Capítulo 16
La metanarración histórica en la creación
del maquis literario
Valeria Possi
Università di Bologna
En la posmodernidad la escritura de la historia está enlazada con una profunda
reflexión metanarrativa cuyo fin último es cuestionar la posibilidad misma de hacer historia: el filósofo canadiense Jean-François Lyotard fue uno de los primeros
intelectuales en poner de relieve que los cambios epistemológicos apreciables en
las últimas décadas hunden sus raíces en «le déclin de la puissance unificatrice et
légitimante des grands récits de la spéculation et des l’émancipation»1.
Si cada tipo de los llamados grandes relatos, desde los científicos hasta los
discursos políticos y sociales, se ve privado de su legitimidad, eso se debe sumamente a la desconfianza acerca de la inteligibilidad del lenguaje que la postmodernidad hereda de los estudios del lingüista suizo Ferdinand de Saussure, y se
comprueba aún en grado mayor en lo que concierne la narración histórica. De
hecho, el debate sobre el estatuto epistemológico de la historia adquiere especial
relevancia en el siglo xx, y es objeto de un cuestionamiento interdisciplinario
que abarca los más distintos estudios humanísticos, de la filosofía a la teoría literaria, ya que se ponen en tela de juicio una gran variedad de asuntos centrados
en el reconocimiento de la imposibilidad de llegar a conocer de manera unívoca
el pasado. Por consiguiente, se da la misma imposibilidad de construir un gran
relato histórico que se resuelva en una visión monológica del mundo que pueda
1
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J. F. Lyotard, La condition postmoderne. Rapport sur le savoir, París, Minuit, 1979, pág. 63.
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ser comunicada y aceptada acríticamente en cuanto única interpretación posible
de la realidad empírica.
En la posmodernidad se encuentra pues ese escepticismo radical con respecto
a los modelos positivistas del conocimiento: los grandes relatos pierden crédito
porque las verdades en que estaban basados se reconocen incomunicables, inestables, ambiguas y, por lo tanto, interpretables en sentidos diferentes cuando
no opuestos. Se llega así al reconocimiento de la falta de existencia de un relato
histórico unívoco: como señala el filósofo Gianni Vattimo, «non c’è una storia
unica, ci sono immagini del passato proposte da punti di vista diversi, ed è illusorio pensare che ci sia un punto di vista supremo, comprensivo, capace di unificare
tutti gli altri»2. Por eso, se asiste a la eclosión de distintos relatos históricos que
sientan sus propias bases en un pasado percibido ahora como susceptible de innumerables interpretaciones que por primera vez les otorgan la palabra a aquellos
grupos que hasta el momento se encontraban en una posición marginalizada por
ese gran relato dominante.
El reconocimiento del hecho de que el estudio y, sobre todo, la escritura de la
historia, en palabras del teórico Hayden White, «is never innocent, ideologically
or otherwise, wheter launched from the political perspective of the Left, the
Right, or the Center»3, adquiere gran relevancia en la narrativa también, especialmente, como es previsible, en la novela histórica. De acuerdo con los análisis
de la crítica Linda Hutcheon, por la que «pluralizing is a distinctly postmodern
phenomenon»4, en la literatura española de los últimos diez años asistimos al
nacimiento de un tipo de novela histórica sobre la Guerra Civil y la posguerra
con rasgos diferentes e innovadores con respecto a las novelas de corte histórico
escritas a partir de la Transición. Entre estos rasgos caracterizadores destaca «cierto
«multiperspectivismo» en el punto de vista axiológico de la enunciación»5, que
intenta superar la retórica maniquea tanto del relato franquista como del discurso
literario del posfranquismo.
Dentro de este panorama social, cultural y literario, la novela española contemporánea de corte histórico sobre la Guerra Civil y la posguerra se dedica, como
subraya también Hans Lauge Hansen, «a la recuperación de las experiencias de las
víctimas»6, intentando rescatar del olvido historias hasta el momento silenciadas,
como es el caso de las vivencias que conciernen al movimiento de resistencia
antifranquista del maquis, que hoy en día se perfila como uno de los temas más
2
G. Vattimo, La società trasparente, Milano, Garzanti, 2007 (1.a edición de 1989),
págs. 9-10.
