Amazonas: ruta milenaria
Amazonas
Ruta Milenaria
Aldo Bolaños
Compilador
EDITADO POR EL DEPARTAMENTO
RELACIONES CORPORATIVAS DE PETRÓLEOS DEL PERÚ
Ediciones Copé
Amazonas: Ruta Milenaria, Aldo Bolaños, compilador.
Lima, Petróleos del Perú, 2013, 434 pp., 18.5 cm. x 26.5 cm.
© Ediciones Copé
Petróleos del Perú - Petroperú S.A.
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Este libro no podrá ser reproducido, ni total ni parcialmente, sin previo permiso escrito del editor.
Todos los derechos reservados.
Asistente editorial: Guadalupe Martínez
Corrección de texto: Roy Sandoval
Diseño de portada: Mutante S.A.
Diagramación de interiores: Blanca Peirano
ISBN: 978-612-4202-08-7
Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú
N.º 2013-14981
Impreso en: Punto & Grafía S.A.C.
RUC: 20304411687
Av. Del Río 113, Pueblo Libre
Lima, octubre de 2013
Índice
Presemtación
11
Agradecimiento
13
Introducción
Amazonas Ruta Milenaria
(de la Integración Latinoamericana)
15
Acerca de los artículos
41
Capítulo I. El Escenario Geográfico
45
Carl Sauer
Geografía de América del Sur
47
Antonio Núñez Jiménez
Panorama de la Cuenca Amazónica
61
Lenin Ortiz
Ruta Comercial y Cultural desde 18 000 años A.C. de
Quito a la Amazonía
Capítulo II. Amazonas, Ruta Milenaria: Itinerarios del Origen,
Poblamiento y Civilización de la Amazonía
Pedro Ignacio Schmitz
Cazadores Antiguos en el Suroeste de Goiás, Brasil
Adriana Schmidt Dias
Diversificar para Poblar: El Contexto Arqueológico Brasileño en la
Transición Pleistoceno-Holoceno
69
77
79
109
Mario Sanoja Obediente
Las Fachadas de Venezuela
131
Betty J. Meggers y C. Evans
La Reconstruccion de la Pre-historia Amazónica: Algunas
Consideraciones Teóricas
147
Donald. W. Latrhap
La Antigüedad e Importancia de las Relaciones de Intercambio
a Larga Distancia en los Trópicos Húmedos de Sudamérica
Precolombina
161
Luis Guillermo Lumbreras
Presentación a la Arqueología de la Amazonía
181
Eduardo G. Neves
El Formativo que Nunca Terminó: La Larga Historia de Estabilidad
en las Ocupaciones Humanas de la Amazonía Central
191
Francisco Rothhammer (et. alii.)
Análisis de Adnmt de Restos Esqueletales del Sitio Arqueológico de
Tiwanaku y su Relación con el Origen de sus Constructores
223
Richard Smith
¿Un Sustrato Arawak en los Andes Centrales? La Historia Oral y el
Espacio Histórico-cultural Yánesha
233
Capítulo III. La Huella Colonial y la Persistencia Indígena en
las Rutas de la Civilización Amazónica
161
Thomas P. Myers
Redes de Intercambio Tempranas en la Hoya Amazónica
263
Antonio Porro
Los Solimões o Jurimaguas Territorio, Migraciones y Comercio
Interétnico
279
295
Rafael Chambouleyron
Misiones entre Fieles: Jesuitas y Colonos Portugueses en la
Amazonia Colonial (Siglo XVII)
Thomas P. Myers
Sarayacu: Investigaciones Arqueológicas en una Misión Franciscana
del Siglo XIX en la Amazonía Peruana
313
Capítulo IV
La Ruta del Olvido y la Memoria Indígena
327
Eduardo Fernández
Los Asháninca y Los Incas Historia y Mitos
329
Roberto Franco
Historia Indígena de Los Ríos Ñapo,Yasuni, Ampiyacu y Solimoes
349
Capítulo V
El Amazonas como Proyecto
387
Banco Interamericano de Desarrollo
Destruyendo Mitos
389
Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente
Perspectivas del Medio Ambiente en la Amazonía. Geoamazonía
403
Organización del Tratado de Cooperación Amazónica
Pueblos Indígenas Amazónicos y Otros Pueblos Tribales y sus
Concepciones sobre Derechos Relacionados a la
Naturaleza y al Desarrollo
421
Prólogo
Desde la inauguración de la Refinería Iquitos, sede de PETROPERÚ en la
selva peruana, a inicios de los años ochenta, nuestras acciones empresariales en
favor del desarrollo de esta parte del país, han sido constantes. Inclusive mucho
antes, ya nacionalizada la industria, marcamos un hito de presencia en la región
amazónica y durante todos estos años, hemos venido transformando los destinos
de los pueblos, garantizando el abastecimiento de combustible en las regiones más
alejadas. Asimismo, el complemento social que ello conlleva ha permitido establecer
soportes claves en materia de salud y educación: el nuevo colegio de Panguanita es
prueba palpable de este esfuerzo.
En el ámbito cultural, hemos sido perseverantes en apoyar las manifestaciones
de una cultura y tradición que, sobre todo en los últimos años, ha destacado y se
ha extendido en toda su dimensión. Constantes colectivas de artistas amazónicos y
la edición de libros emblemáticos de esta región han sido nuestras líneas maestras
de intervención, así como el desarrollo de la creación literaria local a partir de
concursos y talleres específicos. Sin embargo, consideramos que estos esfuerzos no
son suficientes para nuestros objetivos establecidos como Empresa Socialmente
Responsable. Así, hemos emprendido una estrategia destinada a incrementar aún
más nuestra presencia, como promotores de la cultura Amazónica.
“Amazonas: Ruta Milenaria”, es una iniciativa convocada por PETROPERÚ
S.A., mediante su sello Ediciones Copé, para interiorizar los milenarios valores
culturales que nuestras comunidades nativas de floresta aún mantienen vivos. En esta
línea, hemos convocado a Aldo Bolaños, destacado investigador, quien nos propuso,
para empezar, la edición de un material compilatorio de los textos esenciales ya
producidos por la intelectualidad y que plasman el poder de la región a partir de su
estudio como espacio que baña el río más caudaloso del planeta, y que constituye la
despensa futura de la Tierra.
11
Amazonas: Ruta Milenaria
Son 21 textos seleccionados en cinco partes que plantean rutas geográficas,
historiográficas y alternativas de la Amazonía; buscando integrar y fortalecer este
concepto –el Amazónico– poco valorado en la últimas décadas y que, a futuro, tenderá
a estar tan vigente como nuestra propia existencia. Los autores seleccionados actúan
desde la geografía hasta las ciencias históricas como la arqueología, la antropología,
la historia, entre otros. El libro incluye autores peruanos y de otros países, que
destacan por haber postulado ideas sensibles y emblemáticas de vivir en la Amazonía.
Queremos que este proyecto compile y congregue a la producción intelectual más
característica de esta importante región del Perú. Esperamos lograrlo.
Este esfuerzo editorial apunta a convertirse en una propuesta importante
que permita ampliar la visión de cada peruano involucrado con la región, para
apropiarnos de un patrimonio integral que día a día se vuelve más vulnerable y
sensible a los cambios. Apunta también a transformarse en otro tipo de propuestas,
ya sea conversatorios o exhibiciones, que sensibilicen de diferentes formas a la
comunidad del entorno, para encontrar nuevas miradas de gestión de la región más
extensa de nuestro país.
Es momento para despertar los valores de nuestra Amazonía, tanto en los
campos de la cultura como de la producción. En esa línea estamos avanzando en
PETROPERÚ S.A., concretando proyectos hidrocarburíferos que permitan a más
peruanos acceder al desarrollo; de igual forma creemos que las iniciativas culturales
deben ir de la mano con este desarrollo. “Amazonas: Ruta Milenaria” pretende
convertirse en ese camino de integración y de nuevas lecturas de prosperidad para
nuestra Selva.
No es la primera vez que nuestro sello editorial se dedica a la producción y
creación literaria en la Amazonía. Muchos ganadores del concurso Premio Copé
son de esta región. Con esta obra apostamos, a futuro, tener más contribuciones de
este tipo; que fortalezcan la propuesta, que permitan ahondar en una nueva y mejor
mirada de nuestra Selva. De seguro así será.
Este año se cumplen 42 años del descubrimiento de crudo en el primer pozo
petrolífero en la selva peruana, el Corrientes X-1 de Trompeteros, donde tuvimos el
enorme privilegio de participar y dirigir los trabajos de esta hazaña. En homenaje a los
profesionales que hicieron posible este histórico hecho, va nuestro reconocimiento,
en estos tiempos en que volvemos a fortalecernos para seguir impulsando el desarrollo
de nuestro país.
Departamento Relaciones Corporativas
Petróleos del Perú – PETROPERÚ S.A.
12
Agradecimiento
Quiero agradecer a todos aquellos que han hecho posible la publicación de "Amazonas: Ruta Milenaria"; a todos los que a continuación menciono y a aquellos que,
por olvido involuntario, hubiera omitido incluir.
A todos los autores, a las instituciones y personas que nos han ayudado y
autorizado para la reedición de todos los artículos aquí incluidos. Sin ellos esta tarea
no habría sido posible. A la Corporación Procultur de Ecuador y a Yumac Ortiz, que
nos permitió incluir los escritos del recordado arqueólogo Lenin Ortiz, su fundador.
A Yumac, un agradecimiento especial por su valioso aporte para esta iniciativa. A
la Fundacion Antonio Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre, de Cuba, y
a su presidenta Liliana Núñez Veliz, y su vice-presidente Ángel Graña Gonzales,
que con mucho entusiasmo han autorizado a publicación del Artículo de Antonio
Núñez Jiménez. A la Smithsonian Institution por el artículo de Carl Sauer y al Dr.
Ramiro Matos por su guía en esta tarea. A Carolina Aguero, editora de la revista
Estudios Atacameños: Arqueología y Antropología Surandinas, por facilitarnos la reedición
del artículo de Pedro Ignacio Schmitz. A Adriana Schmidt Días, por permitirnos la
reproducción del artículo de su autoría. A Mario Sanoja, quien nos proporcionó un
artículo inédito acerca de los orígenes amazónicos de las raíces culturales venezolanas.
A Manuel Cornejo, del Centro de Amazónico de Antropología Aplicada y a su
importante revista Amazonía Peruana por permitirnos la reedición de los artículos
del viejo debate acerca de la arqueología amazónica de Betty Meggers, Clifford
Evans, Donald Lathrap, Thomas P. Myers. Al Dr. Luis Guillermo Lumbreras, por
su artículo y por sus ideas iniciales para este proyecto. A Eduardo Neves quien nos
permitió la publicación del artículo aquí incluido, así como sus comentarios a esta
iniciativa; a Santiago Rivas que nos ayudo a establecer los contactos con él para las
autorizaciones pertinentes. A Francisco Rothhammer y demás autores y a Vivien G.
Standen, editora de la revista Chungara, de la Universidad de Tarapacá, Chile, por el
permiso correspondiente y facilitarnos las tareas.A Richard Smith, autor del excelente
artículo sobre la memoria de territorio ancestral ashaninka y Anne-Marie Brougere,
del IFEA, por su ayuda experta en las tareas editoriales. A Antonio Porro quien afinó
su artículo especialmente para esta edición y, nuevamente, a Santiago Rivas, quien
13
hizo no solo su traducción sino también todas las gestiones para que su publicación
fuera posible. A Rafael Chambouleyron, quien nos autorizó directamente a publicar
su importante artículo acerca de las misiones jesuitas y los colonos portugueses
en la Amazonía. A Eduardo Fernández por su artículo aquí incluido y a Cecilia
Rivera, editora de la revista Anthropológica de la Pontificia Universidad Católica del
Perú. A Roberto Franco, miembro de la "Expedición en Canoas del Amazonas al
Caribe", por su autorización y por el apoyo ofrecido para lograr este objetivo. A
Francisco Santa Cruz, del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente
– PNUMA, quien colaboró con nosotros en las averiguaciones editoriales acerca
de los artículos de esta, así como de la Organización del Tratado de Cooperación
Amazónica - OTCA.
Quiero agradecer especialmente a Guadalupe Martínez Martínez, Co-Directora
del Observatorio Andino del Paisaje, impulsora permanente de esta iniciativa y
asistente editorial de la obra, por su aporte intelectual y espiritual. Un agradecimiento
especial para Jean Pierre Chaumeil, investigador del Instituto Francés de Estudios
Andinos – IFEA, quien con su gran conocimiento y sus comentarios me permitió
enfocar la propuesta y entender mejor el mundo amazónico. A las Doctoras Daniele
Lavallée y Michele Julien por sus comentarios inteligentes al proyecto y por
brindarme la larga lista de personas e investigadores a contactar para la selección
inicial de artículos que conforman el libro.
Finalmente, quiero expresar mis mayores agradecimientos a PETROPERÚ,
quienes con entusiasmo han acogido esta contribución a la conservación del
patrimonio y el paisaje amazónico. Particularmente, el Departamento Relaciones
Corporativas, que de forma creativa nos ha apoyado en el rescate del patrimonio y
el paisaje amazónico.
Aldo Bolaños
Compilador
Introducción
Amazonas: Ruta Milenaria
(de la Integración Latinoamericana)
Desde hace por lo menos 12 mil años, el río Amazonas, es un eje central en la
circulación de recursos, bienes, objetos, ideas, costumbres tradiciones y valores entre
las poblaciones de la gran cuenca amazónica y regiones vecinas. A lo largo de su
cuenca y de sus mil ríos tributarios, se dio el surgimiento de importantes y singulares
civilizaciones y pueblos que han dejado sus huellas, tanto desde la época Precolonial
hasta nuestros días. La presente obra muestra a la Amazonía en su carácter excepcional
de ruta milenaria y explora los paisajes y el patrimonio que forma parte de estas rutas
aún vivas, aunque ocultas en el bosque amazónico y en la memoria de muchos de
sus habitantes.
Veremos cómo las rupturas históricas, geográficas y políticas surgidas a raíz del
“descubrimiento” de América y la posterior conquista europea del continente hace
523 años, interrumpen este carácter de vía cultural para, contrariamente, convertirse en
la vía de expropiación, de explotación, de desplazamiento forzado y seccionamiento
territorial de los recursos amazónicos y de sus pobladores originarios. Estos procesos
de ruptura inician las construcciones institucionales e ideológicas distintas a las
conocidas hasta ese momento, para sustentar las nuevas formas de dominio. Surgen
como producto del enfrentamiento -violento y cruel en unos casos y pacíficos en
otros- entre las formas de comportamiento del europeo y del indígena, socialmente
distintas.
Veremos también como desde la conquista europea y durante las repúblicas
americanas hasta hoy día, la Amazonía se piensa casi exclusivamente en términos de
la explotación de los recursos extractivos, principalmente el petróleo, la agricultura
de monocultivo extensivo e intensivo, la generación de energía hidráulica o la
apertura de vías de comunicación. Los ríos amazónicos son conceptuados como
parte del engranaje para la salida de estos recursos.
Amazonas Ruta Milenaria, pretende recuperar el concepto del río como un ser
vivo, no solo en el estricto sentido biológico o en su contenido ritual, sino en
términos de una ecología humana productora, transformadora y sustentadora de un
15
Amazonas: Ruta Milenaria
desarrollo equilibrado; igualmente, en el marco de una visión del paisaje, espejo de la
actividad humana en el territorio, y a los restos de su memoria expresada en cientos
de sitios y lugares hoy abandonados a su suerte. Se trata de un patrimonio, cuya
definición como cultural y natural pasa no solo por declaraciones administrativas
sino, principalmente, por nuevas formas de conceptualización y tratamiento que son
un verdadero reto para los países amazónicos.
Desde estas páginas, esperamos contribuir a la conservación y el rescate de un
patrimonio natural, arqueológico, histórico, industrial y memorial, testigo y producto
de las rutas e itinerarios que, a través de los ejes fluviales amazónicos, vincularon a
los distintos, variados, y muchas veces lejanos, espacios geográficos suramericanos.
Se trata de incluir a la Amazonía como parte de nuestra identidad, fortaleciéndola
desde el enfoque de un bien común; es decir, un paisaje compartido que trasciende
las fronteras de los actuales estados latinoamericanos y que, como tal, contribuye
a su unidad y a la planificación concertada del futuro. Por ello, este libro es una
propuesta a los países del ámbito de su influencia geográfica, histórica y social, para el
compromiso conjunto en la revaloración del paisaje amazónico como un patrimonio
natural y cultural asimismo compartido.
“Amazonas: Ruta Milenaria” busca extender el conocimiento de su poblamiento,
de su historia y de los lazos comunes que unen a sus actuales habitantes. Al mismo
tiempo, busca la generación de una “memoria del paisaje” que sirva para promover
la integración latinoamericana a partir de la gestión conjunta de su conocimiento y
de los itinerarios culturales repartidos entre los distintos países.
A pesar de la importancia del río Amazonas como un eje articulador de los
pueblos americanos a lo largo de su historia, su papel de ruta milenaria no había
tenido la relevancia ni el interés por parte de los países sudamericanos, para algún
tipo de tratamiento territorial especial. En todo caso, no se conoce aún ninguna
propuesta iniciada desde el espacio público y esperamos que esta primera acción
pueda ser también escuchada, promovida y financiada por otros organismos del
Estado peruano y por los otros países americanos.
Esta situación no es casual. Esta compilación no ha identificado autores que hayan
tratado el tema como una propuesta clara y específica, pero sí han contribuido desde
distintas épocas y ángulos, a su conocimiento parcial y al debate de algunas ideas
fundamentales, especialmente desde la arqueología. Además, muchas publicaciones
e ideas se encuentran disgregadas entre bibliotecas, revistas y periódicos de los países, haciendo muy difícil una compilación temática suficientemente homogénea y
acabada. Si bien, esta publicación contribuye a llenar el vacío de información actual
y contribuir con el debate del tema, presentando de manera organizada algunos
16
Introducción
escritos que han desarrollado investigadores y pensadores. Es solo parte de un mínimo e inicial esfuerzo, por ordenar y, a veces, rescatar las fuentes existentes.
Sin embargo, aparte de las dificultades que la compilación de este volumen presentó por las razones arriba expuestas, más compleja aún es la problemática en que la
iniciativa “Amazonas: Ruta Milenaria” se inserta y por ello, más importante el papel
que el paisaje y sus valores patrimoniales pueden aportar a su solución.
Se consideran como principales: La pérdida y degradación del bosque tropical
y de otras zonas naturales, hábitat originario de los grupos indígenas. La Amazonía
viene sufriendo una pérdida de su masa forestal, provocado por las actividades extractivas, el avance de la agricultura y de los procesos de urbanización. Esta situación
se torna más crítica en un contexto de cambio climático, donde los bosques amazónicos son imprescindibles para mitigar los efectos de este proceso.
La vulneración de los derechos de las sociedades indígenas amazónicas en el
manejo de sus territorios originarios y en su autodeterminación, propician su desintegración, la banalización de su patrimonio y el debilitamiento de sus tradiciones y
sabiduría milenaria. La voz indígena en los gobiernos es muy débil aún.
El crecimiento demográfico y la migración permanente de masas de trabajadores
y colonos a las nuevas obras de infraestructura y grandes campos agrícolas, la expansión desordenada y caótica de las nuevas y viejas ciudades y pueblos genera cada vez
un mayor consumo de recursos y un crecimiento desequilibrado. Este crecimiento,
a su vez, trae nuevas necesidades de servicios ecológicos y culturales para la ahora
mayoritaria población no indígena. Pero también se mantienen las demandas no
resueltas de su población nativa en la materia. Esto se complementa con el aumento
permanente del flujo turístico y la presión económica del mercado, sobre un espacio
que no ha logrado armonizar las aspiraciones de los diferentes grupos sociales que
en el convergen.
Debe sumarse como una problemática principal, y a la cual debemos abocarnos
en su solución urgente, los intensos procesos de violencia, situaciones de exterminio,
uso de las rutas tradicionales para el tráfico de armas y el narcotráfico y para el paso
y escondite de grupos violentos, asolando gentes y territorios, y aún sin protección
ni resguardo suficiente de los estados involucrados. El reto: construir territorios de
paz desde la memoria y el paisaje entendidos como patrimonio.
Todo este conjunto de problemáticas redundan negativamente en la pérdida
del patrimonio amazónico, de los elementos de la memoria de sus rutas milenarias
(arqueológico, antropológicos, históricos o republicanos), sea por causas naturales
(climáticas, cambio de cursos de los ríos, erosión y exposición por pérdidas de sue17
Amazonas: Ruta Milenaria
los) o antrópicas (excavaciones intensivas por las empresas extractivas, el saqueo, la
construcción de obras públicas y privadas no sostenibles o el simple abandono por
parte de las autoridades y de las poblaciones).
En este sentido, el Observatorio Andino del Paisaje, plataforma de iniciativas que
tiene como fin alcanzar los objetivos del paisaje como medio de democratización ciudadana y de integración cultural, se propone trabajar desde ya por un Gran Acuerdo
Internacional del Paisaje para la Amazonía acorde a su carácter natural, social y económico. Este acuerdo debiera ser ratificado por los países amazónicos y otros bajo su
influencia. Con este libro esperamos contribuir a lograr una cultura del paisaje basada
en una mejor calidad de vida del poblador amazónico.
“Amazonas Ruta Milenaria” confirma la pertinencia de generar propuestas para
enfrentar estas problemáticas desde el desarrollo de políticas culturales que partan de
concebir la Amazonía como un paisaje natural integrado, socialmente compartido,
que requiere estrategias multilaterales coordinadas y que, a partir de la conservación
del patrimonio y el paisaje, incida en la superación de la crítica situación actual.
En 1987 como parte de los preparativos para la conmemoración de los “500
años del encuentro de dos mundos”, el Perú participó de una expedición científica
encabezada por Cuba, a través del geógrafo y explorador cubano Antonio Núñez
Jiménez. Él, junto con el arqueólogo ecuatoriano Lenin Ortiz, se plantean iniciar en
Ecuador una expedición científica, hecha por latinoamericanos, para conocernos a
nosotros mismos en base a nuestros propios conceptos y para demostrar que América, antes de la llegada europea, ya había sido totalmente “descubierta” por las mismas
sociedades precoloniales suramericanas.
La Expedición, llamada “En canoa del Amazonas al Caribe”, tuvo entre otros
objetivos, reconstruir las rutas amazónicas del poblamiento americano y la relación
de origen y poblamiento entre los pueblos de los Andes, la Amazonía y la Orinoquía,
incluidos los pueblos del Caribe. La Expedición confirmó las tesis de un antiguo
poblamiento caribeño siguiendo estas rutas. Sin embargo, la visión y fin principal
de Núñez y Ortiz era el reforzar la unidad latinoamericana a partir del mejor conocimiento de nosotros mismos. Con estos mismos sueños asumimos también el reto
de este libro, y por eso, incluimos entre los artículos la visión de ambos autores, del
Amazonas como eje de la integración.
En Marzo 2012, fuimos invitados como ex-expedicionario para conmemorar 25
años de las históricas jornadas exploratorias de la expedición. El Simposio Internacional realizado por PROCULTUR en Quito, Ecuador se llamó “El Amazonas, ruta
cultural milenaria”, de ahí es donde nace el nombre de este libro. Presentamos una
18
Introducción
ponencia en la que se proponían cinco acciones que son las que dan forma al presente proyecto y a su continuación, esta publicación es solo una parte de él.
Como primera acción, se propuso esta misma publicación que hoy día, con alegría, se ha logrado materializar. Como ya se ha dicho, se busca llamar la atención
sobre el carácter milenario de las rutas amazónicas así como elaborar una primera
documentación de los elementos que la conforman y la definen. Y que sirva, al
mismo tiempo, de base para iniciar un debate amplio, más allá de las fronteras nacionales. Se trata en realidad de un primer documento de trabajo que deberá luego ser
discutido por los especialistas.
En base a lo anterior, la segunda acción propuesta, y que esperamos materializar
en un mediano plazo, busca poder generar una serie de eventos científicos y de especialistas de carácter internacional, que haciendo honor a los más de catorce mil
años de vínculos, reúna a los investigadores de la Amazonía (Colombia, Ecuador,
Perú, Bolivia y Brasil), de la Orinoquía y de otras áreas de influencia amazónica para
identificar, analizar y sustentar tanto las rutas e itinerarios conocidas y potenciales así
como para el desarrollo de propuestas estratégicas para los países.
Como tercera acción, y en base a los acuerdos y contenidos elaborados en las dos
anteriores, proponer la declaración “Amazonas Ruta Milenaria”, primero como un
acto de conciencia e identidad regional por nuestros países y por nosotros mismos, y
luego, como un suceso que sirva de base a su declaración como Patrimonio Mundial
por la Unesco. Sin embargo, es importante recalcar, que este no es un fin último,
sino solamente un medio para asegurar, nosotros mismos, la protección, valoración y
definición de los objetivos del paisaje amazónico como una estrategia de desarrollo
sostenible.
Como cuarta acción, no necesariamente en orden consecutivo, y como muestra
de un compromiso real, de una toma de consciencia del asunto y como expresión
de la voluntad política de los gobiernos en desarrollar acciones concretas, iniciar
una “exposición museográfica, itinerante y fluvial internacional que puede llamarse
“Amazonía Ancestral”, que llegué a todos los pueblos y que muestre su unidad histórica y social, más allá de los límites actuales de nuestros países y que proponga, por
un lado el carácter milenario de la ruta.
Finalmente, y como quinta acción, la verificación de si este libro realmente sirvió o cuánto contribuyó a satisfacer la urgente necesidad de desarrollar políticas de
paisaje. Se propone trabajar desde ya por un Gran Acuerdo Internacional del Paisaje
para la Amazonía acorde a su carácter natural, social y económico y que deba ser
ratificado por los países amazónicos y otros bajo su influencia.
19
Amazonas: Ruta Milenaria
El río Amazonas, desde la llegada de los primeros seres humanos a Sudamérica,
fue la ruta natural y vital del poblamiento; permitió unir todo el continente desde
los Andes, hasta el Atlántico a lo largo de más de seis mil kilómetros y también, la
sección central y sureste América del Sur. Luego, en el siglo XVI durante la Conquista y la Colonia, fue también el eje de penetración a la Amazonía: portugueses
por el Este y españoles por el Oeste. Hoy día, con distintos actores, esa penetración
continúa dejando su impronta en las nuevas formas de vida, pero irremediablemente
separada y fragmentada por los límites políticos a lo largo de la historia republicana.
La forma en que el sistema hidrográfico del Amazonas permitió a sus habitantes
unir a todo el continente es el hilo conductor de esta obra. El majestuoso río en
su origen orográfico, pertenece a los Andes peruanos, ecuatorianos y colombianos
desde donde nacen y bajan los principales ríos que le dan origen y sustento hídrico
(Marañón, Ucayali, Napo, Putumayo). En su trayecto, conectaba desde sus afluentes,
hacia el norte con la Orinoquía y de ahí hasta el Caribe; y hacia el sur, con la floresta
tropical del Paraná y el Beni boliviano, desarrollando influencias hasta el noroeste
argentino. Se trata de un sistema de rutas naturales que articulaban los distintos
espacios naturales y las áreas socio-productivas del continente, a partir de una gran
trama de vías fluviales y caminos terrestres, que permitían el constante movimiento
e intercambio económico y social a largas distancias.
Donald Lathrap y Betty Meggers, entre las décadas de los 70 y los 80, inician un
debate serio de las migraciones e intercambios arqueológicos y sus pervivencias en
la cuenca Amazónica. Discutían acerca de los grandes procesos de poblamiento del
continente americano teniendo como eje central las rutas amazónicas. Debatían si
los indígenas amazónicos tenían un origen y desarrollo autónomo, como lo planteaba el primero o eran un subproducto de las sociedades andinas como lo planteaba
Meggers.
Las investigaciones contemporáneas, algunas de las cuales compilamos en este
libro, dejan ver más bien un desarrollo original y propio, pero también íntimamente
ligado a los múltiples procesos migratorios y de intercambio permanente entre las
distintas sociedades americanas situadas en sus extensas y alejadas unidades geográficas (Andes, Orinoquía, Guaraní, sureste y suroeste de Brasil). La idea de grupos “primitivos” es cada día menor y los trabajos arqueológicos antropológicos e históricos
contribuyen cada vez mejor a desechar este tipo de ideas.
Ya ahora se acepta bien el desarrollo de formas avanzadas de organización social
por los habitantes amazónicos y se entiende claramente que la ausencia de arquitectura monumental –como sucede en la Amazonía a diferencia del caso andino o
mesoamericano- no significan necesariamente formas menos desarrolladas de civilización así como la presencia de arquitectura monumental no necesariamente
20
Introducción
representa siempre a grupos “civilizados”. Esto lo veremos a lo largo de los distintos
artículos seleccionados para la presente publicación.
Este libro reúne una serie de textos básicos para poder comprender el papel del
Amazonas como eje cultural de América del Sur y del Caribe. Se han seleccionado
textos ya publicados antes en libros y revistas o, como otros, también en internet.
Unos más conocidos que otros, pero ensamblados en una estructura que, además de
tener una visión general del tema, permita también demarcar los territorios, los paisajes y las gentes inmersas en el flujo de ideas, experiencias y objetos que viajando a
través del gran sistema amazónico, desde los inicios de su poblamiento, nos permitan
identificar las rutas culturales de hoy.
El libro explora, por un lado, los principales hitos históricos de los pueblos de la
Amazonía, sus derroteros geográficos asociados, y la identificación de los elementos
patrimoniales de las rutas del Amazonas y las posibilidades, por otro lado, de percibir
las distintas, o similares, formas de entender por los autores la Amazonía en épocas
distintas, con visiones distintas y desde variadas perspectivas, sin que la secuencia de
artículos siga estrictamente un orden cronológico de los autores.
El primer capítulo del libro presenta el Escenario geográfico. Se reúnen dos textos que nos presentan una visión geográfica del área que tratamos. Se incluye a
tres autores con una visión distinta en diferentes momentos del siglo XX, la de un
norteamericano, Carl Sauer (1950) eminente geógrafo norteamericano de la primera mitad del siglo XX, la del gran explorador y cronista cubano Antonio Núñez
Jiménez (1997) y la excelente arqueólogo ecuatoriano Lenin Ortiz (2006). Ellos nos
presentan tres panoramas distintos de la Amazonía, el primero desde su configuración física, el segundo desde su riqueza natural y sus amenazas y el tercero desde el
reconocimiento explícito del Amazonas como ruta cultural y la descripción de sus
escenarios geográficos.
Sauer presenta una descripción física de la Amazonía desde sus orígenes geológicos. El artículo fue publicado en el Handbook of South American Indians de
la Smithsonian Institution y se traduce por primera vez al español. Sin embargo,
por su extensión, ya que abarca a todo el continente suramericano, publicamos acá
solamente los capítulos referidos a la Amazonía. Los trabajos de Sauer, servirán de
fundamento a aquellos de Donald Lathrap (1970, 1981), considerados fundamentales
en la demostración de las profundas relaciones precoloniales de intercambio a larga
distancia desde la Amazonía a los diferentes espacios territoriales de Suramérica y sus
implicancias sociales. Su trabajo también se incluye aquí Es interesante notar como
Sauer usa como elemento comparativo de forma continua la geología estadounidense, esto porque se dirige principalmente a un público norteamericano, como lo
expresa claramente el nombre de la revista en el que se publica el artículo.
21
Amazonas: Ruta Milenaria
El siguiente artículo es de Antonio Núñez Jiménez, quien organizó entre 1986 y
1987, hace 26 años, la expedición “En Canoa del Amazonas al Caribe”. Esta se realizó en el marco de las conmemoraciones de la llegada de Cristóbal Colón a América
y tenía como objetivo, a buen decir de Núñez, demostrar científicamente navegando en canoas desde las alturas andinas hasta su desembocadura en el Atlántico y de
allí, inclusive hasta el Caribe, que América ya había sido descubierta por los propios
americanos y que el río Amazonas era ya, desde antes de su llegada, un eje vital de
comunicación entre los alejados pueblos de Sudamérica.
El trabajo que se incluye hace una breve introducción de las principales expediciones en la Amazonía desde la época Colonial y luego una descripción sucinta pero
rica de esta, presentándonos un panorama general de su estado, tal como el nombre
del artículo lo indica, en el momento en que fue escrita. Resalta la importancia de
la firma del Pacto de Integración Amazónica de 1978 y transcribe sus acuerdos. Da a
conocer las responsabilidades y compromisos asumidos por los países amazónicos en
la eliminación de obstáculos para la navegación por el Amazonas y la consolidación
de un eje comercial, promoviendo, al mismo tiempo, la conservación, la investigación
y el intercambio científico en materias de flora y fauna. Como puede constatarse en
la lectura, el aspecto cultural no aparece en el Tratado, pero en caso que ciertamente
no existiese ninguna pauta al respecto, desde aquí propugnamos su inclusión, tal
como se expresa en las intenciones de nuestro proyecto al inicio de éstas páginas.
Núñez también nos presenta datos críticos del estado de degradación ambiental,
especialmente el referido a los incendios forestales tanto de causas naturales como
aquellos provocados por humanos, invocando la necesidad de conservar la cuenca
Amazónica, objetivo que tuvo la organización de la expedición como un “hogar
amable de sus habitantes”.
Lenin Ortiz, también expedicionario destacado de la expedición “En Canoa del
Amazonas al Caribe”, describe el medio geográfico y plantea que no solo se produjeron influencias culturales emanadas por los pueblos amazónicos, sino que también
otros pueblos, probablemente migraciones del sur, tal como también sucedió en los
Andes y sigue sucediendo, fueron colonizando progresivamente la Amazonía. Llama
la atención que “la ruta cultural del Amazonas ha llamado la atención tanto de indígenas como de europeos”. En su breve nota, plantea algo importante para comprender la situación actual de los pueblos amazónicos, y es que los grupos foráneos y de
colonos que se asentaron en la selva y asumieron las costumbres y formas de vida de
los grupos amazónicos fueron generando también nuevas culturas. Deja ver cómo, al
mismo tiempo, se da un proceso de cambio en los grupos indígenas, por ejemplo, el
grupo de los caboclos, que en 1986 se encontraba en proceso de asumir una nueva
identidad étnica, proceso que sin duda, se dio continuamente entre los grupos selvá-
22
Introducción
ticos como respuesta a los nuevos acomodos económicos y sociales y a los cambios
dentro de su propia estructura interna.
El segundo capítulo del libro, Amazonas ruta milenaria: itinerarios del origen, poblamiento y civilización de la Amazonía, incluye artículos que permiten aproximarnos al conjunto de evidencias arqueológicas que sustentan el carácter milenario de
las rutas amazónicas, desde el origen del poblamiento hasta la llegada de los europeos
al continente suramericano. Si bien son artículos publicados, muchos de ellos, hace
ya un buen número de años, las informaciones que contienen y los debates de los
temas planteados, siguen en plena vigencia y abarcan no solo a la misma Amazonía
sino también a las áreas vecinas.
En primer lugar, se comprueba la presencia de bandas asentadas de forma estable
en el territorio central de Suramérica, actual Brasil, desarrollando formas de vida
generalizadas basadas en la caza, la pesca y la recolección, desde por lo menos los
12 mil años. Los artículos de Pedro Schmitz (1987) y Adriana Schmidt (2004) aquí
incluidos, nos dejan claro que dichas bandas debieron llegar a sus lugares de vida a
través de las rutas naturales de las cuencas de los ríos de la cuenca amazónica.Tanto si
fuera en la dirección contraria, es decir, desde los Andes o desde el sur de Suramérica
hasta el Amazonas central, su presencia no puede ser explicada de otra forma.
La presencia de industrias líticas y de arte rupestre asociado a los asentamientos
nos indica que desde épocas muy tempranas, los grupos humanos se desplazaban por
la Amazonía a largas distancias, llevando ya cada uno su bagaje material e instalándose e iniciando asentamientos relativamente estables en distintos lugares, explotando
territorios definidos y marcando sus paisajes con primeras manifestaciones de arte
rupestre y los restos de los artefactos que se han podido conservar.
Pedro Schmitz nos presenta el estudio arqueológico de un área reducida, en el
límite inter cuenca entre la Amazonía y el río Uruguay, en la que en un área de 25
km2 en la que ubica 40 abrigos rocosos, ubicados cronológicamente entre los once y
los ocho mil años antes del presente, y que pertenecían a los antiguos cazadores que
habitaban el lugar. Presenta los distintos estilos de artefactos líticos de estos grupos y
los compara con aquellos de la fase de Paranaíba perteneciente a la tradición Itaparica, la cual se distribuye en una amplia zona del centro y noreste de Brasil, involucrando sus áreas amazónicas. El autor propone la existencia de flujos migratorios de grupos humanos prehistóricos que junto a la expansión de áreas de cobertura forestal se
asentaron a lo largo de los ríos Paraguay, Paraná y Uruguay así como hacia las partes
más al sur del continente al sur oeste boliviano y noroeste argentino. Al respecto, el
artículo de Rothhammer et al, que se describe más adelante en esta misma sección,
determina relaciones genéticas ancestrales entre pobladores Tiwanaku del altiplano
23
Amazonas: Ruta Milenaria
boliviano con los amazónicos y podrían estar confirmando antiguas relaciones entre
los pobladores andinos y los amazónicos.
En cambio, Adriana Schmidt nos muestra la diversidad de opciones adaptativas
a las transformaciones climáticas que modelaron el mosaico ambiental brasileño en
este período. Nos presenta una gran cantidad de sitios arqueológicos de fines del
Pleistoceno e inicios del Holoceno que nos brindan un cuadro general del período en Brasil, no olvidemos que Brasil ocupa el 47% de Suramérica y contiene a la
mayor parte de la cuenca Amazónica. Su trabajo confirma la presencia de grupos
humanos ya “territorializados” y especializados en la fabricación de instrumentos
adecuados al tipo de medio ambiente y de actividad de subsistencia de cada uno,
pero al mismo tiempo, las analogías técnicas que debieron derivarse de movimientos
en distancias mayores y que permiten marcar las necesarias relaciones y contactos
entre cada uno de estos grupos.
Incluimos también en esta sección, con mucha satisfacción, un trabajo inédito del
prestigioso arqueólogo venezolano Mario Sanoja (2012), quien desde una mirada
global de los procesos de poblamiento y desarrollo civilizatorio de Suramérica, busca
las bases de la actual identidad venezolana en las sociedades prehispánicas especialmente en los procesos que se dieron en Venezuela y la parte norte de la Amazonía
y la Orinoquía.
Arriesga la hipótesis de que la llegada de los primeros pobladores a Suramérica
se produjo hace por lo menos 30 mil años, basado en dos tipos de evidencia indirecta que, si bien no establecen con claridad la tesis, abren un camino importante
de interpretación de las evidencias del temprano poblamiento americano que no
puede ser negado a priori. Basa su afirmación en el parecido de las industrias líticas
tempranas suramericanas, con aquellas del Mousteriense - Levallois de Siberia con
rústicas puntas triangulares que también caracterizan a las de los grupos tempranos
suramericanos; igualmente señala las cercanas relaciones entre Asia y América, con el
solutrense del área mediterránea europea y la tradición Clovis de puntas de proyectil
que se dio en América del Norte y América del Sur. Argumenta que la ausencia del
factor sanguíneo Diego, comprobado para las antiguas poblaciones de migrantes
asiáticos hacia América hace 40 mil años, no se encuentra presente tampoco en poblaciones de cazadores recolectores contemporáneos de la cuenca del Orinoco y que
estas serían descendientes de aquellas primeras oleadas de asiáticos.
Se apoya también en el supuesto que la homogeneidad de industrias líticas y de
modos de subsistencia así como la presencia diferenciada y especializada de grupos
en territorios definidos ya desde hace 12 a 13 mil años, implicaría que los grupos
que poblaban el continente ya debían haber pasado una larga experiencia de vida
en él produciéndose su territorialización con formas especializadas de aprovecha24
Introducción
miento de los recursos naturales. Se refiere en general a la región integrada por “las
cuencas del Amazonas y el Orinoco, el Matto Grosso, el nordeste brasileño, el macizo
Guayanés, los valles y cuencas de los Andes de Colombia, el litoral chileno, peruano,
ecuatoriano y colombiano y la pampa argentina”. La mayoría de ellas están en la
cuenca Amazónica, o a largas y accidentadas distancias entre ellas. No obstante, cada
día hay más evidencias sobre su interconexión geográfica y social, como veremos a
continuación, no solo durante las épocas tempranas del poblamiento, sino a lo largo
de toda la historia precolonial.
En su texto va desarrollando las relaciones arqueológicas entre sociedades muy
alejadas, confirmando nuevamente la existencia de necesarias relaciones a larga distancias entre estas y estableciendo la posibilidad de rutas bien definidas de plantas,
instrumentos e ideas que serían el resultado del contacto constante entre los habitantes de la región.
En segundo lugar, se presentan las discusiones acerca de las evidencias materiales
del tráfico precolonial por rutas amazónicas de larga distancia -al parecer, suficientemente establecidas más allá de la dirección y época en que se dieron- y que fueron
continuadas por los grupos humanos de los períodos posteriores. Estas rutas fueron
parte del conjunto de interacciones productivas, económicas y sociales desarrolladas
entre ellos y permitieron la articulación de un territorio extenso, diverso y lleno de
retos geográficos que solo pudieron ser remontados a partir de una experiencia de
vida continuada y larga en el tiempo en la cuenca amazónica.
Los artículos incluidos de Meggers y Evans (1982), D. Lathrap (1981), Lumbreras (1982), corresponden a la discusión de los años 60´ y los 70´acerca del carácter
de los grupos amazónicos, del papel y su impacto real en las distintas sociedades de
Suramérica. Discuten si hay una relación entre las evidencias arqueológicas y las lingüísticas y las expresiones materiales de las formas de interrelación entre ambas, es
decir, si la presencia de cerámica, principal fuente de información arqueológica en la
selva se asociaba de algún modo al gran mosaico lingüístico amazónico. Se incluye
también la discusión acerca de las posibles direcciones y rutas que dichas migraciones, evidenciadas por la expansión amplia en el territorio de rasgos arqueológicos
similares. Posteriormente, Eduardo Neves (2007) retoma el tema desde nuevos enfoques y aportes de evidencias, confirmando, hacia los 1000 AC, la existencia de
relaciones de larga data entre pueblos distantes.
En conjunto, de la lectura de Meggers, Latrhap, Lumbreras y Neves, este último
comentado en el siguiente párrafo, resalta que debe revaluarse el valor de estos planteamientos para la comprensión de las migraciones e intercambios tempranos. En
realidad, estas discusiones contribuyeron, y contribuyen, a afinar aún más las interpretaciones de las evidencias arqueológicas, generar un interés mucho mayor en el
25
Amazonas: Ruta Milenaria
tema y a guardar una memoria acerca del valor del Amazonas como ruta milenaria.
Evidentemente acá mostramos solo algunos trazos de la discusión mencionada.
Neves propone la validez, cada vez mayor, de los postulados de Lathrap acerca
de la existencia de relaciones entre la difusión de la agricultura y su asociación con
diversas lenguas en otras regiones del mundo, como en el caso de la dispersión de
objetos lapita en la Melanesia y la Polinesia oriental, las lenguas bantú en el África
Subsahariana o el arawak en el Caribe insular.
Llama la atención acerca de los niveles de desarrollo alcanzado por los grupos humanos en algunas partes de la Amazonía, como los del Amazonas Central –objetivo
principal de su estudio-, la isla Marajós en la desembocadura o en el Amazonas Bajo,
en la desembocadura del río Tapajós, con sociedades agrícolas que desarrollaron
obras agrarias, sedentarias, con producción masiva de bienes de consumo e intercambio y casi urbanas. Establece que desde los inicios de nuestra Era, se dieron formas de
organización social y política propias de la Amazonía con la existencia de jefaturas
poderosas -con baja diferenciación social y niveles poco centralizados de poderconviviendo con “bandas de cazadores generalizados de alta movilidad”. Explica las
causas de cómo, a partir de la posibilidad de contar con recursos abundantes, disminuía la necesidad de mayor jerarquización social. También adelanta posibles causas
de los vacíos arqueológicos, presumiblemente atribuibles a las condiciones más secas
durante el Holoceno Medio; los vestigios habrían quedado arrasados por las lluvias
o los sedimentos de períodos posteriores, en condiciones climáticas similares a las
actuales en la Amazonía.
El trabajo de Neves nos permite ver la profundidad temporal y el consistente
equilibrio del modelo de desarrollo amazónico que se generó desde 2000 años antes
de la llegada europea. Se encarga de demostrar que la gran dispersión y fragmentación de lenguas amazónicas, originadas desde otras lenguas madre, corresponden con
igual número de grupos humanos que, a lo largo del tiempo, y como producto de
migraciones y movimientos poblacionales, fueron ocupando la Amazonía y otras regiones suramericanas. Nos deja notar la existencia de una alta movilidad de los grupos humanos, que se desplazaban por las cuencas de los ríos principales y subsidiarios
de forma permanente, en unos casos como antecesores de los nuevos “colonos”.
También establecer que, a partir de la dispersión de objetos arqueológicos, como la
cerámica principalmente, las rutas se mantuvieron en el tiempo por milenios.
El siguiente artículo es un breve pero importante artículo de Francisco Rothhammer y otros autores (2003) que demuestra la relación genética entre poblaciones andinas y amazónicas. Se trata del análisis de 18 muestras de ADNmt tomadas
de restos esqueletales de cinco sitios arqueológicos Tiwanaku (500 – 1000 DC). El
objetivo de la investigación era demostrar el origen de los constructores del famoso
26
Introducción
centro ceremonial del mismo nombre del altiplano Circum-Titicaca. Los resultados
le permitieron establecer que existe una proximidad genética entre los habitantes
Tiwanaku y los posibles antecesores amazónicos. En general, se reconoce que el
Área Centro Sur Andina (Lumbreras 1981) participó de relaciones constantes con
dicha área, postulándose inclusive que la cerámica temprana de las regiones de los
valles occidentales, al sur del Perú y norte de Chile, pudo tener un origen amazónico (Rivera 1975). Dichas relaciones también han sido documentadas con hallazgos
diversos. De algún modo, este trabajo nos acerca a la confirmación de movimientos
poblacionales entre la Amazonía y los Andes, que generaron grupos humanos herederos genéticamente de las distintas oleadas migratorias y debieron haberse mezclado en algún momento de su historia.
Finalmente, como colofón al largo período Precolonial, se agrega el trabajo de
Richard Smith. Es un texto que da cuenta de sus investigaciones acerca del grupo
indígena yánesha ubicado actualmente en la selva central del Perú, en la cuenca del
río Pachitea. El trabajo se aborda desde una visión multidisciplinaria y de la gestión
de la memoria desde la perspectiva indígena. Es un artículo muy importante, puesto
que desarrolla algunos elementos que sirven de modelo en la definición de las rutas
e itinerarios culturales milenarios de los grupos humanos amazónicos.
Smith plantea en sus propias palabras que “A través de un movimiento de larga
duración, una población, hablantes de varios dialectos de proto-yanesha, que llamaremos los yánesha-yunca, llegaron a ocupar y dominar una franja transversal de
los Andes entre la selva central y la costa de Chillón, Rimac, Lurín y Chilca.” (...) y
postula que “el espacio histórico-cultural yánesha es una franja transversal que se extiende por ambas vertientes de los Andes, desde la llanura amazónica (Pachitea-Alto
Ucayali) hasta el océano Pacífico (Chillón, Rímac, Lurín y Chilca)”.
El autor revisa las evidencias arqueológicas y sustenta su tesis en base a la distribución de las evidencias arqueológicas, etnohistóricas y etnográficas y su coincidencia
con la autopercepción actual del territorio yánesha como una “doble morada en la
isla de San Pedro y en la cordillera de El Sira, marcaba los confines del espacio de
su historia ancestral.” El autor desarrolla un trabajo de “memoria ancestral”, recopilando los testimonios orales indígenas acerca de los mitos, creencias, costumbres y
tradiciones de los yánesha e incorporándolos en un Sistema de Información Geográfica, que ha permitido mapear los territorios ancestrales e identificar cada uno de los
lugares emblemáticos y de valor social, religioso, histórico y económico. Aparte de la
importancia de este trabajo en la preservación de la memoria indígena realizado por
Smith y los mismos yánesha, hay un hecho que llama mucho la atención y que es casi
sorprendente. Identificaron 350 lugares entre la sierra y la costa de Lima, inclusive en
la misma capital metropolitana del Perú, vinculados a 35 personajes ancestrales que
aún guardan como parte de su memoria. Esto, por supuesto, es una clara evidencia
27
Amazonas: Ruta Milenaria
del valor actual del Amazonas como una ruta milenaria aún viva en la memoria de
los pueblos y en muchos elementos de la naturaleza y del patrimonio arqueológico,
inclusive dentro de grandes urbes como Lima. Un ejemplo para seguir en nuestro
esfuerzo.
Es importante mencionar también la referencia del autor a la existencia de tres
caminos inca que se desprendían del camino real hacia el centro administrativo de
Pumpu, en el altiplano de Junín en el Perú central, a 4200 msnm, del que se desprendían tres caminos troncales, que posiblemente retomaban con mejoras los anteriores,
y que penetraban en la selva hacia Chanchamayo, Oxapampa y Pozuzo en la selva
central. Los trabajos arqueológicos en los caminos de penetración aún son pocos,
sin embargo, acá se demuestra la importancia y permanente contacto económico,
productivo y político entre las zonas altas de los Andes y las zonas de ceja de selva
ubicadas directamente en los Andes orientales o amazónicos.
Finalmente, en la medida que las tesis de Smith, tienen su base en las evidencias
arqueológicas como medio último de la verificación de gran parte los testimonios
que registra, es que se decide incluir este artículo dentro de la parte referida a los
antecedentes arqueológicos de las rutas amazónicas.
El tercer capítulo del libro se titula "La huella colonial y la persistencia indígena
en las rutas de la civilización amazónica". Los dos primeros artículos seleccionados,
presentan las intensas relaciones a larga y media distancia que se desarrollaban tanto
al interior del área amazónica, así como fuera de esta durante los dos primeros siglos
de la conquista (siglos XVI y XVII) y que, tal como los autores demuestran, se puede
presumir a ciencia cierta que debieron darse de forma continua y sistemática durante la época Precolonial. Estas relaciones de intercambio demuestran que el mundo
amazónico que hallaron los europeos a su llegada, se configuró al interior de sus
fronteras a través de continuos y permanentes movimientos a larga distancia y contactos económicos entre los distintos pueblos que la habitaban y que estas debieron
ser una práctica común y bien consolidada desde el período Precolonial.
Se incluye el trabajo de Myers (1983) acerca de las redes de intercambio en la
hoya amazónica. El autor hace una descripción de los distintos productos que estos
grupos intercambiaban (hachas de piedra, jade, cobre, cerámica) y sus antecedentes
arqueológicos. Muestra como a la llegada de los primeros europeos, quienes describen a distintos grupos indígenas de tratantes de bienes, las redes de intercambio se
prolongaron hasta inclusive el siglo XVIII. El autor postula que los circuitos debieron haberse dado desde épocas antiguas. El artículo deja en claro en varios pasajes
que, a pesar que las investigaciones arqueológicas son aun escasas, las evidencias del
intercambio de productos, y con ellos de ideas, conocimientos y costumbres son
28
Introducción
contundentes. De hecho, estas redes debieron contribuir a una “homogenización”
de los aspectos de los rasgos “culturales” de los grupos amazónicos distribuidos en
un amplio territorio.
Por su parte, Antonio Porro (1983/1984), en un excelente artículo, reeditado y
corregido por él mismo para esta edición (ver Nota del traductor en el artículo)
desarrolla los intensos y continuos contactos económicos entre los pueblos indígenas que habitaron la zona del Amazonas central. A partir del estudio de las fuentes
etnohistóricas verifica los cambios dramáticos que se produjeron en las poblaciones
indígenas entre el siglo XVI, a la llegada de los primeros conquistadores, y el XVII,
en la consolidación de las entradas de españoles y portugueses en la zona. Los pueblos indígenas redujeron dramáticamente su número, cuando no desaparecieron,
por la migración forzada del tráfico de esclavos, practicada también por los propios
indígenas como parte de su integración a las prácticas europeas, las epidemias y enfermedades, y a la dificultad de los pequeños grupos de “sobrevivientes” para poder
conservar sus costumbres y formas de vida originales cuando no fueron absorbidos
por las misiones. Porro también verifica en las fuentes las menciones de la existencia
de importantes caminos “de a pie” que unían los distintos pueblos ubicados en las
riveras del Amazonas. Establece que se trataba de asentamientos muy poblados, con
gran producción de manufacturas, entre ellas destaca la cerámica, y que denotan
el alto grado de desarrollo y de organización política y social alcanzada por estos
grupos.
Para Porro “La participación de pueblos indígenas distintos en un sistema complejo y multidireccional de intercambios comerciales sugiere que el tránsito de herramientas europeas (y de esclavos) vino a insertarse, eventualmente reforzándolo,
en un patrón preexistente de relaciones interétnicas.” Sin embargo, la diferencia es
que ahora se cambiaban “herramientas por esclavos” para las plantaciones coloniales
de holandeses y portugueses en la Amazonía. En síntesis, el autor plantea los fuertes
impactos iniciales a nivel demográfico, étnico, social y económico que sufrieron
los pueblos amazónicos y como su debilitamiento permitió la sustitución de muchos de sus modos de producción y de vida dándose inicio a nuevas generaciones
de habitantes de descendencia indígenas asimilados a las condiciones coloniales de
existencia.
Como parte del tercer capítulo se incluyen también dos textos acerca de la penetración europea mediante misiones, pueblos y guarniciones en las áreas de la selva,
especialmente las referidas a los Andes amazónicos. Rafael Chambourleroin (2002)
presenta una descripción de las misiones jesuitas en el Amazonas portugués y Myers
(1972) nos describe aspectos de la vida indígena en una misión jesuita en los Andes
amazónicos del Perú.
29
Amazonas: Ruta Milenaria
En ambos artículos, si bien se relatan las condiciones en que los europeos fueron
penetrando de a pocos en la Amazonía y de la cantidad de muertes que ocasionaron
en muchos casos enfrentamientos violentos entre curas e indígenas, el objetivo es
justamente identificar las “huellas” de dichos hechos. Se trata de ubicar en el territorio amazónico cuáles son los principales elementos que aún quedan y que deberían
ser vistos en su condición de patrimonio histórico más allá de que guarden una
memoria doble, para unos, con carácter de invasión, para otros con carácter de gesta
histórica. De hecho, se presentan solo dos casos, sin embargo, son muchísimos los
estudios al respecto.
Ambos autores nos permiten entender el cambio en los patrones de ocupación
amazónica en base a las nuevas economías, sistemas de propiedad y expropiación de
las tierras indígenas.Y en esto, definitivamente las misiones católicas fueron un elemento principal en las nuevas configuraciones sociales amazónicas y sus elementos
quedan claros hasta el día de hoy.
Estos artículos marcan hitos geográficos, territoriales y paisajes que aun son parte
de las rutas del Amazonas pero con nuevos pobladores. Sus derroteros e itinerarios
se encuentran dispersos en publicaciones y archivos, sin embargo, su identificación,
ubicación y mapeo es indispensable. Las rutas y vías utilizadas en esta nueva configuración social -tanto las nativas como aquellas nuevas hechas para atender los nuevos
patrones de asentamiento estuvieron siempre articuladas con las más antiguas- son la
huella de las nuevas rutas que se implantan en el territorio y que, al final de cuentas,
constituyen las vías por donde las tradiciones milenarias de los pueblos indígenas
siguieron circulando, como respuesta de resistencia y adaptación a la vida colonial.
Rafael Chambourleroin (2002) presenta las principales características de la misión jesuita de Maranhaõ y su papel no solo en el adoctrinamiento y el inicio de
nuevas actividades económicas, sino también en la mediación entre los conflictos de
portugueses e indígenas y de los propios jesuitas con los portugueses. Los jesuitas
asumieron la defensa de los indígenas en cautiverio, abogaron por sus derechos y se
opusieron al maltrato y exterminio que los portugueses desarrollaban en la región.
Constituían un Estado dentro de otro Estado, lo que profundizaba los límites del
conflicto. El artículo presentado nos deja ver la forma en que las relaciones entre
indígenas ya no son las fundamentales en las interacciones económicas y sociales de
los indígenas, sino que se agregan nuevos actores sociales, con la fuerza del poder de
las armas y con el amparo de los jesuitas, que bajo la asimilación al catolicismo y en
condiciones de debilitamiento, les ofrecían seguridad ante los colonos portugueses.
El artículo de Myers (1972) trata del análisis comparativo de la cerámica recuperada en sus excavaciones en la misión franciscana de Sarayacu, fundada en 1791 por
Fray Narciso de Girbal. Si bien es un artículo de índole básicamente descriptivo de
30
Introducción
los alfares que él encuentra en sus excavaciones, su estudio demuestra tradiciones
alfareras que han perdurado largamente en el tiempo indicando, además, necesarios contactos a larga distancia. Myers define un espacio de saberes y experiencias
compartidas que, a pesar de las duras condiciones de la conquista amazónica para
los indígenas, siguieron intensamente vivas durante la colonia y hasta nuestros días.
A partir de una descripción detallada de la cerámica encontrada en la misión,
desarrolla el análisis desde varios ángulos comparativos entre material. Primero, las
similitudes decorativas entre cerámicas muy distanciadas en el tiempo por más de
diez siglos y segundo, las inferencias etnográficas en cuanto a la producción, la forma
y la función de los objetos alfareros, los cuales demuestran muchas permanencias
en el tiempo; y a partir de las dos anteriores, insiste en la posibilidad de establecer
la relación entre grupo étnico y patrones alfareros, punto de discusión en la misma
época de Megguers, Evans y Lathrap y que, como hemos visto ya, hoy día retoma
Eduardo Neves.
El trabajo se presenta en el contexto general de la expedición de Girbal quien
“reabrió el Ucayali a los franciscanos luego de que la zona fuese abandonada debido
al martirio de 14 misioneros a manos de los shipibo en 1767”. A su paso por Sarayacu, y ante los “indígenas deseosos” de tener una misión en el lugar, decide fundar una
allí. En el transcurso de sus viajes comprueba la existencia de zonas ya despobladas
pero que antes fueron ocupadas posiblemente por los Cocama. Río abajo encuentra
aldeas conibo, “cuyo territorio principal se decía se encontraba alrededor de la desembocadura del río Pachitea”. Cuando llega a Sarayacu, encuentra una zona bastante
poblada, principalmente por panos (setebos) y que compartían territorios también
con los mismos conibos, considerados como peligrosos.
Los habitantes de la misión, 800 personas aproximadamente, fueron principalmente panos y conibos que luego se mudarán a la desembocadura del río Sarayacu
en el Ucayali. Pero en los alrededores, según las referencias de Girbal, había un número bastante mayor de ellos. Raimondi hace mención de esta misión, indicando
que junto a los panos, hay importante número de omagua y yameo. Ello debido,
quizás, a que huían de la explotación de la Amazonía y encontraron en la misión un
lugar donde escapar a esto.
Luego de la lectura del artículo, queda clara la larga cadena temporal de los objetos alfareros. Myers discute, más allá del aspecto principalmente descriptivo de la
cerámica que ocupa la mayor parte del artículo, las características de producción,
función forma y decoración como el resultado de una profunda continuidad social,
de grupos humanos interactuando en el tiempo y en el espacio a partir de la repetición de itinerarios con el fin de desarrollar intercambios económicos (de objetos
y productos). Lo interesante es que esto se da 250 años después de la llegada de los
31
Amazonas: Ruta Milenaria
españoles y que las evidencias presentadas por Myers, mostrando los rasgos estéticos
e iconográficos de la cerámica, diferenciaban, y al mismo tiempo “igualaban” a las
poblaciones indígenas del Ucayali en una constante relación dialéctica entre unidad
y diversidad social, entre cambio y permanencia.
Lo que se busca con el trabajo de Myers, junto a los artículos presentados en el
primer capítulo, relativos a las redes de intercambio indígenas existentes antes del
inicio del coloniaje, es definir de algún modo la existencia de varias “rutas alfareras”
milenarias, entre los pueblos del Ucayali, y los del Napo (Ecuador – Perú), al noroeste del Amazonas. Sin embargo, las investigaciones al respecto para Myers, aún no eran
suficientes, y aunque esa situación ha mejorado aún no son suficientes o en todo
caso, suficientemente conocidas debido a que se encuentran dispersas en bibliotecas,
centros de investigación o como información pública sepultada en algún archivo estatal (especialmente aquella realizada en la última década como parte de los estudios
de impacto ambiental para los proyectos extractivos mineros o de hidrocarburos).
Finalmente, como bien nota Myers, estas alfarerías tienen un origen arqueológico, se siguieron usando durante la colonia, y muchos de sus rasgos básicos son aun
utilizados por los pobladores actuales del área aunque aún, desde su tiempo, no se
logra asignar la cerámica de Sarayacu a algún grupo específico del área. A pesar de
eso, la alfarería es un objeto de fundamental importancia en la demostración del
carácter del Amazonas como “Ruta Milenaria” y en la futura reconstrucción de las
rutas alfareras que eran parte de ella.
El cuarto capítulo del libro trata acerca de La ruta del olvido y la memoria indígena. Si bien es corto, los dos artículos que lo conforman nos permiten establecer
episodios, memorias y lugares sobre hitos históricos de la Amazonía en base a los
testimonios de los mismos pobladores amazónicos indígenas y no indígenas. Nos
sirven como contrapeso al capítulo final donde se presentan visiones de la Amazonía
desde los estados.
Se han tomado dos casos representativos, el primero (Fernández, 1988) nos aproxima a cómo se conserva en la memoria indígena, en este caso de los ashánincas,
la presencia inca en la región amazónica. Esta se adivina en los testimonios, donde
la relación, si bien con enfrentamientos, entradas y retiradas, expresa finalmente la
situación de necesaria complementariedad entre andinos serranos y amazónicos y la
convivencia entre ambos grupos. En segundo lugar, se presenta la memoria y percepción de pobladores no indígenas y de colonos acerca de los principales eventos
históricos y sociológicos del siglo XX en la Amazonía colombiana.
El artículo recoge testimonios de pobladores asháninca respecto a la memoria
que conservaban en 1980 – 1981 acerca de la presencia inca en la región, casi qui32
Introducción
nientos años antes. El autor busca mostrar la “relación ideológica estrecha, y muy
identificada una con otra, que hay entre la población andina y los asháninca.”
En primer lugar, establece que había una intensa relación de intercambio entre
ashánincas y machiguengas con los incas en la cuenca del Urubamba y Apurímac ENE. Mientras de la selva subían “coca, tabaco, plantas aromáticas, plumas, madera
de la sierra bajaba fundamentalmente, objetos de metal”. Ambos grupos se sitúan
en las áreas cercanas a los últimos refugios incaicos de Vilcabamba y en la región de
los manaríes, lugar donde, fuera capturado el Inca Tupac Amaru en su huída, por el
capitán Loyola. Fernández establece un contexto histórico a partir de las informaciones en las fuentes etnohistóricas que relatan y confirman las relaciones que se daban
entre los grupos ashánincas y los incas y la persistencia de las relaciones interétnicas,
ya bien entrado el Período Colonial. Transcribe los testimonios de Fray Manuel
Biedma, quien trabajaba en la misión de Panatahuas y quien, supuestamente, hizo
contacto con incas del río Ene en 1665. Describe la consternación de los indígenas
cuando, en el pueblo de San Buenaventura, al ver la custodia en procesión el día
del Corpus, les recordaba al Inca “el que traía en la cabeza y se coronaba con una
diadema de rayos de oro, a manera de la que el padre traía en sus manos. Llamaban
al gran señor: unos Gabeinca, que quiere decir el poderoso inca; otros le llamaban el
rey Enim, atribuyéndole el dominio de las aguas, de donde toma su denominación
el río Ene (...)” Biedma recoge la memoria de pueblos suntuosos e inmensos, en
los que el Inca se servía en vajilla de oro y adornaban sus aposentos con mantos de
plumas y algodón muy finos y en que se le rendían tributos en plumas, en oro, en
flechas o en otros bienes.
Lo interesante es la forma en que esas experiencias históricas han sobrevivido en
la memoria de los ashánincas actuales. Se presentan siete testimonios que en general siguen una secuencia de hechos descritos de la siguiente forma: “1) El Inca crea
muchas cosas. 2) Vive cerca de los ashánincas. 3) El (Gabeinca)( Nota del editor) o
su hijo cometen incesto, o hacen trabajar a sus parientes. 4) El hijo desobedece a su
padre por ambición y pesca en la laguna prohibida. 5) Nacen los viracochas. 6) Cortan la cabeza al Inca. 7) La cabeza del Inca sigue hablando, se la llevaron a Lima. 8) El
Inca vuelve o volverá.” Fernández interpreta estos relatos como versiones locales del
Inkarri que esconden la esperanza del retorno del Inca, es decir, del orden anterior
a la llegada de los españoles.
Sin embargo, además de este interesante análisis, encontramos en el texto mucha
información en la perspectiva de entender la relación Andes – Amazonía en términos
de la continuidad de sus rutas históricas y de hitos geográficos que marcan la existencia de estas rutas. Por ejemplo, hablan del represamiento del río Tambo o las casa
construida para el Inca, el posterior al Inca muerto por los españoles o viracochas,
en la desembocadura del río Perené, o la presencia de los incas en “paquitsapanco
33
Amazonas: Ruta Milenaria
allí abajito en Chquireni (...)” todos lugares posibles de identificar el día de hoy si se
profundizan las investigaciones.Vale la pena mencionar la percepción asháninca de
los serranos, como diferentes a ellos: “ahora a los serranos los convirtieron en viracochas, su mismo pantalón se pone, negro, blanco (...)”, pero también la forma en que
ellos entendían su relación de intercambio y dependencia con los pueblos serranos:
“Antiguamente los incas fueron así, eran buenos, ellos cualquier cosa que querían
lo hacían bonito, así como flechas; nosotros no hicimos nada, ni nuestro idioma hicimos, el Tasorentsi lo hizo, hizo todo esto que comemos (...)” decían refiriéndose a
los incas como creadores de las cosas.
El segundo artículo incluido es de Roberto Franco (1988) quien participó de
la expedición “En canoa del Amazona al Caribe”, comandada por Antonio Núñez
Jiménez en el año 1987. El artículo que se incluye presenta sus observaciones antropológicas en el área realizadas por el autor en dicha expedición. Su trabajo es
fundamental para comprender las bases de lo que conocemos hoy día por “cultura
amazónica”, entendida esta como la forma general en que una sociedad expresa sus
factores históricos, económicos y sociales.
Franco nos narra la historia de la dominación y las formas de resistencia indígena
de los quichuas, de los ticuna, los huitoto y los huaorani. Todos ellos ocupaban las
cuencas de los ríos Amazónicos al este del río Negro incluyendo al actual Brasil,
Colombia, Ecuador y Perú. Se describen las distintas agresiones que cada uno de
estos pueblos ha sufrido desde la conquista europea. Nos cuenta como las tradiciones
indígenas amazónicas han sobrevivido al genocidio, la tortura y la esclavitud; a la
violación y a la expropiación de los territorios indígenas y a la depredación de los
recursos de sus territorios.
El relato empieza desde las primeras entradas de los conquistadores, los intentos
evangelizadores y los movimientos de resistencia indígena a las encomiendas durante
la Colonia. Describe el modo en que la competencia territorial entre España y Portugal por la Amazonía impacta sobre los pueblos indígenas. Identifica la memoria
en los testimonios de pobladores ribereños del genocidio cauchero de fines del siglo
XIX e inicios del XX y también de los patrones y las haciendas posteriores a la caída del caucho. Trata también del impacto desastroso en los recursos naturales por la
entrada de las industrias extractivas y de las grandes obras de infraestructura, los cambios en la territorialidad indígena, en los patrones sociales y la propiedad tradicional
a partir de la primera mitad del siglo XX hasta 1987, época en que Franco realiza sus
observaciones de campo en el área de estudio.
Critica la visión racista y excluyente desde los estados y los núcleos urbanos de los
pobladores amazónicos como seres “primitivos”, contrapuestos a los conceptos de
“civilización” y “desarrollo”, argumentos usados hasta el día de hoy para justificar las
34
Introducción
expropiaciones de territorios y permitir el ingreso de las grandes industrias. Plantea
cómo fue históricamente la respuesta indígena: el ataque, la resistencia, la huida y/o
el sometimiento. Y es en esa lucha ante las amenazas permanentes y las respuestas
indígenas, que se gestará una nueva organización del territorio amazónico, la que
vemos hoy, con viejas y nuevas mentalidades imbricadas, nuevas rutas de la memoria
y del olvido, nuevos paisajes visibles y aquellos no tan obvios.
El artículo de Roberto Franco nos permite reconstruir algunas rutas de la migración forzada, pero también los itinerarios de intercambio de productos entre los
pueblos nativos. Nos señala lugares y hechos históricos que se suceden uno tras otro
siempre siguiendo las rutas de los ríos y marcando con ellos los límites de los nuevos territorios. Igualmente nos habla de la memoria del héroe cultural ticuna como
Dyai creador de sus gentes, leyes y costumbres; o de la resistencia indígena al abuso
de los caucheros como Yarocamena, cuyo movimiento fuera aplastado por el ejército
peruano en 1917.
Es importante comentar la “respuesta” actual de los descendientes indígenas respecto a las nuevas religiones o “sectas” que enfrentan, a su manera, el poder establecido y las condiciones de asimilación a la cultura dominante. Las sectas tienen
seguidores entre los pueblos amazónicos por ser una alternativa actual, que permite
a los pueblos indígenas, en proceso de aculturización, enrolarse en religiones con
ideología y símbolos “occidentales”, pero a su vez, críticas del sistema.
Otro tema de suma importancia en este trabajo de Franco es la mención a la
existencia de grupos en aislamiento voluntario, como los aucas, que tuvieron contactos durante los inicios de la Colonia, para luego huir de las formas de explotación
impuestas por los conquistadores. El autor ha seguido investigando sobre el tema y
ha documentado la existencia de los antiguos yuris, grupo que se pensaba ya desaparecido desde hace 200 años (Franco, 2012). Estos grupos han preferido seguir sus
formas de vida natural y no tener contacto con los “civilizados” a fin de resguardar
su territorio, sus recursos y su cultura. Hoy día, las presiones por la explotación de
los recursos de hidrocarburos en sus territorios protegidos, pone en el tapete nuevamente su problemática.
El artículo aporta elementos para la reconstrucción de las rutas culturales producidas por estos complejos procesos sociales sufridos en la Amazonía. Estas rutas,
tienen huellas, aunque confusas por los masivos y permanentes procesos de desplazamiento forzado de las poblaciones indígenas: Las rutas de los héroes de la resistencia
indígena; la ruta de la migración omagua (hoy extintos) - huyendo de las entradas de
los portugueses, van hasta la altura del Huallaga y los ticunas ocuparán sus territorios
en el Marañón; las rutas de los pueblos divididos por los límites territoriales, como
los quichuas peruanos y los quichuas ecuatorianos que no pueden visitar sus familias,
35
Amazonas: Ruta Milenaria
o los ticuna repartidos entre Colombia, Brasil y Perú. Plantea la necesidad de rutas
étnicas de fronteras abiertas entre estos países para superar esta situación; las rutas de
intercambio como las de los quichuas ecuatorianos por el Napo para intercambiar
por oro y veneno hasta territorio ticuna en el río Ampiyacu; y finalmente las rutas
sagradas indígenas y no indígenas.
El quinto y último capítulo del libro, El Amazonas como proyecto” nos muestra
las visiones de la cuenca Amazónica a lo largo de los siglos XX y XXI, concebida
siempre como un eje estratégico de las comunicaciones internacionales, tal como
desde la antigüedad. Se incluye la visión indígena en las propuestas de desarrollo y
una visión de su estado actual.
Se inicia este capítulo con el informe del Banco Interamericano de Desarrollo-BID (1992) “Amazonía sin mitos”. En él se expone como desde la llegada de los
conquistadores a la Amazonía, esta ha sido objeto de interpretaciones mitológicas
o de concepciones erróneas que han llevado a formas inadecuadas de ocupación y
desarrollo de la Amazonía. El informe enfatiza que cualquier plan de desarrollo en la
Amazonía que sea objetivo y realista implica “destruir los mitos existentes”.
Los mitos a los que el informe se refiere son siete: “(i) La homogeneidad de la
Amazonía. (ii)El mito del vacío o de la virginidad amazónica. (iii) El mito de la riqueza y, a la par, el mito de la pobreza amazónica. (iv) El de la Amazonía “pulmón
de la tierra”. (v) El mito del indígena “freno para el desarrollo”. (vi) El mito de la
Amazonía como solución o panacea para los problemas nacionales y, por último, (vii)
El mito de la Internacionalización de la Amazonía”.
El mito de la homogeneidad amazónica se contrapone a la gran variedad natural,
política y social con muchas facetas “geográficas y ecológicas”; el mito del “vacío
amazónico” imagina un territorio vacío que hay que ocupar y explotar. Se oponen
las posiciones de su conservación a ultranza olvidándose que hay gente que vive en
ella y necesita prosperar contra la visión de los estados amazónicos como fuente de
recursos y para el poblamiento. Ambas visiones se olvidan de una ocupación milenaria de la Amazonía. Postula que el “desarrollo” es una condición esencial para su
conservación, donde la biodiversidad y la diversidad cultural deberán jugar un papel
importante.
El mito de de la riqueza amazónica (fuente inagotable de recursos, potencial
agrícola privilegiado) y el mito de la pobreza (tierra sin recursos en la que no valen
la pena las inversiones) son parte del las causa subyacentes, que no han “generado
estrategias de desarrollo desde una visión amazónica, sino que ha predominado el
enfoque foráneo fundado en verdades a medias”. La posibilidad que ofrecía la biodi-
36
Introducción
versidad y los recursos hidrobiológicos, una realidad de gran potencial renovable, ha
permanecido oculta hasta las últimas décadas.
El mito del pulmón de la tierra esgrime que la Amazonía produciría el 80 % de
oxígeno de la Tierra, lo cual es “probadamente falso”. Se olvida la contribución de
otras zonas de los trópicos, los océanos y otros bosques. Lo que sí es innegable es que
contribuye al balance hídrico del planeta.
El mito del indígena freno del desarrollo. La razón tiene que ver con las tierras
que ocupan desde tiempos remotos (y que en esta época son de interés para la explotación del petróleo y el gas), en su forma de utilizar los recursos (sostenible pero
no da réditos inmediatos) y en su cultura (caracterizada como salvaje). Es necesario
alcanzar un equilibrio en el que el desarrollo amazónico pase por el reconocimiento
y aportes del modelo indígena al proceso.
El mito de la Amazonía como solución a los problemas periféricos. La expansión
de la frontera agrícola y los programas de colonización en la cuenca amazónica,
como solución a los conflictos socioeconómicos de otras regiones con problemas
socio económicos, Andes, nordeste y sur del Brasil). Lejos de ser una solución, esta
visión, materializada en políticas de estado, no solucionó los conflictos y la situación
en la Amazonía empeoró creciendo la pobreza y bajando de calidad de vida.
El último mito es el de la internacionalización de la Amazonía; está alimentado
por el mito de la Amazonía como pulmón de la Tierra. Nunca se llegó a plantear por
ninguna nación, pero creció como mito en los países amazónicos.
El informe propone al final que “El futuro de la Amazonía depende de nuestra
habilidad para buscar un marco de interés común que sobrepase la retórica y se
transforme en práctica tangible”.
El segundo texto de este capítulo es el informe Geoamazonía del Programa para
el Medio Ambiente de las Naciones Unidas-PNUMA (2009), que busca contribuir
a la formulación de políticas y procesos de toma de decisiones para el desarrollo
sostenible.
El informe reconoce qué se trata de un ecosistema complejo “de gran valor debido a su riqueza cultural y natural, pero que sin embargo, a pesar de los múltiples
tratados, convenios, eventos y declaraciones la situación de degradación ambiental,
cultural y la pérdida en general de la calidad de vida de las poblaciones aumenta de
forma imparable”.
37
Amazonas: Ruta Milenaria
Las medidas de solución pasan necesariamente por una visión y accionar compartido de los países amazónicos. Ello supone políticas, criterios e indicadores para
la gestión ambiental consensuados entre los estados y con la población indígena,
desarrollar institucionalidad ambiental amazónica, que incorpore en agenda pública
la problemática del riesgo, la ordenación del territorio y la sostenibilidad ambiental.
Pero, sobre todo, implica valorar las posibilidades que encierra la Amazonía y la conservación de su riqueza ambiental y cultural como un valor cuantificable, que muy
bien puede equipararse y competir con el valor económico que suponga la extracción de sus recursos. Es decir, el valor estratégico de la Amazonía, no viene tanto
por la explotación como por la conservación, entendida esta como la posibilidad de
desarrollo de acciones y usos que no comprometan su capacidad de regeneración.
Sin abogar por la ruptura, opta por una tercera vía de armonización entre visiones
encontradas en la Amazonía, donde el fortalecimiento institucional es clave para
afrontar el reto del desarrollo sostenible.
Como último artículo, se ha seleccionado el capítulo V del informe Pueblos Indígenas y otras Comunidades Tribales y sus concepciones sobre derechos relacionados
a la naturaleza y al desarrollo de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica - Secretaría Permanente-OTCA/SP (2011).
Se ha incluido un fragmento de esta publicación pues revela la forma en que
actualmente se concibe la Amazonía, y sus procesos de desarrollo. Luego de una
época de imposiciones, mutilaciones, desapariciones y olvidos, las mentalidades van
cambiando. Ahora se valida socialmente la visión indígena y su capacidad para apoderarse nuevamente de su paisaje. Sin embargo, económicamente no se manifiesta
tal validación; las presiones por la explotación de sus riquezas y la “superación” del
“estado arcaico” por los grupos nativos sigue dándose con fuerza. La misma OTCA
es producto de esa batalla dialéctica entre fuerzas opuestas, entre los estados, los grupos indígenas y las fuerzas privadas por prevalecer sus posiciones. ¿Es posible convivir
armónicamente en la Amazonía?
Este artículo motiva la reflexión acerca de si un pensamiento indígena único
puede preponderar como modelo de desarrollo. Lo que sí está claro, es que si las
condiciones materiales cambian o siguen cambiando como van, es posible que las
ideologías indígenas pierdan y queden como flotando en el aire, sin sustento, simplemente como manifestaciones folklóricas o productos turísticos.
El artículo nos deja ver también algunos reconocimientos importantes por los
autores con respecto al paisaje como concepto de desarrollo: “El concepto paisaje
amazónico como propuesta de investigación y reflexión es una de las más interesantes propuestas para comprender las concepciones amazónicas sobre derechos,
38
Introducción
naturaleza y desarrollo, que permite, a través de la antropologización, apreciar una
perspectiva de desarrollo que responde al medio, a las necesidades locales, regionales
y mundiales.”
Y nosotros, los editores de esta obra, compartimos plenamente dicho concepto.
Este compartir se da a partir de las siguientes ideas: El concepto de maloca como
“La Casa grande de Todos”, encierra la universalización del territorio amazónico, la
hermandad hombre naturaleza del mismo modo. La sacralización de los espacios y
su conceptualización como “templos” (sin arquitectura) son también parte de esta
universalización. Es a partir de estos conceptos que todo el territorio amazónico se
convierte en una unidad y, por lo tanto, en un universo único en el que los grupos
indígenas pasados y presentes se mueven constantemente. Es necesario notar que el
documento de la OTCA, sin embargo, olvida un factor importante al respecto, el
libre tránsito en los territorios sagrados. Derecho hoy conculcado por la presencia
de límites de los países.
La creación de la OTCA ya es el resultado de una visión contemporánea de la
Amazonía. Es el producto de la asunción de una responsabilidad a nivel de gobiernos
con respecto al paisaje, si bien no explícito, sí implícito en sus propuestas. La existencia de la Coordinadora de Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica
es también una visión de desarrollo. Ambas se basan en lo mismo, lo que para los
gobiernos es la integración para los indígenas es la restitución de los paisajes sagrados,
del territorio como un universo de vida.
Los indígenas establecen un profundo diálogo con la naturaleza que se traduce en
un profundo conocimiento de esta. Consideran que la naturaleza es su entorno de
vida. Comunidad, territorio y entorno participan de una misma historia. El paisaje
amazónico corresponde a la interacción por miles de años de los pueblos indígenas, que en el aprovechamiento de los recursos, han logrado que las afectaciones al
entorno no impacten en su funcionamiento y reproducción. Para los indígenas, la
conservación es una responsabilidad y eso se debe traducir en el reconocimiento de
sus derechos al territorio y a la autodeterminación. El reconocimiento nacional e
internacional del “Amazonas Ruta Milenaria” es parte de esa contribución.
A lo largo de estas páginas hemos recorrido diversas rutas, que siguiendo las
cuencas de los ríos amazónicos, unían a lo largo y ancho, como un gran sistema
venoso, gran parte del territorio suramericano. Podemos seguir el curso de estas
desde sus elementos materiales (pinturas rupestres, alfarería, piedras diversas u otros
artefactos, caminos) y a lo largo de las cuencas de los ríos, la tradición (oral y escrita)
o desde las formas de explotación, aprovechamiento y asentamientos. Son rutas de
vida, de intercambios, de expansión vital, pero también de dominación y de resistencia, que van dejando hitos en la memoria de los pueblos y de los territorios y que
39
Amazonas: Ruta Milenaria
en su recorrido vinculan los paisajes amazónicos con los paisajes andinos y los de
cuencas fluviales contiguas en una historia común suramericana.
De este modo, cuando decimos Amazonas Ruta Milenaria, apostamos por un
gran acuerdo de paisajes amazónicos que permita una gestión democrática e inclusiva de este territorio, donde el valor patrimonial de sus componentes tenga no solo
una regulación especial, sino sobre todo, se base en un espíritu común. Por eso, más
allá de mostrar rutas a lo largo del libro, hemos querido mostrar un sinnúmero de
paisajes, diversos en su unidad y unidos en su historia, pero que en el devenir del
tiempo se han ido fragmentando, descomponiendo y aislando a unos de otros. El
reto es volver a unirlos y, por qué no, tal vez algún día, navegar hacia una gran nación
amazónica, donde las actuales fronteras se integren como un elemento más de los
paisajes amazónicos y faciliten el mantenimiento y el surgimiento de nuevas rutas de
la integración latinoamericana.
40
Acerca de los artículos
Antes de mencionar las fuentes de los artículos queremos mostrar nuestro agradecimiento a cada uno de los autores e instituciones que accedieron gentilmente a
nuestro pedido.
Los artículos seleccionados para Amazonas Ruta Milenaria han tenido como fuente:
Capítulo I. El Escenario Geográfico
SAUER, CARL. 1950. “Geography of South America". En Handbook of South
american Indians. Julian H. Steward, Ed.Volumen 6. Págs. 319-344. Bureau of American Ethnology, Bulletin 143. Smithsonian Institution. Washington D.C. Estados
Unidos.
NÚÑEZ JIMÉNEZ, ANTONIO. 1997. Panorama de la Cuenca Amazónica. Inédito
ORTIZ, LENIN. 2006.“Ruta comercial y cultural desde 18.000 años A.C. de Quito
a la Amazonía”. Ponencia en Simposio Internacional: “El Amazonas Ruta Cultural
Milenaria”, XXV años de “La Expedición en Canoa del Amazonas al Caribe”. 27 y
28 de marzo del 2012, Quito. Inédito.
Capítulo 2. Amazonas, Ruta Milenaria: Itinerarios del Origen, Poblamiento y Civilización de la Amazonía
SCHMITZ, PEDRO IGNACIO. 1987. “Caçadores antigos no sudoeste de Goiás,
Brasil”. En Estudios Atacameños N° 8. Págs. 17-37. Universidad de Atacama, Chile.
SCHMIDT DIAS, ADRIANA. 2004. “Diversificar para poblar: El contexto arqueológico brasileño en la transición Pleistoceno-Holoceno”. En Complutum.Volumen
15. Págs. 249-263. Universidad Complutense de Madrid, España.
Amazonas: Ruta Milenaria
SANOJA OBEDIENTE, MARIO. 2012. Las fachadas de Venezuela. Inédito.
MEGGERS, BETTY y EVANS, C. 1982. "La reconstrucción de la prehistoria amazónica". En Amazonía Peruana. Volumen III, Nº 7. Págs. 15-29. Centro Amazónico
de Antropología y Aplicación Práctica. Lima, Perú.
LATRHAP, DONALD. 1981. "La antigüedad e emportancia de las relaciones de intercambio a larga distancia en los trópicos húmedos de Sudamérica precolombina".
En Revista Amazonía Peruana. Volumen IV, Nº 7. Págs. 77-97. Centro Amazónico
de Antropología y Aplicación Práctica. Lima, Perú.
LUMBRERAS, LUIS GUILLERMO. 1985. “Presentación a la Arqueología Amazónica”. En Revista Amazonía Peruana.Volumen IV, Nº 7. Págs.7-14. Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica. Lima, Perú.
NEVES, EDUARDO. 2007. “El Formativo que nunca terminó: la larga historia de
estabilidad en las ocupaciones humanas de la Amazonía central”. En Boletín de
Arqueología. N.° 11. Págs. 117-142 / ISSN 1029-2004 117. Pontifica Universidad
Católica del Perú. Lima, Perú.
ROTHHAMMER, FRANCISCO et ali. 2003. “Análisis de ADNmt de restos esqueletales del sitio arqueológico de Tiwanaku y su relación con el origen de sus
constructoresEn Chungara. Revista de Antropología Chilena. Volumen 35, Nº 2.
Págs. 269-274. Universidad de Tarapacá, Arica, Chile.
SMITH, RICHARD. 2012. “¿Un sustrato Arawak en los Andes centrales? La historia oral y el espacio histórico cultural Yánesha”. En Por donde sopla el viento. Jean
Pierre Chaumeil, Oscar Espinosa, Manuel Cornejo, Editores. Pontificia Universidad
Católica del Perú-Instituto Francés de Estudios Andinos. Lima, Perú.
Capítulo 3. La Huella Colonial y la Persistencia Indígena en las Rutas de la Civilización Amazónica
MYERS,THOMAS. 1983. “Redes de intercambio tempranos en la Hoya Amazónica”. En Revista Amazonía Peruana.Volumen IV, Nº 8. Págs. 61-75. Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica. Lima, Perú.
PORRO, ANTONIO. 1983/1984. “Los Solimaes o Jurimaguas. Territorio, migraciones y comercio interétnico”. En Revista do Museu Paulista. Nova Série – Volume
XXIX. Págs. 23-38. Sao Paulo, Brasil. Nueva edición en Porro, O povo das águas.
42
Acerca de los artículos
Ensaios de etno-história amazónica.1996. Vozes/Edusp. Págs. 111-124. Petrópolis/
São Paulo, Brasil. Revisado y mejorado por el autor para este artículo.
CHAMBOULEYRON, RAFAEL. 2002. “Misiones entre fieles: jesuitas y colonos
portugueses en la Amazonía colonial (siglo XVIII)”. En Conflicto y violencia en
América. Encuentro debate América Latina ayer y hoy. Gabriela Dalla Corte, Pilar
García Jordán, Miquel Izard, Javier Laviña, Ricardo Piqueras, Meritxel Tous y Mª
Subirus, Coordinadores. Págs. 301-316. Universidad de Barcelona. España.
MYERS, THOMAS. 1972. “Sarayacu: Archeological Investigations at a 19th Century Fraciscan Mission in the Peruvian Montaña”. En XXXIX Congreso Internacional de Americanistas. Págs. 25-37. Instituto de Estudios Peruanos, Lima, Perú.
Capítulo 4. La Ruta del Olvido y la Memoria Indígena.
FERNÁNDEZ, EDUARDO. 1988. “Los Ashanincas y los Incas. Historia y Mitos”.
En Anthropologica. Año V, Nº 5. Págs. 333-356. Pontificia Universidad Católica del
Perú, Fondo Editorial. Lima, Perú.
FRANCO, ROBERTO. 198. “Historia Indígena de los ríos Napo,Yasuni, Ampiyacu
y Solimoes”. En De Misaguallí a Chaguaramas, en canoa del Amazonas al Caribe.
Pinto, P., Montoya A.C. y Roberto F. Editores. Págs. 1 - 37. INDERENA.
Capítulo 5. El Amazonas como Proyecto
BANCO INTERAMERICANO DE DESARROLLO-BID. 1992. “Destruyendo
mitos”. En Amazonía sin mitos. Informe de la Comisión amazónica de Desarrollo y
Medio Ambiente. Págs. 15-24. Washington, D.C. Estados Unidos.
PROGRAMA DE LAS NACIONES UNIDAS PARA EL MEDIO AMBIENTE-PNUMA, ORGANIZACIÓN DEL TRATADO DE COOPERACIÓN
AMAZÓNICA-OTCA, UNIVERSIDAD DEL PACÍFICO. 2009. Geoamazonía.
Perspectivas del medio ambiente en la Amazonía. Resumen Ejecutivo. Págs. 12-27.
PNUMA-OTCA.
ORGANIZACIÓN DEL TRATADO DE COOPERACIÓN AMAZÓNICA-OTCA. 2011. Pueblos Indígenas y otras Comunidades Tribales y sus concepciones sobre derechos relacionados a la naturaleza y al desarrollo. Págs. 15-25. ©OTCA.
Brasilia, D.F., Brasil.
43
Capítulo I
El escenario
geográfico
Carl Sauer
Antonio Núñez Jiménez
Lenin Ortiz
Geografía de América del Sur1
Carl Sauer
I. Relieve
En su distribución principal, los dos continentes del Nuevo Mundo tienen algunas
notables semejanzas. (Para América del Sur, ver los mapas 1 y 2). Ambos son
triangulares, anchos en el norte y terminan en una delgada punta en el sur. Ambos
tienen sus grandes montañas en el oeste, bordeando el océano Pacífico; y por tanto
este océano recibe sólo una parte menor del drenaje continental. Ambos tienen
vastas tierras altas en el este, disminuidas en gran medida por la constante erosión
hacia tierras montañosas y onduladas altiplanicies. En ambos casos, entre las tierras
altas orientales y las montañas occidentales yacen grandes llanuras, sujetas ahora o en
el pasado a una fuerte degradación por los desechos de las tierras elevadas tanto del
este como del oeste. Puede señalarse un gran parecido entre la posición continental
de la cuenca del Misisipi y la de La Plata, quizá incluso entre las cuencas de los
Grandes Lagos-San Lorenzo y la del Amazonas. Hasta el momento, podría dibujarse
un diagrama esquemático casi idéntico para los dos continentes, lo que sugiere
básicamente dinámicas similares de modelado de la corteza.
I.1. Las regiones montañosas orientales
Desde la desembocadura del río Orinoco hasta casi el estuario del Río de la Plata
una antigua masa de tierra da hacia el océano Atlántico, interrumpida sólo por el
1. Extractos del artículo Geography of South America de Carl Sauer. En: Julian H. Steward
(ed). Handbook of South American Indians.Vol. 6. Smithsonian Institution. Bureau of American Ethnology. Bulletin 143, Washington D.C.: Government Printing Office, 1950. Págs.
319-344.
47
Amazonas: Ruta Milenaria
Mapa 1
48
Carl Sauer
Mapa 2
49
Amazonas: Ruta Milenaria
cauce del bajo río Amazonas. El Amazonas no es un valle ribereño ordinario, sino una
gran, y en parte antigua, depresión estructural que desde hace mucho separa la vieja
masa terrestre de Brasil, al sudeste de aquella, de Guayana en el norte. Juntos, Brasil
y Guayana, forman el núcleo del continente suramericano, un sólido basamento
conformado por antiguas rocas ígneas y metamórficas, parcialmente cubierta por
mantos sedimentarios, en su mayoría de la era Paleozoica. Es evidente la semejanza
con la cubierta de rocas sedimentarias paleozoicas del Escudo Laurentino, las viejas
montañas Apalaches y la cuenca del río Ohio, en el norte de América.
Las sierras del Escudo Guayanés.- Éstas conforman la superficie terrestre entre
los ríos Amazonas-Yapura y Orinoco. Cabe señalar que ocupan la mayor parte de
los territorios que llevan su nombre a excepción de una angosta franja costera, y que
también incluyen la mayor parte del norte brasileño del río Amazonas, así como la
mitad meridional de Venezuela y una gran parte del oriente colombiano. En longitud
equivalen aproximadamente al área de los Montes Apalaches de Norteamérica (desde
Alabama a la península de Gaspesia); en ancho los sobrepasan considerablemente.
La mayor parte de esta superficie está cimentada por rocas ígneas y metamórficas,
presumiblemente granito y gneises antiguos, con cuerpos foliados de esquisto y
cuarcita, que se dice comúnmente yacen en bandas que van de este a oeste. Las
cuarcitas se destacan comúnmente como formadoras de una cadena de montañas. La
cuenca fluvial entre el bajo río Amazonas, por un lado, y el río Esequibo y corrientes
del noreste, por la otra, constituye una de las más altas y entrecortadas partes de esta
antigua masa de rocas, para culminar en los montes Acaraí, alrededor de los 1500 m.
Entre los ríos Amazonas (río Negro) y Orinoco las cuencas de drenaje son, en parte,
indistintas.Aún así, sobre el río Orinoco, al sur deVenezuela, yacen numerosas cadenas
montañosas aisladas, supuestamente de elevación de 2000 m y más, formadas de roca
granítica y gnéisica. En su mayoría, los granitos y rocas metamórficas constituyen
una ondulada zona montañosa cortada por muchas corrientes en un intrincado, y en
parte irregular, patrón de colinas y valles. Las rocas están profundamente erosionadas
y los suelos residuales, con frecuencia de color rojo ladrillo, son demasiado lixiviados
como para ser fértiles.
Lechos de roca sedimentaria, especialmente areniscas y conglomerados, cubrieron
alguna vez una buena parte si no toda la región guayanesa, pero han sido largamente
removidos por erosión. Existen aún tres principales áreas de capa sedimentaria:
(1) La margen meridional tiene pendientes periféricas, de una gran variedad de
estratos, que descienden hasta el Amazonas. (2) En el medio de las montañas yace
un gran bloque de areniscas y conglomerados, que termina alrededor de los 2600
mt. en la sierra de Roraima y hacia el oeste en la sierra de Pacaraima. Estos lechos
conforman escarpados acantilados que encierran mesetas, profundamente surcadas
por corrientes. (3) En el extremo oeste, casi al pie de los Andes, las mesas de Pardaos
50
Carl Sauer
y de Iguaje separan los llanos del río Orinoco de las tierras bajas aluviales del río
Amazonas. Ninguna de estas tierras altas de rocas sedimentarias son aptas para la
agricultura. A lo largo del Escudo Guayanés, al parecer, el aprovechamiento agrícola
se limita a las partes más bajas de los valles y estos no son particularmente fértiles.
La meseta brasileña.- La meseta brasileña, o gran maciso como podría ser mejor
denominada, se encuentra delimitada en sus contornos exteriores tanto como en
sus límites interiores por cauces de río, aunque no debe creerse que estos marquen
un cambio abrupto de meseta a llanura. Sin embargo, el límite nor-occidental está
claramente marcado por el bajo río Amazonas, al oeste de su confluencia con el río
Madeira, luego siguiendo este último corriente arriba hasta su confluencia con el río
Beni. Este es el extremo más interior de la meseta brasileña. Siguiendo desde allí, el
límite oscila bruscamente hacia el sureste, a lo largo de la parte oriental del bajo río
Mamoré, y siguiendo a todo lo largo del río Guaporé hasta entrelazar sus cabeceras
de cuenca con aquellas del río Paraguay. El resto de la frontera terrestre es paralela
—y en distancias variables al este— al cauce del Paraguay-Paraná, al sur de los 30° de
latitud sur. Aquí, las escarpaduras limítrofes corren directamente hacia al este como la
sierra Geral, a través del Estado de Río Grande del Sur, hacia el mar en las cercanías
de Puerto Alegre. La meseta cubre no sólo la mayor parte de los límites políticos de
Brasil, sino que también incluye el territorio de la provincia argentina de Misiones,
la parte sudoriental de Paraguay, e incluso podría considerarse que se adentra en el
extremo oriental de Bolivia.
Este, el más grande bloque geológico de América del Sur, se asemeja al Escudo
Guayanés en materiales y superficie, con la diferencia que en la meseta brasileña, las
superficies de tierra que derivan de rocas sedimentarias (areniscas y conglomerados)
predominan sobre aquellas formadas por la degradación de granitos, gneises, esquistos,
y rocas metamórficas.
El antiguo basamento cristalino y metamórfico de Brasil se encuentra ampliamente
expuesto en tres áreas: (1) La frontera oriental de la meseta frente al Atlántico, (2)
la mayor parte del Estado de Goiás, donde el drenaje del alto río Tocantins ha
dejado al descubierto las rocas base sobre una extensa área, y (3) el flanco noroeste,
descendiendo hacia los valles del Amazonas y del Madeira. Podría añadirse una
cuarta región menor, sobre las cabeceras de los ríos Paraguay y Guaporé, debajo de
la escarpa y meseta del Mato Grosso, y situada en el Estado de Mato Grosso y en
Bolivia oriental. De estas áreas, todas, menos el Goiás, son marginales a la meseta;
todas parecen ser indistinguibles como relieve, y son algunas veces denominadas
como penillanuras ligeramente diseccionadas. Los suelos son rojizos, y en donde
derivan de roca esquistosa, es muy probable que sean duras y compactas y de baja
fertilidad.
51
Amazonas: Ruta Milenaria
El área oriental de estas rocas de basamento puede dividirse en tres subregiones:
El “hombro” de Brasil, que comprende los seis pequeños Estados del noreste, atrás
del cabo San Roque, la cuenca interior del río San Francisco, y la Sierra del Mar
desde Bahía hasta Santa Catarina.
Las características físicas de estas tres subregiones son las siguientes:
1) El nordeste de Brasil es una meseta o penillanura de roca cristalina que alcanza,
atrás de Recife, una altura máxima cercana a los 1000 mt. en la meseta de Borborema.
En ambas zonas se eleva una afilada cresta de cuarcita, como en la sierra de Itabaiana,
que se extiende hasta el bajo río San Francisco. El descenso de la meseta a la costa es
en general gradual, y el área costera en sí misma tiene ligeras pendientes desarrolladas
a partir de diversas rocas sedimentarias.
2) La cuenca del río San Francisco, en la parte occidental del Estado de Bahía,
es considerada una penillanura, sobre la cual el río discurre a una gradiente muy
baja. Solo hasta alcanzar el Estado de Pernambuco, en su giro hacia el este, su curso
se acelera. Aquí, en la frontera occidental del Estado de Alagoas, se encuentra el
cañón de granito y las cataratas de Paulo Afonso. Una corta distancia abajo, el río se
encuentra en pendiente que va desde Piranhas hacia el mar.
3) La Sierra del Mar, de granitos y gneises, forma un trasfondo de la costa cada vez
más espectacular si uno va en dirección sur desde Bahía. A una corta distancia atrás de
Río de Janeiro alcanza una altura de 2200 m y continúa como una ininterrumpida
cordillera frontal hasta su terminación en Río Grande del Sur. A excepción del área
que va desde Santos a Río de Janeiro, abanicos aluviales e incluso terrazas costeras
forman un angosto pero importante corredor entre sierra y mar; aquí las corrientes
de montaña depositan sus aluviones en terrenos inundables y deltas. Atrás de la
Sierra del Mar, en la ciudad de Río de Janeiro, el río Paraíba del Sur drena una
cuenca estructural, que es paralela a la costa y corre a todo lo largo del Estado de
Río de Janeiro.
Tierra adentro a partir de la Sierra del Mar, y extendiéndose hacia el norte desde
São Paulo hasta la gran curva del río San Francisco, se encuentra una meseta de la
más complicada estructura y relieve. Esta es conocida en el norte (Bahía) como la
Chapada Diamantina, en el centro (Minas Gerais) como la Serra do Espinhaço, y
en el sur (atrás de las ciudades de Río de Janeiro y São Paulo) como la sierra de
Mantiqueira. Un antiguo plegamiento y falla ha arrojado un gran número de rocas,
que van desde antiguas rocas cristalinas y metamórficas, parte del Escudo Brasileño,
hasta rocas sedimentarias paleozoicas, en franjas paralelas, tendientes a todo lo largo
de la línea costera. El resultado de esta erosión es un relieve un tanto reminiscente
de los plegamientos de nuestros Apalaches, valles paralelos en las rocas más débiles,
52
Carl Sauer
corrientes principales que cortan directamente a través de líneas estructurales
en cañones, con acantilados frontales, e interfluvios de superficie plana en rocas
resistentes. Una variedad desconcertante de areniscas altamente metamorfoseadas
(cuarcitas e itacolumitas) proveen los principales lechos de esta área, resistentes y
formadores de cadenas.
En el sur y sudoeste, esto es, en los Estados de Santa Catarina, Paraná, y partes de
São Paulo, la superficie está formada por estratos de basalto y arenisca roja, de una
era relativamente tardía, dispersos sobre las rocas más antiguas de la meseta. Esta área
es en ocasiones llamada la Meseta de Paraná. Los materiales volcánicos, en general,
erosionan en profundos, rojos y productivos suelos, lo que también contribuye a la
fertilidad de los suelos aluviales que se derivan de ellos. Donde los basaltos afloran,
o están interestratificados con pizarra arcillosa y areniscas débiles, se desarrollan altos
acantilados, como a lo largo de los límites de la meseta y a lo largo de los cauces de
corriente (por ejemplo el valle del río Uruguay).
El gran remanente de la meseta brasileña, incluyendo casi la totalidad del Mato
Grosso, Marañón, y Piauí, es la meseta de arenisca, conglomerado y pizarra arcillosa,
que desciende hacia el oeste hasta la llanura Amazónica. Su margen opuesta a las
tierras bajas de Paraguay y Guaporé es un escarpe enormemente largo, que se eleva
entre 200 a 400 m sobre las colindantes tierras bajas occidentales. Este escarpe está
cortado en lomas y bastiones por las cabeceras de los ríos Paraguay y Guaporé, y
ahí lleva el nombre de Serra dos Parecis. Su cima, sin embargo, se extiende hacia el
norte como una alta y lisa planicie en el Matto Grosso y allí es llamada los Campos
dos Parecis. El relieve en la meseta de arenisca es materia de erosión por corrientes;
colindante con grandes caudales o donde las líneas de drenaje están muy juntas, esta
es una tierra de acantilados, mesas y oteros; de otra forma, los interfluviales podrían
ser muy llanos. En general, el suelo es considerado como delgado y poco fértil.
I.2. Las tierras bajas continentales
La llanura amazónica.- Las tierras bajas del río Amazonas están conformadas
como un abanico aluvial de cuerpo alargado: el cuerpo del abanico es el bajo
Amazonas debajo de su confluencia con el río Madeira; la zona de pie del abanico
está contenida entre los cauces de los ríos Madeira y Yapura.
El valle bajo es una fosa estructural, con formaciones anteriores, en parte aquellas
de la Guayana y meseta brasileña, aproximándose de cerca al río, como en el caso
de la Garganta de Óbidos. Como diferentes partes de la cuenca alta del Amazonas
reciben sus lluvias en diferentes momentos del año, la corriente baja es de alguna
forma igualada, y la altura máxima del torrente está sólo alrededor de los 6 m. El
tamaño de la planicie de inundación es moderado en comparación con el volumen
53
Amazonas: Ruta Milenaria
del río. De hecho, en su curso inferior, la llanura aluvial es escasamente más extensa
que aquella del Misisipi medio, con bancos de terrazas altas acompañando el curso
inferior del río. La llanura aluvial (várzea) tiene un ramificado abierto de canales
trenzados e interrumpidos; extensiones similares a pequeños lagos, en especial en las
desembocaduras de los tributarios, lo que sugiere un reciente hundimiento del terreno.
El estuario del río Amazonas no es en absoluto de un delta; sus desembocaduras han
sido hondamente inundadas y la mayor parte de la isla principal, Marajó, es tierra
elevada con suelo profundamente erosionado.
La extensamente triangular cuenca interior del Amazonas, entre los ríos Madeira,
Yapura, y Ucayali, este último siguiendo la base de los Andes, en una vasta red de
corrientes convergentes, muy serpenteantes, y fuertemente inundables y depositantes.
Sin embargo, las áreas interfluviales son de tierras notablemente más altas, un
tanto alomadas por disección de sedimento sumamente erosionado, en parte una
ligeramente ondulada tierra de bajas colinas. C. F. Marbut (1924) ha estimado que, en
la totalidad de la cuenca Amazónica, no más del 10% es tierra aluvial.
I.3. Las cordilleras y tierras bajas occidentales
Los Andes peruanos.- Los Andes peruanos tienen también paralelismo de cordilleras
con superficies intermedias de puna. Las cordilleras forman una holgada trenza,
las vertientes divergiendo y convergiendo en nudos. Las superficies de la antigua
cuenca de la puna varían desde más de 4000 m en el sur hasta considerablemente
menos de 3000 m en el norte. El drenaje es completo en los Andes peruanos, y
todas las cuencas antiguas son atravesadas por valles. La cordillera más occidental
es la cuenca de drenaje principal. De ella fluyen corrientes hasta el río Amazonas,
hallando su recorrido hacia el noroeste entre cordilleras paralelas y gradualmente
penetrando a través de ellas en la “Montaña”, o pendiente oriental de los Andes que
abre paso a la llanura Amazónica. El interior del Perú es una ondulante meseta alta,
sobrepasada por cordilleras 1000 o 2000 m más altas, y cortada por corrientes que
fluyen principalmente en dirección al norte en barrancas de terrazas marginales que
pueden estar tanto o más bajas.
II. Clima Y Vegetación
II.1. Bosque lluvioso tropical (climas Af y Am)
Bosque lluvioso amazónico-guayanés (climas Af y Amw).- En estas tierras
bajas ecuatoriales la variación de temperaturas entre estaciones es insignificante,
mientras que entre la noche y el día es significativa. A lo largo del año, el día y la
noche son casi de igual duración, y normalmente el enfriamiento de la atmósfera en
54
Carl Sauer
55
Amazonas: Ruta Milenaria
la noche es suficiente para dar paso a un amanecer que es indudablemente frío. Las
diferencias climáticas más importantes son aquellas existentes entre el alto y el bajo
río Amazonas. El primero tiene un completo clima tropical húmedo (Af), con lluvias
abundantes a lo largo del año, con valores totales que varían entre los 2 y 3 m. En
el Amazonas medio y bajo, la estación de lluvias se desarrolla fuertemente hacia el
final del año calendario, con clima despejado y sólo ocasionalmente con tormentas
eléctricas de julio a setiembre (clima Amw). El nivel total de las precipitaciones está
por debajo de los 2 m. En el área costera, desde la desembocadura del Amazonas
hasta la del río Orinoco, la pluviosidad es de nuevo intensa (2 a 3 m, quizá 4 m), pero
en el otoño la mayoría de los días son sin lluvia.
La interrupción de lluvias en el área Amw no es lo suficientemente larga como
para producir una suspensión del crecimiento vegetal; para la agricultura, la tierra
Am es ligeramente más atractiva que los campos Af, porque el suelo es más trabajable
y mejor ventilado a consecuencia del clima seco.
La vegetación nativa parece, dentro del área amazónica-guayanesa, diferenciarse
fundamentalmente en términos del drenaje de la superficie. (1) La costa de Guayana
es una sabana pantanosa o, más bien, un gran pantanal costero de mangle atrás del
cual se encuentra una sabana pantanosa de agua dulce (pripris), con conglomerados
de palmas (¿en lugares más secos?). Los igapós, o llanuras fluviales pantanosas, se
inundan con más frecuencia y su vegetación es de reducida diversidad. Especialmente
a lo largo del bajo Amazonas hay numerosas praderas húmedas en la selva. (3) La alta
planicie de inundación, solo inundada en los grandes desbordes, y razonablemente
bien drenada de forma natural durante la mayor parte del año, es llamada la várzea,
con una gran variedad de maderas duras, maderas blandas, palmas, lianas y epífitas. (4)
En las superficies de las tierras altas de los lechos antiguos, la tierra firme, los árboles
más conocidos son el caucho (Castilla) y la nuez de Brasil o castaña (Bertholletia).
