TIEMPO JAGUAR
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JAGUAR TIME
Felipe Sussekind (PPGCIS/PUC-Rio)
Resumen
Este artículo Sussekind analiza la acuarela “A Jaguar and
Zebu's Death Caress, Chingado” del artista Walton Ford,
explorando sus complejas capas de significado en relación con el
colonialismo y la extinción del jaguar en América. La obra se
interpreta como una alegoría visual de la conquista española y la
transformación de los ecosistemas americanos mediante la
introducción del ganado cebú. El artículo destaca la importancia
cultural del jaguar en la mitología indígena y examina los desafíos
enfrentados en la conservación de la especie, contrastando su
situación con la reintroducción exitosa del lobo en Yellowstone. Al
abordar los conflictos sociales y ambientales relacionados con la
conservación de la biodiversidad, el artículo ofrece perspectivas
sobre las complejas interacciones entre humanos, animales y el
entorno natural en un mundo marcado por el Antropoceno.
Palabras clave: Jaguar – Antropoceno – Colonialismo –
Extinción
1
“Tempo jaguar” fue publicado originalmente en Danowski, D.; Viveiros de
Castro, E.; Saldanha, R. (orgs., 2023): Os Mil Nomes de Gaia: do Antropoceno à Idade
da Terra: volume 2, Río de Janeiro, Machado.
Recibido 07-02-2024 – Estudios Posthumanos, Año 3, Número 1, (2024), ISSN: 29534089, 15-38 – Aceptado 01-03-2024.
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Felipe Sussekind
Abstract
This article by Sussekind, analyzes the watercolor “A Jaguar
and Zebu's Death Caress, Chingado” by artist Walton Ford,
exploring its complex layers of meaning in relation to colonialism
and the extinction of the jaguar in America. The artwork is
interpreted as a visual allegory of the Spanish conquest and the
transformation of American ecosystems through the introduction of
Zebu cattle. The article highlights the cultural importance of the
jaguar in indigenous mythology and examines the challenges faced
in the conservation of the species, contrasting its situation with the
successful reintroduction of the wolf in Yellowstone. By addressing
social and environmental conflicts related to biodiversity
conservation, the article provides insights into the complex
interactions between humans, animals, and the natural
environment in a world marked by the Anthropocene.
Keywords: Jaguar – Anthropocene – Colonialism –
Extinction
Walton Ford, 1998, “A Jaguar and Zebu's Death Caress, Chingado”, acuarela,
gouache, lápiz y pintura sobre papel, 152,4 x 302,3 cm. Galería Paul Kasmin,
N.Y. (Courtesy of Walton Ford and Paul Kasmin Gallery)
16
Tiempo Jaguar
1. Abrazo de vida y muerte
“A Jaguar and Zebu's Death Caress, Chingado”, una acuarela
de gran formato de Walton Ford, presenta una extraña
tauromaquia. Un abrazo de vida y muerte entre el toro y el jaguar2
que funciona como una alegoría visual del surgimiento de la nación
de México. En la imagen, la relación natural de depredación se
superpone a una cópula antinatural, recordando la idea de las
“bodas contra natura” con las cuales Gilles Deleuze y Félix Guattari
definieron el aspecto anómalo de los “devenires-animales" (Deleuze
y Guattari, 1997). Al hincar los dientes en la garganta del toro, el
jaguar es inseminado por la máquina productiva y reproductiva
humana, la máquina capitalista traída por el colonizador español en
la conquista de América. Pero, ¿a qué híbridos dará origen esta
inseminación monstruosa?
El realismo descriptivo de la imagen, que funciona como una
especie de parodia o maximización de las ilustraciones naturalistas
conectadas al período colonial, sobrepone una serie de narrativas
históricas (Leitner, 2013). Las ruinas precolombinas en el fondo,
rodeadas de montañas boscosas hacia las cuales se acercan las
llamas, evocan las ideas de desaparición y extinción. La marca de
hierro en los flancos del toro, por otro lado, es una representación
de la “flor”, Xochitl, que en el calendario azteca está asociada, en
general, al carácter efímero de la vida. En la esquina derecha de la
pintura, alineados con la palabra “Chingado”, otros signos como
este están dispuestos en anotaciones que hacen referencia a la
temporalidad indígena y a la ruptura de esa temporalidad a partir
de la intrusión del imperialismo europeo y de su animal-recurso por
excelencia, el toro.
El simbionte jaguar-ganado que vemos puede entenderse,
por lo tanto, como un dispositivo relacional que, al reproducirse,
El término "jaguar" se refiere a la especie Pantera onca (Linnaeus, 1758),
generalmente designada en portugués como "onça-pintada" o simplemente
"onça", entre muchos otros nombres (Papavero, 2017). "Jaguar", de origen en
idiomas indígenas de matriz tupí, se utiliza más comúnmente en las Américas
Central y del Sur, en países de habla española, así como en inglés; sin embargo,
curiosamente, no es tan prevalente en portugués, donde prevalece "onça", de
origen europeo (Idem).
