divide la palabra de unos pocos que gobiernan sobre otros
muchos. Por el contrario, la asamblea se hace mientras
se piensa en colectivo, mientras se comparte la palabra y
se organiza la acción, y son las protagonistas de una experiencia determinada en el mundo quienes la sostienen.
Las experiencias en el mundo que comparten las mujeres
de la Asamblea de Mujeres Migrantes de las Américas está
dada por el movimiento: la migración, la deportación, el
retorno, el refugio, el cruce, la espera.
El movimiento, sus pausas y giros en un espacio tan amplio como las Américas y Europa, destino principal de la
migración transatlántica, hacen un bien común cuando se
narran, se tejen y se comparten con la determinación con
que ellas lo hacen, aun al permitirnos acompañarlas.
Decenas de prácticas políticas de organización fueron
compartidas por las asambleístas. Minouch camina desde Haití, tiene dos hijos. En el momento mismo de la
Asamblea, se halla en Necoclí, Antioquia, y se propone
cruzar el peligroso tapón de Darién. Natalia Hernández
Fajardo es colombiana en Argentina y forma parte de
Revista Amazonas y Acción Global Feminista por
Colombia, colectivo que se sumó a visibilizar las vulneraciones de DDHH durante el paro nacional en Colombia,
el mismo que reprodujo violencias que conocemos bien
en todos nuestros países, violencias que también expulsan. Lourdes Aldana, venezolana en Ecuador, comenzó
como recicladora para reorganizar su vida, “de rodillas
ante la tierra”, como relata en la asamblea. Esther, igualHistorias de desobediencia
250
La vida en movimiento
mente en Ecuador, lucha por la autoorganización sin
papeles en un país como Ecuador, donde la xenofobia
institucionalizada, la violencia burocrática y la violencia
obstétrica contra las migrantes sucede cotidianamente.
Anayelisth Carpio, desde la ciudad de Manta, apuesta
desde Juana la Avanzadora por la lucha compartida entre mujeres venezolanas, colombianas, ecuatorianas y
españolas. Susana Vázquez es cubana en México, colabora con la organización de mujeres ayuuk Nääxwiin,
que trabaja con mujeres indígenas que viven violencia.
Forma parte de la Colectiva Caminantas, que acompaña a migrantas en su tránsito y proceso migratorio en
Jalisco. Susana se refiere justamente a algo fundamental en la asamblea: la violencia política es un factor de
despolitización de las luchas migrantes, por ejemplo,
cuando los Estados prohíben la protesta social a quienes
no han nacido en el suelo en donde quieren movilizar su
indignación. “La violencia política nos persigue lejos de
nuestros países”, dice también Alba Pereira.
Ana Enamorado es una mujer símbolo de las madres
buscadoras. Hondureña en México, lleva 9 años allí. Es
madre de Oscar Antonio López Enamorado, desaparecido en 2010. Ana busca a su hijo y acompaña a cientos
de familias migrantes en búsqueda de sus seres queridos
desaparecidos en tránsito. Delia Colque Kilca, boliviana
aymara en Bolivia y retornada de Argentina, pertenece a
Ni una Migrante Menos Argentina-Bolivia y a la Articulación de Mujeres y Feministas Pluridiversas de la Paz y
el Alto. Es una madre transnacional, migró a Argentina
en 2005 huyendo de la violencia machista, y tiene un hijo
de casi 13 años, por quien constantemente vuelve allá.
Quxabel Cárdenas, hondureña en Costa Rica, pertenece a Enlaces Nicaragüenses, nació en Honduras y viajó a
Nicaragua a unirse a los procesos sociales en 1975. Luego
Historias de desobediencia
251
La vida en movimiento
tuvo que migrar a Costa Rica. Enlaces Nicaragüenses es
una organización de mujeres migrantes económicas. Alba
Pereira es una lideresa venezolana en Colombia, directora de la fundación “Entre dos Tierras” en Bucaramanga,
llegó a Santander en 2011. De “Entre dos Tierras” salen
casi 800 platos de comida al día para caminantes de la
ruta y se considera un “consulado” informal en la región.
Yolanda Varona Palacios es mexicana en México, sobreviviente de violencia sexual y fue deportada. A partir
de su experiencia, fundó Dreamers Moms Usa Tijuana
A.C., politizando la maternidad transnacional y la realidad compartida de la deportación. Lleva diez años sin
ver a su hija. Odilia Romero es zapoteca en California,
vive allá hace 40 años como migranta. Es directora ejecutiva de Cielo, comunidad-organización que sirve a las
comunidades indígenas migrantes en EEUU. Sostener la
vida en un espacio transnacional, protegerse contra la
explotación laboral, la persecución política, hacer visible
la violencia machista como razón de huida, hallar a sus
hijos, son luchas que estas mujeres han sostenido por
décadas ya. Ross Oliveras es mexicana en Estados Unidos. Roos migró a USA en el 2000 y, 20 años más tarde,
llegaron a su casa oficiales, fue arrestada con su esposo
y su hija y estuvo a punto de ser deportada. Pasó 6 meses detenida en un ICE y lo denunció, no sin dolor, en la
asamblea, pues acababa de suceder. La violencia migratoria está sucediendo siempre, igual que sus resistencias.
Las luchas de las mujeres migrantes nos están diciendo
que tenemos muchas pertenencias, que las ciudadanías
nacionales con una sola lengua, una sola identidad, un
solo suelo, son insuficientes cuando se les contrapone la
vitalidad del movimiento.
Historias de desobediencia
252
La vida en movimiento
La asamblea nos está mostrando otra manera de habitar
el mundo.
Muchas miradas feministas de la migración: la de sus
protagonistas
Esta segunda asamblea de migrantes toma lugar en
el marco de una apuesta de largo aliento que como
intérpretes de la migración, como periodistas e investigadoras del refugio, el exilio, el desplazamiento forzado y
las migraciones en general hacemos desde los colectivos
y las plataformas en las que trabajamos desde hace años
muchas de las participantes de este esfuerzo.
Partimos del desafío, de la pulsión de los colectivos de
migrantes que nos han planteado de manera reiterada
que en el debate público y publicado faltan sus voces,
por eso proponen que #NadaSobreMigrantesSinSusVoces. Al mismo tiempo, en los estudios críticos sobre
las migraciones llevamos un tiempo pensando en la
categoría de espectáculo de frontera para referirnos al
instrumentalismo que los medios hegemónicos y no pocos discursos académicos hacen del dolor de las personas
migrantes y sus comunidades. Ante este uso en clave de
pornonecropolítica de la migración, que desvirtúa las
vidas y las heridas de las personas migrantes, quienes
se mueven buscando una vida que se pueda vivir nos
han enseñado la necesidad de hackear el espectáculo
fronterizo, partiendo de una apuesta, un común concreto: una política de autorrepresentación radical. Por eso,
celebramos esta segunda asamblea y celebraremos muchas más. Vamos a cuidar junto con ellas el bien común
de la migración narrada en todas sus dimensiones y en
la primera persona del plural, compartida, revitalizada
por la lucha, acompañada y persistente.
Historias de desobediencia
253
La vida en movimiento
Aquí puedes ver la grabación completa de la Asamblea
de Mujeres de Migrantes:
Asamblea de mujeres migrantes, 25 de noviembre de 2021,
dentro del archivo digital del proyecto (In)Movilidades
en las Américas y COVID-19, en el que también puedes
visionar la Primera asamblea de migrantes del pasado 15
de mayo de este 2021.
Escrito con Soledad Álvarez Velasco,
Amarela Varela y todas las mujeres
de la Asamblea de Migrantas,
25N 2021. Desinformémonos, México casa matriz
Historias de desobediencia
254
Amazónicas
p257
Imagina la muerte
de una niña shuar
p261
Las mujeres que
narran la guerra
p268
Cantar contra el hambre:
la lucha Tsuntsuim
p274
Itinerario de tigres
p281
Chemin des tigres
Amazónicas
Imagina la muerte de
una niña shuar
Una palabra que usan mucho los hablantes shuar de español es imagínate. Imaginar lo que significa estar en casa
y que entren cientos de militares armados. Imaginar la
desesperación de los niños que no conocen el carro blindado. Imaginar cómo muere una niña shuar.
Dallana era una de lxs 13 millones de niñxs desplazadxs
en el mundo. Había nacido en la provincia ecuatoriana de
Morona Santiago y antes de cumplir un año fue expulsada de lo que había sido la comunidad de Nankints. «Mi
chiquita tenía 11 meses, falleció de gripe. Estaba enferma,
le trasladaron en ambulancia a Gualaquiza y después a
Macas», nos contó Alfonso, su abuelo.
El pueblo shuar es guerrero. En el siglo XIV se resistieron
a los incas y en el siglo XVI, a los españoles. Ahora, más
de quinientos años después, Alfonso hace acopio de esa
herencia: «A nosotros no nos reubicaron nunca, nos sacaron. Yo soy valiente, entonces me puse tranquilo para
resistir. Mi hijo, mi yerno, todos resistimos, y ahora estamos en la “lista de los 70”. Soy valiente, pero cuando
se fue mi Dallana sí me salieron unas gotas de lágrima.
Estaba guabita mi chiquita». Dallana formaba parte de los
pueblos amazónicos shuar, la comunidad más numerosa
de la selva ecuatoriana y de parte de la peruana, con más
de 80 000 habitantes.
Una persona desplazada es alguien a quien se le obliga
a irse de su casa bajo coerción, amenazas o vejaciones.
Un día, en unos minutos, todo lo construido se viene
abajo. La comunidad shuar de Nankints llevaba años
Historias de desobediencia
257
Amazónicas
asentada. En 2016 fue destruida por un ataque militar
ordenado por el Ministerio del Interior del gobierno de
Rafael Correa. Entraron de forma violenta, con armas y
retroexcavadoras, y se ampararon detrás de una resolución judicial a favor de la empresa minera de capital
chino EXSA, que reclamaba para sí este territorio ancestral del pueblo shuar. El Estado, en alianza con el capital,
suele provocar desplazamientos internos inducidos por
el desarrollo, como lo ha hecho con enorme eficacia el
gobierno del correísmo. Esa alianza fue la que cobró la
vida de Dallana, pero aún no vemos con suficiente claridad las listas de asesinados por el desarrollo.
Imaginar el susto en el cuerpo, la imposibilidad de los enfermos para moverse, la turbación del andar envejecido
que no puede responder a la orden de «salir en cinco minutos». Imagínate, dicen. Quedar sin nada, mirar el cacao y
la chonta ser enterrados por una máquina. Salir de noche
por la selva con los hijos, con la madre enferma, cargándola porque no puede caminar, aguantar con un tanque de
gas al hombro que si no se lleva no se volverá a tener.
Imaginar. Imaginar como acto de empatía para aproximarnos al otro, a su terror. Nankints ya no existe: lo
desaparecieron los militares —que es lo mismo que decir el gobierno, que es lo mismo que decir el Estado
manejado por el gobierno— y en su lugar se halla el
campamento minero que con vil ironía han llamado
«La Esperanza». Borrar el nombre, borrar la memoria.
Han aplanado la tierra, hay doble alambrado y el paso
está controlado por elementos del Grupo de Operaciones
Especiales de la Policía ecuatoriana (GOE). Los hombres
uniformados nos impiden pasar, anotan las placas
del vehículo, registran la cédula de la conductora, nos
Historias de desobediencia
258
Amazónicas
prohíben tomar fotos y obligan a borrar las que tiene el
fotógrafo. Aparece también una persona que tiene la pinta de ser agente de la Secretaría Nacional de Inteligencia
(Senain). Esas maneras huidizas lo delatan. Él sí puede
tomar fotos con su camarita.
El Estado pone al servicio del capital chino su fuerza represora, controla los caminos y persigue a periodistas,
activistas, dirigentes y, sobre todo, al pueblo shuar, dueño ancestral de esos territorios. Por eso también muere
Dallana: debido al asedio los medicamentos no llegan a
las comunidades, hay una dieta deficiente, los caminos
por donde tiene que ir la ambulancia están controlados,
la sospecha hace que todo tarde más, hay que desviarse.
Así muere una bebé shuar: sus padres, su abuelo, son expulsados de su propia casa. Les dan cinco minutos. Ven
sus cultivos enterrados, sus animales robados. El trauma
los debilita. Su madre no puede comer por semanas porque tiene el terror instalado en el cuerpo.
Su padre debe esconderse en la selva. Está en una lista
negra firmada por el gobierno. La bebé enferma de algo
que llaman «gripe» en la comunidad porque toda su familia llega debilitada a un lugar ajeno, muy solidario, pero
nuevo. Su madre tiene desnutrición y se halla enferma
mientras amamanta a su hija. Le transmite la desolación
de toda su comunidad. Dallana muere también porque
sus padres, perseguidos, tienen miedo de salir a buscar
medicamentos. Aunque no logro comprender bien qué se
entiende en la Amazonía por gripe, Dallana no solo muere por esa enfermedad, sino también por una cadena de
acontecimientos que hacen más difícil cuidarla y cada vez
más duro mantener unida a la comunidad.
Historias de desobediencia
259
Amazónicas
Al día siguiente del ataque militar, Alfonso vuelve a
Nankints para ver si puede salvar algo. Entre los escombros encuentra tirado su álbum de fotos. Hay una
imagen de Dallana que ni los militares ni el Estado ni el
cobre han logrado enterrar pese a la fuerza colosal de las
retroexcavadoras. Hallar fuerza en las ruinas. Junto al
álbum, Alfonso conserva un cuaderno a cuadros a manera de diario, o de obituario.
En una hoja, dos fechas para siempre enlazadas: «Desalojo
de Nankints, 11 de agosto de 2016». Muerte de Dallana:
«3 de marzo de 2017».
Así muere una bebé shuar. Así la mueren el Estado, el
capital chino, nuestra flaqueza. Y así resisten quienes la
sobreviven frente a un gobierno que los ha perseguido,
que los ha vejado y que hoy no puede negar los horrores
cometidos en nombre del desarrollo. Cada militar, cada
policía, cada funcionario de estos operativos, cada empleado del Ministerio del Interior, cada negociador, lleva
grabadas en la frente estas dos fechas: «11 de agosto de
2016», «3 de marzo de 2017». Recordémoslas.
2017 03 30, La Barra Espaciadora
Historias de desobediencia
260
Amazónicas
Las mujeres
que narran la guerra
Lo que las mujeres me dicen por la noche
yo lo escucho y lo repito.
Una parte del texto es mía.
Una parte
es arrancada del cuerpo de los pueblos.
Hélène Cixous
La guerra la relatan las mujeres.
Lloran. Su canto es como el llanto.
Svetlana Alexiévich
Nankints
Apenas queda un cáñaro en lo que era la comunidad shuar
de Nankints. Son árboles altos y espigados de flor roja que
sobresalen de entre la vegetación amazónica. En lugar de
la comunidad que había vivido allí durante esta década,
hoy se asienta el campamento minero La Esperanza. Al
ver el doble alambrado, me pregunto cómo el cáñaro sobrevivió a las retroexcavadoras que lo enterraron todo:
casas, cultivos, animales vivos. Nankints ya no existe.
«Yo vi y escuché.
Yo soy un gran testigo.
Vi que estaban quemando mi casa,
vi que estaban arrancando mi casa,
vi que arrancaron mi cacao, mi yuca,
mi chonta de diez años.»
Alfonso.
Historias de desobediencia
261
Amazónicas
El Ministerio de Energía y Recursos Naturales No Renovables de Ecuador describe así la concesión minera
presente en esta zona: «Ubicado en las parroquias de
San Miguel de Conchay y Santiago de Panantza, cantón
San Juan Bosco y Limón Indanza, provincia de Morona
Santiago, el proyecto San Carlos-Panantza comprende
un área de 41.760 ha. Es un proyecto minero principalmente de cobre, cuya concesión pertenece a la empresa
China Explorcobres S.A. (EXSA). Tendrá una vigencia
aproximada de 25 años».
Por supuesto, el Ministerio omite que la concesión minera
se halla sobre territorio shuar, que es territorio ancestral,
razón por la cual es totalmente legítima la lucha de este
pueblo contra las decisiones inconsultas de las alianzas
Estado-capital extranjero.
El pueblo shuar es mucho más antiguo que Ecuador y
Perú, países donde ha sido incorporado en el curso de
las siempre conflictivas historias territoriales. Sus cerca
de ochenta mil habitantes hoy provienen de una larga
historia de resistencia, primero, contra el imperio inca,
luego, contra las invasiones coloniales del imperio español. Ahora, el pueblo shuar, sus federaciones y centros
hacen política en sus propios territorios y en la ciudad
para resistir los avances de la megaminería, que destruirá sus territorios luego de haberse apropiado de ellos.
En ciertos sectores y en comunidades colonas y mixtas
hay diversas posturas respecto de la minería, sin duda.
Pero es irrefutable también el hecho de que las violaciones constantes a los derechos humanos, la persecución, el
asedio a las comunidades por parte de militares y policía,
su debilitamiento por acoso y aislamiento hacen de la minería un verdugo que viene a dar muerte lenta.
Historias de desobediencia
262
Amazónicas
Hay sectores sociales antimineros (comunidades en
territorios explotados, científicos, activistas, militantes)
que han denunciado esto durante décadas. En 2007, la
Asamblea Constituyente promulgó un Mandato Minero que protegía a las comunidades y sus territorios, el
agua y el acaparamiento de tierras, pero no se cumplió
y fue bloqueado por el poder ejecutivo que hoy
promueve proyectos mineros transnacionales que se
ejecutan con capital chino.
«Mi abuelo tenía las escrituras de Nankints, pero un
mestizo le robó y con eso vendió la tierra, le entregó esa
escritura a la compañía. Luego vinieron ellos, sacaban
muestras, hacían túneles... nuevamente nos organizamos.
Nosotros recuperamos nuestro territorio hace diez años.
Todo este tiempo estuvimos en Nankints, pero la empresa no nos dejaba tranquilos», me cuenta Mónica, quien
ha repetido esta historia más veces de las que quisiera.
Nankints está bajo tierra. Hoy, brillan contra el cielo los
techos de zinc del campamento minero levantados sobre
esos entierros. Nankints se volvió emblemática en esta
lucha: era el nombre que nos llegaba a la ciudad con los
ecos de lo que había sido destruido sin que comprendiéramos bien las dimensiones de estos crímenes.
Tsuntsuim
Otras comunidades también fueron atacadas por las fuerzas del Estado para promover la entrada de EXSA. La de
Tsuntsuim estaba conformada por 200 personas, entre
ellas, 100 niños. El 18 de diciembre de 2016, Tsuntsuim
fue atacada por militares y policía a las 7 de la noche. Se
desplegó un operativo de desalojo cuya violencia nos alcanza hoy, hasta aquí, en donde aparece este testimonio.
Historias de desobediencia
263
Amazónicas
«Decían que nos iban a soltar una bomba.
Decían que iban a botar a los niños al río Zamora.
Decían que esa noche venían.
Yo tengo cinco hijos, salimos simples, sin ropa.
Cruzamos la selva en medio de la noche.
Abandoné a mis animales.
Mi chonta, el plátano, todo quedó atrás.
Salieron las mujeres, yo lloraba por ellas y por mí.»
Susana
Tsuntsuim quedó abandonada. Tras el desalojo, militares
y policía quemaron los cultivos, vaciaron los gallineros,
dejaron regadas botellas de cerveza que aún vemos bajo
las casas como si una gran obscenidad hubiera pasado
por allí a desplegar su virilidad y, en ella, su poder. Las
puertas de las casas tienen huellas de patadas y armas,
muchas han sido tumbadas. Arrancaron los cables de
teléfono y destruyeron las pocas computadoras que tenían. Algo tan simbólico y tan querido por la comunidad
como sus trofeos fue destruido y tirado entre los arbustos.
Destruyeron los premios, sus pequeñas victorias. Inexplicablemente, quemaron la banderita de la escuela. Quedan
documentos detenidos en el suelo por el peso del lodo.
«Las casas están tristes.
Las casas no tienen la culpa.
¿Por qué se pelean con las casas,
les lanzan piedras?
Las casas no les han hecho nada.»
Felicia
Entro al espacio común. Está vacío. Buscamos unas sillas
para escuchar a las mujeres. Queremos escucharlas aunque sepamos que en esa escucha no se recupera la vida.
Por muchas veces que cuenten esta historia, por mucho
Historias de desobediencia
264
Amazónicas
que nosotras mismas pongamos el cuerpo en la selva para
ir hacia ellas y narrar su lucha, esta violencia no va a cesar.
