Índice
Presentación
Ángel Xolocotzi Yáñez y Ricardo Gibu Shimabukuro ............................. 11
Introducción
Ontología y pregunta por el ser: el lugar de Ser y tiempo
Ángel Xolocotzi Yáñez............................................................................... 13
i
Ser y tiempo en su despliegue temático
y su lugar desde la obra posterior heideggeriana
Diseño de tapa: Luciano Tirabassi
Armado: Lucila Domínguez
© XXXXX, 2019
© Editorial Biblos, 2019
Pasaje José M. Giuffra 318, C1064ADD Buenos Aires
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Esta primera edición fue impresa en Imprenta Dorrego,
avenida Dorrego 1102, Buenos Aires, República Argentina,
en XXXXXX de 2019.
El ideario metafísico de Heidegger en torno a su concepción de la ontología
fundamental entre Ser y tiempo (1927) e Introducción a la metafísica (1935)
Jorge Uscatescu Barrón ............................................................................. 33
Ceticismo, verdade e necessidade existencial
Róbson Ramos dos Reis ............................................................................ 73
¿Se contrapone la analítica del Dasein
a la antropología filosófica y a la biología?
Una lectura crítica del parágrafo 10 de Ser y tiempo
Enrique Muñoz Pérez ............................................................................... 95
La atestiguación de la existencia propia: Ser y tiempo
y la fenomenología de la conciencia moral
Jean Orejarena Torres ............................................................................. 121
Ser y tiempo y la diferencia ontológica
Arturo Romero Contreras....................................................................... 149
La interpretación de Heidegger del lugar de Ser y tiempo tras la Kehre
Pablo Veraza Tonda ................................................................................ 177
iii
Recepciones y lecturas críticas en torno a Ser y tiempo
La noción de acontecimiento de Heidegger a Deleuze
Patricia Castillo Becerra ......................................................................... 277
Repensar la pasividad: la lectura de Ser y tiempo del joven Levinas
Ricardo Gibu Shimabukuro .................................................................... 299
Gilbert Ryle: una recepción anglosajona de Ser y tiempo
Fernando Huesca Ramón ....................................................................... 319
ii
De camino a Ser y tiempo
La comprensión del fenómeno de la vida
en los primeros cursos friburgueses de Heidegger
Jorge Enrique Pulido Blanco .................................................................. 191
Heidegger: anotaciones en torno a una reconstrucción del
nombre fenomenología en clave aristotélica (1919-1927)
Jorge Luis Quintana Montes ................................................................... 209
Temporalidad como entrelazamiento en Husserl
y como cuidado en Heidegger: convergencias y divergencias
entre los Manuscritos de Bernau y Ser y tiempo
Diego Ulises Alonso ................................................................................ 241
La tematización acerca de la vida en Ser y tiempo
Jeannet Ugalde Quintana ....................................................................... 263
Vorlaufen des Todes, clave de la construcción de la humanidad futura
Luis Tamayo Pérez ................................................................................337
Sobre los colaboradores ......................................................................... 351
Presentación
Ángel Xolocotzi Yáñez y Ricardo Gibu Shimabukuro
En abril de 1927 aparece Ser y tiempo de Martin Heidegger como volumen ocho del Phänomenologisches Jahrbuch y a la vez como separata en la
editorial Max Niemeyer. La extensión comprende 28 pliegos, es decir, 438
páginas. Hoy, a más de noventa años de su publicación, somos conscientes de
diversos hechos: que se trata de un libro que nunca fue proyectado como tal,
sino que tuvo su origen en una reseña de un epistolario de Wilhelm Dilthey,
que fue un texto recibido como antropología o existencialismo, que se trata
de un libro pensado como primer volumen por lo menos hasta 1932, etc.
Con la inminente conclusión de la publicación de la Gesamtausgabe y un
buen número de epistolarios, contamos hoy con un panorama general del
pretexto y contexto del libro. Sabemos que es un libro que ha marcado el
rumbo de la historia de la filosofía contemporánea y ha renovado caminos
en otros ámbitos del saber. A pesar de que ya en la década de 1920 Heidegger comenzaba a tener impacto debido a sus polémicas interpretaciones
sobre Aristóteles, será Ser y tiempo el texto que lo corone en el esceneario
filosófico. Después de esta publicación encontramos caminos del pensar de
complicada aprehensión. Ser y tiempo se constituye, pues, en una especie
de escalón obligado para entender no solo la obra posterior de su autor,
sino gran parte de las lineas filosóficas abiertas en la así llamada filosofía
continental. Es innecesario repetir la lista. Baste decir que, sin Heidegger,
y, de manera específica, sin Ser y tiempo, el panorama filosófico actual sería
muy distinto. Incluso frente a publicaciones polémicas recientes, como son
las aseveraciones que aparecen en los Cuadernos negros, el opus magnum
11
heideggeriano mantiene su lugar. De hecho, ha logrado enlistarse ya como
un clásico de la filosofía.
Ser y tiempo ha cimbrado el camino de la filosofía y ha logrado entablar
discusiones en múltiples sentidos. La publicación reciente de fuentes da pie
para revisar el panorama en torno a los impulsos dados en diversas direcciones y a la vez destacar algunas perspectivas que ha abierto el libro y en
las cuales se mantiene buena parte de la discusión contemporánea. Por ese
motivo, el Cuerpo Académico “Fenomenología, hermenéutica y ontología” de
la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla ha coordinado la presente
publicación. Confiamos en que los aportes de reconocidos investigadores,
aquí contenidos, contribuyan a mantener abierta la discusión en torno a
tópicos contemporáneos derivados de lecturas de un libro cuya vigencia
perdura, Ser y tiempo.
Introducción
Ontología y pregunta por el ser: el lugar de Ser y tiempo*
Ángel Xolocotzi Yáñez
El motivo central del presente texto es conmemorar ya varias décadas
de la publicación de un libro que ha marcado el rumbo de gran parte de
la filosofía contemporánea: Ser y tiempo de Martin Heidegger. Sabemos
que se trata de un libro sui géneris, cuya peculiaridad yace en diversos
aspectos. Por un lado, no fue pensado nunca como un libro unitario cuyo
contenido daría respuesta al planteamiento de un problema específico. La
publicación final como libro es la tercera redacción de un manuscrito sobre
el tiempo, cuyo origen fáctico remite a una reseña iniciada en 1923 de las
cartas entre Wilhelm Dilthey y Peter Yorck von Wartenburg. Ya para 1924
el documento había ganado extensión de tal forma que pasaba de ser reseña
al manuscrito El concepto del tiempo (GA 64).2 En 1925, sobre la base de
este, Heidegger redactará el texto de la lección Prolegómenos para la historia
del concepto del tiempo (GA 20) y en 1926 llevará a cabo la redacción final
de lo que conocemos como Ser y tiempo. A diferencia de otros textos, Ser
y tiempo es una obra que, por un lado, resume; por otro, presupone y, a la
vez, menciona simplemente diversas problemáticas. Si no vemos solamente
el lugar del libro respecto del camino previo, si no tomamos en cuenta los
* Este texto fue presentado originalmente como una ponencia en las XIII Jornadas Peruanas
de Fenomenología y Hermenéutica “Ser y tiempo: noventa años después”, que se llevaron a
cabo el 25, 26 y 27 de octubre de 2017 en Lima, Perú. La versión original de esta ponencia
se puede consultar en las actas de las jornadas: http://textos.pucp.edu.pe/texto/Ontologiay-pregunta-por-el-ser-El-lugar-de-Ser-y-tiempo-Angel-Xolocotzi.
2. A lo largo de este libro se empleará GA para referir a la Gesamtausgabe.
12
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90 volúmenes ya publicados de la Gesamtausgabe, entonces el papel de Ser
y tiempo en el marco de la obra heideggeriana adquiere un espacio digno
de ser tematizado.1 A continuación, señalaré algunos aspectos en torno a
ello, comenzando por hacer referencia a la recepción inmediata del texto
para después ligar algunos rubros de lo contenido en Ser y tiempo con
planteamientos desplegados anteriormente.
Heidegger no posee en absoluto los medios para distinguir
entre la esencia del Dasein accidental y el hombre. El Dasein es
–Heidegger en su completa y accidental concreción– con el color
de cabello y con cada forma accidental de su cuerpo. La tesis de
que “el hombre es solo un modo de ser” pasa por sobre la esencia
del hombre de la misma manera que el Heidegger accidental la
hunde. El modo de ser se dirige según la esencia.2
1. La recepción de Ser y tiempo
En una carta del 3 de septiembre de 1929, Heidegger expresa a su alumno
Karl Löwith la impresión que dejó en él la acogida de Ser y tiempo: “Que
simplemente se haya hecho de ello una moda y que aparentemente también las habladurías reconciliadoras y bien intencionadas se hayan dado de
forma tan desmesuradamente superficial (por ejemplo, Misch), eso no lo
hubiese esperado” (Heidegger y Löwith, 2017: 169). Para ese entonces habían
transcurrido apenas dos años desde su publicación, pero la atención de un
público ávido de novedad ya no estaba puesta en la intención fundamental
del texto, ni en su propósito provisional, a saber, el planteamiento de la pregunta por el ser desde un horizonte temporal de sentido. La radicalidad de
la propuesta filosófica plasmada en las páginas introductorias se consumió
muy pronto en la medianía de las vertientes antropológicas y existencialistas
de la época, mientras que su contenido analítico-existenciario se interpretó
bajo la influencia que ejercían pensadores consumados como Max Scheler,
Karl Jaspers y Edmund Husserl.
De hecho, el mismo Scheler escribirá ya en 1927 una de las primeras
reseñas de Ser y tiempo, donde indica lo siguiente:
Frente a este señalamiento de Scheler, el resto de las reseñas buscan
interpretar Ser y tiempo a partir de la distancia de Heidegger con filósofos
como Henri Bergson, Søren Kierkegaard, Friedrich Nietzsche, Karl Marx
y Wilhelm Dilthey. Ese es el caso de la primera reseña extensa publicada
en 1928 por Maximilian Beck. Para él, a pesar de su hálito renovador, “Ser
y tiempo es, en verdad, solo una síntesis de todas las tendencias actuales de
la filosofía –es decir, el antónimo directo de un comienzo revolucionario–”
(Beck, 1928: 5).
Desde otro punto de vista, pero en continuidad con esta línea interpretativa, se encuentra el libro Dialektik in der Philosophie der Gegenwart de
Siegfried Marck (1929), quien también da lectura a la analítica existenciaria
bajo la luz de la terminología hegeliana, al concebirla como una dialéctica
crítica; quizá debido a estas reseñas es que Jaspers escribe el 8 de julio de
1928 a Heidegger que este “es relacionado con el marxismo” (Heidegger y
Jaspers, 2003: 83).
Más allá de las comparaciones con Hegel, existe otro comentario que se
desarrolla a partir de una fuerte sospecha: la posible recaída en la tradición
vieja y estática que ya Dilthey había intentado superar mediante la renova-
1. La publicación del volumen 82 de la Gesamtausgabe, Zu eigenen Veröffentlichungen, dará
cuenta de la amplia discusión que Heidegger llevó a cabo en torno a Ser y tiempo. Por lo
menos doscientas páginas están dedicadas a su tematización alrededor de 1936, año en el que
comienza la redacción de los Beiträge zur Philosophie, texto nuclear del pensar ontohistórico.
2. “Heidegger besitzt keinerlei Mittel, zu scheiden das Wesen vom zufälligen Dasein des
Menschen. Das Dasein ist – Heidegger in seiner ganzen zufälligen Konkretion – mit Haarfarbe und jeder zufälligen Gestalt seines Körpers. Die These der „Mensch ist nur Seinsweise“
übersteigt das Wesen des Menschen so sehr, als sie der zufällige Heidegger untersteigt. Die
Seinsweise richtet sich nach dem Wesen” (Scheler, 1976: 296). Para una interpretación de
este texto ver Muñoz (2013: 23).
14
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ción del concepto de vida. Nos referimos expresamente a Lebensphilosophie
und Phänomenologie de Georg Misch (1931) quien, a pesar de conocer la
obra de Heidegger hasta entonces publicada, no vaciló en clasificarla como
un apéndice de la filosofía diltheyana.
Parece que Misch no logra dar cuenta de la diferencia que existe entre
el término heideggeriano Dasein y el concepto diltheyano Leben, debido
a que su lectura de Ser y tiempo sigue inserta en la dinámica cartesiana de
la distinción entre sujeto y objeto; sin embargo, el verdadero problema
estriba en querer introducirse a la problemática ontológica a partir del uso
de la cúpula “es”, cuando en realidad no se trata de un asunto cualquiera
ni de la misma pregunta que se desarrolla en los manuales de filosofía. Se
trata de la más profunda y misteriosa de todas las preguntas que el Dasein
pueda plantearse y, precisamente por ello, después de haber leído la reseña,
Heidegger (2011: 133-134) reiterará enérgicamente que a estas alturas: “Ya
no podemos desarrollar la filosofía a partir de lo lógico […] sino a partir
de la historicidad de nuestro Dasein”.
Oscar Becker, por su parte, creyó ver en Ser y tiempo una línea de continuidad necesaria para la tarea fenomenológica. Para el segundo asistente de
Husserl que sucedió a Heidegger, uno no podría malinterpretar las intenciones de la fenomenología husserliana por el hecho de confrontarlas con
la hermenéutica de la facticidad; por el contrario, esta última representa la
concreción psicológico-antropológica de la fenomenología trascendental
expuesta en las Ideas.3
Por otro lado, a pesar de haber reconocido la importancia del giro hermenéutico para la fenomenología, Paul Hofmann llevó a cabo una lectura
más crítica, poniendo en conflicto la relación entre el planteamiento de la
pregunta ontológica y la máxima fenomenológica “¡A las cosas mismas!”.
A su parecer, dado que “sentido” no es lo mismo que “cosa”, el método fe-
3. Cabe destacar que, además de Ser y tiempo, el otro texto publicado en el anuario filosófico-fenomenológico de Husserl en 1927 fue Mathematische Existenz. Untersuchungen zur
Logik und Ontologie der mathematische Phänomene de Oscar Becker.
nomenológico resulta como inadecuado para abrir el ámbito del ser. Ante
la falta de vinculación entre el problema del ser en general y el ser de las
cosas, Hofmann se pregunta si acaso el sentido es una categoría subjetiva
en virtud de la cual los entes son experimentados, o si, por el contrario, el
sentido corresponde al lado objetivo del ente como fundamento suyo. Como
podremos observar, esta intervención meramente comparativa carece de
vigencia, sobre todo cuando Heidegger ya se había adelantado a este tipo
de objeciones aclarando expresamente que “el sentido es un existenciario
del Dasein y no una propiedad que se adhiera al ente, que esté «detrás» de
él o que se cierna a alguna parte como «región intermedia»” (Hofmann,
1921: 12).
En “Drei Richtungen in der Phänomenologie”, Erich Przywara lleva a
cabo una lectura de la ontología fundamental bajo la influencia de la doctrina aristotélico-tomista, según la cual la propuesta heideggeriana parece
tener lugar a manera de inversión. Así, por ejemplo, cuando Tomás de
Aquino habla de la esencia intelectiva de la vida espiritual como el modo
de ser específico del espíritu, Heidegger sostiene que el hombre es la esencia del ser en general. De hecho, concluye el sacerdote jesuita, la filosofía
heideggeriana es en realidad una antropología enmascarada, mientras que
la supuesta rehabilitación de la filosofía aristotélica consiste, en realidad,
en una Aristotelisierung de Dilthey (Przywara, 1928: 252).
Desde otro punto de vista, Heinrich Barth lee Ser y tiempo bajo la clave
de un idealismo renovado y crítico del racionalismo, aunque más cercano
al existencialismo que a la filosofía trascendental. Si bien manifiesta su
inconformidad con respecto a una obra de la que –ciertamente– esperaba
algo “más grande”, su lectura no deja de reiterar el pensamiento de un “yo”
antropológicamente orientado (Barth, 1932: 113). En esta misma dirección
se desarrolla el comentario de Alfred Delp (1933: 441, 484), quien a pensar
de compartir el tono crítico con el que Heidegger habla de la modernidad,
interpreta el fenómeno del “Uno” como un intento por salvaguardar la
individualidad frente al ajetreado modo de vida de las grandes ciudades.
Por si fuera poco, hubo quien llegó a clasificar Ser y tiempo como parte
16
17
de la literatura expresionista debido tanto a su fuerza expresiva como al
intento de superar la resolución moderna del hombre. Además de Beck,
hacia esta misma dirección apunta el trabajo de Heinemann (1929: 373)
cuando afirma que existe un paralelismo entre la filosofía de Heidegger y
el arte de la época.
Como podemos observar, este tipo de lecturas no aportaron gran novedad para la comprensión del auténtico propósito de Ser y tiempo, sobre
todo porque –al igual que Heidegger– otros intelectuales de la época como
Bloch, Rosenzweig y Barth recurrían a la fuerza de sentido concentrada
en la etimología, o bien a la violencia del neologismo con tal de explotar
las posibilidades ocultas del lenguaje. Por otro lado, es un hecho que las
interpretaciones comenzaron a alejarse cada vez más del núcleo ontológico,
hasta perder de vista el objetivo delineado desde el epígrafe de la obra.
La principal causa del corto aliento que insuflaba las voces de su tiempo
estriba, según escribe Heidegger a Bultmann, en la influencia indirecta
que todavía ejercía una extraña mezcla entre filosofía y teología cristiana:
mente en Friburgo o Marburgo y posteriormente leyeron Ser y tiempo.
En esa posición encontramos también a Hans-Georg Gadamer, quien en
diversas ocasiones habló de una caída de Ser y tiempo en planteamientos
trascendentales de la tradición.4
2. Ser y tiempo: entre la ontología y la pregunta por el ser
Después de esta breve historia de la recepción inmediata de Ser y tiempo
no parece fuera de lugar la actitud defensiva de Heidegger respecto de lo
que consideraba objeto y meta de su tratado. Ejemplo de ello es la carta que
escribe a Julius Stenzel en abril de 1928 donde Heidegger intenta precisar
los objetivos de su libro:
El objetivo no es una antropología (cf. la introducción), no es
una determinada ética, ni mucho menos una cosmovisión dirigida
contra la antigüedad, sino que el único problema es la pregunta
Las recensiones más o menos superficiales de mi libro mues-
universal por un posible suelo para una estricta interpretación
tran cada vez más claramente cuán difícil es hacer ver a la gente
del ser de acuerdo con todas sus posibles transformaciones y
que la función indirecta de la teología cristiana en la historia
regiones. Y quien vea la historia de los problemas filosóficos
del espíritu, y el aprovechamiento indirecto de la misma para la
fundamentales en su más elemental simplicidad –y solo así
filosofía, nada tienen que ver con una mezcla poco clara entre
pueden ser aprehendidos de manera radical– tendrá que decir,
teología y filosofía. (Heidegger y Bultmann, 2011: 97)
y yo también estoy convencido, que Ser y tiempo es el libro más
pasado de moda que hoy día haya sido escrito. (Heidegger y
Quizá solo en el texto titulado Grundzüge der Entwicklung der Phänomenologie zur Philosophie und ihr Verhältnis zur protestantischen Theologie
de Karl Löwith se logró desarrollar una postura crítica dentro del horizonte
estructural, metódico y conceptual de Ser y tiempo, tomando como punto
de partida lo que a su parecer representaba un cambio desafortunado en el
itinerario heideggeriano, a saber, la despedida del tratamiento fenomenológico de la vida fáctica, a favor del despliegue de la analítica existenciaria,
como fue el caso de alumnos que habían escuchado al maestro directa-
4. Gadamer (1986-1987: 16) escribe lo siguiente en relación con Ser y tiempo: “De forma
diferente a la común debemos ver a Ser y tiempo como una publicación montada muy rápidamente, en la cual Heidegger, en contra de sus intenciones más profundas, nuevamente
se amolda a la autoconcepción trascendental de Husserl”.
18
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Stenzel, 2000: 11-12)
Sabemos que lo “pasado de moda” en Ser y tiempo remitía a una tematización que se pensaba, y aún se piensa, ha quedada superada o es obsoleta:
la tematización del ser. Sin embargo –y eso será parte de lo que muestra
la amplia obra de Heidegger–, la pregunta por el ser no se agota en la
ontología. A pesar de que esta ha sido desde antaño el modo privilegiado
de pensar al ser, Heidegger insiste a través de varios caminos en la posibilidad de acceder a algo así como ser, partiendo del suelo que proporciona
la tradición ontológica misma. Ante ello surge la pregunta de si acaso la
búsqueda del suelo para la estricta interpretación del ser que Heidegger
enfatiza constituye solo un hilo conductor frente a lecturas de diverso matiz. Más allá de ello, ¿cómo se inserta tal énfasis ontológico respecto de lo
planteado posteriormente? Es decir, ¿cómo puede entenderse la diferencia
heideggeriana entre ontología y pregunta por el ser? En este sentido, ¿puede
mantenerse la idea de un hilo conductor con cierta identidad, o más bien
se trata de una ruptura? ¿Cómo se inserta pues la ontología en el marco
de la pregunta por el ser? Todas estas son cuestiones surgidas a partir
del horizonte interpretativo con el que contamos a raíz de la publicación
del legado. En múltiples ocasiones se ha abordado ya la Kehre, el giro de
la filosofía heideggeriana, por un lado, apelando a una continuidad; por
otro, enfatizando un quiebre irreconciliable. En otros momentos se han
desplegado aspectos que abonan cierta comprensión de ello, por ejemplo,
la crítica a la trascendencia y al horizonte tal como se deja ver en el marco
de la ontología fundamental (Xolocotzi, 2011a: 57, 69).
No obstante, en esta ocasión lo que aquí presento buscará destacar
algunos aspectos de la tematización ontológica planteada en Ser y tiempo
para enfatizar el papel que ocupa en los despliegues posteriores, agrupados
bajo la caracterización de “pregunta por el ser”, especialmente respecto de
la crítica a la ontología y sus derivados expresados en la subjetividad y la
historiografía.
Bien conocido es el punto de partida del prólogo de Ser y tiempo donde,
después de la cita del Sofista, cuestiona nuestra posible perplejidad en torno
al ser e indica que “será necesario, por lo pronto, despertar nuevamente una
comprensión para el sentido de esta pregunta” (Heidegger, 1977: 1; 2012:
21). La forma específica en la que procederá la investigación es tematizada
al inicio y al final del libro. En el prólogo se plantea como propósito del
tratado “la elaboración concreta de la pregunta por el sentido del ser”;
mientras que al final se reitera que el debate acerca de la interpretación del
ser no ha sido desencadenado. El desencadenamiento del debate requiere
preparativos, señala Heidegger (1977: 437; 2012: 449), y la investigación
se encamina a ello: esa sería la meta de Ser y tiempo.
Es interesante contrastar lo planteado al inicio y al final del texto, ya
que nuestro autor presupone un proceder fenomenológico que se dirige
al ser no como un problema especial, sino como una pregunta concreta,
la cual en su despliegue hace ver lo limitado de la visión y la exigencia de
abrir la investigación. Ya desde 1919-1920, Heidegger (1992: 26; 2014b:
38) hacía notar el modo de proceder fenomenológico al que adhería su
modo de trabajo:
20
21
En la fenomenología en cuanto ciencia del origen no hay
problemas especiales. Esto no significa que ella se dedique a
los denominados problemas universales y universalísimos en
el sentido de ese vago razonamiento general que es propio de
la filosofía al uso. No hay en ella problemas especiales porque y
en tanto lo que hay son problemas concretos. No es lo mismo.
La fenomenología hace ver por vez primera que, en lugar de
la nebulosidad en que se mueve la filosofía usual, es posible y
necesario hacer fenomenológicamente aprehensible lo concreto.
Así, el programa de la elaboración concreta de la pregunta por el sentido
del ser se insertaba plenamente en el despliegue fenomenológico que se
pretendía. Sin embargo, a la concreción de la pregunta se debe añadir otro
elemento central que permitió un tratamiento radical de la tematización.
En la lección de invierno de 1923-1924, así se indica: “Con este descubrimiento de la intencionalidad se da expresamente por primera vez, en la
historia de toda la filosofía, el camino para una investigación ontológica
fundamental” (Heidegger, 1994: 260; 2008: 261). De esta forma, la cuestión
del ser no sería un problema especial sino aquello que se devela ya en un
comportamiento como es el preguntar. Veamos esto.
Heidegger detecta que hay muchas formas de abordar al ente, especialmente a partir de la multiplicidad de referencias particulares, esto es,
a partir de los respectos o los lados desde el que puede ser tematizado; no
obstante, el Dasein en su respecto ontológico lo que indica es el carácter
formal, es decir la forma, en la que este ente está en el mundo: comportándose de una u otra manera. Precisamente las posibilidades de tematización
de las ciencias parten de las posibilidades del comportarse del ente. Para
pensar el movimiento, el ente ya se ha movido; para pensar la vida, el ente
ya vive, etc. El Dasein entonces no se contrapone a otra determinación
de este ente, ya que no busca una caracterización de contenido sino una
caracterización formal: remite al hecho de que se comporta de una u otra
forma. A partir de ahí, Heidegger despliega el conocido análisis y detecta
que no puede plantear una pregunta específica sobre el ser porque estaría
llena de presupuestos, pero descubre que el ente pregunta. Ya en el preguntar
y en todo comportamiento se hallan elementos comunes, por ejemplo, que
todo comportamiento siempre es un salir de sí hacia sí; que todo comportamiento expresa una relación de sí; que todo comportamiento es posible
en tanto ser-en-el-mundo. A eso remite el hecho de que “a este ente le va
en su ser este mismo ser” (Heidegger, 1977: 12; 2012: 32). Se com-porta,
porta su ser, y esto hace al ser mera relación de ser, lo cual significa que al
comportarse cuida su ser. Se trata de su ser en cada comportamiento, al
preguntar, por ejemplo, si hay un interés en algo. Puede ser que me interese
saber porque me inquieta el desconocimiento, puede ser que quiera saber
algo específico a partir de una necesidad práctica –como saber dónde hay
un restaurante–; en cada comportamiento se trata de mi ser, aunque no
haya una tematización del propio preguntar. Hay algo que me lleva a no
poder hacerme a un lado, sino a estar condicionado a que debo participar
en todo comportamiento.
El comportamiento en este sentido muestra al ente. El ente aparece al
comportarse y hay pues una primera relación entre formas de aparecer y
modos de comportamiento. El comportamiento hace aparecer al ente, por
eso Heidegger, con la idea de proceder fenomenológicamente, se dirige a
analizar al Dasein a partir de sus comportamientos, y esto también lo hace
porque sabemos que lo fenomenológico no es el mero aparecer, sino los
modos de aparecer. La forma en la que aparece algo no es indiferente para
comprender a ese algo; de esta manera, el ente pensado ontológicamente en
una referencia al ser –Dasein– debe ser aprehendido fenomenológicamente
a partir de sus modos de aparición, que son los modos de comportamiento.
Con esto tenemos ya de entrada un cuestionamiento a la idea de que un
ente es algo cerrado y determinado esencialmente desde una base concreta.
Aquí, como hemos visto, la concreción busca aclarar los modos de aparición
del ente y por ende no aceptar presuposiciones heredadas.
De esta manera, los modos de comportamiento en tanto modos de
aparición del ente aprehendido respecto de su ser –Dasein– serán pensados en una dirección que permita desplegar el hilo conductor del ser. Los
comportamientos podrían ser pensados también a partir de una visión
específica como podría ser la mecánica, la cinética, la social, la biológica,
entre otras. Heidegger en este punto procede de la misma forma, es decir,
tratando de ver aquello de lo que parten todos estos otros modos de aprehensión. En ese sentido, busca una y otra vez mantener el hilo conductor
ontológico propuesto. Para llevar a cabo esto, se apoya en dos preguntas
como guía: ¿cuál es la esencia de todo comportamiento donde el ente se
cuida? y ¿cómo es posible tal esencia?
En Ser y tiempo responderá de modo extenso la primera pregunta,
mientras que la segunda será objeto de diversos escritos hasta 1930. A la
pregunta por la esencia del ente que se comporta, sabemos que Heidegger
responderá: la existencia; mientras que aquello que posibilita tal esencia en
cuanto existencia será nombrado trascendencia (Xolocotzi, 2011a: 57-69).
En un caso se trata de la pregunta tradicional por el qué de algo y en el
otro, por las condiciones de posibilidad de ello. Así, como nuestro autor
22
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miento suficiente del “sujeto”. (Heidegger, 1975: 444; 2000: 372)
Sin embargo, resulta relevante que, aunque el respecto ontológico del
ente en cuestión pensado a partir de los modos de comportarse sea el
Dasein, los análisis de Ser y tiempo buscarán en gran medida contrastar
este respecto ontológico con la subjetividad moderna. Ya en el parágrafo 6
de Ser y tiempo, nuestro autor justificará la necesidad de una destrucción
de la historia de la ontología a partir del hecho de que ha ocurrido “la
omisión de una ontología del Dasein” (Heidegger, 1977: 24; 2012: 45). El
alcance de tal omisión se inserta en determinaciones de carácter histórico
que remiten al ser a partir de una significación ontológico-temporaria de
“presencia” (1977: 25; 2012: 46). Aunque en el mencionado parágrafo el
término “presencia” sea la traducción de ousia, queda claro para Heidegger
que tal determinación ontológico-temporaria será la hegemónica en toda
significación de ser. A partir de ello, Heidegger comprende que la subjetividad moderna constituya el despliegue de la omisión de una ontología del
Dasein y se determine sobre la base del ser como presencia.
Así, la confrontación de Heidegger con la tradición más reciente se
dirige directamente a la correspondencia entre representación y presencia,
resumido bajo el epíteto “crítica a la subjetividad”. En ello es necesario ver
que Heidegger lleva a cabo una traducción que desempeñará un papel
central en gran parte de sus escritos donde toca la mencionada crítica. Para
el filósofo de Friburgo, las cosas en su entidad serán aprehendidas en el
ámbito óntico, mientras que su ser –la presencia– será determinado como
la dimensión ontológico-temporaria, cuyo acceso será la representación,
determinada como el pensar mismo.
De esta forma, el problema de la subjetividad no consiste simplemente
en el traslado de la ousia en tanto hypokeimenon al subjectum cartesiano; es
decir, del sustrato de todo ente al fundamentum incocussum en una “cosa”
(res cogitans). Más bien se trata de una concatenación tripartita: ya no está
en juego solo la cosa, lo óntico, sino su determinación ontológico-temporaria, la presencia, y su modo de acceso, la representación. Por ello, una
crítica radical a la ontología que sustenta esto, tendrá no solo que cuestionar
la homologación mencionada, sino abrir la perspectiva para pensar más
24
25
parte de la pregunta por el ser en general para profundizar en ella y darle
un sentido fenomenológico a partir de los modos de aparecer del ente que
pregunta, así aquí se parte de la esencia y de la trascendencia a la luz de este
ente y manteniendo el apego fenomenológico a los modos de aparición.
Sin embargo, al hablar de la existencia como nivel esencial, hay que aclarar el sentido de tal perspectiva. Frente a planteamientos esencialistas que
determinarían al acto a partir del objeto, es decir, a partir del contenido del
acto, Heidegger ve más bien que el contenido del comportamiento no viene
dado por un qué determinado, sino por el cómo de la ejecución misma. De
tal manera, la esencia de todo comportamiento remite al modo en el que
se da; efectivamente se trata de una relación, pero no de una relación en la
cual un contenido –qué u objeto– determine la forma de aprehensión de un
sujeto, sino de una relación en la cual este algo que aparece al comportarse
se comporte de tal modo que en ello le vaya eso que es. Heidegger (1977:
12; 2012: 32) lo señala así en el parágrafo 4 de Ser y tiempo: “Lo que lo
caracteriza ónticamente es que a este ente le va en su ser este mismo ser”.
Como sabemos, en este “irle” su ser, le importa su ser y cuida su ser. La
estructura del cuidado en cada comportamiento puede ser analizada en el
sentido de que, por un lado, le va su ser y, por otro, esto ocurre en su ser.
Pero ¿de qué hablamos si no sabemos lo que es ser? ¿Qué es lo que me va
en tal hablar de “irme mi ser”?
La tematización de esto ha dado pie en la tradición a dos elementos que
se copertenecen: a hablar en primera persona con una tendencia a delimitar el ámbito personal de referencia. Como Heidegger señala en diversos
momentos, esto ha constituido una tendencia para tematizar epocalmente
–bajo diversos nombres– cierto fenómeno:
La tendencia, no siempre inequívoca y clara hacia el sujeto, se
funda en el hecho de que el cuestionar filosófico comprendió de
algún modo que debería y que podría procurarse el suelo para
todo problema objetivamente filosófico a partir del esclareci-
allá de las determinaciones implicadas y así sostener que los entes no solo
son las cosas, que el ser no es solo la presencia y que el pensar no es solo
la representación.
La importancia de la tríada cosa-presencia-representación radica en el
hecho de que a partir de ahí se establecieron todos los saberes y las formas de
relacionarnos con el mundo. Este solo era comprensible desde la presencia
de las cosas y la posibilidad de su representación. Si hemos anticipado que
la crítica heideggeriana se dirige a ella, debemos revisar ahora el espacio
en el cual se produce un posible rompimiento de la tríada hegemónica, la
cual parece ser incuestionable.
El núcleo de la crítica heideggeriana a la estructura tripartita moderna
consiste en divisar la posibilidad de descubrir a los entes como otros y no
como idénticos, ya que el presupuesto principal de la identidad incluye la
copertenencia entre presencia y representación. El descubrimiento del ente
en su diferencia es abrirlo más bien como algo no presente. Considero que
tal posibilidad es lo que Heidegger muestra ya desde el primer capítulo de
Ser y tiempo, al llevar a cabo un análisis fenomenológico de la cotidianidad.
Como sabemos, ahí enfatiza que las “cosas” de la cotidianidad no son entes
que simplemente estén ahí, sino que fungen como útiles. En la última página
de Ser y tiempo se pregunta precisamente eso: “¿Por qué se «concibe» el ser
«primeramente» a partir de lo que está-ahí (de lo presente) y no a partir de
lo a la mano (útil), que está mucho más cerca? ¿Por qué esta cosificación se
vuelve una y otra vez dominante?” (1977: 437; 2012: 449).
No es necesario hacer referencia a las experiencias negativas como la
ausencia de algo, sino que ya en el útil se da cierta negatividad en tanto
ausencia de presencia. Al caminar sobre el piso hay ya una negatividad en
tanto no está presente el piso. Tal negatividad se hace patente mediante la
irrupción del piso mismo. Esto es así porque el modo de ser del útil se sustenta en la cadena referencial en la que está inmerso y no en una relación
con otros entes presentes. Así, el qué o esencia del útil –tal como ha llamado
la tradición metafísica– no yace en la identidad consigo mismo, como habría
enseñado Platón mediante el eidos, sino en la alteridad de la cadena respec-
tiva en la que tiene lugar. Por ello, indica Heidegger (1977: 85; 2012: 107)
en el parágrafo 18 de Ser y tiempo que la “condición respectiva es el ser del
ente intramundano” y por ende su modo de ser no puede ser la presencia.
Lo importante no es pues la crítica a lo óntico pura y simplemente,
sino la crítica a cierta determinación óntica y su presupuesto ontológico.
De esa forma, la diferencia ontológica no es meramente la diferencia entre
ser y ente, donde Heidegger juegue a favor del ser; la radicalidad de su
planteamiento yace en enfatizar más bien la diferencia en tanto diferencia
y no lo ontológico. En una anotación de los Cuadernos negros así lo indica:
“Ontología […] es la última forma del olvido del ser; pues la pregunta por
el ser del ente en tanto pregunta por el ente en su ser ha olvidado ya la
diferencia, en la medida en que este preguntar se inserta en ella como su
elemento inexperienciable” (Heidegger, 2015a: 487).
Es decir, no se trata simplemente de indicar que ser es diferente del
ente, sino que en esa diferencia se da históricamente una identidad que
hace del ente algo presente. La ontología, por tanto, no hacía otra cosa
que sostener al ente en su identidad presencial. El énfasis en la diferencia,
como indicamos, hace que haya un desfase entre lo que aparece y aquello
que lo determina. Tanto el útil de la cotidianidad como el ser humano que
manipula yacen en una ausencia de identidad. Hay un desfase entre lo que
se presenta como ente y la posible remisión a su fundamento. En todo caso,
lo que se descubre es una alteridad que posibilita su salir a la luz.
El gran problema para Heidegger es tratar de tematizar esta ausencia
de identidad o este desfase en la diferencia. La diferencia ontológica se
presenta como un estar fuera de sí: el ser del ente no es lo idéntico a él
mismo, sino una alteridad que lo hace ser lo que es. Me parece que esa es
una de las consecuencias asumidas a partir de la ontología fundamental y
que conduce al pensar ontohistórico con el énfasis ya no en lo ontológico,
sino en la diferencia. De esta forma, considero que hay elementos para
justificar el hecho de que Heidegger hable más bien de pregunta por el ser
y no de ontología e incluso llegue a decir que “La «ontología» ni siquiera
conoce la pregunta por el ser” (2014a: 90, 2015b: 79).
26
27
Pese a ello, y eso es lo que he querido presentar aquí, este desconocimiento
no es una falla, sino el necesario punto de partida para el despliegue de la
pregunta por el ser. Aunque en varias aseveraciones pareciera justificarse
un origen radicalmente otro que tome su distancia del tratamiento ontológico, aquí hemos visto que hay por lo menos dos cuestiones que hacen de
la ontología una estación determinante en el camino de la pregunta por el
ser. Por un lado, el hecho de que mediante la fenomenología el preguntar
ontológico no se centre en el contenido esencial, sino en los modos de
aparición y, por otro, que tal tematización conduzca a una confrontación
profunda en la idea de subjetividad. Con ello, me parece, Heidegger da un
lugar preeminente a la ontología en la pregunta por el ser.
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30
i
Ser y tiempo en su despliegue temático
y su lugar desde la obra posterior
heideggeriana
El ideario metafísico de Heidegger en torno a su concepción
de la ontología fundamental entre Ser y tiempo (1927) e
Introducción a la metafísica (1935)
Jorge Uscatescu Barrón
La gran cantidad de investigaciones filológico-filosóficas y las interpretaciones realizadas con botas de siete leguas son tantas, tan variadas y tan
minuciosas a veces que ocultan en su frondosidad el núcleo de la filosofía
de Heidegger, tal como queda expuesto en pasajes señalados de Ser y tiempo.
En estas páginas quiero elaborar el concepto heideggeriano de metafísica
que se gesta en esos años. Aunque esta idea de metafísica u ontología viene preparada y esbozada en sus lecciones de Marburgo anteriores a Ser y
tiempo, donde finalmente culmina, no entraré aquí a explorar la génesis de
aquella desde la “hermenéutica de la facticidad” al comienzo de su andadura
filosófica hacia la metafísica, pero sí allegaré los textos de esas lecciones en
los que se asome la idea de una metafísica de nuevo cuño.
Solo afinando el concepto positivo heideggeriano de metafísica es posible
ponderar cabalmente la crítica que hace Heidegger a la metafísica por esos
años y que practicará también en las décadas sucesivas. Es hora, pues, de
reparar en su programa metafísico considerando los textos, eso sí, dispersos
en los escritos de esos años y corregir así la atención obsesiva al aspecto
“des-tructivo” de su historia crítica de la filosofía anterior que predomina
no sin razón en la exégesis heideggeriana.
1. La ontología universal como ideario de Ser y tiempo
y la relación de esta con la ontología fundamental
Ser y tiempo se abre con la exigencia de plantear de nuevo la cuestión
acerca del ser. El lector se encuentra de pronto in mediis rebus. Solo con la
33
lectura más avanzada cobran mayor nitidez los contornos, y el alcance de
la cuestión preliminar y fundamental de la filosofía se vuelve más claro.
Heidegger (1967: 38) entiende por filosofía la “ontología universal y fenomenológica”.1 En este artículo me centraré en el concepto de “ontología
universal”, término mucho menos frecuente y conocido, que, sin embargo,
encierra en sí el entero ideario ontológico o metafísico apuntado en esta
obra y explicitado, un tanto, en los escritos y las lecciones subsiguientes, no
obstante el empleo de otros términos en años sucesivos, como “metafísica
del Dasein”2 u “ontocronía” (Heidegger, 1997: 144, véase nota 98). Por de
pronto, baste recordar que los términos “ontología” y “fenomenología” se
coimplican. La fenomenología se presenta como el método capaz de hacer
aparecer algo como siendo en sí mismo (Heidegger, 1967, § 7). Como la
ontología en cuanto elaboración explícita de la pregunta por el ser tiene a este
por tema y, además, el ser es el fenómeno por excelencia, fenomenología y
ontología son lo mismo. Con esto queda aclarada una parte de la expresión.
El término “universal” no es explicado en parte alguna cuando aparece
adjetivando el sustantivo “ontología”, pero en la enumeración de los prejuicios acerca del concepto de ser en la tradición metafísica hay un leve
apunte de su sentido. Según el primer prejuicio de la ontología tradicional,
el ser es el concepto más general. Con ello se traduce el término griego
καθόλου, que Aristóteles emplea al definir el ente como lo más general.3 Este
concepto se interpreta en el sentido de que el ser supera todos los géneros,
los transciende, no siendo su generalidad de naturaleza genérica, como se
hace en el parágrafo 7 sobre el método, en que se vincula la “generalidad
1. En el comentario a este pasaje Friedrich Wilhelm von Herrmann (1987: 382-397) se
esfuerza en destacar lo propio de la ontología de Heidegger frente a la ontología tradicional
y alude al sentido de lo universal, que lo pone en relación con el überhaupt, pero sin aclarar
el sentido especial que este término toma en esas lecciones y en Heidegger en general. Sobre
el sentido de “universal” en Ser y tiempo véase más adelante en este trabajo.
máxima del concepto de ser” con la trascendencia o superación de todo
género (Heidegger, 1977a: 3, 38). Trascendencia, universalidad y máxima
generalidad se emplean aquí como sinónimos, si bien hay que subrayar que
la idea de trascendencia que Heidegger (1977a: 38) maneja es diversa de la
escolástica, como se verá más tarde.
Fuera de Ser y tiempo, en la lección del semestre de verano de 1928,
se perfila mejor la cuestión de lo universal y se ilumina el pasaje de Ser y
tiempo. En la universalización del problema del ser (Universalisierung des
Seinsproblems) (Heidegger, 1978: 191) se encierra el problema de los distintos modos de ser de cada área o sector ontológico (el ser de la naturaleza,
el de la historia, el del hombre etc.), con sus modi essendi y modi existendi
(Heidegger, 1977a: 2; 1978: 192),4 y con él el de la unidad del ser frente a la
multiplicidad de modos de la esencia y de los modos de existir. La universalidad del ser significa tanto su generalidad (Allgemeinheit) transgenérica
como su unidad (Einheit) frente a los múltiples modos de ser en el sentido
de lo que Heidegger (1977a: 2; 1978: 192) llama, retomando la tradición
filosófica escolástica, la unidad de analogía. En estas aclaraciones se asoma,
sin embargo, lo universal en el sentido de la totalidad de los entes y de los
sectores o regiones en que se distribuyen. Esta idea de lo universal en el
sentido de la totalidad, que no es absolutamente ajena a Ser y tiempo5 (1977a:
7), no se encuentra, sin embargo, explícitamente recogida en la explicación
de los prejuicios sobre el ser.
Pero en un pasaje afín a este en Ser y tiempo, tras establecer la conexión
de la ontología universal con las ontologías regionales y admitir una relación de las distintas ontologías regionales entre sí, Heidegger no solo habla
2. Cf. Heidegger (1978: 125). En ese pasaje se define la “metafísica del Dasein” y equivale a
una aclaración (Aufhellung) de la constitución del ser del Dasein.
4. Heidegger se ocupa de este tema en relación con Aristóteles en Aristoteles: Metaphysik
Θ, 1-3 GA 33. Vom Wesen und Wirlichkeit der Kraft (1981, §§ 4-6: 26-48). En Ser y tiempo
y en Los problemas fundamentales de la fenomenología se cifra la unidad en la conjunción
de temporalidad y temporaneidad.
3. “ταῡτα (scilicet: τὸ ἕν καὶ τὸ ὄν) γὰρ ἔστι καθόλου μάλιστα πάντων” (Aristóteles, Metafísica, B 4, 1001 a 22).
5. En ese pasaje se enumeran varios sentidos de ser: el hecho de que es, el ser así, la realidad,
el estar en frente, la consistencia (Bestand), la validez, el estar ahí, el “hay”.
34
35
del ser que es siempre cada vez ser de un ente,6 sino también del universo
del ente (All des Seienden) y de las distintas áreas del ser como naturaleza,
historia, existente humano, etc., introduciendo así un nuevo sentido del “en
general”. Cada área temática (Sachgebiet) es tratada por una ciencia particular, que obtiene los conceptos fundamentales del objeto primero de esa
área óntica a partir de una experiencia precientífica del objeto mismo en
su ámbito (Heidegger, 1977a: 9). A cada ciencia propia de un área temática
independiente le antecede una ontología regional que forma el concepto de
ser de esa área determinada. Si bien en ese pasaje no se habla de “ontología
regional”, sí se está aludiendo a ella, como se advierte en pasajes paralelos.7
Así, la pregunta de la ontología universal y trascendental ante todo no
es otra que la pregunta por el sentido del ser en general,8 es decir, de la
idea del ser en general (Idee des Seins überhaupt) (Heidegger, 1977a: 13).
La elucidación de este tema o explicación del ser exige previamente la tarea
de destacar el ser del ente (1977a: 27). En esta segunda tarea se inscribe
claramente el ejercicio de la diferencia ontológica como paso preparatorio
para la explicación del ser.
Lo universal no alude, pues, solo a lo transgenérico o lo transcategorial,
como se desprende de la consideración a primera vista aristotelizante de lo
universal como lo que transciende todo género (1977a: 3), sino a lo total, a
lo que abarca a todos los entes y recoge las ontologías regionales respectivas
de esas regiones de la realidad. Así queda esbozado el tema de la ontología
universal. En Ser y tiempo Heidegger parece interpretar a sabiendas el
καθόλου en sentido tradicional concibiendo la ontología fundamental como
la elaboración de la pregunta por el ser en general, que exige, por su parte,
elucidar la posibilidad de la comprensión del ser. Como esta pertenece al
6. “Sein ist jeweils das Sein eines Seienden” (Heidegger, 1977: 9).
7. Es en las lecciones inmediatamente posteriores a Ser y tiempo en los semestres de verano
de 1927 y de invierno de 1927-1928 cuando Heidegger emplea el término y aclara pormenorizadamente el concepto de ontología regional y la relación de esta con la ciencia particular
respectiva (cf. 1989: 15-19; 1977b: 17-39, pasaje capital).
8. Cf. überhaupt (Heidegger, 1977a: 13).
36
existente humano, la ontología fundamental tiene por tarea, en primer
lugar, elucidar la estructura ontológica del existente humano, y por eso
viene designada por Heidegger (1977a, § 5) como analítica del existente
humano o “hermenéutica de la facticidad”, como se indica en Ser y tiempo:
“Die Herausstellung der Seinsverfassung des Daseins bleibt nur “ein Weg”.
Das Ziel ist die Ausarbeitung der Seinsfrage überhaupt” (1977a: 436), ya
que la Daseinsanalytik sirve para desarrollar completamente la pregunta
por el ser y a la vez para explicar la idea misma de este. La analítica del
existente termina con la mostración de la temporalidad como sentido del
ser del existente, la cura (Sorge), pero a la ontología fundamental le falta
aún mostrar la temporalidad en cuanto sentido de los otros modos de ser.
La ontología fundamental significa, en primer lugar, la fundamentación
de la metafísica como ciencia del ser, en la medida en que el existente es
el fundamento de la comprensión del ser. A la ontología fundamental le
pertenece la analítica del comprender humano, del comportamiento del
existente con el ente en general (percepción), en cuanto que este contribuye
al conocimiento, de los temples afectivos y del lenguaje como elemento
articulador de los tres existenciales anteriores.
La ejecución del proyecto de la ontología fundamental pasa además por
realizar, de modo parcial en cualquier caso, las ontologías regionales, pero
exige una panorámica general de todas las ontologías regionales en cuanto
que estas contribuyen a la elaboración de la pregunta por el ser en general.
En Ser y tiempo se muestra que el ser del existente con sus estructuras
ontológicas se hace comprensible en el horizonte de la temporalidad (Zeitlichkeit). Este paso se despliega en dos fases con otras tantas tareas: primero se
hace ostensible la estructura fundamental de la cura y, en segundo lugar, se
revela esta como temporalidad (Heidegger, 1977a, §§ 45-83). Así se obtiene
la donación del todo del existente humano, llevándose a cabo el análisis de
su estructura ontológica: la comprensión del ser del existente humano, el
comportamiento con el ente en general o la llamada intencionalidad en su
pluralidad (Besorgen des Zuhandenen, Erkennen des Vorhandenen, Fürsorge
des Anderen, etc.), el estar afectivamente templado al mundo (Befindlichkeit)
37
10. Por eso ve en la horizontalidad de los éxtasis temporales la esencia de la finitud del tiempo
mismo y por ende del ser del Dasein: “Zeit ist selbst das innerste Wesen der Endlichkeit des
Daseins” (Heidegger, 1992b: 46).
De este modo se concluye el primer paso de la ontología fundamental
ordenada a revelar el sentido de la cura como temporalidad (Zeitlichkeit).
En Ser y tiempo Heidegger no se limitó a esto solo: por el contrario, prosiguió con el análisis de la temporalidad en el parágrafo 65, donde dilucida
la temporalidad subyacente y constitutiva de la cotidianidad y, en última
instancia, de la historicidad, como ya había hecho en la conferencia sobre
Dilthey pronunciada en Kassel en 1924 (Heidegger, 2004).
En Ser y tiempo se testimonian tres términos para designar la disciplina
con que se denomina el propio ejercicio filosófico: “ontología fundamental”,
“analítica del estar-ahí” y “hermenéutica del estar ahí”. Aunque en no pocos
pasajes parece imponerse una distinción terminológica neta, sobre todo
entre ontología fundamental y analítica del Dasein, que, por lo tanto, sería
una parte de aquella, que, a su vez, abarcaría otros ámbitos, en realidad son
sinónimos, como asegura el propio Heidegger en las reflexiones finales de
Kant y el problema de la metafísica (1929) al hablar de una “analítica fundamental-ontológica del estar ahí” (“fundamentalontologische Analytik des
Daseins”), que tiene por tema la interpretación de la cura y de la angustia
con el fin de estudiar la posibilidad de la comprensión del ser (Heidegger,
1991: 237-238), y, en fin, el esclarecimiento de la cura como temporalidad
(1991: 238). Todas estas tareas fueron ya cumplidas en Ser y tiempo, solo
faltó la elaboración cabal de la pregunta por el ser en general.
Con la conclusión real de Ser y tiempo queda, pues, el ideario de este a
medio hacer. De esta obra solo llegaron a publicarse las dos primeras secciones de la primera parte, faltando, pues, la tercera sección y toda la segunda
parte. El público tuvo que esperar hasta 1975, año en que se publicó por
vez primera la lección Los problemas fundamentales de la fenomenología del
semestre estivo de 1927, en la que se advierte una verdadera continuación,
eso sí, reelaborativa de la temática de Ser y tiempo en la forma de redacción
parcial de la tercera sección de la primera parte. Con esta lección se prosigue y se complementa en más de un aspecto el proyecto ontológico de Ser
y tiempo, pero lo que se anuncia que se va a tratar en la lección misma no
se lleva a cabo tampoco en su totalidad.
38
39
con el correspondiente estar arrojado (Geworfenheit) a la totalidad de los
entes, estructura que abraza a todos los temples, y la comprensión del ser
o proyecto (Entwurf), fundamentándose así el lenguaje, que conjunta los
tres momentos anteriores.
En la Daseinsanalytik llega a la conclusión de que la constitución ontológica del existente, la cura, se funda en la temporalidad (Heidegger,
1989: 323). Partiendo del estudio fenomenológico de la intencionalidad,
Heidegger va a mostrar cómo el comportamiento con los entes se proyecta
sobre el éxtasis del presente, el estar arrojado a la totalidad de los entes,
sobre el éxtasis del pasado, y la comprensión del ser de los entes, sobre el del
futuro. Presente, pasado y futuro constituyen los horizontes parciales de la
temporalidad de la cura como unidad de comportarse con los entes, estar
arrojado a la totalidad de los entes y la comprensión del ser. La temporalidad es esencialmente un fenómeno extático con un movimiento en forma
de ímpetu o pujanza (Schwung), de carácter libre, que se extiende o hacia
adelante (futuro) o hacia atrás (pasado) o al frente (presente) (Heidegger,
1989, § 12).9 En el ímpetu del éxtasis este se proyecta sobre un esquema
horizontal, que se abre como ámbito en que aparece la totalidad de los entes o el ser del ente. En Ser y tiempo Heidegger hace mención explícita del
triple adónde de la proyección propia de los tres éxtasis: el por mor de sí
mismo (horizonte de lo porvenir), el adónde del estar arrojado (horizonte
de lo ya sido) y el para-qué del presente (horizonte del presente). Como
los esquemas horizontales carecen de un ulterior adónde, la temporalidad
misma no se proyecta, a su vez, sobre otro horizonte. En consecuencia,
la temporalidad es un autoproyectarse autolimitativo (1989: 437),10 con
que se muestra la finitud del tiempo y de la cura y, a fin de cuentas la de la
comprensión del ser y del ser mismo.
9. Esto va más allá de lo que dijo en Sein und Zeit.
Ser y tiempo y esa lección conjuntamente constituyen una unidad en
la medida en que ambas desarrollan la elaboración de la pregunta por el
ser. La lección del semestre estivo de 1927 es, según palabras del propio
Heidegger (1989: 1) en una nota del texto, “una elaboración de la tercera
sección de Ser y tiempo”, esto es, de la tercera sección de la primera parte
de Ser y tiempo, sin que por ello se modifique el concepto de ontología ya
anunciado en su opus magnum, cuando Heidegger insiste esta vez en que
la ontología es el ejercicio de la diferencia ontológica (1989: 27).11 Pero en
vez de tomar directamente el tratamiento interrumpido de la temática de
esa obra prefiere, bajo el signo de la ontología universal,12 dar un rodeo
al problema desplegando un estudio histórico de cuatro tesis sostenidas
en la metafísica tradicional: 1) el ser no es un predicado real (Kant); 2) la
distinción entre essentia y existentia; 3) la distinción entre res extensa y
res cogitans, y 4) el ser de la cópula. El esclarecimiento de las cuatro tesis
es a la vez a un análisis crítico de estas y de sus presupuestos, y prepara el
camino para abordar los cuatro problemas fundamentales de la fenomenología, que se recortan sobre el fondo de las cuatro tesis tradicionales
(1989: 20-25).
El primer problema de la fenomenología es la diferencia ontológica,
tema que no fue explícitamente mencionado en Sein und Zeit, si bien
abundan alusiones a aquel a lo largo de esa obra. Sin la distinción entre
ser y ente no habría la posibilidad de una ciencia del ser. Sin una previa
comprensión de ser del enser (Zeug) no puede salirnos al encuentro un
enser concreto e individual. La prioridad de la comprensión del ser del ente
entraña también la copertenencia esencial de ente y del ser de ese ente.
De esta manera la diferencia ontológica está en estrechísima relación con
la diferencia entre intencionalidad y trascendencia (1989, §§ 7-9: 22). Al
interpretar la diferencia ontológica se puso de manifiesto la cuestión de la
diferencia entre esencia y existencia; según la escolástica, a la constitución
del ser del ente pertenecen la esencia (ser-qué o Wassein) y la existencia
(Vorhandensein), pero sin que esa articulación, a juicio de Heidegger,
constituyese jamás un problema.
Si bien Heidegger finaliza solo el tratamiento de la diferencia ontológica,
se puede reconstruir, al menos parcialmente, la elucidación sistemática
de las demás tesis de la fenomenología. El problema de la distinción de la
esencia y la existencia fue ya mencionado de pasada y sin eludir la paradójica aseveración en Ser y tiempo de que el estar-ahí era el ser cuya esencia
era la existencia. Con esta expresión, sin duda, provocativa, recordaba la
definición del ente supremo Dios, cuya esencia es toda ella existencia, y,
por otro, parecía adherirse a la naciente filosofía existencialista en la estela
de Kierkegaard. Ahora bien, en otro pasaje aquilata más la expresión y da
a entender que la existencia tiene precedencia con respecto a la esencia
del existente humano en el sentido de que la esencia de este tiene que ser
comprendida a partir de su existencia, con que solo se afirma una prioridad o preeminencia de la existencia sobre la esencia del existente13 y no,
como en el existencialismo, la supresión de su esencia, que no es otra que
la mismidad.
En la lección del semestre de verano de 1927 ofrece una presentación
histórica del problema basándose en la trigésimoprimera disputación de
Suárez, a la que más adelante siguen en el texto algunas consideraciones
sistemáticas. Aunque en el capítulo de este segundo problema de la fenomenología la explicación de la tesis histórico-filosófica acerca de la distinción
de essentia y existentia ocupe la mayor parte de la explicación ontológica,
Heidegger llega a presentar algunas piedras sillares del desarrollo del pro-
11. Ahora bien, la ontología es primeramente ejercicio de la diferencia ontológica y luego
explicación del ser mismo.
12. Cf. Heidegger (1989: 16): “Die Philosophie muß sich aus sich selbst als universale
Ontologie rechtfertigen”.
13. Cf. Heidegger (1977a: 42): “Das «Wesen» des Daseins liegt in seiner Existenz”; “der
Vorrang der «existential» vor der essentia” (43).
40
41
blema mismo de la articulación fundamental del ser que permiten una
reconstrucción parcial de su posición al respecto.14
En la estructura del ser del enser (Zeug) Heidegger patentiza la articulación fundamental del ser que toma la forma de la diferencia entre el
para-qué del enser (Wozu o Bewandtnis) y el estar a mano (Zuhandenheit).15 Del otro lado está lo que está enfrente (Vorhandenes), cuyo ser se
articula en un ser-qué (Wassein) y estar enfrente (Vorhandensein), que es
revelado en el conocimiento teórico (Erkennen). En esta lección Heidegger analiza también la variante de la articulación fundamental del ser
respecto del existente humano, algo que no había hecho explícitamente
en Ser y tiempo, aunque el análisis de la cura había sido completo. En esta
lección habla, sin embargo, de la existencia como el modo de ser y de la
mismidad (Selbstheit) o ser-quién (Wersein) como el modo de ser esencia
14. Sobre este tema véase Uscatescu (1992). Hasta ahora no he visto monografía o artículo
alguno ni tratamiento de alguna extensión en parte alguna, dejando de lado menciones
más breves o solo monolineales. Incluso ni en léxicos ni en la nueva concordancia se registra el término como lema, exceptuados los más familiares de essentia, existentia o Wesen,
Existenz, aunque el término se mencione repetidas veces, aún más a menudo se repare en
la cosa misma en las lecciones entre 1927 y 1932 y, en fin, la cuestión sea aludida hasta
sus últimos escritos. Hay que notar la importancia que Heidegger sigue otorgando a este
problema después de 1927. Por ejemplo, en la lección del semestre de verano de 1928 se
propone la destrucción de la teoría leibniziana del juicio en siete pasos. El sexto paso se
intitula “Concepción fundamental del ser en general: essentia y conatus existentiae” (1978:
37). Heidegger desiste del empeño por razón de economía lectiva, pero el motivo último
es que habrían sido necesarios una notable ampliación de la consideración filosófica y un
análisis más detenido de los textos, por otra parte, muy escasos y dispersos, sin mencionar
lo arduo del examen de las profundas raíces teológicas (teodicea) en el sistema leibniziano
(cf. Heidegger, 1978: 123). Aunque en ese pasaje citado remita a Die Grundprobleme der
Phanomenologie (GA 24), hay en esta lección otros pasajes muy interesantes en que retoma
la cuestión de la articulación fundamental. En el primero señala cómo Max Scheler calificó
de imposibles el realismo y el idealismo por fracasar en su intento de querer aclarar la relación entre essentia y existentia (véase Idealismus - Realismus, aparecido de forma póstuma
en 1927-1928, ahora recogido en las obras completas de Scheler, 1976: 183-241). En un
segundo pasaje (Heidegger, 1978: 192-194), menciona la articulación fundamental como
el segundo problema de la ontología. Asimismo, en la lección del semestre estivo de 1929
(1992b: 43), aun sin mencionarse el término, se alude a la cosa misma.
15. Implícitamente se halla este análisis en Sein und Zeit, parágrafos 15-18, pero explícitamente se lleva a cabo en Die Grundprobleme der Phanomenologie (1989: 432-433).
42
(1989: 169-171). De esta forma corrige su paradójica expresión, ya que
también el existente humano no solo tiene una existencia sino también una
esencia, o ser-quién frente al ser-qué y al ser-para-qué. Si se consulta la
lección del semestre de invierno de 1929-1930 Los conceptos fundamentales
de la metafísica: mundo-finitud-soledad, se encontrará un complemento
de suma importancia a Ser y tiempo no solo con respecto a las ontologías
regionales. En esa lección se incluye una verdadera ontología regional
del viviente (1983, §§ 45-63), de la que se pueden extraer algunas notas
aclaratorias respecto de la articulación del ser del viviente. La esencia del
viviente es el ser propio del viviente, la particularidad (Eigentümlichkeit),
distinta de la mismidad del existente, y el modo de ser del viviente es la
viveza (Lebendigkeit), diferente de la existencia del existente concebida
como comprensión del ser en general. De esta forma se hace ostensible la
pluralidad de los modos de ser, por una parte: el estar enfrente, el estar a
mano, la existencia y la vida, y la pluralidad de los modos de la esencia,
por otra: el para-qué, el ser-qué, la mismidad y la particularidad.
Aunque el tercer problema contenido en la tesis tradicional de la diferencia entre la res cogitans y la res extensa16 debe concebirse como parte
integrante del problema más general de la articulación fundamental del ser,
cobra una importancia histórica y sistemática que desborda el marco estricto
de tal articulación. La tradición filosófica se ha esforzado en elucidar el ser
propio y diverso de la cosa pensante, del existente humano, pero lo ha hecho
operando con conceptos ontológicos tomados del estar enfrente. En este
marco se propone una doble tarea: la elucidación de las formas distintas
de la comprensión del existente (Heidegger, 1989: 247) y el ver de dónde
viene la tendencia a cosificar la mismidad del existente. El planteamiento
del tercer problema es guiado por dos tareas: la elaboración explícita de la
constitución del ser de los distintos entes y la cuestión de la unidad de ser
en su totalidad (1989: 247), es decir, la cuestión de la analogia entis en la
16. Cf. Sobre Descartes: Heidegger (1989, §§ 13-15; 1977a, §§ 19-21).
43
perspectiva abierta por la ontología universal aquí desarrollada. Aquí se ve
cómo la ontología de Heidegger retoma un tema central de la metafísica
occidental como es el de la unidad de los distintos sentidos del ser, tema
al que había llevado el planteamiento de la segunda tesis. Mientras que en
la metafísica transmitida la οὐσία por ser el ente por excelencia funda la
unidad del ser de los distintos modos de ser o categorías, para Heidegger
hay una pluralidad de modi existendi (Seinsweisen) y de modi essendi (Weisen des Wasseins); de este modo el primado de la οὐσία entendida como
Vorhandenheit dentro del marco de la analogia entis es puesto en tela de
juicio (cuál sea el primum analogatum es una cuestión que Heidegger no
decide en este lugar). En este tercer problema se condensa lo que Heidegger llama universalización de la ontología o metafísica, que entraña dos
problemas: la pluralidad de los modos de ser-qué y del hecho de que es
(Daßsein) así como la unidad del ser frente a esa multiplicidad de sentidos
(1978: 191-192).
En la destrucción fenomenológica de la tercera tesis Heidegger se ha
limitado a analizar la constitución del ser del existente humano con el
énfasis puesto en la comprensión del ser. En primer lugar, se resalta la
indiferencia primera de esta comprensión del ser en que se confunden
en un solo concepto nivelador todas las especies o modos de ser (1989:
250-251). En segundo lugar este fenómeno es confirmado claramente en
su estudio de la cópula del juicio, que a lo largo de la historia de la filosofía
ha ido adoptando diversos significados (esencia, existencia, ser veritativo,
valor, etc.). Esta pluralidad de sentidos constituye el rasgo característico
de la cópula, y también es el índice de la riqueza encerrada en la idea del
ser. Al hilo de la interpretación de la cópula se van haciendo ostensibles
los momentos estructurales de la proposición, que se funda en la apertura
del existente humano y en la diferenciabilidad dentro de la comprensión
del ser (1989: 302).
El cuarto problema concierne el carácter veritativo del ser. Esta temática
fue tratada en realidad en Ser y tiempo, parágrafos 43-44. Mientras que en
ese pasaje Heidegger se limitaba a mostrar que la verdad es un existencial,
en la lección de 1927 sitúa el problema dentro de la ontología universal y,
por tanto, dentro del problema de los distintos modos de ser verdad, del
que la verdad del Dasein o Erschlossenheit es una modulación más junto
con la verdad de lo que está enfrente y la de aquello que está a la mano,17
si bien la decisiva. Lo relevante es la coimplicación de ser y de verdad (la
verdad como trascendental), por un lado, y la del ser existente y el ser, por
otro. Este cuarto problema remite, también, al problema de la trascendencia,
que se va a tratar en De la esencia del fundamento (1929).
Con todo y con eso, la idea del ser no ha sido agotada en toda su riqueza.18
Aquí se inserta el problema de la temporale Exposition des Seinsproblems
(1978: 196). De este hasta ahora solo se había tratado la temporalidad del
existente humano. Por ello no se ha revelado aún el sentido del ser en general, sino solo el sentido de un modo concreto de ser, la cura del existente
humano.
En las lecciones posteriores a Ser y tiempo están diseminados fragmentos del análisis temporal de otros modos del ser, como el de estar a mano
y del estar enfrente, así como de la vida. En Los problemas fundamentales
de la fenomenología Heidegger (1989: 432) estudia el éxtasis del presente
en el comportamiento preocupativo (besorgender Umgang) y señala que lo
presente no es el ente a mano mismo sino el nexo de los enseres. El éxtasis
del presente en el trato con los enseres proyecta el esquema horizontal de
la presencia, que constituye el sentido del estar a mano (1989: 433-35). Sea
como fuere, la temporalidad (Zeitlichkeit) en cuanto unidad extático-horizontal no constituye solo el sentido de la cura, sino también el del ser en
general, incluyendo así la temporaneidad (Temporalität) (1989: 453). Con
44
45
17. Sobre este trío de verdades se explaya ampliamente Heidegger en la lección del semestre
de invierno de 1928-1929 con el título Introducción a la filosofía (1996a: 105 ss.).
18. En mi libro Die Grundartikulation des Seins (1992: 303-315) hago un esbozo de lo que
es esa idea del ser basándome en Ser y tiempo, las lecciones de Marburgo y la lección de
Friburgo del semestre invernal de 1929-1930 (Heidegger, 1983) así como en los escritos
antes de la Kehre. A esta idea del ser pertenecen también el fundamento (Grund: Heidegger,
1983: 138, 282-283) y la identidad (Heidegger, 1996: 92-105).
hacer manifiesta la temporareidad del ser del ente no se habría concluido
la tercera sección de Ser y tiempo; antes bien, habría sido necesario aún
esclarecer la conexión interna entre la temporalidad extática de la cura y
la temporaneidad horizontal del ser no existencial, ya que temporalidad
y temporaneidad constituyen una unidad, la esencia del tiempo mismo.
Este complejo de preguntas sobre el tiempo dejó de ser abordado tras Los
problemas fundamentales de la fenomenología, si bien en los textos relativos a Kant, especialmente en aquellos que giran en torno al problema de
la autoafección, se anuncia un esclarecimiento que va más allá de lo hasta
ahora declarado.
No hay que olvidar que de este ideario metafísico de Heidegger formaba
parte, sin duda, la lógica filosófica que presenta en su lección del semestre
estivo de 1928 Los principios metafísicos de la lógica a partir de Leibniz. La
relación entre metafísica y lógica se concibe de tal modo que la lógica se
funda necesariamente en la metafísica de la verdad, formando la lógica
filosófica en cuanto que tiene por tema la verdad (1978: 281) parte integrante de la metafísica misma sin ser previa a esta (1978: 123-133). En este
contexto Heidegger menoscaba el argumento de que la lógica como ciencia
del pensar en general precede a la metafísica, pero en cuanto ciencia sobre
las reglas del pensamiento tiene que fundamentar esas reglas, y al hacer
esto pasa a convertirse en metafísica. La lógica en cuanto tal se funda por
ello necesariamente en una metafísica.
En suma, la ontología universal propuesta y desarrollada en Ser y tiempo,
así como en la lección inmediatamente posterior, Los problemas fundamentales de la fenomenología, consiste en la elaboración de la pregunta por el ser
en general, que abarca todos los modos de ser según los respectivos ámbitos
o dominios de la realidad, apareciendo todos ellos como en una unidad.
En la idea de ontología universal faltan algunos extremos por aclarar. Estas
tareas urgentes del proyecto metafísico de Heidegger pueden estudiarse en
los escritos siguientes, en los que se va a ocupar entre otras cosas de explicar relativamente por extenso el concepto de ontología o metafísica de la
tradición filosófica, que es precisamente el tema de mi estudio.
46
2. La ontología como conjunto de ontología fundamental y ontologías
regionales (met-ontología)
2.1. La aparente estructura bifronte de la idea aristotélica
de πρώτη ϕιλοσοϕία o metafísica y la ontología universal
o metafísica de Heidegger
Al ocuparse de la Crítica de la razón pura de Kant, Heidegger interpreta
esta como una fundamentación de la metafísica. Para explicar esto Heidegger se vuelve al concepto moderno de metafísica tal como lo recibió Kant
de Wolff y de sus discípulos (Heidegger (1991: 5-9; 1977b: 11-17), pero no
solo movido por el interés histórico-filosófico, sino sobre todo para aquilatar cada vez más finamente si cabe su propio concepto de metafísica. De
acuerdo con la metafísica de Baumgarten, que Kant tomaba a modo de hilo
conductor en sus lecciones, que darán como resultado su opus magnum, la
metafísica en cuanto ciencia de los principios primeros del conocimiento
humano19 se divide en metaphysica generalis y metaphysica specialis. La
metafísica general es la ciencia que se ocupa del ente en cuanto ente y corresponde a la ciencia cuyos contornos se dibujan con firmeza en el libro Γ
de la Metafísica de Aristóteles y con la definición que de ella ofrece Suárez
en su primera disputación metafísica, que recoge una larga y vasta tradición
desde la Antigüedad tardía hasta el siglo xvi.20 Esta metafísica general se
llamó ya a partir de principios del siglo xvii, aun antes de que lo hiciera
Johann Clauberg, ontología o ciencia del ente en cuanto ente. La metafísica
especial comprende, en realidad, tres ciencias filosóficas más especiales
con sus respectivos objetos: la psicología racional como ciencia del alma
19. Cf. Alexander G. Baumgarten (1757: 1): “Metaphysica est scientia primorum in humana
cognitione principiorum”.
20. Cf. mi estudio “El concepto de metafísica en Suárez: su objeto y su dominio” (1995: 215236). El trabajo toma en consideración todas las disputaciones –y no solo la primera– para
poder elaborar mejor el concepto suareciano de metafísica.
47
humana y de sus facultades cognitivas y apetitivas, la cosmología o ciencia
del mundo y, en fin, la teología racional o ciencia de Dios en cuanto dado
a la razón y con independencia de la revelación.
Al recordar el concepto tradicional de metafísica, pretende Heidegger,
en primer lugar, contextualizar la Crítica de la razón pura como ensayo
de fundamentación metafísica y, en segundo lugar, contraponer su propia
concepción a la kantiana de forma que su proyecto de ontología se distinga
netamente del transmitido. Por de pronto, Heidegger en su opus magnum y
en las lecciones inmediatas hasta 1928 prefiere hablar de ontología, por lo que
en vez de metaphysica generalis o de ontologia emplea el término “ontología
fundamental” (Fundamentalontologie). Tanto en esa lección como en Ser
y tiempo por ontología fundamental se entiende la fundamentación de la
objetivación o conceptualización del ser (1977b: 36) incluyendo, por tanto,
como ya se vio en Ser y tiempo, el análisis de la comprensión de ser, que es
por esencia anterior a la conceptualización del ser en general. Ahora bien,
hay diversas áreas de la realidad: naturaleza, historia, lo que está a mano,
lo que está enfrente, lo matemático-geométrico y el viviente. Cada ciencia
particular se ocupa de un área de la realidad, de un ente específico con el
objeto de objetivar este y formar su concepto. La ciencia se dirige al ente de
esa región determinada, pero para objetivarlo precisa de una comprensión
previa del ser de este ente específico, que forma parte de la ontología regional
respectiva de esa ciencia particular (1977b: 36). La tarea de configurar las
ontologías regionales pertenece a la ontología fundamental en que se fundan
aquellas. En esta lección el término “ontología fundamental” adquiere un
significado, por tanto, distinto que en Ser y tiempo, ya que esa ontología es
tal por fundar las ontologías regionales subyacentes a las respectivas ciencias
particulares (1977b: 39). Así pues, la ontología universal, al transformar
la metafísica recibida de Wolff, comprende la ontología fundamental y las
ontologías regionales.
La transformación que lleva a cabo Heidegger de la metafísica tradicional no se produce en exacta correspondencia de los nuevos con los viejos
términos. En primer lugar, la metafísica general es ciencia del ser en gene-
ral; la ontología fundamental se desarrolla, sin embargo, en varios pasos.
Antes de todo, es una investigación de la posibilidad no del ser mismo, sino
de la comprensión del ser, y como esta pertenece al existente humano, la
ontología fundamental es analítica del existente, que tiene, a su vez, por
tarea la elucidación de la cura –un modo particular y específico del ser en
general– como ser del existente y de la temporalidad en tanto sentido de la
cura. En la ontología fundamental se incluyen, pues, la metafísica general y
una parte de la metafísica especial, la que concierne a la psicología racional,
si bien refundidas por completo.
Por otro lado, la metafísica especial considera tres regiones de la realidad: Dios, el alma humana y el mundo concebido al modo de totalidad de
las cosas físicas. Para Heidegger, las regiones del ser son, sin embargo: el
estar a mano, el estar enfrente, la coexistencia de los Otros, la existencia, el
mundo matemático y geométrico, el ser del viviente (vida biológica), etc.
Estas son reinos de la realidad independientes y no reducibles los unos a
los otros. En el proyecto de las ontologías regionales se amplía la metaphysica specialis tripartita, que no corresponde al conjunto de las ontologías
regionales apuntado en la ontología fundamental.
Heidegger indica expresamente que la ontología fundamental no agota
el concepto de metafísica con que él mismo opera, ya que aquella exige la
nueva problemática del ente en su totalidad (das Seiende im Ganzen).21 Para
Heidegger la ontología plantea no solo la pregunta por el ser en general,
sino también la pregunta por el ente en su totalidad, en todas sus áreas. La
ontología universal propuesta en Ser y tiempo abraza, pues, la ontología
fundamental y las ontologías regionales, que versan sobre los distintos modos de ser y se subordinan a la ontología fundamental, ya que la ontología
universal, esto es, la ontología entendida en el sentido más vasto en cuanto
elaboración de la pregunta por el ser en general en el sentido de totalidad
–y no del ser de un determinado sector de la realidad– es la condición de
48
49
21. Cf. nota 29 de este trabajo.
posibilidad (Bedingung der Möglichkeit) de las ontologías sectoriales que
fundan la ciencia particular de cada una de las regiones del ser, esto es, de
las ontología regionales (Heidegger, 1977a, §2).22
En la lección del semestre de verano de 1928 no acontece de ningún
modo cambio radical alguno en el proyecto metafísico de Heidegger, pero
sí se produce una modulación significativa de este sin que se abandone el
cauce del discurso, que apunta, antes bien, a una aclaración del concepto
de metafísica mismo. En este lugar haré algunas consideraciones sobre el
sentido de lo universal y presentaré la estructuración que de la metafísica
ofrece Heidegger no como alternativa a la de Ser y tiempo, sino como una
versión más depurada y completa de esta.
Conocida es la llamada doble definición de la filosofía primera (πρώτη
ϕιλοσοϕία) de Aristóteles: por un lado, ciencia (ἐπιστήμη) del ente en
cuanto ente y de las propiedades de este23 y, por otro lado, ciencia teológica
(ἐπιστήμη θεολογική), que se ocupa de lo divino, esto es, del ente más noble
de todos (Aristóteles (Metafísica, Γ 1, 1026a 18). En el semestre estivo de 1926
Heidegger (1993a: 149 ss., 286 ss.) habla de un concepto doble de la filosofía
primera en Aristóteles siguiendo en esto a Paul Natorp, al que asimismo
22. En ese pasaje Heidegger no habla de las ontologías regionales, sino, utilizando un circunloquio, de “las ontologías que anteceden a las ciencias particulares” respectivas (1989,
1977b) con el término técnico de origen husserliano “ontología regional” (1977a, § 7: 27).
Por otro lado, en su opus magnum la cuestión del ente en su totalidad no es explícitamente
planteada. El término lo emplea en 1913 Edmund Husserl (1976a: 23) en Ideen zu einer
reinen Phänomenologie und phänomenologischen Forschung.
sigue muy de cerca cuando cree adivinar las vacilaciones (Schwanken) de
Aristóteles a la hora de determinar lo que es la filosofía primera.24
Unos años más tarde, al interpretar de nuevo este pasaje, Heidegger
reconsidera el objeto mismo, lo divino (θεῑον), que es determinado como
lo “sobrepoderoso” (Übermächtiges), convirtiendo así la ciencia teológica de
Aristóteles en una ciencia de lo sobrepoderoso (Heidegger, 1996a: 12-13),
que queda distinguida netamente de la ciencia sobre Dios (θεός) como Dios
personal (1983: 65). Precisamente de la teología cristiana y de su concepto
de Dios como ente personal Heidegger se aleja explícitamente. Así, en Ser
y tiempo, pero con más claridad en otros escritos de esos años, Heidegger,
además de separar tajantemente la filosofía en tanto que ciencia del ser y la
teología (cristiana) en cuanto ciencia óntica positiva del Dios revelado en el
sentido de cristiandad (Christlichkeit),25 abraza un principio metodológico
a-teo en el ejercicio de la filosofía. Tal a-teísmo no es, sin embargo, ni una
negación de que Dios existe (ateísmo en sentido estricto) ni menos aún la
afirmación contraria de que Dios existe (teísmo); por el contrario, la filosofía
se mueve más acá de la distinción entre ateísmo y teísmo, porque no es una
cienca óntica como la teología. La filosofía no puede, por tanto, decidir si
un ente existe o no.26 Pero la razón fundamental que lleva a Heidegger a esa
posición es la radical separación de fe y filosofía, a la que explícitamente
niega que posea un órgano para la revelación de Dios (1993b: 79).
Partiendo de la interpretación de Natorp acerca de la bifrontalidad de
la metafísica de Aristóteles como ciencia del ser y ciencia de lo divino a
24. Cf. Natorp (1888: 49 ss.). Ahí insiste en la doble tarea de la filosofía primera aristotélica,
si bien no niega la unidad temática misma de esta (1888: 549).
23. Aristóteles (Metafísica, Γ 1, 1003a 21-22). Sobre la interpretación ontoteológica de la
metafísica de Aristóteles propuesta por Heidegger véase Enrico Berti (2007; 85-103). Berti
estudia críticamente el origen de la interpretación ontoteológica de Heidegger (Natorp y
Jaeger), pero por desgracia solo se basa en Die Grundbegriffe der Antiken Philosphie (GA 22).
Para este autor, que entona una palinodia de sus anteriores explicaciones de la metafísica
de Aristóteles, deudoras de la tradición en la que Heidegger también se inscribe, la filosofía
primera versa sobre las causas del ente en cuanto ente (objeto unitario), especialmente de
los primeros principios, de los que lo divino forma parte, pero no exclusiva (Berti, 2007:
101) La discusión sobre si la exégesis ontoteológica se adecua a la idea que Aristóteles forjó
de la metafísica queda fuera del ámbito del presente estudio.
26. Geschichte der Philosophie von Thomas von Aquin bis Kant (semestre de invierno 19261927, Heidegger, 1993b: 77-80 y 230-231). En la lección del semestre de verano de 1928,
Heidegger está dispuesto a admitir que su ontología fundamental, en virtud del sesgo
radicalmente existencial que le imprime, toma la apariencia de un ateísmo radical y extremadamente individualista (1978: 177), llegando incluso a dar por buena la acusación de
ateísmo en sentido óntico (1978: 211, n. 3).
50
51
25. Cf. la conferencia pronunciada en 1927 con el título Phänomenologie und Theologie,
recogida en Heidegger (1976b: 47-77, en especial, 52).
la vez, con la consiguiente duplicidad del objeto de esa ciencia, Heidegger
señala, aun admitiendo la constitución ontoteológica de la metafísica, la
dificultad de entrelazar la teología con la ontología (1996a: 17). Pues si es
así que tiene dos objetos distintos, no puede haber sino otras tantas ciencias,
dado que la ciencia lo es de un solo objeto. Al citar el espurio escrito de
Aristóteles De mundo 391b 4 da a entender, por otro lado, que la teología es
una consideración teórica del mundo (κόσμος) y con ello apunta la solución
del problema de la doble naturaleza de la filosofía primera de Aristóteles,
al menos en su propia concepción de esta.27
Para comprender la solución propuesta por Heidegger a este problema
es necesario adentrarse en su ideario metafísico mismo. Como la elaboración de la pregunta por el ente en cuanto tal exige elucidar la estructura
del existente humano, que esencialmente se comporta con los entes, en la
ontología fundamental está implícito un giro a las diversas ontologías de
las regiones del ser mencionadas y una versión al ente en su totalidad.28 La
conversión exigida por la ontología fundamental recibe la denominación
de met-ontología.29 Poco más adelante propone el término metaphysische
28. “Gerade im Horizont des radikal gestellten Seinsproblems zeigt sich, daß all das nur
sichtbar ist und als Sein verstanden werden kann, wenn eine mögliche Totalität von Seiendem schon da ist. Hieraus ergibt sich die Notwendigkeit einer eigentümlichen Problematik,
die nun das Sein im Ganzen zum Thema hat. Diese neue Fragestellung liegt im Wesen der
Ontologie selbst und ergibt sich aus dem Umschlag, ihrer μεταβολή. Diese Problematik
bezeichne ich als Metontologie. Und hier im Bezirk des metontologisch-existenziellen
Fragens ist auch der Bezirk Metaphysik der Existenz (hier erst läßt sich die Frage nach der
Ethik stellen” (Heidegger, 1978: 199).
27. Xavier Zubiri, quien asistió a cursos de Heidegger en Friburgo, recogió esta interpretación
en su curso de 1931-1932 profesado en la Universidad Central de Madrid bajo el título “Introducción a filosofía: la metafísica de Aristóteles”, publicado ahora en Cursos universitarios
I (Zubiri, 2007). En general la lección recoge no pocas ideas tomadas de las lecciones y los
seminarios de Heidegger, unas veces sin más como ideas erráticas, otras veces siendo retocadas o modificadas notablemente. En ocasiones llega a mencionarse a Heidegger, del que
Zubiri se confiesa discípulo. El editor de los textos zubirianos habla de la originalidad total
del enfoque zubiriano (Zubiri, 2007: vii). Tal juicio no parece descansar en conocimiento
de los textos ahora disponibles de Heidegger. Según el mismo editor, Zubiri profesó estos
cursos ahora publicados entre septiembre de 1931 y diciembre de 1935 tras su reincorporación a la universidad después de dos años de estudio en Alemania al parecer con Heidegger.
