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Usuario:Joana Oliva Torres/Taller

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La carga mental se define como el conjunto de tensiones provocadas en una persona a consecuencia del esfuerzo mental y emocional que le produce un determinado contexto.  Este conjunto de tensiones se genera a consecuencia de coexistir en diferentes ámbitos a la vez.

Por lo general, se suele decir que la carga mental se produce a consecuencia de sostener los trabajos productivos con aquellos trabajos reproductivos desarrollados en el ámbito doméstico.  Está derivada, en gran parte, por sostener tareas mentales, como las procedentes de la planificación y organización, necesarias para garantizar el bienestar de la familia.  

Según un estudio realizado por la empresa P&G y Salvetti Llomba, el 71% de las mujeres sufre carga mental, frente a solo el 12% de los hombres que asegura haberlo experimentado.

El concepto fue desarrollado en 1984 por la socióloga francesa Monique Haicault, quién, a raíz de la incorporación de la mujer en el mercado laboral de los años 70 y 80, observó como éstas desarrollaban toda una serie de sintomatología física y emocional producida al convivir en dos universos, el productivo y el reproductivo[1]​.

El concepto de carga mental fue retomado en 1996 por la socióloga estadounidense Susan Walzer, en su estudio titulado “Thinking About The Baby[2]​”. En él entrevistaba a 25 parejas que se habían convertido en padres y madres un año antes. Su estudio afirmaba como las mujeres asumían el peso de la educación de los hijos e hijas, así como todas las tareas domésticas. Y no solo hacían más cosas que sus parejas, sino que además eran las encargadas de pensar en las cosas que había que hacer. Es decir, llevaban la carga física y mental de las tareas de la casa. Fue en este estudio donde se puso de manifiesto que las mujeres tienden a organizar y preocuparse por los asuntos domésticos mucho más que los hombres, y que, por lo tanto, son las que más sufren la carga mental.

También ha sido un concepto aplicado al mundo del trabajo por la ingeniera francesa Sylvie Hamon-Cholet  quien lo define como el coste psicológico de la presión que sufrían las personas asalariadas, ya sean hombres o mujeres.

¿Afecta a hombres y mujeres por igual?

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La carga mental es un fenómeno que afecta mayormente a las mujeres como consecuencia de la situación de sobrecarga que viven al combinar trabajo y tareas domésticas, producida por la división sexual del trabajo y la configuración de la estructura patriarcal de la sociedad.

Aunque existen voces que establecen que la división sexual del trabajo ya se daba en las sociedades preestatales, este sistema de distribución de roles sociales entre hombres y mujeres se consolidó sin duda con el nacimiento de las sociedades capitalistas.

Con el sistema moderno de Estado y la Revolución Industrial, se desarrolló una separación entre las esferas de lo privado y lo público. Dotando el ámbito privado a las mujeres, y el público a los hombres. Esta división se dio a consecuencia de, por un lado, el desarrollo del discurso de la domesticidad, y por otro, por el pensamiento biosocial y las representaciones culturales de género[3]​.

El discurso de la domesticidad está basado no únicamente en leyes, sino en una creencia cultural que confinaba a las mujeres en casa, atribuyéndoles únicamente el rol de madre y esposa. En paralelo, se encontraba el hombre como figura pública, ciudadano, trabajador y sustentador de la economía familiar.

El pensamiento biosocial y las representaciones culturales de género son creencias colectivas que se han dado a lo largo de la historia, que establecen que las mujeres, simplemente por tener la capacidad de la gestación biológica de la vida, debían ser las encargadas del trabajo reproductivo: la crianza, el mantenimiento del espacio doméstico, el cuidado de las personas mayores, etc.. y  en cambio, los hombres, a diferencia, fueron los encargados del ámbito privado, del trabajo productivo, de la política y de las leyes.

Las representaciones culturales e imaginarios colectivos han atribuido, a lo largo de los siglos, importantes significados a las personas por pertenecer a un género o a otro, e influyen de forma grave en el desarrollo de prácticas sociales discriminatorias.

Con el paso de la historia, la división sexual del trabajo no ha desaparecido. De hecho, con la incorporación de la mujer en el mercado laboral, ésta división del trabajo no solo ha persistido, si no que ha perjudicado mucho más la situación de las mujeres. Lejos de distanciarla de su tradicional rol reproductor en la familia, ha promovido una doble carga por sostener una jornada dual, divida entre el trabajo doméstico de cuidados y de tareas del hogar, y su rol productivo en el mercado laboral.