Pero dejaremos registrados los ataques contra el pueblo
shuar y su dignidad, porque no se recupera la vida, pero
sí la memoria, y allí descansa la posibilidad de resistir. De
esta escucha no se vuelve. No se vuelve de ver la guerra
en los rostros de las mujeres y en el hambre de los niños,
porque han matado los cultivos o se han cebado con ellos.
Ahora que sabemos, que hemos dispuesto las sillas para
escuchar, hay que seguir contándonos lo que sucede para
que Tsuntsuim deje de ser anónima y entre a la memoria.
Nankints ya no existe. Tsuntsuim, sí. Y nos llama.
Nunkui
«Ya no vengan a preguntarnos lo mismo tantas veces.
Vienen para sus investigaciones y sus trabajos. ¿Cuándo
viene la ayuda? No tenemos comunicación ni comida, no
tenemos machetes ni nada, estamos aislados», me dice el
único hombre que se acerca a hablar con nosotras. Isabel,
una de las mujeres, insiste también: «Yo sí le voy a contar
todo, pero otras personas ya no quieren, nos preguntan y
no viene ayuda de nadie». Tienen razón. Tienen hambre.
Tienen miedo. Les debemos esto.
El retorno de las mujeres comenzó el 1 de marzo. Han
empezado a limpiar, recoger, reparar, y en eso vuelve el trauma. Los hombres permanecen en la montaña
porque son perseguidos. En «la lista de los setenta», registro de órdenes de detención con que se criminalizó
a la población, la mayoría son los esposos e hijos de estas mujeres, pero no se requiere orden de captura para
perseguir a la comunidad entera. El ejército y la policía
tienen mecanismos de terror psicológico que no han de-
Historias de desobediencia
265
Amazónicas
jado de usar en Tsuntsuim: «Un día, cuando vine a ver
si podía sacar mi ganado, los drones nos siguieron a mi
hijo y a mí, se me ponían cerca, yo corría, no sabía qué
pasaba», nos relata Susana.
El estado de excepción declarado en Morona Santiago
el 14 de diciembre de 2016 le permitió al ejército hacer
un uso aún mayor de la violencia. «En el estado de excepción no había respeto por las mujeres. Dos militares
encerraron a dos muchachas. Les hicieron cosas». Este
es el relato de una guerra.
Giovanny tiene 18 años. Hace poco, recogió del suelo una
botella explosiva que los militares o la policía habían dejado allí. Le explotó en la cara y en el cuerpo. Tomó horas darle atención médica. Ha quedado con parálisis en
el cuello por la gravedad de las quemaduras. Si esto no
es una guerra desigual, ¿qué es? Su madre vela sus cicatrices, eso también es resistencia. «Yo no puedo trabajar,
no duermo bien del miedo. Escuchamos que van a entrar
los militares. Estoy preocupada por mis hijos, pueden
venir y llevarse a mi familia. Ya no voy a correr cuando
vengan. Hemos contado esto demasiadas veces».
Muchos militares son del pueblo shuar. Conocen bien la
selva, saben cómo entrar por varios frentes. Son ellos, su
misma gente, quienes llegan en diciembre con el mensaje
del despojo y de la violencia.
«Un hombre se acercó
y me dijo en mi lengua:
“Venimos con armas”.
Era un militar shuar.»
Felicia
Historias de desobediencia
266
Amazónicas
Tsuntsuim ha sido destruida. Son la fuerza y el trabajo
de las mujeres lo que irá reconstruyendo la comunidad.
Cada cosa que les ha sido arrebatada les debe ser restituida. Entre las mujeres, una narración frecuente tanto en
Tiink como en Tsuntsuim es el robo de sus ollas.
«Se llevaron nuestras ollas,
no tenemos con qué cocinar,
necesitamos nuestras ollas,
nuestras casas».
Las mujeres
En la cosmovisión shuar expresada en su mitología aparece Nunkui, una entidad femenina vinculada a la tierra,
la arcilla y los alimentos. Nunkui hace vasijas para servir
los alimentos que reúnen a la familia y a la comunidad y
para pasar la chicha, relacionada con la felicidad. Las ollas
lo organizan todo, aunque ya no siempre sean de barro.
El despojo no es abstracto: sucede en cada objeto y en los
sentidos que lo constituyen. En cada pequeña carencia que
se genera en el expolio aparece todo un mundo violentado. Los trofeos rotos, los álbumes familiares enlodados, los
clavos oxidados que sostenían puertas, un zapato abandonado, son ruinas. Contra el miedo, contra el poder, hay
que volver a levantarse sobre esas mismas ruinas porque
no hay alternativa. Hoy, las casas están tristes.
2017 04 23, La Barra Espaciadora
Historias de desobediencia
267
Amazónicas
Cantar contra el hambre:
la lucha de Tsuntsuim
La minera EXSA, de capital chino, goza de una concesión otorgada por el Estado ecuatoriano para extracción
de cobre que se halla en territorio shuar. El pueblo shuar,
dueño de este territorio ancestral, no fue consultado
para decidir, y por eso hoy resiste. Como consecuencia
de su lucha, ha sido criminalizado por el Estado. Tsuntsuim es una comunidad perseguida desde diciembre
de 2016, cuando elementos de las Fuerzas Armadas llegaron para buscar supuestos culpables por la lucha en
Nankints, otra comunidad enterrada y ocupada por el
campamento minero La Esperanza.
En la comunidad amazónica de Tsuntsuim hay hambruna. Tsuntsuim es una de las poblaciones de la
provincia ecuatoriana de Morona Santiago, asediadas
por el Estado que promueve la megaminería, en contra
de la voluntad del pueblo shuar.
A inicios de mayo, esta escena: hay bolsas de basura
en el suelo, cerradas y acumuladas para tirarse. Dos
niñitas de no más de cuatro años abren una de esas
bolsas y sacan una lata de atún vacía. Quieren comer
de allí. Esas niñas pequeñitas están escarbando en la
basura. En Tsuntsuim hay hambruna, pero nadie va a
declarar estado de emergencia.
El 18 de diciembre de 2016, la comunidad fue desalojada y permaneció vacía o bajo ocupación militar durante
meses. Hubo saqueos.
Historias de desobediencia
268
Amazónicas
Las mujeres de Tsuntsuim retornaron a inicios de
marzo autoconvocadas, sin garantías de ninguna
instancia del Estado.
Ellas no podrán denunciar esto jamás porque no pueden
acceder al sistema de justicia. Por el contrario, son perseguidas. En situación de desplazamiento forzado durante
meses, las mujeres volvieron para recuperar su hogar y la
memoria de su pueblo. Cada una tiene entre cuatro y diez
hijos. Muchas están embarazadas. Muchas otras ya lo estaban cuando fueron desalojadas. En Ecuador, hay niños
desplazados antes de nacer. Nacer sin tierra.
Los esposos, hermanos, hijos de estas mujeres aparecen
en la llamada «lista de los 70», elaborada por el Ministerio del Interior con acusaciones contra el pueblo shuar
por incitación a la discordia entre ciudadanos; asesinato; terrorismo; usurpación; ataque o resistencia, todos
ellos, artículos cuidadosamente redactados en el Código Integral Penal. Pero, en realidad, el pueblo shuar está
resistiendo contra la megaminería, de allí todas estas
agresiones. La lista funciona también como una medida de terror: cualquiera podría aparecer allí, no se sabe
bien, se desinforma. Pero la resistencia persevera, aun
contra el hambre y el terror.
La comunidad nos permite visitarles de nuevo, esta vez,
junto con una brigada solidaria autoconvocada. Cuatro
médicos que atienden a 86 personas diagnostican desnutrición crónica, abulia, sarna, piojos. Las cabecitas de los
niños están lastimadas, igual que su piel, precaria protección contra el mundo y abierta a la enfermedad. Todos en
la comunidad están afectados: hay ansiedad, problemas
respiratorios, temblores, anemia. Los desalojos no son
abstractos, su violencia se concreta en los cuerpos, debiliHistorias de desobediencia
269
Amazónicas
tados y enfermos por la escasez generalizada de alimentos
y por los efectos del terror en la salud. Hay muchas otras
comunidades en precariedad similar en Ecuador, pero
Tsuntsuim presenta características particulares: contexto
minero, violencia política, cerco, criminalización masiva
de su población. Muestras de lo que trae la megaminería.
El hambre está compuesta de muchas pequeñas hambres,
como escribía Ramón Turró. El hambre de Tsuntsuim es
el hambre de los más pequeños, que se van a dormir con
el estómago vacío y rugiente y que van a crecer pensando que la vida es ese hueco en el cuerpo que apaga las
ganas de vivir. El hambre son también las hambres de
las mujeres embarazadas que dan a luz hijos con desnutrición, las hambres perseguidas de los hombres que
deben refugiarse en la selva sin alimentos. El hambre de
Tsuntsuim son muchas hambres.
Tsuntsuim fue arrasada. A la vuelta, las madres no tenían
nada que dar de comer a sus hijos. Para llegar allá desde
la última ciudad cercana se necesita pasar controles militares, cruzar una tarabita de medio kilómetro de largo y
emprender una caminata selva adentro. Esa es la distancia
entre la comunidad y la comida que podrían conseguir si
tuvieran medios para hacerlo. Llegar y no tener nada que
comer. Y no poder salir. La tarabita cuesta, la debilidad es
permanente y el poblado se halla bajo asedio. Así se genera el hambre, así se la va normalizando.
Las madres nutren y se nutren ellas mismas para amamantar. Cuando tenemos suerte, aprendemos a comer en ese
acto de amor y de supervivencia que es recibir alimento.
Estas madres no pueden saciar el hambre de sus hijos ni
tienen medios para curarles la piel, desinfectar sus heridas ni devolverle a sus ojos el brillo que les va quitando la
Historias de desobediencia
270
Amazónicas
desnutrición. Querer cuidar y no poder. Esa es el hambre
de las madres con hambre.
Cuando fue apresado en 1939, en la guerra civil española,
Miguel Hernández escribió «Las nanas de la cebolla». Su
esposa le había enviado a la cárcel una carta en la que le
contaba que ella y su hijo solo podían comer pan y cebolla. Hernández, como muchos hombres perseguidos, fue
un padre obligado a estar lejos de su familia.
En la cuna del hambre mi niño estaba.
Con sangre de cebolla se amamantaba.
Una de las consecuencias de las guerras es la hambruna, la escasez que debilita y puede llevar a la muerte.
En Tsuntsuim hay yuca y un poco de plátano. No hay
proteína ni vegetales. A su edad, los niños no saben
que esto que viven se parece demasiado a una guerra y
que podría continuar así el resto de sus vidas, ahora tan
poco protegidas, ahora testigos del terror, del zumbido
de los drones y de la huida.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre...
…le dice el poema de Hernández al niño pequeño que
solo come cebolla.
Las niñas y los niños de Tsuntsuim tienen menos brillo en los ojos, comen poco y han vivido mucho, pero
también cantan. En el aula donde nuestra compañera de brigada dibuja con ellos, empiezan a decir su
canción. Primero lo hacen con timidez, como si en el
aula saliera apenas la sombra de su voz. Poco a poco
Historias de desobediencia
271
Amazónicas
nos dejan escuchar, junto con la canción, su risa. Esta
canción de cuna es menos triste que «Las nanas de la
cebolla», pero no menos conmovedora. Les escuchamos
y sentimos que la vida es menos feroz cuando los niños
cantan para arrullarse unos a otros, quizás sin saberlo. La
voz de una niña podría arrullar al mundo si ese mundo
cesara sus intentos de acallarla.
Para enseñarnos, Lila y Rosa nos traducen la canción. Juntas la transcribimos, corregimos, confiamos. Noemí, la
más pequeña, las sigue con una vitalidad que desafía toda
hambre y violencia. Al traducir, percibo que imaginan,
fantasean, le hacen decir a la canción lo que quisieran para
sí, «el pajarito viene para cuidar a los niños». Así cantan
en shuar y así nos lo cuentan en español:
Uchichi tsuntsuimiu
Akintiur maji
Nui chinkichich wairainiawai
Chin chin chin chin ajainiawai
Yajasmach chich wairainiawai
Mai tseke ajaniawai
El niño de Tsuntsuimi nos protege
Los dos pajaritos están alegres
Están trinando chin chin chin
Los animalitos están alegres
Corren por aquí y por allá
La canción es para los recién nacidos y los niños la cantan
mientras juegan, me cuenta Fanny Kaekat, quien escucha
la traducción de las niñas con la alegría de quien reconoce
en su lengua su mundo cuando revisa la escritura en shuar.
Historias de desobediencia
272
Amazónicas
Mientras los anent son plegarias que pueden cantar solo
los mayores, esta canción es para todos, me dice Fanny.
En Maikiuants, su comunidad, también se canta. En esta
canción están un pueblo y una memoria que vienen de lejos, y en la voz de estas niñas, una fuerza vital que resiste.
Pero eso no es suficiente. Urge mirar hacia Tsuntsuim y
comprender que en esa hambruna se despliega nítido el
rostro de aquello que la ha provocado: el cerco del Estado
a la comunidad para proteger el capital megaminero.
Nada de esto es abstracto, el hambre tirana se cierne
sobre los cuerpos porque hay una resistencia que el poder
execra, resistencia que ha logrado retrasar la destrucción
de la selva por años. Esa resistencia demanda nada más
que esto: nacer con tierra, con comida y con derechos.
Nada más. Nada menos.
2017 06 19, La Barra Espaciadora
Historias de desobediencia
273
Amazónicas
Itinerario de tigres
Para Gloria Chicaiza,
guerrera florida
Ruta Macas-Bella Unión, Morona Santiago
Agosto 25
En el bus, Xavier Maldonado, médico de la brigada
que va a Tsuntsuim, recibe un regalo de otro pasajero:
Poemario el reactivador. El pasajero se llama Efraín
Maldonado y es poeta. Literatura de madrugada para
conjurar la memoria de Bosco Wisum y de los luchadores amazónicos asesinados en estos años por la violencia
minera promovida por el estado.
Bosco Wisuma,
tus batallas y las nuestras...
con tu espíritu en la gloria
seremos invencibles.
¿Seremos invencibles? ¿Será que nos salva un poema? Ese
pequeño cuaderno nos dice que andamos juntos en estas
batallas. Algunas de nosotras, más advenedizas, nos vamos sumando a ellas en el caminar de los que resisten. Ni
las luchas amazónicas les corresponden solo a sus pueblos, ni las luchas de las mujeres son solo nuestras.
Si caen las mujeres, caemos todos. Si borran a pueblos ancestrales, todos perdemos la memoria. Si esas
violencias debilitan a los niños, desaparece el mañana
como posibilidad de vida.
El poema de Efraín va a marcar nuestro viaje.
Historias de desobediencia
274
Amazónicas
Tsuntsuim
Agosto 26
Se han cumplido un año del enterramiento de Nankints, ocho meses de la invasión militar a Tsuntsuim y
cinco meses desde el retorno de las mujeres a su comunidad. Todo esto, para proteger a las empresas chinas que
han venido a explotar las minas en Ecuador. En marzo,
veíamos las ruinas y las cenizas que los militares habían
dejado tras de sí. Las puertas de tres casas permanecían
ennegrecidas por el humo. Los trofeos de la comunidad
perdían su lustre bajo el lodo en que los habían sepultado.
Hoy, las casas saludan habitadas con algo más de fuerza.
La comunidad ha tenido el coraje de volver a empezar,
sembrar de nuevo y habitar su presente aun a riesgo de
otro desalojo, con el miedo prendido del cuerpo por la
criminalización a que la ha condenado el gobierno.
Los colegas de la brigada médica van a continuar con
la atención médica. El brillo en los ojos de los niños es
un poco más diáfano. Pero Michael todavía tiene miedo.
Susana, su mamá, cuenta que aún se asusta con el ruido
de los helicópteros. «Están enojados porque volvimos»,
me dice. Michael tiene dos años y el terror instalado en el
cuerpo. Fue perseguido antes de saber caminar, y tendrá
que aprender a caminar en estos senderos arduos porque
su pueblo es perseguido hace décadas. Noemí también
tiene miedo. La conocí en mayo. Junto a Gladys y Lila
nos enseñó una canción shuar. Tiene siete años, deja de
sonreír y calla tan pronto oye un helicóptero. El miedo
paraliza a estos niños que en diciembre, una semana antes de Navidad, tuvieron que atravesar la selva con sus
madres al ser desalojados por el ejército ecuatoriano.
Historias de desobediencia
275
Amazónicas
Marbella, San Pedro, Tiink, también son comunidades
afectadas por la violencia minera. No son las únicas.
Hay muchas otras que han soportado desalojos, asesinatos, hambre, vejaciones y que, a pesar de todo eso,
resisten y viven porque no hay otra forma de enfrentar las horas y los días.
Kupiamais
1. de septiembre
Somos más de cien personas. Acción Ecológica ha organizado la Ruta del Jaguar para conocer comunidades
afectadas, poner el cuerpo en la Amazonía amenazada
y reunir en un tribunal ético el trabajo que se ha hecho
para acompañar las luchas amazónicas. Reunirnos nosotros para disputarle al estado el sentido de todo esto:
de la guerra contra los pueblos amazónicos, a los que
han llamado terroristas; de la lucha antiminera, que sabe
bien de la devastación. Disputarles el sentido de la vida.
Xavier me cuenta que Ecuador dejó de producir suero antiofídico y hoy lo importamos de Costa Rica. Allá,
las especies de serpientes son distintas y el antídoto es
mucho menos efectivo en la Amazonía ecuatoriana. Por
decisiones del Estado como esta aún mueren decenas de
personas en la selva por mordedura de serpiente: es un
estado que deja morir.
Visitamos Kupiamais. Allí murió Freddy Taish, asesinado en 2013. Su hijo menor tenía tres días de nacido.
Su viuda había ido perdiendo la vista, pero no el sentido de la lucha. A Freddy lo velaron en su comunidad,
donde vive también Julio Tiwiram, quien presidió el primer congreso de nacionalidades indígenas de CONAIE
Historias de desobediencia
276
Amazónicas
en 1986. En la ciudad, se nos escapa la historia de estos pueblos, que es nuestra Historia. Tus batallas y las
nuestras, dice el poeta Maldonado.
Habla Isabel Anangonó, lideresa de Íntag, que lleva 22
años en resistencia. Habla Zoila Castillo por las mujeres
amazónicas. Las mujeres amazónicas, que han hecho caminatas a Quito y en una de las cuales fueron ignoradas
por el entonces presidente de la República, Rafael Correa.
«Para resistir no quiero mil borregos, solo necesito cinco tigres», dice Domingo. Ser esos tigres y no los mil borregos.
Gualaquiza
2 de septiembre
Audiencia del tribunal ético. Hay crímenes de lesa humanidad cometidos contra los pueblos en lucha antiminera,
denuncia Celestino Chumpi. El biólogo Alfredo Luna afirma que la Cordillera del Cóndor hay más especies que en
el Yasuní, otro lugar amenazado de muerte. Es el poder
económico lo que maneja el área, afirma. William Sacher
cuenta la explotación en 60.000 toneladas diarias de mineral. Los estudios de impacto ambiental son contratados
por las mismas empresas explotadoras, continúa. Steven
Emmerman, experto en gestión ambiental, habla de un
colapso inevitable en las zonas mineras, de envenenamiento por arsénico en el tratamiento mineral y del descontrol
en la producción de empresas como Ecuacorriente que
pueden llevar a graves hundimientos.
Melissa Moreano se refiere a una óptica racista del territorio por parte del estado: al no reconocer las distintas
formas de territorialidad, se las subordina a una lógica
destructiva. El estado ve los territorios como terrenos
Historias de desobediencia
277
Amazónicas
baldíos sin cultura ni densidad histórica. Melissa explica que se crean literalmente espacios vacíos —vaciados,
pienso— para permitir el asentamiento minero. Tarquino
Cajamarca, defensor, habla de por lo menos 16 procesos
legales contra los pueblos que reflejan estas violencias.
«El COIP reúne disposiciones jurídicas muy duras para
los más pobres», dice. Por supuesto, sin reformas al COIP
seguimos entrampados en un cerco jurídico cuyo único
lenguaje disponible habla de terrorismo y subversión.
Parte de la resistencia es imputar este lenguaje criminalizador y fundante de la violencia legal del Estado.
