Rapa Nui/Isla de Pascua– ofrece el testimonio de un fenómeno cultural único en el mundo. Asentada en esta isla hacia el año 300 d.C., una sociedad de origen polinesio creó, al margen de toda influencia externa, grandiosas formas arquitectónicas y esculturales dotadas de una gran fuerza, imaginación y originalidad. Desde el siglo X al XVI, construyó santuarios y esculpió numerosos ”moai“, gigantescos personajes de piedra que forman un paisaje cultural inigualable y fascinan hoy al mundo entero. (UNESCO/BPI)[4]
Construidas enteramente de madera, las iglesias de Chiloé constituyen un ejemplo único de la arquitectura religiosa en Latinoamérica. Son representativas de una tradición arquitectónica iniciada por los predicadores itinerantes jesuitas en los siglos XVII y XVIII. Tras haber sido continuada y enriquecida por los franciscanos en el siglo XIX, esa tradición perdura todavía en nuestros días. Además de ilustrar la riqueza cultural del archipiélago de Chiloé, estas iglesias atestiguan la lograda fusión de la cultura y las técnicas indígenas con las europeas, la perfecta armonización de su arquitectura con el paisaje y al entorno físico, y la perdurable continuidad de los valores espirituales las comunidades isleñas. (UNESCO/BPI)[5]
La ciudad colonial de Valparaíso constituye un ejemplo notable del desarrollo urbano y arquitectónico de América Latina a finales del siglo XIX. Enmarcada en un sitio natural en forma de anfiteatro, la ciudad se caracteriza por un tejido urbanístico tradicional especialmente adaptado a las colinas circundantes, que contrasta con el trazado geométrico utilizado en terreno llano. En su paisaje urbano, dotado de unidad formal, se yergue una gran variedad de campanarios de iglesias. La ciudad ha conservado interesantes estructuras de los inicios de la era industrial, por ejemplo los múltiples funiculares que recorren las escarpadas laderas de las colinas. (UNESCO/BPI)[6]
Las oficinas de Humberstone y Santa Laura cuentan con un total de 200 lugares de extracción del salitre, donde trabajadores llegados de Chile, Perú y Bolivia vivieron agrupados en campamentos de las compañías mineras. Aquí forjaron la cultura comunitaria específica de los pampinos, caracterizada por su creatividad, la riqueza de su expresión lingüística, los vínculos solidarios entre sus miembros y su lucha precursora por la justicia social, que dejaría una honda huella en la historia de los movimientos sociales. A estas y otras oficinas salitreras instaladas en el desierto de la Pampa –una de las zonas más áridas del planeta y más hostiles al ser humano– acudieron miles de pampinos desde 1880 para vivir y trabajar en ellas por espacio de sesenta años, a fin de extraer del yacimiento de salitre más grande del mundo el nitrato de sodio, fertilizante que transformó la agricultura en las dos Américas y en Europa, proporcionando a Chile una riqueza considerable. (UNESCO/BPI)[8]
Situada a 60 km al este de Rancagua, a más de 2000 metros de altitud, en la cordillera andina, la ciudad minera de Sewell fue construida por la empresa Braden Copper a principios del siglo XX para albergar a los trabajadores de la mina El Teniente, que pronto se iba a convertir en la mayor explotación subterránea de cobre del mundo. Sewell es un ejemplo notable de las ciudades construidas por empresas industriales, que surgieron en muchos rincones apartados del planeta como resultado de la fusión entre la mano de obra local y los recursos técnicos y financieros de algunas naciones industrializadas, con vistas a explotar yacimientos mineros y transformar recursos naturales valiosos. Construida en una ladera demasiado abrupta para permitir la circulación de vehículos con ruedas, Sewell se estructuró en torno a una gran escalera central que se elevaba desde la estación ferroviaria. A lo largo de su recorrido, esa escalera iba jalonando plazoletas de configuración irregular, ornadas de árboles y plantas, que constituían el espacio público urbano principal. Los edificios que se alinean a lo largo de las calles son de madera y con frecuencia están pintados con diversos colores llamativos: verde, amarillo, rojo y azul. La ciudad minera fue abandonada por una gran mayoría de sus pobladores en el decenio de 1970, pero en su momento de apogeo llegó a contar con 15 000 habitantes. (UNESCO/BPI)[9]
Se trata de una vasta red viaria de unos 30.000 kilómetros construida a lo largo de varios siglos por los incas –aprovechando en parte infraestructuras preincaicas ya existentes– con vistas a facilitar las comunicaciones, los transportes y el comercio, y también con fines defensivos. Este extraordinario sistema de caminos se extiende por una de las zonas geográficas del mundo de mayores contrastes, desde las cumbres nevadas de los Andes que se yerguen a más de 6.000 metros de altitud hasta la costa del Pacífico, pasando por bosques tropicales húmedos, valles fértiles y desiertos de aridez absoluta. La red viaria alcanzó su máxima expansión en el siglo XV, llegando a extenderse por todo lo largo y ancho de la cordillera andina. El nuevo sitio del patrimonio mundial, que consta de 273 componentes y se extiende a lo largo de más de 5.000 kilómetros. Los componentes se han seleccionado para poner de relieve la importante función social y política de la red viaria; las obras maestras de arquitectura e ingeniería y las infraestructuras conexas dedicadas a las actividades mercantiles, el alojamiento y el almacenamiento de mercancías; y los sitios con un significado religioso. (UNESCO/BPI)[10]
