Fecha de recepción 19/01/2024
Fecha de aceptación: 22/ 01/2024
Pp. 153– Pp.156
Comunicación.
Un alegato en favor de la oralidad científica.
Gustavo Puerta Leisse
Editor de Ediciones Modernas El Embudo y la revista de
periodismo cultural para niños/ España
[email protected]
I.
En la primera clase que tuve en la carrera de Filosofía, el profesor nos recibió con una reflexión un
tanto provocadora. Sostenía que si lo que realmente nos interesaba estudiar era la filosofía, entonces
estábamos en el lugar equivocado. Argumentaba que aquello que nosotros estudiaríamos en las aulas
serían, a lo sumo, rudimentos de historia de la filosofía; que con suerte aprenderíamos a leer y que, si por
fortuna teníamos algún don para la escritura, deberíamos estar dispuestos a sacrificarlo en aras de aprobar
la tesis indispensable para obtener el título de licenciado.
A continuación, aseveró que incluso la asignatura que él nos iba a impartir seguramente tampoco
se iba a adecuar a nuestras expectativas. Desde su propio nombre: «Filosofía antigua», estaba mal
concebida. Y, empleando cierto aire retórico, este profesor español con algo menos de treinta años de
docencia universitaria, nos preguntó: «¿Por qué llamamos filosofía antigua a la filosofía que está más viva
que todas, a la que es más necesaria para nuestro presente, a la única que está al alcance de cualquier
persona, a la única que se preocupa por el aprender a vivir, por cómo hemos de actuar en sociedad y por la
felicidad?».
Y, para concluir su charla de bienvenida, recalcó: «Aquí, en estas aulas, adquirirán algunos
rudimentos de historia de la filosofía. Si lo que les interesa es la filosofía, la σοφία, la sabiduría, no
descuiden las conversaciones, pregunten a sus profesores, sometan sus ideas a discusión, escuchen y
piensen en voz alta».
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LÓGOI Revista de Filosofía N.º 45
Año 26. Semestre enero junio 2024
ISSN:2790-5144 (En línea)
ISSN: 1316-693X (Impresa)
Un alegato en favor de la oralidad científica.
GUSTAVO PUERTA LEISSE
Han pasado algo más de dos décadas desde que me senté por primera vez en un pupitre de la
quinta planta del Módulo 3 de la Universidad Católica Andrés Bello y, mientras leo los apuntes que
entonces tomé, me llama la atención que estas anotaciones son las únicas que recogen las palabras del
profesor, su reflexión personal (¿su filosofía?). El resto del cuaderno lo componen resúmenes, esquemas,
citas y referencias bibliográficas propias de la materia.
II.
A pesar de que la mayor parte de la formación universitaria y buena parte del trabajo académico se
desarrolla de forma oral, la oralidad en el mundo intelectual no goza de la reputación que tiene la escritura.
En Hablar como un libro. La oralidad y el saber entre los siglos xvi y xx (Madrid: Ampersand, 2023), Françoise
Waquet dedica un extenso y minucioso análisis al escaso prestigio, la falta de atención e incluso la
indiferencia con que la comunidad científica ha tratado al habla como medio de producción y transmisión
de conocimientos. Esta «ceguera», a juicio de la historiadora del Centre nacional de la reserche scientifiqué,
además de contrastar con el tiempo que las actividades orales («clases, reuniones de departamento,
seminarios, conferencias, etc.») requieren por parte de docentes e investigadores (Waquet, 2023, 25 y ss.),
desentona con la utilidad (y su reconocimiento) que dichas actividades e intercambios aportan a sus
estudios y trabajos investigativos.
El objetivo de Waquet en este libro es, por un lado, explicar a través de un recorrido por la
historiografía cómo se ha gestado esa valoración de lo oral como una realidad inferior y refutar esta idea (a
eso dedica la primera y segunda parte del libro). Y, por otro, sacar a la luz los testimonios y argumentos
que históricamente se han ofrecido acerca del valor positivo que tiene la oralidad desde una perspectiva
funcional. Para luego culminar la obra proponiendo «una visión dinámica de las cosas, [que] se refiere a la
puesta en juego de la oralidad y su contribución a las operaciones corrientes de la vida intelectual y, más
allá, al avance del saber» (Waquet, 2023, 12).