3
H. White, «The Politics of Historical Interpretation: Discipline and De-Sublimation» en
White, Hayden, The Content of the Form. Narrative Discourse and Historical Representation, Baltimore and London, The Johns Hopkins University Press, 1989 (1.a edición de 1987), pág. 82.
4
L. Hutcheon, A Poetics of Postmodernism: History, Theory, Fiction, London-New York, Routledge, 1988, pág. 54.
5
H. L. Hansen, «Formas de la novela histórica actual» en Hansen, Hans Lauge; Cruz Suárez, Juan Carlos (eds.), La memoria novelada. Hibridación de géneros en la novela española sobre la
guerra civil y el franquismo (2000-2010), Bern, Peter Lang SA, 2012, pág. 89.
6
Ibíd., pág. 90.
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debatidos a nivel literario y tratado por muchos autores de indiscutible calidad
como es el caso de Dulce Chacón, Almudena Grandes y Alicia Giménez Bartlett,
autoras que se analizan en este sucinto artículo.
La «generalized sensitivity, in our own time, to breaks and discontinuity,
[…] to gaps and holes rather than seamless webs and triumphant narrative
progressions»7 fijada por Jameson se manifiesta en obras como La voz dormida
(2002), Inés y la alegría (2010) y Donde nadie te encuentre (2011) entre otras, en
las que las autoras rescatan unas memorias relacionadas con los sucesos del maquis
censurados por la propaganda y la narración franquistas, y realizan también, al
mismo tiempo que intentan moldear la figura de los guerrilleros, una meditación
metaliteraria sobre la representación de la realidad histórica y la posibilidad de
novelar la historia reflexionando críticamente sobre varias descripciones de una
misma realidad.
Este intento se lleva a cabo a través de la construcción de un metalenguaje
por medio del cual estas autoras procuran en primera instancia dar cuenta de la
pluralización y la fragmentación de la memoria histórica, un metalenguaje en que
se cuaja además una serie de metáforas, como se puede observar, por ejemplo,
en una cita de La voz dormida, en la que el narrador afirma que «las ciudades
tienen su propia historia. Pero tienen también su historia ajena, pequeña y personal, una y múltiple, la historia que escriben los que la llevan en un rincón de
la memoria»8.
Se puede entonces inferir —a partir de este pasaje de la novela de Dulce Chacón en que la ciudad se convierte en el símbolo de la Historia— que el eje central
de la narración, además de la recreación de unos múltiples y distintos puntos de
vista que abarcan la materia histórica, es el conjunto de esos relatos pequeños y
personales de aquellos que participaron en la Historia (con hache mayúscula), o
que asistieron, o incluso solo fueron embestidos por los hechos. Cada una de esas
historias particulares, para los autores, es merecedora de ser recordada, y tiene la
misma dignidad y los mismos derechos a la supervivencia del relato dominante
porque, como afirma otro autor de novelas sobre el maquis, Alfons Cervera,
«hay otra memoria que es la memoria maltrecha de los vencidos, la que ha ido
creciendo frente a los paredones inmensos del silencio levantados cuando se acabó
la guerra, cuando se acabaron las dos guerras, primero la de todos contra todos y
luego la que hicieron unos pocos en el monte contra casi todos»9, una memoria
que tiene que ser sacada del cuarto de atrás donde fue relegada.
Entonces, ya que «la novela es un terreno de libertad, […] puede adentrarse en
terrenos y sugerencias que la historiografía ha desterrado o despreciado, abriendo
7
F. Jameson, Postmodernism, or, The Cultural Logic of Late Capitalism, Durham NC, Duke
University Press, 1991, págs. 167-168.
8
D. Chacón, La voz dormida, Madrid, Santillana Ediciones Generales, 2010 (1.a edición
de 2002), pág. 365.
