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Cuatro bultos y Terapia de grupo

Cuatro bultos y Terapia de grupo

Crónica de Buenos Aires.

Cuatro bultos -Acá dejo cuatro bultos Dice el cuádruple femicida al abrir la puerta a la policía a la que espera con ya su bolso de ajuar mínimo preparado con todo aquello que le sería permitido llevar al ingresar a prisión. También se informó que la condena era la misma, al matar a una que a las cuatro…así que le costó poco decidirse. Las dos hijas-ambas dos especificaba él- y la mujer y la suegra. Hay más, se informó del orden en que se produjeran las muertes importaba. Por eso a la última que mató fue a su hija menor, para simplificar la secuencia de la legislación vigente sobre herencias. En Argentina la Justicia es lenta…y así él podía heredar luego de cumpliría la condena porque asumía su prisión y con la edad la completará en domiciliaria. Había venido bien que fuera su suegra quien le trajera de regalo la escopeta desde España, ni más ni menos que un suvenir de Toledo, para su yerno. Él heredaría luego que la legislación oficializara la muerte primero de la suegra, a la que heredaría su esposa y ésta al morir, legaría la propiedad a las hijas que al ser ya fúnebres, la herencia desde la mayor hasta llegar a la menor y ya ahí, le llegaba a él… Él las heredaría ya cumplida su condena, lógicamente…no voy a construir castillos en el aire. Terapia de grupo Repetían tema sobre Negar la realidad cuando nos duele demasiado Le llegó el turno en la ronda de terapia de grupo, repetían tema sobre Negar la realidad cuando nos duele demasiado. y el joven actor contó su dura experiencia. "Una vez llegué a la casa de mi pareja. Aclaro que vivíamos separados y juntos a la vez, aunque éramos pareja. Yo tenía la llave de la casa de ella y ella tenía la llave de mi casa, o sea que podíamos estar juntos compartiendo todo si, pero manteniendo intacta nuestra cotidianeidad y el rutinario orden y uso de nuestros objetos y pertenencias a nuestro alcance en cualquier momento de nuestras realidad de amarnos en pareja. Yo había salido de gira con El sí de las niñas, al interior de la provincia y al llegar la víspera del fin de semana se enfermó una compañera de anginas, por lo que volvimos dos días antes de lo previsto. Cuando entré a la casa de mi novia, me encontré a mí mismo durmiendo al lado de mi pareja, con mi pijama de fin de semana, mis anteojeras y los tapones en los oídos que me había olvidado llevar a la gira y que me hicieron tanta falta, y me dije: “¿Qué hago ahí dentro de la cama si todavía no llegué?”. Recordó, todavía angustiado. Retrocedí sin perder un instante más en esa actitud negativa ante la realidad alucinante, retrocedí sin siquiera despertar a mi pareja para que celebre mi llegada y eso que nos habíamos prometido a mi regreso hacer el amor y salir a recorrer las calles de casitas firuleteadas de Ámsterdam y los canales viendo volar las gaviotas o garzas. Atravesé la sala hacia la salida y silenciosamente, di nuevamente llave a la puerta de la casa de mi pareja y tomé un taxi hasta mi casa esperando no encontrar también mi cama ocupada otra vez con la alucinación de mí mismo descansando.