2
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Felipe Sussekind
lleva consigo las marcas de la colonización. Otro elemento a tener
en cuenta es que el toro en la pintura es un representante del ganado
de origen indio, cebú, que hoy en día en América del Sur y Central
es una fuerza predominante para los flujos de la agroindustria. El
ganado cebú se estableció como estándar oro en la industria
ganadera regional únicamente a lo largo del siglo XX. A partir de
este enmarañado de temporalidades que trae diferentes capas del
(mal) encuentro mexicano, Chingado resuena relaciones
problemáticas entre naturaleza y cultura, moderno y tradicional,
violencia y desarrollo, domesticación y salvajismo.
La pintura pone en escena un doble movimiento de extinción.
Por un lado, la desaparición de la especie Panthera onca, conectada a
la sustitución de los bosques por las explotaciones ganaderas; por
otro, la extinción de pueblos y culturas a través de la conquista y del
apagamiento de signos y significados indígenas. En el gesto de
origen del Estado, el ecocidio y el genocidio son las dos caras de la
misma moneda.
El simbolismo del jaguar en México atraviesa diversas
culturas y muestra la resiliencia indígena ante la invasión. Un
ejemplo interesante de continuidades históricas entre las fiestas
populares actuales y las culturas precolombinas es la tradición de
las “Tigradas”. Todos los años, el 15 de agosto, una multitud toma
las calles de Chilapa, una pequeña ciudad del Estado de Guerrero,
en el suroeste del país, para celebrar en homenaje a Tepecyolotl, el
dios-jaguar. Durante la celebración, niños y adultos desfilan por las
calles vestidos como jaguares y los jóvenes ritualizan luchas,
convocando a la tradición, de forma a reactivar asociaciones entre la
sangre, el sacrificio y el mantenimiento del ciclo del agua. Esta
antigua costumbre conectada a la fertilidad de los campos, con
variantes locales, remite a la mitología y al calendario aztecas
(Saunders, 2005).
Estableciendo, así, una línea de continuidad entre los
registros arqueológicos mexicanos y los registros provenientes de
diferentes pueblos indígenas que viven actualmente en América del
Sur y Central, Nicholas Saunders observa: “La asociación de la
imagen del jaguar con la lluvia, el agua y la fertilidad ha sido bien
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Tiempo Jaguar
documentada en toda América Central y del Sur, y perduró por más
tiempo que cualquier otro aspecto del simbolismo felino (Saunders
1998: 37, traducción nuestra)3.
El libro Icons of Power (1998) está dedicado al simbolismo
felino en el continente americano. Al introducir el volumen, que
reúne a historiadores, arqueólogos, antropólogos y estudiosos del
arte y la mitología amerindia, Saunders muestra que el jaguar surge,
en el contexto de la conquista europea, como un elemento de
resistencia cultural y una imagen anticolonialista y
contrahegemónica frente a una larga historia de genocidios y
extinciones. Entre los antiguos aztecas, los naguales (“nahuallis”)
eran hechiceros conocidos por tomar la forma de felinos para
defenderse de sus enemigos. Identificados con imágenes
demoníacas por los representantes del Estado español, estos
hombres-jaguares fueron intensamente temidos y perseguidos
durante la colonización de México (Saunders, 1998: 32).
El elemento sonoro es otro mediador importante para las
redes de significado en las que está involucrado el jaguar. Saunders
observa que el rugido del jaguar, en registros provenientes de
diferentes pueblos, tanto en el pasado como en el presente, está
frecuentemente asociado a truenos y tempestades. Dentro de la
misma obra, Elisabeth Benson agrega que una de las traducciones
para “Tepeyollotli”, el nombre del dios-jaguar azteca, es “Corazón
de la Montaña”; una divinidad asociada a las cuevas y al interior de
la tierra, a los movimientos tectónicos y a los terremotos. La relación
“The association of jaguar-imagery with rain, water, and fertility was well
documented throughout Central and South America and was to survive longer
than any other aspect of feline symbolism”. Algunos ejemplos sudamericanos que
corroboran esta idea están relacionados con los mitos de origen de las
constelaciones, en diferentes lenguas indígenas, que llevan el nombre del jaguar.
Uno de ellos puede encontrarse entre los Ticuna, pueblo indígena que vive en la
frontera amazónica entre Brasil y Perú. El trabajo de Priscila Faulhaber muestra
que las constelaciones, en la cosmología ticuna, se relacionan con diferentes
animales, y el ascenso y declive de la constelación Onça marca el inicio y el fin de
la temporada de lluvias. En el mito analizado por ella, la bestia celeste relacionada
con el clan de la onça mató a la Luna, embarazada de gemelos. Los hijos, a su vez,
vengaron la muerte de su madre matando a la bestia y lanzando al cielo su pierna,
cuya forma identifica la constelación (Faulhaber, 2004: 411).
3
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Felipe Sussekind
particular del rugido, en este caso, es con estruendo y terremotos,
así como con ecos y sonidos de las montañas (Benson, 1998: 66).