Según Ángel Xolocotzi Yáñez, quien ha tenido acceso a la documentación universitaria in
situ, Zubiri estudió, sin embargo, solo un año bajo la dirección de Heidegger asistiendo en
el semestre de invierno de 1928-1929 a la lección “Introducción a la filosofía” (ahora en GA
27) y al Oberseminar con el título “Los principios ontológicos y el problema de las categorías”, y en el semestre de verano de 1929 a la lección “El idealismo alemán: Fichte, Schelling
y Hegel” (ahora en GA 28) así como al Proseminar titulado “Sobre realismo e idealismo”
(Xolocotzi, 2013: 182). De estas lecciones –no hay que olvidar naturalmente los textos que
hasta la fecha había publicado el mismo Heidegger– pueden advertirse bastantes de esos
préstamos. Pero, a juzgar por algunas ideas, pudiera haber seguido algún curso posterior.
Dejo solo apuntado este asunto, pero no sin dejar de señalar el interés del estudio de los
numerosísimos préstamos zubirianos de Heidegger en su curso universitario madrileño
tanto por lo que atañe a la génesis y el desarrollo del pensamiento de Zubiri cuanto a la
recepción y difusión de la filosofía de Heidegger.
29. Como no podía ser de otro modo, este término ha suscitado una cierta controversia.
Mientras que al principio se interpretó de una forma más ajustada al texto en que se testimonia el término, como puede verse por ejemplo en mi trabajo Die Grundartikulation des
Seins (1992: 12) y también en el de Jean Greisch (1994: 481-483). Con el andar del tiempo
se han ido formulando otras interpretaciones. El mismo Greisch en su contribución titulada
“Der philosophische Umbruch in den Jahren 1928-1932” (2013: 92), interpreta la met-ontología como transformación de la ontología fundamental en “metafísica del Dasein”, que
él verá desarrollada en Heidegger (1996a: 93). Greisch no aporta texto alguno; además,
por la temática, esta “metafísica del Dasein” “met-ontologizada” no se correspondería con
la met-ontología, que no se limitará a ofrecer una ontología regional del Dasein. En todo
caso, no se podría admitir –esto no lo sugiere Greisch– tampoco una equivalencia de la
“metafísica del Dasein” con la ontología regional del Dasein apuntada y distinguida de la
Daseinsanalytik en Ser y tiempo mismo. En un pasaje importante ya citado (véase nota XX)
el mismo Heidegger incluye la “metafísica de la existencia” en esa met-ontología. Aunque
la expresión pueda ser equivalente a la “Metaphysik des Daseins” en Kant y el problema de
la metafísica (GA 3), porque Dasein es tomado en un sentido muy amplio, el texto de 1927
deja bien claro que la existencia y el Dasein es solo un sector de la realidad y por tanto solo
una parte de la met-ontología, por lo que en ningún caso el giro postulado puede serlo solo
a esa metafísica existencial del Dasein. Otra interpretación más sostenible es la que presenta
François Jaran (2010: 167-170). En este caso la met-ontología será la ciencia teológica de
Aristóteles sin más. Pues, así como la ontología fundamental en cuanto elaboración de la
pregunta por el ser se corresponderá con la filosofía primera de Aristóteles entendida como
ciencia del ente en cuanto ente, la met-ontología equivaldrá necesariamente a la ciencia
teológica. Aunque la correspondencia postulada sea muy sugerente y encuentre apoyo, eso
sí algo remoto, en algún texto, no es del todo exacta como tampoco es exacta la correspondencia entre el objeto de la met-ontología, el ente en su totalidad, y el objeto o tema de la
ciencia teológica aristotélica, lo divino, como confío en mostrar en las líneas siguientes.
Finalmente, quisiera salir al paso de un posible malentendido. En Gesamtausgabe 26 (1978:
201) la alteración o conversión de la ontología en met-ontología se denomina también Kehre
(“giro”). Aquí se trata evidentemente del paso o giro que da la ontología después de haber
llevado a cabo el análisis de la temporalidad del ser (temporale Analytik) hacia la met-on-
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Ontik (Heidegger, 1978: 201), que se opone a la metafísica inductiva, esto es,
a una metafísica especulativa a partir de los datos allegados por las ciencias
particulares (Eduard von Hartmann, Wilhelm Wundt y otros filósofos de
finales del xix y principios del xx). Con el término met-ontología Heidegger parece haber encontrado una denominación adecuada del conjunto de
ontologías regionales que se perfilaba como tarea de la ontología universal
de Ser y tiempo. En los textos posteriores a Ser y tiempo las ontologías regionales se describen como disciplinas que estudian, entre otras cosas, los
modos específicos del ser de cada región del mundo y también del mundo
de su respectiva región. Pero la met-ontología tal como la define ahora
Heidegger en este pasaje cardinal no se corresponde exactamente ni con
una ontología regional particular ni con todas a la vez, sino en el fondo con
la elaboración del concepto de ente en su totalidad o mundo, cuestión que
entraña necesariamente la realización de las distintas ontologías regionales,
tarea que por ello se asigna a la met-ontología misma.
Vistas así las cosas, ¿puede haber una correspondencia entre la aparente
bifrontalidad temática de la metafísica de Aristóteles con la ontología universal articulada en ontología fundamental y met-ontología?
A primera vista aparece clara la correspondencia de la ciencia del ente
en general y sus propiedades con la ontología fundamental, que también
se ocupa del ser en cuanto tal, en general, pero no hay ningún pasaje en la
obra de Heidegger que afirme esta ecuación. Si esto fuera así, ¿equivaldrá
la met-ontología a la ἐπιστήμη θεολογική de Aristóteles?
Reparemos en este giro de la ontología fundamental al conjunto de
ontologías regionales. Lo importante es que este giro viene exigido por la
propia ontología fundamental y, por tanto, por la elaboración misma de
la pregunta por el ser en general. ¿Cómo se produce esta conversión de la
ontología fundamental en met-ontología? En el análisis de la posibilidad
de la comprensión del ser, que es el objeto de la ontología fundamental,
no solo se harán ostensibles los momentos del ser, sino también se pondrá
de manifiesto que tal comprensión o noción del ser radica en la existencia
fáctica del estar-ahí. El existente humano en su facticidad se constituye en
el fundamento óntico de la ontología y de la comprensión misma del ser
en que sucede la diferencia entre el ser y el ente. La existencia fáctica del
existente no es, a su vez, algo aislado, sino plenamente imbricado con la
totalidad de los entes, con la naturaleza, a la que el existente mismo está
arrojado (Geworfenheit) (Heidegger, 1978: 199). Por eso, la pregunta por
el ser en general de la metafísica, de la ontología y de la ontología fundamental, en último lugar, se transforma necesariamente en la pregunta por el
ente en su totalidad. La conversión o alteración (Umschlag) de la ontología
fundamental en met-ontología está prefigurada en la pregunta por el ser
en general. De ahora en adelante la pregunta por el mundo se situará en el
centro de interés del proyecto metafísico, sobre el que pivotan los demás
temas como fundamento, verdad, trascendencia, libertad y finitud.
Es obvio que el término “met-ontología” está formado análogamente al
de metafísica. No voy a entrar en la cuestión harto discutida del origen del
término metafísica. Conforme a la interpretación tradicional a la que se
suma Heidegger, se trata de un término biblioteconómico que significa lo
que va detrás de los libros sobre física. Así, la metafísica será la ciencia que
trata de lo que viene después de la física. Es en este sentido como interpreta
Heidegger el término, solo que añade que tal posterioridad expresada por
la preposición griega μετά la va entender en el sentido de conversión basándose en el término griego también formado con la misma preposición
μεταβολή (alteración) (Heidegger, 1991: 6, nota 68).30 Heidegger advierte,
además, el sentido de transpaso (Überschritt) propio del término y valorado
por la tradición filosófica, que interpreta μετά en sentido de la preposición
tología, esto es, hacia la totalidad de los entes. La Kehre del pensar heideggeriano después
de 1936 es, en cambio, el giro hacia al ser como acontecimiento. No hay, pues, nada más
dispar que una Kehre como giro desde el ser hacia los entes en su conjunto y la Kehre del
pensar el ser como acontecimiento.
30. Sobre este aspecto de la interpretación de Heidegger (1978: 199) del concepto aristotélico
de metafísica, véase Jean-François Courtine (2005: 83-99).
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latina trans y concibe la metafísica en términos de ciencia de los objetos
suprasensibles, en especial de Dios y del alma (Heidegger, 1977b: 13 ss.;
1991: 6 ss.; 1983: 64 ss.). Para Heidegger la conversión hay que interpretarla, en cambio, no en el sentido de una trascendencia óntica a un sector
del ente en su totalidad, como es el dominio suprasensible, dejando “tras”
de sí, “abstrayendo”, lo sensible, sino de la trascendencia ontológica o giro
al ente en su totalidad sin exceptuar región óntica alguna. Aquí estriba la
diferencia esencial entre la concepción heideggeriana de la ontología universal o metafísica y el concepto aristotélico de metafísica. La met-ontología
no puede equivaler por principio a la ἐπιστήμη θεολογική de Aristóteles,
se la interprete o bien como equivalente a la filosofía primera o ciencia del
ente en cuanto tal, o bien como ciencia yuxtapuesta a aquella (Aristóteles
según Natorp y Jaeger).
En un pasaje más temprano aborda la aparente bifrontalidad de la πρώτη
ϕιλοσοϕία de Aristóteles con una meridiana claridad y originalidad a la
vez. En esa lección de 1924 Heidegger presenta la metafísica de Aristóteles
de una forma bien distinta a lo que va a ser habitual en él. Conforme a
esta exégesis, Aristóteles no solo planteará la cuestión del ente en general,
sino también la del todo del ente (πάντα, ὅλον); resalta, además, la doble
temática de la metafísica como ontología y teología. La teología aristotélica
no tiene ya por objeto elucidar el ente más noble (τιμιώτατον), sino el ente
en cuanto todo, el mundo, la naturaleza, incluido el motor inmóvil, Dios.
Heidegger precisa que tanto la ontología como la teología tienen por objeto el ente mismo en su totalidad. Pero mientras la teología se ocupa de la
“más auténtica y elevada presencia (Anwesenheit) del ente”, la ontología lo
hace del ente en cuanto que está presente con todas sus determinaciones
sin restricción a un área concreta.31 De esta manera ofrece una interpretación unitaria de ambas definiciones aristotélicas de la filosofía primera al
establecer un solo tema para ambas disciplinas, que, por su parte, tratarán
respectivamente un aspecto del ente en su totalidad: una ciencia se ocupará del ente en cuanto tal y la otra, del ente más excelente.32 En esta nueva
interpretación de la primera filosofía aristotélica Heidegger (1978: 11-18)
recompone la ciencia teológica al hacer de ella ciencia de lo sobrepoderoso.
Con el término sobrepoderoso Heidegger (1978: 13) traduce el griego θεῑον,
que distingue netamente de θεός.33
En este último pasaje ni se alude al problema del todo, si bien más
adelante se pone junto al problema del ente en cuanto tal el del mundo o
del ente en su totalidad (Heidegger, 1978: 33), ni se dice menos aun que
la ciencia teológica se ocupe del ente en totalidad, ya que sobrepoderoso
no coincide ni con la totalidad del ente ni con el ente en su totalidad, por
más que sobrepuje o envuelva a este. La propia concepción de Heidegger,
guiada por la idea de la totalidad de las regiones del ser y no solo por la idea
de lo sobrepoderoso, irradia sobre su propia interpretación bifronte de la
metafísica aristotélica, por lo que la ἐπιστήμη θεολογική en cuanto ciencia
sobre la “máxima y más auténtica presencia de la totalidad del ente”, esto es,
de lo divino (θεῑον), no se corresponderá tampoco con la met-ontología,
en la que se da la versión a la totalidad de los entes. Por consiguiente, no
se puede sostener en ningún caso una equivalencia exacta entre met-ontología heideggeriana y la ciencia teológica aristotélica, por más que a esta
se la redefina en tono heideggerizante como theiología.34 El tema del ente
en su totalidad pertenece con pleno derecho al concepto heideggeriano de
32. Jaran (2010: 183-184) asigna en su interpretación de este pasaje a la teología exclusivamente el tratamiento del ente en su totalidad, pero no es lo que Heidegger dice aquí.
33. Cf. Zubiri (2007: 246). En este pasaje Zubiri recoge la interpretación heideggeriana de
θεῑον como “momento absoluto de la naturaleza” frente al θεῑον o “Dios personal”. En las
dos lecciones a las que asistió Zubiri no se menciona, sin embargo, esa idea, que, por otra
parte, muy bien pudiera estar circulando ya entre los estudiantes.
31. Cf. Heidegger (1992a: 221-223; 1993a: 149-151, 286-288). Este texto es más esquemático
y parco que el anterior, que resulta así más rico y más aprovechable para interpretar mejor
la idea que Heidegger se forjó de la bifrontalidad de la metafísica de Aristóteles.
34. Así, Jean-François Courtine (2005: 123-152), quien, sin embargo, no identifica la theiologia o la teología aristotélica con la met-ontología.
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metafísica porque la pregunta por el ente en cuanto ente pregunta a la vez
por el ente en su conjunto sin restricción a un sector de la realidad.
Ontología fundamental y met-ontología forman una unidad, que es la
metafísica de nuevo cuño ahora propuesta en la estela de Ser y tiempo por
Heidegger, quien, sin embargo, no se desdice de lo que afirmó en esta obra
respecto de la ontología universal (1978: 202). Con todo, esto no impide que
la met-ontología se subordine a la ontología fundamental, como la misma
preposición griega μετά indica. Como la pregunta por el ente en su totalidad
solo puede plantearse después de la elaboración de la pregunta por el ente
en general, la met-ontología viene después de la ontología fundamental y
depende esencialmente de esta: ¿cómo si no se va a obtener un concepto de
mundo o de totalidad sin haber forjado antes el concepto de ser que guía a
priori toda investigación de cada región óntica y, por ende, de la región de
las regiones, el mundo? Esta subordinación de la met-ontología a la ontología fundamental que viene exigida por la constitución de ambas permite,
por otro lado, también distinguirlas entre sí, eso sí dentro de la unidad de
la metafísica u ontología universal. Como en Ser y tiempo se trataba del
planteamiento de la pregunta por el ser, la cuestión del ente en cuanto tal ni
fue tratada de forma explícita, ni tampoco se entró a ponderar el lugar de
la pregunta por el mundo dentro de la ontología universal, lo que explica
por qué Heidegger, al presentar su ontología universal, ofreciese la versión
tradicional del concepto universal, evitando así distorsionar la marcha de
la cuestión fundamental misma, temática de esa obra.
El término metafísica cobra un matiz positivo, como ya había ocurrido
en una lección anterior, al presentar la Seinsfrage como una cuestión propia de la metafísica (Heidegger, 1993b: 7-10) o al hablar de una metafísica
trascendental distinta de la metafísica vulgar, que trata del ente detrás de
lo manifiesto, pero también diversa de la filosofía trascendental kantiana
(1989: 23). Es más, para Heidegger lo que se llama ahora “ciencia trascendental del ser” constituye el concepto científico de metafísica, que hace
equivaler al de filosofía, esto es, al de ciencia trascendental crítica del ser u
ontología. En este pasaje se testimonia bien a las claras que “filosofía”, “on-
tología” y “metafísica” en el sentido que Heidegger los toma son términos
con idéntico significado.
Con el nuevo concepto de metafísica se reformula y se profundiza la noción de ontología universal esbozada en Ser y tiempo sin corregirla. Por ello,
la ontología fundamental en el sentido de la analítica del estar-ahí se había
ocupado de elucidar la posibilidad de la comprensión del ser. La analítica
del estar-ahí como había sido llevada en Ser y tiempo, va a ser retomada con
el fin de mostrar la finitud de la comprensión del ser y del estar-ahí mismo
(Heidegger, 1991: 229). Este es el tema de la nueva metafísica del estar-ahí.
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2.2. ¿Es la “metafísica del Dasein” el nuevo proyecto metafísico de
Heidegger tras Ser y tiempo?
En los últimos años se ha establecido una especie de consenso entre los
exégetas de Heidegger, según el cual después de Ser y tiempo el filósofo se
habrá esforzado en fundar una metafísica de nuevo corte, que él mismo
había bautizado con el nombre de Metaphysik des Daseins, término que
por vez primera se testimonia en su lección de 1927 (1978: 125, 214, 240),
donde dice explícitamente que la “metafísica del Dasein” remite al problema de la trascendencia y con ello al problema del mundo, que es como se
muestra el ente en su totalidad y que es, a su vez, como ya se ha visto, parte
del objeto de la metafísica. Pero es en su libro de 1929 Kant y el problema de
la metafísica donde da a conocer ese término que poco después dejará de
emplear. ¿Compendia esta nueva designación de la metafísica el proyecto
heideggeriano que en esos años completa el de Ser y tiempo?35
35. Esta es la interpretación propuesta por Jean Greisch (1994, nota 34) y que Jaran desarrolla in extenso (2010, especialmente 19 ss., 125-128). Para estos autores la “metafísica del
Dasein” es el título del ideario metafísico que Heidegger profesa en esos años posteriores
a Ser y tiempo. La interpretación de Jaran corre pareja con la idea de que la “metafísica del
Dasein” se corresponde con el proyecto kantiano de una metafísica conforme a la naturaleza humana. Pese a la proximidad de los planteamientos kantiano y heideggeriano, no
En lo que sigue trataré de minar esta opinión para que pueda refulgir
con mayor fuerza el ideario metafísico que Heidegger está revisando y remodelando en esa época tras la publicación de Ser y tiempo, sin modificar,
eso sí, sustancialmente, el proyecto precedente.
Con el término “metafísica del Dasein” Heidegger intenta reordenar la
ontología fundamental y la analítica del estar-ahí sin refundirlas por ello en
una sola, para así poder distinguir su concepción estrictamente ontológica
del estar-ahí y el análisis meramente ontológico de este llevado a cabo en Ser
y tiempo de la antropología física en general y, en especial, de la filosófica
en su versión scheleriana. En efecto, el término “metafísica del Dasein” se
menciona por vez primera en la lección del semestre de verano de 1928 en
Marburgo (1978: 125).36 En esa lección hay dos excursos muy interesantes
sobre Max Scheler en los que las interpretaciones sostenidas sobre este lo
acercan a las propuestas metafísicas que aquí ofrece Heidegger y con ello
lo presentan como un pensador metafísico. En su primero excurso, una
nota necrológica (In memoriam, 1978: 62-64), Heidegger ve la originalidad
de Scheler en su propuesta de un preguntar totalizante. Especial interés
tienen las palabras de Heidegger referidas, sin duda, a la última obra de
Max Scheler, Die Stellung des Menschen im Kosmos. A juicio de Heidegger,
el último Scheler se plantea la pregunta por el hombre y la sitúa dentro de
la filosofía entendida al modo de la teología aristotélica, ya que el hombre
es visto en su relación con Dios, pero con un Dios “débil” (schwach) que no
puede subsistir sin el hombre –esto es cuando menos poco aristotélico–.
Con esta interpretación acertada del teísmo y de la antropología tardíos de
Scheler Heidegger deja entrever el cauce por el que discurrirá el proyecto
metafísico que trata de realizar. Aunque el hombre y Dios son temas de la
metafísica heideggeriana, con el término “metafísica del Dasein” discrepa
ya de Max Scheler, porque Dasein no equivale sin más a Mensch, que, por
otro lado, no está excluido del concepto de Dasein. Más adelante vuelve
Heidegger (1978: 165-168) a hablar sobre Scheler a propósito de la última
conversación que mantuvo con él en diciembre de 1927 y de la que destaca
cuatro puntos de acuerdo. En el último de ellos, que es el que aquí importa,
se afirma que la relación objeto-sujeto, que debe ser reconsiderada y no
tratada en forma de cuestión de teoría del conocimiento –punto segundo–,
es básica para la fundamentación de la metafísica, pero de una metafísica
auténtica (eigentliche Metaphysik).37 Aunque no lo diga Heidegger explícitamente, la expresión Metaphysik des Daseins alude a un ideario metafísico
semejante, pero en el fondo diverso de la metafísica scheleriana, basada en
la antropología filosófica. Por eso no debe sorprender que por esta expresión entienda una “fundamentación de la metafísica” al modo kantiano.
En el término “metafísica del Dasein” se recoge, por un lado, la pregunta
por el hombre que late en la tendencia del tiempo a cultivar la antropología (Heidegger, 1996: 10 ss.) y, por otro, eleva a esta al plano del preguntar
metafísico, ya que la pregunta por el hombre se decanta finalmente en la
pregunta por la comprensión del ser, lo que equivale a fundamentar la
metafísica. Como la elucidación de la comprensión del ser exige preguntar
por el ente en su totalidad, la “metafísica del Dasein” no es sino una versión
más del ideario metafísico de Heidegger y no una nueva metafísica que
reemplace la ontología universal de Ser y tiempo. La expresión misma más
que una circunscripción de la metafísica, se antoja una consigna de combate
contra la tendencia antropolozigante de la época contemporánea, que, por
un lado, subraya la dimensión eminentemente ontológica de lo presentado
en Ser y tiempo, y, por otro, anuncia el contenido, como ahora vamos a ver.
parece nada claro que por de pronto tanto Heidegger como Kant pretendan elaborar una
metafísica natural; además, Heidegger entiende la naturaleza humana de una forma bien
distinta a Kant. Básandose en Kritik der reinen Vernunft B 21-22 Heidegger (1984: 205-206)
interpreta a Kant de modo que este concibe la naturaleza humana como vertida a la idea
de Dios, alma y mundo, pero tal metafísica es rechazada por Kant mismo en su dialéctica.
37. Obsérvese el testimonio más temprano de este término en Gesamtausgabe 24 (1989: 23).
36. Cf. notas XX y XX.
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Es en este contexto de análisis crítico de la obra de Scheler y polémico
a la vez contra la metafísica de este38 donde hay que interpretar el sentido
de la “metafísica del Dasein” y la crítica a la antropología como tendencia
fundamental de la filosofia39 y en consecuencia el rechazo de la llamada
antropología filosófica en cuanto disciplina fundamental de la filosofía, por
nacer de aquella antropología como tendencia fundamental, que está viciada
ab origine.40 Pero, a diferencia de la antropología física, la “metafísica del
Dasein” sí surge de la esencia de la filosofía. Baste recordar que el Dasein
no es exactamente el hombre, como puede verse partiendo de un análisis
del concepto de Dasein según Ser y tiempo y los escritos o anteriores o
inmediatamente posteriores a este. En todos los textos en que se elabora el
concepto de Dasein se observa también la disparidad básica entre la filosofia
o metafísica y la antropología filosófica.41
¿Cómo se relaciona la ontología fundamental con la nueva metafísica
del estar-ahí? Heidegger presenta en Kant y problema de la metafísica una
concepción de metafísica del estar-ahí amplia. Su primer grado o paso es la
ontología fundamental, que se ocupa de la posibilitación de la comprensión
del ser en cuanto radicada en el estar-ahí. Como en Ser y tiempo, la onto-
38. Sobre las relaciones entre Scheler y Heidegger consúltense Otto Pöggeler (1994: 166-203).
Sobre temas más especiales, véase Enrique Muñoz Pérez (2013). En estas monografías no
se trata este asunto especial que nos ocupa, pero sí los textos que aquí comentamos a la luz
de la cuestión concreta del presente estudio.
39. Esto se ve en la lección de semestre de verano de 1929 en Gesamtausgabe 28 (1992b:
10-20), en especial las páginas 14-18, y en la conferencia “Philosophische Anthropologie
und die Metaphysik des Daseins” pronunciada el 24 de enero de 1929 y ahora recogida en
Vorträge. Teil 1, 1915-1932 (2016: 215-251), pero, sobre todo Kant und das Problem der
Metaphysik (1991: 208-218).
40. Sobre la antropología filosófica, véase Heidegger (2016: 223-229). Aquí rechaza la antropología filosófica como núcleo de la filosofía por el límite interno de la misma disciplina
(Heidegger, 1991: 212; 2016: 227). Es decir, la antropología filosófica no se fundamenta a
partir de sí misma, sino a partir de la esencia de la filosofía, esto es, del problema fundamental
de esta, que es la pregunta por el ser. La razón estriba en que el “hombre” es básicamente
comprensión de ser.
logía fundamental incluye aquí también el tratamiento de la cotidianidad
y de la cura así como la elucidación de esta como temporalidad. Lo nuevo
de la ontología fundamental y de la metafísica del estar-ahí es el problema
de la finitud, que podríamos llamar el objeto del segundo paso o grado de
la metafísica del estar-ahí. En esta expresión se reflejan los esfuerzos por
pensar la finitud del estar-ahí. Pero tanto en este escrito como en los subsiguientes, esto es, en la lección del semestre estival de 1928, la del semestre
invernal de 1928-1929, De la esencia del fundamento de 1929 y la lección
del semestre invernal de 1929-1930, son otros los temas sobre los que gravita este incipiente pensar metafísico: fundamento, mundo, trascendencia,
libertad y verdad. Resulta, pues, a todas luces paradójico que el tema de la
finitud, solemnemente anunciado y repetidas veces evocado tanto en su
libro sobre Kant como en los escritos de esos años, apenas merezca sino
breves y fugaces alusiones;42 con que parece poco menos que inconveniente
reducir todo a la finitud y, por tanto, a la metafísica del estar-ahí propuesta
casi de pasada, no obstante la innegable importancia de este tema.
Entre ambas fechas y antes de la conferencia sobre la metafísica de 1929
intercala Heidegger una lección sobre filosofía en la estela directa de Ser y
tiempo, pero en combinación con la cuestión recientemente abordada de la
trascendencia y también con la de la Weltanschauung, ya algo más antigua
en el pensamiento de Heidegger. Aunque Heidegger hable en esta lección
principalmente de filosofía, que hace equivaler, como en Ser y tiempo, a la
ontología, afirmando así una vez más que la filosofía no es sino la elaboración
de la pregunta por el ser (1996a: 217), propone un concepto auténtico de
metafísica en el que se incluirá el problema del ser (Seinsproblem) y el del
41. Véanse las aclaraciones de lo que es el Dasein en la lección del semestre de verano de
1928 sobre Leibniz (Heidegger, 1978: 171-177).
42. En las lecciones dedicadas al idealismo alemán en los semestres siguientes el tema de
la finitud es recurrente como Leitmotiv en los pasos de la elucidación de los principios filosóficos del idealismo en los que precisamente se prima la incondicionalidad (Heidegger,
1997: 52-57), donde se insiste en la finitud del ser mismo. Esto es índice cierto de que la
cuestión de la finitud del Dasein y del Seinsverständnis tiene una gran importancia en esa
fase del pensamiento heideggeriano, a pesar de la escasez de aclaraciones en alguna medida
pormenorizadas del asunto.
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mundo (Weltproblem),43 por lo que se ve claramente que el concepto auténtico
de metafísica y el de filosofía coinciden plenamente.44 Heidegger elabora,
pues, un concepto metafísico auténtico al replantear ambas preguntas. Lo
novedoso de esta lección estriba en la insistencia en el entrelazamiento de
ambas preguntas y en el orden de su exposición, ya que en el artículo de
De la esencia del fundamento se hacía solo mención de ambas cuestiones,
concentrándose la mirada en el problema de la trascendencia y del fundamento. Al final de la lección, tras haber pasado revista a los conceptos de
mundo en la historia de la filosofía –resumiendo, en el fondo, lo dicho en
la contribución al homenaje de Husserl en 1928–, desglosa el contenido
conceptual del problema del mundo en sus elementos: fundamento, libertad,
nada e irrupción de la trascendencia en el ente y ente en su totalidad según
los poderes que gobiernan cada totalidad regional (1996a: 394). A esta síntesis
de lo dicho en su artículo mencionado añade algo importante al señalar
que el problema del mundo solo puede ser acometido una vez esclarecida
la pregunta por el ser (1996a: 394). Este orden ahora determinado, pero
que ya estaba prefigurado en el concepto de met-ontología como ciencia de
lo que viene después de la ontología en forma de conversión al ente en su
totalidad, obedece al hecho de que en la tradición metafísica el problema
del ser es mucho más conocido, por tanto más tratado que el problema
del mundo, pero ambos problemas están mutuamente interconectados y
constituyen en su conjunto la temática de lo que Heidegger da ahora en
llamar filosofía sin más (1996a: 394).
3. La metafísica como preguntar total: la idea de metafísica como
pregunta por el ente en cuanto ente y por el ente en su totalidad
44. Cf. Heidegger (1996a: 391-395). En ese pasaje los problemas de la filosofía son los mismos
que los de la metafísica, expresada ya en la definición de filosofía primera de Aristóteles al
interpretar καθόλου no como “en general”, sino como “en su totalidad”. Cf. Heidegger (1996a:
249): “Metaphysik ist Erkenntnis des Seienden als solchen (ὂν ᾗ ὄν) im Ganzen (καθόλου)”.
No es en la metafísica del estar-ahí sino en la metafísica totalizante o
incluyente donde está encerrada la nueva versión de la ontología universal
presentada en Ser y tiempo. Este proyecto se esboza en los escritos de 1929
y de 1930.
En primer lugar, quiero referirme a una lección de importancia capital
en la obra de Heidegger, la lección del semestre de invierno de 1929-1930
Los conceptos fundamentales de la metafísica: mundo-finitud-soledad, texto
que pertenece a la fase entre el principio metodológico de la ontología
fundamental de 1927-1928 y los pródromos del pensamiento sobre la
historia del ser, en 1936. En esta extensa lección Heidegger teje una serie
de reflexiones generales acerca del concepto de metafísica en Aristóteles
mostrando, a la vez, la estructura ontoteológica de la metafísica aristotélica, que finalmente es rechazada. Sin embargo, Heidegger, en numerosos
pasajes, interpreta su filosofía misma abiertamente como metafísica, pero
sin concretar el significado de este término. Merced a la temática anunciada
en el título de la lección –mundo, finitud y soledad– es, sin embargo, fácil
formarse una idea de la metafisica que aquí se está esbozando. En algunos
pasajes Heidegger nos lega, en fin, una caracterización de la metafísica en
cuanto preguntar totalizante o inclusivo (inbegriffliches Fragen) condensado
en las preguntas por el mundo, la finitud y la individuación (Vereinzelung)
(1983: 37). El carácter totalizante de esta metafísica obedece básicamente
al hecho de que el preguntar metafísico abarca el todo del ente de tal modo
que el mismo que pregunta queda incluido también en la pregunta (1983:
86, 268), extremo este último, por otra parte, ya descrito por Heidegger en
Ser y tiempo al explicar los rasgos característicos del preguntar la cuestión
del ser –de ahí su carácter incluyente o inclusivo– (1977a, § 2). La metafísica
aquí presentada tiene por temática el todo, incluido el hombre, y, por tanto,
el mundo como problema, sin ser por ello una versión, al menos, corregida
de la cosmología como parte de la metaphysica specialis. ¿Queda así relegada
64
65
43. Cf. Heidegger (1996a: 324). Poco antes Heidegger dice que la filosofía se dirige a la vez
al ser y al ente en su totalidad (1996a: 219).
a un segundo plano la pregunta por el ser? ¿Rectifica Heidegger su opinión
y pone el mundo en vez del ser como tema de la metafísica?
Aunque el título de la conferencia ¿Qué es metafísica? de 1929 prometa
una presentación del nuevo concepto de metafísica que está gestando
Heidegger en ese período, desde el comienzo la pregunta sobre la nada
requiere todos sus esfuerzos metafísicos. No obstante, desarrolla esta pregunta en forma de introducción a la metafísica, que ahora se caracteriza,
de una forma más precisa que en la lección, en términos de un preguntar
que va más allá del ente para obtener el ente en cuanto tal y en su totalidad
con vista a la conceptualización de ambos (1976b: 118). De esta forma,
Heidegger resume de una forma más que concisa todos los esfuerzos
anteriores por delimitar el concepto de metafísica propio, así claramente
desgajado del modelo ontoteológico de la metafísica aristotélica y de su
heredera final, la metafísica wolffiana, que se divide en metafísica general
y especial. Ser y mundo, incluido en este el existente humano, pero con
un lugar especial dentro de él por su comprensión del ser mismo, constituyen el objeto unificado de la metafísica heideggeriana, en vez del ente
en cuanto ente y de Dios de la metafísica desde Aristóteles (1996a: 324).
En esta concepción contrapuesta a la “ontoteología” culmina también el
pensamiento sobre la trascendencia, que ya deja de ser entendida como
una trascendencia óntica hacia el ente supremo, en el sentido de una
trascendencia ultramundana, para concebirse ahora cual trascendencia
que supera el ente para dirigirse al mundo como totalidad de los entes,
esto es, al ente en su totalidad (Seiendes im Ganzen). Una vez se instala
uno en este nivel trascendental, se puede llegar a revelar la noción y el
concepto de ser.
Examinemos más atentamente el concepto de “ente en su totalidad”, que
ocupa un lugar preeminente en estas lecciones que ahora consideramos,
pero que es también un tema frecuente en los numerosos tratamientos del
concepto de metafísica. La expresión “en su totalidad” (im Ganzen) traduce
el término aristotélico καθόλου, que Heidegger (1992: 78-90) ha estudiado
atentamente y que traduce por “totalidad” (Ganzheit) en vez de “en general”,
66
como lo entiende Aristóteles.45 Esta totalidad no es una Allheit o conjunto
de todas las entidades individuales (πᾱν), sino una Ganzheit en sentido
del griego ὅλον. De esta manera, el ente en su totalidad se interpreta en
términos de mundo, que viene a ser definido finalmente como la forma
en que se da el ente en su totalidad (Wie des Seienden im Ganzen), o sea, la
manifestación del ente múltiple en sus distintos nexos de ser (“Offenbarkeit
des mannifaltigen Seienden in seinen verschiedenen Seinszusammenhängen”, 1983: 513-514). En esta lección del semestre de invierno de 1929-1930
la cuestión del ente en su totalidad desemboca en la cuestión de la ϕύσις,
que se cifra, a su vez, en el imperar del ente en su totalidad (1983: 28-29),
porque la ϕύσις, que en el sentido en que la toma Heidegger, esto es, en
cuanto ente en su totalidad, no se opone a otros sectores de la realidad; es
más, llega incluso a abrazar lo divino (1983: 39). Este es el segundo sentido
frente al primer sentido de ϕύσις en cuanto opuesta a los entes artificiales
(1983: 46-47) el que alcanza aquí su máxima dilatación y con-tenido. Por
ello la cuestión teológica está lejos de ser excluida de la metafísica, como
tampoco la teología o theiologia dejará de tener cabida en la met-ontología porque en la totalidad de los entes se transparece lo divino como lo
sobrepoderoso y envolvente, pero también como perteneciente al mundo
mismo, al ente en su totalidad.
Al final de la conferencia, a la pregunta por la nada se le asigna un lugar
dentro de la metafísica a la par que a la pregunta por el ser. Ambas confluyen
en la pregunta de la metafísica (leibniziana): ¿por qué el ente en general en
vez de la nada? (1976b: 22).46 A tenor del texto esta pregunta debe emanar
necesariamente de las dos preguntas que constituyen la metafísica. Cuál
sea la conexión entre nada, ser y ente en su totalidad es algo que en parte
45. En este pasaje Aristóteles se esfuerza por mostrar la conexión de la expresión aristotélica con la predicación y la sensación y estudia la diferencia entre καθόλου y lo concreto
(καθ᾽ἕκαστον). Por cierto, Zubiri (2007: 162 ss.)también interpreta καθόλου del mismo
modo que Heidegger.
46. Sobre la interpretación que Heidegger hace de Leibniz, véase Neumann (2017: 27-75).
67
ha sido abordado en la conferencia, pero en modo alguno tratado exhaustivamente. Por eso este tema tan inextricable seguirá atareando al proyecto
metafísico y posmetafísico de Heidegger.
A partir del semestre de verano de 1930, cuando Heidegger parece haber
renunciado a la palabra metafísica para denominar su ideario filosófico,
en las lecciones subsiguientes o interpretaciones históricas de Hegel (GA
32),47 Aristóteles (GA 33), Platón (GA 34), Anaximandro y Parménides (GA
35), la pregunta por el ser es ya la pregunta de la filosofía en vez de ser la
pregunta de la metafísica, como ya se ve con mayor claridad en la lección
del semestre de verano de 1933 (2001: 3 ss.), en que el título de metafísica
queda reservado para la filosofía anterior y no ya para la suya propia. La
filosofía de la tradición se interpreta ya en clave de ontoteología, que culmina en la onto-teo-lógica de Hegel (Heidegger, 2001: 75-77).48 A la vez
Heidegger (1998) desbroza en la lección del semestre de verano de 1934 un
nuevo camino con reflexiones sobre la lógica y el lenguaje,49 iniciándose así
a partir del semestre de invierno de 1934-1935 un ciclo de lecciones sobre
Hölderlin que serán prolongadas hasta la quinta década del siglo.
Pese al licenciamiento del término metafísica en la primera mitad de la
década de 1930 para designar la filosofía, vuelve a plantear directamente
el problema de la metafísica en la lección del semestre de verano de 1935
Introducción a la metafísica y lo hace retomando lo que había dicho en su
conferencia ¿Qué es metafísica?, según la cual la metafísica se cifraba en la
pregunta ¿por qué es el ente vez de la nada? En 1935 Heidegger distingue
claramente la metafísica, que pregunta por el ente en cuanto tal, y la filosofía,
que pregunta por el ser en el ejercicio de la diferencia ontológica (1976a:
20 ss.), por lo que abandona pronto la cuestión propuesta para adentrarse
en otros temas como el ser, la historia, el lenguaje. Con esta lección se deja
definitivamente tras de sí la metafísica como ideario filosófico, sin que por
ello desaparezca la temática misma inscrita en la metafísica anteriormente
esbozada, como es la pregunta por el ser (en vez del ente en cuanto ente)
y por el ente en su totalidad, visto ya bajo el concepto griego de ϕύσις, que
reemplaza en esos años el problema del mundo. El ideario metafísico de Heidegger no hace sino clarificarse aún más, al pasar ya a ser un ideario filosófico
sin más, pero los temas permanecen los mismos pese a su transformación.
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47. En esa lección Heidegger describe su ideario metafísico en Ser y tiempo como ontocronía
(Ontochronie) por comprender el ser a partir del tiempo (1997: 144). Con ello no se reescribe
su ideario metafísico; por el contrario, se clarifica aún más.
48. Sobre la ontoteología como estructura pivotal de la filosofía tradicional desde Platón
hasta Hegel y después según la interpretación de Heidegger, véase mi artículo “Metaphysik
als Ontotheologie: Zur Rekonstruktion der Heideggerschen Auffassung der Geschichte der
Philosophie” (2010: 165-182).
49. Véase mi reseña (Uscatescu, 1996: 195-214) a la edición pirata del texto hecha por Víctor
Farías a partir de los apuntes de Helene Weiss.
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1. Necessidade da verdade e interpretação
fenomenológica do ceticismo
pp. 27-105.
De acordo com a analítica existencial de Ser e Tempo, a identidade dos
entes que desfrutam do modo de ser da existência é formada por projeção em possibilidades herdadas. A primazia do possível sobre o efetivo,
explicitamente afirmada por Heidegger (1977: 191), sugere que as demais
categorias modais não possuiriam correspondentes na dimensão existencial.2 Não obstante, não há um impedimento de princípio para conceber
a existência como dotada de outras estruturas modais e que também as
noções de efetividade e necessidade possam ser apresentadas em termos
existenciais. Mais do que uma suposição, pode-se constatar na analítica
existencial de Ser e Tempo a ocorrência de enunciados que expressam um
condicionamento necessário entre estruturas e fenômenos existenciais.3
Heidegger declarou, por exemplo, que “a sintonia (Stimmung), que já abriu
a cada vez o ser-no-mundo como um todo e faz possível pela primeira vez
* Este trabalho recebeu o apoio do CNPq/Brasil.
2. O tema foi explicitamente abordado por Becker (1952), Müller-Lauter (1960) e Mohanty
(1999). Sobre o conceito de dimensão na obra de Heidegger, cf. Andrew Mitchell (2010,
2015: 121-128) e Reis (2018).
3. Neste ponto situa-se o conhecido problema da tensão entre as interpretações transcendental e existencialista de Ser e Tempo. O primado da possibilidade histórica favorece a
leitura existencialista, ao passo que o reconhecimento de estruturas essenciais apoia a leitura
transcendentalista. Uma via intermediária foi apresentada por Wayne Martin (2013), com
base numa semântica exemplarista do termo Dasein, e também por Nate Zuckermann
(2015), com base na noção de generalidade categorial.
72
73
todo dirigir-se para…” (1977: 182). Considerando que as sintonias afetivas
estão referidas à estrutura existencial da Befindlichkeit e que a expressão
“dirigir-se para…” denota a intencionalidade dos comportamentos, seguese que Stimmung e Befindlicheit são necessárias para que seja possível a
intencionalidade.1 Assim sendo, a ocorrência de enunciados flexionados na
modalidade do necessário é um forte indicador da presença da necessidade
no modo da existência.
O problema modal é especialmente visível quando se considera uma
das mais fundamentais relações de condicionamento que é enunciada na
analítica existencial: a verdade em sentido originário –a transcendência
compreensiva do ser-aí para os modos de ser– é condição de toda intencionalidade. Todavia, essa relação de condicionamento é modalizada como
necessária, ou seja, deve-se pressupor a verdade em sentido originário:
Nós devemos pressupor a verdade, ela deve ser como abertu-
apresenta como relevante para elucidar o estatuto modal da pressuposição
da abertura para ser e, hipoteticamente, para uma tematização do significado
existencial de “necessidade”.2
Nas sumárias observações que Heidegger registrou sobre o ceticismo
verifica-se um duplo movimento. O primeiro toma em consideração o
entendimento tradicional do ceticismo como resultante de uma atitude
teórica. Neste registro, é introduzida uma distinção que permite, de um
lado, uma operação de dissolução de pseudoproblemas e, de outro, uma
apropriação construtiva que concebe o ceticismo como integrante de uma
investigação mais ampla. O segundo movimento é uma breve indicação
que aponta para uma acepção não teórica, mas existencial do ceticismo.
Uma interpretação fenomenológica resulta, portanto, numa eliminação das
pressuposições que dão lugar aos problemas que fomentam as refutações do
ceticismo, bem como uma construção que reconhece o cético como alguém
que leva a cabo uma inspeção e, no limite, um modo extremo de existir.
ra do ser-aí, assim como este mesmo deve ser como a cada vez
meu e este. Isto pertence ao essencial estar lançado do ser-aí no
mundo. O ser-aí decidiu alguma vez livremente, e poderá alguma
2. Pseudoproblemas no ceticismo e nas suas refutações
vez decidir, se quer ou não vir à “existência”? “Em si” não se pode
ver de modo algum por que o ente deve ser descoberto, por que
deve ser verdade e ser-aí. A refutação usual do ceticismo, da
negação da verdade ou da cognoscibilidade da “verdade”, fica a
meio caminho. (Heidegger, 1977: 302)
A pressuposição de verdade é necessária, ou seja, não se pode negar
que acontece a compreensão de ser que condiciona os comportamentos
intencionais. A referência ao ceticismo neste contexto é natural, pois uma
possível formulação do ceticismo é precisamente a negação da verdade.
Deste modo, um exame da abordagem fenomenológica do ceticismo se
O ceticismo pode ser compreendido como uma atitude teórica da qual
resulta um conjunto de concepções filosóficas, por exemplo, a negação
da existência ou da cognoscibilidade da verdade. Assim entendido, este
conceito é usualmente reconhecido como um obstáculo fundamental a
ser removido na filosofia da Lógica. De outro lado, a forma moderna do
ceticismo, gerada a partir do problema cartesiano da prova da existência do
mundo externo à mente, é reconhecida por Heidegger no âmbito do assim
chamado “problema da realidade” (1977: 273).3 Diante destas concepções
2. Sobre o problema do ceticismo em Ser e Tempo, cf. Fehér (1998), Minar (1999: 288-293;
2001).
1. Outros enunciados modalizados com operadores de necessidade foram identificados em
Ser e Tempo por Wayne Martin (2013: 102-103).
3. Sobre o ceticismo “cartesiano” e a refutação do idealismo, cf. Richardson (1986: 119),
Stevenson (1993), Frede (1986).
74
75
supostamente fundamentais, a fenomenologia hermenêutica não julga
como filosoficamente apropriado empreender uma refutação. Não se trata
de responder criticamente às negações céticas, mas de identificar e recusar
as suas pressuposições implícitas.
Com a dissolução das pressuposições a questão é resolvida criticamente.
Entre estas pressuposições situa-se, por exemplo, uma noção exclusivamente
proposicional de verdade, uma subjetivação equivocada da noção de intencionalidade (1976a: 83-84), um primado irrestrito da atitude teórica e
da exigência de prova, e uma transgressão categorial na determinação do
ente capaz de conhecimento e verdade. Tais pressuposições dão origem
aos programas de fundamentação da Lógica e da epistemologia, gerando
internamente as variantes do ceticismo como negação da verdade ou da
realidade do mundo exterior.
Algumas destas pressuposições estão presentes no que Heidegger denominou de “refutação usual” do ceticismo, tendo em vista provavelmente
aquela elaborada por Husserl (1968, i, capitulo vii) em suas Investigações
Lógicas. Neste contexto, a refutação do psicologismo é uma tarefa propedêutica para o estabelecimento dos fundamentos da Lógica. Nas variadas
formas de psicologismo Husserl identifica diferentes tipos de relativismo.
Genericamente entendido, o relativismo implica o que pode ser chamado
de “teoria cética”, cuja formulação esquemática resulta na conjunção de três
sentenças: r) não há verdade; s) não há verdade eterna; t) uma proposição
é verdadeira quando é reconhecida como verdadeira. Esta formulação
evidencia a inconsistência da teoria cética, porque ela é a asserção de que
a conjunção (r, s, t) é eternamente verdadeira independentemente de ser
reconhecida como tal. Exibir essa inconsistência é a refutação usual do
ceticismo. A observação de que esta refutação fica a meio caminho é elucidada Heidegger nos seguintes termos:
que isto deve ser assim, onde reside o fundamento ontológico
dessa necessária conexão ontológica entre enunciado e verdade.
Do mesmo modo, permanece totalmente obscuro o modo de
ser da verdade e do sentido do pressupor e de seu fundamento
ontológico no ser-aí mesmo. Além de que se desconhece que,
também quando ninguém julga, verdade já foi pressuposta, na
medida em que em geral o ser-aí é. (Heidegger, 1977: 302)
Em resumo, compreendido como uma atitude teórica –por exemplo,
como a negação da verdade– o ceticismo não precisa ser refutado, mas
desaparece como problema quando suas pressuposições são dissolvidas. A
refutação comum do ceticismo, por outro lado, não apenas partilha destas
mesmas pressuposições, mas é insuficiente como elucidação do complexo
de questões referidas ao fenômeno da verdade.
Aprofundando a operação de eliminação de pseudoproblemas, Heidegger
também levanta a suspeita de que apresentar o ceticismo como negação da
verdade pode ser parte de uma estratégia retórica: “Talvez este ceticismo
seja apenas a construção do oponente, que gostaria de refutá-lo para assegurar-se a si mesmo pelo caminho da refutação” (1976b: 21).
Com a suspeita crítica sobre a apresentação do significado do ceticismo
em termos negativos abre-se uma linha construtiva de entendimento, segundo a qual o ceticismo seria uma atitude teórica investigativa pertencente
a um complexo mais amplo de perguntas:
A questão –o que é verdade?– é certamente a questão fundamental, não no sentido de que ela tenha o problema do ceticismo
como já de antemão eliminado por si mesmo, mas no sentido de
que este problema a ela pertence essencialmente como o conjunto de perguntas pela condição de possibilidade da verdade em
O que ela mostra, numa argumentação formal, é unicamente
geral. (1976b: 22)
que, quando se julga, verdade é pressuposta. É a indicação de que
seu sentido, um descobrir. Nisso permanece sem esclarecer por
Heidegger sustenta, portanto, que o problema do ceticismo integra a questão
da verdade, não em termos negativos, mas como parte do contexto de per-
76
77
“verdade” pertence ao enunciado, e de que o mostrar é, segundo
guntas sobre a condições da verdade em geral. Deste modo, certa legitimidade
é concedida ao ceticismo, na medida em que originado de uma oposição em
parte correta ao absolutismo e dogmatismo do conceito de verdade:
modo da negação da verdade, também não precisa ser refutado.
Na medida em que é e se compreendeu neste ser, ele terá extinguido, no desespero do suicídio, o ser-aí e com isso a verdade. A
verdade não pode ser demonstrada em sua necessidade, porque
Propor verdades eternas segue sendo uma afirmação fantás-
o ser-aí não pode por ele mesmo submeter-se à demonstração.
tica, do mesmo modo como resulta um mal-entendido ingênuo
verdade pode ser “demonstrado”. O cético, se ele facticamente é no
O texto apresenta a negação de dois enunciados modalizados sobre
refutação e demonstração. A negação da possibilidade de refutação do
cético baseia-se no significado existencial de ceticismo. Existir no modo
da negação da verdade é a maneira de ser do cético, que não se define por
sustentar uma opinião, mas por existir projetando-se em uma possibilidade
existencial. Aqui não se trata, portanto, de um ceticismo dóxico derivado de
uma atitude teórica, mas de uma práxis na vida, um ceticismo ontológico
existencial (Fehér, 1998: 8).
Esta maneira de ser consiste na negação da verdade. “Verdade” refere-se
à acepção originária que designa a abertura para ser, isto é, a transcendência
para os modos de ser que constituem a normatividade dos comportamentos
intencionais para com algo. Por sua vez, “negação” não designa uma operação executada sobre o valor de verdade de um enunciado. Assim sendo,
“negação da verdade” não significa sustentar que sejam falsos os seguintes
enunciados: “Existe verdade”, “Verdade é cognoscível”, “Há experiência
intencional”, etc. “Negação” não deve ser entendida como uma operação,
mas sim como privação. Portanto, a negação da verdade significa a ausência
da abertura para ser que possibilita todo comportamento intencional e toda
normatividade. Assim sendo, existir no modo da privação da abertura para
ser é o que caracteriza o cético em sentido ontológico-existencial.
Para compreender porque o cético existencial não pode e não precisa
ser refutado deve-se considerar a noção de refutação. “Refutação” designa
usualmente a apresentação de uma evidencia da falsidade ou inconsistência de um enunciado, opinião ou concepção (ou de suas consequências).
Deste modo, o cético existencial não pode ser refutado, porque, não sendo
dóxico, não é capaz de refutação (ou confirmação) em sentido usual. Con-
78
79
crer que, se somente há verdade enquanto o ser-aí existe, ela foi
entregue ao relativismo e ao ceticismo. Ao contrário, as teorias
do relativismo e do ceticismo surgem de uma oposição em parte
correta contra um dogmatismo e absolutismo equivocado do
conceito de verdade, o qual tem seu fundamento no fato de que
se toma superficialmente o fenômeno da verdade como determinação do sujeito ou do objeto, ou então, quando ambos não
procedem, como algum terceiro reino do sentido. (1976a: 316)
Como atitude teórica, portanto, o ceticismo toma parte na investigação sobre as condições da verdade, originando-se de uma oposição às
determinações da verdade com base nos conceitos de sujeito e objeto ou,
inclusive, com base na postulação de um âmbito não físico nem metal, o
terceiro reino do sentido válido. Observa-se que, neste contexto, o ceticismo
continua sendo compreendido como uma atitude teórica, cuja origem seria
em parte justificada. Não obstante, Heidegger diferencia em Ser e Tempo
um significado de “ceticismo” que não corresponde a uma atitude teórica.
3. Ceticismo ontológico-existencial e a necessidade da verdade
Nem o cético pode ser refutado, nem o ser da verdade pode ser demonstrado.
Assim se pronuncia Heidegger (1977: 302-303) numa passagem muito densa:
Um cético não pode ser refutado, tão pouco como o ser da
tudo, apesar de correto, este não é o sentido mais especifico em que não é
possível nem requerida a refutação do cético existencial.
Em acepção existencial, “refutação” significa evidenciar que uma maneira
de existir é inconsistente, ou seja, que sua específica determinação implica
uma determinação oposta. Portanto, refutar o cético existencial significa
mostrar que, caso ele seja facticamente no modo de ser da negação da
verdade (a privação da abertura ontológica), então ele ainda tem abertura
e intencionalidade, ou seja, não existe no modo da negação da verdade.
Em suma, o ceticismo existencial é refutado existencialmente, porque o
cético, determinando-se em uma maneira de existir, ainda não está privado
de abertura ontológica. No entanto, esta análise implica prima facie que,
ao contrário do que afirma Heidegger, o cético pode ser refutado. Para
resolver essa dificuldade é preciso considerar as razões pelas quais o cético
existencial não precisa ser refutado.
Heidegger ressalta que são requeridas duas condições para que se dê o
caso do cético existencial: 1) se ele é facticamente no modo da negação da
verdade e 2) se ele compreendeu a si mesmo neste ser. A primeira condição
enuncia a característica existencial e não dóxica deste ceticismo. A segunda
introduz uma cláusula adicional, cujo significado baseia-se na acepção
técnica do termo “compreender” no âmbito da analítica existencial. Compreender é projetar-se em possibilidades existenciais. No caso do cético,
projetar-se na possibilidade da negação da verdade, isto é, na ausência da
abertura de ser e da experiência intencional de entes.
Quando estas duas condições estão satisfeitas, então o cético dissolveu de
maneira extrema o ser-aí e a verdade. A abertura para ser e o próprio ser-aí
são levados à extinção no desespero do suicídio.4 Conclui-se, portanto, que
o cético existencial extinguiu a verdade no suicídio. Esta é propriamente a
4. Fehér (1998: 8, note 10) sugere que uma interpretação mais desenvolvida da afirmação
sobre o suicídio poderia iniciar com um exame do conceito de desespero em Kierkegaard.
Heidegger (1994: 439; 1996: 325; 1983: 426; 1999: 175) referiu-se ao suicídio em outras
ocasiões. Contudo, uma análise sistemática do tema do suicídio na obra de Heidegger
excede os limites do presente ensaio.
negação da verdade, mas com isso não resta nenhum existir em algum modo
de ser. Seria preciso refutar o cético como existencialmente inconsistente,
caso ele ainda estivesse em alguma maneira fáctica de existir. Como não há
mais nenhuma maneira fáctica de existir, não é preciso refutá-lo.
A razão pela qual não é preciso refutar o cético revela também porque
ele não pode ser refutado. Trata-se aqui de um sentido mais forte de impossibilidade, distinta daquela que resulta do fato do ceticismo existencial
não ser dóxico. Para que uma maneira fáctica de existir possa ser internamente inconsistente é preciso que ela seja uma maneira de existir, ou seja,
que nela aconteça a projeção em uma possibilidade existencial. Porém,
compreender-se e projetar-se no modo da negação da verdade significa
extinguir no suicídio o ser-aí e toda abertura. Por conseguinte, isto implica
que não há mais nenhuma maneira de existir, o que suprime a condição que
tornaria possível refutar o cético como existencialmente inconsistente. Em
resumo, o cético existencial não está na atitude que possibilita a refutação
em sentido usual, mas tampouco está na dimensão que permite a refutação
em sentido existencial.
A impossibilidade de refutar o cético existencial evidencia que a verdade, a abertura para ser, pode deixar de ser o caso. No suicídio o cético
extingue o ser-aí, evidenciando que verdade não é necessária. Contudo, se
poderia objetar que a verdade é necessária numa outra acepção, na medida em que o suicídio do cético acontece a partir do factum do ser-aí e da
verdade. É pensável, portanto, que o factum do ser-aí seja necessário. Para
lidar com esta objeção, Heidegger correlaciona com o enunciado sobre a
irrefutabilidade do cético um enunciado sobre a indemonstrabilidade do
ser da verdade.
Inicialmente, Heidegger esclarece que a impossibilidade da prova do ser
da verdade equivale a não ser possível provar a necessidade da verdade. A
razão para que não seja demonstrável a necessidade da verdade supõe a
correlação entre verdade, como abertura para ser, e o ser-aí. Provar que a
verdade é necessária significa, assim sendo, provar que o ser-aí é necessário,
no sentido de que o factum do ser-aí não poderia não ter sido o caso. Desta
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81
forma, a demonstração da necessidade da verdade requer a demonstração
de que o ser-aí existe porque deveria existir, isto é, porque algum fator
determinante tornou necessário o acontecer do ser-aí.
Para que esta alternativa seja pensável, no entanto, são requeridas duas
condições: 1) que o ser-aí possa ser posto sob uma demonstração e 2) que
possa ser por si mesmo submetido a tal demonstração. A demonstração em
questão deve resultar na conclusão de que o factum do ser-aí é necessário.
Contudo, a segunda condição exige que esta prova não contenha referência a fatores externos ao ser-aí, por exemplo, considerações sobre uma
legalidade natural ou sobrenatural que teria feito necessária a ocorrência
do ser-aí. Caso sejam pensáveis, estas considerações exigem um ponto de
vista externo ao ser-aí, como, por exemplo, a perspectiva de um absoluto
transcendente ou imanente à natureza. Uma restrição ao acesso filosófico
a essa perspectiva pode ser lida na seguinte passagem:
tornaria pensável a existência necessária do ser-aí. Contudo, tal situação é
excluída por princípio. Com base nestas considerações, a possibilidade de
refutação do cético e de demonstração da necessidade da verdade é negada. No entanto, há uma objeção quase trivial a este resultado, pois ele será
falseado com a simples exibição de uma demonstração de que há verdades
eternas e de uma refutação do cético. Em razão disso, é preciso considerar
a existência factual de tais provas.
4. Verdades eternas e o cético real
Após negar a possibilidade de refutação do cético e de demonstração da
necessidade da verdade, Heidegger (1977: 303) considera outra correlação
de enunciados. Desta feita, são dois enunciados factuais:
Porém, nunca pode ser demonstrado que seja necessário
Assim como não está demonstrado que há “verdades eternas”,
ou eterno um ente do caráter do ser-aí, ou seja, um ente que
também não está demonstrado que alguma vez “houve” um cé-
segundo sua essência existe na verdade. Pode-se acreditar nisso
tico “efetivo” – o que no fundo acreditam, apesar do seu próprio
a partir de fundamentos religiosos ou quaisquer fundamentos
empenho, todas as refutações do ceticismo. Talvez tenha havido
similares, mas não falamos de um conhecimento que, de acordo
mais frequentemente do que imagina as tentativas dialético-for-
com seu sentido demonstrativo, estaria muito distanciado de
mais de tomar de surpresa o “ceticismo”.
ser apropriado para ser um fundamento de um conhecimento
científico. Decidiu alguma vez um ser-aí facticamente existente,
algum de nós enquanto tal pôde decidir livremente por si mesmo
e poderá decidir por si algum ser-aí existente se quer ou não vir
à existência? De modo algum. (Heidegger, 1976a: 316)
O ponto de vista que permitiria provar a necessidade da existência
do ser-aí poderia ser adotado, mas não a partir de supostos filosóficos e
científicos. Por conseguinte, não se pode provar a necessidade da verdade.
É relevante frisar que se fosse dada uma situação em que se pudesse decidir querer entrar na existência, então essa decisão livremente voluntária
82
A menção da expressão “verdades eternas” é uma referência não explicita
à refutação do psicologismo e do ceticismo apresentada por Husserl.5 Referindo-se criticamente à posição de Sigwart, Husserl sustenta que condicionar
a verdade de um enunciado ao seu reconhecimento ou descoberta resulta
numa consequência inaceitável.6 Por exemplo, caso a verdade do juízo que
expressa a fórmula da gravitação seja condicionada pela descoberta feita
5. O ponto foi detalhadamente examinado por Fehér (1998: 12-13).
6. Sigwart respondeu criticamente às objeções de Husserl, caracterizando-as como baseadas
em más-compreensões e implicando falsas consequências. Sobre o tópico exemplificado
83
por Newton, então antes dessa descoberta ele seria falso. Mais exatamente:
haveria uma inconsistência entre este condicionamento e a intenção da
afirmação de tal juízo, pois ela inclui a validade incondicionada no tempo.
Tornar a verdade dependente do reconhecimento implica relativizá-la a
vivências da consciência, que são temporalmente qualificadas e dotadas de
início e fim no tempo. Ao contrário: a verdade é “eterna” ou supratemporal,
afirma Husserl (1968: 127-128).
Diante deste argumento, a objeção de Heidegger baseia-se na análise da
dependência da verdade proposicional em relação à verdade como abertura
do ser-aí. Isto implica a relatividade da verdade ao ser-aí, o que, por certo,
não significa psicologismo ou antropologismo. Ao contrário, antes da sua
descoberta, um juízo não era nem verdadeiro nem falso. Por conseguinte,
para provar a eternidade atemporal da verdade é preciso provar a atemporalidade de sua condição mais fundamental:
Que há “verdades eternas somente será suficientemente
ceticismo são baseadas numa construção. Talvez essa seja a construção de
que retoricamente precisa o oponente do cético.
Naturalmente, avaliar se alguma vez existiu ou não um cético real depende do conceito de ceticismo que se maneja. Neste sentido, há um ponto
filológico conceitualmente esclarecedor relacionado com a afirmação em
questão. Aparentemente a afirmação da falta de uma prova da existência
de um cético é inconsistente com a declaração sobre o cético existencial
que dissolveu a verdade no suicídio. O tema foi detalhadamente examinado
na literatura, que apontou uma correção feita por Heidegger na frase em
questão. Até a 7ª edição de Ser e Tempo, a frase declarava que não estava
provado que nunca (nie) existiu um cético. As edições posteriores trazem
a alteração com a palavra alguma vez (je). Esta não é apenas uma correção
estilística, pois promove uma completa inversão no sentido da frase. Quando se analisa a expressão “não está provado” em termos modais, resulta o
operador “não é necessário”, ou seja, “é possível”.7 As duas versões da frase
seriam as seguintes:
demonstrado quando se conseguir provar que o ser-aí foi e será
por toda a eternidade. Enquanto esta prova faltar, a proposição não deixa de ser uma afirmação fantástica, que não ganha
legitimidade porque os filósofos comumente nela “acreditam”.
(Heidegger, 1977: 300)
Deste modo, assim como falta uma prova da atemporalidade da verdade,
tampouco está disponível uma demonstração da necessidade da verdade.
O enunciado sobre ausência de uma demonstração de que em algum momento existiu um cético real está relacionado com a falta de uma refutação
efetivamente ocorrida do cético. Mais exatamente: se não está provado
que alguma vez existiu um cético efetivo, então as pretensas refutações do
Nunca: Não é necessário que “um cético efetivo nunca existiu” ou é possível
que “um cético efetivo tenha existido”.
Alguma vez:
Não é necessário que “um cético efetivo existiu alguma
vez” ou é possível que “um cético efetivo não tenha existido”.
A solução para a inconsistência originada com a substituição de “nunca”
por “alguma vez” é encontrada quando se entende que a versão “nunca” lida
com o conceito existencial de ceticismo. Neste caso, não estar provado que
nunca existiu um cético existencial significa que é possível que o ceticismo
existencial encontre instâncias nos atos suicidas ao longo da história (Fehér,
1998: 9). Com a mudança para a variante “alguma vez”, Heidegger está usando
o conceito dóxico de ceticismo. Assim sendo, que não tenha sido provado
com as Leis de Newton, Sigwart (1904: 23) declara que hipostasiar proposições ao estatuto
de essências independentes é mitologia.
7. Agradeço a Frank Sautter por essa observação sobre a análise modal de “estar provado que”.
84
85
que alguma vez existiu um cético real significa que não há evidências que
alguém tenha efetivamente sustentado uma teoria cética. Pelo contrário,
paira a suspeita de que esta não seja uma crença do cético, mas sim do seu
oponente, que procura assegura a sua própria doutrina através da refutação
de tal construção. A conjectura final na citação permite ser lida tanto com
o conceito existencial de ceticismo, quanto a partir do entendimento do
ceticismo como integrante da investigação sobre a verdade. Em todo caso, é
plausível supor que não se trata do conceito de ceticismo como uma teoria
que em seus enunciados nega a verdade de enunciados.
Em resumo, Heidegger sustenta que não estão disponíveis demonstrações
de que há verdades atemporais e de que alguma vez existiu um cético real. A
justificação desta negação representa uma resposta importante à estratégia
que tenta falsificar factualmente a declaração sobre a impossibilidade de
refutação do cético e de demonstração da necessidade da verdade. Todavia,
estes resultados não são relevantes apenas para estabelecer uma noção de
apropriada de ceticismo, mas contribuem para a abordagem do problema
do estatuto modal da verdade.
Assim entendido, é consistente que o cético tenha ensinamentos para
oferecer. Uma lição mais geral por ele ensinada relaciona-se com o estatuto
modal da verdade. Com base na relatividade da verdade ao ser-aí, Heidegger
argumentou que não é possível provar a necessidade da verdade: a verdade pode ser extinguida no suicídio e o ser-aí não pode ser posto sob uma
demonstração. Não há, portanto, necessidade incondicional da verdade.
Contudo, uma necessidade interna pode ser identificada no modo de ser
da verdade. Neste caso, trata-se da necessidade que resulta do condicionamento de toda intencionalidade pela abertura para os modos de ser. Se
há normatividade, então a verdade, a abertura para os modos de ser, está
necessariamente pressuposta.
Por outro lado, a relatividade da verdade ao ser-aí não resulta na relativização dos veritadores dos enunciados justificados como verdadeiros.
Ao contrário, tais enunciados promovem um descentramento do ser-aí,
no sentido específico de que as proposições verdadeiras descobrem entes
cujas determinações são independentes do ser-aí. Referindo-se ao exemplo
das Leis de Newton, Heidegger sublinha qual é exatamente o modo de ser
da verdade:
Que as leis de Newton não eram nem verdadeiras nem falsas
5. A modalização da verdade
antes dele não pode significar que o ente que elas mostram no
Heidegger sugere um conceito de ceticismo que não implica uma negação
da verdade de enunciados, conjecturando que uma teoria cética que afirme
a inexistência ou incognoscibilidade da verdade talvez seja uma construção retórica. Visto em outro aspecto, o ceticismo no plano dóxico integra
o complexo de questões sobre as condições da verdade em geral. Além
disso, diferentemente de qualquer atitude teórica, o ceticismo existencial
refere-se a uma forma de projetar-se na possibilidade extrema que extingue
no suicídio o ser-aí e toda verdade. Este cético não pode nem precisa ser
refutado. Referindo-se a Sexto Empírico, Heidegger declara que, “para nós,
céticos são aquele que duvidam apenas para duvidar; verdadeiramente,
porém, eles são os que examinam [die Prüfenden]” (1998: 94).
O modo de ser da verdade não oferece nenhuma necessidade incondicional, mas uma necessidade interna que, no caso específico das verdades
enunciativas, permite o acesso a domínios de entes cuja existência e determinação não são relativas ao ser-aí. Sendo a abertura relativa ao ser-aí,
refratário a toda prova e aniquilável no suicídio, o cético ensina que a
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87
seu descobrir não tenha sido antes. Essas leis se tornaram verdadeiras por meio de Newton; com elas o ente se tornou acessível
em si mesmo para o ser-aí. Com o estar descoberto do ente, este
se mostra precisamente como o ente que já era antes. Descobrir
assim é o modo de ser da “verdade”. (1977: 300)
necessidade da verdade é condicionada. No entanto, suas lições também
se estendem para a dimensão modal da existência em geral.
6. Necessidade existencial
Oskar Becker (1952: 72-74) examinou os aspectos em que se pode
encontrar um elemento modal de necessidade no modo de ser da existência. Baseando-se na distinção feita por Aristóteles, Becker descreve o
necessário como sendo o compulsório, a força obrigante (die zwingende
Gewalt). Segundo esta acepção, a necessidade existencial localiza-se na
facticidade do ser-aí, dado que as possibilidades em que alguém se projeta
estão limitadas por uma situação fáctica em que está lançado. No entanto, a
situação enquanto tal é contingente, pois poderia ser outra qualquer. Dado
que a opacidade derivada do estar lançado impede que se possa encontrar
alguma legalidade explicativa do encontrar-se em uma situação específica,
então esta é uma necessidade impura.
Essa mesma determinação modal também está presente na abertura
para os modos de ser. Há uma força obrigante que opera na limitação da
compreensão de ser que desvela os modos de ser, na medida em que ela
está facticamente situada. Isso significa que a normatividade ontológica
proporcionada pelos modos de ser é sempre situada, o que implica, certamente, uma limitação. Contudo, essa força constrangedora da facticidade
da abertura para os modos de ser é relativa ao ser-aí, o qual, por sua vez,
não pode ser demonstrado como necessário. Trata-se, portanto, de uma
necessidade existencial condicionada, na medida em que, mesmo sendo
limitadora da compreensão de ser e da normatividade ontológica, ela é
contingente.
Entretanto, o cético existencial guarda uma derradeira lição sobre a
necessidade existencial. Como foi visto antes, o ser-aí não pode ser provado
como necessário, porque não decidiu chegar à existência. Contudo, o ser-aí
e a verdade podem ser levados até a extinção no desespero do suicídio. A
88
dissolução suicida da verdade aparentemente revela uma assimetria no
constrangimento da existência, pois, diferentemente do chegar à existência,
talvez a extinção da verdade e do ser-aí possa ser decidida. No entanto, o
ceticismo existencial revela a continuidade da necessidade existencial, mesmo
com o aniquilamento da existência. A rigor, esse contínuo do necessário
na existência precisa ser compreendido com uma acepção diferente de
“necessidade existencial”.
O ponto decisivo neste contexto é a interpretação do suicídio como
fenômeno existencial. De acordo com a analítica existencial, entes que
desfrutam do modo de ser da existência são determinados por possibilidades existenciais e a sua individuação é uma tarefa a ser cumprida. Neste
marco teórico, o suicídio é interpretado como sendo a forma extrema de
realização da tarefa essencial da existência:
O ser é para esse ente propriamente tarefa e possibilidade, e
isso essencialmente; o ser-aí não pode se esquivar dessa tarefa
e dessa possibilidade enquanto existe, mas precisa sempre e a
cada vez, de um modo ou de outro, levar a termo essa tarefa. O
suicídio é apenas uma forma extrema na qual a tarefa essencial
da existência do ser-aí pode chegar a resolver-se. (1996: 325)
Ainda que de maneira extrema, o suicídio continua sendo uma forma de
realização da existência, ou seja, de levar a termo a tarefa de determinar-se
de um modo ou de outro, preservando a situação fáctica de possibilidades
herdadas a partir da qual efetiva-se a projeção na dissolução do ser-aí e da
verdade. Há, no entanto, algo mais que se revela no fenômeno existencial
do suicídio. Com ele evidencia-se uma ambiguidade que mostra a presença
integral de uma necessidade interna ao existir. O ponto é enunciado no
Curso sobre o hino “O Reno”:
Com efeito, pensamos sermos nós quem dirige inteiramente
o nosso ser e dele dispõe. Em certo sentido isso é verdadeiro,
89
mas em certo sentido também é não verdadeiro, visto que nem
entregamos a nós mesmos este ser (Seyn), nem podemos nos
apresenta-se como o que simplesmente acontece e não pode acontecer de
modo diferente enquanto o ser-aí continuar existindo.
tirar deste seer; e mesmo no suicídio mais livre, se é que se pode
saber o que aí deve significar livre, bem podemos nós próprios
tirar o seer, mas nunca podemos tomar a nós e, por assim dizer,
Conclusão
livrarmo-nos do seer, porque com a devastação do seer devastamo-nos a nós próprios, de modo que passa a faltar aquele que,
agora, poderia “ser” (!) livre do seu seer. Precisamente aqui é que
se mostra a singular relação do homem, enquanto um ente, com
o ser deste ente. (1999: 175)
O suicídio é uma evidência de que se pode tirar o próprio modo de
ser (a existência, o ser-aí, a verdade). No entanto, visto sob outro aspecto,
continua havendo uma limitação interna ao poder-ser existencial. Não se
trata, note-se bem, de uma negação da liberdade que supostamente estaria
presente na consecução do suicídio. O limite refere-se à impossibilidade
de tomar a si mesmo, extinguir o próprio ser-aí e a verdade, e ainda continuar sendo sem este modo de ser. Não há, portanto, uma assimetria do
necessário na existência, pois a falta da autoria é contínua desde a entrega
até a retirada do próprio modo de ser.
A lição que permanece da inspeção derradeira do cético, que dissolve o
ser-aí e a verdade no desespero do suicídio, é que na dimensão da existência, mesmo sendo determinada como poder-ser, a necessidade é contínua.
Entretanto, este fenômeno modal é capturado mais propriamente com o
terceiro significado de “necessário” analisado por Becker. O necessário, neste
caso, é o indubitável, o inequívoco, o inquestionável: o que simplesmente
acontece porque deve acontecer e não pode acontecer de maneira diferente
(Becker, 1952: 72).8 A verdade, a abertura do ser-aí para os modos de ser,
O exame de algumas declarações de Heidegger sobre o ceticismo permite
extrair dois resultados gerais. De um lado, a interpretação fenomenológica
dissolve as premissas que tornam possível o ceticismo (entendido como
uma concepção teórica que nega a verdade e sua cognoscibilidade) e os
seus antagonistas. De outro lado, a noção positiva de ceticismo resultante
da construção fenomenológica fornece indicações relevantes para identificar um fenômeno modal de necessidade existencial. A diferença entre
os conceitos dóxico e existencial de ceticismo, bem como as razões que
sustentam a declaração de que o cético não pode ser refutado e a necessidade da verdade não pode ser provada, apontam para um conjunto de
aspectos de natureza modal. Estes aspectos foram caracterizados com base
na análise do conceito de necessidade feito por Oskar Becker. Inicialmente,
a abertura para os modos de ser apresenta-se como necessária, no sentido
de que os modos de ser são constituintes e determinantes de toda normatividade intencional. Trata-se do necessário como o indispensável que
é requerido para os comportamentos intencionais. Em segundo lugar, a
abertura para os modos de ser é sempre situada facticamente. Neste sentido,
ela apresenta-se como uma força limitante que constrange facticamente
os comportamentos intencionais e suas respectivas normatividades. Vista
sob a perspectiva da abertura que faculta o acesso aos entes tais como
são independentemente do existente humano, a transcendência para
os modos de ser permite uma vinculação aos entes que é limitativa do
poder-ser existencial. Por fim, entendido como o que não pode acontecer
8. Neste caso, porém, Becker identifica o necessário como sendo próprio do domínio
Para-existencial, ou seja, do aspecto natural exterior à existência. O problema é complexo,
porque no suicídio evidencia-se a relação de unidade entre os modos de ser da vida e da
existência.
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91
de maneira diferente, há uma continuidade do necessário na existência,
que se evidencia no fato de que não se pode dar a si mesmo o próprio
modo de ser, mas também não se pode dele retirar-se. Com o cético,
portanto, aprende-se que o campo modal da existência não se esgota no
possível, mas integra também, ao seu modo, um fenômeno complexo de
necessidade existencial.
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93
¿Se contrapone la analítica del Dasein a la antropología
filosófica y a la biología? Una lectura crítica del parágrafo 10
de Ser y tiempo
Enrique Muñoz Pérez
Introducción
Algunas lecturas del pensamiento de Heidegger tienden a obviar apresuradamente la relación entre el programa de Ser y tiempo, la antropología
filosófica y la biología. Tal parece que basta con interpretar correctamente
el parágrafo 10 de la obra principal de Heidegger para dar por terminada la
discusión. En otras palabras, dado que Heidegger sostiene allí que la analítica
del Dasein tiene que ser diferenciada de ciertas disciplinas particulares, el
desarrollo del problema antropológico y biológico a partir de la filosofía
heideggeriana sería un esfuerzo inútil e innecesario.
Será necesario mostrar que los cuestionamientos e investigaciones hechos hasta ahora apuntando hacia el Dasein, sin perjuicio
de su productividad en los respectivos campos de averiguación,
yerran el verdadero problema, el problema filosófico, y que, por
ende, mientras persistan en este error no pueden pretender siquiera estar capacitados para llevar a cabo aquello a que en el fondo
aspiran. La fijación de los límites de la analítica existencial frente
a la antropología, la psicología y la biología se refiere solamente
a la pregunta ontológica fundamental. (Heidegger, 2009: 66-67)
La intención de este artículo es discutir esta interpretación del pensamiento heideggeriano, es decir, la pregunta orientadora es la siguiente: ¿es
95
tan cierto que se contraponen la analítica del Dasein con la antropología
filosófica y la biología? La hipótesis que pretendo sostener al respecto es que
las críticas de Heidegger a la antropología filosófica y a la biología, que se
expresan en el parágrafo 10 de Ser y tiempo, tienen algunas modificaciones
relevantes unos años más tarde, por ejemplo, en la conferencia de 1929,
denominada Antropología filosófica y metafísica del Dasein (GA 80), donde
Heidegger esboza lo que podría llegar a ser una antropología filosófica de
tintes “heideggerianos”. Algo similar ocurre con la biología, la que es leída
filosófica o metafísicamente en la lección Los conceptos fundamentales de la
metafísica: mundo, finitud, soledad (GA 29-30), donde Heidegger discute,
entre otros, el concepto de animalidad con biólogos como Hans Driesch,
Wilhelm Roux y Jakob von Uexküll. En el fondo, lo que quisiera mostrar
es el ejercicio filosófico mismo de Heidegger que vuelve sobre sus planteamientos acerca de la antropología filosófica y la biología, modificando de
manera importante su forma de pensar.
En consecuencia, este artículo se dividirá en tres partes: 1) “El lugar de la
antropología filosófica y la biología al interior de Ser y tiempo”; 2) “El lugar
de la antropología filosófica y la biología en el entorno de Ser y tiempo”, y
3) “Algunas consideraciones finales”.
1. El lugar de la antropología filosófica y de la biología al interior de
Ser y tiempo
no o como una original, pero a la vez compleja, manera de comprender
la condición humana. Sobre esta última manera de entender Ser y tiempo
se pronunció el propio Heidegger explícitamente en desacuerdo. Hay que
recordar aquí que la pregunta por la interpretación antropológica de Ser
y tiempo fue planteada, entre otros, por Richard Wisser en el diálogo con
Martin Heidegger a propósito de su octogésimo cumpleaños.1 Sin embargo, tal parece que este “provechoso malentendido” (Figal, 1999: 660) ha
seguido permaneciendo.
No pretendo insistir en una interpretación antropológica de la mencionada obra de Heidegger, sino que busco esclarecer el rol que ocupa la
antropología y la biología en Ser y tiempo, y bosquejar sus proyecciones en
el entorno de esa obra. Por ello, comenzaré caracterizando a la antropología
como “ambigua”, aunque “con proyección”.
La noción de “antropología” en Ser y tiempo es, sin duda alguna, “ambigua”. Heidegger, por ejemplo, utiliza expresiones como “antropología”,
“antropología filosófica”, “antropología tradicional” e incluso “a priori de una
antropología existencial”. Con los primeros usos, es decir, “antropología” o
“antropología tradicional”, busca Heidegger deslindar, por un lado, metodológicamente la analítica existencial y, por otro, mostrar la insuficiencia
ontológica de caracterizaciones del ser humano como “animal racional”,
“imagen y semejanza de Dios”, “conciencia” o “sujeto”. Este es el objetivo
principal del parágrafo 10 de Ser y tiempo.
Heidegger identifica ya en la definición griega de hombre como ζῷον
λόγον ἔχον la mencionada situación –esto es, sus insuficientes fundamentos
ontológicos–. La antropología tradicional, sostiene él, comporta lo siguiente:
1.1. La insuficiencia de la antropología
La definición del hombre como ζῷον λόγον ἔχον, en el sen-
Desde su publicación en 1927, Ser y tiempo es un texto que ha sido
interpretado desde las más diversas perspectivas. La obra fundamental
de Heidegger ha sido entendida, cuando menos, como una ruptura con la
tradición metafísica occidental –que va, a juicio de Heidegger, de Platón a
Hegel–, como una heterodoxa manera de interpretar la fenomenología de
Husserl, como uno de los impulsos decisivos del pensamiento posmoder-
1. La pregunta por la interpretación antropológica de Ser y tiempo fue planteada, entre
otros, por Richard Wisser en el diálogo con Heidegger a propósito de su 80 cumpleaños
(Wisser, 1970).
96
97
tido de animal rationale. Ahora bien, el modo de ser del ζῷον es
comprendido en este caso como estar-ahí y encontrarse delante.
El λόγον es un acondicionamiento superior, cuyo modo de ser
queda tan oscuro como el del ente así compuesto. (Heidegger,
2009: 70)
Con la noción del “estar-ahí” (Vorhandensein) y del “encontrarse delante” (Vorkommen) se asocia la ontología de la sustancia. Es sabido que para
Heidegger Vorhandenheit es un sinónimo del término latino existentia. Esto
es, el “estar-ahí” (Vorhandensein) describe sencillamente el modo de ser de
las cosas que yacen ante nuestros ojos. El problema para Heidegger es que,
en definitiva, la noción tradicional de existencia como Vorhandenheit iguala
en su explicación al hombre, los animales y los objetos. Por eso mismo el
Dasein “no es ni cosa, ni sustancia ni objeto” (Heidegger, 2009: 69).
Algo similar ocurre con la interpretación teológico-medieval del
hombre. Si bien ella alcanza con el cristianismo una nueva perspectiva,
según Heidegger, la mencionada interpretación es realizada con medios
filosóficos que provienen de la ontología clásica.2 Es por ello que Heidegger
caracteriza los fundamentos de la antropología antiguo-cristiana como ontológicamente insuficientes; esa antropología ha olvidado la pregunta por
el ser del hombre3 y ha comprendido el ser de ese ente como algo “obvio”,
que esta-ahí ante los ojos.
Uno podría suponer entonces que los análisis antes mencionados no
serían extensibles a la filosofía moderna, porque la noción de sujeto sería
el fundamento de esa perspectiva filosófica. Sin embargo, es claro para
Heidegger que, en la filosofía del sujeto que va entre Descartes y Husserl,
yace todavía una dificultad: el estatus ontológico de la subjetividad. De
este modo, uno puede entender todavía la noción de hombre en esta
época bajo una influencia “sustancial”. Esa “influencia sustancial” puede
ser identificada en los esfuerzos modernos por alcanzar una res cogitans.
Pero, todavía más, es evidente para Heidegger (2009: 67) que “toda idea
de «sujeto» –si no está depurada por un previa determinación ontológica fundamental– comporta ontológicamente la posición del subiectum
(ὑποχείμενον) […] No es, pues, un capricho terminológico el que nos
lleva a evitar estos términos [alma, conciencia, espíritu, persona], como
también las expresiones «vida» y «hombre», para designar al ente que
somos nosotros mismos”.
Podría considerarse, a partir de lo expuesto, que Heidegger ha hecho
un conjunto de afirmaciones lapidarias en contra de la antropología. Sin
embargo, uno mismo puede identificar en Ser y tiempo una sorprendente
línea argumentativa que se relaciona con un tratamiento diferente de la
cuestión del hombre: en Ser y tiempo Heidegger reserva un espacio para
una posible “antropología existencial” (existenziale Anthropologie), cuestión a la que nos referiremos más adelante. Antes, me resta presentar el
tratamiento que hace Heidegger de la biología en el parágrafo 10 de Ser
y tiempo.
1.2. La biología también tiene fundamentos insuficientes
2. “(2) El otro hilo conductor para la determinación del ser y de la esencia del hombre es
teológico: καὶ εἷπεν ὁ ϑεός ποιήσωµεν ἄνϑρωπον κατ᾽εικόνα ἡµετέραν καὶ κατ᾽ὁµοίωσιν,
faciamus hominem ad imaginem nostram et similitudinem nostram. La antropología cristiana alcanza, a partir de aquí y con la simultánea recepción de la definición antigua, una
interpretación del ente que llamamos hombre” (Heidegger, 2009: 70).