9
A. Cervera, Maquis, Barcelona, Editorial Montesinos, 2007 (1.a edición de 1997), págs. 170171.
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nuevas luces sobre la historia oficial»10: la deconstrucción a la que está sometido el
grande relato monolítico oficial tiene como primera consecuencia el surgimiento,
en la narrativa, de unas historias apócrifas y de unas obras que proponen una
nueva interpretación de hechos conocidos, o incluso cuentos ocultos de una
Historia que pudo ser pero no fue, en suma, «la historia de aquello que fue pero
que no conocemos»11, entendiendo retóricamente ese «fue» como un «pudo ser»
o como un «deseo que fuera así».
Las premisas teóricas anteriormente mencionadas resultan nada menos que
fundamentales con respecto a la meditación metaliteraria sobre las historias silenciadas o censuradas del maquis, y sientan las bases de la recreación narrativa
de este fenómeno histórico perteneciente a la época franquista. La desmemoria
que envuelve las vicisitudes del maquis, de la que habla a propósito el estudioso
Secundino Serrano y que concierne a «unos hechos que durante largo tiempo
fueron silenciados o tergiversados, tanto por quienes impulsaron la resistencia
armada como por aquellos que la combatieron»12, se convierte en el blanco de
la actividad evocadora de las autoras que aquí se tratan. Se encuentran en efecto
muy a menudo, en las tres novelas objeto de este breve análisis, unos pasajes de
naturaleza evidentemente metadiscursiva en que las novelistas intentan llamar la
atención del lector sobre hechos censurados a lo largo de la dictadura franquista
y durante la larga Transición a la democracia. Almudena Grandes, por ejemplo,
decide relatar las experiencias vivenciales de los personajes de Inés y la alegría
centrándolas durante la llamada Operación Reconquista de España (el intento
fracasado, por parte de los soldados de la Unión Nacional Española, de invadir
en 1944 el valle de Arán y establecer un gobierno republicano provisional a la
espera de una intervención militar aliada), un hecho histórico respecto al cual, en
las palabras de la misma autora, «durante más de sesenta años no hay nada más,
solo silencio, una tácita condena a la inexistencia de una campaña militar que
no existe para nada, para nadie. En ese punto confluyen las estrategias de todos
los centros de poder que se ven implicados en una operación que pudo haber
cambiado para siempre el destino de España»13.
Se puede apreciar en la cita la amnesia que ha afectado a lo largo de las décadas dichas hazañas, además de la voluntad de la autora de recuperar esa memoria
a través de la narración, y su condena de la decisión de silenciar y censurar, de
echarlo todo al olvido, llevada a cabo por los que el narrador de La voz dormida
10
L. Ortiz, «La pereza del crítico: historia-ficción» en Jurado Morales, José (ed.), Reflexiones
sobre la novela histórica, Cádiz, Fundación Fernando Quiñones y Servicio de Publicaciones de la
Universidad de Cádiz, 2006, págs. 26-27.
11
M. d. P. Lozano Mijares, La novela española posmoderna, Madrid, ArcoLibros, 2007,
pág. 160.
12
S. Serrano, Maquis. Historia de la guerrilla antifranquista, Madrid, Ediciones Temas de
Hoy, 2001, pág. 14.
13
A. Grandes, Inés y la alegría, Barcelona, Tusquets Editores, 2010, pág. 482.
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afirma que «ya quieren escribir la Historia»14, es decir, los vencedores de la Guerra
Civil.
El tratamiento de las historias de los pertenecientes al bando de los vencidos,
en la novela de Dulce Chacón, tiene una estrecha vinculación con la reflexión
sobre la censura que embistió a los republicanos y el proyecto de imponerles un
relato de la contienda construido por los franquistas. Esta meditación se manifiesta especialmente en la figura de la reclusa Tomasa, que se niega a formar parte
de la Historia con hache mayúscula rehuyendo su trabajo en el taller de costura
de la cárcel de Ventas, donde las internas tienen que confeccionar prendas para
los soldados nacionales todavía en el frente. La negativa de Tomasa de coser «una
sola puntada para redimir pena colaborando con los que ya quieren escribir la
Historia»15 tiene su reflejo simbólico en el rechazo de contar la masacre de sus
familiares a que la empujan dos guardias civiles cuando deciden perdonarle la
vida «para contar lo que les pasa a Las Damas de Negrín»16. Asistimos en este
caso no solo a un intento de censura de las violencias perpetradas por el bando
nacional, sino también al propósito, más cruel aún, de incorporar en el relato
hegemónico a las víctimas, convirtiéndolas en testigos de su propia humillación.