II.2 La “Montaña” (límite de climas A y C en los Andes)
Las pendientes inferiores de los Andes colindantes con las húmedas tierras bajas
tropicales son —con poco rigor— agrupadas bajo el término “Montaña”, es
decir, las pendientes en las que se unen los climas lluvioso tropical y mesotermal.
Las observaciones meteorológicas adecuadas son casi ausentes en esta área, y los
estudios de vegetación son escasos como para dar una imagen satisfactoria de la
distribución vertical u horizontal de plantas. En los Andes septentrionales los valores
de temperatura tropical parecen existir en las vertientes andinas hasta una altura
cercana a los 1500 m. El aire húmedo es rápidamente enfriado al ser transportado
hacia arriba de las vertientes montañosas; las precipitaciones parecen aumentar de
manera constante cuesta arriba hasta una altitud de 2500 a 3000 m. Las pendientes
intermedias (aproximadamente entre los 1500 y 3000 mt.) son de clima mesotermal
(C) más que tropical (A), y sus partes altas están habitualmente cubiertas de nubes o
56
Carl Sauer
neblina. Esta es la tierra del bosque nuboso, la famosa “Ceja de la Montaña”, que ha
sido tan poco explorada y cuyos bosques cubiertos de líquenes son casi inhabitables.
La ceja separa la población andina de la puna de los asentamientos al pie de los
montes tropicales de la “Montaña” baja. De manera esquemática, podría decirse que
la “Montaña” se divide como sigue: (1) La ceja de árboles y arbustos deformes y de
hoja perenne, fresco y brumoso clima C; (2) el bosque mesotermal (clima templado
C), principalmente entre los 2000 y 2600 m., conocido entre nosotros como la
cuna de la cinchona; (3) en altitudes inferiores (niveles superiores del clima A),
un bosque tropical extremadamente exuberante, incluyendo grandes palmas, coca,
cacao, Castilla y Hevea.
Debemos señalar que en Colombia y Ecuador, donde las húmedas tierras bajas
tropicales (Af o Aw) flanquean las sierras andinas tanto en la parte del Pacífico
como en la del Caribe, las condiciones de los bosques existentes en las montañas
occidentales son muy parecidas a aquellas de la “Montaña” en el oriente peruano.
II.3 Sabana tropical
Catinga y campos brasileños.- La parte más seca de Brasil está en el nordeste,
en y atrás del Estado de Rio Grande do Norte, donde ciertas pequeñas áreas son
probablemente estepas (BS) más que sabana (AW). El nordeste está también sujeto a
una notable irregularidad en la cantidad de precipitaciones, lo que resulta a inciertos
intervalos en sequías (seccas) desastrosas poco comunes en tales altitudes. Entre Natal
y Bahía, la temporada de lluvias cambia a los meses de invierno; en otras partes se
trata en su mayoría de un verano simple o máximo otoño, con un invierno largo,
seco y aún sin lluvias, y la primavera. Hacia el sur y hacia el oeste, hay un gradual
incremento en la cantidad de precipitaciones y la duración de la temporada de
lluvias. En los Llanos de Mojos la precipitación anual está probablemente cerca a 2
m; se trata todavía de un área de marcado contraste entre verano lluvioso y sequía
invernal, de inundaciones en verano, de lechos secos de río en invierno.
La característica común de la vegetación es su adaptación a descansar durante
el largo tiempo de cielos sin lluvias. Bajo condiciones de precipitaciones mínimas
(y suelos de textura gruesa), forma una asociación de gruesos pastos, con dispersas
plantas leñosas de poca altura y cactus (sertão; el término también se usa en un
sentido más amplio de tierra baldía). Las tierras altas del nordeste, en su mayor parte,
están ocupadas por catinga, similar al monte de la costas del Pacífico en América
Central y México, pero con un tropofitismo más claramente desarrollado, debido a
una marcada antítesis entre las estaciones húmeda y seca. Un bosque de arbustos de
troncos grises y desnudos en la estación seca, es rápidamente convertido en verde
con las lluvias. El piso bajo está muy bien poblado con cactus y bromelias. Espinas y
púas arman a la mayor parte de las plantas, leñosas, suculentas oherbáceas. Bosques
57
Amazonas: Ruta Milenaria
de galería compuestos de una variedad tropical de árboles de madera y palmeras
(carnaúba, burití) cubren las márgenes del río San Francisco y de sus tributarios.
Hacia el oeste y hacia el sudoeste, en Goias y Mato Grosso, sabanas cubiertas de
hierba (campos) yacen en altas planicies, bosques de galería de exuberancia tropical
con arboledas de palmas de mirití y burití que alcanzan los cauces de las corrientes
principales. Probablemente más extendidos son los campos cerrados en los que,
como en las sabanas del norte, los pastos crecen junto con arbustos tropofíticos.
El nombre Mato Grosso, que se aplica al gran Estado del interior y significa “gran
selva”, se originó en el área de Cuyabá, en el sur, donde los bosques pantanosos del
alto río Paraguay se encuentran con la extensión interior más alejada del bosque
amazónico a lo largo del río Guaporé. Resulta inexacto, entonces, como término
vegetacional para designar al gran interior y las partes septentrionales de este Estado.
II.4. Clima y vegetación de los Andes
Los Andes peruanos.- La estación de lluvias es la estación cálida, aquí llamada
invierno; la estación seca es llamada verano. La puna está dominada por brezales de
tola solo cerca de la frontera boliviana, en el resto de la región predominan más bien
los ramilletes de ichu y almohadillas de yareta. El norte de Cajamarca da lugar a
formación de pastizales naturales o jalcas, que recuerdan a los páramos de Colombia.
La agricultura en la puna está limitada al cultivo de papas, quinua y oca, aunque el
término “puna” se limita en ocasiones a los pastizales por encima del límite agrícola.
Cusco a 3400 mt. es cerca de 2 grados más cálido que la cuenca del Titicaca y tiene
80 cm de lluvia. En sus alrededores y valles circundantes se encuentra una de las más
preciadas áreas agrícolas de los Andes, que recorre una distancia de cerca de 160 km a
lo largo de los valles del Apurímac y del Urubamba hasta adentrarse en la “Montaña”
tropical. La cuenca de Huánuco es seca, pero bien irrigada por corrientes. Al norte
de la misma se extiende la fosa de 500 km. del alto río Marañón, una estepa cubierta
de cactus, profundamente diseccionada y de poco valor agrícola. Más importante
para los asentamientos poblados han sido los valles más pequeños y las pendientes
más suaves de mayor altitud, como los de Huaraz, Cajamarca y Chachapoyas (2400
a 3200 mt.). Una zona periférica de importancia para los indígenas es la sabana de
Moyobamba, una meseta seca y arenosa (800 mt.) rodeada por bosques lluviosos de
los ríos Marañón y Huallaga, importante para la agricultura de algodón y tabaco.
Información Complementaria2
(Plantas típicas e importantes en la economía local, provistas por cada región
mencionada)
2.
Compilada por Robert West, también autor del mapa 10.
58
Carl Sauer
59
Amazonas: Ruta Milenaria
I. Bosques húmedos:
A. Bosque lluvioso tropical bajo
1. Bosques lluviosos amazónico-guayaneses. Plantas que producen látex: Hevea
sp., Castilla ulei, Mimusops balata. Plantas que producen nuez: Bertholletia
excelsa (nuez de Brasil), Virola sebifera (nuez de ucuúba), etc.
1a. Bosque de várzea amazónico (llanura aluvial de inundación). Palmas
productoras de aceite de nuez y fibra: Attalea excelsa (palma urucury),
Astrocaryum tucuma (cumaré), Euterpe oleracea (palmera de asaí), etc. Árboles
de madera dura, productores de nuez: Carapa guianensis (semilla de andiroba),
etc. Ceiba pentandra (lupuna).
B. Selva lluviosa de “Montaña” (por ejemplo, las laderas orientales de los
Andes). Palmas que producen cera: Ceroxylon andicola (palma de cera),
Oreodoxa andicola. Otras plantas: Cinchona sp., Erythroxylon coca (coca).
II. Sabana
B. Sabana de arbustos y palmeras.
Campos de Brasil central: Arbustos: Bowdichia virgiliodes, Hancornia sp.
(mangabeira), Caryocar butyrosum (piquia), Anacardium occidentale (nuez de
cajú), Acacia sp.; palmeras: Mauritia vinífera (palma de burití), M. flexuosa
(aguaje, palma de mirití).
III.Arbustos xerófitos
A. Bosque de arbusto de Catinga (nordeste de Brasil). Palmeras: Mauritia
vinífera (palma de burití), Copernicia cerífera (palma carnaúba). Maderas de
tintura: Caesalpinia echinata (palo Brasil). Bálsamo: Bursera sp. Látex: Manihot
glaziovii (manicoba). Plantas productoras de nueces: Anacardium occidentale
(nuez de cajú).
60
Panorama de la
Cuenca Amazónica
Antonio Núñez Jiménez
A su amplísimo valle, la actual Amazonía, Felipe II lo llamó, en 1544, Nueva Andalucía.
Una larga polémica ha sido sostenida por distintos geógrafos acerca de las verdaderas fuentes del Amazonas y su longitud total. En realidad, el nacimiento del gran
río es múltiple e internacional, pues sus cabezadas, en volcanes, llanos y selvas, se
localizan en numerosos países sudamericanos.Todos contribuyen a formarlo. La longitud del Amazonas debe medirse desde el nacimiento del más lejano afluente hasta
su desembocadura en el Atlántico, y este hecho corresponde, primero, al Apurímac o
Ene, que más abajo se nombra Tambo; al unirse al Ucayali, después de recibir las aguas
del Urubamba, fluye al Marañón y origina el sector del río que recibe el nombre de
Amazonas, que en total posee 7200 km. de largo, medidos desde la laguna McInture,
a 5515 m de altitud en Los Andes peruanos. Esa longitud de 7200 km. (4000 millas),
es la dada por la National Geographic Magazine, en octubre de 1972; sin embargo, en
el Atlas of the World, de la misma institución norteamericana, (Washington, 1981), se
brinda otra cifra: 6437 km, mientras que según algunos geógrafos peruanos, tiene
6762 km (Almanaque mundial, Editorial América, Panamá, 1988). Eberharp Czaya, en
su libro Rivers of the World, 1981, da la cifra de 6516 km. Otras medidas son dadas a
conocer por fuentes diversas. Estas diferencias en cuanto al largo del río se deben,
entre otros factores, al criterio que se tenga para medirlo y también a la escala del
mapa con que se trabaje. De acuerdo con la cifra de 7200 km., el Amazonas sería el
más largo de los ríos del planeta y el segundo lugar lo ocuparía el Nilo, con 6671 km.
61
Amazonas: Ruta Milenaria
El gran caudal del Amazonas es superior al de los restantes ríos del mundo por
varios factores, entre éstos, la altísima pluviosidad que en algunos lugares supera los
4 m anuales; a que es enriquecido con las nieves perpetuas de la cordillera andina; a
la gran región que ocupa, comprendida entre los 3° norte y los 19° sur, con la línea
ecuatorial que corta su desembocadura en el Atlántico; esta característica latitudinal
y estacional permite que durante todo el año presente crecidas en algunos afluentes,
pues su cuenca abarca tanto parte del hemisferio norte como del sur de modo que
cuando en uno es invierno en el otro es verano, lo que se traduce como temporadas
de mayor o menor pluviosidad, respectivamente; su recorrido por el bosque húmedo
tropical no sólo evita una exagerada evaporación, sino que esa humedad enriquece
aún más su caudal. A este respecto compárese con lo que ocurre en las márgenes
desérticas del Nilo, donde sus aguas sufren gran evaporación.
Existe una larga relación de cifras para indicar el volumen o descarga del agua
amazónica. Entre los primeros datos registrados se encuentran los ofrecidos por Spix
y Martins, que en 1831 obtuvieron en la localidad de Obidos, durante la época de
aguas bajas, un volumen de l4 000 m3 por segundo. Posteriormente, el famoso geógrafo francés Eliseo Reclus señaló en 1883, la cantidad de 80 000 m3 por segundo;
en 1887, I. Murray dio 70 000, mientras que, en 1906, R. Fritzsche expuso 100 000.
En este siglo, con técnicas más modernas, las mediciones han arrojado los resultados
siguientes: H. Meade midió en junio de 1977 un volumen de 230 000; poco después,
E. Czaya aportó el dato de 180 000; y en 1984, Jeffrey E. Richey y otros investigadores obtuvieron en la misma localidad la cifra de 203 000 m3 por segundo.
Agreguemos que Roy Oltman, en su artículo “Reconnaissanse investigations of
the discharge and water quality of the Amazon River” (Washington, 1968), relata
que, durante el mayor desbordamiento de esa corriente acaecido en 1953, el volumen en Obidos fue calculado en 350 000 m3 por segundo, que fluyó por el canal
principal.
Las anteriores medidas fueron realizadas cerca de la desembocadura del Amazonas. Las de nuestra expedición se llevaron a cabo en el curso medio del gigante
fluvial. Así, en Apayacu, Perú, el volumen fue de 55 035 m3 por segundo; en Pijuayal,
en igual país, el gasto del río fue de 63 652 m3; en Belem de Solimoes, territorio
brasileño, la medida fue de 80 517 m3, mientras que en Villa Jutica a unos 850 km
de la estación de Apayacu, resultó de 106 955 m3 por segundo; es decir, que en esa
distancia el Amazonas prácticamente duplicó su caudal.
Una de las mayores profundidades del Amazonas, 90 mt., la alcanza cerca de su
confluencia con el Río Negro, en que su fondo se halla aproximadamente a 62 mt.
por debajo del nivel oceánico. Tal profundidad se debe principalmente a que durante
la última glaciación, el nivel del mar descendió más de 100 mt. y el Amazonas debió
62
Antonio Núñez Jiménez
acelerar la erosión por presentar un mayor desnivel entre sus fuentes y la desembocadura, dando origen al cañón subsuperficial que el río presenta en gran parte de su
curso.
El Amazonas posee un perfil poco pronunciado, hecho geográfico importante.
Por ejemplo, desde Iquitos al Atlántico, a lo largo de un recorrido de 3850 km., hay
un desnivel de sólo unos 100 mt., altitud del río en aquella ciudad peruana.
En la parte alta de la cuenca amazónica se desarrollaron algunas de las culturas
más notables de la Humanidad; ejemplo de ello es la incaica con espléndidas ciudades como Machu Picchu, bañada en sus cimientos por el Urubamba, río sagrado de
los hijos del sol, que constituye la cuenca superior, andina, del río Amazonas.
La cuenca amazónica, la mayor del mundo, posee un área de 7 050 000 km2, donde Europa cabría completa y aún sobraría espacio para otros muchos países; también
pudiera superponerse en ella, holgadamente, la tercera parte del continente sudamericano o el territorio de los Estados Unidos. Es un sistema de ríos que no sólo fluye
por Colombia, Ecuador, Perú y Brasil, sino que riega también Bolivia, Venezuela y
otros países como Guyana, Surinam y la llamada Guayana Francesa, cuyos afluentes
alimentan, desde sus fronteras meridionales, la cuenca amazónica.
Las nieves derretidas de volcanes como el Cotopaxi, en Ecuador y el Misti, en
Perú, nutren los altos afluentes del Amazonas que, al descender por las empinadas
laderas, a miles de otros de altitud, dan nacimiento en parte al gigante fluvial, enorme abanico de varillas abiertas que comienza en los Andes, bien cerca del océano
Pacífico, y termina en el Atlántico.
La descomunal cuenca Amazónica posee casi todos los climas desde el polar, en
las cumbres de las nieves perpetuas, hasta el tórrido en el llano selvático.
Las extraordinarias cuencas del Amazonas y del Orinoco presentan otro accidente geográfico singular en el planeta: el río Casiquiare, importante brazo fluvial del
Orinoco, que tributa al Río Negro, uno de los más grandes afluentes del Amazonas;
en esta doble cuenca hay una red de aguas que desemboca en el Atlántico Nordeste
y otra frente a la Isla de Trinidad, en la frontera oceánica entre el Atlántico y el Caribe. Por otra parte, el Guapore, afluente del Madeira, corre hacia el Amazonas y sus
cabezadas casi se unen al río Paraguay, que a su vez confluye en el Río de la Plata,
frontera de agua entre Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay. El hombre del futuro
podrá, con su ingenio, poner en comunicación la triple cuenca y unir así a los pueblos caribeños y sudamericanos.
El Amazonas penetra con fuerza hasta 200 km. en el océano. Su curso es navega63
Amazonas: Ruta Milenaria
ble para trasatlánticos. Las vías fluviales de la cuenca amazónica, para barcos de porte
oceánico, llegan aproximadamente a 60 000 km. y 100 000 km. para buques de carga
ligera, o sea, una distancia 2 veces mayor que la circunferencia de nuestro planeta.
Las crecientes del río hacen subir, en ocasiones, a unos 20 mt. el nivel normal de
sus aguas, como ocurre cerca de Manaos.
Las mareas oceánicas llegan hasta unos 1000 km. río adentro; la generada por la
Luna alcanza 5 mt. de altura y avanza a unos 15 km. por hora.
A 4000 km. de la costa se ha visto, en el Amazonas, El tiburón; otros animales de
origen marino son propios del río, como el delfín.
Un 85% las especies vegetales del mundo vive en la cuenca amazónica, dato que
se incrementa con nuevos estudios. De 22 767 especies, 19 619 pertenecen a la parte
brasileña del inmenso valle. Se sabe que las cuatro quintas partes de la materia viva
mundial se encuentran en la Amazonía, factor planetaria al que la humanidad debe
prestar su más decidida atención.
La desembocadura del Amazonas mide casi 400 km. de ancho, 10 veces mayor
que el canal que separa a Inglaterra de Francia.
Una sola isla, de las 6000 que afloran en el gran río, la de Marajó, de 42 000 km2,
es más extensa que Bélgica.
En la cuenca del Amazonas se presentan no sólo los accidentes geográficos que
pueden ser clasificados como ríos-lagos, sino que la complejísima red fluvial y
lacustre muestra no pocas bifurcaciones o difluencias en que los ríos, en un lugar
determinado, se abren en dos cauces diferentes lo que también presenta el Orinoco
con el caso notable del famoso Casiquiare. En otras ocasiones, es el propio Amazonas el que se bifurca en curso menor y después de avanzar vuelve a confluir al río
maestro.
En las observaciones aéreas que realizamos en la gran cuenca, pudimos comprobar que el río Japurá o Caquetá presenta una difluencia a 120 km. al noroeste del
lago Tefé; una de esas corrientes tiene 20 km. de largo en línea recta y 53 con sus
meandros, mientras que la otra es mucho mayor; finalmente, ambas vuelven a desembocar en el Amazonas.
Las fotos por satélite nos permiten obtener valiosos datos de la urdimbre fluvial
amazónica. El río, por antonomasia, presenta, sobre todo en sus márgenes septentrionales, numerosas y sucesivas barras arqueadas, indicadoras de la forma en que los
64
Antonio Núñez Jiménez
sedimentos fueron depositados, unos, al lado de los otros; los más apartados del río
son los más antiguos. Estos accidentes nos inducen a pensar que el Amazonas, en esta
región, tiende a moverse hacia el sur.
Es importante destacar que este desplazamiento de los ríos hacia el sur o sudoeste
se pone de manifiesto en el Japará, que, a 26 km. en la dirección señalada, presenta un
gran cauce, llamado hoy lago Amaná, de unos 80 km. de largo y 3.5 km. de anchura
en su parte central; todo indica que ese río-lago fue el curso anterior del Jupará, en
una época más lluviosa que la actual.
Lo anterior también se repite en el lago Piorini en relación con el Amazonas,
ambos paralelos y separados por 48 km. El curso superior del Piorini es más ancho
que el Amazonas y tiene más de 60 km. de largo y un ancho máximo de 7 km.Todo
indica que esa corriente fluvial lacustre fue el curso original del Amazonas, desviado
ahora hacia el sudoeste.
La repetición de los cursos antiguos más anchos que los actuales reafirma nuestro
criterio de que fueron de más caudal.
En la Amazonía viven aún centenares de tribus, algunas en vías de extinción;
mestizos de todas las etnias e inmigrantes de muchos países de América y otros continentes.
El Amazonas y sus grandes afluentes, incluyendo el Casiquiare Negro, constituye
una de las más importantes vías de comunicación de América del Sur y enlaza muchos de sus países. EI 7 de septiembre de 1867, el Brasil declaró la libertad internacional de navegación en la cuenca correspondiente a esa gran nación, lo que también
hizo la república peruana.
El 3 de julio de 1978 los cancilleres de Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Guyana,
Perú, Surinam y Venezuela firmaron en Brasilia el Pacto de Integración Amazónica.
En su artículo VI, el Pacto señala:
Con el objeto de que los ríos amazónicos constituyan un vínculo eficaz de comunicación
entre las Partes Contratantes y con el océano Atlántico, los Estados ribereños interesados
en un determinado problema que afecte la navegación expedite emprenderán, según el
caso, acciones nacionales, bilaterales y multilaterales para el mejoramiento y habilitación
de esas vías navegables.
Parágrafo Único: para tal efecto se estudiarán las formas de eliminar los obstáculos físicos
que dificultan o impiden dicha navegación, así como los aspectos económicos y financieros correspondientes a fin de concretar los medios operativos más adecuados.
65
Amazonas: Ruta Milenaria
Y el artículo VII estatuye:
Teniendo presente la necesidad de que el aprovechamiento de la flora y de la fauna de la
Amazonia sea racionalmente planificada, a fin de mantener el equilibrio ecológico de la
región y preservar las especies, las Partes Contratantes deciden:
a) Promover la investigación científica y el intercambio de informaciones y de personal
técnico entre las entidades competentes de los respectivos países, a fin de ampliar los
conocimientos sobre los recursos de la flora y de la fauna de sus territorios amazónicos, y prevenir y controlar las enfermedades en dichos territorios.
b) Establecer un sistema regular de intercambio adecuado de informaciones sobre las
medidas de conservación que cada Estado haya adoptado o adopte en sus territorios
amazónicos, los cuales serán materia de un informe anual presentado por cada país.
Primero la colonización ibérica, luego el mercado de esclavos indígenas, el comercio del palo brasil, el efecto del caucho y ahora el petrolero, más la construcción
de vías terrestres, el desarrollo de las comunicaciones fluviales y aéreas y, entre otros
factores, la explotación forestal, ponen en peligro a la naturaleza y al hombre amazónicos.
Los últimos datos obtenidos de la selva amazónica, en 1997, los ha brindado el
satélite norteamericano Landsat-5, que circunda nuestro planeta a 900 km. de altura
para medir la depredación del bosque más grande del mundo. Según los datos obtenidos, en el tiempo transcurrido entre julio y octubre, cada vez que ese satélite hace la
teledetección, de la amazonía, registra miles de puntos brillantes y rojizos producidos
por los fuegos intencionales que van convirtiendo la cuenca Amazónica en tierra calcinada. Esos puntos representan incendios forestales. Se registran en esos meses 8000
puntos de fuego extendidos a lo largo y ancho de la inmensa región selvática.
Por el proceso anterior de fuegos, provocados intencionalmente, en unos casos
para obtener ganancias por parte de las empresas madereras, o por lo colonos, para
cosechas muy pobres, ya se han destruido 400 000 km2, es decir un territorio tan
grande como España, a lo que es necesario agregar la destrucción realizada por los
garimpeiros o mineros que provocan incendios con el propósito de desbrozar el terreno y así hacer sus operaciones mineras.
Los fuegos llegan a tal extremo que las autoridades de muchas partes de la selva se
ven obligadas a clausurar aeropuertos locales, ya que aquellos impiden la visibilidad
para los vuelos, al mismo tiempo que los hospitales están repletos de niños afectados
por problemas respiratorios ocasionados por el humo y las partículas dañinas.
66
Antonio Núñez Jiménez
Ricardo Soca en su artículo La Amazonía, a Fuego Lento, publicada en un periódico madrileño (El País, 3 de septiembre de 1997), reproduce las palabras de la
ecologista brasileña Mary Alegrete:
Una visión del Apocalipsis, aquella inmensidad que días antes era una selva virgen, se
convierte en pocas horas en un vasto desierto de árboles calcinados, negros y humeantes,
bañados por la luz extraterrena de un sol rojizo y opaco que se asoma sin brillo a través
de la densa humareda.
Otras informaciones denuncian que desde el aire, en la región de la Rondonia, la
selva queda oculta bajo una gigantesca nube de humo “mientras que desde el suelo
pasamos meses sin lograr ver el cielo”, como explica el físico Marcos Sierra, de la
Universidad de la localidad.
Estudiar estos hechos y clamar porque esta cuenca singular continúe siendo como
un pulmón purificador del ambiente terrestre, y mañana, el hogar amable de sus habitantes, es uno de los objetivos de la expedición En canoa del Amazonas al Caribe,
en la antesala del tercer milenio de nuestra era.
67
Ruta Comercial y Cultural desde 18 000 años
A.C. de Quito a la Amazonía
Lenin Ortiz
Se constató que los indígenas quichuas del Napo eran los más diestros constructores
de barcas para navegar en el Amazonas. Sus antecesores construían canoas que navegaban por la ruta de la sal, de los záparas que iban en busca de este producto hasta
las minas del Ucayali, haciendo un recorrido cercano de 2600 km. de ida: en total
navegaban 5200 km.
69
Amazonas: Ruta Milenaria
La Amazonía
ecuatoriana en el
conjunto amazónico.
Caracteres f ísicos
La Amazonía, antiguamente, fue un lecho de mar. La expedición en canoa encontró restos fósiles de caracoles marinos en Pijuayal, a orillas del Amazonas peruano.
El suelo está en formación y es de dos clases: 1) los aluviales, pocos en su extensión,
localizados en los ríos, son aptos para una agricultura sostenida por tres o cuatro
años. Dentro de esta clasificación están los suelos de vársea, que son la acumulación
de humus en las orillas del Amazonas y sus afluentes principales, que se deposita en
la subida de las aguas: estos son los sitios más fértiles para la agricultura. 2)los semilateríticos son ácidos y pobres, solamente producen una o dos cosechas, gracias a la
ceniza dejada por la técnica agrícola de roza y quema, lo que reafirma un concepto
propio de los biólogos y ecólogos para definir el suelo amazónico: el suelo no es sólo
el sustento de la vegetación, sino la biomasa que llega sobre la copa de los árboles, la
vegetación y los residuos de ésta, más todo el proceso de vida animal. La deforestación ocasiona un daño que se recupera apenas entre 200 y 300 años después.
Los ríos ecuatorianos afluentes del Amazonas. Rutas comerciales
El río Amazonas recorre aproximadamente 6 mil km formando una gigantesca telaraña fluvial calculada en más de 1 millón de km en recorrido de manantiales, lagunas,
ríos, riachuelos, pongos, lagos y pantanos. Los ríos son de dos clases: los de aguas
negras que paradójicamente son transparentes y limpias, teniendo esa coloración
por carecer de sales, de limo y de otros componentes orgánicos. Sin embargo, en los
ríos, lagos y lagunas de aguas negras, hay una riqueza ictiológica significativa. Los
de aguas oscuras achocolatadas, son ricos en desechos orgánicos, limo y poseen una
activa vida orgánica. El principal río de este tipo es el Amazonas. Estos ríos generan
el fenómeno de la vársea, que es el depósito de tierra fértil en las orillas aprovechada
para la agricultura por los pueblos amazónicos.
70
Lenin Ortiz
La Amazonía es la más grande reserva de biodiversidad acuática del mundo, en
ella viven 3 mil especies, mientras en el Congo existen 560 y en 265 especies.
La vegetación
Un total de 22 765 especies vegetales del mundo viven en esta cuenca. Constituyen
el 85% de las especies catalogadas a escala mundial. Las cuatro quintas partes de la
materia viva del mundo están en dicha cuenca. En este medio ambiente se determina una estratigrafía ocupacional: las aves viven en las copas de los árboles, otros
animales han desarrollado la cualidad de trepar en la vegetación inferior donde cazan, como el tigre, el tigrillo, el perro de monte, las boas, etc. Luego tenemos especies
de animales y vegetales en la parte inferior.
71
Amazonas: Ruta Milenaria
Se talan al año 27 mil km2. De continuar la deforestación con este ritmo, estamos
asesinando la vida del planeta, el aumento del CO2 produce el efecto invernadero,
del que ya estamos sintiendo las consecuencias, como lo evidencian los últimos fenómenos atmosféricos: aumento de temperatura, lluvias desmedidas, etc. La Amazonía
es la más grande reserva de biodiversidad acuática del mundo, en ella viven más de 3
mil especies, mientras en el Congo existen 560 y en Europa 265.
El hombre
Todo este mundo maravilloso y fantástico, en peligro de extinción, fue el escenario
para la ocupación del hombre desde la antigüedad. Doce mil años A. C., cazadores
que pasaron por el Estrecho de Bering transitaron por los flancos orientales de los
andes amazónicos, desde Venezuela al sur, siguiendo el desplazamiento de la megafauna. Por la ruta del Matto Grosso brasilero llegaron los nómadas de Lagoa Santa,
provenientes de los grupos del sur. Faltan estudios y sus limitaciones se deben también a la dificultad creada por la presencia de la vegetación, lo que limita la posibilidad de localización de sitios ocupados por cazadores antiguos. Los pobladores de la
Amazonia, desarrollaron un conjunto de actividades y tecnologías productivas, una
cultura, una conducta social, conllevando a una manera de producción peculiar.
72
Lenin Ortiz
Esta forma ha sido asimilada desde los pobladores antiguos a grupos contemporáneos de distintas etnias, como los caboclos. Estos pobladores y sus descendientes,
tuvieron que, como única alternativa para sobrevivir, asimilar el modo de vida tradicional de los indígenas de la cuenca amazónica.
La expedición constató que los caboclos aspiran a ejercer su identidad cultural y
ser considerados como una nueva etnia en la Amazonía. Culturalmente viven como
indígenas en lo referente al manejo de los recursos de la cuenca, sumando a su acervo lo transmitido de la cultura local de donde provenían sus padres. Este ejemplo es
característico de una ruta cultural, constituida por el eje fluvial del Amazonas.
La ruta cultural del Amazonas ha llamado la atención tanto de indígenas como
de europeos. Los incas, desde Huayna Cápac, tuvieron vivo interés de conocer las
minas de oro que existían por la región de Baeza y contactaron con los quijos, que
habitaban en los Andes amazónicos ecuatorianos, para comerciar el oro, metal abundante en la región. Cambiaron hachas y sal por oro. Francisco de Orellana, partiendo
desde Quito, navegó la ruta del río Amazonas. El cronista de dicha epopeya fue fray
Gaspar de Carvajal, 1542, en su obra: Descubrimiento del río de las amazonas, en ella
describe: "no había de poblado a poblado un tiro de ballesta y el más lejos no estaría
a media legua, y hubo pueblo que duró cinco leguas sin restañar casa de casa, que
era maravilla de ver". Observa también que los pueblos estaban ubicados en la parte
alta que mira al río. Fray Gaspar percibe que los habitantes de la región amazónica,
constituyen una unidad cultural. Su contacto fue con los omaguas que ocupaban la
región amazónica.
También relata la forma de las casas de los omaguas y los materiales, con techos
de palma y paredes de tablones de cedro, las casas estaban bien barridas y provistas de
hamacas, con grandes esteras de hojas de palma y recipientes de alfarería. Entre 1560
y 1561 Pedro de Urzúa y Lope de Aguirre, recorrieron, partiendo desde el Perú, la
ruta del Amazonas. El cronista Pedro Simón, asimismo, dejó descripciones del pueblo
omagua. Destacamos que Lope de Aguirre se proclamó rey de los omaguas y de la
Amazonía. En 1639 Cristóbal de Acuña, recorrió la ruta de Orellana, escribiendo el
libro Nuevo descubrimiento del gran Río de las Amazonas, donde describe elementos culturales etnográficos de los indígenas omaguas.
De 1686 a 1723, el padre Samuel Fritz deja el estudio más completo de los
omaguas en el viaje de catequización que realizó, siendo el padre de la etnografía
amazónica. Nos describe elementos culturales como la forma de vida, la agricultura,
la manera de hacer las casas, la religión, los vestidos y además denuncia la extinción
y despojo que realizaban los portugueses a esta cultura.
73
Amazonas: Ruta Milenaria
En el siglo XVIII, la Real Audiencia de Quito fue escenario de la presencia de
la misión académica francesa. Carlos María de la Condamine, saliendo desde Quito,
por el río Pastaza, navegó todo el Amazonas. Asimismo dejó documentos importantes del medio ambiente y la vida cultural.
En 1804, Alejandro Humbolt también realizó un viaje de investigación de la flora, fauna, naturaleza y el hombre de la Amazonía, constatando la presencia del pueblo
omagua, el mismo que constituye una unidad cultural en la zona.
El gobierno francés envió a Charles Wiener para que busque nuevas vías para el
comercio, de la Amazonía hacia los países ribereños del Pacífico. De 1879 a 1882
recorrió el río Ñapo hasta el Amazonas. Asimismo, dejó grabados y descripciones de
las actividades productivas, recursos naturales y elementos culturales.
En 1962, el español Vital Alzar reconstruye la ruta de Francisco de Orellana en
su viaje de descubrimiento del río Amazonas. Parte de Guayaquil a caballo, llega
a Quito, luego a Papallacta, Quijos, y finalmente a río Coca, donde construye un
bergantín de las mismas condiciones que el de Orellana, navega por el Napo todo
el Amazonas, hasta su desembocadura en el Atlántico. Asimismo, deja anotaciones y
fotografías de su recorrido.
El doctor Antonio Núñez Jiménez, cubano, geógrafo de profesión, organiza la
expedición científica En canoa del Amazonas al Caribe, de la que participé en el
primer tramo, Quito, Manaos.
74
Lenin Ortiz
Los expedicionarios mencionados anteriormente, para lograr su objetivo de llegar al río Amazonas, utilizan la ruta y los caminos prehispánicos, que saliendo de
Quito los conectan con el gran río.
Esta fue la primera expedición científica dirigida y conformada por latinoamericanos, de tal forma que Núñez dijo: "ya estamos vestidos de pantalón largo y
podemos tomar nuestras propias decisiones". Así se emprendió esta expedición científica transdisciplinaria que contó con el beneplácito y apoyo de todos los sectores,
dirigentes, gobernantes y agrupaciones indígenas de Ecuador, Perú y Colombia.
75
Capítulo II
Amazonas,
ruta milenaria:
itinerarios
del origen,
poblamiento y
civilización de la
Amazonía
Pedro Ignacio Schmitz
Adriana Schmidt Dias
Mario Sanoja Obediente
Betty J. Meggers y C. Evans
Donald W. Lathrap
Luis Guillermo Lumbreras
Eduardo G. Neves
Francisco Rothhammer
Richard Smith
Cazadores Antiguos en el
Suroeste de Goiás, Brasil
Pedro Ignacio Schmitz1
Introducción
En el municipio de Serranópolis (52 ° Longitud O, 18 ° 20 ‘ Latitud Sur), en el suroeste de Goiás, se concentran en un área de 25 km., aproximadamente 40 abrigos,
de los cuales al menos un cierto número presenta ocupaciones antiguas, con fechas
que van desde 11 000 años a.p. hasta 8400 años a.p. y que se denomina Fase Paranaíba, de la tradición Itaparica (Figura 1).
El material recuperado en varios años de prospección y excavación es abundante,
lo que permite un buen estudio del material lítico, de los implementos óseos, de
los alimentos de origen animal y al menos en parte sobre el medio ambiente y sus
cambios.
El trabajo se llevó a cabo por medio de la colaboración entre el equipo de
arqueología del Instituto Anchietano de Investigación, Unisinos y el equipo de
arqueología del Instituto Goiano de Prehistoria y Antropología, UCG, extendiéndose desde 1975 hasta 1982 y totalizando mil días/hombre de trabajo de campo. El
trabajo de laboratorio está bien adelantado y el informe final, que se publicará por
partes, está en proceso de elaboración.
1. Instituto Anchietano de Investigación, Unisinos. Patrocinado por el CNPq, Brasil.
79
Amazonas: Ruta Milenaria
El entorno ambiental
La región de Serranópolis presenta, desde el punto de vista geológico, dos estratos
principales: el inferior, alcanzando los 700 mt. de altitud, formado por areniscas
eólicas de la Formación Botucatu; el superior, de basalto toleítico de la Formación
Serra Geral, que puede llegar a los 1100 mt. de altitud. En contacto con el basalto, la
arenisca fue parcialmente silicificada, volviéndose mucho más resistente a la erosión,
adquiriendo así una buena calidad para la producción de instrumentos tallados.
El principal factor que define la morfología del terreno es el río Verdinho, un
afluente del río Paranaíba, que es uno de los formadores del río Paraná. Después de
remover el basalto de los estratos superiores, el río expuso y modeló las areniscas,
creando un paisaje en el que hoy se suceden en un pequeño espacio altas mesetas
llanas, laderas empinadas con abrigos y un valle plano con relictos de la erosión bajo
la forma de mesas y colinas redondeadas (Figuras 2, 3, 4 y 5).
80
Pedro Ignacio Schmitz
Las areniscas silicificadas se encuentran únicamente en una extensión de cerca de
25 km. a lo largo del río, a una altitud de 500 a 700 mt., sobresaliendo de 100 a 200
mt. por encima del nivel actual del río.
Los abrigos se formaron por la remoción de los estratos poco resistentes que se
encuentran por debajo de la roca silicificada. En la medida en que el paredón fue
desgastándose, se colapsaron paulatinamente sus techos, creando taludes empinados
sembrados de bloques. En las zonas en que la silicificación se dio no sólo en la superficie de contacto, sino también en el interior de la arenisca, surgieron torres y
mesas características, que enmarcan el paisaje.
Los abrigos formados en los paredones, en las torres, o debajo de los bloques
caídos en los taludes tienen, por lo general, grandes bocas, poca profundidad y buena
iluminación, con techos inclinados desde la parte frontal hacia la parte posterior,
debido a las capas inclinadas y cruzadas de la arenisca Botucatu.
Como los abrigos solo existen en la pequeña extensión en que afloran las areniscas silicificadas, allí observamos una extraordinaria concentración de material arqueológico, lo que no se encuentra en otras localidades aguas arriba o aguas abajo.
Algunas de las condiciones observadas en Serranópolis se hallan a lo largo de
la mayor parte del valle del río Verdinho, pero otras son exclusivas: la existencia de
grandes extensiones de abrigos y la abundancia de materia prima mineral parecen
ser factores decisivos para la concentración observada y la aparente ausencia en otras
áreas.
En términos generales, en el municipio de Serranópolis se puede observar una
gran diversidad de ambientes, muy cercanos, debido al desnivel del terreno: en las
zonas de mayor altitud hay campos abiertos, en los terrenos formados por la descomposición del basalto crecieron densos bosques, en el valle arenoso y en las mesetas
medianas crece el cerrado2, en los humedales y pantanos a lo largo del río se encuentra una vegetación palustre muy característica. La fauna acompaña la diversidad ambiental: en los campos hay emús; en el cerrado y matorrales, hay ciervos, armadillos,
osos hormigueros, coatíes, pacas y aves pequeñas; en los humedales hay capibaras y
tapires; en el río hay peces, caimanes y tortugas; en los acantilados rocosos hay gran
número de abejas melíferas y caracoles de diversos géneros. Además, los cerrados
producen, sobre todo durante la temporada de lluvias, una increíble cantidad de
frutas, así como fibras y sustancias medicinales.
2. El cerrado es una ecorregión de sabana tropical que ocurre en la zona central de Brasil (Nota
del traductor).
81
Amazonas: Ruta Milenaria
Figura 2. Paisaje de GO-JA-JA-01 y 02-GO.
Figura 3. Abrigo GO-JA-01.
82
Pedro Ignacio Schmitz
Figura 4. Abrigo GO-JA-02.
Figura 5. Paisaje de GO-JA-03.
83
Amazonas: Ruta Milenaria
Las mesetas son poco provistas de agua, debido a que los arroyos nacen en la ladera, y desembocan en el río por un recorrido accidentado, pero corto.
En estas condiciones, el lugar más favorable para la instalación humana es la ladera, donde se encuentran los abrigos, la materia prima, el agua potable y donde se
puede dominar fácilmente todos los recursos de la meseta, del valle y de las laderas.
La orilla del río, incluso hoy en día, no es favorable para una instalación, ya que es
pantanosa, sujeta a inundaciones y con poca ventilación. El río no lleva guijarros,
sino sólo arena, y no es limpio, lo que le quita gran parte de su interés.
No todos los abrigos han sido igualmente ocupados, ya que no ofrecieron las
mismas condiciones: no fueron ocupados, o lo fueron sólo esporádicamente, aquellos
abrigos a los que no les da el sol por la mañana o al mediodía, que son muy húmedos, alejados del agua y de pendiente o talud muy empinado. Eran ocupados tanto
los abrigos pequeños como los grandes, cuando las demás condiciones se mantienen
iguales, aunque no en el mismo grado, con los abrigos más grandes presentando mucho más cantidad de material que los pequeños. Al parecer, los abrigos más alejados
del río eran menos requeridos que los más cercanos. El agua es a menudo proporcionada por pequeños arroyos que están a una distancia no mayor de 200 m, y que
mantienen un flujo regular, sea en la estación seca (actualmente desde mayo hasta
septiembre), o en la época de lluvia (desde octubre hasta finales de abril en la actualidad). La precipitación anual en el presente es de 1500 mm o más y la temperatura
es agradable todo del año, apenas alcanza los 30 ° C y no baja de los 15 ° C, excepto
en muy raros avances de frentes polares durante el mes de julio, cuando se puede dar
una noche con helada.
Evidentemente no podemos proyectar los recursos actuales hacia el pasado remoto sin las correcciones necesarias y el medio ambiente seguramente ha sufrido
modificaciones desde finales del Pleistoceno hasta el siglo pasado, es decir, desde los
primeros hasta los últimos cazadores indígenas.
De las capas arqueológicas de los abrigos se está deduciendo (Schmitz 1984) que
al comienzo del Holoceno (desde 11 000 hasta 8500 años a. p.) la región habría sido
más fría y más seca, interponiéndose, sin embargo, estaciones más secas y otras más
húmedas; alrededor de 8500 años a. p. se distingue una temperatura más alta, al parecer sin el correspondiente aumento de la humedad, lo que llevaría al “óptimo climático” con los niveles máximos de calor y humedad; pasando este clímax, nuevamente
la temperatura volvería a ser más amena y la humedad más reducida, asemejándose a
las condiciones climáticas actuales, aunque aún sujetas a incrementos de la humedad
como alrededor de l700 y 2700 años a. p.
84
Pedro Ignacio Schmitz
Al menos el cambio climático de mediados de noveno milenio a. p. se insinúa
como un factor importante para la comprensión de las culturas que describimos.
Los sitios (ver mapa)
Prácticamente toda la extensión de los 25 km. forma un mismo nicho, cuyo centro
y base es el río Verdinho. Debido a los afloramientos separados de arenisca silicificada, se puede dividir este nicho en seis pequeños núcleos, donde se concentran los
abrigos.
A continuación se presenta información básica sobre los núcleos, destacando
aquellos sitios que presentaron material antiguo. Generalmente, éstos también tienen
material mediano y reciente. No nos referiremos sobre los sitios que sólo tienen
materiales recientes o sobre las fuentes locales de abastecimiento de materias primas
superficiales, cuya cronología no se pudo establecer con seguridad absoluta.
Núcleo A: En la orilla izquierda del río, junto a dos pequeños arroyos permanentes,
donde hay por lo menos 10 abrigos, a una distancia de 2 a 3 km. del río. Es probablemente el núcleo más rico debido a la gran superficie que cubre y a la proximidad
del río y de los pastizales.
Abrigo GO-JA-01: 65 m de boca, profundidad promedio de 20 mt., estratos fértiles de 170 cm. Abundan pinturas y grabados. Se realizaron tres cortes estratigráficos
y una excavación de 40 m², que produjo cientos de miles de restos líticos y óseos
(Figuras 6, 7 y 8).
Abrigo GO-JA-02: 43 m de boca, profundidad promedio de cerca de 12 m, estratos fértiles de 300 cm. Regular número de grabados, pero sin pinturas. Se realizó
un corte estratigráfico.
En los demás abrigos, de los cuales la mayor parte presenta material superficial y
uno de ellos también pinturas y grabados, aún no se han realizado cortes o excavaciones.
Núcleo B: En la orilla izquierda del río, próximo a un arroyo permanente, donde
hay cuatro abrigos, a una distancia del río de cerca de 6 km. Es uno de los núcleos
más pobres, debido a la poca superficie que cubre, los abrigos están dispersos, y el
más grande de ellos es húmedo, oscuro y no recibe la luz del sol. Las demás condiciones no serían malas.
Abrigo GO-JA-20: 70 m de boca, profundidad promedio de cerca de 2 mt.,
estratos fértiles de 230 cm. Presenta pocas figuras pintadas. Se realizó un corte estratigráfico.
85
Amazonas: Ruta Milenaria
86
Figura 6. Planta y perfil del sitio GO-JA-01
87
Figura 7. Estratigrafía del sitio GO-JA-01, perfil sur.
Pedro Ignacio Schmitz
Amazonas: Ruta Milenaria
Figura 8.Vista parcial del perfil sur, excavación de GO-JA-01.
Figura 9. Pintura rupestre en rojo, en el abrigo GO-JA-03.
88
Pedro Ignacio Schmitz
Figura 10. Paisaje de GO-JA-03. Al fondo está el valle del río Verdinho.
Abrigo GO-JA-22: 14 mt. de boca, profundidad promedio de aproximadamente
5 m, estratos fértiles de más de 150 cm. Tiene muy pocas pinturas. Se hizo un corte
estratigráfico.
Al abrigo oscuro se le hizo un corte estratigráfico que resultó estéril. En el otro
abrigo hay material, pinturas y grabados, pero no se ha llevado a cabo ningún trabajo.
Núcleo C: En la orilla izquierda del río, junto a dos cursos de agua permanentes,
donde hay cinco abrigos que están a una distancia aproximada de 8 km. del río. Es
el núcleo más pobre, debido a que el espacio que cubre es pequeño, la mayoría de
los abrigos tienen insolación inadecuada, algunos tienen el talud empinado, el espacio utilizable es pequeño o demasiado ventilado. Hay un abrigo con una pequeña
pintura y otro con una serie de grabados. Fueron realizados cortes estratigráficos en
tres de ellos, resultando en material muy escaso y reciente; los demás también tienen
material, pero al parecer son también escasos y recientes.
Núcleo D: En la orilla derecha del río, junto a un arroyo permanente, con varias
fuentes, al lado de las que se encuentran al menos ocho abrigos. La distancia del río
es de aproximadamente 5 km. Es uno de los lugares más ricos debido a la gran superficie que cubre y a la concentración de otros recursos.
Abrigo GO-JA-03: 80 mt. de boca, profundidad promedio de 5 m,t. los estratos
fértiles tienen hasta 270 cm. Se hicieron seis cortes estratigráficos (Figuras 9 y 10).
89
Amazonas: Ruta Milenaria
Abrigo GO-JA-26: 8 mt. de boca, 5 mt. de profundidad, estratos fértiles de hasta
270 cm. Se hizo un corte estratigráfico.
Los demás abrigos contienen materiales, pinturas y/o grabados. En uno de ellos
fueron realizados dos cortes, pero sólo apareció material reciente: la pendiente es
muy empinada y el agua está alejada.
Núcleo E: En la orilla derecha del río, junto a un arroyo permanente, en donde
hay al menos 13 abrigos cercanos de diferentes tamaños, pero la disponibilidad de
recursos es regular. La mayoría de los abrigos tienen material en superficie y muchos
de ellos también presentan pinturas y/o grabados. Se encuentran a una distancia de
1,5 km del río.
Abrigo GO-JA-I3c: 20 mt. de boca, profundidad de 1,50 mt., con estratos con
más de 290 cm. Se hizo un corte estratigráfico.
Núcleo F: En la orilla derecha del río, sobre un arroyo ahora intermitente, junto al
cual hay cuatro abrigos, que están a una distancia de aproximadamente 1.5 km. del
río. Es un nicho medianamente rico y en los abrigos hay problemas relacionados con
la insolación, las fuertes pendientes y tal vez el acceso al agua.
Abrigo GO-JA-14: 72 mt. de boca, 5 m de profundidad promedio, con estratos
de 110 cm. Se hicieron dos cortes estratigráficos.
También en otros tres abrigos se realizaron cortes estratigráficos, pero sin alcanzar
materiales antiguos.
Las fases culturales
En los cortes estratigráficos y excavaciones aparecen tres fases culturales:
En los niveles más bajos de los abrigos, conformados generalmente por arena
suelta de color marrón rojizo, con abundante carbón disperso, se encuentra la fase
lítica Paranaíba, de la tradición Itaparica.
Los 11 fechados existentes para la fase Paranaíba la sitúan entre 10740 ± 75 años
a. p. (SI-3111) y 8370 ± 85 años a. p. (SI-5562).
GO-JA-01 dio fechas entre 10580 ± 115 a. p. (SI-3699) y 9060 ± 65 a. p. (SI3698).
GO-JA-02 dio fechas de 10120 ± 80 a. p. (SI-3108) y 9195 ± 75 a. p. (SI-3107).
90
Pedro Ignacio Schmitz
GO-JA-03 dio una fecha de 9765 ± 75 a. p. (SI-3110).
GO-JA-14 dio una fecha de 10740 ± 85 a. p. (SI-3111).
GO-JA-26 dio fechas de 8880 ± 90 a. p. (SI-5563) y 8370 ± 85 a. p. (SI-5562).
Otros sitios con los mismos materiales no fueron fechados por ser innecesario,
siendo los artefactos suficientes para asignarlos a la misma fase.
En los niveles intermedios, conformados generalmente por bultos de cenizas con
arena, más compactos y de color gris con tonos oscuros, con una gran cantidad de
carbón, aparece la fase lítica Serranópolis, de la tradición Serranópolis.
Las siete fechas existentes para la fase Serranópolis indican su transición alrededor
de 9000 a. p. , sin dejar muy claro su culminación.
En los niveles más altos, conformados por arena con capas finas de cenizas, generalmente claras, aparece la fase lito-cerámica Jataí, de la tradición Una. Ocasionalmente, hay también vestigios de la fase cerámica Iporá, de la tradición Tupiguaraní,
subtradición Pintada.
Las dos fechas de la fase Jataí indican sus inicios alrededor del año 1000 a. p.
Las tres fases se distinguen por los sedimentos en los que aparecen, así como por
el material lítico, óseo y por los alimentos, de manera que en los cortes se distingue
con bastante facilidad la transición de una a otra fase. Al menos entre la fase Serranópolis y Paranaíba hay un cambio claro y abrupto, sea en los sedimentos o en los
implementos líticos y restos de alimentos. Todos los materiales son extremadamente
abundantes, por lo que la caracterización es bastante clara, aunque todavía incompleta, ya que sólo una parte del material fue analizado.
Fase Paranaíba
La industria lítica de la fase Paranaíba se caracteriza por láminas gruesas unifaciales,
con buena técnica lítica y por escasos instrumentos bifaciales, incluyendo algunas
puntas pedunculadas. Los artefactos más abundantes, provenientes de los cortes y de
la excavación, se pueden agrupar, a primera vista, de la siguiente manera:
a) Artefactos unifaciales alargados, predominantemente de silueta simétrica, sobre
laminas estrechas, trabajadas en toda su periferia, o con la superficie de astillamiento
mantenida como lado. El astillado es marginal, sin alcanzar el interior de la cara, los
bordes son regulares de gran angular (50-70 ° C). La cara interior es lisa en algunos
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Amazonas: Ruta Milenaria
casos, mostrando bulbo de percusión, en otros casos la parte correspondiente de la
lámina o lasca fue retirada. La cara externa puede presentar dorso o ser aplanada, ocasionalmente manteniendo la corteza. El extremo distal puede ser ogival, semicircular
o en punta. La extremidad proximal es en lado o con retoque abrupto, raramente
como la extremidad distal.
Los artefactos fueron preparados con percusión dura y directa, a partir de lascas o
laminas de 10-20 cm. de largo, 4-10 cm. de ancho y 2-3 cm. de espesor (Figura 11).
Por las marcas de desgaste se puede describir la funcionalidad de estos artefactos
como raspadores terminales, o posiblemente perforadores; aproximadamente dos terceras partes de la pieza, incluyendo la parte proximal y mesial, presentan, en muchos
casos, un desgaste claramente visible, bajo la forma de aplastamiento, sea en las aristas
salientes de los bordes, o en la cara interna y externa, se supone que tal desgaste se
originó a partir de la utilización de algún tipo de envoltura o mango. La parte distal
a menudo presenta, en el borde derecho o en la punta, un desgaste bastante evidente
bajo la forma de microastillado o fuerte aplastamiento resultante del uso.
Muchas piezas se rompieron debido al uso, siendo más común la fractura en el
límite entre la parte activa y pasiva (Figura 12).
Entre los instrumentos formatizados, este es el más común.
b) Artefactos unifaciales alargados, predominantemente de silueta asimétrica, sobre laminas o lascas estrechas y delgadas, trabajadas a lo largo de la periferia, excepto
la superficie de astillamiento, que se mantiene como lado; o trabajadas únicamente
en el borde derecho y parte de la extremidad distal, siendo lo demás natural. El astillado es marginal, sin alcanzar el interior de la cara, los bordes son retocados regularmente, siendo el ángulo del borde activo menor que el del anterior (35-50 ° C).
La cara interior es lisa, con el bulbo de percusión a menudo visible. La cara externa
es a veces aplanada, pero generalmente con el dorso bajo, hallándose más próximo
al borde izquierdo, siendo el borde derecho más delgado y retocado. La extremidad
distal puede ser ojival o semicircular (Fig. 13).
Los artefactos fueron manufacturados a partir de lascas o laminas con menos de 1
cm. de espesor, a través de percusión dura y directa.
Por las marcas de desgaste en las partes proximal, medial y distal similar a aquellas
de la variedad anterior, podemos indicar la funcionalidad de los artefactos como
raspadores o raspaderas sobre lámina.
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Pedro Ignacio Schmitz
Fecha (años AP)
Lab. nº
Unidad
Capa o nivel
Fase
8740±90
N-2347
Corte I
12
Paranaíba
10400±130
N-2348
Corte I-II
16
Paranaíba
925±60
Jataí
6690 + 90
SI-3691
18 I
B Inferior
Serranópolis
7395±80
SI-3692
18 I
C
Serranópolis
7250±95
SI-3693
18 I
D Superior
Serranópolis
7420±80
SI-3694
18 I
D Inferior
Serranópolis
8915±115
SI-3695
18 I
F
Serranópolis
8805±100
SI-3696
18 I
G
Serranópolis
9020±70
SI-3697
12 H
H
Serranópolis
9060±65
SI-3698
12 H
J
Paranaíba
10580±115
SI-3699
12 H
M
Paranaíba
9510±60
SI-3700
12 H
Q
Paranaíba
Tabla 1. Fechados radiocarbónicos para GO-JA-1.
Sítio
Fecha (años AP)
Lab. nº
Excavación
Nivel/Prof.
Fase
GO-JA-2
9195±75
SI-3107
Corte I
18 (170-180 cm)
Paranaíba
GO-JA-2
10120±80
SI-3108
Corte I
26 (250-260 cm)
Paranaiba
GO-JA-3
5720±50
SI-3109
Corte IV
16 (150-160 cm)
Serranópolis
GO-JA-3
9765±75
SI-3110
Corte IV
22 (210-220 cm)
Paranaíba
GO-JA-14
10740±85
SI-3111
Corte II
11 (100-110 cm)
Paranaíba
Tabla 2. Fechados radiocarbónicos para los sitios GO-JA-2, GO-JA-3, y GO-JA-14.
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Amazonas: Ruta Milenaria
Figura 11. Fase Paranaíba: artefactos unifaciales.
94
Pedro Ignacio Schmitz
Figura 12. Fase Paranaíba: artefactos rotos o desechados durante la fabricación.
95
Amazonas: Ruta Milenaria
Figura 13. Fase Paranaíba: Artefactos unifaciales.
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Pedro Ignacio Schmitz
Muchas piezas se rompieron por el uso, siendo la fractura más común, también en
este caso, en el límite entre la parte activa y la pasiva.
Entre los instrumentos producidos, este también es uno de los más comunes.
c) Artefactos unifaciales, alargados, de silueta asimétrica, sobre lascas alargados,
con una o dos extremidades truncadas, formando lados, el borde derecho es natural
o levemente reforzado, el izquierdo con la arista dorsal próxima, cortical o bajada. El
ángulo del borde activo es más pequeño que en el caso anterior.
Fueron fabricados a partir de laminas truncadas o lascas alargadas.
El desgaste se manifiesta bajo la forma de microastillado, raramente aplastamiento, en
el borde activo, y deben considerarse funcionalmente como cuchillos y/o raspadores.
Son poco numerosos.
d) Artefactos unifaciales, de forma más o menos piramidal o nucleiforme, de silueta elíptica, ojivales o irregulares, sobre lascas espesas o fragmentos de núcleos, trabajados uniformemente en parte o en toda su periferia, formando así filos regulares
de ángulos abiertos. La cara interna es lisa, y la externa puede presentar dorso alto y
resto de corteza. La parte distal suele tener borde regular formado por astillados continuos cortos y anchos, a veces estrechos y largos; la parte proximal puede presentar
bordes menos regulares.
Morfológicamente, parecen ser raspadores de dorso alto, cuya parte activa sería
preferiblemente el extremo distal y los bordes longitudinales. En algunos ejemplares
los bordes activos presentan aplastamientos característicos, provenientes del uso.
En el conjunto de instrumentos formatizados, éstos son frecuentes.
e) Artefactos en preparación o preformas de las variedades anteriores, generalmente más grandes y grosero, de poco trabajo secundario y sin retoque (Figura 14).
Son muy numerosos.
f) Artefactos unifaciales grandes, nucleiformes o cuneiformes, sin forma recurrente en silueta, de perfil plano-convexos, hechos sobre lascas gruesas, trabajados
uniformemente en parte de la periferia, dando así origen a filos regulares de ángulos
abiertos. La cara interna es lisa, la externa es sólo parcialmente trabajada, conservando generalmente pequeñas porciones de la corteza. La parte distal generalmente se
conforma por un filo en un borde convexo semi-marginal; la parte proximal presenta poco trabajo.
97
Amazonas: Ruta Milenaria
Figura 14. Fase Paranaíba: en lo alto: artefactos; abajo: preforma, bifaz burdo, lasca y artefactos.
98
Pedro Ignacio Schmitz
Morfológicamente parecen tratarse de raspadores laterales altos y convexos sobre
grandes lascas irregulares. No se observan marcas de uso.
Son poco frecuentes.
g) Artefactos unifaciales sobre lascas ligeramente alargadas, con adelgazamiento
de los bordes extremadamente afilados por pequeños retoques marginales. La cara
interna es lisa, la cara externa conserva prácticamente la superficie de la lascas, muy
raramente con algún resto de la corteza.
Por las marcas de uso, que se manifiestan por el fuerte alisamiento de los bordes
filudos, acompañados por una fuerte impregnación de material oscuro que aparenta
ser grasa animal, se puede indicar la funcionalidad de estos artefactos como raspadores o raspaderas, utilizadas directamente en la mano.
Son poco frecuentes.
h) Artefactos unifaciales espesos, sobre lascas gruesas, con silueta en forma de
abanico, con perfil plano-convexo, con la periferia opuesta al plano de percusión y
trabajada con astillados continuos anchos y cortos, dando lugar a un borde con cierta
uniformidad, aunque provisto de pequeños dientes y de ángulo muy abierto; el resto
de la periferia es irregular y sin retoque. La cara interna es lisa, la cara externa es trabajada sólo parcialmente, conservando restos de corteza. La parte distal corresponde
a la sección retocada, la parte proximal corresponde al talón de la pieza y presenta
poco trabajo.
Por las marcas de uso, que se manifiestan por el fuerte alisamiento de los bordes
filudos, se puede indicar la funcionalidad de estos artefactos como raspadores, utilizados directamente en la mano o, eventualmente, con envoltura o mango.
Hay pocos ejemplares.
i) Artefactos unifaciales, cuneiformes, hechos sobre lascas gruesas, en el plano
principal son subrectangulares, y en el perfil son plano-convexas, con trabajos de
regularización de los bordes por medio de astillados cortos y anchos, principalmente
en la parte mesial, siendo lo demás poco o nada modificado. La cara interna es lisa,
la externa es sólo parcialmente trabajada, conservando pequeñas porciones de la
corteza. La parte distal, generalmente sin ningún retoque, es conformada por un filo
perpendicular al eje longitudinal; la parte proximal presenta ocasionalmente rebajamiento del dorso.
99
Amazonas: Ruta Milenaria
Por las marcas de desgaste en la parte mesial, bajo la forma de aplastamiento en la
cara interna, en los bordes longitudinales y en las protuberancias de la cara externa; y
en la parte distal por el astillado desigual del filo, se puede describir la funcionalidad
de la pieza como un tallador con mango.
Hay pocos ejemplares.
j) Artefactos unifaciales, de forma piramidal, sobre lasca, de silueta en forma de
estrella, cóncavo (o plano)-convexa en el perfil, con astillado de forma en toda la periferia, originando un borde denticulado de ángulo abierto. La cara interna es lisa, la
cara externa es trabajada en la periferia, y la porción central es plana. La parte activa
se conforma por todo el borde marginal.
Morfológicamente, se trataría de un raspador denticulado, no habiendo marcas
de utilización.
Hay pocos ejemplares.
k) Tres fragmentos de puntas bifaciales: una de ellas parece ser una extremidad
distal, otra sería un fragmento mesial de una lamina y la ultima un fragmento proximal con aletas y un pedúnculo de base redondeada. El astillado es irregular y cubre
completamente ambas caras; al menos los dos últimos son artefactos incompletos,
rotos durante la producción.
l) Una punta de arenisca alisado: gruesa, ancha, con pedúnculo y aletas, como si
fuera una especie de modelo de una punta de proyectil.
m) Un artefacto bifacial, con astillado irregulares en las caras y en los bordes, en
los cuales dos pequeños lados no pudieron ser retirados. Las aristas de lo que podría
ser el borde activo y de una de las caras presentan desgaste como si fuera de uso
(Figura 14).
n) Discos lascados, picoteados o alisados, de aproximadamente 15 cm. de diámetro y 2 a 4 cm. de espesor, ocasionalmente con una de las caras ligeramente cóncava.
También pueden ser guijarros aplanados, con formato conveniente. Quizás algunos
sean percutores muy desgastados, aunque otros no lo parecen.
o) Pequeñas piedras con una de las caras ligeramente cóncava, resultante de alisamiento y aplastamiento.
p) Percutores pequeños, discoidales/esféricos o en arista, con muchos signos de
percusión y alisamiento.
100
Pedro Ignacio Schmitz
Existen además lascas con algún retoque, regularizando un borde o tornándolo
más resistente.
No son frecuentes.
Los residuos de astillado son extremadamente abundantes en todos los sitios, y se
cuentan por decenas de miles en los sitios de Serranópolis. No estamos aún seguros
de hasta qué punto algunas de estas lascas habrían sido utilizadas directamente.
La producción de los artefactos se muestra en los propios abrigos o su proximidad; el 98% de la materia prima es la arenisca silicificada, que conforma grandes
porciones de los paredones de la arenisca Botucatu, en los que se ubican los sitios.
En un sitio de la explotación de materias primas se pudo observar el proceso de
extracción y procesamiento del material. La materia prima utilizada son grandes
nódulos de arenisca silicificada, que se forman dentro de la arenisca están cubiertos
por una cascara menos rígida que el interior silicificado.
Los percutores son otros nódulos del mismo material que son arrojados sobre los
bloques iniciales, o usados para percutirlos en el acto de retallamiento. El tamaño
de estos nódulos percutores varia desde 27 x 21 x 10 cm. hasta 8 x 7 x 6 cm.; sin
duda fueron considerados demasiado pequeños como para extraerles buenas lascas,
habiendo abundancia de buenos bloques.
Los núcleos con lascamientos exploratorios pueden tener medidas de 71 x 53 x
37 a 40 x 38 x 23 cm. Los núcleos agotados, que existen en gran número en la periferia del área, tienen aun medidas de 37 x 30 x 27-20 x 16 x 15 cm. La mayor parte
está cubierta por cicatrices de lascas tomadas desde diferentes posiciones, a partir de
un algún plano de percusión. Las lascas extraídas eran grandes, irregulares y no preparadas. Ocasionalmente se encuentran pequeños núcleos prismáticos, resultantes de
la retirada de láminas o lascas laminares.
Las lascas tienen las siguientes características: los planos son lisos (no preparados),
el borde interior de la lasca (en el bulbo) es generalmente ancho, raras veces son
estrechos, lo que confirma el uso de grandes percutores, la proyección del bulbo es
mediana a alta, raramente aparecen lascas con pequeñas abolladuras, como si fueran
retoques: cuando éstos existen, pueden presentarse como puntas entre hendiduras, o
bordes con retoque regular a manera de los raspadores; por lo general estas lascas tienen forma triangular y uno de los bordes tiene estas marcas. Además, las lascas suelen
ser irregulares, anchas y gruesas, siendo rara la presencia de láminas, probablemente
originadas por casualidad.
101
Amazonas: Ruta Milenaria
Las lascas desechadas, que son las que se quedaron en el sitio, tienen los bordes
gruesos e irregulares; en los casos en que son delgados, suelen ser pequeños y cóncavos. Las lascas de bordes rectos o convexos deben de haber sido cargadas para su
uso inmediato o transformación en instrumentos. Las lascas pequeñas y esquirlas
fueron aglutinadas por el agua de la lluvia en depresiones, donde se encuentran en
gran número.
En el interior de los abrigos se observó únicamente el proceso de acabado de
los artefactos, no presentándose núcleos o grandes lascas, sino sólo instrumentos
rechazados y una gran cantidad de lascas pequeñas, delgadas y alargadas resultantes
del proceso de acabado de las piezas, las que deben haber sido trasladadas a este lugar
bajo la forma de láminas o lascas ya seleccionados y pre-formadas. Naturalmente
aparece también un gran número de artículos acabados, completos o rotos por el uso.
Recientemente tuvimos la oportunidad de estudiar otro sitio de la explotación
de materia prima de la misma tradición en el estado de Bahía, en donde son muy
numerosos en la intemperie, no habiendo la posibilidad de ocupación de cuevas
y abrigos. En este local se encuentra aún más claramente los materiales mencionados, con la diferencia de que en medio de los basureros también se encuentran
los artefactos no exitosos de las mismas variedades descritas previamente (Schmitz
y Barbosa, 1985). El hecho de no haber abrigos habitables en las proximidades, en
donde en las condiciones de Serranópolis las preformas eran completadas, conllevó
a los hombres del cerrado de Bahía a terminar los artefactos en el mismo sitio de la
exploración minera.
La industria ósea es poco abundante y variada, siendo la más común una espátula
hecha de huesos de las patas de cérvidos y un perforador hecho de hueso largo; la
cornamenta era también con frecuencia utilizada como un compresor u otros fines.
El gran número de huesos cortados que se encuentran entre los restos de alimentos
indican que hubo un importante aprovechamiento de este material.
Los entierros correspondientes a esta población, pese a los numerosos cortes estratigráficos realizados en diversos abrigos, sumando un total de 80 m², con abundante material de fase Paranaíba, no han sido hasta hoy encontrados.
Los restos de alimentos son muy abundantes en casi todos los abrigos, encontrándose aves, mamíferos, reptiles, peces, pero están ausentes los moluscos sea de tierra o
del agua. Hasta el momento no se ha encontrado ningún hueso de animal extinto
(Jacobus, 1983).
Los restos conservados indican una actividad de caza intensa y generalizada, donde están presentes animales de todos los tamaños y clases, de los diversos ambientes
102
Pedro Ignacio Schmitz
naturales de la región, habiendo un ligero predominio de cérvidos sobre las demás
clases. La recolecta se muestra menos marcada que en las fases posteriores, encontrándose frutos de palmáceas y otros.
Los artefactos líticos con restos de pigmento rojo sugieren que la pintura, abundante en los abrigos, comenzó a ser producida desde los primeros campamentos
humanos (Schmitz et al. 1984).
La fase Serranópolis
La industria lítica de la fase Serranópolis es muy diferente a la anterior: los artefactos
de laminas gruesas unifaciales formatizados y bien acabados desaparecen para dar lugar a una industria mal definida, de lascas irregulares como gubias, picos, perforadores y raspadores pequeños. Siguen los discos y percutores. Las lascas de los basureros,
encontradas en los estratos, son más grandes y más gruesas, también desprendidas por
percusión. El cambio patente de artefactos también se acompaña de cambios en la
materia prima, aumentando ligeramente el uso de la calcedonia en detrimento de la
arenisca silicificada.
La industria ósea, aún escasa, presenta perforadores, espátulas y anzuelos.
Los entierros son abundantes desde el comienzo de esta fase, apareciendo esqueletos totalmente flexionados en decúbito lateral, por lo general a la izquierda,
en fosas. En el caso de dos sepelios, en las proximidades del esqueleto, aparecieron
cornamentas de cérvidos.
Los restos de alimentos también cambian abruptamente, con la aparición de
moluscos terrestres en grandes cantidades y la disminución de huesos de caza. Son
utilizados en proporciones similares al Megalobulimus sp. de gran tamaño y los Bulimulídeos de tamaño pequeño. Todos ellos se multiplican en los lugares húmedos y
sombreados a lo largo de los paredones.
Los frutos recuperados son más abundantes, registrándose restos de palmáceas y
de numerosas plantas del cerrado.
Se observa que a la actividad de caza generalizada del primer período, el grupo
incorpora nuevos recursos, que aparecen en la región con el cambio climático, y se
convierte en un cazador y recolector generalizado.
Por la persistencia de pigmentos rojos en los artefactos de esta fase, se supone que
la pintura siguió siendo producida en las paredes de los abrigos.
103
Amazonas: Ruta Milenaria
Los productos cultivados aparecerán en la siguiente fase, 1000 d. C.
Comparaciones
Materiales similares a los de la fase de Paranaíba y con fechas del mismo orden
aparecen en una amplia zona del centro y noreste de Brasil, formando la tradición
Itaparica.
En el mismo Estado de Goiás, los sitios más cercanos se encuentran a 200 km
al noroeste, en Caiapónia, en donde el material aparece en la superficie (Schmitz
et al. Ms). A una distancia de 400 km más al norte, en Hidrolina, fue encontrado el
mismo material en un abrigo con una fecha de 10 750 ± 300 a. p. (SI-2769) (Barbosa et al. 1976-77). En el municipio vecino de Niquelândia, Simonsen (1975) halló
grandes sitios superficiales, uno de ellos fue fechado en 10 605 ± 125 (Lab. Univ.
Estockholm) (Taveira, 1985). En la cuenca del Paraná, la fase Paranã también reúne
material similar, aun no fechado (Mendonça de Souza et al. 1981).
En el Estado de Minas Gerais ellos aparecen en el norte en al menos cinco abrigos investigados por André Prous (Prous et al., 1984) y en al menos dos abrigos
investigados por Ondemar F. Dias (Dias, 1981 y com. pers, 1984).
En el suroeste de Bahía, ellos existen en numerosos sitios superficiales, y han sido
encontrado recientemente en una cueva de piedra caliza (Schmitz et al. 1985).
En Piauí, en el municipio de São Raimundo Nonato, Guidon (1981) menciona
material similar, iniciandose alrededor de 11 000 años a. p.
En Pernambuco, el material fue encontrado por primera vez en Petrolándia, inaugurando la fase Itaparica, origen de la tradición (Calderón, 1969). Posteriormente
fue encontrado en Bom Jardim y fechado entre 11 000 ± 250 y 9520 ± 160 años
a. p. (MC-1046 y 1056) (Laroche et al., 1977).
En Mato Grosso, el material fue encontrado, por el momento, en un abrigo al
sudeste (I. Wüst com. pers, 1984).
En Mato Grosso do Sul también ha sido encontrado hace poco, en un abrigo
(S. M. Copé, com. pers, 1985).
Esta gran dispersión muestra que la tradición Itaparica cubre al menos el centro
y noreste de Brasil, en una extensión de más de 2000 km.
En las áreas altas, como Goiás, los restos de alimentos que acompañan a los artefactos líticos característicos provienen de una caza generalizada, prácticamente sin
104
Pedro Ignacio Schmitz
ningún aprovechamiento de moluscos. La aparición de estos recursos marca la transición hacia la fase Serranópolis, tradición Serranópolis. En las zonas más bajas y cálidas, como Minas Gerais y Bahía, al parecer los moluscos fueron consumidos desde
el principio, y no se percibe tan claramente una transición alimentaria como se da en
la meseta al momento de la instalación de la tradición Serranópolis.
Diferentes materiales, con la misma cronología de la tradición Itaparica, se encuentran en el centro de Minas Gerais y Rio Grande do Sul.
En el centro de Minas Gerais, en la gran región de Lagoa Santa, predomina una
industria de cuarzo que puede tener puntas de proyectil como en Cerca Grande
(Hurt y Blasi, 1969) o pueden no tener puntas, como en el Abrigo de Pedro Leopoldo (Laming-Emperaire et al. 1975) y en los de Serra do Cipó (Prous, 1981). Quizás,
con el paso del tiempo y más estudios sobre estas industrias, se llegue a entender si
ellas forman una nueva tradición tecnológica, pero por el momento, su significado
es aún poco claro.
Es muy diferente, sin lugar a duda, la fase Uruguay, del suroeste de Rio Grande do
Sul (Miller, 1976), con numerosas puntas de proyectil que parecen ser el origen de
la tradición Umbu, que llega a ocupar las áreas abiertas del sur de Brasil hasta hasta
periodos bastante recientes.
La tradición Itaparica es aparentemente una adaptación a las sabanas tropicales
que, desde el inicio del Holoceno, se ha expandido por encima de todas ellas. Estas
áreas seguirán produciendo principalmente industrias unifaciales o sencillas industrias de lascas durante varios milenios, a diferencia de las zonas templadas del sur, las
que producen industrias con la notable presencia de artefactos bifaciales.
Palabras finales
La mayor parte de los hallazgos arqueológicos americanos se registraban hasta
hace poco en las zonas de clima templado y o frío, resultando en modelos teóricos
que parecían ser de aplicación universal.
Solo recientemente las áreas de sabanas tropicales, en su mayoría concentradas en
Brasil, comenzaron a dar respuestas algo divergentes, al menos parcialmente. La fase
Paranaíba de Serranópolis, Goiás, está mostrando la primera adaptación holocénica
del hombre tropical, un cazador generalizado en las áreas menos cálidas de la baja
meseta central, un cazador y recolector generalizado en las zonas más cálidas del
noreste de Brasil, utilizando en toda la extensión de las sabanas una industria lítica
unifacial con una presencia totalmente insignificante de artefactos bifaciales, tales
como las puntas de proyectil.
105
Amazonas: Ruta Milenaria
El origen de esta tradición, que se dispersa sobre un área de al menos 2000 km de
extensión, no ha podido aún ser establecida, pero su aparición prácticamente al mismo tiempo sobre esta amplia superficie nos lleva a postular que hubo ocupaciones
anteriores todavía insuficientemente conocidas. Las fechas antiguas que van apareciendo en el noreste brasileño, como São Raimundo Nonato, Piauí, que se remontan
a 31 500 ± 950 años a. p. (Gif-6041) (Guidon 1984) o Coribe, Bahía, donde sobrepasan 20 000 años a. p. (Schmitz 1984), si bien no nos proporcionan puntos fijos
sobre los cuales se puede construir una teoría de la evolución local (Guidon. Com.
II Reunión Cient. SAB, 1983, 1984), al menos nos obligan a estar atentos cuando se
presentan modelos muy sencillos o mecánicos.
La evolución de la tradición Itaparica, con sus artefactos de fino acabados hacia
una tradición de lascas con retoques mínimos, y que se extiende al parecer por las
mismas sabanas tropicales, es otra cuestión que todavía no está suficientemente documentada, incluso para una correcta evaluación de la misma.
Asimismo, también sigue siendo insuficientemente fechada y organizada la inmensa colección de pinturas rupestres, que se extiende sobre las sabanas tropicales y
acompaña los fenómenos discutidos.
La comprensión de la adaptación del hombre tropical a un medio ambiente de
sabana, con dos estaciones anuales, una lluviosa y otra seca, ha crecido en los últimos
diez años de investigación, pero todavía requerirá de los arqueólogos brasileños un
gran esfuerzo de búsqueda, clasificación e interpretación.
Agradecimientos
Por detrás de este breve resumen esta el trabajo de numerosos investigadores que
no se mencionan. Aunque no puedo nombrarlos a todos, tengo que destacar a los
más importantes: Altair Sales Barbosa, Avelino Fernández de Miranda, Irmhild Wüst,
Silvia M. Copé, Maira Barberi Ribeiro, Eurípides Balsanulfo de Freitas y Abreu
y Dulce Magdalena Ríos Pedroso. De manera más destacada debo mencionar los
nombres de la pareja Betty Meggers y Clifford Evans, quienes facilitaron los fechados
abundantes no sólo de los hallazgos del municipio de Serranópolis, sino también de
todo el Programa Arqueológico de Goiás posibilitando una comparación segura de
los fenómenos de las sabanas tropicales brasileñas.
106
Pedro Ignacio Schmitz
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Diversificar para Poblar:
El Contexto Arqueológico Brasileño en
la Transición Pleistoceno-Holoceno
Adriana Schmidt Dias
La diversidad de elecciones culturales que caracterizan los primeros cazadores-recolectores que ocuparon el continente sudamericano ha sido colocada en un segundo
plano frente al énfasis dado a la cronología de los procesos de ocupación territorial.
Sin embargo, el contexto arqueológico brasileño en la transición pleistoceno-holoceno permite enfocar esta cuestión con una óptica diferente. Los datos arqueológicos disponibles para el período entre 12 000 y 8000 años apuntan a una ocupación
poblacional estable con estrategias de subsistencia generalizadas. Sin embargo, desde
las primeras evidencias de ocupación las diferencias regionales son claras en la variabilidad de las industrias líticas y en los temas y estilos del arte rupestre, indicando una
diversidad de elecciones adaptativas a las transformaciones climáticas que moldearon
el mosaico ambiental brasileño a lo largo del holoceno.
La diversidad presentada por estas poblaciones cazadoras-recolectoras indica que
el poblamiento inicial del territorio brasileño ocurrió en una época temprana. Aunque las dataciones (Tabla 1) que apoyan esta hipótesis fueron obtenidas en diversos
contextos arqueológicos1, su validez ha sido cuestionada debido a la ausencia de
evidencias concretas que relacionen los contextos pleistocénicos con la acción antrópica (Schmitz, 1990; Meltzer et al., 1996; Prous, 1997).
1. De estos contextos se destacan los sitios arqueológicos Boqueirão da Pedra Furada (Piauí),
Abrigo Santa Elina (Mato Grosso), Abrigo da Lapa Vermelha IV (Minas Gerais), Alice Böer
(São Paulo) y Itaboraí (Rio de Janeiro), cuyas dataciones pleistocénicas varían entre 200
000 y 14 000 años (Laming-Emperaire. 1979; Beltrão et al., 1986a, 1986b; Guidon, 1986,
1992; Guidon y Delibras, 1986; Prous, 1986; Dillehay et al., 1992; Vilhena-Vialou y Vialou, 1994; Vilhena-Vialou et al., 1995; Beltrão, 1996, 2000; Parenti, 1996; Martin, 1997;
Vilhena-Vialou, 2003).
109
Amazonas: Ruta Milenaria
Figura 1.- Zonas ecológicas y sitios arqueológicos de la transición pleistoceno-holoceno: 1. Toca da Pedra
Pintada; 2. Boqueirão da Pedra Furada (São Raimundo Nonato); 3. Santa Elina; 4. Sítio GO-JA-01 (Serranapolis); 5. Lapa Ver- melha IV (Lagoa Santa) e Santana do Riacho; 6. Sítios de la Tradición Umbu en
el médio curso del río Uruguai; 7. RS-S-327: Sangão (valle del río dos Sinos) y RS-TQ-58: Garivaldino.
(valle del río Caí).
Cantidad de
fechas entre
12 000-8 000
AP
Sitios
Pará
Gruta da Pedra Pintada
Gruta do Gavião
Piauí
Boqueirão da Pedra
Furado
Baixão do Perna I
Toca do Sítio do Meio
Caldeirão dos Rodrigues
Toca da Boa Vista I
Toca da Boa Vista II
Toca da Baixa do Cipó
Barra do Antonião
Toca Cima do Pilão
Toca do Bojo I
Toca do Papagaio
Datación más
antigua
Laboratorio
Datación más
reciente
Laboratorio
56
1
11145+135
8140 + 130
GX-17413
?
10000+60
GX-19539
12
10540+350
BETA-22859
8050+170
GIF-4625
3
5
1
4
2
1
1
1
5
3
10530+110
12330+230
9480+170
10530+110
9850+120
8700+90
9670+140
10390+80
9700+200
8780+120
BETA-32971
GIF-5403
GIF-5650
BETA-32971
MC-2513
GIF-6957
GIF-8712
BETA-27345
GIF-4627
MC-2511
9540+170
8800+60
9160+170
9700+120
8050+170
8600+100
GIF-5414
BETA-47494
GIF-5864
MC-2481
GIF-4626
MC-2510
110
Adriana Schmidt Dias
Rio Grande do Norte
Pedra do Alexandre
3
9400+35
CSIC-967
8280+30
CSIC-965
Mirador
Sergipe
Sítio Justino*
Pernambuco
Chã do Caboclo
Pedra do Caboclo
Brejo da Madre de Deus
Furna do Estrago
Bahia
Abrigo do Pilão
BA-RC-28: Morro
Furado
Mato Grosso
Santa Elina
MT-GU-1: Abrigo do
Sol
Mato Grosso do Sul
MS-PA-02
Tocantins
Miracema do Tocantins
1*
Capivara 5*
Mares 2*
Goiás
GO-JA-01
GO-JA-02
GO-JA-03
GO-JA-14
GO-JA-26
GO-NI-49
Sítio do Barreiro*
Minas Gerais
Lapa Vermelha IV
Lapa do Boquete
Santana do Riacho
Lapa dos Bichos
Lapa do Gentio
Lapa do Dragão
Lapa Pequena
Cerca Grande 6
Cerca Grande 7
MG-VG-11
MG-VG-19
MG-RP-6
1
9410+110
CSIC-720
-
-
1
8950
?
-
-
3
1
3
2
11000+250
8400+200
11060+90
9150+140
MC-1046
MC-1003
SI-6298
SI-6296
8100+135
8495+75
8495+70
MC-1042
SI-6296
SI-6298
4
9650+90
BETA-10015
8790+80
BETA-10014
2
9110+100
SI-6748
8860+115
SI-5565
2
10120+60
GIF-8954
9460+90
GIF-9367
2
10600+130
N-3223
8930+100
SI-3736
3
10480+70
BETA-47240
10090+70
BETA-22634
2
9990+60
BETA-168605
9790+70
BETA-148339
2
1
9850+70
9940+60
BETA-160595
BETA-160599
8960+70
-
BETA-160594
-
8
2
1
1
2
1
1
10580+115
10120+80
9765+75
10740+85
8880+90
10750+300
10605
SI-3699
SI-3108
SI-3110
SI-3111
SI-5563
SI-2769
?
8740+90
9195+75
8370+75
-
N-2347
SI-3107
SI-5562
-
4
11
9
5
3
2
1
2
1
2
1
2
11680+500
12070+170
11960+250
10450+70
10190+120
11000+300
8240+160
9720+128
9130+60
9135+105
8845+90
10190+120
GIF-3726
CDTN-2403
GIF-5089
BETA-100397
SI-6837
CDTN-1007
BIRM-868
P-521
BETA-84446
SI-5508
SI-5511
SI-6837
9330+60
9350+80
8150+150
8640+90
8215+120
10000+255
9020+120
8865+110
8215+120
BETA-84439
BETA-98573
GIF-5087
BETA-100392
SI-2373
CDTN-1008
P-519
SI-5509
SI-2373
111
Amazonas: Ruta Milenaria
Rio de Janeiro
Itaboraí
São Paulo
Alice Böer*
Capelinha*
Maximiliano
Paraná
PR-LN-8*
Santa Catarina
SC-U-6*
Rio Grande do Sul
RS-I-50: Lajeado dos
Fósseis*
RS-Q-2: Passo da Cruz
2*
RS-IJ-68: Garruchos*
RS-IJ-67: Pessegueiro*
RS-I-99: Ponta Leste*
RS-I-72: Palmito*
RS-I-69: Laranjito*
RS-I-70: Imbaa 1*
RS-I-98: Saudade*
RS-I-66: Milton Almeida*
RS-I-67: Touro Passo*
RS-I-97: Camubi*
RS-TQ-58: Garivaldino
RS-S-327: Sangão
1
8100+75
?
2
2
1
10970+1020** ?
10500+1500 ?
9810+150
GIF-7493
1
8115+80
SI-6401
2
8640+95
SI-995
8095+90
SI-994
1
12.770+220
SI-801
-
-
1
12690+100
SI-2351
-
-
1
3
1
1
5
1
1
11.555+230
9855+130
9035+100
9450+115
10985+100
9120+340
10180+110
SI-3750
SI-3749
SI-3755
SI-2634
SI-2630
SI-2632
SI-3752
8585+115
9620+110
-
SI-2636
SI-2631
-
2
9840+105
N-2519
9230+145
SI-2625
2
1
3
1
9840+105
9605+120
9430+360
8800+40
N-2519
SI-3754
BETA-4739
BETA-160845
9230+145
8020+150
-
SI-2625
BETA-33458
-
10950+1020** ?
9890+150
?
-
Tabla 1.- Dataciones entre 12 000 y 8 000 años a. p. para sitios arqueológicos brasileños.
*Sitios a cielo abierto, ** Datación por TL.
A pesar de estas controversias en el norte, noreste y centro oeste del país (Fig. 1)
se encuentran evidencias arqueológicas de ocupaciones estables de cazadores-recolectores en ambientes tropicales y semiáridos fechadas entre 12 300 y 8050 años a.
p. y representadas por industrias líticas caracterizadas por la producción de artefactos
sobre láminas con retoque unifacial (lesmas) y asociadas a la tradición2 Itaparica.También se encuentran industrias líticas expeditivas caracterizadas por la presencia de
lascas de cuarzo y cuarzita, asociadas a etarramientos humanos, con dataciones entre
12 000 y 10 000 años en el Estado de Minas Gerais. En ambos casos la mayoría de
los sitios investigados se encuentra en abrigos rocosos y presenta pinturas rupestres
relacionadas con estas primeras ocupaciones. En las regiones subtropicales del sur de
2. En la arqueología brasileña el concepto “tradición” define un grupo de elementos o técnicas
distribuidas por una determinada región con persistencia temporal, indicando una misma
unidad cultural (Dias, 1994).
112
Adriana Schmidt Dias
Brasil las ocupaciones más antiguas, a cielo abierto y en abrigos rocosos, se sitúan
entre 12 770 y 8020 años a. p. y presentan industrias líticas bifaciles caracterizadas
por la presencia de bifaces de la tradición Umbu (Schmitz 1984, 1987, 1990; Prous
y Fogaça 1999; Dillehay 2000).
Cazadores-recolectores de floresta tropical: Amazonía brasileña
La cronología y los procesos de ocupación de la región amazónica por sociedades
cazadoras-recolectoras son poco conocidos (Roosevelt, 1992). Hasta poco tiempo se
aceptaba la idea de que durante el pleistoceno predominó en la región amazónica un
clima seco que generó formaciones vegetales abiertas sobre el área hoy ocupada por
la floresta amazónica. De acuerdo con Ab’Saber (1977) las formaciones vegetales de
sabana (cerrado) tuvieron mayor extensión durante el pleistoceno, extendiéndose por
el interior de la Amazonía oriental y central y dejando refugios forestales solamente
en “islas” de humedad. De esta forma la expansión de la floresta amazónica sería un
fenómeno ambiental reciente, es decir, de los últimos 6000 años. Sin embargo, estudios paleo-ambientales realizados en el centro-oeste de la Amazonía han refutado la
teoría de los refugios, indicando que en el auge de la última glaciación, hace unos
20 000 años, la disminución de las precipitaciones fue insuficiente para la reducción
de la cobertura vegetal; además, estudios sedimentológicos en la desembocadura del
Amazonas documentan una baja deposición de polen de gramíneas en la cuenca
amazónica, lo que sugiere la permanencia de las florestas tropicales durante el pleistoceno (Colinvaux, 1995).
La presencia de las florestas tropicales en la transición pleistoceno-holoceno no
debe haber representado una barrera a las primeras ocupaciones humanas, aunque
hasta ahora son poco los sitios tempranos de cazadores-recolectores investigado en la
Amazonia brasileña. Entre las pocas excepciones se destaca el sitio MT-GU-01, Abrigo
do Sol, situado en el valle medio del río Guaporé, en la frontera entre los Estados de
Rondonia y Mato Grosso, con dataciones entre 10 600 y 8930 años a. p. Sin embargo,
la breve nota de investigación publicada sobre este sitio no aclara las características de
su industria lítica ni su real asociación con las dataciones obtenidas (Miller, 1987).
Una alternativa a este cuadro está representada por las excavaciones realizadas
por Anna Roosevelt et al. (1996) en la gruta da Pedra Pintada, en Monte Alegre, en
el Estado de Pará. A partir de 56 dataciones radiocarbónicas de muestras de plantas
carbonizadas y 13 dataciones en termoluminescencia realizadas sobre sedimentos
y artefactos líticos con evidencias de quema fue posible establecer una cronología
inicial para la ocupación de la Amazonía entre 11 145 y 10 000 años a. p. Esta ocupación está asociada a una industria lítica bifacial y a restos arqueo-faunísticos que
apuntan a la explotación de recursos de la floreta tropical, sobre todo peces, roedores,
murciélagos, moluscos fluviales, tortugas, serpientes, anfibios, pájaros y mamíferos
113
Amazonas: Ruta Milenaria
ungulados de tamaño mediano3. Los datos relativos a este sitio apuntan a una industria lítica que presenta mayores semejanzas con los contextos de cazadores-recolectores del sur del país, indicando posibles flujos migratorios y expansión de áreas de
cobertura forestal a lo largo de los ríos Paraguay, Paraná y Uruguay en la transición
pleistoceno-holoceno4.
Cazadores-recolectores de sabana: noreste y centro-oeste de Brasil
La transición pleistoceno-holoceno en las regiones noreste y central de Brasil se
caracterizó por variaciones climáticas locales que afectaron la disponibilidad estacional de recursos. Al final del pleistoceno e inicio del holoceno ocurrieron eventos
de mayor humedad y aumentó la temperatura; este clima más ameno favoreció la
ocupación humana inicial de esta área. Durante el holoceno medio se registrarons
varios episodios de menor pluviosidad, posiblemente responsables del abandono de
extensas regiones de Brasil central por los primeros colonizadores. Estudios palinológicos en el Estado de Minas Gerais han demostrado rápidos cambios climáticos
en este período, con fluctuaciones entre climas fríos y húmedos y calurosos y secos
entre 9000 y 5000 años a. p. Además, la información paleoclimática obtenida en
el Estado de Goiás indica un aumento progresivo de precipitación entre 10 400 y
7700 años a. p. , volviéndose el clima cada vez más húmedo y caluroso entre 6500 y
3500 años a. p. Estas fluctuaciones climáticas a lo largo del holoceno produjeron la
expansión de las sabanas desde el centro de Brasil, sustituyendo, hacia el norte, extensas áreas de floresta tropical. Las sabanas también se extendieron hacia el noreste,
siendo sustituidas progresivamente durante el holoceno5 por formaciones xerofíticas (caatinga), caracterizadas por vegetación arbustiva y espinosa y por la presencia
de numerosas especies de cactáceas (Martin, 1997; Kipnis, 1998, 2002, 2003; Araújo
et al., 2003).
En la región noreste de Brasil diversos sitios arqueológicos presentan dataciones
entre 12 000 y 8000 años a. p., destacándose la región de São Raimundo Nonato,
3. A esta ocupación de cazadores recolectores se sobrepuso una ocupación cerámica fechada
entre 7580 y 6625 años a. p., posiblemente relacionada con los ocupantes de los concheros
lacustres de la región de Taperinha que antecedieron a los cultivadores de la región (Roosevelt et al., 1996). Las excavaciones del sitio PA-AT-69, Gruta do Gavião, situado en la región
de Carajás, en el Estado do Pará, revelaron un contexto semejante al segundo período de
ocupación de Monte Alegre, con dataciones entre 8140 y 2900 años a. p. (Magalhães, 1994).
4. En la Amazonía y en el Estado de Rio Grande do Norte se han documentado hallazgos
aislados de bifaces, pero su asociación con contextos arqueológicos conocidos es imprecisa
(Martin, 1997; Hilbert, 1998).
5. Aunque los datos paleoambientales disponibles para la región centro-oeste brasileña hayan
permitido establecer una cronología aproximada de la evolución local de los paleo-paisajes a
lo largo del holoceno este tipo de estudio aún es raro en el noreste del país (Martin, 1997).
6. Las investigaciones arqueológicas en los demás estados del noreste se han limitado a establecer
patrones espaciales y cronologías. En el noreste de Bahía la mayoría de los sitios de cazadores-recolectores localizados presenta dataciones del holoceno medio, con excepción del
Abrigo do Pilão, con 4 dataciones entre 9650 y 8790 a. p. En el norte del Estado de dataciones entre 11 000 y 8000 años a. p.; sus industrias líticas están asociadas a la tradición Itaparica
(Martin, 1997).
114
Adriana Schmidt Dias
Figura 2.- Panel rupestre de Baixão do Perna I, fechado entre 10 000 y 7000 años a. p. (Martin, 1997: 101).
en el sureste de Piauí6 (Guidon 1986; Guidon y Delibras 1986; Parenti 1996; Martin
1997). Las investigaciones coordinadas por Niéde Guidon desde 1970 identificaron
en esta área más de 100 sitios en abrigos rocosos asociados con pinturas rupestres,
destacándose el sitio del Boqueirão da Pedra Furada. Excavado entre 1978 y 1988,
este sitio esta situado en la cuesta de una falda de arenisca; en un extremo del sitio
hay un pozo natural que recibe la lluvia que escurre por una chimenea excavada en
la roca, con capacidad para almacenar hasta 7000 litros de agua. Este sitio es conocido por su secuencia de dataciones pleistocénicas asociadas a una industria sobre
guijarros y lascas de cuarzita y cuarzo, cuya validez es centro de una polémica aún
no resuelta. Sin embargo, Pedra Furada también presenta una secuencia de 12 dataciones entre 10 540 y 8050 años a. p. asociada a una industria lítica caracterizada
por la explotación de materias primas variadas (cuarzita, cuarzo, sílex, calcedonia y
arenisca silicificada) y por la producción de artefactos retocados sobre lascas, sobre
todo de láminas con retoque unifacial, características de la tradición Itaparica. El sitio
también presenta concentraciones de núcleos y lascas unipolares, indicando áreas de
producción de artefactos, y cientos de pinturas rupestres. Las excavaciones de otros
10 sitios de la región de São Raimundo Nonato confirman la intensidad de la ocupación humana en esta franja temporal, presentando una secuencia de dataciones
entre 12 330 y 8050 años a. p. relacionada a una industria lítica semejante.
115
Amazonas: Ruta Milenaria
La asociación entre las pinturas rupestres y las ocupaciones humanas de la transición pleistocenoholoceno en esta región fue confirmada por las excavaciones del
sitio Baixão do Perna I, que presentó un panel de pinturas (Fig. 2) cubierto por un
componente arqueológico fechado en 4920 años a. p. El componente situado por
debajo del panel posee 3 dataciones entre 10 500 y 9500 años a. p. asociadas a una
industria lítica de la tradición Itaparica. Esto permite situar en esta franja temporal
el inicio de las pinturas rupestres que se distribuyen por todos los abrigos rocosos
del área7.
Los sitios del área de São Raimundo Nonato no presentan enterramientos humanos. Hasta el momento sólo se ha identificado un enterramiento femenino en Toca
do Papagaio, con una datación de 8670+120 a. p. (MC-2480). Sólo otros dos sitios
con estas características fueron identificados en la región de Seridó, en Rio Grande
do Norte, a 1200 kilómetros del área anterior: un enterramiento infantil en Mirador,
con dataciones de 9410+110 a. p. (CSIC-720), y dos enterramientos en Pedra do
Alexandre con dataciones de 9400+35 a. p. (CSIC-967) y 8280+30 a. p. (CSIC-965)
(Martin, 1997).
Investigaciones arqueológicas en el valle del río São Francisco identificaron contextos de cazadores-recolectores asociados a industrias líticas de la tradición Itaparica
con dataciones entre 9110 y 8860 años a. p., destacándose la presencia de decenas de
sitios líticos a cielo abierto asociados a afloramientos de cuarzo y cuarzita, pero sin
dataciones (Schmitz et al. 1996; Martin, 1997). Por otra parte, trabajos recientes en
el valle medio del río Tocantins localizaron una alta densidad de sitios líticos a cielo abierto con características semejantes, cuyas excavaciones arrojaron fechas entre
9990 y 8980 años a. p. La variabilidad identificada en estos conjuntos líticos apunta
a distinciones funcionales entre sitios de un mismo sistema de asentamiento, con
unidades habitacionales y locales especializados en la explotación de materias primas
y producción inicial de artefactos (Bueno 2003).
De los contextos arqueológicos relacionados con la tradición Itaparica se destacan
los sitios de la región de Serranópolis, en el suroeste del Estado de Goiás (Schmitz,
1984, 1986, 1987; Schmitz et al. 1989, 1997, 2004); allí se registraron 43 sitios en
abrigos rocosos con pinturas rupestres (Fig. 3), distribuidos en 6 concentraciones a lo
largo del río Verde, afluente del río Paranaíba. Los sitios del área sólo fueron sondea7. Las pinturas rupestres del noreste se distribuyen entre los estados de Piauí y Bahia y presentan
un estilo local asociado a la tradición Nordeste. Se destacan las representaciones monocromáticas en rojo de pequeñas figuras humanas (5 a 15 cm.) en escenas de lucha, sexo, danza y
ritual. Las representaciones de animales, principalmente cérvidos, son escenas de caza; también es frecuente la representación de aves. Aunque ocurren variaciones locales en los temas
predominantes la tradición Nordeste se caracteriza por la presencia de figuras recurrentes o
emblemáticas, como las escenas de danza colectiva alrededor de un árbol y la representación
de dos figuras adultas sujetando un niño (Prous, 1992; Martin, 1997).
116
Adriana Schmidt Dias
dos para obtener muestras para datación y caracterización cultural; sólo se excavó un
área más amplia, 40 m2, en el abrigo GO-JA- 01 (40). Estas excavaciones indicaron
que la fase inicial de ocupación de la región de Serranópolis ocurrió entre 10 750
y 8370 años a. p., representada por una industria lítica caracterizada por la presencia
de artefactos formales elaborados sobre láminas unifaciales, asociados a bifaces y a
una gran cantidad de núcleos y lascas unipolares, algunas con retoque periférico8. Las
materias primas predominantes son de origen local (cuarzita, arenisca silicificada y
calcedonia). Unos artefactos líticos impregnados con pigmentos rojos9 sugieren que
las pinturas rupestres del sitio fueron iniciadas en esa época.
Las excavaciones de la fase de ocupación más antigua del sitio GO-JA-01 revelaron un conjunto lítico de más de 100 000 piezas, asociados a una alta densidad de
vestigios arqueo-faunísticos; el espacio del abrigo fue utilizado como área doméstica,
tal como ocurrió con otros sitios de la región. El análisis zooarqueológico de esta colección indica que la explotación generalizada de los recursos faunísticos del cerrado
comenzó en la primera fase de ocupación, manteniéndose hasta el holoceno medio;
en esta época aumentó el consumo de gasterópodos terrestres. De las especies de
mamíferos identificadas en las excavaciones se destacan venados (Mazama americana
y Ozotocerus benzoarticus), pecarí (Tayassu tajacu), oso hormiguero (Tamanduá tetradactylus), lobo guará (Crysocium brachiurus), puma (Puma concolor), maracajá (Felis wiedi),
armadillos (Cabassous tatouay, Euphractus sexcintus y Dasypus novencinctus), comadreja
(Didelphis sp.), cuica (Philander opossum), capibara (Hydrochoeris hydrochoeris), agouti
(Dasyprocta sp.) y mono (Alouatta caraya). También fueron explotadas varias especies
de peces, aves —destacándose entre estas la saracura (Aramides sp.) y el ñandú (Rhea
americana)— y reptiles (lagartos, tortugas, serpientes y yacarés). Las excavaciones también
pusieron en evidencia en los niveles antiguos la presencia de abundantes restos vegetales que indican el consumo de frutos de árboles y palmeras típicas del cerrado,
como gueroba (Syagrus oleácea), jerivá (Syagrus romanzoffiana), acumã (Syagrus flexuosa), jatobá (Hymenea stigonocarpa), babaçu (Orbignya sp.), caju (Anacardium sp.) y pequi
(Caryocar brasiliense).
8. Entre 8000 y 6000 años a. p. ocurrieron variaciones con relación a la composición de los
conjuntos líticos, que en esa época presentan características más expeditivas, desapareciendo
los artefactos plano-convexos (lesmas); estos fueron sustituidos por artefactos multifuncionales
elaborados a partir de lascas retocadas. A este periodo pertenecen 18 enterramientos en distintos sitios del área; su patrón de inhumación es semejante al encontrado en Santana do Riacho
(Schmitz et al., 1989).
9. Las pinturas rupestres de los abrigos de la región de Serranópolis tienen un estilo local caracterizado por la presencia de figuras monocromáticas, en rojo, o bicromáticas, en rojo y amarillo; en la composición de los paneles predominan figuras geométricas asociadas a representaciones de animales, destacándose reptiles (lagartos y tortugas) y aves (ñandú y araras), y huellas
humanas. Este tipo de patrón se relaciona con la tradición San Francisco, cuyas pinturas se
encuentran en el valle del río San Francisco, desde el norte del Estado de Minas Gerais hasta
el Estado de Sergipe (Schmitz et al., 1989, 1997; Prous, 1992).
117
Amazonas: Ruta Milenaria
Figura 3.- Panel XV del sitio GO-JA-03 (Schmitz et al., 1997).
Las primeras evidencias de asociación de megafauna extinta con restos humanos
en Suramérica fueron identificadas entre 1840 y 1850 en las grutas de la región
de Lagoa Santa, en el centro del Estado de Minas Gerais, por el naturalista danés
Peter Lund. Sin embargo, las investigaciones arqueológicas de los últimos 40 años
en la región no han permitido identificar evidencias de explotación sistemática de
este tipo de recurso faunístico. Los primeros trabajos arqueológicos en Lagoa Santa
fueron hechos en la década de 1960 por Wesley Hurt y colaboradores, quienes registrarons varios sitios en abrigos rocosos con asociaciones de restos humanos, paneles
de pinturas rupestres y una industria lítica caracterizada por la presencia de lascas y
núcleos bipolares de cuarzo, algunos de ellos con retoque. Las primeras dataciones
radiocarbónicas para el área fueron obtenidas en el abrigo 6 de Cerca Grande, con
valores entre 9720 y 9028 años a. p. , en asociación con 11 enterramientos humanos
(Hurt y Blasis, 1969; Alvim, 1977).
En la década de 1970 nuevas dataciones, entre 11 680 y 9580 años a. p. , fueron
obtenidas en Lagoa Santa, en el abrigo de Lapa Vermelha IV (Laming- Emperaire,
1979; Prous, 1986). Este sitio presentó restos de megafauna (Glossotherium) y un
cráneo femenino; la industria lítica estaba representada por pocas lascas de cuarzo.
Las excavaciones no evidenciaron niveles claros de ocupación asociados al carbón
fechado, posiblemente de origen natural. El cráneo femenino de Lagoa Santa ha
sido fechado recientemente, confirmando una antigüedad de 9.330+60 a. p. (Beta84439) (Prous y Fogaça, 1999).
Las excavaciones del Abrigo Grande de Santana do Riacho, situado en la Serra
do Cipó, 60 kilómetros al norte de Lagoa Santa, permitieron caracterizar mejor las
ocupaciones de la transición pleistoceno-holoceno en esta área (Prous, 1986, 1991,
118
Adriana Schmidt Dias
1992/1993; Kipnis 1998, 2002, 2003; Prous
y Fogaça 1999). Entre 1977 y 1979 André
Prous y colaboradores excavaron un área
de más de 100 m2 en este sitio, obteniendo
39 dataciones que indican una ocupación
continuada de este abrigo entre 11 960 y
1000 años a. p. Las dataciones más antiguas están asociadas con una lentícula de
ceniza perturbada por ocupaciones posteriores. Las dataciones entre 10 000 y 8000
años a. p. se relacionan con un conjunto de
24 estructuras de enterramientos asociadas
a 40 individuos; una de ellas fue fechada
en 9.460+110 a. p. (GIF-4508). Los enterramientos individuales o colectivos fueron hechos en cuevas ovales; el muerto fue
envuelto en una red de fibras vegetales y
cubierto con pigmentos rojos. Las cuevas Figura 4.- Panel X de Santana do Riacho, situajunto al área de los enterramientos (Prous,
funerarias fueron marcadas con bloques de do
1992/1993: 204-5).
piedra, a veces pintados en rojo, y con hogueras, con rara asociación de restos de alimentos. El ajuar funerario fue limitado:
percutores, lascas de cuarzo y collares de cuentas de semillas.
En este sitio también se encontró una concentración de residuos de lascamiento
bipolar, asociados a la producción de artefactos expeditivos en cuarzo10. Los pocos
artefactos formales son láminas con retoque unifacial, cuyas fuentes de materia prima (sílex y calcedonia) se encuentran a 40 y 60 kilómetros de distancia. El análisis
de las huellas de uso de los artefactos sugiere su uso en actividades de procesamiento de madera y pigmentos, lo que lleva a relacionar esta industria con las prácticas
funerarias y simbólicas asociadas con las pinturas rupestres. Hay indicios de que la
pintura de varios paneles11 (Fig. 4) que cubren las paredes del abrigo fue iniciada
en esta época; sin embargo, el análisis diacrónico de las figuras indica que la mayor
intensidad de su producción fue posterior a su utilización para rituales funerarios,
entre 7000 y 5000 años a. p.
10. Las industrias líticas del sitio de la Lapa Pequena presentó características semejantes, predominando residuos de lascamiento bipolar en cuarzo y calcedonia, siendo raros los artefactos formales (Bryan y Gruhn,
1978; Kipnis, 2003). Hasta ahora se ha publicado poca información sobre los demás sitios del Estado de
Minas Gerais con dataciones entre 10 000 y 8000 años a. p.
11. Las pinturas rupestres de Santana do Riacho tienen un estilo regional marcado, asociado a la tradición
Planalto. La mayor concentración de sitios rupestre de esta tradición se encuentra en el Estado de
Minas Gerais, limitando al norte con el Estado de Bahia y al sur con el Estado de Paraná. Predominan
las figuras monocromáticas de animales, en rojo, destacándose la representación de cérvidos; también
fue frecuente la presencia de aves y peces. Algunas escenas presentan pequeñas figuras antropomorfas
esquematizadas que cercan los animales que dominan la composición del panel, quizás representaciones
de caza (Prous, 1992, 1992/1993).
119
Amazonas: Ruta Milenaria
Análisis bioantropológicos realizados sobre una muestra de más de 200 cráneos
colectados en Lagoa Santa en los últimos 150 años indican homogeneidad de los
primeros pobladores de las tierras bajas suramericanas; sus características sugieren un
origen premongoloide (Alvim, 1977; Neves et al., 1993, 1996a, 1996b, 1997; Hubbe
et al., 2003). Los esqueletos de Santana do Riacho presentan el mismo patrón craneométrico del área de Lagoa Santa. Los patrones de desgaste dentario indican un
consumo elevado de plantas del cerrado; esta inferencia se confirma por la presencia
de restos de pequi, jatobá y licuri en los niveles fechados entre 10 000 y 8000 años
AP (Prous, 1992/1993).