Son figuras que remiten a Tepeyollotli, el dios azteca mitad
jaguar y mitad humano. Una divinidad que aparece en los mitos ora
como aliado, ora como una de las manifestaciones de Tezcatlipoca,
divinidad azteca, señor de las estrellas y de la noche, del fuego y de
la muerte (Saunders, 1998: 37). Benson se refiere, en este sentido, al
mito en el que Tezcatlipoca emerge en su forma jaguar después de
haber sido arrojado a las aguas (o al mundo subacuático) por su
rival Quetzalcoatl, en un enfrentamiento relacionado con el
surgimiento de la humanidad y el carácter cíclico del tiempo: “El
dios Quetzalcoatl alcanzó a Tezcatlipoca, arrojándolo a las aguas”
(Benson, 1998: 66, traducción nuestra4). En este caso, es a partir del
gesto civilizatorio del demiurgo Quetzalcoatl que Tezcatlipoca, su
antagonista, es desterrado al inframundo (o subterráneo, o
subacuático), donde toma su forma de jaguar. Un gesto mítico
relacionado con el origen de los seres humanos y de los jaguares.
En Historia de Lince, el último y tardío libro de las Mitológicas,
publicado en 1991, Lévi-Strauss evoca a las deidades aztecas para
enunciar un principio muy general de la mitología amerindia, que
es el principio de los gemelos desiguales o asimétricos. Pares de
hermanos gemelos marcados por la asimetría son recurrentes en los
mitos de creación en todo el continente americano, algo que lleva a
identificar un principio, o una especie de regla de las reglas (o
motivo de los motivos), que revela cómo opera el pensamiento
mítico a través de oposiciones. Estableciendo una conexión entre los
mitos actuales y la mitología precolombina, Lévi-Strauss llama la
atención sobre el dualismo en las relaciones entre las deidades
Quetzalcoatl y Tezcatlipoca, conectadas por relaciones de filiación,
y muestra, además, que el propio nombre “Quetzalcoatl” contiene
un término ambiguo, “coatl”, que puede traducirse como “gemelo”
(Lévi-Strauss, 1993: 202).
Escrito para los 500 años de la invasión de las Américas por
los europeos, “Historia de Lince” tematiza el mal encuentro colonial
4
The god Quetzalcoalt struck Tezcatlipoca, knocking him into the water (the
underworld), where he became a jaguar”.
20
Tiempo Jaguar
reflexionando sobre el dualismo amerindio y sus bases éticas y
filosóficas. En este sentido el libro aborda el tema de la “apertura al
otro”, a partir de la cual su autor entiende la facilidad con la que los
blancos, en general, fueron incorporados a los mitos de origen
amerindios, como si su lugar ya estuviera, de alguna manera,
previsto en los mitos. A partir de este principio dualista, la creación
de los no indígenas se toma como necesaria y complementaria a la
creación de los indígenas. En este sentido también Lévi-Strauss
explica la incapacidad, entre los pueblos indígenas de las Américas,
de resistir a los invasores, incluso en los casos en que tenían mayor
cantidad de hombres y armas. Sobre la temática de “Historia de
Lince”, Eduardo Viveiros de Castro observa:
El libro se organiza en torno a un mito de origen del hombre
blanco, es decir, un mito que narra el fin de la cultura indígena, el
fin de lo que el autor llama América indígena. Lévi-Strauss
considera que la llegada de los europeos fue una catástrofe
irreparable y que las culturas nativas americanas fueron heridas
hasta la muerte. La destrucción de esa América indígena a partir
del siglo XVI fue, para él, una especie de ensayo general para la
destrucción, ahora en curso, del planeta por parte de la civilización
occidental (Viveiros de Castro, Lagrou y Belaunde, 2011: 11).
El colapso de pueblos y civilizaciones y de los mundos
indígenas que han desaparecido desde la llegada del invasor
europeo, son aspectos vinculados a lo que a interpretamos como un
proceso de expansión inexorable de la civilización global capitalista.
Pero también se trata, en este caso, de un proceso que se despliega
en una figura dual. La idea del colapso y la extinción se aplica tanto
a los mundos precolombinos que han desaparecido, como al jaguar
en tanto especie, o mejor dicho, a las muchas poblaciones regionales
del jaguar que fueron exterminadas durante la colonización de las
Américas o que están amenazadas de extinción en la actualidad.
21
Felipe Sussekind
2. Colonialismo y extinción
La narrativa de la historia occidental es una narrativa de la
conquista. Conquista de la naturaleza, por un lado: domesticada,
convertida en recurso, materia prima; y, por otro lado, se refiere a la
conquista de pueblos o culturas: exterminados o convertidos,
esclavizados, subordinados. Recordemos una vez más, en este
sentido, el perturbador abrazo de vida y muerte entre el toro y el
jaguar presentado por Walton Ford.