Las comisionadas del tribunal, Ivonne Yánez, Diana
Atamaint, las lideresas Dominga Antún y Carmen Suquilanda, afirman en su veredicto que la destrucción de la
Amazonía y otras zonas mineras se sostiene en una visión
colonialista; que los estudios de impacto ambiental se llevaron a cabo «con métodos altamente cuestionables que
no respetan la legislación vigente en Ecuador»; que para
favorecer a las empresas mineras «el Estado ha hecho uso
de todo su aparato represor»; que hay hostigamientos a la
población; que las mujeres han sido especialmente afectadas por estas violencias —contaminación de la leche
materna, violencia sexual relacionada con los campamentos mineros, incluida la prostitución, precarización de la
vida por la constitución de servidumbres, lo cual provoca
crisis que deben administrar las mujeres—. Tampoco hubo
consulta previa a los dueños de los territorios ancestrales,
que son los pueblos. Escuchamos del tribunal lo que jamás vamos a escuchar del Estado, ahí está un elemento
de la reparación: dar valor a las voces de los pueblos.
Historias de desobediencia
278
Amazónicas
Tundayme
3 de septiembre
La selva en Tundayme está destruida. En donde se asentaba
San Marcos, se elevan las vallas metálicas del campamento
minero de Tundayme. La señalética se halla en chino y en
español. A lo lejos, se ve una trituradora de piedra, un cubo
azul gigantesco se impone en donde debería estar, desnuda,
la montaña. El campamento minero se extiende a lo que dan
nuestros ojos, no termina. En donde había selva, hay polvo,
polvo que es hoy propiedad privada.
Una fila de militares sale a nuestro encuentro cuando
nos acercamos a entregar el veredicto del tribunal ético.
Hoy, los militares ecuatorianos trabajan como guardias
privados del capital extranjero, también en Zamora.
Presiden nuestra comisión las lideresas en resistencia
Isabel Anangonó, Zoila Castillo, Carmen Lozano,
Carmen Suquilanda. «No hay nadie que les reciba. Trabajamos para una tercerizadora». A la vez, un grupo de
activistas se ha tomado la ruta para mandar un S.O.S.:
están destruyendo el pulmón a través del cual respiramos todos. Esto no es menos cierto por parecer un
cliché: están yendo contra nuestra respiración.
Vemos buses de trabajadores chinos dejar el campamento, pero eso no es lo que más impresiona. Al cabo de una
media hora, salen en fila una decena de volquetas con las
luces prendidas en el sol que muerde el mediodía.
Con la nube de polvo que levanta cada volqueta se dibuja ante nuestros ojos un paisaje postapocalíptico, cuando
toda catástrofe ha sido consumada. Una madre joven se
sienta con su hija a esperar el paso del bus en el puente cercano del río Wawayme. La niña debe tener unos
Historias de desobediencia
279
Amazónicas
seis años. Ambas, sentadas en la vereda bajo un rótulo
con caracteres chinos, se cubren el rostro con pañuelos
a fin de salvarse un poco de ese polvo que se levanta siniestro para opacar lo que sucede: aquí se ha cedido al
capital extranjero una zona enorme de territorio ecuatoriano ancestral para una explotación que no dejará nada.
Esa parduzca polvareda que encuentra asiento en nuestras cámaras y que se nos cuela por los ojos no puede
cubrir la devastación ante la que nos hallamos.
El ritmo de nuestra respiración, alterado por el polvo y
acompasado por el calor, marca nuestro caminar para seguir a estos pueblos. Mucho, mucho más que ese polvo es
lo que han respirado sus históricos pulmones en resistencia. Ese polvo era selva, ese sol golpeaba contra la tierra y
no contra el cemento que hoy refleja sus rayos. Su respirar
es persistente, su paso en la selva, tenaz. Son pasos ancestrales que vienen de lejos, marcando otros caminos.
2017 09 11, La Barra Espaciadora
Historias de desobediencia
280
Amazónicas
Le chemin des tigres
Pour Gloria Chicaiza,
Combattante
Le 11 août, un an avait passé depuis le déplacement de la
communauté Shuar de Nankints, symbolique dans la lutte anti-minière au même titre que Tsuntsuim, Tundayme
et, sur d’autres territoires équatoriens, Intag, Pacto, Rio
Blanco ou Kimsacocha. Comme l’affirme Sara Torres, il
existe un mouvement populaire anti-minier en Équateur.
Grâce à ce mouvement, l’exploitation minière à ciel ouvert a subi un recul dans ce pays. C’est une perspective
qui permet de découvrir la lutte au sud de l’Amazonie
équatorienne.
Route Macas-Bella Union, Morona Santiago
25 août
Dans le bus, Xavier Maldonado, médecin de la brigade
se rendant à Tsuntsuim, reçoit un cadeau d’un autre
voyageur : Poemario el reactivador. Le passager s’appelle Efrain Maldonado. Il est l’auteur du petit recueil.
Littérature de l’aube, elle évoque la mémoire du du
dirigeant shuar Bosco Wisum et d’autres combattants
amazoniens assassinés cette année au cours des violences minières défendues par l’État.
Bosco Wisuma,
tus batallas y las nuestras...
con tu espíritu en la gloria
seremos invencibles.
Historias de desobediencia
281
Amazónicas
Bosco Wisuma,
Tes batailles et les nôtres…
Avec ton esprit dans la gloire
Nous serons invincibles.
Serons-nous invincibles ? Un poème nous sauvera-t-il ?
Ce petit cahier affirme que nous avançons ensemble dans
ces batailles. Certaines des nôtres sont plus averties. Nous
nous joignons à elles sur le chemin de celles qui résistent.
Si les luttes amazoniennes ne reviennent pas qu’à leurs
peuples, les luttes des femmes ne sont pas non plus seulement les leurs. Si les femmes tombent, nous tombons
tous. S’ils suppriment des peuples ancestraux, nous perdons tous notre mémoire. Si ces violences affaiblissent les
enfants, le lendemain disparaît comme possibilité de vie.
Le poème d’Efrain marquera notre voyage.
Tsuntsuim
26 août
Voilà un an que Nankints a été enterrée, à huit mois de
l’invasion militaire à Tsuntsuim et cinq du retour des
femmes à cette communauté. Tout ça pour protéger les entreprises chinoises venues exploiter les mines d’Équateur.
En mars, nous contemplions les ruines et les cendres que
les militaires avaient laissées derrière eux. Les portes de
trois maisons restaient debout, noircies par la fumée. Les
trophées sportifs de la communauté perdaient leur éclat
dans la boue de leur sépulture. Aujourd’hui, les maisons
sont habitées et nous saluent avec plus de force. La communauté a eu le courage d’y retourner pour recommencer,
semer de nouveau et habiter le présent malgré le risque
d’un autre déplacement, la peur au ventre, condamnée par
le gouvernement au statut de criminelle.
Historias de desobediencia
282
Amazónicas
Les collègues de la brigade médicale vont poursuivre leur
travail. L’éclat dans le regard des enfants est un peu plus
diaphane. Mais Michael a toujours peur. Susana, sa mère,
raconte que le bruit des hélicoptères l’effraie toujours.
« Ils sont en colère parce que nous sommes revenus », me
dit-elle. Michael a deux ans et la peur s’est installée en
lui. Il aura été persécuté avant même de savoir marcher. Il
devra apprendre à mettre un pas devant l’autre dans ces
sentiers ardus parce que son peuple est persécuté depuis
des dizaines d’années. Noemi aussi a peur. Je l’ai connu en
mai. Avec Gladys et Lila, elles m’ont enseigné une chanson shuar. Elle a sept ans. Elle arrête de sourire et se tait
à peine elle entend un hélicoptère. La peur paralyse ces
enfants qui, en décembre, une semaine avant Noël, ont
du traverser la jungle avec leurs mères pour avoir été déplacés par le gouvernement équatorien.
Marbella, San Pedro ou Tiink sont d’autres communautés
victimes de la violence minière. Ce ne sont pas les seules.
Il y en a beaucoup d’autres qui ont supporté les déplacements, les assassinats, la faim, les persécutions, et qui,
malgré tout, résistent et vivent parce qu’il n’existe pas
d’autres formes pour lutter contre les heures et les jours.
Kupiamais
1er septembre
Nous sommes plus de cent personnes. Accion Ecológica a
tracé la Ruta del Jaguar pour connaître les communautés
victimes, prendre pied dans l’Amazonie menacée et réunir en un tribunal éthique des citoyens tout le travail mené
pour accompagner les luttes amazoniennes. Nous réunir
pour disputer à l’État le sens de tout ça : la guerre contre
les peuples amazoniens, ceux qu’ils ont appelé terroristes,
la lutte anti-minière. Leur disputer le sens de la vie.
Historias de desobediencia
283
Amazónicas
Xavier me raconte que l’Équateur a cessé de produire du sérum anti-venin et que nous l’importons
désormais du Costa Rica. Là-bas, les espèces de serpents
sont différentes et l’antidote n’est pas adapté à l’Amazonie
équatorienne. À causes des décisions de l’État comme celle-ci, des dizaines de personnes meurent dans la jungle à
cause de morsures de serpents. L’État laisse mourir.
Nous visitons Kupiamais. Près de là, dans les îles Tutus,
Freddy Taish est mort assassiné en 2013. Son fils le plus
jeune avait alors trois ans. Sa veuve a perdu la vue, mais
pas le sens de la lutte. Le corps de Freddy a été veillé
par sa communauté, où vivait aussi Julio Tiwiram, qui
présida le premier Congrès des Nationalités Indigènes
de Conaie en 1986. En ville, l’histoire des peuples nous
échappe. C’est pourtant notre histoire. « Tes batailles et
les nôtres » écrit le poète Maldonado. Isabel Anangono,
lideuse de Intag, représente 22 années de résistance. Zoila Castillo fait partie de ces femmes amazoniennes qui
ont marché à Quito, méprisées et ignorées par le président de la République d’alors, Rafael Correa. « Pour
résister je ne veux pas de mille moutons, cinq tigres me
suffisent. » dit le dirigeant Domingo Ankuash. Etre de
ces tigres et non des mille moutons.
Gualaquiza
2 septembre
Audience du tribunal éthique : « Il y a des crimes de lèse
humanité commis contre les peuples de la lutte anti-minière », dénonce Celestino Chumpi. Le biologiste Alfredo
Luna affirme quant à lui que la Cordillère du Condor, menacée au mépris de l’État, abrite plus d’espèces encore que
le Yasuni, autre lieu menacé. C’est le pouvoir économique
qui orchestre les espaces”, affirme-t-il.
Historias de desobediencia
284
Amazónicas
William Sacher rapporte l’exploitation quotidienne de 60
000 tonnes de minerai, les études sur l’impact écologique
étant financées par les mêmes entreprises d’exploitation.
Michelle Baez note que c’est bien le pouvoir qui organise toujours lui-même le désastre. Steven Emmerman,
expert en gestion écologique, parle de désastre inévitable
dans les zones minières, de la contamination par l’arsenic
utilisé dans le traitement des minerais et de la perte de
contrôle de la production des entreprises comme Ecuacorrientes, qui mèneront à de graves désastres.
Melissa Moreano dénonce l’approche raciste du territoire
par l’État. En refusant de reconnaître les différentes formes
de territorialités, celui-ci les subordonne à une logique
destructive. L’État voit les territoires comme des friches,
sans culture, sans densité historique. Melissa explique que
des espaces vides se créent, sont vidés, pour permettre
l’assise minière. Tarquino Cajamarca parle de pas moins
de 16 procès légaux contre les peuples qui reflètent ces
violences. « Le COIP réunit des dispositions juridiques
très dures pour les plus pauvres. » explique-t-il. Évidemment, code pénal (Code Organique Intégrale Pénal par
ses sigles en espagnol) nous continuons à être neutralisés
par le piège juridique dont le vocabulaire se résume au
terrorisme et à la subversion. Une partie de la résistance
revient à dénoncer ce langage criminalisant qui légitime
la violence légale de l’État.
Les commissaires du tribunal, composé par les lideuses indigènes Dominga Antun, Carmen Suquilanda et
Diana Atamaint et la lideuse ecologiste Ivonne Yánez,
affirment dans leur verdict que la destruction de l’Amazonie y compris dans d’autres zones minières repose sur
une vision colonialiste. Les études de l’impact écologique ont été menées finalement « avec des méthodes hauHistorias de desobediencia
285
Amazónicas
tement douteuses qui ne respectent pas la législation en
vigueur en Équateur » affirment-elles. De même, pour
favoriser les entreprises minières, « l’État a fait usage
de tout son appareil répressif ». Un harcèlement de la
population est reconnu ainsi qu’un traitement violent
affectant particulièrement les femmes – contamination
du lait maternel, violence sexuelle en relation avec les
campements miniers, prostitution incluse, précarisation
de la vie par asservissement, laquelle provoque des crises que doivent prendre en charge ces mêmes femmes -.
Il n’a pas non plus été question de consulter les chefs des
territoires ancestraux que sont les peuples.
Nous écoutons un discours du tribunal que nous n’entendrons pas de la part de l’État. Il y a là une nouveauté
majeure : une valeur est donnée aux voix des peuples.
Tundayme
3 septembre
À Tundayme, la jungle est détruite. Là où s’asseyait San
Marcos, s’élèvent les barrières métalliques du campement
minier. La signalétique se lit en chinois et en espagnol. Au
loin, une broyeuse de pierre se distingue. Un cube bleu
gigantesque s’impose là où devrait apparaître la montagne nue. Le campement minier s’étend à perte de vue, sans
fin. À la place de la jungle, de la poussière. Poussière qui
est aujourd’hui une propriété privée.
Quand nous approchons pour remettre le verdict du
tribunal éthique, une file de militaires sort à notre
rencontre. Aujourd’hui, les militaires équatoriens travaillent comme gardes privés du capital étranger, à Zamora
aussi. Les lideuses résistantes Isabel Anangono, Zoila
Historias de desobediencia
286
Amazónicas
Castillo, Carmen Lozano et Carmen Suquilanda président
notre commission. « Il n’y a personne pour vous
recevoir. Nous travaillons pour une entreprise sous-traitante. » Au même moment, un groupe d’activistes a pris
la route pour envoyer un message d’alerte : ils détruisent le poumon qui nous fait tous respirer. Ce message
pourrait être cliché mais il n’est pas moins vrai. Ces entreprises travaillent au mépris de notre respiration.
Des bus de travailleurs chinois quittent le campement sous nos yeux, le dimanche, mais ce n’est pas le
plus impressionnant. Au bout d’une demie heure, des
camions sortent par dizaines, les uns après les autres,
phares allumés sous le soleil mordant de midi. Le nuage
de poussières qu’ont soulevé chacun des véhicules dessine sous nos yeux un paysage post-apocalyptique, qui
demeure alors que la catastrophe est passée. Une jeune
mère s’est assise avec sa fille pour attendre le bus sur le
pont du fleuve Wawayme. La jeune fille doit avoir dans
les six ans. Toutes deux, assises sur le trottoir sous une
bannière aux caractères chinois, se couvrent le visage de leurs mouchoirs afin de se protéger un peu de la
poussière, levée sinistrement comme pour occulter ce
qu’il se passe ici : une zone énorme du territoire ancestral équatorien a été cédé au capital étranger pour une
exploitation qui ne laissera rien. Ce nuage de poussière
brunâtre qui nous colle aux yeux ne peut pas cacher l’ampleur du désastre devant lequel nous nous trouvons.
Le rythme de notre respiration, altéré par la poussière et
alourdi par la chaleur, trace notre chemin pour suivre ces
peuples. Les historiques poumons de la résistance ont
respiré beaucoup, beaucoup plus que cette poussière.
Cette poussière était une jungle, ce soleil frappait la te-
Historias de desobediencia
287
Amazónicas
rre, pas le ciment qui aujourd’hui renvoie ses rayons. La
respiration persiste, le pas dans la jungle est guerrier.
Ce sont des pas ancestraux qui viennent de loin, sur un
chemin que nous honorons.
Traduction de Lundimatin, Francia
13 01 2018, Lundimatin
Historias de desobediencia
288
Fundamentalismo
y misoginia, palabras largas
p291
Amores fatales
p296
Coparentalidad y nuevas
paternidades: dos cosas distintas
p298
Una cruz en llamas
p303
Uma cruz em chamas
p308
Nuestro derecho a la réplica
Fundamentalismo y misoginia,palabras largas
Amores fatales
De la mujer
Hay dos árboles prohibidos en el jardín del Edén. Eva cae
en la tentación de probar la manzana del árbol del conocimiento. Es el mal. Nace no de Dios, sino de Adán. En el
siglo VI, el cristianismo aún discute si la mujer tiene alma.
No hay ninguna mujer presente en esa discusión. Debido
a su imperfección biológica y su “carencia” de genitales
exteriores, será la mujer quien siga al hombre. «La cabeza
de la mujer es el hombre», dirá San Agustín.
A lo largo del siglo XIX, «el problema de la mujer» ocupa
a las ciencias y les lleva a concluir que una parte media de
su cerebro permanece vacía. Aun el evolucionismo hace
de la mujer su propia especie, con una evolución distinta a
la del hombre. Mujer, niño, «primitivo», serán todos seres
inferiores bajo necesidad de tutela permanente, proporcionada por el hombre, con una evolución aventajada. En
sus propios términos, el catolicismo más conservador comulga con esta tesis hasta iniciado el siglo XX: el hombre
será cabeza de la Iglesia, de la familia, vector de la pareja,
administrador del deseo, dador de sentidos.
Del amor
El amor, dirá San Agustín, se inicia por vía de lo sensible.
Son nuestros sentidos los que nos llaman al amor: los ojos,
reflejo del alma, reconocen la presencia del otro. Pero la
concupiscencia debe ser siempre superada por el espíritu.
Historias de desobediencia
291
Fundamentalismo y misoginia,palabras largas
La razón nos permitirá discernir entre el bien y el mal,
con la ayuda de Dios. Si el amor es honesto y devoto, el
matrimonio será su máxima expresión.
El Catecismo de Santo Tomás de Aquino dice: «Hay un triple bien del matrimonio: el primero es la prole que se ha
de engendrar y educar para el culto de Dios; el segundo es
la fidelidad que los cónyuges deben guardar uno al otro;
el tercero es el sacramento, es decir, la indivisibilidad del
matrimonio (...)». El amor está destinado a la reproducción.
Dios manda que el acto sexual «sirva para que la pareja
casada renueve su alianza matrimonial. (...) El control artificial de la natalidad contradice la renovación simbólica
de la alianza matrimonial», dicen por consenso los documentos del catolicismo que preparan a los fieles para el
matrimonio, por ejemplo este. Y San Agustín, en el Libro
de la Concupiscencia: «Tener hijos es el único fruto digno
de las relaciones sexuales».
De lo perverso
El hombre como cabeza superior del Estado y la Iglesia,
ambas, leyes supremas; una mujer demonizada en su sexualidad e infantilizada en su subjetividad, o viceversa;
una concepción de familia que administra el deseo y une
amor conyugal entre hombre y mujer con reproducción
y sentido único del amor. Paralelamente, los procesos de
consolidación de los estados nacionales en América Latina lograron separar Iglesia de Estado. Por estas razones,
no cabe ni siquiera mencionar la palabra abstinencia como
una política pública en Ecuador, como sucede ahora, que
se anuncia el cambio de dirección de la ENIPLA.
Historias de desobediencia
292
Fundamentalismo y misoginia,palabras largas
Una conquista enorme de la sociedad civil que proviene de los feminismos es la que proclama la soberanía del
cuerpo las mujeres y, por tanto, los reivindica para la libertad y, claro, también para el amor en igualdad.
El amor y el deseo no necesariamente terminan en la
formación de una familia, no son heterosexuales y, sobre todo, el amor y el deseo no pueden ser controlados
ni por el Estado ni por la Iglesia. Siempre y cuando una
persona no vulnere la integridad de la otra con actos de
violencia sexual, que por supuesto constituyen violencia,
esta persona puede actuar libre y coherentemente según
su sexualidad. Esa persona, qué radical lo que decimos,
puede elaborar y vivir su propia idea del amor, el cuerpo,
la sexualidad y la sensibilidad.
En una sociedad infantilizada por un discurso oficial que
pretende, desde la ley, mandar sobre el cuerpo de las personas, ahora nos hablan de cómo practicar el sexo y, sobre
todo, de cómo no sentir placer. Solo que el deseo no se
puede censar, no importa si se crea una Secretaría de la
Felicidad, una Dirección Nacional de Abstinencia y Control del Hedonismo o una Ley Nacional de Reproducción
para la Familia. Nunca gozaron de matrimonio más armónico una revolución y un dogma.
En un cruce que hoy resulta perverso, Estado e Iglesia se
disputan la regulación del deseo por medio de la institución de la familia. Esta, núcleo de la sociedad cristiana y
de la sociedad civil, es la llamada a procrear tanto fieles
como ciudadanía, bajo los principios de la reproducción
que alimentan al Estado y la Iglesia al mismo tiempo.
