Del curso: Inteligencia emocional en la gestión empresarial

Afrontar situaciones de estrés y complejas

Del curso: Inteligencia emocional en la gestión empresarial

Afrontar situaciones de estrés y complejas

Hace un tiempo me llamaron de una empresa que se encontraba en una situación extrema. Estaba en caída libre. Tras un análisis exhaustivo, detectamos las ineficiencias, las cuantificamos y propusimos un severo plan de reestructuración. Realmente era estricto y sobre todo, urgente. La situación de pérdida ya había derivado en un endeudamiento elevado que obligaba a devolver lo prestado. Sin embargo, ni se generaba beneficio ni se podía obtener liquidez, más bien al contrario, justo en ese momento, por un tema jurídico necesitaban los servicios de un abogado que al conocer la situación económica por la que atravesaban les aconsejó: "Simplemente dejad de pagar y veréis cómo vienen todos a negociar con vosotros". El empresario ahora tenía dos posibles soluciones: la que yo había propuesto que implicaba una reestructuración de toda la empresa con medidas difíciles y la del abogado que implicaba tan sólo dejar de pagar. Optaron por la solución más cómoda y más sencilla Esos primeros meses debieron ser maravillosos sin atender ningún pago y sin estrés, qué solución más buena. ¿Qué crees que pasó? A corto plazo vivieron con la ilusión de no tener problemas, pero al día de hoy, la empresa ya no existe. Los trabajadores están en el paro, los proveedores sin cobrar y el empresario endeudado, y además, con embargos en sus bienes personales. Este ejemplo pretende que reconozcamos una situación que es frecuente en las empresas. Me refiero a situaciones complejas y extremas. El origen puede estar dentro o fuera de la empresa, pero en nuestra trayectoria profesional vamos a tener que convivir en algún momento con esta situación. Quien piense lo contrario, se equivoca. Ante estos casos tenemos dos opciones posibles de respuesta. La primera, pasividad: considerarte fuera del problema. La culpa es de la crisis; la culpa es de los clientes que no pagan, de la competencia que obliga a fijar precios por debajo de los costes; la culpa es de los bancos. En este caso, te quedas fuera de la solución. Es la forma más inadecuada de responder. Si vas de víctima, estás renunciando a tu posibilidad de resolver el problema, de revertir la situación y de aplicar soluciones. Es triste e injusto. Eso es tirar la toalla antes de iniciar el combate. ¿Reaccionarías así o prefieres considerar que formas parte del problema y de las soluciones? Segunda opción: Manera de responder de forma activa. Si, como imagino, no estás en el primer caso y consideras que tu respuesta debe ser afrontar la situación y resolverla, antes de tomar decisiones debes valorar las consecuencias. No el resultado inmediato, sino las consecuencias a medio y largo plazo. Generalmente, la gravedad del problema obliga a tomar decisiones incómodas que requieren sortear o lidiar con situaciones complicadas, por ejemplo, despedir a un trabajador o despedir a diez trabajadores. Esta es una solución muy dura por la que nadie quiere pasar y nos parece una mala solución. Podrías no despedir a ninguno. Perfecto. Ahora analiza las consecuencias. Veamos la primera solución. Despides a diez trabajadores, una mala solución pero la adoptas. Controlas las pérdidas de la empresa y vuelves a la senda del crecimiento. En dos años puedes recuperar el nivel anterior y volver a tener beneficios, incluso volver a contratar a esos u otros trabajadores. Optas por la segunda solución, la mejor en ese momento. No despides a ningún trabajador, pero la situación sigue agravándose. Seguramente no puedes pagarles y finalmente, no diez, cuarenta trabajadores pierden su trabajo y no habrán cobrado los últimos meses. ¿Con qué solución te quedas, una vez que valoran las consecuencias? Piensa que esto no es el día a día, hablamos de una situación extraordinaria y muy difícil, pero eres el actor principal en tu empresa. Por tanto, afronta la situación, estás implicado y busca la solución. Ese es el primer paso. Posiblemente, todas las soluciones son malas y aquí entra el segundo nivel. Valora las consecuencias, minimiza las consecuencias y adopta la solución menos mala.

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