3. “En el curso de esta historia, ciertos dominios particulares del ser –tales como el ego
cogito de Descartes, el sujeto, el yo, la razón, el espíritu, y la persona– caen bajo la mirada
filosófica y en lo sucesivo orientan primariamente la problemática filosófica; sin embargo,
de acuerdo con la general omisión de la pregunta por el ser, ninguno de esos dominios será
interrogado en lo que respecta a su ser y a la estructura de su ser” (Heidegger, 2009: 43).
98
Heidegger alude a la biología en el parágrafo 10 de Ser y tiempo con el
objetivo de diferenciarse de una “filosofía de la vida” (Lebensphilosophie)
o de una filosofía biológica que no ha pensado los problemas hasta sus
estructuras categoriales o fundamentales.4
4. En la lección de Marburgo Lógica: la pregunta por la verdad del semestre de invierno de
1925-1926, Heidegger toma distancia de la filosofía de la vida. “Dentro de la filosofía actual
99
En el orden de su posible comprensión e interpretación, la
biología como “ciencia de la vida” se funda en la ontología del
Dasein, aunque no exclusivamente en ella. La vida es un modo
peculiar de ser, pero esencialmente solo accesible en el Dasein. La
ontología de la vida se lleva a cabo por la vía de una interpretación
privativa; ella determina lo que debe ser para que pueda haber
algo así como un “mero vivir”. La vida no es un puro estar-ahí
de la antropología, porque ella tiene insuficientes fundamentos ontológicos; b) sin embargo, ya en Ser y tiempo, él menciona la posibilidad de
desarrollar una antropología existencial, y c) en Ser y tiempo, Heidegger
también toma distancia de la biología, en la medida en que ella no puede
determinar la estructura del ser. Con todo, en Ser y tiempo, Heidegger
rescata su aporte científico. Paso de esta forma al siguiente momento de
mi artículo.
ni tampoco es un Dasein. El Dasein, por su parte, nunca puede
ser ontológicamente determinado como vida (ontológicamente
determinada) y, además, otra cosa. (Heidegger, 2009: 71)
En otras palabras, la biología, en cuanto ciencia positiva, no puede
determinar o encontrar la estructura del ser. Un poco más adelante, en el
parágrafo 12, Heidegger (2009: 79) agrega que “la estructura misma no puede
ser explicitada filosóficamente, incluso como un a priori del objeto temático
de la biología, si ella no ha sido previamente comprendida como estructura
del Dasein”. En consecuencia, la biología debe ser entendida a partir de la
ontología fundamental; empero, esto no significa, como veremos, desdeñar
el aporte que ella puede realizar, puesto que, sostiene Heidegger, “no se
ha formulado ningún juicio sobre el trabajo positivo” (71) de la biología.
Hagamos una breve síntesis. Hasta el momento, se puede afirmar lo
siguiente: a) en Ser y tiempo, Heidegger deslinda la analítica del Dasein
2. El lugar de la antropología filosófica y la biología en el entorno de
Ser y tiempo
2.1. Antropología existencial
El tema de la antropología filosófica y de la biología es retomado por
Heidegger en el denominado entorno de Ser y tiempo, esto es, aquel período que va aproximadamente hasta 1932. Como sostuve anteriormente,
Heidegger se refiere con anterioridad en Ser y tiempo a una “antropología
existencial”. Recordaré, entonces, el pasaje correspondiente, para contextualizar mi exposición:
Lo expuesto hasta aquí necesitaría ser completado en muchos
sentidos si se quisiera obtener una elaboración exhaustiva del a
estas advertencias son importantes en la medida en que, como ustedes ya deberían saber,
se ha intentado hacer frente a la llamada filosofía de la vida y se ha tratado de mostrar que
esta filosofía de la vida, como en efecto se ha autodenominado de modo desacertado, es
una filosofía biológica. Esta oposición frente a la filosofía de la vida, que ha arrancado de
Rickert, se basa de entrada en este malentendido de confundir la problemática categorial
de la filosofía en lo referente a la vida con la biológica. A Rickert hay que darle la razón en
tanto que, de facto, la filosofía de la vida, en sus investigaciones y resultados, en el fondo no
ha llegado hasta las estructuras categoriales, pero según su propia tendencia tiene a la vista
tal cosa. Que en realidad ella no se comprenda a sí misma se debe ya a la denominación de
«filosofía de la vida», que en sí misma es una tautología, pues la filosofía no tiene que ver
con otra cosa que con la propia existencia. Es decir, «filosofía de la vida» es algo tan agudo
como «botánica de las plantas»” (Heidegger, 2004: 175-176).
La pregunta que se impone es la siguiente: ¿por qué Heidegger deja un
espacio abierto para una “antropología existencial” en Ser y tiempo? La
respuesta inmediata sería sostener que una posible “antropología existencial” profundizaría algunas investigaciones específicas, que no interesa o
100
101
priori existencial de la antropología filosófica. Pero esa no es la
finalidad de la presente investigación. Su propósito está en la línea
de una ontología fundamental. (Heidegger, 2009: 156)
no sería necesario desarrollar en el marco de una ontología fundamental.5
Siendo esta interpretación correcta, me parece insuficiente. Lo anterior,
porque se restringe únicamente al marco dado por la obra fundamental
de Heidegger, sin apreciar los alcances de una expresión como la de “antropología existencial”.
Por el momento, me parece plausible afirmar que es posible identificar
en el pensamiento de Heidegger, en términos generales, el bosquejo de
una “antropología filosófica”. Ella desarrollaría un rol complementario
con relación al análisis del Dasein. Dichos análisis han sentado las bases
de una descripción de la vida o de la existencia humana; ellos suministran,
también, algo que debería quedar en un segundo plano, según lo entiende
el propio Heidegger en Ser y tiempo,6 es decir: los rasgos fundamentales de
una antropología filosófica, que no se ocupa del ser humano como desde
fuera, como si fuera un ser vivo al que nosotros pudiéramos “fijar” en su
esencia, sino que hace comprensible el ser del hombre a partir del Dasein.7
En otras palabras, si existiera algo así como una antropología de características heideggerianas, ella debiera fundamentarse en el ser del hombre,
cuya base se encuentra en las estructuras del Dasein, más específicamente,
en la comprensión de ser, como lo evidencia la conferencia “Antropología
filosófica y metafísica del Dasein”. Esta es la “proyección” de la antropología,
a la que me refería con anterioridad.
2.2. Lo que sería una antropología filosófica heideggeriana
La mencionada conferencia fue leída por Heidegger el 24 de enero de
1929 en la Sociedad Científica Kant (Kantgesellschaft) en Fráncfort y se
encuentra en el volumen 80.1, denominado Vorträge. Teil 1:1915-1932.8
La conferencia “Antropología filosófica y metafísica del Dasein” me
parece que constituye un interesante puente entre el programa de Ser y
tiempo y del “entorno” (Umkreis) más inmediato de la obra principal de
Heidegger. En dicha conferencia Heidegger profundiza sus conocidas y
radicales críticas contra la antropología filosófica tradicional y enfatiza
una de las ideas que marca el período inmediatamente posterior a Ser y
tiempo, esto es, el surgimiento de la “metafísica del Dasein” (Metaphysik des
Daseins); problemática que no es del todo desconocida, porque también
es identificable en textos como Kant y el problema de la metafísica (1929)
y en la “lección magistral” (Vorlesung) del semestre de verano de 1929,
denominada “El idealismo alemán”.
En lo que sigue, bosquejaré algunos de sus rasgos principales, para
dejar un espacio, posteriormente, para el tratamiento que hace Heidegger
de la biología.
La conferencia de Heidegger tiene como punto de partida un diagnóstico
de la filosofía de su época. Ella es dominada por dos tendencias: una es la
“antropología” y la otra es la “metafísica”. Cito a Heidegger:
Una se presenta como interés en la antropología (pregunta:
qué es el hombre), la otra se hace reconocible como línea para
5. Esta es, por ejemplo, la interpretación de von Herrmann (1987).
6. “La analítica del Dasein así concebida está orientada por entero hacia la tarea de la elaboración de la pregunta por el ser, que le sirve de guía. Con esto se determinan también sus
límites. Ella no puede pretender entregarnos una ontología completa del Dasein, como la
que sin duda debiera elaborarse si se quisiera algo así como una antropología «filosófica»
apoyada sobre bases filosóficamente suficientes. En la perspectiva de una posible antropología o de su fundamentación ontológica, la siguiente interpretación proporciona tan solo
algunos «fragmentos»” (Heidegger, 2009: 41).
7. En este punto sigo la interpretación de Figal (2001: 57).
102
la metafísica (pregunta: qué es el ente como tal y como todo).9
8. Ese volumen está siendo traducido en estos momentos por el destacado especialista en
Heidegger Ángel Xolocotzi Yáñez.
9. “Die eine bekundet sich als Interesse an der Anthropologie (Frage: was der Mensch sei),
die andere verrät sich als Zug zur Metaphysik (Frage: was das Seiende als solches und im
Ganzen sei)” (Heidegger, 2016: 215).
103
“Antropología” y “metafísica”, así lo cree Heidegger, dominan la escena
filosófica a fines de la década de 1920. Por un lado, la “antropología” es,
para él, una importante pero a la vez indeterminada disciplina filosófica.
La “antropología” procura desarrollar una “enseñanza del ser humano”
(Lehre des Menschen) del mismo modo que disciplinas como la psicología, la caracterología o la tipología. Con todo, su problema esencial yace
precisamente en la reducción de toda la discusión filosófica al tema del
hombre o la pregunta por el hombre. Es decir, la filosofía se ve y se evalúa
a través del prisma antropológico. En esta reducción se encuentra, a juicio
de Heidegger, la indeterminación de la antropología.
Por otro lado, la “metafísica” es caracterizada como el sucedáneo de
un antiguo debate filosófico. Tampoco su situación es alentadora. Ella es
entendida por Heidegger sea como una sustitución del decaído poder de
influencia de las iglesias cristianas, sea como una especie de renovación
del sistema del idealismo alemán. No obstante lo anterior, hay que hacer
presente que esta caracterización negativa del término “metafísica” es superada en el desarrollo de la conferencia de Heidegger. A la “metafísica”
de características tradicionales se contrapondrá la “metafísica del Dasein”.
Hecho este diagnóstico de la filosofía de su tiempo, Heidegger plantea
un interesante problema filosófico: esto es, la pregunta por la relación
interna y la unidad radical entre la “antropología” y la “metafísica”. Dicha
pregunta no debe ser respondida superficialmente, sino mostrando el fondo
del problema. Así lo sostiene Heidegger:
Entonces, cuando nosotros hacemos la pregunta por la relación
Para responder el mencionado interrogante Heidegger utiliza sorprendentemente la figura de Max Scheler como compañero de diálogo. ¿Por
qué es ello sorprendente? Porque la relación Heidegger-Scheler pasa, por
lo menos, por tres momentos que son claramente distinguibles (Großheim,
2003): 1) un juicio riguroso de Heidegger contra Scheler; 2) una aproximación gradual entre Heidegger y Scheler, y 3) finalmente, la dedicatoria
de Heidegger a Scheler de Kant y el problema de la metafísica, además del
detallado recuerdo que hace Heidegger de Scheler en su lección magistral
sobre Leibniz, llamada Metaphysische Anfangsgründe der Logik im Ausgang
von Leibniz (semestre de verano de 1928), inmediatamente acaecida la
muerte de Scheler.
La conferencia “Antropología filosófica y metafísica del Dasein” se enmarca, entonces, en el período de mayor cercanía entre ambos filósofos. A
juicio de Heidegger, Scheler tiene la peculiaridad de haber hecho confluir
en su trabajo filosófico la “antropología” y la “metafísica”. Heidegger cita
en su conferencia, por ejemplo, pasajes de Abhandlungen und Aufsätze i
(1915) y de Die Stellung des Menschen im Kosmos (1928). En síntesis, el
mérito de Scheler estriba, a juicio de Heidegger, en que él circunscribe
todos los problemas centrales de la filosofía a la pregunta por el hombre.
Aparentemente, de esa manera se resolvería el problema antes planteado,
esto es, comprender la pregunta metafísica, la pregunta por el “ente como
tal y como totalidad” a partir de la pregunta por el hombre, la pregunta
“¿qué es el hombre?”.
Como es de esperar, estos positivos comentarios de Heidegger sobre
Scheler no son definitivos. Heidegger erige, entonces, la siguiente crítica:
interna y la unidad radical de la antropología y de la metafísica
como tendencia filosófica, luego eso significa que la pregunta no
Los problemas que Scheler trata en la mencionada conferen-
puede ser formulada desde la periferia de esas corrientes, sino
cia, esto es, la esencia del hombre en relación con el animal y las
que a partir del centro de una o incluso del problema filosófico
plantas, asimismo la situación metafísica peculiar del hombre,
fundamental.10
constituyen entonces solo algunos puntos principales de la an-
10. “Denn wenn wir die Frage nach dem inneren Zusammenhang und der wurzelhaften
Einheit von Anthropologie und Metaphysik als philosophische Tendenz zum Thema machen,
dann heißt das: nicht aus der Peripherie dieser Strömungen her die Frage stellen, sondern aus
dem Zentrum eines oder sogar des philosophischen Grundproblems” (Heidegger, 2016: 218).
104
105
tropología filosófica. Cómo ella es construida, desde dónde toma
su punto de partida y es fundada en su totalidad, ello no llega a
ser claro a partir de las presentes publicaciones.11
La radicalización del problema hecha por Heidegger intenta mostrar que,
a pesar de los esfuerzos de Scheler para relacionar la antropología filosófica
y la metafísica, ello es insuficiente: la fundamentación de su argumentación
es poco plausible. Scheler, según Heidegger, no ha discutido el sentido, el
derecho y la necesidad de la pregunta por la esencia del hombre. Con otras
palabras, la pregunta por el hombre puede y deber ser formulada, pero con
limitaciones. Así lo sostiene Heidegger:
Hay una pregunta por la esencia del ser humano, la que en
su origen, punto de partida y tratamiento se encuentra antes de
toda antropología filosófica, porque ella fundamenta la posibilidad interna de la filosofía como tal y con ello de todo preguntar
filosófico –por lo tanto también de una antropología, la que debe
poder ser filosófica–.12
La mencionada pregunta es ni más ni menos que la pregunta fundamental de la metafísica, es decir, “la pregunta por la esencia del Dasein” (“die
Frage nach dem Wesen des Daseins”). Solo esta pregunta puede superar la
indeterminación de la antropología filosófica y hacer seguros sus límites
internos.
11. “Die Probleme, die Scheler in dem genannten Vortrag behandelt: das Wesen des
Menschen im Verhältnis zu Tier und Pflanze, ferner die metaphysische Sonderstellung des
Menschen, machen also nur einige Hauptpunkte der Philosophischen Anthropologie aus.
Wie diese im Ganzen gebaut, angesetzt und begründet ist, das wird aus den vorliegenden
Veröffentlichungen nicht deutlich” (Heidegger, 2016: 221-222).
Curiosamente, en esta conferencia Heidegger no se conforma con desnudar las carencias de la antropología filosófica, como en Ser y tiempo y
Kant y el problema de la metafísica, sino que también expone sus posibles
alcances y límites.
Si uno quisiera desarrollar una antropología, debería circunscribirse a
la perspectiva correcta. Ella no debería ser empírica, sino “filosófica”. Y en
ese sentido, precisa Heidegger: “Antropología filosófica puede significar:
1. Antropología en un modo filosófico; pero también 2. Antropología en
un propósito filosófico”.13
¿Qué implica esta afirmación de Heidegger? Por un lado, quiere discutir
la posibilidad de una antropología filosófica como ontología regional; por
otro, quiere acentuar el extraordinario carácter del ser humano.
La idea de una antropología filosófica como una “ontología regional”
del ser humano emerge a propósito de la discusión del método de una
antropología filosófica en Kant y el problema de la metafísica.14 Ahora,
sostiene Heidegger que esta ontología regional del ser humano es una idea
insuficiente, porque ella en el marco del quehacer filosófico solo sería una
disciplina más, una disciplina cualquiera entre otras.
Sin embargo, “antropología filosófica” puede significar también la pregunta por la esencia del ser humano en un propósito filosófico. En palabras
de Heidegger:
La pregunta por la esencia del ser humano tiene una función
particularmente destacada para la filosofía misma y para la reali-
13. “Philosophische Anthropologie kann heißen: 1. Anthropologie in philosophischer
Weise; sodann aber 2. Anthropologie in philosophischer Absicht” (Heidegger, 2016: 223).
12. “Es gibt eine Frage nach dem Wesen des Menschen, die in ihrer Auslösung, in Ansatz
und Behandlung vor aller philosophischen Anthropologie liegt, weil sie die innere Möglichkeit der Philosophie als solches selbst und damit alles philosophischen Fragens begründet
–also auch eine Anthropologie, die philosophisch soll sein können” (Heidegger, 2016: 222).
14. “Sin duda, una antropología puede llamarse filosófica si su método es filosófico, en el
sentido de una consideración de la esencia del hombre. Esta se pondría diferenciar al ente
que llamamos hombre de la planta, del animal, de las demás regiones del ente, poniendo
de manifiesto la constitución esencial específica de esa región determinada del ente. La
antropología se convierte, pues, en una ontología regional del hombre, coordinada con las
otras ontologías, que se reparten con ella el dominio total del ente” (Heidegger, 1996: 178).
106
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zación de ella misma. El ser humano no es solo un ente entre otros,
sino que él ostenta una posición preferencial, a saber, a partir de
distintos motivos: a) con relación a la meta de la filosofía (ética,
concepción del mundo); b) con relación a su punto de partida,
y c) en consideración del ámbito de su preguntar en general.15
Como se dijo antes, Heidegger subraya el extraordinario carácter del ser
humano, el que no es un ente entre otros, como la piedra, la planta o el animal,
sino que ostenta una posición preferencial. Pero, al mismo tiempo, desnuda
la ambigüedad de la pregunta por el hombre, en el sentido antropológico
tradicional, puesto que ella es, al mismo tiempo, “meta”, “fin” y/o “ámbito”
de la filosofía. En otras palabras, la antropología filosófica no puede erigirse
como centro del quehacer filosófico. Así lo sostiene Heidegger: “Como tal
ella no sirve de ninguna manera como disciplina central de la filosofía”.16
Esta aspiración desmedida de la antropología filosófica tradicional
es consecuencia, a juicio de Heidegger, del “antropologismo”. Por “antropologismo” entiende Heidegger “empirismo” y “subjetivismo”. Con el
“antropologismo” se vincula todo conocimiento empíricamente accesible
acerca del ser humano. Con todo, la situación es mucho más compleja aún,
porque con el “antropologismo” se asocia también un peligroso relativismo,
es decir, el mencionado “subjetivismo”. “Todo es relativizado con relación
al ser humano, la medida de todas las cosas”.17 En otras palabras, el “antro-
15. “Die Frage nach dem Wesen des Menschen hat eine besonders betonte Funktion für
die Philosophie selbst und für die Verwirklichung ihrer selbst. Der Mensch ist nicht nur ein
Seiendes unter anderen, sondern er erhält eine Vorzugsstellung, und zwar aus verschiedenen Motiven: a) mit Bezug auf das Ziel der Philosophie (Ethik, Weltanschauung), b)
im Hinblick auf ihren Ausgang, c) mit Rücksicht auf den Bezirk ihres Fragens überhaupt”
(Heidegger, 2016: 224).
16. “Als solche eignet sie sich in keiner Weise als Zentraldisziplin der Philosophie” (Heidegger, 2016: 225).
pologismo” no desarrolla la pregunta por la esencia de la filosofía,18 porque
todos los problemas son vistos y determinados en relación al sujeto. Por
consiguiente, la tarea de Heidegger es, ahora, clarificar cuál es la pregunta
fundamental de la filosofía y en qué sentido se vincula ella con la pregunta
por la “esencia” (Wesen) del ser humano.
Si esto es así, entonces uno puede preguntarse razonablemente: si la
antropología filosófica no constituye el núcleo de la actividad filosófica,
¿cuál es la disciplina central del filosofar? La respuesta de Heidegger es la
siguiente: “la metafísica del Dasein” (“die Metaphysik des Daseins”). La
mencionada metafísica es, en una primera aproximación, aquel punto en
el que la pregunta por la esencia del hombre y la pregunta metafísica convergen. En esta “metafísica” se tematiza al ente que denominamos Dasein,
pero no bajo las categorías de la antropología filosófica, es decir, no como
“ser humano” (Mensch). Así lo comenta Heidegger: “Dasein –el ente, que
somos nosotros mismos– pero no con el propósito de ser humano”.19
18. “Der Philosophischen Anthropologie gibt die folgende These Recht und Bedeutung:
Alle zentralen philosophischen Probleme lassen sich zurückführen auf die Frage, was der
Mensch sei. Demgegenüber ist kritisch zu fragen: 1. Warum lassen sich die zentralen philosophischen Probleme darauf zurückführen? 2. Lassen sie sich nur darauf zurückführen,
sofern man den Einfall hat, das zu tun, oder müssen sie hierauf zurückgeführt werden?
3.Und wenn sie es müssen, warum müssen sie? Offenbar weil sie dort entsprungen und
zuhause sind. Daher 4.: Inwiefern sind die zentralen philosophischen Probleme in der
Frage, was der Mensch sei, beheimatet? 5.Welches sind die zentralen philosophischen
Probleme; welches ist die Grundfrage der Philosophie? 6. Was ist diese selbst?” (Heidegger,
2016: 227). “La siguiente tesis adquiere derecho y significado a partir de la antropología
filosófica: todos los problemas centrales filosóficos se reducen a la pregunta qué es el ser
humano. Por el contrario, es urgente preguntar: 1. ¿Por qué se dejan reducir los problemas
filosóficos centrales a esto? 2. ¿Se dejan solo reducir a esto, siempre y cuando uno tiene la
ocurrencia de hacerlo o ellos deben por encima de esto ser reducidos? 3. ¿Y si ellos deben
ser reducidos, por qué deben serlo? Por lo visto porque ellos se originaron allí y se sienten
en casa. De ahí 4. ¿Hasta qué punto están establecidos los problemas filosóficos centrales
en la pregunta, qué es el ser humano? 5. ¿Cuáles son los problemas filosóficos centrales?,
¿cuál es la pregunta fundamental de la filosofía? 6. ¿Cuál es esta misma?”.
17. “Alles wird relativiert auf den Menschen, das Maß aller Dinge” (Heidegger, 2016: 226).
19. “Dasein –das Seiende, das wir selbst sind– aber mit Absicht nicht Mensch” (Heidegger,
2016: 218).
108
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Uno puede preguntarse, con razón, por qué Heidegger habla nuevamente
de la antropología. Su tesis es, al respecto, clara: dado que la determinación
esencial del ser humano es la comprensión del ser, entonces la antropología
filosófica tradicional debe ser transformada a partir de esta perspectiva. Es
decir, la antropología filosófica, tal como se ha desarrollado hasta la época
de Heidegger, ha errado sus fundamentos filosóficos. Como se ha dicho con
anterioridad, si uno quisiera desarrollar una antropología filosófica, debería
fundamentarla a partir de la orientación que entrega “la comprensión del
ser”. Esto implica al mismo tiempo que, para Heidegger, la centralidad de la
antropología filosófica en el quehacer filosófico debe ser dejada a un lado.
Por otra parte, la comprensión del ser es también la posibilidad fundamental para el Dasein. Así lo sostiene Heidegger:
Si la comprensión del ser no solo pertenece a la esencia del
hombre [Mensch], sino que se hace patente como aquello, por
mor de cual el hombre [Mensch] es algo más original que el hombre [Mensch]; si el ser hombre del hombre [das Menschsein des
Menschen] se fundamenta en lo que nosotros llamamos el Dasein.20
En otras palabras, si uno pretende reflexionar acerca del hombre o del
“ser humano”, no puede hacerlo “como ser humano”. El concepto Mensch
se muestra para Heidegger insuficiente y menos original que Dasein. Con
la noción de Dasein Heidegger no solo quiere enfatizar la comprensión
del ser como una posibilidad fundamental de dicho ente –que uno conoce
desde Ser y tiempo–, sino que sostiene ahora, en la conferencia “Antropología filosófica y metafísica del Dasein”, que la comprensión del ser no es
un puro saber sobre el ser, sino que ello es en cierto modo “histórico”. Así
lo sostiene Heidegger:
Solo sobre y a partir del fundamento de esa historia original
del Dasein es posible la existencia del ser humano.
Más original que el ser del hombre [Menschsein] es este acontecimiento original del comprender el ser del Dasein, al cual el
ser humano en cuanto existente fáctico es arrojado.21
No es sencillo interpretar el sentido de esta determinación histórica del
Dasein. Un posible criterio de interpretación puede encontrarse en un texto
paralelo a la conferencia “Antropología filosófica y metafísica del Dasein”,
que mucho tiene que ver con la biología, esto es, la “lección magistral”
(Vorlesung) del semestre de invierno Los conceptos fundamentales de la metafísica: mundo, finitud, soledad (1929-1930). Es sabido que allí Heidegger
intenta una nueva aproximación al concepto de mundo. Ese intento toma
la forma de una comparación entre la piedra, el animal y el ser humano. El
hombre es caracterizado por Heidegger como “formador o configurador
de mundo” (“der Mensch als weltbildend”). Con todo, el punto decisivo se
encuentra en la caracterización que hace, en el contexto de la explicación
de la “formación de mundo” (“die Weltbildung”), del “ser humano como
historia” (“der Mensch als Geschichte”). Cito a Heidegger (2007: 432):
El hombre es aquel “no poder permanecer” y sin embargo “no
poder moverse del sitio” […] Arrojado así en el lanzamiento, el
hombre es un tránsito, tránsito como esencia fundamental del
acontecer. El hombre es historia o, mejor, la historia es el hombre.
20. “Wenn das Seinsverständnis nicht nur zum Wesen des Menschen gehört, sondern sich
als dasjenige erweist, in kraft dessen der Mensch etwas Ursprünglicheres ist denn Mensch;
wenn das Menschsein des Menschen in dem gründet, was wir das Dasein nennen” (Heidegger, 2016: 236-237).
21. “Nur auf und aus dem Grunde dieser ursprünglichen Geschichte des Daseins ist Existenz des Menschen möglich. Ursprünglicher als das Menschsein ist dieses Urgeschehen
des Seinsverstehens des Daseins, in das der Mensch als faktisch existierender geworfen
ist” (Heidegger, 2016: 237).
110
111
El “ser humano” (Mensch) se presenta como un modo de ser histórico,
o sea, como un tránsito en dirección del Dasein. Por eso el hombre debe
transformarse o debe cambiar o debe alcanzar el nivel del Dasein, que naturalmente no significa lo mismo que en Ser y tiempo. El Dasein es ahora
un modo de ser advenidero, el Dasein es aquello que podemos ser, a partir
del hombre que nosotros somos. De este modo, el “ser humano” (Mensch)
se constituye en el pensamiento ontológico de Heidegger en un elemento
relevante de su reflexión, que está en camino del “giro” (die Kehre). Este
es percibido como una figura histórica, como una especie de “coagulado”
o de “concentrado” de todo lo que ha se dicho respecto de la noción de
ser humano, como una especie de tradición constituida, lo que pasa a ser
parte del Dasein.
Hasta aquí la cuestión de la antropología. Hagamos nuevamente una
breve síntesis: a) Heidegger menciona la posibilidad de desarrollar una
antropología existencial en Ser y tiempo; b) todavía más, en la conferencia
“Antropología filosófica y metafísica del Dasein”, bosqueja algunos rasgos
de lo que podría ser una antropología, esto es, a su juicio, la pregunta por
el ser humano deber ser formulada a partir de una variante de la ontología
fundamental, esto es, la metafísica del Dasein.
2.3. Una lectura metafísica de la biología
con Ser y tiempo y De la esencia del fundamento, a partir de la consideración
comparativa entre la piedra, el animal y el ser humano. El interés de Heidegger se focaliza en identificar las divergencias esenciales entre estos dos
últimos. Si bien no es fácil establecer, por ejemplo, la diferencia entre el ser
humano y el animal,22 Heidegger establece un criterio orientador: en toda
esta discusión, no hay que perder de vista que el interés último es metafísico.
Tenemos que poder dar información no acerca de cómo
animales y hombres se diferencian en algún aspecto, sino acerca de qué constituye la esencia de la animalidad del animal y la
esencia de la humanidad del hombre […] A su vez, la animalidad
del animal solo podemos determinarla si resulta claro qué es lo
que constituye la vida de lo vivo a diferencia de lo no vivo, que
ni siquiera tiene la posibilidad de morir. Una piedra no puede
estar muerta porque no vive. (Heidegger, 2007: 228)
Sin embargo, para Heidegger (2007: 228-229) este no es todo el problema,
porque también hay, como sostuve, cuestiones de corte metodológico que
deben aclararse: “¿de qué modo puede y debe hacerse accesible la vida de
lo vivo en su esencia? ¿De qué modo se nos ha de hacer accesible la vida,
el ser-animal del animal y el ser-planta de la planta?”. En otras palabras, la
esencia del ser humano o del animal no podrá ser determinada, únicamente,
en laboratorios ni mediante estudios morfológicos o anatómicos, tampoco
mediante consideraciones teleológicas de la vida, sino mediante un esfuerzo
fenomenológico: buscar un acceso original a su respectiva esencia.
De este modo, Heidegger toma la decisión metodológica de esclarecer
la diferencia entre el ser humano y el animal a partir de la segunda tesis
formulada, es decir, a partir de la tesis intermedia: el animal es pobre de
Respecto de la biología en el entorno de Ser y tiempo, quisiera plantear,
en primer lugar, el siguiente problema metodológico, esto es, cómo entender
la relación entre filosofía y biología. Posteriormente, quisiera mostrar un
par de ejemplos, mediante los aportes de Hans Driesch y Jakob von Uexküll
al pensamiento heideggeriano.
Una de las cuestiones preliminares que supone el tratamiento que hace
Heidegger de los estudios biológicos es metodológica: ¿cómo entender la
relación entre biología y filosofía? El contexto de la discusión heideggeriana
está dado por una nueva aproximación a la noción de mundo, en contraste
22. En otro lugar he intentado explicar las principales diferencias entre el ser humano y el
animal en el marco de Los conceptos fundamentales de la metafísica: mundo, finitud, soledad
1929-1930 (Muñoz, 2013).
112
113
mundo. Con ello pretende tener presente las dos tesis adicionales, esto es,
la falta de mundo de la piedra y la configuración de mundo del ser humano.
Heidegger se pregunta, en consecuencia, qué tipo de tesis es “el animal es
pobre de mundo”. Una aproximación desde el entendimiento no especializado
sostendría que la mencionada tesis proviene de la biología y, específicamente,
de la zoología, puesto que es la disciplina biológica que se encarga de estudiar
los animales. Sin embargo, enfatiza Heidegger (2007: 237), es un “enunciado
esencial” o, como sostiene más adelante, el enunciado sobre la carencia del
animal se enmarca en una “interpretación metafísica de la vida” (239). Esto
quiere decir, según Heidegger, que la proposición “el animal es pobre de
mundo” ni procede de la zoología ni puede discutirse independientemente
de la zoología. “La proposición no se basta sin una determinada orientación
con arreglo a la zoología y biología en general, y, pese a todo, la dirección
de su confirmación no la tiene en ellas” (237). En otras palabras, considera
que la tesis “el animal es pobre de mundo” es un enunciado metafísico que
tiene que ser entendido como presupuesto para la zoología, pero que no
tiene un genuino contenido con independencia de la zoología.
¿Qué quiere decir eso? Para esclarecer estos pasajes de la lección de 19291930 es necesario volver al parágrafo parágrafo 3 de Ser y tiempo, donde
Heidegger aborda el tema de los “conceptos fundamentales” (Grundbegriffe).
El contexto de las reflexiones heideggerianas está dado por la utilidad de la
investigación propuesta en la obra fundamental de Heidegger, específicamente la pregunta ¿para qué sirve volver a plantear la pregunta por el ser?
Al respecto, sostiene, preliminarmente, que ser es siempre el ser de un ente
y que el todo del ente puede convertirse en “ámbito del descubrimiento y
delimitación de determinadas regiones esenciales” (Heidegger, 2009: 30);
dichas regiones esenciales, a su vez, pueden ser objeto de las investigaciones científicas específicas. Por ejemplo, la vida, que es una región esencial
para Heidegger, puede ser estudiada particularmente a partir de la noción
de “animal”.
En otras palabras, el término “animal” funciona, en la argumentación
heideggeriana de Los conceptos fundamentales de la metafísica: mundo,
114
soledad, finitud, como un “concepto fundamental” que tiene un carácter
bifronte, esto es, que mira tanto a la metafísica como a la biología. Heidegger
(2009: 31) define, de este modo, el mencionado concepto en Ser y tiempo:
Conceptos fundamentales son aquellas determinaciones en
que la región esencial a la que pertenecen todos los objetos temáticos de una ciencia logra su comprensión preliminar, que servirá
de guía a toda investigación positiva. Estos conceptos reciben,
pues, su genuina justificación y “fundamentación” únicamente
a través de la previa investigación de la región esencial misma.
Probablemente se comprenda mejor ahora que la proposición “el animal
es pobre de mundo”, siendo un enunciado metafísico, no pueda entenderse sino con relación a la zoología y a la biología. Es decir, ciertamente el
preguntar ontológico o metafísico es más originario que el preguntar de
la ciencia que estudia los animales, pero inversamente las investigaciones
científicas sobre el animal ayudan a que el Dasein se autoesclarezca.23 He
ahí la bifrontalidad de los “conceptos fundamentales”.
Hay, entonces, una continuidad en este punto entre la lección de Los conceptos fundamentales de la metafísica: mundo, finitud, soledad y el proyecto
de Ser y tiempo. La metafísica –la ontología fundamental de Ser y tiempo– es
vista precisamente como la base de todas las ciencias particulares y ontologías regionales. Es decir, si bien en la lección de 1929-1930 Heidegger
toma en consideración las ciencias particulares como la biología, lo que
constituye una diferencia con Ser y tiempo, no renuncia al carácter prioritario de la ontología fundamental. El matiz que introduce en la mencionada
lección es que la relación entre filosofía y ciencia tiene que entenderse de
23. “La pregunta por el ser apunta, por consiguiente, a determinar las condiciones a priori
de la posibilidad no solo de las ciencias que investigan el ente en cuanto tal o cual, y que
por ende se mueven ya siempre en una comprensión del ser, sino que ella apunta también
a determinar la condición de posibilidad de las ontologías mismas que anteceden a las
ciencias ónticas y las fundan” (Heidegger, 2009: 32).
115
la siguiente manera: “una produce conceptos fundamentales, la otra aporta
hechos” (Heidegger, 2007: 241). Pero, en el fondo, estas afirmaciones no
contradicen la argumentación de Ser y tiempo. De hecho, afirma sobre la
ciencia en Los conceptos fundamentales de la metafísica: mundo, finitud,
soledad que “la tomamos más bien como una posibilidad existencial de la
existencia humana” (242), es decir, como una de las posibilidades que el
ser humano puede llevar a cabo o no llevar a cabo. De este modo, hay que
leer la pregunta por la esencia del animal, por la esencia del ser humano o
la discusión con los mecanicistas, vitalistas o medioambientalistas desde
una mirada metafísica, en el caso de Los conceptos de la metafísica: mundo,
finitud, soledad.24
Permítanme, brevemente, ejemplificar el aporte de la biología de Hans
Driesch y Jakob von Uexküll al pensamiento heideggeriano en el marco
sobre el esclarecimiento del órgano, el organismo y la animalidad.
Heidegger considera que las investigaciones biológicas de Driesch y
de von Uexküll constituyen dos referentes esenciales de la biología contemporánea. A juicio de Heidegger, la contribución de Driesch radica en
el conocimiento del “carácter de totalidad del organismo” (“Ganzheitcharakters des Organismus”) o también la llamada “idea de totalidad” (“Idee
des Ganzes”). La totalidad significa que “el organismo no es una suma, no
está compuesto de elementos y partes, sino que el hacerse y la construcción
del organismo están guiados en cada uno de sus estadios por su totalidad
misma” (Heidegger, 2007: 316). Sin embargo, Heidegger considera que las
investigaciones de Driesch no valoran lo suficiente la relación del organis-
24. Quisiera enfatizar todavía sobre este punto que cuando Heidegger aborda la discusión
entre vitalistas y mecanicistas no tiene un interés inter o transdisciplinar, es decir, no está
poniendo en el mismo nivel la metafísica que la biología. Como ya se ha dicho, no quiere
hacer filosofía de la biología, aunque, quizá, esboce una reflexión sobre la ciencia natural.
Más bien, él se hace cargo, desde su proyecto trascendental o fundamental, de aquellos elementos de la discusión biológica de su época que puedan mejorar, profundizar o confirmar
sus planteamientos o, si se prefiere con palabras de Heidegger, la más reciente investigación
de la biología de su época tiene que ser leída “con mirada filosófica” (Heidegger, 2007: 243).
Por ejemplo, el concepto de “medio ambiente” en Jakob von Uexküll.
116
mo con el medio ambiente. En otras palabras, si tenemos presente que la
determinación esencial del organismo, según Heidegger, es el perturbamiento o la focalización,25 vemos aquí que, aunque el organismo se toma
como totalidad, sin embargo, se lo toma de tal modo que la relación con el
medio ambiente no queda recogida en la estructura fundamental. Este es,
precisamente, el lugar donde se aprecia el aporte de Jakob von Uexküll: la
significación esencial de la vinculación del animal con su medio ambiente.
Heidegger reconoce, en primer lugar, que la biología de la época ya
utilizaba la noción “ecología” (Ökologie). Como es sabido, la palabra “ecología” viene del término griego οἶκος, “casa”. El significado de la palabra
apunta a la investigación acerca de dónde y de cómo están los animales en
casa y su modo de vida en relación con su medio ambiente. La observación
de Heidegger apunta a la manera en que el darwinismo comprendió esta
idea de medio ambiente en un sentido externo y vinculado a la idea de
adaptación. “En el darwinismo, esta investigación tiene como presupuesto
la opinión fundamentalmente errónea de que el animal está presente, y de
que entonces se adapta a un mundo presente y luego se comporta de modo
correspondiente, y que de él se selecciona lo mejor” (Heidegger, 2007: 318).
El mérito de las investigaciones de von Uexküll radica, según Heidegger, en
superar el darwinismo mediante el establecimiento de las relaciones entre el
“mundo interno” (Innenwelt) y el “medio ambiente” (Umwelt) de los animales,
que no es otra cosa que el “anillo de desinhibición” (Enthemmungsring).
Con todo, Heidegger hace presente también sus diferencias con las
reflexiones de von Uexküll. Si bien las investigaciones biológicas de von
Uexküll son la manera más fructífera que tiene la filosofía para apropiarse,
en aquella época, de la biología dominante, el problema está cuando él
25.“Perturbamiento” es la expresión que utiliza el traductor Alberto Ciria para referirse
al término alemán Benommenheit. Me permito discrepar con la mencionada traducción,
puesto que considero que dicha expresión debiera traducirse como “inmersión” o “focalización” y no como “perturbarmiento” o “atontamiento”, porque sich benehmen apunta al
modo de comportarse del animal que no es atontado o perturbado, sino que “concentrado”
o “inmerso” en un radio de acción determinado.
117
extrapola la misma conceptualidad al ser humano, esto es, se refiere a un
mundo interno y a un medio ambiente del ser humano.
Cierto que Uexküll es precisamente aquel de entre los biólo-
logía. Espero haber presentado suficiente evidencia respecto de cuestiones
como las siguientes:
–
gos que otra vez insiste con todo énfasis en que aquello con lo
cual guarda relación el animal está dado de otro modo para el
–
hombre. Solo que aquí está justamente el lugar donde el problema decisivo yace oculto y de donde tendría que extraerse. Pues
–
La crítica a la antropología y a la biología por su insuficiencia ontológica.
La posibilidad de desarrollar una antropología filosófica fundada en
la metafísica del Dasein.
El aporte de la biología al pensamiento heideggeriano.
no se trata simplemente de una alteridad cualitativa del mundo
Como sostuve al inicio, mi objetivo era discutir la afirmación de Heidegger según la cual la analítica del Dasein, el proyecto de Ser y tiempo en
último término, debía deslindarse de la antropología filosófica y de la bio-
No obstante lo anterior, la presente propuesta investigativa también
ha presentado algunos límites. Evidentemente, es posible comprobar el
interés de Martin Heidegger por dialogar con la biología de su tiempo
(Driesch, Roux y Von Uexküll), pero también se puede constatar algunos
límites del pensamiento heideggeriano sobre la pregunta por el ser humano. Dicho de otra manera, el preguntar por el ser humano y, también,
por el animal decae en el pensamiento de Heidegger con posterioridad
a la lección Los conceptos fundamentales de la metafísica: mundo, finitud,
soledad del semestre de invierno de 1929-1930. La novedosa propuesta
heideggeriana –en comparación con Ser y tiempo– acerca de que “el ser
humano es formador de mundo” (“Der Mensch als weltbildend”), no se
desarrolla significativamente con posterioridad a la mencionada lección.
Concluye, entonces, si se me permite la expresión, la fase “antropológica” del pensamiento de Heidegger que tiene que ver, por un lado, con la
equivocada aunque productiva recepción inicial de Ser y tiempo, y, por
otro, con la discusión que tiene Heidegger con los representantes de la
antropología filosófica.
Las preguntas que me surgieron, en consecuencia, fueron ¿cómo seguir
pensando la pregunta por el ser humano más allá de Heidegger? y, vinculado
con ello, ¿qué actualidad tiene dicho preguntar? A mi juicio, una alternativa
plausible se encuentra en el pensamiento filosófico de Helmuth Plessner,
Arnold Gehlen, Hans Blumenberg o Joachim Fischer. Pero, espero, eso será
tema de un próximo artículo.
118
119
animal frente al mundo del hombre, ni menos aún de diferencias
cuantitativas en cuanto a alcance, profundidad y amplitud; no se
trata de si ni de cómo toma el animal de otro modo lo dado, sino
de si el animal puede percibir en general o no algo en tanto que
algo, algo en tanto que ente. (Heidegger, 2007: 318-319)
La observación crítica de Heidegger a las reflexiones de von Uexküll van
en una dirección conocida: no se trata de establecer diferencias cualitativas
o cuantitativas entre el ser humano y el animal, al modo, por ejemplo, que la
antropología filosófica de Scheler o la zoología proceden, respectivamente.
Se trata de una cuestión más esencial: ¿tiene el animal capacidad de tratar
el ente en cuanto ente? La respuesta es también conocida: si bien el animal
trata con el mundo y trata con los entes del mundo, como cuando el “gato
maula juega con el mísero ratón”, no le es posible al gato comprender dicho
ente en cuanto tal y ahí reside su carencia o pobreza de mundo. Solo el ser
humano tiene esa capacidad.
3. Algunas consideraciones finales
Referencias
Figal, G. (1999), “Martin Heidegger”, en F. Volpi (ed.), Großes Werklexikon
der Philosophie, Stuttgart, Alfred Kröner.
La atestiguación de la existencia propia: Ser y tiempo y la
fenomenología de la conciencia moral
Jean Orejarena Torres
– (2001), “El pensar como tomar un aliento”, Sileno. Variaciones sobre arte y
pensamiento, 11: 53-60.
Grossheim, M. (2003), “Heidegger und die Philosophische Anthropologie”,
en D. Thomä (ed.), Heidegger-Handbuch (Leben-Werk-Wirkung), Stuttgart,
J.B. Metzler, pp. 333-337.
Heidegger, M. (1996), Kant y el problema de la metafísica (trad. M. García
Morente), Ciudad de México, fce.
Introducción
– (2004), Lógica: la pregunta por la verdad (trad. J.A. Ciria), Madrid, Alianza.
En Ser y tiempo, en los primeros dos capítulos de la sección segunda,
Heidegger desarrolla un particular análisis acerca de la posibilidad de la
comprensión del sentido “propio” y “total” de la existencia por parte del
Dasein, centrado en dos ejes fundamentales. Mientras en el capítulo 1 –que
va del parágrafo 46 al 53– examina la estructura del “estar vuelto hacia la
muerte” (Sein zum Tode) en dirección al “ser-total” (Ganzsein) del Dasein,
en el capítulo 2 –que va del parágrafo 54 al 60– el examen recae específicamente sobre el tema de la “conciencia moral” (Gewissen), en dirección
al llamado “poder-ser propio” (eigentliches Seinkönnen) de la existencia.
En vistas de este doble análisis, la intención de Heidegger con el examen
de ambas estructuras apunta, por un lado, a la superación de una particular insuficiencia presentada en la primera sección de la obra, en tanto
que su punto de partida estuvo caracterizado por el carácter “impropio”
o “inauténtico” de la existencia, y, por otro lado, a la exhibición explícita
de las posibilidades que caracterizan a la existencia “propia” o “auténtica”
del Dasein.
Ahora bien, tras un vistazo rápido al propósito temático de esa sección,
no deja de ser sorprendente, a todas luces, la incorporación del concepto
de Gewissen, proveniente de los enfoques propios de la filosofía práctica.
Pero, además de la sorpresa que a primera vista significa la incorporación de dicho concepto, no menos llamativa resulta la asignación de una
– (2007), Los conceptos fundamentales de la metafísica: mundo, finitud, soledad
(trad. J.A. Ciria), Madrid, Alianza.
– (2009), Ser y tiempo (trad. J.E. Rivera), Madrid, Trotta.
– (2016), Vorträge. Teil 1: 1915-1932, en G. Neumann (ed.), Gesamtausgabe,
vol. 80.1, Fráncfort del Meno, Vittorio Klostermann.
Muñoz, E. (2013), “Ser humano, animal y animalidad en Los conceptos fundamentales de la metafísica. Mundo, finitud, soledad 1929-1930 de Martin
Heidegger”, Veritas, 29: 77-96.
Von Herrmann, F.-W. (1987), Hermeneutische Phänomenologie des Daseins,
Fráncfort del Meno, Vittorio Klostermann.
Wisser, R. (ed.) (1970), Martin Heidegger im Gespräch, Múnich, Karl Alber.
120
121
específica función rectora en lo que podría llamarse como el paso de la
impropiedad (Uneigentlichkeit) a la propiedad (Eigentlichkeit), y que tiene
que ver, específicamente, con la posibilidad que Heidegger ve en el ser del
Dasein de comprenderse a sí mismo “en su posible existencia propia” (in
seiner möglichen eigentlichen Existenz). Con todo, tanto la incorporación
de este concepto como el peculiar direccionamiento que Heidegger le da
están condicionados a una serie de consideraciones crítico-productivas
sobre la relación entre la filosofía práctica y el proyecto de Ser y tiempo. Se
trata, entonces, de establecer el ámbito en el que esta relación es posible e
interrogar acerca de los puntos de encuentro entre lo que podría llamarse
la “versión tradicional” de la Gewissen y la particular versión desarrollada
en la obra de 1927.
En el presente texto me propongo examinar, justamente, algunas de las
características más destacadas del análisis heideggeriano de la Gewissen.
Como se verá, la concepción elaborada en Ser y tiempo es fruto del empleo
de una serie de estrategias metódicas en las que algunas nociones elaboradas
en la tradición son incorporadas, en el marco del programa filosófico de
esta obra, a partir de una singular confrontación (Auseinandersetzung) en la
que se hace patente, de diversas formas, un procedimiento de asimilación y
de crítica sistemática. Sin embargo, y a diferencia de lo que podría parecer
a primera vista, no abordaré en esta presentación la confrontación entre
Heidegger y la tradición, en este aspecto puntual. Prefiero, en esta ocasión,
situar esta exposición en un aspecto que bien podría considerarse como
anterior (e indispensable) al panorama confrontativo; se trata básicamente
de la recreación de una serie de condiciones básicas que posibilitan el análisis de la Gewissen en los términos propios en los que lo hace Heidegger.
relación deficitaria general con la filosofía práctica y, de forma particular,
con la ética. Asumida como uno de los puntos más problemáticos de su
pensamiento, esta insuficiencia ha sido vista desde las más variadas perspectivas posibles; en algunos casos –por mencionar solo dos entre muchos
otros– tal relación ha sido vista como la posibilidad abierta para pensar
de manera más originaria lo concerniente a la esfera de la ética; en otros
casos, mucho menos optimistas que el anterior, pero también un poco más
oportunistas, tal insuficiencia ha sido vista como la prueba irrefutable que
viene a mostrar cierta inadecuación moral de Heidegger frente a casos muy
concretos, por ejemplo, su actuación en la rectoría de la Universidad de
Friburgo y su actuación política en relación con el régimen nazi. Tal insuficiencia no ha impedido, en todo caso, que se haya dado en la investigación
especializada, incluso desde los tiempos cercanos a la publicación en 1927
de Ser y tiempo, un interés profuso acerca del papel que desempeñan los
temas morales en su pensamiento, que no ha disminuido su intensidad con
el paso de los años1. Como es de sobra conocido, en Carta sobre el humanismo, de 1946, Heidegger relató que poco después de la aparición de Ser
y tiempo un joven amigo le preguntó: “¿cuándo escribe usted una ética?”.
La desarmante respuesta de Heidegger –como la llamó Franco Volpi (2007:
221)– fue la siguiente: “El deseo de una ética cobra tanto mayor urgencia,
cuánto más aumenta, desmedidamente, la desorientación del hombre”
(1976a: 353). Como se deja ver en este peculiar pasaje, Heidegger siempre
fue reticente a desarrollar sus planteamientos filosóficos en sede ética. En
otros contextos se encuentran afirmaciones del mismo calibre acerca de
la imposibilidad intrínseca de la filosofía a la hora de dar orientaciones
concretas en torno al obrar humano.2
1. La relación entre ética y ontología
Una de las características que más ha llamado la atención, a lo largo de
los años, acerca del pensamiento de Heidegger ha sido su archiconocida
122
1. Para una buena enumeración de los trabajos recientes en torno al lugar de la ética en
Heidegger, véase Rodríguez (2014: 110, nota 4).
2. Véase, en este sentido, “Spiegel-Gespräch mit Martin Heidegger (23. September 1966)”
(Heidegger, 2000: 675-679).
123
Ahora bien, en el caso específico del tema del presente trabajo, es decir,
el análisis de la Gewissen en Ser y tiempo, la discusión posee un trasfondo
desde el que se trata de indagar acerca de las condiciones que hacen posible
tal tratamiento por parte de Heidegger; es decir, se trata de indagar cuál es
su particular relación productiva con determinados elementos provenientes
del contexto de la ética. Lo que sí es claro, a primera vista, es que el abordaje de Heidegger en Ser y tiempo se caracteriza por no adoptar el enfoque
característico y tradicional de la filosofía práctica, de la ética, o de la antropología, entre otras disciplinas. Como ha señalado pertinentemente Ramón
Rodríguez (2018: 40), Ser y tiempo no se propone como tarea, ni siquiera
secundaria, la fundamentación de la moralidad. Su proceder no quiere ni
pretende fundamentar algún modelo de moralidad; tampoco quiere, como
es esperable, adoptar un punto de vista o un enfoque particular acerca de
la moral, proveniente de la tradición. ¿De qué forma procede, entonces, la
caracterización del fenómeno mentado? ¿Bajo qué criterio puede entenderse
que la tematización de la Gewissen plantea algún tipo de relación posible
con la filosofía práctica? ¿Hay, en este tratamiento, una posible apertura a
una nueva manera de concebir aquello que es lo ético?
En lo que sigue, trataré de ofrecer una breve y panorámica exposición
de algunas de las condiciones características del peculiar abordaje heideggeriano del tema de la Gewissen. Estas condiciones sitúan, por una parte,
la función y el propósito del análisis llevado a cabo por Heidegger en los
terrenos propios de la analítica del Dasein que es parte de su ontología
fundamental y, por otra parte, implican que su modo de proceder se da en
el marco metódico de la fenomenología.
De lo anterior se desprende que, si pudiera pensarse el lugar en el que
debe establecerse la relación posible entre la concepción de la Gewissen
desarrollada por Heidegger y por la filosofía práctica, ese lugar apunta a
las virtuales potencialidades que ofrece la llamada ontología fundamental
a la hora de establecer una relación productiva con el contexto propio de la
reflexión por la ética. Hay aquí, me parece, dos escenarios de relación posibles en torno a la ontología fundamental: 1) la relación crítica con lo que
podría llamarse la ética en sentido tradicional (es decir, las imposibilidad
metódica por plantear una relación productiva con la ética como disciplina),
y 2) la relación productiva con lo que podría llamarse, sencillamente, lo
ético (y que tiene que ver con el estudio de la Gewissen, en este momento
particular, tomado como un fenómeno especial que da cuenta del propio
ser del Dasein) sin necesidad de entrar en los terrenos de la ética en sentido
tradicional. No debe olvidarse, en este sentido, que el concepto de Gewissen
ha desempeñado un rol con una importancia considerable en la llamada
filosofía práctica. Ha sido Kant quien ha desarrollado con mayor precisión
y rigurosidad una concepción detallada de la Gewissen, que Heidegger tiene
muy presente en el marco de su propia elaboración. No obstante, como
señala Heidegger a este respecto, en Carta sobre el humanismo, antes de
tratar de determinar de modo más preciso la relación entre “la ontología”
y “la ética” es necesario preguntar qué son en sí mismas dichas “ontología”
y “ética”. La invitación de Heidegger (1976a: 353-354), en este punto, se
dirige a meditar si lo nombrado por ambos nombres (Titeln) sigue siendo
adecuado.
A este respecto, en el célebre parágrafo acerca del método en Ser y tiempo (el 7), Heidegger lleva a cabo una caracterización de la ontología en la
que se trata de destacar que su uso no se corresponde con el uso habitual
que es propio de los enfoques tradicionales. En el inicio de ese parágrafo,
Heidegger destaca que el empleo del término “ontología” responde a una
exigencia muy particular que es propia de la investigación desarrollada
en Ser y tiempo. El argumento empleado en ese punto expresa que con el
uso del término “ontología” no se hace alusión, como es habitual, a alguna
disciplina filosófica determinada ni se trata de responder a las exigencias
de dicha disciplina; en oposición a este enfoque, el término es empleado
con arreglo a la “forma de tratamiento exigida por las «cosas mismas»”
124
125
1.1. Ontología fundamental
(“aus den «Sachen selbst» geforderten Behandlungsart”) y a las “necesidades objetivas de determinadas preguntas” (“sachlichen Notwendigkeiten
bestimmter Fragen”) (1977: 37; 1998: 50). Por lo tanto, no se trata, como
ya se dijo, de responder a las exigencias de alguna disciplina determinada,
“sino al revés” (“sondern umgekehrt”): conforme al “modo de tratamiento”
es posible que pueda configurarse tal vez una disciplina.
Ser y tiempo, como es ampliamente sabido, trata de plantear la “necesidad
de una repetición explicita de la pregunta por el ser” (“Die Notwendigkeit
einer ausdrücklichen Wiederholung der Frage nach dem Sein”) (1977: 3;
1998: 25). Esta repetición explícita de la pregunta que “mantuvo en vilo
la investigación de Platón y Aristóteles” se centra específicamente en el
preguntar como hilo conductor de la investigación, en vez de basarse en
el núcleo filosófico de lo alcanzado por ambos pensadores seminales de la
filosofía occidental y en la manera en que eso alcanzado se mantuvo a lo
largo de la tradición, con “modificaciones” y “retoques”, hasta la Lógica de
Hegel (Heidegger, 1977: 3; 1998: 25). De ello se desprende que la investigación presentada tiene la “necesidad objetiva” (“sachliche Notwendigkeit”)
de plantear el ámbito específico en el que se establece la pregunta, antes de
acoger el procedimiento tradicional con la adopción de la disciplina que
es propia del ámbito temático de la investigación: la ontología, tal como ha
sido desarrollada por la larga tradición posterior a Aristóteles, y su modo
de dirigirse unilateralmente a partir de la investigación acerca del ente. La
ontología fundamental de Ser y tiempo es, como contracara crítica de esta
investigación, el intento de repetición explícita del preguntar por el ser. No
se trata del intento por repetir justamente aquello que derivó y enmudeció
al explícito preguntar. Es por esta razón por la que en su aclaración del significado del término “ontología”, Heidegger (1977: 36; 1998: 50) introduce
la siguiente precisión:
ontología se usa en un sentido formalmente amplio, la vía para
la aclaración de su método siguiendo el curso de su historia se
nos cierra por sí misma.
o a tentativas análogas. Como en esta investigación el término
En el anterior pasaje Heidegger manifiesta su rechazo explícito al empleo
de ontologías históricamente legadas, a la vez que indica que la aclaración
del método propio de dicha “disciplina” se cierra a través de cualquier tipo
de remisión a la historia del propio término. En este rechazo, sin embargo,
vale la pena advertir la presencia implícita de dos elementos decisivos: en
primer lugar, la inadecuación que Heidegger ve entre el “contenido” de su
ontología fundamental y el de la ontología tradicional (sobre este punto
volveremos brevemente más adelante) y, en segundo lugar, la caracterización
del filosofar genuino en relación con su propia historicidad.
Sobre este último punto, el conocido Natorp Bericht, de 1922, presenta
uno de los testimonios más transparentes a este respecto. En su análisis
de las coordenadas que son intrínsecas a toda interpretación filosófica,
Heidegger (2005: 347) plantea el concepto de “horizonte de la mirada”
(Sichtweite) como punto en el que se conjuga un específico “punto de mira”
(Blickstand) y una “dirección de la mirada” (Blickrichtung), y en la que, en
sus propios términos, “se mueve la respectiva pretensión de objetividad de
la interpretación”. Desde el modo con el que Heidegger encara la idea de
la interpretación filosófica, la mentada Objektivitätsanspruch adquiere un
cariz poco usual pero a la vez muy estimulante: lo puntualmente objetivo
en una interpretación no reside en la neutralidad a la hora de no introducir
o proyectar sentido sobre los textos de la tradición (neutralidad que es, al
mismo tiempo, síntoma de una carencia de orientación); en vez de eso, lo
que pretende la llamada clarificación de la “situación hermenéutica” de la
interpretación apunta a la transparencia del “horizonte de la mirada”, esto
es, la clarificación de las condiciones que sostienen todo intento de interpretación: la interpretación es, desde este punto, “apropiación comprensora”
(verstehenden Aneignung) del pasado desde un “presente viviente” (einer
lebendigen Gegenwart) (2005: 347), ella misma debe ser un procedimiento de
126
127
Pero el método de la ontología resulta altamente cuestionable si se quiere recurrir a ontologías históricamente legadas
apropiación, por vía de preguntas genuinas que nacen del contexto problemático fáctico, de una tradición que se renueva siempre de forma reejecutiva.
Por ello, de la clarificación hermenéutica del sentido de la investigación
filosófica se desprende una “convicción fundamental” (Grundüberzeugung):
“la investigación filosófica es, en su carácter de ser [Seinscharakter] […] algo
que jamás puede tomar prestados elementos de otra «época»” (2005: 348).
La investigación filosófica debe ser capaz de tener plena conciencia tanto
de la conceptualidad con la que opera (por ello no puede tomar elementos
de otra época), como de la puesta en claridad del “horizonte de la mirada”
a partir del cual se asegura una adecuada apropiación comprensora del
pasado –apropiación que no puede tener la pretensión de querer arrebatarle a épocas venideras el peso de un cuestionamiento originario, a partir
de una aparente tendencia a la neutralidad–. Llevado esto al plano de la
ontología fundamental, tal sentido de la investigación explica, entre otras
cosas, la preferencia de Heidegger por el corte investigativo centrado en las
“necesidades objetivas de las preguntas” y no tanto por el que es propio de
la ontología tradicional, dependiente de los resultados de la investigación
de la ontología antigua (Platón y Aristóteles).
Esta caracterización de la ontología implica, por lo tanto, un aspecto
diferenciador con el modo de proceder ontológico de la tradición. Sin
embargo, esta caracterización ha intentado esbozar una indicación mínima
acerca de la motivación específica de su originalidad, pero no ha dicho nada
acerca de su contenido temático. Sobre este punto, recientemente se han
expuesto, con un alto grado de detalle, una serie de argumentos que permiten
trazar un mapa diferenciador del contenido de la ontología fundamental, en
contraposición con una comprensión específica de la ontología tradicional,
esbozada esta última en relación con una serie de elementos y tendencias
básicas como su búsqueda del fundamento de lo ente (la causa, el principio),
tal como aparece en la Metafísica de Aristóteles con la figura de la “filosofía
primera” (πρώτη φιλοσοφία). Está bastante lejos de la pretensión de estas
líneas abordar adecuadamente tal panorama conceptual entre la ontología
fundamental y la ontología tradicional, tal como se desprende de los textos
aristotélicos. Por tal motivo, deseo concentrarme en un aspecto específico
que permita ofrecer un panorama, dentro de los márgenes puntuales de
la presente interpretación, del contenido temático del proyecto heideggeriano de estos años. El tema tiene que ver, como indica el nombre de este
subapartado, con el concepto de fenómeno (Phänomen) y con la orientación
metodológica de este concepto al interior de la dirección fenomenológica
que adquiere la ontología fundamental.
Como es sabido, el ya mencionado parágrafo 7 de Ser y tiempo hace una
presentación del método de la investigación ontológica que, en este caso, por
estar regido por la “forma de tratamiento exigida por las «cosas mismas»”
(aus den “Sachen selbst” geforderten Behandlungsart), su expresión más
concreta es la fenomenología. Como en el caso de la noción de ontología, la
pretensión de Heidegger, en este punto, no tiene el propósito de adoptar una
determinada concepción tradicional de la fenomenología, por ejemplo, la
de Edmund Husserl, toda vez que sin esta concepción Heidegger no hubiera
podido llevar a cabo su propio abordaje, como lo muestra el reconocimiento
explícito que hace al autor de las Investigaciones lógicas (Heidegger, 1977:
51-52; 1998: 61). Esto se ve de forma clara cuando, en la aclaración de su
lema “¡A las cosas mismas!” (Zu den Sachen Selbst!), señala que, con esta
máxima de investigación, la fenomenología se distancia de todas aquellas
“construcciones en el aire” (freischwebenden Konstruktionen), de aquellos
“hallazgos fortuitos” (zufällingen Funden), de toda la recepción de conceptos
aparentemente legitimados y de las seudopreguntas (Scheinfragen) que se
propagan como “problemas” a través de generaciones; la fenomenología
no es, “ni podrá serlo jamás, mientras se comprenda a sí misma” (1977: 37;
1998: 51), ni un “punto de vista” (Standpunkt), ni una “dirección” (Richtung)
a la cual adscribirse. Pero también se ve, de una forma implícita y a la vez
muy diciente, con la celebre caracterización del concepto de fenómeno que,
128
129
1.2. El concepto de fenómeno
en su versión más extendida y conocida, es abordada unilateralmente en
la caracterización del φαινόμενον que Heidegger hace en dicho parágrafo.
Según una idea común defendida en ciertos contextos, pero muy poco atinada a la hora de comprender la intención básica expuesta en el parágrafo
7 de Ser y tiempo, la noción de “fenomenología” que defiende Heidegger es
producto de un análisis “etimológico” de los términos griegos φαινόμενον y
λόγος. Visto desde este panorama, se toma ligeramente aquella descripción
que Heidegger hace de ambos conceptos griegos y se los incorpora, sin
más, como la “definición” de la fenomenología. Desde esta perspectiva, se
desconoce que Heidegger incorpora, en el caso específico del análisis del
φαινόμενον, tres “modalidades” de tematización: la modalidad formal, la
vulgar y la fenomenológica.
En un sentido formal, “fenómeno” (Phänomen) significa “lo que se muestra a sí mismo” (das Sich-an-ihm-selbst-zeigene).3 En sentido vulgar, “significa
«manifestación», «apariencia» [Erscheinung], aquello cuya mostración es
parcial.4 En sentido fenomenológico, sin embargo, «fenómeno» no apunta
al sentido vulgar ni al formal”. En discusión con el concepto de fenómeno
en Kant, Heidegger precisa: “lo que en los «fenómenos» [Erscheinungen],
es decir, en el fenómeno entendido en sentido vulgar [dem vulgär verstandenen Phänomen], ya siempre se muestra previa y concomitantemente
(vorgängig und mitgangig), aunque no en forma temática, puede ser llevado
a una mostración temática, y esto-que-así-se-muestra-en-sí-mismo [Sichso-an-ihm-selbst-zeigende] […] son los fenómenos de la fenomenología”
(1977: 42; 1998: 54).
Como ha mostrado con gran precisión Friedrich Wilhelm von Herrmann
(2000: 131-134), en el caso de la comprensión vulgar y la fenomenológica,
se trata, puntualmente, de dos desformalizaciones (Entformalisierungen)
del concepto formal de fenómeno:5 mientras la desformalización vulgar del
concepto formal apunta al ente (y con ello se caracterizan las concepciones
del fenómeno que son básicas de las ciencias derivadas a partir de su carácter óntico), la desformalización fenomenológica apunta, por su parte, al ser
del ente (y cuyo tratamiento es propio de la fenomenología y la filosofía,
a partir de su carácter ontológico). La fenomenología no versa, por tanto,
sobre los “fenómenos”, como lo hace cualquier ciencia derivada, sino sobre
el “aparecer de los fenómenos” (Walton, 1993: 5). Los fenómenos de la
fenomenología no se encuentran disponibles previamente; ella misma es
un modo de ganárselos, de acceder a ellos temáticamente. La fenomenología, en este punto, es, más bien, un modo de investigación, y por tanto
de mostración (Ausweisung) y acreditación (Aufweisung), de aquello que
atemáticamente constituye al ente (al fenómeno): “el ser del ente, su sentido,
sus modificaciones y derivados” (1977: 48; 1998: 58).
2. Sobre el modo de ser del Dasein
3. Para Heidegger, se trata de una forma eminente de comparecencia de algo. En este punto, resalta el carácter automostrante (sichzeigende) del φαίνεσθαι griego: “Los φαινόμενα,
«fenómenos» [Phänomene], son entonces la totalidad de lo que yace a la luz del día o que
puede ser sacado a la luz, lo que alguna vez los griegos identificaron, pura y simplemente,
con τὰ ὄντα (los entes)” (1977: 39; 1998: 51-52).
El anterior apartado ha destacado el carácter específico de la ontología
fundamental, en función de su modo de proceder reejecutivo y desde
el sentido específicamente fenomenológico de su modo de tratamiento.
Para el tema de este trabajo, es decir la comprensión heideggeriana de la
Gewissen, esto tiene consecuencias decisivas que implican, además, una
reconsideración de fondo de la relación tradicional entre ética y ontología.
A primera vista, cabe plantearse este, ya referenciado, “sondern umgekehrt” (Heidegger, 1977: 37; 1998: 50) de la ontología fundamental, en
4. En este punto, Heidegger resalta la posibilidad de que el ente se muestre como lo que él
no es (un ejemplo es el φαινόμενον άγαθόν, un bien que parece tal pero que “en realidad” no
lo es). En esta discusión Heidegger (1977: 40; 1998: 53) tiene en mira, además, al concepto
kantiano de Erscheinung.
5. Una excelente reconstrucción del sentido de estas dos desformalizaciones puede verse
en Vigo (2014: 132 ss.).
130
131
dirección al modo de tratamiento a partir de las necesidades objetivas de
las preguntas. Como ha planteado, a este respecto, Ramón Rodríguez (2014:
117), una consecuencia explícita de esta caracterización tiene que ver con la
“suspensión” metódica de los saberes que “temáticamente versan, de manera
más o menos directa, sobre el hombre en sus diversas facetas”. Como bien
cita Rodríguez, en Ser y tiempo Heidegger menciona la biología, la psicología filosófica, la antropología, la ética, la “política”, la poesía, la biografía,
la historiografía, en cuanto “han indagado, por diferentes caminos y en
proporciones variables, los comportamientos, las facultades, las fuerzas,
las posibilidades y los destinos del Dasein” (1977: 22; 1998: 40). Y es que,
visto desde este plano metodológico, estos diferentes modos de indagación
(ciencias y disciplinas como biología, psicología filosófica, antropología…)
apuntan, desde el análisis del concepto de fenómeno, a un sentido vulgar
de explicación, es decir, se basan en un tipo de desformalización apegada al
ente que se muestra (el Dasein) desde un respecto remisivo que apunta, de
igual forma, a sectores del ente que configuran dichos modos de indagación
(los comportamientos, las facultades, las fuerzas…). Para los propósitos de
la ontología fundamental y su primacía ontológica se sigue que las explicaciones ónticas de las ciencias y disciplinas son suspendidas, pues este tipo
de tratamientos “carecen de la mira ontológica explicita y el material que
ofrecen, por muy valioso que sea, necesita ser interpretado con arreglo a
ella” (Rodríguez, 2014: 117).
Sobre esta “mira ontológica explícita” veremos entonces de qué forma
implica un tipo de interpretación sobre el “tema” que es propio de la ética.
Así como Heidegger (1977: 14; 1998: 33), para ejemplificar el modo de
procedimiento ontológico en relación con las ciencias particulares, expresa que “lo filosóficamente primario no es la teoría de la formación de los
conceptos de la historia, ni la teoría del conocimiento histórico, o la teoría
de la historia como objeto del saber histórico, sino la interpretación del
ente propiamente histórico en función de su historicidad”, de la misma
forma vale para el caso del saber de la ética que lo filosóficamente primario
no es la teoría de la ética sino la interpretación del ente propiamente ético
o, como muestra su lección Die Grundprobleme der Phänomenologie, la
interpretación del fenómeno moral en función de su moralidad.6 El análisis
de la Gewissen funge, en este sentido, como este tipo de interpretación del
Dasein en su moralidad existencial; sin embargo, el signo distintivo de este
análisis es la adopción del método fenomenológico, de lo que se sigue que
1) adopta la “forma de tratamiento exigida por las «cosas mismas»” y no
de las determinadas ciencias particulares con sus explicaciones ónticas, y
2) se trata, antes que todo establecimiento de juicios de valor acerca de la
bondad o la maldad de la existencia, de una mostración y acreditación del
carácter fenoménico de la Gewissen, en su particular función rectora.
132
133
2.1. La analítica del Dasein
Es bastante conocida la sentencia expuesta en la introducción de Ser y
tiempo acerca de que el Dasein es un ente al que “le va en su ser este mismo
ser” (“in seinem Sein um dieses Sein selbst geht”) (1977: 16; 1998: 35). En
otros momentos de la obra de 1927, Heidegger expresa algo que es tomado
como una indicación formal, a saber, que “el Dasein es el ente que soy cada
vez yo mismo; su ser es siempre el mío” (“Dasein ist Seiendes, das je ich
selbst bin, das Sein ist je meines”). Según Heidegger, esta “indicación formal
de las determinaciones fundamentales del Dasein” (“formalen Anzeige der
Grundbestimmtheiten des Daseins”) (1977: 153; 1998: 140) apunta hacia
una estructura ontológica, pero al mismo tiempo contiene una indicación
óntica, aunque rudimentaria, “de que cada vez este ente es un determinado
yo y no otros” (“daβ je ein Ich dieses Seiende ist und nicht Andere”) (1977:
153; 1998: 140). La pregunta que en este sentido se plantea Heidegger es por
el quién del Dasein (“dem Wer des Daseins”). La respuesta a esta pregunta
6. Cf. Heidegger (1976b: 89), en relación con el análisis kantiano acerca del tema de moralidad. Sobre este tema, véase la interpretación inigualable de Rodríguez (2015).
obliga a plantear, no obstante, si el Dasein queda respondido “desde el «yo»
[Ich], el «sujeto» [Subjekt], [o] el «sí» [Selbst]” (1977: 153; 1998: 140).
En la ya mencionada indicación formal se destaca el hecho de que no se
responde con un contenido quiditativo previo en torno al ser, o la “esencia”,
de este ente. Este aspecto, como veremos al final de este trabajo, es decisivo
para la comprensión heideggeriana del modo de ser del Dasein. Ahora bien,
la investigación debe proveer, en primera medida, un adecuado modo de
obtención y aseguramiento de la forma de acceso, el recto acceso (der rechte
Zugangsart), al Dasein. Sobre el ser de este ente vale, en principio, la misma
exigencia metódica que Heidegger (1977: 8; 1998: 29) plantea en torno al
problema del ser, a saber: “no contar un mito”. Acerca del “problema que se
torna plenamente candente [recht brennend]” que implica la obtención del
ser de este ente, Heidegger (1977: 23; 1998: 40) se pronuncia negativamente:
“no se debe aplicar a este ente de un modo dogmático y constructivo una
idea cualquiera de ser y realidad, por muy «obvia» que ella sea; ni se deben
imponer al Dasein, sin previo examen ontológico, «categorías» bosquejadas
a partir de tal idea”.
En consecuencia, con ello, Ser y tiempo desarrolla varias estrategias “preventivas” o, mejor dicho, “prohibitivas”, en consonancia con la articulación
ontológico-fenomenológica que se encuentra en la base de su pretensión
investigativa. Si bien es cierto que la ya mencionada idea de “indicación
formal” se mueve, justamente, en esta coordenada (esto es, como precaución
restrictiva ante la pretensión de leer lo abordado como necesariamente
teorético-objetivo), no menos es cierto que la directriz metódica –es decir,
fenomenológica– se dirige hacia la “mostración” (Aufweisung) de este ente
tal como se da y a la “acreditación” (Ausweisung) de su evidencia, en el
sentido en que se abstiene “de toda determinación inevidente” (1977: 47;
1998: 58). Sobre la “mostración”, la decisión tomada en torno al quién del
Dasein apunta a que este ente “deberá mostrarse tal como es inmediata y
regularmente, en su cotidianidad media” (esto es, el ser del Dasein debe ser
puesto “en” fenómeno); empero, sobre la “acreditación” de dicha mostración,
134
las expresiones prohibitivas son abundantes, a tal punto que no pueden ser
expresadas detalladamente en esta exposición.
Aunque en este trabajo me resulta imposible argumentar por qué
Heidegger expresa que ni el “yo” ni el “sujeto” responden positivamente al
modo de mostración inmediata y regular de ese ente llamado Dasein en la
estructura del estar-en-el-mundo,7 no por ello la “elección” del sí mismo
(Selbst) que se sigue de las opciones comentadas anteriormente se deriva
como una conclusión (deducción) lógica plenamente justificada. Acerca
de este punto, la analítica del Dasein, en su pretensión de prohibición de
toda determinación inevidente, debe tratar de hacer accesible el modo en
que el Selbst es tomado por el quién del Dasein.
2.2. Existencia y facticidad: entre impropiedad y propiedad
Justamente, en este sentido prohibitivo que es propio de las indicaciones
formales, y en el que, a la vez, el proyecto fenomenológico debe acreditar el
modo en que se da el Dasein como Selbst, en el parágrafo 9 de Ser y tiempo
Heidegger establece una indicación del ser de este ente, a partir de dos aspectos: 1) La “esencia” del Dasein consiste en su “tener-que-ser” (Zu-sein),
y 2) el ser (del “tener-que-ser”) que está en cuestión para este ente tiene
el carácter del “ser-cada-vez-mío” (Jemeinigkeit). Sobre 1), la designación
de este “tener-que-ser” que es propio del Dasein, Heidegger arriesga aquí
su muy conocida, pero a la vez muy distorsionada (por ejemplo, por el
existencialismo o la filosofía neorrealista), tesis acerca de que la “esencia”
del Dasein consiste en su existencia (Existenz) (1977: 56; 1998: 68). La nota
7. Vale la pena destacar, a este respecto, la siguiente afirmación de Heidegger (1977: 155;
1998: 141): “La aclaración del estar-en-el-mundo ha mostrado que no «hay» inmediatamente
ni jamás está dado un mero sujeto sin mundo. Y de igual modo, en definitiva, tampoco se
da en forma inmediata un yo aislado sin los otros”.
135
distintiva de esta tesis no es, como ya ha sido lo suficientemente aclarado
a lo largo de los años, que tal Existenz significa algo así como “estar-ahí”
(existentia, Vorhandensein); más bien, con esta Existenz se destaca el carácter eminentemente proyectivo del Dasein, en tanto que en su forma más
propia de estar-en-el-mundo, tal ente está siempre signado a la posibilidad
de un poder-ser (Seinkönnen) que él mismo resuelve (véase, en este punto,
el esclarecedor parágrafo 60 de Ser y tiempo). Sobre 2), la designación de
este “ser-cada-vez-mío” que es propio del “tener-que-ser” implica que en
cada caso (y que remite al conocido je alemán, perteneciente a la Jemeinigkeit) este ser me implica, me caracteriza en su posibilidad, estoy signado
en dicha posibilidad de forma cotidiana (alltäglich). Sobre la aclaración de
estos dos aspectos, inmediatamente a la formulación de estos Heidegger
(1977: 57; 1998: 68) agrega:
trataremos de mostrar) que Heidegger plantea en Ser y tiempo tiene que
ver con la manera muy particular de acreditar el modo de ser de dicho ente
(la existencia) que, en todo caso, no puede ser confundido con el modo
de ser de la Vorhandensein. En el abordaje tradicional de la ontología (y
en las explicaciones ónticas de las ciencias y disciplinas que tematizan aspectos y regiones del ente llamado Dasein) existe la permanente tentación
a emplear “categorías” propias del modo de ser del Vorhandensein (un
procedimiento que está presente, por ejemplo, en la caracterización del
“ser-útil” –Zuhandenheit– como “cosa”). La fenomenología, en su modo
de tratamiento basado en las “cosas mismas”, debe mantener una actitud
crítica y “prohibitiva” que sea capaz de extraer los comportamientos básicos
del modo de ser del Dasein a partir de la característica más propia de su
propio ser: la posibilidad de la existencia.
El ente al que en su ser le va este ser mismo se comporta en
relación con su ser como en relación con su posibilidad más
3. Fenomenología de la conciencia moral
propia. El Dasein es cada vez su posibilidad, y no la “tiene” tan
solo a la manera de una propiedad que estuviera-ahí. Y porque el
Dasein es cada vez esencialmente su posibilidad, este ente puede
en su ser “escogerse”, ganarse a sí mismo, pude perderse, es decir,
o ganarse jamás o solo ganarse “aparentemente”.
En lo que sigue a este pasaje, Heidegger expresa que en el carácter de la
Jemeinigkeit se fundan los modos de ser de la propiedad (Eigentlichkeit) y
la impropiedad (Uneigentlichkeit), en los que el Dasein, en cada caso, puede
“escogerse”, “ganarse a sí mismo”, pero también puede “perderse” de forma
aparente y total. Acerca del dominio fenomenológico sui géneris que es
propio del Dasein, Heidegger (1977: 58; 1998: 68) agrega: “Este ente no
tiene ni tendrá jamás el modo de ser de lo que solamente está-ahí dentro
del mundo. Por eso tampoco puede darse temáticamente en el modo de
la constatación de algo que está-ahí [ein Vorhandenes]”. Por tal motivo, y
como veremos más adelante, una condición básica (un requisito ético, como
136
Sentadas las precedentes consideraciones, el paso que sigue en este
análisis consiste en hacer un repaso general a la forma en la que Heidegger
intenta mostrar la exhibición explícita (la atestiguación –Bezeugung–) de
las posibilidades que caracterizan a la existencia “propia” o “auténtica” del
Dasein. Este intento de exhibición explícita es llevado a cabo a partir de la
inspección de la función rectora que Heidegger le adjudica a la Gewissen,
en lo concerniente a la posibilidad de una conversión8 (o, con el término
propio empleado por Heidegger, Modifikation) del modo de ser de la impropiedad –en la que el Dasein se encuentra perdido en el fenómeno de
la caída (Verfallen) y del uno (Man)– al modo de ser de la propiedad –en
la que el Dasein se resuelve y se gana a sí mismo como un proyecto–. El
8. Véase el capítulo “Konversion statt Reflexion. Eine Grundfigur der Philosophie Martin
Heideggers” en Merker (1989: 215-243). Sobre esta interpretación, cf. también las buenas
indicaciones de Cerezo (1991).
137
tema de la Gewissen se encuentra desarrollado en los parágrafos 54 al 60.
No comentaremos con detalle el contenido de dichos textos. Antes bien,
preferimos establecer una serie de comentarios generales en conexión con
las precedentes consideraciones sobre el modo de tratamiento fenomenológico del Dasein.9
9. Un excelente comentario pormenorizado a ese apartado de Ser y tiempo es el de Vigo
(2015b). Es importante, además, atender a las importantes indicaciones metódicas en el
comentario de Vigo (2015a).
“idea de la interpretación fenomenológica de la tradición” que Heidegger
defiende implícitamente y que debe ser reconstruida pertinentemente en
conexión con el análisis del contrapunto confrontativo. En muchos casos
en la literatura secundaria hay una serie de exposiciones sobre este tema
que homologa (o critica otras homologaciones) la versión heideggeriana
con un producto derivado de alguna concepción tradicional. En bastantes
ocasiones (y realmente muchas más de lo que sería medianamente deseable)
tales homologaciones son fruto de intuiciones vagas, de hipótesis de trabajo
o, como lo llamó Heidegger, de “hallazgos fortuitos” que son incompatibles
con cualquier intento genuinamente fenomenológico de poner las cuestiones
en claro. Una visión, desde mi punto de vista, fundada de tales cuestiones,
debe primero esclarecer cuáles son los aspectos metodológicos más destacables que entran en juego, tanto de forma implícita como explícita, en
el procedimiento de Heidegger y, a la vez, esclarecer también los propios
recursos metodológicos empleados en la aproximación adoptada.
Ahora bien, volviendo al tema de la función rectora que Heidegger le
adjudica a la Gewissen, vale la pena insistir en la caracterización de dicha
función a partir del modo particular de fundamentación que es propia de
la fenomenología. Como se vio en el subapartado dedicado al análisis del
concepto de fenómeno, el llamado concepto fenomenológico de fenómeno
tiene en cuenta, como punto de partida, al concepto vulgar, en dirección
a mostrar “esto-que-así-se-muestra-en-sí-mismo” (Sich-so-an-ihm-selbstzeigende) siempre de forma previa y concomitante en forma no temática
(el ser, el sentido del fenómeno –ente–). Pues bien, si esto es así, una concepción fenomenológica de la Gewissen debe atender a tal caracterización.
Esto es lo que sucede en el análisis desarrollado en los parágrafos 54 al 60,
sobre todo en el parágrafo 59, cuyo título ya habla transparentemente de
esta dirección adoptada en el análisis: “La interpretación existencial de la
conciencia y la interpretación vulgar de la conciencia” (“Die existenziale
Interpretation des Gewissens und die vulgäre Gewissensauslegung”).