El toro, como hemos visto, es el agente de la inseminación
ligada a la invasión y colonización de las Américas, y no es
casualidad que sea el animal emblemático de la conquista de la
Naturaleza por el Hombre en la tradición occidental. La gestión del
ganado, en términos de su multiplicación artificial a través de la
acción humana, es algo que José Augusto Pádua ha caracterizado
como una “invasión biológica”5. Esto se da en el sentido de que,
como colectivo que engendra transformaciones ecológicas, el
ganado bovino es una fuerza conectada a la producción incesante
de paisajes monocultivados a partir de la quema de vegetaciones
nativas, una fuerza que se propaga incesantemente y de forma
exponencial, amenazando simultáneamente la biodiversidad y los
modos de vida indígenas. Rosa Ficek, en su colaboración con el
Atlas Feral6, muestra cómo la asociación entre el ganado cebú y las
braquiarias y otros pastos exóticos utilizados en los campos
establece una barrera ecológica que impide la regeneración de los
bosques en América Latina (Ficek, 2021). La asociación entre
especies es imprescindible tanto para la efectividad de la invasión
biológica como para
la actualización continua del modelo
extractivista basado en el monocultivo.
A su vez, el hábitat del jaguar, cada vez más escaso, incluye
capibaras/carpinchos, ciervos, caimanes, jabalíes junto a otros seres
5
Ver https://oeco.org.br/reportagens/foi-uma-invasao-biologica-diz-joseaugusto-padua/
6
El trabajo de Ficek aparece en el Atlas en la entrada "Ganado y Pastizales",
conectada a dos de los "detonadores" del Antropoceno: Capital e Invasión. Ver
https://feralatlas.supdigital.org/poster/pasture-grasses-are-major-barriers-toforest-regeneration-in-latin-america
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Tiempo Jaguar
que habitan los mismos ríos y bosques; de igual manera, ese hábitat
incluye una serie de agentes no humanos comúnmente asociados a
las actividades y estructuras antropogénicas: caballos, ganado,
cercas, carreteras, vehículos y construcciones de todo tipo, entre
otros. El papel ecológico de una especie está vinculado, en la
ecología científica, a un control biológico de las especies de las
cuales el depredador se alimenta. Sin embargo, a esta capa
denominada “natural”, se le suma una capa “artificial”, basada en
esta invasión del ganado, mientras especie y su incorporación a la
dieta felina. En el Pantanal7, por ejemplo, donde realicé
investigaciones de campo (Süssekind, 2014), la depredación por
parte del ganado es un aspecto fundamental para pensar la
conservación de los jaguares8. De hecho, como muestran los
estudios científicos realizados en la región, el ganado es la presa más
disponible para el depredador que siempre busca nuevos recursos
en su entorno (Cavalcanti y otros, 2010).
Cuando hablamos, a su vez, del tema de la extinción,
observamos que el jaguar -especie emblemática en la que se centran
los esfuerzos de conservación de la biodiversidad en Brasil- enfrenta
desafíos similares a otros grandes carnívoros que habitan el planeta,
pero tiene su especificidad. Los otros carnívoros, aunque estén en
extinción, habitan territorios que no están totalmente ocupados por
la industria o la agricultura. Sin embargo, en las áreas donde estos
animales cohabitan con humanos se puede observar que son
sistemáticamente tratados como plagas (ya sea porque son vistos
como amenazas o porque se alimentan de ganado doméstico) y, por
eso, son intensamente cazados.
Entre las especies y subespecies de carnívoros extintas en el
siglo XX, se encuentran, por ejemplo, el lobo japonés (en 1905), el
león del Atlas (en 1922), el tigre de Bali (en 1937), el tigre de Java (en
1979) y el demonio de Tasmania, o tigre/lobo de Tasmania (en 1934)
–un marsupial. Esos procesos de extinción resultaron en la
expulsión de animales de esos entornos, a la vez que producen un
Es una llanura aluvial y un bioma que se extiende principalmente por el estado
brasileño. Se trata del humedal más grande del mundo.
8
El término "jaguaretê" se usa ocasionalmente en el Pantanal por los hablantes del
guaraní, pero en general se utiliza "onça-pintada", o simplemente "pintada".
7
23
Felipe Sussekind
ambiente vaciado de cierta fauna silvestre. Por un lado, se tiene el
último lobo de Tasmania fotografiado en el zoológico de Hobart, en
Australia en 19339 y, por otro lado, se tiene el vacío ecológico dejado
por estos depredadores en los bosques tropicales de la isla.
Los casos que involucran la desaparición de parte de los
grandes carnívoros en el siglo XX, en tantos lugares diferentes,
remiten a una "globalización” de cuestiones relacionadas con lo que
se ha denominado “La Sexta Extinción”. Y, esos procesos, ocurren a
una escala y un ritmo que solo encuentran precedentes en épocas
remotas de la historia de la vida en la Tierra, como muestra
Elisabeth Kolbert (2014) en su famoso libro. Sin embargo, las
amenazas desencadenadas hacia animales diversos por agentes
antrópicos no siempre son directas o evidentes.
Un ejemplo interesante de los aspectos visibles e invisibles de
estos procesos se puede encontrar en un estudio reciente sobre el
comportamiento de los jaguares en una isla fluvial de la región oeste
del estado de Mato Grosso. Ese estudio reveló hábitos peculiares del
jaguar. En la Estación Ecológica de Taiamã, una unidad de
conservación ubicada en un raro tramo del Pantanal no colonizado
por la actividad ganadera, investigaciones intensivas utilizando
análisis químicos y monitoreo a través de equipos de radiotelemetría y GPS mostraron una población de jaguares cuya dieta
está compuesta mayoritariamente por peces y caimanes (Eriksson et
al., 2021). Los autores del estudio observan que es común que los
jaguares se alimenten de caimanes en el Pantanal, y ocasionalmente
de peces, pero el hecho de que los animales acuáticos compongan la
mayor parte de su dieta era algo inédito hasta entonces en la
literatura especializada.