Un proyecto reciente en Lagoa Santa, coordinado por Walter Neves, ha permitido la localización de varios sitios arqueológicos y la datación de materiales provenientes de sitios trabajados anteriormente por otros investigadores. Los resultados
obtenidos sugieren que el área presentó dos épocas de enterramientos, la más antigua entre 10 000 y 8000 años a. p. y la más reciente entre 2000 y 1000 años a. p.;
hasta el momento no se ha fechado ningún esqueleto humano o sitio arqueológico
en el holoceno medion. El segundo momento de ocupación está relacionado con
poblaciones horticultoras y ceramistas sin relación biológica con los grupos cazadoresrecolectores originales (Araújo et al., 2003).
El valle del río Peruaçu, al norte del Estado de Minas Gerais, presenta una ocupación contemporánea a la de Lagoa Santa; allí se han localizado más de 60 sitios en
abrigos rocosos en un área de 10 km2 asociados con paneles de pinturas rupestres. De
estos sitios se destaca Lapa do Boquete, cuyas colecciones líticas y arqueo-faunísticas
han sido estudiadas en mayor detalle (Fogaça 1995, 2001; Ribeiro et al. 1995/1996;
Fogaça et al., 1997; Kipnis, 2002). Once dataciones de los niveles de ocupación más
antiguos con fechas entre 12 170 y 9350 años a. p. estaban asociadas a fogones en
áreas de actividad domésticas, producción de artefactos líticos y procesamiento y
consumo de alimentos. Las excavaciones también permitieron la localización de
un bloque con grabados debajo de un fogón fechado de 9.350+80 a. p. (B-98573),
confirmando la relación entre los paneles rupestres de la región con las primeras
ocupaciones de cazadores-recolectores.
El estudio comparativo de las colecciones arqueo-faunísticas de Lapa do Boquete y Lapa dos Bichos, también situado en el valle del Peruaçu, indica que el patrón
de explotación de los recursos faunísticos característico de la transición pleistoce
no-holoceno se mantiene hasta el holoceno medio12, sobre todo el consumo de
mamíferos pequeños y medianos; también son abundantes los restos vegetales de
12. Algunas de estas especies también están representadas en las muestras más recientes de Santana do Riacho, indicando un patrón de explotación de recursos faunísticos similar a lo largo del holoceno (Kipnis,
2002).
120
Adriana Schmidt Dias
especies del cerrado. De las especies identificadas entre 12 000 y 8000 años a. p.
se destacan tapir (Tapirus terrestris), oso hormiguero (Tamanduá tetradactyle), pecarís
(Tayassu pecari y Tayassu tacaju), monos (Lagothrix lagothricha y Cebus apella), venado
(Mazama americana), armadillos (Euphactus sexcinctus y Dasypus novencictus), agouti
(Dasyprocta sp.), paca (Agouti paca), cuy (Cavia aperea) y conejo (Sylvilagos brasiliensis).
A diferencia de Lagoa Santa la industria lítica está caracterizada por desechos de
lascamiento unipolar resultantes de la producción de artefactos formales, unifaciales
y bifaciales en sílex, arenisca silicificada, cuarzo y calcedonia, materias primas disponibles localmente. La presencia de núcleos y lascas con retoque caracteriza estrategias
tecnológicas expeditivas, que predominan en las ocupaciones posteriores. Aunque
los artefactos son escasos en el área del abrigo a 20 metros de su entrada se encontró
un área de concentración de artefactos formales, predominando las piezas unifaciales;
también se halló un fragmento de biface similar a las que caracterizan la tradición
Itaparica en el centro-oeste y noreste.
Tomando como base el contexto arqueológico de Serranópolis Schmitz et al.
(1989) sugirieron que los sitios en abrigos rocosos de la tradición Itaparica, asociados con pinturas rupestres, eran espacios habitacionales intensamente utilizados en
los que vivían grupos de cazadores-colectores durante la estación lluviosa, cuando
la productividad de la flora del cerrado es mayor; estos grupos se habrían dispersado
por un territorio amplio durante la estación seca, que podría llegar hasta 2000 km2.
Esta hipótesis fue retomada por Kipnis (2002, 2003) para analizar la relación entre los
estilos regionales de arte rupestre en el centro y noreste de Brasil y los modelos de
movilidad de los cazadores-recolectores de la transición pleistoceno-holoceno. Los
estilos regionales de arte rupestre, sugiere Kipnis, evidencian el desarrollo y mantenimiento de redes sociales de larga distancia y habrían funcionado como marcadores
territoriales para garantizar el acceso de las bandas locales a áreas del territorio regional en los ciclos de movilidad anual; también habrían señalado los lugares de reunión
para intercambiar información y reforzar relaciones de parentesco/reciprocidad.
Cazadores-recolectores de floresta subtropical: Brasil meridional
Los datos paleo-ambientales del sur del Brasil muestran la estabilización de un clima
más húmedo y caluroso asociado a la expansión de la floresta subtropical desde hace
por lo menos 12 300 años; estas condiciones climáticas benignas coinciden con las
primeras ocupaciones humanas estables en el área. Por sus características ambientales
la ocupación humana del sur de Brasil parece no haber sido limitada por humedad,
temperatura y estacionalidad de los recursos; fue más bien estable en un clima más
templado que el del Brasil central, con relación a la disponibilidad de agua, y la
pampa argentina, con relación a bajas temperaturas y disponibilidad de agua (Stevaux, 2000; Behling y Negrelle, 2001; Araújo et al., 2003). Estudios palinológicos
realizados en el noreste del Estado de Rio Grande do Sul indican una tendencia al
121
Amazonas: Ruta Milenaria
desarrollo inicial de la floresta estacional subtropical hace unos 9800 años, en la misma época del inicio de la ocupación cazadora-recolectora del área (Dias, 1994, 2003;
Ribeiro y Ribeiro, 1999; Grala y Lorscheitter, 2001).
En el Estado de Rio Grande do Sul, 14 sitios arqueológicos presentan dataciones
alrededor de la transición pleistoceno-holoceno13. La mayoría de estos sitios está
asociada a depósitos fluviales situados a lo largo del curso medio del río Uruguay
(Miller, 1976, 1987). La datación más antigua de la región, 12 770+220 a. p. (SI 801),
fue obtenida en Arroio dos Fósseis (RS-I-50) a partir de un cráneo de Glossotherium
robustus asociado con guijarros y lascas retocadas; sin embargo, esta asociación parece deberse a procesos de arrastre fluvial y las piezas lascadas producto de procesos
naturales. Una situación similar ocurre en Passo da Cruz 2 (RS-Q-2), un depósito
discontinuo de materiales líticos y fosilíferos distribuido a lo largo de las barrancas
del río, con una datación indirecta de 12 690+100 a. p. (SI 2351) realizada a partir
de carbón natural (Milder, 1994 1995). Los demás sitios del área se localizan en barrancas próximas a las confluencias del río Uruguay con los ríos Ibicuí, Ijuí y Quaraí,
que marcan la frontera entre Brasil, Argentina y Uruguay. Diez y ocho dataciones se
realizaron en 10 sitios, indicando una ocupación inicial del área entre 11 555 y 8585
años a. p. Los conjuntos líticos, que no están asociados con megafauna, están compuestos por desechos de lascamiento unipolar y bipolar y artefactos bifaciales, en su
mayoría en calcedonia y arenisca silicificada, destacándose las bifaces pedunculadas y
de cuerpo triangular, características de la tradición Umbú. La mayoría de estos sitios
sólo fue sondeada para obtener muestras para datación; la excavación de 100 m2 de
Laranjito (RS-I-69) y Milton Almeida (RS-I-66) reveló la presencia de fogones
asociados a conjuntos líticos y restos de fauna de especie de los bosques de galería.
Las secuencias de dataciones obtenidas son indicadoras de patrones recurrentes de
ocupación de puntos específicos del paisaje, marcados por las zonas de confluencia
de cuerpos de agua.
El inicio de la ocupación de la región nordeste del Estado de Rio Grande do Sul
es contemporáneo a la ocupación del valle medio del río Uruguay, con dataciones
entre 9430 y 8020 años a. p. en dos sitios en abrigos rocosos situados en la meseta sur
brasileña: Garivaldino (RS-TQ-58), en el valle del río Caí, y Los Sinos (RS-S-327),
en el valle del Sangão. Los conjuntos líticos de la tradición Umbú en esta área pre-
13. Los pocos sitios de este período estudiados en el resto de la región subtropical brasileña presentan
contextos deposicionales, industrias líticas y dataciones cuestionables. Se destacan los sitios a cielo
abierto PR-LN-8, en el Estado de Paraná, y SC-U-6, en el Estado de Santa Catarina, con dataciones
indirectas de carbón natural en barrancas de ríos cuyas industrias líticas son producto de arrastre fluvial
de piezas asociadas a las ocupaciones horticultoras más recientes. En el Estado de São Paulo Alice Böer
presenta dataciones de termoluminiscencia de artefactos de sílex quemado en la franja de 10 000 años
a. p., asociados a dataciones radiocarbónicas del holoceno medio; una cronología semejante se obtuvo
en los demás niveles de ocupación de este sitio. Capelinha y Maximiliano, en el valle del río Ribeira do
Iguape, son excepciones; sus dataciones indican una posible relación con los contextos de la tradición
Umbú del sur de Brasil (Dias y Jacobus, 2001).
122
Adriana Schmidt Dias
sentan un patrón de organización tecnológica similar y estable a lo largo del tiempo;
la variabilidad que se ha documentado es producto de una intensidad diferencial en
la explotación de las materias primas disponibles localmente. Las materias primas
seleccionadas fueron tratados de forma diferenciada: la calcedonia y el cuarzo fueron
trabajados con tecnología bipolar y el basalto y la arenisca silicificada con tecnología
unipolar. Los artefactos formales son varios tipos de bifaces pedunculadas de cuerpo
triangular o apedunculadas de cuerpo lanceolado; su variación formal está relacionada con distintas estrategias de reducción de las materias primas y de reactivación de
las piezas y no con diferencias temporales. El estilo tecnológico común identificado
en las industrias líticas del área sugiere un modelo de organización social caracterizado por un alto grado de interacción entre las bandas, mediado por estrategias de
movilidad residencial frecuentes en un territorio amplio (Dias 1994, 1995/1996,
2003; Dias y Silva, 2001).
Las investigaciones realizadas en el alto valle del río Los Sinos permitieron identificar un patrón recurrente de ocupaciones de sitios en abrigos rocosos asociados a la
tradición Umbu entre 8800 y 440 años a. p. (Dias, 2003). Las excavaciones realizadas
en tres abrigos rocosos en esta área indican redundancias intra e inter-sitios en las
formas de ocupación del espacio, con patrones repetitivos de sobreposición de áreas
de actividad doméstica representadas por hogueras rodeadas por fragmentos de fauna
y desechos de lascamiento, lo que indica un patrón de descarte primario asociado a
ocupaciones rápidas, característico de un modelo de asentamiento marcado por una
alta movilidad residencial. Los vestigios arqueológicos de estas ocupaciones están relacionados, principalmente, con actividades de preparación, distribución y consumo
de alimentos, y producción y mantenimiento de artefactos. Los conjuntos líticos
son resultado de la fabricación de artefactos formales y bifaces (tecnología curada)
y de artefactos informales (tecnología expeditiva) elaborados sobre lascas unipolares
y bipolares. También se observó una tendencia a depositar intencionalmente junto a
las unidades domésticas materias primas de buena cualidad, quizás dejadas en avance
de la reocupación de los sitios.
El estudio de los conjuntos arqueo-faunísticos indica que la explotación inicial de
recursos de la floresta subtropical se mantuvo a lo largo del holoceno. Se destaca la
explotación de varios mamíferos, como comadreja (Didelphis sp), armadillos (Dasypus
septemcinctus, Dasypus novemcinctus y Cabassous tatouay), coatí (Nasua nasua), gato maracajá (Leopardus wiedii), mono (Alouatta fusca), pecarí (Pecari tajacu), paca (Agouti
paca), nutria (Myocastor coypus), tapir (Tapirus terrestris), venado (Mazama americana) y
capibara (Hydrochaeris hydrochaeris). También es frecuente la presencia de gasterópodos terrestres, pelecípodos fluviales, peces, aves y reptiles como tortuga, lagarto teiú
(Tupinambis teguixin) y yacaré (Caiman sp) (Ribeiro y Ribeiro, 1999; Jacobus, 2000,
2003; Dias, 2003).
123
Amazonas: Ruta Milenaria
La asociación de paneles de grabados rupestres con los sitios de cazadores recolectores de la floresta subtropical es menos frecuente que en el norte del país; su cronología en el noreste del Estado de Rio Grande do Sul es del holoceno medio. La
frecuencia de enterramientos humanos asociados a los sitios de la tradición Umbu es
baja; este hecho sugiere un modelo de asentamiento con alta movilidad14.
Consideraciones finales
Brasil cubre 47% del área total de América del Sur, por lo que los datos arqueológicos obtenidos allí sobre la transición pleistoceno-holoceno juegan un papel fundamental para la comprensión de los procesos de ocupación inicial y diversificación
cultural en las tierras bajas suramericanas. Las in vestigaciones desarrolladas en el
país en los últimos 40 años han tenido por objeto establecer una cronología de este
poblamiento y caracterizar las industrias líticas y las manifestaciones rupestres regionales, sistematizadas a partir del concepto “tradición”. La información disponible
sobre 67 sitios arqueológicos asociados a esta franja temporal indican diversidad de
respuestas adaptativas de las poblaciones que ocuparon inicialmente el territorio
brasileño. Estas primeras adaptaciones marcan el origen de un patrón de subsistencia
a lo largo del holoceno basado en la recolección de recursos vegetales y la explotación de animales pequeños y medianos. Sin embargo, las variaciones ambientales
regionales se reflejan en distintas estrategias de movilidad asociadas a la demarcación
de territorios regionales, representados por variaciones en las industrias líticas y en
los estilos de arte rupestre. Esta tendencia, que se estableció desde el principio del
poblamiento del territorio brasileño, se desarrolló a lo largo del holoceno medio y
resultó en aumento poblacional y diferenciación regional cada vez más marcados.
En algunos casos desaparecieron algunos rasgos culturales y fueron abandonadas
ciertas áreas, como e ocurrió con los cazadores-recolectores del cerrado asociados
a la tradición Itaparica. En otros casos las estrategias de adaptación desarrolladas al
principio del holoceno perduraron sin variaciones temporales hasta la conquista europea, como sucedió con los cazadores-recolectores de floresta subtropical asociados
a la tradición Umbú. Las transformaciones climáticas del holoceno medio también
generaron economías especializadas, tanto en la pesca y en la recolección de moluscos en el litoral del sur (sambaquis o concheros) como en la producción de cultígenos como mandioca en la Amazonía. Estas poblaciones horticultoras origi narias
de la Amazonía ocuparon desde hace unos 2000 años las tierras bajas de Suramérica
pobladas inicialmente por los cazadores-recolectores examinados en este artículo.
14. Estudios bioantropológicos realizados en tres cráneos de esta región, fechados entre 5.950+190 AP
(SI-234) y 1.720+65 a. p. (SI-2344), señalan la afinidad entre los cazadores-recolectores de la tradición
Umbu y los primeros colonizadores de Lagoa Santa (Neves et al., 2003).
124
Adriana Schmidt Dias
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Las Fachadas
de Venezuela
Mario Sanoja Obediente
El poblamiento y la colonización originaria del actual territorio venezolano, representa un evento muy particular dentro de la historia suramericana, masa territorial
de enormes proporciones que encierra una diversidad de regiones geográficas y climas, que condicionaron el modelado cultural y genético de los pequeñas bandas de
individuos, recolectores-cazadores generalizados, que entraron por primera vez en el
continente, quizás alrededor de 40 000 años antes del presente. Durante el período
de recalentamiento relativo del Wisconsin Medio (Krieger, 1964; Patterson, 1981:
244-245; Schobinger, 1988), cruzando los hielos, vadeando o navegando los brazos
de mar que separaban Asia de América.
Cuando observamos las características culturales que tenían las poblaciones humanas arcaicas suramericanas entre 13 000 y 10 000 años antes de ahora, podemos
apreciar que ya existían para esa época profundas diferencias culturales entre las
poblaciones que habitaban los diferentes territorios suramericanos. Por otra parte,
la distribución de los sitios arqueológicos revela que aquellas poblaciones primigenias ya ocupaban para dicho momento prácticamente todas las regiones geográficas
suramericanas: desiertos, punas, valles del alto ande, selvas tropicales, pampas, llanuras, etc., desde la costa del Mar Caribe hasta el extremo sur de la Tierra del Fuego
(Bryan, 1978; Dillehay, et alíi 1992).
Dichos procesos de colonización territorial y diversificación cultural y genética,
solamente pudieron haberse desarrollado como consecuencia de un largo período
de presencia humana en la tierra suramericana. Dicha variabilidad deben haber sido
131
Amazonas: Ruta Milenaria
el producto de procesos de derivación genética, étnica y cultural que habrían comenzado a operar desde hace muchos milenios anteriores a los 13 000 años antes del
presente; trataba sobre pequeñas bandas de individuos dispersas sobre vastos territorios, sujetos a rigurosos cambios climáticos, y modificaciones drásticas del relieve, de
la fauna, la flora y los cursos de agua.
Dichos cambios, y el aislamiento en que vivían aquellas bandas de recolectores
cazadores debido a las barreras geográficas, ecológicas y sociales, determinaron seguramente la aparición de diversos modos de vida, así como la ruptura del leguaje
o lenguajes originales en diversas variantes lingüísticas y dialectales. Investigadores
como Gnecco (2003: 16-17), consideran, por ejemplo, que el poblamiento de la
América tropical podría ser considerado como un lento proceso de colonización
territorial. En Norteamérica, por el contrario, durante los milenios finales del Pleistoceno existió una importante biomasa que condicionó el modo de vida de los primeros inmigrantes. Estos, explotaron un recurso contingente como son los rebaños
de animales gregarios, cuya reproducción y permanencia en una región determinada
escapaba al control de la acción humana. En consecuencia, su tecnología estaba
principalmente diseñada para explotar aquel recurso, no los suelos donde vivían los
rebaños; para vencer la precariedad de aquella contingencia, al igual que los antiguos
pueblos pastores asiáticos, su modo de vida tenía que estar culturalmente orientado,
preferentemente, hacia una existencia móvil dentro de las llanuras o sabanas.
En el caso particular del poblamiento originario de Suramérica y particularmente su región tropical, como ya se dijo, parece haber ocurrido un lento proceso de
colonización caracterizado por procesos territoriales de control de recursos naturales
de fauna y de flora. Los recursos de fauna, aunque abundantes, no estaban tan concentrados como parece haber sido el caso en Norteamérica, caso contrario a la abundancia, diversidad y accesibilidad de los recursos vegetales que parece haber existido
en Suramérica. Esta circunstancia habría motivado a sus pobladores originarios a
maximizar la explotación territorial de los mismos y en consecuencia a promover la
territorialidad y el sedentarismo (Gnecco, Ibid; Bate, 1983 II: 205-213).
Podríamos concluir que hacia 12 000-8000 antes de ahora, el territorio de Suramérica ya estaba o había estado ocupado grosso modo por tres grandes pueblos de
recolectores cazadores que se pueden distinguir como unidades sociales que compartían determinados rasgos culturales, que vivían y explotaban preferentemente
los recursos naturales de ciertos ecosistemas: 1) cazadores recolectores generalizados
del interior o litorales que ocupaban la mayor parte del continente suramericano,
particularmente la región integrada por las cuencas del Amazonas y el Orinoco, el
Matto Grosso, el nordeste brasileño, el Macizo Guayanés, los valles y cuencas de
los Andes de Colombia, el litoral chileno, peruano, ecuatoriano y colombiano y la
pampa argentina. 2) Cazadores recolectores con un ajuar lítico especializado que ha132
Mario Sanoja Obediente
bitaban los valles costeros del noroeste de Venezuela, los valles alto andinos y la puna
de Perú y Ecuador; 3) cazadores recolectores con un ajuar lítico multifuncional que
ocupaban la región de mesetas y llanuras del cono sur del continente (Bate 1983;
Schmitz 1987; Ardila et al. ). Los límites físicos de aquellos espacios geográficos no
corresponden generalmente con divisiones culturales claramente especificadas, ya
que las áreas de ocupación humana se solapan indicando que la coexistencia parece
haber sido la norma de vida de de los diversos pueblos originarios suramericanos.
Para finales del Pleistoceno, las poblaciones de antiguos recolectores cazadores
generalizados ya habían colonizado prácticamente todo el territorio suramericano.
Entre 14 000 y 10 000 años a.p. ya encontramos, como se dijo, una gran diversidad
de poblaciones arcaicas de recolectores cazadores generalizados cuyo ajuar tecnológico consistía en lascas, percutores y raspadores de cuarcita y sílex, microláscas de
cuarzo y una variada industria de hueso, los cuales ya habitaban el sureste de Brasil,
los valles del Amazonas y el Orinoco y el Macizo Guayanés, los valles intermontanos
de la cuenca del río Cauca y la meseta Cundiboyacense de Colombia, al litoral septentrional de Chile, y el litoral de Perú y Ecuador y el litoral atlántico desde el norte
de Argentina hasta el noroeste de Venezuela, Trinidad y Guyana.
La caza de la megafauna pleistocena, a la par que la de la fauna neotrópica, fue
también practicada por las antiguas poblaciones de antiguos cazadores recolectores
generalizados. Como nos comentaba jocosamente una vez el fallecido prehistoriador
mexicano José Luís Lorenzo, aquellas poblaciones no se organizaban cada día para
cazar su mamute cotidiano; estos eran más bien presas capturadas ocasionalmente,
cuando los cazadores hallaban las condiciones materiales apropiadas para hacerlo.
Vemos así que en diversos campamentos cavernarios de recolectores cazadores generalizados donde no estan presentes puntas líticas de proyectil lanceoladas bifaciales,
tal como en la meseta bogotana (Van der Hammen y Correal, 2002; Correal, 1993,
etc.), en la costa norte de Chile, sitios de Quereo y Tagua Tagua 11 1000 años a.p.,
o en la pampa al sur de Buenos Aires, sitio La Moderna (Lavallée, 1995), entre otros,
se han hallado también los restos esqueléticos de mamutes y otras especies de fauna
pleistocena que fueron destazadas y comidas por sus habitantes.
Las pocas evidencias esqueléticas que nos permiten tener una cierta idea del
aspecto físico de poblaciones paleo-asiáticas y paleomongoloides originarias suramericanas, indican que entre 10 000 y 8000 años en diversos sitios de Colombia,
Brasil, Perú y Chile, ya habitaban personas de talla media, con un fuerte desarrollo
muscular, dolicocéfalos, de cabeza alta (hipsicráneos), frente angosta y corta, nariz
ancha (platirrino) y un pronunciado prognatismo alveolar (Stewart, 1950; Newman, 1953; Ardila, 1984: 27; Correal Urrego y Van der Hammen, 1977: 125-153;
Lavallée, 1995: 87).
133
Amazonas: Ruta Milenaria
Para comprender las características genéticas y culturales, particularmente las lingüísticas, de los primigenios habitantes de Suramérica, es importante destacar, en
relación a ese respecto, que la ausencia total del factor sanguíneo Diego, que caracteriza las primeras poblaciones paleoasiáticas, está ausente también en poblaciones
de recolectores-cazadores contemporáneos que habitan la cuenca del Orinoco, tales
como,: yanomama, waica, jiwi y warao (Layrisse y Wilbert, 1999). De ello podría inferirse que dichas poblaciones recolectoras cazadoras podrían ser quizá relictos de las
primeras oleadas de pobladores paleoasiáticos que llegaron al continente americano
y a Suramérica.
Aquellos grupos fueron clasificadaos por Greenberg (1987:389; Layrisse y Wilbert, 1999: 171-174) como pertenecientes a la familia chibcha-paezana, familia
macro chibcha de lenguas con una amplia dispersión territorial, cuyos miembros
sobrevivientes están distribuidos desde la Florida y la Baja Mesomérica a través del
norte de Colombia, el delta del Orinoco y el suroeste Venezuela, hasta el Brasil
central y Argentina. Greenberg (ibíd: 335) adelantó la hipótesis de una fecha razonable de 1000-11 000 años a.p. para el origen de algunas lenguas macro-chibcha.
De igual manera, Swadesh (1959) corroboró dicha propuesta, proponiendo una
fecha de 10 000 años antes del presente para el inicio de la divergencia entre las
lenguas macro-chibcha. De una muestra de 11 086 individuos hablantes de lenguas
macro-chibchas tomada de 14 grupos tribales de Mesoamérica y de diecisiete grupos tribales de Suramérica, particularmente los Chibcha-Paezano, menos del 2%
(0.0168) eran DI.A positivos tipo de sangre (Layrisse y Wilbert, 1999:26), hecho
que habla a favor de la antigüedad de dichas lenguas.
Una nueva oleada de pobladores paleo-mongoloides que no presentaban todavía
el antígeno Diego (DI. A-), (Layrisse y Wilbert, 1999: 156) comenzaron a entrar en
América hacia 30 000 años a.p., llegando al itsmo de Panamá alrededor de 25 00023 000 a.p., conocidos en la literatura arqueológica como paleoindios, equipados con
una tecnología y un ajuar especializado para la caza de la megafauna pleistocena:
puntas de proyectil bifaciales, raederas, cuchillos, etc. El ajuar de instrumentos líticos
de producción que poseían estas poblaciones podría tener su antecedente en las industrias de lascas de tradición musteriense-levallois de Siberia donde entre 55 000 y
28 000 + 350 años antes del ahora ya están presentes rústicas puntas de proyectil de
forma triangular (Sanoja y Vargas-Arenas, 1992: 30).
Diversos investigadores en diferentes épocas han argumentado sobre la existencia
de similitudes técnomorfológicas entre el instrumental lítico de los cazadores recolectores de Norteamérica y Suramérica y el de las las culturas de cazadores mustero-Aurigñacieneses del Paleolítico Medio (Müller-Beck, 1966) o del Paleolítico
Superior (Bradley y Stanford, 2004). Según la teoría presentada por estos dos últimos
autores, la cual pareciera hallar apoyo en la tesis de Cavalli-Sforza, (2000?) sobre la
134
Mario Sanoja Obediente
reducida distancia genética entre las poblaciones de Europa y América (Ibíd, 2000:
46-48), algunas de aquellas tradiciones líticas paleoindias podrían estar relacionadas
con otras del Paleolítico Superior de Europa Mediterranea tales como el Solutrense,
cuyos rasgos técnicos se reproducen en la denominada Tradición Clovis definida
en Norteamerica. Según Bradley y Stanford (Ibíd, 2004: 470-73), habría existido
una tradición marítima solutrense en el norte de España a partir de la cual podrían
haberse desarrollado viajes de exploración a lo largo del mar de hielo existente en
el Atlántico norte durante el último máximo glacial (LGM), región de una intensa
productividad biológica: mamíferos terrestres y marinos, peces y aves migratorias.
Estos recursos habrían sido suficientes para mantener las poblaciones solutrenses
que se habrían aventurado hasta el litoral atlántico de Norteamérica y que nunca
retornaron a Europa. Otros prehistoriadores europeos como Clark (1980: 92-100),
consideran también que las expediciones de pesca marítima que ya existían en Europa Occidental por lo menos desde el Mesolítico, podrían haber generado viajes de
exploración geográfica desde, por lo menos 8000 años antes del presente.
Diversas bandas de estos nuevos pueblos cazadores hallaron su nicho en el litoral noroeste de Venezuela, Estado Falcón, en los valles intermontanos de los Andes
Centrales, el noroeste argentino y Tierra del Fuego. Dichas bandas de cazadores
recolectores tenían –al parecer– una preferencia por asentarse en las regiones donde
se refugiaba la megafauna pleistocena de grandes herbívoros al mismo tiempo que
otras especies modernas.
Alrededor de 13 000 años a.p., importantes grupos de pobladores paleoindios de
tradición Clovis habían formado enclaves en los valles costeros y subandinos del
noroeste de,Venezuela, y en los valles intermontanos y la puna de los Andes centrales, donde existía una agregación importante de fauna pleistocena: mamutes, llamas,
caballos, lobos, etc. La Tradición El Jobo de puntas lanceoladas bifaciales (Cruxent
y Rouse, 1961; Oliver y Alexander, 1990) estaba emparentada, al menos tecnológicamente, con los grupos humanos que al entrar a Suramérica se habían difundido
hasta los valles andinos y la puna de los Andes centrales, el norte de Chile y el
Noroeste Argentino (Rex Gonzalez, Cardich, Lautaro). Otra tradición poco estudiada todavía, conocida como tradición El Cayude, Falcón, (Szabadich M. 1997,
Szabadich J., 2005) y otros sitios como La Hundición, Edo., Lara.Venezuela (Sanoja
y Vargas, 1999), presenta un ajuar de instrumentos líticos de sílex cuyas formas son
reminiscentes de las de la Tradición Clovis, resaltando particularmente las puntas de
proyectil aflautadas y las puntas “colas de pescado” reminiscentes de las de tradición
magallánica de Tierra del Fuego (Mayer-Oakes, 1974) y de las similares existentes
en los valles andinos de Ecuador, sitio El Inga, cuya fecha más temprana es de 9030
años a.p. (Bell, 1965; Salazar, 1980). En los valles subandinos de Cubiro, Estado Lara,
Venezuela, se han hallado puntas de proyectil cola de pescado similares asociadas
espacialmente con los restos esqueléticos de un megaterio, fechados por colágeno
135
Amazonas: Ruta Milenaria
en 6840 + 190 (Molina, 1991). Restos esqueléticos de megaterios han sido hallados
en diversos puntos y ciertas especies de la macrofauna pleistocena que se habrían
extinguido definitivamente hacia 5000 años antes de ahora.
La dicotomía de sociedades sedentarias del Atlantico y el Pacífico
Hace unos 10 000 o 12 000 años, se produjeron cambios importantes en el nivel del
mar, el cual alcanzó aproximadamente su nivel actual hacia 8000 años antes de hoy,
determinando, asímismo modificaciones tanto en el relieve litoral como en el de las
grandes cuencas fluviales suramericanas. A partir de aquel momento, la estabilización
de las condiciones materiales de vida determinó que las distintas comunidades de recolectores cazadores desarrollasen diversos géneros de vida basados en la explotación
de los principales recursos naturales de subsistencia, particularmente plantas útiles y
comestibles que dominaban el ambiente circundante, determinando la aparición de
un lento proceso de territorialidad que habría de culminar hacia 5000 años con la
aparición de sociedades sedentarias.
Sedentarización y diversidad lingüística
La fachada amazónica
A comienzos del holoceno, hace 10 a 8 mil años en el este de Suramérica, las
poblaciones de antiguos recolectores-cazadores habitantes de las regiones litorales
y del interior que se extendían desde el norte de Argentina, Uruguay y el sur de
Brasil hasta el Delta del Orinoco y la isla de Trinidad, consolidaron géneros de vida
generalizados de caza, pesca, recolección y cultivo de plantas útiles, particularmente
raíces, tubérculos y palmáceas (Sanoja, 1982). En las regiones litorales, la subsistencia
se fundamentó esencialmente en la recolección de conchas marinas, la pesca y la caza
terrestre centrada principalmente en torno a ecosistemas húmedos como los manglares. En las regiones del interior, la recolección de bivalvos y moluscos de agua dulce se complementaba con la pesca riparia o lacustre, la caza terrestre, la recolección y
el cultivo de plantas vegetativas. La similitud de sus contenidos cualitativos, estimuló
entre la población de ambas regiones una sinergia que contribuyó grandemente a
disminuir el nivel de contradicción y la velocidad del cambio social.
Si analizamos los datos arqueológicos del Alto Madeira, Brasil, (Miller, 1992: 227228; Meggers y Miller, 2003) observamos ya la presencia de formas incipientes de
cultivo ejemplarizados en la tradición Massangana, 3850 + 70 y 3140 + 70 años a.
p., evidenciadas por la presencia de pequeños morteros, piedras de moler y manos
así como hachas y azadas líticas. Este contexto es reminiscente del de otros sitios
arqueológicos localizados en épocas más tempranas en el noreste de Suramérica tales
como Banwari Trace, Trinidad, 8000-4000 años antes del presente (Veloz Maggiolo,
136
Mario Sanoja Obediente
Harris, Boomert, 2000) –y el sitio Las Varas, Golfo de Paria, Venezuela, 4600 + 70
años a.p, (Sanoja y Vargas-Arenas 1955) donde un segmento de los antiguos grupos
recolectores-pescadores litorales ya había desarrollado un modo de trabajo caracterizado por la manufactura de instrumentos líticos pulidos como hachas, azadas,
morteros y manos de moler cónicas que sugieren el cultivo o procesamiento de recursos vegetales combinado con la recolección marina, la pesca, la caza terrestre. Ello
parece indicar que entre 8000 y 5000 años antes de ahora, se habría comenzado a
desarrollar el sistema agrario de la vegecultura (Sanoja, 1997), como una tendencia
hacia el sedentarismo basado en la explotación de los recursos alimenticios existentes, entre otros, en los ecosistemas húmedos que se desarrollaron en las zonas litorales,
desembocaduras de los ríos, lagunas litorales y antiguos estuarios desde comienzos
del Holoceno (Sanoja y Vargas, 1995, etc.) y en las cuencas fluviales del interior. Ello
parece haber propiciado también la domesticación incidental (Rindos 138-139), de
plantas como la yuca (Manihot sp), el ocumo, el ñame, posiblemente la Canna edulis
(Sanoja y Vargas-Arenas, 1995:295-296; Sanoja), y palmas como el moriche (Mauritia flexuosa) la medula de cuyo tronco permite obtener una harina muy nutritiva.
De la misma forma, podemos observar que para 4600 años a.p. en el sitio Las Varas,
Venezuela, (Ibíd. 1955: 297-327) los antiguos recolectores, pescadores y cazadores del
litoral ya vivían en aldeas estables ubicadas a orillas de las lagunas litorales recubiertas
por extensos bosques de manglar.
De manera coincidente con el origen del cultivo de plantas y los inicios de la vida
sedentaria en el noreste de Suramérica, fue alrededor del año 4000 antes del presente, según los datos proporcionados por la lingüística (Swadesh, Urban, Noble, Greenberg, Migliazza et al., 1988), cuando se produjo un importante evento histórico: la
consolidación de las principales familias lingüísticas suramericanas, lo cual podría
estar relacionado con la consolidación de la producción de alimentos y el proceso
de sedentarización que se estaba operando en la sociedad de recolectores cazadores.
Para entonces los grupos originarios vinculados a las familias proto-arawak, proto-ge,
pano, proto-caribe, proto-tupí y proto-tucano, ocupaban —predominantementela región centro-atlántica de Suramérica. Por otra parte, para aquel mismo momento
la región centro-pacífica de Suramérica ya estaba ocupada predominantemente, de
norte a sur, por grupos originarios de las familias chibcha, quechua y aymara.
En el noreste de suramérica se desarrollaron diversos géneros de vida centrados en el cultivo de plantas vegetativas tropicales. La evidencia arqueológica indica
—como ya se explicó- que esta ya existía en la región de Paria, Venezuela, hacia
4200 años antes de ahora, y en el noroeste de Guyana, hacia 4000 años antes de
ahora. En Brasil, el descubrimiento de la alfarería y el cultivo de plantas vegetativas
tropicales se efectuó también en fechas similares, evidenciando que se trató posiblemente de invenciones o descubrimientos que se efectuaron simultáneamente en
el seno de antiguas poblaciones recolectoras cazadoras que estaban tratando de dar
137
Amazonas: Ruta Milenaria
respuesta a condiciones sociohistóricas concretas como el crecimiento vegetativo
de la población. No se trataba sólo del efecto de la variable demográfica sino del
conjunto de situaciones relacionales que ello acarrea como es la necesidad de tener
acceso en tiempo y cantidades predecibles, a los suelos que permiten la producción
controlada de alimentos vegetales y a los nichos y ecosistemas que albergan los recursos de fauna y flora que complementan al cultivo de plantas. Consecuencia de
dichas situaciones sociohistóricas concretas fue el sedentarismo y la transformación
de las relaciones sociales de producción, la territorialidad y el desarrollo de formas
singulares de identidad cultural o étnica que se manifestaban particularmente en el
vehículo de comunicación, las lenguas y dialectos. Ello alude a nuestra definición de
un sistema agrario como un conjunto finito de relaciones entre elementos que son
constantes tales como los suelos, el clima y la plantas cultivadas, y elementos que son
variables tales como los medios de producción y la organización social de la fuerza
de trabajo para actuar dentro del sistema (Sanoja, 1997: 20-21).
En la República Dominicana, hacia 2000 años antes de ahora, grupos de
inmigrantes provenientes de las regiónes de Paria y el Bajo Orinoco, Venezuela,
introdujeron el método para cultivar y procesar la yuca amarga aplicándolo también
a especies locales de raices como la guáyiga (Zamia integrifolia). De igual manera,
trajeron consigo la tecnología de manufactura de la alfarería y las pautas de vida
sedentaria dando nacimiento, posteriormente, a sociedades complejas como la Taina
(Veloz Maggiolo, 1991).
El carácter disperso de las poblaciones, concentradas principalmente a lo largo
de los grandes ríos, en las cuencas lacustres y las regiones litorales, la falta de rebaños
de ganado domesticable como los que existían en los Andes centrales y el carácter
estacional de los modos de trabajar dependientes de los ciclos anuales de los ríos,
propició el desarrollo de un sistema sociocultural que funcionaba también cíclicamente, bloqueando el proceso de acumulación progresiva de conocimientos tecnológicos y experiencias sociales como el ocurrido en la región andina del occidente
de Suramérica.
Desde inicios de la era cristiana, las poblaciones hablantes de lenguas tupi-guaraníes, arawakas y caribes ya estaban colonizando el extenso territorio que va desde
las bocas del Río de La Plata, Argentina, hasta la cuenca del Amazonas y de allí hasta
la cuenca del Orinoco, la costa Caribe y las Pequeñas y Grandes Antillas. En ciertas
regiones privilegiadas donde existían ríos o lagunas, suelos agrícolas propicios al
cultivo combinado de plantas vegetativas y del maíz, la caza, la pesca y la recolección
tales como varzeas, bosques rebalseros, bosques de manglar, selvas de galerías, bosques
de palma moriche, etc., se originaron formaciones aldeanas igualitarias de complejidad sociopolítica variable tales como las que existieron en la cuenca del medio y bajo
Amazonas, Brasil, en la cuenca del Paraná-Paraguay y las sabanas del Gran Chaco en
138
Mario Sanoja Obediente
la cuenca del medio y bajo Orinoco y otras poblaciones social y estructuralmente
complejas en los llanos altos de Barinas y Apure, los valles de Carora y Quíbor y
la cuenca del lago de Valencia, Venezuela, en el Bajo Magdalena, Colombia y en las
Grandes Antillas, conocidas estas últimas como Taínas, en Quisqueya (Haití-Santo
Domingo), Borinquen (Puerto Rico) y Cuba .
El litoral del Pacífico
Cuando analizamos la dinámica histórica de los pueblos de la vertiente occidental
de Suramérica, encontramos que en el litoral pacífico de Ecuador, Perú y el norte
de Chile, desde el año 8000 antes de ahora, grupos humanos recolectores marínos,
pescadores y cazadores comenzaron a desarrollar procesos de recolección y proto-cultivo de plantas útiles que culminaron hacia 5000-4000 años a.p. en sociedades
aldeanas agroalfareras plenamente sedentarias. De esta manera, los antiguos modos de
vida cazadores recolectores comenzaron a dar paso a nuevos modos de vida donde la
recolección marina, la pesca, la caza terrestre, la recolección y cultivo de plantas comestibles se transformaron en el fundamento de las nuevas formas de vida sedentaria.
Estas transformaciones en los modos de vida de las poblaciones originarias, podrían
relacionarse con el influjo de nuevas poblaciones humanas braquicefálicas neomongoloides Diego positivas(Di-+), muy parecidas a las poblaciones modernas del norte de
Asia, que entraron en América por Alaska alrededor de 9000 años antes del presente y
se expandieron a través de Norteamérica. Alrededor de 7000 años antes del presente,
según Layrisse y Wilbert (Ibid., 1999: 188), algunos de esos grupos llegaron al Istmo de
Panamá y penetraron en Suramérica colonizando el litoral pacífico y las región andina
desde Colombia hasta el norte de Chile y Argentina, cuyos descendientes son conocidos como quechuas, y aymaras. En la sabana de Bogotá, el registro arqueológico indica
que la población originaria agricultora de filiación chibcha, estaba constituida en un
80% por individuos braquicéfalos, y en un 20% por dolicocéfalos de las poblaciones
arcaicas suramericanas (Silva Célis, 1945; Correal Urrego y van der Hammen, 1977:
129). Ello indicaría que desde el año 7000 antes del presente, se estaban produciendo
grandes cambios cualitativos en estas regiones del continente, expresados en procesos
de mestizaje, sedentarización, domesticación de plantas, producción de alfarería y cestería e inicio, en general, de formas de vida aldeana.
Sobre la fachada pacífica suramericana, el océano aseguraba a las poblaciones
originarias una fuente de alimentos marinos, abundante y variada durante todo el
año. El litoral oceánico, caracterizado por una extrema aridez, estaba interrumpido
de trecho en trecho por ríos que bajan de las serranías andinas, formando en su
desembocadura extensos suelos aluviales que servían de nicho a una gran diversidad de flora y fauna terrestre. Como consecuencia de un largo período de maduración social y cultural, las antiguas bandas de pescadores, cazadores y recolectores
139
Amazonas: Ruta Milenaria
de plantas se transformaron, hacia 5800, en comunidades agrícolas sedentarias que
practicaban la pesca y la recolección marina. En un cierto momento comenzaron a
derivar hacia sociedades complejas, donde comienzan a construir, en el medio de las
aldeas, estructuras de adobe piedra que servían como templos y asiento de grupos de
individuos que controlaban la producción y la distribución de los bienes producidos.
Procesos similares comenzaron a producirse en los valles andinos, fundamentados en
la domesticación de animales gregarios y el cultivo del maíz y la papa, originando así
procesos de integración altitudinal entre los diversos géneros de vida litorales y del
interior (Moseley, 1975; Lumbreras, 1983; Lavallée, 1995).
En los valles andinos del sur de Colombia, las evidencias arqueológicas parecen
indicar que ciertos grupos de antiguos recolectores cazadores ya practicaban la recolección, el cultivo y la domesticación de plantas como el maíz y la calabaza y frutos
como el aguacate (Persea americana), desde hace 4000 años a.p. (Rodríguez). De
manera concurrente, sobre el litoral pacífico suramericano, los Andes Centrales y
el norte de Argentina, la simbiosis entre los recolectores cazadores altoandinos y los
del del litoral dió paso a un proceso de neolitización marcado por el descubrimiento
del cultivo de plantas como los frijoles, el maíz, la papa, la arracacha y otras raices
y tuberculos, loa calabaza, el ají, y otros productos vegetales, conjuntamente con la
domesticación de camélidos como las llamas y las alpacas.
La sinergia entre las poblaciones originarias que habitaron el litoral pacífico del
norte de Chile, Perú, Ecuador y el litoral atlántico colombiano con las de las serranías andinos, fue una de las condiciones para desarrollar modos de vida que permitieron lograr un progresivo dominio de los diversos ambientes y recursos naturales
existentes tanto en el litoral como en los valles serranos y altoandinos. Ello se logró
mediante formas de integración altitudinal socioeconómicas y culturales que sirvieron de fundamento, posteriormente, al nacimiento de las sociedades sedentarias
complejas, los estados “prístinos” y la sociedad clasista inicial de la región andina.
Lo que se denomina como el área andina central, la costa desértica o semidesértica, la cordillera y el piedemonte oriental o amazónico presentaba biotopos favorables
para el desarrollo de sociedades complejas: a) la biomasa marina más rica del hemisferio occidental, b) un desierto costero habitable solamente en la desembocadura de
los cursos de agua que descienden de las serranías andinas formando oasis aislados,
c) la concentración de especies animales como las llamas y alpacas susceptibles de
ser domesticadas y d) la existencia de plantas domesticables, comestibles y útiles en
general, tanto en el litoral pacífico, las serranías andinas y el piedemonte amazónico.
Las sociedades de la región andina central diseñaron, en consecuencia, una nueva
concepción de la apropiación y desarrollo de los recursos naturales, que integraba los
diferentes ecosistemas productivos dentro de una red de intercambios económicos,
140
Mario Sanoja Obediente
tecnológicos y culturales dominada por un modo avanzado de producción agropecuaria. Gracias a este proceso de neolitización que impactó todas las sociedades
regionales, en el lapso comprendido entre los años 6000 y 4500 antes de ahora, florecieron también aldeas agroalfareras, en la costa del Perú, la costa de Guayas, Ecuador
y la costa caribe colombiana, así como en los valles intermontanos de los actuales
Perú, Bolivia Argentina y Ecuador, iniciando así un desarrollo poblacional y tecnológico que hizo posible la expansión económica tanto del área central andina como
de su periferia a partir de un régimen clasista políticamente centralizado, categoría
que describen los clásicos como Palerm (1976) y Wittfogel (1981) como Modo de
Producción Asiático o Despótico (2).
En la periferia septentrional de dicho imperio, Colombia y el occidente de Venezuela, se desarrollaron también sociedades altamente complejas de tipo estatal. En el
caso de Venezuela., muy posiblemente desde 3500 años antes de ahora, ya existían en
el valle de Carora, Lara, aldeas sedentarias donde ocurrió domesticación secundaria
de plantas como el maíz y la auyama, la manufactura de una alfarería reminiscente de
la de Valdivia, costa de Guayas, Ecuador, hace 6000 años, culminando en el siglo XVI
de la era con el desarrollo de sociedades tipo estado como la caketía y la timoto-cuica donde se formaron centros proto-urbanos basados en la agricultura de regadío y
el cultivo en terrazas, la producción artesanal de tejidos, alfarería y bienes suntuarios.
El modelo de desarrollo que sirvió de base a la sociedad clasista inicial de los
Andes centrales, tuvo efectos muy atenuados en las sociedades tribales del oriente de
Suramérica, a pesar que hubo relaciones constantes entre las poblaciones de la región
pacífica y la región atlántica. Uno de estos contactos, que esta plenamente documentado, es la presencia hacia el año 3000 antes de del presente, de sitios arqueológicos
como Barrancas en el Bajo Orinoco cuya alfarería está relacionada con culturas del
formativo temprano y medio de la vertiente amazónica de los Andes centrales tales
como Kotosh y Chavín (Sanoja, 1979). La excelencia de la manufactura alfarera característica del formativo andino, dio origen, entre 3000 y 2200 años antes de ahora
a una compleja tradición ceramista como Barrancas, pero no reprodujo ni las pautas
de organización social ni de vida urbana del formativo andino. Ello nos indica que
el nacimiento de las sociedades urbanas no se origina en acciones voluntaristas de
colectivos humanos, sino que responde a condiciones sociohistóricas concretas cuya
propia concreción necesitaba la constitución de núcleos de población agregados y
estables, las cuales no se dieron en el Bajo Orinoco hasta comienzos del siglo XVII
de la era Cristiana.
Conclusión
Cuando consideramos el resultado final de aquellos procesos milenarios, podemos
observar que los mismos culminaron en el siglo XV de la era con la formación en
141
Amazonas: Ruta Milenaria
Suramérica de sociedades regionales cuyo grado de desarrollo de las fuerzas productivas iban desde imperios, Estados y señoríos hasta bandas de recolectores cazadores. Todas esas sociedades coexistieron en el tiempo y en el espacio, sin ignorarse.
Consideradas aisladamente, cada una constituía una singularidad. Consideradas en su
conjunto forman una totalidad cuyo perfil cultural la diferenciaba del resto de otras
similarmente constituidas en el continente americano.
En el caso particular de las fachadas históricas de Venezuela, vemos claramente
que ellas son el producto de procesos de colonización humana del territorio del
norte de Suramérica iniciados hace por los menos 30 000 años. Pequeñas bandas
de recolectores cazadores generalizados quienes, para 13 000 - 10 000 años antes de
ahora ya habían comenzado a desarrollar procesos de territorialidad. Allí se encuentra el orígen de la diversidad cultural y etnica de la nación venezolana así como de
su importancia geoestratégica en el contexto regional suramericano.
142
Mario Sanoja Obediente
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145
La Reconstrucción de la
Pre-historia Amazónica:
Algunas Consideraciones Teóricas
Betty J. Meggers y Clifford Evans
En parte por la juventud de su ciencia y pór otra por la complejidad del material
de que se trata, los antropólogos tienen apenas desarrollado un pequeño cuerpo de
premisas teóricas generalmente aceptadas, siendo la más importante, la ausencia de
coincidencia entre razas, lenguajes y culturas; de hecho, la independencia de esas
variables es enfatizada en todos los libros textos introductorios.
Los datos etnográficos demuestran claramente qye los hablantes de la misma lengua o de lenguas emparentadas muchas veces poseen tipos de culturas distintos y viceversa. La ausencia de coincidencia entre raza y lenguaje o cultura es especialmente
evidente en el mundo moderno, en que caucasoides, mongoloides y negroides, con
diferentes medios de vida, pueden ser igualmente peritos en inglés, francés, español,
portugués u otra lengua cualquiera. Esa independencia resulta del hecho de que
cultura y lenguaje son comportamientos aprendidos y de la habilidad de aprender
bajo condiciones propicias, características de todas las variedades del Homo sapiens.
La imposibilidad de presumir una correspondencia entre tradiciones arqueológicas y familiares lingüísticas, complica la tarea de reconstrucción de la pre-historia.
Sería mucho más fácil, por ejemplo, sí una tradición cerámica de amplia distribución
pudiese ser interpretada como reflejo de la dispersión de una familia lingüística
particular. Esa equivalencia fue propuesta a veces especialmente por arqueólogos
aficionados, los cuales hablan de cerámica arawak o kcrib. Ocasionalmente, arqueólogos profesionales se descuidan de la inconsistencia de ese modo de pensar. Ejemplo
reciente es la teoría de Lathrap, quien atribuye la cerámico incisa modelada a ha147
Amazonas: Ruta Milenaria
blantes arawak y la cerámica pintada a hablantes tupiguaraní. ambos imaginados por
él como originarios del río Amazonas, en las proximidades de la boca del río Negro
y como dispersándose de esa “tierra natal” hacia lugares distantes de América del Sur
(Lathrap, 1970: 76-7).
Este artículo tiene por objeto, en un contexto geográfico más amplio, comentar
alguna de las evidencias lingüísticas y arqueológicas y discutir ciertas consideraciones culturales y ambientales, que deben ser consideradas en cualquier esfuerzo para
la reconstrucción del pasado del hombre en la Amazonia. Como los datos en todos
los campos son aún mínimos, las reconstrucciones que siguen serán reconocidas
como hipotéticas. Representan esfuerzos para demostrar la utilidad de la cooperación interdisciplinar en la conceptualización de problemas analíticos que puedan
servir como estímulo para investigaciones en esta fascinante porción del continente.
Los más notables tipos de datos para la reconstrucción de la pre-historia amazónica son los residuos arqueológicos, las distribuciones lingüísticas y los estudios
paleoambientales. Los restos arqueológicos tienen la ventaja de mostrar no sólo donde varios tipos de rangos culturales se dieron, sino también, asociados con el C-14
y otros métodos de ubicación cronológica, el tiempo durante el cual, un particular
elemento o complejo existió en un área específica. En las regiones húmedas la evidenció material está restringida desafortunadaménte a residuos no perecibles y a lo
que se puede inferir de la composición y localización de los propios sitios.
El análisis lingüístico, cuando es suficientemente avanzado para permitir tratamiento léxico-estadístico, puede proporcionar fechas aproximadas para la separación
de familias, subfamilias y lenguas; sin embargo el hecho de ser las lenguas intangibles,
imposibilita identificar con rigor dónde se dio la separación. Consideraciones teóricas llevaron a los lingüistas a considerar la región con mayor número de familias con
lo “tierra natal” del tronco lingüístico (Dyen, 1956) y esa proposición será admitida
en la discusión a seguir. Los datos paleoambientales son importantes porque los cambios climáticos pueden afectar drásticamente las fuentes de subsistencia, lo suficiente
para alterar las adaptaciones culturales o provocar migraciones para la región.
A pesar de que la información etnográfica ofrece indicaciones valiosas para la
interpretación del registro arqueológico, ésta es de uso limitado en la reconstrucción
histórica porque los elementos culturales son altamente susceptibles a modificaciones bajo presiones adaptativas del ambiente local. Esta es de hecho la principal
razón de la falta de correlación entre lenguaje y cultura. Cualquier lengua puede
ser hablada en cualquier tipo de ambiente, a la vez que otros aspectos de la cultura
deben alcanzar un cierto equilibrio con los recursos edáficos y bióticas locales, en
caso de que el grupo pretenda sobrevivir por largo tiempo. Lo inverso es también
verdadero, esto es, una nueva lengua puede ser impuesta a una población indígena
148
Betty J. Meggers y Clifford Evans
(como procedieron los incas, exigiendo que los residentes de las áreas conquistadas
aprendiesen el Quichua), sin que otros aspectos del complejo cultural pre-existente
sean afectados.
Aunque el tema de este artículo sea la pre-historia amazónica, es imposible limitar la discusión a la Hoya Amazónica, no sólo porque los datos relevantes son
pocos y esporádicos, sino también por ser obvio que lo ocurrido en la Amazonia
sólo podrá ser entendido en el contexto de una más dilatada perspectiva geográfica.
Dos de los troncos lingüísticos más difundidos —Tupiguaraní y Arawak— poseen
representantes fuera de la Amazonia y varias características de la cerámica, que comprende la mayoría de la evidencia arqueológica, se encuentran también ampliamente
distribuidos fuera de esa región. Además, las alteraciones; climáticas tienden a afectar
grandes áreas y sus influencias no pudieran ser precisamente evaluadas si fuera también restringido el objetivo del análisis.
Como lenguaje y cultura son variables independientes, la asociación entre una
familia lingüística y una tradición cultural debe ser demostrada antes que lajnisma
pueda ser utilizada como instrumento de trabajo en la investigación arqueológica.
Felizmente, condiciones excepcionales a lo largo de la costa brasileña, hicieron posible relacionar una tradición cerámica específica a una variante del tronco lingüístico
Tupiguaraní, hablada en la época del contacto europeo. La evidencia procede de
fuentes lingüísticas, arqueológicas y etnohistóricas.
Una exhaustiva investíagación llevó a Rodrigues (1958) a clasificar, el Tronco
Tupí-Guaraní en siete familias mayores, de las cuales, unas se había distribuido a lo
largo de la costa brasileña antes del contacto europeo. Independientemente, investigaciones arqueológicas realizadas en la década pasada permitieron la construcción
de un modelo regional y cronológico para lo mayor parte de! área situada entre los
Estados de Río Grande del Norte y Río Grande del Sur (Brochado et al, 1969).
El hecho de que la subfamilia tupiguaraní fuera la única lengua registrada como
hablada a través de esa extensa área y que apenas una tradición cerámica posee una
distribución geográfica semejante, sugiere una correlación entre los dos fenómenos
(Mapa 1). Apoyo para esa conclusión “procede de tres fuentes adicionales: i) documentos etno-históricos,’ que registraron la presencia de grupos hablando lenguas
Tupí-Guaraníes en las áreas donde se localizan los sitios arqueológicos; ii) asociación
de objetos europeas en sitios conteniendo cerámica “Tupiguaraní”; iii) fechas del
C-14, indicando que la variante tardía de esa tradición cerámica era aún fabricada
en algunos lugares en los siglos XVII y XVIII. Aunque no se justifique concluir
que todos los productores de cerámica Tupiguaraní fuesen hablantes Tupiguaraní, o
aun, que todos los lugares con otros tipos de cerámica hubiesen sido habitados por
hablantes de otras lenguas, parece relativamente seguro concluir que la correlación,
de manera general, es válida.
149
Amazonas: Ruta Milenaria
La uniformidad lingüística a lo largo del litoral brasileño facilitó mucho la comunicación entre indígenas, comerciantes y colonos europeos, siendo éstos hábiles
al utilizar una forma de tupiguaraní como lengua franca. Uno de esos europeos, más
curioso, preguntando a los indios sobre sus tradiciones, fue informado por éstos que
vinieron del sur en una época relativamente reciente (Metraux, 1927). Ese movimiento sur-norte es apoyado por numerosas fechas establecidas por el C-14, oriundas de sitios con cerámica tupiguaraní. Todavía, las fechas indican que la dispersión
ocurrió hace mucho más tiempo y un tanto más lentamente que lo referido en la
tradición oral, comenzando cerca de 500 a.D., en el Estado de Paraná y alcanzando
Bahía en 1270 a.D. Estimados léxicos-estadísticos basados en el grado de separación
entre las lenguas habladas en la costa y otros miembros de la familia tupiguaraní,
sitúan su origen alrededor de hace 1500 años, lo que concuerda con las fechas del
C-14 iniciales en el sur del país.
Los restos arqueológicos designados como tupiguaraní consisten casi exclusivamente en artefactos fragmentados de cerámica y piedra, únicos materiales no destruidos por el clima húmedo que prevalece en la costa brasileña. Los objetos líticos
más característicos comprenden láminas de machados y tembetás, ambos ampliamente utilizados por otros habitantes de las tierras bajas sudamericanas El rasgo arqueológico diagnóstico es por tanto la cerámica. A pesar de existir variaciones locales
en la presencia y popularidad relativa de las técnicas decorativas y en las formas de las
vasijas —elementos que proporcionan la base para distinciones cronológicas y geográficas—, varios rasgos son universales y consecuentemente, son útiles para definir
la tradición cerámica tupiguaraní. Son rasgos diagnósticos principales, la decoración
pintada de rojo y/o negro sobre superficie recubierta de blanco y la “corrugada, ungulado, punteado y engobo rojo están frecuentemente asociados”. En el sur existen
varias técnicas.decorativas adicionales, la mayoria de ellas aparentemente adoptada
como resultado del conlacto con grupos locales de ceramistas pre-existentes, y como
tal no pueden ser utilizados para trazar los antecedentes de la tradición ceramista
Tupiguaraní.
De esta manera los datos arqueológicos, lingüisticos y etno-históricos concueraan en apoyar una dispersión relativamente reciente de hablantes del sur para el norte
a lo largo de la costa brasileña. Después cerca de 1550 A.D., el impacto de la colonización europea provocó disturbios de intensidad variada en la población indígena.
Muchos indios fueron muertos en combate o diezmados por enfermedades; algunos
fueron incorporados voluntariamente ó involuntariamente a la nueva sociedad y aun
otros se retiraron a regiones menos accesibles del interior. Entre 1550 y 1580, grupos
de habla Tupiguaraní se establecieron en el Estado de Marañón, al sur del Estado de
Pará y en la confluencia entre el rio Amazonas y el río Madeira (Metraux, 1927: 7,
23, 25). En el siglo XVII otros siguieron hacia el norte del río Amazonas hasta la
Guyana Francesa. Para evitar la esclavitud, hablantes Tupi y otros habitantes indígenas
150
Betty J. Meggers y Clifford Evans
MAPA 1
Distribución geográfica de las familias del tronco Tupiguaraní reconocidas por Rodríguez (1958), conforme
a las fuentes más antiguas (localización según Steward & Mason, 1950). La presencia de la mayoría de las
familias en el suroeste de la Amazonía, implica que esa región sea la "tierra natal" del tronco. Una familia,
Tupiguaraní, se distribuyó ampliamente y está representada por numerosas subfamillas al sur del Bajo Amazonas y a lo largo de la faja costera. Datos etnohistóricos y arqueológicos apoyan la coincidencia entre sitios
con cerámica pintada y corrugada de la faja costera y hablantes de lenguas Tupiguaraní. En la Amaz Mei, por
el contrario, hay una falta de correlación entre la localización de sitios con cerámica pintada y regiones habitadas por hablantes Tupiguaraní, implicando que la tradición Polícroma es una derivación independiente.
Tanto la tierra natal postulada como la Amazonía oriental son muy poco conocidas arqueológicamente, para
permitir tentativas semejantes en esas áreas de correlacionar una o más tradiciones cerámicas con grupos
hablantes Tupiguaraní.
151
Amazonas: Ruta Milenaria
huyeron hacia el oeste, de los cuales muchos vinieron a establecerse por último al
este del Perú. Por esa época no sólo se encontraban desmoralizados, sino desaculturados; su colapso tribal fue acelerado por la misionalización, que no sólo les impuso
profundos cambios culturales, sino también por reunir en una única comunidad a
miembros de diferentes tribus, los “reducía” a productos finales similares. Esos movimientos históricos no han sido arqueológicamente documentados en la Amazonia y
es dudoso si algún dia podrán ser verificados, considerando la desintegración cultural
que aparentemente los acompañaba.
La tentativa para trazar los antecedentes de la tradición cerámica Tupiguaraní del
litoral se ve perjudicada por la escasez de información arqueológica del interior del
continente. consecuentemente, consideraremos primero la evidencia lingüística. De
las siete familias reconocidas por Rodrigues (1958: 233-34), cinco están limitadas
a una pequeña región al suroeste de la Hoya Amazónica, actualmente ocupada por
el estado de Rondonia (Mapa 1). Una sexta, designada como Tupiguaraní, está representada alli también. La única familia no representada en esa región es la Yurung
Shipaya, que se encontraba más al este en el bajo y medio rio Xingu. El grado de
diferencia lingüística entre esas familias implica que los hablantes habían perdido
contacto entre si cerca de 5000 años atrás. Apenas una de esas siete familias, la Tupiguaraní, se volvió muy diferenciada internamente durante los milenios siguientes.
Esta fue clasificada por Rodrigues, en seis subfamilias que participan, por lo menos
en 36% de cognados en el vocabulario básico. En términos léxico-estadisticos, se indica una dispersión geográfica hecha cerca de 2500 años atrás. Según el registro más
antiguo, dos de las subfamilias estaban representadas en Rondonia. una a lo largo del
rio Solimoes, dos en el bajo Amazonas y una en el sur de Paraguay. Una de aquellas
se encontraba en Rondonia pertenece al ramo más disperso del tronco lingüistico, la
cual no sólo se distribuia a lo largo de la costa brasileña, sino que también era hablada
en la zona baja boliviana.
Según la teoría lingüística, la región que presenta mayor diversificación constituye el área de origen del tronco lingüístico (para mayores detalles cf. Dyen, 1956). En
el caso del tronco Tipiguarani, la localización de seis de las siete familias en la planicie
amazónica al este del río Madeira, entre los modernos .limites políticos del Estado
del Amazonas (Brasil) y Bolivia, implica que esta área es la “tierra natal” del tronco
lingüístico. La antigüedad de la separación (cerca de 5000 años), sugiere que la diferenciación comenzó cuando los hablantes eran aún pre-agricultores y no fabricaban
cerámica, por tanto la identificación de la “tierra natal” donde podrá ser verificada
arqueológicamente. Aunque las más antiguas cerámicas conocidas del Nuevo Mundo tienen una antigüedad de cerca de 5000 años, ellas han sido encontradas tan sólo
en el litoral del Ecuador y norte de Colombia (Ford, 1969). Un milenio después
aproximadamente, la cerámica comenzó a ser fabricada en los altiplanos peruanos,
sin embargo la tradición es distinta de aquella asociada con hablantes de lenguas
152
Betty J. Meggers y Clifford Evans
Tupiguarani. La pintura policroma sobre engobo blanco aparece en los Andes después del 1 000 a.C.
La escasez de información arqueológica del suroeste de la planicie amazónica no
permite, en el momento actual, especificar el lugar y la fecha en que algunos hablantes Tupiguaraní comenzaron a fabricar cerámica pintada. Sabemos que miembros de
la subfamilia Tupiguaraní, cuando alcanzaron el litoral sur brasileño, eran ceramistas
y agricultores. En los sitios arqueológicos más antiguos, la decoración predominante
es la pintura policroma sobre engobo blanco, mientras que las superficies corrugadas
son menos frecuentes.
Es interesante el reciente descubrimiento de trozos corrugados en la zona de la
floresta del noroeste de Argentina, fechados cerca de 700 a.C. (Dougherty, comunicación personal), lo que indicaria la existencia de esta técnica antes de la dispersión
de los hablantes Tupiguaraní en dirección este. Puede ser que no es una coincidencia
la supervivencia de un representante aislado de la familia costera en las proximidades
(Mapa 1).
Según las fuentes más antiguas, todos los hablantes de lenguas del tronco Tupiguaraní estaban localizados al sur del Amazonas y al este del río Madeira, con excepción
de un pequeño enclave en las Guyanas orientales y de una estrecha faja a lo largo
de la varzea del Solimoes. La Amazonía occidental entre los ríos Negro y Madeira,
era dominio de hablantes arawak. Noble (1965: 10-1 1) identifica los siguiente grupos mayores o familias, de los cuales cuatro se distribuyen por altiplanos peruanos
y nor-bolivianos y otro está restringido a los Grandes Antillas (Mapa 2). Las dos
familias restantes están ubicadas” en las planicies de América del Sur: pero sólo el
Maipure tiene gran amplitud geográfica y está altamente diversificada. Ocho sub-familias fueron determinadas, algunas poseyendo gran número de lenguas. Arawak Tupiguaraní son por consiguiente, comparables: ambos troncos se componen de siete
familias de las cuales una se tornó ampliamente dispersa en tanto que la mayoría de
las otras permanecía localizada geográficamente en el antiguo territorio y se hacia
representar por un número insignificante de hablantes.
Hay aún otras dos coincidencias notables en la composición de esos importantes
troncos lingüísticos. El hecho de que las seis subfamilias de la familia Tupiguaraní
participaron por lo menos con 36% de cognatos y las ocho de la familia Maipure con
39% de cognatos, sugiere que la dispersión de esas dos familias, fue aproximadamente
simultánea. Noble, utilizando métodos léxico estadísticos; fechó esa separación como
ocurrida entre 2800 y 2500 años atrás. La segunda coincidencia es la concentración
de la mayor parte de las familias menos emparentadas, de ambos troncos lingüísticos,
en la parte suroeste de la Amazonía y en los altiplanos adyacentes, implicando que el
área de diversificación Arawak (o de origen) estaba localizada ligeramente al oeste de
153
Amazonas: Ruta Milenaria
la “tierra natal” Tupiguarani. De hecho, tanto Greenberg (1960) como Noble (1965:
9 y 10b) afirman que esos dos troncos, con otros diversos derivan de un ancestro
común. Como la diferenciación entre Arawak y Tupiguaraní aparentemente ocurrió
cuando los hablantes eran aún cazadores y recolectores; cuando mucho agricultores
incipientes, es improbable que el locus de esa proto-famiilia pueda ser arqueológicamente identificable.
La diferenciación y dispersión de la familia Maipure, del tronco Arawak, es tan
reciente que sus hablantes podrian ser ceramistas; por tanto, la correlación enlre esa
familia lingüistica y una tradición cerámico especifica aún no ha sido establecida. El
rio Negro, una de las principales áreas de colonización, es desconocido arqueológicamente, como lo es la mayor parte de las otras localidades continentales donde el
Arawak era hablado al tiempo del contacto europeo. Con todo, donde la información es disponible, ésta no parece indicar la misma uniformidad caracteristica de los
Tupiguaraní del litoral. La inutilidad de los métodos léxico-estadistícos en revelar
localizaciones anteriores de hablantes de lenguas emparentadas deja en suspenso la
posibilidad de que los Arawak Maipures hayan ocupado antiguamente regiones diferentes, surgiendo de ahi una intrigante coincidencia arqueológica que puede tener
significado en ese problema.
Al lado de la Faja Costera de Brasil, está la varzea del Amazonas la región del
Brasil mejor conocidu arqueológicamente. Diversas y distintas tradiciones ceramistas, con diferentes distribuciones geográficas y temporales, fueron identificadas alli
(Meggers & Evans, 1961; Hilbert, 1968); sin embargo la evidencia de la cronología
relativa y las informaciones del C-14 son pocas y a veces, inconsistentes. La más antigua cerámica conocida, decorada con lineas incisas anchas y zonas de rayado fino, fue
encontrada apenas en dos lugares en el Bajo Amazonas, uno próximo a la cuenca del
rio Trombetas (fase Jauari), y el otro en la Isla de Marajó (fase Ananatuba). Una única
fecha por el C-14 sitúa su llegada a Marajó por lo menos hace 2900 años (Simoes,
1969). El hecho de coincidir perfectamente esa fecha con aquello postulada para la
dispersión Arawak Maipure puede ser una simple coincidencia, ya que ningún sitio
con cerámica semejante ha sido localizado en las regiones históricamente ocupadas
por miembros de esta familia, o en aquellas a través de las cuales presumiblemente se
dispersaron. El hecho de que esa tradición Hachurada Zonada parece derivarse del
área andina, unido con la existencia de grupos residuales Arawak en los altiplanos
peruanos y bolivianos, permite deducir la posibilidad de una antigua conexión. Con
todo, la incertidumbre de las fechas arqueológicas y lingüísticas y las extensas lagunas
en el registro arqueológico, vuelven tal correlación extremadamente especulativa en
el momento actual, especialmente en vista de las numerosas alternativas presentadas
por muchas otras familias lingüisticas y tradiciones cerámicas arqueológicas representadas en las tierras bajas sobre las cuales se conoce muy poco.
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Betty J. Meggers y Clifford Evans
MAPA 2
Distribución geográfica de las siete familias del tronco Arawak reconocidas por Noble (1965: mapa). El
hecho de que, con excepción de apenas una, todas las demás ocurran en el suroeste de la planicie amazónica
y altiplanos adyacentes, implica que esa región en general sea la a tierra pata del tronco. Una familia —Maipure— se tornó ampliamente diseminada en la Amazonía occidental y otra se dispersó hacia las Grandes
Antillas. la investigación arqueológica es mínima en el área ocupada por lenguas Maipures y el único complejo cerámico conocido, con antigüedad suficiente para ser contemporáneo a su dispersión, la tradición
Hachurado Zonal, no ha sido aún registrado en la parte occidental de la hoya amazónica.
155
Amazonas: Ruta Milenaria
La correlación entre hablantes tupiguaraní y la cerámica con pintura policroma y
superficies corrugadas de la costa brasileña se vuelve más interesante, al notar que la
cerámica de la tradición arqueológica de mayor dispersión en el Solimoes y Amazonas está caracterizada por el dominio de pintura policroma. Lugares de esa tradición
Policroma fueron identificados en el Ucayali (Perú oriental), río Ñapo (Ecuador
oriental), Japurá, Bajo Madeira y numerosas localidades en el Solimoes y Amazonas,
incluyendo la Isla Marajó (Mapa 2: Evans & Meggers, 1968; Fig. 8: Hilbert, 1968). La
más antigua fecha (por el C-14) oriundo de un sitio ubicado en la margen izquierda
del rio Amazonas, debajo de la boca del río Negro, es de hace 2,400 años. Esta fecha
coincide, aproximadamente con el dato léxico-estadístico para la dispersión de hablantes Tupiguaraní, de los cuales un grupo probablemente bajó el Madeira y según
antiguos registros, estaba viviendo próximo al lugar donde fue hallada la más antigua
cerámica policroma.
Por tanto, con excepción de la pintura polícroma, la tradición policroma de la
Amazonía posee poco en común con la tradición Tupiguaraní de la Faja Costera. Los
motivos y la forma de las vasijas son diferentes, como también las técnicas decorativas
asociadas, incluyendo variedades complicadas de excisión e incisión. Consecuentemente, si la más antigua cerámica pintada de la Amazonía fue una introducción
Tupiguaraní, ella debe haberse amalgamado con una tradición cerámica diferente al
alcanzar el Amazonas. Desde que la léxico-estadística sólo puede proporcionar un
estimado de la antigüedad de la separación entre dos grupos, esta técnica no tiene
condiciones para asegurar que hablantes Tupiguaraní penetraran hasta las orillas del
Amazonas antes del inicio de la Era Cristiana. La cerámica hecha al este del Madeira
en la orilla derecha del Amazonas, región ocupada recientemente por miembros de
esa familia lingüística, era de hecho muy diferente de la tradición Policroma. La existencia de otras numerosas familias lingüísticas en la Amazonía proporciona posibles
correlaciones alternativas y si cualquier relación existió entre hablantes Tupiguarani
y la tradición Policroma de la varzea amazónica, es consecuentemente un problema
para la futura investigación.
La comparación de las reconstrucciones lingüisticas de los troncos Tupiguaraní y
Arawak revela otra coincidencia notable, esto es, el hecho de que después de milenios
de residencia en el suroeste de la Amazonía y en los altiplanos adyacentes, una familia
de cada tronco repentinamente emprendió una extensa migración. Esos hechos no
son apenas semejantes en grandeza, si no fueron aproximadamente simultáneos. Además, envolvieron grupos que aparentemente ocupaban territorios muy próximos en
la planicie. Los primeros exploradores europeos del litoral brasileño que indagaron
de indios Tupiguaraní la razón de sus migraciones, fueron informados que éstos estaban en busca de un paraiso terrestre “donde no había ningún sufrimiento, donde los
picos cavarian el suelo sin ayuda y donde los cestos serian milagrosamente llenos sin
que ninguno levantara la mano” (Métraux, 1927: 12). Como los sitios arqueológicos
156
Betty J. Meggers y Clifford Evans
Tupiguaraní del litoral están siempre en lugares de bosque, implica haber sido ese el
habitat preferido. Probablemente, la “tierra natal” era también de bosques, aunque el
tipo de vegetación hubiese sido diferente por la más alta pluviosidad y temperatura
que prevalece en el suroeste de la Amazonía. Si la tradición oral no es un simple
mito, ella sugiere que los inmigrantes costeros procedian de una región de bosques,
otrora agradable y productiva; pero que después se modificó a tal punto que esas
condiciones dejaron de existir. Da la casualidad de que existe evidencia indicando
que semejante cambio ambiental ocurrió.
Hasta hace poco tiempo suponían los científicos que la vasta planicie ocupada por la hilea fuese un antiguo bioma de relativa estabilidad. Ahora, sin embargo,
parece que la Amazonía experimentó periodos alternativos húmedos y secos, suficientemente prolongados y severos para causar grandes aberturas en el bosque, las
cuales fueron ocupadas por cerrados o sabanas. Fechas de C-14 obtenidas en el este
de Colombia y el sur del Brasil ubican el episodio más reciente entre aproximadamente 3500 y 2000 años, atrás (Vanzolini, 1970: 42), o sea, contemporánea con
las dispersiones Tupiguaraní y Arawak. A pesar de la inseguridad inherente de los
sistemas cronológicos, es dificil creer que la coincidencia temporal entre los eventos
naturales y culturales sea accidental. Muy al contrario, el hecho de que cambios climáticos con intensidad suficiente para causar drásticas alteraciones en la vegetación,
afectarían seriamente la subsistencia de los grupos en las áreas implicadas aumenta la
probabilidad de tal coincidencia.
Los datos necesarios para una reconstrucción razonablemente precisa, sea de la
intensidad del cambio climático, sea de los lugares más afectados, todavía no existen;
apenas sugerencias muy generales pueden ser hechas en base a localizados y limitados
exámenes geológicos, padrones pluviales modernos, y evidencia de diversificación
de la fauna. Basado, principalmente en estudios de diversos grupos de aves, Haffer
postuló la existencia de nueve refugios florales, al igual que el trabajo de Vanzolini
& Williams sobre una especie de lagarto habitante de bosques húmedos los llevó a
proponer cuatro zonas de bosques continuos, uno de ellos compuesto por tres lugares independientes a lo largo de los contrafuertes al este de los Andes (Vuilleurnier,
1971: Fig. 4). Si la retracción del bosque pluvial fue tan drástica como implican esas
interpretaciones es materia a ser probada. Parece improbable, sin embargo que las
áreas nucleares pudiesen haber sido menores que las sugeridas y aún mantuviesen el
ecosistema de bosque pluvial inalterado. Es más probable que hayan sido mayores.
Además de eso, deben haber habido periodos relativamente largos de transición entre cada extremo ambiental.
Si aceptamos las reconstrucciones intentadas por los zoólogos, merece desatacar
el hecho de que algunas de las áreas de refugio propuestas por Haffer correlacionan
bastante bien a las tierras natales de los troncos lingüísticos Arawak y Tupiguaraní y
157
Amazonas: Ruta Milenaria
MAPA. 3
Distribución de los tres principales troncos –lingüísticos de la planicie suramericana, en relación a datos ambientales seleccionados. Se puede observar algunas correlaciones posiblemente significativas: (1) las familias
Arawak y Tupiguaraní que más se dispersaron parecen haber ocupado originalmente regiones con menos
de 2000, mmm. de lluvias, tanto que es probable que el aumento de aridez haya afectado á sus habitats antes
que a aquellos de grupos emparentados viviendo en la porción más húmeda del área: (2) algunas de las áreas
considerados que permanecieron florestadas durante los períodos áridos coinciden aproximadamente con
la localización, de los miembros de ambos troncos lingüísticos que no emigraron y (3) la distribución de
hablantes Caribe, según antiguos re gistros, coinciden aproximadamente con la zona de baja pluviosidad de
los días actuales, sugiriendo la posibilidad de que representantes de esa familia lingüística hayan entrado en
la Amazonía durante el intervalo árido, ubicado tentativamente entre 3500 a 2000 años antes del presente,
y permanecieron en los hábitats abiertos cuando la vegetación de bosque retornó (Áreas de refugio, según
Haffer, 1969: distribución de las lluvias, según el Atlas Nacional del Brasil, 1966).
158
Betty J. Meggers y Clifford Evans
en particular a las regiones ocupadas por aquellas familias que no emigraron (Mapa3).
Las familias que experimentaron amplias dispersiones aparentemente habrían habitado regiones ligeramente más secas y en este caso, fueron las primeras afectadas por
los cambios climáticos y la resultante modificación de la vegetación. Con el pasar
del tiempo, habrían sido afectados con severidad incrementada. Un punto crítico fue
finalmente alcanzado cuando la retracción del bosque llegó al punto de no ofrecer
recursos suficientes para toda la población. La emigración se tornó, entonces, la única
solución. Hasta que los emigrantes encontraran tierras propias para la agricultura,
podrían haber subsistido a través de la recolección de alimentos silvestres. Tal vez los
Sirinó considerados recientemente desaculturados, representan una supervivencia de
ese acontecimiento pre-histórico.
El aumento de aridez responsable de la retracción del bosque habría producido
otros efectos, que el arqueólogo tiene que tomar en cuenta. Por ejemplo: disminuidas las lluvias, obviamente habría habido una disminución en la cantidad de agua
recogida por los ríos que, a su vez, resultaría en la reducción de la altura media
de la subida anual del Amazonas. En los días de hoy, la mayor parte de la varzea
es inundada anualmente (sin embargo las partes más altas son apenas afectadas por
pocos centímetros de agua en un período corto de tiempo) y esa situación se mantenía desde hace por lo menos dos milenios. Como consecuencia, todos los sitios
arqueológicos están localizados en la tierra alta que limita con la varzea, aunque
durante la bajada los habitantes indígenas tal vez acampasen al lado de lagunas o
campos de cultivo. Durante el período de aridez, entre cerca de 3500 y 2000 años
atrás, es posible que parte de la varzea haya permanecido sobre el nivel del agua
permitiendo ser habitada durante todo el año. La dificultad en descubrir sitios de la
tradición cerámica más antigua de la Amazonía entre la probable área de origen en
la región andina y la boca del Amazonas, pueda tal vez ser explicada por el hecho
de que esos inmigrantes, cuya subsistencia en gran parte era obtenida de fuentes
acuáticas vivían en la zona inundable. Si tal cosa ocurrió, sus lugares de habitación
habrían sido cubiertos por sedimentos o destruidos por erosión fluvial cuando la
lluvia y el agua llovediza aumentaron a los niveles actuales, resultando posiblemente
infructífera la tentativa de trazar el origen y diseminación de la tradición cerámica
Hachurada Zonada.
Aunque la discusión de los posibles efectos del cambio ambiental sobre hablantes
Tupiguaraní y Arawak haya enfatizado. los efectos negativos de la reducción del área
de bosques sobre esas poblaciones, hay un aspecto positivo igualmente importante.
Las áreas más áridas al norte y sur de la Amazonia fueron habitadas tal vez hace
más tiempo que la propia Hoya. Grupos adaptados a esos hábitats, más abiertos, no
habrían probablemente penetrado en el bosque pluvial, ya que eso supondría la
modificación drástica de sus técnicas de subsistencia, patrón de asentamiento y otras
prácticas culturales. Sin embargo, la retacción del bosque habría ampliado el área
159
Amazonas: Ruta Milenaria
explotable para los residentes de sabanas y cerrados, siendo de esperar que hubiese
ocurrido invasores en la Amazonía por grupos adaptados a esos tipos de ambientes.
Tal vez. los hablantes Caribe, cuya distribución moderna está concentrada en la
porción más árida de la Amazonía (Mapa 3) hayan invadido la región en esa época
y entonces, gradualmente, se hayan adaptado cuando el clima se tornó más húmedo,
y el bosque retornó. El hecho de que Greemberg (1960: 794) combinara Je, Paño y
Caribe en un único grupo lingüístico y los hablantes de esas lenguas sean predominantemente moradores de áreas no forestadas concuerda con esa hipótesis.
La amplitud del área y las condiciones desfavorables para preservación de sitios
y artefactos tornan la reconstrucción de la pre-historia de la Amazonía en una tarea
difícil. Aunque la investigación arqueológica realizada no sea suficiente para permitir
conclusiones decisivas, se hace evidente que algunos de los mayores problemas de
interpretación confrontados por los arqueólogos son también compartidos con especialistas de otras disciplinas. La yuxtaposición aparentemente errática de grupos con
culturas semejantes, aunque lingüísticamente diferentes, es comparable al confuso
mosaico de diversidad do flora y fauna. Los biólogos comenzaron a sospechar que
la explicación para la alta variabilidad descansa en los ciclos de cambio climático, los
cuales causaron aislamiento periódico y presiones adaptativas fluctuantes sobre la flora y la fauna. El hecho de que el más reciente de los ciclos climáticos haya ocurrido
después de tornarse el hombre un miembro del ecosistema ofrece una nueva perspectiva para la evaluación de la evidencia arqueológica y lingüística, la cual promete
volverse altamente útil cuando el locus, duración e intensidad de las alteraciones
ambientales se hicieron mejor definidas.
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160
La Antigüedad e Importancia de las Relaciones
de Intercambio a Larga Distancia en los Trópicos
Húmedos de Sudamérica Precolombina
Donald W. Lathrap
Gordon Willey (1902), en un muy citado ensayo, minimizó la importancia de la
cuenca amazónica. Sugirió que poco de lo sucedido allí, influenció la dinámica
del surgimiento de la civilización en el Nuevo Mundo. Tratando de explicar este
supuesto papel secundario, escribió: “contrastando las potencialidades de estas dos
áreas (Mesoamérica y Perú) con otras del Nuevo Mundo, que tuvieron también
como base la agricultura aldeana. La diferenciación del medio ambiente natural y
los contornos culturales al interior de la cuenca amazónica o de los bosques del este
de Norteamérica son en comparación casi nulos. Los productos de región a región
eran los mismos o similares. Quizá esta homogeneidad no incentivó el intercambio”
(Willey, 1962: 9). Willey presupone dos tradiciones iconográficas, la continuidad de
Chavín y el Olmeca-Maya, como si fueran en cierto sentido el sine quanon del surgimiento de la civilización del Nuevo Mundo. Recién se puede demostrar que los
antecedentes de ambas culturas, Olmeca-Maya y Chavín, estuvieron en las llanuras
tro picales, y en efecto convergieron en la misma antigua matriz cultural, cuyos
patrones económicos, tecnológicos y religiosos son identificables como los de la
Cultura de Bosque Tropical, en el sentido que definió Lowie (1948). Estos primeros
ejemplos de la Cultura de Bosque Tropical estaban expandiéndose sobre las llanuras
innundables de los mayores sistemas hidrográficos de la Sudamérica tropical alrededor del año 2000 a.C. Su extensión se dio sobre la cuenca amazónica, los sistemas
de los ríos Magdalena y Sinú en Colombia, el sistema del río Orinoco en Venezuela
y Colombia, la Cuenca del río Guayas y pequeños sistemas hidrográficos de la costa
del Ecuador. En otras oportunidades he presentado argumentos documentando el
desarrollo temprano de la Cultura de Bosque Tropical (Lathrap, 1962, 1963, 1970) y
161
Amazonas: Ruta Milenaria
la derivación de Chavín y Olmeca de una cultura matriz, que fue, definitivamente, la
Cultura de Bosque Tropical (1965, 1971, 1973a, 1973b, 1973c). El presente estudio
presentará datos adicionales documentando la antigüedad y el papel germinal de la
Cultura de Bosque Tropical, pero aquí quisiera enfatizar el erróneo supuesto que la
cuenca amazónica es un medio ambiente homogéneo, y que esta homogeneidad
anuló el desarrollo de sistemas de relaciones de intercambio a larga distancia.
La cuenca amazónica está cubierta por el más largo bosque tropical en el mundo,
y este bosque es, por mucho una comunidad biológica más compleja que cualquiera
de las cubiertas vegetales de las zonas templadas (Harris, 1972: 182). Aquí es suficiente enfatizar que un enorme número de especies de plantas están representadas
en cualquier pequeño unidad de bosque; y que las relaciones ecológicas entre varios miembros de estas comunidades de plantas son particularmente complejas. La
mayoría de las especies están representadas por un número relativamente pequeño
de individuos, y la distribución de especies particulares es típicamente endémica y
esporádica. Así, el sector del Bosque Tropical de acceso inmediato a una comunidad
local es siempre deficiente en algunas plantas y áiboles, que proporcionan la materia
prima, básica para el funcionamiento de una cultura.
Esta situación proporciona una base geográfica favorable para el desarrollo y
mantenimiento de las relaciones de intercambio a larga distancia. Esta posibilidad
pudo lograrse sólo por personas con una exquisitamente detallada categorización del
mundo vegetal y con un conocimiento empírico de cómo este conglomerado de
variedades podía ser usado para fines humanos. La Cultura de Bosque Tropical representa justamente este patrón. Hay un confuso ordenamiento de la diferente conceptualización y del cuidadoso procesamiento de las materias vegetales (fibras, maderas,
resinas, aceites, etc.), cada una usada de un modo muy específico en la elaboración
de un vasto catálogo de cosas manufacturadas altamente eficientes y especializadas
(Roth, 1924, es la versión editada más larga de este catálogo). El potencial nutritivo de esta flora diversa fue minuciosamente inventariado y hubo una exhaustiva
búsqueda de todos los materiales que había marcado fisiológica y sicológicamente
efectos en el organismo humano. Ninguna otra área cultural en el mundo se compara con la tradición del Bosque Tropical en la identificación y dominio de una gran
variedad de drogas alucinógenas (Schultes, 1972b: 6) y todas las posibles fuentes del
estimulante cafeína, fueron reconocidas y utilizadas (Schultes, 1972a: lió). El conjunto de alucinógenos y la complejidad de los sistemas a través de los cuales el uso de
tales drogas fue integrado en la cosmología y epistemología, ha sido tan comentada
en las últimas literaturas etnográficas, que se ha convertido casi en un clisé (Furst,
1968; Harner, 1972; Reichel-Dolmatoff, 1969, 1972; Wilbert, 1972).
La Cultura de Bosque Tropical representa el total y completo control no destructivo de su asentamiento ambiental. Como Harris (1971: 480) enfatiza, aún los
162
Donald W. Lathrap
patrones, agrícolas conservan de algún modo la complejidad botánica del Bosque
Tropical, lo que es menos desvastador del medio ambiente y puede mantenerse con
mucho menos energía humana que los patrones de extremo monocultivo, típicos de
la civilización Occidental (Harris, 1971: 494; 1972: 1 82). La sofisticación de estos
ajustes a los logros botánicos es sólo uno de los tantos argumentos a favor del alto
grado de antigüedad de la tradición cultural.
Sistemas de intercambio comercial del Bosque Tropical en el período
histórico
La posibilidad de que la complejidad biológica del Bosque Tropical generase sistemas de intercambio muy complejos y a desacostumbradas distancias fue de hecho
llevada a cabo. Aun hoy en día, después de cuatrocientos años de intensa y progresiva penetración de la tecnología occidental, todavía existen rezagos de este extenso
sistema de intercambios en el Alto Amazonas. Mi experiencia personal se refiere a
una comunidad shipibo de San Francisco de Yarinacocha, cerca de la ciudad peruana
de Pucallpa, que ha tenido un mayor contacto con la civilización occidental que las
típicas aldeas indígenas sobrevivientes.
Una matrona de San Francisco, antes de hacer una vasija, reúne una variedad de
materiales esenciales. Los tres tipos básicos de arcilla son excavados por la ceramista
en medio día de labor. La capa de pintura roja (actualmente aplicada como ocre
amarillento) es también fácil de conseguir. La tierra mineral para la capa negra es
rara y se puede obtener sólo en el río Pisqui, a ciento cincuenta millas de viaje en
canoa para intercambiarla. La arcilla blanca usada generalmente como una capa no es
fácil de obtener. Sólo dos fuentes son explotadas. La de mejor calidad proviene de la
sierra de Contamana, a más de cien millas de San Francisco, bajando el río Ucayali.
La otra de inferior calidad, que se torna rosado salmón si es que no es cocida en
una atmósfera totalmente cerrada, se consigue en Imariacocha, aproximadamente
a ochenta millas al sureste. El vidriado del copal aplicado a la cerámica después de
cocida, es procesado de la resina de un árbol del género Protium. Este árbol no crece
en cantidades explotables cerca a San Francisco y se puede obtener de los conibo de
Imariacocha a más de ochenta millas de allí.
Estos materiales cerámicos circulan por todos los grandes sistemas hidrográficos
y son inaccesibles a grupos que viven en las zonas lejanas de los ríos. La ceramista
debe tener todos estos materiales si quiere producir el estilo cerámico, que es lo más
importante de su identidad como shipibo.
Hoy en día, el esposo de la ceramista usa un rifle para cazar en el bosque, pero
todavía recuerda la época en que podía conseguir su cerbatana sólo por intercambio
con los Yagua, a más de mil millas río abajo, alejado de la ribera norte del Amazonas peruano. El veneno de los dardos provenía de los Ticuna, aun más abajo en el
163
Amazonas: Ruta Milenaria
Amazonas, cerca de la ciudad colombiana de Leticia. El día de hoy todavía el hombre
shipibo que se encuentre en territorio Ticuna tratará de obtener veneno de dardos,
no tanto por necesidad como por deferencia a una larga tradición establecida.
La extensión geográfica de las redes de intercambio que suplían las necesidades de
una comunidad shipibo, no es infrecuente en la Sudamérica tropical. El argumento
mejor documentado sobre estos extensos sistemas de intercambio se encuentra en el
artículo de Roth: Un estudio introductorio de las Artes, Manualidades, y Costumbres de los indios Guiana (1924). En esta área, el intercambio a larga distancia de
materiales silvestres distribuidos esporádicamente estaba combinado con un notable
grado de especialización artesano por parte de grupos étnicos específicos. Roth anota que e! interior del cuadrante noreste de la Sudamérica tropical:
Las mujeres Otomac sobresalieron por sus ollas de arcilla; los Arekuna por su algodón
y pipas de viento; los Makusi por su veneno de curare; los Moiokong y Taruma por sus
ralladores de casabe y perros de caza; los Warrau por sus “corials”; los Waiwai por sus fibras de Tucum y Kuraua; los Guinau por sus hamacas, ralladores de casabe, mandiles, fajas
de pelo humano, decoraciones de plumas; los nativos del río Oyapoc por sus piedras de
moler. Nada ocurría al azar, un mercado siempre por realizarse tarde o temprano para
cualquier cosa, aun para tortugas secas con sus huevos preservados y extracto de aceite;
esclavos, pescado seco, piedras verdes, pescado salado y ahumado, piedra arenisca para
afilar cuchillos y camisas de corteza (1924: 635).
Los sistemas de intercambio comprendían un área oval de poco menos de mil
millas de norte a sur, y algo más de mil millas de este a oeste, articulándose con las
redes Amazónicas ya expuestas.
La disponibilidad localizada de materias primas (porfirio para las espadiñas fijadas a los ralladores de yuca, la fibra de palmera para hamacas finas, madera adecuada
para dardos de viento, etc.) fue definitivamente un factor a favor de la especialización en el intercambio, pero el número de estas industrias especializadas y la rigidez con que estas especializaciones se mantuvieron presupone que otros factores
estuvieron presentes. Sahlins (1972: 293-4), recientemente, ha demostrado, convincente de manera que cuando hay un arreglo linear entre los grupos étnicos que
‘intercambian artesanías específicas, los grupos ubicados en ambos extremos están
económicamente en desventaja frente a los grupos ubicados en medio de las redes
de intercambio. Es siempre una ventaja para el grupo de los extremos encontrar
otra especialidad que se obtiene sólo de los vecinos que no pertenecen el sistema.
Así: “las redes se extienden solas por sus extremidades por una extensión simple de
reciprocidad acoplándose preferentemente comunidades extranjeras, aquellas que
pueden suplir productos exóticos” (Sahlins, 1972: 294). Desde que las rutas de intercambio en el Bosque Tropical de Sudamérica están orientadas a lo largo de los
164
Donald W. Lathrap
ríos, la organización linear de los grupos de intercambio requeridos por el modelo
de Sahlins constituyen una norma.
El cuadrante noreste de Sudamérica tropical fue también notorio por las intensivas y destructivas batallas intergrupales. Una suposición ingenua sería pensar que este
nivel de hostilidad intergrupal pudo disminuir o eliminar el intercambio a larga distancia, forzando a cada grupo a contar sólo con sus recursos naturales de la localidad
y con sus propias manufacturas. El intercambio intensivo que supervivió parece haberse debido en parte al amortiguador efecto de las periódicas ferias de intercambio,
durante las cuales desaparecía toda hostilidad. La cita de Roth muestra la existencia
de estas ferias, pero no especifica la frecuencia con que se llevaron a cabo. Gumilía,
a comienzos del siglo XVIII, anota que la alta potencia del curare hecho sólo por
los caverre del Alto Orinoco se vendía en una feria anual, visitada por grupos que
venían desde lejanas distancias (Gumilla, 1963: 367). Harold Ross (1973) en un meditado examen de la relación entre intercambio y hostilidad de la altamente poblada
isla Melanesia de Malaita, concluye que un razonablemente alto nivel de hostilidad
intergrupa puede darse para mantener y confirmar los patrones de intercambio resguardando a cada grupo en su territorio propio y lejos de las fuentes de recursos de
las especialidades de otros grupos. Las hostilidades se suspendían sólo durante los días
de mercado regularmente programados.
Roth (1924) anota también que las redes de intercambio fueron mantenidas en
parte por ciertos grupos étnicos, como los maiokong y akawai que se dedicaron al
intercambio como una especializarán económica. Las rutas de estos itinerarios profesionales se establecieron a lo largo de algunos pueblos, en los que podían confiar
en no recibir un trato hostil y por otro lado en conseguir provisiones (que invariablemente consistían en harina de yuca y pan) para continuar el viaje. Tales órbitas
fijas de acción se extendían sobre cerca de mil millas de longitud, y las expediciones
especiales podían durar más de un año.
Yuca procesada
Redes de intercambio activas fueron registradas por varios europeos descubridores
de la Sudamérica tropical, pero resulta un problema terrible para nuestros colegas
arqueólogos demostrar la antigüedad de tales sistemas.
Más del 90% de los materiales circulantes dentro de los sistemas de intercambio
de la Amazonía eran de fácil deterioro. La preservación es tal que aun los huesos
y dientes desaparecen generalmente en un par de siglos. Bajo estas circunstancias
nunca podremos desarrollar estimados enteramente cuantitativos de la intensidad del
intercambio prehistórico. Sin embargo, la situación no es tan desesperada.Yo señalaría que la evidencia arqueológica que muestra el procesamiento de la yuca “amarga”
(casava) en harina o pan constituye la comprobación de la presencia de estos sistemas
165
Amazonas: Ruta Milenaria
de intercambio Estas redes pudieron existir sin la presencia de los productos derivados de la yuca, pero la única razón para el constante y fatigoso trabajo del procesamiento de la yuca se encuentra en la intensificación de la actividad dentro de estos
sistemas de intercambio.
Pocas materias han originado tan equívoca información sobre la diferencia entre
la yuca amarga y la yuca dulce. Un reiterativo mito nos dice que la yuca dulce fue
originalmente usada como veneno para pescados y sólo de un modo accidental se
descubrió que este tubérculo macerado era comestible (el principio venenoso implicado no se produce de tal modo). Existe la creencia que desde que la yuca dulce
requiere menos procesamiento que la yuca amarga, es de mejor clase y por lo tanto
más remotamente alejada del ancestro silvestre de este grupo de cultivos. Actualmente es conocido que la yuca amarga está más diferenciada en tanto que con menos
frecuencia produce semillas (Alexander, 1958: 147). El significado cultural de la yuca
amarga reside en su alto contenido de almidón y en la estructura cristalina del mismo almidón. Es simplemente una mejor base para la producción de pan y harina.
El glucósido en la yuca amarga, que macerada da lugar a NCN, es distribuido a
través del tubérculo, mientras en la yuca dulce tiende a limitarse a la corteza. Probablemente una sola mutación controla a ambas, el foco de producción de glucósido y
la estructura cristalina del carbohidrato básico. (Esta conclusión me fue sugerida primero por el Dr. Earl Leng). Sea o no sea que los estudios posteriores bioquímicos y
genéticos verifiquen ox no tal simple nexo, está claro que los agrónomos del Bosque
Tropical estaban seleccionando (Goldman, 1963: 60) a favor de la calidad y cantidad
del almidón antes que por su principio.
Por los obvios méritos de la yuca dulce como planta cultivada para la alimentación,
las comunidades agrícolas deben ser consideradas antes de tratar de entender la preferencia cultural por la yuca amarga. La yuca dulce es fácil de preparar, ya sea asada o
como plato vegetal, y de ella se hace una cerveza excelente. Se puede dejar en la tierra
hasta que se necesite. Su capacidad de autoalmacenaje puede extenderse a más de
dos años y medio. La yuca (amarga o dulce) es replantada cada vez que un grupo del
tubérculo es cosechado, de tal manera que la productividad agrícola es continua más
que cíclica. El cultivo persistente de yuca dulce evita ambos problemas, de almacenajes y de escasez por épocas o períodos, dos obstáculos que aparecen frecuentemente
en la discusión de los orígenes de la agricultura (Flannery, 1968). La yuca dulce no
puede almacenarse una vez sacada fuera de la tierra y no se transporta bien, pero para
el consumo local nunca se cosecha hasta necesitársela. Las virtudes de la harina con
apariencia de perdigón y las enormes redondelas de pan ácimo (que pueden ser de
yuca dulce, pero que son más eficazmente preparadas de yuca amarga) son su capacidad de compactarse, de traslado y su facilidad de almacenaje por períodos largos. Estas
cualidades se logran después de un exorbitante trabajo (Goldman, 1963: 52-3; 58-9).
166
Donald W. Lathrap
El “excedente” se ha considerado una palabra inadecuada para la mayoría de antropólogos que estudian sistemas económicos pre industriales (Sahlins, 1972: 41-99),
pero la única justificación cultural del pan y harina de yuca es la do proveer un producto comestible almacenable, en excedente a lo que es inmediatamente consumido
por la unidad familiar productora. Esle exceso puede usarse en la provisión de las
partes para el intercambio, como raciones para expediciones militares de períodos
largos y de mayor comodidad para alimentarse en los sistemas de intercambio a iarga
distancia. Todas estas funciones están documentadas para el pan y la harina procesada de yuca amarga. Este artículo es aparententemente la especialidad de las grandes
unidades étnicas que mantienen la tierra más favorable para la agricultura intensiva a
lo largo de los ríos más grandes (Lathrap, 1970: 39-40).
La escasa preservación dificulta a los arqueólogos que trabajan en los trópicos húmedos. La yuca, los aroideos, los discoreos y el camote aun carbonizados, son menos
capaces de proporcionar pedacitos de carbón rápidamente identificables que el maíz,
los frejoles, la calabaza u otros granos de cultivo del Viejo Mundo. A pesar que la
yuca no tiene partes duras, el equipo de trabajo que se usó para convertirla en harina
o pan tuvo elementos que son a menudo recobrados de los basurales tropicales, los
dientes tallados en madera de los ralladores usados en reducir el tubérculo a pulpa
pueden ser de endrino, madera de palmera o astillas de hueso y por lo tanto no recuperables; pero en numerosos casos etnográficos muy bien sustentados, los dientes
son hechos sistemáticamente como pequeñísimas espadiñas seleccionadas cuidadosamente de fuentes líticas (Roth, 1924).
Ralladores de dientes de piedra pueden ser reconocidos en contextos arqueológicos y pueden proveer directa evidencia del procesamiento de la yuca. La identificación fue hecha tentativamente primero por G. Reichel-Dolmatoff y A. Dussan
de Reichel (1950: 273) con respecto al complejo de pequeñas espadiñas de cuarzo,
típico de la mitad baja de los basurales en Momil en las llanuras innundables del
bajo río Sinú en Colombia (1956: 243 G, M, J, K). La identidad formal de los especímenes Momil con los dientes lustrados por Roth de un rallador actual Taruma
(compare Reichel-Dolmatoff y Dussan, 1956: lámina XXVIII 9-18 con Roth, 1924:
lámina 67A) hace difícil dudar que las paletillas de Momil sean dientes de ralladores.
Recientemente, una abundancia de especies de pequeñas escamas de obsidiana se
ha encontrado asociada con el más temprano conjunto cerámico de la costa del Pacífico de Guatemala y la parte adyacente de México. Actualmente estas son las más
antiguas culturas del Formativo identificables en Mesoamérica. Gareth Lowe sugiere
que estas astillas funcionaron como dientes de ralladores (Green y Lowe, 1967: 59,
128, fig. 97a). David D. Davis (comunicación personal) en una serie de experimentos
ha determinado que los bordes dañados típicamente por los dientes de ralladores de
piedras son característicos y por lo tanto es posible lograr certificar su identificación
con un posterior análisis microscópico. Cuando todos estos procesos sean llevados
167
Amazonas: Ruta Milenaria
a cabo, tendremos un doble motivo para estudiar los sistemas de intercambio. No
sólo seremos capaces de fijar exactamente las fuentes de los excedentes móviles de
los productos de yuca, sino análisis detallados nos permitirán ubicar las canteras de
donde se sacaron los dientes.
Una sartén plana de cerámica quemada es esencial en la producción de pan y
harina de yuca. Sus características son conocidas por recientes ejemplos etnográficos (Reichel-Dolmatoff y Dussan de Reichel, 1956: 270-1) y es por eso fácilmente
distinguible en contextos arqueológicos. La presencia de cantidades de esas sartenes
en los niveles más bajos de los basurales Momil, confirma que la yuca amarga estaba
siendo tempranamente procesada allí alrededor de los años 2000 a.C. Sartenes similares son también típicas de los niveles más baios del sitio de Rancho Peludo, que
puede tener una antigüedad tan temprano como 2700 años a.C. (Rouse y Ciuxent,
1963; 48-49). A la luz de los anteriores argumentos sobie las razones pora transformar la yuca, se puede desechar la sugerencia de Willey, que la yuca procesada allí era
silvestre (1971: 273). Evidencia de un procesamiento intensivo de la yuca se ubica en
las llanuras aluviales del Orinoco hacia los 1000 años a.C.
La harina de yuca proveía como artículo de primera importancia a los sistemas
de intercambio desde épocas muy tempranas. Estas relaciones de intercambio formalizadas fueron floreciendo en el noroeste sudamericano hacia el tercer milenio
a.C. Hacia 1500 a.C., este sistema económico se expandió hacia los límites sureños
de Mesoamérica, donde aparecieron en Altamira y otro lugar, en conjunto con los
ceramios más tempranos mesoamericanos, no mostrando grado alguno de sofisticación tecnológica ni artística. Como Lowe ya señaló, es un estilo cerámico que carece
de antecedentes mesoamericanos, pero muestra similitud con cierto número de los
estilos tempranos del norte sudamericano (Green y Lowe, 1967: 56-7).
La evidencia arqueológica de los sistemas de intercambio del Bosque
Tropical
Examinaremos algunos descubrimientos arqueológicos actuales, que dan una idea de
la extensión, época e intensidad del intercambio en las Culturas de Bosque Tropical
en Sudamérica. Se ha dado más importancia a los objetos únicos, un procedimiento
no realizado en la línea de tendencia actual con énfasis en cuantificación y significados estadísticos. El costo y la incipiente rareza del intercambio de productos demuestran que los productos tienden a ser reciclados y usados o consumidos hasta quedar
completamente agotados. Esto es particularmente cierto con las cabezas de hacha de
piedra y afiladores de piedra en el área de terreno aluvial de la Amazonía. Debido
a su valor, éstos, como los objetos mortuorios, tienden a estar concentrados en las
tumbas de algunos personajes muy importantes, en lugar de encontrarse distribuidos
en forma pareja. Ambos procesos, actúan de tal manera que la aparente escasez de
objetos de intercambio en la muestra arqueológica ha aumentado enormemente
168
Donald W. Lathrap
sobre la actual escasez de los medios de subsistencia de la sociedad que produjo los
restos arqueológicos. Usaré como regla para el caso de bienes de intercambio que
una golondrina sí hace una primavera. Es mucho más probable que un objeto único
en una muestra arqueológica represente un patrón establecido de comercio, a que
registre un hecho único idiosincrático.
Ya que más del 90% de los característicos productos de intercambio de la Cultura de Bosque Tropical son de materia vegetal y animal de fácil deterioro, creemos
poder encontrar más evidencias de ellos en las regiones áridas de los Andes y costa
peruana (lugares donde fueron intercambiados), que en las regiones húmedas de
donde procedieron.
Dos mates esmeradamente burilados de una tumba precerámica de Huaca Prieta
en la costa norte del Perú, han recibido notable atención como ejemplos tempranos
del arte del Nuevo Mundo. Bird estima uná antigüedad de 1950 años a.C. sobre
la base del muestreo del Radiocarbono 14 (1967: 62). Lanning (1967: 76) fue el
primero en sugerir que su estilo es Valdivia y yo he sustentado alguna vez, en otra
oportunidad, que éstos son, en efecto, piezas provenientes de algún lugar Valdivia
de la costa ecuatoriana, al norte del Golfo de Guayaquil (1973c). Los mates pueden
ser designados como Fase 3 en la cronología Valdivia, desarrollada por Betsy Hill
(s.f.) con fecha aproximada a los años 2300 a.C. La discrepancia entre estimado
basada en el considerable número de muestreos de C14 y el estimado de Huaca
Prieta, sugiere la posibilidad que los mates fueran guardados como reliquias durante
un tiempo antes de ser enterrados, típico fin de los bienes de intercambio. Zevallos
(1971), Norton (1972, 1973) y el autor (1973c) hemos demostrado que Valdivia fue
básicamente agrícola. La ubicación de los sitios Valdivia sugieren un cultivo intensivo
de autoirrigación de franjas en las llanuras aluviales como estrategia básica económica. Valdivia representa más que una colonia del Japón Neolítico (Meggers, Evans
y Estrada, 1965), la extensión hacia el oeste de una forma desarrollada de la Cultura
de Bosque Tropical (Lathrap, 1970: 66-7; 1973c).Ya que Valdivia fue el proveedor de
botellas decoradas de calabaza sobre una extensa área del noroeste Sudamericano, el
cultivo intensivo de Lagenaria sicerarics está sobreentendido. Esta variedad es conocida
sólo como planta de cultivo en el Nuevo Mundo (Whitaker, 1971).
Entre los restos animales recobrados en el componente Mito, a un lado de Kotosh,
se encuentra un hueso llamado Sarrasalmus sp., la piraña (Wing, 1972: cuadro 3). En
el informe inicial de Wing el hueso no está más especificado, pero es una mandíbula con una fila intacta de dientes.Ya que la piraña no existe en el Higueras y Alto
Huallaga, únicos ríos inmediatamente cercanos a los habitantes Mito de Kotosh, el
hueso que se ha encontrado allí es un objeto de intercambio con el este. Si el elemento hubiera sido una vértebra hubiésemos podido descartar su presencia como
indicativo de un intercambio temprano de alimentos de alto contenido proteínico
169
Amazonas: Ruta Milenaria
con el Bosque Tropical. La mandíbula, en ausencia de otros elementos del esqueleto, tiene más bien implicaciones diferentes. Donde sea que este grupo de peces se
presente como recurso, la mandíbula sirve como instrumento preferido para finos
grabados en madera y hueso. En términos funcionales sirve como cincel o buril, y
el examen microscópico preliminar de los bordes de los cascos de los dientes, hecho
por el Dr. Wing y el autor, sugieren que hay facetas que corresponden al pronóstico
de su difundido uso como buril. Hacia los años 2000 a.C., algunos de los artesanos
de los asentamientos precerámicos de Kotosh practicaban la técnica de trabajo en
madera típica del Bosque Tropical, e importaban sus instrumentos y probablemente
la materia prima de la selva.