Se ve aquí, efectivamente, que esta interpretación vulgar de la conciencia
(vulgäre Gewissensauslegung) está vinculada al concepto vulgar, mientras
138
139
3.1. El carácter fenoménico de la conciencia moral
La intención de este repaso, empero, tiene como propósito mostrar que
el rasgo distintivo de la particular “versión” heideggeriana de la Gewissen
está caracterizado por su propia visión del método fenomenológico. Aunque
esto podría parecer algo inmediatamente inteligible de suyo al considerar
que, por una parte, dicha “versión” hace parte de una obra fenomenológica
y, en conexión con lo anterior, que el conjunto de los análisis presentados
en dicha obra están signados metodológicamente, en su gran mayoría o en
su totalidad, por la fenomenología, lo cierto es que esta obviedad adquiere
su sentido más propio y su concreción específica si se tiene en cuenta que
la “versión” heideggeriana es una especie de contrapunto crítico a una serie
de concepciones tradicionales sobre la Gewissen (especialmente, la concepción elaborada por Kant). Sobre esta particular configuración de la versión
heideggeriana como contrapunto no me adentraré en esta ocasión, como
ya se advirtió en la introducción al presente trabajo. Y es que abordar de
forma crítica la confrontación (Auseinandersetzung) de Heidegger con las
concepciones tradicionales de la Gewissen es algo que, como puede intuirse,
excede los límites de un trabajo de este corte estilístico; no obstante, además de ello, hay una razón que me parece digna de ser mencionada: dicha
confrontación se caracteriza por lo que me gustaría llamar aquí como la
que la “interpretación existencial” (existenziale Interpretation) apunta a
la exhibición del concepto fenomenológico. Sin embargo, lo decisivo de
dicha interpretación existencial tiene que ver con las razones por las que
Heidegger elige a este fenómeno particular. Como expresa Heidegger al
inicio del parágrafo 54: “Se busca en el Dasein un poder-ser propio que
sea atestiguado en su posibilidad existentiva por el Dasein mismo”. Esta
búsqueda conecta directamente con el propósito y la intención metódica
de la segunda sección de Ser y tiempo y que, como fue enunciado en la
introducción a este trabajo, tiene que ver con la superación de una particular “insuficiencia” presentada en la primera sección de la obra, en tanto
que su punto de partida estuvo caracterizado por el carácter “impropio” o
“inauténtico” de la existencia. Como ya se dijo en el subapartado sobre la
analítica del Dasein, en el parágrafo 5 la reflexión de Heidegger se centra en
el “problema candente” que implica la obtención del ser de este ente –problema que implica la precaución ante el intento de imponer a este ente “de
un modo dogmático y constructivo una idea cualquiera de ser y realidad,
por muy «obvia» que ella sea”, ni mucho menos imponer “sin previo examen
ontológico, «categorías» bosquejadas a partir de tal idea” (1977: 23; 1998:
40)–, de tal forma que el trabajo fenomenológico debe llevar a cabo un tipo
de “mostración” de la forma en que este ente es inmediata y regularmente,
en su cotidianidad media. Tal cotidianidad media, que es, finalmente, el
hilo conductor de la mostración del Dasein en la primera sección de Ser
y tiempo, se encuentra caracterizada por el fenómeno del “uno”, en el que
el Dasein inmediata y regularmente se encuentra inserto, se pierde, y en el
que tal fenómeno le descarga la responsabilidad de la elección, en tanto
que ya de forma previa ha elegido el cómo ser: “Con la pérdida en el uno
[Verlorenheit in das Man] ya se ha decidido siempre el inmediato poder-ser
fáctico del Dasein: sus tareas, sus reglas, sus patrones de medida, la urgencia
y el alcance de su ocupado y solícito estar-en-el-mundo” (1977: 355; 1998:
287). Ahora bien, con estos elementos en escena, se entiende que este punto
de partida en torno a lo inmediato y regular deba verse complementado
con una interpretación del sentido existencial del ser del Dasein. Tal bús-
Sobre esta posibilidad propia de la Gewissen, y que aquí hemos denominado especialmente como la función rectora que tiene que ver con el paso
de la impropiedad a la propiedad, Heidegger expresa que este “traerse de
vuelta” (Zurückholen) debe tener el modo de ser cuya omisión había hecho
que el Dasein se perdiera en la impropiedad; expresa, además, que se trata
de una reparación de la falta de elección (Nachholen einer Wahl) (1977:
356; 1998: 288).
Vistas así las cosas, los fenómenos que están presentes en el análisis de
esta posibilidad de reparación (de esta existenzielle Modifikation) apuntan
a la manera en que la Gewissen da a entender algo (“etwas” zu verstehen) y
“abre” (es erschließt). En relación con esta apertura del Dasein (Erschlossenheit) –y que es una estructura fundamental constituida por la disposición
afectiva (Befindlichkeit), el comprender (Verstehen), la caída (Verfallen) y
el discurso (Rede) (1977: 358; 1998: 289)– la conciencia se revela como
posibilidad de apertura: ella misma es una llamada (Ruf), que es un modo
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141
queda de un complemento es lo que aquí es denominado la “atestiguación”
(Bezeugung) de un “poder-ser propio” (eigene Seinskönnen).
Hemos visto, entonces, que la búsqueda de tal atestiguación se encuentra
relacionada con el fenómeno del uno que caracteriza a la inmediatez cotidiana
del Dasein. Heidegger expresa en este punto que hay una indeterminación
respecto de quién es el que propiamente elige en el uno y descarga al Dasein
de asumir su propia elección. Su respuesta, al respecto, habla de un “ser
arrastrado sin elección por el Nadie” (wahllose Mitgenommenwerden von
Niemand) (1977: 356; 1998: 288). Sin embargo, esta carencia de elección
puede revertirse si el Dasein se recupera de la pérdida en el uno, “retornando
a sí mismo” (zurückholt zu ihm selbst). El fenómeno de la Gewissen es, a
este respecto, una posibilidad de recuperación de tal pérdida en el uno y
una posibilidad de retorno a sí mismo.
3.2. La voz de la conciencia y la atestiguación del poder-ser propio
del discurso. Sin embargo, como ha mostrado Alejandro Vigo (2015b: 275),
además de esta pertenencia al discurso, también la Gewissen se encuentra
relacionada con la articulación de la comprensión a partir de un fenómeno
de apropiación de sentido como lo es el oír (Hören): el “comprender el
llamado” (Anrufverstehen) que se pone de manifiesto como un querer-tener-conciencia (Gewissenhabenwollen).
Entendida la Gewissen como llamada (Ruf) que tiene el carácter de la
apelación (Anruf), Heidegger precisa que la llamada de la conciencia interpela al Dasein a hacer cargo de su más propio poder-ser sí-mismo en el
modo de una intimación (Aufruf) a despertar su más propio ser-culpable
(Schuldigsein) (1977: 358; 1998: 289). Con este fenómeno, entendido cotidianamente como la “voz de la conciencia” (Stimme des Gewissens), el Dasein
se ve intimado a despertar su ser-culpable que tiene también la significación
de “ser responsable de” (“schuld sein an”) (1977: 374; 1998: 301). Acerca
del sentido de esta llamada de la Gewissen, Heidegger expresa lo siguiente:
del importante análisis de la comprensión de la llamada y del despertar de
la culpa (Schuld), que mueve y empuja al Dasein, en la desazón, hacia la
resolución de su poder-ser más propio.
La interpretación fenomenológica de este fenómeno revela con mayor
vivacidad y fuerza la totalidad de la estructura compleja del cuidado como
ser del Dasein. Con el análisis de la Gewissen se da expresión a la posibilidad
de atestiguación que mueve al Dasein y que se expresa en la voz silenciosa
que hace relucir, caer en cuenta, el poder-ser propio del Dasein a través de
la posibilidad de resolución. El Dasein es atestiguado en la culpa como un
sí-mismo que bien puede ser propio (a partir de la elección que hace de sí
mismo) o bien puede ser impropio (a partir de la liberación de esta posibilidad de elección, en cuanto se guía por el dictado impersonal del uno).
Solo sobre la elección de querer-tener-conciencia puede el Dasein escogerse
a sí mismo: “Tan solo de esta manera puede el Dasein ser responsable [verantwortlich sein]” (1977: 382; 1998: 306).
Esta llamada quebrantará la escucha del uno en la que el
Dasein se desoye a sí mismo si logra despertar, en virtud de su
A modo de conclusión
propio llamar, una escucha de características enteramente con-
Son diversos los niveles de análisis que Heidegger emprende, en este
contexto, para abordar de forma fenomenológica la estructura de la Gewissen.
Entre estos análisis se destaca el examen del carácter vocativo de la Gewissen
(§ 56), en el que se estudia el modo en el que, en la llamada, el uno-mismo
(Man-selbst) es llamado al sí-mismo (Selbst), de tal forma que habla única y
constantemente en la modalidad del silencio; también se aborda el sentido
de la llamada de la conciencia como llamada del cuidado (§ 56); además
Como conclusión al presente trabajo esbozo aquí unas minimas consideraciones centradas, nuevamente, en las implicaciones que tiene el tratamiento ontológico-fundamental en relación con los temás éticos.
El presente trabajo ha tenido como propósito plantear una vez más,
aunque de manera sucinta, la cuestión (inagotable) de la relación entre ética
y ontología. Es posible plantear, en este momento, una posible división de
significados de esta relación. Así, la relación entre ética y ontología puede
significar: 1) la relación entre ética y ontología como disciplinas tradicionales;
2) la relación entre la ética como disciplina tradicional y la ontología fundamental; 3) la relación entre lo ético (y que puede ser visto como el objeto
temático de la ética como disciplina tradicional) y la ontología fundamental;
4) la relación entre lo ético (y que puede ser visto como el objeto temático
de una disciplina basada en la ontología fundamental) y dicha ontología
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trarias a las del escuchar perdido en el uno. Si este se aturde en
el “bullicio” y la equivocidad de la siempre “nueva” habladuría
cotidiana, la llamada ha de llamar silenciosa e inequívocamente,
sin dar lugar a la curiosidad. Aquello que da a entender llamando
de esta manera es la conciencia. (1977: 360; 1998: 291)
fundamental; 5) la relación entre la ética como disciplina basada en la ontología fundamental y dicha ontología fundamental, y 6) todas las anteriores
concepciones de la ética y de lo ético y el “objeto temático” de la ontología
fundamental. Como se ve en esta enumeración de relaciones, la relación
entre ética y ontología puede significar múltiples cosas. Una investigación
monográfica independiente bien podría señalarnos las diversas formas en
que dichas relaciones se conectan unas a otras y cómo dichas relaciones
pueden ser leídas, por ejemplo, desde las categorías ontológico-modales
de “realidad” y “posibilidad”, tal como Heidegger las tematiza en el parágrafo 7 de Ser y tiempo. Otro tema que también es interesante, y que puede
formar parte de dicha investigación monográfica, tiene que ver con los
niveles de expresión de las aplicaciones ontológico-modales: por ejemplo,
salvo escasísimas excepciones, todo lo que tenga que ver con el orden de la
posibilidad en el marco del análisis de lo ético como “objeto temático” rara
vez es tematizado por Heidegger con el empleo de la familia de conceptos
pertenecientes al concepto de “ética” (esto ha dado paso, según logro ver,
a que Vigo hable de una “protoética” y Rodríguez de una “ética implícita”,
dirigidas a la posibilidad de la tematización de fenómenos concretos sin
el marco disciplinar de la ética como disciplina tradicional). Heidegger
despliega aquí una muy consistente visión restrictiva y prohibitiva cuyas
razones son dignas de explorarse.10
Vistas estas dos consideraciones, deseo finalizar este escrito con una
indicación que conecta estos dos puntos recién mencionados. El análisis de
10. Véase, al respecto, la valiosísima indicación de Heidegger en el parágrafo 62 de Ser y
tiempo, en el que analiza a la “resolución precursora” (vorlaufende Entschlossenheit). Al
observar la posibilidad de que el “adelantarse” y la “resolución” sean incomprendidos en
la interpretación cotidiana del Dasein hecha por el uno, Heidegger (1977: 410; 1998: 328)
expresa que “sería malentender las cosas si se quisiera desechar esta posibilidad existentiva como «indemostrada», o si se quisiera «demostrarla» teoréticamente. Con todo, el
fenómeno requiere ser preservado de las tergiversaciones más burdas”. Esta necesidad de
que el “fenómeno” sea preservado de las tergiversaciones más burdas es expresión de este
sentido prohibitivo y restrictivo que caracteriza a las indicaciones formales en la ontología
fundamental. Toda la construcción conceptual de Ser y tiempo está destinada a preservar
los fenómenos de la tendencia teoreticista.
la atestiguación de la existencia propia ha mostrado la “presencia” de una
serie de aplicaciones metódicas al ámbito tradicional de un fenómeno que
se ha caracterizado por ser abordado por la ética tradicional. Como se vio
en el subapartado sobre la ontología fundamental, el empleo que Heidegger hace en este contexto del concepto “ontología” designa a una forma de
tratamiento exigida por las “cosas mismas” y a las “necesidades objetivas
de determinadas preguntas”. Este procedimiento a la inversa plantea una
suspensión de las ciencias y disciplinas tradicionales. Sin embargo, lo que
no plantea es una negación del (derecho al) abordaje de los “objetos temáticos” de dichas ciencias y disciplinas. A esto, de forma tardía, Heidegger lo
llamará un pensar sin títulos. En el caso específico de la ética, este pensar sin
títulos me gustaría denominarlo como el florecimiento de lo ético a partir de
las cosas mismas. Ya en Carta sobre el humanismo había contemplado esta
posibilidad y la había acreditado con el caso de los primeros pensadores
que, en su época más grande (1976a: 316), pensaron sin dichos títulos:
“Los pensadores anteriores a esta época [la metafísica posterior a Platón]
no conocieron ni una «lógica» ni una «ética» ni la «física». Sin embargo,
su pensamiento no es ni ilógico ni amoral” (354).
El abordaje de la Gewissen, me parece, guarda una perfecta relación con
esta idea plasmada en Carta sobre el humanismo. Al tratarse de un texto
tardío, podría surgir la sospecha de que hay aquí una “autoestilización”
del pensamiento anterior. Sobre tal posibilidad, el argumento que puede esgrimirse ante tal sospecha es que si existe una característica que se
mantiene constante, aunque con sutiles variaciones, a lo largo de los años
en la trayectoria de Heidegger, es justamente su tendencia antidisciplinar,
su consistente crítica a los títulos tradicionales y su fuerte inclinación al
pensamiento ontológico. Con todo, en lo que atañe a la forma fenomenológico-existencial del tratamiento de la Gewissen y las implicaciones que este
tratamiento tiene para la relación entre ontología y ética, hay un elemento
decisivo en el que se da una cercanía, una imbricación, entre tal modo de
tratamiento exigido por las “cosas mismas” y lo ético. Como hemos visto
en el análisis precedente, es posible sostener que la nota distintiva de la
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“versión” heideggeriana del tema de la Gewissen se encuentra caracterizada por tratarse de una concepción perfectamente simétrica –una especie
de paralelismo estructural– entre la concepción metódica y su aplicación
temática. Me refiero, sin embargo, con este elemento decisivo y con esta
cercanía, al “paso metódico”, como lo llama Rodríguez (2014: 124), en
el que debe repararse si se quiere interrogar por el problema del análisis
existencial y de su pretensión de neutralidad respecto de las indicaciones
éticas: “Evitar proyectar sobre la praxis [o dicho de otra forma, sobre el
modo de ser de la existencia, que es propio del Dasein, en términos de
praxis] la tradicional ontología de la Vorhandenheit, no entenderla a partir
del modelo ontológico de la sustancia, preentendiendo el agente como una
cosa que actúa, sino dejar que sea la autocomprensión inmanente que el
sujeto tiene de su propio actuar la que guíe la interpretación ontológica”
(Rodríguez, 2014: 124). Este paso metódico, que conecta directamente
con el llamado dominio fenomenológico sui géneris que es propio del
Dasein, tiene como propósito reconocer el genuino modo de ser de este
ente que, en todo caso, no puede ser confundido con el modo de ser de
lo Vorhandene: la vida humana –su modo de ser, su sentido– no puede ser
comprendida en términos cósicos; ella debe florecer desde el abordaje de lo
que ella misma es, de la forma en que se da, de la forma en que se dona sus
propias categorías; en definitiva, debe florecer desde la manera en que es
tratada como cosa misma. Sin embargo, lo que este paso metódico proyecta
ante todo intento de investigación de la propia vida humana es algo que, a
mi juicio, no solo es un requisito estrictamente metódico, sino que debe
ser elevado, también, al rango de un requisito ético. El evitar proyectar la
ontología tradicional cósica, de la que nos habla Ramón Rodríguez, está
dirigido esencialmente al objeto temático, es decir a la praxis como modo
de ser del Dasein, pero también tiene que ver, de forma decisiva, con una
consideración ética de fondo que debe caracterizar a todo intento de investigación sobre estos fenómenos: el que deben ser tratados a partir de la
especificidad que les corresponde, en un sentido y en una dirección en que
lo tematizado sea preservado de las tergiversaciones más recurrentes, a la
vez que debe evitarse proyectar una visión del tratamiento de tal forma que
degrade en una manipulación técnica (technische Handgriff). Es un requisito
ético de la propia investigación, en cuanto a su ejecución, tratar de velar
por las condiciones de que todo genuino preguntar por las cosas mismas
renazca siempre nuevamente.
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Referencias
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su generación ha anunciado muchos finales –del arte, de la filosofía, de la política,
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¿Nuevos finales? ¿Un final de los finales?
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Walton, R. (1993), El fenómeno y sus configuraciones, Buenos Aires, Almagesto.
A noventa años de la aparición de Ser y tiempo de Martin Heidegger,
queremos preguntamos por la aportación fundamental de la obra: el concepto de diferencia ontológica. Tomaremos Ser y tiempo como un nudo
realizado en un punto de la cuerda de la historia de la filosofía, tendido
entre una tradición y un porvenir que marca, hasta hoy, las coordenadas de
nuestra época. Este proceder no es arbitrario, está ínsito en la obra misma
de Heidegger,1 como veremos. Como en toda lectura, las continuidades y
las discontinuidades de la historia dependerán de la perspectiva elegida,
la cual, sin embargo, se impone también en gran medida. Toda elección
surge en medio de una restricción. Nuestra lectura será concisa y buscará
presentar el pensamiento de la diferencia ontológica en contrapunto con
argumentos centrales de la filosofía alemana que constituyen parte del fondo
1. En el segundo volumen del Nietzsche (GA 6.2) expresa Heidegger (1997) con claridad que
todo filósofo debe ser leído sobre un fondo histórico y que, por ello, no basta interpretarle
en sus propios términos. Los problemas y el lenguaje del filósofo de un pensador deben
comparecer en el contrapunto de una historia del pensar. Pero, agregaremos, también en el
contrapunto de los caminos del pensar que se abren y las promesas que comportan.
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no suficientemente explicitado suficientemente de su obra y con la sombra
que arroja sobre nuestro tiempo y sus posibilidades de pensar. El nombre
Heidegger constituye aquí no solamente un nudo conceptual, sino también
un nudo que liga el deseo, las expectativas y los imperativos de nuestra propia
época. Para decirlo rápidamente: la diferencia ontológica juega el papel de
un nudo entre la renovación de la filosofía que trajo consigo y los callejones
sin salida que asedian ya a sus herederos en la filosofía contemporánea.
1. Ser y tiempo y la persistencia de sus temas en la obra posterior
de Heidegger: análisis existencial y ontología
Ser y tiempo es una obra que obtiene su dirección de una reflexión de
la tradición sobre sí misma. Al mismo tiempo, la obra puede y debe ser
leída como un tratado de fenomenología, no en el sentido de una aplicación
de esta a una región particular (la vida cotidiana, digamos), sino como la
definición misma de su campo originario. Se trata de una obra que despliega
una fenomenología de la vida concreta del hombre, llamado Dasein. Pero,
como lo declara el mismo Heidegger, esta fenomenología sirve solamente
como un camino preparatorio o vía de acceso para plantear una pregunta
propiamente ontológica, a saber, aquella por el sentido del ser. El término
mismo Da-sein nombra al hombre en cuanto lugar (da: aquí, ahí) donde
el ser (Sein) se deja comprender (verstehen). En las anotaciones personales
sobre su ejemplar dirá que el Dasein es el sitio de comprensión del ser
(Sttätte des Seinsverstädnisses), donde este se desoculta (entbirgt) a aquel.
Es así como Ser y tiempo se presenta como una fenomenología de camino
a una ontología, como una filosofía con un marco subjetivista en tránsito
hacia un pensar propiamente (eigentlich) del ser.
El análisis estructural del Dasein (llamado también analítica existenciaria
por Heidegger) debe asegurar el acceso a una ontología. Pero ¿sucede esto
como así? Si se analizan los primeros parágrafos (1-7), dedicados a justificar
histórica y temáticamente la investigación, y el resto de la investigación,
150
se aprecia un claro desajuste. Parece que la cotidianeidad, expresamente
tematizada en Ser y tiempo, se queda demasiado corta para explicar el
horizonte de comprensión del ser que haría inteligible la pregunta fundamental. Hace falta un horizonte temporal histórico que incluya la historia
del pensar occidental en su conjunto, que está implícita en el comprender
cotidiano y consignada en su lenguaje. Es así como en Ser y tiempo el análisis
del Dasein, la historia de Occidente y el pensar del ser se conectan a partir
de la repetición de un motivo en una doble escala. Veamos brevemente de
qué manera.
En Ser y tiempo el Dasein tiene la particularidad de ser un ente que se
comprende a sí mismo. Se comprende en (o con respecto a) su ser y en ello
le va su ser (es geht um sein Sein). Esto significa que su ser depende de una
autocomprensión, pero también que toda comprensión de sí supone ya
una comprensión del ser en general. Este motivo “interior” a Ser y tiempo
caracteriza muy bien a la obra en su conjunto: ella es, también, un ejercicio de autocomprensión, pero en este caso de la tradición. Si tomamos en
serio la obra tendríamos que decir que no es en la cotidianeidad donde
el Dasein se comprende, sino en la reflexión sobre la cotidianeidad cuyo
resultado es la obra Ser y tiempo. Pero la cotidianeidad se distingue por
constituir un acceso preteorético y no reflexivo al ser a partir de estructuras
de la existencia (como el “ser en el mundo”, “ser con los otros”, “ser para la
muerte”, etc.). ¿Hay entonces una estructura existenciaria que explique la
escritura de la existencia, es decir, el paso de la autocomprensión mundana
(auténtica o inauténtica) a la autocomprensión redactada en un tratado?
Dicho de otra manera: ¿en qué medida forma parte el texto Ser y tiempo
de la autocomprensión del Dasein? ¿En qué medida debe abandonarse la
inmediatez de la vida para pensarla?2
2. En el prólogo a la segunda edición de la Ciencia de la lógica, Hegel (1986) parece distinguir
finamente entre tres tipos de presentación: Darstellung, Vorstellung y Vortrag (Duque, 1998:
574, nota 1333). Las representaciones propias de la conciencia son llamadas Vorstellungen.
Pero la tarea de la filosofía no consiste en producir más representaciones de esta clase,
sino en mostrar su conexión interna a partir de su génesis y su reconducción a un sujeto.
151
Heidegger es claro: la inmediatez de la vida no debe ser traicionada por
la fenomenología. Esta es la crux de toda filosofía moderna: el deseo de
captar la vida inmediata (distorsionada ya por la razón, la tecnología, las
relaciones abstractas del sistema social y económico) desde el concepto,
sabiendo que la letra mata, pero el espíritu, sin aquella, se evapora. Por
ello Ser y tiempo debe constituir una reflexión sin reflexión, un dirigirse
reflexivamente a la cotidianidad sin salir de ella. En suma, se trata de
articular un pensar no objetivante dentro de una conceptualidad rigurosa.
Concepto sin objeto. ¿Cómo puede ello ser posible? ¿No constituye la obra
filosófica un acto reflexivo que no podría ya reconocerse en el mundo de
útiles propio de la cotidianidad? O, considerando el problema por el otro
extremo, ¿no termina siempre la reflexión por inmiscuirse en la vida cotidiana (los conceptos científicos terminan por entrar en el discurso y llegan
hasta coconstituir lo sensible), es decir, no nos las habemos siempre con
una inmediatez devenida, derivada? ¿Y no hay una vivencia que posee ya la
forma de la reflexión y que no puede fundarse en sentido estricto en ninguna
aprehensión inmediata? Para nosotros lo inmediato es frecuentemente lo
que para una generación anterior fue un problema explícito y viceversa: lo
implícito para una generación adquiere el estatuto de problema (explícito)
para la que le sucede.
Consideremos por un momento y de manera más atenta al Dasein. Ello
nos permitirá apreciar el acceso que se prepara para comprender la historia
de la metafísica. En Ser y tiempo se habla de la estructura del Dasein. Él
se encuentra en un mundo. Este mundo nos presenta “entes” (Seiendes)
articulados por relaciones de significatividad que constituyen plexos de
referencias (Verweisungszusammenhänge). El Dasein se encuentra arrojado (geworfen) a ese mundo, el cual comprende (verstehet) siempre ya,
antes de cualquier reflexión. Ahí le salen al encuentro entes, de los cuales
tiene “vivencias” sobre un fondo de significatividad, que le viene de una
precomprensión del ser (o comprensión no temática). El modo corriente
de ser del Dasein es la impropiedad (Uneigentlichkeit), que se puede leer
en un comportamiento anónimo: el “se” (man): “se dice”, “se piensa”, “se
hace”. Así, en genérico, sin que haya alguien que se asuma o decida nada.
Frente a ello, el Dasein debe (he aquí la interpelación y el llamado que hace
Heidegger) descubrir su modo más propio (eigentlich) de ser. Este modo
es la posibilidad (Möglichkeit). La posibilidad pertenece a las categorías
de la modalidad (donde hoy reconoceríamos al menos cuatro: necesario,
posible, contingente y no necesario). La modalidad es aquí más originaria
que el resto de las categorías, propiamente “entitativas”, o que dicen algo
sobre el qué de las cosas.3
Este mostrar requiere del lenguaje y, más particularmente, de la redacción de un sistema
filosófico. Así, un paso necesario para la autoconciencia es la escritura: Darstellung, la cual
requiere una escritura y reescritura constantes. Pero hay también un elemento de “oralidad”,
si se quiere, de defensa y explicación del texto cuando se le lee, se le presenta, se le discute:
Vortragen. Así, el hecho espiritual (Vorstellung) pasa al hecho escritural (Darstellung), que
convoca a su vez un hecho oral o de presencia (Vortragen). La vivencia, el texto y la discusión se encuentran en una relación de solicitación recíproca. La pregunta es si cada uno
de estos registros no supone una clase distinta de objetos y relaciones, y si en el tránsito de
uno a otro no existe tanto pérdida (decir de menos) como exceso (decir de más). Sirva esta
referencia como guía para mostrar el problema estructural al que Heidegger se enfrenta
con la escritura de Ser y tiempo.
3. En A80/B106 de la Crítica de la razón pura, Kant (2007) los clasifica según cantidad
(unidad, pluralidad, totalidad), cualidad (realidad, negación, limitación), relación (inherencia-subsistencia, causalidad-dependencia y comunidad) y modalidad (posibilidad,
existencia, necesidad). Heidegger privilegiará en Ser y tiempo la modalidad sobre las otras
tres, restringidas, según él, a lo ente. Sin embargo, aquellas tres categorías subordinadas
retornarán en sus reflexiones sobre el ser. Al ser le corresponde una cierta unidad (sin la
cual no habría ontología posible), que gobierna sobre la pluralidad de lo ente, y gracias a la
cual este último puede ser pensado en su totalidad (de forma “extensiva”, mas no intensiva).
Heidegger separa al ser del ente. Uno no es el otro. Esta negación nos introduce en la categoría de cualidad. Cuando se dice que el ser no es un ente (negación), se dice también que
aquel implica positivamente lo no-ente (limitación): él “es” lo que no es (ya que solo el ente
puede ser). Heidegger buscará evitar que la diferencia ontológica se funda en un operador
meramente lógico. Pero ello no exime del hecho de que la expresión de la ontología heideggeriana debe atender a la forma que esta categoría le impone. No es un acto de fundación
en alguna instancia más originaria lo que le quita a la lógica su poder sobre la metafísica y
le permite su refundación, sino más bien la transformación de la lógica misma junto con sus
axiomas (su concepto y estructura). La diferencia ontológica es la relación de dependencia
ontológica por excelencia, reconocible en la operación de fundación (del ente en el ser). Esta
dependencia será de orden trascendental. Nótese sin embargo que para Kant las categorías
152
153
La posibilidad, entendida ontológicamente y por referencia al Dasein,
significa que el mundo ya articulado de la cotidianidad, con sus entes y
sus relaciones (el presente), posee una contingencia de inicio (una decisión
tomada en un pasado que nunca fue presente) y una posibilidad abierta
como destino (el futuro como advenir siempre abierto).4 La originariedad
de lo posible se recupera por esa vuelta al campo de posibilidades de donde
ha brotado el sentido de lo ente. Para acceder a esta capa originaria, propiamente preobjetiva, prerreflexiva y presubjetiva, es preciso que el Dasein
se confronte con su muerte. La muerte juega un doble papel: por un lado,
hace aparecer la singularidad del cada uno de nosotros (lo en cada caso
mío, la Jemeinigkeit), el que nadie pueda morir en mi lugar; por el otro,
muestra la contingencia de todo lo presente, especialmente mi existencia,
que a su vez resuena con la contingencia de lo ente en general. Finalmente, la posibilidad y la finitud me convocan a decidirme (entschliessen) y a
hacerme cargo (Sorge) de mi existencia.
4. En Las edades del mundo Schelling (1946) propone un sistema de los tiempos. Este sistema
de los tiempos significa que pasado, presente y futuro representan registros semiindependientes que no constituyen un flujo lineal. El pasado corresponde a la vida de Dios antes
de la creación, la cual es desencadenada por un acto libre (decisión) desde su voluntad. El
presente corresponde a la vida de las criaturas, del mundo. El futuro corresponde al final de
tiempos. El hombre, al no haber estado presente en el momento de la creación, no es testigo
del origen (pero posee la impronta de Dios, lo que le garantiza una co-ciencia, Mitwissenschft,
de ese origen). Para él el pasado constituye lo inmemorial, mientras que el presente es el
ámbito de su actividad. El futuro, puesto que supone la disolución del tiempo, constituye
un horizonte que no puede ser alcanzado, i.e. actualizado. Esta separación relativa de los
tiempos exige también una multiplicidad en el modo de ser de la conciencia humana y de
sus “accesos” ser. El pasado, dice Schelling, es sabido (gewusst), el presente es reconocido
(erkannt), el futuro es presentido (geahndet). A cada tiempo le corresponde entonces su
modo originario e irreductible de presentación. El pasado es narrado (erzählt), lo reconocido
es presentado (dargestellt), lo presentido es predicho (geweissagt). Sirva esta referencia para
mostrar los problemas que conlleva la superación de una filosofía de la presencia a partir de
un sistema de los tiempos y la exigencia de más de un registro o modo de acceso para captarlo.
Este recorrido por viñetas de Ser y tiempo no tiene por finalidad exponer la estructura del texto, ni presentar un resumen. Solamente recuerda
que la obra bosqueja la estructura de un “quién” (el Dasein), que existe en
un “dónde” (el mundo), a partir de un “cómo” (de manera fáctica, en la
cotidianidad de su mundo), que se vuelve comprensible en la dimensión del
tiempo. Aquí, el quién y el qué obtienen su estructura del cómo, y no al revés.
No es que existan algo así como un sujeto y un objeto que se modalicen de
diversas maneras, sino que la modalidad hace surgir la correlación misma
entre el qué y el quién. Como dijimos, la descripción de la estructura de la
existencia no se limita a la constitución del presente, de la actualidad de lo
circundante, sino que se apunta a la posibilidad más profunda del Dasein,
la trascendencia. Esta trascendencia respecto del presente consiste en una
apertura al futuro (un poder ser o proyecto: Etnwurf) desde el pasado (un
haber sido que se vuelve legible y libera lo que ha quedado no dicho y en
resguardo). La trascendencia es otro nombre para la posibilidad.
Estas viñetas deben servirnos como puntos privilegiados para la identificación de un itinerario. Volvemos así a la pregunta planteada: ¿qué relación
guarda lo que se dice en Ser y tiempo sobre el Dasein, la historia de la metafísica y el sentido de la obra en cuanto tal? Ser y tiempo debe ser leído como
la repetición del descubrimiento de la posibilidad propia del Dasein, pero
ahora desde otro quién, a saber, la tradición occidental (que en Heidegger
es sinónimo de filosofía, que es sinónimo de metafísica, que es sinónimo de
ontoteología, que es sinónimo de olvido del ser). En los breves parágrafos
introductorios (del 1 al 7) no se habla en absoluto del Dasein, sino de la tradición occidental, del olvido del ser y de la necesidad de una “destrucción de
la historia de la metafísica” que prepare el terreno para remontar ese olvido.
Se habla entonces de la necesidad de plantear la pregunta que interroga por el
sentido del ser y se la pone en relación con una historia que comienza con los
griegos y que recorre toda la historia de la filosofía de manera ininterrumpida
y, pese a los aparentes zigzagueos, de manera progresiva, sistemática y absoluta.
La historia, pese a su origen (de jure) manado de un fondo de posibilidad (o
sea, contingente) que no ofrece ninguna prescripción para lo ente, contrasta
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no se aplican a priori a lo sensible o a lo inteligible. Lo decisivo es la legitimidad de su uso o
aplicación. Sirva esta nota para mostrar el fondo sobre el cual avanza Heidegger la prioridad
de la modalidad sobre el resto de las categorías.
con su desarrollo histórico efectivo: una historia gobernada por la causalidad
trascendental más estricta, una elección arbitraria de “pueblos filosóficos”5
y una rampante exclusión de otros pueblos.
Esos siete primeros parágrafos terminan con una definición de la fenomenología como un “dejar ver el fenómeno”, lo que se enlaza a su vez con el
concepto griego de verdad como alétheia, es decir, como desocultamiento.
Ni una palabra del Dasein. ¿Qué papel juega él aquí? El drama entero del
Dasein nos prepara para comprender el drama occidental en su conjunto.
De hecho, deberíamos decir que el análisis del Dasein nos prepara para la
tragedia occidental,6 en el sentido literario (y griego) del término. Heidegger
nos muestra, mutatis mutandis, cómo la metafísica se constituye para Occidente como un destino de impropiedad. Aquella es impropia porque no es
capaz de develar el campo de posibilidades más originario que le permanece
reservado. La existencia del Dasein se “repite” en la historia de Occidente (el
verdadero personaje del drama ontológico): la confrontación con mi muerte
se hace eco con el final de la metafísica (que comienza con la decidida tarea
de emprender la destrucción de su historia y su conceptualidad y que, como
6. Recordemos que Heidegger (2003: 223 afirma que decir “filosofía trágica” significa decir
dos veces lo mismo). Pero aquí habría que reconsiderar a Schelling ya Hegel, quienes advirtieron que el género moderno por excelencia es más bien la comedia o, como dirá Marx,
la farsa. El “ser” se asemeja a Godot.
Heidegger lo mostrará a propósito de Nietzsche, se enlaza con la muerte de
Dios y el nihilismo), y, finalmente, la decisión que aguarda al Dasein para
apropiarse de su estructura fundamental debe leerse como la decisión de
Occidente por recomenzar (i.e. darse un nuevo inicio, Anfang, Beginn), pero
no a partir de un acto fundacional o una praxis en el sentido sociopolítico del
término, sino a partir de una comprensión más original del modo en que el ser
adviene. Nótese la ambigüedad del movimiento: el Dasein debe trascender su
situación particular mundana para abrirse a nuevas posibilidades por medio
de una decisión, pero lo importante aquí no será el contenido de esa nueva
posibilidad, sino, primero, el acceso mismo a la posibilidad y, segundo, el
hecho de decidirse por algo. Igualmente, el otro inicio en Occidente es indiferente al qué, basta el retorno a un suelo aún fértil de posibilidades inauditas.
Es aquí donde se aprecia finalmente el movimiento que va de la existencia a la crítica histórica, sin salir nunca de aquella. El Dasein no puede, de
derecho, salir absolutamente de la impropiedad, pues ella se copertenece con
la cotidianidad. La propiedad introduce solamente una posición, respecto
de la inescapable cotidianidad. Por las mismas razones la obra Ser y tiempo
no puede tampoco separarse de la cotidianidad. Así, la cotidianidad, que
es autocomprensión, se continúa en una autocomprensión más sistemática
como tratado de fenomenología, que se continúa en otra esfera como autocomprensión de Occidente, la cual, sin embargo, no abandona la estructura
del ser-en-el-mundo. Sin embargo, lo que se modifica es el fondo sobre el
cual la existencia mundana se proyecta, su pantalla, el cual solo se adquiere
como retorno; de ahí el pensar rememorante, la pregunta retrospectiva, la
des-trucción de la historia de la metafísica, la vuelta: Andenken, Rückfrage,
Destruktion, Kehre, que asegura la reconducción correcta de lo dado a su
origen último, de lo constituido a lo constituyente, de lo actual a lo posible,
de lo manifiesto al campo desde donde se manifiesta, del ente al ser.
La aportación fundamental de la obra se vuelve entonces plenamente
reconocible: se trata del concepto de diferencia ontológica. La diferencia
entre propiedad e impropiedad y entre el mundo articulado en categorías y
el fondo de posibilidad del que brota conduce a la diferencia entre lo óntico
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5. Heidegger exige leer toda “posición fundamental” sobre el fondo de la ontología griega
como su fuente última. Él no busca reconstruir la historia de la conceptualidad de la metafísica, sino el terreno original (no filosófico) de donde ella mana. ¿Pero qué significa aquí
fundar y hasta dónde nos conduciría dicha búsqueda? La destrucción de la historia de la
metafísica exige necesariamente una construcción de la historia como metafísica y de sus
episodios “fundamentales”. Según Heidegger, esta vuelta al origen nos conduce a un suelo
poético que remite hasta los presocráticos. Pero ese suelo es poético y mitológico a la vez. En
verdad ningún origen histórico concreto puede tener certeza de haber alcanzado su fin. El
Schelling tardío reconoce que la conciencia filosófica nace de (y contra) la mitología. Pero
la mitología ya no puede restringirse a Grecia, sino que se desborda por todo el mundo
antiguo. Llegados a este punto, preguntamos por qué detenerse ahí. ¿Por qué no proseguir
hasta la prehistoria, donde hablan arquitecturas nacientes y pinturas rupestres? Y una vez
que llegamos aquí, ¿por qué no preguntarse mejor por la naturaleza (como Schelling también lo hace)? Sirva esta nota para indicar las dificultades de un retroceso para explicar el
origen histórico de la metafísica.
y lo ontológico, que es ya una formulación de la diferencia entre el ser y el
ente. A nivel del Dasein, pero también a nivel de la historia de Occidente, la
inteligibilidad absoluta del campo de interrogación heideggeriano depende
de la correcta aprehensión de dicha diferencia. Puede apreciarse fácilmente
que toda la obra tardía de Heidegger responde a la necesidad de desarrollar
las ideas de Ser y tiempo (planteadas en torno al Dasein) pero en la escala
de una historia del ser. Incluso si Heidegger llama en un momento a una
superación de la diferencia ontológica o de los términos en que ella aparece
en Ser y tiempo, esta no puede recusarse. Hacerlo tiraría por la borda su
interpretación de Occidente como historia de la metafísica, la cual consiste
precisamente en el olvido del ser, que es equivalente a la confusión entre el
ser y el ente, que es equivalente a haber ignorado la diferencia ontológica.7
Es verdad que, como dice Heidegger, el camino que Ser y tiempo preparaba para una interpretación de Occidente tomando como hilo conductor
su metafísica, es decir, el pensamiento ontoteológico (que toma al ser por
un ente, es decir que no reconoce la diferencia ontológica), parecía moverse
“todavía” en un ámbito subjetivo. También es verdad que Heidegger advierte
retrospectivamente en su obra claros rasgos de un pensamiento trascendental
en su descripción del Dasein. Parece entonces forzosa la copertenencia entre
subjetivismo y diferencia ontológica. Los comentarios críticos que Heidegger
expresa respecto de este subjetivismo y respecto del concepto de diferencia
7. En efecto, en Beiträge zur Philosophie, Heidegger (1989: 250, 465-469) cuestiona la originariedad de la diferencia ontológica, en cuanto que ella pone el acento en la diferencia, pero
no en la unidad. Así, el pensamiento del ser no debería orientarse por la trascendencia del
ser respecto de lo ente, sino por un trascender la trascendencia (o sobrepasarla: übersteigen),
preguntando directamente por el ser y su verdad. Pero incluso tras la Kehre su pensamiento
sigue respondiendo a la estructura de la diferencia ontológica. Para el Heidegger tardío la
técnica somete a los entes a una calidad de presencia que asegure su permanente disposición
para ser explotados. Esta lectura repite el esfuerzo de Ser y tiempo por remontar la interpretación del mundo como cúmulo de objetos y cosas a disposición del hombre (Vorhandenheit)
para situarlos en un suelo práctico no utilitario (Zuhandenheit). En ambos casos se transita
de lo óntico a lo ontológico. También su lectura tardía del espacio sigue remitiendo a un
pensamiento del ser como un dar-lugar (función cuasi trascendental) a las cosas concretas
desde un fondo de posibilidad (Malpas, 2007).
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ontológica lo llevan a una superación de ambos. Sin embargo, como veremos,
lo que Heidegger realiza es someter al hombre a una potenciación de la
diferencia ontológica. En Ser y tiempo el Dasein no es nunca un mero ente,
sino el puente entre ser y ente. Después de la Carta sobre el humanismo y la
famosa vuelta (Kehre), el hombre perderá sus privilegios trascendentales,
pero no la diferencia ontológica, la cual sobrevivirá como estructura pura.
El corolario de esta posición se puede colegir de sus intervenciones sobre
la historia contemporánea, que adoptará el sitio de lo ente, de lo constituido.
La amenaza de una guerra nuclear en los años de posguerra no es interpretada
por Heidegger desde el punto de vista de la responsabilidad, donde cada
quien debe responder por sus hechos. En Ser y tiempo los actos del Dasein
eran siempre singulares e inalienables y le estaba reservada una decisión
capaz de desencadenar la potencia resguardada por la posibilidad originaria
de su ser. Sin embargo, es la radicalización de la diferencia ontológica la
que termina desplazando al hombre de su lugar privilegiado, privándole
no solo de agencia mundana auténtica, sino también de responsabilidad.
La historia concreta solo tendrá lugar en el medium privilegiado de la
filosofía, única capaz de captar lo que verdaderamente acontece, mientras
que el mundo resulta una nada, un mero efecto, gobernado por un destino
ineluctable que sale de sus manos. Heidegger (2000: 168) dice al respecto:
“el hombre se paraliza frente a lo que podría venir con la explosión de la
bomba atómica. El hombre no ve lo que ya advino y ha acontecido desde
hace mucho […] ¿qué espera todavía esta angustia confusa, si lo terrible [das
Entsetzliche] ya ha pasado?”. La diferencia ontológica no ha sido superada
sino radicalizada, porque lo que correspondía al Dasein en capacidad de
decisión frente al ámbito constituido de los entes se pierde en cuanto que él
termina formando parte de lo constituido en su conjunto y de su destino. El
carácter condicionante-posibilitante de las decisiones ontológicas respecto
del acontecer concreto se vuelve todavía más incisivo.8
8. La explosión efectiva de la bomba no representaría ningún hecho real. La última instancia,
el olvido del ser, constituiría lo verdaderamente terrible, de lo cual la bomba sería una mera
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consecuencia. Trascender en verdad la diferencia ontológica implicaría separar lo ente del
destino fijado a priori por una supuesta decisión original y anónima (lo que significa que,
de hecho, nadie decida nunca nada en concreto), restituyendo a los entes sus derechos
(autonomía e independencia entre sí y respecto al ser) de qué hacer con y cómo asumir su
tradición. Finalmente, la tradición es inseparable de la posición que se tome frente a ella.
de la diferencia ontológica que nos permita comprender la especificidad del
pensamiento heideggeriano y cómo este se ordena y es comandado por aquella.
Regresemos pues a Ser y tiempo para apreciar cómo se formula la diferencia ontológica. Heidegger (1967: 6) escribe en el parágrafo 2 de esa obra:
“Lo interrogado en la pregunta que debe elaborarse es el ser [Sein], aquello
que determina [bestimmt] al ente [Seiendes] en cuanto ente, aquello por
lo cual lo ente, como sea que se le explique, está siempre ya comprendido
[verstanden]. El ser del ente [Sein des Seienden] no «es» él mismo un ente”.
La diferencia ontológica discierne al ser del ente. Aclaremos esto. Por ente
debe entenderse en primera instancia todo aquello a lo cual nos dirigimos,
es decir, las “cosas” en tanto insertas en un contexto significativo (o plexo
de referencias) que constituye un mundo. Podemos hablar de cosas, de
objetos, de representaciones, incluso de ideas. Pero todos esos nombres son
interpretaciones particulares del ente en su conjunto. En otras palabras, por
ente debe de comprenderse una figura más general que la de “objeto”. Basta
con que podamos hablar de ello, hacerlo tema expreso de consideración, sin
que eso constituya una aprehensión formal. Pero podemos ver también una
figura más concreta, pues lo ente no adquiere su sitio en un espacio genérico
y homogéneo como el cosmos, o la conciencia, sino en la vida fáctica.
Decimos que los entes son. Pero también que su modo de presentarse
está condicionado por los “existenciarios”, es decir las estructuras a priori que
el Dasein impone a toda donación posible de algo. El Dasein “constituye”
o, mejor, comprende las cosas. El aparecer primario será mundano, lo que
condiciona que no existan, originalmente, objetos, sino útiles (privilegio de lo
práctico sobre lo teorético). Lo esencial es aquí el “cómo” (wie) del fenómeno,
porque qué sean dichas cosas es un asunto secundario, correspondiente a una
interpretación derivada y que está fundada en alguna estructura existenciaria.
El ente es. Es lo más fundamental que podemos decir de las cosas. Tenemos, claramente, una tautología, porque decir “ente” (Seiendes = lo que
es, lo que está siendo) significa ya decir que algo es. Pero si el ente es, no
por ello podemos invertir la frase. No es posible afirmar que el ser sea un
ente, o que debamos entender al ser de la misma forma que al ente, es decir,
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2. La diferencia ontológica en cuanto tal
Al preguntarnos por la aportación de Ser y tiempo hemos dado con la
aportación del pensamiento heideggeriano en cuanto tal. Es conocida la
frase que Heidegger expresa en Qué significa pensar, de que un pensador
piensa un único pensamiento. Aquí lo nombramos para Heidegger: es la
diferencia ontológica. Esto quiere decir que la ontología fundamental, el
pensar del acontecimiento y el pensar de la historia del ser no solo remiten
sino que dependen estructuralmente de la noción de diferencia ontológica.
De entrada, no debe sorprender este juicio. Heidegger ha dicho que en toda
su obra solamente le ha preocupado una cosa: el ser. Pero el modo propio
en que el ser le ha ocupado es a partir de su diferencia respecto del ente.
Existe un conjunto de diferencias estrechamente emparentadas con la
diferencia ontológica y que permiten cercar mejor su sentido. La primera de
ellas es la diferencia entre lo originario y lo derivado. Al ser le corresponde
el origen, mientras que al ente le corresponde lo derivado. Pero también
podemos hablar de la diferencia entre lo fundante y lo fundado, o, incluso,
mutatis mutandis, de aquella entre lo condicionado y lo condicionado. Aun
ahí donde Heidegger no habla de la diferencia ontológica explícitamente,
sigue confiando en que toda la historia de Occidente (y por ende nuestra
época como su resultado) puede resumirse en una fórmula: el olvido del
ser, que a su vez puede llamarse también pensamiento de la presencia o
dominio de la técnica. Todos estos son modos equivalentes de tomar al ser
por un (o por lo) ente, que es ya formular, reclamar y asignar a la diferencia
ontológica el papel de concepto ordenador de todo el campo fundamental
de interrogación. Pero todavía no ofrecemos una idea suficientemente clara
ontológica, sino meramente óntica, es decir, es derivada y dependiente de
la interpretación del ser en cuanto tal. Esta relación deberíamos entonces
reescribirla así: ser → (ente l ente).9 Podemos ver que la flecha representa
un operador muy general, entre los cuales podríamos encontrar la cópula
del juicio. Así, la flecha es equivalente de manera restringida al “es”: → ≈ es.
La tradición filosófica ha hecho de la proposición lógica el sitio mismo
de comparecencia de las cosas (como evidencia para una conciencia o razón
pura) y de la verdad (como adecuación entre ella y lo que es el caso). Cuando se dice “S es P”, un sujeto (S) se pone en relación con un atributo (P) a
través de la cópula (es). Heidegger se pregunta en un primer momento qué
pueda significar “ser”, más allá de la cópula: que (dass) algo sea es “anterior”
a qué (was) sea. Pero “S es” resulta incompleto sin un modo particular de
aparecer, dado por P (algo aparece siempre en cuanto algo). La “confusión”
ontológica que denuncia Heidegger consiste en tomar el juicio apofántico
(“S es P”) como si los términos estuvieran en un mismo plano: el de lo ente.
Ónticamente este juicio expresa un atributo o cualidad de una cosa; considerado ontológicamente, en cambio, deberá reconducirnos al ser (S) que se
da (es) como un ente (P). El desocultamiento propio de la verdad significa
el advenir de un ente a la presencia a partir de un fondo diferente de él.
a partir de categorías del pensamiento (las cuales pertenecen al ámbito de
lo constituido y deben ser reconducidas a su origen). El ente es, pero el ser
no es un ente, lo que quiere decir que el ser no es. Entre los términos hay,
ante todo, una relación de asimetría, que denota una prioridad. El ente se
funda en el ser. ¿Qué significa esto? Que el ser funge como un a priori para
los entes particulares. Se trata claramente de una prioridad ontológica, no
temporal. Heidegger habla, además, de “el ser”, das Sein. El número implícito
en el artículo das deja traslucir su unidad. El ser debe entenderse de manera
unitaria o, al menos, como se sugiere en el parágrafo 1 de Ser y tiempo, a
partir de la unidad de analogía.
Si el ser es siempre de un ente y al ser corresponde una unidad, también
le corresponde al ente una determinada comunidad comprendida como totalidad. La ontología fundamental que se despliega en Ser y tiempo no busca
dirigir la mirada a este o aquel ente particular, ni siquiera a sus “regiones”
(para hablar en lenguaje husserliano), sino al ente en su conjunto. Dijimos
que “objeto”, “cosa” o “representación” son interpretaciones del ente, pero
en su totalidad. Pues lo que deberá buscarse en una ontología renovada no
es entonces una “mejor” (o más adecuada) interpretación de la totalidad
de lo ente, sino comprender qué significa una totalidad de lo ente que no
esté fundada en lo ente mismo. La pregunta que se impone es, obviamente,
¿qué significa estar fundado?
El ser es del ente, pero el ser no es un ente. Estas dos proposiciones se
conjugan gracias al régimen de la diferencia ontológica. Con miras a la
claridad, representemos diagramáticamente los términos con letras y una
flecha, que deberá expresar su relación. Podemos entonces presentar la
diferencia ontológica así: ser → ente. La dirección que introduce la flecha
implica un orden de fundación. La fundación es una relación asimétrica
de dependencia. No hay ente sin ser, ni ser sin entes, pero es el ente el que
está en el ser (en sentido estático) y es el ente el que proviene del ser (en
sentido constituyente dinámico). Por ello la flecha contraria no se cumple:
ser ← ente. Lo ente no tiene potestad sobre el ser. También debe decirse que
la relación ente l ente (la causalidad intramundana) no tiene relevancia
9. Puede preguntarse aquí qué relevancia tiene aquí el uso de estos esquemas. Al usar símbolos
abstractos, ¿no perdemos precisamente lo que el pensamiento heideggeriano busca, a saber,
permanecer, en el habla filosófica, siempre cerca del habla mundana, evitando artificios
y el recurso a la reflexión objetivante? El diagrama aquí utilizado debe hacer accesible la
estructura, nunca explicitada, de la diferencia ontológica en cuanto tal. Nosotros utilizamos
a los entes y comprendemos su ser. Pero la diferencia ontológica ¿la comprendemos?, ¿la
empleamos? Y ¿cómo podemos pensarla sin operar en el terreno de la reflexión? ¿No buscamos así comprender la estructura que condiciona la estructura del comprender? Existe el
prejuicio de que la diferencia, en cuanto condiciona lo que puede aparecer y lo que puede
ser pensado), ya no puede, a su vez, pensarse (es el argumento derridiano por excelencia).
Este prejuicio repite la estructura de la diferencia ontológica, según la cual ella es inaccesible a las categorías y permanece, por ello, impensada e impensable filosóficamente. Pero la
diferencia ontológica, desde que se enuncia y sitúa su lugar en una argumentación, deja de
ser inaccesible y se la piensa, se la presenta y se la caracteriza. Además, exhibe una forma y
una dinámica particulares. Sirva esta nota para indicar la necesidad de investigar la lógica
y la “topología” o morfología de la diferencia ontológica.
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Tomada en sentido hermenéutico-ontológico, una predicación apofántica no describe ya un atributo o propiedad de un sujeto, sino que conecta
un fundamento (F) con algo existente (E), en el que aquel se ex-presa: F
→ E. Aquí la flecha puede ser leída como representando una donación. En
Sobre la cosa del pensar dice Heidegger (1969): “el ser se da” (es gibt Sein).10
También en castellano decimos, para mentar que algo existe, que “se da”.
En esta construcción hay una relación entre lo que da (el ser), a quién se da
(al hombre), lo dado (el ente) y el dar en sí mismo. Esta relación explicita
la diferencia ontológica. O, mejor, el don es el nombre de la efectuación
temporal y concreta de la relación entre el ser y el ente, el advenir a la
presencia desde un fondo que no se presenta él mismo. Es así como nos
vemos arrastrados a un análisis formal, que no forma parte de la existencia,
ni puede ser derivado por generalización o ideación de ella. La diferencia
ontológica constituye (conforma) no solamente a lo ente, sino al hombre
mismo pero, entonces, ¿cómo puede el hombre pensar aquello de lo cual
él es lo condicionado? O, en otros términos, ¿cómo es posible pensar la
diferencia ontológica sin un movimiento de autoconciencia y suspensión
de lo inmediato-introducción de una mediación?11
La flecha que utilizamos aquí para designar el régimen de interpretación
que permite la diferencia ontológica, es decir, el orden que parte, reparte y
jerarquiza al ser y al ente, generaliza la idea de lo ente como un advenir, un
llegar a ser, desde un fondo impresentable, el ser, que resguarda no solamente
posibilidades inauditas para lo ente, sino que él mismo se reserva sus caminos
de operación. Podemos ahora sostener las siguientes tesis: a) el ser funge como
condición de posibilidad de lo ente; b) el ser es condición incondicionada
y determinante de la totalidad de lo ente, según su interpretación; c) el ser
no es el ente, de modo tal que este “no”, es decir, la negación, se convierte en
el operador que discierne los términos. Así: la diferencia ontológica supone
una suerte de dualismo sostenido por el “no” y una jerarquía que asegura
una operación trascendental determinante. Hay que ser aquí muy claros. El
dualismo que surge en la diferencia ontológica no significa una contraposición simétrica de los términos. “Dualismo” significa que en la concepción
heideggeriana de la diferencia ontológica se delinean dos espacios (el del ser
y el del ente) que no pueden confundirse: el ser no puede ontificarse12 y el
ente no poseerá nunca la potencia-posibilitante del ser. El ente es pasivo y
obtiene su potencia del ser, sobre el cual no tiene a su vez ningún poder, lo
que significa que no tiene tampoco ningún poder para sí, que no venga de
aquel. El dualismo peculiar prohíbe cualquier intersección de los espacios,
y la jerarquía, cualquier inversión en la relación de dependencia.13
Se vuelve ahora más clara la relación cuasi trascendental14 entre la
interpretación del ser y el destino concreto de lo ente. Podemos también
12. Término con el que Eugen Fink nombra el inevitable uso de categorías ónticas para
hablar del ser (cf. Fink, 2006: 240-241).
13. Lo que verdaderamente hay que preguntarse es si el mundo posee ese orden fatal que
se le imputa a lo constituido y si el ser puede sostener su lejanía sin que se le describa y
ontifique de algún modo.
11. Hegel aparece aquí necesariamente como un interlocutor no explícito. Busca evitar toda
mediación filosófica en el sentido hegeliano del término. Pero, entonces, ¿cómo explicar
un pensamiento de la diferencia, siendo que la diferencia condiciona lo pensable mismo?
Heidegger afirma el ser no es. Mayores razones habría para afirmar, como lo hace Jacques
Derrida, que la diferencia ontológica tampoco es, de hecho, no corresponde ni al ser, ni al
ente. Hegel afirma, en cambio, que el límite (Grenze) es. La diferencia parece jugar el papel
de un primer principio huidizo y no conceptual que debe ser salvado de su ontificación.
14. ¿Qué significa trascendental? ¿Es Heidegger un pensador trascendental? La cuestión
ya ha sido abordada y no puede decidirse de manera simple. Pero algo es seguro: discutir
la pertenencia simple o no de un pensador a una tradición es una tarea tan aburrida como
estéril. Importante es comprender las continuidades y discontinuidades clave y, sobre todo,
ganar el campo (no el fondo, es decir, no el “basamento”, sino el conjunto de puntos que serían
unidos por un grafo y nos darían un itinerario conceptual) donde las preguntas concretas
cobran su sitio y su relevancia. Esta nota presenta la tesis de que la diferencia ontológica es
una transformación-radicalización del pensamiento trascendental kantiano. El centro del
criticismo kantiano es la diferencia entre lo empírico y lo trascendental, que aquí llamaremos
la diferencia crítica. Con ello Kant introduce en la filosofía una separación en el espacio total
del mundo. Nuestra experiencia no constituye un continuo (= inmanencia), sino que es el
resultado de una síntesis. Por trascendental debe entenderse un conjunto de condiciones de
posibilidad a priori de la experiencia, es decir, de la aparición de algo (fenómeno). Dichas
condiciones son aportadas por el sujeto. Visto desde un punto de vista negativo, decimos
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10. En alemán la construcción es gibt se declina en acusativo. El castellano posee una expresión muy próxima al alemán: que algo exista se dice también que “se da”.
apreciar, de esta manera, la ambigüedad fundamental de todo pensamiento
trascendental, incluido el de Heidegger: por un lado, apunta al condicionamiento necesario para que algo advenga (al ser o a la representación);
por el otro, a la posibilidad (como libertad irrestricta). Un pensamiento
trascendental se confronta necesariamente con el problema de la sinuosa
frontera entre lo condicionado y lo condicionado.
Pero resta una cuestión igualmente fundamental que aquí solo podemos
indicar. Hemos visto la relación entre el ser y el ente, la separación, el orden
y la jerarquía que impone. Pero ¿qué podemos decir de las potencias del
ente humano? ¿Y qué podemos decir de la relación intramundana, es decir,
entre entes? Para Heidegger esta relación resulta siempre óntica, es decir
que lo empírico no es lo trascendental: ambos términos constituyen espacios irreductibles.
Aquí podemos identificar la operación de la lógica clásica. Ese “no” utilizado en el juicio
“lo trascendental no es lo empírico” significa una oposición de los términos, tal que nada
puede ser empírico y trascendental a la vez (principio de no contradicción) y que no existe
un tercero (tertium non datur), es decir, una tercera fuente. Que la diferencia crítica se
soporta en la lógica clásica es visible en la sección dedicada por Kant a las antinomias en
la Crítica de la razón pura. Por ellas entiende Kant las contradicciones que emergen en la
metafísica cuando los conceptos puros del entendimiento se aplican a sí mismos y no a un
material sensible (hoy las identificaríamos con paradojas de autorreferencia). Para evitar las
contradicciones, es necesario introducir una jerarquía entre lo trascendental y lo empírico:
a) los conceptos se aplican legítimamente solo a una variedad sensible; b) lo sensible no tiene
influencia sobre los principios o las categorías (por el contrario, es el sujeto quien impone
sus categorías a lo que se da en la sensibilidad); c) lo sensible no es inteligible en derecho
propio, sino que requiere los conceptos puros del entendimiento; d) un concepto no puede
aplicarse a un concepto de manera determinante, y e) el fondo último de todo aparecer lo
constituye la subjetividad, que es determinante (y no determinada), por lo cual pertenece al
nóumeno y no al fenómeno (i.e., no puede aparecer). Podemos escribir, siguiendo la notación
ya utilizada, T → E (donde T significa trascendental y E, lo empírico), entendiendo con ello
que lo empírico es determinado por lo trascendental. Así, entre lo empírico y lo trascendental
hay una cierta oposición (separación) y una jerarquía (una dirección de orden que va de lo
trascendental a lo empírico). Si no se respetan la diferencia y la jerarquía, veremos emerger
contradicciones en la razón, con lo que esta última fallaría a su fin último de garantizar la
unidad consigo misma. Ahora, en la fórmula “condiciones de posibilidad” debemos poner
atención a dos componentes. Por un lado, lo trascendental condiciona (existe un conjunto
finito de categorías). La categoría es ya un condicionamiento en sí mismo, una forma que
restringe lo posible. El entendimiento limita, y es así como resulta posible que algo aparezca.
No hay nada que pueda aparecer sin una forma determinada, y toda forma supone una
restricción. Pero, por otro lado, la condición es también posibilitante. Las condiciones hacen
posible que algo aparezca como algo. Ahora, si existe una diferencia entre lo empírico y
lo trascendental, debe explicarse cómo ocurre la síntesis que hace efectiva la experiencia.
La síntesis la opera el yo a través de la unidad trascendental de apercepción. La función
suprema del yo consiste en general en efectuar la síntesis de lo sensible y lo inteligible a
través de una serie de síntesis. Surge así una primera disyuntiva: o bien la unidad suprema
la ejerce el yo y por tanto él debe ser la raíz común de sensibilidad y entendimiento, o bien
la síntesis será siempre unilateral (subjetiva, “para nosotros”). El sujeto, en tanto condición
de condiciones, no es ni un ente, ni un mero conjunto de categorías. Kant afirma en la misma crítica que el sujeto es absolutamente incondicionado, es decir, libre. Surge entonces la
siguiente pregunta: ¿son las categorías que el sujeto aplica al material sensible algo siempre
ya constituido o surgen ellas del fondo de posibilidad de la libertad del sujeto? Reconocemos
claramente cierto isomorfismo estructural entre la diferencia trascendental y la diferencia
ontológica. La diferencia ontológica prohíbe la circularidad del ser (el ser no es), con lo cual
se introduce una jerarquía de principio entre el ser y el ente; el ente estará condicionado
y posibilitado por la interpretación del ser; y finalmente, el ser deberá jugar el papel de lo
incondicionado. Es trivial decir que Heidegger no repite sin más el proyecto kantiano. De
entrada, para Heidegger no es necesaria una síntesis entre lo sensible y lo inteligible, pues no
existen como ámbitos separados, pero sí se supone una raíz común de ambas que garantiza
“siempre ya” su síntesis. Sin embargo, se retiene una función posibilitante de la experiencia
(del fenómeno en general) a partir de una estructura a priori, pero que ya no es puesta por
el sujeto, sino que lo pone a él también. Reconocemos así el intento heideggeriano por
reconstituir la estructura trascendental fuera del sujeto, lo cual no es posible sin retener una
suerte de “esqueleto” de subjetividad. El ser retiene, al menos, los siguientes elementos del
sujeto trascendental: a) su carácter unitario: no habría historia del (en singular) ser, si este no
asegurara su continuidad y su integridad sintética; b) su carácter a priori respecto del ente (el
aparecer y la experiencia en general): que explica la prioridad fundante (y mutatis mutandis,
determinante) del ser sobre el ente; c) la dimensión temporal como instancia decisiva de todo
acontecer: por un lado, todo lo ente llega a ser lo que es, en vez de serlo desde la eternidad,
pero, por otro, dicho advenir requiere una memoria absoluta que asegure la continuidad del
proceso de emergencia y concatenación de las “épocas”; si existieran “agujeros negros” en
ella, la rememoración del origen e incluso la “destrucción” de la totalidad de la historia de
la metafísica resultaría imposible), y d) la capacidad sintética de lo sensible y lo inteligible:
recordemos que, siguiendo cierta inspiración de la intuición categorial, para Heidegger
el ser despliega como comprensión de situaciones (komplexe Sachverhalte o contenidos
complejos), donde no existe nunca una sensibilidad bruta que después reciba (como desde
fuera) una forma intelectual. Para ser exactos deberíamos decir que el “ser” heideggeriano
es como una subjetividad trascendental sin autoconciencia (que no sabe de sí). Implica un
sujeto sin sujeto, o un sujeto vaciado de su propio contenido. Aquí apreciamos un modelo
que podríamos llamar cuasi trascendental o, puesto que se trata de un procedimiento donde
la estructura del sujeto (trascendental) es aplicada a él mismo de tal modo que este termina
quedando del lado de lo fundado, podríamos hablar de un modelo hipertrascendental. Sirva
esta nota para medir no la identidad sino los compromisos que el concepto de diferencia
ontológica asume con la estructura del pensamiento trascendental kantiano, incluso en el
pensamiento de la historia del ser.
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que está condicionada a priori por una interpretación del ser y, en nuestro
tiempo, forma parte de un destino ya agotado por la tradición. Dicho de
otro modo, todo lo que un ente puede llegar a ser está ya prescripto por una
interpretación histórica del ser. Surge así la pregunta por la libertad. No
cabe duda de que el concepto de trascendencia reservado al Dasein en Ser y
tiempo conecta con cierta idea de libertad. La libertad como trascendencia
significa la posibilidad de relacionarse de otro modo con la totalidad de
lo ente a partir del recurso a un origen siempre abierto y que no prescribe
nada. Pero todo inicio, para iniciar algo, debe implicar una decisión y contiene, por tanto, un elemento ya arbitrario, una suerte de limitación de lo
posible, sin lo cual nada puede comenzar realmente. Para hacer accesible
el origen debe ser accesible también la restricción que hace que ese origen
pueda ser origen de algo. De la misma manera, si el hombre es capaz de
originar algo, este, en cuanto ente, debe poseer una agencia mínima sobre
el ser. La libertad no puede ser pensada sin limitación. Ahora, la limitación
de la libertad del ente humano ¿no está dada por los otros entes, humanos
y no humanos? Es decir, lo posible y no imposible ¿no toma su punto de
partida preciso en el mundo y no en una abstracta trascendencia que le
antecedería ontológicamente? Para que el mundo sea algo y no un mero
efecto o producto final de una instancia que le antecede, este debe poseer
su independencia respecto de todo destino, pero también respecto de la
pureza de lo posible. Esto significa que lo devenido (lo ente), por el mero
hecho de haber llegado a ser, para no condenarse a ser una nada, debe poseer
una relativa independencia en su conjunto y a su interior. Es decir: debe
ser relativamente independiente de todo destino trascendental y cada ente
debe resguardar independencia relativa respecto de otros entes. ¿No es la
mayor paradoja del pensamiento de la diferencia ontológica que la libertad
del ser es tan extrema que desemboca en la abstracción y, por tanto, en la
prisión de una inédita impotencia?15
Las aporías del pensamiento de la diferencia ontológica no pueden ya
resolverse a partir de una dialéctica o por recurso a una unidad primera
(raíz común), sino a partir de la descripción de la estructura y dinámica de la
15. En el Escrito sobre la libertad humana de Schelling encontramos una interpretación
ontológica del juicio apofántico, que ya nos ha ocupado, en una dirección que prepara la
interpretación heideggeriana. En este texto de Schelling encontramos una suerte de diferencia ontológica (donde obra el fundamento), pero que se suplementa por una diferencia
adicional (donde obra la existencia). Por un lado, Dios opera como fundamento de las
criaturas (i.e., de lo ente). Todo es en él (sentido estructural o estático) y proviene (sentido
temporal o genético) de él. Dios crea al mundo y lo sostiene en él, jugando el papel de
fundamento (siendo él mismo libre y sin fondo: frei und abgründlich; mientras que lo ente
está fundado y determinado a priori). Aquí hay que evitar la interpretación trivial de que
Schelling practica aquí una ontoteología. El nombre “Dios”, en cuanto fundamento, opera ya
plenamente como un principio, que no puede ser confundido con ningún ente o “superente.
Pero, al mismo tiempo que Dios opera como fundamento de lo ente o creación, él juega
el papel de un existente, que está lado a lado con la creación. La relación de fundación es
vertical, la relación de existencia es horizontal. En el límite, la verticalidad captura lo ente
en la unidad del ser, mientras que la horizontalidad disuelve toda relación trascendental
y produce un mundo sin jerarquías, de entes relativamente subsistentes y diseminados. La
relación de fundamento puede identificarse con lo que Schelling llama filosofía negativa,
mientras que la relación de existencia apunta a la filosofía positiva. La primera abarca tanto
la filosofía trascendental como dialéctica. La segunda restituye sus derechos a lo real. En
la relación Dios-criatura o fundamento-ente, el ente no puede estar fuera del fundamento
que le sostiene y hace posible, y que se mantiene como fondo oscuro impresentable. En la
segunda, el ente puede establecer una relación libre con su fundamento: dirigirse a él o darle
le espalda, sin estar capturado fatalmente por un destino manado de aquel. Esta segunda
diferencia hace de Dios un ente (lo ontifica, lo hace persona), lo que a su vez permite al
hombre ser relativamente libre respecto de su fundamento (lo cual es distinto a que el fundamento, al ser indeterminado, le garantice su libertad). Esto significa tanto la capacidad de
lo ente de determinar (volver ente) lo indeterminable (el ser, que siempre se retrae) como
la capacidad de hacerse un destino propio al margen de las posibilidades prefiguradas por
los avatares históricos concretos (el devenir) del fundamento. Es así como para Schelling la
contingencia del origen de lo ente y su orden, es decir, la posibilidad de revocar un orden, no
basta para caracterizar la libertad. No es la posibilidad de recomenzar, ni la emergencia de
lo nuevo, ni un ser libre respecto de toda determinación, ni el estar en constante devenir (o
advenir) lo que define la libertad; no es la potencia sin restricciones, ni el libre juego lo que
la caracteriza, sino la aceptación de lo finito y su obrar respecto de lo finito, es decir, desde
lo ente en toda su restricción y concreción. Aquí se entiende el paso de lo constituyente a
lo constituido como un progreso que realiza las condiciones de la libertad real y no como
una caída que aleja al hombre de esta. Al mismo tiempo, Schelling reconoce que algo es
libre solamente si algo más lo es también y de manera independiente a aquel. Para que uno y
otro sean libres, deben de estar (relativamente) fuera de sí (i.e., separados), y relativamente
fuera de una totalidad (i.e., del ente en su conjunto), así como de las potencias aprióricas
del ser (es decir, de la potencia de su destinar). Sirva esta nota para presentar el problema
de la libertad y las limitaciones de la diferencia ontológica para hacerle justicia.
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frontera que separa al ser del ente, llamada por Heidegger todavía diferencia.
Aquí podemos reconocer un conjunto de dificultades que hacen cuestionable la viabilidad de la interrogación ontológica planteada en los términos
de la diferencia ontológica. A) El rechazo abierto de toda conceptualidad
positiva (categorías) y de la dimensión de la presencia en la interrogación
ontológica conduce inevitablemente a una nada, un terreno de lo inexpresable.16 B) La filosofía, agotada, no puede ya penetrar estos caminos y pide
a la poesía que la releve. Pero la poesía, tomada radicalmente, puesto que
no exige una conceptualidad filosófica rigurosa, no solamente cuestiona el
pensar objetivante, sino también la posibilidad de cualquier ontología. C) El
tránsito de un fondo de posibilidades abierto a una historia concreta, que
desata un destino férreo, queda siempre inexplicado, pero más oscuro es
todavía el camino que permitiría remontar, desde el mundo (i.e., desde lo
ente), al mundo mismo en su modo actual.
Hemos expuesto hasta aquí los rasgos más generales del pensamiento
de la diferencia ontológica: jerarquía, oposición y dependencia ontológica.
Hemos mostrado sus vínculos con el pensamiento trascendental kantiano,
descubriendo una suerte de pensamiento del sujeto sin sujeto. Hemos visto
también algunas consecuencias: el ente humano, en tanto condicionado
por una historia trascendental, queda privado de toda independencia y
agencia, pero también de todo poder sobre el ente; igualmente, el mundo
está siempre en riesgo de convertirse en una nada, pues lo que “realmente
acontece” tiene lugar solamente en el pensar. Finalmente, mencionamos
brevemente los problemas y la viabilidad de este pensar: abismarse en lo
indecible, recusando su propia posibilidad.
3. Resonancias contemporáneas
16. Eugen Fink reconoce que toda fenomenología debe reducirse a sí misma, especialmente
la instancia reductora por excelencia: el ego. Todo lo constituido debe remontarse al proceso
de su constitución. Pero de esta manera la fenomenología termina en la nada y se transforma
en una meóntica trascendental (del griego mé ón: no ser). El proceder heideggeriano no toma
por escenario al ego, sino a Occidente, pero el resultado es estructuralmente el mismo: una
región insondable. Pero, argumenta Fink, el objetivo de la fenomenología no consiste en
librarse de la conceptualidad filosófica para poetizar, sino en construir otra conceptualidad.
Para salvarse del silencio y de una especulación sin rigor posible, Fink asigna a la fenomenología la tarea de arrancarle una palabra a la nada, creando conceptos “desnadificantes”
(Entnichtungsbegriffe). Dichos conceptos necesariamente ontifican al ser al obligarlo a mostrarse en el lenguaje del ente. Pero deben al mismo tiempo protestar contra esta violación
de la diferencia ontológica propia de la expresión filosófica. Fink invoca entonces un lógos
particular que muestre la aporía inevitable de la ontología: el lógos hamártikos, i.e., que falla.
Falla porque pisotea la diferencia ontológica al ontificar al ser, pero la reivindica porque,
en ese proceso, el concepto guarda la huella de su operación. El lógos hamártikos deberá ser
paradójico, elíptico y, sobre todo, complejo (cf. Fink, 2006: 305).
Pese a todas sus transformaciones, un grupo de variaciones del concepto
de diferencia ontológica sigue dominando la filosofía contemporánea. Pero,
al mismo tiempo, todo lo que podemos llamar contemporáneo se deja
reconocer también por una protesta, si bien modesta, contra la sombra de
aquella. Diferencia ontológica: este término ordena de un solo golpe (a) el
deseo de la filosofía contemporánea (o del pensamiento posfilosófico, según
se aprecie) de retrotraerse a una región más originaria que toda presencia,
es decir, a una región absolutamente constituyente, es decir, presubjetiva,
preobjetiva, incluso prefenomenológica, hasta perder el sentido mismo de
lo originario, frente a lo cual (b) el mundo debe entenderse como un ámbito
meramente constituido, sin fuerzas propias y donde el nexo de la efectividad,
la causalidad, resulta superfluo o (i.e., meramente “intramundano”); (c) lo
que se sigue de una insistencia por mantener radicalmente diferenciados
(sin traslapes ni inversiones posibles) lo constituyente de lo constituido, lo
originario de lo derivado, con el fin de salvaguardar un principio abstracto
e indeterminado que asegure al mundo la posibilidad del advenimiento de
lo nuevo en él, pero haciendo de este, en cambio, un producto contingente
y al mismo tiempo clausurado o agotado; (d) la consideración del tiempo
como la dimensión ontológicamente más originaria, siendo el espacio una
instancia derivada frente a aquel; el pensar de la diferencia, claro deudor
de Heidegger, pone su acento sobre el desajuste de todo advenir (el tiempo), pero nunca sobre la simultaneidad (de los tiempos y los espacios),
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saturando así la discusión filosófica con una obsesión sobre el origen y el
final, el nacimiento y la muerte, el inicio y el agotamiento de la tradición;
y el pensar del acontecimiento, también heredero de Heidegger, confía en
la milagrosa irrupción del acontecimiento de lo nuevo para salvarnos del
agotamiento del horizonte contemporáneo.
Matices se pueden encontrar muchos, lo mismo que pequeñas protestas
aquí y allá, pero nunca una puesta en duda del espacio que supone la diferencia
ontológica, cuyos rasgos hemos intentado presentar anteriormente. Si no lo
hacemos, la única tarea que resta a la filosofía consistirá en retrotraer toda
presencia a su “constitución”, la misma que no ocurre ya en ningún lugar
(fuese el sujeto o la naturaleza), sino en un magma originario, impensable,
inarticulable, y que no se le podría siquiera insinuar sin ya comenzar a traicionarlo. Pero, incluso cuando se afirma la posibilidad de la filosofía, se le
acaba planteando dentro del estrecho margen de la diferencia ontológica.17
A lo largo de este trabajo hemos desarrollado un contrapunto entre la
obra de Heidegger y otros pensadores. Heidegger los llamaría fundamentales. La razón es que ellos se habrían dirigido a pensar el fundamento, es
decir, el ser, aunque de manera óntica, i.e., no suficientemente originaria.
Siguiendo la referencia al Nietzsche de Heidegger que ofrecimos al inicio
del texto, aceptamos que todo pensador mama de un contexto no explícito
17. Como mero ejemplo podemos considerar a Alain Badiou, para quien debe desecharse
toda idea del final de la filosofía, afirmando el proyecto de una nueva filosofía sistemática y
positiva (es decir, que no adopte el camino de la ateología negativa, donde todo lo positivo u
óntico es deconstruido para apuntar hacia su surgimiento desde un fondo oscuro o desde el
juego de la diferencia). Pero Badiou no puede pensar la práctica de la filosofía sino a partir
de la diferencia ontológica. La ontología debe comenzar con la multiplicidad sin-forma (sin
uno, incontable, inabarcable) es decir, con la nada (néant), y solo puede articularse a partir
del discurso matemático porque este no presenta ningún ente. Por su parte, las situaciones
concretas, donde se despliegan los entes, pertenecen ya al mundo de lo constituido, del
saber enciclopédico donde no hay sorpresas. La única esperanza de conectar lo óntico con
lo ontológico reside en un acontecimiento (événement), en la sorpresa absoluta (donde se
rompen las cadenas de la causalidad y efectividad mundanas), por la que algo nuevo aparece
en el mundo (adviene, llega a ser), pero sin aparecer del todo, en cuanto no hay categoría
que lo pueda nombrar (pues está más allá del lenguaje tradicional) (cf. Badiou, 1989).
y que por ello no puede ser leído exclusivamente en los términos en que él
expone su pensamiento. Pero este contexto ¿tiene la forma de un fondo?
Este contrapunto entre el texto y el pie de página, entre el argumento y
la cita, entre el deseo y el lenguaje que se nos impone, entre el decir y el
querer decir, entre lo esotérico y lo exotérico, no obedece ya a la estructura
simple fondo-fundado, pero tampoco nos deja en el desierto indiferente
de la diseminación de significaciones. Pero, con todo, permanecemos
fiel al movimiento de la diferencia que se autodestruye como diferencia
simple, para retornar como diferencia compleja. ¿Qué quiere decir una
diferencia compleja? Que posee una estructura, una topología si se quiere.
Pero, entonces, ¿no recaemos en el olvido del ser? Mencionamos a Eugen
Fink y su llamado a producir conceptos desnadificantes siguiendo un lógos
paradójico que reconozca y niegue, a la vez, la diferencia ontológica. De
aquí se sigue la afirmación “el ser es y no es”: no es legítimo tratar al ser
como un ente y es imposible no tratarlo como tal, pero es posible retener,
en cada lado de la proposición, la huella de la otra, sin recurrir a una mediación dialéctica. También se sigue la siguiente afirmación: “que el ente
es siempre más que el ente” o que el ente puede trascenderse sin recurso a
la totalidad del ser. Esto no es posible si el ente no cuenta con una relativa
independencia respecto del ser como su fundamento y respecto de otros
entes. Es así como el ser no puede agotar su interrogación en el elemento
del sentido. Pero tampoco del sinsentido o el inconsciente, que constituyen
variaciones del campo y lógica del sentido en general o su reverso. Mencionamos a Hegel y el precio que debe pagarse por pensar: la pérdida de
la inmediatez; no de la inmediatez qua inmediatez, lo que equivaldría a
la pérdida real de la experiencia; pero no hay modo directo de expresar, y
de expresarse en, la inmediatez. El precio de la experiencia es la reflexión
y la reflexión exige mediación. Y mencionamos también el sistema de los
tiempos de Schelling, según el cual la experiencia está distribuida en diferentes tiempos y sus géneros correspondientes: el ser está distribuido y no
se deja recaudar en un solo espacio, pero tampoco se disemina: se anuda
en su distribución. Este es el hilo conductor que se ha ido trenzando en el
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subsuelo del pie de página y que ahora cruza a la página para anudarse a
la cuestión que nos ocupa.
Heidegger ha escrito Ser y tiempo siguiendo el régimen de la diferencia
ontológica. También podemos decir que la diferencia ontológica es un
modo de captar al ser desde la temporalidad. Es verdad que en la obra hay
referencias espacio-temporales, marcadas por preposiciones y prefijos (seren, ser-para, ser-hacia), pero ellas están siempre en referencia al mundo del
Dasein. Fundamentalmente, el ser solo es inteligible a partir del tiempo. Por
ello Heidegger no escribió nunca Ser y espacio, ni Ser, tiempo y espacio. Las
referencias que han servido de contrapunto en este texto han adoptado otra
forma que un “fondo” de sentido. Ellas componen puntos estratégicos en
un recorrido estratégico que se sostiene solamente por un nudo que incluye
lo dicho por Heidegger, lo que resuena en otros pensadores y lo que atañe
al pensar contemporáneo. Este campo no remite a una unidad simple, ni
puede sostener una jerarquía trascendental, ni tolera la oposición fija ser/
ente. Lo que trazamos fue un itinerario. Este itinerario constituye un grafo.
Este grafo intenta mapear la diferencia ontológica en sus paradojas, sus
ramificaciones, sus dobleces y sus inversiones. Para ello resulta necesario
aceptar una relación múltiple entre ser y ente y una frontera compleja e
incluso dinámica. ¿Llamaremos a esto todavía diferencia ontológica? Por
ahora nos conformamos con indicar la necesidad de trazar el grafo ontológico
que capte la cuestión del ser a partir de la estructura de un espacio-tiempo
aun por investigar.
Hegel, G.W.F. (1986), Werke 5. Wissenschaft der Logik i: Erster Teil. Die objektive Logik. Erstes Buch, Fráncfort del Meno, Suhrkamp.
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La interpretación de Heidegger del lugar
de Ser y tiempo tras la Kehre
Pablo Veraza Tonda
En lo que sigue intentaré exponer algunos rasgos de la interpretación y la
reapropiación del proyecto de Ser y tiempo por parte de su autor a partir de
la década de 1930, concentrándome en anotaciones de los Cuadernos negros
y los manuscritos del volumen Zum Ereignis-Denken que nos muestran el
significado de la obra para el pensamiento de Heidegger en su conjunto.
Ernst Tugendhat (2000) creía que la reescritura y el replanteamiento
continuo por parte de Heidegger de la pregunta por el ser y su vinculación
con el tiempo, a pesar de ser un programa prometedor, al final resultaban
decepcionantes, pues no llegaban a aclarar lo que había que entender por
ser ni por tiempo, como señala en su artículo “Zeit und Sein in Heideggers Sein und Zeit”. Sin embargo, la reescritura de dicha cuestión fungió
como el principal impulso de la inquietud filosófica en el siglo xx, dada
la radicalidad con la que es planteada en todos los intentos de Heidegger,
destacándose Ser y tiempo como la principal fuente de influencia y la mayor
obra del siglo, como acostumbraba recordar Emmanuel Levinas.
Con la Carta sobre el humanismo Heidegger quiso disipar la especulación
sobre la continuación de su gran libro, pero como constata en las Anmerkungen de 1947, la carta no hizo sino incrementar la curiosidad en el tema.
Con todo, Heidegger también sostenía que “lo más terrible” sería “creer
que el autor de Ser y tiempo ya dijo todo lo que había que decir”. Aunque
Heidegger desconfiaba del ámbito de la opinión pública, la rápida fama del
tratado de 1927 tuvo la consecuencia de que, después de su publicación, su
autor empezara a escribir con letra legible o a pasar en limpio muchísimos
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manuscritos, lo cual es una muestra de que se volvió consciente de que Ser
y tiempo le inauguró a sus textos un lugar significativo para la posteridad.
Para Heidegger no había más remedio que permanecer en el horizonte
filosófico abierto por Ser y tiempo e incluso llegaba él mismo a considerar
explícitamente esta obra como la obra filosófica más importante del siglo
xx, como cuenta Bernhard Casper respecto de los seminarios privados
en la cabaña de la década de 1950. Incluso escribe Heidegger (2015: 174)
en las Anmerkungen de 1946: “el único pensamiento de mi vida que me
permanece concedido es Ser y tiempo”.