En este mosaico de ríos y campos inundables, con
abundancia de animales acuáticos se ha documentado la mayor
densidad de jaguares ya registrada en un estudio científico10
Las
fotografías
se
pueden
ver
en
vistas
em
https://pt.wikipedia.org/wiki/Lobo-da-tasm%C3%A2nia
10
Se estiman 12,4 animales por cada 100 kilómetros cuadrados, con
aproximadamente el 80% de la dieta compuesta por peces y caimanes (Eriksson
et al., 2021).
9
24
Tiempo Jaguar
realizado con jaguares que desde cachorros aprenden a pescar. Pero
eso no es todo. Viviendo en un ambiente con abundancia de presas
y poca necesidad de disputar por alimento, para sorpresa de los
investigadores, se observó que animales de ambos géneros
pescaban juntos e incluso jugaban entre sí, configurando
interacciones sociales sorprendentes para una especie generalmente
considerada como solitaria y territorialista11.
Las principales amenazas para la conservación de los
jaguares en el Pantanal en general están relacionadas con la pérdida
y fragmentación del hábitat, por la expansión de la red vial y por la
caza por parte de criadores de ganado que buscan retaliación. Sin
embargo, protegidas por el carácter remoto y poco explorado de la
región donde se encuentra la Estación Ecológica, los jaguares de
Taiamã viven relativamente seguros con respecto a estas amenazas,
y, de esta forma, redefinen sus lazos sociales al disfrutar de la
abundancia acuática del ambiente.
En esta historia con una trama tan significativa para la
conservación de la biodiversidad, sin embargo, también surgen
elementos perturbadores. Análisis realizados con varias especies de
peces que viven en la región revelaron la presencia de elementos
químicos como el fósforo y metales pesados, resultado del uso
intensivo de agroquímicos y la actividad minera en el altiplano
donde se encuentran las cabeceras de los ríos que alimentan el
Pantanal. Estos elementos químicos, nocivos para la salud, también
se detectaron en el pelaje de los jaguares12.
Este caso señala algunas de las paradojas actuales en la
conservación de la vida silvestre. Anna Tsing utilizó el concepto de
“fricción” para describir (originalmente desde los bosques de
Indonesia) cómo el capitalismo globalizado se produce y se
actualiza en políticas localizadas de demarcación de fronteras y de
Ver al respecto el programa "Estação Ecológica de Taiamã" de la serie "Parques
do
Brasil",
lanzado
en
2021
por
TV
Brasil,
en
https://tvbrasil.ebc.com.br/parques-do-brasil/2021/06/estacao-ecologica-detaiama. También ver la serie de reportajes "Taiamã, terra das onças", de Adriano
Gambarini, para el sitio O Eco en 2011, en https://oeco.org.br/colunas/25328taiama-terra-das-oncas/.
12
Estação Ecológica de Taiamã, TV Brasil, 2021. Min. 6’50’’- 7’01
11
25
Felipe Sussekind
conversión del territorio y bosques en recursos, ya sean preservados
o explotados. Este concepto caracterizó, por ejemplo, la forma en
que se produjeron los efectos conjuntos de las industrias minera,
forestal y agrícola en áreas de conservación y territorios indígenas;
sin embargo, el concepto también sirvió como clave para
comprender cómo la idea de Naturaleza, vista como algo externo y
universal, se reproduce y actualiza localmente, tanto en las prácticas
científicas como en las políticas ambientales. La “fricción” entre los
múltiples agentes que componen el agronegocio, así como entre las
dinámicas ecológicas y económicas o entre las políticas ambientales
y productivas, podría ser tenida en cuenta para describir la situación
del jaguar y cómo su conservación conecta lo regional con lo global.
Sin embargo, los temas articulados por el concepto de
fricción se han actualizado, en el trabajo de Tsing, a partir de los
desarrollos de la discusión sobre el Antropoceno en la última
década. El esfuerzo conceptual y experimental que resultó en la
experiencia colaborativa y transdisciplinaria del Atlas Feral se
originó a partir de la identificación y discusión de procesos de
proliferación, invasión y colonización desencadenados por
actividades e infraestructuras humanas, así como de posibles
procesos de colaboración, articulación y regeneración de paisajes
multiespecies.
En una parte del Atlas vinculada a la Aceleración –uno de los
cuatro “detonadores” del Antropoceno13– Zachary Caple describe la
ecología de los fertilizantes (basados en el elemento químico del
fósforo) que sostienen los sistemas alimentarios modernos. Los
fertilizantes, como muestra la autora, son desarrollados y utilizados
para potenciar el crecimiento en las infraestructuras agrícolas y de
procesamiento de alimentos, pero también tienen como efecto no
premeditado la concentración del fósforo en el ambiente.