Por eso Tomasa se niega tanto a tejer la trama de las prendas para los soldados
enemigos, cuanto a tejer otro tipo de trama, metafórica, la trama de la narración
del triunfo de los verdugos de su familia.
La conciencia de la necesidad de la salida del silencio y de la censura, además
de un olvido autoimpuesto, se despierta en Tomasa después de la muerte de
Hortensia, una de sus compañeras de celda, la que siempre sostenía que «hay que
sobrevivir, camaradas. Solo tenemos esa obligación. Sobrevivir […] para contar la
historia»17. Finalmente, Tomasa también se da cuenta de que es necesario «sobrevivir. Y contar la historia, para que la locura no se acompañe al silencio. […] Contar
la historia. […] Sobrevivir. […] Resistir es vencer. Grita para llenar el silencio con
la historia, la suya. […] Y cuenta a gritos su historia, para no morir»18.
A través de la experiencia de Tomasa, Dulce Chacón «cuestiona el concepto
de verdad absoluta y […] propone como solución un mundo abierto a una red
compleja de distintas interpretaciones»19, convirtiendo su personaje en el representante de la meditación metanarrativa o, mejor dicho, metahistórica, que se
plantea en la novela.
En La voz dormida, por tanto, el nivel metaliterario y metalingüístico, con el
que se especula sobre la escritura de la historia con el intento de llenar «un vacío,
un espacio de memoria olvidado que necesita ser recuperado»20, ocupa una parte
14
15
16
17
18
19
D. Chacón, La voz dormida, ob. cit., pág. 32.
Ibidem.
Ivi, pág. 239.
Ivi, págs. 135-136.
Ivi, pág. 236.
M. Juliá, Las ruinas del pasado. Aproximaciones a la novela histórica posmoderna, Madrid,
Ediciones de la Torre, 2006, pág. 55.
20
Ivi, págs. 168-169.
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significativa de la obra, aunque esta no se concentre de manera exclusiva en la
narración del maquis, sino en general en la resistencia de los vencidos a las imposiciones ideológicas y a las vejaciones físicas del régimen. En cambio, como ya
hemos visto, Inés y la alegría vincula la reflexión metanarrativa y su metalenguaje
histórico a la acción de dibujar la figura del maquis: en uno de los cuatro insertos a cargo de la voz narrativa omnisciente se nos dice, por ejemplo, que fueron
«ciento veintinueve, algunos más o muchos menos, los soldados de la UNE que
no lograron salir vivos de Arán, [que] murieron para que nadie lo sepa. La Historia
con mayúscula de los documentos y los manuales los ha barrido con la escoba de
los cadáveres incómodos, hasta esconderlos debajo de la alfombra que marca el
sendero que condujo a su patria hacia el futuro, y allí siguen, cubiertos de polvo,
rebozados en pelusas»21.
En esa misma dirección se mueve la novela de Alicia Giménez Bartlett, Donde
nadie te encuentre, en la que todo el recorrido de los dos protagonistas se centra
en la búsqueda de una verdad alternativa al relato impuesto por los franquistas
acerca del maquis hermafrodita apodado La Pastora. De hecho, el psiquiatra
francoespañol Lucien Nourissier llega a saber de la existencia de este personaje a
través de un artículo periodístico escrito por el que se convertirá en su compañero
de viaje, Carlos Infante, en el cual, «para que […] pasara la censura, tuvo que
atenerse a la versión oficial que circulaba sobre La Pastora y llenarlo de expresiones
rotundas: «una mujer sin entrañas», «un ser violento y despiadado», «la autora de
incontables crímenes atroces», «una hiena sedienta de sangre»…»22.