Si revisamos los manuscritos póstumos aún en curso de aparición, vemos
que la obra de 1927 se vuelve una constante referencia implícita. Respecto
de la orientación de su trabajo señala Heidegger (2014: 22) en uno de sus
primeros cuadernos negros, las Überlegungen ii, que “no hay otra opción
que escribir siempre de nuevo este libro”. La “reescritura” durará toda su
vida y dará pie desde 1930, a partir de la conferencia “De la esencia de la
verdad”, a lo que se ha llamado “el segundo Heidegger”. Nuestro autor veía
toda su obra como un permanente estar en camino y, según muestra una
carta publicada en los Heidegger Studies (Emad et al., 2008), enaltecía la
interpretación de su pensamiento por parte de Walter Biemel, quien concluía su monografía titulada Martin Heidegger mostrando que los caminos
pensantes quedaban abiertos, frente a la interpretación de Otto Pöggeler
que se orientaba solo a lo logrado de facto.
Cabe recordar aquí la carta-prólogo de 1962 para la monografía de
William Richardson. Heidegger aceptará la división heurística de su camino en dos grandes fases, siendo Ser y tiempo la obra emblemática de la
primera. La carta a Richardson señala: “La distinción […] entre «Heidegger
i» y «Heidegger ii» solo se justifica a condición de que se tenga siempre en
cuenta que solo desde lo pensado […] [por Heidegger] i puede accederse
a lo que debe pensarse como [Heidegger] ii. Pero [el] i solo es posible si
está contenido en [el] ii” (Heidegger, 2006: 152). Por lo tanto, Ser y tiempo
no solo es el acceso al pensamiento posterior, sino que este intenta integrar
el de Ser y tiempo, incluso hasta el punto de “volverlo posible”, es decir, de
1. Las autocrítcas a Ser y tiempo de 1936 contenidas en el volumen 82 de la Gesamtausgabe
se publicaron algunos meses después del coloquio en el que fue leído el presente texto. El
autor les ha dedicado un análisis (Veraza, 2018).
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fundamentarlo. Una carta a Karl Jaspers ofrece un cierto testimonio de la
orientación obsesiva hacia el replanteamiento de los fundamentos, pues
Heidegger dice que tiene la sensación de crecer “solo en las raíces y ya no en
las ramas” (Heidegger y Jaspers, 1990: 174; Heidegger, 2003a: 141). Ahora
bien, en vez de que su pensamiento tardío busque fundamentar metafísicamente el análisis del Dasein y la temporalidad en una realidad sustancial,
tratará de mostrar la aperturidad de lo cerrado en la cual existe el Dasein.
No cabe hablar, pues, de un fundamento en sentido tradicional sino de un
fundamento diferencial o abismal en la apertura como ámbito relacional.
Cabe señalar que, como Ser y tiempo constituye el acceso a todo el pensamiento posterior, podemos descubrir en su autointerpretación nuevas
dimensiones decisivas del “giro topológico” del pensamiento tardío. En
este sentido, revisar la continuada autointerpretación de Heidegger de Ser
y tiempo no solamente tiene un valor filológico.1
Las cuestiones más reiteradas en la reapropiación y lectura de Ser y
tiempo en manuscritos privados y textos retrospectivos son claramente las
de los dos componentes del concepto de Da-sein. Una de ellas es la de la
aperturidad del ahí (Da) y la otra la de la diferencia entre la aperturidad y
lo acogido en ella, es decir, la diferencia entre ser (sein) y ente, lo cual, como
veremos, llevará a lo que un manuscrito de la década de 1960 nombrará “la
destrucción de la diferencia ontológica”. En la primera parte de este texto nos
centraremos en la destrucción de la diferencia ontológica y en la segunda,
en la aperturidad del ahí. Ambas son dimensiones de la misma aperturidad
que es llamada también desocultación o “despejamiento del ocultarse”,
desde lo cual se va a reinterpretar el tiempo, que en Ser y tiempo era el hilo
conductor para la interpretación del Dasein y el horizonte trascendental
para la interpretación del ser. Así, dice Heidegger (2006: 151) en 1962:
Si en vez de “tiempo” ponemos el despejamiento del ocultarse del presentarse [Lichtung des Sichverbergens von Anwesen],
entonces el ser se determina a partir del ámbito proyectual del
tiempo. […]
El presentarse ([o] ser) es inherente al despejamiento del
ocultarse ([es decir, al] tiempo). El despejamiento del ocultarse
(tiempo) aporta al presentarse (ser).
En este sentido, como dice el manuscrito “De Ser y tiempo a la guarda
del ser” publicado en Zum Ereignis-Denken, “el “tiempo” “se transforma
justamente como extático en la dirección del desocultamiento” (Heidegger,
2013: 1321). Y de esta manera el tiempo se vuelve “un rasgo” del desocultamiento, dice Heidegger. Otro rasgo sería el espacio, profundizado sobre
todo a partir de la década de 1930, pero aquí no entraremos en su análisis.
Tras Ser y tiempo vemos, pues, que se abre paso un nuevo marco fenomenológico basado en la aletheia que ya no sigue el camino trascendental,
para dar cuenta de mejor manera de su asunto, el mostrarse, el ámbito del
aparecer de los fenómenos. Esta nueva versión de la fenomenología es
caracterizada como “fenomenología de lo inaparente” en el “Seminario de
Zähringen”, conllevando una transformación inmanente tanto metódica
como temática de Ser y tiempo o, dicho en términos del viejo Heidegger,
una transformación del camino orientándose en su ámbito.
La trascendencia es una estructura que en los años de la ontología
fundamental Heidegger quiere colocar en un plano más originario que la
intencionalidad descubierta por Husserl, de tal manera que esta se fundaría
en aquella. La trascendencia estaría caracterizada por el sobrepasamiento
del ente que implica todo proyecto humano, que no puede reducirse a lo
ente, sino que es un ir más allá, un exceder a lo ente. El plano de la trascendencia del Dasein posibilita el ámbito de lo trascendental para la ontología
fundamental. Sobre esta cuestión, el joven Eugen Fink notaba el énfasis en
la trascendencia como la contribución específicamente heideggeriana a la
fenomenología, y señalaba críticamente: “Husserl es ciego para la trascendencia, Heidegger es ciego para la constitución” (Eugen Fink Archiv Z-X
15a, según Bruzina, 2008: 128). Pero, aunque Heidegger quiso deslindar su
idea de lo trascendental del platonismo de la trascendencia como epekeina
tes ousías, así como de la trascendentalidad de la teoría husserliana de la
conciencia, terminará rechazando la trascendencia y lo trascendental como
ámbitos fenomenológicamente no originarios. Los Beiträge zur Philosophie
señalan:
Aun cuando la “trascendencia” es concebida de manera
diferente que hasta ahora, es decir como sobrepasamiento y no
como lo suprasensible en cuanto ente, también entonces […] la
esencia del Da-sein es demasiado fácilmente disimulada. Pues
trascendencia presupone de esta manera, también un abajo y de
este lado y se encuentra en peligro de ser malinterpretada como
acción de un “yo” y sujeto. (Heidegger, 2003b: 322)
I
La concepción de la diferencia ontológica en Ser y tiempo y sus lecciones
complementarias, así como en De la esencia del fundamento, es objeto de
una reiterada discusión por su carácter trascendental y por la idea de ontología que se implica en ella, aunque también es discutido un aspecto de
su fundación en el ente peculiar, el Dasein, que posibilita lo trascendental
en la medida en que la trascendencia le es característica.
Desde principios de la década de 1930 Heidegger va descubriendo que
el estar en es más originario en el Dasein que el sobrepasar, por lo cual
caracterizará la esencia del Dasein como Inständigkeit, instancia, que es el
encontrarse sosteniéndose en lo abierto, estar fuera de sí como manera de
estar en sí, lo cual vuelve al Dasein el lugar del encuentro de las relaciones de
lo abierto con las cosas, consigo mismo y con los otros. La primera versión
180
181
de De la esencia de la verdad empieza a hablar por ello de la Bodenständigkeit
(arraigamiento) (Heidegger, 2016: 338). Si bien el fenómeno de la trascendencia del Dasein no es negado, sí se lo vuelve derivado de la instancia.
Ahora bien, lo que Heidegger (2015: 395) criticará con más ahínco es
que la trascendencia se convierta en el horizonte para plantear la diferencia
ontológica y señala críticamente en las Anmerkungen iv que en los textos de
la ontología fundamental “la diferencia misma está ya representada desde
la perspectiva hacia la trascendencia”. Así en De la esencia del fundamento
“incluso se deja la diferencia dentro de la trascendencia y se intenta comprender trascendental extáticamente a aquella a partir de esta” (Heidegger,
2016: 395). En cambio, “la diferencia es en esencia, a la inversa, la dimensión
(epocal-extática-aletheica) para toda trascendencia” (395-396). Aquí se
introduce la distinción terminológica entre (dos términos que en español se
traducen igual) Unterschied y Differenz, estando esta última reservada para
la diferencia trascendental u ontológica y Unterschied para la diferenciación
de la apertura del ocultamiento que acoge a cada ente en su singularidad.
En las Anmerkungen V señala Heidegger (2015: 396): “Mi pensamiento
desde 1927 es un único luchar con la Unterschied, una cadena de intentos
por decir(la) […] sin la consideración de la trascendencia y la Differenz”.
Esto conlleva una “destrucción de la diferencia ontológica” que en un
manuscrito de la década de 1960 veremos nombrada explícitamente (Heidegger, 2013: 1330), siguiendo la línea de la “destrucción de la historia de
la ontología” de Ser y tiempo, si bien la destrucción será aplicada aquí a la
propia ontología fundamental.
La formulación conductora de la ontologische Differenz es la siguiente,
según el manuscrito: “El ser no es nada ente – y sin embargo lo determinante
para el ente”. Al respecto señala: “en la pregunta por el ser no se puede dejar
fuera al ente como tal”, “el ser como tal tendría que traer como nunca antes
a la mirada al ente como tal” (Heidegger, 2013: 1331) y sin embargo esto
no se logra, pues la formulación de la ontologische Differenz es meramente
negativa y no se determina previamente en su sentido positivo. Entre ser y
ente no se da pues, segun el texto, “una Differenz” sino “una Fuge der Einfalt”
lo que puede traducirse como “ensamble de lo simple” (1332). Sin embargo,
la diferencia ontológica no podría deponerse mientras no se pensara en el
ser como dejar presenciarse de la presencia (Anwesenlassen von Anwesen)
desde el lassen, es decir, como el dejar comparecer a lo ente. En este sentido,
el ser mismo sería la Unterschied que, como despejamiento de lo cerrado,
otorga al ente su ámbito de presencia. Y así, el ente sería “lo presente” que
“es lo dejado-admitido en el claro” –“y en este sentido «aclarado»”, si bien
es admitido en un claro que “se reserva como tal”, es decir que él mismo
no es algo presente (1331-1332).
El ser como Unterschied se daría, pues, como diferencia entre cosa y
mundo, de tal manera que la cosa es acogida en lo abierto del mundo y,
a su vez, la cosa en cuanto lo simple y habitual coliga las relaciones del
mundo, es decir “hace mundo”. Así se llevaría a cabo “el giro” del pensar
de Heidegger como lo que Jan Patočka (1991: 611) llama agudamente giro
“del ser del ente al ente del ser”.
La Unterschied estaría intuida en la ontología fundamental, pero esta
la elaboraría equívocamente al seguir un enfoque trascendental, pues la
concebiría desde el marco de lo a priori a pesar de que se trata de un acontecimiento incalculable que se dona o se sustrae históricamente. Por ello,
Heidegger (2014: 75) distinguirá, por un lado, entre el camino realizado
en Ser y tiempo y, por otro, “la tarea y la meta” del tratado, que estarían
orientadas por su asunto, su preguntar en el sentido de una fenomenología
del desocultamiento y su ubicación en el Dasein.
La destrucción de la historia de la ontología continuó en la segunda
mitad de la década de 1930 bajo el título “superación de la metafísica”,
como lo pone de manifiesto el manuscrito homónimo de 1938, que señala
que el sentido de la destrucción es “retornar cada vez más atrás hacia lo
inicial” (Heidegger, 1999: 125). Ahora bien, como en la “destrucción de
la diferencia ontológica” se lleva a cabo una autocrítica, señala Heidegger
(2013: 1330), no se trata de orientarse retornando hacia atrás al inicio
griego sino de ir “hacia delante”, a lo que llama An-fang con un guión,
enfatizando el asir, el fangen, que se distingue del inicio (Anfang), pues en
182
183
esta “destrucción de la diferencia ontológica” de la década de 1960 no se
apunta ya a un arché que rige “progresivamente” sino que se trata de ser
asidos e involucrados en el acontecimiento, en la coligación y separación
de las relaciones del mundo que constituyen el habitar. El inicio (Anfang)
sería el comienzo (Beginn), mientras que el An-fang sería la propiación
(Eignis). De esta manera, el por-venir al que se dirige la “destrucción” no
es sino el propiciamiento del habitar el mundo y posee por ello el carácter
topológico de una remoción.
II
Además de la discusión de la diferencia ontológica, el otro gran hilo
conductor de la interpretación de Ser y tiempo es la profundización del
ser-en del Dasein, de su ahí tal como se muestra en la analítica de la existencia, en lo cual encontramos la continuación del análisis que indaga la
relación de la aperturidad de la Lichtung con la condición de arrojado y la
proyectualidad del Dasein.
La Carta sobre el humanismo es el texto tradicionalmente referido para
esta cuestión, pero recientemente hemos visto que los Cuadernos negros de
1946 fueron la base para varios pasajes de la carta, en la cual Heidegger da
indicaciones de su pensamiento a partir de Ser y tiempo. Durante décadas la
carta ejerció una fuerte influencia en la filosofía del siglo xx, convirtiéndose
en todo el mundo en el principal marco de interpretación del destino del
pensamiento de su autor tras su inacabado opus magnum. Ahora bien, en
las Anmerkungen vemos también que Heidegger (2015: 445-446) se creyó
obligado a publicar la carta contra su voluntad, pues Jean Beaufret la habría
difundido entre su círculo de conocidos. El texto se enfrenta al existencialismo y se concentra en la relación del Dasein con el claro, Lichtung, que en
la década de 1930 y hasta 1946 se pensó como “la verdad del ser”, pero ni
las relaciones constitutivas del claro como Ereignis ni el lugar preciso que
ha de asignarse a los resultados de la analítica del Dasein están del todo
184
explicitados, lo cual mella la claridad del texto.2 Su mismo autor indica al
principio de la carta que el lenguaje del pensar del Ereignis queda en un
segundo plano (Heidegger, 1976: 313), pero con ello también quedan en la
oscuridad los hilos conductores específicos para reconstruir la continuidad
del camino de Ser y tiempo en el pensar del Ereignis. Afortunadamente las
autocríticas de 1936, los Cuadernos negros y varios manuscritos de Zum
Ereignis-Denken de la época de la posguerra arrojan algunas luces sobre el
sentido global y diversos detalles de dicha continuidad.
Veamos cómo se tematiza la relación de la apertura del claro con el Dasein
en Ser y tiempo. En el inicio del capítulo 5 de la primera sección se señala
que el Dasein “está «alumbrado»” “de tal manera que “él mismo es el claro”,
y se subraya en cursivas que “el Dasein es su aperturidad” (Heidegger, 1977:
177), en este sentido “el ser que a este ente le va en su ser es tener que ser
su «Ahí»” (177). Resulta interesante que las notas al margen de la década
de 1950 indican que el sostenerse fuera y más allá de sí que caracteriza la
existencia ocurre justamente en la aperturidad del ahí (177). La añadidura
es sutil, pero es muestra de un énfasis en el hecho del encontrarse situado
en la aperturidad como la condición más esencial del ser humano.
Las Anmerkungen ii señalan en torno a 1946: “El Dasein no se hace a
sí mismo, tampoco es hecho por otro hacer…” (Heidegger, 2015: 175). En
este sentido es que según el texto Ser y tiempo hablará de la Geworfenheit,
a partir de lo cual estas Anmerkungen interpretan la aperturidad como
arrojo, y señalan que el Dasein es en y a partir del “arrojo de lo arrojante”,
esto es, “de aquello que arrojando libera y suelta y sin embargo mantiene
en el impulso del arrojo” (175) y a continuación se añade: “justamente esta
esencia arrojante [y temporalizante] es la verdad del ser” (175). El pasaje
muestra que el Dasein es su ahí en el sentido de que es a partir de la apertura en que se encuentra arrojado, de tal manera que él mismo la recibe y
2. De ahí que Hannah Arendt (1946) lo considerara enrevesado.
185
la proyecta, como una interpelación a la cual no se puede sustraer, aunque
pueda desatenderla, pues constituye el origen de su ahí.
Por otro lado, en la relectura de Heidegger de Ser y tiempo de la década de
1950 que aparece en las notas marginales se vuelve manifiesta la necesidad
de aclarar que, si bien el Dasein es el claro, no “produce” el claro (Heidegger,
1977: 177) pues más bien su carácter de ex-sistente conlleva que se encuentre
en, desde y orientado hacia el claro. La aperturidad del Dasein se puede
remitir así a la apertura de lo cerrado, al claro del ocultamiento, Lichtung des
Sichverbergens, como su lugar constitutivo. Este claro del ocultamiento es lo
que los Beiträge definen como Ereignis, que es aquello en lo que descansaría
“la propiedad en cualquiera de sus formas”, de tal manera que la propiedad
del Dasein es el estar resuelto en el sentido de no cerrado al claro, por lo cual
en la propiedad el Dasein deviene el ahí del desocultamiento como ámbito
de apropiación. Heidegger (2015: 177) señala que esta “esencia del ser”
como acontecimiento apropiador fue prepensada de acuerdo con distintos
niveles de claridad en Ser y tiempo y “dicha por primera vez en el verano
de 1936 tras dos años de trabajos previos en los Beiträge zur Philosophie”.
Según las Anmerkungen, con este intento “se alcanza en el decir aquello
en lo que se sostiene Ser y tiempo, el lugar que constituye al mismo «Ser y
tiempo», como el cual «Ser y tiempo» intenta ser” (177).
En este mismo sentido señala Heidegger (2015: 191):
Heidegger en 1946] es solo como una caminata redireccionada
varias veces en la misma localidad.
Referencias
Arendt, H. (1946), “What is Existenz Philosophy?”, Partisan Review, 1 (8):
34-56.
Bruzina, R. (2008), Edmund Husserl and Eugen Fink: Beginnings and Ends in
Phenomenology, 1928-1938, New Haven, Yale University Press.
Emad, P., F.-W. von Herrmann, K. Maly, P. David, P.-L. Coriando e I.
Schüβler (eds.) (2008), Heidegger Studies, 24.
Gethmann-Siefert, A. y O. Pöggeler (eds.) (1988), Heidegger und die
praktische Philosophie (1a ed.), Fráncfort del Meno, Suhrkamp.
Heidegger, M. (1976), Wegmarken, en F.-W. von Herrmann (ed.), Gesamtausgabe, vol. 9, Fráncfort del Meno, Vittorio Klostermann.
– (1977), Sein und Zeit, en F.-W. von Herrmann (ed.), Gesamtausgabe, vol. 2,
Fráncfort del Meno, Vittorio Klostermann.
– (1999), Metaphysik und Nihilismus, en H.-J. Friedrich (ed.), Gesamtausgabe,
vol. 67, Fráncfort del Meno, Vittorio Klostermann.
– (2003a), Ser y tiempo (trad. J.E. Rivera), Madrid, Trotta.
– (2003b), Beiträge zur Philosophie (vom Ereignis), en F.-W. von Herrmann
En el verano de 1936 me llegó la experiencia de la localidad en
(ed.), Gesamtausgabe, vol. 65, Fráncfort del Meno, Vittorio Klostermann.
la que mi pensamiento tuvo que quedarse detenido. Esta localidad
– (2006), Identität und Differenz, en F.-W. von Herrmann (ed.), Gesamtausgabe,
es lo buscado que se presiente en Ser y tiempo. Así surgieron en
ese verano los Beiträge […] [tras lo cual] vinieron los caminos
errados y los intentos por abandonar de nuevo la localidad para
volver a andar una vez más. Pero por suerte tuvieron que malograrse. Pues en el pensar tampoco los infortunios son gratuitos.
Debido a que solo alcanzamos el permanecer en lo que permanece
a través del retorno, la década atravesada desde entonces [dice
186
vol. 11, Fráncfort del Meno, Vittorio Klostermann.
– (2013), Zum Ereignis-Denken, en P. Trawny (ed.), Gesamtausgabe, vol. 73,
Fráncfort del Meno, Vittorio Klostermann.
– (2014), Überlegungen ii-vi (Schwarze Hefte 1931-1938), en P. Trawny (ed.),
Gesamtausgabe, vol. 94, Fráncfort del Meno, Vittorio Klostermann.
– (2015), Anmerkungen i-v (Schwarze Hefte 1942-1948), en P. Trawny (ed.),
Gesamtausgabe, vol. 97, Fráncfort del Meno, Vittorio Klostermann.
187
– (2016), Vorträge. Teil 1: 1915-1932, en G. Neumann (ed.), Gesamtausgabe,
vol. 80.1, Fráncfort del Meno, Vittorio Klostermann.
y K. Jaspers (1990), Briefwechseln 1920-1963, en W. Biemel y H. Saner (eds.),
Fráncfort del Meno, Vittorio Klostermann.
Patočka, J. (1991), Ausgewählte Schriften. 4: Die Bewegung der menschlichen
Existenz (K. Nellen, ed.), Stuttgart, Klett-Cotta.
Tugendhat, E. (2000), “Zeit und Sein in Heideggers Sein und Zeit”, sats.
Northern European Journal of Philosophy, 1 (1): 13-25.
Veraza, P. (2018), “La transformación conjunta del Da-sein y el método en
las «Laufende Anmerkungen zu Sein und Zeit»”, Apeiron, 9: 135-145.
188
ii
De camino a Ser y tiempo
La comprensión del fenómeno de la vida en los primeros
cursos friburgueses de Heidgegger
Jorge Enrique Pulido Blanco1
Una de las tesis en torno a las cuales ha girado la apropiación por parte de diversos investigadores de las lecciones tempranas que Heidegger
impartió tanto en Friburgo como en Marburgo es aquella según la cual
dichos cursos son un camino que llega a cristalizar en Ser y tiempo. Esta
tesis de la continuidad puede tomar, a su vez, la forma fuerte que asevera
una completa coherencia y consecutividad que desde inicios de la década
de 1920 va preparando el opus magnum (por ejemplo, von Herrmann, 1991;
Kisiel, 1995; van Buren, 1994; Rodríguez, 1997; Xolocotzi, 2004; Adrián
Escudero, 2008), o la forma débil para la que dentro de ese recorrido es
posible identificar puntos sensibles de inflexión, de enmienda o, incluso,
momentos de irrupción de nuevos fenómenos que ajustan la ruta seguida
por el pensador (por ejemplo, Figal, 2003, 2013; Thomä, 2003; Olafson,
1993). En esta ponencia me veré llevado por los argumentos a tomar partido
por la tesis de una continuidad débil en la obra temprana de Heidegger.
El fenómeno de la vida habitual es el tema que vislumbro como coyuntural en este camino de transformaciones o de transiciones del pensamiento
heideggeriano. Bajo la expresión “vida habitual” entenderé aquí el desarrollo
de la vida en su día a día, la vida común y corriente de una persona promedio. Parto, pues, de un fenómeno inmediato y obvio, vivido por cualquiera
ya siempre; un fenómeno que es nuestra realidad acostumbrada, frecuente
1. Este trabajo ha sido realizado dentro de la beca Conicyt para doctorado nacional en la
Pontificia Universidad Católica de Chile.
191
y normal. Por ello conviene no emplear desde el principio alguna de las
denominaciones que le asigna Heidegger a la vida habitual, pues ello forma parte, justamente, de las maneras en las que el filósofo se las tiene con
dicho fenómeno: yo histórico, vida en sí, cotidianidad, vida fáctica, estas y
otras expresiones ya están al interior del ámbito de juego de la explicación
heideggeriana; en consecuencia, no facilitan la observación de la movilidad
de un pensamiento en construcción. Por nuestra parte, con “vida habitual”
pretendemos aludir a algo más global, dentro de lo cual tienen cabida determinaciones más específicas del tipo “vida en sí” o “vida fáctica”.
La tesis que defenderé en este escrito es, así, la siguiente: en el marco de
los primeros cursos friburgueses, Heidegger ensaya dos acercamientos al
fenómeno de la vida habitual con sensibles divergencias entre sí. Se trata,
por una parte, de una explicación que tiene su centro de gravedad en el
concepto de la autosuficiencia (Selbstgenügsamkeit), puesto en obra en la
lección Los problemas fundamentales de la fenomenología (Heidegger, 1992)
del semestre de invierno de 1919-1920 y, por otra parte, de un acercamiento que gira en torno a la caída (Verfallen) desarrollado especialmente en
la última lección de Friburgo del semestre de verano de 1923, Ontología:
hermenéutica de la facticidad (Heidegger, 1988). Ahora bien, en cuanto
la pretensión filosófica de Heidegger en este período, bien sea entendida
como una ciencia originaria (Urwissenschaft), bien como una interpretación
del vivir fáctico, pasa por la elaboración de una fenomenología de la vida
habitual, buscaré interpretar este resultado en un sentido fenomenológico
o, más específicamente, dando cuenta de una diversificación conceptual
que corre en paralelo con ella, a saber, en el concepto mismo de fenómeno:
de la automostración de la vida en su autosuficiencia a la inclusión de la
movilidad del enmascaramiento propio de la caída. Así pues, la disimilitud
entre estos dos acercamientos a un mismo fenómeno y la forma en la que
en cada caso se entiende lo que sea un fenómeno en sí mismo indican que
hay un momento de inflexión en el planteamiento filosófico de Heidegger.
En la conclusión de estas reflexiones marcaré el sentido filosófico que
considero relevante dentro de esta pesquisa.
En las lecciones del semestre de invierno de 1919-1920, tituladas Los problemas fundamentales de la fenomenología, Heidegger realiza una descripción
pormenorizada del fenómeno en cuestión, denominado en el contexto de
la lección “vida en sí”, a partir de un modelo explicativo que gira en torno
al concepto de “autosuficiencia” (Selbstgenügsamkeit). Cuando Heidegger
(1992: 42) emprende la tarea de conocer la vida habitual en su “típica más
universal”, sin querer salirse de ella y narrando cómo es ella “a su manera”,
encuentra que lo más propio de esta es su carácter autosuficiente: la vida
habitual se basta a sí misma, es suficiente para sí misma, no precisa recurrir
a nada exterior a la vida para generar y cumplir todas sus motivaciones y
tendencias. El filósofo alemán puntualizará el término del siguiente modo:
“La autosuficiencia es una dirección motivacional característica de la vida
en sí, a saber, aquella según la cual la vida tiene su motivación a partir de
su propio transcurso fáctico” (43).
La autosuficiencia de la vida en sí está muy lejos de implicar un carácter uniforme de la vida, una regularidad aburrida y monótona en la que
imperen direcciones fijas y estáticas por las que deba surcar siempre la
vida habitual. Por el contrario, la autosuficiencia recoge la multiplicidad
de tendencias y direcciones de la vida, toda esa “riqueza de variaciones
en el estilo de la dirección” (“der Variationsreichtum des Richtungsstils”)
(Heidegger, 1992: 50). En medio de esta riqueza de direcciones y tendencias de la vida, de su “plenitud continuamente fluyente” (49), y de su
“multiplicidad inabarcable” (50), el filósofo alemán resalta la existencia y
la confluencia de ciertas disposiciones en las que la vida tiene una cierta
estabilidad: la disposición de estudiante, la disposición de profesor, la
disposición de jardinero, etc. Tales disposiciones de vida marcan surcos
por los que ocurre la vida habitual, en el trato con otros, y desde los que se
configuran las convicciones, las ideas, las perspectivas y las orientaciones
de la vida; algo así como lo que corrientemente llamaríamos la “filosofía
de vida” de cada persona.
192
193
1. La vida habitual vista a partir de la autosuficiencia
Ahora bien, la vida en sí, autosuficiente y dispuesta en una tendencia
y/o dirección, implica siempre ya una relación con el mundo. “Nuestra vida
es nuestro mundo”, dice Heidegger (1992: 45), y dicho mundo se articula
como mundo del sí-mismo (Seblstwelt), mundo compartido (Mitwelt) y
mundo circundante (Umwelt). La vida es, pues, vivida como mundo, como
un fondo de comprensibilidades y accesibilidades de carácter inmediato
hacia el cual toda vida ya está dispuesta en determinadas tendencias y
direcciones vitales. La vida habitual está “lograda” (46); la autosuficiencia
se refiere a este carácter “logrado”: a que la vida es un todo completo de
sentido, con direcciones de sentido y con nódulos de sentido, consistentes
en las distintas formas en las que se articula el mundo. La vida habitual, en
su autosuficiencia, tiene sentido.
No por ello la vida habitual pierde, en la descripción heideggeriana, su
carácter móvil, dinámico, variado e incluso caótico. Ya antes acentuamos
esta “riqueza de la vida”. Lo que sucede es que, incluso en todo ello, la vida se
suple a sí misma como el origen y cumplimiento de todas sus motivaciones
y tendencias. Por ello Heidegger dice (1992: 47):
1) Existe un trasfondo en el que ocurre la vida, un fondo de accesos y
comprensibilidades inmediatas, que se mantiene en un segundo plano
en las realizaciones concretas de la vida. El mundo está presente en y
para la vida; pero hay modalidades de la presencia: fases y acentos en
la presencia del entorno, del contexto de la vida, que implica distintas
maneras en las que se resalta y en las que se le presta atención.
2) Además de esto, hay una compenetración (einem merkwüdigen Sichdurchdringen) de los mundos circundante, compartido y propio,
a partir de la cual la estabilidad (Zuständlichkeit) lábil de la vida
se encuentra determinada. Dicha estabilidad hace referencia a que
existe algún tipo de sincronía y equilibrio en las modalidades de la
presencia y en los acentos del mundo, es decir, remite al hecho de
que el mundo está presente en determinada acentuación y desde allí
son articulados su sentido circundante, común y propio. Heidegger
(1992: 51) asevera que dichas relaciones con el mundo son de carácter
“emocional”. Pero no se refiere con ello a que dependan del estado de
ánimo en el que se encuentre quien vive en cada caso, sino a que la
presencia/ausencia del mundo, aquellas modalidades de la presencia,
se parecen más al trasfondo emocional oscilante de la vida que a una
presencia teórica.
3) Esto permite advertir una estabilización (eine Stabilisierung) de la
vida, pero no entendida como detención de sus tendencias, sino como
un fijarse en ciertas tendencias. Heidegger piensa aquí, en conexión
con la explicación que presentamos anteriormente, en la continuidad
inercial de cierta disposición de vida, en el decurso que suele tomar la
vida por o hacia un cauce normal de los sucesos. En la vida habitual
hay ciertas tendencias claras y mantenidas, que no obstante se destacan de una manera “neutral, gris y discreta, definiendo justamente la
«cotidianidad»” (1992: 51).
4) En contraste con el tercer punto, en la descripción de la vida habitual
también se deja ver que existen formas en las que las tendencias se destacan con cierta “tenacidad y vehemencia, [en el modo de] un impulso
hacia la tiranía y la conformación radical: la vida científica, artística,
religiosa, político-económica” (1992: 51). Estas tendencias radicalmente
destacadas, además, buscan ser plasmadas de forma pura y propenden
194
195
La vida se basta a sí misma incluso cuando debe vivir en imperfecciones, en insuficiencias. Vive en sí y en las posibilidades
que se encuentra. Nunca sale de sí misma y lo que vive y lo que
le sale al encuentro en sus distintos caminos tiene el carácter de
vida, está ahí en la vida misma […] Así es simplemente la vida,
así se da. Incide en su respectivo mundo –la “vida en sí”.
Recogiendo los análisis que hemos recapitulado hasta aquí, el modelo
explicativo orientado por la idea de autosuficiencia dará como resultado
los siguientes cuatro rasgos diferenciales de la vida habitual:
3. La orientación que poco a poco va centrando su atención en la movilidad de la caída
para la explicación de la vida habitual evoluciona desde las lecciones de fenomenología de
la religión (semestre de invierno de 1920-1921 y semestre de verano de 1921, GA 60, 1995),
por ejemplo, a partir de una interpretación en clave ontológica de las nociones agustinianas
de defluxio, tentatio (concupiscentia carnis, concupiscentia oculorum, ambitio saeculi) y
delectatio. Véase Heidegger (1995) y Lara (2007).
cia normal, en lo común y corriente de sus días, caracterizados por estar
embebidos en un acontecer de término medio, en una medianía (Durchschnittlichkeit), que direcciona todos sus modos de realización. Así, pues,
la vida habitual es cotidianidad; pero esta aseveración no entendida en el
sentido de una determinación que fije cierto contenido en el fenómeno,
sino, más bien, en el sentido de que la cotidianidad es el modo básico en
el que la vida se pone en movimiento y se efectualiza. Esto significa, en
relación con los desarrollos del anterior apartado, que la cotidianidad,
con sus rasgos de normalidad y medianía, resulta decisiva en la manera
en la que son asumidos primariamente el mundo circundante, el mundo
compartido y el mundo propio.
En efecto, el ser-en-el-mundo de la cotidianidad se distingue por estar
ya-interpretado (in Ausgelegtheit zu sein), por el hecho de ya haber sido visto,
comprendido y expresado de alguna manera, precisamente, a la manera de
la normalidad y de la medianía. Sobre esta base, Heidegger (1988: 49 ss.)
destaca el modo de ser de la vida habitual que se da bajo estas condiciones
y al cual denomina el uno (das Man). En el uno, la vida habitual transcurre
de manera impersonal e impropia. No es, pues, el vivir en cada caso y en
cada ocasión el que tiene primacía, sino que la tiene una existencia indiferenciada y regular, la existencia pública, la publicidad (Öffentlichkeit).
La vida habitual se entrega a las opiniones dominantes ejecutándose de
acuerdo con las imposiciones del dominio de lo público, del entorno y de
las tendencias en boga. Así pues, la vida singular e individual realmente es
vivida por el “uno”, por el “se”, de acuerdo con el cual se disfruta, se juzga, se
trabaja, etc. En la publicidad del uno, la vida habitual se desvanece y queda
absorbida por el mundo, cae en él, en cuanto dicha publicidad dictamina,
tácitamente, que los modos de ejecutarse la vida deben estar enfocados en
los contenidos mundanos.
La publicidad del uno puede aprehenderse, sobre todo, en las maneras
de hablar de sí misma, de tomarse y de conservarse a sí misma la vida en
el discurso de la cotidianidad. Para Heidegger (1988: 52), la habladuría
(das Gerede) “habla de todo con una peculiar falta de sensibilidad para
196
197
a rechazar todo lo que no forma parte de su mundo; ambicionan una
expansión “por la vida toda”.2
2. La vida habitual vista a partir de la caída
Concluyamos aquí la recapitulación del modelo explicativo orientado
por el concepto de autosuficiencia. Ahora quisiera recoger los rasgos más
destacados de otro modelo implementado por Heidegger para la explicación
de la vida habitual, a saber, el modelo de la caída (Verfallen). Elementos
de este modelo aparecen por primera vez en las lecciones del semestre de
invierno de 1921-1922, Interpretaciones fenomenológicas sobre Aristóteles:
introducción a la investigación fenomenológica (GA 61).3 Pero, aunque son
empleados por Heidegger también en Anotaciones a la “Psicología de las
visiones de mundo” de Karl Jaspers (1921) (Heidegger, 1976: 39) y en el Informe
Natorp (1922) (Heidegger, 2005: 343, 420), tienen un desarrollo programático sobresaliente en la última lección de Friburgo, durante el semestre de
verano de 1923, titulada Ontología: hermenéutica de la facticidad (GA 63).
El filósofo alemán aborda en dicha lección el fenómeno que estamos
rastreando, denominado allí “vivir fáctico”, con vistas a su cotidianidad
(Alltäglichkeit). Bajo este concepto se entiende la forma en la que el vivir
fáctico ocurre en cada caso y en cada ocasión (Jeweiligkeit) en su existen-
2. Si bien es cierto que la vida en su autosuficiencia se expone, terminológicamente, en
Gesamtausgabe 58 (1992), de acuerdo con el análisis que lleva a cabo Rodríguez (1997: 112
ss.) de la vivencia circunmundana (Umwelterlebnis) de la cátedra, común a Gesamtausgabe
56-57 (1987) y 58 (1992), puede afirmarse que la explicación de la vida habitual es básicamente unitaria en las dos lecciones.
con las diferencias. En cuanto tal normalidad, el «ahora» seguro, ahora en
cuanto lo de siempre, la publicidad es el modo de ser del «uno»: uno dice,
uno oye, uno cuenta, uno supone, uno espera, uno está a favor de que…
La habladuría no es de nadie, nadie se responsabiliza de haberla dicho”.
De esta manera, la habladuría pone de manifiesto una peculiar característica de la vida habitual, a saber, la de precipitarse en la publicidad del
uno para de esa forma huir de sí misma y encubrirse en el “nadie”, en una
regularidad impersonal “que como un fantasma anda en el existir fáctico”
(1988: 52) y mediante la cual se mueve en el mundo sin la necesidad, por así
decirlo, de rendir cuentas de sí misma en un sentido profundo. Ahora bien,
esta forma en la que la vida se constituye en un estado de ya-interpretada
deja ver, para el filósofo alemán, que la vida se “desliza” y tiende a quedar
absorbida y atrapada en un movimiento en el que se pierde a sí misma, en
un movimiento en el que hay una “inclinación” hacia el mundo del que
uno se ocupa. En palabras del filósofo alemán:
existir, lo propio de su día a día. Ello significa que la plenitud, la estabilidad
y el cumplimiento logrado de la vida habitual, como rasgos enfatizados a
partir de la interpretación orientada por la autosuficiencia, no son más que
la capa exterior del fenómeno del autoencubrimiento. En el interior de la
vida habitual, lo que ocurre es que esta huye de sí misma, padece miedo
y se angustia, se enmascara. Heidegger (1988: 52-53) expondrá este paso
decisivo en la determinación del fenómeno en cuestión así:
El existir habla de sí mismo, se ve a sí mismo de tal y tal modo,
y, sin embargo, eso es solo una máscara con que el existir se cubre
para no espantarse a sí mismo. Prevención “de” la angustia. Lo
que se da a la vista es la máscara con la que el existir fáctico puede
encontrarse consigo mismo, la máscara con la cual aparece ante
sí como si “fuera”; con esa máscara de lo ya-interpretado público
se presenta el existir como actividad suma (esto es, del negocio).
Dicho “destino” de la vida habitual, más exactamente, como se afirma
en Ontología, “la fatalidad específica de la facticidad, fatalidad a la que
todo vivir fáctico paga su tributo” (1988: 52), es un movimiento de autoencubrimiento del existir cotidiano y, con todo, la normalidad de este
Al colocar sobre la mesa el enmascaramiento y, ante todo, la completa
dinámica de la caída en cuanto “movilidad arruinadora de la vida” (Heidegger, 1988: 140), nuestro filósofo ha encontrado elementos completamente
nuevos en la descripción de la vida habitual, frente a los que aparecían
en el modelo de la autosuficiencia de Los problemas fundamentales de la
fenomenología (1919-1920). Al evidenciar que la vida habitual como un
todo es portadora de “esa alienación de sí de que está afectado el existir”
(1988: 33), Heidegger está reinterpretando ese rostro autosuficiente, estable
y estabilizado, incluso “enriquecido” de la vida habitual, en una línea marcadamente distinta. Para decirlo de una manera breve a la vez que enfática:
lo que antes era el rostro enriquecido de la vida es ahora la máscara con la
que el existir propicia su propia pérdida.
Esto es así, dado que restringir la explicación de la vida habitual a la
autosuficiencia implicaba que toda modificación en ella debía ser explicada
por causas trascendentes a la vida o por medio de la tenacidad, la vehemencia
o la tiranía de ciertas tendencias de la vida. Esta orientación no podía dar
198
199
En la actividad del cuidado se manifiesta una inclinación hacia
el mundo que se plasma en una propensión a quedar absorbido por
él, a dejarse arrastrar por él. Esta propensión del cuidado expresa
una tendencia fáctica fundamental de la vida que la conduce hacia
su propio declive y por el que se produce un movimiento de caída
en el mundo que, a su vez, desemboca en el desmoronamiento
de la vida misma […] Esta propensión a quedar absorbido por
el mundo es el destino más íntimo que afecta a la vida fáctica.
La manera de asumir este destino –es decir, el modo como el
destino “es”– debe considerarse como un elemento constitutivo
de la facticidad. (Heidegger, 2005: 38-39)
cuenta de las modalidades radicales de la vida, por ejemplo, de la vida que
no solo es en sí sino también para sí, más que en términos de un proceso
(Vorgang) de transformación. Cuando se establece que esa autosuficiencia
es la capa exterior, la máscara con la que el vivir se autoencubre para no
asumir la angustia ante la muerte, tanto esta pérdida de sí como el ganarse
a sí mismo tienen una fuente inmanente a la vida misma. Las tendencias
a ganarse o a perderse son modos de la apropiación (Ereignis), concepto
que Heidegger introduce en su pensamiento en el Kriegnotsemmester para
la explicación de vivencias particulares como la de la cátedra y, que aquí
interpretó como aplicable en el marco más global de las tendencias dentro
de las cuales ocurre toda vivencia.4
concepto, que corre pareja con la que constatamos en el de vida habitual,
durante los primeros cursos friburgueses. Dos caras de una misma moneda.
Intentemos precisar cómo ocurre esto.
En la autosuficiencia la vida habitual se manifiesta a sí misma su mundo
circundante, común y propio, se da a sí misma siempre de algún modo.
Lo importante aquí es el darse y el manifestarse que caracterizan a la vida
habitual. Ella es fenómeno, en el sentido de automanifestación. Sin embargo, no un fenómeno entre otros, por ejemplo, junto a los fenómenos de la
naturaleza, ni tampoco en cuanto auténtico fenómeno –contrapuesto a la
mera apariencia (bloße Erscheinung), de acuerdo con la física-matemática
moderna. Estas distinciones, y otras, son derivadas y su posibilidad reside
en que la vida aparece (erscheint), muestra (zeigt). De suerte que Heidegger
(1992: 61) dirá al respecto:
3. La fenomenología de la vida habitual
El que algo, algo vivenciado, se dé siempre “de algún modo”
Dentro de una filosofía en construcción, sensibles cambios en la visión
del objeto temático cuya explicación se ensaya no pueden dejar incólume la
perspectiva orientadora. Por el contrario, siempre se trata de volver al punto
de partida con el resultado obtenido en un análisis crítico para reevaluar el
nivel de originariedad de las orientaciones conductoras. La fenomenología
de la vida habitual se retroalimenta del análisis de su fenómeno en lo más
íntimo de su esencia, en el significado del concepto mismo de fenómeno. Con
esta tesis considero que es posible interpretar la diversificación de dicho
(lo que comparece para mí; yo mismo que comparezco para mí
de distintas maneras) podemos formularlo también diciendo que
aparece, que es fenómeno [Phänomen] […] fenómeno mienta ahora
simplemente el carácter de manifestación [Bekundungscharakter],
muy vago todavía pero sacado de la intuición [Anschauung], que
muestra todo aquello que nos sale al encuentro al vivir.
4. En la lección Introducción a la fenomenología de la religión, Heidegger (1995: 50) marca
la necesidad de explicar la caída y la apropiación bajo una perspectiva inmanente a la vida,
en los siguientes términos: “¿Cómo se puede motivar una forma de captar distinta al tomar
nota? La experiencia fáctica de la vida no cesa de ocultar ella misma, merced a su indiferencia
y autosuficiencia [Indifferenz und Selbstgenügsamkeit], una incipiente tendencia filosófica.
Dentro de esta preocupación autosuficiente cae de continuo la experiencia de la vida en la
significatividad y aspira incesantemente a vertebrarse en ciencia y finalmente en cultura
filosófica. Pero junto a estas en la experiencia fáctica de la vida están los motivos del talante
puramente filosófico que pueden hacerse manifiestos solamente mediante un peculiar giro
radical en el comportamiento filosófico”.
Al margen de las maneras de darse de lo vivenciado, tenemos, pues, que
su carácter determinante es justamente el de la manifestación. El automostrarse de la vida en sí y su modalidad expresiva destacada, la autosuficiencia,
son la condición de posibilidad de otras formas de darse. Volviendo a la
dificultad que representaban formas excepcionales de vida al interior de la
autosuficiencia (la vida científica, artística, religiosa, político-económica),
puede ahora mencionarse que ellas, en lo que concierne a su ser fenómeno,
se dan como conformaciones radicales de la vida en sí, es decir, sobre el
fondo de la vida en su manifestabilidad. Estas modificaciones, pese a su
vehemencia y tenacidad, a la tendencia a expandir su dominio por toda
200
201
la vida, no alteran el sentido de fenómeno como automanifestación; más
bien son formas de este.
Ahora bien, ¿cómo se puede intervenir, desde la explicación de la caída,
esta idea de fenómeno? ¿Cómo se reinterpreta el fenómeno desde la caída?
Recordemos que allí se descubría el enmascaramiento intrínseco a la vida
habitual en el que esta se entrega al dominio público del uno huyendo de
sí misma. El enmascaramiento es un encubrimiento de la vida que tiene
su fuente y su repercusión en ella misma. Pero si es la vida misma la que
se enmascara y, no por factores externos sino por tendencias que tienen
su origen en ella misma, esto implica que su carácter de manifestación
(Bekundungscharakter) debe ser reconsiderado.
En Ontología: hermenéutica de la facticidad, Heidegger reflexiona en
este sentido poniendo de relieve que el aparecer en sí mismo de algo es un
manifestarse a determinado mirar, que ya está orientado y familiarizado
con lo ente. El estar ya de cara hacia lo ente en principio viene legado por
tradición y de una manera tal que llega a encubrir la orientación directriz
determinada. La idea conductora de la automanifestación, entonces, no
es suficiente para garantizar un acceso al fenómeno, dado que “lo que se
muestra en sí mismo no tiene por qué ser la cosa misma” (1988: 99). Se
requiere, pues, que el sentido del fenómeno integre la orientación directriz
encubierta para que su concepto sea legítimo y no peque de ingenuidad.
Esto significa que:
tanto no coloque sobre la mesa las fuentes ocultas del encubrimiento y,
sobre todo, hasta tanto no reconozca el nivel de la manifestación y el nivel
del encubrimiento como dos modalidades constitutivas de la estructura del
fenómeno. Para Heidegger, el encubrimiento del fenómeno no es, pues, una
circunstancia previa o posterior a su manifestación, tampoco es una variable
que se pueda reducir o descontar de la manifestación. Estas formas de entenderlo tienen como punto de partida y/o como meta la automanifestación.
El encubrimiento no es apariencia; es, como dijimos hace un momento,
aparecer, un carácter de ser (Seinscharakter) del fenómeno. Es por lo anterior
que Heidegger (1988: 100), al regresar desde esta óptica sobre el asunto, dirá:
Si ahora destacamos el ser en el modo del encubrirse y el velarse
–y esto no accidentalmente sino por su carácter-de-ser- inherente
al carácter-de-ser del ser que es objeto de la filosofía, tendremos
entonces una noción verdaderamente rigurosa de la categoría
de fenómeno. La tarea, por lo tanto, de hacer de él fenómeno
resultar ser aquí radicalmente fenomenológica.
Así como desde la perspectiva de la caída, la autosuficiencia resulta ser la
apariencia exterior de una máscara con la que la vida habitual se encubre, el
fenómeno como automanifestación no llega a tocar la raíz del asunto hasta
Se trata, en consecuencia, de que el carácter de ser del objeto temático
de la fenomenología determina el sentido de esta, de lo que para ella significan fenómeno y logos. Es el ser mismo de ese objeto temático, la vida
habitual, el que está transido por el encubrimiento, es el fenómeno mismo
el que alberga la manifestación y el ocultamiento. La caída integra a la autosuficiencia, el sentido de fenómeno que se desprende de allí integra a la
automanifestación. Los dos aspectos recién mencionados serán desarrollados
prolijamente por Heidegger en un modelo explicativo que cristalizará en
Ser y tiempo. Pero es en el contraste entre la explicación de la vida habitual
y la concepción de lo que sea fenómeno donde se puede apreciar a las claras
la inflexión decisiva de su fenomenología de la vida habitual.
Es aquí, pues, donde una importante intuición heideggeriana que se
remonta al Kriegnotsemmester llega a un desarrollo cabal. En el contexto de
esa lección, Heidegger (1987: 85 ss.) ya había sentado una posición crítica
202
203
Para ello es necesario sacar a la luz la historia del encubrimiento. Hay que remontar la tradición del cuestionar filosófico
hasta las fuentes del asunto. Hay que desmontar la tradición. Solo
de esta manera resultará posible un planteamiento originario del
asunto. (1988: 99)
ante la pretensión husserliana de alcanzar “lo dado” (es gibt); crítica que
reelabora en Los problemas fundamentales de la fenomenología (1919-1920)
en términos de la imposibilidad de darle prioridad al método sin que este
se retroalimente de la consideración del objeto temático que va siendo
descubierto. Para Husserl, el objeto y el campo temático deben marcar
la pauta desde la que se constituye el método; pero Heidegger (1992: 19)
agrega, además, que justamente el objeto no está ahí dado (gegeben). La
“donación” (Gegebenheit) no debe seguir siendo esa “palabra mágica de la
fenomenología”.5
La elongación crítica en el concepto de fenomenología operado por
Heidegger supera, así, el paradigma de la donación o, dicho con más
precisión, rescata un elemento decisivo que se le escapa a esta forma de
encarar el asunto de la filosofía. Y esto es así porque desde el punto de vista
de lo dado quedan sin tematizar tanto su originar-se como esa repetición
del origen que tiene lugar en la apropiación. Si, en relación con lo dado, lo
importante es la ejecución que le ha dado lugar o aquella por la que entra en
el círculo de la actividad de la vida habitual, entonces la forma más idónea
de acometer el asunto de la donación no es desde ella misma, sino desde
las ejecutorias que en un cierto sentido le anteceden.
5. Lara (2017) desarrolla una esclarecedora reflexión acerca del problema de la donación
en los primeros cursos de Friburgo (GA 56-57 y GA 58). Discutiendo el artículo de Marion
(2012), el autor coloca de manifiesto el modo en que las ejecutorias del existir tienen una
índole predada y premundana. En este orden de ideas, así como Heidegger hace ver en estos
cursos las aristas epistemológica y fenomenológica del problema de la donación, también
permite identificar algunos límites que tal temática debe afrontar antes de pasar al primer
plano de la discusión fenomenológica.
co-documentales que encontramos en las primeras lecciones de Heidegger.
Nuestro interés no ha sido la elaboración de un mero contraste entre ellas,
ni tampoco la interpretación de unos tópicos a partir de otros. El télos que
nos guiaba consistía, más bien, en observar la realización de la trayectoria
filosófica de aquellos cursos, por así decirlo, de la mano del pensamiento
en construcción del joven Heidegger. Desde esta actitud de fondo, nuestra
perspectiva ha constatado una transición en la descripción fenomenológica
atinente a su modo de encarar la vida habitual. Asimilar este ejercicio histórico-documental desde una perspectiva filosófica no deja de reiterar la
siguiente pregunta: ¿qué pasa en fenomenología cuando ocurre un cambio
en su modelo explicativo de “las cosas mismas”?
La autosuficiencia y la caída –digámoslo así para resumir las cosas– abren
dos mundos explicativos diversos de un mismo fenómeno, incluso a la larga
sus consecuencias rebotan sobre este concepto como tal. Aun cuando al final
estas divergencias cristalicen en una explicación unitaria, es la realización
concreta de la transición lo que era desconocido para el primero y lo que
es difícil de explicar para el segundo. Dicha transición integra los mundos
explicativos, pero a la vez los transforma en su individualidad. Con todo, la
persuasión que nos acompañaba al principio no alcanzaba para adivinar el
decurso posterior de la construcción del pensamiento sobre la vida habitual.
¿Cómo explicar lo que nos ha pasado en este ejercicio de reflexión filosófica?
Dos preguntas acompañan, entonces, nuestra incertidumbre: ¿qué pasó con
la fenomenología y con nosotros durante el desarrollo de estas reflexiones?
Y ¿cómo la explicación guiada por la autosuficiencia pudo llenar nuestro
mundo sin excluir, ni tampoco revelar por completo, ese otro mundo en el
que la descripción de la vida habitual se complementaría?
Hemos repetido en el nivel filosófico un movimiento que, de acuerdo
con el planteamiento de Heidegger, es propio de la vida habitual, a saber,
la incursión en el mundo o el paso de un mundo a otro, por así decirlo.
En el Kreignotsemmester encontramos una indicación para pensar este
problema o para reflejarlo al nivel metafilosófico. Heidegger distingue allí
cuatro sentidos de “algo”: el algo de carácter objetivo (objektartiges Etwas),
204
205
Conclusión
El desarrollo de las páginas anteriores ha intentado re-producir una
transición conceptual sobre la base de un conjunto de fuentes históri-
el algo formal-objetual (formal-gegenständliches Etwas), el algo mundano
(Welthaftes Etwas) y el algo premundano (Vorweltliches Etwas). Justamente
por ese último sentido Heidegger comprende un “algo” anterior, tanto a su
asimilación teorética como incluso a la significatividad mundana, es decir,
preteórica. Ese “algo” no está todavía impregnado de significatividad, pero
tampoco la cancela. Es presignificativo en cuanto no ha incursionado en la
significatividad de lo mundano. Lo premundano, dice Heidegger (1987: 139):
la “máxima potencialidad”, mas no simplemente la nulidad de lo todavía
no existente. Y esto es así en la medida en la cual el acento está siendo
colocado en la intensidad vital, es decir, en la realización de las ejecutorias
concretas que marcan el paso de un mundo a otro, por ejemplo, del mundo
de la vida habitual al mundo de la conformación científica radical, pero
que también permiten marcar, incluso simplemente notar, dicha transición
de lo uno a lo otro.
… es el indicador de la máxima potencialidad de la vida […] Se
trata del “todavía-no”, es decir, de lo que todavía no ha irrumpido
Referencias
en la vida genuina; se trata de lo esencialmente premundano. Pero
esto significa que el sentido del algo como vivenciable encierra
el momento del “hacia”, del “en dirección a”, del “hacia el interior
Adrián Escudero, J. (2008), El programa filosófico del joven Heidegger:
introducción al tratado “El concepto de tiempo”, Barcelona, Herder.
de un mundo (determinado)” –y eso con toda la energía de su
Figal, G. (2003), Martin Heidegger zur Einführung, Hamburgo, Julius Verlag.
“ímpetu vital” […] Es un fenómeno fundamental, que puede ser
– (2013), Martin Heidegger. Phänomenologie der Freiheit, Tubinga, Mohr Siebeck.
vivido comprensivamente, por ejemplo, en la situación vital en la
Heidegger, M. (1976), Wegmarken. Anmerkungen zu Karl Jaspers “Psychologie
que pasamos de un mundo de vivencias a otro mundo genuino
der Weltanshauungen” (1919/21), en F.-W. von Herrmann (ed.), Gesamtaus-
o en los fenómenos de especial intensidad vital.
gabe, vol. 9, Fráncfort del Meno, Vittorio Klostermann
– (1987), Zur Bestimmung der Philosophie 1. Die Idee der Philosophie und das
En la lección Los problemas fundamentales de la fenomenología, en el
fondo, se trataba de algo análogo. Allí, esta inquietud tomaba la forma de la
vida que no solo es en sí, sino que también llega a ser para sí. Cuando ocurre
esta agudización del mundo del sí-mismo, la vida se destaca por encima de
su autosuficiencia con tenacidad, vehemencia, buscando una conformación
radical. La ejecución de este “ímpetu vital” busca, en consecuencia, expandirse
por la vida toda y rechaza todo mundo que sea “ajeno a su mundo” (Heidegger, 1992: 51). Como fenómenos de especial intensidad vital, Heidegger
alude allí a “la vida científica, artística, religiosa, político-económica” (51).
De acuerdo con el texto del Kreignotsemmester recién citado, estas
conformaciones radicales ponen al descubierto “la máxima potencialidad
de la vida” (“die höchste Potentialität des Lebens”), ese “todavía-no” de la
vida al interior del proceso de su gestación concreta. Dicho “aún no” revela
206
Weltanschauugnsproblem (Kriegnotsemmester 1919), en B. Heimbüchel
(ed.), Gesamtausgabe, vol. 56-57, Fráncfort del Meno, Vittorio Klostermann.
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– (1992), Grundprobleme der Phänomenologie (WS 1919/20), en H.-H. Gander
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207
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Siguiendo el espíritu y los impulsos legados por el destacado pensador
italiano Franco Volpi, en este trabajo realizamos un ejercicio: ofrecer un
panorama de la construcción y reconstrucción del nombre fenomenología
que opera en el camino filosófico de Martin Heidegger, desde su primera
lección en Friburgo (1919) hasta la publicación de su opus magnum (1927),
colocando como centro de gravedad de nuestro abordaje la apropiación que
ejecuta “el mago de Messkirch” de la filosofía de Aristóteles. Las contribuciones de Volpi han marcado un hito, sin lugar a dudas, en los intentos por
repensar el proyecto fenomenológico heideggeriano a partir de su diálogo
con el Estagirita.
A juicio de Volpi (1994, 2006, 2012), la destrucción y repetición heideggeriana del corpus aristotelicum se mueve en tres niveles específicos: 1)
la caracterización ontológica del Dasein; 2) la ampliación de la noción de
verdad a un ámbito no judicativo, y 3) el problema del tiempo. Dentro de
esta constelación temática se adscribe, 4) el problema del movimiento de
la facticidad. Siguiendo en este punto a Volpi, es importante indicar que,
a nuestro juicio, la apropiación heideggeriana del Estagirita, si bien tiene
como rasgo principal la constelación temática señalada, supone además no
* En el presente capítulo se retoman algunos pasajes y enfoques temáticos del proyecto
investigativo de maestría “Martin Heidegger y el problema de la vida fáctica: en torno a la
apropiación fenomenológica del De anima en el horizonte filosófico del joven Heidegger”,
realizado entre agosto de 2014 y noviembre de 2016 bajo la asesoría del profesor doctor
Ángel Xolocotzi Yáñez, con el auspicio económico del sistema de becas Conacyt.
208
209
solo la repetición de un contenido temático concreto de la obra de Aristóteles, tal cual lo hace el fenomenólogo con la ontologización de la virtudes
dianoéticas (Platon: Sophistes, GA 19) o con el análisis del tiempo que
realiza de la Física (Die Grundprobleme der Phänomenologie, GA 24). Antes
bien, el desmontaje, la apropiación heideggeriana de Aristóteles implica,
en último término, la reconstrucción del concepto mismo de fenomenología (Phänomenologie). Así las cosas, la tesis que afirmamos aquí es que
la Wiederholung heideggeriana y el correspondiente método destructivo
contienen, de modo latente, el desmontaje de los conceptos de fenómeno
y lenguaje, y esto –al menos durante los primeros años de la década de
1920– tiene lugar en función de la recuperación del sentido originario del
φαινóμενον y del λóγος en clave aristotélica.
Tomando esto como punto de partida, el orden de la exposición mostrará de forma panorámica el modo en que el joven Heidegger piensa la
fenomenología (fenómeno-lógos) en un sentido prearistotélico durante
las lecciones anteriores a 1923 (GA 56-57, 58, 60). Hecho esto, nos concentraremos en Gesamtausgabe 17 (1994), donde se expone con claridad
la recepción heideggeriana del φαινóμενον y del λóγος aristotélico en la
reconstrucción de la noción de fenomenología. Finalmente, haremos referencia a los Prolegómenos para una historia del concepto de tiempo (GA 20)
y al Ser y tiempo (1967), para poner de relieve el giro aplicado al concepto
de fenomenología en 1927.
Tal como se indicó en las líneas inmediatamente anteriores, en este
apartado se pondrán de relieve algunos rasgos generales en los que se
expondrá de forma sucinta el modo en que el joven Heidegger empezó a
construir su proyecto filosófico, a partir de una comprensión específica
de la fenomenología, tanto crítica como deudora –en gran medida– de la
obra de Edmund Husserl. A este respecto, es pertinente fijar la mirada, en
primera instancia, en Los problemas fundamentales de la fenomenología (GA
58), lecciones dictadas por Heidegger (2014) en Friburgo en el semestre
de invierno de 1919-1920.
En el parágrafo 3 de dichas lecciones de invierno, titulado “Aspectos
históricos y sistemáticos del uso del término «fenomenología»”, el joven
Heidegger ofrece una reconstrucción histórica bastante panorámica, en la
que presenta de Hegel a Husserl los distintos usos del término en cuestión,
destacando allí cuatro momentos históricos precisos: Hegel, la teología
protestante, la psicología y las Investigaciones lógicas. En torno al primer
momento, señala que el concepto “fenomenología” debe su reconocimiento
a la inclusión del término en el título de la obra de Hegel Fenomenología
del espíritu. Sin embargo, vale la pena indicar que Heidegger no entra en
detalles o comentarios concretos de esa obra, más bien se limita únicamente
a destacar la notoriedad que ganó el concepto gracias a su autor. En lo que
al uso del término en la teología protestante se refiere, señala que con la
“fenomenología” se apuntaba a una suerte de ejercicio descriptivo, bien de
la conciencia religiosa, bien de los fenómenos religiosos.
En este mismo sentido; es decir, descriptivo, aparece utilizado el concepto
en el tercer testimonio histórico usado por Heidegger. Haciendo alusión
a la obra Fenomenología de la voluntad: un análisis psicológico (1900) de
Alexander Pfänder, el joven fenomenólogo indica que –dentro de los límites
de la psicología de dicho autor– el término en cuestión alude a un ejercicio
descriptivo de la actividad psíquica. De esta manera, y en contra de una
psicología explicativo-hipotética, propia –a juicio de Hans-Georg Gadamer
(1993)– de la reflexión de John Stuart Mill, Pfänder optará por un puro
ejercicio descriptivo de la voluntad, en el cual no se intenta reducir esta a
formas psíquicas más elementales.
Por otra parte, y en lo que a Husserl concierne, Heidegger pone su
atención en el modo en que el fenomenólogo moravo alinea su comprensión de la “fenomenología”, al menos de forma superficial, a los postulados
psicologistas como el de Pfänder; esto, en la medida en que comprende
la fenomenología, en el marco de sus Investigaciones lógicas, como psi-
210
211
1. Del término fenomenología entre 1919 y 1921
cología descriptiva: “La misma palabra pero cosas distintas, aunque la
primera impresión y la interpretación que el propio Husserl hace de la
fenomenología […] inducen a no ver esa diferencia en modo alguno y a
entender la fenomenología y el método fenomenológico como una psicología descriptiva y un método de descripción psicológica” (Heidegger,
2014: 27; 1992a: 13). En contra de la lectura husserliana del concepto,
Heidegger destaca que el motivo que late de fondo en las Investigaciones
no es una descripción per se de la vida psíquica; al contrario, lo esencial
es la superación del psicologismo en cuanto fundamento de la lógica y,
por transitividad, de la ciencia: “Cuanto más hondo penetraba con mi
análisis, tanto más adquiría conciencia de que la lógica de nuestro tiempo
no basta a explicar la ciencia actual, siendo esta, sin embargo, una de sus
incumbencias principales” (Husserl, 2006: 21). Lo que se deriva de aquí
es una clara preocupación epistemológica en el seno de la fenomenología
temprana de Husserl, pues lo que buscaba era una “nueva fundamentación
de la lógica y de la teoría del conocimiento” (23), la cual tendría lugar en
un tránsito de la afirmación de la idealidad de la lógica (“Prolegómenos”), hacia su validación subjetiva (t. ii): “A pesar de la fuerte crítica
de Husserl al psicologismo, su interés en los problemas fundamentales
de la epistemología hizo que fuera necesario volver a la conciencia” (Zahavi, 2003: 12). Por esto, para el joven Heidegger (2014: 28; 1992a: 15),
Husserl erró en su temprana comprensión de la fenomenología, pues “la
descripción está al servicio de fines lógico-sistemáticos (filosóficos)”. En
este sentido, Heidegger no pondrá en cuestión el sentido descriptivo de
la fenomenología, sino la reducción de esta a descripción de las vivencias
psíquicas sin más.
Luego de las Investigaciones lógicas, comenta Heidegger, Husserl
publicó La filosofía como ciencia estricta e Ideas i. En estas dos obras, el
motivo trascendental que subyace –a su juicio– en el trasfondo de las
Investigaciones llega a su cristalización plena. La crítica del historicismo
y el naturalismo reflejan el interés husserliano por el conocimiento fundado de modo radical (GA 17). Asimismo, el análisis de la conciencia en
la “fenomenología” científica de Ideas hace que la región de las vivencias
puras ponga en segundo plano el desenvolvimiento cotidiano del sujeto
en el horizonte del mundo. De esta forma, y tal cual comenta Bernhard
Waldenfels (1997: 35):
212
213
Husserl insistió [en] que cualquier existencia real o posible
significa una “existencia para…”, o sea, para la conciencia como
fuente originaría del sentido donde todo lo que es, se identifica
como tal. El regreso a las cosas mismas significa por tanto eo ipso
el regreso a una conciencia trascendental que –tal como indica
el nombre– genera toda “trascendencia”.
Esta primera exposición histórica ofrecida por el joven Heidegger entre
1919 y 1920 resulta particularmente llamativa por un hecho fundamental,
a saber: que ya en sus lecciones anteriores, dadas en 1919 en el semestre
de emergencia de posguerra y publicadas bajo el título de La idea de la
filosofía y el problema de la concepción del mundo (GA 56-57), Heidegger
alude de forma explícita a Aristóteles, asociándolo con el realismo (§ 16). Se
desprende de esto que, para las lecciones de 1919-1920, aunque Heidegger
ya tenía ganado un primer acercamiento al Estagirita pues en 1907 –por vía
de Franz Brentano– se aproximó al problema aristotélico de los múltiples
sentidos del ser (Xolocotzi, 2011), no incluyó en su edificación de la noción
de “fenomenología” aportes explícitos de Aristóteles. Dicho de otro modo:
aunque para 1919 (GA 56-57) ya hacía referencias concretas al Estagirita,
en sus lecciones subsiguientes (GA 58) la fenomenología no era pensada
aún en clave aristotélica.
Teniendo lo dicho en mente, es justo preguntarse entonces por el sentido
de la fenomenología en estas primeras lecciones de juventud. Indiquemos
de forma sucinta lo siguiente: aunque Heidegger mantenga el carácter
científico de la fenomenología como herencia de Husserl (Rodríguez, 1997:
18), no por ello hay una coincidencia temática y metódica respecto del
proyecto husserliano; antes bien, es menester realizar al menos de modo
esquemático la siguiente distinción:1 en el proyecto husserliano de Ideas i,
la fenomenología es ciencia de la conciencia trascendentalmente reducida,
por vía de la epojé fenomenológica. Husserl aplica, para garantizar el acceso
a dicha nueva región del ser, un conjunto de reducciones que lo conducen
de la vida en actitud natural, y su correspondiente expresión en vivencias
psicológicas, a la vida de la conciencia pura, caracterizada por la intencionalidad, la estructura noético-noemática y el tiempo en su comprensión
subjetiva. Hablamos entonces, en el Husserl de Ideas i, de una ciencia de la
conciencia trascendental. En contraste con esto, la filosofía heideggeriana
del semestre de posguerra optará por una comprensión de la fenomenología
que, si bien hace de esta una ciencia, ya no será ciencia descriptiva de las
vivencias puras de la conciencia, sino ciencia descriptiva de la vivencia del
mundo circundante (Umwelterlebnis); es decir, ciencia hermenéutica de la
apropiación no objetivadora del ámbito preteorético. Para desarrollar esta
comprensión científica de la fenomenología, Heidegger sigue hasta el límite
el principio de los principios husserliano: todo lo que se da a la intuición
debe ser tomado del modo en que se da.2
Este principio de los principios es crucial para el joven fenomenólogo,
en la medida en que solo es posible un acceso no objetivador a la vida, si
se tiene como premisa una intuición que resguarde la vivencia del mundo
circundante sin poner en obra un nombrar desvivificador: “Si la descripción
misma fuera siempre y necesariamente teorización, no se excluiría la posibilidad de que la intuición fundante fuera de tipo no teorético” (Heidegger,
2005b: 135; 1987: 11). La teoría y su correspondiente lenguaje quitan la vida
al vivir mismo, ya que hacen de la cosa mundana con que se interactúa
un “algo” desmundanizado, le quitan su carácter significativo. Heidegger,
por su parte, retoma la vivencia “¿Hay algo?” (Gibt es etwas?) para mostrar
que, antes que un yo psicológico concreto, en esta vivencia se halla un yo
general, que se retrotrae hasta el despliegue significativo-mundano que
tiene en su base, no una conciencia, sino un yo histórico (historisches Ich)
que se relaciona con un “algo concreto”, remitido a su vez al algo general
de la pregunta. Vale indicar aquí que este “algo” mundano es siempre significativo: es la silla en que estoy sentado en este instante. No es el “algo”
desmundanizado y cargado de propiedades de la teoría. Por ello, lo propio
del ámbito preteorético es la apropiación (Ereignis) atemática del significado
de los entes por parte de un yo histórico; esto es, que la silla me aparezca
justamente como silla y no como dato sensible o como compuesto de átomos. La intuición que permite el resguardo de la apropiación significativa
del mundo es la intuición hermenéutica (die hermeneutische Intuition). El
lenguaje, en consecuencia, es asumido en su sentido no objetivador:
La vivencia que se apropia de lo vivido es la intuición comprensiva, la intuición hermenéutica […] La universalidad del
1. En este punto es importante tener en cuenta no solo los matices que distinguen los proyectos fenomenológicos de Husserl y Heidegger, en función de los intereses concretos que
sigue cada autor, sino también poner de relieve los nervios comunes, el punto de partida
compartido por ambos fenomenólogos. A este respecto habría que indicar, al menos:1) el
carácter científico de la fenomenología y, por tanto, 2) su condición de ciencia en distinción
de la cosmovisión (Weltanschauung); 3) la condición de la fenomenología como método, y
4) el interés común por el mundo de vida (Lebenswelt) y el mundo circundante (Umwelt).
Para un análisis detallado en torno a este tópico, véase Rodríguez (1997) y Xolocotzi (2016).
significado de las palabras señala primariamente algo originario:
el carácter mundano de la vivencia vivida. (Heidegger, 2005b:
141-142; 1987: 117; nuestro subrayado)
Si una intuición sensible deviene en lenguaje objetivante y desvivificador,
la ciencia originaria, que se sirve de la intuición hermenéutica, expresa
lingüísticamente –en la teorización formal (formaler Theoretisierung)–3 lo
2. “Pero basta de teorías absurdas. No hay teoría concebible capaz de hacernos errar en punto
al principio de todos los principios: que toda intuición en que se da algo originariamente es un
fundamento de derecho del conocimiento; que todo lo que se nos brinda originariamente (por
decirlo así, en su realidad corpórea) en la «intuición», hay que tomarlo simplemente como se
da, pero también solo dentro de los límites en que se da” (Husserl, 1949: 58).
3. Es importante indicar que Heidegger piensa, en las primeras lecciones de Friburgo, el
abordaje discursivo a la vida con tres nociones específicas: teorización formal (formaler
214
215
propio de la vida en su despliegue. Esto es: da lugar a un lenguaje que no
des-mundaniza ni diluye la vida en dato, posibilita un lenguaje del que se
sirve la vida para, a través de la intuición hermenéutica y la teorización
formal, vérselas consigo misma sin devenir por ello en teoría.
Esta comprensión de la fenomenología como ciencia del ámbito preteorético, de la facticidad, encontrará una concreción más elaborada entre
1920 y 1922, en lecciones y trabajos como Introducción a la fenomenología
de la religión (1920-1921, GA 60), Interpretaciones fenomenológicas sobre
Aristóteles (1921-1922, GA 61) y en el Informe Natorp (1922). Claro está,
esta lectura “más elaborada” de la “fenomenología” hundirá sus raíces de
forma radical en las primeras lecciones de 1919; específicamente hablando
en el análisis de la vivencia del mundo circundante y –a nuestro juicio– en el
análisis de la vivencia “¿Hay algo?”. Para Ramón Rodríguez, el análisis de la
Umwelterlebnis supone una apropiación de la intencionalidad husserliana,
en la que se pone esta ya no en un trasfondo teorético, sino que se remite
a su sentido preteorético originario. Aquí la caracterización se mueve en
tres niveles: 1) el nivel del yo histórico; 2) el nivel de la relación con la cosa
misma y no con una representación, y 3) la copertenencia entre el yo histórico y la vivencia del mundo circundante. Para Rodríguez (1997: 52), este
análisis heideggeriano de la intencionalidad permeará en la construcción
de la noción de fenómeno en la década de 1920: “Si el sentido de esta radicalización [de la intencionalidad] aparece ya claro desde el primer curso
dado por Heidegger, los cursos posteriores no hacen más que confirmarla”.
En Introducción a la fenomenología de la religión Heidegger (2006a: 88;
1995: 63) se pregunta de modo expreso lo siguiente: “¿Qué es la fenomenología? ¿Qué es fenómeno?…”. En primera instancia, aborda el segundo
interrogante y responde “¿Qué es fenómeno?” a partir de una triple articulación de sentido (Sinn): fenómeno es, en un primer momento, el contenido
(Gehalt), el qué vivenciado. Nótese que este qué del fenómeno es simple-
mente indicativo; es decir, el contenido no está determinado en sentido
alguno. En un segundo momento, el fenómeno es la referencia (Bezug),
el sentido referencial general de toda vivencia que, dicho con precisión,
se dirige siempre al contenido. Tenemos hasta este punto entonces que el
fenómeno es tanto el qué como la referencia, la dirección hacia dicho qué.
Finalmente, fenómeno es el modo en que se ejecuta (Vollzug) dicha referencia, los modos del estar dirigido el comportamiento: “la manipulación de,
la preparación de, la elaboración de, la fabricación de, el servirse de, el uso
para…” (Heidegger, 2002: 35-36, 2005a: 353). En virtud de lo dicho señala:
Estas tres direcciones de sentido (sentido de contenido
[Gehaltssinn], de referencia [Bezugssinn] y de ejercicio [Vollzugssinn]) no están colocadas sencillamente las unas junto a las
otras. “Fenómeno” es una totalidad de sentido según estas tres
direcciones. (Heidegger, 2006a: 88; 1995: 63).4
Theoretisierung), caracterización formal (Die formale Charakterisierung) u objetivación
formal (Die formale Vergegenständlichung).
4. A esta triple articulación de sentido añadirá, un año más tarde en la lección Interpretaciones
fenomenológicas sobre Aristóteles: introducción a la investigación fenomenológica (1921-1922,
GA 61), el sentido temporal (Zeitigungssinn) del fenómeno. Con esta articulación de sentido,
Heidegger tiene en mente el carácter específicamente situacional en que tiene lugar, en que
se concreta el sentido de ejecución. Ahora bien, es importante indicar también que solo hasta
el otoño de 1922 –considera Ramón Rodríguez (2008)– el concepto de fenómeno edificado
por Heidegger antes de Ser y tiempo cristaliza la apropiación radical de la intencionalidad
husserliana, al hacer de ella intencionalidad plena (volle Intentionalität). Así, fenómeno
en tanto que intencionalidad plena deviene en una, ya no triple (1920-1921) o cuádruple
articulación (1921-1922) de sentido, sino en una estructura objetiva (Gegenstandsstruktur)
constituida por cinco elementos inextricablemente vinculados: “La estructura objetiva que
caracteriza a algo como fenómeno, la intencionalidad plena (el estar referido a, a lo que se
dirige la referencia [das Worauf des Bezugs] como tal, el acto de referirse a, el despliegue
temporal de este acto, la custodia de este despliegue temporal [die Verwahrung der Zeitigung]),
no es otra que la del objeto que tiene el carácter ontológico de la vida fáctica” (Heidegger,
2002: 47; traducción modificada). Valga anotar aquí que en esta enumeración de elementos
no incluye Heidegger el sentido de contenido (Gehaltssinn) del fenómeno, puntualizado en
las lecciones previas a la redacción del Informe; no obstante, a nuestro juicio se encuentra
pensado desde el Worauf a que apunta la referencia.
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Con respecto a lo dicho hay que indicar dos cosas: por un lado, que
puede establecerse un puente entre (a) el sentido referencial del fenómeno
y el yo histórico de la vivencia del mundo circundante, pues es este –el yo
histórico– quien tiende a, en quien se hace expresa la referencia hacia. Entre
tanto, (b) el sentido de contenido se cristaliza en el qué, en la cosa misma;
es decir, en la famosa vivencia de la cátedra, o dicho con precisión: en el
mundo circundante. Finalmente, (c) el sentido de ejecución apuntaría al
modo concreto en que tiene lugar la relación entre el yo histórico que se
dirige a la cátedra y la cátedra misma, en la apropiación del significado del
“no saber para qué sirve” del negro senegalés.
Por otro lado, habría que preguntarse en este punto cómo se relaciona
la vivencia, ya no del mundo circundante, sino del “¿Hay algo?” con el
fenómeno pensado desde la articulación triple de sentido recién señalada.
Indiquemos, en primera medida, que el análisis de esta vivencia realizado
en 1919 aportaría (a) el sentido referencial del fenómeno en su carácter
general; (b) el sentido de contenido también en su carácter general, y (c) el
modo en que se ejecuta la referencia. En parágrafo 13 de Introducción a la
fenomenología de la religión, Heidegger indica que los tres tipos de sentido
que constituyen en su nexo el fenómeno tienen un carácter formal, esto es,
no dotan de contenido alguno al fenómeno mismo. Así, sentido referencial,
de contenido y de ejecución nombran una estructura general que hallaría
su contenido concreto en una experiencia, en una vivencia histórica del
mundo circundante. Sirviéndonos de los términos empleados por Husserl
en sus Investigaciones, diríamos que esta intencionalidad –pensada por el
joven Heidegger en clave preteorética a la luz de la noción de fenómeno–
estaría a la espera de cumplirse.5
En estrecho vínculo con lo anterior, en la pregunta “¿Hay algo?” lo que
se pone en obra es precisamente este “estar a la espera” del “cumplimiento”
de, al menos, el sentido referencial y el sentido de contenido del fenómeno.
Asimismo, se revela un modo del sentido referencial, un cómo del comportamiento (Verhalten), una concreción intencional preteorética. En lo que
concierne al sentido referencial (Bezugssinn), señalemos lo siguiente: en la
vivencia interrogativa no hay un yo concreto que se interrogue por el algo.
Se revela, más bien, un carácter direccional de un yo general que vive en la
vivencia. El yo general vive en cuanto cuestiona tendiendo hacia un algo:
“Lo que veo es que [ese «yo»] vive, es más, que vive dirigiéndose hacia algo
[es lebt auf etwas hin]” (Heidegger, 2005b: 80-81; 1987: 66). Indicativo del
sentido referencial del que habla a principio de la década de 1920, y que
late en la pregunta “¿Hay algo?”, debe ser el hecho de que algunas líneas más
adelante caracteriza la direccionalidad del interrogar no como auf etwas
hin, sino como referencia, Bezug: “Esta vivencia se pregunta por algo en
relación [Bezug: en referencia] con algo en general”.
Ubicamos aquí la primera articulación de sentido, la cual nos conduce
de inmediato a las dos restantes: el sentido de contenido se expresa puntualmente en el algo general (etwas überhaupt) al que se refiere la pregunta:
“La pregunta tiene un contenido [Gehalt] determinado: la pregunta es si
«hay» o «se da» algo” (Heidegger, 2005b: 81; 1987: 67). Lo que hay o se da
es un algo general, diríamos, el sentido de contenido, que se remite –por
su parte– a un contenido concreto, a un algo mundano que aparece significativamente al yo histórico de la vivencia del mundo circundante: “Esto
ya queda sugerido por el hecho de que, al intentar aprehender el sentido de
algo general, echamos mano de objetos particulares con un determinado
contenido concreto” (Heidegger, 2005b: 82; 1987: 68).6 Finalmente, el sen-
5. “[U]na nota formal-ontológica no dice nada sobre el «qué» de aquello que determina […]
la determinación formal [es] totalmente indiferente en cuanto al contenido […] Hay que
guardarse de admitir que el sentido referencial sea originariamente teorético. La referencia
y el ejercicio del fenómeno no se determinan de antemano, sino que están en suspensión
<a la espera de concretarse>” (Heidegger, 2006a: 88, 1995: 63-64).
6. Por esta razón Heidegger (2005b: 139, 1987: 115) hablará algunas líneas más delante de
un nivel premundano del análisis de la teorización formal, y de un ámbito mundano, propio
de la vivencia histórica concreta. De esta forma, lo premundano se piensa siempre desde
su relación hacia un contenido concreto; esto es, histórico: “Se trata del «todavía-no», es
decir, de lo que todavía no se ha irrumpido en una vida genuina; se trata de lo esencialmente
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tido de ejecución (Vollzugssin) de la referencia, a nuestro juicio, no aparece
tematizado de modo expreso en su carácter general, como parece insinuar
el Bezugssin en la direccionalidad del interrogar, y el Gehaltssin en el algo
general de la pregunta. No obstante, en el preguntar mismo se pone de relieve, consideramos, el carácter operativo, el sentido ejecutivo del fenómeno,
pues el interrogar es caracterizado por Heidegger como un modo, como
un cómo del comportamiento; esto es, como una cristalización específica
de la referencia formal hacia el contenido general: “y este «vivir dirigido
hacia algo» es un «vivir que se dirige hacia algo en actitud interrogativa»
[Charakter der Fraglichkeit] […] ¿Qué sentido tiene la actitud interrogativa
[fragenden Verhaltens]?” (Heidegger, 2005b: 81; 1987: 66). Nótese aquí la
forma en que, ya en 1919, Heidegger utiliza la noción de comportamiento
(Verhalten) para indicar un cómo en que se ejecuta la referencia al algo, tal
cual hará en el capítulo 2, inciso B (Das Verhalten) de las Interpretaciones
fenomenológicas sobre Aristóteles de 1921-1922 (1985: 52-53).
Tenemos entonces que el modo en que se insinuarían los tres niveles de
sentido en el análisis de la vivencia del mundo circundante (1919) encontrarían en igual medida su “correlato formal-indicativo” en la vivencia de la
pregunta “¿Hay algo?”, pues –a fin de cuentas– esta vivencia interrogativa solo
expresa de un modo formal la estructura general de cualquier vivencia de
un yo histórico: “En líneas generales, el carácter no cósico de la vivencia y de
cada vivencia en general se puede comprender plena e intuitivamente a partir
de esta vivencia particular [de la pregunta]” (Heidegger, 2005b: 85; 1987: 70).
Una vez aclarado esto, Heidegger introduce el sentido que da al concepto
λόγος, para responder entonces la primera pregunta: “¿Qué es la fenomenología?”. El λόγος es pensado en la Introducción a la fenomenología de la
religión como la verbalización que se hace de la articulación triple de sentido
mencionada previamente: “La «fenomenología» es la explicación de esta
totalidad de sentido [Bezugssin, Gehaltssin y Vollzugssin], da el λόγος a los
fenómenos…” (Heidegger, 2006a: 88; 1995: 63). Dicha verbalización tiene
la forma del verbum internum agustiniano, “es decir, de la «palabra» que
el alma engendra desde y para sí y a través de la cual obtiene y expresa el
conocimiento que tiene de sí” (Klocker, 2007: 127). Resulta esencial esta
caracterización del λόγος como verbum internum, pues responde al sentido
del lenguaje no objetivador que se menciona ya desde las lecciones de 1919:
un discurso que le permita a la vida volver sobre sí misma, sin devenir en
dato; es decir, sin perder el aliento y desvivificarse.