Este es el sentido que el fósforo y los otros elementos
resultantes de los agroquímicos adquieren en la historia de los
jaguares. Pueden ser pensados, en este caso, como los elementos
13
Los otros tres son “Invasión”, “Imperio” y “Capital”. Puedes encontrar la
introducción
de
Anna
Tsing
en
https://feralatlas.supdigital.org/?cd=true&bdtext=introduction-to-feral-atlas
26
Tiempo Jaguar
feroces que conectan a las onzas de Taiamã, viviendo en un ambiente
aparentemente protegido e intacto, con los flujos transnacionales
activados por el agronegocio y la minería. Es su rastro lo que revela,
en los términos formulados por el Atlas Feral, el carácter tentacular
de las infraestructuras antropogénicas y de sus ecologías.
El rol de los jaguares y el efecto que ejercen sobre los
ambientes en términos de preservación y aumento de la
biodiversidad, por otro lado, ha sido frecuentemente tematizado
por las ciencias de la conservación14, aunque se trate de un tema
difícil de mensurar o estudiar. Para especular sobre este tema, antes
de volver a los jaguares y sus relaciones con los mundos indígenas
y no indígenas en las Américas tropicales, voy a recurrir al ejemplo
de otro gran carnívoro, un ejemplo elocuente sobre la complejidad
de las relaciones políticas, económicas y ecológicas involucradas en
la conservación de la biodiversidad. Se trata, en este caso, de un
animal icónico del imaginario occidental, que habita los paisajes
templados de América del Norte.
En 1995, después de largas batallas e innumerables
controversias, el lobo (Canis lupus), que había estado ausente
durante décadas de las Montañas Rocosas, fue reintroducido con
éxito en el Parque Nacional de Yellowstone, en Idaho, EE. UU. En
una ironía histórica para la conservación de la vida silvestre, esto
ocurrió casi 70 años después de que los programas de control de
depredadores,
desarrollados
por
el
propio
gobierno
estadounidense, eliminaran la especie del Parque bajo la
justificación de preservar alces, ciervos y bisontes, situación que se
dio bajo la presión de asociaciones regionales de cazadores y
ganaderos. Los últimos lobos existentes, según reporta Hans Fischer
(1995), fueron sacrificados en 1926.
El impacto de la reintroducción de los lobos en Yellowstone,
documentado por investigadores y ambientalistas entre los años
1990 y 2000, fue impresionante, con efectos en cascada que
repercutieron en los diversos ecosistemas locales. La depredación
sobre alces y otros animales herbívoros no sólo ejerció un control
Es en este sentido que se acuñaron los conceptos de “especie bandera” y
“especie clave”, por ejemplo (Morato et al., 2013).
14
27
Felipe Sussekind
sobre las poblaciones de estas especies, sino que modificó su
comportamiento, llevándolas a evitar áreas más susceptibles a los
ataques del lobo. Esto propició la recuperación y el crecimiento de
una serie de plantas, creando nuevas áreas boscosas en lugares
donde antes solo había vegetación rasa. Los lobos también
redujeron la población de coyotes en el parque. Todo esto condujo
al aumento del número de pequeños roedores y aves, además de
generar nichos ecológicos para castores y otros animales que
habitan los ríos. Los bosques ribereños en las orillas de los cuerpos
de agua, junto con los castores con sus diques y represas, generaron
cambios significativos en el paisaje e incluso en el curso de los ríos15.
La historia de la reintroducción de los lobos es un caso raro
sobre el retorno de una especie localmente extinta, y se trata de una
historia cuyo desenlace apunta al aumento de la diversidad y la
reversión de procesos desencadenados por la acción humana,
marcados por la entropía. Sin embargo, hasta ahora, está limitada
sólo a los arreglos no humanos de la ecología de los paisajes y a las
relaciones internas del Parque. No incluye, por ejemplo, la
controversial Guerra de los Lobos - Wolf Wars, en el título del libro de
Fischer (1995). Capturados en Canadá y liberados en las Montañas
Rocosas, los lobos no permanecieron dentro de las fronteras del
Parque de Yellowstone. Su presencia afectó, además de los efectos
descritos anteriormente, a las nuevas relaciones que se establecieron
entre ambientalistas, agricultores y cazadores deportivos en el
estado de Idaho. En la década de 2000, el departamento de vida
silvestre del estado comenzó a autorizar la caza de un cierto número
de animales por año, pero el conflicto entre cazadores y
ambientalistas se intensificó con el surgimiento de una serie de
campañas a favor y en contra de la presencia de los lobos en la
región. Este conflicto resultó, por un lado, en acusaciones
xenofóbicas dado que los lobos eran canadienses y pegatinas que
promovían su eliminación sumaria; y, por otro lado, denuncias de
crueldad y campañas de desarme voluntario de trampas de caza,
por el otro, son algunos de los aspectos de esta controversia.
15
Ver https://www.youtube.com/watch?v=ysa5OBhXz-Q&t=1s. Consultado el
02/02/2022.