Si el dominio del Bosque Tropical sobre Kotosh fue sólo parcial en la Fase Mito,
lo encontramos abrumadoramente en la siguiente Fase Waira-Jirca, la primera ocupación que usó la cerámica en la cuenca de Huánuco. (Lathrap, 1965, 1970, 1971,
1973c). La identidad explícita de los ceramios Waira-Jirca elaboradamente decorados
con ceramios que se encuentran solamente en zonas bajas tropicales (Lathrap, 1970:
106-7), está reforzada por el material descrito. Todas las especies de animales como
estilo Waira-Jirca que son de la Selva Baja (Kano, 1972)
La vajilla de baíro (que es frágil y pesada) resulta un intercambio de mercancía
costoso en situaciones donde las rutas y procedimientos no están bien establecidos.
El caso de intercambio de ceramios en grandes cantidades en las tierras bajas del
Alto Amazonas ha sido registrado en otro trabajo (Lathrap, 1962, 1963, 1971: 90). Se
sospecha que el origen de esta cerámica sea ecuatoriana. La fuente de este recurso se
encuentra en tierras altas, en el sentido que la materia prima pudo haberse obtenido
sólo en una región donde recientes terrenos volcánicos estuvieron expuestos a una
rápida erosión, situación no existente en ningún terreno de la cuenca Amazónica
(Lathrap, 1970: 26-30). En la ocupación del Tutishcainyo Temprano de UCA-6, cuya
cerámica está ya presente en cantidades significativas alrededor de los años 2000 a.C.
y 1500 a.C. disminuyó en un 5% la cerámica usada por la comunidad (Lalhrap, 1962,
1971: 96).
Durante el mismo período 2000 a.C. - 1500 a.C., hay una evidencia clara de la
influencia del Alto Amazonas en el curso del desarrollo de la cerámica de la costa
del Ecuador, especialmente en el continuo Valdivia-Machalilla (Lathrap, 1963; 1971).
Esto es lo más obvio en la evolución del tipo de botella de doble pico y puente del
Tutishcainyo Tardío a la botella con pico estilo Machalilla, la más antigua de pico
estribo en el Nuevo Mundo. Esta evolución, que sostuvo hipotéticamente ha sido
documentada recientemente por especímenes actuales excavados por Norton en el
lugar Machalilla de la Ponga.
170
Donald W. Lathrap
Una articulada muñeca de madera fue encontrada en una tumba en el sucesivamente excavado sitio de Tank en Ancón, en la costa central del Perú (Strong, 1925;
Willey y Corbet, 1954; Lanning, 1960), Matos (1968: 230) sugiere una antigüedad
de alrededor de 1200 años a.C. para este entierro específico. “La figurita de madera
mide 12.3 cm. de alto... El cuerpo y brazos fueron tallados independientemente de
madera de chonta, y un examen microscópico muestra una variación en la superficie
final. La frente está pintada en rojo y negro, como una diadema: los labios y el cuello
están también pintados, y se detectan restos de pintura en la palma de las manos. Los
dedos de manos y pies están cuidadosamente tallados y las orejas, nariz, ojos y boca
son simétricos. Concha de perla incrustada realza los ojos” (Matos, 1968: 227).
Lo importante es la identificación de materia prima como la chonta. La chonta es
un término aplicado a la madera de palmera, de cierta densidad, de fibra uniforme.
Estos materiales son duros, pesados y llegan a tener bordes filudos y lustre brillante.
Estas maderas son la fuente principal de la tecnología del Bosque Tropical para puntas de proyectil, cabezas de lanza, trampas de púas, tablitas para inhaladores nasales y
especialmente macanas, las desvastadoras porras-espadas. Las especies de palmera que
producen chonta se encuentran en los confines de los trópicos húmedos. Dentro de
los últimos veinte mil años aquel material provino de la cuenca del Amazonas o de
la extensión del Bosque Tropical a la costa del Pacífico de Ecuador y Colombia.
La sofisticación estilística y la maestría tecnológica de la muñeca (Fig. 1a) demuestran que fue un producto de la floreciente industria en chonta, por lo cual fue tallada
en una región donde la chonta era fácil de conseguir. Las incrustaciones de conchas
marinas sugieren un asentamiento costero para su fabricación. La costa Central del
Ecuador es el lugar más cercano que pudo satisfacer ambos de estos requerimientos.
¿Es el estilo de la muñeca compatible con un origen en la costa Central del Ecuador?
Esta muñeca representa definitivamente una tradición estilística reconocible. En
la costa central del Perú aparecen alrededor de los 1200 años a.C. figuritas de cerámica de modelado cuidadoso y huecas, sin antecedentes de experiencia local. El más
espectacular ejemplo (Fig. 1b) es de Curayacu (Engel, 1956: fig. 13) a más o menos
50 millas al sur de Lima, pero se conocen otras del sitio de Tank. Estas figuritas se
asemejan muy de cerca a la muñeca de madera en el tratamiento facial, la proporción
de los miembros del cuerpo, la estilización de los dedos; en la representación del
músculo recto del abdomen y especialmente en el tratamiento del pelo como diadema. Todas las características mencionadas arriba se presentan también en una serie
de figuritas huecas de cerámica que aparecieron repentinamente en Mesoamérica
entre los 1500 y 1200 años a.C. (Mac Neish. Peterson y Flannery 1970: 55, fig. 29,
fig. 30). Estas figuritas están mejor representadas en la muestra completa de Tehuacán
(Fig. 1c). Una tercera serie, aun más espectacular, muestra todas estas características.
El centro de manufactura de estas magníficas cerámicas (reproducción 2A) es en el
171
Amazonas: Ruta Milenaria
172
FIG. 1 (A) Figurita de madero de chonta de una tumbe del Periodo Inicial, sitio de Tank, Ancón, Perú. Trazado de la figura, Matos
M. 1968. El objeto es de 12.3 cm de alto. (B): Gran figurita hueca de la ocupación en Período Inicial del sitio de Carayacu. Trazado
de transparencia tomada por el autor.Ver también Fig. 13, Engel, 1956, y cubre el mismo argumento de Archeology. c. 40 cm. de alto
(C): Larga figurita hueca con áreas de pintura negra, de la fase Ajalpan, Tehuacán, México. Trazado de Mac Neish, Peterson y Flannery, 1970, fig. 29. Lo figurita es de 50 cm de alto. (D): Fragmento de una figurita larga hueca de fase Ajalpon, Tehua can, México.
El tratamiento de la diadema es como varias figuritas Valdivia y Chorrera. Dibujo sacado de Mac Neish, Peterson y Ficumery, 1970,
fig. 30, de más o menos 7 cm de ancho.
Donald W. Lathrap
Río Chico en la costa central de Ecuador (Presley Norton, comunicación personal,
1971). El contexto cultural de estas figuritas es, en cierto sentido, “Chorrera”, pero
no necesariamente idéntico al Complejo Chorrera, que ha sido descrito escuetamente para la Cuenca del Guayes (Evans y Meggers, 1957). Yo sugiero que los tres
grupos de figuritas de cerámica y la muñeca ds chonta de Ancón son parte de la
misma tradición estilística, y esta tradición se originó en la costa del Ecuador.
Hay una clara evidencia que la costa del Ecuador fue el innovador cultural y donante y que Mesoamérica y la costa del Perú fueron receptivos pasivos. Nosotros ya
habíamos anotado que esta tradición está presente sin antecedentes ya sea en Perú o
en Mesoamérica, pero la mayoría de las peculiaridades estilísticas de las figuritas de
Río Chico pueden ser rastreadas hasta la tradición de figuritas Valdivia. El tratamiento del pelo como diadema y el énfasis de esta diadema por zonas, se remonta por
lo menos a Valdivia 5, y está representada en un especimen Valdivia de la colección
Norton (reproducción 2B). (Ver también Meggers, Evans y Estrada, 1965: reproducción 125a-b, e-f, i-i, m-n, q-r, u-v). Aspectos como la diadema incisa y los agujeros
de la oreja están muy desarrollados en una extraordinaria sólida figurita del Componente Valdivia Tardío en el sitio de Chacras de Río Chico (reproducción 2C). Figuritas con narices triangulares, diademas diferencialmente deslirables y agujeros de
oreja son comunes en Machalilla (reproducción 2D). En Ecuador hay una evolución
continua del estilo que culmina en las figuritas huecas de Río Chico y comenzando
hacia los años 2000 a.C.
La evidencia de esta tradición de figuritas sugiere que durante el segundo milenio
a.C. Ecuador fue la región culminante, dominando Mesoamérica y la costa Peruana;
pero sobre las bases de la evidencia cerámica planteada anteriormente, esta tradición
ocurrió también bajo influencia del Alto Amazonas. Si las figuritas fueron la única
evidencia para dar por sentada una conclusión, estaríamos tentados a desechar como
fortuitos estos estilos cercanos que se dieron paralelamente. Hay, sin embargo, otras
líneas de razonamiento que llevaron a la misma conclusión. Durante este preciso
período la concha de una ostra espinosa, la Spondylus, fue una parte esencial del ritual de los Andes centrales, importancia que se mantiene hasta el día de hoy. Como
indica Allison Paulsen (1972) este recurso sólo se obtiene al norte del Golfo de Guayaquil y fue intercambiado hacia el sur en forma procesada. Una vasija con efigie
de Spondylus de Kotosh muestra que este patrón estuvo en realidad completamente
establecido hacia los años l200 a.C. (Izumi y Sono, 1963: lámina 133,10). Como
Evans y Meggers indicaron primero, (1957) y Coe (1960), desarrolló de un modo
coherente, los paralelos cerámicos entre la costa del Pacífico de Guatemala y la costa
del Ecuador son tan numerosos y precisos, que se pudo establecer un continuo e
intensivo contacto durante un considerable espacio de tiempo. A la par que aumenta
nuestro conocimiento del Ecuador, todas estas peculiaridades cerámicas parecieron
haberse desarrollado allí y resultaron extrañas para Mesoamérica (esto es por un lado
173
Amazonas: Ruta Milenaria
discordante con la conclusión que formuló Coe (1960: 390). Coe ha enfatizado que
las distancias cubiertas sugieren, que la navegación a lo largo de la costa fue más
probable que el viaje por tierra. Esta conclusión parece igualmente justificada para
el viaje de la costa central del Ecuador a la costa central del Perú. Las especulaciones
pueden resultar aventuradas, pero la intensidad y las influencias contínuas son más
sugestivas de que hubieron expediciones de intercambio regularmente programadas
en tiempos prehistóricos (1961) y accidentales desembarcos por el oeste. Hay una
gran probabilidad que el Formativo más temprano de México Occidental (Guerrero,
Colima, Mayarit) fuera una intrusión del lugar de una derivación de la cultura de
Sudamérica parecida a Machalilla (Grove, 1973).
La muñeca de chonta no representa la única evidencia de intercambio a larga
distancia en la tumba del sitio de Tank. Otros objetos descritos por Matos (1968:
227) sugieren el uso de la coca. Las propiedades fisiológicas y psicológicas de la
Erythroxylon coca fueron investigadas primero al este de los Andes. La Erythroxylon es
un cultivo del Bosque Tropical de tal importancia, que su disponibilidad ha sido por
mucho tiempo el mediador dé los patrones del asentamiento y de la organización
fronteriza entre la civilización de los Andes centrales y el Bosque Tropical. Las informaciones sobre el sitio de Tank, junto con otros materiales comparables, sugieren
que el uso de la coca fue común en la costa del Perú hacia los 1200 años a.C.
Un equipo médico fue recobrado en Niño Korin en los Andes altos al noreste
del Lago Titicaca. Cierto número de objetos son de estilo Tiahuanaco clásico, y su
antigüedad de la segunda mitad del siglo IV a.C. dado por el C14, es completamente
aceptable. Wassén (1972), demuestra con grandes posibilidades de certidumbre, que
el equipaje pertenecía a un botánico itinerante conocido como del grupo Callahuayas. Este grupo todavía subsiste en los Andes del sur, realizando trueque de objetos
e ideas a largas distancias.
Muchos de los objetos de uso personal del equipaje insinúan la utilización intensiva de alucinógenos ingeridos por la nariz, provenientes de semillas de árboles
leguminosos del género de la Anadenanthera o Mimosa. Wassén, en otro trabajo,
ha descrito el uso difundido de estos aspiradores nasales en Sudamérica tropical
(Wassén, 1956, 1967), y hay razones suficientes para sospechar que este particular
producto del Bosque Tropical estaba en uso desde tiempos tempranos como fue
Valdivia 3 en la costa del Ecuador (Zerries, Lathrap y Norton, s./f.). Desafortunadamente no encontramos ningún material que pudiera ser identificado como
aspirador nasal.
Igualmente indicativo del intercambio a larga distancia de productos del Bosque Tropical fue el paquete de hojas de Ilex guayusa, usado en la producción de un
brebaje de buen sabor con alto contenido de cafeína. La preparación cuidadosa y el
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Donald W. Lathrap
empaquetamiento uniforme de estas hierbas (Schultes, 1972a: fig. 2) muestran un
intensivo nivel de producción acercándose al sistema de plantación. Las dudas de
Schultes, que la Guayusa de las reservas de la Sierra Boliviana fueran intercambiadas
hasta tan lejos como fue el este del Ecuador, nos llevan a pensar que durante el siglo
IV a.C. las plantaciones de cultivo de Guayusa, se extendieron hacia el sur, a pie, y
largo oriental de los Andes hasta la montaña Boliviana. Esto es por lo menos cierto
alrededor del año 350 a.C., en que la Guayusa se cultivó extensivamente en un medio ambiente húmedo tropical al Este de los Andes.
La aparente norma fija del intercambio de la Guayusa es sólo un índice de cómo
las relaciones comerciales entre los Andes centrales y la selva alcanzaron un alto nivel
de intensidad bajo la influencio de la cultura Tiahuanaco. Zuidema ha encontrado
datos mitológicos y quasi-históricos que sustentan esta posición (Wassén, 1972: 17).
Las recientes investigaciones de Scott Raymond (1972) en medio del río Apurímac
sugieren la intrusión de comunidades del tipo de tierras altas en tierras bajas orientales en el contorno del Bosque Tropical y al término río arriba de las navegaciones hechas a canoa. Esta comunidad muestra la clase rígida, sobre planeamiento de
ciudad que nosotros conocemos como típica de las ciudades del Horizonte Medio
y como expansión de la influencia Tiahuanaco. Inmediatamente río abajo, y aparentemente contemporáneas, hubo otros asentamientos típicos de la Cultura de Bosque
Tropical. En efecto, la cultura Sivia, es una variante de la tradición Cumancaya, que
ha sido definida por varios lugares del Ucayali central (Lathrap, 1970: 136-45; Roe,
1973; DeBoer, 1972). Si nosotros asumimos que la proximidad de estas comunidades
fue más bien deliberada que accidental, luego la explicación más aceptable sería que
éstas representan un patrón de activo intercambio, cada una fue el término de un sistema complejo de intercambio que llevaba por lado a las tierras altas y por otro lado
a la cuenca del Amazonas. Los probables materiales de intercambio son la coca, guoyusa, aspiradores nasales de Ancidenanthera, madera de palmera, plumas de aves y caña.
En cambio, ¿qué sucedía en la Selva? Aunque casi no se han encontrado instrumentos de metal en las excavaciones arqueológicas autorizadas en la selva, conversaciones con residentes locales del río Pisqui y río Pachitea y aun del Ucayali Central,
indican que se ha encontrado con cierta frecuencia tales utensilios. Nosotros tenemos un contexto arqueológico en el sitio mismo de Cumancaya, donde la antigüedad concuerda con el Horizonte Medio en las tierras altas (Roe, 1973). Las muestras
de instrumento de metal, hasta donde se han analizado, son de cobre puro (Roe,
1973), en lugar de bronce, y parecen haber sido menos efectivas para cortar madera
que las tradicionales hachas con base de piedra.
175
Amazonas: Ruta Milenaria
Quizá estas herramientas fueron más objetos de prestigio que materiales necesarios de la tecnología. La distribución de estas hachas pueden marcar la extensión de
la penetración del intercambio en el Horizonte Medio en el alto Amazonas, pero lo
más probable es que éstas no fueran los únicos instrumentos intercambiables.
Es sabido que los productos del Bosque Tropical jugaron un papel importante
en el sistema redistributivo del Imperio Inca, pero el presente trabajo nos impide
dar más detalles sobre esta compleja materia. Yo quisiera centrarme en un aspecto
curioso de! sistema tributario del Imperio Inca; la presentación al Inca de especímenes de anaconda y caimán (Gilmore, 1950: 405, 407) para ser guardados en el jardín
zoológico del Cusco.
El conocimiento del esfuerzo tecnológico que se hizo para el transporte de estos
mounstros fuera de la cuenca del Amazonas fue notable, como anota Gilmore. Lo
que no ha sido enfatizado es la importancia de estas criaturas para la estructura básica
de la religión de los Andes Centrales (Rowe 1962; Lathrap 1971: 77, 1973a; Ravines,
1972). Hay más evidencias que demuestran que el intercambio ritual de animales
con significado religioso es un patrón básico y muy antiguo en la Cultura de Bosque Tropical ‘(Zarries 1962; Lévy- Strauss, 1961: 338-9). No sería una sorpresa que
el zoológico del Cusco representara una elaboración del antiguo y típico patrón de
reciprocidad de la Cultura de Bosque Tropical, que incluyó la construcción de ¡aulas
especializadas para cada animal (Zarries, 1962: Abb. 1).
Reconocimiento
El presente trabajo se ha beneficiado por las sugerencias editoriales de mi esposa Joan
W. Lathrap. Importante información original para su sustentación proviene del señor
Presley Norton de Guayaquil y de su magnífica colección arqueológica. Estoy también agradecido al señor Ben Parker por las muestras fotográficas del Laboratorio de
Antropología, Departamento de Antropología de la Universidad de Illinois, Urbana.
176
Donald W. Lathrap
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Presentación a la Arqueología
de la Amazonía
Luis Guillermo Lumbreras
Deseo iniciar estas notas rindiendo un homenaje muy sentido a la memoria de
Clifford Evans Jr., uno de los fundadores de la arqueología amazónica y uno de
los maestros y amigo muy querido de las últimas generaciones de arqueólogos latino-americanos. Muchos de nosotros, yo entre ellos, aprendimos con él, el arte de
clasificar cerámica. Muchos recibimos el estímulo y la ayuda necesaria para avanzar
en nuestra carrera; junto a él su esposa Betty Meggers, que también nos ayudó
mucho.
No he encontrado mejor ocasión que ésta para rendirle homenaje de reconocimiento. Murió el 19 de enero de 1981. Los arqueólogos de Latino-américa, desde
la Patagonia hasta el Caribe, lo recordaremos siempre como a un querido maestro
y hermano.
Hemos intentado escribir esta presentación varias veces, dispuestos a formular en
unas pocas páginas, el cuerpo fundamental de las hipótesis y tesis que se han elaborado en torno al inmenso y cuasi misterioso mundo de la amazonía; sólo después
de haberlo hecho sin fortuna, hemos decidido —con modestia obligada— a limitar
nuestras notas a una breve y seguramente incompleta presentación sintética de los
alcances más comprensibles de lo que la arqueología ha logrado estudiar en esta área.
En realidad, el tratamiento arqueológico de la Amazonía es bastante reciente y por
tanto existen muchas lagunas en su conocimiento. El abordaje de su historia ha sido
casi siempre desde la perspectiva lingüística o etnográfica y, desde luego, condujo
esto a un arbitrario criterio y sincronista del pasado amazónico, pese a que con ayuda
181
Amazonas: Ruta Milenaria
de la lexicoestadística se han logrado tendencias de cambio histórico que sólo podrán tener un valor explicativo mayor luego de su contrastación con las evidencias
que se recuperen por medio de la arqueología.
Las investigaciones arqueológicas en el área tienen un alto grado de dificultad
debido a las condiciones medioambientales, pues los restos arqueológicos orgánicos
se descomponen rápidamente y aun los de cerámica se deterioran al grado de perder
los englobes o los detalles decorativos. Por cierto que estos niveles de deterioro no
son, frente a las técnicas arqueológicas contemporáneas, obstáculo para la investigación, y de otro lado, tampoco se presentan de modo tan grave como para impedir el
reconocimiento y estudio de las poblaciones prehistóricas amazonenses.
Esta situación, sin embargo, hace precisamente difícil la identificación de restos
anteriores al conocimiento de la cerámica, pues hasta ahora los arqueólogos han podido identificar solamente los restos de poblados con cerámica. Debido a la ausencia
o rareza de la piedra, es probable que los más viejos cazadores y recolectores hayan
carecido de instrumentos líticos y sus proyectiles y otros utensilios hayan sido exclusivamente de madera o hueso, elementos de fácil desintegración. Desde luego, si
alguna vez se descubre un centro poblado pre-cerámico, podrá ser excavado con las
modernas técnicas arqueológicas aun caundo los restos se hayan convertido en polvo.
La dificultad reside en hallarlo.
Hasta hace relativamente pocos años la información etnográfica amazónica servía
como única fuente de especulación sobre problemas muy complejos de la prehistoria sudamericana; al mismo tiempo que se suponía una muy reciente data para las
poblaciones amazónicas, se proponía hipótesis tales como que el origen de las civilizaciones andinas debían encontrarse en esta región. La especulación sobre “orígenes”
no era, desde luego, exagerada ni pueril, pues partía de indicios muy importantes, tal
como el origen doméstico de determinadas plantas de obvia procedencia selvática
o tropical; sin embargo. se carecía de evidencias significativas. Una de estas tesis, es
examinada por la Dra. Rosa Fung en esta revista (Nº 8). En realidad la frase “procede de la Amazonía” se convirtió en una suerte de lugar común en gran parte de la
arqueología sudamericana, sin compromiso de prueba.
Esta situación comenzó a cambiar a partir de los trabajos pioneros de Betty Meggers y Clifford Evans, quienes iniciaron la arqueología sistemática de la Amazonía
con su monumental obra Archeological Investigations at the Mouth of the Amazon.
Gracias a este trabajo, la historia amazónica adquirió profundidad temporal, pues si
bien no fue posible disponer desde el comienzo de amplios datos fechados radiocronológicamente, en cambio sí se pudo contar con una primera secuencia de valor
cronológico que comenzó por regular la única fuente arqueológica amazónica que
se manejaba con gran liberalidad hasta entonces: la famosa isla de Marajó en la boca
182
Luis Guillermo Lumbreras
del Amazonas. Marajó había proporcionado cerámica muy vistosa, que era conocida
desde el siglo pasado y por tanto era el símbolo de la amazonía.
Meggers y Evans establecieron una secuencia de cinco fases para esa región; la
más antigua de ellas fue denominada Ananatuba (que tiene una edad C14 de 980
años a.C.) y que Meggers y Evans piensan que representa una etapa de “agricultura
incipiente” más bien que una de “agricultura tropical” que en la amazonía equivale a una etapa agrícola de pleno desarrollo. Los sitios Ananatuba están ubicados
en la sección flor-central de la isla de Marajó y son unidades de vivienda aldeana
más o menos pequeña y sintomáticamente sedentaria. Le sigue a Ananatuba la fase
Mangueiras, que indica una tendencia ascendente de la población, con unidades de
vivienda arias veces más grandes que las de la época anterior y que por su tamaño y
forma parecen corresponder a viviendas comunales. Meggers y Evans piensan que
en esta fase se define la “agricultura tropical” y se da inicio a lo que los antropólogos vienen llamando la “Cultura de la Floresta Tropical”. Mangueiras representa
la continuación de Ananatuba, pero al mismo tiempo parece que es el resultado de
influencias llegadas de algún modo de otro lugar. Las siguientes dos fases —Acauan
y Formiga— parecen ser contemporánea con Mangueiras y representan, de algún
modo, formaciones étnicas distintas, ubicadas en zonas vecinas a las que cubren las
aldeas de Mangueiras. En cambio, la última fase, llamada Marajoara es un desarrollo
espectacular de la boca del Amazonas, que se distingue por la presencia de unos
montículos artificiales ubicados en los campos abiertos de la gran isla de Marajó. En
estos montículos se construían viviendas pero también servían para enterrar a sus
muertos. Los montículos indican una inversión significativa de fuerza de trabajo, que
quizá implica la existencia de excedentes suficientes como para distraer una parte del
tiempo en su preparación; si esta observación se acompaña al hecho de que parece
que hay indicios de diferenciación social, puede asumir que Marajoara representa
un nivel de desarrollo tribal bastante complejo, con la probable formación de incipientes formas de poder político y social. Meggers y Evans piensan que esta fase
representa una suerte de inserción poblacional desde el exterior, quizá procedente
de los altos del Amazonas o de la región conocida como la “várzea”, formada por
los llanos aluviales del Amazonas medio. Las diferencias sociales se hacen manifiestas
en entierros tales como el de un personaje alojado en una hermosa urna polícroma
antropomorfa, que estaba flanqueada por urnas menos cuidadas que contenían los
restos de otros cadáveres.
Lamentablemente no se sabe si estos marajoarenses tenían o no algo que ver con
los aruá (arawaks) que ocupaban la isla en tiempos de la invasión portuguesa del
Brasil.
Betty Meggers, en dos trabajos que se incluyen en este número y el siguiente (7
y 8), sugiere que existen dos grandes tendencias procesales en la amazonía: la que se
183
Amazonas: Ruta Milenaria
desarrolla en los llanos aluviales y la del bosque o zonas de “tierra firme”, indicando
que hay una mayor posibilidad de desarrollo en la várzea que en la “tierra firme”. En
su libro sobre la Amazonía describe a los Omaguas y Tapajos que llegaron a organizarse al nivel de “señoríos”: “Cada aldea tenía un jefe y todas las aldeas en una ‘provincia’ estaban unidas bajo un alto jefe... El jefe Omagua de fines del siglo XVII era
llamado Tururucari, que quiere decir ‘dios’. Su dominio se extendía a lo largo del río
por más de 100 leguas y era obedecido universalmente con gran sumisión... Al lado
opuesto de la escala social de los jefes estaban los esclavos, quienes habían sido capturados como niños durante avanzadas sobre tribus de la floresta. Ellos eran usados
para el trabajo agrícola y asuntos domésticos” (“Amazonía” Aldine, New York 1971,
pp. 129). Los Omaguas y Tapajos desaparecieron rápidamente como consecuencia
de la “conquista” portuguesa, del mismo modo como desaparecieron la totalidad de
los pobladores de la várzea, a diferencia de los pobladores del bosque interior, que se
Mantuvieron gracias a que estaban alejados de la “civilización”.
Las investigaciones que se desarrollaron en los cincuenta y sesenta en el curso
bajo y medio del Amazonas, especialmente por Hilbert, permitieron, igualmente, establecer una secuencia de gran profundidad temporal en esta zona, especialmente en
la várzea, precisamente donde vivieron los Tapajós o los Omagua. Allí, al igual que en
la boca del Amazonas, se encontró una fase muy antigua llamada Jauarí, que está emparentada con Ananatuba y que obviamente corresponde a una corriente de pueblos
alfareros muy temprana que se extendió a lo largo de toda la amazonía. La cerámica
es esencialmente incisa y se identifica por la tendencia a decorar zonas con textura
contrastada, como ocurre tanto en Marajó con Ananatuba, como con Tutish-cainyo en
el otro extremo del Amazonas, en sus nacientes. Si bien la secuencia no se reproduce,
al igual que en Marajó, en la parte media y baja del Amazonas aparecen, entre el 500
y el 1000 de nuestra era una serie de grupos étnicos diferenciados entre sí por su
cerámica y otros restos materiales, que siendo contemporáneos debieron ser vecinos
unos con otros: Paredao, Japurá, Caiambé y Manacapurú, entre otros; todos ellos, sin
embargo, tienen ciertos elementos de unidad que se expresan en maneras comunes
de decorar la cerámica. Más tarde, después del año 1000 aparecen nuevos complejos,
entre los que destaca el de Guarita, que se parece a Maraioara y que seguramente está
en el camino de los grandes desarrollos que se organizan inmediatamente después,
como aquel conocido con el nombre de Santarém, que es una de las culturas que ha
tenido uno de los más bellos logros en la cerámica escultórica, no sólo el más bello
de la amazonía, pero que entra en franca competición con los más avanzados de
Mesoamérica o los Andes. Santarém se encuentra cerca de la unión del río Tapajós
con el Amazonas, justo en el punto en donde se inicia el “Amazonas medio” y en
donde seguramente estaba organizado el complejo grupo cultural de los Tapajós. En
la cerámica Santarem, que desde luego llamó mucho la atención en el Brasil desde
muchísimos años atrás, hay modelados cocodrilos, monos, jaguares y desde luego el
hombre; son especialmente notables unas vasijas compuestas que a modo de grandes
184
Luis Guillermo Lumbreras
copas tienen personajes que en forma de “cariátides” sostienen el continente de las
copas, de un modo similar al que ahora tienen los trofeos deportivos llamados precisamente “copas”.
Aparte de estas dos grandes secuencias, se han hecho una serie de estudios aislados
o que no han logrado aún conformar cronologías como las aquí presentadas, en el
curso del río Amazonas; en cambio, en sus afluentes originarios, en Ecuador, Perú y
Bolivia, se han organizado secuencias sumamente importantes. En el extremo norte,
nuevamente Clifford Evans y Betty Meggers son los autores de los trabajos iniciales
y más importantes, en el curso del río Napa. Ellos encontraron allí una ocupación
de aspecto tan antiguo como Ananatubo y Jauarí a la que bautizaron con el nombre
de “Yasuní” y que indudablemente se ubicó dentro de los complejos más antiguos
de la cerámica amazónica y sudamericana, pese a que tiene una fecha radiocarbónico muy reciente —de alrededor de 50 a.C.— que por ser una fecha proveniente
de una sola muestra no puede ser considerada como definitoria. Luego, sigue una
fase bautizada como Tivacundo, que pertenece, temporalmente, a la misma época de
Mangueiras, Manacapurú, Caiambé y otros complejos “medios”. Finalmente, al final
de la secuencia aparece un desarrollo notable, bautizado como Napa, con cerámica
polícroma si no relacionada al menos parecido a Marajoara, con sitios muy grandes y
aparentemente indicadores de una organización relativamente compleja.
En la misma zona, el padre Pedro Porras ha ampliado las investigaciones de Evans
y Meggers agregando sus estudios de la fase Cosanga en las nacientes del Napo y
estableciendo las fases más antiguas de una secuencia en el Pastaza, otro importante
afluente del Amazonas; las fases Pestazo, Chiguaza y Macas ocupan el primer milenio
anterior a nuestra era. Porras piensa que su fase Pastaza debe considerarse contemporánea y emparentada con Ananatuba, Yasuní y los demás complejos antiguos de
cerámica “hachurada en zonas” según definición de Meggers y Evans.
En el Perú, la secuencia más importante obtenida es aquella que Donald Lathrap
y sus alumnos lograron establecer para el curso medio del Ucayali, que luego se
completó con los estudios sobre el alto Pachitea. La secuencia del Ucayali es además
una de las más completas que se ha logrado para toda la amazonía y coincide en su
condición de pionera con aquella que establecieron Meggels y Evans en la boca del
Amazonas, pues los trabajos se iniciaron a comienzos de la década del 50.
Allí, la fase más antigua está representada por el complejo cerámico conocido
como Tutishcainyo, que Lathrap ubica entre los años 2000 y 500 a.C., dividido en
dos fases (antigua y tardía). Se caracteriza, en general, por una en términos generales está consistentemente ligada con los complejos de Ana-cerámica “hachurada en
zonas”, incisa, con vasijas de perfil compuesto, que notaba, Jauarí y Yasuní, que aun
cuando parecen ser ligeramente posteriores le son contemporáneos en términos
185
Amazonas: Ruta Milenaria
generales. La cerámica Tutishcainyo, además, está relacionada con los complejos cerámicos más antiguos del Perú, tal como la conocida con el nombre de Wayra Jirka
(Huánuco), lo que abona a favor de las tesis que hablan de un temprano contacto
entre la sierra y la selva en el proceso de organización de la civilización andina.
La segunda fase del Ucayali, conocida con el nombre de Shakimu, es de una
tradición muy distinta a la de Tutishcainyo y ésta es la razón por la que D. Lathrap
piensa que se produjo un desplazamiento de población. Es una cerámica incisa y excisa, de un acabado mucho más logrado y con una mayor variedad de formas. Según
Lathrap, mientras que Tutishcainyo representa la presencia selvática sobre los Andes,
con influencias en esa dirección (este-oeste), en cambio Shakimu es, al revés, receptáculo de influencias llegadas desde los Andes (oeste-este), seguramente asociadas a
la expansión de Chavín, que entre los años 1000 y 5000 de nuestra era (se calcula
para Shakimu una edad entre 800 y 400 a.C. a base de C14) se expandió en distintas
direcciones, tanto hacia la costa como hacia la sierra. Observando Shakimu, sin embargo, es difícil reconocer totalmente los rasgos que podrían ser de origen chavinense, aun cuando hay que darle la razón a Lathrap en el sentido en que se advierte una
fuerte “presencia” andina en ciertos rasgos de forma y decoración. Algunos colegas
mesoamericanos observaron también parecido con la cerámica “pre-clásica” de Méjico, pero seguramente se trata de parecidos casuales.
Aparece, luego, en la secuencia el complejo identificado como Hupaiya, que se
desarrolló en los últimos siglos de la era pasada y que Lathrap relaciona con la serie
Barrancoide del norte de Sudamérica. Al respecto, Mario Sonaja, de Venezuela, opina que si bien es posible considerar como válida esta aproximación de Lathrap, en
cambio debe considerarse que las relaciones entre los grupos alfareros del Ucayali
con los del complejo Barrancoide tendrían una data más antigua, contemporánea
quizá con Tutishcainyo.
Las siguientes fases de la secuencia, comenzando con Yarinacocha, representan,
según Lathrap, la “amazonización” del Ucayali, en el sentido en que se define una
suerte de cultura de “aspecto amazónico”, menos generalizada como ocurría con las
culturas precedentes. Después de Yarinacocha vienen, entre el 500 y 1000 de nuestra
era una serie de fases menores, tales como Cashibocaña, Pacacocha (ligeramente
anterior), Nueva Esperanza y Cumancaya, de las cuales la última tuvo una extensión
sumamente importante, que llegó hasta las riberas del Apurímac, bastante al sur, en
los afluentes originarios del Ucayali.
La posterior fase Caimito, entre 1000 y 1500 d. C., pertenece a la tradición de
la cerámica amazónica polícroma, a la que pertenecen Marajoara y Napo, entre los
grupos más destacados.
186
Luis Guillermo Lumbreras
La secuencia del alto Pachitea, establecida a base de los trabajos de William Allen,
tienen también una fase muy antigua, llamada “Cobichaniqui”, relacionada con Tutishcainyo y que tiene fechados radiocarbónicos que oscilan entre 1800 y 1500 a.C. La
siguiente fase, llamada Pangotsi, tiene, a su vez, una edad C14 de aproximadamente
1200 a.C. y representa una tradición distinta a Cobichaniqui y aparentemente sin
ninguna relación con cualquier otro grupo contemporáneo conocido, pese a que
participa, en términos genera-les de los rasgos primitivos de la cerámica “formativa” del Amazonas. Le sucede una fase seguramente ligada a Pangotsi que ha sido
llamada Nazarategui y que representa, según Lathrap —en su libro Upper Amazon
— una etapa de alto desarrollo de la zona, de gran prosperidad que sólo fue interrumpida por la invasión de otros grupos de tradiciones culturales muy diferentes.
Lathrap piensa que Nazarategui representa la continuación de la tradición iniciada
por Tutishcainyo y, en cierto modo, su clímax cultural. A Nazarategui la sucede la
fase Naneini, entre el 500 y el 1000 d.C., la que a su vez es interrumpida por otra
comunidad invasora, identificada con el nombre de Enoqui.
Si bien no como parte de una ocupación continua, en el curso del río Huallaga medio, Lathrap y sus estudiantes ubicaron una secuencia corta de cerámica en
la Cueva de las Lechuzas cerca de Tingo María, en la cual destaca la presencia de
una cerámica precisamente denominada Cueva de las Lechuzas, que obviamente
tenía un gran parentesco con Tutishcainyo y que Lathrap encuentra relacionada
con la fase tardía de Tutishcainyo y al mismo tiempo con la cerámica Wayra Uirka
de Kotosh, Huánuco. El mismo arqueólogo señala que este complejo es de gran
importancia dado que está en un punto geográficamente intermedio entre la selva
y la sierra andina, indicando la posible ruta de interacción entre ambas regiones,
que según él tenían fundamentalmente una dirección este-oeste en aquel tiempo.
Los complejos cerámicos posteriores, llamados Aspusana y Monzón, aparte de representar ocupaciones esporádicas de invasión de grupos étnicos por identificar, no
agregan nada más.
En el curso bajo del río Apurímac, Scott Raymond, Warren DeBoer y Peter Roe
han trabajado una secuencia igualmente interesante, en la medida en que se ocupa
en un territorio particularmente importante para la comprensión de la tardía civilización andina.
En Sivia, ellos han encontrado cerámica de procedencia Wari, de Ayacucho, indicando que la relación de la selva con los grandes estados andinos es una vieja
tradición.
De otro lado, recientemente Jaime Miasta ha hecho unos estudios sobre el río
Chinchipe, en la zona de San Ignacio y en Jaén, en donde ha encontrado lo que
podrían ser indicios de una fase “pre-cerámica”, con pinturas rupestres en Faical y
187
Amazonas: Ruta Milenaria
otra que él piensa que podría ser representante de un período “arcaico” similar a la
fase Mito de Kotosh (ca. 3000 a.C.) que él identifica con el nombre de Michinal.
Estas dos fases propuestas como pre-cerámica son seguidas por la denominada
“Cerezal” que según Miasta estaría vinculada con Tutishcainyo y con otros complejos tempranos de la región andina. La secuencia muestra un desarrollo que está
asociado mucho al proceso andino más que al amazónico, aun cuando obviamente
existen rasgos amazónicos de carácter general. Se trata de un proceso comprometido
con la “ceja de selva” y asociado a las estribaciones orientales de los Andes.
Finalmente, otra secuencia conocida es la de los llanos de Mojos en Bolivia, en la
región del Madeiras, en el extremo sur de los cauces originarios del Amazonas, en
donde Erland Nordenskjold describió una secuencia ligeramente tardía y aparentemente ligada a la vecina altiplanicie boliviana. Las fases Velarde inferior y Superior,
de cerámica pintada, se relacionan más con la cerámica de la región andina que con
la de la amazonía propiamente dicha, aunque hay indicios importantes de parentesco
o afinidad con el oriente, especialmente en las fases más tardías de Macisito y Río
Palacios, que seguramente representan “invasiones” de grupos étnicos de otras regiones de la Amazonía.
Aparte de estos complejos procesales, en la Amazonía se ha encontrada una serie
de restos aislados que no tienen, sin embargo, el compromiso de una secuencia y que
muchos de ellos ni siquiera pasan de ser casuales. Uno de ellos, en el río Corrientes,
es presentado aquí por los arqueólogos peruanos Rosa Fung y Roger Ravínez. Anteriormente, hace algunos años se descubrió, en Huayurco, cerámica formativa y en
Pajatén un ya famoso complejo arquitectónico contemporáneo a los incas y que se
conoce también como Abiseo.
Si bien los estudios de la Amazonía son recientes y bastante pocos, se puede decir
que en términos generales se sabe ya bastante de ella en tiempos pre-históricos como
para poder establecer algunas líneas generales en su desarrollo, que iniciándose en
un período de agricultura incipiente —con probables orígenes en pueblos cazadores
hasta hoy desconocidos— fue formándose una saciedad de complejidad creciente,
cuyo alto nivel de desarrollo puede medirse por su capacidad de adaptarse a las difíciles y muy variadas circunstancias del medio ambiente amazónico. Su proceso se resuelve con posibilidades de organización clasista y formación del estado en aquellos
lugares en donde es posible la generación de un excedente —coma la várzea— y se
resuelve también en distintos niveles de estabilidad “neolítica” dentro de los cánones
de la barbarie, de acuerdo a las posibilidades de explotación de recursos de cada zona;
eso explica cómo los “primitivos” recolectores y agricultores incipientes llamados
Sirionó en vez de resultar una “regresión” histórica de sus antecedentes arqueológicos, deben, en cambio, representar una etapa de pleno dominio del ambiente por una
188
Luis Guillermo Lumbreras
comunidad que no podía extraer más de ese medio y, por tanto, no podía generar,
en el aire, una sociedad “más avanzada”. La historia de la Amazonía que recupera la
arqueología, nos entrega, a diferencia de la etnografía, una imagen procesal muy rica
en la definición de los pueblos amazónicos que no solamente resuelven su historia
mediante migraciones, sino fundamentalmente mediante la máxima utilización de
los recursos naturales, adaptando sus recursos culturales, su capacidad productiva,
al máximo nivel posible de explotación. Por eso, la genocida acción de los “colonizadores” de la selva amazónica, no solamente desarticula el ambiente limpiando
los bosques de árboles o extrayendo recursos básicos, sino que destruye la única
alternativa histórica de un auténtico y racional uso de los recursos. Los “civilizados”
debieran aprender a consultar con los “nativos” sobre la manera de aproximarse a la
riqueza de la amazonía sin destruirla y sin destruir las comunidades que a lo largo de
milenios han podido dominar ese ambiente.
189
El Formativo que Nunca Terminó:
La Larga Historia de Estabilidad en las
Ocupaciones Humanas de la Amazonía Central
Eduardo Góes Neves
Introducción
En la actualidad se acepta, por lo general, que la ocupación de la cuenca del Amazonas
es tan antigua como la de otras partes de Sudamérica (Roosevelt, 2002; Barse, 2003;
Meggers y Miller, 2003). Este postulado contradice las hipótesis que proponen que
la ocupación de los bosques tropicales no fue posible por parte de poblaciones con
economías no basadas en la producción agrícola de alimentos (Headland y Bailey,
1991; Roosevelt et al., 2002). También es claro que, en la Amazonía, se desarrollaron
etapas de innovación cultural temprana respecto del resto de Sudamérica. Entre estas
se encuentran la producción independiente de cerámica, encontrada en conchales
distribuidos al este de la desembocadura del río Amazonas con fechados que se remontan a c. 3500 a.C. (Simões, 1981; Roosevelt, 1995). Otros sitios, ubicados en la
parte baja del Amazonas, pueden tener cerámica aún más temprana, fechada hacia
6000 a.C. (Roosevelt et al., 1991; Roosevelt, 1995), si bien su contexto cronológico
no es del todo claro, así como tampoco es obvio si estos núcleos constituyeron innovaciones independientes que se dieron más tempranamente en esta área que en el
resto del continente (Fig. 1) (Meggers, 1997).
De todos modos, hay buenos motivos para afirmar que la cuenca del Amazonas
fue un escenario peculiar para el desarrollo cultural temprano en Sudamérica y que,
en algunos casos, precedió al de otras áreas. Sin embargo, para la época de la llegada
de los primeros colonizadores europeos, en las etapas iniciales del siglo XVI, se describen patrones de organización social y política muy diversificados a lo largo del
continente. Entre esta plétora de sociedades había Estados centralizados, jefaturas
191
Amazonas: Ruta Milenaria
poderosas y bandas de cazadores generalizados de alta movilidad. En la Amazonía
central, los cronistas describen asentamientos densamente ocupados bajo el liderazgo de jefes de gran prestigio y poder que podían movilizar individuos dispersos
que vivían en una serie de aldeas diversas y agruparlos en conjuntos jerárquicos de
múltiples niveles que asemejaban jefaturas. Los datos arqueológicos de algunas áreas
del Amazonas hacen retroceder la imagen que brindan dichos reportes a épocas más
anteriores (Heckenberger, Kuikuro, Kuikuro, Russell, Schmidt, Fausto y Franchetto
2003; Heckenberger, Russell, Fausto, Toney, Schmidt, Pereira, Franchetto y Kuikuro
2008). La explicación de la historia de las diferentes formaciones sociales que prevalecieron en Sudamérica en el siglo XVI ha sido la principal tarea de la investigación
arqueológica que se ha realizado en el continente en el siglo pasado. ¿Por qué, desde
un punto de vista comparativo, surgieron formaciones sociales más centralizadas y
jerárquicas en áreas como los Andes centrales, la costa del Perú y partes de la zona
norte de Sudamérica y, al parecer, no fue así en otras regiones del continente, como
la Amazonía? Esta pregunta es casi tan antigua como la misma arqueología amazónica y, para responderla, se han postulado distintos tipos de explicaciones que van
desde las hipótesis materialistas a las de carácter ideológico. Por otro lado, diversos
autores proponen que las formaciones sociales precoloniales estuvieron verdaderamente centralizadas y tuvieron un carácter jerárquico, lo que las hace comparables
con otras áreas del mundo donde florecieron Estados e imperios.
Fig. 1. Mapa general de la cuenca amazónica y su ubicación en Sudamérica (elaboración del dibujo: Marcos
Castro, Proyecto Amazonia Central).
192
Eduardo Góes Neves
En la larga historia de la ocupación de los Andes y sus áreas adyacentes se observa
la alternancia de horizontes de integración cultural o política, y etapas intermedias
en las que predominan grupos políticos dispersos, circunscritos y autónomos. En
la Amazonía se puede visualizar un patrón similar, si bien no con una distribución
semejante; sin embargo, a diferencia de los Andes, se puede ver una asombrosa distribución tanto de lenguas distintas como de familias lingüísticas sin grandes barreras
físicas como desiertos o altas cordilleras montañosas. En este artículo, el autor sugiere
que, en esta región, la gran diversidad lingüística puede ser usada como un indicador
para entender el proceso de la domesticación de plantas y del paisaje que ocurrió
durante el Holoceno Temprano y Medio. De la misma manera, se propone que los
factores que están en las raíces de la historia de la diversificación lingüística son los
mismos que se mantienen como subyacentes en la historia de la fragmentación y la
descentralización política a lo largo de la Amazonía.
La dispersión de lenguas y la expansión de la agricultura en las tierras
bajas tropicales del continente sudamericano
Para las tierras bajas de Sudamérica se postuló, de manera inicial, la asociación en el
pasado entre los patrones de distribución de lenguas y la expansión de grupos étnicos por parte de Max Schmidt, hace casi 100 años atrás. Erland Nordenskiöld, en su
breve pero perspicaz síntesis de la arqueología amazónica, llevó esa correlación más
allá con su propuesta de una asociación de la amplia distribución de cerámica con
decoración incisa y modelada, y la representación de cabezas de aves encontradas
desde Trinidad, en las Antillas, hasta el delta del río Paraná (Nordenskiöld, 1930). Para
este autor, dicha distribución pudo haber sido resultado del hecho de que, en las tierras bajas de Sudamérica, las tres principales cuencas ribereñas —Orinoco, Amazonas
y Paraná— están, todas, geográficamente integradas.
Sin embargo, fue Donald Lathrap quien formuló, con más elegancia, una serie de
hipótesis en las que postulaba la asociación de los patrones de distribución de lenguas, desde la familia arawak a la tupí, con las expansiones agrícolas del pasado. Junto
con sus antes estudiantes graduados José Brochado y José Oliver, Lathrap —influenciado por Schmidt, Nordenskiöld y Carl Sauer— sugirió que el área del Amazonas
central pudo haber sido un centro temprano de crecimiento y dispersión de población respecto del resto del continente americano en su integridad (Lathrap, 1970,
1977; Brochado, 1984; Oliver, 1989). Para estos autores, dicha dispersión pudo haber
sido el resultado de un proceso de crecimiento poblacional y colonización agrícola
de las fértiles llanuras aluviales de la cuenca amazónica, lo que condujo, luego, a la
ocupación de otros terrenos aluviales y no aluviales de Sudamérica. Es probable que
el gran mérito de esta hipótesis cardíaca (cardiac hypotesis) haya sido el hecho de que
proponía un mecanismo real para la difusión. En este caso, el difusionismo no fue
empleado como un mecanismo explicativo cuyas causas eran desconocidas. Más aún,
la expansión de individuos, lenguas y cerámica fue vista como el resultado del cre193
Amazonas: Ruta Milenaria
cimiento poblacional de grupos agrícolas bien adaptados que colonizaron las áreas
contiguas a los terrenos aluviales. El tipo de difusionismo propuesto por Lathrap
fue similar, en muchos sentidos, a la hipótesis de la demic diffusion1, propuesta por
Ammerman y Cavalli-Sforza para explicar las frecuencias genéticas en el Neolítico
europeo (véase Ammermann y Cavalli-Sforza, 1984).
El trabajo de Lathrap se centró más en la dispersión de poblaciones que en las
lenguas habladas de las familias lingüísticas tupí-guaraní, arawak y pano. Para este
autor, dichas dispersiones de poblaciones y lenguas se podrían correlacionar con la
expansión de la cerámica de las tradiciones Polícroma y Barrancoide, en el caso de las
familias tupí-guaraní y arawak, y de la tradición Cumancaya en el caso de la familia
pano. Trabajos posteriores realizados en el Amazonas central, luego de la publicación
de la hipótesis original de Lathrap, verificaron que el registro arqueológico del área
no concordaba con sus expectativas (Heckenberger et al., 1998; Neves, 2006). Más
aún, la correlación entre complejos cerámicos, o cultura material en general, y los
grupos lingüísticos ha sido severamente criticada por parte del enfoque procesual
desde la década de los sesenta a la de los ochenta, lo que convirtió a dicha clase de
arqueología en una propuesta casi obsoleta para algunos investigadores.
Sin embargo, el problema de esta crítica es que dicha perspectiva fue retomada
en una serie de trabajos hechos en diferentes partes del mundo, de manera más
notable en el Pacífico (Kirch, 2000) y en el Neolítico europeo (Renfrew, 2000; Anthony, 2007). Dicho enfoque, denominado la hipótesis de la dispersión de lenguas
y agricultura (farming-language dispersal hypothesis), propone que la distribución de
algunas de las familias de lenguas más generalizadas en la actualidad fue motivada
por diseminaciones demográficas que resultaron de la adopción de la agricultura por
parte de diferentes poblaciones del mundo. De este modo, la dispersión del complejo de objetos lapita, que incluye cerámica, en la Melanesia y la Polinesia oriental
se podría correlacionar con la expansión temprana de hablantes austronesios en el
área. De la misma manera, la difusión de la cerámica de bandas incisas en Europa
(Linienband-Keramik) podría correlacionarse con la expansión de agricultores tempranos que procedían de Anatolia, y algo similar habría ocurrido con los procesos
de las lenguas bantú de la zona subsahariana o la colonización arawak del Caribe
insular. Todos estos casos demuestran que la hipótesis de la dispersión de lenguas y
agricultura es un paradigma poderoso en la arqueología actual, lo que ha causado el
reciclaje de temas apreciados por la arqueología histórico-cultural —como el uso del
difusionismo como un mecanismo explicativo de la correlación entre la distribución
1. Este planteamiento consiste en la expansión demográfica de un grupo humano en una zona
no previamente ocupada por este, y que reemplaza o genera poca mezcla genética con las
comunidades que antes la habitaban.
194
Eduardo Góes Neves
de lenguas y grupos de artefactos— y que fueron casi abandonados en la práctica de
la disciplina.
Por muchas razones, la arqueología de las tierras bajas de Sudamérica podría ser
un buen campo de pruebas para la hipótesis de la dispersión de lenguas y agricultura.
Sin embargo, semejante intento nunca se ha realizado. Entre las razones para hacer
estas pruebas está el hecho de que el área tiene una de las más amplias distribuciones
de lenguas y familias lingüísticas en el mundo. Por ejemplo, si bien la mayor parte de
lenguas europeas pertenecen a una sola familia lingüística —la indoeuropea— en las
tierras bajas de Sudamérica existen, al menos, cuatro grandes familias con distribuciones de escala continental —arawak, tupí-guaraní, carib y gê—, junto con muchas
otras familias con considerables distribuciones regionales, como la pano y tukano, y
otras tantas lenguas aisladas que, al parecer, no establecieron conexión con las demás
familias de lenguas en dicho territorio (Fig. 2). Otra razón para evaluar la validez de
la hipótesis en las tierras bajas de Sudamérica procede del hecho de que nunca han
habido formaciones sociales extensas de la escala de un Estado en la región. Se sabe
que este tipo de formaciones pueden tener un papel en la distribución de lenguas
en una escala continental, tal como ocurrió con el quechua en la región andina de
Sudamérica o el latín en Europa. Por lo tanto, cualesquiera que fueran las implicancias para la dispersión de las lenguas en las tierras bajas de Sudamérica, el desarrollo
del Estado no fue una de ellas.
Con el fin de evaluar la hipótesis de la dispersión de lenguas y agricultura se
tiene que aceptar primero una serie de supuestos. En primer lugar, se requiere estar
dispuesto a aceptar que hay, en alguna medida, una correlación positiva entre la variabilidad de lenguas y la variabilidad en el registro arqueológico. En otras palabras,
ya que las lenguas no se pueden excavar y de que no existían sistemas de escritura
conocidos en la Amazonía precolonial, se podría usar la variabilidad en el registro
arqueológico como un indicador para la variabilidad lingüística en el pasado. Dicha
suposición, si bien necesaria para abordar los aspectos planteados aquí, es extremadamente compleja. Desde, al menos, la década de los sesenta se han presentado muchos
casos de estudio que demuestran que no existe una correlación universal entre lengua y cultura material. Dichas investigaciones han generado, ciertamente, algunas de
las principales transformaciones teóricas que ha experimentado la arqueología angloamericana en el periodo: el desarrollo de los enfoques procesual y posprocesual.
Más aún, en el caso particular de la Amazonía y de la parte norte de Sudamérica,
la literatura etnográfica y etnohistórica está pletórica de evidencias de que en el siglo XVI d.C., y en algunos espacios hasta la actualidad, los grupos indígenas locales
estuvieron regionalmente integrados en redes multiétnicas que incluían la producción especializada y el intercambio de bienes, la movilización para la guerra y la
concentración periódica en formaciones sociales de tipo jefatura. Estas formaciones
195
Amazonas: Ruta Milenaria
Fig. 2. Mapa con la ubicación de las familias de lenguas de la Amazonía (elaboración del dibujo: Marcos
Castro; adaptado por Love Ericksen del original de Curt Nimuendajú, cf. Nimuendajú 2002).
fueron multilingüísticas, un fenómeno que, algunas veces, estuvo acompañado del
desarrollo de lenguas francas (pidgins) a pesar del patrón generado por las redes de
intercambio. Es probable que muchas de las formaciones sociales amazónicas en los
cinco siglos que precedieron a la conquista europea tuvieran este patrón estructural
general (Neves, 2008).
Entonces, ¿cómo pueden hacer los arqueólogos que trabajan en las tierras bajas tropicales de Sudamérica —donde los artefactos de cerámica y sus patrones de
distribución constituyen el registro arqueológico primario por excelencia— para
establecer una historia de largo plazo acerca de los habitantes indígenas antes de
la llegada de los europeos? La respuesta a esta pregunta puede radicar en la identi196
Eduardo Góes Neves
ficación de contextos históricos donde las correlaciones positivas entre la variabilidad en el registro arqueológico y las lenguas pudieran ser más firmes. ¿Qué tipo
de contextos pueden ser estos? En primer lugar, existen casos de colonización de
áreas previamente vacías (Renfrew, 2000). Esto fue, por ejemplo, lo que ocurrió
en la Polinesia occidental, donde se estableció una asociación entre el complejo
Lapita, identificado en el registro arqueológico por patrones que incluían cerámica
con decoración estampada, y una rama de la familia lingüística austronesia (Kirch
2000). Otros contextos potenciales para esta correlación pueden ser las décadas o
siglos iniciales de ocupación de áreas previamente habitadas por parte de poblaciones externas que llegaron con una nueva tecnología y un sistema político, religioso
o ideológico diferente (Renfrew, 2000). Esto también ocurrió en el Caribe insular,
con la temprana colonización de grupos que hablaban arawak, que llevaron consigo
la cerámica saladoide y se asentaron en aldeas de planta de forma anular en fechas
que se remontan hacia c. 500 a.C. (Rouse, 1992; Petersen, 1996). Esto se dio, asimismo, con el desarrollo de la colonización de la orilla atlántica del Brasil oriental por
parte de los indios tupinambá, que hablaban una variedad de lengua de la familia
tupí-guaraní y a los que se les asociaba con sitios que presentaban una cerámica
distintiva con decoración polícroma. Estos grupos, que llegaron a la región hacia
inicios de la era cristiana —o incluso más temprano— reemplazaron por completo
a los constructores de concheros (shell mound builders) que vivieron allí por muchos
milenios, en algunos casos desde el comienzo del Holoceno. En ambos procesos, el
reemplazo puede ser explicado por el hecho de que los recién llegados llevaron consigo una tecnología diferente, en este caso, la agricultura. En el contexto particular
de los tupinambá, también había un sistema político —basado, de forma sólida, en la
guerra, la toma de prisioneros y el canibalismo—, que fue asociado, firmemente, con
la expansión de estos grupos.
Para volver a la Amazonía, puede ser posible, a la luz del debate previo, la identificación de un contexto histórico donde se pueda establecer una correlación más
sólida entre antiguas lenguas y patrones en el registro arqueológico. En la mayor parte de la Amazonía, dicho contexto se desarrolló en el periodo que va desde c. 1000
a.C. a 500 d.C. Esta fue la época en que ocurrió una explosión cultural en el área,
marcada por el reemplazo, en algunas zonas, de estilos de vida antiguamente establecidos y que se remontaban al Holoceno Temprano, por un patrón básico general
de organización económica y social que predominó hasta la llegada de los europeos
y, en algunos casos, hasta el presente. De acuerdo con la hipótesis de la dispersión
de lenguas y agricultura, estas transformaciones fueron, probablemente, provocadas
por la expansión de sociedades basadas en la agricultura sobre áreas antes ocupadas
por comunidades con economías basadas en un amplio espectro de recursos, los que
incluían el cultivo de plantas domesticadas, así como la pesca, la recolección y la
agrosilvicultura. Sin embargo, de manera contraria a lo que se verificó en Europa, la
Polinesia o el África subsahariana, no se puede observar el predominio de la expan197
Amazonas: Ruta Milenaria
sión de una sola familia lingüística sobre grandes extensiones. Más aún, se observa
un patrón de tipo mosaico, con muchas familias lingüísticas y numerosas pequeñas
familias de lenguas aisladas distribuidas a escala continental.
Domesticación, agricultura y cambios climáticos en el Holoceno Tardío
La explicación para este patrón puede ser rastreada sobre la base de dos factores. En
primer lugar, se tiene que hacer una importante distinción entre domesticación y
agricultura en la arqueología de las tierras bajas tropicales de Sudamérica; en segundo lugar, también debe hacerse una diferencia en la correlación potencial entre los
cambios climáticos y los cambios sociales que comenzaron alrededor de 1000 a.C.
en esta área. Se puede sugerir aquí que la domesticación de plantas y el manejo de
bosques comenzaron muy tempranamente, a inicios del Holoceno, en las tierras bajas tropicales de Sudamérica. Dichas prácticas incluyeron el trasplante de pequeñas
plantas desde el bosque hasta el ámbito doméstico y el cultivo en huertas de plantas
económicamente útiles, así como su destino en forma de medicinas u otros tipos de
drogas. El escenario general de la domesticación se puede definir como el «proceso
consciente por el que la manipulación humana del paisaje se manifiesta en cambios
en la ecología y demografía de sus poblaciones vegetales y animales, lo que resultó
en un paisaje más productivo y agradable para los seres humanos» (Clement, 1999:
190). Sin embargo, durante este periodo, el cultivo de plantas nunca se convirtió en
la principal fuente de recursos para las poblaciones asentadas en esta área. Esto se
infiere de la baja frecuencia y, en algunos casos, de la ausencia de evidencias de grandes poblados sedentarios a lo largo del Amazonas antes de c. 1000 a.C. en el registro
arqueológico. Las excepciones proceden de la isla de Marajó, en la desembocadura
del Amazonas, donde los grandes asentamientos de la fase Ananatuba se remontan
a c. 1200 a.C. (Simões, 1969; Schaan, 2004); la parte baja del río Tapajós, en el bajo
Amazonas, donde se han identificado aldeas de forma anular que presentan ocupaciones que datan desde 1400 a.C. (Gomes, 2008) y, también, la cuenca del alto
Madeira, cerca a la frontera actual entre Bolivia y Brasil, donde existen indicios de
una ocupación continua durante el Holoceno, en lo que parece ser la secuencia más
larga conocida para el Amazonas (Miller et al., 1992; Miller, 1999).
En otras partes del Amazonas se puede observar, desde c. 1000 a.C. en adelante
—y en muchos casos ya en la era cristiana— lo que parece ser la prueba repentina
de ocupación humana luego de largos intervalos en el Holoceno Medio sin ningún tipo de vestigio o casi nada de esa índole (Neves, 2008). Estas transformaciones
pueden ser correlacionadas con el paso desde comunidades basadas en una mayor
movilidad, con economías centradas en una explotación oportunista de los recursos
naturales, a sociedades con un estilo de vida completamente sedentario basadas en
economías más dependientes de la agricultura o del manejo intensivo de los recursos
naturales, como los pescados. Una consecuencia principal de dicha permutación fue
un incremento considerable en la visibilidad arqueológica. Todos los indicios actual198
Eduardo Góes Neves
mente conocidos de la transformación del paisaje datan de este periodo (Neves y
Petersen, 2006). Entre estos se cuentan los montículos artificiales de tierra de Acre y
la isla de Marajó (Meggers y Evans, 1957; Roosevelt 1991; Schaan, 2004, 2008), las
fértiles tierras oscuras antrópicas conocidas como terras pretas (Petersen et al., 2001;
Neves et al., 2003), los grandes sitios de la desembocadura del río Tapajós (Gomes,
2002), el conjunto de extensas aldeas conectadas por medio de caminos en la cuenca
del alto Xingú (Heckenberger, Kuikuro, Kuikuro, Russell, Schmidt, Fausto y Franchetto 2003; Heckenberger, Russell, Fausto, Toney, Schmidt, Pereira, Franchetto y
Kuikuro, 2008), las aldeas de planta anular del Brasil central (Wüst y Barreto, 1999),
además de otros casos.
El hecho de que estos eventos distintos ocurriesen en secuencia, y casi simultáneamente —al menos desde una perspectiva de largo plazo— en el primer milenio
d.C. requiere de una explicación con una causa común para ellos. La idea que se
quiere explicar aquí es que estos diferentes lugares o regiones estaban muy directa o indirectamente relacionados entre sí de manera que cualquier transformación
importante en términos de organización política o social en un área podía tener
implicancias del mismo carácter en otras. El registro histórico de la Amazonía tiene
varios ejemplos de esto, siempre que se tenga en cuenta que los contextos que se
comparan aquí son las sociedades de tipo estatal de la etapa colonial temprana con
sociedades no estatales precoloniales. Se sabe, por ejemplo, que, en el siglo XVIII, el
establecimiento de ingleses, holandeses y franceses en la costa de Guyana, y de portugueses en la parte central del Amazonas generó una serie de conflictos entre los
grupos indígenas que se ubicaban lejos de los asentamientos de las correspondientes
potencias europeas (Dreyfuss, 1993). Es probable que estos enfrentamientos no ocurriesen al azar, ya que estos mismos grupos obtenían beneficios de las redes previas
de comercio o, inclusive, de la guerra entre ellos.
Sin embargo, se debería volver a otras fuentes de evidencia para tratar de explicar
los súbitos cambios en el registro arqueológico de la Amazonía desde c. 1000 a.C. en
adelante. Esta fecha es algo arbitraria, pero puede ayudar a brindar un punto de referencia sobre el que se puede establecer una comparación con los periodos previos.
Una de estas fuentes puede ser el registro paleoclimático. Podría ser útil verificar si
se dieron climas distintos o cambios ecológicos antes de esta etapa que pudieran ser
asociados con las transformaciones sociales confirmadas en el registro arqueológico.
La idea aquí no es plantear la búsqueda de relaciones causales entre los cambios climáticos y los sociales, sino revisar si pudo existir una correlación entre estos fenómenos; sin embargo, esta tarea no es sencilla. El registro paleoecológico de la Amazonía
está aún pobremente conocido: los métodos tradicionales de la paleopalinología, por
ejemplo, que privilegian el estudio de lagos fósiles, aislados de las corrientes principales de los ríos, dejan como resultado que no se tengan muestras de la principal
llanura aluvial del Amazonas y sus áreas adyacentes. En la actualidad, esta situación ha
199
Amazonas: Ruta Milenaria
comenzado a cambiar y se aplican nuevos métodos, como la búsqueda de isótopos de
carbón en materiales orgánicos estables extraídos de muestras de tierra. Como consecuencia de ello, también se toman muestras de polen fósil directamente de la tierra
o de los lagos aluviales. A pesar de estas limitaciones, es posible compilar la literatura
disponible para verificar si hubo transformaciones climáticas visibles en la transición
desde el Holoceno Medio al Tardío. Esta compilación se puede observar en la Tabla
1 y muestra que existe una tendencia a un incremento general en la humedad y en la
expansión de los bosques en distintas partes de la Amazonía, un proceso que se inicia
hacia alrededor de 1500 a.C. La naturaleza de estos cambios aún no se conoce bien,
pero es probable que se trate de transiciones drásticas desde, por ejemplo, sabanas o
llanos a áreas de vegetación cerrada.
Lo que es importante para el argumento presentado aquí es que estos cambios
ecológicos pueden haber creado las condiciones para la diseminación del tipo de
estrategias económicas denominadas más tarde como patrón de bosque tropical a
lo largo de todo el Amazonas. Dicho patrón, inicialmente descrito en el Handbook
of South American Indians (Lowie, 1948), pudo haber tenido como una de sus principales características el cultivo de yuca por medio de la técnica de tala y quema en
huertas itinerantes. Ciertamente, el cultivo de dicho tubérculo está tan extendido
hoy en día en las tierras bajas tropicales que es difícil imaginar la agricultura sin este
producto en esas zonas. Los datos paleobotánicos parecen respaldar esta percepción,
ya que hay evidencia de yuca bajo cultivo en el área del río Porce, en los Andes tropicales del norte de Colombia, desde hace casi 7000 años (Castillo y Aceituno, 2006).
Sin embargo, curiosamente, hasta el momento hay muy poca evidencia directa
del cultivo de yuca precolonial en la Amazonía, e incluso puede no existir. El estudio
de esquirlas de ralladores del territorio del alto Orinoco en Venezuela ha demostrado
que estos artefactos fueron usados para rallar y procesar un número de raíces harinosas como el arruruz, el guapo, el name y el jengibre, así como semillas de maíz y,
posiblemente, de palma (Perry, 2005). En el Amazonas central, a pesar de las buenas
condiciones de conservación, hasta ahora no se han encontrado evidencias del cultivo de yuca durante el registro de 2000 años de ocupación humana. Más aún, en áreas
como la isla de Marajó, en la desembocadura del Amazonas, hasta hoy no hay pruebas de agricultura en absoluto, pese a la presencia de montículos de tierra artificiales
y cerámica elaborada (Schaan, 2008). Cuando se colocan juntas, dichas evidencias
sugieren que, aunque la domesticación de plantas puede haber sido muy antigua en
las tierras bajas tropicales, la llegada de economías basadas predominantemente en la
agricultura fue mucho más reciente. Los datos demuestran que, incluso en estos últimos casos, es probable que la agricultura fuera mucho más una actividad oportunista
basada en el manejo intenso y sofisticado con hachas de piedra en huertas y bosques
en diferentes etapas de sucesión ecológica que un patrón de cultivo extensivo con
200
Eduardo Góes Neves
uso de hachas de metal o motosierras en grandes chacras de yuca, como se conocen
en la actualidad (Denevan, 1992).
Si esto es correcto, la alternancia de estilos de vida más agrícolas con los basados en la caza y recolección fueron mucho más comunes en el pasado y, de manera
más importante, el surgimiento del esquema de dependencia en una agricultura
extensiva basada en la yuca, consolidada en la literatura como “el” patrón del bosque tropical, fue el resultado de cambios demográficos y tecnológicos traídos por
la conquista europea. Si se tiene en cuenta estas consideraciones, probablemente
es mejor denominar a dicho patrón más como agrosilvicultura que agricultura. La
agrosilvicultura se puede describir como la combinación de estrategias mixtas que
incluyen el cultivo de plantas domesticadas en huertas, pero también su manejo de
carácter menos intensivo en áreas de barbecho u otros lugares dispersos en la selva.
La agrosilvicultura es, de alguna manera, oportunista, ya que se aprovecha de áreas
ya abiertas en la selva como senderos, antiguas huertas o grandes árboles derribados
por el viento para establecer nuevas áreas de cultivo (Clement, 1999). También tiene
un carácter intensivo en el sentido de que se tiene que invertir una gran cantidad
de tiempo en el cuidado o cultivo de las huertas o árboles individuales a lo largo
de periodos más largos. La tecnología involucrada en estos sistemas agrosilvícolas
demandaba pocos instrumentos, entre ellos hachas de piedra y palos cavadores. Tan
importantes como estas herramientas fue el conocimiento de la selva por parte de los
indios. La combinación de oportunismo, cuidado intensivo y uso de hachas de piedra
probablemente resultó en una reiteración de los procesos de cultivo y ocupación en
los mismos lugares en regiones únicas, con lo que se crearon islas “antrópicas” en un
mar compuesto de puros bosques selváticos. Este fue el caso del Amazonas central,
donde hay evidencias de ocupaciones de largo plazo en sitios únicos, con rangos
temporales de muchos siglos, con lo que se generó el proceso de formación de tierras oscuras muy ricas en nutrientes y bastante fértiles conocidas como terras pretas
(Neves y Petersen, 2006; Arroyo-Kalin, 2008).
Si la agrosilvicultura tuvo un carácter oportunista, la estructura y composición
de huertas y áreas con cuidado menos intensivo también cambiaron bastante a lo
largo del Amazonas. La escasa evidencia disponible hasta ahora tiende a apoyar esta
hipótesis: en el Amazonas central no existen, hasta el momento, pruebas de cultivo
de grandes huertas ni de yuca y, por otro lado, en el área del bajo Tapajós, la dispersión de grandes extensiones de las denominadas terras mulatas —tierras de color
marrón oscuro de origen humano pero no asociadas con artefactos como la cerámica— sugiere que estas fueron utilizadas como huertas en el alto Xingú. Heckenberger (1998) ha demostrado, por medio de analogías etnográficas, que la yuca fue
el alimento básico que sostuvo a las densas poblaciones de la zona desde el primer al
segundo milenio d.C.
201
Amazonas: Ruta Milenaria
Área
Evidencias
Cronología A.P.
Fuente
Río Caquetá medio
(Amazonas occidental)
Sequía
11.500-4700
Incremento en las precipitaciones 3000
Behling et al. 1999
Berrío 2002
Loma Linda
(Colombia oriental)
Transecto Porto
Velho-Humaitá área
suroeste del Amazonas)
Río Beni, Bolivia
(área suroeste del
Amazonas)
Incremento en las precipitaciones 3600
Behling y Hooghiemstra
2000
Sequía
9000-3000
Freitas et al. 2001
Expansión del bosque
2000
Burbridge et al. 2004
Lago Titicaca
Incremento de la humedad
2000
Baker et al. 2001
Sequía
7700-3000
Piperno y Becker 1996
Carretera BR 174,
Manaus, (Amazonas
central)
Caxiuanã
(Amazonas oriental)
Estuario de Caeté
(Amazonas oriental)
Estuario
(Amazonas oriental)
Estuario
(Amazonas oriental)
Incremento en las precipitaciones 2700
Behling y Lima da Costa
2000
No hay vegetación de mangles
Souza Filho et al. 2009
5900-2800
Reducción general en las especies 5600-3600
de mangles
Descarga reducida del río
8000-5000
Amazonas
Reanudación de la
sedimentación en la llanura
1710
aluvial amazónica
Behling 2002
Toledo y Bush
Tabla. 1. Compilación de algunos trabajos paleoecológicos que indican cambios climáticos ocurridos en el
Holoceno Medio en la cuenca amazónica (elaboración de la tabla: Eduardo G. Neves).
La cuenca del alto Madeira, cerca a la frontera actual entre Brasil y Bolivia, proporciona un caso interesante donde se puede determinar una tendencia de largo
plazo. En esta región, la evidencia botánica sugiere que fue el centro inicial de domesticación de la yuca y del chontaduro (Bactris gasipaes), la única palma completamente domesticada en la Amazonía. Esta también es la zona donde se ha identificado
la evidencia más antigua conocida para las ocupaciones sedentarias en la Amazonía,
la que se remonta a c. 2500 a.C. y se apoya en la presencia de estratos de tierras oscuras creadas antrópicamente —terras pretas—, a las que les corresponde ese fechado
(Miller et al. 1992; Miller 1999). Por último, este es el lugar donde se ha reconocido
una de las secuencias ininterrumpidas más largas, la que abarca casi todo el Holoceno (Miller et al. 1992). Es muy probable que el alto Madeira fuera el centro de la
innovación cultural y el desarrollo de un sistema agrosilvícola particular basado en
el cultivo de yuca y chontaduro, entre otras plantas, en el transcurso del Holoceno.
Curiosamente, los datos lingüísticos también sugieren que esta región fue el centro
de origen de las lenguas del tronco tupí. A medida que la investigación progrese en
la Amazonía es probable que se puedan identificar otras áreas nucleares que hayan
generado sistemas de agrosilvicultura particulares semejantes con secuencias de largo
plazo en el Holoceno. De manera interesante, la propagación del sistema del alto
202
Eduardo Góes Neves
Madeira a partir de su área nuclear, evidenciada por la expansión de los sitios con
cerámica de la tradición Polícroma, data desde mediados hasta fines del primer milenio d.C.
Como ya se señaló antes, las tierras bajas de Sudamérica poseen una notable
diversidad lingüística. No existe una sola familia que predomine en el área en una
escala tan grande como lo hace la rama indoeuropea en Europa o la bantú en el
África subsahariana. Dicha diversidad probablemente resultó de una conjunción de
los siguientes factores: a) la naturaleza oportunista y variable de los sistemas de agrosilvicultura que se desarrollaron en la región, sin que haya ocurrido la preeminencia
de un sistema sobre otro; b) los cambios climáticos ocurridos en la transición del
Holoceno Medio al Tardío, lo que, quizá, desencadenó una dependencia más fuerte en estos distintos sistemas agrosilvícolas y el establecimiento de grandes asentamientos sedentarios en el área, y c) el hecho de que no hubo una formación social
asociada con una lengua particular lo suficientemente fuerte como para extenderse
políticamente en una gran escala.
En lo que resta de este artículo se presentarán datos de la parte central del Amazonas que apoyan el argumento expuesto arriba. Se sugerirá que, en este territorio,
la alternancia entre la centralización y fragmentación política reproduce en la escala
local el mismo patrón general de diversidad o fragmentación lingüística y cultural
de la Amazonía. La explicación subyacente para estos distintos fenómenos radica en
el uso oportunista de una amplia base de recursos, en el caso del Amazonas central
en un lugar donde estos son abundantes y relativamente predecibles, lo que se asocia a un complejo tecnológico fácilmente disponible. Dichos factores evitaron el
surgimiento y reproducción de una centralización política institucionalizada. En la
raíz del argumento está la premisa general de que los ambientes con abundancia de
recursos no ofrecen condiciones materiales para el desarrollo de la centralización
política, pero, al mismo tiempo, si crean las bases ecológicas para el desarrollo de sistemas económicos diversificados y no especializados, los que favorecen, a largo plazo,
la variación lingüística a escala regional.
La complejidad y abundancia en la Amazonía precolonial: una visión
desde la cuenca del Amazonas central
La investigación realizada durante la última década puede ayudar a iluminar el conocimiento de las dinámicas de largo plazo de centralización política y fragmentación
que pueden ser usadas como referencia para otros casos en la Amazonía. La ocupación humana del Amazonas central se ha caracterizado por la alternancia de episodios de largo plazo de estabilidad interrumpidos por lo que parecen haber sido eventos abruptos de rápida transformación. Este patrón puede ser asociado con diferentes
orígenes: los vacíos en la parte temprana de la cronología pueden estar relacionados
con el cambio climático del Holoceno Medio, mientras que las transformaciones
203
Amazonas: Ruta Milenaria
observadas alrededor de los inicios del segundo milenio d.C. están vinculadas con el
reemplazo de grupos étnicos en el área. La prospección regional permitió la identificación de cerca de 100 sitios arqueológicos en una superficie ubicada entre las ciudades de Manaus y Coari, en el Amazonas central (Fig. 3). Este número, de ninguna
manera una subestimación de la cantidad total de yacimientos presentes en la zona,
es una muestra que resulta de tres diferentes proyectos regionales que se ejecutaron allí: el Proyecto Amazonas Central, la Prospección Arqueológica del Oleoducto
Coari-Manaus y el Proyecto de Evaluación Ambiental (Piatam). La reconstrucción
histórica que se presenta aquí es el resultado de la excavación y el levantamiento de
14 yacimientos: Dona Stella, Açutuba, Laguinho, Hatahara, Lago Grande, Osvaldo,
Pilão, Antonio Galo, Lago do Limão, Jacuruxi, Nova Esperança, Lauro Sodré, São
Paulo II y Perpétuo Socorro. Este conjunto presenta una tendencia de ocupación
continua y de largo plazo desde alrededor de 500 a.C. a c. 1500 d.C. Durante este
periodo, hubo cambios notables en el tamaño y forma de los asentamientos, así
como en los patrones de decoración cerámica, lo que permitió el establecimiento
de una cronología que comprendía cuatro componentes distintos: a) la fase Açutuba,
desde c. 400 a.C. a 400 d.C., b) la fase Manacapuru, desde c. 400 d.C. a 900 d.C., c)
la fase Paredão, desde c. 700 d.C. a c. 1250 d.C. y d) la fase Guarita, desde c. 900 d.C.
a 1500 d.C.), (Figs. 4-7).
La cronología regional muestra que existen interpolaciones entre las ocupaciones: al menos 200 años entre Manacapuru y Paredão, y más de 300 entre Paredão
y Guarita. Dichas interpolaciones en la secuencia muestran que la gente que hacía
cerámica diferente y ocupaba aldeas de distintas formas no vivía lejos una de otra,
en algunos casos durante muchas décadas, en el primer milenio d.C. en el Amazonas
central. Ese fue, por ejemplo, el caso de los sitios Osvaldo y Lago Grande, situados
a menos de 10 kilómetros de separación entre ellos, adyacentes al complejo de lagos que componen la llanura aluvial del río Solimões (Amazonas) (Fig. 8). Osvaldo
constituye un asentamiento de un solo componente de la fase Manacapuru, y fue
ocupado durante el siglo VII d.C. (Neves et al., 2004; Chirinos, 2007), mientras
que Lago Grande es de carácter multicomponente, con una larga fase Paredão de
ocupación que data desde fines del siglo VII al comienzo del siglo XI d.C. (Neves
y Petersen, 2006). La pequeña pero constante cantidad de tiestos manacapuru en
Lago Grande y, por el contrario, lo que ocurre en Osvaldo indican, al menos, dos
distintas posibilidades: en primer lugar, que hubo un comercio de cerámica asociado
con estas ocupaciones contemporáneas y, en segundo lugar, que estos grupos locales
estuvieron regionalmente integrados en sistemas patrilocales exogámicos parecidos a
los que existen hoy en día en zonas como el noroeste del Amazonas (Jackson, 1983).
Junto con las evidencias de comercio o exogamia, o ambas, los sitios de las fases Manacapuru y Paredão también comparten otro rasgo distintivo y es el hecho de que tenían una forma de planta anular o de herradura (Moraes, 2007).
204
Eduardo Góes Neves
Los de forma anular son muy comunes en la arqueología y etnografía del Brasil
central, donde aparecen alrededor del siglo VIII d.C. (Wüst y Barreto, 1999). Dichos
sitios o aldeas están asociados, por lo general, con grupos hablantes de gê como los
kayapó y bororo, ya descritos en la primera mitad del siglo XX por Curt Nimuendajú y Claude Lévi-Strauss, si bien la introducción de este patrón en la zona resulta
de una influencia cultural de grupos arawak que llegaron del oeste (Heckenberger,
2002). A pesar de su historia en el Brasil central, las aldeas de forma anular no eran
conocidas arqueológica o etnográficamente en la Amazonía. Los datos arqueológicos
recientes muestran que dicho patrón alguna vez predominó en el Amazonas central
en la segunda mitad del primer milenio d.C. (Fig. 9).
Los sitios de las fases Manacapuru y Paredão eran sedentarios y muy grandes.
Estaban asociados con ricos suelos antrópicos y de color oscuro conocidos como
tierras oscuras antrópicas o terras pretas. Este tipo de terrenos, que son muy fértiles
y que son buscados por los agricultores en la actualidad, se formaron por medio de
la deposición de carbón producido por calor reducido y sostenido, residuos de alimentos y otros restos orgánicos como resultado de ocupaciones estables y de largo
plazo. Los sitios con este tipo de suelos tienen depósitos de más de 200 centímetros
de profundidad, los que contienen, además, grandes cantidades de tiestos de cerámica
(Fig. 10).También presentan rasgos como montículos artificiales conformados por el
apilamiento de estratos de tierra y tiestos. Algunos de estos montículos alcanzan más
de 3 metros de altura y 20 de longitud. Aún no están claras sus funciones, pero es
posible que fueran construidos como plataformas para viviendas o malocas. Su construcción requirió, en algunas ocasiones, de la movilización de mano de obra, lo que
involucró la excavación, acarreo y apilamiento de tierra, así como la acumulación de
tiestos. En ese sentido, se les puede considerar monumentales, pero no hay nada en
ellos que indique planificación en gran escala o conocimientos de ingeniería. Una
explicación potencial es que estas estructuras fueron construidas en eventos relacionados con festines, con la participación colectiva de individuos de diferentes comunidades que pudieron contribuir con fuerza de trabajo, cerveza y otros productos o
servicios (Fig. 11).
Para los fines del argumento de esta contribución, la evidencia presentada hasta
el momento puede ser interpretada hipotéticamente del siguiente modo: las sociedades de las fases Manacapuru y Paredão estuvieron integradas de manera regional
en redes de intercambio que incluyeron el comercio y la exogamia. A pesar de las
diferencias en la cerámica, el hecho de que las aldeas compartan el mismo trazado
básico muestra que dicho patrón regional podía incluir, quizá, otros rasgos comunes
en la cultura material, como, por ejemplo, el trabajo de plumería y cestería. Sistemas
regionales como este fueron descritos histórica y etnográficamente en áreas como el
noroeste del Amazonas, la cuenca del alto Xingú, la cuenca del Orinoco medio y el
Caribe insular. Dichos sistemas son, por lo general, multiétnicos, si bien propenden
205
Amazonas: Ruta Milenaria
206
Fig. 3. Mapa de la ubicación de los sitios discutidos en el texto
(elaboración del dibujo: Marcos Castro, Proyecto Amazonia Central).
Eduardo Góes Neves
Fig. 4. Ejemplos de tiestos de la fase Açutuba, con algunos rasgos característicos que incluyen la decoración modelada con motivos en forma de animales y el empleo combinado de la incisión y excisión. En
esta época era también común la pintura en diferentes tonos de rojo y amarillo (elaboración del dibujo:
Marcos Castro, Proyecto Amazonia Central).
a estar asociados con los grupos que hablan arawak (Heckenberger, 2002; Hornborg,
2005). Una de las tendencias definidas es que no permitieron el surgimiento de jerarquías regionales permanentes o estables.
Alrededor de la parte temprana del primer milenio d.C. se advierten cambios
ostensibles en la historia de la ocupación del Amazonas central. El más visible de
ellos concuerda con una ruptura en la secuencia cerámica en la que la cerámica paredão desaparece para ser reemplazada por ocupaciones con cerámica guarita. Esta es
marcadamente distinta tanto de la del estilo Paredão como de la manacapuru, ya que
presenta una decoración polícroma con los colores negro y rojo sobre blanco, lo que
la coloca como parte de la tradición Polícroma Amazónica (Fig. 12). Los yacimientos
de esta tradición se encuentran diseminados a lo largo de la cuenca del Amazonas
desde la isla de Marajó, en la desembocadura de este río, hasta la cuenca del alto
Amazonas, en territorios del Perú, Ecuador y Colombia. De manera inicial, se suponía que el centro de su origen estaba ubicado en las estribaciones de los Andes
(Evans y Meggers, 1968) más que en el Amazonas central (Lathrap, 1970; Brochado,
1984), pero, hasta el momento, la evidencia más antigua de la cerámica de tradición
Polícroma proviene de la cuenca del alto Madeira, cerca de la actual frontera entre
207
Amazonas: Ruta Milenaria
Fig. 5. En la cerámica de la fase Manacapuru se advierte todavía el uso de la decoración incisa, pero con
mucho menos intensidad que en el periodo precedente (elaboración del dibujo: Marcos Castro, Proyecto
Amazonia Central).
Brasil y Bolivia. Las ocupaciones con esta tradición en el Amazonas central son superficiales y normalmente se ubican sobre la presencia previa de las fases Paredão
o Manacapuru. La distribución de tiestos diagnósticos muestra que su área de difusión al interior de los sitios es más pequeña que las precedentes, lo que indica una
reducción en el tamaño del asentamiento. De manera inversa, los yacimientos de la
tradición Polícroma tienden a ser más dispersos y más diseminados regionalmente
que los anteriores (Lima, 2003). El lapso de su ocupación es también breve: nunca
alcanzó las varias décadas —o, incluso, siglos— de presencia continua encontrada en
las fases predecesoras.
Dada la escala continental de la distribución de los sitios con cerámica polícroma,
que va desde las estribaciones de los Andes y cubre todo el camino hacia la desembocadura del Amazonas, si bien existen varios vacíos regionales localizados, se debe
esperar una gran cantidad de variabilidad en términos del tamaño de los complejos,
así como de la densidad y la duración de la ocupación. Por lo tanto, es posible que el
patrón visto en el Amazonas central no se pueda aplicar a lo que se ha comprobado
corriente arriba. Ciertamente, esto fue lo que vieron los primeros europeos que
exploraron río abajo en el Amazonas en la parte inicial del siglo XV d.C. Estos cro208
Eduardo Góes Neves
Fig. 6. Cerámica de la fase Paredão. Si bien preparadas con una excelente pasta, sus vasijas tienen un
repertorio más limitado de patrones de decoración plástica o pintada que la cerámica de la etapa anterior
(elaboración del dibujo:Val Moraes y Claide Moraes, Proyecto Amazonia Central).
nistas tempranos informaron la presencia de grandes sitios regionalmente integrados
en formaciones sociales jerárquicas dirigidas por jefes supremos (paramount chiefs).
De todos modos, en el Amazonas central, las transformaciones sociales y culturales
que provocaron el reemplazo de las ocupaciones de la fase Paredão por las de la fase
Guarita (tradición Polícroma) no condujeron a variaciones visibles en el ámbito
del incremento de la centralización política o jerarquía social. Por el contrario, si
ocurrieron cambios, estos fueron dirigidos hacia la descentralización política y la
reducción en el tamaño de los asentamientos.
Discusión
Los patrones de largo plazo que surgen a partir de los datos del área central del
Amazonas permiten el tratamiento de una serie de temas pertinentes respecto de la
arqueología sudamericana. Entre estos están el desarrollo del Periodo Formativo y el
surgimiento de la centralización política. En lo que respecta al Periodo Formativo,
se ha tenido que hacer frente a la que, quizá, es la pregunta más importante en la
arqueología sudamericana: ¿por qué las poblaciones derivadas de, probablemente,
209
Amazonas: Ruta Milenaria
Fig. 7. La cerámica de la fase Guarita muestra un empleo abundante de la decoración polícroma en rojo
y/o negro sobre un engobe blanco, normalmente en urnas funerarias antropomorfas. En la decoración
plástica se observa, también, el uso del aca- nalado (elaboración del dibujo:Val Moraes, Proyecto Amazonia
Central).
pequeños grupos iniciales de colonizadores, algunas veces hacia el fin del Pleistoceno, tomaron trayectorias políticas y sociales tan distintas durante el Holoceno? Los
datos disponibles muestran que algunas de las más importantes innovaciones en el
continente, como la confección de cerámica y la domesticación de plantas, empezaron de manera más temprana en las tierras bajas que en otras áreas. Sin embargo, el
desarrollo de vida sedentaria con una mayor dependencia en la agricultura parece
haberse dado mucho después en la Amazonía que en otras partes de Sudamérica.
¿Cómo explicar esta aparente paradoja? El otro problema es el surgimiento de la
centralización política: los datos del área central del Amazonas muestran una clara
tendencia hacia el crecimiento poblacional y las modificaciones visibles del paisaje,
algo que se inicia alrededor de 500 a.C. Asociadas con esta tendencia existen claras
señas de vida sedentaria, algunas veces en forma de grandes asentamientos que alcanzan a extenderse por varias hectáreas. Sin embargo, no hay ningún indicio en el
registro arqueológico que muestre el despliegue de marcadas jerarquías regionales,
acumulación de riqueza u otros rasgos que podrían vincularse con la producción y
reproducción, a largo plazo, de desigualdades sociales institucionalizadas.
210
Eduardo Góes Neves
Fig. 8. Vista de la planicie aluvial del río Solimões (Amazonas) en la zona de investigación (foto: Eduardo
G. Neves).
Tradicionalmente, esos procesos se han interpretado por medio de argumentos
de escasez: falta de nutrientes en la tierra, de proteínas animales, de condiciones climáticas adecuadas o de alimentos básicos. Quizá ha llegado el momento de «voltear»
estos argumentos y considerarlos de otra manera. En lugar de determinar una ausencia, también pudo ser que dos importantes factores hayan proporcionado el entorno
material para los procesos políticos discutidos aquí. En primer lugar está la abundancia de recursos que se encuentra a lo largo de los extensos ríos amazónicos y sus
principales tributarios: hasta la actualidad las más importantes ciudades amazónicas,
como Manaus, con casi 2 millones de habitantes, se aprovisionan diariamente de pescado del área central del Amazonas. Es claro que las escalas actuales de explotación
no son sostenibles y que, en el pasado, no se emplearon las tecnologías disponibles
hoy en día. Con todo, cualquier persona familiarizada con la llanura aluvial amazónica sabe perfectamente de la abundancia de recursos, en su mayoría proteína animal,
que se puede encontrar allí. También puede ser que dicha abundancia explique un
solo hecho relacionado con la interacción de plantas y personas en la Amazonía: el
que muchas especies de palmas hayan sido cuidadas de manera generalizada desde los
inicios del Holoceno, pero solo una especie, la Bactris gasipaes (chontaduro, pejibaye
o pupunha), haya sido completamente domesticada. Se puede postular que la falta
de domesticación implique que no hubo una presión selectiva para este proceso, ya
que los recursos eran abundantes de manera suficiente como para cuidar de ellos de
modo indirecto tanto en los lugares agrestes como en los domésticos.
211
Amazonas: Ruta Milenaria
Fig. 9. Ejemplos de los planos de los sitios con montículos (elaboración del dibujo: Marcos Castro, Proyecto
Amazonia Central).
212
Eduardo Góes Neves
Fig. 10. Ejemplos de perfiles de sitios de terras pretas, con gran concentración de tiestos cerámicos que indican ocupaciones sedentarias, estables y de largo plazo (elaboración del dibujo: Marcos Castro, Proyecto
Amazonia Central).
Comentarios finales
Este artículo empezó con la premisa de que los desarrollos culturales tempranos en
Sudamérica, como la domesticación de plantas y la manufactura de cerámica, empezaron muy tempranamente en las tierras bajas como en el área andina, si es que
no antes. Por otro lado, esta última es vista, tradicionalmente, como el único centro
principal de desarrollo cultural en el continente. Sin embargo, después de esta irrupción inicial, los desarrollos en las tierras bajas parecieron haberse dilatado, mientras
que en los Andes centrales se ve, ya en el Periodo Arcaico Tardío, la construcción
de estructuras monumentales que indican el surgimiento de jerarquías sociales institucionalizadas. Asimismo, en las tierras bajas tropicales el registro arqueológico del
Holoceno Medio se caracteriza por presentar lagunas, seguidas por una explosión
cultural y demográfica alrededor de los inicios de la era cristiana.
Se ha sugerido aquí que dichos vacíos probablemente son el resultado de una
visibilidad arqueológica pobre que resultó de un cambio climático hacia condiciones más secas en el Holoceno Medio. Sin embargo, también es posible que las
213
Amazonas: Ruta Milenaria
Fig. 11.Vista de un montículo artificial en el sitio Laguinho (foto: Eduardo G. Neves).
Fig. 12. Urna de la fase Guarita, tradición polícroma
(foto: Mauricio de Paiva).
poblaciones de esta época hayan combinado, de forma intencional, economías definidas por el cultivo de plantas domesticadas y el manejo de recursos silvestres. Dichas
estrategias pueden haber contribuido a incrementar la movilidad y, por consiguiente,
a disminuir la visibilidad arqueológica.
Los evidentes cambios en la demografía y los patrones de asentamiento visibles
después del inicio de la era cristiana están probablemente asociados con el establecimiento de condiciones climáticas similares a las que se registran en la Amazonía
en la actualidad. Desde este periodo, en el Amazonas central y en otras partes, las
214
Eduardo Góes Neves
ocupaciones se vuelven sedentarias y permanentes; en algunas áreas se desarrollan
grupos urbanos y se vuelven abundantes los signos visibles de la transformación
del paisaje. Sin embargo, de manera interesante, dichos cambios no están asociados
con el incremento de la agricultura intensiva o, en algunos casos, con el desarrollo
de jerarquías sociales institucionalizadas. Por ejemplo, en el Amazonas central, el
registro arqueológico de largo plazo muestra indicios de igualdad política y no el
desarrollo de jefaturas centralizadas. Tradicionalmente, dichos factores podrían haberse interpretado como el resultado de adaptaciones a condiciones ambientales
pobres o limitadas. En el presente trabajo se ha postulado que puede haber ocurrido
lo opuesto: que la abundancia de recursos y la tecnología para explotarlos y administrarlos, fácilmente asequibles y difíciles de controlar a escala institucional, pueden
haber establecido las condiciones materiales que impidieron surgir y reproducirse a
las jerarquías sociales institucionales.
Si estos argumentos son correctos, el Periodo Formativo amazónico puede ser
visto con un proceso de largo plazo que perduró en gran parte del Holoceno solo
para ser interrumpido por la llegada de los europeos en el siglo XVI d.C. ¿Quiere
decir esto que las categorías evolutivas sociales no tienen un valor heurístico para la
arqueología amazónica? También es posible que el registro arqueológico de la Amazonía puede ayudar a utilizar otros parámetros para evaluar el desarrollo social. Después de todo ¿qué es mejor?: ¿ejecutar trabajos de manera forzada en la construcción
o mantenimiento de los canales de irrigación, o vagar libremente en los bosques y
orillas de los ríos?
Agradecimientos
Estoy muy agradecido con Rafael Valdez, por el trabajo editorial y la traducción
al castellano, así como con el doctor Peter Kaulicke, por la invitación a participar
en este número del Boletín y su gran paciencia. Debo un reconocimiento especial
a Marcos Castro, Val Moraes y Claide Moraes, por la elaboración de los dibujos,
así como a Val Moraes y Mauricio de Castro por sus fotos. Las investigaciones del
Proyecto Amazonia Central tienen el financiamiento de la Fundação de Amparo à
Pesquisa do Estado de São Paulo (Fapesp), proceso 2005/60603-4.
215
Amazonas: Ruta Milenaria
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Análisis de ADNmt de Restos Esqueletales del
Sitio Arqueológico de Tiwanaku y su Relación
con el Origen de sus Constructores
Francisco Rothhammer, Mauricio Moraga, Mario Rivera,
Calogero M. Santoro, Vivien G. Standen, Federico García y
Pilar Carvallo
La primera descripción del sitio arqueológico de Tiwanaku, para algunos investigadores uno de los más notables de Sudamérica, fue realizada alrededor de 1549 por
Pedro de Cieza de León. Este cronista que destaca la monumentalidad de las construcciones de piedra no se limita a este aspecto, sino que indaga sobre sus orígenes
mencionando que el lugar era el centro de Titiviraqodia, creador del mundo (Albarracín-Jordan, 1996). Resulta interesante destacar que Cieza de León también se
refiere a la conquista de Chucuito por los lupaqas (aymaras) bajo el mando de Cari
(Gisbert et al., 1987).
Larga es la lista de estudiosos que a lo largo de 450 años escribieron sobre Tiwanaku, resultando difícil destacar los aportes de algunos, sin correr el riesgo de
ser injusto con los restantes. No obstante, es necesario indicar que fueron Stübel y
Uhle (1892) quienes realizaron un análisis sistemático del sitio, relacionando de paso
su origen con el de los aymaras. Si bien las especulaciones sobre las ruinas arquitectónicas de Tiwanaku alcanzaron en la primera mitad del siglo XX alturas insospechadas (Posnansky, 1945), sólo las primeras excavaciones sistemáticas de Bennett
(1933) permitieron establecer una secuencia cerámica estratigráfica. Posteriormente
las excavaciones del Centro de Investigaciones Arqueológicas de Tiwanaku lideradas por Ponce Sanginés permitieron registrar una secuencia cultural completa. Más
recientemente Browman (1981), Kolata (1986), Bermann (1987), Graffan (1989) y
Albarracin-Jordan (1996), entre otros, han generado nuevos aportes interpretativos
de gran relevancia. En efecto, los estudios realizados por Kolata (1986) en Pampa
Koani permitieron postular que el sustento económico de Tiwanaku provenía del
223
Amazonas: Ruta Milenaria
aprovechamiento agrícola de una extensa zona de camellones ubicada a unos 12
km de distancia del emplazamiento principal. Actualmente se ha postulado que una
brusca y prolongada disminución de las precipitaciones ocurrida alrededor del año
1000 a.p. produjo el declinamiento y la posterior desarticulación del imperio.
El lingüista peruano Alfredo Torero (1970, 1987) sostiene que eran cuatro lenguas
las que se hablaban en el altiplano en el siglo XVI; estas eran el aymara, el quechua,
el puqina y el uruquilla. Las áreas geográficas de distribución de las poblaciones que
poseían estos dialectos difieren de las actuales, de modo que el uruquilla habría sido
hablado principalmente en el área circundante al Lago Titicaca, mientras que el puqina estaba circunscrito a los Andes surcentrales incluyendo la región de Tiwanaku,
el aymara a la región del río Pampas en el departamento de Ayacucho y el quechua a
la costa y sierra centrales del Perú.Torero (1970, 2003) con base en un análisis glotocronológico propone un fechado para la expansión inicial del quechua (1100 a.p.) y
del aymara (800 a.p.). Este autor también considera, en contraposición a las ideas de
Stübel, Uhle y Ponce Sanginés entre otros, que una invasión aymara proveniente del
norte estaría vinculada con el ocaso de Tiwanaku, cuyos constructores habrían sido
los puqinas collavinos. Otros investigadores, recurriendo fundamentalmente a información etnohistórica (Bouysse-Cossagne, 1987; Espinoza Soriano, 1980; Gisbert
et al., 1987) difieren respecto del origen geográfico de la supuesta invasión aymara.
Dados los avances recientes de la antropología molecular y la experiencia que hemos ganado en este campo, intentaremos contrastar en este trabajo las dos hipótesis
básicas existentes sobre el origen de los constructores del imperio Tiwanaku, realizando un análisis de restos esqueletales exhumados en yacimientos arqueológicos
pertenecientes a esta cultura.
Materiales y métodos
Las 18 muestras utilizadas fueron exhumadas en Tiwanaku en los lugares de Akapana (3), Akapana Este (4) Chiji Jawira (2), Mollo Kontu (3) y Putuni (6), durante
trabajos de terreno realizados por Alan Kolata y colaboradores durante los últimos
cinco años.
ADNmt fue extraído a partir de fragmentos de costillas, clavículas, falanges o
diáfisis de huesos largos. Se utilizó un fragmento no superior a 1 cm2. Los fragmentos de hueso utilizados fueron pulidos de manera de eliminar la cortical externa
presumiblemente contaminada con ADN reciente debido a manipulaciones previas.
Posteriormente las muestras fueron fragmentadas con una herramienta de corte e
irradiadas con luz UV por 15 minutos por cada lado. Durante todos los procedimientos se utilizó mascarilla, delantal y guantes de látex estériles desechables. Todos
los materiales desechables fueron cambiados muestra a muestra y tanto las superficies
como las herramientas utilizadas fueron limpiadas con hipoclorito al 10% y enjua224
Francisco Rothhammer
gadas con agua bidestilada estéril. Los fragmentos de hueso fueron pulverizados por
medio de un molino enfriado por nitrógeno líquido (Spex CertiPrep). Los viales de
molienda de policarbonato usados en este fueron lavados entre muestra y mues- tra,
enjuagados con agua, tratados por 5 minutos con ADNzap (Ambion) para destruir
cualquier traza de ADN y enjuagados repetidas veces con agua bidestilada estéril. La
extracción de ADN a partir de las muestras de hueso se realizó utilizando una modificación de la metodología descrita por Höss y Pääbo (1993). Aproximadamente
0,5 a 1 gr de la muestra, previamente pulverizada, se incubaron por 24 horas en 8
ml de EDTA 0,5 M pH: 8,0, a tempe- ratura ambiente con agitación esporádica. La
mues- tra parcialmente descalcificada se colectó por centrifugación descartándose el
sobrenadante. Se agregaron 5 ml de tampón de digestión (tiocianato de guanidinio 5
M, Tris-HCl pH: 7,2, 100 mM) y se incubó a 55ºC por 8 a 16 horas con agitación.
Las muestras se centrifugaron descartándose el precipitado. Los sobrenadantes se
trasladaron a tubos nuevos y se agregaron 50 ml de suspensión de sílica, incubándose
por 10 minutos a temperatura ambiente para unir el ADN a la sílica. La sílica se lavó
repetidas veces con tampón de extracción, etanol 70% y acetona, para finalmente
diluir el ADN con tampón TE (10 mM Tris-HCl pH: 8,5; 0,1 mM EDTA). Todos
los procedimientos considerados en la extracción se realizaron en un laboratorio
dedicado exclusivamente al procesamiento de muestras antiguas. Los equipos utilizados fueron limpiados regularmente con ADNzap (Ambion) de modo de eliminar
cualquier riesgo de contaminación entre muestras. Se utilizó material plástico estéril
desechable y tanto los reactivos como las muestras se manipularon siempre bajo
campana de flujo laminar. En todas las extracciones se incluyó uno o dos controles
blanco conteniendo sólo los reactivos.
Debido a que las muestras antiguas por lo general rinden ADN altamente degradado con tamaños medios no superiores a los 150 ó 200 pb (Pääbo et al.1988; Pääbo
1989) se usó un grupo de partidores diseñados de modo de amplificar frag- mentos
en el rango de 75 a 121 pb (Handt et al., 1996).
La amplificación por PCR del ADN extraído desde las muestras antiguas se realizó utilizando 2,5 unidades de Amplitaq Gold ADN polimerasa (Applied Biosystems), el tampón suministrado con la enzima dNTPs 200mM c/u, 25 pmoles de
cada partidor y 100 mg de BSA, con el fin de contrarrestar el efecto inhibidor sobre
la taq-polimerasa de algunos contaminantes que copurifican con el ADN. El programa de PCR utilizado considera: denaturación inicial, 95ºC por 9 minutos, 45 ciclos
de denaturación, 93ºC por 45 segundos; apareamiento, 55ºC por 45 segundos; elongación, 72º por 45 segundos, y elongación final a 72ºC por 3 minutos. Los productos
de PCR se resolvieron por electroforesis en gel de NuSieve-Agarosa al 3%.
Los haplogrupos A, C y D fueron analizados mediante el uso de enzimas de
restricción. Se utilizó Hae III para el haplogrupo A, Hinc II para el haplogrupo C
225
Amazonas: Ruta Milenaria
y Alu I para el haplogrupo D. Los fragmentos de restricción resultantes así como el
producto de PCR que incluye la región intergénica COII/tRNALys del ADNmt,
que define el haplogrupo B, fueron analizados por electroforesis en gel de Nusieve-Agarosa (3:1) al 3% (FMC BioProducts). Los fragmentos de ADN se visualizaron
en el gel por tinción con bromuro de etidio.
El análisis de la información genética comprendió el cálculo de distancias genéticas (Nei 1978). La significación estadística de éstas fue obtenida calculando probabilidades exactas utilizando el método de Raymond y Rousset (1995). Se generó además un dendrograma utilizando el método neighbor-joining (Saitou y Nei, 1987).
Resultados
Del total de 18 muestras analizadas, 13 rindieron amplificados para algunos de los
cuatro fragmentos de PCR polimórficos en amerindios, permitiéndonos estimar las
frecuencias que presenta cada haplogrupo a través de métodos de máxima verosimilitud.
De las muestras haplotipificadas 69% corresponde a uno de los cuatro haplogrupos descritos en aborígenes americanos, mientras que las restantes (31%) resultaron
negativas para los marcadores estudiados. Estos últimos linajes, debido a la antigüedad
de las muestras, no pueden ser atribuidos a mestizaje, representando posiblemente
nuevos linajes mitocondriales no descritos en poblaciones recientes, presumiblemente perdidos como resultado de los profundos cambios demográficos que sufrieron las poblaciones originarias de América tras la llegada de los invasores europeos.
Otra alternativa sería que se encuentren en tan baja frecuencia en las poblaciones
aborígenes actuales que no se han detectado en los muestreos realizados o bien han
sido confundidos con linajes no amerindios introducidos por flujo génico.
Las frecuencias estimadas para los cuatro haplogrupos amerindios principales oscilan entre el 8% para el haplogrupo A y el 23% para los haplogrupos C y D, alcanzando el haplogrupo B una frecuencia de 15%. Estas frecuencias difieren de las observadas en las poblaciones aymara y atacameña actuales, en las cuales el haplogrupo
B representa cerca del 60% (Rocco et al., 2002).
Las frecuencias de los haplogrupos mitocondriales de las muestras arqueológicas
fueron comparadas con frecuencias para las poblaciones aymara, atacameña y quechua (Rocco et al., 2002; Rodríguez-Delfin et al., 2001) ya mencionadas, así como
con datos de poblaciones prehistóricas del Valle de Azapa (Moraga et al., 2001) y de
aborígenes de la Amazonia (Santos et al., 1996). La inspección de la Tabla 1 revela que
las frecuencias de los cuatro haplogrupos diferencian a aymaras y atacameños del resto de las poblaciones, observándose además que los haplogrupos A, B y C presentan
frecuencias similares en grupos tiwanakotas, quechuas y aborígenes de la Amazonia.
226
Francisco Rothhammer
La matriz de distancias de Nei (1978) construida a partir de las frecuencias relativas de haplogrupos se muestra en la Tabla 2. Resulta interesante constatar que la
distancia existente entre Tiwanaku, las poblaciones prehistóricas del Valle de Azapa,
los grupos amazónicos y los quechuas es pequeña y no significativa, mientras que
distancias mayores se aprecian entre éstas y las etnias originarias del norte de Chile
avalando el análisis realizado por inspección. Cabe mencionar que en la muestra de
poblaciones prehistóricas del Valle de Azapa predominan los grupos de los períodos
arcaico tardío, formativo y medio, razón que explicaría su proximidad a las poblaciones amazónicas. Los grupos del período Intermedio Tardío y Tardío tienden a
agruparse más bien con los aymaras (Moraga et al., 2003).