En efecto, toda la novela resulta caracterizada por la meditación metanarrativa, ya que de las conclusiones sacadas por el médico después de la escucha de
varios testigos de la vida y las andanzas de La Pastora podemos inferir que lo que
acompaña la entera investigación de Nourissier es precisamente una reflexión
constante acerca del conflicto entre la realidad abogada por los franquistas y la
desumida por él mismo, a la que se añade la versión referida por la misma Pastora.
El método del análisis de Nourissier se convierte pues en el reconocimiento de la
falacia tanto del relato oficial cuanto de los testimonios recolectados: su tentativa de llegar a una versión definitiva de un relato sobre la vida y la personalidad
de La Pastora termina en un proceder a tientas, y se resuelve finalmente en la
imposibilidad de establecer una verdad unívoca sobre el personaje, convalidando
así esa «idea de un pasado fragmentario y subjetivo»23 que envuelve el episteme
posmoderno.
En las tres novelas mencionadas se pueden apreciar además una serie de consideraciones de las autoras acerca del lenguaje y de su papel en el dibujarse de una
realidad recreada por medio de la narración, que se concretan por supuesto en el
21
A. Grandes, Inés y la alegría, ob. cit., pág. 484.
A. Giménez Bartlett, Donde nadie te encuentre, Barcelona, Ediciones Destino, 2011,
pág. 13. La cursiva es mía.
23
M. Juliá, Las ruinas del pasado, ob. cit., pág. 13.
22
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lenguaje y en el metalenguaje acerca de la historia, lo que se convierte en una de
las características más evidentes de estos textos de naturaleza autorreflexiva.
En este caso, como subraya la estudiosa Daniela Carpi en un ensayo dedicado
a la obra de Hayden White, «la narrativa viene […] ad assumere una funzione
onnicomprensiva: da pura letteratura d’evasione a campo d’incontro di ideologie, strategie, dibattiti e credenze, cronache e commenti»24, especialmente en
la novela Inés y la alegría, donde la autora, proponiendo en cierto sentido una
contrahistoria de los hechos que llevaron al intento de invasión del valle de Arán,
centra su atención en el reconocimiento de que, como resume Lozano Mijares,
«los grandes acontecimientos históricos no son tales, sino grandes consecuencias
de pequeños hechos, nimios detalles, escarceos vulgares de la realidad»25. Se asiste
pues a «un cuestionamiento epistemológico de la Historia, esto es, la duda sobre
la capacidad de los historiadores para conocer el pasado tal como ocurrió, […] un
cuestionamiento ontológico sobre los hechos mismos, sobre la realidad efectiva
de lo que la historiografía afirma que ocurrió»26.
De hecho, desde las primeras páginas de la novela de Almudena Grandes,
empezando por el encuentro entre los personajes históricos de Carmen de Pedro
y Jesús Monzón (que desencadenará una progresión de sucesos culminantes en
la invasión), se puede leer que «así fue o, al menos, así pudo ser. Lo único que
puede afirmarse con certeza es que Carmen de Pedro y Jesús Monzón, que hasta
este momento han sido simples conocidos, de vista y poco más, se encuentran
en Francia, probablemente en Toulouse y en apariencia por azar, en un día cualquiera del verano, agosto, quizás julio, incluso septiembre, de 1939. Los detalles
se desconocen, porque seguramente él se encargó de que nadie fuera testigo de
un encuentro que cambió muchas cosas, y estuvo a punto de cambiarlas todas»27.
De esta manera, la autora se sirve de lo que el grupo Wu Ming llama «premesse
ucroniche implicite: non fanno ipotesi «controfattuali» su come apparirebbe il
mondo prodotto da una biforcazione del tempo, ma riflettono sulla possibilità
stessa di una tale biforcazione, raccontando momenti in cui molti sviluppi erano
possibili e la storia avrebbe potuto imboccare altre vie. Il what if è potenziale, non
attuale. Il lettore deve avere l’impressione che in ogni istante molte cose possano
accadere, dimenticare che «la fine è nota», o comunque vedere il continuum con
occhi nuovi»28.