Su enfoque se inscribe en el marco del estudio de la historia material que, en palabras de la autora,
consiste en «reflexionar sobre la historicidad de lo que constituye la trama de nuestra vida corriente»
(Waquet, 2023, 23). La oralidad científica constituye, pues, su objeto material de estudio. Lo cual, en un
primer momento, podría resultarnos paradójico: ¿Cómo estudiar la materialidad de palabra pronunciada si
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Un alegato en favor de la oralidad científica.
GUSTAVO PUERTA LEISSE
por naturaleza es fugaz, pasajera y efímera?, ¿cómo ocuparse de aquello que fue dicho y escuchado en el
pasado si no es a través de fuentes no orales?, ¿será que una historia de la oralidad científica sólo sería
posible para el tiempo presente?
Ante estás legítimas dudas, Françoise Waquet ofrece una respuesta en la que sintetiza su propuesta
de trabajo.
«(…) escribir una historia de la oralidad científica no es hacer oír palabras cuya
autenticidad se certifique, sino revivir el lugar que tuvo la oralidad en un medio y
tiempos dados, las formas que adoptó en ellos, el estatus que se le reconoció, la
función que le correspondió» (Waquet, 2023, 77).
III.
Aunque Françoise Waquet no interpela directamente a la experiencia del lector, la lectura de Hablar
como un libro es capaz de suscitar recuerdos, asociaciones, ejemplos y reflexiones biográficas en quienes se
dedican (o se dedicaron, como es mi caso) al mundo académico. Es como si esa tarea de «revivir el lugar
que tuvo la oralidad en un medio y tiempos dados», a la que se apuntaba en la cita anterior, adquiriera un
nuevo sentido mientras leemos, al circunscribirse a lugares, situaciones y casos concretos.
Así, por ejemplo, cuando la autora expone y analiza las virtudes comunicativas e intelectuales de un
profesor que en su clase interactúa con sus alumnos, captando su interés, estimulando la reflexión,
cuestionando sus convicciones… personalmente no dejo de asociarlo con una figura específica en mi
formación. Lo mismo sucede cuando hace referencia a un catedrático que al escucharlo nos produce la
sensación de asistir en directo a cómo se gesta una idea y que, a pesar de que es posible que nos cueste
seguirlo, sentimos que somos testigos de una forma muy particular de pensar.
También nos resultan familiares algunos ejemplos de reuniones científicas donde se evidencian las
dificultades y «desórdenes» de la oralidad, que van desde las intervenciones en congresos mal
estructuradas, en las que el orador es incapaz de renunciar a querer decirlo todo y abusa del tiempo y de la
paciencia del auditorio, hasta los oradores carismáticos, que usan un lenguaje oscuro e indescifrable y, aún
así, su figura mantiene al público cautivado.
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Un alegato en favor de la oralidad científica.
GUSTAVO PUERTA LEISSE
A lo largo de la obra, Waquet recoge multitud de ejemplos en los que intercambios informales
orales han constituido un aporte significativo en el avance de alguna investigación. Ellos resuenan en
experiencias más o menos genéricas, que cualquier estudiante puede haber vivido, como las
recomendaciones por parte de un profesor de una lectura o tema de investigación que nos abren
horizontes al finalizar la clase; las conversaciones en el cafetín o en los jardines universitarios, en las que
entre colegas contrastamos opiniones, aclaramos ideas, conceptualizamos problemas, establecemos
asociaciones o, incluso, descartamos tesis; los inclementes comentarios orales que un compañero de clases
nos hace del texto que le dimos a leer; o cómo también hay un aprendizaje informal cuando entre
compañeros explicamos o nos explican algún tema que no se comprendió o que no quedó suficientemente
claro.
Más allá de la dimensión anecdótica y del valor subjetivo que tiene esta dinámica de apropiación
lectora, al rememorar estas prácticas y casos específicos de oralidad somos realmente conscientes del
desfase existente entre el escaso reconocimiento que le atribuimos a la oralidad en la formación
universitaria y la importante función que cumplió (y cumple) en nuestro desarrollo intelectual y, en
definitiva, en la producción de saber.
Hablar como un libro. La oralidad y el saber entre los siglos xvi y xx es un estudio sólido y bien
argumentado, que además de reivindicar el valor e importancia de la oralidad en la producción y
transmisión del saber, concilia aquel aprendizaje de los rudimentos de la historia de la filosofía del cual
hablaba mi profesor de filosofía antigua con el complejo, informal y compartido proceso de aprender a
pensar en voz alta.
*Este trabajo fue editado por José R. Lezama Quijada
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