Poblaciones
(N)
Tiwanaku (13)
Amazonas (139)
Haplogrupo Haplogrupo Haplogrupo Haplogrupo Otros
Autor
A
B
C
D
0,080
0,150
0,230
0,230
0,310 Este estudio
0,295
0,281
0,273
0,137
0,014 Santos et al. 1996
Quechua (19)
0,263
0,368
0,0530
0,316
0,000 Rodríguez-Delfin
et al. 2001
Aymara (120)
0,075
0,567
0,183
0,158
0,017 Rocco et al. 2001
Atacameño (24)
0,083
0,625
0,250
0,042
0,000 Rocco et al. 2001
Valle de Azapa (32)
0,313
0,219
0,313
0,031
0,125 Moraga et al. 2001
Tabla 1. Frecuencia de haplogrupos amerindios de ADNmt en restos esqueletales de Tiwanaku y el valle
de Azapa y en poblaciones amazónicas, aymaras, atacameñas y quechuas contemporáneas. El tamaño de
muestra para cada población se indica entre paréntesis.
Amerindian mtDNA haplogroup frequencies in skeletal remains from Tiwanaku and Azapa Valley and in extant
indigenous populations. Sample size of each populations is given in parenthesis.
1. Tiwanaku
2. Amazonas
3. Quechua
4. Aymara
5. Atacameño
6.Valle de Azapa
*P < 0,05.
Tiwanaku
Amazonas
Quechua
Aymara
Atacameño
0,021
0,032
0,057*
0,082*
0,046
0,027
0,052*
0,058*
0,002
0,037*
0,067*
0,065*
0,002
0,082*
0,075*
Tabla 2. Distancias de Nei (Nei 1978), calculadas a partir de las frecuencias de los
haplogrupos de ADNmt para Tiwanaku, valle de Azapa y poblaciones indígenas actuales.
Nei’s (1978) distances computed from mtDNA haplogroup frequencies for Tiwanaku, Azapa valley,
and extant indigenous populations.
El dendrograma construido a partir de la matriz de distancias de Nei (1978)
(Figura 1) pone de manifiesto esta situación y muestra a Tiwanaku agrupado junto a
quechuas, aborígenes amazónicos y poblaciones del Valle de Azapa, sugiriendo fuertemente una vinculación ancestral.
227
Amazonas: Ruta Milenaria
Discusión
El hallazgo más interesante de este trabajo es, sin duda, la proximidad genética de los
restos esqueletales de Tiwanaku a los quechuas y a los aborígenes de la Amazonía,
deducida a partir de distancias no significativas.
Aún cuando el número de individuos analizados es relativamente pequeño y podría en consecuencia ser motivo de dudas sobre los resultados, nuestra experiencia
indica que la distribución de haplogrupos mitocondriales es poco sensible a reducciones del tamaño muestral. Por otra parte, estudios realizados en el Valle de Azapa
indican que a partir del período Medio aumenta significativamente la frecuencia
del haplogrupo B, que es característico de los aymara, coincidiendo con una posible
llegada de este grupo étnico al altiplano (Moraga et al. 2003). A su vez estudios genéticos realizados en restos óseos del cementerio tiwanacota de Tiraska por miembros
del Proyecto Boliviano-Finlandés para la Amazonía boliviana avalan nuestros resultados (Korpisaari, comunicación personal).
Por otra parte, es preciso agregar que parte de las diferencias también podrían ser
explicadas considerando el tiempo transcurrido, los posibles movimientos poblacionales en el área de Tiwanaku y la marcada disminución del tamaño de las poblaciones andinas después de la llegada de los invasores europeos. En efecto, no podemos
descartar que muestras mayores obtenidas en otros sitios de la región de Tiwanaku
arrojen resultados algo diferentes.
No obstante, las distancias separan consistente y significativamente a tiwanacotas,
quechuas y grupos amazónicos, de aymaras y atacameños indicando un origen diferente. En efecto, nuestros resultados avalan la hipótesis de un origen no aymara de
los constructores de Tiwanaku. Información reciente obtenida por nuestro grupo de
trabajo y basada en el análisis de ADNmt vincula a aymaras y atacameños más bien
a grupos de habla pano del Chaco fortaleciendo la hipótesis lingüística de Torero
(1987) que sostiene que los aymaras habrían llegado al altiplano cerca del 1100 a.p.
Amazonas
Valle de Azapa
Tiwanaku
Quechua
Aymara
Atacameño
Figura 1. Dendrograma neighbor-joining construido a partir de distancias de Nei (1978).
Neighbor-joining dendrogram based on Nei’s distances (1978) .
228
Francisco Rothhammer
Según Albarracin-Jordan (1996) no existe evidencia de cambios bruscos, sino que
más bien se observa una continuidad arqueológica entre
Tiwanaku y Uma-Pacajes, avalando la tesis de Kolata (1993) respecto de la degradación climática, y restando soporte a la hipótesis de que una invasión aymara
post-Tiwanaku habría estado relacionada con su desarticulación. A partir de esta
degradación se habrían estructurado en el área circum-Titicaca grupos políticos con
participación aymara, que podrían haber enfrentado primero a los inca y luego a los
europeos.
La similitud encontrada entre quechuas y Tiwanaku no indica necesariamente
que los primeros están vinculados a la construcción de lo que actualmente se encuentra en el sitio arqueológico. También es posible que quechuas y tiwanakotas
hayan compartido ancestros comunes cuyo origen es la región selvática de Bolivia,
como insinúan recientes estudios de ADNmt realizados por nosotros.
No cabe duda de que nuevas (y también antiguas) hipótesis basadas en el análisis de información arqueológica y bioantropológica podrán ahora ser contrastadas
utilizando el ADNmt antiguo como herramienta. Los vínculos de las poblaciones
prehistóricas andinas con la floresta tropical, sorprendentemente poco ponderadas,
constituyen un buen modelo para llevar a cabo este propósito.
Agradecimientos: Los autores agradecen el financiamiento recibido a través del
proyecto Fondecyt Nº 1010131.
229
Amazonas: Ruta Milenaria
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¿Un Sustrato Arawak en Los Andes Centrales?
La Historia Oral y el Espacio
Histórico-cultural Yánesha
Richard Chase Smith
La primera vez que los yánesha, un pueblo indígena cuyo idioma pertenece a la familia arawak, me llevaron al santuario de Nuestro Padre Yompere’ y su esposa, Nuestra Madre Maamas, a unos siete kilómetros de Oxapampa, encontramos a las dos
huancas1 grandes, mas una media docena de huancas medianas y chicas, echadas por
la tierra, resultado de las acciones de un colono buscador de tesoros. Luego de tres
años, en la compañía de unos 80 yánesha de todas las edades, y con algunos ancianos
practicando libaciones, plegarias y bailes que no se habían ejecutados en décadas, se
logró levantar las piedras y devolverlas a su sitio. Esa noche, durante la celebración
tradicional por la recuperación de estas figuras ancestrales, la música y baile se detuvieron mientras todos, maravillados, observaron destellos de luz que emanaban del
santuario. ¿No ves? me afirmó la abuela Rosario, “¡Es el regocijo de Nuestro Padre
y Nuestra Madre!”.
Para los yánesha, y especialmente los de Oxapampa, estos ancestros, convertidos
a piedra por el Sol cuando aún andaba por la tierra, son poderosos protectores que
les ayuda a sobrevivir el sufrimiento cotidiana de la vida humana y a multiplicarse y
así asegurar la sobrevivencia de su pueblo. El mundo yánesha está poblado de figuras
ancestrales, como Nuestro Padre Yompere’, que dieron origen a una descendencia y
que dan aún protección, fertilidad y sanación a sus descendientes. La gran mayoría
está ordenada según su rango dentro de un sistema jerárquico de clasificación. Algunos fueron convertidos en huancas y otros desaparecieron dentro de algún elemento
1. Huanca, palabra quechua que se refiere a una figura ancestral convertido en piedra.
233
Amazonas: Ruta Milenaria
geográfico como peña, cueva o cerro, cuando Nuestro Padre El Poderoso, subió al
cielo a alumbrar al mundo.
Cuando leí la historia oral de Huarochirí en quechua mientras era estudiante de
postgrado en la Universidad de Cornell, noté mucha similitud entre estos textos,
recopilados a principios del siglo 17 entre los pueblos yunca y yauyos en la serranía
de Lima, con las historias contadas en el siglo 20 por el pueblo yánesha, ubicado en
la montaña al este de Lima. Cuando mencionaba estas similitudes a mis profesores,
como John V. Murra, la respuesta siempre fue algo como “¡Olvídate de esa línea de
investigación! ¡Los Yánesha son amazónicos mientras los otros son andinos!”.
La clasificación de los yánesha como pueblo amazónico fue consagrada por Julian Steward en su introducción a la sección Tribus de la Montaña en el Handbook
of South American Indians publicado por el Smithsonian Institution en 1948. Steward
caracterizó a estas sociedades como “los residuos culturales”2 de “una serie de olas
migratorias que se debilitaron al chocarse contra los Andes y luego desaparecieron
en un aislamiento relativo”3 (Steward, 1948: 507).
Esta visión de los flancos orientales andinos y sus sociedades está construida sobre
una historiografía producida en el siglo 17 por los franciscanos para convencer a la
Corona Española a mantener las subvenciones para sus misiones y luego reproducida
por ellos hasta el 20 (Cordoba y Salinas, 1651, 1957) (Izaguirre Ispizua, 1922-29).
En ella nos afirman que existe una barrera física y cultural tan imponente entre los
Andes civilizados y la Amazonía salvaje que cruzarla era tarea sólo de titanes (como
los franciscanos).
Pero la evidencia de un fuerte contenido andino en la cosmología, idioma, música y otros aspectos de la vida de los yánesha iba acumulándose al punto que me atreví
escribir un artículo en 1982 sugiriendo que la cultura y sociedad Yánesha tiene un
fuerte substrato andino(Smith, 1983). Hoy, con mucha evidencia nueva, sobre todo
una comprensión mucho más completa de la historia oral yánesha combinado con
un mapeo de la ubicación precisa de miles de lugares relacionados con personajes
ancestrales yánesha, me atrevo sugerir como hipótesis la existencia de un substrato
arawak en los origines de la civilización en los Andes centrales del Perú. Ese substrato incluiría a los antepasados de los yánesha, de los yunca, de los ashaninka y de otros
pueblos quienes ocupaban una franja transversal desde la costa de Lima y Pachacamac hasta la selva de Pachitea, Perené y Alto Ucayali. En este artículo, voy a presentar
algunas de los indicios que permite lanzar esta hipótesis.
2 Original: “cultural backwash”.
3 Original: “A series of migratory waves that had spent their force against the barrier of the Andes, and
then subsided into relative isolation”.
234
Richard Chase Smith
Lo que sabemos sobre los yánesha
Una mirada desde la etnología
La vida social, política y cosmológica de los yánesha está ordenada por una ideología
de jerarquía que afirma que algunos integrantes son superiores y otros inferiores
(Smith, 1983). Esta ideología esta expresado mediante la interacción de dos sistemas
de clasificación de tal manera que todos los elementos del mundo y su jerarquización están fusionados en un solo proceso. El primer sistema utiliza el contraste entre
lo de “adentro” y lo de “afuera”, lo que constituye la base para la lógica concéntrica
utilizada para clasificar todos los objetos culturales y naturales. Encontramos esta
lógica en la división de los parientes entre los consanguíneos como los de adentro
y los afines como los de afuera, o en la clasificación de la música/baile sagrada o en
la organización del espacio horizontal del templo y de la unidad doméstica. Desde
la perspectiva de esta lógica clasificatoria, el integrante asignado como “adentro” es
considerado superior al de “afuera”.
El segundo sistema clasificatorio se basa en el contraste entre tres niveles de jerarquía. A menudo se utiliza una metáfora tomada de las relaciones de parentesco
para expresarlo en términos de tres generaciones: abuelo como superior, hermano
del papá (padre clasificatorio) en posición medio y nieto clasificatorio en posición
inferior (Ver grafico 1). Todos los personajes ancestrales que descienden de nuestro
abuelo Yos, (el que anima y proteja a todos los yánesha y otros pueblos conocidos)
están organizados bajo este sistema: los ancestros más poderosos, los que merecen
mayor respeto reciben el título de “nuestro abuelo”; los en el segundo nivel de poder
se titulan “nuestro padre” y “nuestra madre”; y los menos poderosos son “nuestro
hermano clasificatorio” y “nuestra hermana clasificatoria” (Smith, 1983: 25).
En este sub-sistema, la relación entre dos rangos contiguos es expresada como
la relación entre el padre clasificatorio (hermano del padre) y el hijo clasificatorio
(hijo del hermano). Este es el modelo utilizado para ordenar las relaciones jerárquicas
entre, por ejemplo, el sacerdote (cornehsha’ quien recibe el trato de “nuestro padre”
de parte de sus servidores) y sus servidores o discípulos (pueyochrehsha’ quienes son
tratados como “hijo de mi hermano” por el sacerdote) (Smith, 1983: 39). La relación
entre el sacerdote y sus discípulos, según el diccionario Yánesha- Español compilado
por el misionero franciscano Salas a principio del siglo 20, es como la relación entre
un señor y sus vasallos en tanto que el rango de ambos está definido formalmente en
términos de una concepción jerárquica del orden social y cosmológica. Y en ambos
casos se utilizan títulos formales para marcar la diferencia y la distancia social entre
superior e inferior.
Este modelo de jerarquía en tres rangos también es reflejado en la organización
vertical del espacio dentro del templo donde el sacerdote, con la ayuda de sus discí235
Amazonas: Ruta Milenaria
pulos, lleva a cabo los ritos hacia los ancestros. El templo, de una construcción circular con techo cónico, tiene tres pisos, cada uno en orden ascendente es más exclusivo
y concentra mayor poder. Sólo el sacerdote puede acceder al tercer piso.
En contraste a las relaciones asimétricas que caracterizan las esferas sociales, políticas y cosmológicos, la simetría de las relaciones económicas es muy pronunciada.
Todos los yánesha tienen más o menos el mismo acceso a la tierra, el bosque y los
recursos acuáticos, como también a la tecnología para su explotación. Los excedentes en la producción y hasta los recursos tradicionalmente más escasos como la
sal fueron redistribuidos de manera equitativa entre parientes según las reglas de la
economía del don.
La jerarquía y la igualdad se complementan en un sistema yánesha mayor. En
este sistema, es reconocido que las necesidades físicas y de acceso a los recursos que
sostienen la vida deben ser iguales para todos. Por el otro lado, se reconoce un orden
jerárquico con una necesaria falta de igualdad en el acceso al poder espiritual de los
ancestros y grados de exclusividad en las relaciones sociales y cosmológicas.
Una mirada desde la etnohistória
En 1586 Fray Diego de Porres, sacerdote de la orden de La Merced, escribió una
carta al Rey de España en la que detalló sus años de servicio en el Nuevo Mundo
(Barriga, 1949; Porres, 1919).
Por su carta sabemos que, por un espacio de cuatro años durante la sexta década
del siglo 16, Porres era doctrinero en la encomienda de Chinchaycocha. Esta encomienda, conferida originalmente en 1534 al licenciado Alonso Riquelme, tesorero
de la Corona, y luego transferida a su yerno, Juan de Sotomayor y su descendencia,
fue una de las más grandes y ricas en el Virreynato del Perú (Smith, 1999b). Comprendía prácticamente todo el Lago Chinchaycocha y los territorios al este del lago
hasta la montana entre Chanchamayo y Huancabamba, que en aquel tiempo fue un
espacio ocupado por los yánesha y algunos otros pueblos de habla Arawak.
Hacia el final de su carta Porres contó cómo, mientras estuvo en Chinchaycocha, entró a “dos prouincias de guerra que se dicen oxamarcas y pilcozones” al este de su
doctrina donde sometió a la Corona y a la Iglesia “seis caziques señores de duo o tiana
con mucha gente los quales poble en el valle de guancabamba veinte leguas de chinchacocha”
(Porres, 1919:397). Es la entrada documentada más temprana que he hallado hasta
el momento para la Selva Central del Perú4.
4 Chinchaycocha fue la segunda doctrina a cargo de Porres. Él dice que estuvo cuatro años en
el primero y en el segundo. Haciendo un cálculo de fechas, estimo que debe haber estado en
Chinchaycocha entre 1555 y 1560.
236
Richard Chase Smith
Es probable que por oxamarca se refiera al valle hoy conocido como Oxapampa
en pleno territorio yánesha; no he hallado ninguna otra referencia a Oxamarca/
Oxapampa en la literatura colonial. Son algo más comunes las referencias a pilcozones, por ejemplo en la documentación sobre los intentos de los jesuitas alrededor de
1595 (entre ellos de Font y Mastrilla) de establecerse en la región de la selva central
(Varese, 1968, 109-126). Según la historia oral Yánesha, este término se refiere a una
parcialidad de su pueblo llamada pelcohsoonehsha’5 que ocupaba las tierras de la quebrada Pelcohs, afluente de la margen izquierda del rio Tarma. Desde allí, cuidaban la
entrada al valle de Chanchamayo.
El valle de Guancabamba (hoy Huancabamba), ubicado a unos 20 km al norte
de Oxapampa, como veremos más abajo, fue conectado a Pumpu, centro administrativo inca sobre la margen noroeste del lago Chinchaycocha, vía un importante
camino transversal, parte de la gran red vial establecida por el estado Inca (Smith
2004). Porres escribe que los señores que el asentó en Huancabamba eran “de duo
o tiana”. El término ‘duo’, o más apropiadamente ‘duho’, fue introducido al mundo
andino desde Centroamérica por los españoles; significa un asiento de un personaje
de alto rango (M. Rostworowski, comunicación personal). ‘Tiana’, palabra quechua,
también significa un asiento o banca de autoridad y alto rango (Guaman Poma de
Ayala [1600-1616] 1980, ff.756-770).
Es imposible saber, con la documentación que tenemos, si estos eran señores
yánesha o chinchaycocha; una tercera posibilidad es que fueron administradores del
aparato estatal inca huidos a la montaña (Smith, 2004; Smith, 1999b) .
Entre 1635 y 1742 la orden franciscana encabezó un esfuerzo importante por
convertir a los yánesha al cristianismo y en súbditos de la corona española. Se atribuye a Fray Jerónimo Jiménez ser el primero de la orden en cruzar el área central de
los yánesha entrando por Chinchaycocha hacia Huancabamba en el norte y saliendo
por Chanchamayo y Tarma en el sur, en 1635. En el camino, él estableció misiones
entre los yánesha y los asháninka en Cerro de la Sal y Quimiri (Cordoba y Salinas,
1651, 1957)
Durante el siglo siguiente las misiones franciscanas pasaron por periodos de florecimiento y de decadencia. En la parte sur de este territorio se establecieron cinco
misiones entre los yánesha: en Quimiri, Nijandaris, Cerro de la Sal, Eneno y Metraro. Al norte, la doctrina de Huancabamba, donde fueron registrados 20 familias yánesha en 1689, estaba en continua disputa entre los Fransciscanos y la Iglesia
5 Pelc- “tipo de piedra granitico”; -os- “quebrada de…”; -onehsha “colectividad humana, parcialidad”.
237
Amazonas: Ruta Milenaria
metropolitana de Lima. Durante la primera parte del siglo XVIII el celebrado Fray
Francisco de San José fundó dos nuevas misiones en la cuenca baja del río Huancabamba, una en Pozuzo y otra en Tilingo, también entre los yánesha.
Para cuando el líder mesiánico Juan Santos Atahualpa apareció en 1742, tanto el
valle de Chanchamayo como el de Huancabamba estaban bajo control español. A
partir de los informes franciscanos, las ocho misiones entre los yánesha parecen haber
sido estables y florecientes en esa época, con poblaciones de más de 500 personas
tanto en Cerro de la Sal como en Eneno. Tanto la misión de Quimiri como la de
Huancabamba reportaron un número relativamente grande de indígenas andinos
dentro de su jurisdicción.
Esta historia de las misiones franciscanas ubica a la población yánesha a fines del
XVII y principios del XVIII dentro de una estrecha cadena de valles interconectados
entre el mundo alto andino y el mundo de la selva baja. Este territorio se extiende
desde la parte baja del rio Tarma y el valle de Chanchamayo en el sur, hasta el valle
del actual pueblo de Pozuzo al norte, en la confluencia de los ríos Huancabamba
y Pozuzo. Estas fuentes no mencionan ninguna población yánesha más allá de este
corredor, ni si quiera en la cuenca del Pachitea donde la mayoría de la población
vive hoy.
Una mirada desde la arqueología
El único estudio arqueológico en el ámbito yánesha fue llevado a cabo en 1967 en
varios sitios el valle del rio Pichis, cabecera del rio Pachitea por William Allen, un
alumno de Donald Lathrap. Allen pudo identificar tres secuencias de cerámica: lo
que él llama cobichanique con fechas de carbono 14 que varían entre 1700 y 1450
a.C.; pangotsi con fechas alrededor de 1300 a.C.; y nazaratequi con fechas entre
600 a.C. y 400 d.C. (Allen, 1968). Tanto la secuencia pangotsi como la nazaratequi
tienen similitudes con el anterior lo que lleva al autor a sugerir que se trata de la
ocupación de una sola tradición cultural durante casi 2500 años; Allen bautiza esta
tradición nazaratequi.
Por los escasos restos encontrados de la secuencia cobichanique, es muy difícil
decir mucho sobre cómo vivía la población, salvo que hace 4000 años atrás, ya había una población con una tradición de cerámica bastante desarrollada viviendo en
el Alto Pachitea. En cambio los sitios de excavación para la secuencia nazaratequi
mostraron abundante material lo que sugiere la existencia de asentamientos de por
lo menos 200 habitantes, y de larga duración. También la secuencia nazaratequi
demuestra la existencia tanto de la yuca amarga (sartenes para cocinar casabe hecha
exclusivamente de la yuca amarga) como también de la yuca dulce (grandes vasijas
para la fermentación del masato, hecho exclusivamente de la yuca dulce).
238
Richard Chase Smith
Esta larga tradición de cerámica es reemplazada alrededor de 500 d.C. por otra
secuencia de cerámica de estilo pano, lo que sugiere la invasión de una población
pano-hablante que desplazó a la población de la tradición nazaratequi. Pueden
haber sido integrantes del pueblo Cacataibo o Shipibo-Conibo quienes subieron
desde el Ucayali por el río Pachitea. Es probable que, frente al avance pano, los de
la tradición nazaratequi huyeron río arriba hacia los valles más altos de Oxapampa
y Chanchamayo.
El lingüísta Noble, en base a la aplicación de las técnicas de glotocronología a
los idiomas de la gran familia Arawak, concluyó que hubo dos grandes olas de migraciones de arawak-hablantes en el pasado desde un punto de origen en el medio
Amazonas: una hace 4000 años que incluía a los hablantes de proto-yánesha, y otra
hace 2000 años que incluía a los de la rama Maipuran (proto-Ashaninka, Proto-Matsiguenga, proto-Nomatsiguenga, etc.) (Noble, 1965). En base a estas conclusiones y
a las similitudes encontrados entre la cerámica de la tradición nazaratequi y las distintas tradiciones de cerámica conocidas en la literatura como saladoide del Orinoco y
Caribe, Lathrap propuso que nacen de una sola tradición de cerámica proto-arawak
hace aproximadamente 4500 años en un lugar cerca a la confluencia de los ríos
Negro y Madeira con el Amazonas (Lathrap, 1970). Tanto Allen como Lathrap
proponen que la tradición nazaratequi fue llevado al Alto Pachitea por los hablantes
de proto-yánesha como parte de la primera ola migratoria arawak hacia los Andes.
Es una lástima que ni Allen ni ningún otro arqueólogo ha continuado investigando el tema de la ocupación temprana del espacio yánesha en la Selva Central del
Peru. Aparte de Lathrap, tampoco ningún otro arqueólogo ha comparado los restos
tan tempranos de cerámica encontrados en el Alto Pachitea por Allen con otras
secuencias y tradiciones de cerámica en otras partes de la Amazonia o área andina.
Tanto la investigación arqueológica sistemática de la Selva Central como la comparación de sus resultados con otras áreas adyacentes sería fundamental para constatar
o desechar la hipótesis que presento aquí en este artículo. Algunos, como Lathrap,
Hastings y yo, hemos realizado reconocimientos superficiales de ciertas partes de la
Selva Central , lo que ha ofrecido importante información sobre todo de las épocas
Intermedio Tardío, Inca y Colonial.
Una mirada desde la red vial pre-hispánica
Cuando leí por primera vez la carta que mandó Porres al Rey de España, me llamó la
atención el hecho de que, apenas 20 años después que Pizarro pernoctó en el centro
administrativo Inca de Pumpu durante su marcha hacia el sur para conquistar a Cuzco, un doctrinero mercedario asignado a la encomienda de Chinchaycocha pudiera
caminar los veinte leguas entre la Pampa de Chinchaycocha hasta la montaña de
Huancabamba y desde allí continuar hasta Oxapampa y Chanchamayo. Me preguntaba que fue de la gran barrera que, según los cronistas franciscanos (y Steward), hacía
239
Amazonas: Ruta Milenaria
casi imposible la comunicación entre la zona alto andina y la montaña? Es claro que
Porres tiene que haber andado por caminos principales que conectaban las alturas
de Chinchaycocha con la montaña de Huancabamba, Oxapampa y Chanchamayo
desde antes de la llegada de Pizarro (Ver mapa 1).
Por otro documento, sabemos que entre 1594 y 1599 los indígenas de las reducciones de Ninacaca, Carhuamayo y Los Reyes (hoy Junín), pertenecientes a la encomienda/provincia de Chinchaycocha, mantenían una causa ante un escribano de la
Audiencia Real acusando al Gobernador provincial/Coraca principal de Chinchaycocha de abuso de autoridad al obligar a sus súbditos a prestarle servicios personales
(Arellano 1594-1599). En testimonio tras testimonio, estos indígenas contaron como
el Coraca, entre otros abusos, les había enviado a la montaña para sembrar, cultivar,
cosechar y transportar maíz con sus animales, detallando las distancias, las rutas, el
tiempo empleado en estas tareas y desde hace cuanto tiempo venían prestando este
tipo de servicio sin recibir ninguna recompensa. Los sitios mencionados con mayor
frecuencia son guancabamba, vito(c), gualca y picoy6.
En 1603, Fr. Toribio de Mogrovejo, Segundo arzobispo de Lima, escribió un
informe al Rey de España sobre su visita a las doctrinas de Chinchaycocha, Tarama,
Jauja y Yauyos el año anterior. Dijo que había demorado en visitar a Yauyos “en razon
de tener otras partes remotas a que acudir y en especial al Valle asiento de guancabamba que
abrá un año fui a él donde ningun prelado ni visitador ni corregidor jamás auia entrado por
los asperos caminos y Rios que hay—y auiendome determinado de entrar dentro por no auerlo
podido hacer antes...” (Lisson Chaves, 1946: 489). Se presume que entró por el mismo
camino que utilizó Porres cincuenta años antes.
Varios de los que lo acompañó al Arzobispo en este viaje testificaron años después
en las Audiencias de Beatificación que él efectivamente hizo la entrada a la tierra de
guerra más allá de Huancabamba. Leon Pinelo, quien escribió la biografía oficial de
Santo Toribio cuarenta años después de su muerte, utilizó estas fuentes para agregar
mayores detalles sobre su visita a Huancabamba. Escribió:
Bernardo de Alcocer, que fue por Notario de una visita (entiendo que de la segunda) dize que....
Entro [el arzobispo] en los montes de Abancay, Provincia de los Guamalies i en los montes, i Andes
de Chinchacocha, i en el ingenio de Guancabamba, a pie, i descalzo, i visito mas adentro los pueblos
de Carapina, Aroquilca, Chilcas, y Guane; a donde todos los Indios andavan con arcos, i flechas,
aunque (Inf. F. 193) era baptizados, i veneraron al Santo Prelado por la humildad, i caricia con que
los trataba. (Leon Pinelo, 1906: 247-48)
6 Guancabamba es el mismo Huancabamba donde llego Porres; vito(c) se ubica en la parte baja
del río Tulumayo lo que significa que para llegar allí desde Chinchaycocha, se tuvo que cruzar el valle de Chanchamayo por la zona de la ciudad moderna de San Ramón; Gualca está
ubicado en el valle del río Paucartambo y picoy en el valle del río Ulcumayo.
240
Richard Chase Smith
Durante una década, a partir de 1997, me puse a explorar y documentar esta red
vial antigua. Pude constatar la existencia de 3 caminos troncales que partían hacia la
montaña desde el ramal del camino principal Inca (Cuzco - Cajamarca) que pasaba
por la margen oriental del Lago Chinchaycocha. Desde el sur, el primer camino troncal partía de la reducción colonial Los Reyes (hoy Junín) y después de subdividirse en
la puna, un ramal continuaba por la margen derecha del río Ulcumayo/Ocsabamba
a Chanchamayo y la otra hacia la Qda. Huasahuasi y luego bajando por la margen
izquierda del río Tarma hasta Chanchamayo. El segundo troncal partía de la reducción
colonial de Carhuamayo; también se sub-dividía en la puna con un ramal pasando
por el pueblo y obraje de Paucartambo y continuando hasta el valle de Oxapampa
y el otro ramal bajando por el margen izquierda del rio Ulcumayo hacia el valle de
Chanchamayo. El tercer troncal entraba por Ninacaca, y al llegar al río Huachón al
pie de la Cordillera Huagurunchu, se sub-dividía con un ramal rodeando el flanco
norte de la Cordillera y continuando hacia Pozuzo y la otra por el flanco sureño y
continuando hacia Huancabamba. En otra publicación, he sugerido que este camino,
con obras incas, fue la ruta principal hacia antisuyo desde Pumpu (Smith, 2004).
Tanto la documentación colonial como el trabajo de campo demuestran que la
provincia de Chinchaycocha, por donde cruzaban los caminos principales Inca hacia
Cajamarca, Cuzco y la costa de Lima, estaba muy bien comunicado con la montaña
entre Chanchamayo y Huancabamba por una red de caminos que permitían un
tráfico de animales, productos y gente permanentemente desde mucho antes de la
llegada de los españoles.
Una mirada a los vecinos andinos de los yánesha
La realidad étnica en la región alrededor del lago Chinchaycocha fue compleja y
aparentemente sin fronteras claramente establecidas (Bird, [1562]1967, C. Hastings,
1986, Matos Mendieta, 1994, de la Puente Brunke, 1992). Al sureste de la provincia
de Chinchaycochca, en la Cuenca del río Tarma, existía lo que Arellano llama el
Señorío de Tarma, con 9 ayllus de originarios y 2 ayllus de orejones introducidos
por el Inca (Arrellano Hoffman 1989). Sin embargo, no es claro cuál sería el origen
étnico de este señorío; sólo sabemos que durante la época colonial la mayoría de la
población parece haber sido hablantes de la variedad Yaro de quechua 1. En la zona
al norte del lago, en el entorno a Vicco y Villa de Pasco, vivía un grupo llamado Yanamates; y al norte de ellos, alrededor del cerro sagrado de Raco en la Meseta de
Bombón, vivían los Yaros o Yarush (Duviols, 1974-76).
Gran parte de la documentación colonial y moderna habla de “los chinchaycochas” como si fueron un solo grupo étnico que ocupaban las zonas aledañas a
y al oriente del lago del mismo nombre. He demostrado en otro artículo que los
límites de la encomienda de Chinchaycocha en el siglo 16 coincidía con los asentamientos, luego reducciones/doctrinas, de la población llamada “chinchaycochas”
241
Amazonas: Ruta Milenaria
(Smith, 1999 b). De la misma manera, he sugerido que la encomienda de Chinchaycochca coincidía con la provincia inca de Antisuyo, visto desde Pumpu, como también con la provincia colonial de Chinchaycocha, luego combinada con la de Tarma.
Históricamente esta denominación étnica incluía dos poblaciones muy diferentes. En el altiplano alrededor del lago, conocido hoy como la Pampa de Junín, vivían
pastores con grandes rebaños de llamas y alpacas, y desde la época colonial, de ganado vacuno y ovino. En contraste con ellos, los valles al este de la Pampa estaban
habitados por agricultores con sembríos de papa y maíz. Hasta hace poco, muchos
ganaderos eran, a la vez, arrieros y comerciantes, trasladándose por ambos vertientes
de los Andes con grandes recuas de llamas intercambiando tejidos de lana, charqui,
chuño y cerámica por maíz, papas, coca y otros productos.
Matos, por ejemplo, en su estudio sobre el centro administrativo inca de Pumpu,
habla de los “chinchcaycocha” como un solo grupo étnico, pero describe sólo los
pastores del altiplano (Matos Mendieta. 1994). Hastings, mediante un análisis de la
tradición de cerámica llamada San Blas que comparten ambos, concluye que los
pastores de la puna y los agricultores de los valles en la región de Tarma constituía
un sólo grupo étnico durante el período intermedio tardía (C. Hastings, 1986). De
hecho, Hastings va más allá al sugerir que, dado que comparten la misma tradición
de cerámica y fueron parte de la misma gran provincia colonial, los “tarama” y
los “chinchaycocha” pueden haber constituido un solo grupo étnico. Me pregunto
hasta qué punto se puede afirmar la afiliación étnica en base a la tradición San Blas
en parte por lo sencillo del estilo y la decoración y porque tanto la materia prima
como la cerámica cocida parece haber sido parte importante del comercio entre el
altiplano y los valles conducido por los arrieros chinchaycochas.
Sin embargo, la pregunta de fondo es muy importante: ¿los ganaderos de la zona
altiplánica y los agricultores de los valles más cálidos tienen un mismo origen étnico?
Duviols buscó una respuesta a esa pregunta en la documentación eclesiástica de
los siglos 16 y 17 sobre la campaña de extirpación de las idolatrías en esta misma
región (Duviols, 1973; Duviols, 1974-76). Demostró que existía una distinción fundamental entre dos “tipos” de poblaciones, con diferencias sociales muy marcadas.
Los del primer grupo, llamados los huari, eran agricultores asociados con el cultivo
de la papa y el maíz, con los valles interandinos y con la figura del sol como protector
ancestral principal. Los del segundo grupo, los llacuaz, eran pastores de camélidos,
asociados con el cultivo de la maca, con zonas de la puna altiplánica y con liviac, el
relámpago, como ancestro de origen. La información analizado por Duviols da de
entender que, por lo menos en los pueblos y reducciones donde se recolectaba la
información, los huari se consideraban originarios o indígenas de la zona, mientras
los llacuaz eran los venideros y/o invasores.
242
Richard Chase Smith
Duviols sugiere que las poblaciones huari pueden haber sido remanentes de la
ola expansiva de la civilización Wari que, desde Huamanga, introdujo a todo su área
de influencia nueva tecnología agrícola, especialmente la construcción de andenes7.
También sugiere que los llacuaz pueden haber sido descendientes del misterioso
reino de los Yarovilca, también asociado con actividades pastoriles y de comercio.
Yo sugiero que se trata de dos poblaciones de origines étnicos diferentes, el primero,
los huari, que pueden haber sido una colección de pueblos diferentes pero emparentados lingüísticamente, invadidos por la segunda población, los pastores, de otra
tradición lingüística, quienes dominaban desde las alturas. Esta visión es totalmente
consistente con la gran historia oral presentado en el manuscrito de Huarochiri, de
la dominación de los yunca por los pastores, hijos de Pariacaca. Es también consistente con la hipótesis que presento en este artículo. Los testimonios recolectados
por los doctrineros dan de entender que en algunos casos, los llacuaz borraron los
asentamientos huari, y en otros casos, establecieron una relación de co-existencia y
complementariedad étnica.
Una mirada desde la lingüística histórica
Desde la clasificación genética que hizo Mason de las lenguas de América del Sur,
se han expresado pocas dudas con respecto a la afinidad de la lengua yánesha con la
familia arawak (Mason, 1950). Según Wise y Adelaar, existen paralelos claros entre
la gramática del idioma yánesha y la de otros idiomas arawak, algunos de los cuales
se hablan a una gran distancia (Adelaar, 2006; Wise, 1976). La herencia arawak en el
yánesha está bastante intacta. El problema es aclarar las relaciones genéticas dentro
de aquella familia. Payne (1991) clasificó el idioma yánesha dentro de la división
occidental de la rama pre-andina de la familia; por otro lado, Aikhenvald considera
al idioma yánesha como una de las 10 principales subfamilias que ella ubica en el
conjunto sudoccidental del macrogrupo arawak (Aikhenvald, 1999).
En algunos aspectos, la lengua yánesha parece típicamente arawak, pero las diferencias también son llamativas. En parte estas diferencias tienen que ver con la
influencia quechua, que ha sido reconocido desde hace décadas (Smith, 1977) (Wise,
1976) La cantidad de préstamos léxicos quechuas incorporados al yánesha es extraordinaria. Una revisión sistemática de esta situación demuestra que fue un proceso
en dos etapas. La primera fue mucho más extensiva y más temprana, y consistía de
préstamos del grupo de dialectos de quechua I llamado Yaru, que fue hablado desde
los flancos costeños hasta los flancos amazónicos de los Andes en las regiones de
Lima, Pasco y Junín. Desde por lo menos el siglo 17, los hablantes de Yaru se limitaban con la zona yánesha en las regiones Pasco y Junín. La otra etapa en la cual el
yánesha recibía léxicos de quechua fue más reciente y de menos peso; en esta etapa
7 Sin embargo, según Hastings, no se ha encontrado hasta el momento en la zona de Tarma-Chinchaycocha ninguna evidencia física de ocupación Wari (comunicación personal).
243
Amazonas: Ruta Milenaria
fueron préstamos de quechua II, claramente asociada con la dominación del Estado
Inca sufrido por el pueblo yánesha entre 1470 y 1532. Según Adelaar (2006) el yánesha “es especial por lo que los préstamos Quechua que contiene fueron tomados
del dialectos vecino del Quechua, por lo que sepamos, nunca ha sido utilizado como
lingua franca ni tampoco como lengua de los evangelizadores”.
Pero Adelaar nos señala otra característica de esta situación lingüística que es aun
más sorprendente y, a la vez, muy raro en el mundo de idiomas. Las raíces de los
verbos en quechua nunca aparecen aisladas, es decir sin un tratamiento morfológico
con varias clases de sufijos. Sin embargo, no fueron incorporados a la lengua yánesha
como palabras completas con sus sufijos; sino fueron tomados las raíces solas para
luego ser tratados con sufijos yánesha. Resulta entonces que tanto los prestamos de
verbos como de nombres han sido tratados como si fueron raíces yánesha. Según
Adelaar (2006), es como si hubieran sido metidos en una licuadora morfológica
yánesha que debe haber estado funcionando desde hace mucho tiempo. Él compara
esta situación de convergencia lingüística con la de Quechua con Aymara y afirma
que aparte de Aymara, él no conoce otro lengua que haya sido tan influenciada por
Quechua como el yánesha. Esta situación sugiere que durante muchos siglos el
Quechua yaru y el yánesha deben haber estado en un duelo por el dominio que fue
resuelto finalmente a favor del Quechua.
El espacio histórico-cultural yánesha
Para el pueblo yánesha, el paisaje natural y el territorio geográfico son aspectos
esenciales de su historia e identidad. El paisaje natural les provee el diario sostén; el
territorio geográfico es el lugar de sus ancestros, y el escenario de su historia. Los dos
juntos, paisaje natural y territorio geográfico, constituyen su espacio histórico-cultural Las generaciones mayores que he conocido desde los años 60 resguardaban
un cuerpo de textos orales sobre el pasado sumamente extenso que relatan muchos
detalles sobre sus ancestros y la relación de ellos con este espacio histórico-cultural.
Estos textos incluyen historia oral, canciones y el mismo paisaje lleno de códigos
enraizados en los accidentes geográficos. Desafortunadamente la continuidad de la
transmisión oral de estos textos a la actual generación joven está en peligro.
Existe aún en la memoria colectiva una decena de narrativas épicas, que, a pesar
de su fragmentación, aún pueden ser reconstruidas desde los capítulos e episodios
sueltos contados por los abuelos. Cada narrativa está enfocada en una o en un par
de figuras ancestrales poderosas, como por ejemplo Nuestros Abuelos Yos y Coros,
quienes en competencia entre sí, crearon la base para el mundo actual y lo animaron
con su aliento. Existen indicios que en el pasado el relato de las narrativas épicas más
sagradas fue la especialización de los sacerdotes, conocidos como cornesha’, que las
repetían durante los ritos llevados a cabo en sus templos (puerahua).
244
Richard Chase Smith
La ubicación de los acontecimientos en el tiempo y el espacio en estas narrativas
no es siempre claro. En parte es porque los acontecimientos narrados se llevaron a
cabo tanto en el paisaje cósmico como en el paisaje terrenal; a la vez el tiempo en
dichas épicas pasa de lo sagrado a lo cronológico y viceversa. Sin embargo, cuando
preguntamos al relator donde pasó tal cosa, a menudo nos puede decir con bastante
precisión el lugar exacto, y a menudo el topónimo también delata su vinculo con la
historia. De la misma manera nos puede indicar el tiempo relativo, por ejemplo que
tal evento pasó después que el sol subió al cielo, o durante la época cuando Rreth
alumbró a la tierra.
Por el otro lado, existen más de 120 personajes ancestrales, organizados en la
misma jerarquía de tres niveles según un modelo de parentesco simple que presentamos anteriormente. Muchos de estos ancestros, sobre todo los de la misma época,
también eran emparentados entre sí, formando de alguna manera una gran familia.
Estos aparecen, desaparecen y reaparecen a través de los capítulos de una narrativa o
en algunos casos, en varias de las narrativas.
En los años 70, con los jóvenes de la Casa Cultural Yánesha, empecé a documentar los elementos geográficos conocidos por los yánesha. La idea era producir y
usar mapas para afirmar la historia del pueblo y respaldar sus reclamos territoriales.
Durante este mismo periodo, grabé una colección de unas 70 horas de textos orales.
Luego, en el año 2000, reiniciamos este trabajo de mapeo gracias a una serie de circunstancias que me permitió trabajar de nuevo con Espíritu Bautista, con quien yo
había trabajado durante los 70. Desde esa época, Bautista también había juntado una
colección de más de 80 horas de grabaciones de textos orales de un amplio número
de ancianos, muchos ya fallecidos. Y en el mismo intervalo, yo había aprendido a
manejar la nueva tecnología computarizada de Sistemas de Información Geográfica
(SIG), que ha sido muy útil para organizar y manejar el amplio cuerpo de información recolectado.
Decidimos empezar el trabajo en la zona que, según los Franciscanos, habían habitado los yánesha durante la época colonial (Ver mapa 2). Hoy son pocos los que
aun viven allí, y quisimos recuperar el conocimiento existente sobre estas zonas antes
de su pérdida total. Para recolectar datos del campo, se hicieron visitas de una a dos
semanas por sectores, acompañados por algunos mayores seleccionados por su conocimiento del área; durante la visita, se entrevistaron los yánesha locales que tenían
memoria sobre topónimos e historia.
Utilizamos hojas topográficas oficiales así como grandes mapas borradores con la
hidrografía, caminos y curvas de nivel, sobre los cuales se marcaron la ubicación y los
nombres de los lugares y elementos identificados (Tabla 1). Aparte, en un cuaderno
se apuntaron las coordenadas geográficas tomadas con GPS, descripciones de los lu245
Amazonas: Ruta Milenaria
gares y nombres de los informantes. Luego, en caso de que uno de los acompañantes
conociera una historia asociada al sitio, ésta era grabada. Luego, la información era
ingresada en una base de datos, y la ubicación de los elementos y caminos en un
programa SIG. Posteriormente, los puntos geográficos se unieron a la base de datos.
Hasta el momento, ya se encuentra mapeado gran parte del espacio histórico-cultural
yánesha; en la base de datos, existe información sobre casi 5000 elementos mapeados.
Mapeando hitos yánesha en la sierra y costa
Cuando se terminó de mapear la parte sur del valle de Chanchamayo, los ancianos
insistieron en subir a la sierra de Tarma y La Oroya para continuar mapeando. Para
nuestra sorpresa, una visita a La Oroya terminó en la cordillera de Tíclio, divisorio
de aguas entre el Pacifico y la Amazonia. Allí identificaron una docena de lagos, otra
docena de cerros, incluyendo los dos picos de Ticlio, identificados como los antiguos
templos de los ancestros poderosos Carhuathquesh-Entatequesh. A partir de estas visitas, algunos ancianos empezaron a revelar su conocimiento de lugares en la costa de
los valles de Chillón, Rímac y Lurín (Ver mapa 3).
Como podemos ver en la tabla 2, el grueso de los elementos mapeados está ubicado en el espacio que incluye el territorio yánesha colonial y el actual. Sin embargo
es sorprendente que hasta el momento hemos ubicado casi 350 elementos, entre
ellos lugares vinculados con 35 personajes ancestrales, con sus descripciones e historias, en la zona alta-andina y costa de Lima. Este hallazgo nos da indicios que la
historia de los yánesha se llevaba a cabo dentro de un espacio mucho más amplio de
lo imaginado: estos datos combinados con datos de las otras miradas sugieren que el
espacio histórico-cultural Yánesha es una franja transversal que se extiende por ambas vertientes de los Andes, desde la llanura amazónica (Pachitea-Alto Ucayali) hasta
el Océano Pacifico (Chillón, Rímac, Lurín y Chilca) (Ver mapa 1).
Varias narrativas épicas afirman esta visión. Existen dos versiones sobre la morada de Yahto’Yos (Nuestro Abuelo Yos), gran animador primario del pueblo yánesha.
Ambas versiones lo ubican tepo, es decir, por la boca del río: una lo ubica en la Isla
San Pedro, frente a Pachacamac y la boca del río Lurín en el Océano Pacífico, y la
otra en el pico más alto de la Cordillera El Sira por donde el río Pachitea desemboca
en el río Ucayali (Smith, 1977). Pensamos en este caso que no es una contradicción,
sino una forma simbólica de marcar los confines del mundo yánesha.
La narrativa sobre los hermanos Entataquesh-Carhuathquesh cuenta que Yos, desde
su morada en la Isla San Pedro, los ordenó a llevar agua del mar hasta las alturas de
Ticlio para almacenarlo en lagunas y hielo (Smith, Martinez y Bautista, 2006d). Allí
establecieron sus adoratorios. Pero luego, viajaron hacia la Selva Central donde eliminaron a los jaguares malos para luego crear lagunas desde Villa Rica (lago porromno) hasta cerca a la morada de Yos en la Cordillera El Sira (lago seno).
246
Richard Chase Smith
Según la gran narrativa sobre el origen y la vida del sol (Nuestro Padre El Poderoso) y la luna (Nuestra Madre Arrorr), ellos nacieron en el bajo río Tarma y subieron juntos al cielo desde el Cerro “adoratorio” en la zona de Oxapampa (Smith,
Martinez y Bautista 2006c). Luego el Poderoso regresó a la tierra para transformarla
para su futuro “reino”. Caminó por el Pachitea creando el llano amazónico, luego
por el Ucayali y Perene transformando personajes amenazantes en especies de peces
y animales, y finalmente por la costa donde visitó a su padre, Yos, y después prendió
candela al bosque costeño dejándolo como desierto. El volvió a subir al cielo por
otro cerro en el valle de Huancabamba (Oxapampa). En un episodio complementario se narra como la luna perdió su fuerte resplandor cuando el “padre del perro”,
Arosh o O’sewo, saltó desde la Isla San Lorenzo, frente a Callao, hasta la luna tapándola
parcialmente.
Un episodio curioso de esta narrativa es el de Matar, un mercante de bienes de
lujo, que, según narran, estaba retornando de un viaje de intercambio a la selva baja
con una comitiva de hombres cargados de los bienes acumulados (Ibíd.). Cuando
cruzaban el río Paucartambo (Pasco), Matar se topó con el Poderoso, quien se disfrazaba de indigente mugriento. Éste le pidió varios de sus productos, como una
liana usada para masticar la coca, loros vivos, plumas de guacamayo, pero el mercante
le negó con aire de desdén. Con gran indignación, el Poderoso convirtió a Matar
y su comitiva en una peña rocosa. Durante el mapeo aprendimos que Matar estaba
regresando a su hogar y adoratorio ubicado al lado del río Mantaro, frente al pueblo
moderno de Paccha. Y narraron que el poder transformativo del Poderoso alcanzó
a miembros de la comitiva en todo el largo del camino, incluyendo algunos que ya
habían pasado a La Oroya, camino a Lima. El hogar de Matar es conocido como
Mataro, y el río al lado Matares, palabras que pueden haber dado origen al nombre
del río Mantaro.
Los yánesha y los yunca
Existen otra serie de historias orales que revelan que en el pasado existía una relación
de mucha cercanía entre el pueblo yánesha y otro pueblo de la costa de Lima que
ellos llaman yoncanesha’8 (Smith, Martinez y Bautista, 2006d). Narran que antiguamente miembros de los dos pueblos se visitaban anualmente en el mes de enero,
durante la luna de yoncayonquëm. Un relato habla de un lugar en Pozuzo donde se
daban el encuentro para emprender la caminata hacia la costa, bajo la protección del
águila harpía que los vigilaba durante todo el recorrido. Otro relato menciona una
zona entre San Ramón y Tarma como otro lugar de encuentros. Una vez en la costa,
cuentan como los yoncanesha invitaban a sus antepasados a comer un tipo de ceviche
de pescado con yuca cocida bajo la arena.
8 Yonca + -nesha’ [colectivo humano], es decir, el pueblo indígena yonca.
247
Amazonas: Ruta Milenaria
Sabemos, en términos generales, que durante la colonia, el término yunca fue
utilizado en dos sentidos en quechua (Lengua General): 1) como nombre de la zona
templada en la costa y ceja de costa; y 2) como nombre generalizado de los indígenas
de esta zona9. En el manuscrito de Huarochirí el término es usado extensivamente
ya que una parte del documento narra la conquista del territorio de los “yunca”,
hijos del ancestro tutelar Huallallo Carhuincho, por invasores del altiplano, los hijos
de Pariacaca. En este texto,“yunca” es usado para referirse a la población de comunidades y ayllus especificas en los valles y quebradas de los ríos Chillón, Rímac, Lurín
y la cuenca alta del Mala. Pero, refiriéndose al enuncio 8 del capítulo 1 que dice
“Todas estas comunidades estaban pobladas por yuncas”, Taylor nos dice que Avila,
a lo menos en referencia a este pasaje, “no se refiere al grupo étnico yunca sino a las
condiciones climáticas de la época”10.
Sin embargo, el uso del término en otras partes del texto a menudo sugiere que
su referente es un pueblo étnico cuyos miembros son descendientes de un ancestro
común, residen en comunidades específicas y son diferentes que sus invasores. El
siguiente pasaje sirve de ejemplo:
Todos los yuncas de Colli, de Carhuayllo, de Ruricancho, de Lati(m), de Huanchohuaylla, de Pariacha, de Yañac, de Chichita y de Mama, todos los yuncas de ese río, todos los
yuncas de dichos ríos venían al (santuario) mismo de pariacaca con ticti, coca y todas las
demas ofrendas rituales.(Taylor, 1999: 143)
Éste y muchos otros pasajes del Manuscrito de Huarochirí nos hacen suponer
que los yoncansha’ de la tradición oral yánesha son los mismos “yunca” que, según el
manuscrito de Huarochirí , poblaban comunidades especificas en los valles de Chillón, Rímac y Lurín.
Figuras ancestrales compartidos entre los yunka y los yánesha
El proceso de mapeo ha logrado ubicar una serie de personajes ancestrales que, según los testimonios, fueron compartidos por los yánesha y los yoncanesha’. En primer
lugar, varias fuentes coinciden que Nuestro Abuelo Yos también animaba a los yoncanesha’ quienes también reconocían su morada en la isla San Pedro y lo honraban
desde su adoratorio en Pachacamac. Al decir esto, se entiende que los yánesha inclu-
9 En el diccionario de Holguin, encontramos las siguientes entradas: 1. Yunca o yuncaquinray.
Los llanos o valles; 2.Yunca. Los Indios naturales de allí. (Holguin, 1989 [1608], 371).
10 A continuación,Taylor cita a una nota de Avila en su Tratado: “y que todas estas tres provincias
y sitio / era entonces tierra muy caliente, q(ue) los yn(di)os llama(n) / yunca <o andes>” .
Sugiero que cabe la posibilidad que el nombre de un grupo étnico que ocupaba dicha zona
fue incorporado al idioma quechua 1 con el doble sentido de marcador étnico y término de
referencia a una zona con condiciones climáticas específicas donde originalmente habitaba
dicho grupo étnico. Con el uso luego en la Lengua General, el significado puede haber transformado a algo más genérico. Este tema merece una investigación más profunda.
248
Richard Chase Smith
ye a los yoncanesha dentro de su noción de “nosotros”11, es decir dentro del grupo de
gente cercana y emparentada, y con el mismo origen.
Una comparación entre la narrativa épica yánesha sobre los hermanos Carhuathquesh Entatequesh y la historia de Huallallo Carhuincho del manuscrito de Huarochirí nos da muchas razones para suponer que se trata de la misma figura ancestral.
En ambos casos, esta figura tiene una identidad dual, o tal vez más exacto, son dos
figuras en uno de la misma manera que Pariacaca, su rival, fue cinco figuras en uno.
En ambas narrativas, este personaje dual está asociado fuertemente con los yunca
como ancestro tutelar. Por ejemplo, el manuscrito de Huarochiri dice:
La morada de Huallallo se encontraba en el territorio [hoy cubierto por la laguna] de
Mullococha. /Se dice que/ en esa época, toda [esta] tierra estaba densamente poblada
por yuncas [en el territorio donde] residía(n), abundaban las grandes serpientes, los caquis y todo género de animales. Nota al pie 9: No está claro si se trata de Huallallo o de
los yuncas. Sin embargo, el sitio paradisíaco evocado, situado en las alturas del cerro de
Pariacaca, ulteriormente cubierto por las aguas de Mullococha, era un importante centro
yunga dedicado al culto de Huallallo Carhuincho(Taylor, 1999: 103).
Sabemos también que ambos exigían el sacrificio de niños para quedarse contentos. En el caso del manuscrito de Huarochirí , nos dice: “Después de haberlos vencido, [era Huallallo quien] animaba a los hombres, no consintiendo que engendrasen
más de dos hijos. Uno se lo comía.”(Ibíd, 5) En otra parte dice: “Entonces llegó un
hombre llorando. Llevaba en brazos a uno de sus hijos; traía también ofrendas de
mullo de coca y de ticti que iba a sacrificar a Huallallo (Ibíd, 105). En el caso de la
narrativa yánesha, cuentan que después de esconderse dentro de la laguna Parromno,
Entataquesh regresó a exigirles que le entreguen un niño, a quien él iba a enseñar.
El niño nunca regresó (Smith, Martinez y Bautista, 2006d).
En ambos casos, la figura ancestral también terminó internándose en la montaña
al este de la Cordillera de Ticlio. El manuscrito narra: “Pariacaca seguía arrojando sus
rayos sin darle tregua [a su enemigo]. Entonces, Huallallo Carhuincho huyó en dirección de los
anti.” (Taylor, 1999: 111) Y en otro pasaje: “Cuando más tarde apareció otro huaca llamado Pariacaca, esos [pájaros] fueron expulsados, junto con todas [las demás] obras [de Huallallo
Carhuincho], hacia [la región de] los antis.”(Ibíd. 7) Una lectura del manuscrito desde
esta perspectiva da a entender que después de ser vencidos por los invasores de la
sierra sur, bajo la protección de Pariacaca, los yunca tomaron tres caminos distintos:
algunos huyeron hacia la montaña acompañando a la momia o imagen de Huallallo
Carhuincho, otros se quedaron en sus comunidades como ayllus separados y bajo el
11 Yánesha’: ya- [nosotros] y –nesha’ [colectividad humana] – un término bastante elástico (Smith, 1985).
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Amazonas: Ruta Milenaria
dominio de los invasores y un tercer grupo bajó hacia la costa donde fundaron los
pueblos de Collique, Carabayllo, Ate y entre otros.
La narrativa yánesha no habla de una huída, sino de un traslado voluntario de
parte de Entataquesh-Carhuathquesh a pedido de un gran chamán, quien había ido
a Pachacamac para pedir a Yos el apoyo de los dos hermanos. Es probable que esta
versión refleje la necesidad de los vencidos de reescribir su historia. En todo caso,
cuentan que los dos hermanos se quedaron en la Selva Central, sin regresar a Ticlio.
Hasta el momento, no hemos encontrado ningún relato sobre la presencia permanente en la selva central de los yunca quienes acompañaron a su ancestro tutelar;
este hecho nos sugiere o que en aquel tiempo los yunca y los yánesha eran partes
de un mismo pueblo, o que los yunca venideros se habían integrado completamente
con los yánesha.
Otra coincidencia es la asociación de ambas figuras con la cordillera de Ticlio. Si
bien, el manuscrito de Huarochirí es claro que la residencia de Huallallo Carhuincho fue un lugar hoy llamado Mullucocha cerca al nevado Pariacaca, también narra
como uno de los cinco hermanos Pariacaca se quedó como guardián en la entrada
hacia los Anti para asegurar que no retornara; se ha ligado este lugar con la Abra Anticona al pie de Ticlio. Los yánesha han identificado a los dos picos de Ticlio como
los antiguos templos y morada de Entataquesh Carhuathquesh.
Asimismo se ha identificado una pareja de ancestros ubicados en el encuentro de
los ríos Santa Eulalia y Rímac, lugar conocido antiguamente como San Pedro de
Mama; estos son la Abuela Corarya (renacuajo) y el Abuelo Amcañ (agorero). Dicen
que los dos personajes son yunca, pero que entendían igualmente a los yánesha. Para
los Yánesha, el río Santa Eulalia lleva el nombre de la abuela (coraryas), y el río Rímac lleva el del abuelo (amcas). Es importante notar que en el mismo lugar, estuvo
ubicado el adoratorio y residencia de Manañamca; sobre ella el manuscrito de Huarochirí dice: “Después de la victoria [de Pariacaca, apareció] Manañamca, la mujer-demonio
que había sido compañera de Huallallo Carhuincho. Esta mujer residía por la parte baja de
Mama.12” (Ibid., 111) Luego de desterrarla, la esposa de Pariacaca tomó su residencia
en el mismo lugar. Es imposible saber en este momento qué relación puede haber
habido entre la figura de Corarya y las esposas de Huallallo y de Pariacaca.
En la misma pampa donde hoy está la ciudad de Lima, los narradores yánesha
ubican en la margen derecho del río Rímac el adoratorio de nuestro padre Yompuer, descrito como mitad piedra y mitad humano, el principal de una familia de
ancestros relacionados con los más importantes cultivos, especialmente maíz. Junto
12 Ver la nota al pie 49 del capítulo 8 del manuscrito para una descripción interesante del templo ubicado en San Pedro de Mama escrito por Dávila Brizeño. (Taylor, 1999: 27).
250
Richard Chase Smith
a Yompuer estuvo nuestro abuelo Pap, el padre del tabacco, la fuerza sobrenatural que
anima a todos los chamanes del mundo yánesha. Nuestro hermrano Yonc o Huayonc,
el origen de una variedad importante de maíz fuertemente asociada a los Yunca está
ubicado a poca distancia de Yompuer. Hasta hoy, los yánesha siembran una variedad
de maíz nombrado Yompuer y otra variedad que les regaló por los Yunca en el pasado. Es posible que Yompuer y Pap estuvieran asociadas con pirámides dentro de la
zona de Maranga, el gran centro urbano de la Cultura Lima y luego de los Ischma.
En un momento del pasado (¿cuando Huallallo fue vencido? Con la invasión
Wari?), Yompuer huyó a Tarma donde levantó un nuevo adoratorio en uno de los
cerros al este de la ciudad moderna poca distancia de su hermana Chequehuanc
(Mason, 1950), madre de varias plantas cultivadas y de su entenado, Huante’, también
ancestro de una variedad de maíz. Ambos están ubicados frente a frente sobre el río
Tarma, un par de kilómetros de bajo de la ciudad moderna. En el idioma yánesha,
el río Tarma lleva el nombre de Yompuer.
Junto a Yompuer en Maranga, estuvo también nuestro abuelo Pap, gran chamán-jaguar, quien dio origen a la planta de tabaco, elemento central en el sistema
chamanico de los yánesha y los asháninca, como también aparentemente de los
costeños. Pap tuvo que huir hacia la selva central donde, junto a sus cuatro lugartenientes también poderosos chamanes-jaguares, quienes transformaron el paisaje y
mantuvieron guardia sobre los cuatro puntos cardinales (Smith, Martinez y Bautista,
2006b).
Del resto de las figuras ancestrales identificados por los yánesha en Lima, vale la
pena mencionar a dos, una femenina y el otro masculino, ambos asociados con el
mar y otros cuerpos de agua. La femenina, Pocyena13, es la que tiene a su cargo el
cuidado del mar y otros cuerpos de agua y toda la vida animal que contienen. Está
asociada a algunas enfermedades, especialmente las asociadas con algunas especies de
sapos y pescados que habitan los ojos de agua. Dicen que Pocyena vive en un lugar
alto desde donde se puede ver el mar: tentativamente se ha identificado la Huaca
Pucllana como posible morada14. El personaje masculino es nuestro hermano Carashtawall (Cristobal), el padre del mar y de todas las lagunas. También tiene ciertos
poderes sobre la vida animal que contienen. Los Yánesha han identificado al Cerro
13 Esta palabra es la personificación de pocoy, una colección de enfermedades causado por espíritus que habitan los cuerpos de agua. Está relacionado al término quechua puquio, manantial.
14 Según los hallazgos del Proyecto arqueológico Huaca Pucllana, dirigido por la Dra. Isabel
Flores, la pirámide definitivamente está asociado con aspectos femeninos del cosmos y con
enfermedades durante la ocupación Lima (200 - 700 d.C.), tiempo en el que también prevalecen las representaciones de seres marinos (peces, tiburones, lobos marinos, anguilas, etc.).
Durante la ocupación Ychsma, la pirámide no cumplió funciones ceremoniales como en la
época Lima, pero hay una curiosa presencia de ofrendas de sapos colocados en vasijas de
cerámica y como también sueltos enteradas en los pisos abandonados.
251
Amazonas: Ruta Milenaria
San Cristóbal como la morada de Carashtawall; no identifican la ubicación de su
adoratorio.
Conclusiones a manera de hipótesis
El pueblo yánesha moderno desciende de un grupo humano que hablaba una versión de proto-arawak que podemos llamar proto-yánesha. Ellos habrían llegado a los
Andes centrales desde el bajo amazonas hace unos 4000 años, dejando su huella en la
forma de cerámica del estilo cobichanique en varios lugares del río Pichis, cabecera
del río Pachitea. Es por la evidencia arqueológica que sabemos que los proto-yánesha tuvieron un largo y estable desarrollo en esa zona que duró casi 2500 años. A
través de varias narrativas épicas que son parte de la memoria colectiva, los Yánesha
de hoy expresan la importancia de la Cordillera El Sira para las primeras épocas de
su historia, sobre todo los altos picos cerca a la confluencia del río Pachitea con el
Ucayali.
Luego, fueron expulsados del río Pichis alrededor de 500 d.C. por invasores de
la familia lingüística pano. Los pano deberían haber entrado subiendo por el río
Pachitea, y de esa manera habrían empujado a los proto-yánesha hacia las cabeceras
de la cuenca (las zonas de Villa Rica y Oxapampa) y al alto Perene y Chanchamayo.
De hecho, la historia oral yánesha cuenta que tuvieron batallas cruentas con los pano
en la misma época cuando Entataquesh Carhuathquesh estuvieron transformando el
paisaje en la Selva Central (Smith, Martinez y Bautista, 2006d). Afirma que en una
ocasión los invasores habían llegado hasta una pampa cerca al pueblo moderno de
Villa Rica, donde se produjo una gran matanza entre ambos pueblos. Esta batalla es
conmemorada en el topónimo asignado al “Oconal” de Villa Rica el cual se llama
en yánesha, “lugar de la gran muerte” (Ibíd.). También afirman que los tres grandes
guerreros de esa batalla eran hijastros de nuestro abuelo Ray, animador de todos los
guerreros, quien tenía su adoratorio en la costa de Chillón.
Es difícil imaginar que estos proto-yánesha, después de la difícil migración desde
el bajo amazonas, se quedaran en el Pichis durante 2500 años sin explorar y ocupar
otros territorios. Lo más probable es que desde muy temprano esta población también estableció asentamientos en las partes altas de la selva central y en los valles interandinos de Tarma, Paucartambo y Huachón. Pero, dado las distancias relativamente
cortas entre la selva central y la costa, propongo que una parte de esta población
habría pasado la zona alta andina y llegado a la costa. Me parece más que suficiente
tiempo como para que se adaptasen su estilo de vida y su tecnología productiva a
los valles templadas inter-andinos de ambos flancos de los Andes. Sugiero que estas
poblaciones cultivaban maíz, yuca, maní, ciertos tipos de frejoles y algunos otros
tubérculos, más no la papa o granos andinos. Los camélidos tampoco aparecen en la
historia oral yánesha.
252
Richard Chase Smith
Entonces, ¿desde qué época habrían estado los proto-yánesha en los flancos occidentales y la costa central? Evidentemente se requiere más investigación arqueológica en la selva central y los valles interandinos para confirmar la presencia temprana y
el desarrollo de poblaciones humanas con un estilo y secuencia de cerámica similar
al que encontró Allen en el Pichis.Y se tiene que hacer las comparaciones necesarias
entre lo de Allen y las colecciones de cerámica formativa y temprano de los flancos
occidentales y la costa. A primera vista, la evidencia existente y las comparaciones
hechas hasta el momento sugieren que la cultura Lima (200 – 700 d.C.), responsable por la construcción de los sitios ceremoniales tales como Maranga, Pucllana,
Pachacamac (fase Lima), Cerro Culebras, etc. puede haber sido un desarrollo de las
poblaciones de habla proto-yánesha (arawak) que traspasaron los Andes.
Sin embargo, el autor es consciente desde hace décadas que existen coincidencias
iconográficas sugerentes entre algunos iconos centrales para el horizonte temprano
con los de la historia oral y cosmos yánesha. Estos incluyen el jaguar (figura central
para el poder chamánico entre los yánesha y para algunas transformaciones del paisaje natural muy temprano), el águila harpía (padre y animador de todos los animales
silvestres comestibles, y como tal, figura clave para el éxito en la caza) y el lagarto/
lagartija. Dejo abierto por ahora el tema de una relación directa entre las poblaciones proto-yánesha con los grandes centros ceremoniales en forma de U, como por
ejemplo Garagay, El Paraíso, Cardal, Mina Perdida y Las Salinas, que abundan en la
costa de Chillón, Rímac y Lurín.
Como se pudo apreciar en la sección anterior, la historia oral yánesha sugiere
que ellos y los yunca fueron pueblos emparentados lingüísticamente. Eran descendientes de los mismos ancestros tutelares que entendían indistintamente la lengua
de uno y el otro15. De hecho, no se sabe qué idioma hablaban los yunca; pues no se
ha descubierto ningún documento colonial que de testimonio a los idiomas locales
prehispánicos en los valles de la costa de Lima y Pachacamac. Según Taylor, debe
haber existido “un polilectismo impresionante, lo que se puede inferir también de
los escritos de los primeros misioneros jesuitas”(Taylor, 1999, XIX). Él propone que
“podía haber sido el quechua el idioma de los autóctonos yuncas que se distinguían
también lingüísticamente de los invasores — “hijos de Tutayquire”—hablantes de
dialectos aru.”(Ibíd.).
Sabemos que la lengua yánesha y el quechua yaru interactuaban intensivamente
durante un largo tiempo en lo que parece haber sido una situación de expansión de
quechua frente a una retirada del proto-yánesha. Según Adelaar, “El hecho que la
despalatización del [l] en quechua yaru no se refleja en los prestamos de Quechua
15 Un estudio detallado de los topónimos de los valles de Chillón, Rímac y Lurín podría ayudar
a comprobar este supuesto.
253
Amazonas: Ruta Milenaria
[a yánesha] indica lo antiguo que son estos préstamos, que deben haberse prestado
antes del cambio.”
En el caso de los antepasados de los yánesha moderno, el quechua no llegó a
reemplazar a su dialecto de proto-yánesha, pero sí lo influenció fuertemente. Pero
en el caso de hablantes de otros dialectos de proto-yánesha, como los grupos que
ocuparon a los valles interandinos, es probable que se hayan sometido a la presión
lingüística y cambiaron a quechua. Sugiero que esto puede haber sido el caso de
los yunca: hablaban en el pasado una variedad de proto-yánesha y frente al mismo
proceso de expansión y presión lingüística de quechua yaru y luego variedades del
quechua II eventualmente cambiaron al idioma dominante. En este caso, podría ser
que los yunca, aunque nunca perdieron su diferenciación étnica, ya estaban hablando
el quechua yaru cuando Avila coleccionaba su historia oral.
Entonces, nos quedamos con otra interrogación importante: ¿en qué época se
dio la expansión de quechua 1 yaru y su interacción con el proto-yánesha? El tema
de la expansión y contracción de “culturas” definidos por secuencias de cerámica,
con nombres como Chavín y Huari, ha sido una parte primordial de la arqueología
andina desde su inicio. Pero cruzar este tipo de datos con los de la lingüística histórica, la etnología, la etnohistoria y el análisis de la historia oral de un pueblo es poco
común. La larga investigación interdisciplinaria de Anne Marie Hocquenghem y su
equipo en Piura y Tumbes demuestra que resulta ser mucho más productivo; ha sido
una inspiración para mi trabajo con los yánesha (Hocquenghem, 1998). El lingüista
Alfredo Torero combinaba abordajes durante toda su carrera para sugerir un modelo
de expansión, contacto y diferenciación de idiomas andinas y sus dialectos, dándonos resultados muy interesantes.(Torero, 2002). Su trabajo sobre la lengua puquina
era pionero, e intuyo que puede ser un caso similar al de yánesha que describo aquí.
Es claro que la historia central del manuscrito de Huarochirí es la de la invasión
de parte de indígenas alto-andinos, hijos de Pariacaca, y posterior dominación de los
espacios en los valles inter-anadinos de los yunca, hijos de Huallallo Carhuincho, y
dispersión y huida de éstos a otras tierras. Taylor supone que los invasores hablaban
un idioma Aru, pero me parece difícil que sea así, ya que no dejaron huella de su
idioma en la región conquistada. Se supone que los habitantes de estos valles hablaban un variante de quechua yaru cuando Ávila andaba por allí. Tendría más lógica
que hayan sido quechua-hablantes los invasores y que impusieron su idioma a través
del largo proceso de invasión, ocupación y asimilación de la población originario,
y no vice versa. Esto nos hace recordar de la situación descrito por Duviols entre
las poblaciones Huari, originarios, agricultores, protegidos por el Sol y las llacuaz,
invasores, pastores, protegidos por el relámpago.
254
Richard Chase Smith
Según Torrero y Adelaar, el dialecto Wankay o Yaru de Quechua I ocupa hoy la
serranía de Lima, la Pampa de Junín y las provincias de Junín,Yauli y Tarma del departamento de Junín. Según Torrero: “El territorio que cubrió la primera expansión
del quechua nos parece haber sido aproximadamente el mismo que ocupa hoy el
Q.I [quechua 1], más la franja costeña adyacente.”(Torrero, p.86). Torrero destaca el
probable rol de la altiplanicie de Pasco para la expansión de quechua 1: “…fue el escenario privilegiado para la domesticación y crianza de los indispensables camélidos,
la llama y la alpaca….configurada como múltiple cabecera de ríos, fue por ello una
excelente plataforma para tomar desde allí todos los rumbos. Los rasgos mismos que
tipifican al quechua Wáywash [quechua I] se difundieron sin duda a través de esta
meseta” (Ibíd. p.87)
Los resultados de aplicar el método de glotocronología lexicoestadística al proceso de dialectización de quechua arroja un máximo de 10.8 siglos entre de divergencia mínima lo que sugiere que el proceso de diversificación inició entre 800 -900
d.C. Dice Torrero: “El foco emisor más vigoroso se fue desplazando por la costa de
Norte a Sur: …valle de Lima-Pachacámac entre los años 500 y 1000” (Ibíd., p.88).
Si es así, la expansión de Quechua coincidiría con la invasión y ocupación Wari a
los valles de Chillón, Rímac y Lurín a partir de 600-700 d.C. El periodo de presión
fuerte sobre los idiomas proto-yánesha hubiera empezado más o menos en el mismo
tiempo.
Suponiendo que tenga razón en los supuestos que presento aquí, se puede reconstruir a groso modo el escenario que ofrezco aquí; sin lugar a dudas requiere mucho
afinamiento. A través de un movimiento de larga duración, una población, hablantes
de varios dialectos de proto-yanesha, que llamaremos los Yánesha-Yunca, llegaron a
ocupar y dominar una franja transversal de los Andes entre la selva central y la costa
de Chillón, Rímac, Lurín y Chilca. En este proceso se iba diversificando los dialectos
de proto-yánesha que se hablaba. Esta población practicaba la agricultura en base a
yuca, maíz y maní entre otros cultivos adaptados a la selva alta y los valles andinos
templados. Nunca llegaron a adaptarse a u ocupar las zonas alto-andinas, a pesar que
varias de sus figuras ancestrales tomaron residencia en los nevados más imponentes.
Desarrollaron una sociedad (o sociedades) marcada por sus fuertes vínculos a sus
ancestros, que creó con el tiempo un complejo sistema religioso en torno a estos
ancestros, cuyo pilar central fue el gran creador-animador cuya doble morada en la
Isla de San Pedro y en la Cordillera de El Sira, marcaba los confines del espacio de su
historia ancestral. Su culto principal se llevaba a cabo desde la orilla del mar, frente
a la isla y cerca a la boca del río Lurín, es decir, desde el gran centro ceremonial que
después de la expansión quechua se llamará Pachacamac. Esta sociedad desarrolló
fuertes rasgos de jerarquía de tres niveles, sobre todo en lo religioso y eventualmente
en la guerra. Esto se reflejaba en estructuras religiosas circulares y rectangulares de
255
Amazonas: Ruta Milenaria
tres pisos. El shamanismo basado en el tabaco y las figuras del jaguar y el picaflor
tuvo momentos de gran ascendencia. El águila harpía era otro icono importante
relacionado con el mundo animal.
Compartieron esta franja con otras poblaciones, entre ellas pastores de las alturas,
hablantes de proto-quechua yaru. Algunos de estos pastores se convirtieron en comerciantes quienes viajaron largas distancias. Tal vez fue por estos medios que estas
poblaciones quechua hablantes iban acumulando fuerza y empezaron a expandirse,
presionando a sus vecinos yánesha-yunca de manera que iba debilitando su dominio. Eventualmente impusieron su dominio sobre los valles altos y bajos de la costa
y eventualmente en los flancos orientales. La unidad yánesha-yunca se rompió, y
cada sub grupo empezó una larga retirada, los yánesha hacia la montaña y selva baja
y algunas yunca hacia la selva y otros hacia la parte baja de la costa. La población
yunca de la costa fue diezmada por la invasión española; los pocos sobrevivientes
se asimilaron a las otras poblaciones que iban llenando sus espacios, perdiendo en
el proceso todo rastro de su idioma de origen arawak. Los Yánesha continuaron su
retirada durante la colonia y era republicana, abandonando a Tarma, Chanchamayo y
Oxapampa a favor de la selva baja del Pachitea.
En caso que tuviera algo de realidad histórica este escenario, que yo creo que sí,
tenemos que revisitar a las teorías de Tello, Lathrap y otros que vienen insistiendo en
el rol fundamental que jugaron poblaciones oriundos de la Amazonía en la construcción de las civilizaciones andino-amazónicas de los Andes Centrales.
Tabla 1.
Categorización de elementos mapeados
A. Elementos geográficos
A1. Elementos terrestres
A2. Elementos acuáticos
B. Elementos de recursos naturales
B1. Lugar donde abundan animales
B2. Lugar donde abundan plantas
B3. Lugar donde abundan minerales
C. Caminos antiguos y lugares históricos
C1. Lugares asociados a caminos antiguos
C2. Lugares históricos
D. Elementos culturales/de los ancestros
D1. Inmortales enviados por Yos
D2. Inmortales no-enviados por Yos
D3. Dañinos enviados por Coros
D4. Almas de los muertos
D5. Acontecimiento sacro-espiritual
TOTAL Categorías Mapeadas
256
Número de sub-tipos
6
8
4
3
4
3
7
7
3
4
2
3
54
Richard Chase Smith
Tabla 2.
No. elementos
mapeados
Zonas de Mapeo
Montaña de Chanchamayo, Oxapampa,Villa Rica, Pozuzo y Perene
(Espacio durante la Colonia)
Aprox. 3700
Selva Baja de Palcazu, Pichis y Pachitea (Espacio Actual)
Aprox. 700
Montaña de Tarma, Tulumayo, Ulcumayo y Huanc abamba; Sierra de
Mantaro, La Oroya,Yauli, Ticlio y Pampa de Junín
250
Costa de Chillón, Rímac, Lurín y Chilca
100
TOTAL
YATO
Nuestro abuelo
YOMPOR
Nuestro padre
YOCHOR
Nuestro madre
YEMONA’SHEÑ
Nuestro hermano
YO’CH
Nuestro hermana
Gráfico 1. Modelo de jerarquía para el mundo de los ancestros yánesha.
257
Aprox. 4750
Amazonas: Ruta Milenaria
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Amazónica
Thomas P. Myers
Antonio Porro
Rafael Chambouleyron
Thomas P. Myers
Redes de Intercambio Tempranas en
la Hoya Amazónica
Thomas P. Myers
Se podría pensar que un estudio que trata sobre el intercambio prehistórico en la
Cuenca del Amazonas tendría que ser extremadamente corto porque a excepción de
la cerámica y la piedra, los materiales se destruyen rápidamente en tierras selváticas.
Incluso es raro encontrar en zonas arqueológicas de la selva restos orgánicos tales
como conchas tan comercializadas en otras áreas.
Es más, generalmente pensamos que el intercambio se basa en ta distribución desigual de recursos naturales, la cual parece ser bastante pareja en la Cuenca del Amazonas donde el 95% del terreno está cubierto por denso Bosque Tropical pluvial.
Claro que existen muchos microclimas determinados por el tipo de tierra y el acceso
al agua, pero son variaciones que se repiten con la suficiente recurrencia como para
ser halladas en los territorios de la mayoría de los grupos tribales.
Sin embargo, no podemos ignorar la diferencia entre la várzea y la tierra firme.
Como quiera que los recursos naturales de la cuenca del Amazonas son escasos, éstos
tienden a estar localizados en tierra firme más que enterrados en zonas aluviales. Por
lo general, las sociedades más grandes y más complejas que habitan los ríos grandes
no ejercían un control permanente sobre las áreas de tierra firme (Lathrap 1968,
Myers 1974). Por lo tanto, es posible afirmar que sí existía una base económica para
el intercambio entre los pueblos que habitaban los ríos mayores y aquellos que vivían
en las zonas interfluviales.
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Amazonas: Ruta Milenaria
Esta distribución desigual de recursos naturales entre la várzea y la tierra firme no
justifica el volumen de intercambio que se desarrolló a lo largo de los ríos más importantes durante el período histórico temprano. Durante el siglo XVII se contaban
entre las especialidades de las tribus de la Amazonia Central, la cerámica, la madera
tallada y las telas de algodón decoradas. A pesar que en el comercio de río grande se
incluían productos de tierra firme tales como oro y sal, éstos no parecen haber sido
la razón de su existencia.
Desafortunadamente, ni los hallazgos arqueológicos ni la mayor parte de los documentos etnohistóricos proporcionan mayor información acerca de los tipos de
relaciones sociales involucrados en la circulación de bienes. Arqueológicamente sólo
sabemos que un objeto particular aparece fuera de su contexto usual. Las fuentes
históricas hablan de “comercio” pero no sabemos si los intercambios se realizaban en
términos de trueque, reciprocidad o algún otro mecanismo. En el presente trabajo,
todos estos objetos serán llamados bienes de intercambio aunque en algunos casos
particulares puedan haber sido trofeos de guerra.
Evidencias del intercambio en la prehistoria
Pese a que la arqueología de la cuenca Amazónica es aún poco conocida, existe amplia evidencia de un extenso intercambio en épocas prehistóricas. Ya que las investigaciones continúan, será posible atar los cabos del récord existente. Hasta la mejor
evidencia proviene de la distribución de hachas de piedra, objetos de cobre, adornos
de jade y cerámica. Las fuentes históricas sugieren la existencia de otros bienes de
intercambio aborígenes y algunos de los mecanismos involucrados en su circulación.
Hachas de piedra
En las zonas arqueológicas de toda la cuenca Amazónica se encuentran hachas de
piedra. Estas constituyen evidencia de prima facie del intercambio prehistórico en los
asentamientos a lo largo de los ríos principales, ya que en las tierras aluviales no existe
materia prima adecuada para la fabricación de aquéllas. Tal como Lathap ha enfatizado, una hacha dé piedra era la herramienta esencial para la agricultura de Bosque
Tropical por ser imprescindible para rozar el terreno agrícola (Lathrap, 1970: 62-6-3).
El hecho que la mayoría de las hachas halladas en asientos ribereños sean sólo fragmentos y otras estén gastadas al máximo, es indicativo del valor que se les asignaba.
Para los habitantes del Ucayali, una de las fuentes de materia prima más cercana
es un banco de piedras en el Aguaytía, a unos tres días río arriba. También se encuentran bancos en sitios parecidos de otros afluentes orientales. Puede ser que una
cordillera baja, al este del Ucayali haya también procurado la misma materia prima.
Los asentamientos de la Fase Ñapo cerca de la frontera ecuatoriana podrían
haber adquirido sus hachas en un banco de piedras cerca a la boca del río Suno,
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a más o menos una semana surcando el río (Evans y Meggers, 1968). Los pueblos
del bajo Amazonas y de la zona central podrían haber obtenido hachas de una localidad cerca a Pedreira en el río Negro (Agassiz, 1968: 328), del Tapajós (Hartt, 1874:
137), de uno de los afluentes del alto río Branco (Thurn, 1833: 44:2), o del Xingú
central (Sirnóes, 1967: 137). Koch-Grünberg informó acerca de centros de producción de hachas de piedra en diversos puntos del Vaupés y sus tributarios. También
informa de un taller cerca de Sao Gabriel en los rápidos del río Negro (1909 i:
41, 113, 149, 215, 280). Las ilustraciones que hace de las hachas de piedra incluyen
estilos acanalados y llanos (1909 i: abb. 95; ii: abb. 52). Ambos estilos se encuentran
en asientos arqueológicos del Amazonas central (Hilbert, 1968: Tafel 14) pero no
se ha señalado si las hachas de esta región, con ranuras y las en forma “T”, han sido
halladas en el interior.
Obviamente no faltan lugares donde se puede obtener hachas de piedra, pero parece ser que todas las zonas considerable distancia del río grande por lo que sabemos
de las unidades políticas aborígenes anteriores a 1700, se puede obtener hachas de
piedra, con recursos están localizadas a una Por lo que sabemos de las unidades estas
áreas parecen no haber estado
controladas directamente por las tribus ribereñas. Por ejemplo en el Ucayali, las
fuentes de piedras de los afluentes occidentales estaban controladas por tribus tales como los shipibo y setebo quienes eran hostiles a aquéllas que habitaban el río
grande (Myers, 1974). Los tributarios orientales estaban habitados por los remo y los
cashinahua a quienes los conibo esclavizaban frecuentemente.
Las tribus de río grande podrían haber obtenido materia prima durante sus breves incursiones a territorio enemigo, para luego fabricar las hachas en sus propias
aldeas, pero no se ha encontrado materiales de desecho en los asientos arqueológicos
de río grande. Las hachas de piedra podrían haberse saqueado de aldeas enemigas,
pero al parecer también existió el intercambia bajo condiciones especiales de tregua.
Tales arreglos no son poco comunes en la literatura etnológica.
Jade
La evidencia arqueológica de la existencia de adornos de jade se localiza principalmente en el bajo Tapajós y en el río Trombetas al Este de Brasil (véase Mapa 2).
Ejemplares aislados se han encontrado desde la Guyana y el río Cassipore al norte
del Amazonas hasta Pernambuco, Ceará y Bahía al sur del mismo. Hay restos de un
posible centro de producción en el río Trombetas bajo, a unos 28 kilómetros de su
boca, donde se ha encontrado astillas de jade y artefactos terminados (Palmatary,
1960: 75-89).
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Thomas P. Myers
En el asiento arqueológico de Cumancaya en la montaña Peruana, se ha encontrado únicamente una chaquira de jade (Raymond, DeBoer y Roe, 1975: 50, 52).
Se desconoce su origen, pero es más probable que haya provenido de los Andes que
del Amazonas oriental. Un mono de jade también puede haber tenido su origen en
algún lado del alto Amazonas (Palmatary, 1960: 87).
En el bajo Amazonas, en los años 1620, los ingleses conocieron muy bien el jade
con el nombre de Spleen stones1 (Williamson, 1923: 88). En 1639, Acuña refirió que
los tocantins eran famosos por su oro y sus piedras preciosas (1859: 79). El jade se
distriubyó hacia el norte hasta la Guyana, de donde Raleigh informó que
Común era en todo, rey o cacique tener uno cuyas mujeres casi todas usan; y los estiman
como grandes joyas (1904: 368)2.
Durante sus viajes en al alto río Negro, Humboldt se enteró que la fuente del jade
se encontraba en las cabeceras del río Branco (185211: 395). Esto lo confirmó Hamilton Rice en 1928, quien descubrió que las piedras verdes con una dureza digna
del jade se obtenían de la Serra Parima en las cabeceras del río Macajal, cerca de la
frontera brasileño-venezolana.
Cobre
La evidencia arqueológica revela que otros objetos de cobre también fueron distribuidos bastante lejos de su lugar de fabricación. Tales artefactos se han hallado en
varios asientos arqueológicos de la montaña peruana, la mayoría en contexto que
sugieren una fecha de ochocientos años después de Cristo, o aun posterior. Las localidades mencionadas incluyen los asientos de Nueva Esperanza, Cumancaya y Sivia
en el alto y medio Ucayali (Myers, 1970: 115; Raymond, DeBoer y Roe, 1975: 128),
como también al río Pisqui Alto (Lathrap, 1970: Fig. 48), y los alrededores de los
ríos Cumaria y Cipria, ambos afluentes del alto Ucayali (Von Hassell, 1905: 69). El
comercio de cobre puede haberse extendido hasta el territorio Omagua en el Amazonas central donde Carvajal registró un hacha de cobre como las utilizadas por los
indios peruanos (Oviedo, 1934: 425). También Uhle informó de un hacha de cobre
estilo incaico en el río Ribeira cerca de Xiririca en Sao Paulo, Brasil (1969: 161).
Cerámica
Pese a que rara vez los arqueólogos parecen estar al tanto del asunto, frecuentemente
la cerámica es un objeto de intercambio. En efecto, en la mayoría de las relaciones de intercambio primitiva que he analizado, cuando la cerámica está presente es
casi con seguridad un objeto de comercio. La mayoría de los grupos de la red de
1. Piedra esplín (N. del t.).
2. En inglés en el original (N. del t.)
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Amazonas: Ruta Milenaria
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Thomas P. Myers
intercambio no fabricaban cerámica, sino que tenían otras especialidades artesanales
que intercambiaban por cerámica ya sea directaimente al grupo manufacturero o a
través de intermediarios. Esto significa claramente que los arqueólogos deben realizar un esfuerzo concertado para demostrar que la cerámica se manufacturaba en un
lugar determinado.
Existen por lo menos dos instancias en las que se ve una clara evidencia de intercambio de cerámica durante la prehistoria en la cuenca del Amazonas. La cerámica
Konduri de los asientos tapajó (Palmatary 1960: 66-67) confirma la cercana relación
existente entre el río Tapajós y el Trombetas; la distribución de utensilios de jade implica esta misma relación. Palmatary también identifica burdos artículos de comercio,
especialmente cestería o estampados en tela (1960: 64), que podrían ser el indicador
de un intercambio con un grupo no- tapajó, posiblemente del interior. El comercio
de cerámica prosiguió hasta el siglo XVII, Heriarte registró que los indios del Tapajós
y el Trombelas hacían una cerámica muy fina de arcilla delgada que intercambiaban
tanto con otras provincias indígenas como con los portugueses (7952: 18). En los
asientos de la Fase Napo cerca de la frontera ecuatoriana se puede apreciar un comercio de cerámica que podría haberse originado cerca de Loreto en el río Suno
de donde Porras también recolectó tiestos de la Fase Napo (Evans y Meggers, 1968:
77-78, 106).
Desafortunadamente, la mayor parte del comercio etnográfico de cerámicas no
es tan elaborado ni tan fácilmente identificable como los estilos Napo y Kondurí.
Por ello se hace necesario que los métodos de Identificación de objetos de comercio
poco característicos sean más sutiles.
El estilo cerámico Mabaruma de Guyana (Evans y Meggers, 1960) es un posible
caso al respecto. Este estilo fue objeto dé un largo debate entre Lathrap (1964, 1966)
y Evans y Meggers (1964) hace algunos años. Sin inclinarme por ninguna posición,
podría decir que la distribución geográfica de los estilos Hotokwai Llano —esteatita
templado— y Koberimo Llano —moscovita mica templado— es un indicador de
su origen geográfico más que de su posición temporal. A pesar que muchos asientos
arqueológicos contienen ambos tipos de cerámica, los mayores porcentajes de Hotokwai Llano se encuentran en los asientos situados más al sur (en el interior), mientras que las mayores concentraciones de Koberimo Llano se hallan en los asientos
situados más al norte, en el río Aruka bajo. El hecho que en la mayoría de asientos
aparezcan tanto Hotokwai Llano como Koberimo Llano y Mabaruma Llano, puede
simplemente indicar que diversos grupos locales proveían con cerámica a la red de
intercambio. La disminución de la importancia relativa del Hotokwai Llano a N-20
podría reflejar la creciente importancia del proveedor del norte a expensas del suministrador del sur en la última parte de la secuencia.
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Amazonas: Ruta Milenaria
La prueba de la hipótesis de intercambio de cerámica mabaruma es una cuestión
que no se puede asegurar a partir de los datos publicados. Sin embargo, un nuevo
examen de las colecciones de tiestos podría revelar la presencia de errores de manufactura (burbujas, urdiduras, etc.) en algunos asientos. Tan sólo con una evidencia
de este tipo se puede establecer el lugar de manufactura de la cerámica. Sin tal evidencia, asegurar que una cerámica fue fabricada en un determinado lugar sería un
acto de fe.
Intercambio etno-histórico anterior a 1700 d.C.
Pese a que la arqueología de la cuenca Amazónica es aún poco conocida, es evidente
que el intercambio sí tuvo lugar no obstante la aparente homogeneidad de la región.
La evidencia etnohistórica recogida antes de 1700 d.C. amplía considerablemente la
información acerca del comercio aborigen, tanto en cuanto a los bienes involucrados
como acerca de los mecanismos mediante los cuales se realizaba el intercambio. Era
incuestionablemente una red indígena porque durante la expedición de Orellana en
1542 (Carvajal, 1934: 201202) se registró bienes de intercambio tales como oro, plata
y cobre; esto a sólo cincuenta años después del descubrimiento de América y enteramente fuera del radio de influencia europea. Los bienes de intercambio reportados
en períodos posteriores comprenden muchas manufacturas aborígenes y también
objetos de proveniencia europea.
La clave del sistema de intercambio etno-histórico está en los grupos de comerciantes especializados que viajaban grandes distancias por el Amazonas y sus afluentes
llevando los productos característicos de un grupo a otros con distinta especialización.
Sólo quince años después del viaje de Orellana, Juan Salinas llegó a la conclusión que los Piro tenían conocimiento directo del Cuzco y del Inca, con lo cual se
entendía la existencia de adornos dé oro y plata que encontró entre las tribus del
Ucayali (Myers, 1974: 140). Los piro mantuvieron su reputación como comerciantes del Ucayali hasta el siglo XIX (Galt, 1877: 312; Herndon y Gibbon, 1854: 200;
Miller, 1836: 176); con frecuencia intercambiaban, con las tribus del interior, bienes
europeos por productos de la selva (Sandi, 1905: 2631).
Los manao del río Negro eran los comerciantes especializados del Amazonas
Central. En 1639 y nuevamente en 1689 se les identificaba como los portadores de
oro a las tribus del Amazonas central. Una parte de su oro fue evaluada en Quito,
encontrándose que era de 21 quilates (Acuña, 1859: 102; Edmundson 1922: 62-63).
En la primera parte del siglo XVIII los manao eran renombrados comerciantes que
transitaban por una gran área al norte y al sur del río Negro. La fuente de su oro no
se conoce con certeza. Pueden haberlo obtenido en las faldas de la cordillera al sur
de Colombia o quizás en la Serranía de macarena que se cree sea una región productora de oro (Acevedo, 1969). Sin embargo, el oro también puede haberse adquirido
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en las montañas de Guyana que los manao conocieron surcando el río Branco (Edmundson, 1922: 41-43). En 1609 Robert Harcourt registró dos adornos Tumbaga
(una media luna y un águila con las alas abiertas) que supuestamente provenían de las
alturas de Guyana (Harris, 1928: 107-108). Sir Walter Raleigh iba tras estos mismos
trazos cuando se topó con la muerte (Harris, 1928: 108n). El Padre Acuña también
recogió historias acerca de la existencia de oro en las montañas de Guyana, cerca
a las cabeceras de los ríos Curupatuba y Ginipape que ingresan al Amazonas desde
el norte a unas 40 leguas abajo del Tapajós (1859: 128). El hallazgo de minas muy
valiosas al interior de Guyana alrededor de 1870 refuerza lo dicho por estas leyendas
(Harris, 19,28: 128 n).
Los manao también provenían a los yurimagua, ybanomas y aysuares con bermellón (urucu), rayadores de yuca, y hamacas (Edmundson, 1922: 62-63). A su vez,
las mujeres Omagua contribuían con telas tejidas de algodón muy apreciadas en el
comercio intertribal (Acuña, 1859: 95-96). Los Caripunás y Zurinas en el bajo Purús eran famosos talladores de madera que proporcionaban herramientas y lanzas a
la red de intercambio. Según Carvajal, algunas lanzas llevaban incrustaciones de oro
(Oviedo, 1934: 425). Los Curuziraris que vivían en la orilla sureña encima de la boca
del río Japurá eran especialistas en cerámica (Acuña, 1859: 101). En el bajo Madeira
estaban los tupinambo quienes obtenían sal de los grupos comerciantes que vivían a
cierta distancia al norte del Amazonas (Acuña, 18591: 120).
Esta información recolectada antes de 1700 indica un patrón de especialidades
tribales producidas para un mercado, como también la existencia de comerciantes
especializados proveedores de aquel mercado. Tal especialización es apropiada para
una sociedad como la Yurimagua cuyo pueblo eslaba sujeto a la voluntad de un jefe
principal (Edmundson, 1922: 55). Un asentamiento yurimagua de más de una legua
y media de largo era capaz de abastecer a Orellana con provisiones para cinco días
y darle, además, un regalo de despedida de 500 fanegadas de harina de yuca (Acuña,
1859: 106). Puesto que la evidencia arqueológica es testigo del gran tamaño de las
comunidades amazónicas (Myers, 1973), se puede confiar en que las otras observaciones etno históricas también son correctas.
Los comerciantes especializados son muy conocidos en otras partes del mundo,
generalmente entre las jefaturas tribales (chiefdoms) y en sociedades con Estado. Los
más conocidos son los del “Cinturón de Kula” reportado por Malinowski (1961)
quienes enfatizaban el intercambio ceremonial de collares y brazaletes al punto de
opacar fuertemente el intercambio de bienes económicos. En el Cinturón de Kula
cada sociedad participante contaba con un grupo de especialistas que iban a cierto
número de islas donde tenían su correspondiente grupo de intercambio. El caso
Amazónico es algo distinto; grupos particulares (o algunos miembros de ellos) parecen haber servido a un gran número de otras sociedades. Sahlins ha indicado que
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tales sociedades comerciantes tienden a ocupar las tierras marginales de la región
(1972: 284). Tal es justamente el caso de los manao, quienes ocupaban el mayor río
de aguas turbias de Sudamérica. Aquellos ríos son notoriamente pobres en vida
acuática, en vegetación, y en el humus que depositan luego de la estación de lluvias
(Sternberg, 1975). Una manera en que los habitantes de estas zonas logran ser competitivos es brindando un servicio deseado por los grupos asentados en zonas con
mejores condiciones ecológicas.
Conclusiones
Pese a que la arqueología de la cuenca amazónica es aún poco conocida, ya es un hecho claro que el intercambio intertribal fue un aspecto importante en la vida de los
grupos aborígenes. Los pueblos de la selva no podrían haber subsistido sin las hachas
de piedra tan necesarias para el roce del bosque. Ya que la materia prima necesaria
para la fabricación de éstas no se hallaba en los ríos grandes —donde se establecieron
los sistemas políticos más complejos—, los grupos ribereños deben haber adquirido
estos artefactos esenciales en las zonas del interior. Indudablemente, algunas hachas
eran adquiridas a través de incursiones, pero la fuente de abastecimiento más segura
debe haber sido el intercambio. Los objetos de cobre y de jade también provenían
del interior y se distribuían a lo largo de los ríos grandes como también tierra adentro, lejos de su origen.
Los objetos de cobre hallados en el Ucayali demuestran la existencia de un vínculo de intercambio entre los Andes y el Amazonas que continúa con un patrón
establecido en época muy temprana, en el Período Formativo (Lathrap 1973: 176177). Este intercambio podría haberse canalizado a través de un lugar como la Granja
de Sivia, que era de acceso relativamente fácil para la sierra como también para la
montaña baja (Raymond, 1972: 230).
La aparición de objetos de cobre en el Ucayali corresponde a los inicios del
Antiguo Imperio Wari (Lumbreras, 1969: 233), largamente caracterizado por sus
extensas redes comerciales con el centro sur de la sierra, y también con la costa. Con
un seguimiento de los rastros de los objetos de cobre del Ucayali se podría señalar
su fuente de origen o, por lo menos, establecer su relación con los objetos de cobre
de la cordillera peruana.
Por el momento, parece que el intercambio extenso de objetos de valor primitivos fue incluso más tardío en el bajo Amazonas que en el Ucayali. Sin embargo, el
conocimiento arqueológico de esa región es aún más incompleto que la del Ucayali.
Conforme se desarrolle el proyecto Pronapaba (Simóes y Araujo-Costa, 1978) podremos obtener mayor información acerca de la Amazonia Brasileña. Mientras que
ésta no esté disponible, es imposible afirmar con exactitud algo sobre las complejas
redes de intercambio de la cuenca del Amazonas. En el Perú oriental tal sistema
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Thomas P. Myers
se estableció por el año 800 d.C., pero probablemente sea mucho más antiguo. Al
evaluar las evidencias amazónicas debemos recordar que en la totalidad de la Amazonia —incluyendo Perú, Brasil, Colombia y Ecuador— existe un menor número
de asientos arqueológicos conocidos y menos aún excavados, que en el Valle Virú
de la costa peruana.
275
Amazonas: Ruta Milenaria
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incaica. Lima: Universidad Nacional de San
Marcos.
WILLIAMSON, James A. 1923. English
Colonies in Guiana and on the Amazon,
1604- 166B. Oxford: Glarendon Press.
Los Solimões o Jurimaguas
Territorio, Migraciones y Comercio
Interétnico
Antonio Porro
Las dificultades encontradas por aquellos que tratan de reconstruir el panorama sociocultural de la várzea, al momento del contacto con los europeos, se deben en gran
medida, a la debilidad manifiesta por las sociedades indígenas al no poder encarar
la agresión biológica, económica, militar, política y cultural sufrida a partir del siglo
XVII. Esta debilidad los llevó a la desintegración en unas pocas generaciones, proceso en el que el sistema hidrográfico jugó un papel importante, por las facilidades
que ofreció tanto a la penetración de los colonizadores como a la dispersión de
los grupos indígenas agredidos. Algunas pruebas, significativas aunque fragmentarias, permitieron establecer que gran parte de la várzea presentaba extensas áreas de
ocupación humana densamente pobladas, cuyos patrones culturales estaban basados
en la agricultura de la floresta tropical (Denevan, 1977; Lathrap, 1975; Myers, 1973;
Porro, 1981). Pero eso no parece haber sido un obstáculo para el avance de los agentes externos, y, por lo menos en lo que respecta a las enfermedades patógenas, fue sin
duda un factor de vulnerabilidad. La inexistencia de áreas de refugio dentro de los
ecosistemas inundables ha impedido la supervivencia de cualquier grupo indígena
como tal. Los que no fueron diezmados por las epidemias y redadas de esclavos abandonaron la várzea, surcando los ríos e internándose en tierra firme, pero en ambos
casos afrontaban condiciones desfavorables para el mantenimiento de su integridad
sociocultural, hasta ser finalmente alcanzados y absorbidos por la sociedad colonial.
Esas circunstancias, sumado a la escasez de misioneros y viajeros cultos, dieron lugar
al pobre registro escrito sobre los pueblos indígenas de la várzea.
279
Amazonas: Ruta Milenaria
El Amazonas ha sido explorado, a mediados del siglo XVI, por dos expediciones
españolas procedentes de los Andes, de cuyas crónicas surge una imagen rica, aunque no del todo fiable, del asentamiento original (Carvajal, 1942; Altamirano, 1948;
Vásquez, 1971). La inexistencia de objetivos económicos compensatorios desalentó
a los españoles. Los portugueses, por otro lado, comenzaron a ocupar el litoral del
Atlántico a partir de 1620, para desalojar a ingleses y holandeses de la desembocadura del Amazonas, iniciando con ello la exploración y la ocupación de su curso.
Alrededor de 1630 despojaron a los Tapajós, en la década de los años 50 llegaron al
río Negro, y sólo a partir de los años 70 comenzaron la exploración sistemática del
río Solimões, que sólo había sido recorrido en ambos sentidos por la expedición de
Pedro Teixeira al Ecuador entre 1637-39. De esta forma, un siglo de silencio separa
las exploraciones quinientistas de la efectiva ocupación seiscientista del medio y alto
Amazonas, y aunque las primeras nos dan una visión general de la forma de vida de
las poblaciones ribereñas, su relación con los informes de la segunda temporada es
altamente problemática. En términos de filiación lingüística, los pueblos indígenas
y su distribución geográfica, casi nada de lo que emerge a mediados del siglo XVII
puede ser asociado a los datos del siglo XVI, habiendo inclusive evidencias de migraciones importantes, como la de los Tupinambarana.
La coexistencia de los pueblos indígenas ribereños con la sociedad colonial, condición para que sobre ellas tuviésemos datos más precisos, como hemos dicho, fue
efímera, no sólo para la duración (de dos a tres generaciones), sino sobre todo por la
escasez de los documentos.Ya en 1691, las márgenes del Amazonas, desde el Tapajós
hasta el Japurá, estaban prácticamente despobladas. Veinte años después, los jesuitas
españoles habían sido replegados aguas arriba, más allá del Yavarí, llevando con ellos
contingentes significativos de omaguas y otros pueblos indígenas del Solimões. En
1712, Samuel Fritz escribió que “los omaguas están dispersos y virtualmente destruidos” y en el año anterior ya observaba que del Japurá al Negro no había más aldeas
(Fritz, 1967). Se refería, por supuesto, a los asentamientos constituidos o reconstituidos en el ámbito de la catequesis, pero su información y el de otros misioneros son
claras acerca de la reducción drástica de la población indígena. Los sobrevivientes,
desarticulados, convivían con los grupos traídos de tierra firme. En 1743, La Condamine, decía: “En la actualidad no existe ninguna nación guerrera enemiga de los
europeos en las márgenes del Marañón [Amazonas]: todas fueron sometidas o se
retiraron lejos”; de Pevas, en Perú, hasta São Paulo Olivença, “ninguna población se
encuentra en las márgenes del río”; de São Paulo hasta Coari se sucedían seis misiones carmelitas “compuestas por un gran número de diversas naciones, la mayor parte
traídas de otro lugar” (La Condamine, 1944:67, 69, 71).
Territorio y migraciones históricas
“La nación guerrera más conocida de todo el río Amazonas, que atemorizaba a la escuadra portuguesa en su primera entrada, y que es la de Yoriman” (Acuña, 1874: 118)
280
Antonio Porro
aparece a mediados del siglo XVII, con los nombres de Culiman en Rojas, Yoriman
en Acuña, Joriman en Laureano de la Cruz y Sorimões en Heriarte (Rojas, 188089:443; Acuña, 1874:118-119; Cruz, 1900:109-110; Heriarte, 1975:184). El término
Solimões, en la última forma de su configuración, se iría a insertar en el portugués
a partir del final del siglo, incluso para designar al río Amazonas a partir de su curso
aguas arriba desde la desembocadura del río Negro1.
En 1542, Gaspar de Carvajal, el cronista de la expedición de Orellana, había
descrito una provincia que coincidía geográficamente con el territorio de los Yoriman seiscientistas: comenzaba al oeste dos leguas arriba del Coari con “un poblado
a manera de fortificación, no muy grande, asentado en la parte alta de la ribera del
río”, de donde partían “muchos caminos extensos que penetraban hacia el interior
del bosque”. Aguas abajo del Coari había “a ambas márgenes (del río), muchos y
muy grandes poblados y tierra muy hermosa y productiva”. En la región de Codajás,
sobre una terraza alta, se emplazaba el poblado principal de la provincia, a la que los
españoles llamaron la aldea de las cerámicas, por la gran cantidad de bellísimas cerámicas polícroma que allí se hacía. “Parecía ser un lugar de descanso de algún señor de
tierra adentro”, porque a él llegaban caminos “buenos y anchos que venían de tierra
adentro (y que) denotaba ser aquella aldea frecuentada, y haber en esa comarca, o
cerca de ella, muchas poblaciones y gente”, y estos caminos eran “más grandes y mejores” cuanto más se distanciaban del río, lo que confirma la importancia económica
de la tierra firme y su integración con la várzea. La provincia terminaba arriba de la
desembocadura del Purús (Carvajal, 1942:34-37). La ubicación geográfica es el único elemento positivo del que disponemos para asociar esa provincia quinientista a los
Yoriman históricamente conocidos desde 1639. Carvajal le dio los nombres de Oníguayal, Omaguaci y por último Omagua, y esta última forma ha llevado a algunos
autores modernos (entre ellos Meggers, 1971) a considerar que son los antepasados
de los Omagua históricos, o Cambeba, ignorando diferencias culturales importantes
(los Omagua/Cambeba fueron, en 1542, el pueblo indígena o cacicazgo que Carvajal denominó Aparia, y que vivían mucho más al oeste, en el bajo Napo y en el
Amazonas arriba del Içá [Putumayo]). El aspecto general de las aldeas y de los habitantes de la región de Coari-Codajás, vista por Carvajal, son demasiado vagas para
permitir una relación segura con los yoriman seiscientistas, aunque no lo impiden, y
la diferencia del nombre familiar no es relevante a la vista de la arbitrariedad de los
nombres adoptados por los primeros exploradores. Las provincias fronterizas de los
“Omagua” de Carvajal eran Machiparo al oeste y Paguana al este, que en los autores
1. Para algunos autores el significado de Solimões, río de los venenos, no es más que una curiosa
convergencia lingüística: solimão, del latín sublimatum, era el nombre popular del sublimato
corrosivo (dicloruro de mercurio) o “cualquier pócima venenosa o letal” que los eruditos del
siglo XVII asociaron a las flechas envenenadas de algunos pueblos indígenas del río Amazonas.
281
Amazonas: Ruta Milenaria
seiscientistas corresponden, respectivamente, a los Curucirari/Aisuari, y a los Aguas
y Carabayanas (aunque Acuña y Fritz localizaron “un pueblo indígena Paguana en el
curso inferior del Tefé).