Así las cosas, podemos concluir este primer apartado destacando la
forma en que, en el horizonte de las primeras lecciones friburguesas, la
reconstrucción histórica del concepto de fenomenología no remite a la
obra del Estagirita, a pesar de la referencia expresa que se hace a este en
distintos pasajes. Entre 1919 y 1921, el diálogo con la caracterización psicológico-descriptiva de la fenomenología invita a Heidegger a pensarla (a
la “fenomenología”) como una ciencia descriptiva de la vivencia del mundo
circundante, y no como una ciencia descriptiva de las vivencias de la conciencia. En esta reorientación de la empresa fenomenológica emprendida por
el joven fenomenólogo, hallamos –a nuestro juicio– una suerte de camino
prearistotélico. El fenómeno aún no ha sido pensado en detalle desde el
φαινóμενον de Aristóteles. El λόγος, a su vez, parece remitir como verbum
a San Agustín, antes que al Estagirita. En función de lo dicho, es pertinente
fijar la atención en la primera lección de Marburgo (1923-1924), pues en
ella se evidencia de forma contundente el modo en que la repetición y la
destrucción fenomenológica se giran hacia el corpus aristotélico, con el fin
de repensar el término fenomenología.
2. De la fenomenología en clave aristotélica, 1923-1925
premundano. Pero esto significa que el sentido del algo como lo vivenciable encierra el
momento del «hacia» [Auf zu], del «en dirección a» [Richtung auf], del «hacia [hinein] el
interior de un mundo (determinado)»…”.
La Introducción a la investigación fenomenológica (GA 17, 1994) resulta
particularmente significativa en el intento por pensar el modo en que la
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obra de Aristóteles se inserta en el núcleo del proyecto fenomenológico de
juventud heideggeriano. Indicamos esto en virtud del hecho de que estas
lecciones marburguesas trazan un singular paralelo con Los problemas
fundamentales de la fenomenología (1919-1920): ambas tienen como uno de
sus momentos expositivos iniciales una suerte de reconstrucción histórica
del término fenomenología. Sin embargo, y a diferencia de las lecciones de
1919-1920, la Introducción incluye, desde el punto de partida, al Estagirita
en el horizonte del problema. De un modo rápido Heidegger retrotrae el
uso del concepto en cuestión, ya no a Hegel, como lo hiciese cuatro años
antes, sino a Lambert y a Kant. La noción de fenomenología, en ambos
casos, parece estar asociada a una “teoría para evitar la apariencia ilusoria”
(Heidegger, 2008: 26; 1994: 5).
Indicado esto, Heidegger retoma el curso de la reconstrucción histórica
de 1919, pues destaca el papel de Hegel y su Fenomenología del espíritu,
así como la comprensión de la teología protestante, en la que se piensa la
“fenomenología” como fenomenología de la religión, haciéndose alusión
–en este caso– a una “doctrina que trata de las diversas maneras en que
aparece la religión” (Heidegger, 2008: 26; 1994: 6). Dicho esto, apunta tanto
a Brentano –quien no fue incluido en los Problemas– como a Husserl. Se
destaca aquí el modo en que Heidegger amplía el radio de comprensión del
término fenomenología, aunque se mueve aún –para caracterizarlo– dentro
de los límites de la filosofía moderna y contemporánea. No obstante esto,
el joven fenomenólogo realiza un desplazamiento respecto de las coordenadas de su análisis, pues de forma inmediata retrotrae la comprensión
del concepto a su raíz griega: “Fenomenología se compone de λóγος y
φαινóμενον” (Heidegger, 2008: 27; 1994: 6). Ahora bien, esta remisión al
sentido griego de los términos expresa lo indicado en el punto de partida:
repetir como un repensar el sentido originario latente en el aparataje conceptual, a la luz de la filosofía antigua –para este caso–. Como se intuye,
el eje de la apropiación del λóγος y el φαινóμενον será Aristóteles. Cuenta
de ello da el título del capítulo 1 de la Introducción: “Elucidación de la
expresión «fenomenología» retrotrayéndola a Aristóteles”. Preguntemos
aquí lo siguiente: ¿cómo nutre la vuelta sobre el Estagirita la reconstrucción
heideggeriana de la fenomenología?
El φαινóμενον es pensado por el joven Heidegger en estas lecciones desde
De anima ii, 6-7; esto, a partir de la apropiación que realiza del análisis
aristotélico de la sensibilidad (αἴσθησις) en una doble orientación: desde
los distintos tipos de sensible y desde el sentido de la visión. Respecto de
la visión, es menester indicar que para Aristóteles esta aparece como una
forma desarrollada de la facultad sensitiva de los vivientes. La visión puede
tener lugar en un doble sentido: por un lado, lo visible es el color y, por otro
lado, los entes con naturaleza ígnea o lumínica.
En lo que se refiere al primer caso –es decir, la visión del color–, Aristóteles
señala que esta tiene lugar únicamente a través de lo transparente, asumida
dicha transparencia como el medio por vía del cual el color estimula el órgano
de la visión: “Todo color es un agente capaz de poner en movimiento a lo
transparente en acto y en esto consiste su naturaleza” (De anima ii, 7 418a 30
ss.). Lo transparente, por su parte, puede estar bien en entelequia o bien en
potencia. La entelequia de lo transparente acontece por presencia del fuego
o del sol, y a ella la llama Aristóteles luz: “La luz [φῶς], a su vez, es el acto
de esto, de lo transparente…” (7 418b 10). La oscuridad, en consecuencia,
es la privación de luz que se hace patente en ausencia de ambos (del sol o
del fuego). Hasta este punto, φαινóμενον es el ente que se muestra en la
luz. Sin embargo, lo visible es, además del color –y tal cual se indicó– los
entes que se destacan en la oscuridad: “no todo lo que se ve es visible a la
luz, sino solamente el color característico de cada cosa […] ciertas cosas,
desde luego, no se ven a la luz, y, sin embargo, producen sensaciones en la
oscuridad” (7 419a 1-5). Por tanto, φαινóμενον supone el mostrarse (sich
zeigen) del ente, sea bajo la entelequia o potencia de lo transparente. Con
ello, el énfasis del fenómeno recae sobre la automostración del ente mismo.7
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7. “El concepto de φαινóμενον no está limitado a la presencia de las cosas durante el día;
va más allá y designa todo lo que se muestra en sí mismo [selbst Sichszeigende], tanto si se
muestra en la claridad como en la oscuridad” (Heidegger, 2008: 30, 1994: 10).
Esta primera definición del fenómeno, a la luz del sentido de la vista,
cuenta con un límite crucial: que nada garantiza que la mostración del ente
desde sí mismo revele lo que el ente sea en sentido estricto. Siendo precisos,
a juicio de Heidegger es justamente la posibilidad de que el ente se done no
como lo que es, sino como otra cosa, lo que repercutirá en la comprensión
moderna de la fenomenología, en relación con una teoría para superar la
apariencia engañosa (Lambert-Kant). El núcleo de la mostración inadecuada
se ubica, para el joven Heidegger, en el carácter de ser del mundo mismo:
es huidizo, no se dona de golpe.8
El ámbito y la preocupación por la mera apariencia (Schein), que hace
que el sentido originario del φαινóμενον se diluya en la tradición, reconducen a Heidegger hacia el tratamiento aristotélico de los distintos tipos
de sensible. Para el Estagirita, la facultad sensitiva se pone en relación con
el ente a través de la captación de tres tipos de sensible: “«Sensible» se dice
de tres clases de objetos […] el tercero lo es por accidente […] los dos
primeros […] uno es propio de cada sensación y el otro es común a todas”
(De anima ii, 6 418a 5-10). El sensible propio es aquel del cual solo puede
tener percepción el sentido que le corresponde de forma originaria; así, el
color es el sensible propio de la visión, tal cual lo es el sonido a la audición.
Para este tipo de sensibles la mostración del ente no da lugar al error. El
sensible común es aquel que puede ser captado por distintos sentidos; por
ejemplo, el movimiento. Finalmente, el sensible por accidente se refiere a
una suerte de condicionamiento contingente que va asociado al ente: que las
hojas blancas en que tomo notas en clase sean bien de un compañero o bien
de un profesor. A diferencia de los sensibles propios, siempre verdaderos,
en estos dos últimos casos se está abierto al error. De hecho, es en virtud
de estos dos últimos tipos de sensible como el ente deviene, como fenóme8. “[E]l mundo está caracterizado por su carácter evasivo [Entgänglichkeit charakterisiert],
desfigurado por la niebla, la oscuridad, etc. Los estados de cosas de este tipo pertenecen al
ser mismo del mundo […] Por consiguiente, dado que el mundo existe con la posibilidad
de mostrarse a sí mismo, se trastoca esta posibilidad del mundo en su opuesta: pasar por
lo que no es” (Heidegger, 2008: 56, 1994: 39-40).
224
no, no en un mostrarse a sí mismo, sino en apariencia. Señalamos que el
sensible propio es verdadero; sin embargo, la percepción no es únicamente
del color, sino de la totalidad del ente en su condicionamiento concreto. A
partir de dicho condicionamiento, el ente deviene en donación no de lo que
es, sino en un como algo: pasa por otra cosa. El sensible propio es, entonces,
“lo que se muestra a sí mismo en sí mismo como existente” (Heidegger,
2008: 31; 1994: 11); esto es, es φαινóμενον en sentido estricto. Entre tanto,
en el sensible por accidente y en el común se ubicaría la posibilidad del
trastocamiento de la mostración idónea.
En este orden de ideas, habría que indicar aquí que en 1923 la edificación
heideggeriana de la noción de fenómeno no supone únicamente una apropiación de la intencionalidad husserliana, a la luz de la triple articulación
del sentido de contenido, de ejecución y de referencia, sino que en último
término el joven Heidegger repite y destruye el sentido aristotélico del
φαινóμενον para abrir ontológicamente el ámbito propio de su proyecto,
a saber: la vida fáctica como el fenómeno (Phänomen) propio de la ciencia
fenomenológica.
Así, y del mismo modo en que Heidegger retoma a Aristóteles para
repensar el sentido del fenómeno, el concepto de λóγος es asumido ya no
en sentido agustiniano como verbum internum, sino que se reconstruye en
una evidente clave aristotélica. Λóγος es reconstruido por el fenomenólogo
alemán a partir de dos textos específicos: el De anima y el De interpretatione.
El punto de partida es De interpretatione 16b 25-27. Allí define Aristóteles
al λóγος como una voz significativa: “Enunciado [Λόγος] es un sonido
significativo [φωνή σημαντική]”. Esta definición se corresponde con la
ofrecida por el Estagirita en Poética: “Enunciación es una voz convencional
significativa”.9 En la definición tanto de De interpretatione como de Poética,
Aristóteles piensa en primera medida el λóγος como una voz significativa.
A este respecto indica Heidegger que la voz es un tipo de sonido, pero no
9. En el original: “Λόγος δέ φωνή σύνθετή σημαντική” (Poetica 20, 1457a 25).
225
un sonido cualquiera, sino un sonido propio del ente viviente y, en virtud
de esto, se encuentra asociada a una representación imaginativa de los
objetos donados por vía sensitiva. Así, la φωνή es un sonido significativo
en virtud del estar vinculada originariamente a una imagen que muestra al
ente;10 no obstante, lo propio del λóγος como voz no se reduce a su carácter
significativo. Antes bien, el λóγος tiene un sentido mundano, pues con el
discurso se nombra aquello que aparece significativamente en el trato con
el mundo circundante.11
En virtud de este sentido mundano, histórico del λóγος, este deviene apofántico, en cuanto implica un descubrir, un manifestar (δηλοῦν/Aufzeigen)
aquello que se nombra en el discurso. De acuerdo con el Platon: Sophistes
(GA 19, 1992; 1924-1925), la interacción ejecutiva con el mundo circundante
es el primer modo de la revelación de lo oculto por antonomasia; esto es,
del mundo mismo. Una vez puesta en juego esta revelación primigenia, el
λóγος que nombra lo que se da en el trato revela discursivamente aquello de
que se ocupa el Dasein. Por tanto: “Un λόγος existe, pues, cuando el hablar
es un hablar con el mundo existente […] Hablar es ser con el mundo; es
originario y se da antes de los juicios” (Heidegger, 2008: 39; 1994: 20). La
manifestación discursiva –es decir, el λóγος ἀποφαντικός– tiene lugar como
verdadero cuando deja ver al ente tal cual es –o falso cuando lo oculta–:
No toda oración es tal que, en el modo de un significar, depare
una manifestación de algo; solo es ἀποφαντικός la oración en la
que tiene lugar algo así como un ἀληθεύειν: un dar al ente como
10. “Φαντασία: algo que se muestra. El sonido es voz (sonido vocal) cuando con él tenemos
que percibir (ver) algo. En virtud de la φαντασία el ruido se designa como σημαντική”
(Heidegger, 2008: 34-35, 1994: 15).
11. “No se produce la génesis de la palabra a partir del ser fisiológico del hombre, sino a
partir de su propia ex-sistencia. En la medida en que el hombre está en el mundo y quiere
algo con respecto a ese mundo y con respecto a sí mismo, habla. Él habla tan pronto como
algo así como un mundo se le descubre a él como algo de lo que ocuparse” (Heidegger,
2008: 36, 1994: 16).
226
no encubierto o dar al ente de tal modo que, en esta manifestación,
algo sea fingido. (Heidegger, 2008: 39; 1994: 19-20)
Dicho lo anterior ¿cómo debe entenderse el sentido de la fenomenología heideggeriana, pensada a la luz de la reflexión aristotélica? Desde el
inicio de Introducción a la investigación fenomenológica, Heidegger pone
de relieve el fenómeno por excelencia de la fenomenología, a saber: el
existir, el Dasein fáctico en su sentido ontológicamente propio.12 En cuanto
fenómeno, el existir se dona, bien como lo que es, bien como lo que no
es. La facticidad, de acuerdo con lo señalado en el Informe Natorp, tiene
un carácter evasivo, el cual se cristaliza en el enterramiento (Verschüttung)
de la existencia (Heidegger, 1994). Con este concepto piensa Heidegger el
hecho de que el Dasein, al ocuparse de algo, se descuide y huya de su propio
esclarecimiento ontológico.13 El mencionado carácter como algo en que se
manifiesta el fenómeno del existir se expresa a juicio de Heidegger –aunque
no únicamente–14 en el proyecto cartesiano-husserliano de la conciencia:
la preocupación por el conocimiento certero reconduce a ambos autores
hacia las fronteras de la subjetividad, tornándose dicha subjetividad en el
modo como algo en que la existencia se concibe a sí misma.15
12. “Al mostrarlo, nos fijaremos, como tema principal, en la existencia [Dasein]; es decir, el
mundo, el trato con él, la temporalidad, el lenguaje, la propia interpretación de la existencia; las posibilidades de la interpretación de la existencia” (Heidegger, 2008: 21, 1994: 2).
13. “En este movimiento fundamental de la existencia se muestra ahora el hallazgo fundamental del que se ha tratado anteriormente. Se pone de relieve que la preocupación, en la
medida en que es salir en pos de algo que a ella le preocupa en el preocuparse de algo, se
preocupa a la vez de su propia existencia y, a decir verdad, aquí, en el modo de la huida ante
la existencia: se preocupa a la vez del enterramiento [Verschütten] de la propia existencia,
de hacer imposible un encuentro con ella” (Heidegger, 2008: 281, 1994: 284).
14. Añádase en este punto a los encubrimientos del vivir fáctico, tanto a la comprensión del
hombre como animal racional, así como la reducción de él a creatura de Dios. El análisis
en torno a este tópico es desarrollado por Heidegger en su Ontología: hermenéutica de la
facticidad.
15. “La conciencia como campo temático adquiere la primacía gracias a una preocupación
de la existencia misma. La existencia huye ante sí misma y renuncia a la posibilidad de
verse y comprenderse a sí misma de modo radical. Este es el sentido que tiene el proceso
227
La facticidad, en cuanto φαινóμενον, encuentra en el enterramiento su
modo como algo. El λόγος fenomenológico, en razón de este hecho, debe
manifestar el existir en su donación, debe expresarlo categorialmente,
debe revelarlo en lo que tiene de ontológicamente propio: debe poner en
juego el sentido del fenómeno como manifestación del ente mismo; esto
es, pensarlo como sensible propio en tanto que revelación siempre verdadera. La fenomenología, como concreción de la vida, es la vuelta del existir
sobre sí mismo con el fin de revelarse discursivamente. El fenómeno es la
facticidad que se da en lo que es propiamente, y el λόγος es la expresión
discursiva que revela, que abre los rasgos ontológicos del vivir fáctico.
Fenomenología, pensada desde Aristóteles, es la expresión de la tendencia
de la vida a volver sobre sí mostrándose, esclareciéndose en un lenguaje
ontológicamente apropiado.
3. El giro de la fenomenología: de los Prolegómenos (1925) a Ser y
tiempo (1927)
La aproximación intentada hasta aquí en torno al ejercicio de reconstrucción terminológico de la “fenomenología” ha puesto de relieve el modo
en que el problema de la facticidad se ha tornado, en su mostrarse desde
sí mismo, en el fenómeno (Phänomen) por excelencia de los primeros
años docentes de Heidegger. Sin embargo, los Prolegómenos para una
historia del concepto de tiempo (GA 20, 1979) representan una suerte de
replanteamiento del proyecto heideggeriano de juventud, pues suponen
la inserción de la inquietud ontológica por la vida en el horizonte de la
pregunta por el sentido del ser (Sein).16 Así, y anticipándose a Ser y tiempo,
Heidegger pondrá –en 1925– como condición de posibilidad de acceso al
sentido del ser un análisis ontológico del Dasein: “La única razón, el único
fundamento en absoluto de la posibilidad de plantear la cuestión del ser,
es el propio Dasein en cuanto ser posible…” (2006b: 170; 1979: 184-185).
Ahora bien, y en función de la inserción de la ontología de la vida humana
en el horizonte de la pregunta por el ser, hay que interrogarse entonces lo
siguiente: ¿se mantiene el sentido del nombre fenomenología, propio de las
primeras lecciones de la década de 1920, en el marco investigativo de Ser y
tiempo? Dicho de otro modo: ¿siguen operando –con la misma fuerza– el
φαινóμενον y el λόγος aristotélico en el horizonte de la repetición de la
pregunta del ser?
El parágrafo 9 de los Prolegómenos para una historia del concepto de
tiempo (GA 20), lecciones dadas por Heidegger en el semestre de verano
de 1925 en Marburgo, presenta –como lo hace en Gesamtausgabe 17 (1994)
y Gesamtausgabe 58 (1992a)– un paso metodológicamente crucial para
los fines filosóficos del joven Heidegger: esclarecer la forma concreta en
que su proyecto es pensado como fenomenología.17 En los Prolegómenos, el
fenomenólogo alemán reconstruye el sentido del nombre fenomenología en
un triple movimiento: al igual que en las lecciones de 1923-1924, ejecuta
un análisis del sentido del término a partir de sus elementos componentes.
Hecho esto, esclarece lo expresado de modo unitario con el nombre fenomenología para, finalmente, exponer críticamente las incomprensiones a
que llegaron autores como Heinrich Rickert respecto de lo que se nombra
16. “El propio cuestionar fenomenológico, siguiendo su impronta más íntima, nos lleva a la
cuestión […] acerca del sentido del ser en cuanto tal” (Heidegger, 2006b: 170, 1979: 184).
17. El punto de partida para el análisis del término fenomenología en el parágrafo 7 de Ser y
tiempo retoma, a la vez que descarta, momentos del modo de proceder desplegado durante
las lecciones previas a la redacción del opus magnum heideggeriano; descarta, en cuanto
deja fuera de juego cualquier tipo de reconstrucción o abordaje histórico acerca del uso
sistemático del concepto en cuestión, eliminando con ello lo hecho tanto en los Problemas
(GA 58) como en la Introducción (GA 17): “La historia de la palabra misma, surgida presumiblemente en la escuela de Wolff, no tiene aquí mayor importancia” (Heidegger, 1997:
51, 1967: 28). No obstante, retoma la reconstrucción del término fenomenología a partir de
un repliegue hacia el sentido griego de los conceptos, tal cual lo hace –al menos– desde la
primera lección de Marburgo.
228
229
aparentemente inocuo de convertir la conciencia en campo temático” (Heidegger, 2008:
120, 1994: 111).
con el término en cuestión.18 Dados nuestros intereses, nos concentraremos
en los dos primeros aspectos de la exposición.
El esclarecimiento del nombre fenomenología, comenta Heidegger en
estas lecciones, supone la vuelta sobre los dos elementos que constituyen el
término: “fenómeno” (Phänomen) y “-logía” (-logie). En la medida en que el
sentido del segundo elemento que constituye el nombre, a saber, “logía”, está
determinado por el modo en que se comprenda el “fenómeno”, para el joven
fenomenólogo el orden del abordaje está determinado por el sentido de este
último concepto. Por ello, se retrotrae –una vez más– hacia el sentido griego
de la noción; es decir, hacia el φαινóμενον. En este primer paso del análisis
evita cualquier referencia a Aristóteles, mas una lectura detenida revela el
hecho de que, aunque Heidegger no se refiera al tratamiento del De anima
desarrollado en 1923-1924, lo dicho en 1925 retoma de modo expreso lo
hecho en Introducción a la investigación fenomenológica. Valiéndose de las
mismas estrategias de análisis de los conceptos griegos, retrotrae el sentido
del φαινóμενον hasta la luz (φῶς), concluyendo entonces que “fenómeno”
es el ente que se manifiesta.19 De este sentido primigenio y originario del
“fenómeno” (Phänomen), que de forma evidente nos remite a la lectura
heideggeriana del De anima, se erige el sentido del “fenómeno” como apariencia (Schein), pues solo sobre la base de “manifestación rigurosa” puede
devenir el mostrarse del ente en “manifestación como algo que no es”; es
decir, se torna el manifestarse expreso en parecer esto o aquello:
18. Hay que destacar en este punto que ya en el parágrafo 4 de los Problemas (GA 58),
Heidegger había contemplado como un movimiento esencial del análisis la necesidad de
esclarecer la noción de fenomenología a partir de una revisión de las recepciones inadecuadas
de dicha noción. De esta forma, lo hecho entonces seis años después en los Prolegómenos
pone de relieve la necesidad aclaratoria no solo de los elementos componentes del concepto
“fenomenología”, sino también el carácter perentorio que adquiere un abordaje negativo
que deje fuera de juego las incomprensiones del término.
19. “Los φαινóμενα configuran la totalidad de lo que se muestra a sí mismo [sichselbstzeigt],
lo que los griegos simplemente identificaban también con […] lo ente” (Heidegger, 2006b:
109, 1979: 111).
230
Así, φαινóμενον en cuanto apariencia nos permite precisamente ver que el sentido del fenómeno es: lo ente que en sí mismo se
manifiesta [offenbare]; apariencia [Schein], por el contrario, es el
mostrarse [Sichzeigen] fingido. (Heidegger, 2006b: 110; 1979: 112)
La radicalidad de la apropiación de la obra del Estagirita en la construcción del sentido de la “fenomenología” tiene su expresión en la siguiente
sentencia del joven Heidegger (2006b: 110; 1979: 112): “Este sentido auténtico
de φαινóμενον, el que los griegos le daban, es el que vamos a emplear…”.
Aclarado en este punto que el “fenómeno” (Phänomen) de la fenomenología es el φαινóμενον, Heidegger decide distinguir entonces el fenómeno
como Phänomen del fenómeno como Erscheinung. El sentido del fenómeno
como Erscheinung es analizado por Heidegger desde la noción de síntoma
(Erscheinungen). El síntoma, como aquello que aparece, debe ser pensado
desde su sentido remisional; esto es, como signo en tanto que apunta hacia. De esta manera, el síntoma (Erscheinungen) remite en cuanto apunta
a algo que queda oculto, que no se hace manifiesto. Analizar el fenómeno
como Erscheinung desde los síntomas (Erscheinungen) permite a Heidegger distinguir entre dos modos de comprender el concepto “fenómeno”:
por un lado, está el Erscheinung como aquello que remite a algo que no se
muestra, y justo el no mostrarse de lo oculto es su carácter propio de ser:
“El término Erscheinung mienta, por lo tanto, la remisión [Verweisung] de
algo a algo que no se muestra en sí mismo” (Heidegger, 2006b: 111; 1979:
112). Precisamente desde aquí Heidegger distingue entonces Erscheinung
de Phänomen, pues el fenómeno (Phänomen) como φαινóμενον es lo que
se muestra a sí mismo sin hacer remisión a otra cosa. En palabras de Ser
y tiempo:
Fenómeno –el mostrarse-en-sí-mismo– es una forma eminente
de la comparecencia de algo. En cambio, manifestación significa
un respecto remisivo en el ente mismo, de tal manera que lo
remitente (lo anunciante) solo puede responder satisfactoria-
231
mente a su posible función si se muestra en sí mismo, es decir,
si es “fenómeno” [Phánomen]. (Heidegger, 1997: 54; 1967: 31)
A la luz de lo anterior, para el joven fenomenólogo el Erscheinung solo
puede tener lugar basado en la comprensión del fenómeno como φαινóμενον,
en la medida en que, aunque el Erscheinung “remita a”, debe mostrarse para
poder remitir a lo que se mantiene resguardado: “los fenómenos no son
jamás manifestaciones, pero toda manifestación está, en cambio, necesitada
de fenómenos” (Heidegger, 1997: 53; 1967: 30).
A este primer sentido estrictamente remisional del Erscheinung se suman,
en primera instancia, el fenómeno (Erscheinung) como lo que está ahí, como
la cosa puesta enfrente, como lo que aparece delante. En segunda instancia,
se piensa el Erscheinung y su sentido remisional desde una comprensión
óntica: lo que se muestra, lo que aparece, remite a una esencia que es, en
tanto que esencia, superior en grado de ser respecto de su manifestación
concreta. En este horizonte interpretativo, el Erscheinung –que se pensaba
en primera medida como fenómeno remisional– deviene mera apariencia
(blosse Erscheinung), pues aquí el fenómeno es inferior en grado de ser
respecto de la esencia a la que se remite. Por ello se transita, a juicio de
Heidegger, del fenómeno como Erscheinung a la apariencia (Schein), pues la
interpretación óntica del Erscheinung hace de lo patente algo simplemente
aparente. Vale indicar aquí que, a juicio de Heidegger, esta confusión entre
Erscheinung y Schein debe ser superada, pues una cosa es el fenómeno como
referencia (Erscheinung) y otra la apariencia, ya que esta última implica la
manifestación del ente, pero en una donación que no lo da en sí mismo,
sino como otra cosa.20
Se tiene, hasta este punto, un primer sentido de fenómeno como lo que
se muestra a sí mismo. De aquí reconstruye Heidegger un segundo sentido
de fenómeno, a saber, su comprensión formal. Si aquello que se muestra
por sí mismo no ha sido determinado en su contenido como ente o como
carácter de ser del ente, entonces se habla de fenómeno formal. Cuando el
fenómeno formal se piensa desde el contenido, a la luz del primer sentido
del Erscheinung kantiano; es decir, el fenómeno como objeto de la experiencia sensible, entonces el fenómeno con dicho contenido deviene en
fenómeno vulgar.21
Entre tanto, el concepto de λόγος sí es remitido de forma explícita por
Heidegger al Estagirita, concentrando su atención nuevamente, tal cual lo
hizo en 1923, en De interpretatione. Esto lo hace a partir de la distinción
existente entre el λόγος como λόγος semántico y el λόγος como λόγος
apofántico. El carácter semántico del discurso (Rede) apunta al modo en
que, como voz, debe ser vinculado con absoluta radicalidad con las imágenes del ente mentado en el hablar (Sprechen). En función de esto, indica
el fenomenólogo, el λόγος semántico tiene un carácter esencialmente significativo.22 En contraste con el λόγος semántico, el apofántico apunta de
modo exclusivo a la manera en que el discurso pone de manifiesto aquello
de lo que se habla en el discurso mismo: “Más exactamente, Aristóteles
definió el sentido del λόγος en cuanto ἀποφαίνεσθαι –hacer ver algo en
sí mismo por [a partir de] –από– sí mismo” (Heidegger, 2006b: 113; 1979:
115). En razón de este hacer manifiesto, el λόγος tiene un carácter esencialmente develador, en la medida en que desoculta al ente que se nombra
en el discurso. Así, el λόγος como decir (Rede) es ἀληθεύειν.
21. Valga añadir aquí que, como Erscheinung, el objeto sensible kantiano debe ser pensado
siempre en una radical remisión hacia la cosa misma, hacia el ámbito de lo nouménico, que
no se puede intuir sensiblemente, pero que es pensable.
20. El interlocutor silente en este análisis del concepto de fenómeno es Kant. Heidegger
(1997: 53, 1967: 30) lo hace patente en su Ser y tiempo como sigue: Kant emplea el término
fenómeno (Erscheinung) en este acoplamiento de sentidos. Fenómenos son, por una parte,
según él, los “objetos de la intuición empírica”, lo que en esta se muestra. Esto que se muestra
(fenómeno en el sentido genuino y originario) es, a la vez, “fenómeno” como irradiación
anunciadora de algo que se oculta en aquel fenómeno.
22. “Por eso, en términos muy generales, λόγος es φωνή σεμαντική, sonido vocal que
muestra algo en el sentido de que significa, da a entender algo entendible…” (Heidegger,
2006b: 114, 1979: 116).
232
233
Ahora, dada esta definición de sus elementos constitutivos, ¿cómo debe
ser entendida la fenomenología? Heidegger (1997: 57; 1967: 34) lo responde, en razón de la copertenencia λόγος-φαινóμενον, del siguiente modo:
“hacer ver desde sí mismo aquello que se muestra, y hacerlo ver tal como
se muestra desde sí mismo. Este es el sentido formal de la investigación que
se autodenomina fenomenología”. La desformalización de la fenomenología corre por cuenta del fenómeno, pues es justo desde allí desde donde
puede dotársele de contenido. La fenomenología, como λόγος, es –se ha
indicado– un hacer ver, un revelar. Lo que precisa de forma preeminente
ser puesto de manifiesto no es el fenómeno como lo ahí delante, no son
los entes; antes bien, lo que exige ser sacado del encubrimiento es lo no
manifiesto, lo acallado pero latente y determinante de lo manifiesto, a saber,
el ser del ente.23
La fenomenología heideggeriana de Ser y tiempo, al hacer del sentido
del ser del ente su fenómeno por excelencia, deviene en ontología, ya no
de la vida fáctica, sino en cuanto investigación acerca del sentido del ser en
cuanto tal (Sein überhaupt). El sentido del ser es lo olvidado por la tradición
occidental: “Y precisamente [por esto] se requiere de la fenomenología porque los fenómenos inmediata y regularmente no están dados” (Heidegger,
1997: 58; 1967: 36). Jesús Adrián Escudero (2016: 130) lo expresa como
sigue: “La descripción fenomenológica quiere sacar a la luz el ser del ente”.
Teniendo esto en cuenta, y tal cual comenta François Jaran: primero, los
fenómenos de Heidegger, hasta el período de redacción de Ser y tiempo,
no coinciden con los fenómenos husserlianos, pues estos no son pensados
desde lo que se manifiesta a sí mismo, sino como aquello a lo que se accede
por vía de la reducción: “[En] Husserl, el fenómeno se entendía como el
resultado de la reducción fenomenológica, es decir, como lo que queda de
las cosas cuando uno abandona la actitud natural” (Jaran, 2015: 41). En
segunda instancia, Heidegger aplica un giro en el concepto de fenómeno
y, a nuestro juicio, en el sentido del término fenomenología; esto, en cuanto
(a) el fenómeno preeminente no será justamente aquello que se manifiesta
desde sí, el φαινóμενον aristotélico, tal cual en las lecciones marburguesas
de 1923-1924 (GA 17, 1994), sino lo que queda oculto respecto de lo manifiesto. De esta forma, el punto ya no pasa por la desfiguración del fenómeno
como apariencia (como algo) (Schein), sino por la puesta del énfasis en lo
latente.24 Y (b) en cuanto “fenomenología” no nombra ya una investigación
en torno a la vida fáctica, su encubrimiento categorial y la intensión de
hacerla manifiesta en su plenitud ontológica, sino una investigación que se
concentra en lo oculto de lo manifiesto, a saber, el ser del ente.25
23. Evidentemente, aquello que de un modo inmediato y regular precisamente no se muestra, aquello que queda oculto en lo que inmediata y regularmente se muestra, pero que al
mismo tiempo es algo que pertenece esencialmente a lo que inmediata y regularmente se
muestra, hasta el punto de constituir su sentido y fundamento. Ahora bien, aquello que
eminentemente permanece oculto o recae de nuevo en el encubrimiento, o solo se muestra “disimulado”, no es este o aquel ente, sino, como lo han mostrado las consideraciones
anteriores, el ser del ente. El ser puede quedar hasta tal punto encubierto que llegue a ser
olvidado, y de esta manera enmudezca toda pregunta acerca de él o acerca de su sentido.
Aquello, pues, que en un sentido eminente y por su contenido más propio exige convertirse
en fenómeno, la fenomenología lo ha tomado temáticamente “entre manos” como objeto
(Heidegger, 1997: 58, 1967: 35).
24. En palabras de Alejandro Vigo (2015: 200): “En tal sentido, el «tema» de la ontología
fenomenológica, que se corresponde con lo que Heidegger denomina el «concepto fenomenológico de fenómeno», es aquello que, en lo que se muestra de modo inmediato […]
se muestra de modo «precedente y concomitante», pero, por lo pronto, solo «atemático»,
de tal modo que la propia fenomenología apunta a lograr, precisamente, su mostración
temática […] El fenómeno fenomenológico por excelencia, que la propia fenomenología
busca llevar a su mostración temática, no es otro, por tanto, que el ser del ente y el ser
mismo, considerados en su sentido”.
25. Jaran (2015: 44) lo resume como sigue: “Heidegger retuerce entonces la definición que
acaba de dar de la fenomenología al sostener que el objeto primero de la fenomenología es
precisamente algo que no se muestra”.
234
235
A modo de conclusión
Las presentes anotaciones intentaron poner de relieve la forma en que el
término fenomenología evoluciona, a lo largo del proyecto heideggeriano de
juventud, hasta su inserción en el horizonte de Ser y tiempo. El sentido de
este intento tomó como hilo conductor la apropiación aristotélica que ejecuta Heidegger. A este respecto, es preciso indicar que los primeros intentos
heideggerianos por reconstruir el sentido de la fenomenología como ciencia
originaria del ámbito preteorético, esto a finales de la década de 1910, parecen no tener como base la asimilación crítica (repetición y destrucción) del
corpus aristotelicum. Siendo precisos, el concepto de fenómeno es pensado,
entre 1920-1922, como la articulación triple de sentido de contenido, sentido
referencial y sentido de ejecución.26 Entre tanto, el λόγος era asumido en
aquellos años como verbum internum, como verbalización en que la vida
se nombra a sí en función del fenómeno como empalme radical de sentido.
No obstante, la redacción del Informe Natorp en el otoño de 1922 pone en
evidencia la apropiación que ejecuta Heidegger del Estagirita, la cual redundará –en último término– en la reconstrucción del nombre fenomenología.
Manteniendo la pretensión de desarrollar una ciencia de la vida, el joven
fenomenólogo alemán retoma la copertenencia λόγος-φαινóμενον, en las
cercanías de 1923, para pensar la facticidad como aquello que se muestra
desde sí misma, bien como lo que es o bien como algo, y –en este orden
de ideas– la fenomenología, como decir apofántico, tiene la intención de
describir y mostrar, sin objetualizar, dicha facticidad. Ahora bien, y a pesar
del giro que acontece con los Prolegómenos y el proyecto de Ser y tiempo,
no es adecuado pensar –a nuestro juicio– en una suerte de reconstrucción
del término fenomenología en una clave no aristotélica. Esto, en primera
instancia, porque desde 1923 el decir (Rede) en su carácter apofántico será
el sentido preeminente del λόγος heideggeriano hasta la redacción de Ser
y tiempo. En segunda instancia, porque, aunque en Ser y tiempo acontezca
26. Ténganse en cuenta aquí los matices indicados en una nota al pie previa, en la que se
señala: a) la aparición del sentido de temporalización del fenómeno (1921-1922), y b) la
conservación de la temporalización (1922). Para mantener el orden de la exposición, preferimos hablar entonces de una articulación triple antes que quíntuple; sin embargo, resulta
preciso mantener estos dos elementos posteriores a Introducción a la fenomenología de la
religión en el horizonte de la lectura.
236
una resemantización del fenómeno en su sentido fenomenológico, no por
ello el φαινóμενον aristotélico queda en segundo plano, y no únicamente
en lo que se refiere al orden de la exposición.
Ciertamente ya la comprensión primigenia del fenómeno no es “lo que
se muestra a sí mismo desde sí mismo”. Tal cual se indicó, fenómeno en
sentido radical es lo que no se muestra, lo latente del ente, lo atemático; esto
es, el sentido tanto del ser del ente como del ser en cuanto tal. No obstante,
consideramos, la fenomenología de Ser y tiempo en cuanto investigación,
a lo que apunta es al sentido aristotélico del φαινóμενον. Aclaremos esto,
primero, en un sentido negativo: no tiende al sentido aristotélico, en cuanto
no se reduce el sentido del ser al ente, y ya hemos indicado que φαινóμενον
y ente se corresponden. Segundo: tiende, en la medida en que lo que se
pretende es la mostración del sentido del ser, es decir, una superación del
encubrimiento y el olvido acontecido en la tradición occidental. Diríamos:
la meta de la fenomenología es descubrir el fenómeno esencial al revelarlo
discursivamente. Lo que busca es hacerlo manifiesto en tanto que tematizado.
Así las cosas, habría que decir con Arturo Leyte (2013: 76) que la “relación
entre «decir» (lógos) y «aparecer» (phainesthai) es todo lo que significa el
término «fenomenología»”; sin embargo, lo que sea que signifiquen lógos y
phainesthai en un sentido preciso en el proyecto heideggeriano hasta Ser y
tiempo no solo supone una asimilación crítica de Husserl o la destrucción
de San Agustín, sino que, antes bien, el sentido de estos conceptos debe ser
pensado siempre en una radical clave aristotélica.
Referencias
Adrián Escudero, J. (2016), Guía de lectura de Ser y tiempo de Martin
Heidegger, vol. i, Barcelona, Herder.
Aristóteles (1967), De anima (ΠΕΡΙ ΨΥΧΗΣ), W.D. Ross, ed., Oxford,
Clarendon Press.
– (1974), Poética (ed. trilingüe), Madrid, Gredos.
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240
Una de las mayores críticas hechas principalmente, por Martin Heidegger
y Emmanuel Levinas (entre otros) a los análisis husserlianos del tiempo
es la primacía del presente entendido como protoimpresión, es decir que
la fuente primigenia que desencadena la temporalización es la impresión
originaria (Urimpression) en su dación como siendo ahora (Levinas, 2009:
209-233). Sin embargo, esta crítica se revela como incompleta, pues no
toma en cuenta los análisis realizados por Edmund Husserl en su obra inédita, entre otras, en los llamados Manuscritos de Bernau, de los cuales me
ocuparé aquí. Durante algún tiempo reinó la idea de que la fenomenología
trascendental husserliana y la fenomenología hermenéutica heideggeriana
eran caminos no solo distintos sino opuestos. Con las publicaciones de
muchos de los textos que permanecieron inéditos de ambos autores, cada
vez se hacen más evidentes las semejanzas o convergencias entre los dos, si
bien ello no implica que sean sin más equiparables, es decir, ello no quiere
decir que no existan grandes diferencias. En todo caso ambos pensamientos parecen estar más cercanos, vistos en detalle, a lo que ellos mismos se
hubieran atrevido a aceptar. Y cuando hablo de cercanía me refiero a que
muchos de los problemas que ambos circundan son los mismos, el asunto
en cuestión es el mismo, aunque abordado desde distinta perspectiva. Los
Manuscritos de Bernau son textos en los que el filósofo moravo se ocupa
intensamente del tiempo en las vacaciones de verano de 1917 y 1918 (entre
241
nueve y diez horas diarias),1 justamente en Bernau, un pequeño poblado
en el corazón de la Selva Negra en el que se localizaba su casa de campo.
Si bien se requerirían precisiones historiográficas para determinar cómo,
cuándo y hasta dónde alcanza la influencia de la lectura heideggeriana de los
Manuscritos de Bernau, mi escrito no tiene tal objetivo, sino pretende resaltar las convergencias (coincidencias) temáticas. Por lo demás, la influencia
podría pensarse que fue recíproca, porque después de la lectura de Husserl
de Ser y tiempo en 1930 también se puede constatar un desplazamiento de
la importancia del mundo de la pragmaticidad del mundo de la vida. Sirva
lo dicho de introducción, paso a hacer una breve exposición del concepto
de entrelazamiento (pre)intencional desde los Manuscritos de Bernau para
después hacer lo propio con la noción de cuidado y, finalmente, resaltar las
semejanzas y diferencias.
1. La conciencia de tiempo como entrelazamiento preintencional
Como atinadamente señala Inga Römer: “[Husserl] dejará de considerar en esta etapa [la correspondiente a los Manuscritos de Bernau] a la
protopresentación como el punto de partida de la conciencia de tiempo”,2
es decir, la protoimpresión dejará de jugar el papel de ser el desencadenante
de la temporalización (Zeitigung). En su lugar se probará con un modelo
descriptivo diferente que, buscando la génesis de la protocorriente de conciencia, se topará con que el tiempo –entendido aquí siempre como proceso
de temporalización (sich zeitigen)– es más bien un entrelazamiento (Verflechtung) (pre)intencional de protensiones, retenciones y protoimpresiones.
Si bien ya desde las Lecciones de fenomenología de la conciencia interna del
tiempo se consideraba que el tiempo está formado por un campo temporal
originario –justamente por retención, protoimpresión y protensión–, es fácil
interpretar la protoimpresión como teniendo la primacía, como siendo la que
temporaliza el tiempo. En este nuevo modelo explicativo la tesis husserliana
afirma que el tiempo es desencadenado (temporalizado) por el futuro, por
lo por-venir, aunque esto tampoco entendido de manera “puntual”.
Uno de los conceptos clave en esta nueva etapa será el de Verflechtung,
que bien se puede traducir como entrelazamiento, interdependencia o
entretejido.3 No me resulta fácil elegir un término para traducirlo, pues
cualquiera de las posibilidades apunta a aquello que fenomenológicamente se pretende describir. Tampoco es un concepto que cause demasiado
problema al ser vertido en nuestra lengua, precisamente por las mismas
razones. En cualquier caso, las tres opciones aciertan a lo mentado. Me
decantaré por usar mayoritariamente la palabra “entrelazamiento” porque,
según la Real Academia Española, significa “estar enlazado” y a la vez “estar
entretejido”. Lo que tal concepto pretende expresar es precisamente que el
tiempo, genéticamente hablando, se manifiesta como un entrelazarse (pre)
intencional4 de protensiones, retenciones y protoimpresiones. Este nuevo
modelo de la autoconstitución de la conciencia de tiempo como entrelazamiento está correspondientemente acompañado de otros dos conceptos
centrales: plenificación (Erfüllung) y desplenificación (Entfüllung). ¿En qué
consiste este nuevo modelo explicativo del tiempo?
Recordaré que los análisis husserlianos previos en torno al tiempo condujeron a la distinción fundamental entre constituido-constituyente; así,
3. Los Manuscritos de Bernau no han sido aún traducidos a nuestro idioma y desconozco
si en algún artículo se ha optado al traducir el concepto de Verflectung por alguna de las
posibilidades mencionadas o incluso alguna otra.
2. “[S]ieht nun die Urpräsentation nicht mehr als den Ausgangspunkt des Zeitbewusstseins”
(Römer, 2010: 67).
4. En este artículo utilizaré en varias ocasiones el prefijo “pre”, lo cual se justifica en la obra
misma de Husserl, quien con ello pretende hacer la distinción entre la intencionalidad activa
y la operante. Si bien el prefijo vor no siempre se utiliza de la misma manera y requeriría
un estudio aparte explicitar su sentido, el uso que a veces da el mismo Husserl me permite
manejarlo con el sentido que pretendo.
242
243
1. Como señalan los editores del tomo Rudolf Bernet y Dieter Lohmar en la introducción;
cf. Husserl (2001: xxi).
los objetos temporales (sean de la índole que sean) o, para ser más general,
cualquier unidad constituida en el tiempo se diferencian plenamente de
la conciencia constituyente. Para decirlo con otras palabras: la materia
del tiempo, es decir, el fluir diacrónico de las vivencias –entendidas como
unidades constituidas, sean intencionales o no– debe ser distinguida de
la conciencia sincrónica de este fluir diacrónico (o uno tras otro) de las
vivencias, que es lo correspondiente a la forma del tiempo. Sobre esta
distinción se funda también la interpretación heideggeriana del tiempo.
Para seguir con la explicación, tomaré el famoso ejemplo de una melodía
que escucho. Cuando mediante una modificación de la atención nos dirigimos a la melodía que está en el trasfondo del café, en la retención nos
encontramos con que esta ya estaba, de cierto modo, en el campo temporal,
aunque justamente en el trasfondo (de manera no expresa). La atención
se encuentra impregnada por lo más reciente, aquello que acaba de sonar
o pasar, con un giro de ella podemos tratar de hacer perdurar aquello que
esta retuvo y dirigirnos a ese presente sido en el que sonaba el estribillo
de la canción que atrajo nuestra atención. Sin dejar de notar que nuestra
atención también fluye (y también va perdiendo en claridad, y que aquel
presente retenido va desvaneciéndose lentamente) pregunto: ¿qué es lo que
la retención retiene? ¿El contenido sensible de un “estímulo” que provoca
la melodía y el cual se daría en una impresión originaria? (No olvidemos
que ya desde las Lecciones se había hecho hincapié en la doble intencionalidad de la retención, que retiene tanto los datos hiléticos como las fases
de conciencia). Desde este nuevo enfoque genético habrá que responder
rotundamente: no. ¿Por qué no, y qué es lo que la retención retiene entonces? Para entender esto lo primero es tener en cuenta la distinción entre
dos tipos de retención: aquella que podría denominarse protorretención
y la retención derivada o atencionalmente expresa. La protorretención o
retención originaria sería aquella que se va enlazando de manera pasiva
y sin intervención alguna del yo activo, es decir, aquella retención que va
enlazando todas mis vivencias e identificándolas en un proceso de síntesis
pasivas como siendo mías. En segundo lugar, está la retención atencional
o concreta que es la que retiene en los actos expresos de conciencia. Esto
no quiere decir que mi atención cree a la retención, pues precisamente al
dirigir expresamente mi atención a aquello que acaba de pasar descubro
–por decirlo de alguna manera– aquello que la retención ya había retenido.
Con este nuevo enfoque lo que se pretende es desplazar a la protoimpresión, pues esta no es la “creadora” del objeto temporal, ni siquiera del
presente. Ya desde las Lecciones se resaltaba que el tiempo no es la sucesión
de ahoras aislados y puntuales, sino un campo temporal originario en el que
los modos temporales (o decursivos) se encuentran entrelazados. Husserl
dice: lo que llamamos ahora o protopresentación “es punto límite entre dos
actos re-presentantes de dos clases, la retención y la protensión”,5 punto
limítrofe que solo es posible en el tensar (entrelazar) de pasado y futuro.
¿Acaso no es esto lo que trata de describir el concepto “campo temporal
originario” (Urzeitfeld)? Porque justamente el concepto de campo temporal originario nos permite pensar la temporalidad como un espacio que
reentrelaza retenciones-impresiones-protensiones.
Para entender la novedad del enfoque de los Manuscritos de Bernau
recordemos que en las Lecciones parece que la temporalización es desencadenada por la protoimpresión y que tanto protensiones como retenciones
son modos temporales únicamente con relación al ahora correspondiente
de la protoimpresión (al menos así se puede interpretar). Esto es, el tiempo
pasado y el futuro fueron y serán un tiempo presente. La modalización
temporal que tiene prioridad en el presente no desaparece, simplemente
es interpretada de otra manera. Por ello la protoimpresión es desplazada
y remplazada por la protopresencia (Präsenz) y la protopresentación (Urpräsentation), de ahí el uso del vocablo, que se vuelve común, de tiempo
de la presencia (Präsenzzeit).6 Ambos son lados de un mismo fenómeno:
244
245
5. “[I]st Grenzpunkt von zweierlei «vergegenwärtigenden» Akten, den Retentionen und
Protentionen” (Husserl, 2001: 4).
6. En alemán Präsenzzeit no es sinónimo de Gegenwart, presente. Podría traducirse como
tiempo de la presencia o estar presente.
En primer lugar, protopresencia designa los datos hiléticos en tanto sentidos (vividos) (por ejemplo, rojo sentido) y protopresentación, los datos
hiléticos en tanto lo correspondiente al rojo que aparece. Entonces, el estar
presente del objeto temporal no es provocado o producido por una impresión originaria, porque toda presencia es “para empezar una expectativa
vacía y luego viene un punto de protopercepción”7 de ella. Todo presente
corresponde, entonces, a una plenificación (Erfüllung) de una expectativa
previa y vacía que ya estaba, en cierto sentido, presente –justamente bajo
el modo de expectativa vacía– en el decurso temporal. La “protopresentación es, en el nuevo enfoque genético de los Manuscritos de Bernau, un
punto límite, en el cual se entrecruzan las modificaciones protensionales y
retencionales”.8 En segundo lugar, el protoproceso constituyente de tiempo
–antes llamado flujo absoluto– se topaba, en las Lecciones, con el problema
de cómo ser captado; pues la reflexión que regresaba sobre este tenía que
presuponer un “algo” (datos hiléticos) que ya siempre estaba ahí, antes de
ser aprehendido por un acto de conciencia. ¿Cómo resolver pues este acceso
a la corriente originaria?
Al probar el nuevo enfoque genético se intenta resolver el problema
de la siguiente manera: la conciencia es de antemano y originariamente
(pre)intencional y ello sin necesidad de una aprehensión, de ahí que use el
prefijo “pre”, pues es una intencionalidad anterior a los actos de conciencia,
anterior al yo despierto. Esto quiere decir que los modos temporales se
remiten –tienden– entre sí, unos a otros se van entrelazando pasivamente
sin necesidad de aprehensiones que venga a animar los datos sensibles, sin
la intervención de un yo despierto, por decirlo así, de manera anónima. Lo
pregunta fundamental entonces es:
7. “Zuerst ist eine leere Erwartung, und dann ist der Punkt der Urwahrnehmung, die selbst
ein intentionales” (Husserl, 2001: 4).
8. “[D]ie Urpräsentation ist in dem nun genetisch phänomenologischen Ansatz der Bernauer
Manuskripte ein Grenzpunkt, in dem sich die Kontinuen der retentionalen und protentionalen Modifikationen überschneiden” (Römer, 2010: 67-68).
246
¿Qué es el Protoproceso, el proceso de las “últimas” partes
trascendentales de la vida? A él pertenecen todos los acontecimientos del tiempo fenomenológico, que son sin “participación
de la atención” o, transcurriendo, son constituidos, sin el aprehenderlos del yo puro, y a él pertenece también […] la corriente
del irse constituyendo.9
Es decir, ni atención ni tematización ni participación de un “yo puro” y
su actividad son necesarias para que este protoproceso de la protocorriente
de conciencia tenga lugar, suceda o acontezca. Dicho en otras palabras,
la temporalización de la temporalidad simplemente se da siempre ya de
antemano.
Al perder la protoimpresión su papel preponderante, dejando de ser
la creadora ex nihilo del presente, deja de tener sentido el preguntarse
cómo es que accedo a esta protoimpresión, cómo superar el desfase entre
la protoimpresión, la retención de esta y el giro atencional que pretende
aprehender este proceso. El proceso originario (antes flujo absoluto) es un
constante e incesante temporalizarse que, en cierto sentido, nunca empezó
y nunca terminará. La mirada tematizante que se dirige a él únicamente
entresaca un segmento de este protoproceso. Tal cual lo resume Römer:
La fase presente de la corriente deja de ser un protomomento,
del cual es cuestionable cómo es consciente y cómo en la intencionalidad longitudinal puede ser retenido. El presente es, más
bien, un presente sido, en el cual, de manera dinámica, es vivido,
aquello previamente anticipado en la protensión.10
9. “Der Urstrom – was ist das, der Strom der «letzten» transzendentalen Lebensbestände?
Dahin gehören alle Ereignisse der phänomenologischen Zeit, die «sind», aber ohne alle
«Beteiligung der Aufmerksamkeit» oder ohne alle Erfassung des reinen Ich verlaufend sich
konstituieren” (Römer, 2010: 6).
10. “Die Gegenwartsphase des Stromes ist so nicht mehr ein Urmoment, bei dem in Frage
steht, wie es bewusst ist und wie es längsintentional retiniert werden kann, sondern die
247
¿No se podría objetar que, antes de que suene la primera nota de cualquier
melodía, es evidente que no hay una protensión que la esté anticipando?
Justamente debemos de dejar de pensar el protoproceso constituyente de
tiempo como una serie de puntos determinados y exclusivos de objetos
temporales plenamente constituidos (esto implicaría asumir que ya hay un
proceso activo de constitución de la conciencia). Ni la retención retiene
exclusivamente un punto correspondiente a un solo dato hilético, ni la
anticipación es plenificada solamente en un contenido sensible específico.
Más bien, lo que la protensión anticipa es todo un horizonte vacío y lo que
la retención mantiene es, junto con aquello que acaba de sonar, el horizonte
completo de protensiones que anticipaba, si bien esto solo es pensable si,
precisamente, entendemos el protoproceso como un entrelazamiento, enmarañado o urdimbre (pre)intencional de sus partes (protensiones-protopresencias-retenciones). Husserl lo resume de la siguiente manera:
La protensión no solamente anticipa, de este modo, puntos concretos
correspondientes a la duración de objetos temporales específicos, sino
que anticipa de manera vacía el horizonte general de los acontecimientos
posibles. Por último, considero conveniente resaltar que tanto la retención
contiene toda la serie de retenciones anteriores y posteriores como toda la
serie de protensiones anteriores y posteriores, como, del mismo modo, la
protensión anticipa toda la serie vacía de protensiones futuras y, a la vez,
la serie de retenciones sidas y guardadas como escorzo en las protensiones
futuras. Es precisamente este “enmarañado” de conexiones entre protensiones
y retenciones al que se designa con el concepto de entrelazamiento (Verflechtung) y se le agrega intencional –yo lo llamo preintencional– porque cada
elemento remite, apunta, está dirigido a los otros elementos del proceso. El
filósofo moravo pretende hacer gráfico esta urdimbre recurriendo a nuevos
ensayos de diagramas de tiempo.
La expectativa viva de un punto no está dirigida solamente
al siguiente punto (simple frontera), que con la plenificación
2. La temporalidad originaria como cuidado
respectiva provoque una nueva expectativa […] La expectativa
va al encuentro del acontecimiento venidero, es decir, lo venidero del acontecimiento. Ella tiene un horizonte fluyente del
acontecimiento, un estrecho variable. En ello se funda que la
intencionalidad mediata y continuamente está dirigida, idealmente, a todo lo venidero.11
Gegenwart ist bereits eine gewordene Gegenwart, in der auf dynamische Weise erlebt wird,
wie das zuvor bereits protentionell Antizipierte anschaulich eintritt” (Römer, 2010: 68).
Heidegger criticará, al igual que Husserl y Levinas, la concepción del
tiempo como sucesión de ahoras en la cual cada ahora es independiente.
Para el oriundo de Messkirch el llamado tiempo objetivo está fundado en
el modo de ser del Dasein. Pero el problema del tiempo va más allá, en este
se esconde la pregunta por el sentido del ser, es por ello que al inicio de Ser
y tiempo se asegura que el objetivo de la obra es mostrar que el tiempo es
el horizonte de compresión del ser en general.12 Aquello que es el ser está
ya siempre determinado por el tiempo, entendido este como temporalidad
originaria. A la comprensión del pasado como un ahora-ya-no y del futuro
11. “[D]ass die auf die Zukunft gerichtete Erwartung dem kommenden Ereignis bzw. der
fließenden Ereignisstrecke entgegenrichtet ist. Es ist nicht so, dass die bei einem Punkt
lebendige Erwartung nur auf den nächsten Punkt, eine bloße Grenze, gerichtet ist, dass mit
der Erfüllung eine neue Erwartung aufblitzt […] usw. Die Erwartung geht auf das kommende
Ereignis, <bzw.> Kommendes vom Ereignis, <si hat> einen fließenden Ereignishorizont,
eine wandelbare Strecke” (Husserl, 2001: 8).
12. Si bien, como sabemos, la obra no alcanza el objetivo de mostrar la temporalidad
(Temporalität) como horizonte de comprensión del ser en general y se queda únicamente
en la exposición de la temporalidad (Zeitlichkeit) en cuanto horizonte de comprensión de
ser del Dasein.
248
249
como un ahora-todavía-no se contrapone que el Dasein no es un ente en el
tiempo –como lo son, por ejemplo, las cosas que están-ahí– aunque general
y preponderantemente interprete el ser del ente que él es como tal. Al ente
que propiamente hablando está en el tiempo le corresponde el concepto
de intratemporaneidad (Innerzeitlichkeit), el cual designa justamente el
hecho de ser temporal en tanto duración. Si la concepción heideggeriana
se resumiera en la mera negación del tiempo como sucesión de ahoras,
entonces su aportación no sería tan importante. Esto ya lo habían hecho
Agustín de Hipona, Henri Bergson y, desde luego, Husserl. Y es que incluso en nuestra experiencia cotidiana el tiempo no se vive como un flujo
de ahoras, sino como una distensión o extensión que se asemeja a lo que
Husserl muestra con el concepto de presente viviente fluyente, de ahí que
experimentemos tiempos largos y tiempos cortos, si bien para el filósofo
moravo lo que constituye el campo temporal originario tenga siempre la
misma extensión. Que la concepción dominante piense al tiempo como
una sucesión de ahoras no es únicamente algo negativo (Heidegger, 1975,
§ 19), porque esta interpretación tiene también su derecho y su legítimo
uso. Precisamente porque al fechar el tiempo con ahoras concretos se lo
opuede datar como algo comprensible para todos, como algo disponible
en la ocupación del mundo. Por eso el reloj cumple la función que exige la
cotidianidad de hacer disponible el ahora para la ocupación cotidiana, con
lo cual esta funciona. Recurriendo a una cita para explicar esto: “Viendo
el reloj se dice: «ahora» es tiempo para…, todavía no es tiempo para…,
ya no es tiempo de… Ver el reloj es decir «ahora» y en este decir se hace
disponible el tiempo propicio para”.13
La contribución heideggeriana al problema del tiempo podría resumirse,
formalmente hablando, de la siguiente manera: el tiempo es el horizonte de
comprensión del ser del Dasein en tanto temporalidad (Zeitlichkeit) y del
ser en general en tanto Temporalität. De manera específica la pregunta es la
siguiente: ¿cómo pueden la angustia ante la muerte, la voz de la conciencia
y la resolución precursora en la que se unen estos momentos mostrarnos la
temporalidad originaria correspondiente al modo de ser del Dasein? ¿De
qué modo nos muestran al Dasein de tal manera que este se devela como
temporalización? Como ya he mencionado, adelantarse a (o anticiparse)
es ser futuro, el sí-mismo que es llamado a salir del uno-mismo; su ya estar
arrojado en el mundo es ser pasado y su estar en medio de es presente. ¿Pero
qué diferencia encontramos en el futuro del adelantarse, el presente del estar
en medio de y el pasado del resolverse? ¿Qué es lo que los hace diferentes
del futuro y el pasado entendidos vulgarmente? Lo primero, y hasta cierto
punto evidente, es que ni adelantarse ni estar en medio de son un ahora-todavía-no ni un ahora-ya-no, más bien remiten a un antes y después en otro
sentido, que el maestro de la Selva Negra designará terminológicamente
con los conceptos de lo sido y lo por-venir. Desde luego, el futuro del adelantarse no se revela como lo que todavía-no-es, sino lo que ya está siendo,
como por-venir y el pasado no como un ya-no-más sino como lo que ya
está siendo, como haber sido. El pasado sigue aconteciendo y el futuro ya
está sucediendo. “El Dasein es, por su ser fáctico, como y lo «que» ya era.
Ya sea de forma explícita o no, él es su pasado […] El Dasein «es» su pasado
en el modo de su ser; dicho toscamente: en cada caso «acontece» desde su
futuro”.14 Con lo hasta aquí expuesto se impone necesariamente la siguiente
pregunta: ¿qué diferencia existe con lo ya entrevisto en Husserl? En Heidegger tenemos el acento puesto en la temporalización en tanto proceso de
entrelazamiento –para decirlo husserlianamente– fáctico-práctico, es decir,
la temporalización de la temporalidad es el despliegue-entrelazamiento
de los modos de ser prácticos concretos del Dasein. Tanto cuidado como
13. “Im Hinsehen auf die Uhr sagt man: «jetzt» ist es Zeit zu…, noch nicht Zeit um zu…,
keine Zeit mehr zu… Auf die Uhr sehen ist «jetzt» sagen und in diesem Sagen wird die
rechte Zeit verfügbar” (Heidegger, 2004: 71).
14. “Das Dasein ist je in seinem faktischen Sein, wie und «was» es schon war. Ob ausdrücklich oder nicht, ist es seine Vergangenheit […] Das Dasein «ist» seine Vergangenheit in der
Weise seines Seins, das, roh gesagt, jeweils aus seiner Zukunft her «geschieht»” (Heidegger,
1977a: 20, 40).
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ocupación y solicitud son los modos de comportarse (sich verhalten) en los
que el tiempo se temporaliza, se entrelaza y se desencadena.
De esta manera, estos momentos o éxtasis, como serán denominados,
no son puntos aislados, sino que están intrincados –entrelazados–, se entrecruzan y se van modificando mutuamente (de una manera análoga al
proceso de plenificación y desplenificación) en su hacer. Desde luego estos
modos de ser temporales del Dasein no son momentos abstractos tomados
de la reflexión, sino que se dejan mostrar en el comportamiento cotidiano
del Dasein, en el estar ocupado en el mundo, consigo mismo y con los
otros. Françoise Dastur (2005: 61) resume esto de una excelente manera:
… quien es llamado es el Dasein caído […] que es desde el
modo del presente; quien llama es el Dasein desde su facticidad
de estar-en-el-mundo […] en cuanto estar-arrojado y que es en
el modo del haber sido; a lo que es llamado es a la propiedad […]
que se adelanta […] en el porvenir.
Y justamente lo que Heidegger designa Dasein es esta relación móvil
–o entrelazamiento– entre las partes del todo que este ente es. Estar-enel-mundo y sus respectivos modos de ser temporales son inseparables
unos con otros y entre sí, cual partes no independientes del todo del ente
que yo mismo soy.15 Y así como no hay estar-en sin mundo tampoco hay
un haber-sido sin un porvenir. Es pertinente agregar aquí que si bien la
temporalidad originaria se manifiesta en cuanto unitaria únicamente en la
resolución precursora (no como algo objetivo, sino como algo vivido), lo
válido para la propiedad es también para la impropiedad, en el sentido de
que el tiempo no transcurre de otra manera ni tiene otra forma más que
el estar-ya-en-medio-de-anticipándose-a. La diferencia es el modo de ser
en relación con este fluir, sea desde la impropiedad o desde la propiedad.
Para distinguirlo un tanto del modelo husserliano podemos decir:
el adelantarse no es una protensión que anticipe una plenificación sea
concreta o de horizonte, sino el anticipar la ocupación, la solicitud y el
cuidado; por ello, el adelantarse no descubre ningún contenido ni trae a
dación ninguna intuición, más bien “precursar quiere decir: ser [o estar]
en el «pre» de la más extrema y propia posibilidad. Este pre = ser se descubre como ser = futuro”.16 Ser-futuro es estar anticipándose no en tanto
este comportamiento concreto respecto de esto o aquello, sino en tanto
forma que predelinea la temporalización como remitiendo a cada uno de
los existenciarios del Dasein en tanto estar-en-el-mundo y sus respectivos
comportamientos (ocupación-cuidado-solicitud). El retener mantiene lo
que este ente ya siempre ha sido, su ser-pasado, es decir, aquello con lo que
ya de antemano me encuentro ocupado. Análogamente, al entrelazamiento
del proceso de tiempo en Husserl, en el que ambos horizontes se modifican
recíprocamente y en ambas direcciones, los existenciarios se entrelazan y
modifican recíprocamente. ¿Pero por qué el haber sido del Dasein tiene
el sentido de estar en deuda? Heidegger dice: “lo coestablecido con el ser
culpable o deudor es el ser del más propio haber sido. El ser del haber sido
es el pasado”;17 este pasado que el Dasein a cada momento es lo tiene que
llevar consigo como una carga. El peso de su haber sido es una carga (no
en sentido peyorativo o punitivo) que el Dasein lleva a cuestas –de ahí que
sea culpable o deudor– por el simple hecho de ser lo que él es, de ahí que
el Dasein sea “fundamento de una nihilidad”.18 Esto, a su vez, no quiere
16. “Das Vorlaufen besagt: im «Vor» der eigensten, außersten Möglichkeit sein. Dieses Vor
= sein enthüllt sich als Zukünftig = sein. Das Dasein ist im Vorlaufen Zukunft” (Heidegger,
2004: 84). En esta ocasión vierto Vorlaufen por precursar para mantener el prefijo Vor (pre)
que se pretende subrayar en esta oración.
15. Otra manera posible de vincular a Heidegger y a Husserl sería precisamente releyendo
la estructura ser-en-el-mundo y sus respectivos modos de ser temporales desde la tercera
investigación lógica, buscando qué tipo de totalidad constituyen y cómo la constituyen.
17. “Das Schuldigsein, das darin mitgesetzt ist, ist das Sein seines eigensten Gewesensein.
Das Sein des Gewesenseins ist Vergangenheit” (Heidegger, 1979: 441).
252
253
18. “Grundsein einer Nichtigkeit” (Heidegger, 1977a: 283).
decir más que el Dasein es un ente sin un qué y cuyo cómo describe el
entrelazamiento del retener y del adelantarse. Así como las retenciones
hacen cada vez más grande el pasado, el haber-sido del Dasein lo hace
culpable, teniendo que cargar con ese haber-sido que él es, no en cuanto
retenciones de lo percibido, sino en cuanto modos de comportarse con el
mundo, los otros y consigo mismo. A esta temporalización característica
del modo de ser del ente que soy yo mismo, el oriundo de Messkirch la
denomina conceptualmente con el término “temporalidad” (Zeitlichkeit).
Lo que el Dasein es lo es como resultado de esta temporalización del
cuidado en tanto existenciario, por ello podemos decir que el ser-pasado
se encuentra remitido, a su vez, al ser-futuro sea desde la propiedad o la
impropiedad, es decir, el pasado predelinea al futuro y el futuro modifica
al pasado, no como meros horizontes perceptivos, sino como horizontes
fácticos del comportarse.
Entonces, que el Dasein sea temporal “aquí no significa «en el tiempo»,
sino el tiempo mismo”.19 ¿Qué quiere decir Heidegger con que el Dasein es el
tiempo mismo? ¿Acaso no simplemente que el Dasein es tiempo haciéndose
tiempo o temporalización? Las diferencias con la temporalización en Husserl
las detallaré en la conclusión, baste aquí señalar que esta no es captada en
una reflexión por un yo fenomenologizante, sino en un modo de ser (propiedad) o comportarse que asume su finitud en la resolución precursora. Tal
vez la pregunta que se impone ante tal aseveración es la siguiente: ¿cómo o
qué posibilita el adelantarse hacia a su posibilidad más propia? Pues desde
una perspectiva meramente formal el Dasein existe como temporalización,
sea desde la propiedad o desde la impropiedad. Lo que sí es innegable es
que esta temporalización remite al modo de comportarse del Dasein tanto
con los entes intramundanos como con los otros y consigo mismo, y esto
desde la cotidianidad; pues “anticipando dice «luego», haciendo presente
19. “Zeitlich besagt hier nicht «in der Zeit», sondern Zeit selbst” (Heidegger, 2004: 58).
254
dice «ahora», reteniendo dice «hace un rato»”;20 el ocupado estar en medio
de, el cuidado y la solicitud también, en su cotidianidad, se rigen por la
llamada temporalidad originaria.
Una vez explicada la estructura del cuidado desde la temporalidad, se
muestra en Ser y tiempo cómo a partir de los caracteres temporales que
corresponden al Dasein se desprenden los modos de ser temporales con los
que se mide el tiempo de la ocupación, del cual surge el tiempo en sentido
objetivo en sus distintos niveles abstractivos (Heidegger, 1977a: 326), lo que
no explicaré en detalle. Queda por exponer en este apartado un concepto
fundamental referente al tiempo como temporalidad del Dasein, a saber,
el concepto de éxtasis. ¿Qué se entiendo por éxtasis y por qué llamarlo
éxtasis y no, simplemente, modos temporales? El vocablo “éxtasis” sirve
para designar los tres momentos unitarios y cooriginarios de la temporalidad del Dasein, resaltando lo propio de la temporalidad de su modo de
ser, es decir, ex-sistir. Ya etimológicamente (ἔκστασις) tienen el sentido de
fuera de sí. Por ello dicho vocablo resalta que el entrelazamiento de cada
uno de sus componentes (éxtasis) remite al Dasein en su estar fuera de; es
decir que el haber sido (Gewesenheit) saca al Dasein de sí mismo y lo lleva
a su ocupación cotidiana con la que ya estaba. Casi como si el concepto de
éxtasis estuviera escogido para mostrar la absoluta oposición –al menos en
un sentido– con la idea del tiempo de la conciencia inmanente. El tiempo
no es un entrelazamiento inmanente de las vivencias de la conciencia, sino
que la temporalidad al temporalizarse saca al Dasein constantemente hacia
su ocupación-cuidad-solicitud en cuanto estar-en-el-mundo, lo mantiene
fuera de sí, relacionándose y comportándose con, comprendiendo (verstehen), interpretando (auslegen), encontrándose (Befindlichkeit) siempre
desde esta tonalidad afectiva (Stimmung). Desde luego, cada éxtasis no es
un momento separado, sino una parte de un enmarañado que se entreteje
y en este entremezclarse se va temporalizando como temporalidad propia
20. “Gewärtigend sagt das Dasein «dann», gegenwärtigend sagt es «jetzt», behaltend sagt
es «damals»” (Heidegger, 1975: 372).
255
del ente que en cada caso soy yo mismo. El maestro de la Selva Negra
emplea justamente para designar este proceso el verbo temporalizar (sich
zeitigen) –también utilizado por Husserl en un sentido muy semejante–,
el cual indica la acción (ejecución) propia de la temporalidad del Dasein,
es decir, el despliegue de los éxtasis como unidad originaria en la que se
entrelazan y en la cual remiten cada uno de ellos los unos a los otros de
manera recíproca, manteniendo al Dasein fuera de sí, o sea, conservando
el modo de ser propio de este ente. Para sintetizarlo con una cita:
… la originaria unidad de los así caracterizados futuro, sido
y presente es el fenómeno del tiempo originario, lo que nosotros
llamamos temporalidad. La temporalidad se temporaliza en la
unidad respectiva del porvenir, del presente y del haber sido.21
Sobre la de la cita anterior queda mostrado que la temporalidad es lo
que se temporaliza por medio de los éxtasis y esta temporalización no es un
proceso “inmanente” en el que se encadenen las “vivencias”,22 sino justamente
un salir de la existencia hacia aquello con lo que se ocupa desde los distintos
modos de comportarse-relacionarse correspondientes a este ente que soy
yo mismo. Por lo tanto, el término “temporalidad” (Zeitlichkeit) quiere
hacer patente que la temporalización misma no es un proceso abstracto,
sino la manera en que la concreción de mi propia vida (o del modo de ser
de ella) –vida fáctica– se despliega o ejecuta en el mundo, con los otros y
con su propia mismidad. Para decirlo con otra cita:
21. “Die ursprüngliche Einheit der charakterisierten Zukunft, Gewesenheit und Gegenwart
ist das Phänomen der ursprünglichen Zeit, das wir die Zeitlichkeit nennen. Die Zeitlichkeit
zeitigt sich in der jeweiligen Einheit von Zukunft, Gewesenheit und Gegenwart” (Heidegger,
1975: 376).
El tiempo en sí mismo, en cuanto futuro, haber sido y presente, es un apartar fuera de sí. Es apartado fuera de sí hasta su
poder ser, en tanto futuro; en cuanto pasado hasta su haber sido;
en cuanto presente hasta otro ente. La temporalidad […] lleva
fuera de sí al Dasein no solo a ratos y ocasionalmente, sino que
ella misma en tanto temporalidad es el originario fuera de sí.23
Me resta aquí mencionar un punto importante de la interpretación
heideggeriana de la temporalidad originaria y que justifica a plenitud la
importancia de la muerte como posibilidad que el Dasein puede encarar
propia o impropiamente. El adelantarse hasta la muerte cumple la función
de dar unidad a este temporalizarse característico de la temporalidad, es
decir, gracias a esta posibilidad el Dasein encuentra como siendo de su
propio modo de ser un punto de anclaje que le permite asumir este fluir o
pasar de la vida misma. Pensándolo en parámetros husserlianos, diría que
con el concepto de estar vuelto hacia el fin de Heidegger pretende evitar
tanto el –tan temido por Husserl– regreso al infinito, como el desfase de
la temporalización –tan aclamado por Levinas (2009: 221-222)– con un
momento originario que lo desencadenara (lo que obligaba a recurrir, por
ejemplo, a la hipótesis de un inconsciente). “Sabemos” de la unidad de la
temporalidad no por causa de aprehensiones que vienen después de los datos
hiléticos; más bien, la temporalización misma es retenida como fenómeno
unitario por una posibilidad existencial que le pertenece al Dasein. Entendiendo que la temporalidad temporalizándose no se refiere a los objetos y
acontecimientos en el tiempo, sino que expresa el desplegarse de la existencia
misma de dicho ente, entonces, la resolución precursora retiene y anticipa
el desplegarse (entrelazarse) en el que le va su propia existencia, su tener
22. Aunque tal reproche a Husserl es incompleto. La temporalización remite –también en
el filósofo moravo– a lo “exterior”, de ahí que sea un entrelazamiento intencional.
23. “Die Zeit ist in sich selbst als Zukunft, Gewesenheit und Gegenwart entrückt. Als
zukünftiges ist das Dasein zu seinem gewesenen Seinkönnen, als gewesenes zu seiner
Gewesenheit, als gegenwärtigendes zu anderem Seienden entrückt. Die Zeitlichkeit […]
entrückt nicht das Dasein zuweilen und gelegentlich, sondern sie selbst als Zeitlichkeit ist
das ursprüngliche Außer-sich” (Heidegger, 1975: 376).
256
257
que ser (zusein). El Dasein puede, de este modo, captarse a sí mismo como
una totalidad, sin recurrir a aprehensiones o a tematizaciones reflexivas,
descubriéndose como el ente que él mismo es, o sea, sin la necesidad de
recurrir a un contenido quiditativo o esencial que lo fundamente. Su unidad le viene de sí mismo, de la inagotable fuente de posibilidades que él
mismo es, para decirlo con las palabras heideggerianas: de lo infundado
de su fundamento (Abgrund-Grund). Por ello la estructura que compone
al cuidado –ser-por-adelantado, ser-ya-en… ser-en-medio-de… (o como
traduce Jorge Rivera: anticiparse-a-sí-ya-estando-en-el-mundo-en-medio
de los entes)– es asumida como unidad desde el adelantarse o precursar
la muerte. El Dasein es cuidado de sí en tanto que entrelazarse originario
de los éxtasis temporalizándose, pero estos son comportamientos del Dasein que lo mantienen en una dispersión (caída) con aquello de lo que se
ocupa-cuida-es-solícito, de la cual puede regresar a sí mismo, lo que no
quiere decir que regrese a un “yo” más profundo o descubra su esencia,
sino simplemente que asume el desplegarse de su existencia tal cual es, es
decir, se asume como finito.
La temporalidad propia del Dasein queda englobada en el concepto
de temporalidad extático-horizontal; extático porque está formada por
el entramado de éxtasis que remiten unos a otros y horizontal porque la
temporalidad configura su propia “intencionalidad”, o sea, su hacia-qué.
“Los éxtasis no son un mero apartar de…, más bien, al éxtasis le pertenece
un «hacia» del apartar de. Este «hacia» del éxtasis lo llamamos esquema
horizontal. El horizonte extático es distinto en cada uno de los tres éxtasis”.24
Este hacia o, como he llamado, “intencionalidad” relativa a cada éxtasis,
embona con la respectiva estructura del cuidado y a cada uno corresponde
no solo un salir hacia, sino un comportarse inherente a cada horizonte; al
porvenir del adelantarse le corresponde el por-mor-de-sí, al haber-sido del
ya estar-en le corresponde el serlo desde una disposición afectiva (Befindlichkeit) y un ante-qué. Finalmente, al horizonte abierto por el estar-enmedio-de le corresponde el para-algo. De este modo la temporalidad en
Heidegger puede ser también leída como una crítica al tiempo en Husserl,
pues la temporalización no se manifiesta, originariamente, como una estructura de la “conciencia interna”, ni como un “entrelazamiento de vivencias”,
tampoco como un “flujo de sensaciones”, sino como una estructura que
corresponde al modo de ser del ente que soy yo mismo en su propio fluir,
fluir que es un comportarse de este o aquel modo en relación con esto o
aquello. Los alcances, las divergencias y los puntos en común pueden, sin
embargo, entreverse.
Conclusiones
24. “Die Ekstasen sind nicht einfach Entrückungen zu… Vielmehr gehört zur Ekstase ein
«Wohin» der Entrückung. Dieses Wohin der Ekstase nennen wir das horizontale Schema.
Der ekstatische Horizont ist in jeder der drei Ekstasen verschieden” (Heidegger, 1977a:
365, 2009: 379).
Tanto Husserl como Heidegger tratan de mostrar al tiempo no en tanto
tiempo objetivo sometido a lo simultaneo y sucesivo, sino como el temporalizarse –sobre el cual se fundan tanto simultaneidad como sucesividad– de
la temporalidad misma. Este hacerse tiempo del tiempo es un desplegarse
que no tiene un fundamento que lo sustente, sino que su propio entrelazamiento, para decirlo husserlianamente, lo autoconstituye. En este sentido
ambos pensadores coinciden en lo fundamental, si bien no deja de haber
grandes diferencias. Las críticas heideggerianas a la explicación husserliana
del tiempo se muestran como totalmente incompletas, pues están basadas
en una interpretación que dominó mucho tiempo, a saber, que en el filósofo
moravo gobierna la primacía de lo teórico y que el tiempo inmanente es
un proceso de la conciencia de tiempo en el cual la aprehensión temporal
que le da sentido a los datos hiléticos no puede explicar el desfase entre la
fase originaria y la aprehensión de esta. Tan pronto como uno se adentra a
la lectura de los Manuscritos de Bernau –de los que este texto se ocupa– o
de los Manuscritos C, se descubre que las coincidencias son más grandes
258
259
de lo que a primera vista parecen. De cualquier manera, sigue habiendo
diferencias importantes que requieren ser pensadas a fondo, por ejemplo,
¿cómo se accede al fluir (temporalizarse) que es la propia vida? ¿Resuelve
realmente la resolución precursora el problema tanto del acceso como de
la unidad de la temporalización? ¿Pueden ser entendidos los modos de
comportarse temporales de cada éxtasis como una preintencionalidad
basada en impulsos-instintos y acciones? ¿Tiene sentido seguir hablando
fenomenología (y en caso afirmativo en qué sentido) de aquello que no se
muestra –la temporalización– sino que por su propio modo de ser siempre
es lo pre-ante tanto de la reflexión como del comportarse?
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260
261
La tematización acerca de la vida en Ser y tiempo
Jeannet Ugalde Quintana
Interpretaciones fenomenológicas sobre Aristóteles es un escrito que da cuenta
del interés de Martin Heidegger –previo a Ser y tiempo– por el análisis de la
vida fáctica, asunto que continuará como guía a lo largo de su pensamiento
filosófico. La filosofía trata el problema del ser de la vida fáctica, afirma Heidegger en esta obra que ha sido considerada por algunos de sus estudiosos
como el primer escrito donde el filósofo de la Selva Negra establece las pautas
que seguirá su trabajo filosófico, y en la cual comienza la elaboración de una
ontología fundamental, vinculada a una destrucción de la metafísica.
Así, el estudio de las estructuras de la vida fáctica desvelará el carácter
ontológico y de dirección del Dasein en la investigación filosófica. La reflexión
en torno a la vida atraviesa la obra de Heidegger de manera importante,
hasta sus últimos escritos (Xolocotzi, 2004: 13-36), y permite explicar su
aproximación histórico-ontológica al problema del ser en Ser y tiempo,
desde el estudio de los existenciarios.
Ángel Xolocotzi en su escrito Fenomenología de la vida fáctica se ocupa
del tratamiento de esta cuestión en las primeras lecciones de la obra de
Heidegger, y considera que esta problemática no representa únicamente el
comienzo en su pensar, como un simple inicio, sino que es el origen en el
sentido de principio, aquello a partir de lo cual emergen sus reflexiones y
adonde se dirigen. En este sentido, representa tanto el origen como el fin.
Si entendemos la pregunta por la vida fáctica en las primeras
lecciones como inicio, como origen, entonces debemos contem-
263
plar también lo originado, el fin. Esto es sin duda Ser y tiempo.
Sin embargo, como también mostraremos, el alcance de los
logros de estas primeras lecciones va más allá de Ser y tiempo al
determinar en algunos aspectos también el pensar del Ereignis.
(Xolocotzi, 2004: 15)
El análisis de la vida representa, dice Heidegger, un fenómeno complicado. Esta dificultad se constata en la tendencia del Dasein a olvidarse de
sí mimo y en simplificar las cosas. Así, considerará que la dirección de la
investigación filosófica está determinada por el Dasein quien es, al mismo
tiempo, sujeto y objeto de la investigación. El Dasein, al plantearse problemas referentes a su propia vida, se cuestiona acerca de problemáticas
dignas de ser pensadas.
El objeto de la investigación filosófica es el Dasein humano
en tanto que se le interroga acerca de su carácter ontológico. Esta
dirección fundamental de la investigación filosófica no se impone
desde fuera ni se atornilla al objeto interrogado, a la vida fáctica,
sino que se ha de comprender como la aprehensión explícita de
una actividad fundamental de la vida fáctica. (Heidegger, 2002:
31-32)
Uno de los aspectos fundamentales en los escritos anteriores a Ser y
tiempo será el modo de acceso al problema de la vida. Heidegger modifica
las relaciones entre sujeto y objeto, y con ello abre la posibilidad de pensar
la vida, desde una perspectiva preteorética que expresará con el concepto
de intuición (GA 56, 57, 58, 62). El término “intuición” nombra una comprensión previa al saber teórico que se origina en la relación primaria del
Dasein con su entorno.
En Ser y tiempo Heidegger continúa con el rechazo a abordar la vida
desde un ámbito teórico y expresa la necesidad de aproximarse a su estudio
a partir de un método que le permita, antes que determinarla, descubrirla
264
en su aparecer. Así, será el método de la fenomenología, expresado en su
máxima “a las cosas mismas”, el cual le permitirá rechazar todo tipo de
construcciones que intentan definir la vida haciendo caso omiso de su manifestación y apariencia. De esta manera, el acceso a la vida fáctica acontece
en su modo de manifestarse en la cotidianidad, en la cual subyacen las estructuras fundamentales del Dasein. Para entender en qué consiste el método
fenomenológico Heidegger realiza un regreso hermenéutico a las raíces del
concepto de fenomenología. Los conceptos de fenómeno y logos determinan
el cómo del aparecer de la vida fáctica. El concepto “fenómeno” entendido
en su origen como “lo que se muestra” y el de “logos” como un decir capaz
de develar marcan el camino de aproximación ontológica a la vida fáctica.