En suma, el procedimiento adoptado por Almudena Grandes hace posible
que el lector desarrolle una reflexión suya propia acerca de las posibilidades que
nunca llegaron a concretarse: de hecho, la intervención del narrador omnisciente
subraya la incertidumbre acerca de lo que pasó, sugiriendo una bifurcación en la
24
D. Carpi, «Introduzione» en White, Hayden, Storia e narrazione, trad. it. Daniela Carpi,
Ravenna, Longo Editore, 1999, pág. 13.
25
M. d. P. Lozano Mijares, La novela española posmoderna, ob. cit., pág. 297.
26
C. Fernández Prieto, «La Historia en la novela histórica» en Jurado Morales, José (ed.),
Reflexiones sobre la novela histórica, ob. cit., págs. 176-177.
27
A. Grandes, Inés y la alegría, ob. cit., pág. 21.
28
Wu Ming, New Italian Epic, Torino, Einaudi, 2009, págs. 35-36.
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Historia tal y como la conocemos que pone de relieve el intento autorreflexivo de
esta meditación, ya que, en palabras del teórico Seymour Chatman, «the mention
of possible but unconsummated events calls attention more clearly still to the
artifice of the narrative process itself»29.
La versión contrahistórica propuesta por Almudena Grandes se sitúa pues en
la comprobación de que «la Historia inmortal hace cosas raras cuando se cruza con
el amor de los cuerpos mortales. O quizás no, y es solo que el amor de la carne
no aflora a esa versión oficial de la historia»30. Lo que le importa a la autora, lo
que es importante destacar, es que la construcción de ese grande relato histórico
oficial se olvida de los hechos nimios anteriormente mencionados, y en este
caso particular, del amor de dos mujeres por su pareja: «la propia Historia, con
mayúscula severa, rigurosa, perfectamente equilibrada entre los ángulos rectos de
todas sus esquinas, […] apenas condesciende a contemplar los amores del espíritu.
[…] Las barras de carmín no afloran a las páginas de los libros. Los profesores
no las tienen en cuenta mientras combinan factores económicos, ideológicos,
sociales, para delimitar marcos interdisciplinares y exactos, que carecen de casillas
en las que clasificar un estremecimiento, una premonición, el grito silencioso
de dos miradas que se cruzan, la piel erizada y la casualidad inconcebible de un
encuentro. […] En los libros de Historia no caben unos ojos abiertos en la oscuridad, un cielo delimitado por las cuatro esquinas del techo de un dormitorio,
ni el deseo cocinándose poco a poco, desbordando los márgenes de una fantasía
agradable»31. En este sentido, se encuentran en la reflexión metahistórica, y al
mismo tiempo contrahistórica, de la novela acerca del papel de la narrativa en el
perfilarse de una realidad recreada por medio de la palabra, tanto el intento de
sacar del olvido unos hechos silenciados por el régimen franquista como, y sobre
todo, el relato de esos sentimientos de amor que influyeron en la organización
de la Operación Reconquista de España sin ser considerados dignos de mención
por la Historia oficial. Es sin duda el amor, la pasión, lo que mueve los hilos de
la novela y la estructura: el sentimiento de Dolores Ibárruri, la Pasionaria, por
el joven compañero Francisco Antón hace que, preocupada por su destino, deje
la dirección del Partido Comunista Español entre los exiliados en las manos de
Carmen de Pedro32, joven e inexperta mujer cuyo amor es aprovechado por Jesús
Monzón para perseguir sus miras políticas.
Durante los alborotados momentos que preceden a la invasión del valle de
Arán dos mujeres gobiernan el destino del PCE en el extranjero, Carmen de Pedro
desde Francia y La Pasionaria desde la Unión Soviética; dos mujeres juntadas por
el amor y por los giros inesperados que está a punto de dar la Historia a causa de
sus relaciones sentimentales: «la Historia inmortal hace cosas raras cuando se cruza
con el amor de los cuerpos mortales —repite incesantemente la voz narrativa a lo
29
S. Chatman, Story and Discourse. Narrative Structure in Fiction and Film, Ithaca and London, Cornell University Press, 1980 (1.a edición de 1978), pág. 225.