En 1639, Acuña define el territorio Yoriman como una faja de 250 km por la
margen derecha del Amazonas, desde luego arriba de la boca de Coari hasta unos
diez kilómetros de la boca del Purús; la anchura de esta faja es desconocida, pero no
debe de haber sido pequeña, porque a diferencia de otros pasajes del relato en que
habla de pueblos indígenas que habitaban solamente en las islas y en los barrancos
del río, como los Omagua, Acuña se refiere repetidamente a la “tierra firme” de los
Yoriman. Incluía también “gran parte de las islas” y, por lo menos hacia la altura de
la del Cipotuba, Coro y Codajás también un trecho indeterminado de la margen
izquierda. A lo largo de estos 250 km de islas, várzeas y de tierras firmes, la provincia
de Yoriman “es tierra tan abundante de personas que en ninguna otra parte vimos
reunidos más bárbara del que ella”. La primera aldea, de oeste a este, se situaba en la
boca de Coari; veintidós leguas (unos 90 kilómetros) abajo, en un punto de la margen derecha fronteriza de la isla Jurupari o poco más arriba de ella, estaba “la aldea
más grande que en todo el río encontramos, ocupando sus casas más de una legua
de extensión”. De ahí para abajo y “encontrándose con mucha frecuencia con aldeas
de esa misma nación”, Acuña registró el lugar “donde se concentra su mayor fuerza
(...) en una gran isla (Cipotuba) bordeada por un brazo que del río principal se extiende en la búsqueda de otra (el paraná Babajós, en cuyas márgenes) son tantos esos
naturales que con razón, aunque no tanto por su número, son temidos y respetados
por todos los demás” (Acuña, 1874:118-119).
Esta era la región tan densamente poblada que Pedro Teixeira, en su viaje de ida,
consignara como “el principio de la maquinaria del gentío, que está repleto de aldeas sobre el río, y tan juntas entre sí, en trescientas leguas de camino, que se puede
decir que es sólo un poblado, y termina donde pusimos el nombre de río del Oro...”
(Teixeira, 1950:192). Se observa que, debido a la continuidad de los asentamientos y
a su propio desconocimiento de la región,Teixeira no distingue a los yoriman de sus
vecinos curuzirari o aisuari, que habitaban la margen derecha desde arriba del Coari
hasta la región fronteriza de la boca del Japurá, o el Río del Oro. Por otra parte, las
300 leguas que él atribuye a los 450 km que separan la desembocadura del Purús
de la del Japurá no merecen crédito, así como las 100 leguas en que, más adelante, él
evalúa los 700 kilómetros ocupados por los omagua, en el bajo Amazonas, donde los
accidentes geográficos mencionados por Teixeira son fácilmente identificables, y sus
“leguas” varían de 1,5 a 5 km de extensión.
Diez años después de Acuña, el P. Laureano de la Cruz informaba sobre la localización de los yoriman: “Pocas leguas abajo (del río Aragatuva, el actual Carapanatuba), comienza por la banda sur y continúa por ambas márgenes del mismo río, la pro282
Antonio Porro
vincia que llaman Joriman, que tiene sesenta leguas de longitud y llega a las primeras
aldeas (...) de esta provincia de los Jorimanes, que es la de más gente y más audaces
que vimos” (Cruz, 1900:109-110). El P. Laureano añade que la provincia terminaba a
70 leguas arriba del río Negro, mientras Acuña hablaba que medía menos de 64. Por
otro lado, el límite occidental del territorio también tiene un desfase, en relación a la
información proporcionada por ambos cronistas: Para Acuña quedaba entre la Copeá
y Coari, para Laureano poco abajo del Carapanatuba. En diez años los Yoriman se
habrían desplazado aguas arriba, alejándose unos 25 kilómetros al este y avanzando
tal vez unos 40 ó 50 kilómetros al oeste.
Mauricio de Heriarte escribió en 1662, pero conocía el alto Amazonas desde
1638, cuando participó en la expedición de Pedro Teixeira. Acerca de Solimões simplemente dice que “en esta provincia de Sorimões habrá treinta leguas. Todas son
tierras bajas y de muchos lagos (...). Es esta provincia muy poblada de gentes con
muchas aldeas” (Heriarte, 1975:184). A pesar de la pobreza de sus datos espaciales
Heriarte aporta elementos que confirman el desplazamiento de los Solimões ya evidenciados por el P. Laureano. En el capítulo anterior, Heriarte sitúa una “Provincia
de los Agoas” en un tramo del río, cuyo centro debía estar entre la isla Codajás y la
desembocadura del Purús, es decir, en la mitad oriental de la que, en 1639, era el
territorio Yoriman. Los Solimões (Yoriman) se localizaban al oeste de los Agoas y se
extendían 30 leguas (unos 130 km); arriba de ellos desembocaba el Río del Oro, que
para Heriarte era un río “pequeño y poblado por una nación de indios Iguanaes”
(Heriarte, 1975:184). Para Teixeira y Acuña, el Río del Oro era el Japurá o el pequeño Tapiú (en realidad, eran rutas que llevaban a la cuenca del río Negro, donde, en
palabras de los indígenas, debía situarse el Río del Oro); para Heriarte debía ser el
Carapanatuba, que también conduce al Japurá y a la región aurífera, una vez que los
Iguanaes habían sido localizados con certeza, por Acuña y Cruz, en el bajo Carapanatuba. De esto se concluye que, entre 1650 y 1662, los Solimões se habían retirado
más hacia su frontera oriental, probablemente hasta la altura del Trocari, manteniendo el Carapanatuba abajo del occidente.
En 1670, los Solimões fueron alcanzados por las primeras embestidas de los portugueses de Belém: “Fueron los padres misioneros (Manuel Pires, y João María Garzoni) con la tropa hasta los Solimões (...) antes que ninguna tropa había llegado más
que hasta el río Negro, excepto la (de Pedro Teixeira), la que fue a Quito, que no fue
para rescatar a los esclavos. Los Solimões (que) no estaban acostumbrados a ver semejantes visitantes en su tierra, se retiraron al interior evitando ser esclavizados” (Betendorf, 1910: 274). Es ese el primer registro concreto de la retirada de los Solimões
durante la agresión externa, pero es probable que los desplazamientos anteriores,
habidos a partir de 1650, hubieran sido resultado de las ocasionales incursiones portuguesas como la de Bartolomé Bueno de Ataíde, que, en 1651, fue al Río del Oro
en busca de minas (Reis, 47:51).
283
Amazonas: Ruta Milenaria
Entre 1686 y 1723, el jesuita Samuel Fritz, natural de Bohemia y sirviendo a
las misiones españolas de la provincia de Quito, trabajó incesantemente en el alto
Amazonas, habiendo dejado un valioso diario4 y un mapa detallado de la cuenca del
Amazonas5. Luego, en los primeros años incorporó a las misiones el territorio Omagua, que se extendía desde el bajo Napo hasta el Solimões, hasta la región de Fonte
Boa, entre la desembocadura del Jutaí y Juruá. Aquí él “llegó a tener noticias de otra
nación de la parte baja del río llamada Jurimaguas, las cuales (noticias) también se
puede encontrar en el diario del padre Acuña”6. En las fuentes españolas, a partir del
diario de Fritz, los Yoriman se transforman entonces en Jurimaguas o Yurimaguas.
Varios autores modernos no se han dado cuenta que era el mismo pueblo indígena:
Métraux diferencia entre los Soliman o Yoriman del tiempo de Acuña, que habían
“desaparecido tempranamente”, y los yurimagua o zurimagua de Fritz, que estarían
circunscritos “en las islas del Amazonas desde la parte baja de la boca de Jutaí hasta
las proximidades de la boca de Juruá” (Métraux, 1948:704-705). Este error se debe
atribuir a la deformación sufrida por el etnónimo en la pronunciación y en la ortografía de los cronistas (y aquí destaca la dificultad del jesuita de lengua alemana en
reproducir de la forma usual entre españoles y portugueses ciertas palabras indígenas
que aparecen singularmente cambiadas en el diario y en el mapa), como el desplazamiento masivo del pueblo indígena entre 1662 y 1689. En la última década del siglo
XVII, los yurimagua ocupaban, de hecho, un breve trecho de la margen izquierda
entre Fonte Boa y la desembocadura del Juruá, las islas adyacentes y algunos puntos
aislados de la misma margen hasta unos 300 km río abajo. Esos territorios habían
sido emplazados recientemente por numerosas aldeas aisuari, ybanoma, guayoeni
(?) e iguanai. Lo que llama más la atención, junto a la migración en sí, es la drástica
reducción de la población yurimagua apreciable en el diario de Fritz. El jesuita menciona sólo cuatro o cinco aldeas, y ninguna de ellas parece haber sido muy grande.
La primera, de oeste a este, limitando con la actual Fonte Boa, era la aldea del jefe
Mativa, y en ella instaló el padre Fritz, en 1689, la misión de Nuestra Señora de las
Nieves Jurimaguas (Fritz, 1967:59); la segunda, Guapapaté, quedaba algunas leguas
arriba de la desembocadura del río Juruá (Fritz, 1967:78); la tercera, situada en un
punto indeterminado más al este, se llamaba Macuaya (Fritz, 1967:94), nombre que
sugiere la gran isla Macuapanim, a unos 40 km abajo del Juruá; de la cuarta aldea no
sabemos nada, excepto que fue atacada en 1695 por Antonio de Miranda y Noron-
2 El manuscrito en español está en la biblioteca de Évora. Una edición completa fue publicada
en el Boletín de la Sociedad Geográfica de Madrid, t. 26 a 33, 1889 a 1892. Aquí utilizamos
una cuidadosa versión inglesa del manuscrito de Évora, editada por Edmundson en 1922 y
reimpresa en 1967. La versión portuguesa de Rodolfo García (Fritz, 1918) corresponde solamente al capítulo II (pp. 59-78) de la obra completa (años 1689 a 1692).
3 “Mapa geográfico del río Marañón o Amazonas… 1691”, reproducido en Río Blanco, Atlas,
86-A, 86-B. En 1707, el jesuita Juan de Narváez imprimió en Quito una versión algo diferente del mapa original, que se halla reproducida en la edición de 1967 del diario.
4 Fritz (1967: 55): la frase es de un jesuita anónimo del siglo XVIII, que reescribió resúmenes
para algunas partes faltantes del diario.
284
Antonio Porro
ha, sacando de ella abundante gente. Finalmente, en el mapa de 1691, está registrada
una población Yurimagua justo arriba de la boca del Carapanatuba. Este pequeño
afluente, que en 1662 era el límite occidental de los Yoriman, albergaba ahora en su
extremo oriental, a la mayor parte del pueblo indígena refugiado allí. Pero ya no era
el numeroso pueblo indígena de los tiempos de Acuña; el padre Fritz, visiblemente
reportándose a Acuña, da su testimonio de esta disminución: “En otros tiempo los
Jurimaguas habían sido muy guerreros y señores de casi todo el río de las Amazonas
(...); pero ahora ellos están muy atemorizados y consumidos por las guerras y el cautiverio que han sufrido y están sufriendo los vecinos del Pará. Sus aldeas y sitios eran
de más de una legua de extensión, pero luego que se vieron perseguidos, muchos
de ellos se retiraron a otras tierras y ríos para quedar más seguros” (Fritz, 1967:60).
De esa forma, los sobrevivientes del pueblo indígena diezmado migraron el oeste,
encontrando refugio en tramos discontinuos de la várzea que los pueblos indígenas
vecinos no ocupaban. Es significativo que sus núcleos principales habían sido establecidos cerca del Juruá, justo debajo de la última aldea Omagua: era el territorio
que ese pueblo indígena, aún en tiempo de Acuña, mediante expediciones punitivas,
se mantenía despoblada para “resistir el acoso de sus enemigos, que, por espacio de
54 leguas, ninguna habitaba las márgenes del río, de tal suerte que no se observan
sus rancherías” (Acuña, 1874:113). Con el declive del poderío Omagua, a partir de
1650, esta zona de amortiguamiento dejó de ser mantenida y en ella se alojaron los
yurimagua7.
En los últimos años del siglo XVII, con el avance luso-brasilero por el río Solimões, las aldeas de los Yurimaguas fueron devastadas; la propia Misión Nuestra Señora de las Nieves fue abandonada en 1691. Los jesuitas españoles, con poco apoyo
de las autoridades de Lima y Quito (apoyo que, por cierto, no faltaba a los carmelitas
portugueses), se retiraron a las misiones de San Joaquín de Omaguas en el Marañón,
llevando hacia ella a los yurimagua, aisuari e ybanoma. Desde el año 1700 “habían
llegado a estas aldeas, escapando de las garras de los portugueses, muchos Jurimaguas
en más de 25 canoas y los demás estaban en ruta río arriba junto con los Aysuares
[sic] (...). Yo los encontré un poco debajo de la desembocadura del río Napo, donde ya habían hecho algunas chacras” (Fritz, 1967: 106). Entre 1711 y 1713, con los
portugueses amenazando el río Marañón, el jesuita José Jiménez transfirió a los yurimagua y aisuari de San Joaquín al bajo Huallaga, donde reconstituyó la misión de
Nuestra Señora de las Nieves, que, entre 1727 y 1769, tenía una población de 300 a
350 indígenas (Grohs, 1974:81-82).
5 Para el territorio y la dinámica poblacional de los omagua, véase Porro (1981). En un trabajo
de publicación reciente (Porro, 1983), pero que incluye ideas elaboradas hace más tiempo y
que lecturas posteriores me hicieron revisar, consideré que los yoriman habían migrado al
oeste, manteniéndose sin embargo alejados del río, y serían los yoemamay del mapa de Fritz,
suponiendo que los yurimagua serían otra tribu hasta entonces ausente en la várzea.
285
Amazonas: Ruta Milenaria
En el río Solimões, los pocos yurimagua que escaparon de las redadas de esclavos
y no fueron atraídos por las misiones españolas, fueron reunidos por los carmelitas
portugueses en las misiones de Tefé y Coari, junto con los remanentes de otros
pueblos indígenas (La Condamine, 1944:71; Noronha, 1862:37-38). El declive demográfico, junto con los procesos de aculturación y desarticulación precipitadas en
las villas y en las misiones, contribuyó para que, en la sociedad colonial, fuese cada
vez más difícil la percepción de un pueblo indígena yurimagua, lo que se refleja en
la confusión de algunos cronistas. Ribeiro de Sampaio, al recorrer en 1775 la región
de Codajás, se refiere a Acuña y a las misiones del Padre Fritz: “Estas son aquellas famosas islas tan pobladas por la nación Jurímauás [sic] en el tiempo del viaje de Pedro
Teixeira, y ahora deshabitada por completo (...). En 1709 había aún un asentamiento
de los Jurímauás [sic] en el sitio llamado Táyacutiba, frente al río Juruá” (Sampaio,
1825:21): Sin embargo, en otro pasaje, sin percibir de la duplicidad de los nombres
para el mismo pueblo indígena, él dice “de la nación Sorimão, cuyos restos aún son
encontrados en el lugar de Alvellos (Coari)” y en el Tefé (Sampaio, 1825:14, 24, 34);
y, por otra parte, no menciona la presencia de “Jurímauás” [sic] en ninguna parte del
Amazonas. La falta de claridad de este y otros viajeros (que con cierta frecuencia
vemos ser tomados inadvertidamente como fuentes confiables de la etnografía seiscientista), condujo a la idea errónea de algunos autores modernos como Métraux,
antes citado, o Hemming, que incluye a los “soliman” a los ybanoma, y los diferencia
de yurimagua (Hemming, 1978:501).
Los patrones sociales y culturales
Sobre el idioma yoriman o yurimagua no hay ninguna información; Nimuendajú
postuló una filiación tupí (Nimuendajú, 1981), pero las dos únicas referencias en las
fuentes se contradicen: Rojas dice que Pedro Teixeira y sus acompañantes (que hablaban el idioma general) no pudieron comunicarse con los Culiman “por no haber
lengua (intérprete) que preguntase a los indígenas” (Rojas, 1880-89:443); y Fritz
afirma categóricamente que la lengua de los Yurimagua “es muy diferente de la de
los Omagua” (Fritz, 1967: 92), esta última, sí, es del tronco Tupí.
Físicamente, conforme Acuña, eran “más alegres y de mejores facciones que los
demás” (Acuña, 1874:118), juicio obviamente basado en los patrones estéticos europeos y que hace suponer algo como porte esbelto, rasgos mongólicos poco pronunciados y probablemente ausencia de deformaciones faciales o tatuajes. Heriarte dice
que no usaban cualquier vestimenta, pero traían “sombreros de palma” (Heriarte,
1975:184). Estos sombreros pueden haber sido del tipo utilizado por los Mura, que
Alexandre Rodrigues Ferreira describió y mandó diseñar en 1787: “... El sombrero
del que usan; el cual o es tejido de hojas de palmeras o de plumas de aves. Ninguno
de ellos tiene corona...” (Ferreira, 1974:63). El diseño de un indígena mura alzando
un arco y flechas (Hartmann, 1975. Fig. 17) lo reproduce: una diadema de fibras
entrelazadas que sobresalen horizontalmente alrededor del cráneo como el ala de un
286
Antonio Porro
sombrero. Thekla Hartmann, estudiando la iconografía y las antiguas descripciones
de los indígenas brasileros, constató que ese tipo de diadema “no se encuentra en la
literatura sobre los Mura” (Hartmann, 1975:42), observación que gana significado
cuando se coteja con la información de Alexandre Rodrigues Ferreira, de que “no
todos ellos son Muras por nacimiento: más bien con este nombre y costumbre andan
entre ellos algunos disimulados (...) los cuales habiendo sido nacidos y bautizados
en nuestras poblaciones, fueron cautivados unos cuantos por los verdaderos Muras
...” (Ferreira, 1974:60-61). El grupo de 59 muras que llegó a Airão en 1786, y que
dio motivo a la Memoria del naturalista eran, según todo indica, procedentes de Tefé
y Coari (Ferreira, 1975:64-65), lugares donde Ribeiro de Sampaio, en 1775, decía
estar los “restos de la nación Sorimão” (Sampaio, 1825:14, 24). Incluso en cuanto
a los ornamentos, Rojas, en 1639, hablaba de “láminas de oro que colgaban de las
orejas y la nariz (...) por un filamento de oro muy fino y funcionaba bien” (Rojas,
1880-89:443), esas joyas no fueron de producción local, sino venían de las cuencas
del Negro o del Japurá por el bajo curso de este último, uno de cuyos brazos era el
Río del Oro de Pedro Teixeira (Acuña, 1874:114-117; Heriarte, 1975:184).Veremos,
más adelante, otras evidencias de un activo comercio entre los pueblos indígenas.
En el aspecto demográfico y de patrones de poblamiento no hay por qué no
dar crédito a Acuña, que consideró el territorio Yoriman el más densamente poblado del río Amazonas. El pueblo indígena que habitaba este territorio en 1542,
y que verosímilmente eran los propios Yoriman, además de ocupar masivamente las
riberas tenían importantes articulaciones con la tierra firme meridional a través de
una red de grandes caminos y bien mantenidos que salían de las principales aldeas.
En cuanto al tamaño de estas últimas, Acuña dice que la mayoría de ellas tenía más
de una legua a lo largo del río. Laureano de la Cruz hace una evaluación más modesta, sin embargo más concreta: “Llegamos a las primeras aldeas (en la región de
Coari), que tenían de 20 a 24 casas cada una” (Cruz, 1900:109), este dato, asociado
a la descripción de las unidades domésticas de Acuña, permite estimar la densidad
promedio de las aldeas: eran casas comunales que albergaban grupos de “cuatro,
cinco, y muchas veces más” familias nucleares (Acuña, 1874:119), estimando cinco
personas por familia, cinco familias por casa y 22 hogares por aldea, se tienen un
promedio de 550 habitantes por aldea. Cuando acampó con sus expedicionarios en
la aldea principal, Pedro Teixeira consiguió reunir en cinco días, más de 500 fanegas
(unos 280 hectolitros) de fariña de yuca, “con lo que hubo que comer para el resto
del viaje” (Acuña, 1874:119).
Entre las manufacturas de los Yoriman, la cerámica parece haber sido la más importante; en el tiempo de Carvajal “había mucha cerámica de diversas formas, tanto
tinajas como cántaros muy grandes de más de veinticinco arrobas, y otras vasijas
pequeñas, como platos, cuencos, y candeleros de esa cerámica, la mejor que se vio
en el mundo, porque la de Málaga no le iguala, por ser toda vidriada y esmaltada de
287
Amazonas: Ruta Milenaria
todos los colores, tan vivas que asombran, y además de eso los dibujos y pinturas que
hacen en ella son tan perfectos que con naturalidad (ellos) trabajan y diseñan todo
como lo romano” (Carvajal, 1942:36). Una evaluación desde luego autorizada, venida de quien conocía la cerámica andina. Casi doscientos años después, el compilador
del diario de Samuel Fritz observó que “los Jurimaguas son el pueblo más capaz e
ingenioso de esas misiones. Las mujeres se ocupan generalmente de la pintura de sus
cántaros, vestidos y mantas de algodón con gran habilidad. Ellas dicen que cuando
eran paganas hacían hechizos para atraer a las serpientes hasta sus hogares, en especial a la que llaman madre del agua, con el fin de copiar las marcas y figuras de la
piel. Los hombres imitan fácilmente todo lo que observan...” (Fritz, 1967:138-139).
Si la cerámica pintada fue una tradición antigua, que por cierto nos recuerda a la
cerámica arqueológica de las fases Guarita, Tefé y São Joaquim del medio Amazonas
(cerámica polícroma que aparece a partir de los siglos VI y VII d.C.), los tejidos de
algodón fueron introducidos por los jesuitas españoles a partir de 1689: “Ellos andan
completamente desnudos. Pero poco a poco están empezando a llevar ropas y las
mujeres están aprendiendo a tejer. Además de la cerámica, las mujeres hacían calabazas pintadas de excelente calidad, muy buscados por otros grupos del alto Amazonas
y los colonos (Fritz, 1967:60).
La importancia del comercio entre pueblos indígenas y las nuevas formas que
asumieron desde los inicios de la colonización es atestiguada por Samuel Fritz en
1695, cuando se intensificaban los ataques portugueses contra las aldeas occidentales
de los Yurimagua: “Yo les aconsejé que se desplacen río arriba, a las vecindades de
San Joaquín de Omaguas (...). Observé que no obstante todos demostraron el deseo
de seguirme, ellos tenían muchos motivos para desistir de esa decisión y el principal
es que viviendo río abajo ellos se abastecen fácilmente y a bajo costo de herramientas de los ingleses del río Orinoco, porque ellos las obtienen intercambiando con
ciertas cuentas que hacen de caracoles, más apreciadas por aquellas gentes del que
las cuentas de vidrio. Con esas cuentas los comerciantes, que ellos llaman Cavauri,
viajan para las tierras de otros paganos y rescatan esclavos que llevan, en el río Negro,
a los Guaranaguas, donde llegan los ingleses, puesto que, como ellos me dijeron, a
algunos días de viaje por tierra de esos Guaranaguas se llega a los Pajonales y el río
Orinoco” (Fritz, 1967:93). Los Cavauri aparecen, entonces, como los agentes de un
largo y complejo circuito comercial que existía por lo menos desde 1639. Acuña
ya había dicho que los Carabayana, nombre común de los pueblos indígenas que
habitaban la región de los lagos de Manacapuru, entre el bajo Negro y el Solimões,
poseían hachas, cuchillos y otros utensilios de hierro “que compran de los naturales
que por aquel lado están más próximos al mar, a los cuales les dan unos hombres
blancos como nosotros, que usan nuestras mismas armas, espadas y arcabuces, que en
la costa del mar tienen su residencia y que se distinguen de nosotros por los cabellos,
que todos los tienen amarillos, señales suficientes para poder concluir con certeza
que son los holandeses, que cerca de la boca del río Dulce, o del de Felipe, hace días
288
Antonio Porro
tomaron posesión”6. Acuña no menciona a los Cavauri en ese comercio, sino que se
limita a citarlos (con el nombre de Caguaraús) entre los muchos pueblos indígenas
que vivían al oeste de los Carabayanas, entre el bajo Japurá y el Negro. En cuanto
a los Guaranaguas (“Guaranaquazanas”), fueron “los primeros en poblar un brazo
de ese río (Negro), por lo que, según informaciones, sale en el río Grande, en cuya
desembocadura, en el mar del Norte, están los Holandeses [sic]” (Acuña, 1874:122);
y reiteró que ese río Grande podía ser el Essequibo o el Berbice, pero “de ninguna
manera el Orinoco” (Ídem, 1874:123).
Las dos versiones del mapa de Fritz sitúan a los Cauauri [sic] en las cabeceras de
un pequeño río que desemboca por el norte, entre las desembocaduras del Coari y
del Purús. Sólo puede ser el Badajós, que encuentra el Solimões justamente donde
Acuña decía concentrarse “la mayor fuerza” de los Yoriman. Pero ellos debían extenderse muy al norte, pues en esa misma época los portugueses los encontraron en el
río que lleva su nombre, en la actualidad, por aberración, río Caurés, afluente de la
margen derecha del Negro, arriba de la unión de este con el Blanco. Aquí los carmelitas los llamaron Cauauricenas o Caburicenas y en ninguna de sus aldeas fundaron la
misión de San Alberto Aracari (después de Carvoeiro), donde juntaron indígenas de
diversos pueblos, entre ellos los Uaranacoacenas (Costa, 1909:123; Knobloch, 1972:
84). En 1775, Sampaio afirmaba que “frente a lugar desemboca el río fluye Uananácoá [sic] (hoy río Jufari), habitado antiguamente por la nación Uaranácoacena, que
fue la tercera que se domesticó en el río Negro” (Sampaio, 1825:102). Con eso se
identifican los socios comerciales de los Yoriman en el trecho meridional de aquel
extenso circuito que hacía llegar al corazón de la Amazonía, a través del macizo de
las Guayanas, las herramientas europeas. En cuanto al derrotero que ellas seguían para
llegar al río Negro, el padre Fritz estaba equivocado al pensar en la ruta Orinoco/
Casiquiari/Negro; puesto que los Guaranaguas (Uaranacoacena) que vivían junto al
bajo curso del río Blanco no podrían estar “a algunos días viaje por tierra (...) del río
Orinoco”; por otra parte, el propio mapa de Fritz revela, sin ningún demérito de su
obra, la precariedad de sus conocimientos geográficos con respecto a las cuencas del
Negro y del Orinoco. Y también se equivocaba en cuanto a la nacionalidad de los
europeos que venían a intercambiar herramientas por esclavos; la amplia documentación levantada por ocasión de la cuestión de límites entre Brasil y la Guiana Inglesa
muestran que los holandeses desempeñaron ese papel y que dieran origen a circuitos
comerciales análogos incluyendo los pueblos indígenas de la cuenca del río Blanco:
“... la nación Caripuna, que recibe de los Holandeses [sic](...) armas, municiones,
telas, espejos, cuentas, cuchillos, etc., con lo que los dichos Caripunas compran a la
nación Macuxí los prisioneros que estos hacen en el gentío Irimissana, Sapará, Pa-
6 Acuña (1874:121). El río Dulce era el Essequibo y el de Felipe el Berbice. Los holandeses
estaban allí durante días, pero desde los últimos años del siglo XVI.
289
Amazonas: Ruta Milenaria
raviana y otros; y estos Caripunas los llevan a vender a los Holandeses [sic]...” (Frontières du Brésil..., Anexos de la 1ª Memoria).
En conclusión, volviendo a los Solimões, los cauauri [sic] descendían del interior
hacia la várzea de los yoriman en busca de collares de conchas con los cuales iban a
comprar esclavos a algún pueblo indígena entre el Japurá y el Negro. Llevaban los
esclavos allende el río Negro, cerca de la desembocadura del Blanco, entregándolos
a los uaranacoacena a cambio de las herramientas que estos últimos recibían, como
pago de los mismos esclavos, de los holandeses. Estos, por su parte, subían periódicamente el Essequibo y su afluente, el Rupununi, de ahí pasando por el Tacutu al río
Blanco, descendiendo hasta llegar a los Uaranacoacena. Traían herramientas y otros
productos manufacturados y los intercambiaban por esclavos para las plantaciones de
las Guiana. Los Cauauri [sic], luego de poseer las herramientas, regresaban a la várzea
del Solimões para ofrecerlas a los yoriman y a los carabayana. La importancia de los
testimonios de Acuña y Fritz está en que registraron la participación de los pueblos
indígenas del Solimões, desde la primera mitad del siglo XVII, en el circuito comercial originario del litoral de la Guiana. La participación de los pueblos indígenas
distintos en un sistema complejo y multidireccional de intercambios comerciales
sugiere que el tránsito de herramientas europeas vino a insertarse, eventualmente
reforzándolo, en un patrón preexistente de relaciones interétnicas. El estudio de ese
comercio, sus modalidades, itinerarios y objetos de intercambio es esencial para que
podamos comenzar a trazar un cuadro integrado de las antiguas sociedades indígenas
de la Amazonía.
290
Antonio Porro
Mapa 1 — Territorio original de los Solimões (1542 - 1639), la migración río
arriba por 400 km entre 1650 y 1686, y la retirada para las misiones peruanas del
Huallaga a partir de 1700.
Mapa 2 — Circuito comercial de las herramientas holandesas en la segunda mitad
del siglo XVII.
291
Amazonas: Ruta Milenaria
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Misiones entre Fieles: Jesuitas y Colonos
Portugueses en la Amazonía Colonial
(Siglo XVII)
Rafael Chambouleyron
Cuando uno piensa en las misiones jesuíticas de la Amazonia portuguesa colonial,
inmediatamente le viene a la cabeza la imagen de las aldeias de indios, que los religiosos mantuvieron prácticamente desde mediados del siglo XVII, no sin algunas
interrupciones. Es natural que así sea. No hay duda que el principal objetivo de los
jesuitas, desde que llegaron a América portuguesa fue la evangelización de los indios.
Esta idea está presente en las primeras cartas escritas por los padres portugueses que
llegaron al Brasil en 1549. No será diferente algunas décadas después, cuando se organizan las primeras expediciones jesuíticas al Maranhão, a principios del siglo XVII.
La importancia de la evangelización de los indios es patente a partir de la década
de 1650, momento en que la misión del Maranhão se instala definitivamente en la
región, después de varios y sucesivos intentos fracasados. El principal organizador
de la misión, el padre Antônio Vieira, antes de partir para el Maranhão, le escribía al
provincial de Brasil que “nuestro principal intento [es] abrir nuevas conversiones por
el sertão y río arriba” (Vieira, 1997: 277). No sin razón, varios autores consideran a
los jesuitas los “misioneros por excelencia”, como escribía João Francisco Lisboa a
mediados del siglo XIX (Lisboa, 1976: 384). Del mismo modo, no es fortuito que se
hayan escrito tantas páginas sobre la actuación de los padres entre las diversas naciones indígenas de la región, de benéficas o funestas consecuencias, según el punto de
vista de los autores.
Efectivamente, las misiones inter infideles representan el principal apostolado
jesuítico en la Amazonia colonial hasta su definitiva expulsión de los territorios
295
Amazonas: Ruta Milenaria
portugueses a mediados del siglo XVIII. En esta región de la América portuguesa,
que desde los años 1620, constituía jurídicamente un Estado separado y diferente
de Brasil, las misiones entre indios no sólo eran el principal foco de actividades de
los curas, sino también una fuente inagotable de conflictos entre éstos y los colonos
portugueses. De hecho, como señaló John Monteiro, en Maranhão y en las capitanías
del sur de Brasil, las actividades económicas estaban en general limitadas a la “circulación regional e inter-regional” (Monteiro, 1992: 108). Esa situación generaba una
fuerte dependencia de la mano de obra indígena, dada, entre otras razones, por la
imposibilidad para la gran mayoría de obtener mano de obra africana, largamente
utilizada en la costa norte-sur de Brasil, ya que según Charles Boxer, “los colonos
eran en general demasiado pobres para comprar africanos y dependían totalmente
del trabajo amerindio” (Boxer, 1995: 277). Los problemas entre jesuitas y colonos
sobre el modo de uso y obtención de la mano de obra indígena existieron desde el
siglo XVI. Sin embargo, en los siglos XVII y XVIII, como explica Dauril Alden, los
conflictos empeoraron principalmente “a lo largo de las vastas extensiones del interior del extremo sur y del extremo norte del Brasil, áreas adonde, significativamente,
la autoridad de la corona era más débil y adonde la situación de las sotanas negras
estaba más expuesta” (Alden, 1969: 29). La propia importancia de los indios para la
precaria economía local ayuda a entender esa delicada situación.
No sin razón, la historiografía que trata de los jesuitas en el Maranhão colonial ha
trabajado no sólo con la evangelización de los indios, sino también con los interminables conflictos entre jesuitas y colonos, “duelo formidable”, según el padre Serafim
Leite (Leite, 1943b: XI), o como piensa João Lúcio de Azevedo, “hecho central en
torno del cual gravita todo el resto” (Azevedo, 1930: 8-9). Recientes trabajos en
“historia indígena”, por ejemplo, tratan de revisar este problema, resaltando no sólo
la importancia que tienen los jesuitas y portugueses, sino también y principalmente
el papel que tuvieron los propios grupos indígenas, revelando, más allá de una “política indigenista”, una “política indígena” (Cunha, 1998: 18)1. De todas maneras, en
función del problema de la mano de obra indígena, la historiografía ha ayudado a
construir una interpretación del papel de los misioneros jesuitas en la Amazonia en
la cual la idea del conflicto con los portugueses es central. No quiero aquí negar este
conflicto, ni la importancia que tienen los diversos grupos en él, incluyendo aquí a
las diversas naciones indígenas.
Lo que quiero llamar la atención aquí es el hecho de que esta perspectiva ha dejado de lado otros aspectos igualmente importantes del apostolado de los padres jesuitas. Importantes incluso para entender mejor el problema de la mano de obra in-
1 Para Nádia Farage, “tema fundamental, por lo tanto, para la implementación de la sociedad
colonial, la disputa por el acceso y control de la mano de obra indígena es el hilo que teje la
historia política del Maranhão y Grão-Pará” (Farage, 1991: 26).
296
Rafael Chambouleyron
dígena. El énfasis en el conflicto de cierto modo ha transformado a los religiosos en
un cuerpo autónomo y separado de la sociedad colonial. Las reiteradas acusaciones
de que los jesuitas tenían planos teocráticos de autonomía política, y de que constituían un Estado dentro del Estado, en el fondo, no dejan de ser una consecuencia de
ese abismo que se construyó entre curas y colonos portugueses, en la historiografía
sobre el Maranhão colonial.
Como señaló Thomas Cohen, la historiografía sobre las misiones jesuíticas en
Brasil relegó el ministerio de los religiosos con los portugueses a un segundo plano
(Cohen, 1997: 216-17). Sin embargo, los jesuitas también eran sacerdotes, y cumplían una función en la vida religiosa de las comunidades portuguesas de la Amazonia. Significativamente, en sus escritos, en ningún momento los jesuitas niegan
la responsabilidad de este ministerio, por más que no fuese el objetivo principal de
su apostolado. Más aún, las relaciones con los portugueses, que no estuvieron solamente marcadas por el conflicto, como trataré de mostrar, ayudan a entender mejor
el delicado problema de la mano de obra indígena. Efectivamente, el lugar político
que ocupaban los religiosos en Maranhão y su influencia en la región pasaban por el
papel de sacerdotes católicos insertados en el mundo católico de América.
Pero a final de cuentas ¿qué actividades son éstas a las que me refiero? ¿En qué
medida puede uno afirmar que estaban relacionadas al problema de los indios?
Todas las funciones de la Compañía
La llegada del padre Vieira a São Luís, en 1653, implicó una articulación que iba
más allá del problema de la evangelización de los indios. Significativamente, el padre
Johann Philipp Bettendorf en su crónica sobre los jesuitas de Maranhão, relata que
“pasados los primeros días de descanso y visitas”, el padre Vieira, como superior de la
misión, trató de “poner corrientes todas las funciones de la Compañía”.
En primer lugar, instituyó el tercio, que todos los días después de la clase, a las cinco, era cantado “por los estudiantes de la escuela frente a la imagen de Nuestra Señora de la Luz”. Incluso, por no querer que esta devoción desapareciese, el padre Vieira
estableció también una “cofradía con su regla”, de cuyas celebraciones participaban
los “músicos de Nuestra Señora de las Mercedes”. Entre otras disposiciones, el superior ordenó a sus “súbditos”, como se decía entonces, que en los domingos y fiestas
anduviese un padre, “bastón en mano”, el cual, acompañado de los “estudiantes con
su bandera”, todos juntos cantasen las “oraciones y letanías” por la ciudad. También
determinó que fuesen “visitadas las prisiones y hospital, o casa de Misericordia y a
los otros enfermos, para que no faltásemos a ninguna obra de caridad”. Finalmente,
el padre Vieira ordenó “que hubiese sepulcro con el Señor expuesto y predicación”
(Bettendorf, 1990: 78).
297
Amazonas: Ruta Milenaria
La participación de los jesuitas en la liturgia católica, en las ciudades de Belém y
São Luís era seguramente una parte importante de sus actividades. En la segunda mitad del siglo XVII, la Compañía de Jesús tenía dos iglesias en el Estado de Maranhão
y Grão-Pará, Nuestra Señora de la Luz (en São Luís, capitanía de Maranhão) y San
Francisco Xavier (en Belém, capitanía de Pará)2. Estos templos además de los colegios constituían espacios importantes de sociabilidad religiosa, no solamente entre
los propios padres, sino también entre jesuitas y portugueses.
Como religiosos, los jesuitas administraban los sacramentos a los habitantes de las
ciudades portuguesas del Estado de Maranhão, principalmente en São Luís y Belém.
No cabe duda que el más importante de los sacramentos era la confesión. De hecho,
la confesión representaba un momento fundamental en el cual no sólo se confesaban
los pecados, sino también cuando se podían discutir problemas delicados, como el
de la esclavización ilegal de indígenas. Significativamente, si en el siglo XVI, frente
al problema de la esclavización de los indios, los jesuitas decidieron cerrar la “puerta
de la confesión” a los portugueses, como escribía el padre Manuel da Nóbrega (Nóbrega, 1956: 55), casi cien años después, el padre Antônio Vieira reconocía la importancia del sacramento para los objetivos de la Compañía. Antes de embarcar para el
Maranhão, el padre Vieira le escribía al provincial de Brasil, explicándole que habían
“resuelto sólo hablar de los indios en el confesionario cuando se tratase del remedio
de la conciencia de los portugueses y de la satisfacción de la nuestra” (Vieira, 1997:
278). Poco tiempo después de llegar a São Luís, nuevamente se correspondía con
el provincial. En la carta le aclaraba que la confesión era un momento importante
para hablar con los señores de esclavos de “todo lo que conviene para el bien de sus
almas, y también todo lo que fuere para el bien de los indios, para que no cautiven
injustamente los libres, ni traten más rigurosamente de lo que conviene a los esclavos” (Vieira, 1997: 389).
La carta del padre Vieira deja clara una preocupación no sólo con el problema de
los indios sino también con la salvación de las almas de los portugueses. Nuevamente,
como ya fue dicho, no hay porqué pensar que los jesuitas no tuviesen este tipo de
preocupaciones en mente. Su propia función de pastores de almas se las imponía. En
realidad, para alguien como el padre Vieira, justamente, la correcta y justa forma de
tratar a los indios eran también una fuente de salvación, pues los habitantes portugueses estarían libres de pecado.
Pero las confesiones eran un momento en que también se podía reforzar la propia
influencia política de la Compañía. Para João Francisco Marques, en Portugal, desde
2 La casa de Maranhão fue fundada a partir de una ermita donada al padre Luís Figueira en
1622. Alrededor de ese núcleo inicial se empieza a construir el colegio, ya en la década de
1620. La casa de Pará es de la década de 1650, empezada por el padre João de Souto-Maior
(Leite, 1943a: 117-18 y 208-11).
298
Rafael Chambouleyron
el siglo XVI los jesuitas asumieron un importante papel como confesores de reyes,
príncipes y nobles influyentes, adquiriendo de esa manera, ascendiente político y
religioso en los negocios del reino3. En Maranhão, algunos padres fueron confesores
de gobernadores, como el padre José Soares, con el cual el gobernador D. Pedro de
Melo normalmente “se confesaba” (Vieira, 1940: 284). Según el padre João Felipe
Bettendorf, en 1667, después de llegar de Lisboa, el nuevo gobernador, Antônio
Albuquerque Coelho de Carvalho, fue hasta el colegio, ofreció limosnas, se confesó
con él y “siguió confesándose mientras estuvo en el Estado” (Bettendorf, 1990: 245).
Claro está que el papel de confesores no les garantizaba a los padres dominio absoluto sobre sus confesados. Justamente, D. Pedro de Melo, con ocasión de un motín
contra los padres en 1661, rápidamente se pasó al lado de los colonos rebeldes, abandonando a los jesuitas, su confesor entre ellos.
Durante las misas, el sermón era igualmente un momento importante, principalmente entre 1653 y 1661, cuando estuvo en Maranhão el predicador más importante de la lengua portuguesa en el siglo XVII, padre Antônio Vieira. Este no es el lugar
para discutir la importancia y trascendencia de sus sermones y sus claras implicaciones políticas. Lo que vale la pena observar aquí es que en varios momentos, el padre
Vieira comenta el impacto de sus sermones, o en sus propias palabras, “su eficacia y
autoridad”. Según él, “para entrar seguros en cualquier parte y conciliar el respeto y
la benevolencia con cualesquier personas, por más enemigas y ajenas a la razón que
sean, no hay mejor ayuda que el Evangelio de Jesús Cristo predicado y mucho mejor imitado” (Vieira, 1997: 331). Tal vez el padre Vieira exagere sobre los resultados
de sus prédicas, pero de hecho, los sermones eran un momento especial para que,
durante las celebraciones religiosas, los jesuitas expresasen sus opiniones al resto de la
comunidad, incluso sobre temas delicados como el de la esclavitud de los indios (lo
que hizo el padre Vieira en varios de sus sermones). No sin razón escribe el padre
Serafim Leite que la prédica jesuítica en el Maranhão, “mantuvo siempre su carácter
apostólico”, siendo el problema de los indios “uno de los motivos habituales” de los
sermones (Leite, 1943b: 254).
Claro está que el padre Vieira no fue el único predicador de Maranhão, aunque
su fama exceda (y con razón) la de los demás jesuitas de la misión. En su Crônica
el padre Bettendorf se refiere en varios momentos a otros predicadores, como él
mismo, en 1670, cuando hizo un sermón con ocasión de la fiesta de San Francisco
Javier, patrono de la iglesia de Pará, “siendo el auditorio muy grande, por el concurso
de gente a esa novedad”. Años antes, cuenta el padre Bettendorf que predicó “a las
almas” en la iglesia de la Misericordia, contando con la presencia del gobernador.
3 Para Marques, el aumento de la influencia política de los jesuitas en la corte, abrió las puertas
de la Orden “a todo tipo de peligros por vecindad”. Justamente, esta situación contribuyó para
“moldar la imagen pública de la Compañía desde el principio hasta el siglo XVIII” (Marques,
1996: 227-28).
299
Amazonas: Ruta Milenaria
En ese sermón sugirió la importancia de ayudar a los hermanos de la Misericordia
bajándose a una aldea de indios para que trabajasen por ella. Poco tiempo después de
la prédica, de hecho se organizó el descimento de la aldea, que, sin embargo, se reveló
un fracaso (Bettendorf, 1990: 255 y 219).
Al lado de los sacramentos, los jesuitas organizaban devociones y cofradías y se
devotaban a la caridad. Apenas llegó a São Luís de Maranhão, el padre Vieira organizó le devoción a Nuestra Señora, “invocación de esta iglesia” (Nuestra Señora de
la Luz). Los cantos comenzaban al oscurecer, a los cuales comparecían “todos los
estudiantes y niños de nuestra escuela”. Pero también participaban de la devoción
“muchos soldados y gente de todos los estados”. Según el padre Vieira, la devoción
duraba cerca de una hora y los sábados se llenaba el auditorio de gente. Escribiéndole al provincial de Brasil, le explicaba que seguramente muchos pensaban que
“este modo de devoción con canto público” no era propio de la Compañía de Jesús.
Sin embargo, le aseguraba al provincial que devociones similares se hacían en la casa
profesa de Roma, y, además, qué mejor medio de atraer almas a Dios, por “una tan
segura y aprobada [manera] como la devoción a la Virgen, la mayor de todas las devociones” (Vieira, 1997: 337-38).
Durante la década de 1670, el padre Bettendorf instituyó las cofradías de Nuestra
Señora del Socorro y de Nuestra Señora de la Luz, ambas en la ciudad de São Luís.
Curiosamente, el religioso relata que los hermanos de la Luz querían que en su hermandad no fuese aceptado nadie del cual “hubiese una mínima sospecha de ser de
nación”, algo que, según el padre, era causa de que muchos “se retirasen” de la hermandad. Finalmente, el padre Bettendorf decidió suprimir esta norma de la regla de la
hermandad. Las cofradías eran espacios también en los cuales se realizaban devociones,
como la de las “Cuarenta horas”, instituida a pedidos del padre Francisco Veloso.Ya en
Belém, esta devoción sería instituida solamente en 1695 (Bettendorf, 1990: 266-67).
Las actividades de caridad de los jesuitas consistían principalmente en visitar a
los enfermos, a los prisioneros y en ayudar a los huérfanos y a las Misericordias, que
instituyeron los portugueses en São Luís y Belém. De las cartas del padre Vieira y de
la Crônica del padre Bettendorf se deduce que estas acciones no eran una actividad
regular de los jesuitas en Maranhão. De cualquier modo, en 1663, por ejemplo, con
la epidemia de viruela (bexigas), los padres se dislocaron por todo el Estado para curar
a los enfermos o ungir y enterrar a los que sucumbían a la enfermedad. Si no cabe
duda que las principales víctimas de las bexigas fueron los indígenas, también muchos
portugueses fueron infectados. Extremamente contagiosas, las bexigas rápidamente se
propagaron por todo el Estado. El padre Bettendorf cuenta que fue hasta la capitanía
de Cametá sobre el río Tocantins para ayudar a los indios víctimas fáciles de la epidemia pero también para auxiliar a los portugueses. (Bettendorf, 1990: 213-16). Por más
que el padre Bettendorf pueda exagerar en las distancias que recorrió para acudir a las
300
Rafael Chambouleyron
víctimas de la enfermedad, no hay duda que la población portuguesa esperaba de ellos
también esta función de “médicos” propia de los institutos religiosos de entonces.
Los padres jesuitas participaban también de algunas ceremonias religiosas excepcionales. El padre Bettendorf, por ejemplo, participó del desentierro de los huesos
de Francisco Coelho de Carvalho, primer gobernador de Maranhão. Su nieto y en
aquel entonces también gobernador, Antônio de Albuquerque Coelho de Carvalho,
decidió viajar hasta Cametá, en el río Tocantins, para exhumarlo de la iglesia de San
Juan Bautista, y enterrarlo en la capitanía de Tapuitapera, cerca de São Luís. En la ceremonia participaron no sólo el gobernador con sus hijos, el capitán-mayor del Pará
y otras figuras importantes del Estado, sino también frailes mercedarios, que cantaron
en misa solemne, y el padre Bettendorf, que predicó, teniendo como tema “los hijos
de Israel que desenterraron los huesos de Jacob, su padre, y los llevaron a la Tierra
Prometida” (Bettendorf, 1990: 26-27 y 281).
Una misión “cercana a los intereses humanos
Más allá de su clara función religiosa, muchas actividades de los jesuitas entre los
portugueses constituían una forma de reforzar su posición política en la región. De
hecho, en una carta al general de la Compañía, el padre Goswin Nickel, el padre
Vieira comentaba sobre las relaciones entre religiosos y laicos, en la cual le señalaba
los peligros de ese tipo de relaciones, pero también le expresaba la urgente necesidad
de establecer alianzas con los colonos portugueses y con las autoridades del Estado.
Como señaló Fernando Torres-Londoño, “la dedicación a la salvación de las almas
entendida por los misioneros a la luz de su carisma [ignaciano]” se tradujo en dos dimensiones presentes en los textos escritos por los jesuitas de Maranhão, el gobierno
espiritual y el gobierno temporal. Según Torres-Londoño, fieles al “estilo ignaciano,
que valorizaba lo político como expresión fundamental de la acción”, los religiosos
no separaron esas dos dimensiones, haciendo una sola como mecanismo para conseguir la salvación de las almas (Torres-Londoño, 1999: 23). De esa manera, en la carta
al general, el padre Vieira escribía que “con los seculares se trata y se contemporiza
solamente lo que es necesario para promover el fin de esta misión, que como es tan
cercana a los intereses humanos, tiene grandes dependencias de los hombres” (Vieira,
1940: 285).
En el siglo XIX esta frase seguramente seria leída simplemente como una prueba
de la alegada “racionalidad” de los jesuitas, para los cuales los fines importaban más
que los medios. Sin embargo, lo que ella indica es que los jesuitas tenían que operar
en un contexto de constante conflicto entre diferentes grupos, algunos de los cuales
estaban radicalmente opuestos a los intereses de la Compañía. Los religiosos, por lo
tanto, tenían que estar íntimamente comprometidos con actividades que les ayudasen a consolidar sus intereses y puntos de vista sobre la misión y sobre la propia
manera de como era gobernado el Estado de Maranhão. Eso significaba reflexionar
301
Amazonas: Ruta Milenaria
también sobre los límites de la ingerencia de los padres en el mundo secular, como
veremos adelante.
Las actividades educativas de la Compañía de Jesús eran sin duda uno de los espacios a partir de los cuales los religiosos podían reforzar su posición en el Estado.
Las actividades de enseñanza de los jesuitas son conocidas desde el principio de la
Compañía, cuando, como define un biógrafo de San Ignacio, la Compañía, inicialmente misionera, poco a poco se fue transformando en un “Orden docente” (García-Villoslada, 1991: 833). En la América portuguesa, los jesuitas abrieron varios colegios, dos de ellos en el Estado de Maranhão, durante el siglo XVII, Nuestra Señora
de la Luz (en São Luís) y San Alejandro (en Belém). Por lo que se puede entender
de las cartas y relaciones de los jesuitas del Maranhão y Grão-Pará durante el siglo
XVII, las actividades educativas en esta región no fueron tan productivas como en
otros lugares, caso del colegio de Bahia, por ejemplo. Tal vez el reducido número de
religiosos y la extensión del territorio sobre su responsabilidad hiciesen su trabajo
improductivo y más difícil. Curiosamente, uno de los primero religiosos que llegaron a Maranhão le contó al padre Bettendorf que, tanto en Pará como en Maranhão,
algunas veces “por falta de quien se quedase en casa, cerraban las puertas y se iban a
las aldeas más vecinas, para acudir a sus misiones” (Bettendorf, 1990: 89).
De todas maneras, las escuelas abiertas a los hijos de los portugueses funcionaron
sin interrupción a partir de 1653 (Leite, 1943b: 262). Justamente, en este año, el padre
Vieira le informaba al provincial de Brasil que más de setenta “estudiantes y niños de
nuestra escuela” van a la doctrina, “y lo hacen con satisfacción y sujeción, algo para
admirar en la edad de ellos”. Para el padre Vieira, enseñar a los hijos de los portugueses significaba abrir la puerta para que algunos de ellos entrasen a la Compañía, “lo
que sería muy útil, ya que todos ellos saben la lengua de la tierra” (Vieira, 1997: 340).
Al final de los años 1660 los avances con los niños animaron al padre Bettendorf a
abrir una “clase de latín” en Belém, juntando a los estudiantes de la escuela, entre
ellos “los dos hijos del gobernador”. No obstante, a pesar de que los niños ya estaban
traduciendo Quinto Curcio, el cabildo (câmara) no quiso dispensar a los jóvenes de
sus obligaciones militares (assentar praça). El padre Bettendorf tuvo que cerrar la clase,
y no hubo más latín hasta 1695 (Bettendorf, 1990: 280).
Algunas cartas del padre Vieira a las autoridades de la Compañía de Jesús revelan
cuánto estaba empeñado en fundar y organizar un noviciado en Maranhão. Para él,
con el crecimiento de la misión, la institución del noviciado constituía una herramienta importante para consolidar los intereses de la Compañía4. Por un lado, los
4 En 1661, el padre Vieira le escribía al provincial de Brasil: “crece este cuerpo cada día, y cada
día promete nuevos aumentos. En Maranhão trabajamos por un colegio que sea de crianza,
en el cual haya noviciado y estudios, ya que la misión necesita de tantos individuos, y casi
todos los que vienen no traen estudios completos ni los pueden ir a terminar a otra parte”
(Vieira,1997: 753).
302
Rafael Chambouleyron
novicios recibidos en Maranhão estaban más adaptados o se adaptarían más fácilmente a las condiciones de la tierra. Eso significaba, como le escribía al general en
1661, que los jóvenes recibidos para estudiar en Maranhão “se acomodan al clima, a
los alimentos y a las costumbres de la tierra, aprenden y toman las lenguas con gran
facilidad, y las pronuncian con perfección” (Vieira, 1940: 292). En 1677, dieciséis
años después de dejar el Maranhão, el padre Vieira le escribía al superior, padre Pier
Luigi Consalvi, insistiendo que la juventud de Maranhão era “natural del clima”. Si
la adaptación era una ventaja, continúa, recibir novicios en Maranhão también sería
más barato, porque la Compañía no tendría que gastar para traer religiosos de “tierras
tan remotas” (Vieira, 1947: 467).
Por otro lado, el noviciado de Maranhão tendría un importante papel estratégico.
De hecho, en 1656, el padre Vieira le explicaba al provincial de Brasil que entre otras
razones, abrir el noviciado significaría no solamente recibir “excelentes sujetos hijos
de la mejor gente de esta tierra” sino también que el estudio sería una “manera, y
la más eficaz y efectiva por la cual podemos conciliar los ánimos con sus padres y
parientes” (Vieira, 1947: 464). Dos años más tarde, le escribía al general, explicándole
que recibir individuos en Maranhão, era “un medio de unir a nosotros los ánimos
de sus padres y parientes” (Vieira, 1940: 273). Claro está que para los colonos los
colegios de la Compañía representaban una oportunidad para sus hijos de acceder a
la enseñaza, algo difícil en la América portuguesa.
A pesar de las repetidas restricciones de la cúpula de la Compañía a la aceptación
de personas nacidas en la América portuguesa, las esperanzas del padre Vieira se hicieron realidad, ya que por lo menos, algunos nacidos en Maranhão fueron aceptados
en la Compañía (el noviciado de todos modos tendría que esperar)5. Algunos de
ellos fueron despedidos o simplemente abandonaron la Orden, pero varios permanecieron en ella y se ordenaron sacerdotes. El padre Antônio Pereira, por ejemplo,
era “natural de Maranhão”, y llegó a ser vicesuperior de la misión del Maranhão. Lo
que se puede juntar de las esparzas noticias de él en la crónica del padre Bettendorf
es que fue aceptado como “hermano estudiante” y después de la expulsión de 1661,
se fue a estudiar a Brasil. Probablemente de Brasil viajó a Portugal, pues cuando el
padre Bettendorf asumió el rectorado del colegio de Maranhão, encontró a Antônio
Pereira todavía como estudiante y recién llegado de Lisboa. Después de su ordenación, el padre Antônio Pereira fue nombrado maestro de novicios y predicador del
colegio de Maranhão, además de misionero. Significativamente, en los años 1670, el
5 Según Dauril Alden, a diferencia de México y Perú, “es improbable que los miembros nacidos en Brasil hayan constituido la mayoría”. En la misión de Maranhão, incluso, a lo largo
de la segunda mitad del siglo XVIII, el número de nacidos en la región disminuyó (Alden,
1996: 261). Según el padre Serafim Leite, el problema del noviciado quedó “en abierto, sin
solución definitiva” a lo largo de los siglos XVII y XVIII, hasta la expulsión de los padres en
1759-1760. Justamente en esa época el Maranhão sería elevado a provincia, lo que resolvía el
problema del noviciado, pues la misión ganaba plena autonomía (Leite, 1943b: 236).
303
Amazonas: Ruta Milenaria
superior padre Consalvi le encargó al padre Pereira que se ocupara de la educación
de cuatro candidatos, todos ellos naturales de Maranhão (Bettendorf, 1990: 324, 222,
303-304 y 312).
En 1676 y 1677, el padre Consalvi, “por los poderes que había alcanzado”, admitió cuatro individuos. Dos de ellos, según el padre Bettendorf, era “naturales de
la tierra”, los otros, “naturales de São Luís” (Bettendorf, 1990: 312 y 316). Ellos
eran los hermanos Manuel Borba, Diogo da Costa, João da Silva y Baltasar Ribeiro
(“Cathalogo dos sogeitos q. forão p.a o Maranhão desde 1615”, 1748: 480v). Todos
ellos fueron ordenados sacerdotes. De todos ellos, el caso del padre Manuel Borba
es seguramente el más interesante, pues este religioso, que terminó sus estudios en
Évora, Portugal, era hijo de Manuel Duarte, colono de Tapuitapera, y cuñado de
Eugênio Ribeiro.
Eugênio Ribeiro fue uno de los líderes del motín de 1684, durante el cual parte
de la población de São Luís en Maranhão se rebeló contra la institución del estanco,
un monopolio de comercio establecido por la corona portuguesa. El objeto de la
ira de los colonos no fue sólo el estanco, sino también los padres de la Compañía de
Jesús, que, por las leyes del año 1680, habían obtenido nuevamente el control sobre
las aldeias de indios libres en el Estado de Maranhão. De esa manera, en 1684 los habitantes de São Luís expulsaron a los jesuitas de la ciudad6. Ribeiro fue preso cuando
se presentaba en Lisboa frente a las autoridades reales, para explicar en la corte las
razones de la sedición, junto con Tomás Beckman. Según el padre Bettendorf, el padre Manuel Borba, que estudiaba en Évora, se dirigió a Lisboa, “después de terminar
su curso”, para interceder por Ribeiro junto a la corte. Aparentemente, gracias a la
intervención del padre Borba, su cuñado, y del padre Bettendorf, Ribeiro escapó de
la peores penas, la horca o el exilio a Río de Janeiro o Angola, y recibió una pena
menos grave, el destierro a Pernambuco.
Ya el suegro de Ribeiro y padre del jesuita Manuel Borba, Manuel Duarte, era un
habitante portugués de la villa de Tapuitapera (actual Alcântara), cerca de São Luís.
Significativamente, como sugiere el padre Bettendorf, Manuel Duarte fue uno de
los que se opuso al motín de 1684, cuando los rebeldes de São Luís se dirigieron a
Tapuitapera para tratar de convencer a los colonos a juntarse a ellos (de hecho, la
rebelión sólo ocurrió en São Luís)7. Tiempos después del motín, algunos de los padres expulsados tuvieron que volver al Estado, porque su barco se les hundió y fueron presos y torturados por piratas. Logrando escapar, llegaron a Tapuitapera, donde
fueron acogidos por la población. Según el padre Bettendorf, varios fueron “los que
6 Eugênio Ribeiro era uno de los “procuradores y maestros del pueblo” que firmaron y entregaron un protesto a los padres en el colegio de Nuestra Señora de la Luz. Los otros eran
Manuel Beckman, Jorge de Sampaio e Carvalho, Belquior Gonçalves y Francisco Dias Deiró
(“Protesto e notificação aos P.P. p.a sahirem fora do Estado do Mar.ão authentico”, 1684: 89v).
304
Rafael Chambouleyron
más se señalaron en hacer el bien a los padres”, y entre ellos “con singular afecto de
amor, el capitán Manuel Duarte, hermano de la Compañía, por carta de hermandad”
(Bettendorf, 1990: 388).
Efectivamente, alguien como Manuel Duarte parecía tener una íntima relación
con los jesuitas. No solamente era padre de uno de los religiosos, sino también hermano “por carta de hermandad”. João Lúcio de Azevedo llamó la atención para estos “hermanos”, señalando que “ha sido un punto de duda si en el instituto jesuítico,
como en otras ordenes religiosas, existen filiados sin hábito. Hasta en los escritores
jesuitas varían las opiniones” (Azevedo, 1931: 341). De todas maneras, el hecho es
que los jesuitas de Maranhão distribuyeron “cartas de hermandad” a varias personas
íntimas de la misión, no solamente en São Luís y Belém, sino también en Lisboa;
muchas veces lo hacían siguiendo ordenes de Roma. Esas cartas de hermandad parecían ser un tipo de recompensa a favores hechos o apoyo prestado a los padres. Las
cartas ofrecidas a dos gobernadores son un buen ejemplo de ese tipo de prácticas.
El primero es Pedro César de Meneses (1671 a 1678). El padre Bettendorf cuenta
como intervino en un conflicto entre el gobernador y el viceprovincial de los carmelitas, padre Manuel de Brito, por lo que Meneses “se quedó tan nuestro amigo que
pidió para ser hermano de afuera de la misión”. Sin embargo, el padre Bettendorf,
superior de los jesuitas por entonces, decidió no concederle carta de hermandad. Su
sucesor, padre Consalvi, no obstante se la otorgó, con lo que “como buen cristiano,
se quedó todo nuestro”. De vuelta a Portugal, Pedro de Meneses “queriendo continuar las demostraciones de su amor hacia los padres de la Compañía”, transportó
por su cuenta a los padres Diogo da Costa y Manuel Borba, que iban a estudiar en
Portugal. Pero la relación entre el gobernador y los religiosos no parecía resumirse
a un simple intercambio de favores. Efectivamente, es significativo el hecho de que,
según el padre Bettendorf, el gobernador le hubiese pedido lecturas religiosas para
combatir su salud debilitada. El religioso le indicó entonces el temporal del padre
Neusembergio y las meditaciones del padre Vela Cardim, “para leer y meditar con
él” (Bettendorf, 1990: 297 y 321-22).
El otro gobernador es Gomes Freire de Andrade (1685 a 1687). Andrade fue
la autoridad responsable por la derrota de los rebelados de 1684 y igualmente devolvió solemnemente la iglesia de Nuestra Señora de la Luz a los jesuitas. Después
de su corto periodo como gobernador, volvió a Portugal y allí encontró al padre
7
En 1685, el padre Bettendorf presentó al rey la versión y defensa jesuítica con relación a los
hechos sucedidos. En ella, nuevamente afirma que frente a los pedidos de los rebelados “el
capitán-mayor Henrique Lopes y el cabildo de la capitanía [de Tapuitapera] respondieron
uniformemente que no negarían obediencia al gobernador del Estado, ni tendrían parte en la
expulsión de los padres de la Compañía, solamente prometiendo consentir con los de Maranhão, en la repulsa del estanco” (Informe q. deu a S. Mag o P.e João Phelype s.o o expulsarem e
aos mais PP. do Mr.ão”, 1685: 78).
305
Amazonas: Ruta Milenaria
Bettendorf, que había sido mandado a Lisboa para dar cuentas de la expulsión de los
padres. Según el padre Bettendorf, después de recibirlo y agradecerle “lo que había
hecho por la misión”, le pidió al padre general que le mandara a Andrade y a Roque
Monteiro Paim también, dos letras de hermandad, “para ellos y sus consortes”, lo
que los dejó “grandemente satisfechos”. Significativamente, Monteiro Paim fue el
ministro designado por el rey D. Pedro II para tratar del problema de la expulsión de
los jesuitas del Maranhão, por el motín de 1684 (Bettendorf, 1990: 421).
No hay porqué pensar que las “cartas de hermandad” eran ofrecidas solamente a
altos oficiales del Estado portugués, como los gobernadores Meneses y Andrade o el
ministro Paim, personas que les garantizaban un considerable apoyo político8. Significativamente, el padre Bettendorf al narrar los episodios de la primera expulsión
de los padres de Maranhão, en 1661, cuenta como la familia de Pedro Dorsaes los
acogió y ayudó en los momentos más críticos. No solamente Dorsaes y su mujer D.
Antônia de Meneses ayudaron a algunos religiosos a huir de una prisión, sino que
ellos y también D. Mariana Pinto los alimentaron y protegieron. Pedro Dorsaes, incluso, fue escogido por los padres como su procurador, mientras durase la expulsión,
y años más tarde les dejó algunos bienes a los religiosos. Lo más interesante de todo
esto es que Dorsaes aparece en la documentación como vizcaíno, su mujer tal vez sea
portuguesa, pero Mariana Pinto era, como la llama el padre Bettendorf, una “tapanhuna caritativa”, o sea, de origen africana. Por el auxilio prestado los tres recibieron
“cartas de hermandad” (Bettendorf, 1990: 177, 189 y 191).
De este modo, las “cartas de hermandad” no eran apenas un mecanismo para
atraer los favores y fortalecer las relaciones con la gente influyente en el imperio
portugués. Lo que la historia de Dorsaes, su mujer y D. Mariana Pinto señala es que
las cartas podían representar también el refuerzo de relaciones que pasaban por el
papel de religiosos que tenían los padres jesuitas entre los habitantes de las ciudades
portuguesas de Maranhão.
Negocios seculares y ajenos a nuestro instituto
A pesar de la importancia de las relaciones con los colonos portugueses, tanto desde
el punto de vista político como religioso, este era un tema delicado para alguien
como el padre Vieira, acostumbrado a reflexionar sobre el gobierno jesuítico en
Maranhão. En una significativa carta al padre general, escrita en marzo de 1661,
el religioso le explica a su superior sus preocupaciones sobre los límites y sentidos
de las relaciones entre los jesuitas y el mundo laico. Menciona la interferencia de
8 No sin razón, en 1657, los oficiales del cabildo de Pará le escribían al rey, advirtiéndole que
no diese “crédito a los documentos que presentan los padres de la Compañía, porque son
de personas enemigas de la república, que en la tierra hay muchas”, y pidiéndole que “tales
documentos sean pasados por el juez de las justificaciones” (“Apontamentos que vam a sua
Mag.de que Deos g.de”, 1657: 74).
306
Rafael Chambouleyron
algunos religiosos en “problemas seculares”, citando como ejemplo casamientos y
las relaciones con los gobernadores. Según el padre Vieira, sus sujetos, como se decía
entonces, eran suficientemente discretos al tratar con los de afuera, y sólo lo hacían
en razón de “necesidad”. Era el caso del padre Richard Carew, que había participado
como tercero en el casamiento “de una viuda, mujer de un capitán irlandés, por ser
de su nación”. O del padre Manuel Nunes, que intervino en el casamiento de un
capitán “para remedio de una viuda y cinco huérfanas”. O del mismo padre Vieira,
que celebró el casamiento del capitán-mayor de la capitanía de Gurupi, “persona la
más benemérita de la Compañía”, pero participando de la solemnidad con mucha
“cautela”.
El caso de los gobernadores era más delicado, ya que al final de cuentas eran delegados del rey en el Estado de Maranhão. De cualquier modo, el padre José Soares
fue confesor del gobernador D. Pedro de Melo. El padre Vieira explicaba al general
que él mismo sólo interfería en la jurisdicción secular cuando había peligro para la
misión, como por ejemplo sugiriéndole al gobernador y nombramiento de “una
persona benemérita de la misión” como capitán-mayor del Amazonas (Vieira, 1940:
283-85). No hay duda que para el padre Vieira las relaciones con el mundo laico,
fuera con reyes, gobernadores, capitanes o simples colonos portugueses eran esenciales para el suceso de la misión. De este modo, como superior, él tenía que establecer
un delicado equilibrio por el cual los jesuitas no podían parecer demasiado poderosos e influyentes. Al mismo tiempo, había que garantizar el apoyo necesario para la
continuidad de la misión, constantemente amenazada por la propia posición que los
jesuitas adoptaban frente a los problemas de la mano de obra indígena.
No sin razón, antes de partir para el Maranhão, cuando planeaba la organización
de la misión, el padre Vieira decidió rehusar algunos cargos que años antes habían
sido asignados a los jesuitas. Era el caso del repartidor de indios, responsable por la
distribución de los indios libres de las aldeas a los colonos portugueses. Según el
padre Vieira, el cargo de repartidor seria “un seminario de odios y contradicciones”
(Vieira, 1997: 278).
Otro problema delicado era el del comisario de la Inquisición. Poco después de
su llegada, el padre Vieira tuvo serios conflictos con el padre Manuel de Lima. Lo
que hacía más grave la situación era el hecho que el padre Lima era comisario del
Santo Oficio. En una carta al padre general, el padre Vieira sugería que la comisión
fuese retirada y el padre Lima enviado a una aldea de indios como misionario. De
esa manera, continúa, “cesarán las quejas que de esta comisión se han seguido, que
no son pocas, ni los superiores las pueden fácilmente remediar, porque son hechas
con la mano del Santo Oficio o pretextos de él”. Una alternativa podía ser confiar
la comisión a los “superiores locales”, evitándose de esa manera las tentaciones de
poder excesivo. Claramente, el padre Vieira pensaba que la comisión era suficiente307
Amazonas: Ruta Milenaria
mente importante como instrumento de poder en el Maranhão, sin embargo, era
fundamental usarla con extrema cautela y ponderación (Vieira, 1997: 731). 9
En 1660, en una carta al provincial de Brasil, el padre Vieira se quejaba del poder
excesivo usado por el padre visitador Francisco Gonçalves. El padre Vieira acusaba al
visitador de tomar “jurisdicciones reales que no tenemos”:
“Dar bastones y jinetas y hasta hábitos de Cristo públicamente en la iglesia, estando presentes los portugueses, y pasar nominaciones de esos cargos en su nombre, y alterar los
precios puestos por el rey, y muchas otras cosas que, si llegasen probadas a los ministros,
sin duda prevalecerían contra nosotros muchas quejas de los pueblos, de los gobernadores
y de las religiones” (Vieira, 1997: 750-51).
Probablemente estas acusaciones eran excesivas, pero de todos modos, revelan,
como he indicado atrás, que el gobierno de la misión significaba reflexionar sobre
los propios límites y sentido de los poderes que detenían los religiosos. De hecho,
las actividades religiosas entre los católicos portugueses son importantes porque nos
ayudan a entender cómo la Compañía de Jesús se implantó en la sociedad marañense. Como sacerdotes católicos, usaban los poderes inherentes a su condición para
establecer su influencia entre su rebaño, al mismo tiempo que construían una red de
apoyo político en su interior. Esta es una contra-parte fundamental del bien conocido y estudiado problema de la mano de obra indígena. A fin de cuentas, no hay que
olvidarse que si los indios representaron un problema para los religiosos era porque
los colonos portugueses —muchos de los cuales asistían a las misas de los jesuitas y
mandaban sus hijos a las escuelas de la Compañía— los veían por una óptica totalmente diferente de la de los padres. Por eso es fundamental estudiar las relaciones
entre estos dos grupos.
Si estas relaciones eran problemáticas para los jesuitas, como lo dejan claro las cartas sobre los límites del apostolado jesuítico escritas por el padre Vieira, tampoco era
evidentes para los propios colonos. En 1684, los rebeldes de São Luís entregaban a los
religiosos un protesto, intimándolos a salir del Estado de Maranhão. En él escribían,
sin embargo, que el pueblo los expulsaba
(...) no porque Vuestras Paternidades hayan dado algún escándalo en lo espiritual, más
que en lo temporal, lo cual declaran y harán presente al príncipe nuestro señor, que Dios
guarde, porque en el ejemplo con que Vuestras Paternidades obran en lo espiritual y bien
9 Según el padre Serafim Leite, los padres solamente aceptaron este cargo por imposición de
“personas extrañas a la Compañía” (Leite, 1943b: 9). Sin embargo, queda claro por las cartas
del padre Vieira que el cargo de comisario podría transformarse en un instrumento estratégico, si bien usado.
308
Rafael Chambouleyron
de las almas no tienen que decir” (“Protesto e notificação aos P.P. p.a sahirem fora do
Estado do Mar.ão authentico”, 1684: 80).
Para los jesuitas, estos problemas significaban una reflexión sobre su propio papel
en el Estado de Maranhão. Si su tarea evangelizadora con relación a los indios estaba
claramente definida ¿cómo ejercer el apostolado entre los portugueses, muchos de
los cuales eran radicalmente opuestos a su misión? ¿Cuáles eran los límites de su
acción entre los cristianos europeos de la América portuguesa? ¿Renunciarían a su
vocación misionera al dedicarse a la salud espiritual de los portugueses?
En una carta escrita al provincial de Brasil, en 1656, en la cual se queja de la falta
de apoyo a la misión de Maranhão, el padre Vieira, el mayor predicador en lengua
portuguesa del siglo XVII, deja clara la contradicción.
Porque leer un curso o hacer cuatro sermones no es lo que nos honra, singulariza, ilustra,
sino las conquistas de la fe, las almas convertidas a Dios, que es materia que hace tanto
tiempo le falta a nuestra provincia (Vieira, 1940: 260).
Esas “almas convertidas a Dios” eran claramente las almas de los indios. Sin embargo ¿no podrían ser igualmente las de los colonos portugueses, transformando la
misión de Maranhão también en una “misión entre fieles”?
309
Amazonas: Ruta Milenaria
FUENTES MANUSCRITAS
“Informe q. deu a S.Mag o P.e João Phelype
s.o o expulsarem e aos mais PP. do Mr.ão”,
c. 1685. Biblioteca Pública de Évora, códice
CXV/2-11, fls. 77-79v.
“Cathalogo dos sogeitos q. forão p.a o Maranhão desde 1615” [1748]. Biblioteca Pública de Évora, códice CXV/2-13, fls. 478489v.
“Protesto e notificação aos P.P. p.a sahirem
fora do Estado do Mar.ão authentico”, 18 de
marzo de 1684. Biblioteca Pública de Évora,
códice CXV/2-11, fls. 89-90.
“Apontamentos que vam a sua Mag.de que
Deos g.de”, 1657. Biblioteca Nacional de Lisboa (Portugal), Secção de Reservados, COD
4517, fls. 73-74.
FUENTES IMPRESAS
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Jesus no Estado do Maranhão [1698]. Belém:
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NÓBREGA, MANUEL DA, SJ. “Do P.
Manuel da Nóbrega ao P. Miguel de Torres,
Lisboa. Bahia, 5 de julho de 1559”. En: Serafim Leite, SJ (ed.). Cartas dos primeiros
jesuítas do Brasil. São Paulo: Comissão do
IV Centenário da Cidade de São Paulo, vol.
III, 1958, pp.
310
VIEIRA, ANTÔNIO, SJ. Cartas. Ed. Azevedo, J.L. de. Lisboa: Imprensa Nacional/Casa
da Moeda, 1997, vol. I.
_____. “Cartas de Vieira”. En: Leite, S., SJ,
ed. Novas cartas jesuíticas: de Nóbrega a
Vieira. São Paulo: Companhia Editora Nacional, 1940, pp. 247-327.
_____. “Quatro cartas inéditas do padre António Vieira”. Ed. Boxer, C.R. Brotéria, vol.
45 (1947), pp. 455-76.
Rafael Chambouleyron
BIBLIOGRAFÍA
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white settlers: the struggle for ‘freedom of
the Indians’ in Colonial Brazil”. En: Pechman, H. y Gibson, C., eds. Attitudes of colonial powers toward the American Indian.
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Sarayacu:
Investigaciones Arqueológicas en una Misión
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la Amazonía Peruana
Thomas P. Myers
La labor de vincular a poblaciones modernas con el pasado histórico y prehistórico
ha caído largamente en el terreno de los antropólogos culturales y de los etno-historiadores quienes se ocupan de la palabra hablada o escrita. Sin duda, esto se debe en
gran parte a la riqueza de detalles que pueden obtenerse de estas fuentes, pero que
nunca podrían obtenerse a partir de los registros arqueológicos. Como resultado, la
arqueología de las poblaciones modernas y de sus ancestros inmediatos ha sido largamente desatendida a pesar de las obvias continuidades con el periodo prehistórico.
Para su tranquilidad, los arqueólogos han usado recursos históricos y etnográficos
a fin de desarrollar analogías bastante detalladas que aportan considerable luz a la
escasa evidencia de la prehistoria; pero el potencial teórico de la arqueología de las
poblaciones modernas o históricas ha sido largamente olvidado. Aparentemente, diferencias arqueológicas importantes podrían significar poco o nada para los pueblos
que fabrican los artefactos. Este último punto fue perspicazmente traído a nuestra
atención por Gertrude Dole en el reciente Simposio en Linguísticas y Cerámicas
Pano celebrado en la Ciudad de México en mayo de 1970.
La antropología cultural puede también recurrir a evidencia arqueológica para
explicar las aparentes anomalías que encuentra en la organización de las poblaciones
modernas. Las narrativas históricas tradicionales son de alguna ayuda, pero tienen
una profundidad temporal limitada y son notoriamente poco confiables en el manejo de hechos históricos, aunque tal manejo pueda ser de gran importancia sociológica. Distribuciones y reconstrucciones etnográficas y lingüísticas son también
de alguna ayuda, pero aún no se ha desarrollado un medio aceptable de fechar los
313
Amazonas: Ruta Milenaria
desarrollos que son sugeridos por estas fuentes. Por supuesto, otros numerosos problemas se plantean adicionalmente con tales estudios distributivos. Sólo el arqueólogo trata directamente con materiales que son del pasado y que pueden ser fechados
dentro de límites relativamente restringidos.
En la Amazonía peruana (“montaña”) existe todavía un número de tribus que
viven a la manera tradicional y continúan fabricando cerámicas que provienen de un
pasado indígena antes que español. Existe también un amplio, y siempre en aumento,
registro prehistórico que alcanza los 4000 años de antigüedad. El problema es vincular el pasado con el presente. Mis excavaciones en Sarayacu en 1964 han producido
la primera data arqueológica para el período histórico, pero sólo para el siglo XIX, y
sólo para algunas tribus. Sin embargo, en las narraciones franciscanas y jesuitas otras
numerosas misiones son mencionadas, al igual que su composición étnica en distintos períodos. Cuando estas sean localizadas, excavadas y analizadas podemos esperar
estar en capacidad de rastrear el pasado de las tribus amazónicas modernas hasta bien
entrada la prehistoria.
Esbozo etnohistórico de Sarayacu
La misión de Sarayacu fue fundada en 1791 por fray Narciso Girbal y Barcelo quien
reabrió el Ucayali a los franciscanos luego de que la zona fuese abandonada debido al
martirio de 14 misioneros a manos de los shipibo en 1767 (Izaguirre,VIII:104; 144).
Girbal dejó Laguna, la antigua misión jesuita ahora en las manos de los franciscanos, el 30 de agosto de 1790, acompañado por un grupo de cocama que eran los
principales habitantes de esa misión. La expedición continuó a través del Huallaga,
río abajo hacia el Marañón en cuya ribera se detuvieron en San Regis. Luego en
Omaguas, que era río abajo desde la desembocadura del Ucayali. En Omaguas, Girbal dejó ir a sus cocama a cambio de un grupo de omagua que conocían la zona del
bajo Ucayali. Siguieron río arriba hasta la desembocadura del río Tapiche en cuatro
días. Durante este tiempo, sólo vieron evidencia de presencia humana una vez, cuando se detuvieron en un banco de arena donde un grupo de conibo había acampado
algunos días atrás. Más allá del río Tapiche, los omagua se encontraban en territorio
ignoto y peligroso, controlado por los impredecibles y siempre peligrosos conibo,
cuyo territorio principal se decía se encontraba alrededor de la desembocadura del
río Pachitea.
Más arriba del río Tapiche, Girbal observa con mayor frecuencia la presencia de
asentamientos humanos dispersos, aunque falla en identificar qué tribus podrían
haber habitado en esa área. Luego de una semana, se encuentran con algunos conibo que viajaban a Omaguas donde esperaban comerciar la adquisición de algunas herramientas. Este fue un encuentro cauto pero amigable antes que los conibo
314
Thomas P. Myers
continuasen río abajo, en compañía de sus esclavos mayoruna, amahuaca y shipibo
(Izaguirre,VIII: 129-133). Finalmente, luego de dos semanas de viaje a través de territorio ignoto río arriba del Tapiche, Girbal encontró un grupo de panos (setebos)
que vivían en un lago cercano a la desembocadura del río Santa Catalina, un tanto
alejados del Ucayali donde se encontraban a salvo de sus enemigos (Ibíd,: 139).
Después de permanecer dos días en el poblado pano, que luego se llamaría
Uxiabatay, Girbal fue conducido río arriba en el Ucayali por los panos a su segundo
poblado en Sarayacu, que se encontraba también un tanto alejado de la corriente.
En Sarayacu, Girbal encontró que los pano, y algunos conibo que vivían en las
cercanías, estaban deseosos de tener una misión. Habiendo alcanzado el objetivo
de su viaje, Girbal se encontraba ansioso de regresar a Laguna por la ruta más rápida posible. Como los pano le aseguraron que conocían una ruta por tierra hasta
el Huallaga, envió a los omagua de regreso a su poblado y, acompañado por un
grupo de panos y conibos, emprendió viaje por el río Manoa (o Cuxibatay) que
recorrieron río arriba por varios días, pasando por diversos poblados pano en su
recorrido. El último de los poblados Pano en el Manoa había sido el sitio de una
misión franciscana anterior, donde los misioneros fueron asesinados por los shipibo
en 1767. Sin embargo, Girbal fue incapaz de encontrar el menor rastro de aquella
infortunada misión (Ibíd,: 154).
Pero los pano no pudieron encontrar su camino desde la cabecera del río Manoa
a un tributario del Huallaga. En lugar de ello, después de varios días en el bosque,
y otros tantos en el río, se vieron de vuelta en el río Manoa. Como consecuencia,
Girbal se vio forzado a regresar sobre sus pasos río abajo en el Ucayali, río arriba
en el Marañón, y río arriba en el Huallaga hasta Laguna a donde arribó el 11 de
diciembre de 1790 (Ibíd,: 178).
Este diario de viaje tiene importantes implicancias demográficas. En primer lugar, el bajo Ucayali que en el pasado había sido el territorio de los cocama, ya no se
encontraba habitado. Los cocama que se habían mudado a Laguna no guardaban
memoria del Ucayali; y aquellos que ocupaban la cabecera del río Tapiche se encontraban temerosos de aventurarse corriente abajo. Mas aún, los omagua que habían
sido en el pasado grandes piratas fluviales, habían quedado reducidos a la impotencia
hacia finales del siglo XVIII. A una corta distancia corriente arriba del Ucayali, ellos
se encontraban con temor por sus vidas.
Mientras tanto, los shetebo vivían en los tributarios menores al oeste del Ucayali. Ellos eran aún un pueblo ribereño, pero no lo suficientemente poderoso como
para controlar la cabecera del río; y aunque recordaban una ruta hacia el Huallaga,
probablemente desarrollada por los franciscanos, ellos no la conocían por sí mismos.
315
Amazonas: Ruta Milenaria
Del mismo modo, los shipibo ocupaban territorios al oeste del Ucayali; principalmente las riberas de los ríos Aguaitia y Pisqui, al sur de los shetebo, y no fueron un
factor en la cabecera principal sino hasta fines del siglo XIX o principios del siglo
XX.
El año siguiente, Girbal, otros dos franciscanos y un hermano lego regresaron
al Ucayali: donde establecieron la misión de Sarayacu en noviembre de 1791. Los
habitantes de la misión eran principalmente conibos y panos de los cuales había alrededor de 800 en la misión misma, y muchos más en las áreas circundantes, así como
algunos piros y remos (Izaguirre,VIII: 225).
La misión fue sumamente exitosa en sus inicios. Pronto los misioneros agotaron
las provisiones que habían traído consigo, y Girbal estimaba que para el siguiente año
(1793) él iba a necesitar:
400 hachas
600 machetes
2000 cuchillos
1000 navajas corvas
500 rosarios (eslabones)
3000 cruces de metal
1000 varas de ropa para vestir a los desnudos
4 gruesas (doce docenas) de tijeras
2 gruesas de anillos
400 pesos en hierro
1 caja de cuentas de vidrio
2 cántaros de vino
pintura para la cruz y la capilla (Izaguirre,VIII: 228).
Los nativos habían aprendido que la cristiandad tenía algo que ofrecerles.
Pero los conibo no estuvieron contentos de vivir con los panos durante mucho
tiempo. Entonces, unos pocos años después mudaron su asentamiento al Ucayali,
cerca de la boca del río Sarayacu donde se reunieron cerca de 315 familias. Al mismo tiempo, Sarayacu reunía 645 familias de panos, incluyendo a algunas de otras
naciones.
El esfuerzo misionero de los franciscanos continúo prosperando en los inicios
del siglo XIX. Muchas misiones nuevas se fundaron en el Ucayali central para varias
tribus, algunas de las cuales tuvieron que desplazarse distancias considerables para ser
atendidas. Por ejemplo, el lugar de la antigua misión piro está aún indicado en el lago
cuyo nombre lleva (Pirococha), entre Orellana y Contamana. Sin embargo, durante
el periodo de la temprana República los franciscanos perdieron gran parte de su ayu316
Thomas P. Myers
da del exterior. Como resultado, muchas de las misiones fueron cerradas, y Sarayacu
misma fue provista de un solo misionario que, en general, era dejado a merced de
sus propios recursos. Incluso, tenía que organizar la producción de Sarayacu de modo
que pudiera producir bienes que pudiesen ser intercambiados con los portugueses
por herramientas, comida, telas y otros productos que requiriese la misión.
A lo largo de este periodo, Sarayacu continuó siendo principalmente una misión para la tribu de los pano, aunque algunas otras estuvieron siempre presentes.
En 1835, se reportó que había un número de sensis y conibos además de los pano;
pero también hubo pequeños grupos de remo, capanahua, campa, puinahua y excepcionalmente un cashibo, todos los cuales habían sido esclavos comprados por los
misioneros (Izaguirre, IX: 87).
Herndon (1854: 201-204) y Raimondi (1942:344) coinciden en señalar que en
las décadas de 1840 y 1850, la misión era todavía principalmente para los pano, pero
que la presencia de los omagua y yameo era también importante. Raimondi añade
que pequeños grupos de shipibo, conibo y amahuaca estaban también presentes, así
como algunos shetebo que usualmente se identifican con la tribu pano. La presencia
de los omagua y yameo durante esta época es probablemente un reflejo del esfuerzo
de las tribus amazónicas por escapar a la creciente comercialización y explotación
que las aquejaba.
En 1863, la peruanización estaba alcanzando Sarayacu, y los indígenas parecían
sentir que sus frailes se encontraban impotentes para protegerlos frente a la amenaza.
Por eso, a regañadientes, los franciscanos optaron por mover su centro de operaciones a la colonia Galleria cerca de la desembocadura del río del mismo nombre,
dejando Sarayacu a los pano que conformaban la parte más numerosa y saludable de
la misión (Izaguirre, IX: 259-260).
Cuando visité Sarayacu en 1964, había una comunidad mestiza en el lugar; y de
regreso al bosque me mostraron los cimientos de piedra caliza de la antigua misión.
La gente decía que eran cocama, pero ellos no admitían su afiliación tribal, aunque
un hombre estaba muy orgulloso por el hecho de hablar “quechua”. Ellos tenían
incluso una de las campanas de la capilla suspendida en frente de albergue. Cuando
me fui, me pidieron que le dijera a los franciscanos que esperaban que un misionero
pudiera visitarlos pronto. Yo les transmití el mensaje, pero no me prometieron nada.
El problema que enfrenta el arqueólogo es diferenciar los restos arqueológicos en
relación a la tribu que los fabricó. Por puro volumen, sería razonable pensar que la
mayor parte de los materiales fuese pano, pero no hay un único grupo de materiales
que predominen lo suficiente como para ser identificados de esta forma.
317
Amazonas: Ruta Milenaria
La cerámica del periodo de la misión en Sarayacu
La mayor parte de la alfarería del periodo de la misión en Sarayacu puede dividirse
en tres tipos de cerámica en base a su grosor y características de la pasta. Entre los
shipibo-conibo quienes ahora habitan el Ucayali central, estas diferencias en la cerámica corresponden a su intención de uso para cocinar, servir o guardar líquidos. Al
igual que las vajillas de las tribus modernas, cada una de las cerámicas en Sarayacu
es desgrasada con caraipé, la ceniza silícea de ciertos tipos de corteza, y con fragmentos de cerámica finamente molidos que como aditivo son usualmente invisibles
tanto en la cerámica de la misión como en las cerámicas modernas. Sin embargo,
la alfarería puede distinguirse por la finura con la que el aditivo fue molido, por el
acabado de la superficie, y por el espesor modal. En su mayor parte, hay poca confusión entre ellas.
Servicio de cocina
Las vasijas para cocinar en Sarayacu tienen un espesor modal de 7.5 mm. El aditivo
es el menos molido de todas las cerámicas, de modo que con frecuencia pueden
distinguirse a través fragmentos de corteza de varios milímetros de ancho. También,
los fragmentos de cerámica triturada añadidos como desgrasante son comúnmente
visibles. Ninguna de las vasijas para cocinar tienen decoración pintada, pero la decoración con motivos modelados es común. Se pueden identificar cuatro formas
básicas de vasijas:
I. La forma de vasija más común es la vasija de boca angosta con borde evertido.
En la mayor parte de los casos, pequeñas incisiones han sido cortadas a través del
labio. Estas varían en grosor desde líneas más bien delgadas que podrían hacer sido
hechas con una uña hasta muescas removidas con la punta del dedo, mientras la
arcilla estaba aún húmeda. Además, otras incisiones de este tipo parecen haber sido
hechas con una varilla delgada. La decoración de la pared superior de la vasija es
infrecuente. Cuando ocurre, se trata simplemente de decoración espiral traslapada,
tal y como podría ocurrir en un alisado imperfecto de la superficie de la vasija. En
un solo ejemplo, las marcas de espiral sobrepuestas eran angulosas y en el punto más
alto se habían hecho incisiones a través con una varilla afilada.
Debajo de la boca de la vasija, dos variaciones de la pared superior pueden ser
identificadas a partir de los fragmentos grandes: a) una pared plana que se inclina
hacia afuera con un marcado hombro que también puede estar grabado con pequeñas incisiones verticales, y b) una pared convexa sin marcado ángulo de hombro. El
diámetro modal de boca de la forma culinaria Ia es 31 cm.; el de la forma Ib es 34
cm. El diámetro de boca promedio para la forma Ia es de 32 cm.; y para la forma Ib
es de 30 cm.
318
Thomas P. Myers
II. La otra forma culinaria común en Sarayacu es una vasija globular de boca
angosta con borde recto. En su mayor parte, los labios de las vasijas no son decorados,
pero unos pocos tienen pequeñas incisiones verticales cortadas a través del labio. Sin
embargo, muchos bordes de esta forma sí tienen algún tipo de decoración corrugada,
ya sea como impresiones del pulgar en un borde exteriormente engrosado, o como
una banda de corrugado a poca distancia debajo del borde, pero nunca por debajo
del punto máximo de diámetro. Los diámetros de boca varían desde 24 cm. hasta
54 cm. y una media de 36 cm. Es posible que las muescas en el borde de las vasijas
con borde recto y las decoraciones corrugadas en las vasijas con borde evertido sean
indicativas de la aculturación que estaba teniendo lugar en la misión.
III. La tercera forma de vasija de cocina es mucho menos común que alguna de
las dos anteriores. Al igual que la forma I, tiene un borde evertido con frecuencia
marcado con pequeñas incisiones verticales, pero la forma III es un cuenco abierto.
Los diámetros de boca de los cuatro ejemplos varían de 30 cm. a 44 cm.
IV. La cuarta forma de vasija de cocina es conocida a través de un solo ejemplo.
Se trata de una vasija de cuello ancho con un borde evertido con decoraciones shipibo de línea delgada en el cuello. Se trata de la evidencia de diseños shipibo más
temprana que tenemos.
Figura 1. Estilo polícromo de Sarayacu
319
Amazonas: Ruta Milenaria
Servicio de almacenamiento de líquidos
La cerámica creada para guardar líquidos en Sarayacu tiende a ser de una pasta mucho más fina que aquella pensada para cocinar, aunque las paredes de la vasija pueden
ser igual de gruesas si esta fuese muy grande. Además, los cántaros para guardar líquidos se encuentran siempre decorados. Al igual que la forma culinaria I, los bordes
de los cántaros para almacenaje de líquidos son siempre evertidos, con ejemplos
extremos que son casi horizontales. Al igual que en la forma culinaria Ia, las paredes
superiores de estas vasijas se inclinan hacia abajo y hacia afuera de la boca de la vasija,
pero en vez de un marcado ángulo de hombro, el punto máximo de diámetro estaba
marcado por una pequeña curva radial, después de la cual las paredes inferiores se
inclinan rápidamente hacia una angosta base plana. En algunos casos, estas paredes
inferiores están marcadas por un medio hombro. Aunque hay algunas variaciones en
la forma, parece haber habido un único estándar. Sin embargo, se han hallado al menos dos principales variaciones decorativas. Estas parecen corresponder a diferencias
en el diámetro de boca.
I. Borde con engobe rojo; cuello con engobe rojo. Los diámetros de boca varían
de 12 a 18 cm. con una media de 15 cm. No hay evidencia de pintura sobre el
engobado y la manufactura parece haber sido un poco más burda que la de la otra.
II. Borde con engobe rojo; cuello con engobe blanco. Los diámetros de boca
varían de 16 a 34 cm., con una media de 24 cm. Debajo del cuello, el cuerpo de
la vasija cuenta con engobe rojo, una cubierta que en algunos casos se extiende a
toda la superficie hasta la base de la vasija. En otros casos, hay una banda adicional
decorativa de engobe blanco en la base de la vasija. En un ejemplo, hay evidencia
de pintura decorativa en rojo y blanco sobre el cuello con engobe blanco (fig. 1).
La pintura es del mismo estilo que aquella designada como el sub-estilo A en los
servicios de cocina.
Servicio de mesa
Los servicios de mesa, para comer y beber, son fácilmente divisibles en cerámicas con
engobe rojo y cerámicas con engobe blanco; cada una con un número de variaciones
de forma que largamente sobrepasan la una a la otra. En cada caso, la pasta tiende a
ser más fina que la de los servicios de cocina o los de guarda de líquidos, y un mayor
cuidado era tomado en el acabado de la superficie. Pero, como en cualquier comunidad, algunos alfareros fueron menos cuidadosos que otros por lo que unos ejemplos
sí tienen superficies pobremente pulidas y aditivos mal molidos.
Vasijas barnizadas con engobe rojo en las superficies exteriores parecen haber
sido menos comunes que aquellas barnizadas con engobe blanco. Hasta el día de hoy,
la decoración blanco-sobre-rojo ha sido identificada sólo en un fragmento, pero la
decoración en otras vasijas ha sido probablemente removida por filtrado. Pocas –si
320
Thomas P. Myers
acaso alguna- tribus modernas en el área hacen tantos cuencos con engobe rojo sin
pintar sobre el engobado. Por supuesto, los setebo aplican típicamente decoraciones
de pintura blanca sobre el engobado rojo, al igual que lo hacen otras tribus del Ucayali como los shipibo. Pero, cuando Lathrap excavó en la aldea shipiba moderna de
San Francisco de Yarinacocha, encontró poca evidencia de decoraciones de pintura
blanca-sobre-rojo (Lathrap 1962). Las decoraciones de pintura blanca sobre el engobado simplemente desaparecieron después de unos pocos años de manufactura. Sin
duda, este fue también el caso con la cerámica Sarayacu con engobe rojo.
Los cuencos con engobe rojo tienen con frecuencia diámetros de boca variables
que fluctúan desde 18 a 28 cm., con una media de 24 cm. En su mayor parte, las
paredes son ligeramente convexas y tienen usualmente un medio hombro justo por
encima de la base. Las paredes laterales rectas son una rara alternativa. Los interiores
son usualmente pulidos sin engobe, aunque otros son ahumados, o engobados en
rojo o blanco. Los labios redondeados son los más comunes, pero también se conocen los labios planos.
Los cuencos cerrados también tienen paredes laterales convexas, y probablemente
un medio hombro justo por encima de la base. Los diámetros de boca varían de 20
cm. a 26 cm. Los interiores son usualmente sin engobe, pero también se conocen los
interiores con engobe rojo y engobado blanco. Ambos labios redondeados y planos
están presentes.
Los cuencos con engobe blanco parecen tener el mismo rango de variación en
forma y tamaño que aquellos con engobe rojo. En ambos casos, los medios hombros
son también comunes aunque no universales. Pero, además de las dos formas básicas
referidas para los cuencos con engobe rojo, hay también una forma engobada blanca
con un borde de canal ancho que aparece con suficiente frecuencia como para ser
considerada parte del vocabulario de formas básicas de Sarayacu.
Por alguna razón, la pintura parece haberse adherido mejor en los cuencos con
engobe blanco que en aquellos con engobado rojo. Por lo tanto, cuando los diseños
hayan sido completamente reconstruidos y analizados debería ser posible explicar
con gran detalle los estilos de decoraciones pintadas presentes en Sarayacu. Más aún,
debería ser posible designar con cierto grado de confianza estos estilos como propios
de tribus específicas.
A un nivel menor, se pueden hacer distinciones entre los bícromos rojo-sobre-blanco y los polícromos negro y rojo-sobre-blanco. Resulta interesante notar
que los patrones de diseño y el grosor modal parecen seguir esta diferenciación
básica.
321
Amazonas: Ruta Milenaria
Los bícromos tienen una banda de decoración pintada roja que circunda el borde
y otra en la base. Entre estas bandas, los diseños tienen una orientación vertical. Las
líneas varían en ancho desde 4 a 7 mm., en ocasiones combinadas en un único panel,
en cuyo caso las líneas más delgadas son subsidiarias de las más gruesas. Sin embargo,
ninguna de las líneas alcanzan la delgadez de las finas líneas en los estilos polícromos.
Ambos interiores, engobado rojo y pulido natural, son encontrados.
Varios estilos de pintura polícroma pueden distinguirse. Un primer nivel de diferenciación puede hacerse entre aquellos que contrastan pintados de línea ancha con
pintados de línea angosta, y aquellos que emplean sólo líneas finas.
Los distintos sub-estilos del primer grupo tienen varias características en común.
La parte superior del labio tiene un engobe rojo. A poca distancia debajo del labio
circunda una línea ancha de pintura negra o marrón oscuro, que está seguida por
una línea circundante delgada del mismo color. Este patrón parece ser estándar.
En la base, el patrón es inverso. La base en si misma es roja, seguida por una línea
circundante ancha de pintura negra o marrón oscuro, luego por una línea delgada. Entre estas bandas decorativas de efecto espejo hay al menos tres principales
formas estilísticas: a) una combinación de líneas verticales y horizontales; b) líneas
diagonales, además de líneas verticales y horizontales, combinadas con una buena
parte de espacio vacío; y c) líneas curvas que parecen formar paneles entre las líneas
circundantes delgadas.
El estilo de línea delgada sola es encontrado en unos pocos fragmentos, y en una
vasija que estaba a medio terminar. Al igual que el estilo anterior, hay una banda
decorativa de engobe rojo en el labio, pero en este caso se extiende ligeramente a
los lados de la vasija. La línea roja es seguida por un línea circundante delgada de
pintura negra o marrón oscuro; luego por otra. La base de la vasija no es engobada
roja, sino justo por encima de la base tiene una línea circundante delgada, seguida
por otra más. Entre las segundas líneas circundantes en la base y el borde, hay pintada
una banda ancha de decoración rectilínea. En la mitad del cuerpo de la vasija, parecen haber habido cuatro paneles verticales alrededor de la vasija, alternando diseños
de líneas delgadas negras con diseños de líneas delgadas rojas y negras, los diseños
en negro siendo subsidiarios de los rojos, los paneles negros compuestos de líneas
diagonales cortas; el panel rojo y negro de líneas verticales y horizontales es similar
al fragmento ilustrado en la figura 3.
Las descripciones anteriores no agotan las variaciones cerámicas en Sarayacu, pero
si cubren la vasta mayoría de los fragmentos. Hay además cuencos de cerámica más
bien tosca, similares a aquellos hechos por los isconahua modernos, y una jarra de
agua que guarda poca semejanza con aquellas hechas por los pueblos tribales en el
Ucayali. Como muchos de estos fragmentos provienen de colecciones de superficie,
322
Thomas P. Myers
es posible que esta pieza sea el producto del mestizaje de alfareros modernos de
Sarayacu.
Comparaciones y conclusiones
Aunque no es posible aún relacionar los estilos cerámicos de Sarayacu con aquellos
pertenecientes a alguna tribu moderna en particular, en el futuro, investigación adicional podría permitírnoslo. Hay muchas colecciones etnográficas de cerámica en
Europa y en los Estados Unidos que no han sido descritas aún. Además, cerámica
nueva puede aún ser recolectada de muchas tribus amazónicas, y podría ser de utilidad tener material comparativo de Brasil, Colombia y Ecuador.
Sin embargo, las cerámicas de Sarayacu sí guardan un número de similitudes con
respecto a productos modernos con los que yo estoy familiarizado y también con
cerámica arqueológica del Ucayali, la Amazonía peruana y el río Napo, Ecuador.
Aunque no es posible aún asociar parte de las cerámicas con alguna tribu en especial,
será necesario considerar la relación estilística de cada vajilla independientemente.
Básicamente, hay dos formas principales de vasijas sin decorado, probablemente
destinadas para cocinar: la vasija de borde evertido y la vasija de borde recto. Ambos
tipos de vasijas pueden ser desarrollos directos del Ucayali prehistórico. La forma de
borde evertido aparece primero en la fase Nueva Esperanza en Yarinacocha, fechada
en 770 ± 105 d.C. (N-312), pero es casi universal en la siguiente fase Cumancaya,
para la cual hay fechado de 810 ± 80 d.C. (Y-1545). Anterior a la fase Nueva Esperanza, los bordes rectos eran sido casi universales en las vasijas de cocina (Myers,
1970).
Las decoraciones corrugadas también tienen una antigüedad considerable en el
Ucayali, empezando por la banda de decoración corrugada en el borde o cerca del
borde de vasijas con borde recto en la fase Cashibocaño tardía. Luego, en la fase
Nueva Esperanza, el corrugado se extendió a todo el exterior de la vasija, y este
patrón continuó hasta mediados de la fase Cumancaya, cuando fue asociado con las
vasijas de borde evertido. En la fase Cumancaya, parece haberse unido la decoración
corrugada, y así es hoy en día en un minoría de los shipibo cuntí. Pero en Sarayacu,
la decoración corrugada casi nunca estuvo asociada con las vasijas de borde evertido
aunque fuera comúnmente hallada en aquellas con borde recto. Muescas en el borde
son ocasionalmente halladas en los bordes evertidos de la fase Cumancaya; son casi
universales en Sarayacu en las vasijas de esta forma, pero casi nunca son halladas en
vasijas de borde recto. Son comunes también en las vasijas shipibo de cocina que
tienen bordes evertidos.
Vasijas de borde evertido son también reportadas en el río Napo, Ecuador, para
la fase Tivacundo y para la fase Cotacocha. Curiosamente, no son importantes en la
323
Amazonas: Ruta Milenaria
fase Napo, excepto como piezas de intercambio (Evans y Meggers, 1968: 78). Nuevamente, estos bordes son encontrados en la fase Cushillococha en la Amazonía peruana (Harris, 1967). El corrugado no se ha encontrado en el río Napo, excepto por
fragmentos de intercambio de la fase Napo; pero el corrugado fue una rara variante
de decoración en la fase Cushillococha.
Por otro lado, la prehistoria Ucayali no ha producido evidencia de decoraciones pintadas polícromas similares hasta el complejo Caimito que está estrechamente
vinculado a la fase Napo y a otros miembros de la Tradición Polícroma. Mientras
que hay un número de similitudes importantes entre los productos de la Tradición
Polícroma y los policromados de Sarayacu, en particular en el contraste entre líneas
anchas y líneas delgadas, existen también un número de diferencias. En parte, estas
diferencias pueden ser atribuidas a las diferencias en la zona decorada. La mayor
parte de las decoraciones polícromas de la fase Napo son aplicadas a las superficies
de grandes urnas, mientras que en la cerámica Sarayacu el área decorada se reduce
a una banda en el lateral de un pequeño cuenco. Sin embargo, algunas de las piezas
grabadas con excisiones o incisiones si tienen diseños de banda, algunos de los cuales
utilizan la curva corrugada entre la parte superior e inferior de la banda para marcar
paneles separados tal como en el sub-estilo polícromo Sarayacu c. En general, yo diría que los policromados Sarayacu están más cercanos a las cerámicas con incisiones
y excisiones de la fase Napo que a los policromados de la fase Napo.
Hay otra clara distinción entre los cuencos de la fase Napo y aquellos de Sarayacu:
los cuencos de la fase Napo casi siempre tienen labios gruesos y planos, mientras que
aquellos de Sarayacu son por lo general delgados y redondeados, como eran los de
la fase Cumancaya.
Los alfareros cocama también contrastan líneas anchas y delgadas en una banda
alrededor del costado del cuenco similar a aquellos de la fase Napo, como hacen los
pano, panobo o shetebo quienes también emplean los paneles corrugados y una línea
diagonal de Sarayacu. Pero ellos no pintan la base de la vasija roja, mientras que los
cocama sí (Tessman, 1930: Bunt, II, III,VI).
La forma de jarra de agua también tiene antecedentes tan tempranos como la
fase Nueva Esperanza en el Ucayali, pero no es típica de la fase Napo o de otros
miembros de la Tradición Polícroma. Todos los alfareros modernos del Ucayali central —shipibo-conibo, piro, cocama y aún los omagua—lo usan hoy en día.
En resumen, los estilos cerámicos de Sarayacu se encuentran claramente dentro
de la Tradición Polícroma del alto Amazonas. Sin embargo, la relación precisa entre
todos estos estilos aún sigue sin poder establecerse.
324
Thomas P. Myers
BIBLIOGRAFÍA
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Capítulo IV
La ruta del olvido
y la memoria
indígena
Eduardo Fernández
Roberto Franco
Los Asháninca y Los Incas
Historia y Mitos
Eduardo Fernández
La presencia, influencia o conquista por parte de los incas sobre las tierras bajas
tropicales que se conocían como Antisuyo, ha sido y es hoy todavía objeto de discusión. Es en este tema, el de los límites del Tawantinsuyo. en que se funda uno de los
malentendidos de la cultura urbana peruana: la tesis de la universalidad del mundo
incaico llevada hasta los más lejanos rincones de la Amazonia. Por supuesto que esta
relación se explicita con un claro valor positivo y “civilizador” por parte de los incas,
negando a las poblaciones amazónicas algún aporte a la cultura de éstos. Tal posición parte de algunos cronistas que exageraban las dimensiones reales del incanato
y fueron reproducidas por la literatura en donde los mitos indígenas fueron mezclándose con las fábulas hispánicas u occidentales, como la de las Amazonas. Víctor
Andrés Belaunde, en su trabajo Los mitos amazónicos y el imperio incaico llega a la
conclusión por ejemplo que, “el mito del Dorado no tiene ninguna utilidad para la
historia incaica, no tiene ninguna relación con ella”. Sin embargo, las informaciones
de la Conquista hablan de incursiones a los territorios de los antis, como se llamó a
los indígenas de las tierras bajas, como la de Pachacútec alrededor de 1440; o la historia del jefe Chanca, Ancollao, que prefirió internarse a la selva antes que sujetarse
a los incas. En lo que sí están de acuerdo las crónicas es en las dificultades que padecieron los incas en la frustrada conquista de la montaña, sin embargo las diferencias
culturales con los antis no impidieron que los incas desarrollaran una red comercial
de trueques e intercambios que perduró hasta el siglo pasado; fundamentalmente a
través del río Urubamba. En un exhaustivo trabajo F.M. Casevitz concluye que, “ni
los incas ni los selváticos de la Montaña saliendo de su medio ambiente, hubieran
sido capaces de conquistarse el uno al otro, es decir implantarse duraderamente por
329
Amazonas: Ruta Milenaria
las armas y controlar los pueblos, exigiéndoles sumisión y trabajo; tuvieron que sustituir una política de intercambios al esfuerzo de las armas”. Posteriormente en un
estudio compartido amplía sus fuentes para dilucidar las relaciones entre los incas y
los “chunchos” y luego la de estos con los españoles, dejando también planteado el
desafío de escuchar la versión de los de “abajo”, es decir la de los “chunchos”, que
no eran otros que grupos Arawak que habitan hasta hoy las vertientes orientales de
la cordillera por debajo de los 1500 m.s.n.m. Esta posibilidad rompería con una de
las nociones mas perniciosas que nos legó el funcionalismo, “. . . la de los pueblos
aislados, cerrados sobre sí mismos, viviendo cada uno por cuenta propia una experiencia particular de orden estético, mítico o ritual”, desconociendo, que antes de la
Conquista, “nada de lo que pasaba en una (población) era ignorado por sus vecinos,
y las modalidades según las que cada cual se explicaba y se representaba el universo
eran elaboradas en un diálogo ininterrumpido. . .”. En este trabajo intentaremos ver
en relación aspectos fundantes tanto de la cultura incaica como de los asháninca,
grupo arawak del piedemonte oriental.