Heidegger se aproximará a lo propio de la vida fáctica a partir de un comportamiento del Dasein que desvela su carácter ontológicamente relacional
con todo lo que es. El preguntar se presenta como aquello que distingue
y hace único al Dasein frente al resto de los seres vivos. El preguntar será
considerado una forma de comportamiento que permite desvelar no solo
las estructuras de aquel que pregunta; sino también mostrará lo característico de lo preguntado.
Si bien todo preguntar está determinado por dos elementos –aquel que
plantea la pregunta y aquello sobre lo cual se interroga–, entre las preguntas
que el Dasein puede plantear existe una que determina el carácter del que
pregunta. Esta será la pregunta por el Ser. “El preguntar mismo tiene, en
cuanto comportamiento de un ente –del que pregunta– su propio carácter
de ser” (Heidegger, 2012: 5).
Heidegger afirma que toda pregunta tiene dos ámbitos desde los cuales
puede vislumbrarse su estructura: por un lado, el preguntar es un “preguntar
por”, es decir, una búsqueda de algo; al mismo tiempo que es un “preguntar
a”, un cuestionar a alguien. En este doble carácter del preguntar en general se
desvela el camino que la pregunta por el ser tiene que seguir en Ser y tiempo.
Todo preguntar es una búsqueda. Todo buscar está guiado
previamente por aquello que se busca. Preguntar es buscar cono-
265
La existencia es un carácter que no nombra ningún contenido concreto,
revela el modo de ser del Dasein caracterizado porque al existir está fuera
de sí, es apertura y posibilidad para la manifestación de su ser y de las
demás cosas del mundo.
La vida fáctica en Ser y tiempo está caracterizada por la actividad
(praxis) que se expresa a partir de la noción de cuidado. El Dasein en su
cotidianidad se encuentra en el mundo dirigido a él, en el modo de la
ocupación. El mundo es un todo de relaciones y referencias, en las que el
Dasein al existir se encuentra en el modo del cuidado. El Dasein, al ser en
el mundo, utiliza y comprende los entes a partir de una precomprensión
de toda la serie de relaciones en las que se haya inmerso al existir en el
mundo. El Dasein, al hacer uso y comprender un ente, entiende la totalidad en la que este se encuentra. Así, las cosas del mundo se encuentran
en un todo referencial. Ahora bien, el Dasein se ocupa del mundo bajo
la temporalidad del presente, realizando acciones concretas como amar,
ayudar, compartir, estudiar, pensar, utilizar, pero justo en el estar ocupado en las cosas del mundo, en el horizonte del presente, Heidegger ve la
emergencia del pasado, que toma forma de interpretaciones heredadas
las cuales determinan la comprensión y el comportamiento del Dasein
en el mundo.
El Da-sein, a diferencia de todo lo demás, no está determinado por una
“naturaleza”, un qué cuyo contenido sea permante y pueda ser expresado
por una definición, sino que justamente su carácter abierto hace patente
su ser como posibilidad de manifestación de todo lo que es.
De tal manera, el Dasein al caracterizarse por la existencia tiene ya una
preeminencia, frente a los demás entes, en la pregunta por el ser. El ser del
Dasein está determinado por ser apertura y por esta preeminencia óntica
tiene también una prioridad ontológica que consiste en que en su ser le
compete la comprensión no solo de su ser, sino al mismo tiempo como
parte de la comprensión de su existencia mantiene una precomprensión
del ser. Así, en Ser y tiempo la pregunta por el ser conduce a Heidegger al
planteamiento de la vida bajo la perspectiva de la analítica fundamental.
El tiempo será el horizonte de comprensión del Dasein que en cuanto
unidad se temporaliza en tres momentos: el advenir, el sido y el presente.
266
267
cer el ente en lo que respecta al hecho de que es y a su ser-así. La
búsqueda cognoscitiva puede convertirse en “investigación”, es
decir, en una determinación investigadora de lo que se pregunta.
(Heidegger, 2012: 5)
A partir del análisis del preguntar en general se clarifica que, en toda
pregunta y en específico en la pregunta por el ser, está implicado necesariamente aquel que plantea la cuestión, el ente que pregunta, es el que
puede abrir la investigación y por lo tanto tiene una preeminencia en el
desarrollo de la pregunta.
Así, el desarrollo de la pregunta por el Ser requiere un estudio del ente que
está implicado en la interrogación y la respuesta; de tal manera que desarrollar
la pregunta por el ser quiere decir “mostrar el ser a partir del que pregunta”.
De esta manera en Ser y tiempo se hace evidente que solo puede obtenerse un acceso y por lo tanto una respuesta a la “pregunta fundamental”
sobre el ser realizando un estudio previo del ente que pregunta, al cual
Heidegger llama Da-sein.
La preeminencia que cobra el Dasein en la formulación de la pregunta
por el ser no es una prioridad teórica, sino óntico-ontológica. El Dasein,
entre todos los entes, está determinado por el hecho de que su ser y el ser
de lo demás existente no le son indiferentes. El Dasein mantiene como
carácter más general de su ser la existencia.
La primacia óntico-ontológica del Dasein es, pues, la razón
de que al Dasein le queda oculta su específica constitución de
ser –entendida en el sentido de la estructura “categoríal” que le
es propia. El Dasein es para sí mismo ónticamente “cercanísimo”,
ontológicamente lejanísimo y, sin embargo, preontológicamente
no extraño. (Heidegger, 2012: 16)
La comprensión del Dasein se funda en el advenir en cuanto expectativa; el
encontrarse, en el sido porque se encuentra en el mundo comprendiéndolo
e interpretándolo a partir de lo que ya ha sido considerado, y finalmente
la caída, que es el modo cotidiano en el que el Dasein se encuentra en el
mundo utilizando los entes que se le presentan al encontrarse en el mundo,
se desarrolla en el presente.
Ahora bien, el abordaje que Heidegger realiza de la vida, en cuanto vida
fáctica, le permitió en Ser y tiempo, desde un ámbito ontológico, realizar
una crítica a la tradición filosófica y sentar las bases de una experiencia del
ser en cuanto evento o acontecimiento.
Sin embargo, a noventa años de la publicación de Ser y tiempo la discusión en torno a la vida cobra realce e invita a reflexionar acerca del lugar
que ocupan las otras formas de vida, distintas de la fáctica, que aparecen
en Los conceptos fundamentales de la metafísica como “pobres de mundo”
o en escritos tardíos como La cosa, a partir de la noción de tierra. Si bien
en Ser y tiempo existe una crítica a las aproximaciones biológicas, antropológicas y psicológicas de la vida, estas refutaciones van dirigidas a develar
los presupuestos en los que se basan. “La vida no es ni un puro estar ahí
ni tampoco es un Dasein. El Dasein, por su parte, nunca puede ser ontológicamente determinado como vida (ontológicamente indeterminada) y,
además, otra cosa” (Heidegger, 2012: 50).
Heidegger piensa que en los estudios clasificatorios de la biología existe
una comprensión tácita del Dasein, la cual impide que la vida se convierta
en un problema ontológico. La vida en Ser y tiempo es expresada como un
peculiar modo de ser que solo es accesible en el Dasein.
La dificultad en torno al tema se muestra en el hecho de que la vida no
es un carácter que defina ontológicamente al Dasein, ni tampoco es el Dasein mismo. De esta manera, la caracterización de la vida del Dasein como
vida fáctica devela la aproximación ontológica que Heidegger realiza. Sin
embargo, pese a la separación y crítica que formula a los estudios biológicos, en el parágrafo 12 de Ser y tiempo, “Bosquejo del estar en el mundo a
partir del estar en como tal”, Heidegger hace uso de un concepto propio de
la biología, “tener un mundo circundante”, planteado por Karl E. von Baer,
al hablar de la vida fáctica del Dasein en cuanto cuidado.
Al mismo tiempo, en Interpretaciones fenomenológicas sobre Aristóteles
Heidegger mantiene que en textos aristotélicos como Ética nicomaquea,
escritos biológicos y De anima aclaran la cuestión respecto del trato que la
vida mantiene con el mundo, el cual caracteriza como el “ser movido” del
estar ocupado en algo.
268
269
En este horizonte ontológico se enmarca, pues, la Ética a
modo de explicitación de ese ente que es el ser humano, la vida
humana, la actividad de la vida. Esto se lleva a cabo del modo
siguiente: a partir del De anima, se interpreta la constitución
lógico-ontológica de la vida sobre la amplia base proporcionada
por la explicitación del ámbito ontológico de la vida con arreglo
a su específica actividad (interpretación del De motu animalium).
(Heidegger, 2002: 83)
En la obra de Aristóteles encontramos dos conceptos para referirse a
ella, βίος y ζωή. Estos conceptos le permiten a Aristóteles establecer las
relaciones y diferencias entre lo vivo. Aristóteles en 1095b15 de Ética nicomaquea hace uso del concepto βίος para hablar de los diversos géneros de
vida en el ser humano; entre ellos considera tres: la vida voluptuosa, la vida
de la política y la vida contemplativa. Así, la vida humana está determinada
por el cultivo o no de una virtud. En la vida política se aspira como fin a
la justicia, mientras en la vida contemplativa a la sabiduría y en la vida
voluptuosa, los seres humanos semejantes a los animales dedican su vida
a los placeres sensuales.
… las principales formas de vida son, en efecto, tres: la que
acabamos de decir, la política y, en tercer lugar, la contemplativa.
La generalidad de los hombres se muestra del todo servil al preferir
una vida de bestias. (Ética nicomaquea 1095b17-20)
En 1170a define el concepto de vida bajo la acepción de ζωή, como una
facultad (δύναμις), distinta en los animales y en el ser humano; pero en
ambos caracterizada por la actividad (ἐνέργεια).
La facultad que es propia de los animales es la sensación, mientras que
la que caracteriza a los seres humanos es tanto la de la sensación como la
de intelección (τὸ αἰσθάνεσθαι ἢ νοεῖν). A partir de esta caracterización,
Aristóteles define la vida por el tipo de capacidades o habilidades propias
de lo vivo. Así, en 1170a 11 Aristóteles, haciendo uso del concepto ζωή,
afirma que cada ser vivo se orienta hacia las cosas y facultades que le son
más propias. Posteriormente, en 1174b 17 dirá que la mejor actividad de
cada facultad es aquella que está de la mejor manera articulada con el
objeto que le corresponde, y en este sentido considera que la actividad de
esta facultad será la más perfecta y agradable.
En 1099b32 le parece razonable que ningún animal sea feliz, ni pueda
participar de este tipo de actividad, de la misma manera que un niño no
puede ser feliz, porque la felicidad es resultado de elecciones virtuosas que
requieren la intervención del intelecto y que dan como resultado una virtud
perfecta, la cual requiere, para ser considerada como tal, la realización de
acciones virtuosas a lo largo de la vida.
en este apartado, el concepto nombra la vida en el sentido de existencia o
temporalidad. Este mismo uso lo encontramos en relación con los animales.
En Sobre la generación de los animales Aristóteles reflexiona en torno al
tamaño de los dientes y considera que, dada la corta duración de la vida,
los dientes no son muy grandes, ni requieren un crecimiento constante a
lo largo de la vida para poder tener una función adecuada.
Pero si la vida durara mil o diez mil años sería preciso que los
dientes fueran muy grandes desde el principio y que volvieran
a crecer muchas veces, pues aunque tuvieran un crecimiento
continuo, sin embargo al desgastarse serían inservibles para su
función. (Sobre la generación de los animales, 745a 34)
Ahora bien, cuando Aristóteles se refiere a la vida, en un sentido temporal, lo hace a partir del concepto βίος, que utiliza tanto en el caso de los
seres humanos como de los animales y las plantas. En Ética nicomaquea
1154a 6 afirma que la vida de un ser humano bueno no es más agradable
que la de cualquier otro, si sus actividades no lo son. Así, nuevamente el
concepto βίος como el de ζωή están vinculados a la actividad; sin embargo,
Por otra parte, refiriéndose también a la vida de los animales se encuentra
presente en Aristóteles una concepción de ellos en relación con el “entorno”.
En el fragmento 781b 25 y en Sobre la generación de los animales Aristóteles
considera que la razón de que las focas sean vivíparos, no tengan orejas y
solo presenten conductos es porque su vida está en el agua. “La naturaleza
ha actuado también, ha actuado con lógica en lo referente a la foca, pues
aunque es cuadrúpedo y vivíparo no tiene orejas sino solo conductos. La
razón es que su vida está en el agua”. A partir de este fragmento nombra
el “entorno” como aquello con lo que la vida está en trato, gracias a lo cual
llega a ser y a partir de lo cual se desarrolla.
Ahora bien, dentro del planteamiento aristotélico encontramos algunas
ideas importantes para el análisis de Heidegger sobre la vida. En primer
lugar, Aristóteles caracteriza la vida como una actividad, y esta idea se ve
expresada en Heidegger por el sentido de la cura, el estar en el mundo en
la forma de la praxis. Por otra parte, Aristóteles distingue las diferentes
facultades de lo vivo, la nutrición, el desarrollo, el envejecimiento, la
sensación y el intelecto, y al diferenciar lo vivo entre plantas, animales y
ser humano la característica que distingue a este último será la actividad
intelectual. Ahora bien, aunque Heidegger rechaza esta comprensión del
270
271
En efecto, hemos dicho al principio que la felicidad es una
cierta actividad y la actividad, evidentemente, es algo que se
produce, y no algo como una posesión. Y si el ser feliz radica en
vivir y actuar, y la actividad del hombre bueno es por sí misma
buena y agradable. (Sobre la generación de los animales, 1099b 32)
Dasein que será determinante para la interpretación de este como “racional” y mantener un privilegio del ámbito teórico, frente al práctico y
afectivo de la vida, retoma la idea de la “actividad” en su planteamiento
de la cura como carácter fundamental del Dasein. Otra cuestión importante es que en Ser y tiempo no hay una aproximación a las otras formas
de vida, de manera que las plantas y los animales permanecen como lo
no tematizado.
Una cuestión que aborda Aristóteles al reflexionar sobre la vida es la
forma en que la temporalidad determina la estructura de los seres vivos.
En el fragmento 745a 34 de De generatione animalium considera que la
vida no puede ser desprendida de su aspecto temporal; pero el tiempo es
percibido no como algo constitutivo de lo vivo sino como un transcurrir
exterior.
Por otra parte, pese a que Heidegger toma la noción de “entorno” o
“mundo circundante” de Aristóteles, con ella se refiere a la forma cotidiana
en la que el Dasein se ocupa del mundo utilizando las cosas, la llamada
“cura”. Aristóteles hace uso de este concepto en un sentido muy distinto para
referirse a la condición de posibilidad externa que determina la estructura
y forma de los distintos tipos de vida.
Si bien Ser y tiempo es un estudio descriptivo de los modos de ser o
existenciarios, de un ente que cobra relevancia en la formulación de la pregunta por el ser, queda por reflexionar en qué medida comprender la vida
del Dasein al margen de las otras formas de vida, no es todavía permanecer
en la historia del olvido.
Referencias
Aristóteles, (2000), Ética nicomaquea, Madrid, Gredos.
– (2010), Obra biológica, Madrid, Gredos.
– (2011), Acerca del alma, Madrid, Gredos.
Heidegger, M. (2002), Interpretaciones fenomenológicas sobre Aristóteles
(trad. J. Adrián Escudero), Madrid, Trotta.
– (2007), Los conceptos fundamentales de la metafísica: mundo, finitud, soledad
(trad. J.A. Ciria), Madrid, Alianza.
– (2012), Ser y tiempo (trad. J.E. Rivera), Madrid, Trotta.
Xolocotzi Yáñez, Á. (2004), Fenomenología de la vida fáctica, Ciudad de
México, Plaza y Valdés.
Y como la palabra “vivir” hace referencia a múltiples operaciones, cabe decir de algo que vive aun en el caso de que solamente le corresponda alguna de ellas, por ejemplo, intelecto,
sensación, movimiento y reposo locales, amén del movimiento
entendido como alimentación, envejecimiento y desarrollo. (De
anima 413 22-25)
272
273
iii
Recepciones y lecturas críticas en torno
a Ser y tiempo
La noción de acontecimiento de Heidegger a Deleuze*
Patricia Castillo Becerra
El presente trabajo no pretende agotar la implicación ontológica del
“acontecimiento” en su totalidad, sino solamente abarcar la problemática
abierta a partir de la lectura de Heidegger en Francia en el momento preciso en que Gilles Deleuze la concibe en los textos Diferencia y repetición
de 1968 y Lógica del sentido de 1969 como una lectura que confronta la
postura ontológica heideggeriana.
Nos concentraremos en la explanación del surgimiento de la filosofía
del sentido, pero solo desde la trama deleuzeana y precisamente en la idea
del acontecimiento, únicamente desde la lectura implícita que ha tenido
en la filosofía de Deleuze, en aras de mostrar la influencia del pensador de
la Selva Negra en nuestros contemporáneos, pero también la potencia con
que todavía permea los problemas filosóficos que se encargó de remarcar.
1. Pensar el acontecimiento
Si bien es cierto que en la década de 1930 se configura un retorno hacia
el pensar inicial, al especular que propicia el arribo del pensamiento del
ser-en-sí (Seyn) en el decurso heideggeriano se confecciona a la par que se
despliegan los primeros indicios de aquel pensar, el cómo de la separación
* Parte de este trabajo fue publicado en las Memorias del VII Coloquio de Investigación
Filosófica, Universidad de Guanajuato, 2014 (cd).
277
definitiva de lo que Heidegger ya había reconocido como la metafísica de
la presencia. Conviene advertir que estas determinaciones del ser (Seyn)
y de la presencia que encontramos en nuestra pesquisa corresponden
sobremanera a la lectura de Introducción a la metafísica (1935) y a los Beiträge zur Philosophie (1957); ambos textos hacen patente los esfuerzos por
redefinir una ontología que no podría seguir confeccionada a partir de la
re-presentación –esto en contraste con la ontología hegeliana, por ejemplo–, sino una ontología que tuviese la posibilidad de posar la mirada en el
acontecimiento, como señal del Seyn fuera de las márgenes de la Historie.
Con ello, el doble esfuerzo que implicaba la dilucidación de lo que
se entiende en la historia de la filosofía como aquella que conocía al ser
desde el ente presente y, a la par, la pugna por hacer una relectura desde
otro comienzo, uno que se identificara con el nivel de la originariedad.
Tampoco sobra recordar que en los manuscritos que constituyen el tomo
65 de Gesamtausgabe reaparece de lleno la pregunta por el ser, que insiste
en la propicia conjunción del esenciarse que permite al ser-ahí (por respetar
la traducción de Dina Picotti) una apropiación de su sentido.
Ambos esfuerzos, por cierto, llevarán a pensar el acontecimiento desde
una especie de juego que implica espacio y tiempo en su separación y la
“temporalidad”, los cuales llevan de la mano la cuestión sobre si este juego
comprensivo se podría dar solo como autocomprensión o como capacidad
de nombrar; ese nombrar rememorante actual, que permite señalar el indicio
del acontecimiento. De las varias acepciones que toma el acontecimiento en
este contexto, nos quedaremos con aquella que emerge de esta especie de
adimensionalidad, pero que se da como el intersticio, diríamos también la
excedencia, de un despliegue definitivo de las ontologías de corte clásico y
también de la Erkenntnistheorie. El mismo Heidegger pensó que este acontecimiento no podría ser acotado desde esta serie de categorizaciones. Por
nuestra parte, esperamos acotar suficientemente el seguimiento mismo de
este despliegue y de esta posibilidad, si se comprende cómo el pensar inicial
ya nombra, o enuncia, esta otra tonalidad desde la que se habla, cuando
ya se habían planteado los pormenores de la “ontología fundamental”
278
en Ser y tiempo. Lo anterior permitirá atisbar el contraste con la filosofía
deleuzeana sobre el acontecimiento, desde su pensar ontológico más propio, como aquel que también recusa la adecuatio y, en todo caso, para el
pensador parisino, la filosofía se queda desde la funcionalidad de sentido,
permitiendo establecer una pauta de diálogo entre ambos pensadores, no
porque especulemos alguna especie de continuidad historiográfica entre
ambos, sino porque una de las cuestiones ineludibles que Deleuze retoma
en Diferencia y repetición, concentrada en pensar la diferencia, está dedicada
extensamente a Martin Heidegger.
1.1. Diferencia y acontecimiento
Desde la década de 1920, Heidegger remarca el pensar sobre el ser como
la indagación realmente grave a la filosofía de su época, una indagación
que en su olvido permanecía anquilosada y reconvenida en la historia de la
filosofía; de todos es conocida la cita del Sofista de Platón con que comienza
el texto publicado en 1927 (Ser y tiempo) y que abre la entera discusión que
desarrollará sobre el sentido del ser.1 Pensar sobre el sentido de la palabra
“ser” y el sentido del ser marca la diferencia con que comenzaría la larga
pesquisa de esta ontología: ¿qué nombramos cuando decimos ser?, ¿se
puede nombrar algo?, ¿se señala algo?, ¿qué sentido tiene el ser del ente
que se señala?
Desde esta cita inicial, Heidegger puede mostrarnos que, históricamente,
podríamos hacer un recorrido de los sentidos que el ser –aquello por lo
que preguntamos– ha tenido epocalmente. No hay que olvidar que en el
invierno de 1924-1925 se encarga de dar un curso sobre el Sofista de Pla1. “Und so gilt es denn, die Frage nach dem Sinn von Sein erneut zu stellen. Sind wir den
heute auch nur in der Verlegenheit, den Ausdruck “Sein” nicht zu verstehen? Keineswegs”
(Heidegger, 2001: 1). “Y así que entonces es necesario hacer la pregunta del sentido del ser
otra vez. ¿Tenemos ya ahora algún acercamiento a lo no entendido del término «ser»? De
ninguna manera”.
279
tón, y que es allí, exponiendo también la filosofía aristotélica, cuando nos
deja entender por qué para los presocráticos la pregunta sobre la totalidad
inarticulada era respondida desde lo que se presentaba como ente presente:
Los filósofos, cuando se interrogaron por el carácter dado el
mundo, vieron lo que se presentaba primeramente, y lo vieron de
tal modo que no estaba articulado. Esto refiere en primer lugar a
los Eleatas que inicialmente vieron solo el ser. Aristóteles cita en
este lugar una frase de Parménides: ἕν καὶ πάντα […] El ser es sin
restricción ser; todo lo que es, es ser, estar presente, allí. Con relación a la tarea que se asignó Aristóteles mismo, a saber, descubrir
una multiplicidad de ἀρχαί o, en otros términos, la estructura de
este ἕν, el ἕν de los Eleatas se presenta a sus ojos como si para ellos
la estructura fundamental todavía fuera συγκχυμένως, privado
de toda puesta en relieve. (Heidegger, 2001b: 90-91)
De tal manera que lo que Heidegger explora al leer el Sofista, desde la
lupa aristotélica, se convertiría en la primera aproximación a la diferencia
ontológica, pues para los eleatas no hubo esta diferencia porque todo era ser.
Esta distinción comenzará a figurarse con Platón, y Heidegger remarcará
que en la situación que vivía la filosofía en su época era menester resaltar
esta diferencia: no es lo mismo referirse al ente que al ser del ente; estas
lecciones en conjunto mostraron el decurso de interés que tendrá para
Heidegger el mostrar la génesis de la configuración del lenguaje filosófico
desde la época clásica.
Vale decir que, considerando la propuesta de fondo en Ser y tiempo,
encontramos que esta revisualización del ser recuperaba a la par la idea de
fundamentación filosófica, poniendo en tela de juicio la idea misma de fundamento; por ello, hay una instigación a repensar los basamentos filosóficos
para Heidegger, tan sobradamente aludido por la historia del pensar, pero
remarcando que la ontología fundamental, en este período de su decurso
intelectual, debía, en todo caso, rescatar una búsqueda del pensar que se
280
mantuviera de lleno en la movilidad/dinamicidad que la temporalidad
aportaba, por lo que ya se podía columbrar que esta ontología fundamental no pensaba en fundamentos inamovibles, ni eternos. Después de estas
indicaciones, encontramos también un indicio de defundamentación en el
escrito Identidad y diferencia, de 1957. En dicha lección Heidegger explorará
el principio de identidad que encontramos como uno de los principios del
conocimiento, pero la exposición se hace de cara a plantear la diferencia
de la diferencia en la identidad.
Heidegger reconoce que todo nuestro lenguaje occidental está confeccionado desde un cariz representativo y que eso hace necesario el despliegue,
el des-apego definitivo a este modo de definir-determinar que en cada uno
de sus nódulos de configuración, incluso en la filosofía del mismo Hegel,
han permeado la lengua del conocimiento de lo real desde su repraesentatio.
Por una parte, dicho reconocimiento tiene sendas implicaciones en la pauta
heideggeriana; por otra parte, estas marcaban la conciencia transhistórica
de un decurso de determinaciones que hacían del ser en cada época un
nuevo resquicio o presentación medular de entendimiento.
Nuestro pensar representativo está hecho y organizado de
tal manera, que establece en todo lugar, y ya de entrada, la diferencia entre lo ente y el ser, por medio de un proceso que, por
así decir, pasa por encima de su cabeza a la vez que nace de ella.
(Heidegger, 1990: 137)
Por otro lado, también advierte que el ser se ha concebido como physys,
logos, idea o conciencia, dependiendo del horizonte ontoteológico desde
el cual se ha desenvuelto nuestra investigación del orden de la realidad.
Esto comienza a ser el despliegue y la propuesta de que el ser en el pensar
contemporáneo pueda columbrarse como acontecimiento, pero ateniéndonos a que si se piensa el ser como acontecimiento es porque implica
una recusación a ese núcleo fijo desde el cual la filosofía proponía sus
márgenes, de tal manera que la explanación se encuentra del lado del cómo;
281
esto es, el tránsito desde las figuras centrales del discurso filosófico hacia
el tránsito del acontecimiento, tema que acomete en este texto de 1957.
Respecto de las dos implicaciones que mencionamos anteriormente, si
recuperamos la intención inicial de la diferencia ontológica, esta arriba
a partir de la distinción del ser y el ente, pero asimismo arriba desde el
ejercicio que comienza a pautar en Identidad y diferencia, y lo que se
aclara desde la exposición de la identidad es que debe quedar claro que
cuando se habla del ser del ente se está hablando de una diferencia que
debe quedar como tal, desde la diferencia misma y no pensada o reabsorbida por la identidad.
En esta dilucidación posterior a Ser y tiempo, Heidegger nos hace ver que
históricamente se ha pensado el sentido inicial desde la correspondencia
que tenemos con el ser, pero el ser desde el sentido de presencia; esto, a ojos
de Heidegger, no lo alejaba lo suficientemente de un tratamiento objetual,
y dicha separación de este tratamiento es lo que permitirá columbrarlo
desde su propio acontecer.
Manifiestamente el hombre es un ente. Como tal tiene su lugar
en el todo del ser, igual que la piedra, el árbol y el águila. Pero
lo distinto del hombre reside en que, como ser que piensa y que
está abierto al ser, se encuentra ante este, permanece relacionado
con él, y de este modo, le corresponde.
¿Y el ser? Pensémoslo en su sentido inicial como presencia. El
ser no se presenta en el hombre de modo ocasional ni excepcional.
El ser solo es y dura en tanto que llega hasta el hombre con su
llamada. (Heidegger, 1990: 75; mi subrayado)
De esta cita tendremos que discernir el hecho de que Heidegger habla
del ser en un sentido inicial como presencia, para poder hacer ese traspaso
hasta el acontecimiento. También retengamos en cursivas la duración, obviamente aludiendo a la regalía temporal en la que se nos dona el ser, y la
duración cuya implicación temporal está entendida desde la temporalidad,
282
pero que tendría más relación con la donación evanescente del Seyn, en
este otro comienzo del pensar.
1.2. Ser como presencia
Si retornamos dos décadas atrás respecto de la publicación citada,2
encontramos en la década de 1930 dos ejercicios simientes: el primero, la
metafísica en Introducción a la metafísica es una experiencia que no solo
referirá a la ontificación, sino también a su otredad; esa otredad dejará
entrever el movimiento de trascendencia3 que inhiere en la manifestación
del ejercicio del pensamiento que permite vislumbrar al ser. El segundo
ejercicio expuesto por Heidegger nos retrotrae a los orígenes desde los
cuales se entendía al ser como Anwesenheit. Esto significa recordar cómo
desde los inicios de la filosofía se configura la percepción desde aquello
que se “presenta” ante los ojos.
Lo que se presenta a sí, lo que se sostiene, se convierte en una exposición, un presentarse, para la observación, que, según tal indagación, debe
entenderse como la misma presencia del que se presenta “algo está pre-sente
[west an]; se sostiene en sí mismo y así se presenta. Es. En el fondo «ser»
significa presencia [Anwesenheit] para los griegos” (Heidegger, 1999: 62).
Dicha determinación primigenia, del ser como Anwesenheit, conformó,
por su parte, la precisión metafísica del ser como physis, que significaba
erguirse y brotar.
De tal modo que hemos encontrado en Introducción a la metafísica
que el ser tiene un doble sentido: el de physis, como el estar en sí mismo,
y el de ousía, como el perdurar. Empero, lo que ha llamado enteramente
2. Este escrito no sigue una diacronía exacta de los textos heideggerianos.
3. “Trascendencia del Dasein: el Dasein humano es un ente tal que por esencia, a su modo
de ser le pertenece algo así como el comprender el ser. No solo una capacidad entre otras,
sino la condición fundamental de la posibilidad del Dasein como tal” (Heidegger, 2009: 28).
283
nuestra atención es la acepción que de la existencia se rastrea a partir de
la conformación de la estabilidad de la ousía, que al salir de ella misma,
surgiendo de sí, no es, existe.
En el caso explícito de lo que se comenzó a explorar desde la pesquisa
heideggeriana, en la acepción griega, hay una observación que determinaría no solo el ser del ente sino a la existencia a su vez. Primeramente, la
observación y la fundamentación quedaron establecidas desde los márgenes
de lo presente, eso que se mostraba en la apariencia como physis como el
signo de lo que surge desde sí, y en cuanto a la otra determinación, la de la
ousía, como de lo que permanece, en ello se manifiesta la idea subyacente
de un movimiento en aquello en lo cual el ojo se posaba con detenimiento,
por lo que la transición de lo quiescente a lo activo significaba un abandono
de ser para ser otro, significó ex-sistir. O como lo explicará Heidegger en
1928 para referirse al existir del Dasein:
Con otras palabras: con la existencia del Dasein, en tanto y
mientras que exista, ocurre algo, ha comenzado una historia, a
saber lo inaudito de que el ente se encuentre y pueda encontrarse
con otro y, por supuesto, sin que el sujeto propiamente se dirija
a ello. (Heidegger, 2009: 152)
Dichas determinaciones en la originariedad griega, según la revisión de la
historia de la filosofía emprendida por Heidegger, no volvieron a concentrarse
en lo transitorio, en el movimiento de la physis, y se quedaron más bien en
la ousía, en lo permanente, de ahí que la determinación del ser de lo ente
también fuese permanencia en este sentido. Por ello, el mismo ser del ente
se entendía como lo permanente, como la permanencia de la descripción
que después tendrá en castellano el término ousía como esencia o sustancia,
esto es, lo que permanece en contraste con el constante movimiento. Pero
¿cómo podría haberse fundado conocimiento si todo en el mundo está en
constante movimiento? ¿Cuáles eran nuestras posibilidades de conocer y de
reconocer el todo de la realidad? Incluso el mismo Hegel en la descripción
284
del “saber absoluto” mantiene estas preguntas que se figuraban ya en el
pensamiento de Aristóteles, y que hacen ya pensar a Hegel que, en efecto,
las determinaciones de lo real son nuestros constructos abstractos y que
además permiten el acceso del entendimiento de lo real, aunque la realidad
se encuentre en este constante fluir. De ahí que, para Hegel, la realidad deba
ser entendida no como un conjunto de singulares únicos e irrepetibles, ni
tampoco como un entramado de cosas interrelacionadas pero estables,
sino como un completo “juego de fuerzas” o, como lo llamará más tarde,
“entendimiento” (Díaz, 2009: 17).
1.3. El acontecimiento del ser
Nos hemos detenido a citar, al menos en términos generales, el “entendimiento” tal y como lo concibe Hegel por las posibles implicaciones que
tendría para la conformación del sentido (incluso en el sentido del Seyn)
con respecto a que la realidad se muestre como puro movimiento, en lugar
de estancia,4 es decir, pensar el devenir contra el “ser”, esto porque para
Heidegger fue una de las tareas que se inició en el pensamiento nietzscheano, pero que no cumplió a cabalidad con la superación creadora del
fin de la metafísica, dado que para él el mismo Nietzsche se encontraba en
la “lógica” que determina la entidad. Empero, Heidegger busca separarse
de la certeza sensible y de la objetividad –esto es, del saber absoluto– para
hablar de la comparecencia del Seyn, con el otro comienzo del pensar se
busca pensar por primera vez al Seyn, desde su extrañeza y, agregaríamos
nosotros, su evanescencia; por lo que imprime en los Beiträge esta crítica
como la seña a esta posibilidad. “El acontecimiento es el centro que se busca
4. “Porque una realidad que se muestra como puro movimiento, en la cual nada es constante
ni estable, sino radicalmente pasajero, no puede por sí misma llegar a tener sentido, ya que
su precariedad ontológica se reduce a un mero presente inasible. Sentido, solo podrá llegar
a tenerlo para un sujeto que, al tener conciencia de su permanencia a través del tiempo, es
capaz de hacer que surja un sentido en esa realidad radicalmente pasajera” (Díaz, 2009: 18).
285
y media a sí mismo, en el que todo esenciarse de la verdad del ser [Seyn]
tiene previamente que ser repensado. Este previo repensar hacia allí es el
Er-denken del Seyn” (Heidegger, 2011: 75).
De acuerdo con lo anterior, estamos conminados epocalmente al Erdenken, y nuestra configuración histórica de pensamiento nos impide
muchas veces el acercamiento a dicho acontecimiento (no olvidando que,
según la crítica de Heidegger, estamos concentrados en la tekné), por lo
que el esfuerzo del pensamiento se da en concentrar al Seyn desde lo que
él mismo manifiesta:
donde todo ente se hunde. Por ahora también conviene considerar que
este fundamento es falta de fundamento; esto es, el Seyn en el Er-denken
no parece aportar una figura fija desde la cual el pensar pudiera pivotarse,
sino que el tiempo en el Seyn, esa instantaneidad, es el salto atrás en el que
puede darse la verdad del Seyn, pero siempre in fieri. Y agrega una nota
más: no es que el Seyn deba pensarse más temporalmente y más existencialmente en este otro comienzo, sino que lo que ahora se torna pregunta
es la verdad del Seyn.
Pero esto es lo que el otro comienzo quiere producir y tiene
El ser [Seyn] no mienta solo la realidad de lo real, tampoco
que producir: el salto a la verdad del ser [Seyn], de modo que este
solo la posibilidad de lo posible, de ningún modo solo el ser
mismo funde al ser humano, y ni siquiera inmediatamente sino el
desde el respectivo ente, sino el ser [Seyn] a partir de su origi-
ser humano recién como una consecuencia de la (y como) depen-
nario esenciarse en el pleno quiebre, el esenciarse no limitado a
dencia del ser-ahí […] Pero ahora es necesaria la gran inversión,
la “presencia”. (Heidegger, 2011: 75)
que está más allá de toda “transvaloración de todos los valores”,
esa inversión en la que no es el ente fundado a partir del hombre
Pero este esenciarse del Seyn, tal y como lo expresa Heidegger en este
texto, se abre solo en la instantaneidad: del salto-previo, del ser-ahí, al
acontecimiento.
En esta descripción el ser-ahí pierde el carácter de fundamento y derivará su esenciarse de la verdad del acontecimiento. De acuerdo con esta
descripción, el tiempo, originariamente descripto en Ser y tiempo, tenía la
característica de ser indicación de la posibilidad del esenciarse del Seyn,
en la singularidad de lo que se traduce como evento-apropiador. Pero si
Heidegger insiste en que el acontecimiento es un instante, un momento o
intervalo cuando se da la apertura a su esenciarse, deberíamos preguntarnos
ya si esa instantaneidad también recusa la fijación secuencial del conteo del
tiempo vulgar, por lo que incluso se podría pensar en un tercer momento:
el tránsito del tiempo vulgar a la temporalidad, como se describió en Ser
y tiempo; y que en el caso de los Beiträge da lugar a otro tránsito, el de la
temporalidad al de la evanescencia del acontecimiento. En este Er-denken,
el Seyn se vuelve el fundamento del ente, pero es un fundamento (abismo)
286
sino el ser humano desde el ser [Seyn]. (Heidegger, 2011: 156)
De esta cita quiero detener la atención en lo que Heidegger llama la gran
inversión y la llama aludiendo en estas páginas al propio Platón cuando
nos recuerda que esta inversión consiste en que la referencia al ser (Seyn)
ya no puede quedar en una repetición correspondiente al ente o solo en
términos platónicos (dianoein-noein-categorein).5 Por ello podemos señalar
que, a estas alturas de la exposición del otro comienzo, Heidegger piensa
en la inversión de aquella determinación primera que dependía del ente
para poder arribar al ser, mientras que en otro comienzo del pensar, para
figurar el ser del acontecimiento, indica que no tendríamos que pensar
5. Heidegger está aludiendo a una correlación de los tipos de conocimiento en Platón y cómo
el conocimiento respecto de la cantidad y la cualidad (aunque no es propiamente platónica
sino aristotélica) puede responder diferentes tipos de preguntas. Respecto del surgimiento
de categorías en el desarrollo aristotélico, no podríamos abarcarlo ahora, pero remitimos
al excelente artículo de Santa Cruz (2012: 5-30).
287
más temporalmente, ni más existencialmente, sino radicalizar la labor de
la filosofía que se marcó desde Ser y tiempo, como evento, como proceso,
como acontecimiento.
diferencia entre esto y esto otro, como si con el término “diferencia”
estuviéramos refiriendo a una relación de índole comparativa.
Cuando hablamos de diferencia entre ser y ente, como no se trata
de dos ámbitos distintos, a lo que se está haciendo referencia es
Este título está puesto desde un claro saber en torno de la tarea:
justamente a la diferencia misma.
ya no ente y entidad sino ser; ya no “pensar” sino “tiempo”; ya no
primero pensamiento sino el ser [Seyn]. “Tiempo” como nombramiento de la “verdad” del ser y todo ello como tarea, como “en
camino”; no como “teoría” y dogmática. (Heidegger, 2011: 155)
De esta ruptura con la representación, Heidegger insiste en que el Ereignis
excede los márgenes de la lógica apofántica, su expresión no entra en una
lógica verificativa.
Deleuze, por su parte, rastreando algunos textos de Heidegger que
referiremos enseguida, encontró que la propuesta de fondo al pensar en la
diferencia opera como descentramiento del pensar como pensar representativo. El primer texto citado es Vom Wesen des Grundes (1949):
Las tesis de Heidegger nos parecen poder ser resumidas de la
siguiente manera: 1) El NO (NE-PAS) no expresa lo negativo sino
la diferencia entre el ser y el ente. Cf. el Prefacio de Vom Wesen
des Grundes, 3ª ed., 1949: “La diferencia ontológica es el no (nepas) entre el ente y el ser”, y posfacio de Was ist Metaphysic? 194,
2. Pensar la diferencia
“Lo que no es nunca ni en ninguna parte un ente, ¿no se devela
Para el Deleuze de la década de 1950, época en la que se dedica a estudiar el pensamiento heideggeriano, el pensar la diferencia tuvo una radical
propuesta desde la labor de la “diferencia ontológica”, que enmarca no solo
la discrepancia entre el ente y el ser, sino que implicaba ya el primer punto
de la interrogación desde la cual se proponía columbrar la verdadera lisa
de la diferencia, tal como lo va explicando Pilar Gilardi (2016) respecto
de Heidegger:
Resulta imprescindible comprender que al afirmar que ser y
acaso como el se-diferenciante de todo ente? (Deleuze, 2009: 113)
El se, como impersonal, debemos decirlo ya, será una de las operaciones
que marcará para Deleuze la posibilidad de combatir la generalidad, que
se mantiene en el tenor de las explicaciones filosóficas como una de las
características de la “imagen del pensamiento” a la que hemos aludido. En
contraste, pensar en la singularidad –en la singularidad del acontecimiento– señala una no relación, sino, como lo indica René Schérer, el se es el
vehículo portador de lo impersonal. Schérer (1998: 84) lo interpreta así:
ente no son lo mismo, y con ello afirmar la diferencia ontológica,
no debe sugerirnos que, por un lado, estaría el ser (que, a su vez,
La cuarta persona […] viene a colmar el vacío, la ausencia, el
es comprendido como algo) y, por el otro, los entes (que también
giro puramente negativo del análisis de Blanchot, las resonancias
son algo). Ser es ser del ente, por lo tanto la diferencia no refiere
de la potencia de lo negativo hegeliano o heideggeriano. Lo im-
a la, por así decirlo, distinción o separación entre un ámbito y
personal escapa a la dialéctica de la negatividad. Elude la lógica
otro: no se trata de reinos o lugares distintos. No se alude a la
de lo contradictorio, como la lógica de la unión de los contra-
288
289
rios, para adoptar aquella de la paradoja, o de la admisión de lo
“imposible”, motor del sentido, que es la cuarta persona. Salto de
una partícula fuera de su órbita que desencadena el mecanismo
de la creación.6
No sobra señalar sobre esta cita de Schérer el carácter creativo que, en
contraste con el representativo, adquirirá en manos de Deleuze la concentración en la diferencia. Diferencia que, aunque guarda las resonancias de lo
negativo, al ser ese “no ente” pero también y por ahora “un no-ser”, guarda
la función de presentarse como una fuga a las determinaciones y como
una no correlación. Dicha fuga Deleuze la entenderá como aquello que le
pasa al pensamiento cuando se libera de la determinación; “la imagen del
pensamiento” estaba construida por determinaciones/delimitaciones de
aquello que se quería señalar y se hacía mostrar con el concepto desde una
lógica apofántica, pero también desde la generalidad. Lo general abarca,
supera lo particular y lo singular, pero este se impersonal no se retiene en
esta generalidad, es dicha fuga y puesta en juego de la dínamis creativa.
También conviene reiterar sobre la figura de la paradoja que, en textos
como Lógica del sentido, tendría el rol de ser un no-ser, en este caso es un
modo de ser o el extraser del sentido o acontecimiento. Al estar-se siempre
realizando, este acontecimiento es una de las ideas centrales de la deposición ontológica abogada por Deleuze desde un primer tramo explicativo.
Enmarcadas bajo la interpretación del extraser, rastreada desde la filosofía
estoica, cuya intención era concebir un acontecimiento que sin fondo permanece en plena libertad para deslizarse hacia uno o varios sentidos. Esto
deviene en una contracorriente de la fundamentación y la sistematización
del pensar contemporáneo que desahucia a la esencialidad y subvierte el
estatismo conceptual para la comprensión del mundo, desde una postura
que amplifica el señalamiento de la ruina de la cognoscibilidad representativa y que prefiere quedarse en el tramo del puro acontecer.
Aunque se abordará enseguida el asunto de la paradoja en Deleuze,
conviene recuperar que, al hilo de la exposición de Diferencia y repetición,
esta figura está implicada en una excedencia terminológica, desde la que se
ha querido señalar la potencia que posee como parte del no de la diferencia.
Retomamos, por último, el tercer y el cuarto remarques de ese entre, del
intersticio recuperado por Deleuze sobre el cual acuña dicha figura creativa:
3) La diferencia ontológica se corresponde con la pregunta. Es
el ser de la pregunta, que se desarrolla en problemas, jalonando
campos determinados en relación al ente.
4) Así comprendida, la diferencia no es objeto de representación. La representación, como elemento de la metafísica, subordina la diferencia a la identidad, aunque más no sea refiriéndola
al tertium como centro de una comparación entre dos términos
que se consideran diferentes (el ser y el ente). Heidegger reconoce
que ese punto de vista de la representación está todavía presente
en Vom Wesen (cf. trad. francesa, p. 59, donde el tercero se encuentra en “la trascendencia del estar-ahí”). (Deleuze, 2009: 113)
6. “La quatrième personne […] vient combler le vide, l’absence, le tour purement négatif de
l’analyse de Blanchot, les résonances de la puissance du négatif hégélien ou heideggerien.
L’impersonnel échappe à la dialectique de la négativité. Il élude la logique du contradictoire,
comme la logique de l’union des contraires, pour adopter celle du paradoxe, ou de l’admission
de cet ‘impossible’, moteur du sens, qu’est la quatrième personne, Saut d’une particule hors
de son orbite qui déclenche le mécanisme de la création” (Schérer, 1998: 84).
Las referencias que hace Deleuze, incluidas en la larga cita del texto
Diferencia y repetición, aluden a una imposibilidad, ya vislumbrada en
Heidegger, sobre que el lenguaje tradicional de la lógica apofántica se ha
mostrado incapaz de pensar la diferencia desde sí. La diferencia –recordemos– es uno de los grandes principios del conocimiento, al igual que el
principio de identidad, referidos por Aristóteles; este último se concentra
en la identidad positiva y la diferencia como lo negativo de lo positivo, en
el fondo referido a la positividad de la identidad. Respecto de lo Mismo
(Même), Deleuze recupera la cuádruple raíz en el pensamiento representativo.
290
291
Esto quiere decir que la diferencia está reducida a la identidad o a la
lógica de lo Mismo en el mundo de la representación. La identidad del
concepto es una de las estrategias del mundo de la representación, el concepto identifica la expresión con lo que es, con la lógica del es. Esta lógica
que tradicionalmente conocemos y entendemos como aquella que recogía
el pensar filosófico bajo la legaliformidad que se “conforma” gracias al ente
y a la estructura que hemos reconocido de la entidad.
La última referencia que hará Deleuze sobre el tratamiento de la diferencia en Heidegger es al modo en que aparece en Identidad y diferencia:
La diferencia no se deja subordinar a lo Idéntico o a lo Igual,
sino que debe ser pensada en lo Mismo como lo Mismo. […] “Lo
mismo y lo igual no se recubren, como tampoco lo mismo y la
uniformidad vacía de lo puro idéntico […] Lo mismo aleja toda
diligencia por resolver las diferencias en lo igual: igualar siempre
y nada más. Lo mismo reúne lo diferente en una unión original.
Lo igual, por el contrario, dispersa en la unidad inexpresiva de
lo uno simplemente uniforme. (Deleuze, 2009: 114)
Este Mismo (Même) (con mayúscula) es una de las figuras de combate
desde la cual pensadores como Emmanuel Levinas, Michel Foucault y el
mismo Gilles Deleuze han leído la filosofía tradicional, como aquella que
abarca la totalidad a partir del concepto, pero que oblitera la diferencia, la
otredad, la excentricidad.
Empero, después de que Deleuze retomara y reconociera las diversas
formas en que Heidegger quiso pensar la diferencia, comienza a cuestionarse
si cabía aún un malentendido en el filosofar de Heidegger, al haber tachado
al ser en lugar de poner entre paréntesis el (no) de no-ser. “Además, ¿es
suficiente oponer lo Mismo7 a lo Idéntico para pensar la diferencia original
y arrancarla a las mediaciones?” (Deleuze, 2009: 114).
Para Deleuze, hay dos razones para dudar de la separación definitiva de
una ontología como la heideggeriana del tramo representativo y de querer
vislumbrar la diferencia; una de esas razones tiene que ver con la tachadura
del ser, que para Deleuze tendría otros modos de repensarse, sobre todo en
lo que desarrollará en Lógica del sentido, reconociendo que entre el ser y el
ente hay un extraser, que será retenido en la figura de la paradoja.
3. La paradoja
Si bien para Deleuze han quedado sobradamente repensadas las empresas en la filosofía actual respecto de la ruptura con la lógica cognoscitiva,
cuya acepción de verdad está ya en desuso, así como la convicción de que
la huella respecto de dicha disconformidad había quedado fijada para el
pensamiento en su tiempo, paralelamente se iba constituyendo una senda
no explicitada en el proyecto heideggeriano, que parecía obturar el camino
del ente al ser y concentrarse, más bien, en la existencia como acontecimiento, existencia que al experienciar el mundo filosofaba y se realizaba
como cada una de sus posibilidades. Desde ello, Deleuze intentaría “invertir el heideggerianismo”, esto es, la deposición de la consideración del
acontecimiento del ser a la del ser como acontecimiento. Consciente de que
inserta en la ontología de cuño heideggeriano aún pervive la primicia de
la experiencia, experiencia radical, pero ante todo llevada posteriormente
al nombrar, Deleuze (2011: 48) señala que una vez que hemos atisbado los
límites de dicha experiencia lo que se invoca es una especie de aparición/
fantasma en el límite de esa experiencia desplegada.
7. En efecto, debe observarse que Heidegger emplea aquí el término das Selbe (lo mismo) y
no das Gleiche (lo idéntico, lo equivalente o lo comparable). Es particularmente importante
señalar esta oposición entre ambos, ya que la “mismidad” no comporta ninguna identidad de
los términos o procesos explicitados, sino su articulación en el seno de la esencia o del sentido
del ser. La “mismidad” es, pues, la marca de la diferencia del ser y el ente: la duplicación o
el pliegue (Zwiefalt) del ser y el ente. La diferencia ontológica, experiencia fundamental de
los griegos (incluso si no la explicitaron), funda el “pliegue” de los términos griegos. Ya un
pasaje de Introducción a la metafísica, de 1935, nos informa sobre este punto: “Si una cosa
es la misma (dasselbe) que otra, consideramos que las dos hacen una y la misma cosa (ein
und dasselbe)” (Escoubas, 2009: 403).
292
293
De tal modo que ese vértice instigó a Deleuze para proponer, enseguida
de las crisis de la lógica apofántica y del principio de identidad, lo que yo
llamaría la paradoja del principio.
No hay que olvidar que el trabajo que realiza en Lógica del sentido se
refiere al acontecimiento como una entidad inexistente, cuyas implicaciones
tienen relación estrecha con el sinsentido. De aquí nuestra primera concentración. Con la acepción para-doxa, Deleuze quiere situarse en lo que
el prefijo παρα señala: lo que corre paralelo a la doxa como último residuo
de la racionalización; el desdoblamiento y la captación en perspectiva de
lo que se encuentra impasible ante cada ostensibilidad como estado de
cosas. El acontecimiento será considerado como indiferente al estado de
cosas o a la verdad o la falsedad de las proposiciones; en suma, “indiferente
a todos los opuestos. Porque todos estos opuestos son solamente modos
de la proposición considerada en sus relaciones de designación y significación, y no caracteres del sentido que ella expresa” (Deleuze, 2011: 63).
Así, lo que señala Lógica del sentido es que hay otro modo que ser en el que
podremos considerar al acontecimiento como inafectado, neutro, sobre un
estado de cosas o sobre la designación de las proposiciones. Respecto del
sentido, Deleuze comienza a analogarlo con el acontecimiento, en primer
lugar, fuera del logos tradicional; el sentido se entiende no solamente
como designación y ostensibilidad, ni solamente desde la designación
de las proposiciones. El sentido en forma de paradoja es un modo de ser,
sin verticalidad verificativa, por lo que su dirección no es solo la vertical,
sino que puede dirigirse a cualquier dirección. Es un extraser, un ser sin
territorio, el no lugar, la no categorización, la superficie de las cosas, no
su fundamento.
Como último núcleo de esta pesquisa, tendremos que precisar que
Deleuze también participó del concierto de trasfondo de su panorama
filosófico, panorama que había explicitado la falta de fundamento no
como una tara, sino como un punto a la eventualidad. Esto ya se lo
debíamos también a Heidegger, quien puso la atención en la no necesidad de la fundamentación, sitio preponderante para la ocultación del
fondo-abismo donde el pensamiento había arribado en su época. La
filosofía ya no fundamenta porque el fundamento es no necesario, topa
con su fondo-abismo (Abgrund). Este estado de descomposición no llevó
a Deleuze a proponer otro ordenamiento, sino a situar al acontecimiento
como lo que engulle el fundamento, refractario a su indexación definitiva
en el discurso filosófico.
Con “desfondamiento” (effondement), Deleuze intenta, quizá, darle
forma conceptual a aquello que ni es ausencia pura de fundamento (con
sus figuras de abismo, el no-ser, el vacío, la nada, etc.), ni tampoco una
lectura del fundamento desde una contemporaneidad refundadora, valga
la expresión redundante (pensamos en figuras del fundamento como la
narratividad o la interpretación) (Martínez, 2007: 312).
De esta guisa, en Deleuze el acontecimiento se presenta como la contrapartida de la fundamentación, en alusión expresa a la pausa del discurso,
al espaciamiento necesario como para que una filosofía se torne verdaderamente crítica.
No es posible agotar sendas perspectivas/variaciones sobre el acontecimiento en un trabajo como este; solamente queda pautado que habrá que
ponderar si es posible la reducción/reconducción de la verdad del Seyn
en una perspectiva como la de Deleuze, en una de las figuras como la del
acontecimiento, pero este sentido pone en mención y en juego la evanescencia del evento, concurrente con lo real, como ese juego de fuerzas que ya
veía el mismo Hegel en su saber absoluto y que nos hace preguntar si para
la interpretación heideggeriana podría aportar algo de luz respecto de ese
acontecer del ser. No hay que olvidar que una de las pautas dibujadas en los
Beiträge apunta finalmente a que arribe en nuestra época la pregunta por
la verdad del Seyn, que permanece oculta y que hace que Heidegger (2011:
165) remarque su instantaneidad de la siguiente manera:
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295
3.1. El desfondamiento
¿No significa a la vez esta ocultación del fundamento de la
verdad del ser, que la historia del ser-ahí griego, determinado a
por siglos en el discurso filosófico, sino para que esta ontología subvierta
y reconvierta nuestro modo de filosofar.
través de esta verdad, haya sido puesta en la más breve vía y el
presente cumplido en un gran y único instante del crear?
Referencias
Sabemos que esta pregunta se refiere a la regalía del Seyn en la historia,
que no es más que rehúso, demora y pregunta radical, cuya instantaneidad
nos aboca más a su evanescencia, sin usar la figura deleuzeana de fantasma, pero se vislumbra su toque. En Deleuze el acontecimiento enuncia la
instantaneidad, del estado de cosas in fieri y su posibilidad de enunciación.
Enunciación que se concentra en el tránsito, la clásica diferencia del estoicismo entre el cortar y el ser cortado. Heidegger insiste en que ese rehúso
histórico del ser es el tránsito, un instante frente a la permanencia de la ousía
y del concepto mismo, y en el tránsito se señala el infinitivo del transitar
como ejercicio “metafísico” que nos apela y nos reenvía.
De ambas posturas respecto del acontecimiento, podemos vislumbrar
una huella frente a la figura del ser. Este ser deviene acontecimiento en
momentos precisos de la factura intelectual heideggeriano-deleuzeana,
conviniendo en que el acontecimiento confronta al discurso ortodoxo,
tradicionalista. El acontecimiento es un movimiento no histórico, es un
devenir no histórico (Deleuze y Guattari, 1993: 96), porque significaría, de
nuevo, cristalizarlo para las significaciones temporales. De igual manera,
de ambas posturas podríamos columbrar una ontología “acontecimental”,
tal y como la describe Véronique Bergen, como esta ontología que es la
misma vida del pensamiento, el retorno del ser al pensar, no porque se
piense en una identidad entre ser y pensar8 de tipo parmenídeo, mantenida
Bergen, V. (2001), L’ontologie de Gilles Deleuze, París, L’Harmattan.
Deleuze, G. (2009), Diferencia y repetición, Buenos Aires, Amorrortu.
– (2011), Lógica del sentido, Barcelona, Paidós.
– y F. Guattari (1993), ¿Qué es la filosofía?, Barcelona, Anagrama.
Díaz, J.A. (2009), “Lo absoluto del saber absoluto”, Eidos, 11: 10-34.
Escoubas, É. (2009), “Mythos, logos, epos son la palabra”, Areté. Revista de
Filosofía, xxi (2): 401-409.
Gilardi, P. (2016), “La pregunta por el sentido del ser”. Disponible en http://reflexionesmarginales.com/3.0/21-la-pregunta-por-el-sentido-del-ser/#_ftn5.
Heidegger, M. (1990), Identidad y diferencia (trad. H. Cortés y A. Leyte),
Barcelona, Anthropos.
– (1999), Introducción a la metafísica (trad. E. Estiú), Barcelona, Gedisa.
– (2001a), Sein und Zeit, Tubinga, Max Niemeyer.
– (2001b), Platon: Le Sophiste (trad. J.-F.Courtine, P. David, D. Pradelle, P.
Quesne), París, Gallimard.
– (2009), Principios metafísicos de la lógica (trad. J.J. García Norro), Barcelona,
Síntesis.
– (2011), Aportes a la filosofía, acerca del evento (trad. D. Picotti), Buenos
Aires, Biblos.
Martínez Quintanar, M.Á. (2007), “La filosofía de Gilles Deleuze: del
empirismo trascendental al constructivismo pragmático”, tesis doctoral,
Universidad de Santiago de Compostela.
8. “La imagen de pensamiento, la más pobre, la más exigua en su desvitalización (circunscripta como imagen dogmática, ortodoxa, moral del pensamiento, como representación
regida por los ocho postulados en Diferencia y repetición, como doxa, logicismo, prospectos
de lo vivido y trascendencia en ¿Qué es la filosofía?, como pensamiento presocrático de las
profundidades y platonismo en las alturas en Lógica del sentido, como árbol, raíz, calco
centrado y jerárquico en Mil Mesetas), no puede más que perder el brillo del acontecimiento
en razón de 1) su sosegado sometimiento sobre el estado de cosas; 2) su afiliación a una
conciencia constituyente o 3) su deglución en el curso de la historia” (Bergen, 2001: 29).
296
297
Santa Cruz, M.I. (2012), “Sobre la categoría de relativos en Platón y Aristóteles”, Revista Latinoamericana de Filosofía, xxxviii (1): 5-30.
Schérer, R. (1998), Regards sur Deleuze, París, Kimé.
Repensar la pasividad: la lectura de Ser y tiempo del joven
Levinas
Ricardo Gibu Shimabukuro
El propósito de este trabajo es doble: presentar la lectura de Ser y tiempo
llevada a cabo por Emmanuel Levinas en sus obras tempranas, más precisamente, en dos artículos dedicados a la obra del filósofo de Messkirch:
“Martin Heidegger y la ontología”, de 1932 y “La ontología en lo temporal”,
de 1940; en segundo lugar, analizar el peso que esta lectura tiene con relación a la propuesta filosófica levinasiana en torno a la pasividad del sujeto,
especialmente en Sobre la evasión (1935), y De la existencia al existente
(1947). Si el artículo de 1932 tiene como objetivo presentar las principales
tesis de la obra de Heidegger, en un tono de admiración y de gran afinidad
filosófica, el de 1940, compartiendo esa misma intención, da cuenta en la
parte conclusiva de un posicionamiento crítico que, a pesar de no abundar
en detalles, muestra con nitidez la distancia que en ese momento existe
entre ambos. La comprensión de dicho distanciamiento nos permitirá
descubrir la relevancia de la dimensión pasiva del sujeto y el rol que juega
en la propuesta filosófica levinasiana en sus inicios.
1. Levinas y Heidegger: 1927-1932
El primer contacto de Levinas con la obra heideggeriana se realiza en
la universidad de Estrasburgo gracias a su maestro Jean Hering, filósofo
alsaciano, discípulo de Edmund Husserl en Gotinga, el cual lo introduce a
la lectura de Ser y tiempo poco después de su publicación en 1927. En una
298
299
entrevista que Levinas concedió a Marie-Anne Lescourret, autora de la biografía más importante del filósofo francés publicada hasta ahora, recordaba
que leyendo esa obra tomaba conciencia de la distancia que se abría entre
Husserl y Heidegger, y que tras comentar esta impresión con Hering este
le respondía: Heidegger “va más lejos que Husserl” (Lescourret, 2005: 74).
Gracias a la mediación de Hering, Levinas fue aceptado por Husserl para el
año académico 1928-1929 en la Universidad de Friburgo donde confirma
lo dicho por su maestro de Estrasburgo. De ahí las conocidas palabras de
Levinas a François Poirié (1987: 60): “tuve la impresión de que fui a ver
a Husserl y encontré a Heidegger”. La tesis doctoral de Levinas sobre la
teoría de la intuición en Husserl de 1930 testimonia el profundo influjo
del filósofo de Messkirch obrado en su lectura de la fenomenología. Dice
Levinas (1984: 13): “En relación a nuestro objetivo, no nos inquietamos en
tomar en cuenta los problemas propuestos por los discípulos de nuestro
autor, en particular por Martin Heidegger, cuya influencia se reconocerá
constantemente en este libro […] Nos parece que el problema que plantea
aquí la fenomenología trascendental se orienta hacia un problema ontológico, en el sentido muy especial que Heidegger atribuye a este término”.
Queda claro, a partir del texto citado, que para nuestro autor la obra de
Heidegger permite comprender mejor la fenomenología de Husserl, tener
“una aprehensión más exacta” de ella. Ello se da de manera clara con relación al problema de la temporalidad. Aunque reconoce Levinas (1984:
66) la importancia de esta cuestión en las preocupaciones fundamentales
de la fenomenología husserliana, considera que, al valorar el rol de la filosofía en un mismo plano que el de las demás ciencias, Husserl concibe la
temporalidad independientemente de la situación histórica del hombre. En
tal sentido, la obra de Heidegger constituye un correctivo de esta posición
intelectualista, orientando la filosofía a su sede originaria. Por otro lado,
el filósofo de Messkirch, a los ojos de Levinas, se muestra como el verdadero continuador de la fenomenología. La crítica al carácter teorético del
método husserliano nos descubre el mundo no como un ámbito de objetos
percibidos, sino “como un centro de acción, como un campo de actividad
o cuidado [sollicitude], para hablar en términos de Martin Heidegger”
(Levinas, 1984: 174). Finalmente, desde la perspectiva de nuestro autor, la
fenomenología trascendental se orienta a la pregunta por el ser. En efecto,
solo Heidegger ha sabido interpretar el problema de la constitución como
un problema ontológico, distinguiendo su tarea esencial: “traer a la luz el
sentido de la existencia”. Este sentido que se abre a través de las distintas
regiones de objetos no se agota en la estructura que accede a estos objetos,
sino “apunta al significado de la existencia misma del ser”.
En un artículo de 1931 titulado “Friburgo, Husserl y la fenomenología”,
Levinas sigue mostrándose en total sintonía con la obra heideggeriana,
definiendo el método fenomenológico en una línea más cercana a la del
autor de Ser y tiempo que a la de Husserl: “el significado filosófico y último del fenómeno es alcanzado cuando es restituido a la vida consciente,
a lo individual e indivisible de nuestra existencia concreta […] el mundo
mismo –el mundo objetivo– no responde al modelo de un objeto teórico,
sino se constituye por medio de estructuras mucho más ricas que solo estos
sentimientos intencionales son capaces de aprehender” (Levinas, 1994: 85).
Con Heidegger la fenomenología, desde esta singular lectura de Levinas,
ofrece una vía inédita para responder a la pregunta central de la filosofía,
que no es otra que aquella por el ser: “Heidegger ha podido mostrar, de una
manera magistral, cómo el análisis de la «existencia humana efectiva», nos
conduce a la dimensión filosófica por excelencia que entreveía Aristóteles
cuando formulaba el problema del «ser en tanto ser»” (82). La decisión
de Levinas de escribir un trabajo sobre la filosofía de Heidegger, tras la
publicación de su tesis doctoral en 1930, responde todavía al deseo de
nuestro autor de posicionarse filosóficamente desde el marco ofrecido por
el autor de Ser y tiempo, el cual veía con buenos ojos dicha iniciativa. En
la carta del 1 de agosto de 1930 que Heidegger escribe al editor de su obra,
Vittorio Klostermann, se puede leer: “El señor doctor E. Levinas, alumno
de Husserl y mío, quien se doctoró recientemente en Estrasburgo, quiere
[…] escribir un amplio artículo sobre mis trabajos. Tengo buenas razones
para suponer que el artículo resultará bueno y por ello quisiera apoyar
300
301
2. Ese ensayo aparecerá posteriormente en el libro En découvrant l’existence avec Husserl et
Heidegger publicado en 1947 (París, Vrin).
2) Si la distinción en Ser y tiempo entre das Seiende y das Sein des Seienden
todavía puede ser rastreada en la historia de la filosofía, su novedad
reside en la posibilidad de comprender el significado del ser del ente:
“la comprensión del ser es la característica y el hecho fundamental de la
existencia humana […] Pero el hecho de la comprensión no quiere decir
que esta sea explícita ni auténtica” (Levinas, 1932: 403) Por ello se abre
la tarea hermenéutica, que constituye el drama de la existencia humana
de pasar de la comprensión implícita y no auténtica a la comprensión
explícita y auténtica. Dado que el hombre es el que comprende el ser,
este se sitúa en el centro de la pregunta ontológica. Es claro para Levinas
que la Fundamentalontologie pasa por determinar las condiciones en
las que se plantea la pregunta por el ser; de este modo, “el estudio del
hombre [es] el que nos va a descubrir el horizonte al interior del cual
se pone el problema del ser, puesto que es aquí que se realiza [se fait]
la comprensión del ser” (404).
3) La comprensión en la que se decide el modo de ser propio del hombre
no puede definirse como un acto entre otros. Si Husserl consideraba la
intencionalidad la estructura esencial de la conciencia, para Heidegger
la esencia misma del hombre será la comprensión del ser. “Lo que el
hombre es, constituye al mismo tiempo su modo de ser, su modo de ser
allí, de «temporalizarse»” (Levinas, 1932: 405). Dado que las determinaciones esenciales del hombre coinciden con sus modos de existir, el
hombre no es un Daseiendes (ente), sino un Dasein (“l’être ici-bas”, lo
traduce Levinas). La forma verbal del término Dasein remite al hecho
de que “cada elemento de la esencia del hombre es un modo de existir,
de encontrarse allí” (405); el existir del hombre queda determinado en
su relación originaria con esta existencia (comprensión del ser) que
no es otra cosa que el tiempo mismo.
4) El ser que se revela a través de la existencia del Dasein se revela en la
estructura del ser-en-el-mundo. El mundo no es el lugar al interior del
cual se presentan los entes intramundanos, sino la condición, arraigada
en el Dasein, de la aparición de las cosas. El carácter ontológico del
302
303
vivamente la petición del señor Levinas de que le sean enviados por parte
de la editorial el libro sobre Kant y la lección inaugural como ejemplares
para reseña” (citado por Xolocotzi, 2014: 114).1 El artículo al que se refiere
Heidegger aparece publicado en el número de mayo-junio de 1932 de la
Revue Philosophique con el título “Martin Heidegger y la ontología”.2 Así
como sucedió con la tesis doctoral de 1930 en relación con Husserl, ese
trabajo fue el primero en presentar sistemáticamente la obra del filósofo
de Messkirch en ámbito francófono. Consideremos brevemente algunos
aspectos que Levinas destaca en este ensayo.
1) El valor de la filosofía de Heidegger reside en haber planteado una
nueva forma de comprender la noción de ser y su relación con el tiempo
(Levinas, 1932: 401). El tiempo no se entiende como “un carácter de la
esencia de lo real, o como algo o como una propiedad. Es la expresión
del hecho de ser [fait d’être] o, más precisamente, el hecho de ser mismo. Es de alguna manera la dimensión en la que la existencia misma
se produce [se fait]. Existir es temporalizarse” (398). Es precisamente
en este sentido que la filosofía de Heidegger, a los ojos de Levinas, no
puede considerarse una antropología filosófica, tal como la primera
recepción de Ser y tiempo tendía a presentarla, por el contrario, ella
permite remitirnos a la cuestión filosófica más importante, expresada
por Aristóteles como el problema del ser en tanto ser (Levinas, 1932:
401; 1994: 92, véase la nota): “aprehender el tiempo en su especificidad significa ceñirse a la significación misma del ser […] La teoría
del tiempo es por tanto ontología en el sentido fuerte del término”
(Levinas, 1932: 398).
1. Señala Ángel Xolocotzi allí mismo: “Los textos a los que Heidegger hace referencia son
Kant y el problema de la metafísica y su lección inaugural «¿Qué es la metafísica?», leída en
Friburgo el 20 de julio de 1929, ambos textos fueron publicados ese mismo año”.
mundo permite redefinir la intencionalidad a partir de una novedosa
relación del Dasein con el ente intramundano, más allá de cualquier
forma de representación teórica. “Las cosas en medio de las cuales vive
el Dasein son, ante todo, objetos de cuidado, de preocupación [sollicitude], de uso [maniement]. Son objetos que sirven para algo: hachas
para cortar la madera, martillos para martillar el acero” (Levinas, 1932:
410).
5) Levinas da cuenta en su exposición de los distintos elementos implicados en el análisis del mundo llevado a cabo en Ser y tiempo. Con
nitidez, señala que el entramado de remisiones que constituye la unidad
del mundo tiene su condición de posibilidad en la estructura formal
“en vista de” cuyo término es el mismo Dasein, más precisamente, en
el “en vista de sí mismo”. Dice Levinas (1932: 428): “La relación con
el objeto exterior, bajo su forma inicial de útil [maniement], se hace
posible gracias a esta relación consigo mismo [rapport à soi même], a
este «en vista de» inicial de la preocupación [sollicitude]”.
6) El Dasein se comprende en una cierta disposición afectiva (Befindlichkeit) ligada al hecho de estar clavado (rivé) a posibilidades que se le
imponen irreversiblemente. “Este hecho de ser arrojado [ce fait d’être
jeté] en medio de sus posibilidades y de ser abandonado allí Heidegger
lo indica con el término Geworfenheit [déreliction]” (Levinas, 1932:
417). El ser-arrojado constituye el hecho originario respecto del cual
todo hecho empírico es derivado. Por ello, la existencia humana se
define como effectivité (Faktizität), y la comprensión de esta, como
una “hermenéutica de la Faktizität” (417).
7) El estado de yecto y de abandonado del Dasein, en cuanto comprensión
de posibilidades, lo proyecta más allá de sí mismo, no hacia posibilidades
que apuntan a una realización preconcebida, sino a la posibilidad en su
posibilidad misma. La disposición afectiva de la angustia permite salvar
al Dasein de la dispersión en las cosas y le revela su posibilidad de existir
como ser-en-el-mundo. “Ella comprende de una manera excepcional
la posibilidad de existir auténtico” (Levinas, 1932: 428). Ser-arrojado
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[déreliction, Geworfenheit], proyecto [project-esquisse, Entwurf] y caída
[chute, Verfallen] constituyen las tres modalidades originarias de la
comprensión que hallan su unidad a través de la angustia. Haciendo
desaparecer las cosas intramundanas, tornándolas insignificantes, la
angustia permite al Dasein comprenderse de manera auténtica en el
mundo en la medida en que, liberado de su dispersión en las cosas,
es “llevado a la posibilidad desnuda de su existencia, entregado a sí
mismo en una especie de nada” (Levinas, 1932: 427-428).
2. Las primeras consideraciones críticas: 1933-1940
Si es conocida la admiración que la filosofía de Heidegger despertaba en
el joven Levinas, también es conocida la ruptura con la obra del filósofo de
Messkirch en 1933 después de que este aceptara el rectorado en Friburgo
en los primeros años del gobierno nacional-socialista nazi. Este suceso
quedará en la memoria de Levinas (1991: 134) a lo largo de toda su vida:
“Yo no puedo olvidar jamás lo que él era en 1933”, dirá casi cincuenta años
después. Desde estas consideraciones, no hay evidencia de que antes de este
evento Levinas hubiera asumido una posición crítica respecto de Heidegger.
No podríamos afirmar, como lo hace Jean-François Courtine (2012: 17),
que el término “ontologismo” que aparece en el ensayo sobre Heidegger
de 1932 “está destinado a proponer algo así como una versión negativa,
peyorativa de la cuestión del ser”, máxime cuando todo el ensayo es muy
favorable a las principales tesis de Ser y tiempo.3 Lo que sí puede decirse es
que las primeras críticas de Levinas a la obra del filósofo de Messkirch se
3. “[L]a description du Dasein quotidien occupe une très grande place et les multiples pages
qui y sont consacrées sont d‘une très grande beauté, d’une rare perfection d’analyse; c’est
là la meilleure preuve de l’instrument qu’est la phénoménologie” (Levinas, 1932: 420). “La
descripción del Dasein cotidiano ocupa un lugar muy amplio y las numerosas páginas a
él consagradas son de una gran belleza, de una rara perfección de análisis; esta es la mejor
prueba del instrumento que constituye la fenomenología”.
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5. “L’ontologisme sous sa signification la plus large restait le dogme fundamental de toute
pensée […] Elle restait prisonnière d’un principe élémentaire et simple d’après lequel on ne
saurait ni penser, ni éprouver que ce qui existe ou est censé exister” (Levinas, 1982a: 96).
“El ontologismo en su sentido más amplio siguió siendo el dogma fundamental de todo
pensamiento […] Permaneció prisionero de un principio elemental y simple según el cual
únicamente se podría pensar y experimentar lo que existe o se supone que existe”.
ridad de la cultura alemana en comparación con la francesa. Levinas se
centra en el modo peculiar de comprender la relación entre lo material y
lo espiritual en ambas culturas. Si en Francia, siguiendo la estela cartesiana,
la espiritualidad está disociada de la materia y de “todo fenómeno biológico” (Levinas, 2006: 127), “los alemanes parten de la existencia espiritual
concreta” (129), del yo concreto que “se preocupa de su destino, que se
inquieta ante la muerte mirándole a los ojos o huyendo de ella” (130). “Los
alemanes”, afirma Levinas, “con su sensibilidad innata, se interesan en este
drama interior (del yo concreto), en esta inquietud ciega que permanece
insumisa a la razón. Tratar de evitar las profundidades de la vida y de sus
vicios, y querer ocultarse de ellos a través de la luz de la razón significaría su pérdida” (130). Según Levinas, Thomas Mann, desde la literatura,
expresaría esta forma singular de enraizamiento de la vida espiritual en
la vida corporal, que Heidegger, desde la filosofía, explicita a través de la
noción de “existencia”. En La montaña mágica “el cuerpo entra en la esfera
de la angustia por la muerte […] En el soplo de la muerte se constituye la
atmósfera metafísica […] Esta existencia biológica no tiene nada que ver
con la materia inanimada del materialismo tradicional. Ella está en plena
sintonía con la noción de espiritualidad de los alemanes que hemos descrito
anteriormente” (Levinas, 2006: 133). Los alemanes, que conocen el poder
del demonio insumiso que duerme en el alma de su pueblo, saben de la
importancia de la disciplina militar, personificada en el oficial prusiano
Joachim Ziemssen, para contenerlo. Y aquí la observación premonitoria
de Levinas: “Es difícil no subrayar que los partidos políticos extremistas,
poderosos en Alemania actualmente, están fascinados por esta noción de
espiritualidad. No se fían de la razón porque se opone a su vitalidad […] Los
alemanes creen que el dolor es más real que la razón que quiere asfixiarlo
y que la verdad […] es un grito de terror [effroi] de la existencia en lucha
por su sobrevivencia. Es fácil olvidarse de sí mismo y perder el equilibrio
imaginando entender la voz mística del fondo de su alma” (132).
Es interesante notar que la posición filosófica de Levinas frente a la
ontología fundamental heideggeriana va consolidándose a partir de este
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plantean en el marco de una existencia pensada en una relación irreversible
e irreductible con el ser, de la que no cabe pensar otra forma de trascendencia que no sea la de su comprensión. Precisamente en este contexto el
término “ontologismo” hace nuevamente su aparición en el ensayo Sobre
la evasión, cargado esta vez de un sentido negativo, aludiendo a aquella
relación con el ser en términos de identidad, “de la suficiencia del hecho
de ser cuyo carácter absoluto y definitivo nadie parecería poner en duda”;4
y determinando un modo de pensamiento que permanece “prisionero de
un principio elemental y simple según el cual únicamente se podría pensar
y experimentar lo que existe o se supone existiendo”.5 Aquello que cambia
con relación al término “ontologismo” en los ensayos de 1932 y 1935 no
es su contenido, sino su valoración. Reviste particular interés un artículo
de Levinas publicado en 1933 en Lituania y titulado “La comprensión de
la espiritualidad en las culturas francesa y alemana”, para dar cuenta de
las razones que pudieron estar en el origen a este cambio. Se trata de un
trabajo, escrito muy probablemente antes de la ruptura con Heidegger a
causa del rectorado en Friburgo, en el que se intenta describir la singula-
4. “L’être est: il n’ya rien à ajouter à cette affirmation tant que l’on n’envisage dans un être
que son existence. Cette référence à soi-même, c’est précisément ce que l’on dit quand
on parle de l’identité de l’être […] Elle est l’expression de la suffisance du fait d’être dont
personne semble-t-il, ne saurait mettre en doute le caractère absolu et définitif. En effet la
philosophie occidentale n’est jamais allée au-delà. En combattant l’ontologisme, quand elle
le combattait, elle luttait pour un être meilleur […] ou pour le perfectionnement de notre
être propre” (Levinas, 1982a: 69). “El ser es: no hay nada que agregar a esta afirmación
siempre y cuando solo consideremos en un ser su existencia. Esta referencia a sí mismo
es precisamente aquello a lo que se alude cuando se habla de la identidad del ser […] Ella
es la expresión de la suficiencia del hecho de ser cuyo carácter absoluto y definitivo nadie
podría, al parecer, poner en duda. De hecho, la filosofía occidental nunca ha ido más allá.
Combatiendo el ontologismo, cuando lo combatía, ella luchaba por un ser mejor […] o por
el perfeccionamiento de nuestro propio ser”.
artículo de 1933. Sería demasiado simplista, sin embargo, decir que la
razón de fondo de la desafección y de la ulterior ruptura de Levinas con
Heidegger estuviera ligada a algún tipo de acusación respecto de un supuesto vínculo de este con los “partidos políticos extremistas” mencionados
en ese artículo. Levinas podría haber advertido o intuido que esta forma
peculiar de concebir la facticidad humana en ámbito germánico contenía
varias vías o posibilidades filosóficas que requerían un fino análisis para
no sucumbir en uno de sus extremos. Un punto de partida común podría
advertirse en cualquiera de estas posibilidades: la idea de un sujeto clavado
en su cuerpo. Así, en el artículo “Algunas reflexiones sobre la filosofía del
hitlerismo” de 1934, afirma Levinas (1994: 29) que la adhesión al yo, que
constituye el hecho de la corporeidad, es una adhesión “de la que no nos
escapamos y que ninguna metáfora la podría confundir con la presencia
de un objeto exterior, es una unión de la que nada podría alterar el gusto
trágico de lo definitivo”. Ser hombre significa aceptar este encadenamiento,
no poder escapar de sí mismo. Es sobre la imposibilidad de sustraerse al
arraigo en el propio cuerpo como la existencia va mostrándose un hecho
originariamente pasivo. La valoración de este dato pasivo determinará la
suerte de tres propuestas filosóficas que, partiendo de una base común, se
desplegarán por caminos irreconciliables: 1) la filosofía del “hitlerismo”;
2) la ontología heideggeriana, y 3) la ontología levinasiana.
Las reflexiones de Levinas (1994: 30) en torno a los presupuestos filosóficos del nazismo apuntan a explicitar una consideración de la pasividad en
términos de raza. Se trata de una nueva concepción del hombre en la que
lo biológico, “con todo lo que comporta de fatalidad, deviene más que un
objeto de la vida espiritual, deviene su corazón”. El peso que en esta concepción tienen los ecos de lo hereditario y los vínculos, reminiscencias y
tradiciones formadas en torno a la sangre van desvinculando al hombre de
la libertad e identificando su esencia con su encadenamiento con el pasado.
“Una sociedad basada en la consanguinidad deriva inmediatamente de esta
concretización del espíritu. En consecuencia, si la raza no existe, ¡hay que
inventarla!” (31). Se inaugura así una nueva forma de universalidad cuya
transmisión se da no como propagación de una idea, sino como expansión
de una fuerza, cuyo origen coincide con aquella base biológica que asegura
la unidad desde el principio, sin apartarse jamás de ella. Dice Levinas: “La
fuerza no se pierde entre los que la padecen. Ella está atada a la personalidad
o a la sociedad que la ejerce […] es un ideal que lleva, al mismo tiempo,
su propia forma de universalización: la guerra, la conquista” (33). Es la
novedad de esta concepción y de su traducción en el plano político lo que
da pie a Levinas a considerar el antisemitismo racista un hecho histórico
que permite explicitar por vez primera la condición trágica del hombre
a partir del elemento racial. En virtud de esta experiencia de facticidad
descubierta en la piel de alguien cuya existencia es amenazada a causa de
una base biológica que no puede ocultar y de la que no puede desligarse,
Levinas considera posible una reflexión filosófica de dicha condición. En
efecto, no es solo el ser judío lo que se pone en cuestión en el antisemitismo,
sino el hecho de que el hombre quiera pensarse desde la facticidad de un
mundo reducido al presente. Con el hitlerismo surge la concepción de un
tiempo irreversible que condena toda acción a la imposibilidad de desligarse
de un pasado que no se ha elegido, “un pasado imborrable que condena
toda iniciativa a no ser más que una continuación” (24) y a abrirse a un
futuro como destino trágico. En un artículo publicado en 1935 en la revista
Paix et Droit, medio de difusión de la Alianza Israelita Universal, Levinas
establece con mayor nitidez esta suerte trágica a partir del ser judío: “La
suerte patética de ser judío deviene una fatalidad. Ya no podemos huir de
él. El judío está necesariamente clavado [rivé] a su judaísmo […] ante la
realidad del hitlerismo descubre toda la gravedad del hecho de ser judío”
(Levinas, 2006: 145). Tal claridad se ahondará todavía más, si cabe, en el
artículo “Ser judío”, de 1947: “El recurso del antisemitismo hitleriano al
mito racial ha convocado al judío a la irreversibilidad de su ser. No poder
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2.1 La pasividad trágica en la filosofía del “hitlerismo”
huir de su condición […] Situación humana, ciertamente –y por ello, el
alma humana es tal vez naturalmente judía” (Levinas, 2002: 104).