Esta coincidencia entre el catolicismo más conservador y un Estado no laico es la que estamos viviendo
Historias de desobediencia
293
Fundamentalismo y misoginia,palabras largas
en la unión de Rafael Correa y Mónica Hernández a la
cabeza de la ENIPLA. Sus políticas, diseñadas para
la observación y la vigilancia del cuerpo de las mujeres,
sobre todo, creen que nombrar la palabra abstinencia acaba con la alarmante carencia de educación sexual; piensan
que la palabra abstinencia formará jóvenes más decentes;
fantasean con que la palabra abstinencia detendrá las
violaciones a menores; defienden que la palabra abstinencia terminará con la muerte de niñas por embarazos
de riesgo y abortos clandestinos.
De la pluralidad del catolicismo
Del catolicismo, la nueva ENIPLA, por ser ahora desmantelada, comulga con lo más conservador. El dogma
del Opus Dei no es la única respuesta que el catolicismo
le ha ofrecido al mundo. Aun en defensa de un Estado
laico que está yendo contra su propia laicidad, hay que
apuntar que, si bien hay históricamente mayoría católica en el país, religiosa y culturalmente hablando, no
toda profesión de esta fe se inscribe en la línea de Mónica Hernández, en absoluto.
Un catolicismo contemporáneo y reflexivo es el que
practican, por ejemplo, Católicas por el derecho a decidir
en Ecuador. Es un «movimiento autónomo de personas
católicas, comprometidas con la búsqueda de la justicia
social y el cambio de patrones culturales y religiosos».
Ese cambio de patrón, la puesta al día con aquello que
nos interpela de la realidad, eso también lo han pensado corrientes del catolicismo.
Cómo no pensar en las comunidades católicas que han
acogido los métodos anticonceptivos, aceptando que la
Historias de desobediencia
294
Fundamentalismo y misoginia,palabras largas
tecnología, al siglo XXI, ha logrado separar placer y reproducción más allá del sexto mandamiento; hay que pensar
en comunidades creyentes de población LGBTI; en corrientes teológicas sociales con presencia histórica en el
mundo; en teologías feministas. Sin tener que adherir ni
tener integrada la idea de dios a nuestra vida, podemos
reconocer que esos catolicismos han pensado con honestidad en respuestas para el mundo, dentro de sus propias
contradicciones. La línea ultraconservadora no representa a todos los catolicismos de este país, pero es el que la
Presidencia ha aceptado como una política para toda la
población ecuatoriana, sea que ésta profese el ateísmo, al
agnostiscismo o que observe el judaísmo o pertenezca a
religiones ancestrales. Esto no nos representa. Así como
toda persona es libre de profesar la fe que elija, o ninguna, así mismo debemos coexistir en pluralidad de fe y de
ideologías, y esta debe ser una garantía del Estado, sin
imponer una creencia por sobre otra.
ENIPLA es un esfuerzo de numerosísimas mujeres, de
muchos años, resultado de procesos plurales, científicos,
enterados, perseverantes, que han avanzado para toda
la población de este país. Este cambio abrupto marcado por el pánico moral y por la ignorancia respecto de
las realidades más lacerantes del Ecuador no tiene antecedentes, aunque pensaríamos por defecto en García
Moreno. Eran los 1870. Es el 2015.
2015 12 22
Historias de desobediencia
295
Fundamentalismo y misoginia,palabras largas
Coparentalidad
y nuevas paternidades:
dos cosas distintas
Sí. Las madres divorciadas pueden secuestrar a sus hijos o hacer mal uso de las pensiones alimentarias. No.
Esto no se puede generalizar porque es perpetuar un estereotipo. Cuando un estereotipo negativo se usa para
elaborar leyes, se hacen leyes discriminatorias, por
tanto, regresivas. Cuando leyes discriminatorias y regresivas centran sus elaboraciones en una identidad
esencializada como «mujer», «mujer aprovechadora»,
«mujer mentirosa», están fundamentando un poder normativo sobre un principio misógino.
No. Las mujeres no son las únicas cuidadoras posibles,
pero sí han desarrollado una destreza histórica al haberse naturalizado su rol. Las mujeres divorciadas, solteras,
trabajadoras precarizadas, han asumido el rol de cuidado ante violaciones de donde resultan hijos; abandono de
los padres; cuidado de la discapacidad; pobreza. Eso ha
creado desventajas económicas y sociales. Detrás de estas
desventajas hay historias de violencia.
Muchos padres divorciados reclaman un rol más allá de
aquel del proveedor. Participar del cuidado es legítimo y
necesario para desmontar el patriarcado y lo que este hace
con los hombres. Las nuevas paternidades trans*, gay, heterosexuales, lo muestran. Pero para ser coherentes, estas
paternidades deben romper con el control económico y
con el privilegio histórico del padre, con su ley. Es la única forma de desmontar las violencias.
Historias de desobediencia
296
Fundamentalismo y misoginia,palabras largas
La coparentalidad parece una posibilidad, pero sus
elaboraciones carecen de legitimidad. Su mayor
representante es Richard Gardner, quien justificó la pedofilia y el incesto en su obra.
Hay que leerlo, tenemos la responsabilidad de saber qué
herramientas usamos. Gardner nunca usó datos empíricos al crear el síndrome de alienación parental (SAP), por
ejemplo, y su obra está plagada de deducciones lógicas
inválidas. Este no puede ser un fundamento para modificar leyes. Repitamos: Richard Gardner, autor del SAP, fue
un defensor de la pedofilia. Richard Gardner, autor del
SAP, afirmó que las mujeres sentimos placer al ser golpeadas. Richard Gardner, autor del SAP, afirmó que lxs niñxs
sufren menos trauma por el abuso sexual que por la separación entre padre y madre.
Gardner propuso períodos de prisión o de hospitalización
para las madre y para los niños como parte de su «terapia
de amenaza»: si se castigaba a los niños con un encierro
en centros de acogida, por ejemplo, el efecto del castigo
en prisión los llevaría a aceptar las visitas de sus padres
cuando no vivían con ellos. Nada menos.
Los padres necesitan posibilidades legales para ejercer su
paternidad, pero la coparentalidad no es una opción porque se sostiene en la misoginia: pensemos la justicia de
otra manera. Nuestra capacidad de discernir depende de
nuestra aproximación crítica a los problemas, más ahora,
cuando se discuten las reformas del Código de la Niñez
y la Adolescencia. Lea a Gardner, mire por usted mismo.
2018 02 20, Diario El Telégrafo
Historias de desobediencia
297
Fundamentalismo y misoginia,palabras largas
Una cruz en llamas
El aula de nuestro seminario es la 160 en el edificio de
Letras. A la misma hora del miércoles 8 de noviembre,
cuando Judith Butler es atacada por primera vez a su llegada a Sao Paulo, nosotras nos disponemos a comentar
Marcos de guerra, su volumen de 2009, que aborda entre
otras cosas la precariedad como condición constitutiva
de la vida hoy. Butler asiste a un congreso organizado
por el área de Filosofía de la Universidad de Sao Paulo.
Nosotras, en esa misma universidad, miramos imágenes de los ataques mientras nos disponemos a abordar
el trabajo de la filósofa. En ese momento, nuestra lectura
adquiere una carga política inesperada: leemos y adherimos críticamente al trabajo de alguien que, como se
demanda en una protesta pública, debe ser quemada
como una bruja. Si se la debe quemar, ¿entonces hay
brujas? ¿Qué quiere decir esto?
Hay una efigie de Butler fuera del centro donde está.
El cuerpo de la muñeca es de tela negra, lleva un
sujetador rosa —probable evocación de la quema de sostenes de 1968, detalle pop— y su rostro está coronado con
un sombrero de bruja. El grupo quema a Butler-muñeca,
encaramada por sobre su turba, y arroja su cuerpo en
combustión desde las alturas hacia el centro de la multitud, excitada por su propio acto.
Quemar a la muñeca, querer quemar a Butler o, querer
quemar la palabra «género». Quemar una palabra.
Es irónico, sin embargo, que en ese acto violento el grupo no se dé cuenta de que está cometiendo lo que para
ellos puede ser una herejía: la estructura interior de la
Historias de desobediencia
298
Fundamentalismo y misoginia,palabras largas
cabeza de Butler es de madera y tiene perfecta forma de
cruz. Al combustionar esa confección por capas, aparece ante nuestros ojos una cruz en llamas. La cruz arde
como accidente de eso otro que arde: el cuerpo de la
bruja. La cruz y la violencia de la quema, indisociables,
la una dentro de lo otro.
Cuando se quiere quemar a Butler, se quiere quemar lo
que no se ha leído, lo que no se conoce sobre género,
aquello que se ha preferido ignorar del feminismo. Uno
de los significados históricos de «ignorante» es «obsoleto»: quedar fuera de tiempo, haber envejecido. En gestos
que recurren al pasado concebido como inmovilidad —
mantener la familia, velar por un orden, bloquear el cambio—, estos grupos quieren quemar algo que no conocen.
¿Cómo es esto posible? El sociólogo sudafricano Stanley
Cohen llamó «pánico moral» a algo similar a esto. En un
momento dado, algo surge que nos parece amenazante.
Dejamos de pensar y empezamos a reaccionar ante ese
algo como si fuera un enemigo, en lugar de tratar de entenderlo. En pánico, no es necesario conocer para actuar,
el lenguaje del pánico habla de amenaza, ataque, ofensa,
y por tanto, la “ofensora” debe ser castigada, quemada.
El miedo al cambio originado en la ignorancia deliberada
tiene efectos reales: pone en riesgo la vida de las personas, amenaza, legitima la violencia para protegerse del
otro. Un pronunciamiento de Butler y una nueva y extensa explicación de su visita a Sao Paulo y su postura
puede leerse aquí, en Brasil de Fato.
Entre las fórmulas del pánico de estos grupos se encuentra aquella que afirma que la «ideología de género»
destruye la familia, manipula la sexualidad, hace del aborto un deporte. La «ideología de género» en la definición
explícita del Vaticano (se puede rastrear su proceso en la
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299
Fundamentalismo y misoginia,palabras largas
carta que Juan Pablo les dirigió en 1995 a las mujeres) está
dirigida a la deslegitimación de las luchas feministas. La
teoría de género, por el contrario, amplía el concepto de
familia cuestionando sus fundamentos, no manipula la
sexualidad sino que la des-biologiza, y reconsidera con
seriedad y en relación con la tecnología, los derechos de
las mujeres y la Historia los inicios y los finales de la vida.
El pánico traduce estas elaboraciones teóricas y políticas
en fórmulas apocalípticas para deslegitimarlas, cayendo
irremediablemente en una reducción que circula como
verdad. Y no, no se trata de libertad de expresión porque
esas fórmulas son repetidas con fines discriminatorios. El
discurso de odio no se puede confundir con el derecho
a expresarse cuando pone en riesgo a personas o grupos
humanos a quienes denigra.
En su accionar ansioso, el pánico impide mirar que las
retóricas divisivas crean falsos antagonismos. Los fundamentos del régimen político que conocemos como
patriarcado se han distribuido sobre todos los cuerpos,
todos los afectos, todos los mundos. Las mujeres antifeministas, los hombres temerosos de su sexualidad y los
líderes de masculinidad frágil no ven que ese régimen
los ha golpeado también a ellos. No lo ven en Brasil las
multitudes fanáticas; no lo ven en Perú los seguidores
del obispo Cipriani; no lo ven en México ni en Ecuador
quienes marchan bajo el lema de «Con mis hijos no te
metas»; no lo ven en España los protectores de los violadores en manada; no lo ven en todo el mundo quienes
han hecho del género una palabra demonizada.
Cuando desde lo político decimos feminismos, «género»,
familia, decimos reinvención del amor, recuperación del
cuerpo, renovación de nuestra idea de parentesco. No es
una palabra que destruye, como tampoco es una indusHistorias de desobediencia
300
Fundamentalismo y misoginia,palabras largas
tria ni un recipiente para salvar en la corrección política
la conciencia liberal. Es otro el poder de esta palabra, y
sí, puede ser un abracadabra: la palabra con poder de
la bruja. Las brujas fueron mujeres sabias perseguidas,
fueron defensoras de la tierra y sujetos comunitarios
por siglos. La historización que Silvia Federici hizo en
Calibán y la bruja sirve muy bien para ver que, en la
quema de la muñeca de Butler, se actualizan el miedo
al saber y a la libertad que ese saber otorga al cuerpo
y a la comunidad. La caza de brujas está muy lejos del
folclor, por el contrario, constituye una forma ejemplarizante de castigo que volvemos a ver en escena como hace
800 años. Hoy, la llaman ideología de género.
En una conferencia dada en la Universidad 3 de Febrero,
en Argentina, Butler se refería a la necesidad de reflexionar para imaginar un mundo donde la vida sea más
vivible: «La sola reflexión no cambia el mundo, pero el
mundo no puede cambiar sin una intervención crítica.
Abrir las categorías construidas hace mucho tiempo
hará el mundo más vivible». La teoría, decía Butler, no
se opone a la política, sino que se gesta a otro ritmo,
más meditado pero nunca desinteresado por lo que
pasa en nuestros cuerpos y en el espacio social. Las
opiniones teóricas son también parte de un proceso
histórico y constituyen, sobre todo, una lucha contra
la manera básica y elemental de pensar el cuerpo o el
género, explicaba. En efecto, los procesos históricos se
abrevian en definiciones, pero esas elaboraciones no
están jamás separadas de la realidad. El miedo al «género» es el miedo a pensar, porque la palabra tiene un
poder al volver a nombrar. Lo contrario, temer el cambio, conservar esquemas de afecto que nos someten
y renunciar a pensar no tiene otro nombre que oscurantismo. La teoría de género, la reflexión y la praxis
Historias de desobediencia
301
Fundamentalismo y misoginia,palabras largas
feminista hacen eso: encender la imaginación crítica
para que otras vidas sean posibles.
Las 363 mil firmas en contra de la presencia de Judith Butler en Sao Paulo constituyen una voluntad colectiva de
suprimir la diferencia o, por lo menos, de reprimirla. Esos
miles de firmas van dirigidos a Butler y al mismo tiempo
hacen de su persona un signo con el cual enviarnos un
mensaje. Las mayorías amparadas en el anillo social del
«somos muchos que pensamos igual» realmente no suelen detenerse a pensar, pues de haberlo hecho, habrían
visto que Butler viajaba a un congreso sobre Democracia
en donde no iba a referirse al trabajo que ha hecho en la
elaboración teórica del género. El congreso al que asistió
se llamaba «The Ends of Democracy». Los fines —¿los finales?— de la democracia. Ciertamente, dejar de pensar
nos expone más a lo segundo. Dejar de pensar y dejar, así,
que el mundo nos sea arrebatado por los obsoletos, aquellos que nos mostraron, en un acto de torpeza, una cruz
en llamas. Y ante eso, ¿no resistir?
24 11 2017, Versión en portugués publicada
en Correio da Cidadania, Sao Paulo
Historias de desobediencia
302
Fundamentalismo y misoginia,palabras largas
Uma cruz em chamas
As aulas do nosso seminário foram na sala 160 do prédio
da Letras, na USP. Na mesma hora em que começávamos
nosso dia por lá, naquela quarta-feira (8), Judith Butler era atacada pela primeira vez em sua chegada a São
Paulo. Em sala, nos dispusemos a comentar Marcos da
Guerra, seu volume de 2009, que aborda entre outras coisas a precariedade como condição constitutiva da vida
atual. Butler atendeu a um congresso organizado pela
Filosofia da USP. Nós, nessa mesma universidade, olhamos as imagens dos ataques enquanto nos dispúnhamos
a abordar o trabalho da filósofa. Nesse momento, nossa leitura adquiriu uma carga política inesperada: lemos
e aderimos criticamente ao trabalho de alguém que, de
acordo com um protesto público, «deve ser queimada
como bruxa». Ora, se ela deve ser queimada, quer dizer
que existem bruxas? O que isso quer dizer?
Vimos uma representação de Butler do lado de fora do
Sesc Pompéia. O corpo da boneca é de tela negra e leva
um sutiã rosa – provável evocação da queima de sutiãs de 1968, detalhe pop – e seu rosto está coroado com
um chapéu de bruxa. O grupo queima a Butler-boneca,
empoleirada pela turba, e atira seu corpo em combustão das alturas até o centro da multidão, excitada por
seu próprio ato. Uma fogueira e a intimidade entre nós
e nossas representações.
Queimar a boneca, querer queimar a Butler ou, mais
precisamente, querer queimar a palavra «gênero».
Queimar uma palavra.
É irônico, todavia, que nesse ato violento o grupo não
se dê conta de que está cometendo o que para eles pode
Historias de desobediencia
303
Fundamentalismo y misoginia,palabras largas
ser uma heresia: a estrutura interior da cabeça de Butler
é de madeira e tem a perfeita forma de uma cruz. Ao
gerar a combustão, essa confecção de capas e tecidos
desapareceu consumida e em seu lugar surgiu diante
dos nossos olhos uma cruz em chamas. Aquilo que arde
como acidente deste outro que arde propositalmente: o
corpo da bruxa. A cruz e a violência da queima, indissociáveis, uma dentro da outra.
Quando se quer queimar a Butler, a ideia é queimar o
que não foi lido, o que não se conhece sobre gênero,
aquilo que é preferível ignorar acerca do feminismo.
Um dos significados históricos de «ignorante” é «obsoleto»: ficar fora do tempo, haver envelhecido. Em gestos
que recorrem ao passado concebido como imobilidade
– manter a família, velar por uma ordem, bloquear as
mudanças – estes grupos querem queimar algo que não
conhecem. Como isto é possível?
O sociólogo sul-africano Stanley Cohen chamou de «pânico moral» algo similar a isto. Renunciar ao argumento, sobredimensionar e defender o tabu. Em pânico, não
é necessário conhecer para agir. Esse medo da mudança
originado na ignorância deliberada tem efeitos reais: põe
risco à vida das pessoas, ameaça e legitima a violência
para proteger-se do outro. Um pronunciamento de Butler
e uma nova e extensa explicação da sua visita a São Paulo
e sua postura sobre todo o ocorrido pode ser lida aqui.
Entre as formulas do pânico destes grupos se encontra
aquela que afirma que a «ideologia de gênero” destrói
a família, manipula a sexualidade e faz do aborto um
esporte. A tal “ideologia de gênero» não existe e é uma
fabricação dos laboratórios do Vaticano – é possível
Historias de desobediencia
304
Fundamentalismo y misoginia,palabras largas
rastrear esse processo na carta de João Paulo II dirigiu à
nós, mulheres, em 1995.
Já a «teoria de gênero”, essa sim defendida por Butler, pelo
contrário, amplia o conceito de família questionando seus
fundamentos, não manipula a sexualidade senão que a
«desbiologiza», a reconsidera com seriedade e em relação
com a tecnologia, os direitos das mulheres e a História
dos inícios e finais da vida – socializando-a.
O pânico traduz estas elaborações teóricas e políticas
em fórmulas apocalípticas para deslegitimá-las, caindo
irremediavelmente em uma redução que circula como
verdade. E não, não se trata de liberdade de expressão
porque estas fórmulas são repetidas com fins discriminatórios e, portanto, perigosos.
Em seu acionar ansioso, o pânico nos impede de olhar
que as retóricas divisórias e cria falsos antagonismos. Os
fundamentos do regime político que conhecemos como
patriarcado foram sendo distribuídos sobre todos os
corpos, todos os afetos, todos os mundos. As mulheres antifeministas, os homens temerosos de sua sexualidade e os
líderes da masculinidade frágil não veem que esse regime
também os golpeou. Não o veem no Brasil as multidões
fanáticas; não o veem no Peru os seguidores do Bispo Cipriani; não o veem no México nem no Equador aqueles que
marcham sob o lema de «não se meta com meus filhos»;
não o veem na Espanha os protetores de estupradores em
manada; não o veem em nenhum lugar do mundo aqueles
que fizeram do «gênero» uma palavra demonizada.
Quando falamos, do ponto de vista político, de feminismos, «gênero» e família, falamos sobre a reinvenção do
amor, a recuperação do corpo, a renovação da nossa ideia
Historias de desobediencia
305
Fundamentalismo y misoginia,palabras largas
de parentesco. Não é uma palavra que destrói, nem é uma
indústria e nem um recipiente para salvar na correção política qualquer consciência liberal.