La historia
Los asháninca, conocidos vulgarmente como campas, también fueron denominados
antis, pilcozones, manaries, minarvas y chunchos, compartiendo estos nominativos
con sus vecinos, machiguengas, también pertenecientes a la familia lingüística arawak
y con un estrecho parentesco que incluye grandes similitudes en el vestido: la cushma, túnica tejida de algodón; las coronas adornadas con plumas, la mitología y los
rituales, que hizo que los primeros españoles que tomaron contacto, no distinguieran
las diferencias fundamentalmente basadas en el etnónimo y en el dominio de una
zona geográfica, sin dejar de mencionar que había una región donde las dos etnias
compartían el mismo espacio o por lo menos estaban en contacto permanente: esta
es la del bajo Apurímac desde la confluencia con el Mantaro, subiendo hasta Espiritupampa, donde está la división de aguas de los ríos que van a la cuenca del Urubamba, como el Kompirushíato. Más abajo se conocen todavía “varaderos”, pasos
que comunicaban la cabecera de un río con la cabecera de otro que nace en sentido
contrario, como los que comunican desde afluentes del Apurimac con el Picha que
desemboca en el Urubamba. Un aspecto que confirma también el estrecho contacto
asháninca-machiguenga son los topónimos; los ríos afluentes del Urubamba repiten
los nombres de los afluentes del Apurímac-Ene.
A lo que vamos, es que ambas etnias estaban relativamente cerca de la zona última
de refugio de los incas: Vilcabamba; y de hecho, veremos en las crónicas cual fue la
relación que hubo entre ellas y los andinos. Como dijimos antes, hay evidencias de
una permanente relación comercial entre los pobladores de los dos pisos ecológicos, de abajo salía coca, tabaco, plantas aromáticas, plumas, maderas; mientras que de
arriba bajaban, fundamentalmente, objetos de metal. Sin embargo, para este estudio
tomaremos una fecha referencial que nos permite comparar las crónicas de la Con330
Eduardo Fernández
quista con las informaciones que todavía hoy guardan los asháninca: 1540. cuando
los últimos incas se replegaron a Vilcabamba y luego a la región de los manaries
donde aconteció ia captura del último Inca en 1572.
Este repliegue comenzó, según Tito Cusi Yupanqui, cuando su padre estando en
Olíantaytambo, y decidió “. . . de quererse entrar en los Andes. . .” (diciendo) “Como
los españoles y más mis hermanos me desposeyeron de mi tierra y aun me trataron
la muerte de la cual yo me libré. . . ya me parece va haciendo tiempo de partir a la
tierra de los Andes. . . Llegado a esa tierra Manco Cápac “quiso hacer una tiesta muy
solemne convidado por los Andes y gente desta tierra”.
Pasados los tiempos de resistencia de Manco Cápac, Sayri Túpac y Titu Cusi, el
avance español, con la llegada del Virrey Toledo, fue imparable y Túpac Amaru bajó
hacia los manaries. Hacia allí partió el capitán Loyola por el río de los Guambos que
lo llevaba a esa tierra. En su bajada por el río vieron un grupo de manaries pescando,
y los soldados españoles los prendieron, “dellos tupo que el dicho Topa Amaro cftaua
en un lugar que te llama Momori”. La noche siguiente Túpac Amaru fue capturado
y posteriormente ejecutado (decapitado) en el Cuzco.
Vale la pena la aclaración del pasaje de la crónica que dice que al entrar “el dicho Capitán Loyola en la tierra al paffar en río muy caudalo fo, le falio de guerra el Cacique
e Yndios Momori”. Se habla entonces de un lugar, un “Cacique” e “Yndios” llamados
Momori; ahora bien, con este término se nombra en asháninca y en matsiguenga
al pez sábalo (Brycon sp.) pez que, como muchos otros en la Amazonia, hacen migraciones estacionales para el desove, en el caso del sábalo los asháninca lo conocen
también como “surcador” (que remonta el río) y saben los lugares donde llegan las
“mijanadas” cosa que aprovechan para pescar antes de que comience el desove. De
tal forma que discrepamos con la opinión de F.M. Casevitz en que no había tal lugar ni parcialidad momori, porque en matsiguenga se diría mamoriari o mamoriato (8),
es posible que el cronista retuviera solamente una parte del topónimo y que luego
aplicará este al nombre del cacique y por ende a su gente. No sería este el técnico
caso en las crónicas, sin embargo, conociendo la lógica de las denominaciones topográficas y de los etnónimos de los asháninca podríamos afirmar, que sí existía tal
lugar y mamoriato, como sugiere Casevitz, sería “lugar de sábalos”, o mamoreni, “río
de sábalos”; por su parte los pobladores, como era costumbre, antes que fueran agrupados en misiones o pueblos se llamaban a si mismos, por ejemplo: poyenisatis “gente
del río Poyeni”, para diferenciarse de los vecinos de su misma etnia, no olvidamos
que tanto matsiguengas como ashánincas tenían asentamientos dispersos.
Volviendo a las fuentes históricas, tenemos las informaciones del Padre Font de
su entrada a los pilcozones en el año 1595 y por las descripciones que hace y los
topónimos y nombres que menciona, confirma que su contacto era con poblado331
Amazonas: Ruta Milenaria
res ashánincas o matsiguengas. Si bien hay otras fuentes, preferimos dar un salto de
unos cien años y retomar lá historia de la relación de los incas con los ashánincas,
que adquiere singular valor por el hecho que para esa época estaba prácticamente
consumada la conquista.
Por el año 1665, en la misión de Panatahuas trabajaba Fray Manuel Biedma
quien, “se hallaba asistiendo a la Nación de Indios Callisecas, donde tuvo noticias
del mucho gentío, de que contaba la Nación de los Indios Campas. . . por lo que
consiguió de los cautivos de ellos, que tenían los Callisecas. . . consiguió. . . le diesen
los Callisecas un indio Campa; el que agradecido a su libertad le instruyó en las cosas
de la Nación Campa” y prosigue el mismo Biedma en su Relación.
También se hubo entonces otro cautivo (campa) adulto que con las especiales e individuales noticias que daba a su nación, avivaba los espíritus, siendo espuela al más tibio; a mi
por lo menos lo fue y desde entonces me abrazaba en fervorosos deseos de descubrirlos,
sacando al dicho indio a Panataguas. En el pueblo de San Buenaventura de Tulumayo,
asistiendo el día de Corpus a la procesión solemne, hizo reparo en una hermosa custodia
que llevaba el sacerdote en sus manos, quien advirtiendo el alboroto que tenían los demás
indios con el recién venido por lo que informaba y decía, acabada la procesión, le hizo
llamar inquiriendo la causa del desasosiego que tenía, dijo el indio que en su tierra, más
abajo. . . rendían vasallaje muchas y diversas naciones con los. . . y de ellas, el cual traía en
la cabeza y se coronaba con una diadema de rayos de oro, a manera de la que el padre
traía en sus manos. Llamaban el gran señor; unos Gabeinca, que quiere decir el poderoso
Inca; otros le llaman Pachecama, que dice el dueño y señor de la tierra; otros le llaman
el rey Enim, atribuyéndole el dominio de las aguas, de donde toma su denominación el
gran río Ene, cuyas aguas pasan rindiendo la obediencia y besando por ambas orillas las
faldas de dos tan famosos como suntuosos pueblos, que a la verdad no son sino ciudades,
que está una frontera de otra a manera de fuertes castillos para que no pase cosa por el
río sin el examen de sus ministros. El un pueblo se llama Picha, que está a la banda izquierda del río; y a la mano derecha el otro, Masarobeni o la ciudad donde habita el rey,
que está pasadas dichas dos poblaciones, es tan grande que en un día entero no se puede
andar y algunos dicen en tres.Viola un religioso llamado fray Gaspar de Vera, predicador,
religioso de toda verdad, gran ministro del santo Evangelio y de virtud conocida, que
manifestó Dios con algunos prodigios en su muerte; el que yo vi que la cera con que se
alumbró toda la noche su cadáver, que fueron cuatro cirios y cuatro velas de a libra y la
que sirvió al entierro, que fueron ocho de cada género dicho, que puso un devoto, no
mermó un adarme siquiera, de que soy testigo con otros muchos que lo admiraron. Este
siervo de Dios vio por sus ojos desde la falda de la cordillera la dicha ciudad que decía era
una nueva Sevilla, cuyos edificios y torres daban claras muestras probando la soberanía y
grandeza de la majestad de su dueño; no pudo por entonces arrojarse adentro, porque no
convenía ni tenía orden para ello.
332
Eduardo Fernández
Sírvase el dicho rey con vajilla de oro, los platos hechos en forma de mates, el palacio
donde vive le adornan hermosas colgaduras de plumas que siendo de diversas aves de
varios y hermosísimos colores sobre paños de algodón entretejidas curiosamente, forman
exquisitas y singulares labores y bordados, que sirven de materia de admiración y de deleite a la vista. Los materiales le ofrecen a manera de tributo las naciones que le reconocen señor; porque unos pagan tributos en plumas y pajaritos muertos que le ofrecen en
unas petaquitas curiosamente labradas de juncos y carrizos, que las he visto varias veces;
otros en oro, por ser tierra de él y tenerle en abundancia, otros lo dan en flechas y de esta
suerte tiene distribuida y determinada la materia del tributo según la diversidad y poder
de las naciones y vasallos.
Las provincias que le tributan, de que tengo ciertas y casi palpables noticias, son los
amaguas, camaguas, cunibos. campas, camparites, tomeri, sagoreni, pisiatari y los bravos
araquirianos y apererianos y la gran nación de los trabas, que confinan con los españoles
que hacen entradas por las tierras de arriba; y otras muchas naciones y parcialidades que
no pongo por no tener la certeza de que estas obras, de quienes he experimentado y
visto la gente y naturales que me han venido a ver en diversas ocasiones. Cuando fui prelado, aunque indigno de la conversión de panataguas, hice entrada dos veces solicitando
descubrir esta nación y aunque caminaba hacia el sur, que es a donde caen respecto de
panataguas, nunca pude dar con ellos, porque la aspereza por aquella parte es mucha y la
serranía dobladísima y acordándome que aquel indio había dicho que distaba su nación
del Cerro de la Sal doce días, que él solía de ordinario salir todos los años por sal, determiné buscarlos por esta parte y tuvo buena ocasión mi deseo, porque entonces salían seis
ministros, hijos de esta provincia, a entrar a dicho cerro.
Posteriormente en su relación, Biedma narra;
Había venido con la gente él curaca de los quientimaris y quientimiris, llamado Mabiayendi, con alguna de su gerte y dieciocho o veinte indios que decían eran de abajo;
después supe que eran de aquellos dos famosos pueblos Picha y Masarobeni, vasallos del
rey Enin. Con una curaca que ocultaba el serlo, díjomelo con mucha encerecimiento
y secreto nuestro Tonté y él en su estilo y modo (aunque mas se disfrazaba) se daba a
conocer. Este vivía con mucha gente que ocupan, en hacer ropa de algodón, mantas,
camisetas y paños, con que comercian trocándolo por herramientas, y tenía su asistencia
en la cordillera grande, en la parte que mira hacia nosotros y le llaman Vehitiaricu, que
quiere decir Atalaya, el que mira, el que descubre. Esta cordillera atraviesa por medio de
la montaña de sur a norte; es muy alta y en partes tiene nieve; no es prolongada de cerros
como la de la sierra, porque ensubiendo a lo alto se baja luego (sin más lomas ni cuestas)
a hermosísimas llanadas, pampas, sabanas, muchos pajonales. . .
Si bien el contacto de Biedma con los presuntos incas fue esporádico y nunca
llegó a la ciudad del rey Enin, sí es evidente que sus informantes campas tenían
333
Amazonas: Ruta Milenaria
conocimiento de las costumbres y ubicación geográfica de los incas. En la toponimia
actual encontramos un río Picha (y también Pichari) y un poblado Masarobeni; además la descripción de la “cordillera grande” coincide con la cordillera de Vilcabamba
que divide las cuencas del Ene y el Urubamba, también los etnónimos quientiinarís
y quientimiris son Asháninca o Matsiguenga; por lo que insistimos que éstos estaban,
si bien es difícil comprobarlo a través de esta crónica, en contacto y conocimiento de
lo que acontecía entre los incas. Por último, en la insurrección de Túpac Amaru (José
Gabriel Condorconqui) en 1780, se volvió a hablar de alianzas con los “chunchos”
y este movimiento que tuvo implicancias pan-andinas no pudo no llegar, aunque
sea como noticia, a los pobladores asháninca que ya habían producido la sublevación
de Juan Santos Atahualpa, quien también se decía Inca. Hasta aquilas evidencias que
nos proporciona la historia escrita. Ahora veremos la visión de los incas que tienen
los actuales asháninca.
Los mitos
Anteriormente hemos publicado mitos que narran el acontecimiento de la muerte
del Inca y el origen de los viracochas —los hombres blancos—. Las versiones que
transcribimos a continuación dan nuevos ele-mentos para dilucidar la relación ideológica que hasta hoy persiste entre los míticos incas y los actuales asháninca.
Cuando el Inca quizo represar el río Tambo
“Antiguamente el Inca quería represar este río: mientras lo hacía, un asháninca
que lo veía le preguntó:
—¿Por qué lo haces?—
Pero el Inca seguía su trabajo; cuando terminó vió el asháninca lo que había hecho el Inca y vió que tenía mucho oro.
—Ahora el que manda soy yo —dijo el Inca—, hay mucho oro, podrás agarrar
lo que quieras. . .
—¿Y cómo harás tu? — preguntó el asháninca.
—¡Así! —contestó el Inca — aquí tengo mis sirvientes, ellos harán el trabajo.
El asháninca vió que él tenía muchos criados y le preguntó a uno:
—¿Porqué sirves al Inca?
—Por nada, por nada... —contestó el criado y siguió trabajando en la represa del
Río Tambo.
334
Eduardo Fernández
Pero el asháninca insistía:
—No lo tapes, ¿por qué desvías el cauce del río? No lo hagas, cargará el río y
después morirán muchos asháninca.
—¡Cállate! — le contestaba el Inca.
Y por más que insistió el asháninca no pudo convencerlo que no hi-cieran la represa, porque los que trabajaban para el Inca eran sus propios parientes. Sus sirvientes
eran su familia.
El asháninca le pregunto al Inca
—¿Por qué lo haces?, ella es tu hermana, ahora tú y tu hermana ser-virán para
siempre — conjuró el asháninca.
—¡Cállate! — gritó el Inca.
Pero el asháninca insistía: — ¿Por qué lo haces con tu sobrina?
—¡No!, no lo hacemos — se disculpó el Inca.
—¡Sí! ¡Tú lo haces y desde ahora lo harás siempre! Tú y tu sobrina siempre lo harán, y también lo harás con tus otros parientes — nuevamente conjuró el asháninca.
Entonces se enfureció el Inca y comenzó a amenazar:
—¡Los terminaré a todos los asháninca! ¡Voy a represar el cauce del río y todos
morirán! Te dije que te callaras, que aquí’podías tener mucho oro, yo te iba a dar.
¡Ahora todos morirán!
—¡Mientes! ¡Tú mientes! Así eres tú. . . —le contestó el asháninca.
Entonces el Inca se escapó, no sabemos donde. Su criado se lamentaba:
Y llegó el gran incendio, cayó esa lena tsivacatsi, que nunca se apaga y quemó toda
la tierra, también se quemó la mala hierba tojarinivei. ¿Por qué hizo el Inca ese incendió? Por su culpa murieron muchos asháninca. El pensaba: “Se terminaron todos los
asháninca”, pero no, no murieron todos.
Así fue cuando el Inca quizo hacer una represa aquí en el río Tambo y un asháninca no se lo permitió. El Inca hacía trabajar a sus parientes y tenía relaciones
335
Amazonas: Ruta Milenaria
sexuales con su hermana y su sobrina, y el asháninca los conjuró para que desde ese
momento siempre lo hagan así.
(Versión recogida en río Tambo, 1981)
Las cosas que hacía el Inca
Ahora voy a contar de este que le llamaban Inca. Sí, ellos fueron los que hicieron el dinero, antiguamente hicieron mucho dinero y fabricaron ha-chas, machetes,
escopetas, ollas, todo hicieron, todo esto que vemos ahora. No hizo una cosa, sino
muchas cosas. Pero lo malo es que antiguamente a ellos los mataron. Cuando llegaron los españoles, estos vieron que tenía mucha plata los incas, y por eso los mataron.
Del Inca oí que su conducta era de plumas de gallina. Si no fuera que los han matado a los incas, ¡cómo estarían ahora! Sí, tendrían mucho dinero solo este que dicen.
Aunque agarre la plata el viracocha, acaso él lo fabrica? A ellos él les da allá, como
ahora a nosotros, esto que nos dan a nosotros, poquito y creemos nosotros que el
nos da mucho. . . Allá, todas las cosas él hace, pero antes ellos querían enseñar a los
españoles.
Ahora, estos españoles, ¿de dónde han venido? Seguro que han salido de la laguna; ¿no dicen que así fue? Todos estos que son españoles, han salido de la laguna, no
ves que son los mismos viracocha, también los gringos. Nadie ha salido de aquí. Solo
nosotros somos de. aquí
¿Acaso el dinero lo hizo el viracocha? No lo hicieron sino los incas, ellos lo hicieron,
ellos les enseñaron también su idioma, también fabricaron ollas de barro; ¿acaso los
asháninca les enseñaron? sino fue ellos.
No sabemos como habrá hecho a la piedra los dibujos el Inca. Las hachas que están en la tierra, si escarbamos las encontramos, ellos las hicieron antes.Yo he visto allá
en río arriba del Perene, dicen los asháninca que hay ollas de barro t]ue están en una
gruta allá en el Perene; ¿cómo subieron arriba? Subieron poruña escalera de piedra,
se fueron hasta arriba y dejaron una olla grande de barro, ahí está ahora, con esa olla
preparaban su ayahuasca antes, dicen que el Inca antiguamente tomaba su ayahuasca
con el Condor Amempori, con nosotros también, con los asháninca que viven aquí.
Antiguamente los incas fueron así, eran buenos, ellos cualquier cosa que querían
lo hacían bonito, así como flechas; nosotros no hicimos nada, ni nuestro idioma hicimos, el Tasorenísi lo hizo, hizo todo esto que comemos.
336
Eduardo Fernández
Los huecos en los cerros también el Inca los hizo, otro no puede hacerlo, si el
asháninca lo hubiera hecho... A la piedra grande, ¿acaso nosotros podemos hacerle
hueco? Como habrá sido... ¿sería blanda la piedra. . .? El Inca antiguamente lo hizo;
yo lo he visto allá río arriba el hueco que casi hizo un. serrano pero no pudo, poco
le hizo hueco, pero el Inca sí logró hacerle hueco a la piedra. ¡Mira todas las cosas
que hizo con piedras, todo hizo!
Pero nosotros no sabemos, nosotros no podemos decir que hemos hecho algo,
no hicimos el machete. Mira, ¿cómo se hace si se rompe el machete, acaso podemos
arreglarlo? Solo el Tasorentsi lo arregla. El ha hecho la brea tsineri, con eso sí lo podemos arreglar el mango, lo derretimos y sale nuevo, pero con el machete no podemos
hacerlo, pero los incas sí podían.
A los viracocha nada les falta, tienen hachas. Nosotros cuando Se rompe nuestra
hacha, ¿acaso podemos arreglarla? No podemos arreglarla, no podemos decir a nuestros paisanos: “vamos a arreglarla”. Los viracocha. liemos oido de ellos que las arreglan,
variros a hacerlo arreglar, ¿cómo hacen para arreglarlo? El español ha tenido quien
ló ayudó: el Inca”.
(Versión recogida en río Tambo, 1981)
El Inca que se fue con los amuesha
Antiguamente al Inca, dicen que lo veían en río arriba. Bien antes, otros que
nacieron, los antiguos. Después vino otro, parecido, como un serrano piohcona: lo
vió una asháninca que salió el serrano, bien rota su ropa; fue frente a él y se arrodilló
frente al asháninca:
—¿Has oido de mi papá Inca antes? Lo invadieron los diablos viracocha —le preguntó.
El asháninca no creía que él fuera de los que mataron los viracocha. El pioncona le
repitió otra vez:
—¿Has oido de los incas, que tuvo mucha gente antiguamente? Entonces construyeme casa para que pueda dormir yo.
Pero el asháninca no le creía y lo hizo dormir en su gallinero, ahile hizo su tarima
arriba, el subió, pero se cagó el hijo del asháninca. Entonces lo llamó al pioncona y le
dijo:
— Ven, para que envuelvas a mis hijos y botes su caca, te has llamado inca.
337
Amazonas: Ruta Milenaria
Y en la mañana también le repitió, al día siguiente también le repitió la misma
cosa, así por bastante tiempo lo tuvo al pioncona: limpiando caca...
Pero tiempo ya oían la noticia en río abajo, hasta en el Río Perene donde viven
los amueshas. que ahí vivía un Inca, de los que mataron los viracocha antes en el río
arriba.
Voy a ir yo a visitarlo, a ver si es verdad que es serrano pioncona o es el Inca —dijo
amuesha.
Se fue, “tanganeó” en su balsa hacia río arriba; iba de casa en casa preguntando
donde vivía esc asháninca que había recibido al pioncona.
Siguió tanganeando y llegó, lo vió que estaba en su gallinero. Fue donde estaba él
y le habló en su idioma, el Inca le contestó:
Yo soy, he venido, pero estos no saben quién soy; yo les iba a ayudar. Antes de que
mataran a mis paisanos los viracochas, ¿habrás oído?
—Sí, he “oido que antes tenían mucha gente. —Contestó el amuesha.
—Yo soy el que ha venido; hazme una casa —le ordenó el Inca.
Agarró el amuesha y le construyó su casa; el Inca subió y se cambió de ropa, se
puso su pantalón nuevo, parecía un viracocha, y luego conversó hasta el amanecer; se
puso su corona de plumas que brillaba. En la mañana subieron a la balsa y se fueron.
...Miraban los asháninca de allá y se preguntaban:
—¿Él era...?
Lo llevó el amuesha hasta la boca del río Perené, luego surcaron hasta llegar río
arriba. Allá hizo construir una casa bien alta, la acabaron, amarraron su tarima arriba
y ahí lo dejaron...
Ellos subían a pedirle, cualquier cosa que necesitaban, él les daba. Hasta que el
Inca se hizo el muerto y ahí desapareció...
(Versión recogida en río Ene, 1981)
338
Eduardo Fernández
Las casas del Inca
Ahora voy a contar del Inca que construyó sus casas... en todos los lugares hizo
sus casas, él hacía sus casas de piedra, las paredes también son de piedra, eso no se
pudre, hay hasta ahora lo que el Inca construyó.
En donde lo mataron antiguamente, ahí están ahora sus casas, ahí están. Decían los
asháninca antes, cuando todavía llegaban los de Chiquireni, les pregunté:
—¿En dónde está la casa del Inca?
—Ah... sí conozco, está arribar en filas están sus casas, no están cruzadas. No son
de madera sino que son de piedra, bien dura... ¿Cómo lo harían? Bien bonito es, así
nos da sombra que no nos hace nada, ahí podemos vivir, no sufrimos cortando palos,
todo está listo... Ahí están ahora sus casas, todavía están paradas, no se han podrido. . .
Dicen que criaban animales, criaban vacas, así eran antes los incas, ellos eran los
dueños de las vacas. ¿Cómo habrá sido antes, cuando los mataron los viracochas? Dicen que les quitaron sus vacas, y sus paisanos que están allá, que viven en otro sitio,
vinieron a visitarlos y no había nadie...
Se llevaron sus coronas, le cortaron su cabeza al Inca, y su carne, o sea su cuerpo,
se juntó con sus compañeros. Los viracochas lo mataron y siguieron de frente, todos
murieron.
Otros vinieron y vieron su .escritura, y dijeron:
—Era Itomi Pava, Hijo del Sol, ¿por qué lo han degollado? Los viracochas agarraron su corona, su olla de barro y su cuerpo y se los llevaron. Si lo hubieran recogido
sus paisanos. . . ellos iban a guardar su cabeza, no hubiera muerto. Por eso que hay
viracochas ahora.
Ellos eran muchos antes que los degollaran los viracochas, habían muchos paisanos
y seguían aumentando. Ellos mismos construían sus casas bien fuertes que no se
caen, que duran muchos años, que no se pudren; si hubieran estado hasta ahora no
escucharíamos que “hubo incas antiguamente....”
Ahora, vemos sus casas y decimos: “Aquí está la casa de los incas que antiguamente oimos que los españoles los mataron”.
Ahora son otros los que entran aquí, he visto que no es igual lo que hacen ellos,
como los incas que los viracochas terminaron. Ahora a los serranos los convirtieron
en viracocha, su mismo pantalón se pone, negro, blanco: ¿en qué forma lo hicieron...?
339
Amazonas: Ruta Milenaria
¿Cómo convirtieron la piedra en pantalones amarillos, rojos, como los que tienen
ahora...?
(Versión recogida en río Ene, 1982)
Cuando el hijo del Inca pescó a los viracochas
“Ahora voy a contar sobre el Inca que vivía allá, río arriba, allí era su casa, allí
vivían todos sus hijos y a estos les decía:
—Estén tranquilos, no fastidien a los viracocha. No se antojen de lo que tiene él.
Pero uno se antojó de las gallinas, que eran bien grandes, que vivían en la laguna.
Dicen que el Inca tenía puesta su corona, que él era el dueño del dinero. Su hijo
tuvo la culpa porque tenía relaciones con su hermana.
El Inca siempre decía:
—Hijo, no fastidies al viracocha, déjalo tranquilo.Vamos a vivir tranquilos, porque sino
ya no viviremos en paz.
—Papá, ¿pero no nos darán esa gallina?
—Si es que vienen nos cortarán, nos matarán, —decía el Inca.
—¿Cómo nos van a cortar. . .? Una nomás voy a anzuelear. . .
Su padre le advertía que no lo haga pero el no hacía caso, era un desobediente.
Dicen que el Inca tenía muchos hijos y nosotros vivíamos aquí. Luego le dijo otra
vez:
—Déjalos, que vivan tranquilos ahí, anda y trabaja.
Entonces macheteó,“tsatic”, toda la laguna la macheteo, y construyó una inmensa
casa para que vivan las gallinas que salían; las vió su hijo y dijo:
—Papá, me ha gustado esa gallina ¡Bien grande!
Y la siguió para agarrarla, pero la gallina saltaba al agua, “tsapo”. El quería agarrarla para criarla, y seguía insistiendo:
Y se fue a pescar sin hacer caso a su papá. Puso de carnada yuca pero no picó,
después le puso un plátano y no picó. Al rato dijo:
340
Eduardo Fernández
—Vamos a anzuelearla.
Y se fue a pescar sin hacer caso a su papá. Puso de carnada yuca pero no picó,
después le puso un plátano y no picó. Al rato dijo:
—¿Que le voy a dar de carnada...?
El tenía su hermanito pequeño, lo agarró y lo metió en la laguna; al rato jaló, dicen
que él creía que era una doncella, lo jaló “tinic”. ¡Era un viracocha!
El Inca estaba durmiendo y vinieron los viracochas y con su espada y lo amarró con
soga en el palo. Estaban en fila, pelearon pero seguían saliendo más. Su hijo gritó:
—Papá, ¡vienen los viracochas!
—¿Cómo...? Todavía sigues fastidiándole, perdonar?
No podía escapar. Estaba atado. No podía moverse, eran muchos. Luego lo agarraron y se lo llevaron.
—Ahora vamos a matarlo, —dijeron los viracochas.
Esperaron un rato, dicen que no moría; le quitaron su plata, le quitaron todo; después le cortaron la cabeza. Su hijo se fue río abajo. Al Inca lo despedazaron, su mano
está río arriba. Su hijo decía:
—Yo creía que uno solo iba a anzuelear y que él me daría una gallina.
Mataron a todos los incas, a Atahualpa se lo llevaron y allá su cabeza hablaba a
pesar que se la había cortado. Decía, “que me quitaron la plata”.
Su hijo decía: “Ahora a mi papá lo han cortado, a nosotros ya nos tocará...” Quiso
escapar el hijo pero lo buscaron, lo encontraron y lo agarraron, “shepi”: “Por fin lo
capturamos a este que era su hijo, ya no oiremos hablar de él.Vamos a acabarlo como
a su padre. —Dijeron los viracochas.
Al Inca se lo llevaron los españoles a su casa, el ya no veía su casa pero seguía hablando, dicen que él mismo les indicó donde estaba el dinero, y decía:
—Estos no estarían aquí, mi hijo tiene la culpa, por su culpa me han matado, el
hacía el sexo con su hermana, y eso no sirve, no es bueno.
(Versión recogida en río Tambo, 1981)
341
Amazonas: Ruta Milenaria
¿Cuándo volverán los Incas?
Yo no sé en donde viven los incas, pero he oído hablar de ellos. Mi abuelo me contó,
el no vió de donde vinieron, una vez me contó, me dijo que antiguamente vivían
cerca, que eran gente como nosotros. Me contó que vivían cerca a una laguna y
siempre escuchaban que jugueteaban en el agua; ellos creían que era un pez doncella,
siempre se escuchaba: “poc. poc, poc...”
Un día dijo el yerno del Inca:
—Voy a anzuelear a la doncella, el está jugando con el agua, la oigo ahora... Su
mujer le advirtió:
—No la anzuelees, hay alguien que vive en la laguna...
Pero él no hizo caso, llevó su anzuelo, llevó platano viracochapa y lo lanzó al agua;
luego de un rato, jaló su cordel, él lo había amarrado en un palo, de la soga jaló y el
vino, lo desató y lo jaló “tinic”, “tinic” y cuando lo vió ¡era gente! Salió, estaba con
pantalones. Agarraron al padre del Inca que estaba en su casa emborrachándose y se
había quedado dormido, vinieron corriendo por él pero lo convirtieron en piedra.
Vino otro, lo agarró, lo cortó, lo despedazó y vió que e’l era el Inca, él era el dueño
de la plata. Le quitaron la plata pero no vieron por donde se fue el que le cortó la
cabeza.
Después que yo nací, contaban que lo había anzueleado al que se llama Viracocha, que
lo sacaron de la laguna, que lo anzueleó el yerno del Inca y el Viracocha fue quien
lo decapitó. No se dónde se habrá ido el que lo degolló, si serán los españoles. Esto
es lo que oí del Inca. Que había incas, siempre lo recuerdo... Pero, ¿cuándo volverán
los incas...?”.
(Versión recogida en río Ene. 1982)
Cómo nacieron los viracocha y el comero que defendió a los asháninca
“Ahora voy a contar como anzueleaxon al Viracocha. Antiguamente a estos españoles que no tienen compasión por los asháninca, a estos viracocha, los anzuelearon.
Cuando todavía estaban los incas vivían en Paquitsa panco, allá abajito en Chiquireni,
¿dónde será...? Allá arriba, en la que se llama laguna Marapango, ahí es donde habitaron los incas.
Siempre en esa laguna oían salpicar y ellos creían que era un pez. El Inca se emborrachaba con su yerno y escuchaba en la laguna que aleteaba, creían que era un súngaro,
342
Eduardo Fernández
pero eran los viracochas que estaban desnudos mirando. Cuando oían ese aleteo, dijo
el yerno al Inca: “Voy a anzuelear a ese súngaro porque no hay que comer en este
masateo y tenemos hambre”. Se fue a anzuelear y le dió de carnada pescado, pero
no picaba, le dió yuca chan’ cada, tampoco picaba; luego le dió de carnada papaya y
nada. Todo probó pero no picaba, aunque le daba lombriz varias cosas le dió:
—A ver, le voy a dar plátano.
Y le dió ese plátano que se llama viracochapa, lo metió en el anzuelo, lo hecho al agua
y esperó un rato. Esperó, esperó y luego comenzó a jalar “ti-nic “tinic”, lo dejó que
se llevará el anzuelo y luego jaló; el pez se hundió, lo jaló hasta la orilla y de repente
vio: era un viracocha. Más tarde salieron más viracocha y salieron también sus padres.
Y allá, el padre del Inca estaba durmiendo porque él estaba borracho. Su hija que
estaba parada vio que venían los viracochas y gritó:
—¡Papá! Vienen los viracochas, los ha anzueleado tu yerno...!
Pero como estaba borracho no hizo caso y siguió durmiendo, tenía mucho sueño.
Así fue que los españoles comenzaron a matar a los incas: agarraron a su yerno y sus
hijas también. A todos los incas los mataron, los descuartizaron, a todos los acabaron.
Uno de los incas dijo: “¿Por qué nos mataron...?”, él es Itomi Pavá, Hijo del Sol.
Un viracocha cogió la cabeza del Inca, la metió en su maleta y se la llevó, por eso es
que hasta ahora siguen aumentando los viracochas.
Estos viracocha que antiguamente descuartizaban en la tierra se terminaron, matándolos se vengaron los asháninca. Ahí es cuando terminó la masacre en toda la selva.
A los antiguos asháninca los quemaron los viracocha, los mataban, hasta que llegó un
sheripiari, el que chupa tabaco, Cuentan que donde está el cerro que se llama Comairontsiniqui, ahí fue donde mataron a todos los víracochas antiguamente; a ese cerro
después de un tiempo llegaron ellos, ahí vivían mis paisanos, muchos. . .
—Vamos para que los cortes, — les dijo el sheripiari a los viracocha.
Y se alegraron estos que descuartizaban; — Bueno, vamos, - dijeron.
—Buenos, vamos, —dijeron.
Y fueron debajo de un peñasco, allí durmieron;
343
Amazonas: Ruta Milenaria
—En la mañana llegaremos donde mis paisanos y los cortarán, son muchos. —les
decía el sheripiari.
Y allá arriba del peñasco alumbraba, ellos se reían de la luz del peñasco. Al rato, del
peñasco salieron unos animalitos igualitos como ardillas, que venían saltando. Los
viracochas cuando los vieron se reían pero esas ardillas comenzaron a transformarse en
comero. Toda la noche se escuchó “toe”, “toe”, “toe”, el sonido de sus escopetas que
disparaban, entre ellos mismos se mataban, los comero no morían.
Toda la noche los atacaron, en la mañana acabaron con todos. Al que dicen “padre”, a
él lo dejaron con su sacristán, sólo le rompieron su ropa y le arañaron su muslo hasta
sus pies, en su espalda también. En la mañana, los comero desaparecieron. Al rato vino
el sheripiari y dijo a los viracochas: “A los incas los has matado, los has cortado y los has
quemado. Así ibas a hacerme a mí y a mis paisanos. Ahora vete y dile a tus paisanos
que no vuelvan. Si regresas aquí los terminarán el comero.
Así fue como los viracocha no pudieron matar a todos los asháninca.
(Versión recogida en río Ene, 1982)
Conclusiones
La mayoría de las narraciones asocian al Inca con la aparición de los viracochas (los
españoles), estos nacen de una laguna, coincidiendo con las versiones andinas del
origen acuático de los viracochas, por ejemplo con las que los ligan al Lago Titicaca.
También los Incas son “creadores”, “inventores”, por así decirlo, en los mitos ashaninca: ellos horadaban la piedra, hacían el dinero, tenían casas incorruptibles por el
tiempo. A diferencia de las casas de madera de los asháninca que se pudren con los
años, dicen los mitos que las casas de piedra de los’incas todavía están allá. También
ellos fueron los que “hicieron” las hachas, los machetes, las ollas, objetos muy valorizados por los actuales asháninca.
El primer mito que aquí transcribimos nana el manejo de las aguas que hacían los
incas, ahora, esta empleo está asociado, en el mito, al hecho que el Inca hacía trabajar a sus parientes, y mas aún, tenía relaciones sexuales con ellos, lo que llevó a que
el asháninca interlocutor en el mito, (posteriormente el narrador nos dijo que este
asháninca era un sheripiari: un chamán) hiciera una serie de conjuros como castigo
al incesto del Inca y al hecho de hacer trabajar a sus parientes, “tú lo haces y desde ahora lo harás siempre”, maldice el asháninca. Tanto el incesto como el trabajo
esclavo de los parientes son hechos tan condenables en la ética asháninca que bien
merecido entonces, para ellos, está el castigo que le llevó al Inca. Este castigo viene
también por la desobediencia del hijo del Inca que pesca en la laguna donde esta344
Eduardo Fernández
ba prohibido, produciendo con esa transgresión el nacimiento de los viracocha. Esta
desobediencia al mandato paterno lo comete el hijo por desear las gallinas de los
viracocha, y en ellas se metaforiza todos los objetos de estos, en realidad es la ambición lo que lleva al joven a desobedecer al padre. El hecho deponer como carnada
un plátano, el viracochapa “plátano del viracocha” que es una variedad (Isla) traída por
los españoles y que en el mito aparece como existiendo antes de la llegada de éstos,
refuerza la relación etiológica del plátano Isla, aunque sea a costa de transponer la
cronología de los hechos reales.
Estas versiones y las publicadas por nosotros anteriormente presentan elementos que
secuencialmente son los siguientes: 1) el Inca crea muchas cosas. 2) vive cerca de los
Asháninca. 3) el o su hijo-cometen incesto, o hacen trabajar a sus parientes. 4) el
hijo desobedece a su padre por ambición y pesca en la laguna prohibida. 5) nacen
los viracochas. 6) cortan la cabeza al Inca, 7) la cabeza del Inca sigue hablando, se la
llevaron a Lima. 8) el Inca vuelve o volverá.
Es evidente que estas versiones son homologas a las del Inkarri que hoy se recogen en la región andina, y que son no solo explicaciones de las derrotas sufridas
por su rey y sus dioses, sino también la esperanza de su retorno y con él un orden
alterado por la llegada de los españoles. Esta esperanza también está en la mitología
actual de los ashaninca. Posiblemente no sean estos mitos sobre el Inca de lo que
llamamos el “corpus tradicional” y más bien sea una reacción ideológica a la actual
situación de dominación.
Por último, casi como una curiosidad, es llamativo el hecho que en los mitos asháninca, el Inca, a la llegada de los viracochas, se encontraba dormido o borracho.
Hemos dicho que los mitos sobre el Inca entre los asháninca son “modernos” y por
lo tanto sus versiones están influenciadas por los andinos que migraron a la selva y
también por los misioneros. Por otra parte. sabemos que la versión de Garcilaso de
la Vega se popularizó y posiblemente alimentó con datos e interpretaciones las versiones orales. En el capítulo XIX del Libro Quinto, de su Historia General del Perú,
Garcilaso narra la captura y degollamiento del Irica de Vilcabamba; en el siguiente
capítulo narra la muerte que tuvo el capitán Martín García Loyola quien fuera el
que capturó al Inca. Dice Garcilaso que estando dicho capitán en Chile, en la zona
de guerra contra los araucos, cierto día hicieron su campamento, “para descansar y
regalarse aquella noche y las venideras, pero, “en un panto se juntó una gran banda
de indios, y con todo el silencio entraron en el alojamiento de los españoles y. hallándolos dormidos. . . los degollaron a todos.Y los indios, con la victoria se llevaron
los caballos y las armas y todo el demás despojo que los españoles traían”.
Ocurre como si en las versiones asháninca se hubieran condensado las dos historias: la del Inca y la de su captor, muerto degollado cuando dormía. y también
345
Amazonas: Ruta Milenaria
muerto degollado el Inca, pero en el Cuzco: y quedándose los indios en la versión de
Garcilaso con las pertenencias de los españoles y éstos con las riquezas del Inca en las
versiones asháninca. Estos mecanismos, de condensar en una sola varias historias es
común en los mitos, como también cada unidad temática puede encontrarse a veces,
como un mito independiente de la narración y aglutinada.
Por último es importante destacar un cambio en la cosmología Asháninca; la importancia de la Luna, Cashiri, donador de la agricultura, del que las crónicas y la etnografía dan como deidad superior entre los asháninca y a quien rendían fiestas rituales,
es desplazada o por lo menos comparte el máximo prestigio con el Sol Pavá. Esto
podría explicarse por la influencia andina y sus cultos al Sol y a la identificación del
Inca con el Sol. Hoy, en la mitología asháninca se habla del regreso de Itomi Pava, el
Hijo del Sol, quien no sería otro que el Inca que terminaría con el tiempo de los
viracochas.
Si bien la discusión de estos mitos y de otros elementos y personajes andinos como
Pachacama quedan pendientes, pensamos que el material presentado demuestra la
relación ideológica, estrecha y muy identificada una con otra, que hay entre la población andina y los asháninca.
346
Eduardo Fernández
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BIEDMA MANUEL, op. cit. p. 135.
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la economía mercantil. El aspecto ideológico”. En: Actas del 45 Congreso de Americanistas. Bogota (en prensa).
Historia Indígena de los Ríos Ñapo,
Yasuni, Ampiyacu y Solimoes
Roberto Franco
Antecedentes
La conformación de los actuales Estados nacionales del Ecuador, Perú, Colombia
y Brasil se ha dado a partir de la conquista y posterior colonización de territorios
pertenecientes a las sociedades nativas. En el caso de la Amazonia, este fenómeno ha
adoptado características particulares en sus diferentes regiones y en distintas épocas.
Sin embargo, podemos ver en esta área un tipo clásico de expansión de la frontera,
pautada por flujos y reflujos correspondientes a auges y depresiones de actividades
extractivas, agrícolas y ganaderas. Por su lado, las sociedades nativas han reaccionado
frente a estas intrusiones en sus territorios de formas diversas, incluyéndose en estas
el sometimiento, la resistencia y la huida.
Este contacto desigual entre dos culturas ha tenido un carácter violento y un
efecto disruptivo para los grupos étnicos del área, manifiesto en la pérdida de territorios tradicionales, migraciones, pérdidas demográficas (incluyendo la extinción) y
transformación de las culturas tradicionales.
Con respecto a las formas de expansión de las fronteras virreinales y nacionales
sobre las sociedades indígenas, dos casos, separados por 350 años de historia demuestran su carácter violento: indígenas Maynas rebelados por la implantación de encomiendas son sometidos con una tremenda expedición de castigo, y un periodista de
lquitos denuncia las atrocidades de caucheros peruanos entre indígenas Huitotos. En
el primer caso cuenta el padre Figueroa en 1661, que estaban los indígenas Xebcros,
349
Amazonas: Ruta Milenaria
aliados de los españoles en la expedición de castigo de los Maynas. horrorizados y
tristes por:
(...) haber visto tantos indios ajusticiados, tantos cuerpos descuartizados en los árboles y
horcas, tantos desorejados, muchos desnarigados, desgarronados, otros corladas las manos
y pies .... llagados y desollados con azotes los que mejor libraban. . .
(De Figueroa, 1986 [1661]: 71).
En 1907, Benjamín Saldaña Rocca denunciará a una serie de criminales al servicio de una empresa cauchera peruana en el Putumayo.
(...) Los delitos de estafa, robo, incendio, violación, estupro, envenenamiento y homicidios, agravados con los más crueles tormentos, como el juego, el agua, el látigo, las mutilaciones; y como encubridores de esios nefandos delitos a los señores Arana Vega y Cía.
y J.C. Arana y Hermanos.
(Olarte Camacho, 1932: 86)
En ambos casos se trataba de controlar una mano de obra indígena que contra
su voluntad era obligada a trabajar en encomiendas y secciones caucheras, respectivamente.
Ticunas, huitotos, quichuas y huaoranis
Los tucuna habitan hoy en día en las riberas del Solimoes desde la provincia de Ramón Castilla en el Perú, hasta las cercanías de Manaos. Su población se calcula en
2523 en el Perú (Min. Agricultura, 1986), 2490 en Colombia (Dañe, 1986) y entre
5000 y 15 000 en el Brasil (Goodland e Irwin, 1975: 70). Ocuparon el territorio
de los omaguas que se vieron esclavizados y vendidos en Belén de Pará o huyendo
río arriba en busca de la protección jesuita, en la Laguna de San Joaquín, en el siglo
XVIII. Desde fines del siglo pasado hasta el presente se han registrado varios movimientos mesiánicos, resultantes en parte del régimen de esclavitud y servidumbre
implantado por caucheros y comerciantes. En la actualidad y a partir de los años
setenta comunidades Ticuna han adoptado la religión de la Iglesia Madre Central
del Brasil, fundada por José Francisco Da Cruz, en los años sesenta, cuando predicaba
en el río Ucayali.
Los huitotos (murui muinane) y étnias vecinas del interfluvio Caquetá, (bora,
miraría, andoque, yuri, resigcro, okaina, nonuya) se mantuvieron casi asislados de los
nefastos efectos de la “Civilización” durante cuatro siglos.
Aunque ya desde el siglo XVIII los misioneros franciscanos tuvieron esporádicos
contactos con los huitotos, es sólo a partir de fines de siglo que estos grupos enfrentan el impacto de la economía extractiva cauchera, representada por colombianos
350
Roberto Franco
El segundo en la pasarela de izquierda a derecha, es Julio C. Arana.
Baile Huitoto con ocasión de la visita de los cónsules de la Gran Bretaña y los E.E.U.U. al Putumayo.
351
Amazonas: Ruta Milenaria
y peruanos que establecen sus negocios en el centro de su territorio. Algunos datos
demográficos pueden dimensiona la magnitud del desastre sufrido por estos grupos
bajo el régimen de terror implantado por los caucheros.
Etnias Población 1907 Fuentes
Población 1980
Colombia Perú Brasil
Huitoto
15.000
Whiffen
5.000
1.000 50-100
Ocaina
Bora
Carijona
Andoke
Miraña
2.000
15.000
25.000
10.000
15 - 20.000
”
”
”
”
”
380
1.640
200
250
300
500
1.500
?
?
?
Fuentes
Calle 1980, Sinamos 1973
Goodland, 1975
As. Indígenas, Sinamos 1973
As. Indígenas, Sinamos 1973
Estimativo Personal, 1985
Pineda C. Roberto 1987
Guyot, 1972 (En Pineda R.)
Tomado de Pineda C. (1923) y Costamos (1983).
Algunos individuos, de los grupos andoke, nonuya y resigero habitan en el Ampiyacu, mientras los huilotos se encuentran dispersos en Colombia (río Orteguaza,
Caquelá, Caraparaná, Putumayo, Igaraparaná y Marañon), Perú (Ñapo, Ampiyacu,
Nanay, Putumayo) y Brasil (Solimoes). Por su lado, los carijona han perdido casi por
completo su cultura tradicional y están dispersos en tres pequeñas localidades en
Colombia: Pto. Narc, Vaupés; Quebrada Nutrias en el Orteguaza (Chave/, y Vu co.
1987) y María Manteca y Manacaro en el bajo Caquetá.
Por su lado, los quichuas, con una población total aproximada de 45 000 habitantes en el Perú y Ecuador, abandonaron su territorio tradicional entre los ríos Coca
y Ñapo bajo el influjo de caucheros y patrones, dispersándose por todo el río Ñapo
así como por el Bobonaza, Aguarico, Putumayo y San Miguel.
De los grupos étnicos que trataremos en este trabajo, únicamente los huaorani o
aucas del Ecuador se mantienen en su territorio tradicional entre los ríos Curaray y
Ñapo, viéndose obligado un grupo de unas 50 personas a mantener una constante
movilidad, para evitar el contacto y mantener su independencia. Otros grupos amazónicos del Perú y Colombia se mantienen aislados en remotos parajes de los cursos
altos de pequeños ríos y quebradas, ante las traumáticas experiencias de contactos
violentos que no quieren repetir. Muy seguramente, en los próximos años, los nuevos
conquistadores de compañías transnacionales o sectas evangélicas, llegarán a imponer
su visión de mundo sobre los últimos grupos indígenas aislados de América del Sur.
Las características básicas de la organización sociopolítica de estos grupos amazónicos es la de ser sociedades sin Estado, en que la autoridad política no está centralizada y en que los pequeños grupos residenciales son relativamente autónomos
y autosuficientes. Las jerarquías entre estos grupos dependen de las relaciones de
352
Roberto Franco
parentesco y del saber: no existe apropiación de excedente con fines de explotación
y acumulación. Por el contrario, los ocasionales excedentes son redistribuidos en
fiestas y rituales.
Sus pautas de asentamiento tradicional son del tipo disperso y dadas las características de su agricultura itinerante y la utilización de recursos del bosque y los ríos, son
semisedentarios. Es decir, trasladan sus lugares de habitación según la disponibilidad
de recursos y tierra cultivable. Además, las constantes guerras intertribales anteriores
a la “pacificación” favorecían este tipo de asentamiento. Hoy en día se observa una
marcada tendencia hacia el poblamiento nucleado, resultante de políticas estatales y
la prestación de algunos servicios de salud, educación y comunicaciones.
Historia colonial y republicana
Para comprender el impacto de la colonización sobre los grupos nativos, es importante considerar la competencia territorial entre los imperios español y portugués en
Suramérica y los estados nacionales a partir de 1820.
La ocupación de la Amazonia por el imperio español se inició con las entradas
descubridoras y conquistadoras, cuyo objetivo era encontrar el país de la Canela,
El Dorado, La Ciudad de Manoa y La Casa del Sol. Sus impresionantes fracasos
dejaron una estela de sangre y muerte a lo largo de las selvas y ríos. Años después,
se fundarán ciudades en el piedemonte amazónico, destacándose en territorio de la
actual Colombia San Juan de Llanos (1555), El Espíritu Santo del Caguán (1590),
y Mocoa (1570), estableciendo encomiendas entre los indígenas. Las rebeliones de
encabellados, andaquíes, huaques y cofanes darán un carácter muy precario a estas
avanzadas colonizadoras. A pesar de los esfuerzos de los misioneros franciscanos en
los siglos XVII y XVIII, los indígenas volverán a sus milenarias costumbres a fines
del siglo XVIII.
Más al Sur, en Territorio del actual Ecuador y sobre los ríos San Miguel, Aguarico,
Coca y Ñapo, los nativos quijos, cofanes y omaguas también se rebelerán contra el
sistema de tributación realizando una gran rebelión en 1579 bajo la dirección de Jumandi, un líder Quijo, dirigida a destruir el dominio español y las ciudades de Baeza
(1559), Ávila (1563) y Archidona. Los cofanes y omaguas-yete lograrán mantener su
independencia en la época colonial, mientras que los cofan son reducidos y sometidos hasta épocas muy recientes.
En los afluentes septentrionales del Marañón, los ríos Paute, Palora, Upano y Santiago se da una de las más impresionantes y exitosas rebeliones en contra de la colonia
española. Los jívaros (sliuar y achuar) destruyen en 1599 las ciudades de Logroño
de los Caballeros y Sevilla de Oro (1575), ricos centros mineros. ¿La causa de la rebelión? El doble tributo impuesto a los jívaros por su rebeldía. Hasta comienzos del
353
Amazonas: Ruta Milenaria
presente siglo los Jívaros mantenían un alto grado de independencia y hoy tienen una
federación indígena que defiende con éxito sus intereses.
Ya sobre el río Marañón y sus tributarios, el Santiago y el Cachapoyas, se fundan
Jaén de Bracamoros (1549), Santiago de las Montañas y posteriormente, abajo del
famoso Pongo de Manseriche, se fundó en 1619, la ciudad de San Francisco de Borja, en territorio de los indios Maynas. Aquí también se establecieron encomiendas, y
desde aquí se intentó administrar el inmenso territorio que desde el Guaviare hasta
el Madre de Dios se extiende, recostado en los contrafuertes orientales de la Cordillera de los Andes. Aquí, misioneros jesuítas y franciscanos, intentaron establecer el
reino de Dios en la Amazonía. La geografía quedó marcada por la muerte de numerosísimos religiosos de ambas órdenes, posteriores expediciones de castigo y la huida
de los indígenas a las inaccesibles cabeceras de los ríos, y las zonas interfluviales, que
sirvieron de zonas de refugio y reconstitución étnica.
Con la expulsión de los jesuítas en 1767, las guerras de independencia y los primeros intentos de consolidación de las jóvenes repúblicas, un reflujo colonizador se
experimenta en los ríos Putumayo, Caqueta, Marañón, Ñapo y Ucayali, únicamente
interrumpido por redadas esclavistas provenientes del Brasil, intercambios ocasionales de productos del bosque por hachas y cuchillos y lánguidos intentos de restablecer misiones en el área. Los grupos indígenas tuvieron medio siglo para reconstruir
sus antiguas poblaciones y costumbres. A mediados del siglo XVIII, los portugueses
establecen el fuerte de Tabatinga que será el punto más occidental de su expansión
en la Amazonía. Destruyendo las misiones de los jesuitas españoles que llegaron hasta
el río Negro, y esclavizando la población indígena, generaron una migración omagua aguas arriba hasta las localidades de San Joaquín y la Laguna (a la altura del río
Huallaga). Años después, los ticunas ocuparían las riberas e islas del Marañón, ante la
ausencia de este poderoso grupo, extinto hoy en día como entidad cultural.
Con la cédula real de 1803, por la cual los territorios de las misiones de Maynas
son adscritas al Virreinato del Perú, la república peruana mantendrá una mayor presencia en el área que Ecuador y Colombia. Esta se traducirá en el tratado de límites
de 1852 entre Brasil y Perú, por el cual fijan sus respectivas fronteras en la línea Tabatinga-Apaporis y el río Yavari. Las consecuencias de este tratado significarán conflictos entre los países andinos, como el de 1932 (Perú-Colombia) y 1941 (Ecuador-Perú). Estos conflictos se debieron a la importancia creciente de la Amazonia como
proveedora de materia prima para el mercado internacional. Tanto el caucho corno
el petróleo y el oro fueron y son el centro de interés, a más del territorio mismo.
Para los indígenas esto significará la deportación masiva de huitotos, horas y ocainas
al Perú; la división de los quichuas del Ñapo por una frontera cerrada, impidiendo su
comunicación e intercambios y por último la partición de los ticuna en tres grupos
según su localización al interior de los límites fronterizos de Perú, Colombia o Brasil.
354
Roberto Franco
Estos intentos por consolidar los Estados nacionales, a partir de la incorporación
de los territorios amazónicos, continúan hoy en día, con políticas de presencia fronteriza, adjudicación de baldíos, integración indígena y el establecimiento de empresas mineras, madereras y agroindustriales. Nuevos retos deberán enfrentar quichuas,
huaoranis, huitotos y ticunas en estos últimos años del siglo XX.
Quichuas amazónicos del Ecuador y El Perú
En las últimas vertientes orientales de los Andes, entre los ríos Coca, Payamino y
Ñapo, se sitúa el territorio ancestral de los quijos. En sus orígenes, grupos de diversas
lenguas, entre las que se destacan el quijos, el yarusunu y el archidona de filiación
Chibcha (Merger, 1985) adoptan la lengua del Inca, entre los siglos XVI Y y XVIII,
bajo la influencia de encomenderos, misioneros y el comercio con la Sierra. Su territorio colindaba con los cofanes, al norte, los omaguas yete al oriente, y los zaparos
al Sur. Sus poblados principales, en donde fueron reducidos, durante la existencia de
la Gobernación de quijos, fueron Baeza, Archidona, Avila, Loreto,Tena y Santa Rosa.
Su población, de acuerdo con estimativos de Oberem era de 26 000 en 1559, 12 000
en 1608 y 1500 en 1768, llegando a su punto más bajo en esta fecha, y siguiendo
cambios demográficos muy parecidos a los experimentados por los grupos indígenas
de la Sierra (Oberem, 1980: 48).
Estos grupos fueron denominados genéricamente quijos por los españoles, y quichuas a partir de su adopción de la lengua del Inca y migración más allá de las fronteras de su territorio tradicional.
Desde el siglo XVII los quichuas recorren el río Ñapo, en expediciones anuales
(Oberem, 1980: 160) hasta el río Huallaga a intercambiar oro, veneno y canela por
sal de roca. Dice la tradición oral:
Desde Loreto, su pueblo, cuando los Runas se iban a traer sal al río Wallaga siempre tenían que luchar con sus enemigos, los awkas del Ñapo . . .
En el viaje demoraban, tal vez, cinco meses, se bajaban, por la San Juan y se regresaban
cuando las charapas ponen sus huevos (noviembre). Sufriendo andaban porque a veces
los awkas mataban a los Runas. Enemigos había en la boca del Ñapo, también en 1quitos. En la desembocadura del Curaray Grande mataban, picando con lanzas grandes hasta
atravesar a los Runas.
La rebelión y la huida fueron las estrategias principales de supervivencia de los
quijos en la colonia presentándose su última revuelta en 1892, ya en épocas de la
República. Así mismo, huyen del régimen de encomiendas y servidumbre hacia el
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Amazonas: Ruta Milenaria
alto río Cosanga, la región de Sucumbios, los Canelos en el río Bobonaza e incluso
al Marañón, (Oberem, 1980: 77).
Es sin embargo, con las caucherías, a partir de fines del siglo XIX, que buena
parte de los quijos son trasladados forzosamente al río Ñapo, a trabajar con caucheras
y patrones el chicle, la balata, y el caucho. Con la salida de los jesuitas del oriente
ecuatoriano en 1892, ante la presión de colonos y comerciantes interesados en manejar a su antojo la mano de obra indígena,
(...)los territorios misionales quedan a la disposición de los caucheros . . . varios centenares de Yumbos (Quichuas), como hatos de animales, fueron vendidos en los mercados
caucheros de Iquitos y Manaos.
Por esto no causaba admiración el que nativos de Archidona murieran en las riberas lejanas del Ucayali o en las márgenes de Madre de Dios. Ninguno sufrió más que los pueblos
de Loreto, San José, Payamino y Cotapino. Fueron poblaciones que quedaron
diezmadas . . . (Mercier, 1979: 351).
Algunos grupos iban forzados por deudas contraídas, a buscar caucho incluso en
la orilla derecha del Ñapo, internándose en territorio Auca. Otros, ilusionados con
un futuro mejor, iban con sus familias a cientos de kilómetros de distancia, a Rocafuerte, a Pantoja o a Monterico, (hoy Angotero Pamba).
Un testimonio recogido en el río San Miguel, fronterizo con Colombia, de boca
de grupos quichuas migrados con los patrones, nos informa acerca de cómo se fue
la gente a trabajar caucho:
Mis padres eran de Concepción, en el Alto Ñapo . . . Gente de Alto Ñapo hemos
sido . . . Entonces llegó desde Quito un blanco, Daniel Peña Fiel, el se fue a hablar
con los representantes del gobierno que había en nuestro pueblo para que le den permiso
de llevar nuestra gente Ñapo abajo a buscar caucho para él. Ese blanco así habló a nuestra
gente, engañándola: “Vamos para abajo, hombres, a trabajar buscando caucho, lavando oro,
por un año, dos años máximo, de ahí para que se vuelvan a su tierra con plata . . . De gana
pasan viviendo pobres, enfermos, ya mismo la peste va a acabar con todos ustedes.
Oyendo sus palabras la gente se animó para irse, pensando de poder vivir mejor. Se fueron con guaguas, mujeres, abuelos, se fueron alegres, pensando de regresar con plata; no
sabían ellos . . . Primero se quedaron en la bocana del Sunu, ahí pasaron un año y tres
Ineses, recogiendo caucho . . . Después bajaron hasta Rocafuerte. En ese tiempo aún no
había el pueblo de Rocafuerte, sólo había Pantoja. Allí vivimos unos diez años, siempre recogiendo caucho . . . Mi padre era entre los que andaban a ¡quitos con el patrón.
356
Roberto Franco
Para llegar Iquilos viajaban doce días andando, día y noche... Cada viaje el patrón daba
un pantalón, una camisa, un vestido de mujer, anzuelos...
Habia muchísima otra gente de la selva que, como nosotros estaba bajo patrón. Había
muchos patrones que hacían trabajar Ñapo abajo, Putumayo abajo, Marañón abajo, bastante gente traída como nosotros desde tas cabeceras de los ríos, viviendo como esclavos,
trabajando sólo para el patrón, engañados...
En este tiempo había muchos patrones que llegaban a Rocafuerte; Mauricio Livin, peruano,Víctor Ron Guerrero, Montaño, Abarca, lodos trabajan por el Ñapo”.
(Foletti 198 5)
Los patrones y las haciendas
Con la baja del precio del caucho, una parte de los caucheros decidieron establecerse
en el área, manteniendo la mano de obra cautiva, con el pretexto de deudas. Forman
haciendas a lo largo del Ñapo, utilizando la fuerza de trabajo quichua, extrayendo oro,
balata, chicle, palo de rosa, pieles finas y sembrando caña de azúcar y pastos. El alambique, la violencia y el padrinazgo mantuvieron subordinados al poder patronal a los
quichuas. El sistema de dominación, no fue tan terrible como el de la Casa Arana en
el Putumayo y sus afluentes, como se puede apreciar por la actual recuperación demográfica quichua. Hoy en día, su población es de 33 000 en el Ecuador y 12 000 en
el Perú (Mercier, 1985: 40). En Colombia algunos centenares de inganos atestiguan la
existencia de otras migraciones de este industrioso pueblo.
Todavía en 1961 este régimen patronal subsistía. Entre Misahualli y Rocafuerte
había las siguientes haciendas y población quichua:
Entre Pto. Ñapo y Ahuano, señora Arteaga Ester Sevilla 20-30 familias.
Río Payamino, señor Mejia, 35 familias.
Hacienda San Carlos, Carlos San Miguel 50 a 60 familias.
Hacienda Primavera, Jorge Rodríguez 5 0 familias.
Hacienda Providencia, señor Ron, 8 familias.
Hacienda San Roque, Leopoldo y Mario Ron, 7 a 8 familias.
Hacienda Izurrieta, 8 familias.
Hacienda de Saúl Gallardo, 25 a 30 familias.
Hacienda Nueva Armenia, José Bernardo Crespo Pando 70 familias.
Hacienda Florencia, 7 a 8 familias.
Hacienda en el Tiputini, Rafael Urbina 10 familias.
(Beghin, 1976: 127).
Los indígenas estaban atados a deudas imposibles de pagar, dado el manejo fraudulento por parte de los patrones. Más aún, carecían de la libertad necesaria para
desplazarse a otro lugar o para trabajar con otras personas.
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Amazonas: Ruta Milenaria
Aunque subsisten algunos grupos indígenas endeudados con patrones en el Ñapo,
con la mayor presencia estatal manifiesta en guarniciones militares derivadas de la
guerra con el Perú de 1941, pistas de aterrizaje y misiones capuchinas, franciscanas y
evangélicas, el régimen patronal decayó. Además, las posibilidades de empleo derivadas de los inmensos hallazgos petroleros y la misma organización indígena, le dieron
un golpe fatal al sistema de las haciendas.
Sin embargo, un nuevo fenómeno está teniendo grandes repercusiones sobre
el territorio quichua del Ecuador y el Perú: un creciente empuje colonizador que
desde la sierra baja a la selva por las carreteras abiertas por las petroleras, está ocupando el antiguo territorio quijo y cojan; a su vez, empresas agroindustriales de palma
consiguen del Gobierno inmensas concesiones situadas en buena parle en tierras actualmente ocupadas por los quichuas. En el Perú, el pequeño tamaño de las reservas
indígenas creadas, responde a presiones de maderos y especuladores que solicitan y
consiguen concesiones de tierras.
En Palma africana y etnocidio, un pequeño libro editado por la Confeniae (Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonia Ecuatoriana) hallamos un
análisis del impacto de esta actividad sobre el territorio quichua y el medio natural,
base de su sustento.
Es a partir de la construcción de la infraestructura vial que liga los Andes ecuatorianos y el oriente, resultado del auge petrolero, que la empresa privada. Palmas del
Ecuador S.A., y Palmoriente S.A., reciben concesiones por 10 000 has cada una para
establecer plantaciones en las zonas de Shushufindi y Huashiio, entre los ríos Ñapo
y Aguarico. En efecto, antes de 1978-1979, fechas de implantación de estas empresas,
las compañías de asesores Orstom (Olfice de la Recherche Scieniifique et Tecnique
d’ Outre mcr) e Irho (Institute de Recherches pour les Huiles Oliagine ux) habían
detectado cenizas volcánicas en los suelos y un clima ideal para la palma. Las empresas funcionan por el sistema de contratistas, y ejercen presión sobre las comunidades
de indígenas y colonos, para conseguir más tierras. El Banco Central del Ecuador
calcula que en el oriente ecuatoriano hay 245 000 has aptas para este cultivo, repartidas del siguiente modo:
Zona Loreto: 50 000 has.
Zona Limoncocha: 20 000 has.
Zona Pañayacu: 45 000 has.
Zona Ñapo este 1: 60 000 has.
Zona Ñapo este 2: 70 000 has.
De acuerdo con el estudio de la Confeniae, “por lo menos dos zonas, Loreto
y Limoncochay, son regiones densamente pobladas por comunidades indígenas y
358
Roberto Franco
en parte por colonos . . . En las zonas menos pobladas de Pañayacu y Ñapo-este, se
encuentran algunas comunidades con títulos de propiedad . . .” En efecto, el Banco
Central se refiere a la necesidad de “reasentamineto (desalojo) en el caso de que los
indígenas y colonos allá asentados no quieran participar en el proyecto”. (Confeniae,
1985, 62).
A más del impacto social de este tipo de proyectos en zonas indígenas, las consecuencias ecológicas más importantes son la destrucción del bosque húmedo tropical
(incluyendo la fauna y la gran diversidad de flora) y la contaminación de los ríos por
pesticidas como en el caso ocurrido en 1982 en el río Huashito, con sus previsibles
consecuencias sobre la salud humana y la productividad pesquera.
Las comunidades indígenas en el Tercer Congreso de la Confeniae, entre el 24 y
26 de noviembre de 1984, aprobaron siete conclusiones entre las que deben destacarse las primeras dos:
1. Rechazar total y enérgicamente la entrada de las compañías de palma africana,
madereras etc. en la región amazónica.
2. Expulsar a las compañías de palma africana de las zonas de Loreto, Limoncocha,
Pañayacu, Napo-este uno y Napo-este dos, en donde pretenden ubicarse, considerando que son tierras baldías.
Los huaorani y su historia de resistencia
Cada cierto tiempo, la atención mundial se vuelca a las selvas del oriente ecuatoriano, ante la tenaz resistencia que despliegan algunos grupos de huaorani que experimentan la intrusión en su territorio de partidas exploradoras de petróleo y comisiones de misioneros dirigidas a “domesticar” a los últimos grupos indígenas que en el
Ecuador se niegan a hacer parte de la Nación y el Estado, y se empeñan en resguardar sus tierras y costumbres. Sin embargo, la resistencia ha sido larga y esta etnia está
perdiendo su última batalla frente a las multinacionales del petróleo que no cejan en
su empeño de sacar hasta la última gota de oro negro. El precio que las compañías
han debido pagar ha estado representado por vidas humanas de trabajadores, sacerdotes católicos y evangélicos del Instituto Lingüístico de Verano. Estos últimos, hasta
el año de 1981, tuvieron su base principal en Limoncocha, en el medio río Ñapo.
Según Costales (1983, 135 y ss.) los aucas (salvaje, bárbaro, indígena no reducido:
en lengua quichua) —son los mismos aushiris de que hablan las crónicas de fines de
siglo XIX, y corresponden probablemente a los yameos, de la época colonial—. El
mismo autor los clasifica desde el punto de vista lingüístico con la familia zapara, jun359
Amazonas: Ruta Milenaria
to con los arabela, iquito y andoa. Por su lado el padre Santos, los denomina Huaorani,
que significa gente en su propia lengua. En este trabajo nos acogeremos a esta última
denominación. En la actualidad son cerca de 1000 individuos, siendo 50 ó 100 los
que aún se niegan a establecer un contacto permanente con la sociedad ecuatoriana.
La historia del contacto de los huaorani en el siglo XX se remonta a las caucherías, época en la cual reaccionaron al asesinato y el comercio de esclavos, con una
guerra de guerrillas permanente y sistemática.
Dentro de la tradición oral de los Quichuas del Aguarico y San Miguel, se encuentra el siguiente relato:
(...) el patrón (Hidalgo) dejó ya el cultivo de ají, del algodón y puso toda la gente a buscar caucho. Así muy pronto acabaron con todos los árboles de caucho de la cabecera, del
alto Ñapo. Entonces el patrón mandó a buscar el caucho siempre más abajo. Ñapo abajo
encontraron muchas plantas, liabia mucho caucho por allá, entonces el patrón mandó a
sus hombres para que vayan a buscar del otro lado del Ñapo también, en la tierra de los
Aucas. . .
Los huaorani atacan a los quichuas y sólo sobrevive uno. Se sucede la inevitable
expedición de castigo:
Entonces el patrón malo mandó a este otro grupo de más de trescientos hombres. Con
ellos iban cinco Yachaj, capitanes tomando ayahuashica para ver... Entonces en el ayahuashica vieron que los Aucas .ve habían ido de cacería como tres días Entonces siempre
tomando ayahusliica para ver, se quedaron esperando el día en que estuvieran regresando
todos . . . nuestra gente . . . empezó a tirar con las escopetas y los mataron a todos . . . Desde
esa hora por años y años siguieron matándose nuestra gente con los Aucas, y el patrón
seguía metiendo a la gente por la tierra de los Aucas...
(Folleti, 1985: 176 y ss.)
La siguiente capítulo de esta guerra se abre con la llegada de la compañía Shell
a la selva ecuatoriana, en el año 1937, iniciando prospecciones en el área de Puyo
(Shell Mera) y a lo largo del Ñapo. (BROM- LEY, 1972, 280). En 1940 la Shell establece una base en Arajuno, en territorio huaorani:
En 1942 la Shell recibe del Estado ecuatoriano un pelotón de 25 policías para su
protección, luego de que Arajuno fuera atacado por los Auca” (CANO et al. 1981,
265). Sin embargo, para 1947, y después de la asociación de la Compañía Standard
Oil de New Jersey y la Shell, las dos se retiran perdiendo ‘catorce millones de libras
esterlinas en uno de los fracasos exploratorios más costosos de la historia de la industria petrolera. (Bromley, 1972: 280)
360
Roberto Franco
Diez años más tarde, en enero de 1956, cinco misioneros evangélicos murieron
a manos de los Huaorani, en el río Oglan, afluente del Curaray. Entre ellos se encontraban, Edward Mc Cully, Roger Youderain y Nate Saint. Será la hermana de
este último quien logre, un tiempo después, la reducción y pacificación de uno de
los grupos Huaorani. Con la ayuda de un hacendado del Napo, Rachel Saint logró
contactar a Dayuma, una mujer Huaorani que junto con otros de su grupo trabajaba
para el patrón Carlos Sevilla en el Napo.
361
Amazonas: Ruta Milenaria
Con ella viaja a los Estados Unidos, la presenta en televisión como la “Auca salvaje”, la convierte al protestantismo y aprende su lengua. Los Huaorani reducidos son
confinados en los límites de una reserva en el río Curaray.
El ILV con su infraestructura de pistas y aviones le abre el camino a las compañías
petroleras que a partir de 1967, encuentran petróleo en el oriente ecuatoriano y
hacen prospecciones al sur del río Napo en territorio Huaorani.
Según sus necesidades y requerimientos, nosotros nos adelantamos en avión para explicar
a los Aucas que estorban el paso de la civilización y que dejen libre el camino. En estas acciones, ayudan los Auca ya cristianos, hablando a través de parlantes colocados en una de
las alas del avión. Si los indígenas se alejan informamos inmediatamente a las compañías.
(Cano et al., 1981: 281)
En efecto, para esta fecha la Texaco-Gulf encontró petróleo en Lago Agrio y
para 1971 había encontrado grandes depósitos en Sacha, Shushufindi y Auca.Ya para
esta última fecha la carretera que unía Quito, Papallacta Baeza y Lago Agrio, había
sido terminada, generando corrientes migratorias, en especial al territorio Quichua
y Cojan.
Al éxito del ILV, que logra reunir a la gran mayoría de la población Huaorani en
Tihuaeno, se sumó el de las misiones capuchinas que logran la pacificación de dos
pequeños grupos en el río Yasuni, en 1977. Alejandro Labaka, misionero capuchino,
es quien logra la pacificación de estos grupos, a pedido de la CEPE (Consorcio
Estatal Petrolero Ecuatoriano) y la C.G.G. (Compañía Geofísica General), (Santos,
1984: 79).
Hoy en día, el último grupo Huaorani que conserva su independencia, ha sido
denominado por el padre Santos, los Tagaeri y por Yost (1985) los Tagari.
Este grupo fue intentado reducir por los capuchinos en el año de 1986, sobrevolando el lugar en que fueron contactados por los propectorcs de las petroleras.
Durante estos vuelos, a la vez que se observaba la actitud de los Aucas, se les arrojaba
regalos envueltos en plásticos de colores. En las casas situadas cerca de Coca y Pompeya
los paquetes eran recibidos con grandes muestras de alegría. Por el contrario, el grupo de
Coconaco alzaba sus lanzas arrojándolas contra la avioneta en señal de rechazo".
(Santos, 1984: 75)
El 22 de julio de 1987, la monja laura colombiana Inés Araujo y el entonces obispo de la diócesis de Aguarico, Monseñor Alejandro Labaka, fueron dejados por un
helicóptero de la Oxy en territorio de los Tagaeri, para intentar el contacto pacífico.
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Roberto Franco
Horas después fueron encontrados atravesados por lanzas. La prensa escrita sacó
titulares tales como “Indios asesinos se oponen al avance de la civilización” (El Tiempo, Bogotá, octubre 2/87). En esa ocasión, el presidente de Confeniae, Leonardo
Viteri, exclamó: “No somos salvajes, la reacción de los Huaorani es de supervivencia (…) Los salvajes son los de las transnacionales”. (El Colombiano, Medellín, julio
25/87).
Por su lado el padre Santos, después de pasar 20 años de labores misioneras en el
Oriente ecuatoriano y de su experiencia personal entre los Huaoranis del Yasuni,
afirma categóricamente:
¿Por qué matan los Huaorani? Ahora ya no hay duda matan para sobrevivir, para defender el último reducto que les queda, para defender su última razón de existir: su propio
pueblo a punto de extinción.
(Santos, 1985: 201)
Pero la última parte de esta historia, será otro capítulo de esta
Conquista de América que, para algunos, aún no ha terminado.
Los Huitotos: del Aislamiento a la Barbarie de la Compañía Civilizadora
La dispersión actual de la población que habitó hasta 1880 los ríos Caquetá, Putumayo y sus afluentes, hace reflexionar acerca de las formas que adoptaron las migraciones de los nativos y su estado actual. Desde el lago de Coari en el Brasil, hasta la
desembocadura del río Nanay en las afueras de Iquitos y los ríos Orteguaza y Caguan en el piedemonte colombiano, pequeños y grandes grupos de Huitotos y etnias
vecinas migraron en diferentes épocas y bajo diversas circunstancias.
El auge del precio del caucho a partir de mediados del siglo pasado, ante las crecientes necesidades de la industria inglesa y norteamericana generaron en la Amazonia efectos de gran magnitud, integrando sus productos al mercado mundial: para
los nativos, el desastre más grande de su historia. Ribeiro, calcula la extinción de 87
grupos étnicos del Brasil entre 1900 y 1957 (Ribeiro, 1977).
Los vapores navegaron hasta los raudales de los ríos, y un flujo de caucho posibilitó la fabricación de automóviles, líneas de conducción para el teléfono, telégrato,
electricidad. Muchos países comenzaron a ver sus ignotas fronteras como fuente de
riqueza. Hasta 1851, los límites coloniales entre Portugal y España, las audiencias y
virreinatos, difusos y errados, se convirtieron en realidades concretas y la competencia entre empresarios caucheros y países por el territorio y sus habitantes se inició.
363
Amazonas: Ruta Milenaria
En Colombia, la penetración del interfluvio Caquetá-Putumayo, tuvo las siguientes rutas básicas de entrada.
Desde el Perú:
Iquitos, río Napo, Tamboryacu,Varadero, Putumayo
Iquitos, San Antonio de Issa, Tarapacá.
Iquitos, Pevas, Ampiyacu,Varadero, Algodón, Putumayo.
Iquitos, Napo, Aguarico, Varadero Guepi, Putumayo.
Desde el Brasil:
Manaos, Tefé, Caquetá (hasta Araracuara).
Manaos, Río Negro, Papuri,Varadero, Apaporis,
Caquetá.
Manaos, San Antonio de Issa, Putumayo.
Desde Colombia:
Neiva, Florencia, Tres Esquinas, Caquetá.
Pasto, Mocoa, Pto. Limón, Caquetá.
Pasto, Mocoa, Pto. Asis, Putumayo
El área estaba habitada hasta 1880 de forma dispersa, teniendo por vivienda grandes casas multifamiliares denominadas en lengua geral: malocas. La localización de
los principales grupos del área era: Los Huilota (Murui-Minane), en el Caraparaná e
Igaraparaná; los Miraña y Bora en el Cahuinari y Metá; los Nonuya, Resigero y Ocaina
en el alto río Cahuinarí; los Carzjona (Hianacoto-Umaua), en el Yari y alto Apaporis;
los Yuri en el alto Puré y Pupunha, los Andoques en el río Aduche y Nocaimaní
(Whiffen, 1915).
Los primeros "conquistadores" de acuerdo con Casement fueron Benjamín Larra
Aga (Pastuso) y Crisóstomo Hernández. A cambio de algunas mercancías los indígenas sacaron caucho. En el alto Igaraparaná, fundaron Colonia Indiana (la Chorrera)
a finales del siglo pasado. En el bajo Caraparaná Gregorio Calderón fundó posteriormente El Encanto. Estos dos lugares fueron el centro de explotaciones caucheras
durante más de 30 años.
Una población indígena calculada para principios de siglo entre 50 000 y 100 000
personas, hoy es de unas 10 000. El desastre demográfico fue inmenso.
Colombia y Perú
La competencia entre los diversos países de la Cuenca Amazónica por las áreas ricas
en caucho silvestre y con abundante mano de obra, está salpicada de tratados, convenios, anexiones territoriales, migraciones y guerras. Bolivia pierde a manos de Brasil
el Estado de Acre y el Ecuador, país amazónico, pierde a manos del Perú los cursos
bajos y medios de los ríos Santiago,Tigre, Pastaza, Curaray y Napo, así como la ribera
izquierda del río Marañón.
364
Roberto Franco
Para los gobiernos la esclavitud y la violencia en que se fundaron las explotaciones caucheras no fueron relevantes: lo que importaba era consolidar el territorio
nacional y producir más caucho.
La disputa por el Putumayo entre los gobiernos de Perú y Colombia trae un
sabor amargo que obliga a pensar acerca de los intereses que guiaron a sus protagonistas. El Presidente colombiano Rafael Reyes quien gobernó entre 1904 y 1909
y conocía el Putumayo por sus empresas de quina y caucho de finales del siglo
XIX, permitió el inmenso genocidio que se cometía. Su representante consular en
Manaos, Juan B.Vega, era socio de Julio C. Arana y el Ministro Plenipotenciario de
Colombia en el Perú, Luis Tango Argaez, firma el convenio del 6 de julio de 1906,
(modus vivendi) que en su segundo parágrafo estipula:
Para prevenir toda dificultad y peligrosos conflictos en la región del Putumayo, los Gobiernos de Colombia y el Perú acuerdan retirar de ese río y sus afluentes, durante esta
situación transitan•a, todas las guarniciones, autoridades civiles y militares y aduanas que
tienen ahí establecidas.
(Olarte Camacho, 1911: 268)
Por su lado, el gobierno peruano no sale mejor librado. Por intereses geopolíticos
y capitalistas establece una estrecha alianza con Julio C. Arana quien conforma múltiples compañías en el Putumayo para apoderarse de las empresas caucheras colombianas allí establecidas y explotar el caucho y a los indígenas, desde 1903 hasta 1932.
Víctor Macedo, jefe de la casa principal de Chorrera en los "gomales" del Igaraparaná, uno de los autores principales del genocidio indígena entre 1903 y 1911,
era Juez de Paz en el Putumayo. El mismo Saldaña Rocca en su denuncia de los
crímenes del Putumayo afirma que "ninguna de las diligencias de este sumario
pueden encomendarse a los Jueces de Paz de ese lugar porque todos son culpables
y empleados de la Casa Arana (Olarte C., 1932: 93). Asimismo, el gobierno peruano
através de sus lanchas militares Iquitos y Callao colaboran con la Casa Arana en la
expulsión y asesinato de los caucheros colombianos del Caraparaná en 1907.
Los jueces de Iquitos o evitan procesar a los culpables o los dejan salir mediante
fianza. Dos directores de la Compañía de Arana, H. M. Read et y T. J. Medina, con
el apoyo del gobierno peruano y las autoridades de Iquitos, logran el cierre de "La
Sanción" y "La Felpa", periódicos que divulgan las denuncias en 1907.
Dice Hardemburg (1913: 173) que César Lurquin, Comisario en el Putumayo
"se contentaba con visitar la región 4 ó 5 veces al año siempre en las lanchas de la
Compañía () recogía algunos niños para vender (…)”.
365
Amazonas: Ruta Milenaria
En fin, al mismo Julio C. Arana, el 21 de julio de 1921, un año antes del tratado
Lozano-Salomón, el gobierno peruano le expide a este “promotor del progreso”
un título de propiedad sobre más de 5 millones de hectáreas entre el Napo y el
Caquetá (Caja Agraria, 1986). Más grave aún, el gobierno colombiano paga después
de la guerra a la firma Julio C. Arana US$200 000, por las tierras ancestrales de los
Huitotos.
Por último, el tratado Lozano-Salomón de 1922, en el cual se reconocía a Colombia la banda izquierda del Putumayo y el llamado Trapecio, refrendado por el
Perú en 1928, desemboca en la toma de Leticia por loretanos enardecidos, con carabinas Winchester que habría proporcionado la Casa Arana (Vásquez Cobo, 1985:
274).
366
Roberto Franco
La “Compañía Civilizadora” de Arana
Originario de Rioja (Perú), Julio C. Arana recorrió la Amazonia a temprana edad,
fabricando sombreros. Posteriormente crea una compañía comercial con Pablo Zumaeta en Tarapoto (Pineda C., 1983: 101). Después crea una compañía en Nazareth,
para hacer negocios en el río Yavari y en 1890 funda la compañía Vega y Arana. A
fines del siglo, en 1899, hace sus primeras compras de caucho del Putumayo en
donde a partir de 1901, y en asociación con Larranaga y Ramírez establece intereses
en el río Igaraparaná.
Fue entonces que por primera vez oí decir que los indios en el Igaraparaná y Caraparaná
había resistido al establecimiento de la civilización en sus regiones ". civilización en sus
regiones.
(Arana, 1913: 8)
Con la muerte de Larranaga el primer fundador en 1903 y unas compañías realizadas por Arana con los colonos colombianos del área, la empresa peruana decidió apropiarse del área. Algunos caucheros colombianos lograron establecerse en la
periferia de la región controlada por Arana como en el caso de Braulio Cuéllar en
los ríos Cuemaní y Yarí, Oliverio Cabrera en el Miriti Paraná (reproduciendo los
mismos sistemas de explotación y asesinato de indígenas), Cecilio y Tomás Plata en
el Apaporis (desde Dos Ríos hasta Pto, Nariño), Agustín Ciceri en el Yari y
Gregorio Calderón en el Apaporis.
La clave de los negocios de Arana fue el establecimiento de una compañía transportadora y comercial que en un comienzo facilitó a los caucheros colombianos un
contacto con el mercado de Iquitos.
En su momento de mayor auge, la Compañía tuvo 45 secciones con su jefe, y
una serie de capataces que hacían trabajar a los indios de cada sección. Como los
empleados trabajaban por porcentajes sobre el producto, a mayor cantidad de caucho,
más dinero. En las dos casas centrales de El Encanto y La Chorrera se acopiaba el
caucho y se transportaba por vía fluvial a Iquitos y Manaos.
El mismo Julio C. Arana visitó sus gomales del Putumayo en 5 oportunidades
(según sus propias declaraciones), en los años de 1901, 1903, 1905, 1908, 1912,
destacándose su visita de 1908 con el cónsul peruano en Amazonas y Pará (Brasil) y
el prefecto del Departamento de Loreto, y la de 1912, con los cónsules británico y
estadounidense Mr. Michell y Mr. Fuller.
De esta forma, no cabe duda alguna que Arana conocía la región y las formas de
explotación imperantes en el Putumayo y sus afluentes.
367
Amazonas: Ruta Milenaria
A partir de 1907 Arana crea la Peruvian Amazon Company con sede en Londres
y cuyos directores eran Henry M. Read, Sir John Lister Kaye, John Russel Guebins,
Barón de Sousa Deiro, Henry Bonduel, Julio César Arana, Abel Alargo y J. T. Medina (Hardemburg, 1913). La mayoría de las acciones estaban en su poder. A más
de los intereses de la compañía en el Putumayo, que según Arana incluían 40 000
trabajadores, también en los ríos Nanay y Ampiyacu tenía propiedades. De los 166
negros de Barbados traídos al Perú en 1904 por Abel Alargo (cuñado de Arana), 93
se encontraban en el río Nanay y 36 en el Putumayo.
De acuerdo con Loureiro (1985) la compañía de Julio C. Arana y hermanos recibió en 1909, 322 809 kilos anuales de caucho en su sede de Manaos, estando entre
las 15 Compañías más grandes de la Amazonia. En el primer Congreso Comercial,
Industrial y Agrícola, celebrado en Manaos en 1910, Arana recibió una medalla de
plata en la exposición de productos regionales por fotografías de sus siringales del
Putumayo. Hacia 1917, Arana filma una película de propaganda para su empresa
cauchera en el Putumayo.
En 1927, Julio C. Arana, entonces senador por Loreto en el Congreso del Perú,
con su "voto razonado" acusa al gobierno de Augusto Leguía de cederle a Colombia un área de tierra más grande que Bélgica.
Hasta hace unos años la hoy calle Nauta de Iquitos se llamaba J. C. Arana. Todavía algunas placas de esta calle son testimonio de la forma en que un genocida fue
elevado a un alto sitial de distinción.
368
Roberto Franco
Los escándalos del Putumayo
Aunque ya desde fines del siglo XIX se denuncia el estado de esclavitud en que se
encuentran los indígenas de la Amazonia, son las denuncias del periodista de Iquitos,
Benjamín Saldaña Rocca, en 1907, las que alertan al mundo acerca de lo que estaba
ocurriendo en el Putumayo.
Los asesinos de la Casa Arana Hermanos continúan su obra de crimen y maldad. Nada se
ha ganado con las declaraciones que hemos hecho sobre los crímenes innumerables que
se cometen diariamente. El robo, el asesinato, el incendio siguen adelante y nada hacen
nuestras autoridades judiciales para impedir que el Juez posponga indefinidamente el
castigo de los criminales, e inspirado sabe Dios por qué influencia, se dirige a la Corte
Suprema con el fin de que ésta decida si en vista del Convenio de modus vivendi existente entre el Perú y Colombia, el Putumayo es territorio neutral y si por consiguiente
puede o no ejercer jurisdicción allí. Buena pregunta (…)
(Libro Rojo, 1913: 51)
En 1909 el ingeniero americano W. E. Hardemburg publica en “The Truth” semanario londinense, denuncias sobre lo que ocurría en la región. Ante la evidencia
presentada y el hecho de que se hallara comprometida en los asuntos una compañía
inglesa y súbditos ingleses de Barbados, en 1910, la cancillería envía a Roger Casement, Cónsul Británico en Río de Janeiro a realizar una investigación; Los resultados
de la misma implicaron la liquidación de la Peruvian Amazon Company por orden
de la Corte Suprema de Londres (1912) y la creación de una Comisión Especial de
la Cámara de Los Comunes para definir las responsabilidades de los directores británicos de la compañía. Arana fue responsabilizado de negligencia y conocimiento
culpable. Sin embargo, la justicia peruana dejó escapar a los principales asesinos o
simplemente no los castigó.
Los indígenas eran azotados no solamente debido a una disminución de caucho, sino
también y aún más cruelmente si se atrevían a escapar de sus casas para fugarse a una
región distinta y librarse juntos de los trabajos que les habían impuesto. Si los fugitivos
venían capturados se les torturaba hasta darles muerte mediante brutales azotes (…)
(Casement, 1985: 3 0)
El ahogamiento, la quema, el cepo, la violencia, la inanición, hacían parte de los
métodos utilizados por los capataces y jefes de la compañía.Taussig (1986) llega hasta
afirmar que dado que, como
(…) la mayor parte de los empleados blancos y negros de la Compañía estaban apresonados en una red en el sistema de contratación y así comenzaban ya endeudados (…)
Solamente por la ritualización grupal de torturar indígenas podrán ser controladas esas
anomalías y desconfianzas, garantizando así, a la compañía, la solidaridad requerida para
sostenerla como una unidad efectiva.
369
Amazonas: Ruta Milenaria
Migraciones y resistencia
Frente al intenso y violento sistema de explotación y terror implantados por la Casa
Arana, J. C. Arana Hermanos o la Peruvian Amazon Rubber Company, en el área y
la inexistencia de verdaderas autoridades civiles y judiciales, los grupos indígenas se
ven obligados a migrar o resistir violentamente.
Las migraciones voluntarias fueron exitosas en algunos casos, mientras que en
otras los indígenas caen en manos de otros caucheros colombianos cuyos métodos
de fraude y violencia no variaban. Las migraciones forzadas implicaron la muerte
de muchos por pestes, desnutrición o enfrentamientos con otras etnias del área.
Dos casos de huida exitosa y aislamiento de cualquier compañía civilizadora hasta
el presente, cierran las opciones que tuvieron los indígenas del interfluvio Caquetá-Putumayo.
Algunos casos de migraciones voluntarias (cimarronismo) y forzadas se dan, por
lo menos a partir de 1903. En este año el viajero Rocha identifica a los Huitotos
como habitantes del Caguán (1905: 86) y también la región de la Tagua, huyendo de
la Casa Arana. Para 1914 el etnólogo Theodor Preuss trabaja (recolección de mitos)
con indígenas Huitotos en el río Orteguaza.
En 1925 y 1928 los capuchinos de Sibundoy, reconocen e intentan poblar algunas familias en Peña Roja, río Caguári, trasladándolas del inter-fluvio Cuemaní-Caguán. Otros grupos de Andoques, Huitotos y Mirmzas, migraron hacia el oriente, al
río Mirití. Félix Mejía, asociado con Oliverio Cabrera cuenta lo siguiente:
En enero de 1909, estando en este lugar (Mirítí), tuve conocímiento que en la boca de
la quebrada donde tenía abierta las estradas habían llegado unos Mirañas (…) encontré
allí al jefe Miraña Gustavo con veinte indios más que venían del Cahuinari debido al
maltrato que recibían de los peruanos.
Dejó encargado a un tal Aníbal Mera.
Con instrucciones de que fueran los indios bien tratados (…) pero Mera que ya traía
las malas costumbres del Putumayo, trató muy mal a los indios, los cuales se huyeron no
encontrando a mi regreso sino un moribundo indio víctima de los latigazos de Mera.
(AHNC, Fondo Min. Gobierno, Tomo 677, 1911)
En este mismo documento se nos informa de una migración Miraña al Brasil,
cuando los capitanes Matiri y Tomás, abandonan al cauchero, Agustín Ciceri en el
Caquetá, arriba del chorro de Córdoba. Los actuales asentamientos Mirañas en el río
Solimoes, entre los ríos Tefé y Jurua, pueden haberse originado de esta migración a
comienzos del siglo XX o de más antiguas correrías y redadas de esclavistas brasile370
Roberto Franco
ros o portugueses. N o sabemos si la migración de los capitanes Mirañas tuvo éxito.
Según Hardemburg (1913: 194) muchos Mirañas habían escapado a la banda norte
del Caquetá. Hoy día frente a la boca del Cahuinarí, entre Santa Isabel y Puerto Caimán, se encuentran en Colombia los asentamientos de los Mirañas. Existe también
un asentamiento Huitoto en el Lago Coarí en Brasil (CIMI et al., 1986).
En el caso del cauchero Gregorio Calderón, se ve ligado a los Huítotos y Carijonas.
Como fundador de El Encanto, vende sus propiedades en el Caraparaná a Julio C.
Arana (Olarte Camacho, 1911: 66) y para 1909 se encuentra en el río Apaporis, al
norte del Caquetá, con trabajadores Huitotos explotando caucho, en donde, incitados
por los peruanos, los indios Carijonas atacaron el campamento de Calderón, tres veces en 20 días, matando a sus recolectores y a los indios Huitotos (Hugh Jones, 1981:
37). Posteriormente los mismos Carijonas atacarían Calamar, con la muerte de 12
caucheros y 26 Huitotos.
Entre 1922 y 1932 y especialmente a partir de 1928, Huitoto, Boras y Ocainas son
trasladados al Perú, como respuesta a lo estipulado por el tratado Lozano-Salomón
y la guerra de 1932. Es posible que el grupo de Huitotos en el río Nanay, comunidad
Centro Arenal, haya sido trasladado allí desde 1904, fecha en que Arana y Alarco
trajeron negros de Barbados a este lugar. En especial por las trochas Putumayo-Algodón-Ampiyacú (Gasche, 1913: 16) y Puerto Arturo-Tamboryacu-Napo llegaron los
Huitotos al Perú a estos dos ríos, comandados por sus antiguos capataces. Para 1931 el
comisario colombiano en Amazonas, Alfredo Villamil Fajardo, informa:
(…)que a la fuerza y contra su voluntad los empleados de la empresa (Arana Hnos.) estaban trasladando a gran parte el personal indígena a dicha margen derecha (del Putumayo)
en donde a causa de lo malsano del clima habían muerto gran número de indios.
(AHNC, Fondo Min. Gobierno, Tomo 1005, 1931)
Dos casos de migraciones exitosas son las de los Yuris, al alto río Puré y los Urumis
al alto río Metá. Todavía hoy guardan su independencia en la única forma que hasta
ahora han tenido de enfrentarse a la barbarie civilizadora: el aislamiento.
En cuanto a la segunda forma de reacción, la resistencia violenta, vimos ya el caso
de los Carijonas frente a Gregorio Calderón y Calamar.
También los Cabiyaries del Cananari impedían en 1917 el establecimiento de una
sección de la Compañía Mejía-Oliverio Cabrera dando muerte a "los señores César
Calderón,Víctor Suarez y segundo villota con algunos Huitotos y Mirañas (AHNC,
Fondo Min. Gobierno, Tomo 825, 1920). Este mismo año una rebelión de mayores
dimensiones surgiría bajo el mando de Yarocamena, abarcando las secciones caucheras de Atenas y Entre Ríos, en el alto Cahuinarí. Al final el ejército peruano traído de
371
Amazonas: Ruta Milenaria
Iquitos, aplastó el movimiento (Pineda, 1983: 153 y ss). Los líderes del movimiento
habrían huido.
Por su lado Casement (1985) nos informa de una rebelión de cuatro “muchachos”, jóvenes indígenas armados de rifles al servicio de la Compañía Arana, en
1910. Asimismo, en 1908, el capitán Bora Katenere del río Pamá, se ve forzado a
trabajar para Normand de la sección Atenas y con Agüero en Abisinia. Se rebela
contra los caucheros y encuentra la muerte en julio de 1910 cuando intentaba atacar
Abisinia (Casement, 1985 [19ll]: 296) en donde estaba su mujer de rehén. La incapacidad de confederar diversos clanes de la misma etnia o diversas etnias en contra
de los caucheros, es mencionada por Whiffen como una causa del poco éxito de las
rebeliones indígenas (1915: 63).
En la actualidad los Huitotos, Boras, Okainas y Andoques han logrado la constitución de un gran resguardo en el Igaraparaná, Caraparaná y Cahuinarí después
de superar las dificultades derivadas de los títulos de propiedad presentados por la
Caja Agraria sobre el territorio tradicional de estas etnias, un afortunado cambio de
administración en esta entidad y el empeño de los mismos indígenas organizados
lograron hacer valer un derecho que durante casi un siglo les fue negado.
Mesianismo Ticuna en el Solimoes
En el trayecto comprendido por las ciudades amazónicas de Iquitos y Manaos en los
meses de abril y mayo de 1987, pudimos observar la existencia de un fenómeno religioso bastante fuerte y expandido: La Iglesia Madre Central del Brasil, con adeptos
de los grupos indígenas Ticunas y Cocamas, así como de colonos ribereños y caboclos.
Desde el río Ucayali en el Perú hasta la localidad de Tefé en el Solimoes, pasando por
Iquitos y Tabatinga, una gran cantidad de pequeños poblados caracterizados por la
presencia de una iglesia con una gran cruz roja implantada al frente en el lugar más
alto de la localidad, hacen que el viajero detenga su mirada y observe.
Estuvimos en algunos poblados en el Brasil: Sao Leopoldo, Belén de Soliméíes,
Vila Colina de Tonantins y Nova Esperanza. Allí pudimos conocer más de cerca a
los hermanos de la Santa Cruz, observando algunas características de sus poblados,
compilando algunos datos de su historia y costumbres. Además, tuvimos la oportunidad de entrevistar al actual director de la iglesia, el hermano Walter Souza Neves
da Cruz, en el puerto de Santo Antonio de Issá, en la boca del río Putumayo.
Todos los hermanos de la Santa Cruz se distinguen por ir vestidos con falda larga, camisas de manga larga y pantalones largos; se reconocen por una pequeña cruz
372
Roberto Franco
colgada del cuello con las insignias RDSM (Recuerdo de la Santa Misión) y STA
(salva tu alma) y una actitud tranquila y sobria. Tienen un nombre material y uno
espiritual que los identifica. No se les oye reír duro ni hablar en voz alta; son agricultores, cazadores y pescadores y rehuyen tanto el bullicio de las ciudades como el
trabajo asalariado y reducen a un mínimo intercambios comerciales con la sociedad
nacional brasilera.
Los principales factores que hacen de este movimiento social un movimiento
mesiánico son la creencia en un salvador, el mesías —en este caso el hermano José
Francisco da Cruz— fundación de una ciudad en donde es posible la salvación en
este caso la ciudad de Yui en el Putumayo brasilero y la creencia en el próximo fin del
mundo, por inundación caso en el cual solo los habitantes de Yui se salvarán. Además
se presenta entre dos grupos indígenas con raíces mesiánicas profundas: los Cocamas,
de familia Tupi, caracterizados por un mesianismo acendrado que los ha llevado en
repetidas ocasiones a migrar en busca del paraíso o la tierra sin mal; y los Ticuna de
quienes se conocen por lo menos siete de sus movimientos mesiánicos desde fines
del siglo XIX hasta 1956. (Schaden, 1982; 123-130).
Respecto al mesianismo Ticuna afirma Darcy Ribeiro (1976: 282) que no se proponen “luchar contra el orden vigente” si no que “encuentran una forma de negarse
a actuar dentro de él generando levantamientos que, si se generalizaran, paralizarían
todas las actividades productivas”.
Según Nimuendaju (1948), quien visitó los Ticuna en los años cuarenta:
El movimiento mesiánico Ticuna surge de la conciencia de haber ofendido a Dyai el
héroe cultural, por corromper la antigua cultura espiritual bajo la influencia de la gente
civilizada y también por temor a que los cataclismos de épocas remotas se repitan (…)
los inmortales anuncian un inminente cataclismo que amenaza con destruir la gente civilizada e instruyen a los indios para salvarse mediante su reunión en un lugar protegido y
la celebración de ciertas ceremonias. Apenas los indios se reúnen, los civilizados aplastan
el movimiento temiendo una amenaza a sus intereses.
(Nimuendaju, 1948: 724, 725).
José Francisco da Cruz y la Ciudad de Yui
José Francisco Da Cruz provenía del Estado brasilero de Minas Gerais y su educación religiosa estuvo influenciada por las enseñanzas de un pastor evangélico, llamado Cirilo. Tuvo la primera revelación de su misión a los 17 años, cuando oyó una
voz que le decía que cuando el mundo fuera a ser desolado allí le quedaba la cruz.
De Minas Gerais viajó al Estado de Acre y pasando la frontera pe ruano-brasilera
predicó a lo largo del río Ucayali logrando numerosos conversos. Su misión co373
Amazonas: Ruta Milenaria
mienza el primero de enero de 1962 y la primera cruz la implantó en la localidad de
Putapa, arriba de Pucallpa. Al sector del río Marañón y Solimoes llega a comienzos
de los años setenta, predicando a lo largo del río, para después fundar la “ciudad santa” de su religión, -Yui, Ciudade Alterosa U.P.A. de Jesús, en un pequeño Afluente
debajo del río Putumayo. Hoy en día el poblado tiene cerca de 900 habitantes y en
su parte más alta se localiza la iglesia con una cruz roja de 40 metros de altura. A la
entrada de la quebrada,Yui se encuentra la Puerta de Juan, con una cruz de 8 metros
y un puesto de vigilancia para la recepción de peregrinos o inmigrantes.
José Francisco da Cruz muere a los 74 años en Yui, y según el padre católico diocesano de Sao Paulo de Olivenza, Gervazio Muniz Leao, sus seguidores, llenos de
esperanza y de fe, aguardaron tres días su resurrección, teniendo que enterrarlo en
avanzado estado de descomposición. El mismo Padre cuenta que los hermanos de
la Cruz anunciaron el fin del mundo para 1970, 1975, 1979 y 1982, con evidentes
fracasos.
A más de los peregrinajes a Yui, el proyecto de un auténtico seguidor de la hermandad es vivir allí, pues allí se localiza el único refugio cuando llegue el fin del
mundo y la destrucción de la humanidad. Como en la época del diluvio, únicamente
los refugiados del Arca se salvarán.
A su muerte en 1982, josé Francisco da Cruz entregó la dirección de la iglesia a
un mestizo brasilero, Walter Souza Neves da Cruz. Habían pasado 20 años de predicaciones continuas en Perú, Colombia y Brasil.
Walter Souza da Cruz y el Código de Comportamiento
El 4 de mayo de 1987 tuvimos la oportunidad de entrevistar al hermano Walter,
374
Roberto Franco
quien se hallaba en el pequeño barco Almirante Neves, en el puerto de Santo Antonio de Issá. La bandera del Brasil y la de la hermandad ondeaban en el techo del
barco. Estaba rodeado por sus seguidores más cercanos -entre ellos un peruano- y
su apariencia física era la de un hombre alto y delgado, piel morena y ojos castaños,
barbilampiño con excepción de algunos pelos largos en los bordes exteriores de la
boca y la barbilla, el cabello muy corto y una sotana negra y larga con insignias.Tenía
en la cintura un cordón de hilos amarillo y verdes entrelazados, y debajo de la sotana
estaba vestido con una camisa de manga larga, pantalones largos, medias y sandalias.
No sudaba a pesar del calor y la humedad que había al mediodía en el barco, atiborrado de personas que oían sus palabras. Mientras yo sudaba, iniciamos una difícil
conversación salpicada de citas bíblicas y una larga lectura que incluyó la enumeración de las 33 prohibiciones, de las cuales pude copiar las siguientes:
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
9.
10.
11.
12.
13.
14.
15.
16.
Prohibida la mujer prostituta.
Prohibido el ladrón que continúa robando.
Prohibido el hombre borracho.
Prohibida la mujer chismosa.
Prohibido el fútbol y los juegos de mesa.
Prohibidos los políticos, los contrabandistas y los vendedores de macoquinha
(marihuana).
Prohibido cantar canciones de moda.
Prohibido el cine y la televisión.
Prohibido tomar préstamos de bancos.
Prohibido ser fiador.
Prohibido andar desnudo o con bermudas.
Prohibido el hombre con cabellos largos.
Prohibida la predicación de otras religiones en nuestras iglesias.
Prohibido entrar a la casa del hermano o vecino ausente, estando su familia
allí.
Prohibido discutir de religión.
Prohibido andar sin la cruz en el cuello, pues es un símbolo de Cristo y una
marca para ser reconocido.
Acabó la lectura haciendo referencia a las necesidades de pagar puntualmente el
diezmo, cada 90 días.
Según Walter su religión tiene ya 45 000 conversos, aunque según el padre diocesano de Sao Paulo de Olivenza, estos serían apenas 20 000. Además, Walter afirmó
tener una iglesia en expansión y una lamentable pérdida de 8000 conversos en la
zona colombiana del trapecio.
375
Amazonas: Ruta Milenaria
Planteó como principios básicos, la determinación, la dedicación y la disciplina
y como normas obligatorias de comportamiento oír, obedecer, orar, orientar, homenajear y orden. En varias ocasiones hizo énfasis en que aquellos que no estén
dispuestos a seguir las normas más les valdría ir a vivir con los capibaras (chiguiros
o yulos). Así mismo, dijo que la obediencia de los preceptos es lo mismo que la
obediencia a José Francisco da Cruz, Cristo y Dios. Aseguró que la religión de la
hermandad es la religión superior que sigue a José Francisco da Cruz, pastor del
mundo entero. El ingreso a la hermandad es visto como un cambio de vida, lleno
de tranquilidad y paz, apte la inminencia de la venida de los ángeles exterminadores.
Para los hermanos de la Cruz no hacer parte de la hermandad es la perdición.
Las ciudades mismas son vistas como lugares de corrupción y contaminación, lo que
demostró el hermano Walter no bajándose del barco durante su estadía en Santo
Antonio de Issá.
Los poblados y la organización religiosa
Los poblados de la hermandad están organizados en función de la ' iglesia y la cruz.
Aunque tienen tres iglesias en la ciudad peruana de Iquitos (Morona, Bagazan y
Belén) el poblado ideal está localizado en la selva y como mencionamos antes, con
una iglesia de madera, una cruz con su fecha de implantación y un patio cercado
alrededor de ambas, cuidadosamente desyerbado. Las casas de cada familia se suceden
alrededor de esta cruz o a lo largo de un camino que lleva hasta ella y tienen una
cruz y un número pintados cerca de la puerta. Los poblados carecen de cancha de
fútbol —característica de casi todos los poblados amazónicos— de bares y cantinas
y de televisión. El radio es permitido pero únicamente puede sintonizarse la emisora
evangélica Voz Transmundial, que transmite desde las Antillas Holandesas.
La jerarquía religiosa, incluye los pastores que deben ser casados, siendo su función guardar la ortodoxia doctrinal; los directores de cada poblado están a cargo
del culto y la disciplina comunal. El tesorero recauda los diezmos trimestrales y las
limosnas.Y el capitán organiza los trabajos y las actividades productivas. Un secretario lleva los libros del pueblo.
El culto se realiza todos los días a las 4:00 a.m. y las 5:30 p.m. tocando música y
utilizando maracas, tambor, guitarra y acordeón, y en algunos casos pandereta. Tienen un himno de su religión. El quebrantamiento de las normas establecidas implica
la realización de penitencias —arrodillándose algunas horas frente a la cruz—, y en
casos de reincidencia en materia grave puede implicar el exilio del poblado.
Sao Leopoldo, Belén de Solimoes, Vila Colina, Nova Esperanza
Alguna información sobre la dinámica social y religiosa en cuatro poblados específicos pueden ilustrar mejor la profundidad e importancia del fenómeno estudiado.
376
Roberto Franco
De una muy corta estadía en Sao Leopoldo (Ticuna), Belén de Solimoes (poblado
mayoritariamente Ticuna) Vila Colina (Caboclos) y Nova Esperanza (Cocama) podremos realizar algunas reflexiones sobre este movimiento.
Sao Leopoldo se encuentra situado en la banda sur del Solimoes, en cercanías
de Tabatinga, sobre una serie de colinas. Es un poblado de 33 casas marcadas con
un número ascendente, en la medida que se alejan del centro del poblado: la iglesia,
situada en la cima de la colina más alta y la cruz implantada en el año de 1982. La
comunidad homogénea de creyentes lleva una vida organizada, sobria y pobre, lejos
de patrones, cachaza y deuda. Cantan y rezan juntos con sus vestidos recatados y el
poblado respira silencio y paz. Ascendiendo las nueve colinas en una tarde luminosa
y húmeda, casas sobre pilotes y gente que reía callada, no se oía ni el bullicio del
fútbol ni el sonido del radio; era el silencio de un mundo que aguarda su final. El
29 de septiembre de cada año los hermanos cruzados de Sao Leopoldo celebran el
aniversario de la implantación de la cruz.
Belén de Solimóes es un poblado de cerca de 2000 personas predominantemente
Ticuna. Aunque en Belén de Solimóes la iglesia católica lleva 18 años de predicaciones, hace 12 años la mayoría de la gente se convirtió al movimiento cruzado.