El sitio consta de tres componentes: Faldeo Norte del Morro de Arica, Colón 10, ambos en la ciudad de Arica, y Desembocadura de Camarones, en un entorno rural a unos 100 km más al sur. En conjunto, brindan testimonio de una cultura de cazadores-recolectores marinos que residieron en la árida y hostil costa norte del desierto de Atacama, en el extremo norte de Chile, desde aproximadamente 5450 a.C. hasta 890 a.C. El sitio presenta la evidencia arqueológica más antigua conocida de la momificación artificial de cuerpos con cementerios que contienen tanto cuerpos momificados artificialmente como algunos que se conservaron debido a las condiciones ambientales. Con el tiempo, los chinchorro perfeccionaron complejas prácticas funerarias, por las que desmembraban y volvían a ensamblar sistemáticamente cuerpos de hombres, mujeres y niños fallecidos de todo el espectro social para crear momias “artificiales”. Estas poseían cualidades materiales, escultóricas y estéticas que se supone reflejaban el papel fundamental de los muertos en la sociedad chinchorro. En el sitio se han encontrado herramientas confeccionadas con materiales minerales y vegetales, así como instrumentos sencillos de hueso y concha que permitían una explotación intensiva de los recursos marinos, lo que constituye un testimonio único de la compleja espiritualidad de la cultura chinchorro.[11]
Localización del Patrimonio de la Humanidad en Chile.
Los bailes chinos son hermandades de músicos que expresan su fe por intermedio de la música, la danza y el canto, con motivo de la celebración de fiestas conmemorativas. Esta expresión cultural, que se practica esencialmente desde la región del Norte Chico hasta la zona central de Chile, tiene cinco estilos plenamente diferenciados y cada uno de ellos lleva el nombre del valle o de la cuenca en la que predomina. Organizados principalmente por hombres de las zonas rurales, los bailes chinos se caracterizan por la ejecución de saltos y flexiones de piernas al ritmo de una música instrumental isométrica interpretada con percusiones y flautas de origen precolombino. El abanderado del baile canta coplas de tema religioso, memorizadas o improvisadas, cuyas estrofas narran relatos piadosos, y le acompañan dos filas simétricas de músicos y bailarines, a partes iguales. Un tamborilero dirige la coreografía de las danzas y marca también el compás de la música. Cada grupo cuenta con un abanderado y acompañantes, que suelen ser mujeres. La música, las danzas y las coplas se aprenden mediante observación directa, imitación y transmisión en el seno de las familias. Los bailes chinos son instrumento de participación en la vida social, que prestigian a los que participan en ellos. Constituyen modelos de integración y cohesión sociales que cuentan con la adhesión de casi totalidad de las comunidades locales y, además, confieren un sentimiento de identidad y solidaridad a quienes los practican. (UNESCO/BPI)
La alfarería de Quinchamalí y Santa Cruz de Cuca se inscribe en la tradición cultural mestiza del centro de Chile y se caracteriza por objetos funcionales y decorativos de color negro con toques blancos, creados con técnicas que se remontan a siglos atrás. Los objetos funcionales son ollas, fuentes y vajillas. Los objetos decorativos incluyen figuras relacionadas con el paisaje campesino y personajes locales (como la guitarrera, una mujer campesina que lleva una guitarra). Las alfareras venden sus creaciones en sus casas, en puestos locales, en el Mercado de Chillán y en ferias de artesanía, así como a través de intermediarios. Son las mujeres quienes poseen los conocimientos y prácticas de la alfarería y forman linajes femeninos que se distinguen por sus estilos respectivos. Fuente de autonomía social y económica, esta práctica pone de manifiesto el papel no subordinado de las mujeres en las relaciones de género. Sin embargo, la viabilidad de este elemento se ve amenazada por factores demográficos y medioambientales y por la precariedad de los contextos sociales. Con el desplazamiento de los jóvenes a las zonas urbanas, la posibilidad de transmisión disminuye. El acceso a las materias primas también es cada vez más difícil debido a la pérdida de biodiversidad y a la degradación del suelo. Además, la ausencia de regulación propicia la apropiación de la propiedad intelectual en torno al conocimiento de la alfarería y su uso por parte de diseñadores y artistas con fines lucrativos, sin compartir los beneficios con las artesanas. (UNESCO/BPI)
El artículo 18 de la convención de la Unesco de 2003 estipula que el comité intergubernamental selecciona periódicamente entre las propuestas presentadas por los estados partes, programas, proyectos y actividades de salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial que reflejen mejor los principios y objetivos de la convención. Bolivia, Chile y Perú cuentan conjuntamente con un proyecto entre las mejores prácticas de salvaguardia bajo el título de Salvaguarda del patrimonio cultural inmaterial de las comunidades aymaras de Bolivia, Chile y Perú[15], seleccionado en 2009.
↑Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) (12 de abril de 2011). «Tentative Lists - Chile». whc.unesco.org. Consultado el 10 de mayo de 2015.
↑«El baile chino». UNESCO Culture Sector. Consultado el 26 de noviembre de 2014.