Además, existen muchas mujeres que no solo se encargan de la parte física de los cuidados, sino también de la logística. Es decir, de la planificación, organización e incluso de la toma de decisiones que se dan en un hogar. Esta es una de las razones que lleva a que el 71% de las mujeres afirme que sufre carga mental, frente a tan solo el 12% de los hombres que asegura haberlo experimentado [4]​.

Coexistencia  de las mujeres en el ámbito productivo y reproductivo

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El Instituto Nacional de Estadística (INE) publicó el estudio: La vida de las mujeres y los hombres en Europa 2017[5]​. A partir de los datos de Eurostat, se afirmaba que, en el año 2016, el 92% de las mujeres se ocupaban del cuidado y la educación de sus criaturas, frente a un 68% de los padres. Con respecto a las tareas domésticas y la cocina, el 79% de las mujeres asumían la responsabilidad frente a un 34% en los hombres. Esto significa que hay muchas más mujeres que hombres que realizan las tareas relacionadas con el cuidado de los niños y niñas y las tareas domésticas.

La Encuesta Nacional de Condiciones de Vida del año 2018[6]​, elaborada también por el INE, indica que en España, los hombres dedican de media 39,7 horas semanales al trabajo remunerado, frente a un 33,9 de las mujeres. Existe una distancia todavía mucho mayor si hablamos del trabajo no remunerado (tareas domésticas y cuidados de familiares), donde los hombres dedican semanalmente 14 horas frente a las 26,5 que destinan las mujeres. Por lo tanto, a pesar de que ambos, hombres y mujeres, están trabajando, existe una carga de 12,5 horas más a la semana de trabajos no remunerados que realiza la mujer. Podemos decir pues, que hay una gran brecha de género en el trabajo doméstico y de cuidado de los hijos e hijas.

En España, según los datos del estudio La situación de las mujeres en el Mercado de Trabajo 2019 realizado por el Ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social[7]​, la participación de la mujer en el mercado laboral ha aumentado considerablemente en los últimos años. Si en 2007 trabajaba el 62,8% de las mujeres frente al 82,6% de los hombres, en 2019, un 70,1% de ellas trabajan, frente a un 79,9 % de ellos. La tasa global de actividad ha aumentado más en las mujeres que en los hombres (entre el 2007 y el 2019, se han incorporado un 7,3% más de mujeres en el mercado laboral), dotándolas así de mucha más carga al combinar ambos espacios, el laboral con el doméstico.


Implicación en la educación de hijos e hijas

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La carga mental en las mujeres aumenta cuando son madres y son estas las que se encargan de la educación de los hijos e hijas.

En un estudio del Observatorio Social de “La Caixa”[8]​, en el que se analiza la implicación familiar en la educación, se pone de manifiesto que son las madres las que participan más en la educación de sus hijos e hijas, y que se implican de forma diaria en los asuntos escolares. El estudio, además destaca que es el 80% de las madres las que se interesan habitualmente sobre el estudio y las actividades escolares de sus hijos e hijas, mientras que tan solo un 20% de los padres, ayudan con las tareas.

Además son las mujeres las que más reducen jornada laboral, para cuidar a hijos e hijas, o a personas mayores. Un 31%, frente a un 6% de los hombres solicitan más excedencias para cuidar a menores y/o mayores[9]​.

El reparto desigual de los cuidados y responsabilidades en el ámbito familiar, y la conciliación de estas responsabilidades domésticas con las laborales, es decir, la coparticipación en los dos ámbitos provoca una sobrecarga física, emocional y mental en las mujeres.

Este exceso de carga deriva de la gestión de múltiples tareas, y no solo físicas, sino también aquellas relativas al esfuerzo mental y cognitivo que conlleva el desarrollo diferentes tareas a la vez.  Tareas que van desde garantizar una adecuada alimentación, organizando las compras, la compra de ropa de los hijos e hijas, el mantenimiento del hogar y salud de todos los miembros de la familia, hasta realizar funciones de apoyo escolar y emocional, e incluso el mantenimiento de lazos familiares y comunitarios. Estas tareas suponen un esfuerzo emocional y mental que ni se ven ni se reconocen, según los expertos[10]​.