2.2. La pasividad en la ontología heideggeriana
La reivindicación heideggeriana de la pasividad fue un hecho que cautivó
al joven Levinas desde muy temprano. Lo hemos visto en la exposición del
ensayo de 1932, cuando el filósofo judío destacaba aquella trascendencia
en la que el Dasein quedaba determinado, más acá de la intencionalidad
husserliana, por la relación originaria con su propia existencia. Es sobre todo
en la modalidad existencial de la Geworfenheit donde Levinas orienta su
interés, tal como se aprecia en su intento de llevar a cabo una hermenéutica
propia de la facticidad, en su primera propuesta filosófica titulada Sobre la
evasión. Como bien señala Jacques Rolland, en este ensayo “la referencia
tácita al trabajo heideggeriano es absolutamente evidente” (Levinas, 1982a:
15), fundamentalmente cuando se reconoce la necesidad de repetir con el
filósofo alemán la pregunta por el ser. Sin embargo, las primeras críticas
explícitas de Levinas a la ontología heideggeriana las realizará en una comunicación en la Sorbona en 1940 titulada “La ontología en lo temporal”,6
en un evento auspiciado por el filósofo, y amigo suyo, Jean Wahl. Si bien
es posible ubicar dichas críticas en los párrafos finales de ese artículo, tal
como lo hace Jacques Taminiaux (1991: 180-181), allí donde Levinas señala que la ontología heideggeriana ha subordinado la “verdad óntica”, es
decir, aquella en la que se inscribe una alteridad, a la comprensión del ser,
los argumentos que sellan el distanciamiento del filósofo judío respecto
de Heidegger se encuentran más bien en aquellos en los que expone la
relación de la temporalidad y la muerte. Es allí donde podemos apreciar la
novedad de este artículo respecto del de 1932 que no abordaba –sorprendentemente– esta cuestión. Retomando la triple estructura del cuidado en
la que se inscriben las posibilidades del Dasein (Entwurf, Geworfenheit y
Verfallen), considera Heidegger que la muerte es la condición misma de
estas. En efecto, a diferencia de la búsqueda de realización y cumplimiento
que toda posibilidad comporta, la muerte aparece como la posibilidad de
la imposibilidad misma de la existencia. “Si la existencia es un comportamiento con relación a la posibilidad de la existencia, esta no puede ser
otra cosa que un ser-para-la-muerte” (Levinas, 1982b: 86). El ser-para-lamuerte es la condición de la vuelta del Dasein a la propia existencia y, por
tanto, condición para la libertad, para el poder-ser. Es en esta capacidad
de abrir de la muerte donde el Dasein deviene porvenir (avenir), pero “un
porvenir que se vuelve de alguna manera hacia atrás, que regresa sobre
sus pasos. En su proyección hacia el porvenir, el Dasein asume un pasado”
(87). Aunque Levinas no critique explícitamente estas consideraciones en el
artículo de 1940, sí lo hace en sus Cuadernos de cautiverio. La publicación
de estos cuadernos ha permitido comprender que las razones que llevaron
a Levinas a elegir como tema la relación de la temporalidad y la muerte
para presentar la filosofía heideggeriana no fueron casuales. Sobre todo, el
primer cuaderno –que data de 1937– da cuenta del profundo interés que
tenía el filósofo lituano-francés de repensar esta relación a partir de un
nuevo modo de comprender al sujeto. Veamos los aspectos más importantes
de este replanteamiento.
3. La pasividad levinasiana
6. Ese texto fue publicado por primera vez en castellano en 1948, en la revista argentina Sur
(167: 50-64), y posteriormente en francés en 1949 con el título “L’ontologie dans le temporel”,
en el libro En découvrant l’existence avec Husserl et Heidegger (1949: 77-89).
Escribe Levinas en los primeros Cuadernos de cautiverio fechado a finales
de 1937: “Presente = ilusión en el sentido de que podemos siempre postergarlo. No estamos (nunca) obligados a ocuparnos de él inmediatamente.
Presente – en un primer momento, imposible de postergar. De allí la idea
de que la muerte es el origen del presente” (Levinas, 2009: 54). La idea de
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que el presente es algo que se puede postergar está ligada a la idea de un
cierto dominio sobre él hasta el punto de creer erróneamente que es posible
anticipar la propia muerte y enfrentarla. Si ello fuera así, el problema de
la muerte sería el de mi propia muerte “en una resolución por la que me
apropiaría de mi ser existiendo a cada instante como si estuviera listo para
morir” (Feron, 1999: 116). El poder vivir como si estuviera a cada instante
a punto de morir, sin la posibilidad de que ese estar vuelto hacia la muerte
implicara alguna forma de realización, significa sobrellevar la muerte como
posibilidad de la imposibilidad, en términos de Heidegger.7 Más que una
espera, lo que hay en ese estar vuelto hacia la muerte heideggeriano es un
adelantarse a la posibilidad o al poder-ser del Dasein que es, precisamente,
ese adelantarse mismo. El tiempo quedaría así determinado a partir de la
libertad.8 Levinas entiende la relación de la muerte con el tiempo de otro
modo. Afirma en los Cuadernos de cautiverio: “Muerte – ningún fenómeno
original del presente. Pero el presente no es acción […] Presente hecho de
Lebenslage” (2009: 54). La idea de que la muerte no es algo presente, una
cuestión que Levinas retomará en El tiempo y el otro,9 apunta (1) a reconducir la temporalidad a la “situación vital” (Lebenslage) y (2) a desvincular
la temporalidad del registro de la libertad.
(1) Comprender la relación del tiempo con la Lebenslage, en los Cuadernos de cautiverio, es un asunto que requiere un esfuerzo hermenéutico
importante dado que el término en alemán ya no vuelve a aparecer. Lo que
sí aparece, siempre en el primer cuaderno, y habría que pensar en estrecha
relación con ese vocablo alemán, es el término “situación” (situation) a propósito de una interpretación que hace Levinas de las esculturas de Rodin:
[Es] su manera de ponerse (se poser) en el ser lo que importa
[…] no existe más un cuerpo que refleja un alma o algún acontecimiento espiritual, sino el cuerpo mismo es este acontecimiento
(événement) […] Más que expresar, concreta [concretise] […]
es el pensamiento captado como en situación [situation]. Pero
situado con relación al terreno mismo en el que está puesto. Este
terreno, este pedestal juega un rol en el acontecimiento de la estatua. Constituye el mundo de la estatua. (Levinas, 2009: 57-58)
9. “[L]a muerte jamás es un presente. Es una obviedad. El antiguo adagio destinado a disipar
el temor a la muerte (si tú eres, ella no es y, si ella es, tú no eres) desconoce sin duda toda
la paradoja de la muerte puesto que elimina nuestra relación con la muerte, que es una
relación única con el porvenir [avenir]” (Levinas, 1989: 112).
Decir que el presente está en relación con la situación vital significa que
el tiempo, más que vincularse con mi muerte, se vincula con el acontecimiento de la posición del cuerpo; dicho en otros términos, con el hecho
de la irreversibilidad de la propia existencia, tal como lo había planteado
Levinas en Sobre la evasión. La pasividad del sujeto se define en este ensayo
a partir de un modo singular de entender la relación con el ser, que difiere
claramente de aquella que se explicitaba con el Dasein en Ser y tiempo. Dice
Levinas: “La verdad fundamental de que hay ser (il y a de l’être) –ser que
vale y que pesa– se revela en una profundidad que mide su brutalidad y su
seriedad” (1982a: 70). La situación que trata de describir Levinas es aquella
de una pasividad o imposibilidad absoluta: la de no poder interrumpir el
hecho de existir, de estar clavado (être rivé) al ser. La disposición afectiva
correspondiente es la del sufrimiento ante la “inmovilidad misma de nuestra
presencia” y al mismo tiempo, la de una rebelión (révolte) o, más precisamente, la necesidad de evasión. No es la muerte como posibilidad de la
imposibilidad lo que abre al porvenir, sino la imposibilidad de desasirse del
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7. “Er ist die Möglichkeit der Unmöglichkeit jeglichen Verhaltens zu…, jedes Existierens.
Im Vorlaufen in diese Möglichkeit wird «sie immer größer», das heißt sie enthüllt sich als
solche, die überhaupt kein Maß, kein mehr oder minder kennt, sondern die Möglichkeit
der maßlosen Unmöglichkeit der Existenz bedeutet” (Heidegger, 1967: 262). “La muerte
es la posibilidad de la imposibilidad de todo comportamiento hacia…, de todo existir. En
el adelantarse hacia esta posibilidad, ella se hace «cada vez mayor», es decir, se revela tal
que no admite en absoluto ninguna medida, ningún más o menos, sino que significa la
posibilidad de la inconmensurable imposibilidad de la existencia” (Heidegger, 1997: 282).
8. “Ce n’est pas la liberté finie qui rend intelligible la notion du temps; c’est le temps qui donne
un sens à la notion de liberté finie” (Levinas, 2006: 247). “No es la libertad finita lo que torna
inteligible la noción de tiempo; es el tiempo el que da sentido a la noción de libertad finita”.
ser y de la urgencia de salir. Si ello es así, sería errado interpretar la evasión
como una huida de la muerte o como el deseo de un entorno atemporal;
así como también concebir la angustia como disposición que permite al
sujeto vivir una existencia auténtica de cara a la muerte. La imposibilidad
de revertir el il y a de l’être deviene náusea. “Hay en la náusea, un rechazo
a permanecer allí, un esfuerzo de salir de allí. Este esfuerzo se caracteriza
ya como desesperado […] Se está allí, no hay nada más que hacer, nada
que añadir al hecho de que hemos sido abandonados totalmente, que todo
está consumado: es la experiencia misma del ser puro” (90).10
(2) Si no existe la posibilidad de postergar el presente, la relación con
la muerte no puede comprenderse en el terreno de la libertad. La muerte
se presenta al hombre como la imposibilidad de toda posibilidad, esto es,
como la posibilidad amenazante de que le sean arrebatadas todas las posibilidades. La amenaza que implica la muerte no queda determinada por la
capacidad de saber de ella o reconocerla como un punto preciso que está
por venir, sino por su inminencia y su inevitable proximidad.
Esta proximidad de la muerte indica que estamos en relación
con algo que es absolutamente otro […] De este modo, mi soledad
no es confirmada por la muerte, sino quebrada por la muerte.
(Levinas, 1982a: 63)
La hermenéutica de la facticidad expuesta en Sobre la evasión ofrece la
posibilidad a Levinas de articular una propuesta ontológica que será presentada en De la existencia al existente (1947). El il y a en esta obra adquiere un
valor ontológico que no tenía en el ensayo de 1935 y es desarrollado en un
intento de confrontarse con la noción de ser de Ser y tiempo. Si en el ensayo
sobre la evasión se partía de la experiencia de la “inmovilidad misma de
nuestra presencia” o del “hecho brutal del ser” (Levinas, 1982a: 70, 67),11
en los trabajos de la posguerra, la mirada se orienta al ser sin más o a la
“existencia sin existente”. Afirma Levinas (1990: 94): “[El il y a] trasciende
la interioridad como la exterioridad e, incluso, no permite esa distinción”.
Por ello, si fuera posible alguna experiencia el il y a, se asemejerá a la que
propicia la noche: “la noche es la experiencia misma del il y a” (94). Ello
es así porque en la noche no hay un aquí ni un allí, se difuminan las formas de las cosas y “estamos clavados a ella” (“nous sommes rivés à elle”)
(94). La ausencia total de cosas deviene en ella una presencia irreversible,
inevitable, y al mismo tiempo inmediata e impersonal. El il y a es la imposibilidad de un comienzo y de un final; así como desaparece toda palabra,
también desaparece toda posibilidad de un yo capaz de hablar. En el il y a
se manifiesta el fracaso de la experiencia del mundo, dado que es anterior
a él. Indeterminación, no ser, fondo oscuro. No es la relación originaria e
irreversible con la existencia lo que sella la experiencia del ser, sino el hecho de que esa existencia se entiende como imposibilidad de relacionarse
con ese trasfondo sin rostro del ser. El il y a sería anterior a la diferencia
ontológica12 dado que, en virtud de su carácter indeterminado, se le puede
10. Afirma Jacques Rolland: “Nausée et angoisse diffèrent fondamentalement dans la manière
qu’elles ont chacune de se rapporter au rien qu’elles manifestent toutes deux, ou encore dans
la manière qu’elles ont chacune de le faire paraître. L’angoisse […] dévoile le rien comme
ce qui a trait à l’être de l’étant (als zugehörig zum Sein des Seienden) et nous porte ainsi
devant l’étant comme tel. En retrait de cette intrigue, la nausée manifeste le rien comme
l’être même, et celui-ci comme l’acte même de se poser, comme l’acter pur de s’affirmer”
(Levinas, 1982a: 31). “Náusea y angustia difieren fundamentalmente en la forma como cada
una se relaciona con la nada que ambas manifiestan, o en la forma que cada una tiene en
hacerla aparecer. La angustia […] devela la nada como aquello que se relaciona con el ser
del ente (als zugehörig zum Sein des Seienden) y nos lleva así ante el ente como tal. Detrás
de esta intriga, la náusea manifiesta la nada como el ser mismo, y este como el acto mismo
de ponerse, como el acto puro de afirmarse”.
12. “L’il y a comme l’être pur implique alors l’échec du projet du Dasein vers l’être comme
son fond. L’il y a est l’échec de la difference ontologique” (Murakami, 2002: 117). “El il y a
como ser puro implica el fracaso del proyecto del Dasein hacia el ser como su fondo. El il
y a es el fracaso de la diferencia ontológica”.
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11. Dice Murakami (2002: 110): “l’enfermement dans le soi est précisément le point de
départ de la démarche philosophique de Lévinas. Le théme central de De l’évasion (1935)
n’est rien que l’évasion à partir de cet enfermement”. “El encierro en el sí es precisamente
el punto de partida del itinerario filosófico de Levinas. El tema central de Sobre la evasión
(1935) no es más que la evasión de este encierro”.
pensar sin relación alguna con el existente. Es desde el il y a como Levinas
quiere pensar la existencia del sujeto dado que solo de la radicalización
del carácter indeterminado del il y a puede asegurarse que la facticidad
humana no se defina en su relación con el ser, sino en relación con el sí
a través de la posición del cuerpo. Esta conclusión permite comprender
con mayor claridad la crítica que Levinas (1982b: 89) formulaba en 1940:
“[Heidegger] ha subordinado la verdad óntica, aquella que se dirige hacia
el otro, a la cuestión ontológica que se coloca en el seno del Mismo, de
aquel sí mismo que, por su existencia, tiene una relación con el ser que es
su ser”. La “defensa de la subjetividad” que Levinas intentará llevar a cabo
en Totalidad e infinito inicia con la posibilidad de pensar una existencia sin
existente como condición para afirmar la “situación vital” o la posición del
sujeto. De este modo, la Geworfenheit heideggeriana más que dar cuenta
de la relación originaria del Dasein con el ser remite al vínculo ineludible
del yo con el sí cuya posición afirma la imposibilidad de una comprensión
ontológica en beneficio de la iniciativa de una alteridad que, como en la
muerte, define al sujeto como pasividad, es decir, como exposición al otro.
– (1982b), En découvrant l’existence avec Husserl et Heidegger, París, Vrin.
– (1984), Théorie de l’intuition dans la phénoménologie de Husserl, París, Vrin.
– (1989), Le temps et l’autre, París, puf-Quadrige.
– (1990), De l’existence à l’existant, París, Vrin.
– (1991), Entre nous: essais sur le penser-à-l’autre, París, Grasset & Fasquelle.
– (1994), Les imprevus de l’histoire, París, Fata Morgana.
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– (2002), “Être juif ”, Cahiers d’études lévinassiennes, 1 (103): 99-106.
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316
317
Gilbert Ryle: una recepción anglosajona de Ser y tiempo
Fernando Huesca Ramón
Puedo pensar muy bien lo que quiso
decir Heidegger sobre el Ser y la Angustia.
El hombre tiene el impulso a estrellarse
con los límites del lenguaje. Pensemos, por
ejemplo, el asombro de que algo exista.
Este asombro no puede expresarse en la
forma de una pregunta, y tampoco hay
una respuesta para él.
Ludwig Wittgenstein
Por filosofía anglosajona se puede entender, por un lado, la que se ha
desarrollado en el mundo anglohablante, desde la tradición inglesa anterior
a John Locke (Friedrich, 1931: 385) hasta nuestros días; este entendido per
se no acusa algún tipo de compromiso metodológico o manera peculiar
del ejercicio filosófico (caben aquí los platónicos de Cambridge, Thomas
Hobbes, Adam Smith, Thomas Carlyle; neohegelianos como Bernard
Bosanquet, el pragmatismo de Charles Sanders Pierce, el neopositivismo, el pospositivismo, la neurofilosofía, etc.); por otro lado, se tiende a
identificar la filosofía del mundo anglohablante con cierto tipo específico
de metodología empirista, nominalista y fisicalista (Carnap, 1930) que
puede considerar a Francis Bacon como un cierto padre fundador y que
encuentra en la ideología cientificista del Círculo de Viena un momento
histórico culmen, en cuanto a militancia filosófica y apuesta programática
por sujetarse a un marco único de trabajo colectivo y unificado. Este tipo de
entendido de la naturaleza de la actividad filosófica es el que se encuentra
detrás de la contraposición actual (de vigencia metodológica, institucional
y sociológica) entre filosofía analítica y filosofía continental (Glock, 2012:
319
20). La primera apostaría por una vinculación estrecha entre la filosofía y
la lógica formal y las ciencias empíricas, y la segunda por una exploración
propia (independiente de estas dos esferas especializadas de la actividad
teorética) de lo que atañe al humano y a la cultura, sin ningún tipo de
matriz lingüística o empírica que fungiera, de manera previa, como una
directriz fundamental de argumentación. Es sobre todo en este último
marco contextual en el que deseamos insertar a la figura de Gilbert Ryle
como un lector anglosajón de Ser y tiempo.
La recepción anglosajona de Heidegger, y de la fenomenología en general, en términos de metafísica (en el sentido plenamente peyorativo del
vocablo en el neopositivismo) como seudociencia, como mera charlatanería
o como poesía, en el mejor de los casos (Carnap, 2004), es la caracterización más conocida y concurrente con el entendido de la filosofía analítica
y continental como tradiciones absolutamente contrapuestas. En efecto,
figuras como el propio Ryle, Richard Rorty, Jay McDaniel y Joshua Tepley
son consideradas atípicas (Harrison, 1991; Robson, 2014), en lo que atañe
no solamente a una lectura atenta de un autor como Heidegger, sino a una
recepción favorable de sus propuestas filosóficas.
Lo que nos proponemos en esta breve presentación es, precisamente,
explorar la reseña que el profesor de Filosofía Metafísica nacido en Brighton, Inglaterra, publicó en julio de 1929 sobre Ser y tiempo, informando
al público anglosajón sobre la inspiración, la tradición, los contenidos y la
metodología de tal “difícil obra” (Ryle, 1929: 370). Habremos de atisbar, de
esta manera, la propia relación que hace Ryle de los orígenes de la tradición
fenomenológica preheideggeriana, así como su propio juicio sobre esta
tradición y su elaboración crítica de parte del maestro de la Selva Negra.
Al final habremos de establecer un par de reflexiones conclusivas en torno
al lugar de Ryle en el panorama actual de la filosofía anglosajona, así como
sobre los elementos que este autor puede ofrecer para, si bien no salvar del
todo el abismo insondable entre la filosofía analítica y la filosofía continental,
sí por lo menos para establecer algún puente de comunicación y contacto
entre estos dos universos de pensamiento.
320
1. Ryle como lector de Ser y tiempo
Heidegger es probablemente el más
original y poderoso de los pupilos de
Husserl; y este libro, que está dedicado
a Husserl, y que apareció primero en su
Jahrbuch für Philosophie und phänomenologische Forschung, vol. iii, presupone
un conocimiento de las obras publicadas,
y se refiere explícitamente a enseñanzas
y escritos más recientes, pero todavía no
publicados, de aquel difícil autor.
Gilbert Ryle, “Sein und Zeit by Martin
Heidegger”
De entrada, Ryle contextualiza a Heidegger en la continuación de una
tradición que tiene un pilar fundacional en las Investigaciones lógicas de
Edmund Husserl, y cuyos orígenes se remontan hasta Bernard Bolzano;
de inicio, el filósofo de Brighton consigna la dificultad a nivel de recepción
de esta tradición en el ámbito anglosajón, en la medida en que para inicios
del siglo xx no existen traducciones al inglés de Husserl (y este se conoce
solamente a partir de algunas citas; cf. Ryle, 1929: 356), la obra de Franz
Brentano, maestro de Husserl, permanecía desconocida y sin publicar, y
la Wissenschaftslehre de Bolzano se encontraba inaccesible, incluso en una
reedición de 1913. Así, en Inglaterra no había en modo alguno un clima
favorable para el desarrollo, o el conocimiento incluso, de la nueva fenomenología germana. Amén del arraigo inglés de los métodos de un Bacon,
un Locke, un Newton y un Russell, este sencillo punto bibliográfico puede
explicar por qué a la fecha la fenomenología es una tradición marginal en
Inglaterra y en Estados Unidos de América.
En torno a los “comienzos” de la fenomenología, y así del “programa y método” de Heidegger, Ryle se remite al rechazo de Brentano de
la concepción empirista clásica (Locke, Hume, los Mill, etc.) sobre los
contenidos mentales: “Brentano, como Bradley, hace un escape parcial
de las conclusiones de Hume, por medio de una teoría del juicio que
321
niega la concepción básica (para Locke) de que juzgar es el acoplar o
el tener-juntas dos «ideas»” (Ryle, 1929: 356). En esta nueva posición
filosófica, se consideraría que el acto de juzgar, en términos de afirmar o
negar, aceptar o rechazar, implica él mismo un tipo irreductible de “hecho
psíquico”, junto al “tener-una-idea (Vorstellung)” y a los “sentimientos
de «agrado y desagrado» o de «deseo y aversión»” (357) La asociación
no es más el principio fundamental de lo psíquico, y las ideas no son
ya sus habitantes atómicos por excelencia; relevantemente esta división
de los hechos psíquicos, en oposición a los hechos físicos así como su
vocabulario técnico, fue aceptada por Husserl y Meinong, lo cual puede
hacer atisbar la crítica heideggeriana (compartida por Ryle) al programa
fenomenológico brentaniano-husserliano de no romper del todo con la
visión clásico-dualista de lo mental propuesta por Platón, el cristianismo
y Descartes. Relevantemente, el reseñador inglés de Ser y tiempo consigna ya en este punto la sospecha de que esta apuesta filosófica acabe en
subjetivismo o agnosticismo epistemológico.
Respecto de la pionera concepción sobre la intencionalidad adelantada
por Brentano, Ryle declara (1929: 357):
No existe un “tener una idea” que no sea tener una idea de algo;
no existe un afirmar que no sea el afirmar de algo, no hay desear
que no sea el desear de algo. Esta relación de un acto psíquico
a su contenido u objeto inmanente es llamada por Brentano, en
préstamo de los escolásticos, la relación “intencional”; y el objeto
inmanente, o el contenido sobre el que es el acto, es el objeto
“primeras y las segundas intenciones” (Ryle, 1929: 357)1 y que, a pesar
de lo llamativo de la tesis, esta posición filosófica implica que el objeto
de cualquier hecho psíquico tiene existencia “si es que existe del todo,
cuando el acto que lo «tiene» está en existencia” (358). Así, los objetos de
los hechos psíquicos obtienen su “ser” como el “«acusativo» de un «acto
de conciencia»” (358); no se explora necesariamente a los objetos de los
hechos psíquicos como correlatos de realidades físicas extramentales, sino
como entidades con existencia propia, a partir de los actos de conciencia
que los establecen.2 De acuerdo con Ryle esta posición no es solipsista, en
la medida en que “todos los hechos psíquicos tienen objetos intencionales; solamente algunos actos psíquicos tienen también objetos reales. Por
ejemplo, la «idea» de una Montaña de Oro tiene un contenido, pero no un
objeto; la del monte Everest tiene ambos” (358).3
Brentano bautiza a los “objetos de la «percepción interior» como «fenómenos psíquicos»” o “fenómenos de la conciencia (consciousness)”, no
en el sentido de Kant, y así de una posición que separa la apariencia y la
realidad del fenómeno, sino en el sentido de Auguste Comte, y así, como de
1. Ryle (1929: 357) agrega el comentario de que “Heidegger, en un trabajo temprano sobre
Duns Scoto, mostró que su uso de intentio estaba estrechamente relacionado con el «significado» (Meaning, Bedeutung) de Husserl”.
2. Un principio derivado de esta propuesta es el de la “autoevidencia absoluta (Evidenz) de
la «percepción interior»”: “Por lo tanto, puedo dudar sobre si estoy viendo realmente un
barco, pero no puedo dudar de que lo que veo realmente parece para mí, lo que parece ser,
o de que estoy realmente creyendo que se trata de la apariencia de un barco; puedo dudar si
las sardinas son una buena comida, pero no puedo dudar que me gustan” (Ryle, 1929: 358).
El reseñador indica didácticamente que intencionalidad aquí “no tiene
nada que ver con «tener intenciones», en nuestro sentido de intentar o
proponerse hacer algo”, sino más bien con la doctrina escolástica de las
3. Resalta la similitud con la concepción de Frege (1892: 33) sentido y referencia: “¿Por qué
queremos entonces que todo nombre propio no solamente tenga un sentido (Sinn), sino
también una referencia (Bedeutung)? ¿Por qué no nos satisface el pensamiento? Puesto que,
y en la medida en que se trata de su valor de verdad […] Al escuchar un epos, por ejemplo,
permanecemos en el agrado por el lenguaje solamente, en el sentido de los enunciados
y las representaciones y sentimientos despertados por ello. En la pregunta por la verdad
abandonaríamos el gusto por el arte, y nos dedicaríamos a una consideración científica. Por
ello nos es indiferente, si el nombre «Odiseo», por ejemplo, tiene una referencia, mientras
que tomemos el poema como una obra de arte. El pugnar por la verdad, entonces, es lo que
nos impulsa desde el sentido hacia la referencia”.
322
323
“intencional”. La “intencionalidad” es el carácter esencial de la
conciencia y es lo que diferencia a lo psíquico de lo físico –una
res cogitans de una res extensa–.
“realidad que aparece, esto es, que se manifiesta; de modo que un «fenómeno
psíquico» es simplemente una manifestación particular de la conciencia”
(Ryle, 1929: 358). Esta definición da origen, a su vez, a una propuesta
metodológica y científica en torno a la psicología: la ciencia del estudio de
los objetos de la conciencia, de la percepción interior o de los fenómenos
psíquicos tendría dos partes, a saber, una forma “inductiva, experimental,
estadística, antropológica, evolutiva y patológica o fisiológica”, es decir,
una psicología “genética”, y una forma “‘descriptiva’”, más fundamental y
preeminente, cuya función sería “analizar y describir los tipos generales de
fenómenos psíquicos o los modos generales de la intencionalidad” (359).
Ryle apunta cómo Brentano reservó el vocablo psicología para el estudio de
la vida psíquica en términos empíricos y experimentales, y acuñó el término
psicognosis para el estudio descriptivo de los fenómenos de la conciencia.
Fenomenognosis (Kraus) ha sido otra propuesta terminológica; sin embargo, Ryle apunta que la opción de Husserl y su escuela por fenomenología
(Phenomenology) fue la triunfante.4
Sobre el autor de las Investigaciones lógicas y su entrada al terreno de la
fenomenología, Ryle (1929: 359) declara: “Husserl comenzó su carrera como
un psicólogo teorético de la escuela de Brentano; y un interés nativo en la
teoría de las matemáticas llevó a su primer libro La filosofía de la aritmética,
en que aplica los principios de Brentano al campo especial de las «ideas»
aritméticas”. Junto con Meinong, Husserl exploró la “naturaleza, estado y
origen” de los contenidos abstractos de la conciencia, en abierta crítica a
la tradición inglesa y en exploración de los adelantos de Brentano en torno a la “realidad independiente de los entia rationis” (359). Un resultado
palpable y duradero de la posición husserliana es la crítica al psicologismo,
a saber, que los “objetos de la lógica, universales, hechos, implicaciones,
relaciones, tipos, conjuntos, etc., son sencillamente variedades de estados
4. Ryle (1929: 359) establece que “habría sido más exacto, si bien menos conveniente, llamarla «psicofenomenología» [Psycho-Phenomenology], puesto que su materia se limita a
los fenómenos psíquicos; pero, puesto que al final se alcanza la conclusión de que solamente
tales entidades que son psíquicas, son automanifestantes, esto es, son propiamente hablando
«fenómenos», esta precisión habría sido tal vez extravagante”.
324
mentales, procesos y disposiciones” (360). Husserl aspira, precisamente a
una “ciencia de la lógica” pura, de lo cual se encuentran elementos valiosos
en la segunda parte de las Investigaciones lógicas.
Sin embargo, Ryle (1929: 360) apunta que el “primer amor” de Husserl
era el “estudio de los fenómenos de la conciencia”, marco dentro del cual
desarrolló una teoría sobre la “naturaleza y estatus del significado” que
habría de abarcar a términos y proposiciones como elementos de trabajo
en la lógica, y a ideas y juicios como elementos de trabajo en la psicología
o fenomenología del pensamiento:
La teoría de las matemáticas necesita un entendimiento de lo
que son los símbolos y el significado de los símbolos; la metafísica
debe tener o dar una explicación del tipo de existencia poseída
por “conceptos”, “hechos” y “proposiciones” (o los “objetivos” de
Meinong); la filosofía del lenguaje y de la gramática giran sobre la
idea de “expresión”, y todos estos son problemas del “significado”. Y,
finalmente, la caracterización de todos los actos conscientes como
“experiencias intencionales”, esto es, experiencias en la esencia
de lo cual es que ellas son de algo distinto que ellas mismas, llevó
pronto a la adopción del sustantivo “significado” [Meaning] para
denotar al “objeto intencional” de un acto psíquico, y del verbo
“significar” (to mean) para denotar la intencionalidad hacia el
objeto inmanente por un acto tal. (Ryle, 1929: 360)
En seguimiento de Brentano, se adelanta una propuesta de estudio
científico de los “fenómenos de la conciencia” o de las “experiencias intencionales” (Ryle, 1929: 361); naturalmente que no se implica un estudio
empírico de fenómenos psíquicos (en todo caso, se establece una preeminencia epistemológica para la fenomenología sobre las ciencias empíricas),5
sino una ciencia de esencias, esto es, una “ciencia del carácter que cualquier
5. “Esto lleva a consecuencias peligrosas e importantes (creo); pues se le da a la ciencia de
la fenomenología una primacía sobre todas las otras ciencias, y ella, careciendo ella misma
325
experiencia debe tener para ser un caso de, por ejemplo, dudar, cuestionar, imaginar, o inferir” (361). Por un cierto acceso intuitivo se llega a una
“instancia ejemplar real o imaginaria”, que ha de iluminar el “tipo” o “la
estructura de tipo” de las “experiencias intencionales” (361).
Hasta aquí la relación de Ryle sobre el programa husserliano es medianamente favorable; se reconoce el intento de crítica a los supuestos tradicionales de la tradición cartesiana alrededor de la naturaleza de lo mental,
a la par que la apuesta por demarcar de manera convincente los problemas
del significado de los términos lógicos, de los problemas concernientes al
estudio del significado de la experiencia consciente interna. El filósofo inglés
remite los peligros de “idealismo subjetivo” o de “solipsismo”, hacia donde,
a su juicio, se podrían dirigir las vías husserlianas, al “legado malvado” de
Locke y Brentano, quienes al final de cuentas coinciden en considerar a
tal cosa como “ideas”, como un contenido de trabajo por excelencia, para
una psicología o una fenomenología. Justo en este punto entra la figura de
Heidegger en la historia de la fenomenología reconstruida por Ryle.
“La fenomenología no debe tener presuposiciones”, apunta Ryle (1929:
362), como un principio fundamental de la fenomenología en general; la
propuesta de Heidegger (concebida como una exploración más profunda y
radical de la significación que la de Husserl) es desembarazarse de la “pesada
herencia de presuposiciones” del “dualismo Mente-Cuerpo de Descartes”,
la “teoría «química» de las ideas, estados y disposiciones atómicas”, y la
“dominación de las categorías platónicas y aristotélicas” para explorar un
abordaje pionero y renovado de aquello que ha quedado oculto por los
presupuestos de la tradición filosófica y psicológica y su asimilación acrítica, incluso por Brentano y Husserl. Heidegger propone un examen de la
raíz fundamental de la que surgen las ramas de presupuestos ontológicos
y filosóficos. Esta raíz es el “ser” (Being, Sein):
El problema raíz de la Fenomenología es el significado del ser
–no en el sentido de que se busque una definición para él, pues
ello sería una exigencia carente de sentido–, sino indicando que
se requiere un enfoque de un nuevo tipo –uno fenomenológico–;
al poseerlo habremos de conocer “con una diferencia”, algo que,
por supuesto, ya debemos entender o saber “de alguna manera”.
Y por “ser” no se quiere decir esta o aquella entidad, de la cual
podemos decir que es, o que es algo, sino el universal que estos
ejemplifican. (Ryle, 1929: 362)
Heidegger critica la asunción ingenua de Husserl de que se puede separar
la esfera de la fenomenología –que sería la ciencia de la conciencia– de la
ontología –la ciencia de otra cosa–, defendiendo que, de hecho, la “supuesta
escisión entre conciencia y ser” debe ser ella misma analizada y descripta
como una generación desde un “nivel de experiencia más primitivo”, de
modo que la actitud de oponer la conciencia al ser es ella misma una de las
“experiencias intencionales” (Ryle, 1929: 363) que la fenomenología tendría
que examinar. Así, de inicio, Heidegger tendría reservas fundamentales
frente a términos como “acto”, “contenido”, “cosas físicas reales”, “el mundo” (363), entre otros empleados todavía en la tradición fenomenológica
previa, en la medida en que acusan una complicidad o coqueteo tácito con
categorías ontológicas elaboradas por Platón y Aristóteles. Descartes, Kant
y Husserl siguen empleando fundamentalmente el marco epistemológico
de aquellos grandes pilares de la filosofía occidental.
Concomitantemente, una tarea filosófica por excelencia asumida por
Heidegger es la de diseñar un nuevo vocabulario filosófico que eluda el empleo
acrítico e ingenuo de categorías filosóficas tradicionales y que apunte a otro
tipo de experiencias más originarias que la actitud filosófica que establece
la existencia de cosas o entidades en el allá afuera de un mundo de objetos:
Como una consecuencia práctica de este punto de vista, Heide-
de presupuestos, se supone que ha de ser la soberana sobre las presuposiciones que todas
las otras ciencias tienen que hacer” (Ryle, 1929: 361).
gger se impone la ardua tarea de acuñar –y para nosotros impone
326
327
la tarea alarmante de entender– un vocabulario completamente
Ahora, el momento más fundamental y “primitivo” del ser de
nuevo de términos, en su mayoría, compuestos de muchas aristas
un Dasein es el “ser-en-el-mundo” –ser en el mundo no como una
de palabras y frases cotidianas “de guardería”, construidas para
silla está en un cuarto, o una vaca en el campo, sino poseyéndolo
denotar raíces y brotes de significado, más primitivos que aquellos
o estando ocupado de pies a cabeza con él y por él–. El mundo
en que Platón, Aristóteles y científicos y filósofos subsecuentes
que soy, en este sentido, es todo lo que el mundo significa para
nos han enseñado correspondientemente a hablar y pensar;
mí; es lo que me hace un experienciador de experiencias. “Ser-
elementos que nosotros, por la fuerte fuerza del hábito, hemos
en-el-mundo” para un Dasein es precisamente el tejido de sus
venido a considerar como ideas últimas y esenciales, cuando en
actitudes, intereses y utilizaciones. En una palabra, el mundo
realidad son compuestos y derivados. (Ryle, 1929: 364)
en el que estoy “dentro” es sencillamente la suma de lo que me
ocupa. (Ryle, 1929: 365)
Ryle (1929: 363) considera que Heidegger parte de la hipótesis de que
“ciertas palabras y frases «de guardería» poseen una primitividad y ausencia
de sofisticación” que constituye una mejor manera de acometer el tema del
significado, que los términos y concepciones técnicas que ha rendido la
tradición filosófica de Platón a Husserl. El maestro de la Selva Negra querría
ofrecer un punto de partida “tan cercano a casa como sea posible”, para el
examen del ser (Being) de una entidad (entity), lo cual lleva necesariamente
a la pregunta por el tipo de ser que tenemos nosotros “quienes hacemos el
examen” (364). El filósofo de Brighton apunta que Heidegger optó por el
término Dasein (tomado de la terminología filosófica ya establecida), para
indicar al “experienciador de experiencias” y, así, describe a la tarea filosófica
central de Ser y tiempo de la siguiente manera:
La tarea, entonces, de la obra presente es la “hermenéutica” o
“analítica” del Dasein; y puesto que mi ser no es una subsistencia
atemporal, sino un ser-yo-mismo a través de un continuum de
“ahoras”, el problema especial de la obra, como se indica en el título,
El modo primitivo de un Dasein, de donde derivan distinciones como
teoría y práctica, pensamiento y voluntad, es el de ocuparse-de (en inglés,
being-about, en alemán besorgen); Ryle (1929: 366) apunta que modos
como el pensar, el saber, el imaginar son derivaciones de este ocuparse-de
originario, con el cual estar-interesado-por, o estar-preocupado-por, tienen
afinidades estrechas. Asimismo, un modo de ser como usar es primitivo
con respecto a modos como conocer, clasificar y nombrar “cosas”. Hay un ser
más originario que listados neutros, claros, distintos e instrumentalizables
de cosas como entes dados y, de hecho, esta posición implica, a su vez, una
concepción alternativa sobre la espacialidad: “La espacialidad del mundo
es derivada de tales actitudes primitivas como tener-a-la-mano-de-modoconveniente-para-usar” y “no-tener-a-la-mano” (366). Lamentablemente el
reseñador de Ser y tiempo no agrega aquí elementos filológicos como para
identificar estos conceptos con los célebres Vorhandensein y Zuhandensein
heideggerianos,6 no obstante, no es difícil establecer un tránsito entre ellos
y las explicitaciones de Ryle sobre un modo de ser más originario que el
es analizar la temporalidad intrínseca de mi ser. (Ryle, 1929: 365)
El tiempo que examina Heidegger no es un tiempo paramétrico o impersonal, sino un tiempo intrínseco, de manera que su análisis lleva de regreso
al lugar donde se abre toda problematización filosófica o fenomenológica:
6. “Para usar la terminología de Heidegger, nos relacionamos con las cosas en el mundo
primariamente como| «utensilios» que están «prestas-a-la-mano» (Zuhandenheit), antes
bien que como «objetos» que se encuentran «presentes-a-la-mano» (Vorhandenheit)”
(Williams, 2012: 62).
328
329
enlistar, o sobre una manera originaria de emplear las cosas, que no está
inserta en un marco categorial técnico o científico.
Finalmente, el reseñador inglés apunta un par de elementos adicionales
sobre la concepción de la temporalidad de Ser y tiempo: “Puedo ser lo que
todavía no soy; y lo que puedo ser pertenece de manera tan intrínseca a
mi ser, como lo que ya soy […] Correspondientemente, el cuidado es tan
esencialmente cuidado alrededor de lo que yo podría ser, como cuidado
alrededor de lo que ya soy […] Ahora, una de las características de mi ser
entero es que en tanto vida, termina con la muerte –termina con la muerte,
sin encontrar su compleción en ella–” (Ryle, 1929: 357). El tiempo de un
Dasein se construye a partir de lo que le ocupa, como una constelación de
compromisos actuales y posibilidades, la misma que termina con la muerte,
sin agotar su sentido en ella. Ryle da una interpretación teológico-existencial al tema de la muerte como terminación del Dasein al apuntar que los
temas de la “certeza de lo que yo podría ser” y el “sentido de pecado o culpa”
reviven “importantes tesis agustinianas, que llevarían a preguntarnos si la
segunda parte de esta obra [Ser y tiempo] no será una suerte de filosofía de
Eckhart en revestimiento fenomenológico” (357).
La tarea fenomenológica de Heidegger consistiría, a partir de todos
estos elementos, en revelar “la esencia de lo que hacemos y somos”, a partir
del examen sin presupuestos de nuestra experiencia cotidiana; en una sola
palabra: “Heidegger está sencillamente diciéndonos explícitamente lo que
debemos haber conocido «en nuestra piel» todo el tiempo” (Ryle, 1929:
357). Algo familiar pero oculto y desconocido nos ha acompañado todo el
tiempo, de manera que el proyecto fenomenológico podría caracterizarse
como una exploración de lo olvidado por la tradición, por la historia de la
filosofía y por la cotidianidad. Somos y hablamos, pero ¿qué quiere decir
ser?, ¿qué es el habla? Estas, en efecto, son preguntas clave en Heidegger y
la escuela que ha heredado su planteamiento fundamental.
Hasta aquí la exposición de Ryle sobre los temas y fundamentos de Ser
y tiempo es bastante favorable y hasta laudatoria; naturalmente que el tutor
de Daniel Dennett y mordaz filósofo analítico del lenguaje y de la mente
presenta, asimismo, importantes puntos críticos a Heidegger y la fenomenología en general, que merecerían un análisis detallado y propio. Nos
contentamos en esta presentación, con meramente indicar que si bien Ryle
considera que Heidegger no cae en los equívocos de Brentano y Husserl
de tomar sin tapujos “ideas” o “actos” como materiales básicos de trabajo
filosófico y que, concomitantemente, se encuentra relegado de la posible
acusación de subjetivismo y solipsismo que gravita sobre el proyecto fenomenológico husserliano,7 sí mantiene la reserva de que detrás de la apuesta
heideggeriana se encuentre una suerte de antropologismo escondido, que
podría tener limitaciones intrínsecas para establecer un abordaje abierto y
sin condiciones previas hacia los aspectos más originarios del ser.8 Por otro
lado, tal vez la reserva crítica más propia que detenta Ryle hacia Heidegger
tiene que ver con la naturaleza misma de su enfoque analítico-empirista:
330
331
Si queremos llamar a las cosas que conocemos “correlatos de
actos de conocimiento”, debemos por lo menos reconocer que
el análisis de lo que son esas cosas no es promovido en ninguna
medida por un análisis de nuestros actos de conocerlas, sino
solamente al ponernos a conocer todavía más sobre las cosas
mismas. (Ryle, 1929: 359)
El naturalismo lingüístico de Ryle requiere, efectivamente, un estudio
de condiciones empíricas (bioquímicas, biológicas, sociológicas, etc.) para
todo acto de significación, de manera que se puede atisbar cómo este autor
inglés es un pilar fundamental de pensamiento para un estudioso empírico
de la conciencia y del lenguaje como Dennett, y no un punto de inspiración
central para la tradición fenomenológica, a pesar de que sus estudios en la
materia no son poco exhaustivos e informados.
7. Sobre la propia recepción de Husserl de la reseña de Ryle, véase Mays (1970).
8. Autores de la tradición fenomenológica francesa como Emmanuel Levinas y Jacques
Derrida hacen de este tema un blanco de críticas tajantes hacia el Heidegger de Ser y tiempo.
Conclusiones
Tal vez la frase en mi reseña “metafísica antropologista” acusaba la sospecha
de que Heidegger estaba ya reventando
algunos de los puntos oficiales de la
fenomenología. Creo que era bastante
claro para mí que prácticamente nada
del platonismo semántico temprano de
Husserl sobrevivía en Ser y tiempo. Ahí
no hay objetos ideales o lógicos. Mientras
que Wittgenstein ciertamente debía algo
al tratamiento de Husserl de la antítesis
sentido/sinsentido, aunque sea las frases
“gramática lógica” y “sintaxis lógica”, Heidegger aparentemente no le debía nada.
Él machacó su camino hacia el significado
del Ser y del sentido (Sinn) del ser (Sein),
sin usar en momento alguno el yunque del
sinsentido (Unsinn).
Gilbert Ryle, “Afterword”
Estas aseveraciones provenientes de un epílogo publicado por Ryle en
1970 a su reseña de Ser y tiempo revelan que, cuarenta años después, el
filósofo inglés sigue considerando el proyecto heideggeriano como una
propuesta fenomenológica más consistente que la de Husserl y como
una alternativa filosófica plenamente válida en torno a la reconstrucción
(y deconstrucción) de categorías metafísicas clásicas y al examen de la
experiencia vivida. Si bien Ryle definitivamente no se encuentra al nivel
de un Otto Pöggeler9 en cuanto a conocimiento global de la tradición
9. Pöggeler (1983: 182) apunta sobre el Heidegger posterior a Ser y tiempo: “Heidegger amplía
en los años 30 los fenómenos ejemplares, alrededor de cómo en la historia, la política, el
pensamiento y el arte, respectivamente, ponen la verdad «a la obra». La gran obra de arte
puede servir como ejemplar: en la medida en que nos muestra algo determinado, estremece igualmente con la experiencia de que exista en general, este mostrar y su apertura; de
acuerdo con su profundidad, siempre a descubrirse de manera renovada, la obra de arte es
332
fenomenológica y en cuanto a tener noticia de los desarrollos heideggerianos posteriores a Ser y tiempo y la famosa Kehre, sí es palpable que por
lo menos, el reseñador inglés no incurre (como la gran mayor parte de la
tradición analítica a la fecha) en el fatal equívoco de rechazar la obra heideggeriana y toda la tradición fenomenológica y metafísica, por el hecho
de no apegarse a un supuesto rigor lógico y a una incondicional sumisión,
a los resultados empíricos que las ciencias duras rinden en torno al estudio
del mundo inorgánico, orgánico y social. Interesantemente, en 1962, Ryle
(2009: 196) establece que su obra maestra El concepto de lo mental “puede
ser descripta como un ensayo sostenido en fenomenología, si se está a gusto
con la etiqueta”, de manera que se considera que un horizonte de trabajo
filosófico propio puede abrirse en torno al examen y la crítica de conceptos,
independientemente del apego incondicional a un lenguaje lógico formal,
o a un estudio empírico de hechos. Que no existe un único lenguaje para
la expresión teórica, o que distintos lenguajes sirven para distintos fines,
es una posición filosófica elemental que hasta un viejo Carnap (1963) se
ve obligado a confesar.
Se puede concluir que tanto Ryle como Heidegger son autores audaces,
originales y enérgicos, que se atrevieron a pensar más allá y fuera de los
presupuestos añejos y milenarios de la tradición filosófica, para abrir nuevos derroteros discursivos que permitieran al hombre examinar su propia
condición en el mundo y abrirle pautas renovadas de acción teorética, e
incluso cotidiana. A favor del filósofo anglosajón se puede agregar que, al
integrar a Bolzano, Brentano, Husserl y Heidegger a su conjunto de lecturas filosóficas, rinde a la fecha un arquetipo de investigación filosófica
ejemplar, que puede allanar cierto terreno para la superación del “amplio
abismo” que se ha abierto entre la “filosofía anglosajona y la continental”
(Ryle, 2009: 189).
inagotable. La Eneida, por ejemplo, es algo distinto para Virgilio moribundo, para Dante,
para Herder, para Eliot”.
333
Un posible tema de investigación como “Ryle: fenomenólogo” se abre a
la luz de documentos poco explorados como la reseña de Ser y tiempo y otra
serie de escritos sobre fenomenología que se encuentran en las Obras completas del filósofo inglés.10 Queda igualmente como un tema de exploración
pendiente evaluar si el Heidegger de los escritos posteriores a Ser y tiempo
podría quedar eximido de la sospecha de Ryle de que el maestro alemán no
ha logrado desprenderse del todo del modo representacional occidental.
Como cierre de esta exposición consignamos un notable apunte fenomenológico de Ryle (1929: 370) sobre la publicación en 1927 de Ser y tiempo:
“Sein und Zeit, vale la pena mencionarlo, está impreso de la manera más
bella, y las páginas tienen márgenes generosos”.
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10: 121-136.
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10. Ryle escribió otros tres textos extensos sobre el tema de la fenomenología: Phenomenology
(1932), una reseña de The Foundation of Phenomenology (1946) y Phénoménologie contre
The Concept of Mind (1962) (Murray, 1973: 88).
334
335
Vorlaufen des Todes, clave de la construcción
de la humanidad futura
Luis Tamayo Pérez
Nunca me he colocado en el punto
de vista católico estrecho de modo que
yo hubiera dirigido, o siquiera dirigiera,
los problemas, su comprensión y solución
desde puntos de vista acientíficos, de modo
tradicional o de cualquier otra raigambre.
De acuerdo con una convicción libre y
personal, buscaré y enseñaré la verdad.
Martin Heidegger a Heinrich Rickert, 27
de febrero de 1917
Introducción
“Honramos a la teología en tanto callamos acerca de ella” indicó el joven Martin Heidegger (citado por Safranski, 1994: 162; 1997: 167) en sus
años de enseñanza en Marburgo, casi una década después de abandonar
la formación teológica y, como nos recuerda Ángel Xolocotzi, el “sistema
del catolicismo”.1 Ese callar, cuidadosamente resguardado en la protestante
universidad de Marburgo, ocultaba un distanciamiento de la Iglesia Católica
y su modelo de religiosidad… pero había sido expresado claramente a su
círculo íntimo en los años previos. En una carta a su esposa Elfride (citada
por Xolocotzi, 2011: 51) fechada el 4 de septiembre de 1918 lo refiere así:
Toda mi indecisión anterior, mi hipocresía y casuística no
son más que la consecuencia obligada de mi educación hiperca-
1. De lo cual da cuenta a Engelbert Krebs el 9 de enero de 1919 (Xolocotzi, 2011: 55).
337
tólica, con la que –por otra parte– siempre me propuse romper,
aunque sin contar con los medios para hacerlo […] la cuestión
radica en la íntima ausencia de libertad del sistema católico, en
su despotismo de la conciencia que se presenta como piedad.
Entender la crítica presente en la filosofía de Heidegger a la religión católica y en particular aquella presente en Ser y tiempo –la cual fundamenta
la necesidad de contar con el pensar para poder construir una mejor y más
sustentable sociedad– será el objetivo de este ensayo.
Hoy todo eso me resulta clarísimo.
Si bien es cierto que en los años previos a la escritura de Ser y tiempo
los planteamientos públicos de Heidegger sobre el cristianismo pueden ser
catalogados como ambiguos,2 en esa obra se encuentran críticas más que
evidentes a los fundamentos del catolicismo,3 las cuales radicalizan las
que se hallan en su seminario agrupado bajo el título de Fenomenología de
la vida religiosa (semestre de invierno de 1920-1921).4 Tal distancia, sin
embargo, no impedirá al filósofo mantener durante toda su vida amistad
con importantes teólogos –Rudolf Bultmann, Bernhard Welte– y, como nos
recuerda Alfred Denker (2003), no solo visitar con frecuencia e invitar a sus
amigos –Elisabeth Blochmann, Jean Beauffret, entre otros– al monasterio
benedictino de Beuron sino apreciar la vida religiosa ahí desarrollada.5
2. Y por esa razón dieron lugar a la “teología heideggeriana” de Rudolf Bultmann.
3. Las cuales reflejan los actos realizados previamente, en particular uno inconcebible para
un cristiano: no bautizar, en 1918, a su hijo Jörg (Xolocotzi, 2011: 53-54).
4. En el prólogo a una de las traducciones castellanas de dicha obra (Heidegger, Estudios
sobre mística medieval), Jacobo Muñoz nos recuerda que, en 1917 y durante el curso dedicado a la revisión del luterano Schleiermacher comenzó su “larga controversia con la fe de
los orígenes” (Heidegger, 1995: 16).
5. “Was für Heidegger unannehmbar wurde, ist das System des Katholizismus, d.h. die
in seinen Augen steril gewordene Systematik der Neuscholastik, die sich nicht um die
Sachen selbst kümmert. Die wahre Religion ist die unbedingte Hingabe an Gott, so wie
sie im Urchristentum und der Mystik erlebt wurde. Gerade im Leben der Benediktiner ist
diese urchristliche Bindung lebendig geblieben. Die Mönche leben genauso wie Paulus in
Erwartung der Wiederkunft des Herrn und das heißt zugleich in Bedrängnis” (Denker,
2003: 99). “Lo que para Heidegger resultaba inaceptable era el sistema del catolicismo, es
decir, la sistemática de la neoescolástica que se había tornado estéril a sus ojos y que no se
ocupaba de la cosa misma. La religión auténtica es la entrega incondicionada a Dios tal como
se había experimentado en el protocristianismo y en la mística. En la vida del benedictino
338
1. Ser y tiempo como toma de postura frente al catolicismo
Al leer el aporte clave de Ser y tiempo a la discusión filosófica –la inclusión del tiempo en el estudio del ser en general y su sentido– no podemos
sino reconocer la presencia de una toma de distancia respecto de la religión
católica: al enfatizar el ser para la muerte (Sein zum Tode) como existenciario
fundamental y clave para alcanzar una vida propia –pues obliga a precursar
la muerte y por ende a comprender que sin el límite es imposible hallar el
sentido de la existencia–, Heidegger toma distancia del, desde mi punto de
vista, principal bastión ideológico del cristianismo: la promesa de infinitud.
La promesa cristiana de la vida eterna es totalmente dejada atrás por
Heidegger cuando afirma que para alcanzar la vida propia es menester
asumir la muerte advenidera y aceptar que, en cuanto Dasein,6 no soy sino
un “ser para la muerte”.
Esto es claramente sostenido en la segunda parte de Ser y tiempo, aquella
donde Heidegger replantea los existenciarios (estructuras de ser del Dasein)
presentados en la primera parte del texto pero desde una temporalidad y
una historicidad originarias.
En primer término, indica que el Dasein, un ente que es “en cada caso
nosotros mismos”, se “cura”, es decir, se pregunta por su existencia; está
este vínculo protocristiano ha permanecido vivo. Los monjes viven así, como Pablo, a la
espera del retorno del Señor y en tribulación”.
6. En Ser y tiempo Heidegger (1983: 127, 1927: 111) define al Dasein como ese ente que
“somos en cada caso nosotros mismos”, el Dasein no es sino el sujeto “ontológicamente
bien comprendido”.
339
“abierto” y por ello comprende su mundo; se “encuentra”, es decir, tiene
afectos y reacciones, “comprende” su mundo no teorética sino activamente;
“habla”, es “mundano”, es “con” otros, es “yecto”, es decir, está arrojado al
mundo, y, finalmente, es finito y temporal.
Para Heidegger el Dasein es tiempo, es finito e histórico. El tiempo es su ser
mismo: no “le ocurre” el tiempo, sino que su esencia misma es ser temporal.
Dicho Dasein puede ser “propio” o “impropio”: el impropio vive en el
mundo cotidiano, el de la confusión, la moda y las ambigüedades. El Dasein propio, al contrario, “se encuentra lanzado a su más peculiar poder
ser” (ser sí mismo); su comprender es del “ser deudor”, es decir, sabe que
no tiene fundamento, que su vida no tiene un sentido predeterminado; su
encontrarse es en la angustia –pues ha precursado la muerte– y su habla es
“la silenciosidad” pues la voz de la conciencia “habla callando”. Todos estos
elementos conforman su “estado de resuelto”, aquel donde el sujeto puede
decir “yo soy” y le permite ser capaz de “dejar ser” a los otros (Heidegger,
1983: 324).
Como puede apreciarse, la promesa de vida eterna, clave del éxito de
la religión católica en el mundo –pues permite a los cristianos vivir sin
angustia en un escenario donde un Dios los cuida y recibirá para toda la
eternidad en el paraíso– es claramente desdeñado en esta obra clave del
sabio de Messkirch.
En Ser y tiempo Heidegger ya no hace concesión alguna a la religión,
lo cual sí hacía en los años previos. Por ejemplo, en su Fenomenología de
la vida religiosa exhortaba a “hacer todo con religión, a no hacer nada por
religión” y añadía: “La religión debe acompañar como una música sagrada
todos los hechos y gestos de la vida” (Heidegger, GA 60, 1995: 322).
Aquí conviene, sin embargo, recordar las brillantes anotaciones de Pascal
David (2015: 23) planteadas sobre este punto en su ensayo Heidegger y el
judaísmo para matizar las afirmaciones citadas:
en el mundo. Es por ello que importa menos tener tal o cual religión como poseer alguna religión. Judío o cristiano, la religión
es contemplada en ese curso [el de la Fenomenología de la vida
religiosa] como la medida de la realización de la cual una vida
puede ser portadora, de manera inmanente, de la relación con
Dios constituyéndose en el seno de la realización consigo mismo.
Se trata de una fenomenología de la vida religiosa, no de una
filosofía de la religión. La realización, es decir, la manera mediante
la cual se realiza una vida en combate consigo misma, la cual se
realiza hic et nunc, asumiéndose en el presente y no dejándose
ilusionar por la esperanza de un hipotético más allá.
Es en los parágrafos 49 a 54 de Ser y tiempo donde Heidegger aborda el
tema de la muerte y plantea su importancia. En el 49 señala que la muerte
es un fenómeno de la vida, no solo una privación de ella. En el 51 estudia
la muerte “impropia”, la muerte en el mundo del “uno”, el de la cotidianidad
y la caída, esa donde aparece como “un accidente que tiene lugar dentro
del mundo” y por ello permanece en el “no sorprender característico de lo
que hace frente cotidianamente”: “uno” morirá, no “yo”. “El «uno morirá»
difunde la opinión de que la muerte alcanza por decirlo así al uno […] en
el caso no justamente yo, pues este uno es el nadie. Y a este fenómeno lo
denomina «el encubridor esquivarse ante la muerte» que «domina la cotidianidad»” (Heidegger, 1927: 252-255). Es a eso a lo que denomina como
“muerte impropia” en el parágrafo 52: “El esquivarse ante este ser, en la
cotidiana caída, es un ser relativamente a la muerte impropio” (Heidegger,
1927: 259).
Es en el parágrafo 53 donde Heidegger propone: “El Dasein debe, más
bien, soportar la muerte en cuanto posibilidad” y define a la muerte propia
como un “precursar” (Vorlaufen):
Apreciada en la plenitud de su sentido, la religión no es si-
El precursar desemboza al Dasein el “estado de perdido” en
nónimo de pertenencia confesional sino de la manera de estar
el “uno mismo”, poniéndolo ante la posibilidad –primariamente
340
341
falta de apoyo en el “procurar por” “curándose de”– de ser él
2. Denunciando las cadenas religiosas
mismo, pero él mismo en la apasionada libertad relativamente a
la muerte, desligada de las ilusiones del uno, fáctica, cierta de sí
misma y que se angustia. (Heidegger, 1927: 266)
El precursar la muerte, a la vez que libera al Dasein del “estado de
perdido” impropio, le abre el “estado de resuelto” en el cual la muerte, en
cuanto finitud, se adelanta, produciendo el “encontrarse” de la angustia, el
“comprender” del “ser deudor” (es decir, de saber que su vida no tiene un
sentido predeterminado) y el hablar de la silenciosidad (pues la voz de la
conciencia habla callando).
Es precisamente este precursar la muerte lo que permite al Dasein acceder
a una vida propia: “El precursar se revela como posibilidad de comprender
el más peculiar y extremo «poder ser», o sea, como posibilidad de una
existencia propia” (Heidegger, 1927: 267).
Esta idea es reiterada en el parágrafo 54, cuando indica que para que el
Dasein sea sí mismo debe precursar la muerte advenidera, es decir, asumir
la finitud, pero sin quedarse en un mero “esperar la muerte” pesimista sino
lanzándose a desarrollar sus posibilidades provenientes de su historia personal y social, de su “tradición heredada”.
Dicho de otra manera, el precursar la muerte advenidera hace al
Dasein encontrarse con la angustia, producida por esa “posibilidad de la
imposibilidad” que es la muerte. El precursar la muerte hace al Dasein
retrotraerse al sido, hallando ahí su tradición, su ubicación histórica y
sus posibilidades más propias, lo cual le permite ubicarse en su presente
y gestarse históricamente como un Dasein propio que vive para sí y es un
hombre de su tiempo.
Como puede apreciarse claramente en estos parágrafos de Ser y tiempo,
Heidegger presenta un modelo para generar un tipo de ser humano que
al asumir la muerte advenidera puede, entre otras cosas, liberarse de las
cadenas que imponen muchas Iglesias.
342
Recuperar esas ideas de Heidegger en el México de nuestros días es
fundamental pues la religión católica y sobre todo sus variantes cristianas
–desde los promotores de la cienciología de L. Ron Hubbard7 hasta los
conductores de los Pare de sufrir8 o La luz del mundo–9 se enriquecen a
costa de los crédulos, esos que consideran posible les aseguren la felicidad,
la vida eterna, la cura de todos los males o el fin de la pobreza.
Tales religiones, asimismo, mantienen a sus adeptos en la inacción ante
las injusticias y amenazas pues la “divina providencia” enseña que no es
necesario preocuparse por nada pues “Dios proveerá”.
La religión católica, si bien da cobijo y tranquiliza, también puede
constituir un grave obstáculo a la fracción de la humanidad que pretende
evitar las catástrofes venideras derivadas del cambio climático y la contaminación generalizada.10 Por ello es fundamental encontrar la manera de
liberarse de su influencia.
Las Iglesias son capaces de contradecir a lo evidente y se permiten ofrecer
lo imposible: vida eterna, felicidad, salud, riqueza. Ofrecen un mundo que
pierde su inhospitalidad (Unheimlichkeit) y donde la vida tiene un sentido
más que claro.
Todo esto no quita que las Iglesias posean un gran valor en nuestros
días: a aquellos cuyas vidas carecen de sentido les dicen exactamente lo que
deben hacer; a aquellos a quienes la muerte los agobia los tranquilizan y a
aquellos a quienes se les dificulta la tarea de pensar les ahorran el esfuer7. Cf. el artículo “La cienciología: entre secta y mafia” de Juan Pablo Proal (2012).
8. O Iglesia Universal del Reino de Dios, fundada por el brasileño Edir Macedo.
9. Fundado en 1926, en Guadalajara, por Eusebio Joaquín González.
10. Ciertamente el papa Francisco pronunció, en 2015, la encíclica Laudato si, la cual es una
toma de posición brillante y muy bien intencionada. Sin embargo, la enorme mayoría de los
representantes de las iglesias católicas del mundo actúan como si el calentamiento global
antropogénico o la contaminación generalizada no fuesen ninguna amenaza.
343
zo. Las Iglesias mantienen a raya la locura de aquellos incapaces de vivir
en un mundo ambiguo, angustioso e inhóspito. Sin la religión, su locura
estallaría de mil maneras.11 Ello no evita, tampoco, que muchas Iglesias
hayan sido artífices, a lo largo de la historia, de innumerables locuras y
crímenes… y no nos referimos solamente al terrorismo musulmán… las
Iglesias cristianas, tal y como lo refiere Karlheinz Deschner (1990), tienen
a este respecto una larga historia. Sobre ello me permito citar un ejemplo,
relativamente reciente:
Y años atrás los ejemplos son aún peores:
Aparte de las innumerables complicidades de las Iglesias en
otras atrocidades “seculares”, existen las actividades terroristas
específicamente clericales como la lucha contra la herejía, la Inquisición, los pogromos antisemitas, la caza de brujas o de indios,
etc., sin olvidar las querellas entre príncipes de la Iglesia y entre
monasterios rivales. Hasta los papas se presentan finalmente revestidos de casco y coraza y empuñando la tizona. Poseen sus propios
La psicosis de cruzada, fenómeno que todavía muestra su
ejércitos, su armada, sus herreros fabricantes de armas…, tanto
virulencia en la actual confrontación Este-Oeste, produce mi-
así que todavía en 1935, cuando Mussolini cayó sobre Abisinia
nicruzadas aquí y allá, como la de Bolivia en 1971, sin ir más
entre frenéticas alabanzas de los prelados italianos, ¡uno de sus
lejos, que fue resumida por el Antonius, órgano mensual de los
principales proveedores de guerra fue una fábrica de municiones
franciscanos de Baviera, en los términos siguientes: “El objetivo
propiedad del Vaticano! (Deschner, 1990: 12)
siguiente fue el asalto a la universidad, al grito de batalla por Dios,
11. No olvidemos que denominar a algo “locura” implica nombrar, como bien indica Freud,
a una “obra maestra”. Para Freud, el síntoma es “la obra maestra del neurótico”, es decir, lo
mejor que pudo encontrar para hacer soportable su existencia. O, dicho en los términos de
Davoine y Gaudillière (2011: 29): “con esa palabra [locura] nunca designamos la estructura
de un individuo sino una forma de lazo social en una situación extrema […] Esa gente a
la que llamamos locos, en el sentido trivial del término, antes que nada, nos dan la medida
de lo que han debido hacerse para sobrevivir”.
Como esas actividades claramente criminales han sido ocultadas o matizadas y muchas iglesias se ofrecen como fuente de amor y virtud, no es
fácil tomar distancia de ellas. Por experiencia propia sabemos lo difícil que
es separarse verdaderamente de una religión y no podemos sino reconocer
la gran capacidad que tienen los diferentes credos para mantener a raya
la locura y la desesperanza. Incluso filósofos de la talla de Gianni Vattimo
(1996) nos han mostrado lo increíblemente difícil que es abandonar el
cobijo religioso.
Sin embargo, siendo acordes a la enseñanza del sabio de Messkirch, y
en particular a lo sostenido en Ser y tiempo, estamos obligados a afirmar
que solo gracias al reconocimiento de la muerte, de eso que Heidegger
denomina “precursar la muerte”, es que somos capaces de lanzarnos a vivir
la propia vida. Solo así puede comprenderse por qué la muerte deja de
ser la “enemiga” para convertirse en “un fenómeno de la vida”, uno que
hace “propia” la vida. Recuperar la muerte permite vivir. Esa es, desde
mi punto de vista, una de las principales enseñanzas del Heidegger de
Ser y tiempo.
344
345
la patria y el honor contra el comunismo […] siendo el héroe
de la jornada el jefe del regimiento, coronel Celich: He venido en
nombre propio para erradicar de Bolivia el comunismo. Y liquidó
personalmente a todos los jóvenes energúmenos hallados con
las armas en la mano […] Ahora Celich es ministro del Interior
y actuará seguramente con mano férrea, siendo de esperar que
ahora mejoren un poco las cosas, ya que con la ayuda de la santísima Virgen puede considerarse verdaderamente exterminado
el comunismo de ese país. (Citado por Deschner, 1990: 12)
3. La fe como obstáculo para el pensar
¿Qué es más importante: contar con “alguna” religión y por ende que la
vida del adepto se encuentre orientada por su fe y su angustia controlada,
o que se reconozca la pura y simple verdad de que vivimos en un mundo
inhóspito, sin sentido predeterminado y donde, como bien indica Heidegger,
la muerte “ronda en torno”?
Desde mi lectura, según el pensamiento de Heidegger es básico cuestionar
la fe pues ella constituye el principal obstáculo para el pensar.12
El pensar requiere, para ser auténticamente un pensar, no solo encaminarse a la comprensión del mundo sino, primordialmente, pensar contra
sí mismo, poner en cuestión sus propios principios.
Eso lo afirma claramente en su estudio Aus der Erfahrung des Denkens:
Drei Gefahren drohen dem Denken:
Die gute und darum heilsame Gefahr ist die Nachbarschaft
des singenden Dichters.
Die böse und darum schärfste Gefahrt ist das Denken selber.
Es muβ gegen sich selbst denken, was es nur selten vermag.
Die schlechte und darum wirre Gefahr ist das Philosophieren.
(Heidegger, GA 13, 2002: 15)13
El pensar ocurre raramente pues requiere hacerlo contra sí mismo, lo
cual es muy difícil de hacer en soledad y muy chocante en el diálogo con
otro. En este punto puede apreciarse el enorme valor del enemigo, del
12. Quien afirmó, en 1927, que la fe era, respecto de la filosofía, “el enemigo mortal” (Safranski, 1997: 178-179).
contrincante avezado, el cual posee la capacidad de cuestionar nuestros
principios y “hacernos pensar”: en ocasiones es imprescindible su apoyo, su
crítica, para que podamos romper con nuestros más anquilosados dogmas.
Conclusión
El pensar se opone directamente al dogma de fe. El pensar no puede
sino asumir la Unheimlichkeit der Welt, la inhospitalidad del mundo. Pensar
nos obliga a reconocer nuestra pequeñez y el sinsentido de la existencia
para, a partir de ahí y gracias a ello, darle sentido y comenzar a vivir. Y
para lograrlo es menester precursar la muerte en un tiempo colapsado en
el presente, sin un dios salvador y donde la claridad acerca de lo que está
bien y lo que está mal requiere un enorme esfuerzo de comprensión…
realizado principalmente contra sí mismo.
El mundo actual –ese que se encuentra al borde del colapso socioambiental14 y que año tras año ofrece una menor calidad de vida a todos los
habitantes de la Tierra a causa del calentamiento global, la sobrepoblación y
la contaminación generalizada– requiere seres humanos capaces de pensar,
sujetos intranquilos que saben que no hay Dios que venga en su ayuda,
que deben esforzarse por encontrar soluciones viables a los problemas del
mundo y que no pueden hacerlo solos, que deben encontrar la manera de
convencer a los demás de la importancia de la colaboración, la solidaridad
y la autolimitación.
Solo una humanidad tal nos pondrá en el camino de la resolución de
los problemas socioambientales que a todos amenazan.
13. “Tres peligros amenazan al pensar:
”El peligro bueno, y por ello salvador, es la cercanía del poeta que canta.
”El peligro malo, y por ello el más agudo, es el pensar mismo. Él debe pensar contra sí
mismo y eso ocurre solo en raras ocasiones.
”El peor, y por ello el peligro confuso, es el filosofar” (Traducción del autor).
14. “El punto de no retorno (tipping point) respecto al calentamiento global lo alcanzaremos en siete u ocho años” (Rajendra Pachauri, comunicación personal, 10 de diciembre de
2017). El “punto de no retorno” se refiere a aquel en el cual, una vez alcanzado, los peores
efectos del calentamiento global (incremento en frecuencia e intensidad de los fenómenos
hidrometeorológicos, sexta extinción de las especies de la Tierra) serán inerciales, es decir,
no podrán ser detenidos de manera alguna.
346
347
¿Logrará la humanidad encaminarse en la dirección del “precursar la
muerte” y dejar atrás la estupidización generalizada, o continuará atrapada en
las cadenas religiosas que obligan a la inacción y a la mera oración dirigida
a entidades solamente existentes para los creyentes? ¿Lograremos construir
una humanidad capaz de pensar? Los retos que enfrentará la humanidad
en las décadas venideras son mayúsculos y su resolución requerirá que
el egoísmo y la estupidez humana sean relevados por la acción conjunta,
consciente y vigorosa. Se requiere una nueva religio humana no dogmática,
una com-pasiva por derivar de un Dasein que se sabe uno con el otro y
el mundo, se necesita una humanidad solidaria con todas las especies de
la Tierra, como esa que llega a aparecer en las situaciones de catástrofe y,
desgraciadamente, muy pronto se desvanece.
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– (1983), El ser y el tiempo (trad. José Gaos), Ciudad de México, fce.
– (1995), Phänomenologie des religiösen Lebens [WS 1920-1921], en M. Jung,
T. Regehly y C. Strube (eds.), Gesamtausgabe, vol. 60, Fráncfort del Meno,
Vittorio Klostermann.
– (2002), Aus der Erfahrung des Denkens, en H. Heidegger (ed.), Gesamtausgabe,
vol. 13, Fráncfort del Meno, Vittorio Klostermann.
Proal, J.P. (2012), “La cienciología: entre secta y mafia”, Proceso, 27 de octubre.
Safranski, R. (1994), Ein Meister aus Deustchland. Heidegger und seine Zeit,
Múnich, Carl Hanser Verlag.
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Sobre los colaboradores
Diego Ulises Alonso es egresado de la licenciatura en Filosofía de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (buap). Realizó la maestría en
Filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México (unam), durante
los cuales realizó una investigación en el École Normale Superieur en París,
Francia, con el profesor doctor Christian Sommer. Doctor en Filosofía
por la unam. Durante el doctorado realizó una estancia de investigación
en la Ludwigs-Albert Universität de Friburgo, Alemania, con el profesor
doctor Hans Gelmut-Gander. Actualmente se desempeña como profesor de
asignatura de la buap. Autor de algunos artículos de filosofía entre los que
destacan “La solución heideggeriana al problema husserliano del tiempo”
(2018) y “Aquí y ahora. Reflexiones sobre la fenomenología del tiempo y
el espacio en Husserl” (2018).
Patricia Castillo Becerra es doctora en Filosofía por la Universidad de
Sevilla. Actualmente es investigadora en el Departamento de Filosofía de
la Universidad de Guanajuato, donde también es profesora. Sus temas de
investigación abordan la ontología y la filosofía francesa contemporáneas.
Entre sus publicaciones se destacan La fenomenología del segundo Levinas
(2017), Acontecimiento y expresión literaria: estudios sobre Deleuze (2016)
y el artículo “La métaphénomenologie chez Levinas et Henry” (en Revue
Internationale Michel Henry, 2016).
Ricardo Gibu Shimabukuro es doctor en filosofía por la Pontificia Università
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Lateranense de Roma (2002). En la actualidad se desempeña como profesor
investigador en el Colegio de Filosofía y en el posgrado en Filosofía de la
buap, y como coordinador del posgrado en Filosofía. Forma parte del
Sistema Nacional de Investigadores de México (nivel ii). Autor de Unicidad y relacionalidad de la persona: la antropología de Romano Guardini
(2008), Proximidad y subjetividad: la antropología filosófica de Emmanuel
Levinas (2010), coordinador de los libros Imagen y sentido. Reflexiones fenomenológicas y hermenéuticas (junto con Ángel Xolocotzi, 2016), Temple
de ánimo. Consideraciones heideggerianas sobre la afectividad (junto con
Ángel Xolocotzi, 2016).
Fernando Huesca Ramón es licenciado en Biología y en Filosofía por la
buap, y magíster y doctor en Filosofía por la unam. Ganador del Premio
Nacional de Tesis Doctoral en Filosofía 2015 por la Asociación Filosófica
de México con la tesis “Economía política clásica en Hegel: valor, capital
y eticidad”. Profesor en la licenciatura en Filosofía, la maestría en Estética
en Arte y la maestría en Filosofía y doctorado en Filosofía Contemporánea
en la Facultad de Filosofía y Letras de la buap. Profesor en la licenciatura
en Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la unam. Sus líneas de
investigación son el idealismo alemán, la estética, la economía política,
la filosofía política, la filosofía de la ciencia, la filosofía de la mente y la
bioética. Miembro de la Red Iberoamericana Leibniz, del Grupo de Investigación y Discusión Filosófica Internacional y del Sistema Nacional de
Investigadores de México.
Enrique Muñoz Pérez es profesor de Filosofía y licenciado en Filosofía en
la Pontificia Universidad Católica de Chile. Alcanzó el grado de magíster
en Doctrina y Ética Social en la Universidad Alberto Hurtado. Se doctoró
en Filosofía en la Albert-Ludwigs Universität Freiburg, Alemania, bajo la
dirección del profesor Günter Figal. Profesor asistente en el Instituto de
Filosofía de la Facultad de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica
de Chile. Es miembro desde 2007 del Consejo de Santiago del Intercambio
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Cultural Alemán-Latinoamericano (Icala) y del Katholischer Akademischer
Austausch-Dienst (kaad). Es miembro también de la Sociedad Científica Martin Heidegger (Alemania), coordinador para Chile del Círculo
Latinoamericano de Fenomenología (Clafen), y miembro de la Sociedad
Iberoamericana de Estudios Heideggerianos (sieh) y de la Asociación Chilena de Filosofía (achif). Entre sus publicaciones destacan dos libros: Der
Mensch im Zentrum, aber nicht als Mensch. Zur Konzeption des Menschen
in der ontologischen Perspektive Martin Heideggers (2008) y Heidegger y
Scheler: una relación olvidada (2013).
Jean Orejarena Torres es candidato a doctor en Filosofía Contemporánea
por la buap y maestro en Filosofía por la misma universidad, en la que
recibió la distinción cum laude por su trabajo de grado acerca de la relación
entre Heidegger y Hölderlin. Filósofo por la Universidad del Atlántico
(Colombia) con diplomado en Docencia Universitaria. Su labor académica
se encuentra centrada en el pensamiento de Heidegger, el de Aristóteles, y
en la fenomenología y la hermenéutica como propuestas metódicas de la
filosofía. También ha incursionado con trabajos acerca de la filosofía de la
literatura y de la ética. Es miembro asistente de la Sociedad Iberoamericana de Estudios Heideggerianos, del Comité Editorial de la revista Ὁδός
y miembro ordinario de la Asociación Internacional de Fenomenología y
Ciencias Cognitivas. Ha realizado estancias de investigación en el Martin-Heidegger-Institut de la Bergische Universität Wuppertal (Alemania)
y en la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid
(España). Es profesor asistente del Colegio de Filosofía de la Facultad de
Filosofia y Letras de la buap.
Jorge Enrique Pulido Blanco es estudiante del doctorado en Filosofía
de la Pontificia Universidad Católica de Chile e instructor adjunto en la
misma institución. Becario Conicyt. Filósofo y magíster en Filosofía de
la Universidad Industrial de Santander (Colombia). Sus áreas de trabajo
son la fenomenología, la hermenéutica y la historia de la filosofía griega
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y moderna. Ha sido docente de la Universidad Industrial de Santander, la
Universidad Santo Tomás, la Universidad de La Sabana y la Universidad
de San Buenaventura. Es editor y autor del libro La pregunta por el humanismo hoy: tres perspectivas” (2017), así como autor de algunos artículos
sobre la filosofía de Martin Heidegger. Es miembro colaborador del Círculo
Latinoamericano de Fenomenología (Clafen) y miembro asistente de la
Sociedad Iberoamericana de Estudios Heideggerianos (sieh).
Jorge Luis Quintana Montes es filósofo por la Universidad de Cartagena
(Colombia), y maestro y doctorando en Filosofía por la buap. Director-editor de la revista de filosofía Ὁδός y editor del Heidegger Repository.
Sus publicaciones más recientes son “El horror como rostro de la violencia
contemporánea: una aproximación al conflicto interno en Colombia desde
el Horrorismo de Adriana Cavarero” (en A. Aguirre, A. Nochebuena y M.
García, comps., Estudios para la no violencia 2. Pensar las espacialidades,
el daño y el testimonio, 2016, con Y. Ramos Feria), “Sobre la relación entre
religión y decisiones microeconómicas: un estudio en torno al caso Cartagena
de Indias, Colombia (2013)” (en C. Figueroa, G. Lo Brutto y F. Matamoros,
coords., Religión, historia y sociedad en las luchas por la naturaleza, 2016,
con Y. Ramos Feria y F. del Río Carrasquilla), “Religión e ideología: acerca
del carácter instrumental de la religión en el ejercicio político colombiano”
(en F. Gaytán y N. Guerrero, coords., Laicidad, imaginarios y ciudadanía
en América Latina, 2017).
la colección “Identidade Pessoal e Reconhecimento, Verdade como Valor
e Filosofia Hermenêutica”.
Arturo Romero Contreras es maestro en Filosofía por la unam y doctor
en Filosofía por la Freie Universtität Berlin, Alemania. Realizó estudios de
posdoctorado en la École des Hates Études en Sciences Sociales (ehess)
en París, Francia, dedicándose a la investigación sobre la relación entre
matemáticas (topología y geometría en general) y filosofía. Ha sido becario del Conacyt (México) y del Deutscher Akademischer Austauschdienst
(daad, Alemania). Actualmente se desempeña como profesor investigador
de tiempo completo en la Facultad de Filosofía y Letras de la buap. Sus
áreas de investigación actuales son: filosofía del espacio, idealismo alemán,
fenomenología, psicoanálisis lacaniano y filosofía francesa contemporánea.
Es autor de Die Gegenwart anders denken: Zeit, Raum und Logik nach dem
Ende der Philosophie (2019).
Róbson Ramos dos Reis es profesor titular en el Departamento de Filosofía de la Universidade Federal de Santa Maria, Brasil, e investigador 1C
do CNPq/Brasil. Miembro de la Sociedad Iberoamericana de Estudios
Heideggerianos y de la Sociedade Brasileira de Fenomenologia. Sus temas
de investigación se concentran en la obra de Heidegger, con énfasis en
problemas de ontología, teoría de la intencionalidad, modalidades y fenomenología de la vida orgánica. Es autor de Aspectos da Modalidade. A noção
de possibilidade na fenomenologia hermenêutica (2014) y coorganizador de
Luis Tamayo Pérez es psicoanalista formado en la École Lacanienne de
Psychanalyse y doctor en Filosofía por la unam. Miembro de la Asociación Filosófica de México, de la Sociedad Iberoamericana de Estudios
Heideggerianos, del Taller de Investigaciones Psicoanalíticas, de la Unión
de Científicos Comprometidos con la Sociedad y de la Martin Heidegger
Gesellschaft. Expresidente de la Academia de Ciencias Sociales y Humanidades del Estado de Morelos, coordinador del Consejo Consultivo para el
Desarrollo Sustentable (núcleo Morelos) de la semarnat, presidente del
Consejo Consultivo Estatal para el Desarrollo Sustentable (Morelos). Director
general del Instituto Tecnológico para el Desarrollo Sustentable de México.
Autor de La temporalidad del psicoanálisis (1989), Del síntoma al acto (2001),
Del discipulado en la formación del psicoanalista (2004), La locura ecocida
(2010), Los demonios de Heidegger (en colaboración con Ángel Xolocotzi,
2012) y Aprender a decrecer (2014). Fue profesor de la Facultad de Filosofía
y Letras de la unam (1984 a 2002) y del posgrado en Filosofía del Centro de
Investigación y Docencia en Humanidades del Estado de Morelos (cidhem).
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Jeannet Ugalde Quintana realizó el doctorado en Filosofía (2009-2013) en
la unam y en la Eberhard–Karls–Tübingen Universität. Es profesora de
asignatura en la Facultad de Filosofía y Letras de la unam. Entre sus escritos
se encuentran los artículos “Experiencia mística y lenguaje en San Juan de
la Cruz” (2010), “Pensar desde la heterogeneidad en Antonio Machado”
(2015), “La posición política de Heidegger: del espíritu a la comunidad
filosófica” (2016), “El asombro, la afección originaria de la filosofía” (2017),
“La reflexión sobre el género en Platón: un pensamiento ontológico sobre
la identidad y la diferencia” (2018). Actualmente está editando el libro La
interpretación alemana de Platón (2019).
Jorge Uscatescu Barrón es doctor en Filosofía por la Albert-Ludwigs-Universität de Friburgo, Alemania, donde ejerce actualmente como profesor
en la Facultad de Filosofía. Ha sido miembro del Instituto de Filosofía del
Consejo Superior de Investigaciones Científicas (csic) de España (19931997) e investigador en el Arbeitsbereich Dogmatik mit Quellenkunde der
Theologie des Mittelalters (Raimundus-Lullus-Institut) de la Albert-Ludwigs-Universität de Friburgo (2005-2013). De 2000 a 2001 fue becario de
la Alexander von Humboldt-Stiftung (Alemania). Entre sus publicaciones
se destacan Die Grundartikulation des Seins. Eine Untersuchung auf dem
Boden der Fundamentalontologie Martin (1992), La teoría aristotélica de los
temples de ánimo: una investigación sobre la afectividad en la Antigüedad
(1998). Tradujo al castellano el libro de Martin Heidegger Einleitung in
die Phänomenologie der Religion (Introducción a la fenomenología de la
religión, 2005).
fenomenología y hermenéutica organizados por la Dirección General de
Personal Académico de la misma universidad. Es miembro de la Sociedad
Iberoamericana de Estudios Heideggerianos y de la cátedra Hercritia.
Ángel Xolocotzi Yáñez es doctor en filosofía por la Albert-Ludwigs-Universität de Friburgo, Alemania. Actualmente es profesor de tiempo completo de
la buap, donde funge también como coordinador de la maestría en Filosofía,
del cuerpo académico “Fenomenología, hermenéutica y ontología” y director
de la revista Graffylia. Ha sido becario del kaad, daad, Alexander von
Humboldt-Stiftung (Alemania), O’Gorman Grant (Columbia University)
y del programa de estancia de doctores y tecnólogos (Universidad Complutense de Madrid-Grupo Santander). Forma parte del Sistema Nacional
de Investigadores de México (nivel iii) y participa en múltiples comités
científicos como el del Heidegger-Jahrbuch. Actualmente es presidente de la
Sociedad Iberoamericana de Estudios Heideggerianos (sieh). Tiene en su
haber más de cien conferencias y ponencias, tres traducciones de Heidegger,
así como once libros coordinados y otros diez de su autoría. Actualmente
funge como director de la Facultad de Filosofía y Letras de la buap.
Pablo Veraza Tonda es doctorando del Husserl-Archiv de la Universidad
de Freiburg con una beca de larga duración del daad. Es coautor del libro
Heidegger: del sentido a la historia (2014) y ha escrito diversos artículos
dedicados al pensamiento de Heidegger, la tradición fenomenológica, la
teoría crítica y la deconstrucción. Ha sido profesor de la Facultad de Filosofía
y Letras de la unam y de cursos de actualización docente sobre temas de
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