30
A. Grandes, Inés y la alegría, ob. cit., pág. 23.
31
Ivi, pág. 24.
32
Cfr. Ivi, pág. 33.
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largo de la novela—, y la gran rareza de aquella época se cruza al mismo tiempo
con el amor de la gran Pasionaria y en el de la mínima Carmen de Pedro»33.
En la opinión del narrador omnisciente, pues, es el amor lo que teje las tramas de la Historia, lo que permite a Jesús Monzón poner en marcha la invasión
del valle de Arán y casi le lleva a arruinarle la carrera política a La Pasionaria,
que descuida el Partido a causa de su amor por Paco Antón: en efecto, el relato
de los sucesos personales y sentimentales de los personajes de Inés y la alegría se
contrapone a la Historia a fin de desenmascarar la versión hegemónica oficial y a
la vez de reflexionar acerca de la versión ofrecida por la autora, una de las infinitas
recreaciones posibles de la realidad referida.
Por lo tanto, las contrahistorias sugeridas por las tres autoras en cuestión,
como en muchas novelas que pueden ser adscritas a la metaficción historiográfica,
«enact the problematic nature of the relation of writing history to narrativization
and, thus, to fictionalization, thereby raising the same questions about the cognitive status of historical knowledge with which current philosophers of history
are also grappling»34. Esto es patente —además de en los emblemáticos insertos
metadiscursivos señalados y en la estructura que organiza las novelas— en los
aparatos paratextuales que cierran las tres obras, en que las autoras Almudena
Grandes y Alicia Giménez Bartlett, en particular, intentan dar cuenta de las premisas epistemológicas de sus trabajos y subrayar ulteriormente la naturaleza autorreflexiva de ciertas partes de las novelas. La conversión del pasado en simulacro
señalada por los teóricos del posmodernismo y su accesibilidad exclusiva a través
de textos lleva a las autoras a insertar en las notas que cierran sus novelas no solo
una lista de agradecimientos en que aparecen varias instituciones bibliotecarias o
asociaciones centradas en la recuperación de la memoria (como por ejemplo La
Gavilla Verde, la Biblioteca Nacional o la Biblioteca de la Comunidad de Madrid,
citadas por Dulce Chacón), sino también una larga lista de obras históricas sobre
los hechos relatados y, lo que es más importante, unos asertos como el de Alicia
Giménez Bartlett con el que afirma que «para mí «la realidad» ha sido el libro del
periodista José Calvo, La Pastora. Del monte al mito. […] Este precioso material
ha sido imprescindible para poner en pie mis ficciones»35. Es interesante señalar
que en la cita la autora pone la palabra “realidad” entre comillas, lo que denota
la conciencia de la imposibilidad de conocer de manera unívoca el pasado, como
ya manifestado a lo largo de la novela.
La realidad, por tanto, se llega a conocer a través de otro texto, otra recreación
de los hechos mediada por la palabra, que se convierte en el punto de partida que
estructura el universo novelesco y da pie al juego entre los planes real y ficticio,
además del metadiscursivo y memorialístico.
El intento de esbozar en un nivel literario la figura del maquis, en conclusión,
se concreta en las tres vertientes principales que hemos intentado resumir breve33
34
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Ivi, pág. 35.
L. Hutcheon, A Poetics of Postmodernism: History, Theory, Fiction, ob. cit., pág. 93.
A. Giménez Bartlett, Donde nadie te encuentre, ob. cit., pág. 497.
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mente en este artículo: el debate sobre la realidad y el conocimiento del pasado
que se inserta en las disputas epistemológicas posmodernas y que está teñido
con unas especulaciones sobre la posibilidad de novelar la historia y reflexionar
críticamente acerca de ella; el rescate del olvido de unas historias silenciadas por
el grande relato oficial mediante la investigación controhistórica; y finalmente
la meditación, a través de la creación de un metalenguaje histórico, acerca de la
construcción de diferentes versiones de la realidad que hunden las raíces en un
mismo acontecimiento perteneciente al mundo empírico.
Bibliografía
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