28
Tiempo Jaguar
Pero si ampliamos aún más el paisaje existen otras cuestiones
en juego. El estado de Idaho tiene como uno de los pilares de su
economía una actividad de alto riesgo que ha estado modificando
las matrices energéticas estadounidenses: la técnica de fracturación
hidráulica (fracturing) para la obtención de gas de esquisto16. Esta
actividad consiste en la infiltración de toneladas de agua mezclada
con productos químicos y arena para producir fracturas en rocas
profundas. Toda el agua utilizada en el proceso subterráneo vuelve
luego a la superficie contaminada con metales pesados, aditivos
químicos e hidrocarburos.
La contaminación de grandes territorios se suma, en este
caso, al riesgo de que los gases acumulados en las rocas alcancen los
acuíferos subterráneos, lo que constituye un buen ejemplo de la
escala de los cambios ambientales en curso en el Antropoceno.
Cuando observamos desde esta perspectiva el entramado de
fricciones en el que están insertos los lobos, por lo tanto, lo local y lo
global se entremezclan y todo el estado de Idaho se ve involucrado.
Las Montañas Rocosas no existen en un plano aislado, separado del
ambiente en donde se instalan las industrias de extracción de gas de
esquisto. Cuando miramos el caso del jaguar y las amenazas que
enfrenta la especie, es también imposible, no tener en cuenta la
expansión del agronegocio, la deforestación, los megaproyectos de
construcción de hidroeléctricas y minería, los conflictos de tierras y
la cuestión indígena.
Los lobos y los jaguares del nuevo milenio están muy lejos de
la imagen de la naturaleza intocada con la que históricamente se han
asociado estos animales. Muchos siguen siendo eliminados
sistemáticamente en nombre de las cadenas productivas y del
consumo. Algunos que resisten el avance del desarrollismo, por otro
lado, son capturados por dispositivos vinculados a la conservación
y monitoreo por sistemas de radio y GPS, revelando los efectos que
el mantenimiento de la biodiversidad es capaz de engendrar, (como
en el caso de los lobos), apuntando a la manera en que los efectos de
16
Ver https://pt.wikipedia.org/wiki/Fraturamento_hidr%C3%A1ulico
29
Felipe Sussekind
las actividades antropogénicas que impregnan sus ecologías, e
incluso sus cuerpos, no son siempre visibles.
3. Un nombre para Gaia
En una crítica al formalismo y al mecanicismo de la ecología
científica, así como al modelo centrado en la idea del individuo
calculista que orienta gran parte de las concepciones occidentales
sobre los animales, Elisabeth Costello, personaje de J. M. Coetzee
que es escritora y activista, afirma lo siguiente:
Es una terrible ironía. Una filosofía ecológica que nos dice
que vivamos codo a codo con otras criaturas se justifica apelando
a una idea de un orden superior a cualquier criatura viva. Una
idea, después de todo -y este es el carácter abrumador de esta
ironía- que ninguna criatura es capaz de entender, excepto el
Hombre. Toda criatura viva lucha por su propia vida individual y
se niega, a través de la lucha, a rendirse a la idea del salmón o a la
idea del mosquito. Pero cuando vemos al salmón luchando por su
vida, decimos que simplemente está programado para luchar;
decimos, con Tomás de Aquino, que está encerrado en una
esclavitud natural; decimos que no tiene conciencia de sí mismo
(Coetzee, 1999: 112-113).
Los animales, como seres que viven vidas paralelas y habitan
mundos diferentes a los nuestros, han desaparecido o se han
convertido en cosas que podemos manejar: objetos, mercancías,
instrumentos, figuras del espectáculo o metáfora de la condición
humana. En este largo proceso de domesticación y reificación
conectado a la modernidad occidental, la potencia de esa alteridad
se vacía. Pero ¿no serían los animales, por otro lado, como indaga
Costello (Coetzee), fuerzas todavía capaces de sacudir o
desterritorializar los fundamentos de los límites cohesivos y bien
definidos de lo humano en su acepción moderna, como algo
separado y alejado de la naturaleza?
30
Tiempo Jaguar
Para acceder a la potencia de lo que llaman “deveniresanimales”, Deleuze y Guattari observaron, hace más de cuarenta
años, que sería necesario repensar la historia natural a partir de las
simbiosis, y no de la herencia (Deleuze y Guattari, 1997 [1980]). Las
simbiosis implican, observan ellos, relaciones entre diferentes como
diferentes,
relaciones
horizontales
y
no
hereditarias,
diferenciadoras y no identitarias; relaciones transversales que
escapan a los modelos de la serie y la estructura y no se subordinan
a los grandes divisores modernos que oponen lo humano a lo
animal (Ibid.).
El concepto de simbiosis también fue fundamental, en las
últimas décadas, para la constitución del campo de los Estudios
Multiespecie, así como para las discusiones generadas por el
pensamiento ecológico, como señala Donna Haraway (2016).