Características de la carga mental

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La carga mental tiene una serie de características comunes:  

  • La sufren principalmente las mujeres.
  • En muchas ocasiones está generada por la autoexigencia y perfeccionismo que, a largo plazo, producen un desgaste e incremento del estrés que puede llegar incluso a afectar en la autoestima de las mujeres, que, condicionadas por las normas de género, sufre por no cumplir las expectativas de las tareas a desarrollar.
  • La carga mental se produce por el desarrollo constante de tareas no reconocidas ni cuantificadas. E incluso no están reconocidas socialmente e infravaloradas por las mismas personas que lo desempeñan, lo que dificulta su identificación y la adecuada gestión, provocando problemas de salud emocional y física para las mismas mujeres.  Su invisibilización e infravaloración está conectada con la falta de reconocimiento del propio trabajo reproductivo [11]​.
  • Está producida por la gestión continua de actividades que no generan percepción de logro o avance personal. Al ser tareas de planificación y logística, acaban siendo constantes y repetitivas, y acaban afectando al bienestar de las mujeres e incluso produciéndoles determinadas enfermedades físicas o trastornos psicológicos[12]​.  

Estrategias para hacer frente a la carga mental femenina

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  • Coeducación. Si entendemos que la carga mental viene producida en gran parte por la socialización de género y la división sexual del trabajo, una solución para eliminarla sería educar a los niños y niñas en igualdad. Educar a los niños para que se sientan atraídos y responsables de las tareas de cuidados.
  • Conciliación laboral y familiar: Para acabar con rol reproductor tradicionalmente desarrollado por las mujeres, es necesario compatibilizar la vida profesional, privada y familiar tanto de mujeres y hombres. No poder equilibrar estos dos ámbitos de vida perjudica el bienestar de las personas y a sus proyectos profesionales y personales.    
  • Corresponsabilidad. Compartir responsabilidades entre los diferentes miembros de la familia, ya sean mujeres y hombres, es necesario para conseguir una igualdad plena. Es necesario que los hombres asuman por igual la responsabilidad y las tareas que suponen el mantenimiento del hogar y el cuidado de los hijos e hijas, y terminar así con la tradicional división sexista de las funciones.
  • Ética del cuidado:  El concepto de ética del cuidado, desarrollado por la filósofa y psicóloga Carol Gilligan, define a las personas como interdependientes desde el punto de vista de las necesidades materiales, emocionales y relacionales. La ética del cuidado reclama poner la sostenibilidad de la vida y del planeta en el centro de todos los procesos sociales, comunitarios, económicos y políticos. Para conseguir la igualdad, debemos poner la vida en el centro y darle el valor que se merece. La ética del cuidado debe de ser uno de los valores que nos construya como mujeres y hombres en igualdad[13]​.

Referencias

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  1. Haicault, Monique (1984). «La gestion ordinaire de la vie en deux». Sociologie du Travail. 
  2. Walzer, Susan (1998). Thinking about the Baby: Gender and Transitions Into Parenthood (en inglés). Temple University Press (1725). ISBN 1-56639-630-1. 
  3. Nash, Mary (2004). «1». Mujeres en el Mundo. Historias, Retos y Movimientos. Alianza Editorial. p. 37 - 44. ISBN 978-84-206-0916-4. 
  4. «Hombre y mujeres viviendo en pareja con y sin hijos». 
  5. «La vida de las mujeres y los hombres en Europa 2017». 
  6. «Encuesta Nacional de Condiciones de Vida 2018». 
  7. «La situación de las mujeres en el mercado de trabajo 2019». 
  8. «Infancia y futuro. Nuevas realidades, nuevos retos. Estudio Social N.30». 
  9. «Sólo un 6% de los hombres reduce su jornada laboral para cuidar a sus hijos». El Mundo. 30 de marzo de 2011. Consultado el 19 de marzo de 2020. 
  10. «Reportaje en la La 1 de TVE sobre Carga Mental Femenina». 
  11. de Grado, Laura (22 de marzo de 2019). «Silvia Federici: “El trabajo doméstico ha sido invisibilizado”». Efeminista.com. Consultado el 6 de marzo de 2020. 
  12. «El trabajo doméstico invisible deteriora bienestar y salud mental de mujeres». La Vanguardia. 22 de enero de 2019. Consultado el 13 de marzo de 2020. 
  13. Puleo, Alicia (2011). Ecofeminismo. Para otro mundo posible. Ediciones Catedra. ISBN 978-84-376-2729-8. 

Bibliografía

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  • Marañón Goyeneche, Iria (2018). Libérate de la carga mental. Plataforma Actual. ISBN 978-84-17376-72-7. 
  • Schneider, Aurélia (2018). La carga mental de las mujeres.. y la de los hombres. Cómo detectarla para prevenir el burn-out. Laroursse. ISBN 978-84-17720-18-6. 

Véase también

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