É outro o poder desta palavra, e sim, pode ser um «abracadabra»: a palavra poderosa das bruxas. As bruxas
foram mulheres sábias perseguidas, foram defensoras da
terra e sujeitos comunitários por séculos. A historiografia
que Silvia Federici descreveu em Calibán e a bruxa serve
muito bem para ver que, na queima da boneca de Butler,
são atualizados os medos do saber e da liberdade que
esse saber outorga ao corpo e à comunidade. A caça às
bruxas está muito longe do folclore, pelo contrário, constitui uma forma exemplar de castigo que voltamos a ver
em cena como há 800 anos. Hoje, se chama «ideologia de
gênero» o objeto a ser caçado.
Em uma conferência dada em 3 de fevereiro em uma universidade na Argentina, Butler se referia a necessidade de
refletir para imaginar um mundo onde a vida seja mais
«vivível”. «A reflexão por si só não muda o mundo, mas
o mundo não pode mudar sem uma intervenção crítica.
Abrir as categorias construídas há muito tempo fará do
mundo um lugar melhor para se viver». A teoria, dizia
Butler, não se opõe à política, mas gesta um outro ritmo,
mais meditado, porém nunca desinteressado pelo que se
passa em nossos corpos e no espaço social.
As opiniões teóricas são também parte de um processo histórico e constituem, sobretudo, uma luta contra
a maneira básica e elementar de pensar o corpo ou o
gênero, explicava Butler naquela ocasião. Com efeito,
os processos históricos se abreviam em definições, mas
essas elaborações não estão jamais separadas da realidade. O medo do «gênero» é o medo de pensar, porque a
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Fundamentalismo y misoginia,palabras largas
palavra tem o poder de voltar a nomear. O contrário, temer a mudança, querer conservar esquemas de afeto que
nos submetem a renunciar o pensar não tem outro nome
senão «obscurantismo». A teoria de gênero, a reflexão e a
práxis feminista, fazem isto: acender a imaginação crítica
para que outras vidas sejam possíveis.
As 363 mil assinaturas contra a presença de Judith Butler
em São Paulo constituem uma vontade coletiva de suprimir a diferença ou, pelo menos, de reprimi-la. Essas
milhares de assinaturas são dirigidas a Butler ao mesmo tempo que fazem de sua pessoa um símbolo com o
qual enviamos a mensagem. As maiorias amparadas no
anel social do «somos muitos que pensamos assim» realmente não parecem parar para pensar, pois fazendo isso,
haveriam visto que Butler viajava a um congresso sobre
democracia onde não iria se referir ao trabalho em que
elaborou sua teoria do gênero.
O congresso que ela atendeu em São Paulo se chamava «The Ends of Democracy» (Os fins da democracia,
em tradução livre). Os «fins» – finais ou finalidades? –
da democracia. Certamente, deixar de pensar nos expõe mais à primeira opção, a de fim, de encerramento,
de ponto final da democracia. Deixar de pensar seria o
mesmo que deixar que o mundo nos seja arrebatado pelos obsoletos, por aqueles que nos mostraram, em um
ato de torpeza, uma cruz em chamas. E diante disso
tudo, como não resistir?
Traduzido por Raphael Sanz
24 11 2017, Correio da Cidadania, Sao Paulo
Historias de desobediencia
307
Fundamentalismo y misoginia,palabras largas
Nuestro derecho a la réplica:
las mujeres
El pasado 18 de abril, envié mi columna a Plan V, como
de costumbre. Me refería a una nota publicada por su
redacción con la que no estaba de acuerdo. Se trataba
de la cobertura de un encuentro entre un representante
del equipo político del banquero Guillermo Lasso y un
sector del movimiento de mujeres que había acordado
firmar un acuerdo con él durante la campaña electoral.
Mi columna no se ha publicado hasta hoy y tampoco me
han comunicado que la censuran. Considero que puedo
ponerla a consideración de otro medio dado que el editor ha bloqueado mi comunicación con él, por lo cual
toda colaboración deja de ser posible. He modificado
la columna original, que quedó sin respuesta en manos
de Plan V, para La Periódica.
Somos un movimiento y nos reconocemos como tal. Las
que nos anteceden llevan luchando hace cuarenta años.
Las mujeres que las anteceden a ellas empezaron a caminar hace siglos. Somos el movimiento de mujeres,
conformado por sujetos políticos diversos, colectivos,
organizaciones y mujeres no organizadas. Nos articulamos en torno a los feminismos. Todas, sin excepción,
hemos sido discriminadas, agredidas, deslegitimadas
o violentadas por ser mujeres. Entre nosotras, contamos asesinadas, desplazadas, violadas, sobrevivientes.
El movimiento de mujeres en Ecuador es persistente.
Tenemos desacuerdos permanentes y temporales, y
navegamos a través de ellos porque sabemos que buscamos lo mismo y que eso que buscamos no comulga
con el poder ni se acomoda a sus exigencias.
Historias de desobediencia
308
Fundamentalismo y misoginia,palabras largas
Somos un movimiento vivo y por eso esperamos que se
dé cuenta de sus dinámicas con una aproximación ética
desde el periodismo. No aceptamos ser objeto de especulación: es la gran diferencia entre ser un tema y ser sujetos
políticos. El 27 de marzo de 2016, Redacción Plan V publicó una nota titulada «Así se pulió la estrategia de Lasso
para la semana final». La nota se refiere a los vínculos que
Guillermo Lasso buscó durante su campaña electoral con
las mujeres y colectivos LGBTI. Aquí uno de los pasajes
más llamativos: «De ahí que buscó acercarse a ciertos sectores del feminismo, si bien se cuidó de no hacerlo con los
más radicales, en especial, con los colectivos y activistas
que tienen la despenalización del aborto y la ‘soberanía
del cuerpo’ como tema principal de sus agendas.» Hasta
hoy, no sabíamos que defender la autonomía del cuerpo
era considerado un exceso. Tampoco sabíamos que nos
dividíamos en dos: moderadas y radicales.
Un sector del movimiento de mujeres se reunió con Lasso
durante la campaña electoral. Hubo posturas y reacciones
distintas respecto de esta decisión. Muchas no estuvimos
de acuerdo y considerábamos que los contenidos de la
carta firmada iban a mínimos. Otros sectores consideraron que esa misma carta era un documento de protección
de lo que hemos ganado, para no verlo en riesgo en caso
de que la victoria fuera de Lasso —hoy, con Moreno, lo
vemos igualmente amenazado—. Esto hay que contarlo
porque los desacuerdos se discutieron con respeto en los
espacios que tenemos; porque aunque no participamos
de esos diálogos, sabíamos que se estaban dando; porque
son puntos de agenda que algunas feministas históricas
han discutido por décadas sin ver avances reales y siguen
pendientes. Aquí seguimos, reivindicando la autonomía
del movimiento una vez que el escenario ha cambiado,
igual que reivindicamos su pluralidad y sus desacuerHistorias de desobediencia
309
Fundamentalismo y misoginia,palabras largas
dos, reconociendo procesos de los cuales las mujeres nos
hemos beneficiado y a los que nos han convocado a sumarnos conforme pasan las décadas.
Es hora de mirar y narrar el movimiento de mujeres
y los movimientos sociales con mayor conciencia de
su complejidad, sus debates no se pueden reducir a
dos fórmulas de género.
La división que hace la nota de Plan V entre moderadas y
radicales no corresponde a la complejidad de las discusiones que sostuvieron los movimientos sociales durante el
periodo pre-electoral. El periodista nombra a algunas mujeres como «moderadas»: «Algo que activistas como ellas
tienen en común es que no son consideradas totalmente
a favor de la despenalización del aborto», a diferencia de
los «elemento radicales», dice la nota, que pertenecerían
a la «tercera ola del feminismo». La división maniquea
de las feministas entre «moderadas» y «elementos radicales» no da cuenta de las distintas posiciones en el interior
del movimiento y fuera de él, ni siquiera se comprenden
bien las supuestas olas en esa formulación. Tenemos que
revisar nuestros lenguajes para poder dar cuenta de la
complejidad de la conducta social y de procesos sociales
como éste: el periodismo no se reduce a temas, es una exploración permanente que busca nombrar, decir algo más
allá de las fórmulas a las que lo reduce cierta prensa.
¿Cómo dar cuenta desde el periodismo de la complejidad de los movimientos sociales sin reducirlos ni
hacer de ellos una caricatura? Esa pregunta debe marcar
la labor de escritura para poder producir textos éticos. El
movimiento de mujeres se articula de múltiples formas
con el capital, la tierra y el campo, la ciudad, el cuerpo,
otros actores sociales y el derecho a elaborar en el discurHistorias de desobediencia
310
Fundamentalismo y misoginia,palabras largas
so una postura que se inscriba en el colectivo de maneras
más o menos tensas, pero siempre enunciadas en pos de
lo que queremos. La nota mencionada no se agota en lo
anecdótico: es una ocasión para pensar en lenguajes renovados, medios independientes y la manera en que el
periodismo se aproxima hoy al mundo, desde qué conciencia, con qué preguntas y predisposición.
Finalmente, es curioso que en la nota se afirme que aquí,
en América Latina o en Ecuador, se cumple la línea histórica de la tercera ola del feminismo. ¿En qué manual?
Es justamente la incomprensión de la historia de los
feminismos lo que lleva a estas desorientaciones, o una
resistencia a narrarlo de manera más atinada, quizás.
¿Cómo incorpora el periodismo el dato histórico con
consistencia y cómo inscribe su narrativa en la cultura?
Esta pregunta se transforma en deuda: hay una responsabilidad de conocer para registrar.
Entre el 7 y el 9 de abril, el movimiento de mujeres sostuvo
una reunión nacional. Asistieron 95 lideresas de cerca de
40 organizaciones de casi todo el país. La más joven vino
del Movimiento Cantonal de Mujeres de Cayambe, vinculado a Luna Creciente. Se llama Ángela Coalchi Morales y
tiene 13 años. Elizabeth Rivera, del proyecto Promotores
de Derechos, trabaja con niños en voluntariados y escuelas de formación política en Cayambe. La conciencia y la
lucidez de alguien tan joven como Ángela vienen de estos
procesos, que no pueden ser maltratados por la prensa, ni
la pública ni la independiente. Ángela nos dice que mañana seguiremos, que vienen ellas y que vienen con mucha
fuerza. Y vamos a honrar sus aprendizajes defendiendo
nuestras luchas y la manera en que éstas se nombran.
Historias de desobediencia
311
Fundamentalismo y misoginia,palabras largas
La retórica divisiva de la nota de Plan V deslegitima posturas y crea falsas fragmentaciones. No se trata de libertad de expresión, se trata de abordar con responsabilidad
temas como este más allá de lecturas maniqueas. La libertad de expresión no lo aguanta todo ni puede ser el lugar
común al que acudimos para crear deslegitimaciones o
interpretaciones tendenciosas. Me pregunto ahora cómo
se miran los medios respecto del feminismo y de la cobertura de problemáticas relacionadas con el género con
toda la resistencia que genera hoy.
¿Qué narrativas elige construir la prensa cuando se ve
ante temas que no le son fáciles o que no son populares? ¿Hasta dónde llega la solidaridad de género del
periodismo cuando se ve interpelado y hasta dónde se
definen como medios que quieren trabajar con conciencia de género? ¿Cuándo renunciamos al privilegio de la
libertad de expresión ilimitada para replantearnos el trabajo periodístico desde la comprensión real, atenta de
nuevas posturas, de formas de comprender el mundo
que no se reducen a manuales?
20 05 2017, La Periódica
Historias de desobediencia
312
Memoria colectiva
p315
Contra la naturalización
de la violencia
p319
Leer como resistencia
y una fosa bajo sus pies
p322
Decir Restrepo
p328
Fueron costureras.
Con Estrella Soria
p335
En el cuerpo de las
mujeres no hay paz
p347
Ecuador: hubo cuerpos
que fueron carroña
p355
A la memoria de Jean-Luc Nancy
Memoria colectiva
Contra la naturalización
de la violencia
El 18 y el 26, 2014
Iguala 26-S
Julio César Mondragón tenía 22 años. Era estudiante de
la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa. Durante una
noche siniestra y larga que no termina, a Julio César le
sacaron los ojos mientras estaba vivo y le desollaron el
rostro. Su esposa reconoció su cuerpo por los lunares que
tenía en los pies. Julio César estudiaba para enseñar a leer,
a mirar el mundo de otra manera. Y le sacaron los ojos.
El poder le tiene miedo al que piensa. Ese miedo es tan
hondo y está tan ahogado en ruinda y codicia que convierte al poderoso en un monstruo. El que tiene miedo
a perder tierras, riqueza y poder puede llegar a desollar
a un joven de 22 años. Los normalistas rurales desaparecidos pertenecen a sectores sociales en México que no
entienden la educación sin la organización colectiva. En
esa larga noche, salían en un bus a conmemorar la matanza de Tlatelolco, otra matanza de estudiantes que ahora,
tristemente, les antecedía. El bus nunca llegó, y en ese
viaje sin final se repetía la muerte: jóvenes, en situaciones
precarias, por tanto, «narcoguerrilleros», término con el
que se ha querido manchar su nombre.
Para subsistir en Guerrero y en otros estados en
donde funcionan las normales rurales, una educación coherente es indisociable de una conciencia política y de un
espíritu de comunidad. Eso hacen los normalistas
rurales desde los 1920: aprenden para enseñar, se organizan, saben que la educación es necesaria para
articular la acción colectiva.
Historias de desobediencia
315
Memoria colectiva
En las normales rurales, aprender es sobrevivir, es literalmente salvarse de morir, que es salvarse de la miseria
y del desamparo.
En septiembre sucedió lo contrario. En un país que
asesina a quien educa en solidaridad, se está más cerca
de la muerte. A Julio César, que se estaba formando para
alfabetizar, le sacaron los ojos. Esa es la ironía macabra
de la descomposición social en México, pero que se extiende a todos lados en donde el poder le tiene miedo al
que lee y por eso lo ciega.
Quito 18-S
Nueve días antes del secuestro y la desaparición de los
normalistas de Ayotzinapa, en Quito, otros estudiantes eran apresados, maltratados e incomunicados por la
policía ecuatoriana. Ese día tuvo lugar una de las manifestaciones más grandes e importantes de los últimos años
en Ecuador, tras una convocatoria de las organizaciones
de trabajadores y de diversos sectores sociales. Uno de los
grupos más visibles fue el conformado por los estudiantes
del Instituto Nacional Mejía, quienes continuaron sus protestas al día siguiente, el 18 se septiembre.
Eloy Alfaro había decidido fundar una escuela para estudiantes normalistas a fin de promover la educación laica
en Ecuador y separarla de la Iglesia. El Instituto Mejía iba
a formar maestros que hicieran de la educación una vía
de libertad y pensamiento autónomo. El Instituto Nacional Mejía ha resistido dictaduras, arremetidas militares,
coerciones y dos cambios de siglo. Ha resistido sus propias contradicciones y su propia complejidad política. La
protesta social de los estudiantes ha sido parte de la vida
Historias de desobediencia
316
Memoria colectiva
del colegio. Esto puede verse como obstinación, fervor
juvenil o manipulación por parte de otros. También hay
quienes lo ven como vandalismo, inmadurez o provocación. Muchos no se detienen a pensar que, en general,
la organización estudiantil, junto con la energía de la juventud y una educación en proceso, no son vandalismo
ni delincuencia, sino expresión potente de desacuerdo,
valentía combinada con un grado de impulsividad, y
que todo eso también es legítimo y, sobre todo, no puede ser castigado con cárcel, aunque fuera desacertado,
excesivo, provocador. Esas descripciones jugaron para
que los estudiantes permanecieran casi dos meses en
prisión, tras denuncias de tortura.
El viernes 7 fueron liberados los jóvenes que aún se hallaban privados de su libertad. Sus familias esperaban
que se incorporaran el lunes a clases, tras la decisión, según informa la prensa, de que no habría más represalias.
Esta semana, el rector del Mejía espera la decisión de
las autoridades del Gobierno, los estudiantes no pueden
reincorporarse, el rector presenta su renuncia, expresando desacuerdos con el Ministro de Educación, y le piden
que reconsidere. Hasta el miércoles, los estudiantes no
han logrado reincorporarse. Sus madres entran en huelga de hambre demandando que les dejen volver a clases.
Un Ministro de Educación que no puede garantizar que
la población se eduque tras haber sido reprimida por
el mismo gobierno no está educando, está obedeciendo
la obcecación del poder. Nadie les va a devolver estos
dos meses a los jóvenes. No habrá restauración de su
dignidad ni reparación moral.
El 18-S y el 26-S se generan en dos contextos políticos y
sociales totalmente distintos, el grado de violencia perpetrada contra los estudiantes de uno y otro lugar no se
Historias de desobediencia
317
Memoria colectiva
puede comparar, pero México nos devuelve una imagen que se torna menos improbable cuando miramos los
rostros de los unos y de los otros jóvenes. Son estudiantes
de familias trabajadoras, con economías precarias, desprotegidos, organizados, rebeldes.
Ayotzinapa nos devuelve una imagen que no puede
resultarnos ajena. Allí donde se atente contra la libre
acción de los estudiantes en una sociedad, allí donde
se les exija bajar la cabeza frente a la posibilidad de ser
maltratados, explotados o de morir, allí no hay garantías, para ellos ni para nosotros. Ese nosotros rebasa
la geografía y el contexto concreto.
Ese nosotros es el que quisiera devolverle los ojos a Julio
César. Pero ya no es posible.
13 11 2014
Historias de desobediencia
318
Memoria colectiva
Leer como resistencia
y una fosa bajo los pies
¿Cuál de todos los métodos de tortura practicarán
en mi cuerpo cuando me lleven preso, antes de asesinarme
o desaparecerme? ¿Utilizarán la tortura de la gota?
¿Me harán descargas eléctricas por todo mi cuerpo
o pondrán una rata tapada con una cubeta metálica
sobre mi abdomen para prenderle fuego por fuera
después? ¿Me clavarán alfileres en las uñas para que
les diga la verdad? ¿Cuál verdad si la he dicho
durante nueve meses? ¿Me desollarán como
a mi compañero Julio César Mondragón
Fontes para infundirle terror al pueblo?
Omar García Velásquez
Sobreviviente de la represión de Iguala
del 26 de septiembre de 2014
Noviembre de 2014
No se graduaron los 43 de Ayotzinapa este 18 de julio.
Se graduó su clase. Ellos no llegaron porque los desaparecieron. Sus padres no estuvieron en la ceremonia. Ese
vacío lacerante de los 43 se abrió como una herida infinita con la ausencia de sus madres y de sus padres, que no
quisieron ir porque lo único que les queda es resistir por
sus desaparecidos. No quisieron negociar con nadie ni
congraciarse con ninguna autoridad. No prepararon la
comida de graduación, no reunieron dinero para la fiesta. Nadie preparó discursos de fin de estudios, de madre
orgullosa, de padre emocionado. Nadie vistió a sus hijos
para que vieran graduarse a su papá jovencísimo, que
era apenas un muchacho. No hubo planes ni lágrimas
de alegría. No habrá besos ni abrazos que lleguen a los
desaparecidos. No podemos alcanzarlos.
Historias de desobediencia
319
Memoria colectiva
Los 43 no se graduaron. Nunca van a ser maestros de primaria. No van a enseñar a nadie a leer ni a llegar a su casa
por el camino menos peligroso, ni a lavarse las manos,
ni a sumar ni a restar. Jamás tendrán ya sentados en su
clase a niñas y niños pequeñitos con los ojos enormes, esperando su palabra, su esfuerzo, su ánimo para decirles
que quizás sea posible vivir sin que la miseria y la muerte
sean el único espejo que tenemos. En cada aula de cada escuela habrá un vacío, una ausencia inabarcable en donde
debieron estar ellos, de pie, haciendo aquello que creían
que nos puede salvar: enseñar a leer. Ya no habrá nadie en
el aula que les diga a esas niñas brillantes y a esos niños
atentos que la violencia no es destino.
En la ceremonia de graduación, unos de los padrinos de la
promoción 2011-2015, Juan Villoro, denuncia que quedan
apenas 17 escuelas normales rurales de las 32 que había.
Solo la resistencia las ha mantenido abiertas. Los 43, como
lo hacen miles de jóvenes de las normales rurales, se preparaban para enseñar a leer y resistían a fin de mantener
abiertas sus escuelas, sus mínimas condiciones. A uno de
ellos, Julio César, le arrancaron los ojos mientras estaba
vivo. Y con eso mostraron el miedo enorme que tienen a
quienes leen, piensan y resisten.