Trabajando con el concepto, Anna Tsing buscó elaborar una crítica
a los modelos funcionalistas a través del establecimiento de un
paralelo entre el debate formalismo-sustantivismo, proveniente del
campo de la antropología económica, y el debate en torno a la Teoría
de la Evolución y la herencia de Darwin (Tsing, 2019). La autora
argumenta que las ideas centradas en nociones como
individualismo y estructura social, contenidas en las ciencias
sociales, son análogas a aquellas contenidas en las vertientes de las
ciencias naturales que entienden los comportamientos animales
como mecanismos innatos, automatizados, instintos subordinados
al etograma de cada especie. Tsing se refiere, en particular, a la
“Síntesis Moderna” propuesta por el Neodarwinismo, basada en la
idea de la competencia y el individualismo, y contrastándola con la
vertiente del pensamiento ecológico que se desarrolló a partir de la
teoría de las simbiosis (Ibid.).
En términos científicos, el tema de la simbiosis emerge como
fundamento del pensamiento evolutivo en Ecología a partir del
trabajo revolucionario de la microbióloga Lynn Margulis. La Teoría
de Gaia, desarrollada por James Lovelock y Margulis a partir de la
década de 1970, ligada al origen de la teoría de sistemas y de la
cibernética, redefinió definitivamente los sentidos de lo humano y
los procesos naturales en el campo de las ciencias de la naturaleza
(Margulis, 2008; Lovelock, 2010). La Naturaleza, concebida como
31
Felipe Sussekind
una realidad exterior regida por ciclos estables, transformada por el
pensamiento moderno en recurso para la empresa civilizatoria,
forma parte de un proyecto implícitamente colonialista. Esta
concepción de la Naturaleza pertenece al Holoceno, época geológica
que recientemente hemos dejado atrás.
En En tiempos de catástrofes, publicado en 2009, Isabelle
Stengers traza las conexiones entre las proposiciones de Lovelock y
Margulis y la figura de la Diosa que dio nombre a la teoría científica
para describir el acontecimiento que moldea la época actual y la
necesidad que impone, como dice el sugerente subtítulo del libro, la
“resistencia a la barbarie que se aproxima” (Stengers, 2015). La
filósofa nombra como “intrusión de Gaia” a este acontecimiento, y
reflexiona a partir de ahí sobre la necesidad que se impone de
pensar, a partir de ella, el “arte del cuidado” muchas veces
invisibilizado por el proyecto civilizatorio moderno. La autora
busca, también, formas de recuperar la ambigüedad necesaria del
pharmakon –veneno y remedio– en la formulación de una respuesta
posible ante él.
Las relaciones actuales entre la conservación de jaguares y
lobos y la integridad y diversidad de los ecosistemas que estos
animales habitan, revelan facetas complementarias y propiedades
farmacológicas de la conservación de la biodiversidad en sus
capacidades regenerativas y curativas, en contraste con los procesos
que perpetúan la narrativa colonialista y anticipan la barbarie que
se avecina a partir de los venenos que circulan. El acercamiento
entre ideas y significados indígenas y aquellos asociados con
concepciones científicas, acercamiento que he intentado hacer en
este ensayo, no tiene como objetivo especular sobre una relación
armoniosa con la naturaleza, vinculada al pasado, sino más bien
busca imaginar futuros posibles de convivencia entre especies y de
composición con Gaia.
De alguna manera, los aspectos que hemos examinado
conectando humanos, jaguares y ganado, y posteriormente lobos,
tanto en cosmologías indígenas como científicas, involucran
asociaciones entre el ciclo del agua, la fertilidad de los campos, los
ciclos de vida y los procesos de renovación y transformación
32
Tiempo Jaguar
involucrados en su dinámica. Incluso en este sentido, el
pensamiento ecológico puede estar más cerca de la mitología azteca
de lo que podríamos imaginar inicialmente si consideramos las
conexiones geológicas y atmosféricas desencadenadas por la
presencia o ausencia de los animales en los ecosistemas.
En una imagen que ha sido frecuentemente evocada como
una analogía para pensar la crisis ambiental contemporánea y las
condiciones de vida en el Antropoceno, el filósofo Günther Anders
describía, a principios de la década de 1960, la experiencia de la Era
Atómica como una experiencia ligada al “tiempo del fin” y lo que
llamó de una “utopía invertida” (Anders, 2013). Según él, mientras
las utopías comunes no podían de producir capacidad imaginativa
en “nosotros”, los hijos de la Era Atómica, nos hemos vuelto
incapaces de imaginar lo que estamos realmente produciendo.
En este sentido, quiero volver, a modo de conclusión, a la
figura del dios Tepecyolotli; recordando que, en diferentes lenguas
indígenas, el término “jaguar”, de origen tupí, se emplea como una
cualidad o estado, significando algo así como “feroz”17; es decir, es
usado como aspecto que puede estar presente en diferentes seres o
cosas. Así, imagino el nombre de la divinidad azteca como uno de
los Mil Nombres de Gaia, imaginándola, en su dualismo asimétrico
humano-jaguar, como una divinidad que evoca la ferocidad, y
también la ferosidad, que caracterizan las relaciones climáticas e
históricas en los tiempos actuales.
Traductore: Martina Davidson
17
Ver, a ese respecto, el trabajo de Felipe Vander Velden (2009).
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