El poblado, establecido de forma lineal a lo largo del río está dividido en dos,
de acuerdo con la creencia en el catolicismo o en el movimiento cruzado. Del lado
católico, una iglesia de ladrillo avejentada, unas cantinas con equipos de sonido y una
cancha de fútbol, definen el espacio. Del lado cruzado, la capilla cruzada, su cruz y
el cerco, las casas numeradas y un aviso de la Funai, informa de la existencia de un
resguardo allí. Para tomar cachaza algunos cruzados descarriados pasan el puente
divisorio y allí, sin control alguno gastan su escaso dinero y se endeudan. A su vuelta, el castigo es inevitable, arrodillados frente a la cruz; durante algunas horas. En el
sector católico el antiguo patrón que tema su “fazenda” en que producía botones
de tagua, siringa y cachaza, ha dejado en sus hijos la continuidad del negocio, ahora
limitado al comercio en Benjamín Constant y Tabatinga.Ya el Sr. Jordan Almeida y
sus hijos Leandro y Roberto no tienen el control de la mano de obra indígena. El
movimiento mesiánico se la arrebató. En Belén, el Padre franciscano fray Humilis se
burla de la estricta religión de los cruzados y habla de José Francisco da Cruz con
desprecio. Sin embargo, su iglesia católica cuenta con escasos fieles que sólo creen
en pecar y rezar para así empatar.
Más adelante y sobre la banda izquierda del río Solimiaes, entre los ríos Putumayo (Issá) y Caquetá (Yapurá), desemboca un río de aguas transparentes llamado Tonantins. En la boca del río se encuentra Vila Nova y más arriba el antiguo poblado de
Sao Francisco, a donde llegué caminando, en busca de los cruzados. Este pueblo tuvo
377
Amazonas: Ruta Milenaria
su auge en tiempos del caucho y el comercio de pieles. Las casas de teja de barro y
una vieja capilla atestiguan una bonanza pasada. Aquí en Sao Francisco la hermandad
de la Santa Cruz lleva 13 años, y 13 familias se convirtieron con las palabras de José
Francisco da Cruz, el pastor. Practican el trabajo comunitario bajo el mando de un
capitán, y su sector es llamado Vila Colina: allí está la cruz y la capilla. La gente que
incumple los mandamientos es solamente aconsejada; antes debí arrodillarse ante la
cruz.
Por último en cercanías de Tefé y en la orilla derecha del Solimoes se encuentra
la última localidad de cruzados que conocí, llamado Nova Esperanza, con 50 pobladores, del grupo Cocama. Me sorprendió encontrar Cocamas en el Solimiaes, pues su
hábitat tradicional es el río Ucayalí en el Perú. Al parecer en la época del caucho
miraron hasta allí con sus patrones. Su director Sabilo Nascimento Monzao ha organizado la migración de su pequeña comunidad a Yui, por dos razones principales:
el establecimiento de una inmensa agroindustria a 5 km tierra adentro que está
destruyendo su zona de caza y recolección y el deseo de estar en el arca, para estar
preparados en el momento del fin del mundo. Aquí, en Nova Esperanza, la cruz la
implantaron el 10 de octubre de 1979 y para 1982 se inició la plantación de palma
(dende). Lograron que la Funai les adjudicara 3 km de frente sobre el río, por 5 de
fondo, después de muchos memoriales y viajes a Manaos. Según Sabilo, existe otra
comunidad Cocama en el Solimoes, arriba de Santo Antonio de Issá. Cuando le pregunté a Sabilo por qué habían escogido la religión de los cruzados me contestó que
las otras religiones, todas eran iguales: tomar, fumar y bailar.
Consideraciones finales sobre el movimiento mesiánico
El reciente fenómeno mesiánico, extendido a lo largo de los ríos Ucayali, Marañón
y Solimoes presenta algunas características que llevarían a clasificarlo como una fa-
378
Roberto Franco
nática secta protestante. No hay duda que tiene una serie de elementos tomados del
cristianismo —iglesia, pastor, mandamientos, cruces—, pero tiene otros que nos llevan a clasificarlo como un movimiento mesiánico y milenarista: una ciudad sagrada
(Yui) la creencia en una inminente destrucción del mundo, la llegada del pastor del
mundo (José Francisco da Cruz) y la creencia en la salvación para quienes se acogen
al movimiento. Además, el sincretismo entre la mitología y los elementos cristianos,
fortalecen el carácter mesiánico de los cruzados Ticunas que temiendo haber ofendido a DYAI José Francisco da Cruz se acogen a los preceptos y a la estricta vida
comunitaria de sus poblados, abandonando sus antiguos rituales Ticuna.
Por otro lado, el estado de opresión y descontento que han debido soportar los
Ticuna bajo el sistema de patrones y deudas, dan al movimiento cruzado un carácter
político y económico en tanto que se aíslan y sustraen del comercio y el trabajo
asalariado o servil, evitando tomar cachaza y/o endeudarse. En esta medida los 33
preceptos garantizan a los cruzados un alto grado de independencia frente a la sociedad nacional, cuestionando el sistema político, al evitar participar en el mismo.
Aunque el estricto código de comportamiento implicó para los Ticuna el abandono
de sus fiestas y rituales tradicionales, se ven compensados por la promesa de felicidad
inherente en su mesianismo, Asimismo, el alto grado de cohesión social y solidaridad
existente en los poblados, expresado en los trabajos comunitarios y las nuevas celebraciones rituales en sus iglesias, compensan el abandono de las antiguas costumbres.
Existen posiciones políticas que juzgan estas sociedades como represivas y reaccionarias, careciendo para este juicio tanto de una perspectiva histórica y etnológica,
como de un conocimiento de las condiciones de opresión y dominación implantadas en estas áreas de expansión de la frontera económica nacional. Con razón, los
“hombres civilizados” ven como una amenaza a sus intereses estos movimientos
liberadores de las redes de deudas y dependencias. La marcada autonomía y autosuficiencia de las comunidades cruzadas entre Tabatinga y Tefé en el Solimoes brasilero son garantía de su supervivencia como tales, mientras la injusticia y la opresión
perduren.
Con excepción de la ciudad Alterosa de Yui en el Putumayo, el siguiente listado
de poblados del Solimoes puede ser de interés para futuros investigadores interesados
en el mesianismo. En algunos lugares, como ya lo vimos, los cruzados pueden ser
incluso minoritarios. Los poblados están todos localizados entre Tabatinga y Tefé,
sobre el Solimoes, con pocas excepciones.
379
Amazonas: Ruta Milenaria
ANEXO
Poblados cruzados de Solimoes brasilero
Con excepción de la ciudad Alterosa de Yui en el Putumayo, el siguiente listado de
poblados del Solimoes puede ser de interés para futuros investigadores interesados
en el mesianismo. En algunos lugares, como ya lo vimos, los cruzados pueden ser
incluso minoritarios. Los poblados están todos localizados entre Tabatinga y Tefé,
sobre el Solimoes, con pocas
Tabatinga
Benjamín Constan!
Belén de Solimoes
Umaiassu Corderinho
Bom Jardin
Celeiro
Porto Espiritual
Sao Leopoldo
Feijoal
Monte Santo
Novo Brasao
Uriquí
Sao José
Jericó
Ribeiro
Cajari
Santa Luzia
Bom Suceso
Camatiai
Jordanha
Betanha
Lutador
Redenção
Bom Jesús de Oliveira
Sao Tomas
380
Novo Comando
Niteroi
Triunfo
Nova Italia
Sao Salvador
Santa Rita Vila Colina
Nova Jordanha Bom
Caminho Sao Raimundo
Nova Esperanza
Roberto Franco
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384
Roberto Franco
385
Capítulo V
el amazonas como
proyecto
Banco Interamericano
de Desarrollo
PNUMA
OTCA
Destruyendo Mitos
Banco Interamericano de Desarrollo
Desde la llegada de los conquistadores la Amazonía ha sido el objeto de una interpretación mitológica que se ha alimentado del desconocimiento y del miedo, de
verdades a medias y de generalizaciones o extrapolaciones falsas. Esos mitos han sido,
con demasiada frecuencia, los principales motivadores de las concepciones para la
ocupación y desarrollo de la Amazonía. Su influencia negativa en el pensamiento y
la acción, especialmente en el campo político, continúa en la actualidad.
Uno de los primeros mitos fue el de El Dorado, nacido en épocas de la conquista
y que no merece el comentario de este documento. Sin embargo subsisten otros
mitos muy influyentes. Entre estos destacan: (i) la homogeneidad de la Amazonía; (ii)
El mito del vacío o de la virginidad amazónica; (iii) El mito de la riqueza y, a la par,
el mito de la pobreza amazónica (iv) El de la Amazonía “pulmón de la Tierra”; (v)
El mito del indígena “freno para el desarrollo”; (vi) El mito de la Amazonía como
solución o panacea para los problemas nacionales y por último, (vii) El mito de la
Internacionalización de la Amazonía”.
Para lograr un enfoque objetivo de la problemática y de las alternativas para un
desarrollo sustentable de la región amazónica es fundamental tener en cuenta las
verdaderas posibilidades que ofrece el ambiente y las severas limitaciones que impone. Ello implica explicar, interpretar y, cuando resulta necesario, destruir los mitos
existentes.
389
Amazonas: Ruta Milenaria
El mito de la homogeneidad
Con demasiada frecuencia se cree que la Amazonía es un solo manto verde, enorme
y uniforme, interrumpido por grandes ríos sinuosos. Ninguna visión de la Amazonía
es tan irreal como esa. La Amazonía contiene una tremenda diversidad tanto natural
como política y social. Se puede afirmar, sin lugar a dudas, que dentro de la cuenca
amazónica existen muchas amazonías o muchas facetas geográficas y ecológicas de
la misma. La visión del inmenso bosque denso y húmedo, donde el explorador tenía
que luchar contra el calor, las lluvias, los indígenas, los mosquitos y las pirañas, se ha
traducido en la denominación de “infierno verde”. Esta concepción de la Amazonía
uniforme, homogénea, se puede considerar como la madre de todos los demás mitos.
La gran heterogeneidad de tipos de climas, de formaciones geológicas y de altitudes sobre el nivel del mar, conforma una gran diversidad de paisajes, a la cual corresponde una gran heterogeneidad de tipos de suelo, deformaciones vegetales y de biodiversidad. Esta es la demostración más palpable que la Amazonía no es homogénea.
También es evidente la heterogeneidad política, social y económica de la región.
Ocho países tienen jurisdicción sobre la misma: Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador,
Guyana, Perú, Suriname y Venezuela, además del territorio de la Guayana Francesa.
Cada uno tiene su estilo de gobierno y sus propias políticas y leyes para la región,
las que no siempre toman en cuenta todos los convenios bilaterales o regionales
existentes. El desarrollo económico de cada parte de la Amazonía es diferente y sus
potencialidades también lo son, en función de los recursos naturales disponibles y
de las estrategias económicas que cada país adopta. Muy diferentes grupos humanos
pueblan la región: pueblos indígenas no contactados o contactados en diferentes grados; habitantes de villorios y de ciudades grandes y pequeñas; sociedades del bosque
de carácter extractivista, e inmigrantes de todo origen.
El cambio del enfoque de la homogeneidad por el de la heterogeneidad es fundamental para establecer estrategias adecuadas para cada uno de los espacios y realidades amazónicas.Ya en el pasado la heterogeneidad de factores ecológicos ha tenido
influencia en el origen de culturas, asentamientos y tecnologías nativas. En tiempos
más recientes y ante el patético fracaso de costosos programas de desarrollo, los
países de la región y los organismos financieros internacionales han comenzando a
interesarse en el ordenamiento territorial con base en la diversidad de recursos y de
condicionantes ambientales.
Un enfoque muy extendido en el hemisferio norte es que Brasil es sinónimo de
Amazonía o que la Amazonía está en Brasil o que sólo el Brasil es responsable de
la destrucción de los bosques amazónicos, Esto, una vez más, no corresponde a la
realidad. El origen de esta exageración proviene de que la mayor parte de la cuenca
390
Banco Interamericano de Desarrollo
amazónica y de los bosques tropicales amazónicos están en Brasil; de que la denominación de río Amazonas, para el Brasil, empieza en Manaus y para los otros países de
la cuenca en Perú, y del conocimiento superficial de la Amazonia que existe en los
países desarrollados y aún en los propios países amazónicos.
Es un hecho real que Brasil tiene jurisdicción sobre el 67,79% de la cuenca amazónica mientras que los otros países sólo poseen el 32,21% restante, y que el 58,50%
del territorio brasileño es amazónico. Sin embargo, varios países de la cuenca tienen
un porcentaje no despreciable de la misma y el porcentaje nacional de su territorio
en relación a la cuenca es muy importante: Perú sólo posee el 13,02% de la cuenca, pero el 74,44% de su territorio está en la misma; Bolivia posee el 11,20% de la
cuenca y ésta conforma el 75% de su territorio; Ecuador sólo posee el 1,67% de la
cuenca y ésta abarca el 51% de su territorio. Para Colombia la proporción es de 5,52
y 36%, mientras que para Venezuela es de 0,72 y 5,78%, y para Guyana del 0,08 y
2,73%, respectivamente.
Ecuador y Perú ostentan la mayor densidad de población y la mayor ocupación
amazónica, y, en consecuencia, la mayor proporción de tala de bosques de la parte
que les corresponde. En lo referente a la tala de bosques y otras actividades de explotación, la ocupación de las partes altas y de las vertientes orientales andinas por parte
de los países andinos tiene gran influencia sobre la destrucción de la biodiversidad, la
erosión de los suelos, el transporte de sedimentos, la contaminación de las aguas y la
destrucción de reservas hidroenergéticas. Esa influencia es tanta o mayor que la del
Brasil. Esta realidad ha sido poco evaluada y las responsabilidades globales en el ámbito de la cuenca no han sido ni siquiera comparadas. Simplemente, se ha tildado al
Brasil como responsable de la Amazonía y se le ha adjudicado toda la responsabilidad
de los impactos ambientales negativos en la región.
El mito del “vacío amazónico”
Es común referirse a la Amazonía como a una “de las últimas fronteras de la humanidad” y a que es un inmenso “espacio vacío” que es necesario ocupar. Algunos
llegan al punto de creer que se trata de “una región virgen”. Estas ideas son comunes
tanto en los países extrarregionales, especialmente los del hemisferio norte, como
en los de la misma región. Los primeros centran su preocupación en conservar intacta la Amazonía como una reserva natural para toda la humanidad, olvidando que
hay gente que vive en la región y que necesita prosperar. En cambio, algunas de las
naciones bajo cuya jurisdicción se encuentra la Amazonía, la han considerado y la
consideran como una de las grandes posibilidades de explotar riquezas naturales,
extender la frontera agrícola y descongestionar las zonas periféricas volcando poblaciones hacia ella, ignorando asimismo que allí ya hay habitantes y que estos, también
tienen derechos.
391
Amazonas: Ruta Milenaria
La Amazonía ni es virgen ni es un espacio vacío, donde la naturaleza yace en
estado prístino e intacto. Tampoco constituye un inmenso laboratorio donde las
fuerzas de la naturaleza actúan sin la intervención humana. En verdad, la región tiene
una larga historia de ocupación humana, de más de 20 000 años, que, aunque poco
investigada, es una realidad. Fue objeto de migraciones internas precolombinas y
los pueblos indígenas en sus sucesivos desplazamientos, han ocupado y abandonado
alternativamente gran parte de su territorio. En la actualidad es difícil establecer a
cuánto llega la población de los pueblos indígenas, pero se cree que alcanza a aproximadamente un millón, sin incluir los de las zonas periféricas, especialmente andinas.
Después de la conquista europea la región fue lentamente explorada y ocupada
(1500-1840), para pasar luego a una etapa de explotación de productos forestales
(1840-1945), especialmente el caucho, e ingresar finalmente a la etapa actual de la
ocupación moderna muy intensa. Se calcula que durante el “boom” del caucho migraron a la Amazonía brasileña cerca de 300 000 personas (Salati et al., 1990). Hoy la
población llega a cerca de 20 millones de habitantes, con varias ciudades que superan
el millón como Belén y Manaus. La población amazónica tiene una de las más altas
tasas de crecimiento, superando en algunos países el 30% anual.
La región también ha sido ampliamente explorada en busca de recursos minerales (petróleo, gas y metales) y es objeto actualmente de una fuerte superposición de
intereses de conservacionistas y desarrollistas, por una parte, y de pueblos de la selva,
buscadores de oro, exploraciones mineras, migrantes, etc., por la otra. La población
que vive de la minería es cada vez más importante en la región. Los “garimpeiros”, a
pesar de la forma desordenada de su trabajo, no pueden ser desconocidos como grupo humano importante. La exploración y extracción de hidrocarburos constituyen
fuentes importantes de trabajo y de divisas. Asimismo, la infraestructura de comunicaciones en la Amazonía no es nada despreciable y comprende cerca de 42 000 km
de carreteras, redes fluviales y terminales aéreos
Por otra parte, la Amazonía es una región llena de posibilidades económicas con
base en las materias primas que puede proveer. En ese sentido, el desarrollo es en el
momento una condición esencial para su conservación, donde la biodiversidad y la
diversidad cultura deberán jugar un papel importante (Weigel, 1990). No obstante se
reconoce la baja densidad demográfica del interior amazónico, contrastando con la
concentración de la población en las grandes ciudades de la región.
Los mitos de la riqueza y de la pobreza
La exuberante vegetación tropical amazónica ha hecho creer que el suelo que la sustenta es rico. Por otra parte, el desconocimiento de la forma de vida y de producción
de los pueblos indígenas indujo a creer que los trópicos húmedos son una suerte de
paraíso terrenal, donde el entorno provee todo lo necesario para vivir, simplemente
392
Banco Interamericano de Desarrollo
extendiendo la mano para cosechar. Aún hoy en día prevalece en diversos grupos
de la sociedad el mito de esa riqueza. Así, se habla de las “ubérrimas tierra de Ia
Amazonía, que constituyen un “emporio de riqueza”, cuya explotación menaría La
despensa” de los países del área.
En el proceso histórico de la ocupación moderna de la Amazonía, el mito de la
riqueza alentó el descubrimiento del río Amazonas, en busca de El Dorado y de
la tierra de la canela, y también la era de la explotación del caucho. En el presente
siglo no sólo alentó los grandes proyectos de desarrollo y de construcción de vías
impulsados por los países, sino que de él también participaron los organismos que
financiaron tales proyectos.
Sin embargo la verdad es muy distinta. Después de cuatro siglos de ocupación
foránea de la Amazonía y de cinco decenas de grandes proyectos de desarrollo con
base en patrones externos, la Amazonía ya no ha demostrado ser rica como se creía
y millones de hectáreas de tierra abandonada son la prueba de esa realidad. Se han
invertido miles de millones de dólares en colonizar la Amazonía; se han talado cerca
de 800 000 km2 de bosques para transformarlos en pastos y tierras de cultivo; se ha
promovido el traslado masivo de colonos y mineros a la región, y los resultados han
sido poco halagadores o, los proyectos simplemente, han fracasado.
En todo caso, la experiencia ha generado un desperdicio enorme de recursos, que
compromete seriamente el futuro de gran parte de la región. Esto es la demostración
más palpable que la riqueza, en especial la de los suelos, es sólo aparente, o que no se
lograron detectar las auténticas posibilidades que ofrece la región.
393
Amazonas: Ruta Milenaria
El mito de la riqueza amazónica ha alentado también una salida fácil a los países
para los problemas de población, justicia y pobreza. En lugar de resolverlos donde
ocurren, estos problemas han sido exportados a la Amazonía. Los países andinos en
general han preferido colonizar la Amazonía y enviar hacia ella a los pobladores
empobrecidos de los Andes, antes que desarrollar los altiplanos e implantar reformas
sociales. El caso del Brasil es similar, en relación a la población del nordeste y del sur.
Mientras que por un lado la producción ganadera a pesar del apoyo oficial y de
los subsidios, sólo demuestra magros resultados, la mayor parte de las proteínas consumidas en la región sigue obteniéndose de la producción natural de los ecosistemas
en forma de pescado y carne de animales silvestres, con excepción en las áreas metropolitanas, que generalmente importan sus alimentos de otras regiones.
Un alto porcentaje, en algunos casos hasta el 80%, de las tierras actualmente ocupadas en la Amazonía por la agricultura y la ganadería, están abandonadas y en la
mayor parte de los países de la región, se ha producido un fenómeno ininterrumpido
de abandono de tierras, que perdieron rápidamente su fertilidad, para abrir nuevas
áreas en busca de “tierras frescas o fértiles” para poder subsistir. En el Brasil, se calcula
que en la actualidad hay más de cinco millones de hectáreas de pastos degradados o
improductivos (Serrao, 1990). En el caso de Perú y Bolivia la ganadería y los cultivos
legales, que fracasaron, fueron reemplazados en algunas áreas por el cultivo de la coca
orientado hacia la producción de cocaína. De esta manera las colonizaciones han
desatado, en varios casos, una cadena de migraciones internas para ocupar nuevas
tierras. También es necesario mencionar que una parte de los colonos han regresado
a su lugar de origen o han emigrado hacia las ciudades de la región, desencadenando
un crecimiento urbano difícil de controlar y generando problemas adicionales de
pobreza y marginalidad en los cinturones urbanos. Una parte del desarrollo y ocupación de la Amazonía se basó en su “enorme riqueza forestal” Sin embargo, debido a
su extrema diversidad, los bosques amazónicos son más difíciles de explotar de modo
sustentable que sus equivalentes de Asia y África, que tienen una mayor proporción
de maderas comerciales.
El mito de la riqueza amazónica y sus secuelas de fracasos o de resultados menores a los esperados, indujo a graves errores en la concepción de la verdadera riqueza
de la región. Produjo una especie de bloqueo para descubrir las verdaderas posibilidades y marginó de entrada recursos importantes para el desarrollo, como son la biodiversidad y los recursos hidrobiológicos. Se basó, además, en patrones tecnológicos
de zonas templadas no adecuados a las condiciones tropicales.
Recién ahora se está empezando a reconocer que la riqueza de la región está en
la biodiversidad de los ecosistemas, de la flora, la fauna y del germoplasma nativo.
394
Banco Interamericano de Desarrollo
lo que los pueblos indígenas amazónicos conocían desde hace mucho tiempo está
ahora siendo “descubierto” ante la necesidad de buscar alternativas para el futuro.
Como reacción al mito de la riqueza amazónica se ha venido desarrollando, en
ciertos círculos, el mito de la “pobreza amazónica”, es decir, la tesis de que la región
carece de riquezas y debe dejarse de lado cualquier posibilidad de desarrollo. Esta
creencia es propugnada por muchos proteccionistas como reacción ante los desarrollistas. Mientras los primeros enarbolan la bandera de una riqueza amazónica, paradisíaca, los segundos agitan el argumento de la pobreza, exagerando y presentando la
verdad a medias, en defensa de sus posiciones.
La Amazonía es una región que ofrece verdaderas posibilidades para un desarrollo sustentable, porque contiene muchos recursos naturales no utilizados o poco
utilizados, en forma de minerales, hidroenergía, biodiversidad y aún en suelos. Las
exploraciones más recientes demuestran que la región contiene importantes recursos
naturales no renovables como petróleo, gas, oro, uranio y hierro, entre otros. Algunos
países, como Ecuador, Perú y recientemente Colombia y Brasil, han descubierto
yacimientos importantes de petróleo y gas, y una parte de su economía se basa en
la explotación de los mismos. En el caso del Brasil se han descubierto minerales de
bauxita, cobre y hierro que corresponden al 88, 75 y 35 por ciento, respectivamente,
del total de las reservas del país (Reis y Margulis, 1990).
La cuenca, especialmente las vertientes orientales andinas, contiene un gran potencia¡ hidroenergético, muy poco explotado aún, que tendrá cada vez mayor importancia económica con el desarrollo futuro de los países de la cuenca, como alternativa para los grandes embalses en la parte baja, y para generar energía limpia. Por
ejemplo, el Perú tiene el 78 por ciento (= 286,8 TWh) de su potencial hidroenergético en las vertientes orientales andinas de su territorio, y Brasil el 45 por ciento
(=900,5 TWh) de su potencial en la región misma (Dourojeanni, 1982).
Muchas discusiones giran en torno a la pobreza de los suelos amazónicos. La gran
pregunta es si son ricos o pobres, para producir qué y cómo. Por lo general esto se
relaciona con estrategias exógenas de desarrollo y al desarrollo económico dependiente que caracteriza a los países de la región. Mientras, por una parte, existe consenso sobre la pobreza en nutrientes de la mayor parte de los suelos, por otra parte
también existen tecnologías con alto aporte de insumos para hacerlos productivos.
Aunque las opiniones difieren, existen cálculos según los cuales un tercio de suelos
amazónicos son aptos para fines agropecuarios, siempre y cuando se utilicen insumos
y tecnologías adecuadas. Sin embargo este cálculo no se puede sustentar, ya que las
tecnologías apropiadas son demasiado costosas y poco disponibles hasta el presente.
395
Amazonas: Ruta Milenaria
El otro aspecto a tenerse en cuenta es el carácter altamente relativo de cualquiera de las muchas formas de clasificar los suelos. Todo depende, en realidad, de qué
se quiere hacer en cada tipo de suelo. Las clasificaciones actuales de las tierras por
capacidad de uso mayor se basan en una concepción de enfoque foráneo, en el que
se considera la aptitud de los suelos para agricultura, ganadería o forestería. Pero no
se reconocen otras formas de producción. Aún los peores suelos pueden producir
importantes ingresos cosechando una parte de la producción natural del bosque
en forma de productos diferentes a la madera (plantas, fibras, alimentos, colorantes,
etc.) y aprovechando la fauna silvestre o aplicando sistemas integrales de policultivos
amazónicos (cacao, achiote, frutas, palmeras, etc.).
Otro aspecto de importancia en la región es el de los recursos hidrobiológicos.
La Amazonía está cubierta en gran parte por ríos, lagos, lagunas y pantanos, así como
selvas inundables (várzeas) con muchas especies útiles de mamíferos, aves, reptiles,
peces e invertebrados. Los pobladores nativos y no nativos, adaptados a la región,
obtienen gran parte de sus proteínas de la pesca, que constituye un rubro importante
en la economía familiar, local y regional. Lo que ha sucedido es que los recursos
hidrobiológicos no han merecido la atención adecuada dentro de los programas de
desarrollo y se han considerado como algo marginal o hasta sin importancia. Sin
embargo en Colombia, por ejemplo, a pesar de no existir un registro exacto sobre
las capturas en la cuenca, es posible estimar que arrojan una producción anual cercana a las 5650 TM, lo cual equivale al 16% de la producción nacional de pescado
(Castro, 1991). A nivel de la cuenca, la pesca supera las 170 000 TM anuales y, según
la opinión de algunos especialistas, se estaría utilizando sólo el 10% del potencial disponible (Tcajao, 1991), aunque algunas especies o regiones particulares ya presentan
síntomas de sobreexplotación.
Aquí otra vez se repite el fenómeno de la tecnología externa: se ha puesto gran
énfasis en el desarrollo de la piscicultura con especies introducidas, como la tilapia,
en lugar de investigar y aprovechar el verdadero potencial de las especies nativas (Fao,
1990).
El mito de la pobreza revela, una vez más, que no se han generado estrategias de
desarrollo desde una visión amazónica, sino que ha predominado el enfoque foráneo
fundado en verdades a medias.
El mito del “pulmón de la Tierra”
Los que buscan argumentos de gran efecto apelan inclusive a tonos apocalípticos
para “defender” la Amazonía, propagando datos alarmantes sobre lo que significaría
la destrucción a gran escala de los bosques amazónicos a nivel global y afirmando
que se destruiría uno de los “pulmones de la Tierra”. En muchos casos se sigue esgri-
396
Banco Interamericano de Desarrollo
miendo el argumento de que la Amazonía produciría el 80% del oxígeno del mundo.
Esto es probadamente falso.
Cuando se afirma que la Amazonía produce un alto porcentaje del oxígeno del
planeta se desconoce la extensión e importancia de los mares en este sentido; se
parcializa la importancia de una región tropical sobre todos los trópicos, y se olvida
que el bosque maduro tiene un balance casi perfecto entre producción de oxígeno
y fijación de CO2 Durante el día el bosque fija por fotosíntesis en promedio 2,8 kg
de carbono/ha/hora, mientras una cantidad semejante sería consumida a través de
la respiración de la biota del suelo (1,8 kg de carbono/ha/hora) y la respiración de
los árboles, estimada en cerca de 1,0 kg de carbono/ha/hora (Wofsy et al., 1988).
Otros calculan que cerca de 36 x 10(-3) GT (giga toneladas) de carbono orgánico
son transportadas por año por el río Amazonas (Richey et al., 1990). Este dato, normalizado para el área total de la cuenca (640 millones de has), indicaría una exportación de cerca de 0,15 kg de carbono/ha/día. Si se admite que la Amazonía es un
ecosistema clímax, y que las pérdidas por el río no son debidas a una disminución
natural del stock de carbono del sistema o la acción antrópica, esta cifra representaría
el potencial máximo de fijación líquida de carbono por la fotosíntesis para la cuenca.
Asumiendo que la Amazonía es un sumidero de 36 x 10(-3) GT de carbono, y que
para cada 12 g de carbono fijados por la fotosíntesis son producidos 32 g de oxígeno,
la producción total de este último en la cuenca sería de aproximadamente de 96 x
10(3) GT, que representa solamente 8 x 10(-6) por ciento de la masa de oxígeno de
la atmósfera. En consecuencia, es improbable que la Amazonía, estando en equilibrio, sea el “pulmón de la Tierra” o un sumidero significativo de CO2 (Victoria et
al., 1991). Por otra parte los bosques maduros mantienen cautiva una gran cantidad
de carbono, que se libera en forma de CO2 al quemarlos. Aquí existe un problema
real, pues con la quema de los bosques amazónicos se liberan cantidades importantes
de CO2 a la atmósfera, contribuyendo al efecto invernadero y al calentamiento climático global. Hoy en día los científicos calculan que la quema de una hectárea de
bosque amazónico emitiría a la atmósfera entre 147 y 199 toneladas de CO2 (Klinge
y Rodríguez, 1974; Fearnside et al., 1990). El CO2 es el gas más importante para el
efecto invernadero, aunque otros gases también son importantes como el vapor de
agua (H20), el metano (CH4)’ el óxido nítrico (N2O), el ozono de la tropósfera (03)
y los clorofluorocarbonos (CFC-11 y CFC-12). Las emisiones antro- pogénicas de
CO2 a la atmósfera están estimadas entre 7 a 8 GT por año (Goldemberg, 1989). La
combustión de combustibles fósiles es la parte más importante. los cálculos estiman
que la deforestación es responsable de cerca de un tercio de las emisiones totales
(Houghton, 1991).
Según algunas fuentes (Goldemberg, 1989), el Brasil fue responsable de cerca del
5% de las emisiones globales de CO2 en la década de los ochenta, siendo el cuarto
emisor mundial.
397
Amazonas: Ruta Milenaria
Por otra parte es innegable la contribución de la Amazonía al balance hídrico
del planeta por el transporte de agua dulce al mar, que representa cerca de un sexto
del agua dulce total vertida a los océanos por los ríos, que asciende en promedio a
176 000 del por segundo. También esimportante la contribución de la Amazonía a
su propio balance hídrico, ya que recibe 12 x 10 (12) del’/año de lluvia, descarga
5,5 x 10 (12) del’/año al océano, y retorna 6,5 x 10 (12) del’/ año a la atmósfera
por vapor y transpiración (Salati et al., 1990).
El mito del “indígena, freno para el desarrollo”
El desconocimiento a nivel nacional e internacional respecto a los pueblos indígenas
amazónicos ha llevado a dos conceptos de influencia negativa: el primero referido al
indígena como obstáculo para el desarrollo, y, el segundo, el del valor casi excluyente
de los modelos indígenas para el desarrollo.
Especialmente en los países de la cuenca, los pueblos indígenas han sido y son
considerados como un obstáculo para el desarrollo, la conquista y la colonización de
la Amazonía. La razón está en las tierras que ocupan desde tiempos remotos, en su
forma de utilizar los recursos y en su cultura. Recién durante los últimos decenios
del presente siglo se logró introducir en la normatividad jurídica de los países de la
cuenca algunas reglas que garantizan el derecho a la tierra de los pueblos indígenas y
esto, apenas en forma parcial. El reconocimiento de sus territorios ancestrales y del
uso de los recursos naturales con fines de autoabastecimiento se ha logrado también
sólo en parte. Entre los colonos ansiosos de ocupar esas tierras y los que preconizan
teorías desarrollistas, sigue prevaleciendo el concepto que los pueblos indígenas tienen “demasiadas tierras” y que “no producen para el desarrollo del país”. Tampoco
ha sido esclarecido, conceptual y legalmente, el derecho de los indígenas a la tierra y
a territorios más extensos para garantizar la cultura y la organización de los pueblos
indígenas y su libertad de vivir según sus patrones propios y ancestrales.
Durante más de cuatro siglos se ha perseguido un objetivo muy claro, tanto en la
época colonial como en la independiente de los países de la cuenca: que los pueblos
indígenas deben ser civilizados y adoptar la cultura y la religión occidentales para tener derecho a la ciudadanía y poder decidir sobre su futuro. Por estas razones durante
siglos, los pueblos indígenas fueron objeto de agresiones territoriales y culturales,
que han generado graves problemas para ellos. Los misioneros, los conquistadores,
los caucheros, los colonos y los “garimpeiros”, han agredido y siguen agrediendo a los
indígenas con el objeto de convertirlos a la religión cristiana, civilizarlos o escla- vizarlos, o quitarles sus tierras y recursos. Muchos grupos indígenas han desaparecido y
otros están con problemas graves de autoabastecimiento de recursos y de tipo social.
Con el avance de las investigaciones antropológicas y de sistemas de manejo de
recursos naturales en la Amazonía, la civilización occidental ha descubierto también
398
Banco Interamericano de Desarrollo
Ios modelos nativos,. Este modelo, desarrollado a través de milenios de adaptación a
la heterogénea y compleja situación ecológica de la Amazonía, ofrece contribuciones muy interesantes para un desarrollo sustentable. Los pueblos indígenas conocen
el ambiente y los recursos del bosque y de las aguas; han desarrollado tecnologías
adecuadas para los cultivos; han domesticado plantas y animales; conocen y saben
aprovechar las propiedades de miles de plantas silvestres, y, en fin, son capaces de
contribuir realmente a mejorar los sistemas de producción para la región.
Sobre estos aspectos culturales, tecnológicos y organizativos de los pueblos indígenas, existe hoy una abundante literatura que facilita la introducción de muchos
de estos conceptos en los modelos de desarrollo sustentable para la región. Una de
las contribuciones más importantes es la forma de vivir en el bosque y del bosque,
aprovechando los recursos disponibles en forma integral y sostenible para el autoabastecimiento de los pobladores. Muchos grupos migrantes foráneos han adoptado
los conocimientos indígenas con éxito y los han logrado integrar a los sistemas introducidos.
Esta realidad objetiva, sustentada por trabajos científicos muy serios, ha conducido
a personas e instituciones, especialmente del hemisferio norte, a exagerar una vez más
la validez del modelo indígena y a plantearlo como “el único modelo valedero” y a
desechar cualquier aporte externo. Al respecto es necesario destacar que el modelo
indígena es valedero bajo ciertas condiciones y que, en efecto, sus aportes son decisivos
para mejorar los modelos introducidos. La racionalidad en el uso de los recursos naturales de los modelos indígenas está en función del aislamiento y de ciertas estructuras
sociales. Una vez que adoptan patrones culturales foráneos los modelos van perdiendo
su racionalidad y, así, los pueblos indígenas pueden transformarse en destructores del
ambiente al igual que cualquier otro grupo humano. Tal es el caso de grupos indígenas que han entrado a la economía de mercado y que tienen la necesidad, justificada
o no, de vender productos a mercados externos o de realizar actividades ganaderas,
agrícolas o forestales en función de ese mercado. Bajo estas circunstancias se quiebra
la organización social y desarrollan actitudes nuevas hacia su entorno.
Numerosos investigadores han estudiado los modelos nativos de producción y su
conocimiento sobre el ambiente y las prácticas agrícolas, analizándolos con los métodos científicos occidentales. Las conclusiones son coincidentes en que la organización social y las relaciones sociales de la producción tienen tanta importancia como
el medio ambiente y los cultivos. La influencia de estos resultados han cambiado el
enfoque que aducía que el fracaso de la transferencia de tecnologías nuevas se debía
a la ignorancia y a la indolencia (Hecht, 1991).
Hoy en día ya no es posible, a no ser en pueblos indígenas no contactados, que
son muy pocos, partir del enfoque de la validez absoluta del modelo indígena.
399
Amazonas: Ruta Milenaria
Mas bien se hace necesario estudiar y descubrir los aportes que dicho modelo puede
dar para un desarrollo sustentable y modernizar tecnologías ancestrales de reconocida validez. Una visión absolutamente indigenista del desarrollo amazónico no sólo
no es viable, sino que constituye un mito más. También es inviable, en la actualidad,
partir del concepto del indígena ignorante y prescindir de sus conocimientos, cultura, tecnologías y organización social. Mas bien ha quedado establecido que la solución está en un justo y objetivo equilibrio entre ambas tendencias: tomar lo útil del
modelo indígena, y reconocer que el desarrollo sustentable amazónico tiene mucho
que aprender de este modelo.
La Amazonía como solución de problemas periféricos
Durante el siglo presente, especialmente después de 1945, la Amazonía ha sido objeto de un intenso proceso de colonización cuyo propósito fue expandir la frontera
agrícola y de establecer fronteras vivas u ocupar el denominado “hinterland”. Esto se
ha hecho siempre con apoyo directo o indirecto de programas estatales de los países
de la cuenca. Esta colonización ha sido intensa en Brasil, Perú, Ecuador, Bolivia y
Colombia, y muy escasa o inexistente en Suriname, Guyana y Venezuela.
Los países andinos tienen problemas sociales y económicos muy agudos en las
tierras altas, mientras que Brasil los tiene principalmente en el nordeste, semiárido y
pobre, y en el sur, donde el éxodo de la mano de obra rural ha sido intenso debido
a la ausencia de oportunidades de empleo o de procesos de reforma agraria, entre
otros problemas, y por el progresivo proceso de modernización de la agricultura.
Para solucionar estos problemas iniciaron importantes programas de colonización de
la porción amazónica de sus territorios, inducidos por los mitos del vacío amazónico
y de la feracidad de las tierras. las colonizaciones fueron acompañadas de programas
viales, la reubicación de pobladores de las áreas periféricas deprimidas, y la construcción de infraestructura urbana y de abastecimiento de energía.
El balance de casi 50 años de colonización es negativo, porque no se han resuelto
los problemas de las zonas periféricas deprimidas y se han generado nuevos problemas en la región amazónica. En efecto, las regiones andina, nordestina y del sur del
Brasil, continúan en la misma situación o han empeorado. En la Amazonía, la pobreza ha crecido y la calidad de vida ha disminuido, y el futuro esta más comprometido
a consecuencia del desperdicio masivo de recursos naturales previamente señalado.
Mito de la internacionalización de la Amazonía
Desde su independencia, los países amazónicos han debido asumir la defensa de la
Amazonía ante agresiones de carácter económico provenientes de fuera de la región.
Durante la década de los años 60 se hablaba con frecuencia de que la Amazonía era
considerada como un refugio eventual en caso de guerra nuclear. De hecho, organizaciones militares de algunos de esos países financiaron investigaciones científicas
400
Banco Interamericano de Desarrollo
en la región. Previamente, los países amazónicos debieron reaccionar enérgicamente
contra iniciativas tales como las del Hudson Institute, que propuso crear inmensos
lagos artificiales en la cuenca, lo que habría tenido incalculables impactos ambientales y sociales negativos. Sin embargo, hasta fines de la década de 1960 ni se había
mencionado una idea como la internacionalización de la Amazonía.
Cuando en el decenio de los años 70 se inventó el mito de la Amazonía como
“pulmón de la Tierra” hubo, especialmente en los propios países amazónicos, quienes pensaron que eso podría ser otro pretexto para agredir la Amazonía y es entonces
que apareció el mito de la internacionalización de la Amazonía”. En verdad, la idea
de que la Amazonía podría ser “internacionalizada”, no ha sido planteada jamás por
ninguna nación en el mundo. La idea en si misma es absurda, pues la Amazonía por
importante que sea, no es de ningún modo la única región que tiene importancia
ecológica mundial. Muchas otras regiones o biomas son igualmente importantes. Por
ejemplo, los extensos bosques templados y fríos del norte de Europa, Asia y América,
que fijan tanto o más carbono que los del trópico húmedo y también, están amenazados por el desarrollo. Ya se conoce el papel de los mares, en especial los mares
territoriales, y de los océanos, para la conservación de los recursos, hidrobiológicos
y para el equilibrio de los grandes ciclos naturales.Y al hablar de biodiversidad, debe
recordarse que otras partes del mundo son tan ricas como la Amazonía, en particular
las zonas tropicales de Asia. En la misma América del Sur, tal es el caso de la región
del Chocó, que abarca la costa pacífica de Ecuador, Colombia y Panamá. Tampoco
se puede desconocer el gran número de especies en peligro en áreas de los países desarrollados, en Hawai, California y Australia principalmente. Internacionalizar
cada parte del mundo que tenga importancia ecológica global es, pues, simplemente
absurdo, y únicamente la ignorancia o la mala fe pueden esgrimirlo.
401
Perspectivas del Medio Ambiente
en la Amazonía. Geoamazonía
Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente
MENSAJES CLAVE
La Amazonía, región de grandes riquezas y muchos contrastes
Desde las ocupaciones precolombinas y más recientemente por los colonizadores
europeos, la Amazonía ha sido un área de diversidades, tanto culturales, sociales,
como biológicas.
La Amazonía alberga una gran variedad de especies de flora y fauna y es un área
importante de endemismos, por lo que constituye una reserva genética de importancia mundial para el desarrollo de la humanidad. Por ejemplo, en un área de no
más de diez hectáreas de bosque ecuatoriano de Yasuní, se encontraron 107 especies de anfibios, lo que convierte a este lugar en el más biodiverso del planeta para
este grupo y un hotspots de biodiversidad. Mientras la Amazonía es conocida por
su abundancia en recursos naturales como minerales, petróleo y gas naturales, con
frecuencia sus habitantes se encuentran en un nivel elevado de pobreza, mayor que
el promedio nacional.
La amazonía está cambiando a un ritmo acelerado y las modificaciones
en el ecosistema son profundas
El cambio de uso del suelo amazónico debido al crecimiento de actividades económicas, la construcción de infraestructura y el establecimiento de asentamientos
humanos, han generado una acelerada transformación del ecosistema amazónico.
Al 2005, la deforestación acumulada en la Amazonía era de 857 666 km2, lo que
403
Amazonas: Ruta Milenaria
significa que a lo largo del tiempo la cobertura vegetal de la región se ha reducido
en aproximadamente 17%. Esto equivale a las dos terceras partes de la superficie del
territorio peruano o a 94% de la superficie del territorio venezolano. La pérdida de
biodiversidad se expresa en el aumento del número de especies amenazadas.
Si bien no hay información precisa, diversos estudios destacan un proceso de
erosión genética preocupante. Pese a los cambios ambientales, en la Amazonía aún
se dispone de espacios no intervenidos o con escasos signos de intervención, lo que
constituye un estímulo para la acción conjunta de todos los países con la finalidad de
impulsar el desarrollo sostenible de la región.
La degradación ambiental de la Amazonía es el resultado de factores
internos y externos
A lo largo de la historia, la Amazonía ha sido centro de atracción de la población
expulsada de áreas con limitada actividad productiva y fuentes de empleo reducidas,
o zona de colonización promovida por las políticas públicas.
En la década del 2000, la mayoría de países amazónicos tuvieron, para esa región,
una tasa de crecimiento poblacional por encima de la tasa de crecimiento de la población nacional. En cuatro de los ocho países amazónicos más del 50% de su población amazónica es urbana, afectada por problemas ambientales, como la generación creciente de residuos sólidos, la pérdida de calidad de aire y la contaminación
de los cuerpos de agua.
Mientras tanto, los recursos naturales amazónicos han generado una atracción
significativa de inversiones en megaproyectos mineros, de hidrocarburos e hidroeléctricos, que sumados a otros, agrícolas y pecuarios, que responden a las tendencias del
mercado mundial de alimentos y de energía, están provocando un desarrollo inusitado de la infraestructura vial y un cambio en la forma de producción, lo que afecta los
ecosistemas y la calidad de vida de la población. Por otro lado, las políticas públicas
nacionales también generan incentivos para el desarrollo de actividades productivas,
las cuales no siempre tienen un criterio de sostenibilidad.
El cambio climático constituye una amenaza para la Amazonía
La región amazónica está siendo afectada por el aumento de la temperatura promedio y por la modificación del régimen de precipitaciones. Estos cambios afectan el
equilibrio de los ecosistemas e incrementan la vulnerabilidad, tanto del ambiente
natural como de las poblaciones humanas, en especial las más pobres.
La Amazonía también contribuye con la generación de gases de efecto invernadero, como consecuencia de la deforestación y la quema del bosque. El cambio
climático podría convertir en sabana hasta el 60% de la Amazonía en este siglo.
404
PNUMA
La degradación de los Servicios ecosistémicos amazónicos afecta el
bienestar humano, pero es poco conocida y valorada económicamente
La riqueza de la Amazonía no sólo se basa en la oferta de bienes tangibles, sino que
también está sustentada en el funcionamiento de sus variados ecosistemas naturales y
sistemas socioculturales, los cuales brindan un conjunto de servicios ecosistémicos.
Lamentablemente, la degradación ambiental está reduciendo el bienestar humano
en la región, lo cual se expresa en el aumento de la incidencia de enfermedades en
la población, el incremento en los costos de funcionamiento de las actividades económicas, la agudización de los conflictos sociales, y el aumento en la vulnerabilidad
frente al cambio climático.
Hay evidencias del aumento en incidencias de las enfermedades, como la fiebre
amarilla, la malaria y el mal de Chagas, asociadas al cambio de uso del suelo y ciertas
inter venciones antropogénicas incluidas la migración, la deforestación, y las actividades mineras. La Organización Mundial de la Salud ya reporta entre 400 000 y
600 000 personas/año con malaria en la Amazonía, así que cualquier aumento en el
nivel de estas enfermedades no sería un tema de menor impacto en las poblaciones
locales.
Se sabe también que si la pérdida del bosque amazónico supera el 30%, se reducirá la liberación de vapor de agua con la consiguiente consecuencia en la disminución de la precipitación. Como el agua que drena de estos bosques amazónicos
hacia el océano Atlántico constituye entre 15 y 20% de la descarga total mundial de
agua dulce fluvial, la modificación en la cantidad de agua dulce en los ciclos hídricos
amazónicos podría ser suficiente para influir sobre algunas de las grandes corrientes
oceánicas, que son importantes reguladoras del sistema climático global. La valoración económica permite tener un comportamiento estratégico respecto del aprovechamiento del ecosistema amazónico, dado que identifica los valores asociados al uso
y no uso de los recursos. Por todo lo anterior, promover estudios y acciones de valorización económica de servicios ambientales amazónicos es una prioridad regional.
Ha comenzado la articulación de la Amazonía al sistema nacional y a la
economía nacional
Ha subsistido en los países amazónicos la visión de la región como un espacio periférico poco articulado a la economía nacional, resultado de su lejanía de los principales centros políticoadministrativos y de la formulación de políticas fragmentadas
y sectoriales, que propicia una gestión ambiental limitada en términos de eficiencia
y eficacia.
En la mayoría de países de la región, la Amazonía todavía no es considerada
totalmente como parte del “espacio activo” nacional, pero ellos están logrando
405
Amazonas: Ruta Milenaria
paulatinamente esta articulación de la Amazonía al sistema político administrativo,
a la sociedad y a la economía nacional; probablemente, Brasil es el país que más
progresos ha logrado al respecto. Por otro lado, los procesos de descentralización en
marcha con distintos grados de avance buscan fortalecer la gobernanza ambiental
desde los gobiernos regionales y locales.
Los actores de la región amazónica, tanto los gobiernos como la
sociedad civil, han demostrado gran dinamismo en años recientes,
emprendiendo iniciativas para el manejo de los problemas ambientales
amazónicos
En el marco de un proceso de integración, articulación y descentralización, en los diversos países se han implementado una serie de instrumentos nacionales orientados
al manejo planificado de la Amazonía y, por lo general, los países cuentan con planes
de desarrollo sostenible, estrategias de desarrollo regional, instrumentos de zonificación ecológica económica, así como programas y proyectos regionales, entre otros.
Hay acciones nacionales emergentes en el diseño e implementación de instrumentos de gestión ambiental como son los instrumentos financieros ambientales, incluidos los fondos de financiamiento creados para la implementación de programas
ambientales en la Amazonía. Uno de estos ejemplos es el Fondo Amazonía de Brasil
que fue habilitado por el Decreto 6527 en agosto de 2008, para invertir en acciones
de prevención, monitoreo y combate de la deforestación. La expectativa del Ministerio del Ambiente es que este fondo logre captar en el primer año de funcionamiento
cerca de US$1000 millones.
Sin embargo, la Amazonía es una unidad natural y funciona como tal, por lo
que no puede conservarse y gestionarse de manera aislada en el marco de esfuerzos
individuales de cada país. Por lo tanto, es urgente fortalecer la acción conjunta de
los ocho países de la región para capitalizar las opor tunidades de cooperación e
integración amazónica, formulando las políticas públicas para la región de manera
coordinada, y confiriendo o reconociendo nuevos roles a los actores regionales y
lo- cales en todas las iniciativas de desarrollo sostenible para la región, para lo cual
esos países ya cuentan con la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica
(OTCA) como un organismo intergubernamental que deberían potenciar.
Las políticas públicas relacionadas con el aprovechamiento de los
recursos naturales, el funcionamiento del mercado, y la aplicación de la
ciencia, tecnología e innovación para el desarrollo sostenible, serían tres
determinantes de las perspectivas ambientales del futuro de la Amazonía
La Amazonía, en particular, es muy sensible a los cambios en el funcionamiento
de los mercados, lo cual resulta tener un peso mayor en la visión y la estrategia del
desarrollo regional. Es necesario concentrar esfuerzos en tres líneas de trabajo: con406
PNUMA
servación del bosque amazónico y cambio climático; manejo integrado de recursos
hídricos; y manejo sostenible de la biodiversidad y servicios ambientales.
La armonización de las políticas ambientales en temas de relevancia regional, la
generación y difusión de información ambiental en la región, y la promoción de la
valorización económica de los ser vicios ambientales amazónicos, son algunos ejemplos de las acciones recomendadas para mejorar la perspectiva ambiental de la región.
Los países amazónicos deben extender sus esfuerzos de integración y cooperación
regional hacia la construcción de una visión y modelo conjuntos para el desarrollo
sostenible, avanzando más allá de las integraciones energéticas y de infraestructura.
RESUMEN EJECUTIVO
Para los tomadores de decisiones
Capítulo 1
La Amazonía: territorio, sociedad y economía en el tiempo
La Amazonía es una región de Sudamérica caracterizada por riquezas,
contrastes naturales y culturales
Dividida en la selva baja o llano amazónico, la selva alta, y la ceja de selva o yungas,
drenada por el río Amazonas que es el más largo del mundo y con la cuenca hidrográfica más extensa, con más de 1.000 tributarios, la Amazonía alberga una gran
variedad de especies de flora y fauna, y es un área impor tante de endemismos. Por
otro lado, la Amazonía es también sinónimo de diversidad cultural, con 420 pueblos
indígenas distintos, 86 lenguas y 650 dialectos.
No existe una definición universal del área amazónica
La Amazonía es heterogénea y su delimitación resulta un tema complejo. Por ello,
cada uno de los países miembros de la Organización del Tratado de Cooperación
Amazónica (OTCA), instrumento de la cooperación regional para temas amazónicos que integran Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Suriname y
Venezuela, maneja criterios propios para establecer una definición nacional de Amazonía. Los criterios más comunes son físicos (por ejemplo, cuenca), ecológicos (por
ejemplo, cobertura forestal) y/o de otro tipo (por ejemplo, político-administrativos).
Además, la heterogeneidad de la región no sólo corresponde a los aspectos físicos, sino también a la multiplicidad de etnias, asentamientos humanos, entre otros
criterios. El GEO Amazonía ha utilizado información geoespacial -según los tres
criterios indicados anteriormente- para definir la Amazonía, lo que ha dado como
resultado un mapa compuesto para la región, la “Amazonía mayor” (8 187 965 km²)
y la “Amazonía menor” (5 147 970 km²).
407
Amazonas: Ruta Milenaria
La Amazonía ha estado ocupada y en uso desde tiempos inmemoriales
Cabe destacar que la ocupación originaria de la región es un tema con vacíos y que
aún suscita impor tantes polémicas, sobre todo en lo que se refiere a la densidad y
a las formas en que ocurrió este proceso. Las ocupaciones precolombinas hacia la
Amazonía estuvieron conformadas por las poblaciones de Arawac que se expandieron hasta las Antillas, de la Tupí-Guaraní de la región de El Chaco, y de la familia
etnolingüística de origen Caribe que ingresó a la hoya amazónica por un corredor
de baja pluviosidad. En la zona peruano-ecuatoriana, entre los años 3500 y 300 a.
C., hubo una vinculación cultural y comercial entre la costa del Pacífico, el altiplano
andino y la ver tiente oriental de los Andes (Alta Amazonía). La actual configuración
del territorio que conocemos por Amazonía resulta, a grandes rasgos, del proceso de
ocupación de la región por los colonizadores europeos entre los siglos X VI y XIX.
El nivel de desarrollo económico varía mucho dentro de la Amazonía. Se encuentran áreas como Orellana, Ecuador, con un PBI por habitante de US$25 628 22,
hasta Putumayo, Colombia, con un PBI de US$705,33/habitante. El nivel del PBI
per cápita que se observa en algunas localidades amazónicas, superior al nacional, se
produce por un número relativamente reducido de pobladores y una gran cantidad
de recursos naturales que están siendo explotados, como minerales, petróleo o gas.
Sin embargo, los indicadores de pobreza en la Amazonía son altos, debido a que en
la mayoría de los casos las utilidades no son reinver tidas en la región.
Capítulo 2
Dinámicas en la amazonía
La dinámica sociodemográfica está transformando rápidamente a la
Amazonía de una región de baja densidad poblacional a otra más
poblada y de acelerado crecimiento
Mientras que en la década de 1970 habitaban la Amazonía algo más de 5 millones
de habitantes, hacia 2007 vivían en ella 33,5 millones, lo que representa el 11% de
la población total de los países amazónicos. Se trata de una población que crece a
una tasa promedio anual superior al promedio de dichos países, en un proceso que
está asociado a las migraciones espontáneas y a las políticas estatales de colonización
y poblamiento. Como resultado, la densidad poblacional se ha incrementado de 3,4
hab/km² en la década de 1990 a 4,2 hab/km² en el período 2000 -2007.
La dinámica económico-productiva en respuesta a la demanda de los
mercados internacionales genera una presión hacia el uso intensivo de
los recursos naturales en la región
La producción de madera y productos no maderables (en par ticular la castaña), hidrocarburos y minería, así como la expansión agrícola y ganadera para atender a los
mercados globalizados de commodities, han fomentado en años recientes el progreso
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PNUMA
de un modelo de producción que no considera criterios de aprovechamiento sostenible y que resulta mucho más perjudicial para el ambiente por el hecho de que
viene acompañado de recursos tecnológicos sofisticados. Adicionalmente, la infraestructura vial y el desarrollo energético acompañan el crecimiento de la actividad
productiva sin considerar la pérdida de bienes y servicios ecosistémicos. En paralelo,
la creciente demanda por flora y fauna silvestres aumenta el comercio ilegal de especies, que es un impor tante factor de erosión de la biodiversidad.
Los procesos socioeconómicos han promovido un cambio acelerado en
el uso de suelo de la Amazonía
El crecimiento de la población, la expansión de actividades económicas y el desarrollo de la infraestructura, han llevado a modificar significativamente el uso del suelo
en la región, lo que ha ocasionado fragmentación de ecosistemas, deforestación y
pérdida de biodiversidad. Por ejemplo, la agricultura migratoria y la ganadería han
generado una deforestación amazónica acumulada al 2005 de 857 666 km²; asimismo, en la Amazonía brasileña, en un período de 30 años (1975-2005), la red vial se
multiplicó diez veces, lo que estimuló el desarrollo de asentamientos humanos. Más
recientemente, la producción creciente de biocombustibles podría acelerar el cambio de uso del suelo en la región.
La dinámica económica y social en la Amazonía ha llevado a la erosión
cultural de las poblaciones nativas
El tamaño de la población de las comunidades nativas de la región ha sido afectado
como consecuencia de la degradación del ambiente, el incremento de enfermedades,
las carencias alimenticias, y la transculturación. Es innegable que la dinámica económica y social que acarrea la “modernidad” ha debilitado las instituciones y prác ticas
tradicionales, como, por ejemplo, el sistema de reciprocidad, lo que afec ta los modos
de producción y la cohesión social y cultural de los pueblos indígenas.
El desarrollo científico y tecnológico en la región ha sido limitado en
la generación de alternativas para el aprovechamiento sostenible de los
recursos naturales
En la Amazonía se han generado importantes contribuciones para mejorar el conocimiento y el uso de diversas especies de flora y fauna. No obstante, el reto está en ar
ticular y difundir los resultados. En la región también se han aplicado innovaciones
técnico-productivas sin evaluar adecuadamente sus impactos, como, por ejemplo, el
uso creciente de agroquímicos en monocultivos, la introducción de especies de flora
o forestales, entre otras.
La institucionalidad científico-tecnológica en la Amazonía es amplia, pero, pese
a los esfuerzos de coordinación interinstitucional, predominan las iniciativas independientes con limitada articulación y difusión. Una restricción importante para el
409
Amazonas: Ruta Milenaria
desarrollo científico y tecnológico en la región es la escasa disponibilidad de recursos
financieros y humanos destinados a tal fin. En diversos países de la región, el presupuesto general para ciencia y tecnología es menor a 1% del PBI, a lo cual se añade
la reducida prioridad que se asigna en la agenda pública a la ciencia, la tecnología y
la innovación.
Capítulo 3
La Amazonía de hoy
La deforestación y la disminución de la biodiversidad producen la
pérdida de hábitats y la fragmentación de los ecosistemas
La reducción de la cobertura forestal en la Amazonía es una realidad incontrastable.
En el período 2000-2005 se deforestó anualmente 27 218 km², lo que significa también la pérdida de especies de flora y fauna. Sin embargo, no es posible estimar dicha
pérdida debido a las restricciones de información. Si bien existe información local
sobre la situación de la biodiversidad en los respectivos países, no se cuenta con estadísticas ni cartografía generales que ilustren sobre esta realidad a nivel de ecosistema.
La Amazonía tiene un alto valor en el equilibrio hídrico global y
continental, pero las acciones orientadas a una gestión integrada de la
cuenca aún son limitadas
El volumen de agua de la cuenca amazónica representa alrededor de 20% del total de
agua dulce en el mundo, pues capta de 12 000 a 16 000 km³ de agua al año. Sin embargo, la disponibilidad de aguas super ficiales en los países que conforman la cuenca
amazónica depende en gran medida del uso y manejo adecuado que se realiza en
cada uno de ellos. Por otro lado, las aguas superficiales de la región amazónica están
siendo afectadas por diversas actividades antropogénicas que conllevan la pérdida de
su calidad: relaves mineros, derrames de hidrocarburos, uso de agroquímicos para la
agricultura, desechos sólidos de las ciudades y desechos de la transformación de los
cultivos de uso ilícito como la coca.
Marcada expansión de sistemas agroproductivos no sostenibles
La región muestra sistemas de producción muy diferenciados en términos de escala,
procesos productivos y articulación a mercados. Por un lado, se ha experimentado
una expansión importante de la agricultura de monocultivo (soya) y la ganadería
intensiva, en especial en Brasil y Bolivia, que avanzan sobre el bosque deforestado,
lo que contribuye al calentamiento global y la pérdida de biodiversidad. No obstante, también se aprecia, desde hace pocos años, el funcionamiento de sistemas
agroproductivos sostenibles, viables tanto a pequeña, mediana y gran escala. Dichos
sistemas están basados en el manejo integral de los componentes económico, social
y ambiental. En estos sistemas (agrosilvopastoriles, agroforestales y silvopastoriles),
los procesos productivos incorporan la conservación de los servicios ecosistémicos
410
PNUMA
amazónicos y la mejora de la calidad de vida de la población en el marco de una
actividad económica rentable. Sin embargo, el avance de los sistemas agroproductivos
sostenibles es limitado en relación con la expansión de los sistemas agroproductivos
no sostenibles, debido a los incentivos de mercado y al alcance limitado y poco persistente de las políticas públicas.
La Amazonía ha tenido un proceso de urbanización acelerado no planificado, que ha llevado a que aproximadamente 62,8% de su población
habite en ciudades
Del total de 33,5 millones de habitantes considerados como población amazónica,
aproximadamente 21 millones viven en zonas urbanas. Cinco de los ocho países que
compar ten la región tienen más del 50% de su población amazónica asentada en
áreas urbanas, lo que refleja la impor tancia de tener en cuenta el proceso de urbanización para la construcción de la estrategia de desarrollo sostenible de la región.
Existen grandes ciudades, con más de un millón de habitantes, y ciudades intermedias que han registrado tasas de crecimiento significativas en los últimos años.
Por otro lado, se registra una dinámica ar ticulación entre asentamientos humanos
contiguos en zonas de frontera (por ejemplo, Cobija, Epitaciolandia y Brasilea, en la
frontera entre Bolivia y Brasil; y Caballococha, Leticia y Tabatinga, en la frontera de
Perú, Colombia y Brasil). En todos estos casos, se originan problemas ambientales
como la generación creciente de residuos sólidos, la pérdida de calidad del aire y la
contaminación de los cuerpos de agua por falta de tratamiento de las aguas servidas.
Capítulo 4
Las huellas de la degradación ambiental
La creciente degradación ambiental está alterando los servicios
ecosistémicos amazónicos
Como resultado de la deforestación se afecta la capacidad de absorción de carbono
del bosque y, más bien, se contribuye a la liberalización de carbono con los procesos
de quema, lo que afecta la calidad del aire. Sólo la fragmentación y la perturbación de
bosques tienen un impacto significativo en los sistemas ecológicos. En Bolivia, por
ejemplo, el bosque que no ha sufrido perturbaciones tiene 43% mayor cantidad de
biomasa y 70% más de diversidad de especies de mamíferos pequeños, que aquellos
bosques que han sido afectados por las actividades indicadas. El problema es que la
evidencia respecto de la huella de la degradación ambiental amazónica sobre los servicios ecosistémicos es todavía muy limitada, y requiere más investigación científica
interdisciplinaria que permita mejorar la comprensión de la magnitud de los costos
ambientales en la Amazonía y la urgencia de una acción conjunta para afrontarlos.
411
Amazonas: Ruta Milenaria
La degradación ambiental está afectando a la salud
La desaparición de depredadores naturales de los transmisores de enfermedades, la
colonización/migración, la explotación minera, la construcción de presas y otras
actividades que cambian drásticamente las características del ecosistema amazónico,
están afectando la epidemiología, la ecología, los ciclos vitales y la distribución de
virus. Por ejemplo, en la isla de Marajó se encontró una elevada incidencia de fiebre
amarilla como resultado de la migración, por tada por personas no inmunes a las
áreas donde se encuentra el vector (Vasconcelos, Rosa, Rodrigues, Rosa, Monteiro,
Cruz et al. 2001).
La malaria, por otra par te, es una de las enfermedades transmisibles de alta incidencia en la Amazonía, y estudios indican que cuando el área es deforestada en 20% ,
la actividad del vector de esta enfermedad aumenta significativamente, lo cual agrava
el número de incidencias de la malaria (Walsh, Molyneux y Birley, 1993; Foley, Asner,
Costa, Coe, DeFries, Gibbs et al. 2007). También han aumentado las enfermedades
respiratorias como consecuencia de los cada vez más frecuentes incendios forestales,
y el mal de Chagas se ha visto favorecido por el reemplazo de vegetación primaria
y la expansión de los centros poblados, principalmente aquellos con viviendas precarias.
La degradación ambiental está impactando la economía local
Algunos ejemplos sobre la pérdida económica de la degradación de los servicios
económicos son los siguientes: el aumento de las plagas en los cultivos por la desaparición de los controladores naturales, lo cual conlleva el aumento de los costos de
producción debido a un mayor uso de agroquímicos; la desaparición de actividades
turísticas por la pérdida de recursos paisajísticos y belleza escénica; y, la reducción en
la calidad y la disponibilidad de agua dulce que aumentaría el costo de inversiones en
agua y saneamiento que debe cubrir el gobierno y la población local. La pesquería
-un sector productivo que genera flujos comerciales de US$100 millones a US$200
milones anualmente- puede verse afectada por la reducción de especies (Bayley y
Petrere, 1989; Petrere, 1989; Almeida et al. 2006; Barthem y Goulding, 2007).
La degradación ambiental ha afectado las relaciones sociales y ha
generado un número creciente de situaciones de conflicto
El alcance limitado de los marcos regulatorios, la poco clara definición de los derechos de propiedad y los recursos limitados para implementar la regulación existente,
han permitido la invasión de tierras, procesos de colonización no planificados y el
desarrollo de actividades productivas informales. Ello ha favorecido formas arbitrarias de acceso a los recursos naturales y uso de los recursos sin tener en cuenta los
impactos ambientales y sociales, lo que ha afectado los derechos de diversos grupos
sociales locales. De igual manera, los pueblos indígenas han visto afectado su modo
de vida tradicional, sus costumbres y sus creencias como resultado de la llegada de
412
PNUMA
modelos de ocupación del territorio que no tienen en cuenta las dinámicas económica, social y ambiental locales.
Se registra una tendencia al aumento de la vulnerabilidad frente a las
inundaciones, las sequías y el cambio climático
La desordenada ocupación del territorio sobre zonas propensas a peligros, que resulta del establecimiento de asentamientos poblacionales bajo modos de construcción
no aptos, y el uso inadecuado de la tierra para actividades productivas, vinculado al
desconocimiento sobre el funcionamiento del ecosistema amazónico, especialmente por parte de la población inmigrante, hacen más vulnerables a las comunidades
amazónicas.
La creciente deforestación en los sectores del piedemonte andino provoca la erosión hídrica de laderas y el acarreo significativo de suelo hacia las par tes bajas, forzando la erosión de las riberas de los ríos, para ampliar su cauce, e, incluso, llevando
a que algunos modifiquen su curso. Si la pérdida de bosque excede el 30 % de la
cober tura vegetal, la inhibición de las lluvias se volverá más fuer te, lo cual generará
un círculo vicioso que fa cupantes los resultados del estudio de Nepstad (2007), que
proyecta que para 2030 el bosque húmedo amazónico podría estar deforestado en
un 55% por ciento. La tasa de mortalidad (enfermedades infecciosas/ vectores, problemas sanitarios y daños en la infraestructura sanitaria) se ha incrementado como
consecuencia de olas de calor, sequías, incendios e inundaciones debido al cambio
climático.
Capítulo 5
Respuestas de los actores a la situación ambiental amazónica
Actores amazónicos activos
Los actores de la región amazónica han demostrado gran dinamismo en años recientes. Por un lado, los gobiernos evidencian algunos esfuerzos en el manejo de los problemas ambientales amazónicos, pero aún es limitado el avance en la planificación
y gestión estratégicas con visión de largo plazo. Por otro lado, la sociedad civil ha
emprendido con bastante éxito programas y proyectos que permiten solucionar sus
problemas más urgentes, lo que incentiva cada vez más una mayor par ticipa- ción
en las decisiones. La cooperación internacional y los organismos internacionales han
jugado un papel impor tante en la facilitación de recursos financieros y tecnológicos
para llevar a cabo estas actividades.
Existe un avance alrededor de instrumentos para la gestión ambiental
amazónica
Durante la última década, y en el marco de un proceso de integración, articulación
y descentralización en los diversos países, se han implementado una serie de instru413
Amazonas: Ruta Milenaria
mentos nacionales orientados al manejo planificado de la Amazonía. Por lo general, los países cuentan con planes de desarrollo sostenible, estrategias de desarrollo
regional, instrumentos de zonificación ecológica económica, así como programas
y proyectos regionales, entre otros; pero en muchos casos la carencia de recursos
financieros y la superposición o poca precisión en las competencias de gobiernos
nacionales, subnacionales y locales, impiden avanzar más rápidamente en la aplicación de estos instrumentos.
Las acciones para una gestión integrada de la cuenca amazónica aún
son limitadas
La Amazonía tiene un alto valor en el equilibrio hídrico global y continental, pero la
disponibilidad continua de aguas super ficiales en cada uno de los países amazónicos
depende en gran medida del uso y manejo adecuado que se realiza en cada uno de
ellos, en un contexto en el cual la gestión integrada de los recursos hídricos amazónicos es una meta propuesta pero aún no lograda. Por ejemplo, la OTCA ha diseñado un programa regional de gestión de los recursos hídricos, junto con el PNUMA
y el GEF que próximamente será ejecutado. Éste es un reto de gran envergadura para
la Amazonía.
La información sobre la Amazonía aún está fragmentada
Existe información ambiental sobre los recursos y el medio ambiente de la Amazonía, pero ésta se encuentra fragmentada, tiene diverso grado de desarrollo y no
está armonizada entre los países. En los últimos años se han realizado esfuerzos por
entender los procesos ecosistémicos y huma nos en la región; sin embargo, aún falta
mucho por descubrir y entender. La información básica, así como el monitoreo permanente, constituye la base para una acer tada toma de decisiones, y este es un reto
conjunto de los países amazónicos.
Hay oportunidades para la cooperación y capacidades para la acción
Enfrentar los desafíos de la Amazonía requiere del for talecimiento de capacidades
y redes institucionales entre países, que faciliten la generación y el intercambio de
cono- cimiento; promuevan la investigación/innovación, transferencia y difusión del
desarrollo tecnológico, y valoricen la Amazonía para los países de la región y para
el mundo. Los países amazónicos han estado en un proceso de integración y cooperación regional, a través de la integración física (por ejemplo, infraestructura para
facilitar el comercio y el desarrollo de servicios) y energética, pero sería necesario
comprometer más esfuerzos de otro tipo por par te de la cooperación regional como
las iniciativas apor tadas por la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica
(OTCA) que permitirán abordar temas ambientales de mutuo interés (por ejemplo,
gestión integrada de la biodiversidad o de los recursos hídricos).
414
PNUMA
Capítulo 6
El futuro de la Amazonía
Para el período 2006-2026, los actores amazónicos consideran que el rol de las políticas públicas dirigidas al aprovechamiento de los recursos naturales en la región, el
funcionamiento del mercado, y la ciencia, tecnología e innovación para el desarrollo
sostenible de la región, son tres de las fuerzas motrices más prominentes del cambio
ambiental en la Amazonía, conocidas como “incertidumbres críticas”. Cabe señalar
que la Amazonía, en particular, es muy sensible a los cambios en el funcionamiento
de los mercados.
Cuatro escenarios han sido construidos: Escenario “Amazonía emergente”; Escenario “Bordeando el despeñadero”; Escenario “Luz y sombra”, y Escenario “El
infierno exverde”.
En el futuro de “Amazonía emergente”, la gestión ambiental mejora, tanto por el
mayor compromiso de los gobiernos como por los ciudadanos más concientes de la
impor tancia de los ecosistemas y los recursos naturales. Hay un control y requisitos
más estrictos sobre las actividades productivas (minería, hidrocarburos, agricultura),
basado en el concepto de “quien contamina paga”. La carencia más notable de la
Amazonía bajo este escenario es la limitada disponibilidad y acceso a alternativas
tecnológicas ecoeficientes y el aprovechamiento de la biodiversidad que beneficia a
las comunidades.
En el mundo del escenario “Bordeando el despeñadero”, la Amazonía se ha conver tido en “la última reserva de granos del mundo”, respondiendo al mercado internacional, que exige mayor cantidad de productos a menores precios. El desarrollo
de actividades económicas en la región ha favorecido el desarrollo de megaproyectos
de infraestructura, como IIRSA e IIRSA II, para expandir sus conexiones de carreteras y energía mejorando la integración regional, el intercambio de productos, y la
movilización de los factores de producción como mano de obra, para responder a
las demandas globales. En cuanto al marco regulatorio, lo más impor tante es que las
políticas públicas existen y funcionan para promover la entrada de más inversión para
la región y no para impedir su avance. Es preocupante que los conflictos armados
internos cerca de las zonas de frontera hayan aumentado. La degradación ambiental,
como la pérdida de la cobertura boscosa y la reducida disponibilidad de aguas limpias, es grave, y la región ya enfrenta los impactos del cambio climático.
El desarrollo de la ciencia, tecnología e innovación (CTI) para lograr el desarrollo
sostenible es el tema en el que los países amazónicos han puesto mucha atención
bajo el escenario “Luz y sombra”. La OTCA es facilitadora de diversas iniciativas,
y la integración e intercambio científico con la red de entidades académicas han
415
Amazonas: Ruta Milenaria
despegado. Además, se han for talecido alianzas entre los sectores público y privado,
lo que ha producido diálogos entre la ciencia, los desarrollos empresariales y las necesidades locales. Al 2026, la región amazónica aún se encuentra iniciando el camino
hacia el desarrollo sostenible, intentando frenar los impactos adversos inevitables de
las actividades productivas tradicionales, que aún mantienen su impor tancia en la
economía regional.
El mito de la “Amazonía vacía” sigue muy arraigado en los esquemas mentales
de los funcionarios públicos y los ciudadanos de los países amazónicos en general
bajo el Escenario el “Infierno exverde”. Ocupar y desarrollar esta vasta área sigue
en marcha por iniciativas de cada país amazónico con poca coordinación regional.
La OTCA ha tenido un avance limitado en términos de generar un consenso para
resolver el problema de la inseguridad ambiental y la disparidad económica entre
los países miembros y dentro de ellos. La pobreza en la población amazónica se ha
agudizado y la brecha de la inequidad está en su mayor nivel histórico. Aunque el
mercado mundial han presentado a la Amazonía opor tunidades para aprovechar
sus servicios ambientales de manera sostenible, las limitadas capacidades institucionales en los sectores públicos y el limitado desarrollo de la ciencia, tecnología e
innovación en los países amazónicos, no han facilitado la incorporación opor tuna
y estratégica de los temas amazónicos clave en la agenda internacional, y ahora los
ecosistemas se encuentran degradados y fragmentados con la pérdida irreversible de
la riqueza natural y cultural.
Lamentablemente, el ejercicio de escenarios permite evidenciar que el estilo de
desarrollo elegido por los países amazónicos y sus ciudadanos está reduciendo tanto
las opciones para el desarrollo sostenible amazónico futuro, como la esperanza para
creer en un futuro alternativo para la Amazonía. No hay duda sobre la imposibilidad
de conservar la integridad del ecosistema amazónico en su totalidad, pero diversas decisiones tomadas hoy son fundamentales para determinar el grado de “pérdida-ganancia” entre degradación ambiental y desarrollo socioeconómico que sería
aceptable para los ciudadanos amazónicos.
Capítulo 7
La Amazonía posible
La situación ambiental amazónica impone grandes retos para la región, lo cual sugiere la importancia de una acción conjunta. Las líneas de acción propuestas son
el resultado de la evaluación ambiental integral y del proceso de consulta entre los
representantes de los ocho países amazónicos, y constituyen un esfuerzo orientado a
impulsar el desarrollo sostenible en la región.
416
PNUMA
Las líneas de acción sugeridas son las siguientes:
Construir una visión ambiental amazónica integrada y definir el papel
de la región para el desarrollo nacional
La construcción de esta visión se logrará sobre la base de procesos de diálogo entre
los diferentes actores amazónicos articulados con los diferentes niveles de gobierno.
Este proceso enriquecerá los esfuerzos de los países amazónicos por establecer una
visión ambiental integrada. Para ello, se propone constituir inicialmente el Foro de
Ministros de Medio Ambiente de la Región Amazónica, el cual facilitará el desarrollo de una agenda ambiental de acción conjunta y se convertirá en el primer paso
para la constitución de foros de discusión multisectoriales que involucren a actores
relevantes del desarrollo de los Estados que comparten la región.
Armonizar las políticas ambientales en temas de relevancia regional
Será necesario crear los mecanismos que permitan facilitar ese proceso, buscando
compar tir las experiencias nacionales, las lecciones aprendidas, la tecnología desarrollada, y construir e implementar una agenda de trabajo conjunto o una estrategia
regional de gestión de recursos naturales (bosques, biodiversidad, agua, entre otros),
capitalizando las buenas prácticas desarrolladas y generando sinergias en el manejo
de temas ambientales prioritarios.
Diseñar e implementar instrumentos para la gestión ambiental integrada
Reconociendo que los países han avanzado en el desarrollo e implementación de
instrumentos para la gestión ambiental amazónica, es necesario unir esfuerzos para
trabajar instrumentos de ordenamiento territorial y criterios para el desarrollo de
evaluaciones de impacto ambiental y evaluaciones ambientales estratégicas. En este
sentido, el intercambio de experiencias sobre los avances realizados en los respectivos
países es una base para la discusión regional de estos temas. Además, cabe resaltar
que la implementación de estos instrumentos de manera armonizada se convierte
en un elemento estratégico para la planificación del desarrollo amazónico con una
perspectiva regional.
Diseñar e implementar estrategias regionales que permitan el
aprovechamiento sostenible del ecosistema amazónico
Considerando que los países comparten diversos ecosistemas de la Amazonía, es
necesario contar con estrategias conjuntas, o estrechamente coordinadas, de manejo
integral de los bienes y servicios ecosistémicos. Al respecto, es preciso concentrar
esfuerzos en tres líneas de trabajo: conservación del bosque amazónico y cambio
climático; manejo integrado de recursos hídricos; y manejo sostenible de la biodiversidad y servicios ambientales, considerando los avances previos realizados. Adicionalmente, es impor tante socializar entre los actores las estrategias definidas, con
la finalidad de comprometer su participación en la consecución de los objetivos
417
Amazonas: Ruta Milenaria
planteados.
Para facilitar la implementación de estas estrategias es necesario elaborar, a su vez,
una estrategia conjunta de financiamiento. Ello permitirá mejorar las capacidades
técnicas nacionales, ejecutar las inversiones en marcos temporales compatibles en
todos los países amazónicos, y ampliar los vínculos con la cooperación internacional.
Incorporar la gestión de riesgos en la agenda pública
La heterogeneidad y la complejidad de la Amazonía en un contexto de creciente
vulnerabilidad frente a eventos climáticos, exigen el diseño de políticas y medidas
que incentiven la adaptación al cambio climático. Para ello, es necesario incorporar la
gestión de riesgos como parte de la evaluación ambiental estratégica en la definición
de las estrategias de desarrollo amazónico. De esta manera, se podrán evitar o reducir
los costos asociados a la ocurrencia de desastres.
Un elemento fundamental que acompaña la gestión de riesgos es el monitoreo
ambiental sobre la base de indicadores previamente definidos. El monitoreo permitirá también identificar fuentes de riesgo futuro que faciliten el funcionamiento de
sistemas de alerta temprana.
Fortalecer la institucionalidad ambiental amazónica
Es importante aprovechar los instrumentos creados, los espacios existentes y las opor
tunidades de discusión y acción sobre temas ambientales prioritarios para la región.
En este sentido, es fundamental fortalecer a la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica y a otros organismos regionales, que promueven el diálogo
entre autoridades nacionales, regionales, departamentales y/o locales, así como con
expertos en los temas ambientales amazónicos prioritarios. También es necesario
promover la participación de los diferentes actores de la sociedad civil en los procesos de toma de decisión. Asimismo, se deben diseñar los mecanismos y medios que
permitan viabilizar las acciones acordadas.
-Constituir el Foro de autoridades ambientales regionales y locales de la Amazonía y evaluar la pertinencia y viabilidad de reactivar y perfeccionar la Comisión
Especial de Medio Ambiente de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica.
-Diseñar e implementar mecanismos, instrumentos y medios para facilitar y
viabilizar la coordinación, la ejecución, el monitoreo y la evaluación de los acuerdos
regionales adoptados.
Fortalecer los esfuerzos de generación y difusión de información
ambiental en la región
418
PNUMA
Considerando la importancia que tiene la producción científica y la generación de
estadísticas en los países de la región para una adecuada gestión de los temas ambientales amazónicos, es importante sistematizar y articular los diversos esfuerzos en
curso con la finalidad de diseñar un sistema integrado de información, y específicamente de estadísticas ambientales. Por otra parte, es necesario ampliar los vínculos
de cooperación científico-tecnológica entre los países con el propósito de elaborar y
llevar a la práctica una agenda de investigación científica para la región.
Por otra parte, debe elaborarse una estrategia de difusión y comunicación sobre
los temas ambientales prioritarios, considerando los diversos públicos objetivo (formuladores de política, sector empresarial, academia, ONG, público en general).
Las principales acciones sugeridas a este respecto, son las siguientes:
-Generar un sistema de información ambiental amazónica teniendo en cuenta
las plataformas existentes actualmente (sistemas georeferenciados, estadísticas, entre
otros).
-Producir investigación científica y tecnológica que responda a los problemas
ambientales prioritarios de la región, y promover el intercambio de experiencias y
expertos.
-Desarrollar investigación aplicada en ciencias sociales para que contribuya al
mejor diseño de políticas para la región.
-Fortalecer los sistemas de información existentes y promover su ar ticulación
con el sector público y privado.
-Diseñar e implementar una estrategia de difusión que permita una adecuada
comunicación de los asuntos ambientales amazónicos para diferente público objetivo.
Promover estudios y acciones de valorización económica de servicios
ambientales amazónicos
La valoración de los servicios ambientales amazónicos es un tema que permite unir
esfuerzos regionales con la finalidad de reconocer el valor de los diversos servicios
ecosistémicos que ella produce. Sobre dicha base será posible diseñar políticas e
instrumentos de retribución que incentiven el aprovechamiento sostenible de los
servicios ecosistémicos.
Para tal efecto, se pueden aprovechar las redes universitarias existentes en la región con las cuales será posible identificar temas de común interés y modalidades de
colaboración para el desarrollo de estudios de valoración económica en temas tales
419
Amazonas: Ruta Milenaria
como agua y biodiversidad.
Diseñar un sistema de monitoreo y evaluación de impacto de las
políticas, los programas y los proyectos
Con la finalidad de dar seguimiento a la implementación de la agenda ambiental
amazónica, se requiere contar con un sistema de monitoreo que defina indicadores
de desempeño para los diversos temas allí contemplados. Asimismo, es necesario
evaluar periódicamente el cumplimiento de las metas sobre la base de indicadores
preestablecidos. En este sentido, la implementación de un observatorio ambiental
amazónico se constituye en una herramienta estratégica para la formulación de políticas e instrumentos de gestión.
420
Pueblos Indígenas
Amazónicos y Otros Pueblos Tribales y sus
Concepciones sobre Derechos Relacionados a la
Naturaleza y al Desarrollo
Organización del Tratado de Coordinación Amazónica
Los pueblos indígenas cultivan sus tradiciones a través de la oralidad, un corpus de
pensamientos, visiones y conocimientos, que da cuenta de su historia y su pertenencia al espacio amazónico. Sus concepciones, como lo manifiestan, tienen por
fuente a la naturaleza1. Vivir con la naturaleza es el camino a la comprensión y al
conocimiento, se expresa en acciones de resguardo, en particular de lugares sagrados
a donde solo el Guía Espiritual puede ingresar2. Esta relación tiene como fin preservar la capacidad de conexión de la humanidad amazónica con la naturaleza3. El guía
espiritual a través de las plantas sagradas logra “ver a los elementos y a los espíritus”;
a quienes invoca “para que direccionen y equilibren” la vida4. El logrado manejo de
los recursos biológicos, el conocimiento y la domesticación de una gran variedad
de plantas de potencial nutricional y farmacológico es el resultado de la aplicación
práctica de dichas concepciones.
Según los indígenas amazónicos, el conocimiento resulta del diálogo con la naturaleza, con los espíritus, a quienes consideran “dueños” de las semillas, del agua,
de la floresta. En las relaciones sociales con otros pueblos, el Estado y otros actores,
1 Tsakimp, Ricardo. (Indígena Ecuatoriano, marzo, 2011) “Presentación en Taller Interno sobre
Pueblos Indígenas y otras Comunidades Tribales”, Brasilia 16 y 17 de marzo de 2011.
2 James, Tony. (Líder Indígena de Guyana Inglesa, marzo, 2011) “Presentación en Taller Interno
sobre Pueblos Indígenas y otras Comunidades Tribales”, Brasilia 16 y 17 de marzo de 2011.
3 Reátegui, Juan. (Experto indígena de la Coica, marzo, 2011) “Experiencias y prácticas de
desarrollo en la cuenca amazonia” “Presentación en Taller Interno sobre Pueblos Indígenas y
otras Comunidades Tribales”, Brasilia 16 y 17 de marzo de 2011.
4 Tsakimp doc.cit.
421
Amazonas: Ruta Milenaria
el diálogo es asumido como un principio de convivencia, los intercambios de experiencias en los programas de educación intercultural bilingüe, son considerados un
logro palpable de lo que se puede lograr5.
El diálogo con la naturaleza se traduce en un profundo conocimiento de la floresta, de los elementos que la conforman, con las que interactúa mediante un sistema
de normas, definidos como leyes de la naturaleza, derecho mayor, derecho propio.
Las relaciones establecidas con el Estado y otros actores, como las corporaciones, han
llevado, mediante acciones organizativas, a elaborar propuestas de cómo encarar
la mejora de la situación de las comunidades. Son particularmente importantes las
propuestas de diálogo entre las necesidades del “desarrollo” y los derechos para ello
alegados a partir de las visiones indígenas.
Los pueblos indígenas encaran la defensa de su hábitat, de la floresta amazónica, a
través de propuestas que recogen por un lado sus concepciones sobre la naturaleza y
por otro las innovaciones que buscan apropiar el desarrollo en el marco de su identidad, la integridad de sus territorios y sus derechos.
Visiones sobre derechos relacionados a la naturaleza
Los pueblos indígenas consideran que la naturaleza es un entorno de vida, donde los
humanos con los demás seres, forman una sola e interconectada comunidad.
La pertenencia y la identificación se remontan al pasado más lejano, a los orígenes
mismos del pueblo indígena. Comunidad, territorio y entorno participan de una
misma historia, una temporalidad compartida.
Por ejemplo, los Yagua (Colombia) enseñan a sus niños y jóvenes su historia del origen:
cuando los gemelos “tumbaron la gran ceiba para dar origen a los ríos: del tronco se
formó el Amazonas y de las ramas se formaron todos los afluentes, ríos y quebradas que
desembocan en el gran río”. La historia compartida genera comunión con el entorno local, la cuenca y con la integridad del mundo amazónico a través del gran río. La relación
con el río es particularmente importante por cuanto en el momento de la creación, las
astillas se convirtieron en peces, con el expreso propósito de que los yagua tuvieran comida. “El creador le ordenó a los gemelos que echaran al río todas las astillas que salían al
tumbar la gran ceiba para que así se formaran los peces y la gente de la futura generación
tuvieran de comer”6. El río, los árboles, los peces y los humanos tienen en la Gran Ceiba
5 Pane, Richard. (Líder Indígena de Surinam, Marzo, 2011) “Indigenous peoples view on development and nature”“Presentación en Taller Interno sobre Pueblos Indígenas y otras Comunidades Tribales”, Brasilia 16 y 17 de marzo de 2011.
6 Acitam. Resignificación del Proyecto Educativo Comunitario de la institución educativa
Maria Auxiliadora de Nazareth. Desde la cosmovisión y las relaciones interculturales.Feriba
SA, Leticia, 2010. pp. 41.
422
OTCA
un origen común, una hermandad cultivada a través de una armonización permanente.
“La tierra para los indígenas es su vida”7.
La floresta, los árboles tiene derechos semejantes a los humanos como enseña la historia
yagua. Luego de la creación, los gemelos pidieron a la abuela que les preparara mucho
masato y la abuela preguntó para quiénes, ¿a quiénes iban a invitar? y los dos contestaron
“todo lo que ves, los árboles, son gente”. Cuando el masato estaba preparado en abundancia el hermano mayor le dijo al menor (Ombligo) “vaya a invitar a nuestra gente para
que venga a tomar masato” y Ombligo invitó, fue dando golpes a toda clase de árboles:
“De la aleta de cada árbol salió cada uno de los clanes de la etnia yagua: guacamayo,
murciélago, picón, pava colorada, paujil, ardilla, cerbatana, ayawasca, daño”. La creación
fue una gran fiesta y fue allí que los gemelos dieron a los yagua las reglas de cómo debían
vivir y organizarse8.
Esa tradición amazónica fue apropiada por la sociedad mestiza, tal como expresa
Pipa el personaje de La Vorágine de José Eustaquio Rivera: “los árboles de la selva
eran gigantes paralizados y que de noche platicaban y se hacían señas… Quejábanse
de la mano que los hería, del hacha que los derivaba”9. Una sensibilidad compartida
con los pueblos indígenas, que consideran que la moto sierra causa llanto y dolor en
la floresta.
Gerardo Reichel-Dolmatoff llama la atención sobre las estrategias de adaptación
a la naturaleza de los Desana, grupo Tukano del Vaupés colombiano, manifestado en
un pensamiento que conceptualiza espacios eco sistémicos donde fluyen las energías
cósmicas. El paisaje tiene importancia no por su realidad visible sino por su gran
dimensión temporal y en su relación con las energías cósmicas. Los paisajes han sido
modificados por los antepasados directos y los no conocidos, también por las fuerzas sobre naturales. Lo que constituye un legado que ha sido otorgado y confiado
“significa que el manejo ecológico del área no es sólo una respuesta a un ambiente
físico sino a una condición humana, a la historia; es decir, se trata esencialmente de
una actitud ética”10.
El guía espiritual conoce de las normas de la ecología, guía a la comunidad en su
interacción con la naturaleza “cuando despiertan de sus trances cantarán a los peces
y pronunciaran ensalmos sobre parajes del río o de la selva, para restaurar su fertilidad
al evocar los colores vivificantes de los rayos del sol. Al mismo tiempo amonesta a
las gentes acerca de la disminución de ciertas especies, de la necesidad de desyerbar
7
8
9
10
Pane doc.cit.
Acitam op.cit pp. 42.
Rivera, Jose Eustaquio La Vorágine, Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1985. pp. 90.
Reichel-Dolmatoff, Gerardo. “Algunos conceptos de los indios Desana del Vaupés sobre manejo ecológico” En: Francois Correa editor La Selva Humanizada, Bogotá 1990.
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Amazonas: Ruta Milenaria
las chagras conservando una abundante vegetación ribereña que favorezca a los peces…”11. El pueblo Desana concibe un ecosistema vivo, tierras ancestrales que
deben conservarse puras y sanas para legar a las futuras generaciones bajo las mismas
energías cósmicas benéficas que la alimentaron en el pasado.
En la cultura Makuna, el agua, los ríos donde habitan los peces, es sagrada, siendo
gentes los peces al igual que los humanos tienen sus malocas, festejan a la vida y
a la naturaleza, incluso tienen su propio yagué, razón por la que no se puede pescar sin
haber solicitado permiso a los dueños de los peces que son las anacondas, que cuando las
persona pescan sin el debido permiso los devoran, ellos habitan en los hondos que son
los lugares sagrados12. No se concibe pescar, comer, a los animales que están festejando a
la vida con el desove, o cuando en la fiesta están consumiendo la planta sagrada, como
tampoco se puede atacar, dañar las malocas donde viven. La maloca de los animales es tan
sagrada como la maloca de los humanos.
Para el pueblo Shuar el agua tiene especial significación, es sagrada, “Los ríos, lagunas,
cascadas son lugares sagrados, ahí está el conocimiento, los hondos que llamamos, son los
templos”. Santuarios que a diferencia de los cristianos que son edificios construidos, en
la Amazonia son naturales por lo que para su preservación se requiere hacer entender a la
cultura occidental, que sin saber lo destruye13.
La identificación indígena con la floresta tiene explicación en el sentido de que
la selva amazónica, en partes importantes de su suelo ha sido antropizada (acción del
hombre) que ha resultado en la distribución de ciertos frutales silvestres y tipos de
bosques. Los pueblos indígenas de la cuenca amazónica han sabido aplicar estrategias
de uso de los recursos, que, a pesar de que afectan de modo duradero el entorno,
no alteran en cambio los principios de funcionamiento ni las condiciones de reproducción14. Las ideas tanto de una selva virgen, como de unas poblaciones sujetas a
la naturaleza no son ciertas, más bien la idea de paisaje amazónico corresponde a la
interacción por miles de años de los pueblos indígenas, que expresan a su vez saberes,
conocimientos y visiones en sus particulares registros.
Andrew Gray y Marcus Colchester al dar cuenta de las relaciones conflictivas
entre pueblos indígenas y organizaciones conservacionistas, llaman la atención sobre
la convicción de los pueblos indígenas de que la conservación compete a su respon-
11 Reichel-Dolmatoff op.cit.
12 Arhem, Kaj. “Ecosfìa Makuna” En Correa, Francois. La Selva Humanizada. Ecología Alternativa en el trópico húmedo colombiano. Instituto de Antropología Colombiana pp. 111.
13 Tsakimp doc.cit.
14 Descola, Philippe. “Las cosmologías indígenas de Amazonía”. En: Surrallés, Alexandre y García Hierro, Pedro edit.Tierra Adentro.Territorios Indígena y percepción del entorno. IWGIA,
Copenhague, 2004 pp. 25-26.
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sabilidad traducida en el reconocimiento de sus derechos al territorio y la autodeterminación en tanto que las ONG ambientalistas consideran que la preservación del
medio ambiente y de los territorios indígenas se asegura mediante reglamentaciones
estatales que restrinjan el comercio y el usufructo de la especies nativas15.
El tipo de evidencias exigido a los pueblos indígenas no es suficiente para dar
cuenta de la efectividad de los conocimientos indígenas en lo que respecta a sus
capacidades de conservación y transformación. “Hemos demostrado que nuestras
prácticas son más sostenibles pero debido a intereses económicos, no son valoradas
nuestras experiencias. Para aceptar nuestros conceptos, nos piden que produzcamos
evidencias si queremos demostrar algo”16. Lo mismo ocurre con las formas de ocupación territorial, no es pertinente que un tipo de uso, por ejemplo “la tierra es de
quien la trabaja” sea tenida por única evidencia, este requerimiento continua reforzando el prejuicio de que el “indio no trabaja es perezoso, para qué quiere la tierra?”
No hay muestras de que la trabajen, inviertan, compren o vendan17.
Maloca: la casa grande de todos
Muchas de las concepciones amazónicas contienen un sistema de normas que tienen
en la maloca, el espacio en el que se socializan y desde la que se aplican. El pueblo
Ufaina (tucano oriental, Colombia) asentado en la región comprendida entre los
ríos Apaporis y Mirití, concibe la maloca como representación misma del universo:
(...)“el Universo es un gran cono, con el apex hacia arriba, conformado por trece
plataformas circulares o “tíestos’” superpuestos, unidos por “el camino” por donde
sube y baja el pensamiento o la energía vital. Este camino al unir las plataformas
transforma el cono en espiral. Cada uno de estos tiestos es un mundo y los Ufaina
habitan el del centro”18.
Cada uno de dichos tiestos es un mundo y los ufaina viven al centro, el cielo
está conformado por los seis mundos de arriba y abajo están otros seis mundos. Los
mundos de arriba corresponden a una identificación masculina, de donde proviene
el espíritu y la energía vital de todo lo que existe. En tanto que los mundos de abajo
reciben el nombre Ñamatu, que significa “tierra madre”. El mundo de la mitad donde viven los humanos comparten tanto las categorías de tierra y cielo. Los humanos
15 Gray, Adrew y Colchester, Marcus. Ed. Derechos Indígenas y conservación de la naturaleza.
Asuntos relativos a la gestión. IWGIA, Copenhague, 1998 pp.12
16 James, Tony. Doc. cit.
17 (...)“hay muchos recursos sin uso que no son transables, que no reciben inversión y que no
generan trabajo.Y todo ello por el tabú de ideologías superadas, por ociosidad, por indolencia
o por la ley del perro del hortelano que reza: ‘Si no lo hago yo que no lo haga nadie’” El
comercio. 28 de octubre de 2007, Lima.
18 Von Hildebrand, Martin. “Notas etnográficas sobre el cosmos ufaina y su relación con la maloca”.
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Amazonas: Ruta Milenaria
viven en el centro donde se unen las fuerzas complementarias de la energía vital, en
el pensamiento y el modelo social de los ufaina19 es fundamental el suelo donde está
construida la maloca, es la madre tierra ñamatu.
Otros pueblos también la consideran “esencia vital” y la reconocen como a una
madre20. En la misma perspectiva los awajun consideran que la tierra no es un bien
transable que pueden usar como garantía, cuando tienen títulos de propiedad para
préstamos hipotecarios. Un bien capital al que se debe extraer los mayores beneficios
en el menor tiempo posible; “cómo puedes jugar con la naturaleza?”, no respetar sus
normas, tratarla mal o incluso destruirla21.
Normas de interacción con la naturaleza
Es en el desarrollo de las actividades económicas: caza, pesca, recolección y agricultura que las normas en su aplicación se aprecian. El guía espiritual da ejemplo de
cumplimiento al hablar a los espíritu de las plantas, las rocas, los peces, las semillas;
todos los elementos tienen un espíritu, un abuelo, cuando actúan sin el debido respeto pasan cosas los espíritus se enojan y la naturaleza no reciproca22.
El guía espiritual conoce de las cosas que hay que hacer y de las que no hay que
hacer, orienta a la comunidad sobre los tiempos y los espacios en las que hay necesidad de abstención y restricción; “no camines por ese lugar, no molestes”, porque no
es tiempo de pesca o de la cosecha de tal fruto. “No comas tal comida… si sueñas
no vayas por tal lugar, no comas esta fruta no es para niños”, es como son expresadas las leyes de la naturaleza. Esta normativa no está escrita sino “en la cabeza, las
culturas amazónicas sabemos las normas y las leyes de la naturaleza” se la transmite
oralmente23.
Por ejemplo, el pueblo pemon festeja “antes de cortar el tronco para la canoa se canta al
bosque, al árbol durante varios días, el corte se lo hace en su momento, se canta a los hermanos del árbol, no por su destrucción sino por el servicio”. A la tierra de cultivo cantan,
a la palma cantan, cuando cazan cantan y bailan. El piasan invoca a través del canto y la
danza a los espíritus para que haya pesca o caza abundante24.
Los macuna invocan desde el centro de la maloca a la maloca de la especie requerida como alimento, ceremonia de convite al dueño de dicha especie, la reciprocidad
19
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21
22
23
24
Ibíd.
Perafán doc.cit.
James doc.cit.
Tsakimp doc.cit.
Ibíd.
Betis, Nicolás. “Presentación en Taller Interno sobre Pueblos Indígenas y otras Comunidades
Tribales”, Brasilia 16 y 17 de marzo de 2011.
25 Arhem, Kaj op.cit pp. 123.
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OTCA
es fundamental, dar para recibir. Festejar la vida, el baile es, en sí mismo un acto
de intercambio recíproco entre los humanos y los animales. Cuando los humanos
bailan en su maloca el guía espiritual invoca también a los animales a que bailen en
sus respectivas malocas, y cuando los animales bailan, se reproducen y multiplican;
bailar es un acto de reproducción, un proceso regenerativo en toda la selva “¿Puede
existir acaso una afirmación más poderosa acerca de la interdependencia mutua entre
hombres y animales, cultura y sociedad?”25.
Consideran que las normas son el resultado del diálogo con la naturaleza, los guías
espirituales y los ancianos enseñan: “para entender a la naturaleza, debemos ir hacia
la naturaleza”. Cuando un no indígena se introduce a la floresta se pierde y sufre en
tanto que el nativo: “a dónde si quieres llegar requiere pedir permiso a los abuelos”,
no camina por caminar. Una planta sagrada, una semilla o el agua de la cascada será
concedida al nativo que conoce de los caminos y las normas. El guía espiritual no
guarda sus conocimientos, los ofrece como alternativa para la solución de los tantos
problemas que enfrenta la humanidad, puede ser “la medicina del mundo”26.
Las organizaciones indígenas desarrollan esfuerzos por trans nacionalizar la visión
amazónica como el camino a la armonización con la naturaleza. El retorno a la maloca se ha materializado, entre los shuar, en el reconocimiento a los chamanes como
líderes del proceso organizativo.
Concepciones sobre derechos al desarrollo
La Amazonía ha tenido la capacidad de preservar tanto la integridad de su espacio,
como la de algunos de sus pueblos indígenas, cual es el caso de los pueblos “no
contactados” cuyos pensamientos y visiones continúan intactos. El legado histórico
cultural representado en la floresta y sus narrativas es la base de las propuestas indígenas para su participación en el ámbito de los Estados como el requisito para encarar
el propio desarrollo.
La Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, aprobada por Resolución de la Asamblea General el 13 de septiembre de
2007 y el Convenio 169 de la OIT reconocen el derecho al desarrollo. El art. 3 de la
Declaración vincula el desarrollo a la libre determinación. En tanto que el art. 32 de
la misma Declaración establece como base los territorios y recursos, la obligación de
los Estados de consultar a fin de obtener el consentimiento libre, previo e informado,
antes de aprobar cualquier proyecto que los afecte, y prevé medidas de reparación si
hubieren impactos negativos.
26 Ibíd.
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Amazonas: Ruta Milenaria
Los pueblos indígenas sostienen que sus derechos devienen de su carácter originario,
sustentados en su memoria histórica, que constituye el testimonio irrefutable de que sus
territorios son propios desde tiempos anteriores a la colonización europea.
Uno de los abordajes indígenas sobre sus derechos, normas y jurisdicción interna
en relación a la naturaleza es el Derecho Mayor,27 establecido por la naturaleza en
salvaguarda de todos los seres. El Derecho Mayor está constituido por las normas y la
ciencia que los indígenas heredaron de sus mayores para la defensa de sus territorios,
de sus instituciones de gobierno como garantía de la continuidad de sus tradiciones.
Estos derechos no están escritos, pero tienen una codificación que las autoridades
indígenas aplican en su fuero interno, alegan su plena validez jurídica y primacía
sobre las demás leyes.
Un segundo cuerpo corresponde a la Ley de Origen, conjunto de normas y
conocimiento ancestral para el manejo material y espiritual. Su aplicación y cumplimiento garantiza el equilibrio y la armonía de la naturaleza, el orden, la permanencia
de la vida y regula las relaciones entre los seres que conforman la naturaleza. El tercer
cuerpo es el Derecho Propio, legislación interna que las autoridades aplican en todos
los actos administrativos y regula la autonomía interna28.
Fue el pueblo guambiano en Colombia el que por primera vez usó la categoría
Derecho Mayor cuando los resguardos pasaban a convertirse en propiedad privada,
proclamaron: “por encima de todos nuestros enemigos, por encima de sus escrituras,
por encima de sus leyes, por encima de sus armas, por encima de su poder. Por Derecho Mayor; por derecho de ser primeros, por derecho de ser auténticos americanos”. “Con título o sin título ésta tierra es nuestra” es otra forma de afirmación del
derecho indígena a sus territorios29.
En consideración a alegatos, coincidentemente manifestados por los nativos de
las Américas, Naciones Unidas, a través del Relator Especial José Martínez Cobo30,
elaboró la siguiente propuesta de definición de pueblo indígena:
27 Muelas, Lorenzo. “Del derecho mayor a la constitución en Colombia. En: CONAIE Derecho
mayor de los pueblos indígenas de la Cuenca Amazónica, Quito, 2008.
28 Rodríguez, Gloria Amparo y Busintana, Kasokaku Mestre “Una visión jurídica y cultural del
derecho propio en el ejercicio de la resistencia de los pueblos indígenas de Colombia. En:
CONAIE Derecho mayor de los pueblos indígenas de la Cuenca Amazónica, Quito, 2008
29 Tsakimp doc.cit.
30 La Sub Comisión de Prevención de Discriminaciones y Protección de Minorías de la Comisión de Derechos Humanos, en su Resolución 8 (XXIV ) del 18 de agosto de 1971 nombró
Relator Especial a José Martínez Cobo para el “Estudio del Problema de la Discriminación
Racial contra las Poblaciones Indígenas”, concluido en 1984 y publicado en 1985 por las
Naciones Unidas. Willemsen Díaz, Augusto. “Cómo llegaron los de los pueblos indpígenas a
la ONU”. En: Charters, Claire y Stavenhagen, Rodolfo. Ed. El Desafío de la Declaración. Historia y futuro de la Declaración de la ONU sobre pueblos indígenas. IWGIA, Copenhague,
2010. pp. 16-32.
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Son comunidades, pueblos y naciones indígenas los que, teniendo una continuidad histórica con las sociedades anteriores a la invasión y pre coloniales que se desarrollaron
en sus territorios, se consideran distintos de otros sectores de las sociedades, que ahora
prevalecen en esos territorios o en partes de ellos… tienen la determinación de preservar,
desarrollar y transmitir a futuras generaciones sus territorios ancestrales y su identidad
étnica como base de su existencia continuada como pueblo, de acuerdo con sus propios
patrones culturales, sus instituciones sociales y sus sistemas legales31.
Tanto el Convenio 169 de la OIT como la mencionada Declaración de las Naciones Unidas se inspiraron en esta parte del Estudio encomendado a Martínez Cobos para reconocer los derechos al territorio, la identidad, autonomía y al desarrollo
libre determinado.
La historia de los pueblos indígenas contenida en sus relaciones de origen, establecen
no solo la profunda relación e identificación con las tierras y territorios, sino en los
términos occidentales, propiedad y dominio. El no reconocimiento de los territorios ancestrales, el trato que reciben como campesinos a través de medidas de reforma
agraria, que entrega parcelas de tierra previo pago de costos de mensura y titulación,
como si se tratara de migrantes desconoce al Derecho Mayor, en tanto que otros
sujetos, como las corporaciones, reciben tierras y concesiones de manera expedita.
La auto afirmación: “los indígenas somos dueños absolutos de nuestras tierras, sus riquezas mineras y forestales desde tiempos inmemoriales” refuerza la implementación
de los derechos y su exigibilidad para las corporaciones32.
El Convenio 169 de la OIT en su Parte II establece los derechos que los pueblos
indígenas tienen a sus tierras y territorios, enfatizando el carácter colectivo
de la posesión y equiparando al concepto de hábitat (art. 13). Reconoce propiedad
y posesión, salvaguardas, delimitación, atención a las reivindicaciones con particular
atención en los pueblos nómadas y agricultores itinerantes (art. 14). El Art. 15 señala:
“los recursos naturales existentes en sus tierras deberán protegerse especialmente”,
los derechos comprenden la participación en la utilización, administración y conservación de los recursos, y cuando dichos recursos sean propiedad estatal los gobiernos se obligan a consultar para determinar los perjuicios que los Pueblos Indígenas
pudieran sufrir.
31 Citado en Foro Permanente sobre Cuestiones Indígenas de las Naciones Unidas, http://
www.un.org/spanish/indigenas/2003/.
32 CONFINIAE “Ponencia de las nacionalidades indígenas de la región amazónica ecuatoriana”, En Ibarra Illanez, Alicia. Población Indígena y Desarrollo amazónico. Abya Yala, Quito,
1987. pp.37.
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Amazonas: Ruta Milenaria
La Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, que interpreta mejor el punto de vista de los Pueblos Indígenas en el art. 25,
establece el “derecho a mantener y fortalecer su propia relación espiritual con las
tierras, territorios, aguas, mares costeros y otros recursos que tradicionalmente han
poseído u ocupado y utilizado de otra forma y a asumir las responsabilidades que a
ese respecto les incumben para con las generaciones venideras”. Este artículo es de
particular importancia para los pueblos amazónicos ya que reconoce la relación espiritual, que concentra los principales esfuerzos de los pueblos indígenas en defensa
de sus territorios.
En lo que respecta a la Amazonía es de particular importancia el art. 29 que reconoce a los pueblos indígenas el derecho a la “conservación y protección del medio
ambiente y de la capacidad productiva de sus tierras o territorios y recursos” para lo
que el Estado debe establecer y ejecutar programas de asistencia.
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Amazonas Ruta Milenaria,
compilado por Aldo Bolaños,
se terminó de imprimir en los talleres de
Punto & Grafía S.A.C.
por encargo del
Departamento de Relaciones Corporativas de Petroperú
en el mes de Octubre de 2013