Abel, Abelardo, Adán, Alexander, Antonio, Benjamín,
Bernardo, Carlos Iván, Carlos Lorenzo, César Manuel, Christian Alfonso, Christian Tomás, Cutberto, Dorian, Emiliano
Alen, Everardo, Felipe, Giovanni, Israel, Israel Jacinto, Jesús
Jovany, Jonás, Jorge, Jorge Aníbal, Jorge Antonio, Jorge Luis,
José Ángel, José Ángel, José Eduardo, José Luis, Jhosivani,
Julio César, Leonel, Luis Ángel, Luis Ángel, Magdaleno Rubén, Marcial, Marco Antonio, Martín Getsemany, Mauricio,
Miguel Ángel, Miguel Ángel, Saúl.
Historias de desobediencia
320
Memoria colectiva
Ustedes no se graduaron porque los desaparecieron. Ayotzinapa, Tlatlaya, Apatzingán. Son 43. Son 93 mil, sólo
en México.
Cada uno de nosotros tiene una fosa bajo los pies. Estas
resistencias nos convocan y nos incumben, se extienden
desde su lugar hasta el nuestro. Donde haya represión,
impunidad, censura, cárcel para los estudiantes y los disidentes, esa fosa se habrá extendido como una mancha.
Los 43 estarán siempre allí para recordárnoslo, y estarán
sus sobrevivientes, sus padres, quienes hubieran sido sus
alumnos, quienes hubieran aprendido a leer con ellos
en ese encuentro hoy imposible. Pero porque no pueden
desaparecerlos a todos, los niños que se eduquen en las
normales rurales de todas maneras serán alumnos de los
43, hijos de su resistencia y de su ausencia.
2015 07 21
Historias de desobediencia
321
Memoria colectiva
Decir Restrepo
...porque la luz ha entrado meridiana
en mi cuerpo de sombra hasta los huesos...
J.C.A. «Las armas de la luz»
El 8 de enero de 1988, la policía de Ecuador desapareció a los hermanos Santiago y Andrés Restrepo. Treinta
años después, el caso Restrepo es una marca del tiempo
de todo un país y un símbolo de la lucha por la justicia y
reparación de las víctimas de los crímenes de Estado. Los
hermanos Restrepo, sus padres y su hermana María Fernanda nos recordarán siempre que en Ecuador hay más
de cuatro mil personas desaparecidas y un Estado que
no tiene respuestas. Treinta años después, generaciones
enteras deben reconocerse en un país que fue capaz de
arrebatar violentamente de su hogar a dos jóvenes, como
lo ha hecho con cientos más, amparado en la impunidad.
En el almuerzo, el fin de semana, por las tardes. Mis papás hablan mucho de eso. Han desaparecido dos jóvenes.
Son los hermanos Restrepo, Santiago y Andrés. Todos tenemos grabados hoy sus rostros, las gafas de sol de uno
de ellos, la diferencia de estatura que imaginamos entre
ambos al ver juntas sus siluetas en la imagen que ha recorrido décadas. Los conocemos porque han desaparecido
y esos rostros son la imagen de la búsqueda que inicia su
familia. En 1988 no sabíamos que su desaparición iba a ser
una de las heridas más profundas de nuestra memoria.
Es el 8 de enero de 1988: han desaparecido los hermanos
Restrepo. Con el tiempo, sabremos que han desapareciHistorias de desobediencia
322
Memoria colectiva
do a los hermanos Restrepo. La enorme diferencia de una
preposición: apenas una vocal.
Una mañana de ese año, estamos llegando de vuelta del
colegio en el carro de mi mamá, un Chevette beige. Vivimos en la calle Diego de Almagro, en una casa que ya no
existe, frente a la actual Plaza Argentina. El muro es bajo
y la puerta del garaje, de reja blanca. Una mamá y sus tres
hijas, de 9, 10 y 11 años, por volver a su casa como cualquier día. Mi mamá toma la Av. 6 de Diciembre, pasa la
gasolinera que cruza con la calle Bélgica y empieza a disminuir la velocidad. Desde el carro, vemos a dos jóvenes
contra el muro, de espaldas a la calle, el rostro hundido
en el pecho y las manos por detrás, como si fueran a ser
esposados. Eso es lo que yo recuerdo. Mi hermana Nancy, la menor de nosotras tres, tiene la memoria más nítida
de ese momento y lo describe como si tuviera en sus manos una fotografía: mi mamá sube el carro a la rampa del
garaje que está del lado de la vereda, decide apagarlo
y no meterlo a la casa, tomaría demasiado tiempo. Nos
deja allí y sale corriendo, urgida por su indignación: en
la calle hay tres patrullas en fila, y afuera hay unos seis
policías intimidando a los jóvenes.
—¿Qué les están haciendo, qué pasa, por qué les detienen? ¿A quién quieren que llame, quieren entrar a mi
casa a llamar por teléfono? Yo vivo aquí, ¿quieren llamar a sus papás? Aquí esperamos hasta que vengan.
Cualquier cosa que necesiten, yo estoy aquí. Mi hermana Nancy recuerda la reacción firme de mi mamá. Los
policías desisten de la detención y se van, no sin antes
responder que es «una operación de rutina». «¿Y en una
operación de rutina ustedes les ponen contra la pared de
mi casa y con las manos atrás? ¿Qué les pasa?».
Historias de desobediencia
323
Memoria colectiva
Decir Restrepo se convirtió en parte de nuestra cotidianidad: los jóvenes habían desaparecido, era la
policía, era Febres Cordero... sus padres se convirtieron en
guardianes de su memoria, que era su posibilidad de
justicia. Han pasado 30 años.
No recordamos nítidamente la escena, es lo que hemos reconstruido. Pero aquí lo que yo no olvido: temer
por mi mamá y por esos jóvenes, tenerle miedo a los
policías y aprender a odiar todo lo que representan.
No es un juicio de valor, es apenas una constatación de
lo que hace el terror: sembrar el miedo en el cuerpo, y
también la indignación.
Las tareas antisubversivas del SIC-10, los asesinatos
de hombres y mujeres acusados de subversivos, los
calabozos, los torturadores de Santiago y Andrés, los torturadores de los Alfaro Vive Carajo, los que mutilaron a
Consuelo Benavides, los que violaron a hombres y mujeres dentro de las prisiones, los que asesinaron con la
mayor impunidad a dirigentes sociales en la Costa, los
que desaparecieron a campesinos, todo se viene a la mente como un cuadro del infierno cuando pensamos en el
febrescorderismo. Pero fue aquí, en este país que ha llegado a justificar la tortura, el asesinato y la violación «porque
los guerrilleros», «porque los marihuaneros», «porque los
roqueros», «porque son colombianos», «porque el país».
En esa breve escena en nuestro muro se desplegaban un
orden, un Estado y una disposición general: quebrantar
la vida. En mi familia recordamos distintos detalles pero
la sensación es la misma. La escena que vimos esa mañana era el terror, pero aún no lo sabíamos. En esa escena,
el terror se mostraba en su impudicia por medio de esas
piezas de su máquina más pequeñas pero nada insigniHistorias de desobediencia
324
Memoria colectiva
ficantes que eran los policías. Apenas había sido necesario poner un marco para legitimar ciertas acciones que, de
darse con la frecuencia suficiente, instaurarían el miedo y,
en ese miedo, una forma de gobierno calculada en función
de su capacidad para vulnerar legalmente la vida humana.
Los hermanos Restrepo no eran los AVC, es verdad.
Sin embargo, en el perímetro tan artificial que se traza
en torno a la violencia que hemos vivido, mucha gente considera víctimas solo a los primeros, y criminales
a los segundos. En esa distinción, terminamos justificando acciones semejantes que los asesinaron a todos.
Tanto Santiago y Andrés como los AVC fueron sometidos a formas similares de tortura dentro de la misma
institución en el mismo país. Estos 30 años nos debían
haber llevado a considerar que una víctima de tortura es
una víctima de tortura, que puede verse tragada por la
violencia legal o puede salvarse de ella como un joven
cercado contra un muro. Así de azarosa y calculadora a
la vez es la violencia de Estado, y aún así pensamos que
podemos discernir quiénes son las víctimas más «legítimas» de tortura y desaparición forzada.
Muchos padres y madres de la generación de Luz Elena
Arismendi y Pedro Restrepo —los padres de los hermanos Restrepo— temían que sus hijos fueran vistos como
subversivos y fueran desaparecidos. En las ciudades, escenas de patrullas, escuadrones, controles.
Mi hermana Verónica recuerda otro momento. Es de noche y parece que salimos a comprar comida. Mi papá
ve una patrulla y a dos policías con intención de llevarse detenidos a dos jóvenes. Esto lo recuerda mejor mi
hermana que mi papá, quizá porque ella observaba
mientras él actuaba. «¿Adónde les lleva? Déjeles, no les
Historias de desobediencia
325
Memoria colectiva
voy a dejar que les desaparezcan». Estas acciones de mi
mamá y de mi papá no son heroicas ni merecen una medalla: mi mamá las recuerda como una psicosis, como
vivir un trauma todo el tiempo, me dice. Estaban desapareciendo a los hijos de alguien. Si en una sola familia,
la mía, hay dos recuerdos del terror de esos años, ¿qué
diría nuestra memoria colectiva, qué pasaría si juntáramos esos fragmentos de muchas personas, de muchas
madres y padres con terror de que desaparecieran a sus
hijos? Unidos esos fragmentos, veríamos un orden que
urgía desmontar con todas nuestras fuerzas porque nos
podía llegar su golpe. Veríamos también que es un orden
que nos sigue mostrando su vigor.
Y en el campo, y en sectores más vulnerables, muchas
veces ni siquiera la posibilidad de interpelar, porque el
miedo y la pobreza juntos le dan aún más poder al Estado. Y en todos lados, historias anónimas, sin defensa ni
testigo. Dónde estarán esas historias que aún no se cuentan, dónde esas muertes que debemos volver a nombrar
como asesinatos, dónde esos cuerpos que no han vuelto
a sus deudos, dónde la justicia. Y en qué silencios, en qué
espíritu de cuerpo reposarán, impunes y confiadas, las manos que torturaron a Santiago y a Andrés, y las manos que
hicieron crujir el cuerpo de Arturo Jarrín, de Ricardo Merino, de Consuelo Benavides. Sabemos, eso sí, que esas
manos tiemblan, que enfermaron de culpa, y esperamos
que ese temblor no las abandone, porque en ese temblor
van el cuerpo que tocaron, la sangre que humedeció sus
yemas y el aliento tibio de quienes velan por su memoria.
El documental Con mi corazón en Yambo —de María Fernanda Restrepo Arismendi, la hermana menor, que tenía
10 años cuando se llevaron a los dos muchachos— fue la
posibilidad de volver a recordar en nuestras familias, de
Historias de desobediencia
326
Memoria colectiva
volver a narrar. No olvido la función a la que fui con mi
mamá y mi hermana Nancy. Cuando se encendió la luz
de la sala, se iluminaron las memorias familiares, los «yo
estaba aquí o allá cuando sucedió», «yo los conocía».
Decir Restrepo era decir la Historia, reescribirla para
recuperar las historias de los vulnerados de este país, muchos de los cuales han tenido y tienen origen extranjero,
que no es decir que son extranjeros.
Teníamos los ojos aguados, retornaba un trauma colectivo que jamás fue elaborado, no hubo Historia reparada.
Mi generación creció viendo a Luz Elena y a Pedro de
pie, cada miércoles, sumando, resistiendo, haciendo
de ese dolor inenarrable una fuerza colectiva. Su familia
entera hoy es un símbolo que no ha podido socavar
ninguna coyuntura política, porque el tiempo de la
memoria es infinito. Nada de esto les va a devolver a
Santiago y Andrés, pero que sepan que nos dieron las
armas más secretas: la de la persistencia de la memoria, la de la resistencia sin fin, la del amor más allá de la
muerte y la valentía infinita de seguir viviendo cuando
sabían que sus hijos habían corrido con la más oscura de
las suertes. Y quizás un día todo eso nos permita pensar
que el terror no nos habrá vencido, que quizá podamos
vencer nosotros, con las armas de la luz.
2018 01 08, La Barra Espaciadora
Historias de desobediencia
327
Memoria colectiva
Fueron costureras
El 14 de octubre se celebra el día de la costurera. El mes
pasado, la poeta costurera de Tijuana Judith Satín lo recordaba en su cuenta de Facebook, en los homenajes fugaces
que nos permite el espacio digital. Es suyo el poemario
impreso y cosido en corduroy, denim y papel Trazo pasado.
Allí escribe:
Urdirse la historia. Ofrendar el tendón
expuesto a los dioses hijos
las rodillas que después de treinta años de maquila
no sostienen por completo el cuerpo...
Los grupos costureros son históricos en los procesos organizativos de las mujeres. Es obrero y textil el origen
del 8 de Marzo. Ya fuera el incendio en la fábrica Cotton
de Nueva York en 1908, hoy visto como hecho de origen,
o el incendio de la Triangle Shirtwaist Company en 1911,
en donde murieron sobre todo mujeres migrantes, el 8
de marzo nació en los cuerpos abrasados de costureras.
Esos vientos de denuncia dispersaron sus cenizas hasta nosotras. Son trabajadoras textileras también las que
contribuyen para encender las huelgas rusas de 1917.
Eran trabajadoras de la pizca de algodón las mujeres de
Ciudad Juárez. La delgada fibra que pasa por los dedos de
las mujeres y sus ojos afinados cubrió esos cuerpos como
una mortaja hecha antes de tiempo. En ese punto de partida de la cadena textil también hay cadáveres. Por supuesto,
los desastres naturales y los feminicidios no son lo mismo.
Sin embargo, desastres como terremotos que suceden en
donde hay irresponsabilidad inmobiliaria y condiciones
espaciales precarizadas, no son solo desastres naturales,
Historias de desobediencia
328
Memoria colectiva
son catástrofes agravadas por la pobreza y por la enorme
desigualdad en la distribución del espacio en las ciudades.
El terremoto de México del 19 de septiembre sucedió a
poco de terminado un simulacro general: se conmemoraban 32 años del sismo de 1985. A las 13:14 iniciaron los
largos segundos que no se han detenido. Entre los tres
terremotos de septiembre en el país, suman cerca de 500
personas fallecidas. Esta cifra, sin embargo, es aproximativa. Irregularidades, cuerpos retirados muy pronto
y preguntas que el gobierno mexicano no ha respondido
hacen este número inexacto.
El edificio de fábricas conocido como predio de Chimalpopoca, en la Colonia Obrera de Ciudad de México, es
uno de los lugares en donde se limpiaron los escombros
rápidamente. Este predio había sido boletinado en 1985,
pero seguía en uso. La sociedad civil, organizada sin el
Estado, y los medios digitales reportaron en redes sociales que en el predio pasaba algo. Como lo narró Marcela
Turati en Proceso, allí funcionaban una marca de ropa,
una empresa de seguridad para autos, una importadora
de juguetes: «fotografías anteriores al derrumbe dejan
ver también cómo a sus enclenques pilares, que décadas
atrás causaban angustia a los oficinistas, se les fueron sumando nuevos pisos en el techo: unas macizas antenas
de radiocomunicación y un aparatoso sistema de aire
acondicionado que fue el que precisamente después del
temblor bloqueó los rescates».
En Haití, el terremoto de 2010 dejó 316 mil víctimas, uno
de los más mortíferos que conozcamos. En un país ya
azotado por la violencia política y económica, esta tragedia lo sepultaba. La presencia de cascos azules dejó
Historias de desobediencia
329
Memoria colectiva
a hombres y mujeres violados. Johnny Jean, joven de 18
años, probó su violación por parte de cuatro cascos azules uruguayos. A esto siguió una epidemia de cólera que
mató a otras 10 mil personas.
Ecuador, que sufrió un grave terremoto en 2016, es un
país de destino de la población haitiana. También en
Ecuador el desastre llamado natural fue una catástrofe
agravada por la pobreza y por la violencia: las provincias
de Manabí y Esmeraldas se vieron destruidas, los
albergues siguen en pie y la subida de dos puntos al
impuesto al valor agregado, que debía destinarse al
terremoto, no se transparentó nunca. El entonces presidente Rafael Correa amenazó con prisión a quien se rebelara ante el hambre. Pronto se reportó abuso sexual en los
albergues: la pérdida de la privacidad, el hacinamiento,
los itinerarios inseguros a las baterías sanitarias dejaban
expuestas a niños, niñas y mujeres. Hoy, siguen igual
de expuestas.
Esto terremotos están atravesados por la desigualdad:
en todos ellos, la pobreza que ya existía se vio agudizada
hasta lo inenarrable. Ante esto, insiste la pregunta de qué
es un Estado y para qué sirve cuando países como Haití
han colapsado y su reconstrucción desaparece como posibilidad. Los Estados retroceden hasta dejar morir.
En distintas escalas también, la sociedad civil organizada reemplaza al Estado. El impresionante trabajo que se
hizo desde el medio independiente Horizontal y el hashtag #Verificado19S lo demuestran, igual que miles de
picos, cascos y palas conseguidos para que los vivos
pudieran hallar a los muertos. En Ecuador, fueron costureras las mujeres que en Tulcán, ciudad fronteriza de
Historias de desobediencia
330
Memoria colectiva
Ecuador, se dedicaron a elaborar botines de protección
para los perros rescatadores de Manabí y Esmeraldas, especie heroica y fundamental en los terremotos.
En México, un grupo autoconvocado como brigada feminista se ocupó del predio de Chimalpopoca. En él, la
importadora de juguetes ABCToys «exigía a sus empleadas cumplir con un plazo de trabajo de dos años o pagar
20 mil pesos para recuperar sus papeles y viajar a Taiwán
con sus familias», como lo narró Samuel Cortés Hamdan
en Animal Político. Además, la empresa tenía retenido el
pasaporte de las trabajadoras.
También en 1985 había fallecido en el sismo de México
un grupo de costureras explotadas: el trabajo textil, lo sabemos por la realidad Inditex, las maquilas instaladas en
todo el globo, sigue siendo una forma de trabajo esclavo.
El edificio del grupo costurero de 1985 y el predio de
Chimalpopoca quedan a cinco cuadras uno del otro.
Fernando ha perdido a su mamá y a su hermana, ambas
trabajaban como costureras en Chimalpopoca. Durante la actividad del 13 de octubre, nos permite escuchar
su testimonio:
«Perdí a dos familiares. Perdí a mi mamá y a
mi hermana. Hemos resuelto las cuestiones funerarias, pudimos localizar a mi mamá y a mi
hermana relativamente rápido. Las rescatamos la
noche del 19 al 20. No tuve que esperar días y días
como mucha gente. Mi mamá se llamaba María Teresa Lira Infante y mi hermana, María Elena Sánchez
Lira. Las autoridades nunca me buscaron, yo tuve
Historias de desobediencia
331
Memoria colectiva
que buscar caminos para llegar a ellos y para vigilar
la situación. Son gente razonable, aunque no hemos
podido resolver porque no hay información del patrón. He tenido que hacer tareas de investigador,
es absurdo pero así es, las cosas se olvidan si no lo
hacemos así. ¿Qué hacía este edificio en funciones
ahora? A través de lo que he podido averiguar, el
edificio ya había sido boletinado en 1985, tenía 7 pisos y le quitaron 3 por el nivel de peligrosidad que
representaba. Pueden ver ustedes algunas varillas
sobresaliendo de lo que quedó y pueden ver que
son muy delgadas, de media pulgada, y eso es para
casas, no para edificios de estas dimensiones. ¿Qué
hacía una antena de telefonía celular en la azotea?
Gente que sabe de eso calcula que pesaba como 10
toneladas. ¿Quién dio los permisos?»
«Yo estoy roto. Nunca había estado en una situación así.
Me he volcado a tratar de averiguar y he sacado datos
importantes, pero no sé si hay seguimiento, no me han
informado nada. Se siente uno desvalido, no sé ni cómo
llamarlo. Yo quiero saber. Las cosas de mi mamá están perdidas. Cuando vine al otro día del terremoto todo estaba
increíblemente limpio. Nadie me ha sabido decir adónde
se llevaron esas cosas. Parece que no es importante, pero
todo es importante. Las cosas se las llevaron el ejército
y la policía judicial. Recorrí oficinas y nadie tiene ni una
idea. Con todo el dolor que traigo, aquí estoy.» Aquí está
Fernando, recuperando a sus muertas haciendo del duelo una forma de organización con una fuerza colosal.
La noche del encuentro de la brigada feminista y la sociedad civil con las víctimas, la gente se ve ante un fuerte
marcaje de policía. El Estado vigila porque estos encuen-
Historias de desobediencia
332
Memoria colectiva
tros abren espacio a testimonios como el de Fernando y
como este que sigue, de un ex militar: «A gente que estaba capacitada no se le dejó entrar. Pasaron 32 años, y
siguieron en su necedad de saber que no pueden, pero
ahí están. Yo fui militar, lo digo con conocimiento de
causa. El ejército no es rescatista, tiene otras misiones
pero no es especialista en rescate. De 1985 hay personas
que siguen sufriendo».
Son notables los casos donde la corrupción y el tráfico de
influencias borran huellas o antecedentes que permitirían
hacer cumplir la responsabilidad administrativa, legal e
histórica por la cesión de permisos para construir o remodelar sobre predios irregulares o riesgosos, permitir
el tráfico y superexplotación de las personas, entre otros.
Las personas organizadas, sus familias y amistades asumen la labor de aportar con el mayor número posible de
pruebas para que, en el mejor de los casos, los juzgados
las inserten en un expediente.
Los terremotos hoy no solo develan la pobreza, sino
que provocan despojo como consecuencia de la inoperancia del Estado. Aquí un comunicado del Colectivo
Geografía Crítica de Ecuador tras el terremoto en la costa del país, que sirve para leer los terremotos de nuestros
países: «sostenemos que los factores que aumentan la
vulnerabilidad de determinadas poblaciones a un fenómeno natural están asociados a factores estructurales
como la pobreza, la injusticia, la inequidad (...) Los procesos de empobrecimiento y despojo derivados del modelo de desarrollo capitalista intensifican la vulnerabilidad de la población frente a las amenazas y aumentan la
intensidad de los desastres. Es decir, son factores sociales
los que transforman un fenómeno natural en un desastre
Historias de desobediencia
333
Memoria colectiva
socioambiental. (...) El terremoto es un gran proceso de
desterritorialización de la vida: pérdidas humanas, barrios que se han venido abajo, comunidades en las que
la normalidad tardará en volver».
En memoria de las víctimas de la pobreza, que aparecen,
aún más desnudas, a cada sacudida de la tierra.
Escrito con Estrella Soria desde Ciudad de México
19 11 2017, Diario El Tiempo Argentino
Historias de desobediencia
334
Memoria colectiva
En el cuerpo
de las mujeres no hay paz
«Toma a tu sirvienta cuando quieras, es tu derecho». Este
es un grafiti del antiguo Imperio Romano. En otro, en un
burdel en Pompeya, puede leerse: «¡Que arda el amor en
las montañas solitarias para quien viole a mi mujer!». En
un callejón, aparece la escritura de una mujer: «Atimetus me preñó» (1). El grafiti es la práctica de apropiación
histórica del espacio de la ciudad y de la resignificación
constante de dicha apropiación. En la antigua Roma,
por ejemplo, daba cuenta de una sociedad misógina,
pero también permitía ver que algunas mujeres esclavizadas sabían escribir y dejaban marcados hitos de su
vida a modo de denuncia o registro.
La escritura es un derecho adquirido y ampliado a diversos grupos humanos que ha tomado miles de años,
y es, al mismo tiempo, el ingreso al mundo de la ley. La
escritura en prisión o vigilada —como en cárceles o escuelas—, la escritura prohibida a las mujeres —Inés de la
Cruz, símbolo de la obediencia-desobediencia que cuesta
la vida—, nos permiten comprender el mundo a través de
la relación específica entre sujeto, ley y escritura cuando
hay algo que decir que nos ha sido negado.
El grafiti contemporáneo suele ser una práctica de
desobediencia que parte del derecho a la libertad fundamental a expresarse. Crea comunidades de sentido
aunque sea fugaz en tanto es palabra colectiva, como lo define
Véronique Plesch. El grafiti expresa «la lucha desigual
que se establece entre las reglas impuestas por un sistema
social y la expansión natural, creativa y emocional del individuo», ha escrito Fernando Figueroa Saavedra. Hay una
Historias de desobediencia
335
Memoria colectiva
vitalidad en él capaz de convocar por medio de un sentido
compartido, de signos y estéticas. Por ejemplo, el grafiti
feminista «Ni una menos» es resultado de largas luchas
sociales, condensa miles de historias en tres palabras, y es
la respuesta colectiva a un orden de vida que ha denigrado la existencia de las mujeres.
El grafiti no siempre ha sido sancionado por la ley penal. Su carácter lícito o ilícito es difícil de probar pues
ha variado con los siglos, y no siempre ha sido marginal
respecto del espacio que ocupa: ha estado en iglesias y
cárceles, en callejones y grandes muros.
Tampoco hay una perspectiva histórica que pruebe que la
punición es la única relación posible con el grafiti. Por el
contrario, los estudios al respecto observan que las leyes de
prohibición, regulación o castigo a lo largo de las últimas
décadas han sido vacilantes o infructuosas. Hoy parece que
la única relación establecida entre grafiti y sociedad fuera
vandalismo-castigo, pero el pasado tiene huellas resistentes. Si quienes se apresuran a exigir castigo para quienes
escriben en paredes supieran, por ejemplo, que los muros
de las iglesias en siglos anteriores se tomaban para mensajes de agradecimiento, consagración o amor profano, y
que no se borraban, pensarían dos veces. Miremos hoy, por
ejemplo, las paredes escritas de la iglesia de San Francisco,
en Quito. Hay mensajes de amistad, agradecimiento, hay
números de teléfono que se dejan para el encuentro. ¿Qué
pensamos del patrimonio cuando miramos esto? ¿Por qué
seleccionamos unas prácticas escriturarias como delitos y
otras no? ¿En qué nos alivia clamar por cárcel para quienes escriben algo que oprime?
A lo largo de la Historia las paredes han sustituido o acompañado la prensa, la hoja volante, el grito colectivo, han sido
Historias de desobediencia
336
Memoria colectiva
espacios de desfogue social. El registro del pasado y su resonancia en el presente cambian nuestra idea de la vida, los
muros realmente hablan. Cuando una pared dice «Toma
a tu sirvienta», una dimensión de la Historia está hablando a través de ella. Siglos más tarde, cuando otra pared
responde «Ni la tierra ni las mujeres somos territorios de
conquista», alguien ha recurrido al mismo gesto con una
fuerza totalmente distinta. Un grafiti se considera histórico
y el otro se considera vandalismo. Pero entre ambos hay un
diálogo y ambos son palimpsestos, es decir, en ambos hay
acumulación de capas de la Historia, capas hechas de textos
y de cuerpos. El grafiti, como escribe Véronique Plesch (2),
es la toma de posesión de un lugar para afirmar algo. Entre
Roma y las ciudades latinoamericanas de hoy, se resignifica
desde la praxis feminista multitudinaria el gesto de escribir
sobre la pared en donde antes escribieron violadores o esclavistas. En donde decía «violen a mi mujer y gocen», hoy dice
«Hermana, yo sí te creo». Por eso, la lengua que hablan las
paredes altera «la narrativa pretendidamente invencible de
los poderes, interrumpe el monólogo de los poderes propietarios», como ha escrito Rossana Reguillo (3).
La palabra pública muestra mundos posibles donde el poder quiere borrarlos con pintura blanca. Esto, que no es
una apología simple del grafiti, es apenas la constatación
de que algo existe y se está expresando de este modo. Es
la toma pública de la palabra de las mujeres en «territorios
de insurrección», como los llama Reguillo, a los que nos
aproximamos quienes nos hemos dejado afectar por esa
palabra. En ese sentido, como han escrito historiadoras del
arte, cientistas sociales, restauradoras, el grafiti del presente es un patrimonio, un bien común que está registrando
hoy las demandas de un mundo con mañana, aunque en
dicho mundo asesinen a las mujeres cada diez horas.
Historias de desobediencia
337
Memoria colectiva
Este ejercicio de libertad de expresión y del derecho a
disentir tienen fuertes reacciones punitivistas. «Donde
no hay norma hay caos», dice el Derecho. El miedo al
desorden público, como lo llaman, es en gran parte una
respuesta basada en la ignorancia: falta de exposición
a prácticas y discusiones, repetición de lugares comunes, prejuicios o desconocimiento del campo cultural.
A la visión técnica del Derecho, la desobediencia política responde que si el Estado —o la sociedad, valga
decir— es tirano, tengo derecho de negarle mi lealtad, retirarme y mantenerme al margen, porque ese Estado no
recurrirá a mi conciencia moral ni a mi inteligencia para
convencerme, sino que usará simple fuerza física. Estas
son palabras de Thoreau, reconocido autor de Del deber
de la desobediencia civil. El apego a la norma responde
también a un estado social de pánico.
En 1972, Stanley Cohen publicó un volumen que
tituló Demonios populares y pánico moral. Su trabajo abordaba desde los estudios culturales las prácticas de
algunas contraculturas juveniles, sobre todo los rockers.
Los «demonios populares» eran jóvenes desobedientes,
y lo que provocaban como reacción era pánico. Lo mismo
pasa hoy en nuestros contextos con ciertas visualidades,
posturas estéticas, activismos, etc. «Cuando la reacción
oficial de una persona, un grupo de personas, una serie
de acontecimientos no guarda absolutamente ninguna
proporción con la amenaza real existente, cuando los expertos, bajo la forma de jefes de policía, el poder judicial,
los políticos y editores, perciben la amenaza en términos
casi idénticos (...) podemos hablar de pánico moral», escribe Cohen. En el caso del grafiti, el pánico moral no
permite detenerse sobre lo que gritan las paredes y ve
una amenaza desmedida —¡Oh, Humanidad!— en la
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Memoria colectiva
pinta en la pared y no en lo que esa pinta denuncia. Una
sociedad en pánico no es capaz de pensar.
Ante el feminicidio y la cultura de la violación, que
degrada nuestra humanidad por medio de la violencia
selectiva contra nuestros cuerpos, la sociedad en pánico ve una amenaza desmedida en la denuncia social y
no en la degradación.
«Se responde a un delito con otro delito», responde el
punitivista. Se equipara así el feminicidio con el grafiti: se
criminaliza la acción de desobediencia elevándola a un delito, y se relativiza la acción de violencia bajándola a un delito.
Se ubican así ambas acciones en el mismo plano y en el
mismo rango: entre asesinar a una mujer y escribir un
grafiti se sella una relación en donde ambas son judicializables dentro de una proporción aproximada entre
sí. Esta falsa simetría, establecida para criminalizar lo
primero y relativizar lo segundo, se justifica en el peligro de que la sociedad se vea «hundida en el caos». Pero
es el orden que administra nuestras vidas el que las ha
desprotegido. Es un régimen político que se llama patriarcado. El problema es ese orden, no el desorden
Al contrario de lo que piensa el punitivista en pánico,
que halla calma en marcos jurídico-técnicos, es la desobediencia lo que ha dotado de fundamentos a su propio
cuerpo de leyes. Ejemplo: acto histórico de intervención
en paredes de la ciudad de Quito: la noche del 21 de octubre de 1794, un grupo de letrados en quienes muchos
hombres doctos de hoy sitúan a sus antepasados intelectuales —Mariano Villalobos, Juan Pío Montúfar— sale
a colgar banderas rojas. La frase: «Seamos libres. Consigamos felicidad y gloria». Esa acción con grafitis en
Historias de desobediencia
339
Memoria colectiva
tela se atribuyó sin pruebas a Eugenio Espejo, ilustrado
fundamental en la Historia de Ecuador. En todo caso,
fueron reconocidos autores y hombres públicos quienes
abogaron por la libertad por medio de un acto de desobediencia. Sus acciones consolidaron un movimiento que
luego llevaría al proceso independentista ecuatoriano y
a la fundación de una República cuyo cuerpo de leyes
hoy ignora los fundamentos de dicha desobediencia y
la ampliación, lenta y con enormes deudas, del concepto de «ciudadanía». Hoy, ningún letrado despreciaría el
legado de Espejo, pero lo seleccionamos a conveniencia
para no dar cuenta de nuestras contradicciones.
El punitivista suele volverse pacifista para oponer unas
luchas a otras sin ver sus horizontes comunes: «Gandhi hizo una revolución sin violencia». Empezando por
el hecho de que la protesta social no es violencia, aunque sea agitadora, cabe atender a lugares comunes que
pasan por argumentos. Kasturba Gandhi, esposa del líder mundial, compartió prisión con este en el palacio
del Aga Khan, donde enfermó de neumonía. Su hijo
Devadas insistió en que su madre tomara penicilina.
Mahatma Gandhi se opuso, pues «estaba en manos de
dios». Kasturba murió por falta de tratamiento. Más tarde, al enfermar de malaria, Gandhi sí aceptó antibióticos
y salvó su vida. Kasturba podía morir, él no. Por otro
lado, tomó sus estrategias de resistencia pasiva de las
sufraguistas. Si queremos entender el presente necesitamos nuevos universos de referencia o, por lo menos,
analizar los que tenemos. Cuando Gandhi descubrió a las
sufraguistas, incorporó sus luchas a la «fuerza de la verdad», como llamaba su resistencia, que incluía la creencia en la desobediencia civil y que, por cierto, asumía las
consecuencias jurídicas de sus actos, como rezan los manifiestos. Entendamos que el pacifismo no promueve
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340
Memoria colectiva
una pasividad plana y dejemos de reducirlo a un lugar
común. Gandhi tuvo terribles contradicciones y fue responsable de violencias como la de dejar morir a Kasturba.
¿Vamos a seguir citando un pacifismo chato y borrando
a Kasturba cuando hablamos de luchas feministas?
Lo que más me sigue sorprendiendo del pacifismo instrumentalizado como moneda gastada cuando se lo
quiere hacer pasar por argumento, es que se demanda
paz social, cultural y política, como si los grafitis de las
paredes fueran capaces de derribarla. Si son tan frágiles la paz y el «orden» a los que llaman los punitivistas,
los medios conservadores y la interpretación limitada y
paranoica del Derecho, tan frágiles que pueden caerse
con un grafiti, seguro hay un problema más grave. Me
sorprende también que se demande paz: en el cuerpo
de las mujeres no hay paz. A nuestros cuerpos no ha llegado la paz de la que hablan.
Estos son apenas dos ejemplos de los lugares comunes a los que me vi enfrentada en un debate entre un
abogado penalista de posición conservadora y un periodista fuertemente inclinado hacia la punición respecto
del grafiti como protesta social. A ninguno de los dos le
escuché citar contenidos de los grafitis que condenaban.
No escuché preguntas sobre lo que las paredes dicen, de
hecho, se afirmaban sobre lugares comunes —pacifismo, Gandhi, nazismo— sin elaboración. No registré en
la discusión argumentos sobre Kasturba Gandhi ni las
sufraguistas al hablar de pacifismo. Tampoco localicé
en su reflexión sobre la ley y la protesta argumentos que
historizaran el problema. ¿Hay alguna relación entre
ley y protesta social que no se resuelva en la punición?
Los lugares comunes con que pensamos nos conducen a
otros lugares comunes que no permiten abordar la denHistorias de desobediencia
341
Memoria colectiva
sidad de la realidad. A la lucha social por la dignidad la
acompaña la lucha intelectual, encarnada en el reconocimiento de la existencia concreta y compleja del otro,
no en su reducción a clichés.
La respuesta a la violencia feminicida, a la cultura de la
violación, no puede ser técnica, ni los discursos del poder pueden simplificarla, porque al borrarla, se borran
de las paredes las frases que la denuncian. ¿Por qué no
queremos leer las pintas? «Si no nos dejan hablar tenemos las paredes para que griten por nosotras», escribía
Alejandra Ramírez desde el movimiento feminista ecuatoriano como reacción a estas posiciones, reivindicando
la palabra colectiva de las pintas. Aquí hay un discurso
que trabaja para fortalecer la punición y una creciente
intervención penal en la vida hasta que la única comprensión que podamos tener de la vida sea penal hasta que
hayamos naturalizado que todo acto vital o desobediente es criminal, y que por tanto merece castigo.
México: cuando los grafitis son leídos como denuncia
y no como delito
El acto de leer entraña un riesgo. Comparezco ante una
idea que me exige examinar un sentido del mundo. La
lucha feminista ha construido en este mismo año una relación entre protesta social, grafiti y «vandalismo» que se
ha sustraído de la lógica de la punición. En los casos que
estoy por mencionar, el feminismo ha logrado des-criminalizar la práctica del grafiti, es decir, legitimarlo como
forma de denuncia, poner en primer plano sus mensajes
y en segundo plano el carácter lícito o ilícito el canal que
eligen: la pared. Durante la huelga mundial feminista del
8 de Marzo de 2020, paredes de la Universidad de Guadalajara aparecieron con grafitis. El día 9, las autoridaHistorias de desobediencia
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Memoria colectiva
des de la universidad comunican oficialmente que «las
consignas que mujeres plasmaron en muros y pisos del
edificio de Rectoría General y el Museo de las Artes durante la marcha de este domingo no serán borradas hasta
completar la debida documentación de las mismas. Esto
con el fin de conocer y atender cada una de las denuncias
e ideas de las manifestantes. Esta casa de estudios escuchará cada palabra consignada en las paredes y pisos de
sus espacios. Respetará la libre expresión de sus manifestantes (...)». Aquí, un gesto de desobediencia que, en su
repetición, logra cambiar el sentido con que son interpretados los hechos. La acción que surge de los principios
cambia las relaciones, escribía Thoreau. Hoy, lo sabemos,
esos cambios en las relaciones entre las cosas, sus sentidos
y el mundo produce nuevos paisajes de lo posible. El grafiti, sea vandalismo o no, se convierte en documento de
denuncia, incluso con valor institucional.
Por su parte, la Universidad Iberoamericana, de Ciudad
de México, vio uno de sus muros llenarse de denuncias
con la acción 8M «Cuelga a tu abusador». El comunicado
de la institución dice: «En la Ibero se respeta la libertad
de expresión. Nuestras alumnas, académicas y trabajadoras son libres en manifestarse y en generar acciones que
visibilicen la violencia de género. Entendemos que la denuncia pública, tanto en espacios físicos como digitales,
es una forma de manifestar la impotencia ante la falta de
credibilidad que se muestra ante las víctimas, la desconfianza, la revictimización o la impunidad», y se llama a las
mujeres que denunciaron a presentar una denuncia formal para abrir investigaciones, al tiempo que se llama a
una mesa institucional de género, con expertas del campo.
En ambos casos, el grafiti es puesto en valor como bien
común, denuncia y documento. En Defenderse. Una filosoHistorias de desobediencia
343
Memoria colectiva
fía de la violencia, la filósofa Elsa Dorlin habla de modos de
esclavizar una vida cuando se le impide ejercer su propia
defensa. Un esclavo es quien se ve despojado del derecho
de preservarse a sí mismo, dice Dorlin. El acto de emancipación, por tanto, consiste en apropiarse de medios
de defensa de la propia vida, y aparece la función de la
desobediencia. Hay que preservar la vida propia cuando
nadie más la cuida para construir una forma de justicia en
un orden de dominio. Esto, marca Dorlin, se da del modo
más concreto, desde el cuerpo. Las feministas, los pacifistas de base, las grafiteras enmascaradas, ponen el cuerpo
en la acción de emancipación. Me pregunto dónde queda
el cuerpo del punitivista en esa escena.
Frente a esto, el argumento de la propiedad privada y el
grafiti también se tambalea. Se tutela un derecho, dice el
punitivista: defender la propiedad. Se confunde propiedad con patrimonio, primero, y se confunde patrimonio
con falsificación, segundo. En este artículo imprescindible de
LatFem de Ana Masiello, restauradora argentina, quedan
muy claros algunos puntos. 1) Restaurar no es blanquear,
pues eso supone una falsificación. No se puede pintar a
diestra y siniestra sobre grafiti, ni restaurar para que algo
quede «como nuevo». Aquí esta bella pregunta sobre la
Historia y el tiempo: «¿por qué no le ponemos los brazos a la Venus de Milo?». 2) Llamar vandalismo al grafiti.
Dice Masiello: «Estas enunciaciones descontextualizan el
momento que se produce la pintada y no ponen en valor
los procesos políticos y sociales que existieron para que
un grupo de personas se organice ante un reclamo», es
decir, se despoja a todo patrimonio de los contextos en
que convive con el presente.
Por otro lado, la gentrificación, el derribo de casas patrimoniales, el ensanchamiento de calles, también pueden
Historias de desobediencia
344
Memoria colectiva
ser vistos como vandálicos, dice Masiello, en tanto destruyen lo que estaba en su lugar antes. ¿Por qué nadie
se alarma ante esto? No hay criterios consistentes, sino
prejuicio contra las pintas porque los mensajes que llevan
nos obligan a vernos como sociedad: una sociedad que
viola y mata. 3) La tarea de quienes restauran no se reduce a una técnica de borrado. «Decidir qué borrar y qué
conservar es una decisión que afecta directamente al relato que se construirá alrededor» de un hecho, por tanto,
es política, dice Masiello, y no solo técnica. Aparte están
los problemas, como continúa, de elección de materiales,
destrucción de capas históricas de inmuebles, en nombre
de un blanqueamiento que daña el patrimonio.
Esta comprensión de patrimonio y restauración debe
ser tomada en cuenta para tener discusiones reales y no
reducir sus elementos a propiedad/patrimonio-borradura. Todo esto tiene que ver con los profundos sentidos
políticos del arte, de la producción simbólica del presente para comprender el mundo en que vivimos. Está
el ejemplo del escultor Javier Marín, autor de una escultura de Francisco Madero en Ciudad de México que fue
grafiteada el 8M de este año. Marín celebró las pintas y
explicó el criterio de colocación de la escultura, que no
tiene pedestal para coincidir con las protestas y marchas
con ellas. Las intervenciones en la obra, dijo Marín, son
ahora parte de la obra.
La vida de las mujeres, a través de quienes se mira el
estado de nuestras sociedades, merece más que lugares
comunes. Su defensa merece impugnar la ley, construir
movimientos destituyentes de las instituciones que no
han sabido preservar la vida, tomar públicamente la palabra hasta que dejen de meter nuestros miembros en
bolsas, cortar nuestros labios vaginales con tijeras, segar
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Memoria colectiva
nuestra respiración. En el mundo, las grafiteras enmascaradas han hecho una concesión: dejaremos de pintar
las paredes cuando dejen de violarnos y de asesinarnos.
¿Podemos darles una fecha aproximada?
Notas
(1). Pueden mirarse en los proyectos sobre grafitti
antiguo www.pompeiana.org, de Brian Harvey;
The Ancient Graffiti Project, de Rebecca R. Benefiel,
y se enmarcan en los amplios estudios que ha hecho
Mary Beard, estudiosa feminista de la época clásica,
por ejemplo, en The Fires of Vesuvius: Pompeii
Lost and Found.
(2). Véronique Plesch, «Espace et temps, individu et
communauté. Le graffiti comme parole collective»,
https://bit.ly/3b4s3Hp. Todo el trabajo de Plesch
sobre grafiti, cuerpo, tatuaje y arte se puede consul
tar en https://colby.academia.edu/VeroniquePlesch.
(3). Rossana Reguillo. Paisajes insurrectos. Jóvenes, redes
y revueltas en el otoño civilizatorio. Guadalajara,
NED, 2071.
16 04 2020, Revista Amazonas, transnacional
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Memoria colectiva
Ecuador: hubo cuerpos
que fueron carroña
Quito. Imágenes como esta dieron la vuelta al mundo.
Rendida por el dolor, una mujer espera afuera del hospital. Arrima su cansancio contra un ataúd de cartón
colocado de pie en la acera. Escasean los de madera.
Estarán por avisarle desde adentro sobre la muerte de
su ser querido. No habrá despedida, ni podrá poner su
mano sobre la mano que parte. Así fue despojada la ciudad de Guayaquil de sus rituales funerarios al estallar la
emergencia sanitaria por covid-19 en marzo de 2020. A
febrero de 2021, quince personas mueren infectadas por
el virus cada día en esa ciudad.
Guayaquil es un puerto de tres millones y medio de habitantes. La socialidad tiene lugar en la calle y en meses
como estos la temperatura llega a 36 grados centígrados.
Son factores olvidados por su alcaldía a la hora de contener el contagio. Hay por lo menos cincuenta mil personas
que realizan actividades de comercio informal, sin empleo
pleno, con ingresos generados por jornada, que deben
salir a vender su mercancía para vivir, y su situación habitacional es muy precaria. La migración interna del último siglo, nacida de la bonanza cacaotera y convertida en
comercio informal a su caída, se asentó en zonas hoy
tugurizadas y en grandes extensiones de la ciudad que conforman el suburbio. Las casas se subdividen, se alquilan por
habitación o se levantan en pocas horas sobre terrenos
pantanosos sin relleno apropiado. A pesar del desarrollo
desigual de la ciudad, se ordenó lo mismo para todo el
mundo, sin adecuaciones barriales, aislamientos comunitarios ni garantías de bienes básicos.
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La declaración de la emergencia sanitaria hallaba a
Guayaquil con un sistema de salud desfinanciado y conviviendo con el dengue, otra enfermedad viral que por
sus síntomas empezó a confundirse con covid-19. Hay
que imaginar en este cuadro los desvanecimientos súbitos de personas fulminadas por el virus mientras hacían
cola en centros de salud desprovistos de personal e insumos; los fallecimientos cubiertos por techos de eternit o
zinc, donde el calor aceleraba la descomposición de los
cuerpos; la desesperación de tener que sacar los cadáveres a la vereda y darles adioses mínimos. Hubo cuerpos
que fueron carroña y otros fueron despedidos en el río.
En abril, la provincia de Guayas acumulaba el 69,3% de
casos del país. El 6 de abril, en Guayaquil se enterraba a
502 personas, once veces más de lo normal. Ante el dolor,
la exposición al virus y la pobreza desnudada, la alcaldesa Cynthia Viteri respondió con despliegues de elementos
policiales y el gobierno militarizó la ciudad. Se optó por
reprimir y encerrar a una población que hace su vida en
la calle y que vive hacinada. Como en todo el mundo, la
orden de confinamiento reveló su inviabilidad en su despliegue: la población hacinada, migrante, sin techo, no podía «quedarse en casa». El proyecto de datos Ecuacovid
demostró en una infografía del 17 de abril que había más
de 14.000 fallecidos en exceso solo en ese mes, mientras el
gobierno decía que eran apenas 421, y 193 en Guayas.
En el resto del país, la emergencia afectaba de distintos
modos. Miles de personas de Venezuela quedaron varadas en las fronteras sin protección. El Covid-19 fue ocasión
para criminalizar más la movilidad humana, al punto de
que Nicolás Maduro llamó «bioterroristas» a quienes intentaban volver a su propio país. Hoy, las carreteras de la
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región están pobladas de caminantes que van en varias direcciones para proteger su vida, ya amenazada. También
hubo miles de personas varadas fuera de Ecuador quienes, al cierre de fronteras, no pudieron tomar sus vuelos de
vuelta. De forma inaudita, el gobierno nacional prohibió su
entrada al tiempo que organizó un caótico ingreso a cuentagotas. Quienes aterrizaban en Ecuador debían aceptar
hoteles asignados por el gobierno que costaban hasta cien
dólares por noche y eran vigilados por la policía. Fuera de
Ecuador, la población ecuatoriana quedó desamparada. En julio, el canciller José Valencia renunció «con la
satisfacción del deber cumplido» (esta denuncia puede seguirse en el hashtag #DerechoAVolver).
La corrupción fue otro factor que condenó a muerte a
la población ecuatoriana. Hubo irregularidades en la
compra de mascarillas y hasta se negoció con bolsas de
cadáveres. En julio, fueron despedidas 222 personas del
hospital Maldonado Carbo de Guayaquil, entre enfermeras y personal de cuidados intensivos. Hubo personal de
salud atendiendo sin bioseguridad en prisiones y hospitales al que despidieron tras meses en primera línea.
Al tiempo que se desfinanciaba la salud, se financiaba
la seguridad. Este enero, el gobierno nacional compró 8
mil 424 armas a la Policía Nacional para «mantener la
paz social». El criterio es claro: hacer de la seguridad la
operación principal del Estado y sustituir con ella la protección a la salud. Así puede usarse el confinamiento, si
bien necesario, como una medida de control. El criterio
único del Estado es la coacción, lo cual hace imposible
sostener el aislamiento a lo largo del tiempo.
El teletrabajo, por su parte, tiene efectos similares a los que
vive el mundo entero: la jornada de trabajo, cuidados y
Historias de desobediencia
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descanso es una sola, sin separación de espacios y en horario continuo. Al ser las mujeres quienes sostienen la vida
en pandemia con el trabajo no remunerado de cuidados,
sus jornadas se vuelven extenuantes. Tanto la violencia
machista como la precarización de la vida se agudizaron
en la cuarentena, así que miles de mujeres quedaron atrapadas en casa con sus agresores. Sobre el trabajo, Gabriela
Montalvo, economista feminista, dice: «el trabajo es
para hombres y mujeres como siempre ha sido el trabajo
doméstico de ellas, de 24 horas de disponibilidad y desvalorizado». A pesar de que se generan costos en casa al
trabajar —mejor plan de internet, electricidad, compra de
dispositivos, uso general de la vivienda— y de que trabajamos todo el tiempo, parece que no trabajáramos. A la vez,
la vida precarizada ha llevado a mucha gente a generar
trabajos en casa: hacer comida para vender, cuidar gente, confeccionar mascarillas, y esto no entra en ninguna
contabilidad, explica Gabriela: «La economía se ha parado, dicen los gobiernos, pero la economía no está parada,
nuestra actividad no para, pero nuestro trabajo se desvaloriza hoy aún más, por hacerse en el espacio doméstico».
En las antípodas de los criterios neoliberales del gobierno, de la feminización del trabajo y del desprecio por
la vida, se halla esta reflexión de Ignacio Maglio desde la bioética y los derechos humanos: «La justicia es
una medida de salud restaurativa, que permite nivelar
capacidades… En estrategias sanitarias de cuarentenas
horizontales prolongadas, la justicia restaurativa debe
primar en aquellos barrios y comunidades donde el
confinamiento es una quimera. La inversión orientada
a posibilitar aislamientos en condiciones de dignidad es
una estrategia racional de mitigación epidémica». Afor-
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350
Memoria colectiva
tunadamente, en Ecuador, no solo existen la corrupción
nacional ni gobiernos locales securitistas.
En zonas rurales donde la organización comunitaria se
construye al margen del Estado, la respuesta fue muy distinta. Desde el inicio de la emergencia, las organizaciones
de mujeres del pueblo Kayambi, por ejemplo, coordinaron con campesinos para producir canastas solidarias,
intercambiar productos y abastecer a familias empobrecidas. El comercio agrícola sostuvo a miles de personas
y la producción de la Sierra viajó a la Costa desafiando
el regionalismo y el racismo, que ya se habían expresado en el levantamiento indígena de octubre de 2019. Los
saberes ancestrales obraron como lazo comunitario para
fortalecer el sistema inmunológico de poblaciones diezmadas, y si bien no eliminan el virus, sí mitigaron sus
efectos. Gracias al trabajo de periodistas que no pararon
en la pandemia, supimos que la población de Lloa, parroquia rural del Distrito Metropolitano de Quito, cerró
su entrada tras abastecerse, estableció un control de ingreso, hizo aislamiento comunitario y se protegió así del
contagio. Experiencias como estas dan cuenta de las posibilidades de autonomía de comunidades organizadas
que, además, no esperan nada del Estado.
Colectivos feministas de Quito, como Mujeres de Frente,
vieron criminalizada a una de sus compañeras, obligada
con sus hijos a comer comida cruda por la policía municipal, porque había salido a pedir ayuda a la calle. Para
combatir esa brutalidad, renovaron estrategias de sostenimiento de la vida: organizaron un curso de promotoras
de salud y crearon un taller de costura que hoy dota de
ingresos a mujeres que no pueden vivir de la venta ambulante. En los barrios se organizaron brigadas para llevar
canastas de alimentos a migrantes, personas de la tercera
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edad y grupos vulnerados. La sociedad civil prendía velas en sus balcones y creaba ritos virtuales de duelo para
devolverle a los deudos la dignidad que el gobierno les
quitaba aduciendo que no había determinaciones sociales
que destruyeron a unos más que a otros.
Aplicaciones como la ex Glovo pusieron al servicio de
los sectores medios los cuerpos, las motos y la salud
de miles de repartidorxs. Bajaron los pagos por carrera,
no les procuraron bioseguridad ni regularon los tiempos de entrega para evitar accidentes de tránsito. Las
ciudades se veían vacías pero pobladas de motos con
logos de apps. Ante la situación de riesgo que corrían grupos migrantes, esas mismas colectividades de riders se
organizaron para repartir comida en las calles. La mayoría de personas en reparto son de Venezuela, así que la
solidaridad se activó también en ese contexto, al tiempo
que participaron del paro global para denunciar a las
aplicaciones por explotación laboral. Fueron uno de los
colectivos visibles todo el tiempo. Como dice Yuly Ramírez, repartidora y defensora de los derechos laborales
del gremio, este también es un trabajo de primera línea,
pero no cuenta con la protección del Estado.
Hoy, en febrero de 2021, el gobierno ecuatoriano da la cifra oficial de 15.394 muertes por covid-19 desde el inicio
de esta pandemia, pero hay un exceso de 44.105 muertes que nadie ha explicado. La del Estado, como siempre,
es una no-cifra, porque oculta y reduce la gravedad del
Çdesastre sanitario, igual que hacen con la no-cifra de feminicidios y desapariciones.
Por ahora, no hay un plan de vacunación consistente. La
declaración más reciente de Moreno es del 23 de febrero:
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«Se nos rompió un poco el plan», al tiempo que, ante su
plan «roto», ha autorizado a municipios y entidades privadas a adquirir vacunas.
El 7 de febrero, tuvieron lugar elecciones presidenciales y legislativas. Los movimientos sociales, sectores del
movimiento indígena, feminismos, ecologismos, muestran enorme hartazgo por la vieja división correísmoanticorreísmo. Ni el proyecto correísta representado por
Andrés Arauz ni el proyecto de derechas del banquero
Guillermo Lasso han logrado responder con solvencia a
la angustia por la salud, la violencia social, la urgencia de
despenalizar el aborto, la migración, el empleo ni al
saqueo extractivista iniciado por Rafael Correa y continuado por Moreno que ha expoliado a la Amazonía y otras
regiones. Ante eso, Yaku Pérez aparecía como una tercera
fuerza que generó motivación en sectores progresistas, a
pesar de que no representa al movimiento indígena. El
horizonte electoral se ve en estos momentos como el único horizonte posible de construcción política, y esa es una
gran parte del problema. No valoramos procesos autónomos como el de Lloa o del pueblo Kayambi como una
posibilidad real para sostener la vida. A estas alturas, debemos saber que no será el Estado quien lo haga.
Al cierre de este texto, el país se está sobrecogido por la
tortura y el asesinato de 79 personas privadas de libertad en tres prisiones de Ecuador, en Guayas, Cotopaxi y
Azuay. Ha sido una pugna por poder entre organizaciones
criminales. Hubo motosierras, desmembramientos y alarma ante el desgobierno en el país; se cierne allí la sombra
del narcoestado que aún nos cuesta ver. Cuando Cristina
Rivera Garza hablaba de un Estado sin entrañas al referirse a México, también venía en esa imagen un anuncio
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de este tiempo sombrío para Ecuador, en donde las luchas sociales resisten contra un Estado que ha producido
muerte por desamparo y por su inmensurable grado de
corrupción. Esto cambia sin duda el signo del eslogan turístico que usa el gobierno para ocultar el país inviable
que aparece ante nuestros ojos: This is Ecuador.
27 02 2021, Confabulario-Diario El Universal, México
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A la muerte de
Jean-Luc Nancy
Conocí a Jean-Luc Nancy en 2013 gracias a Mónica Alarcón, una filósofa ecuatoriano-alemana que lo llamó a dar
una videoconferencia en Quito. Por su corazón, JeanLuc no podía cruzar el Atlántico, nos dijo (El intruso es el
ensayo bellísimo de su transplante). El simposio que organizamos en la USFQ se llamaba Cuerpos y corporalidades. Entre muchas cosas, él fue un filósofo del cuerpo y
de la comunidad, y tuvimos la suerte de que dijera que sí.
En ese simposio también tuvimos a Gayle Salomon, una
colega que llegó a Quito por sugerencia de Judith Butler
y que leyó uno de los textos más conmovedores que yo
recuerde sobre la fenomenología del caminar y la homofobia: Passing Period.
Yo había pensado en la piel y en las superficies, impugnando la idea de que es sólo en “la profundidad”
donde radican las verdades más irrefutables. Le pedí a
Jean-Luc si podía pensar en la piel y aceptó con una
generosidad asombrosa. Escribió Piel esencial, el ensayo
que traduje para esa videoconferencia y que pusimos
en sobretítulos mientras él hablaba.
Era pasar las páginas de una partitura para un pianista,
un honor.
El intérprete del foro ese día era un filósofo afrancesado
que llegó borracho y trabado, así que tuve que tomar esa
tarea sin preparación —yo pensaba que todo era un caos,
Jean-Luc divisó los tatuajes de Gayle desde Skype, ella
necesitaba traducción al inglés, luego él usaba palabras
en alemán…—. Todo ese esfuerzo improvisado fue desHistorias de desobediencia
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comunal, pero él estaba contento y dijo que sería bueno
seguir pensando la piel. Esa propuesta generosa se convirtió en el libro colectivo Dar piel, una versión editada
de Piel esencial, seguida de una entrevista larga que le hicimos entre cuatro colegas. En esa época, usamos Skype,
grabadoras, llamadas…estábamos en Manta, Loja y Quito. Me correspondió traducir todo del inglés y del francés
y establecer el texto del libro.
Con ese texto y gracias a una beca del Centro Nacional del Libro de Francia, tuve fondos, visa y tiempo
para irme a trabajar con Jean-Luc y cerrar el texto definitivo para el volumen. Antes de viajar, mi mamá me
acompañó a comprarle un sombrero de paja toquilla que
escogimos con mucho esmero. Mi amigo Diego Falconí, que está loco, me recogió de Arles (mi estancia era
en el Centro Internacional de Traducción Literaria, el
querido CITL, un ex hospital psiquiátrico donde estuvo Van Gogh y región donde pintó los puentes, la noche
estrellada...) desde Barcelona, alquilamos un carro y manejamos como 15 horas del Sur al Norte de Francia, a Île de Ré.
Dormimos en un barquito que habíamos alquilado y
nos alistamos para visitar a Jean-Luc junto a Hélène, filósofa y su hermosa compañera, y a dos de sus amigos.
Llegamos, intercambiamos abrazos, comimos. Le di el
sombrero. ¡Le quedó pequeño! Hélène lo puso al vapor
para abrirlo un poco, le metió una tijerita, y creo que
hasta ahí llegó el regalo que habíamos pensado para él.
Luego del fiasco de la paja toquilla, todos se fueron a
pasear y tuve un día entero para preguntarle, repreguntar, dudar, editar, reescribir. Así cerré Dar piel.
A las tres semanas de eso, y como etapa final de viaje —
sin becas no podemos ni soñar en procesos así—, asistí
a una escuela filosófica de verano de la Universidad de
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Palermo que se llamó La partition des sexes. El punto
de encuentro era una plaza en la ciudad. Jean-Luc llegó
con un traje claro de lino, un gran sombrero y un bastón.
Bajó de un enorme automóvil negro como un personaje del cine clásico, nos saludó y me regaló un caramelo
que tenía por ahí para marcar nuestro reencuentro, me
dijo. Era una de esas mentas de restaurante. Ojalá aún
la tuviera. Jean-Luc iba a impartir el seminario por tres
días en la campiña siciliana. Lo acompañaba la cineasta
Claire Denis, su amiga, y tenían siempre conversaciones muy voladas. De nuevo fue un regalo de la vida la
apertura de Jean-Luc para hablar con todo el mundo
entre el sol y las libélulas. Jamás habría imaginado un
encuentro con tanto afecto, y mucho menos que luego
intercambiaríamos mensajes por whatsapp porque le
impresionaban los Andes y los terremotos, y porque teníamos que terminar el libro.
El lunes de su muerte pensé en él y en que le debía un
correo desde 2019, porque queríamos ampliar Dar piel.
Pasaron demasiadas cosas y no retomé la comunicación
a tiempo. Pero el lunes, antes de saber que había muerto,
me senté a escribirle porque se me vino a la mente. Debe
ser que dio una vuelta al mundo para despedirse de sus
libros, sus ideas y sus amigos. La última vez que le escribí fue para saber cómo estaba en la pandemia. «Bien
confiné!» Fue todo. Ahora lo dejo como homenaje a ese
encuentro hermoso, con tanto afecto de por medio.
Aquí abajo va Dar piel, su ensayo,
seguido de nuestra conversación.
Jean-Luc Nancy. Dar piel. Download
En tu memoria, querido e inesperado Jean-Luc.
Post en Facebook. 25 de agosto de 2021
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Este libro se terminó de preparar en
mayo de 2022, desde Vozeto studio,
en Quito, Ecuador. En algún momento,
tendrá una edición impresa, luego
de que se haya pirateado libremente.
El conocimiento es poder.