Winona Ryder es para siempre: el regreso de la ‘chica rara’ que Weinstein detestaba
Tras recoger un entusiasmo sorprendente en su estreno en el festival de Venecia, ‘Bitelchús Bitelchús’, secuela del macabro clásico ochentero de Tim Burton, vuelve a las salas con la actriz que obsesionó a toda una generación de nuevo como protagonista. Un papel que aspira a hacer justicia a una trayectoria repleta de errores propios y ajenos, pero siempre icónica.
00En un momento de Bitelchús Bitelchús, Lydia Deetz (Winona Ryder), sentada en un banco de un cementerio, se queja ante su hija (Jenna Ortega) de que “la muerte es dura”. “A veces pienso que la vida es aún peor”, responde la adolescente, dando paso a al primer plano de su resignada madre antes de que la épica entrada del logo del estudio cinematográfico que produce el filme interrumpa su charla. No es de extrañar que esta escena haya sido la más destacada durante toda la promoción de la secuela del clásico de Tim Burton, cualquiera que conozca un mínimo la trayectoria de la intérprete sabe reconocer el peso detrás de esa réplica. 36 años después de su estreno, la película que catapultó a la fama internacional a la que era todavía una adolescente regresa a las salas entre los vítores de los asistentes a su premiere internacional en el pasado festival de Venecia. “Excelente” y “encantadora” son algunos de los halagos que la prensa le ha concedido al trabajo de una actriz que ha sabido mantener intacta esa mezcla de inocencia y atrevimiento, de vulnerabilidad y rebeldía, de delicadeza y misterio que la convirtieron en una de las grandes estrellas del Hollywood de los noventa. Una estrella que se apagó –o apagaron– al comienzo del nuevo siglo y que gracias a Bitelchús, Bitelchús vuelve a escuchar las ovaciones festivaleras negadas durante dos décadas. La muerte en Hollywood es dura, pero la vida de Ryder en la meca del cine ha sido, a veces, aún peor.
“Hubo un periodo en el que dejé de estar de moda”, ha reconocido estos días la propia intérprete. 10, 12, 15 años… Ella misma titubea sobre el tiempo que le costó volver a la primera línea, con un pequeño papel secundario en Cisne Negro como único atisbo de verdadera relevancia hasta que su trabajo como Joyce Byers, la madre coraje del sobrenatural pueblo de Hawkins en Stranger Things, hizo recordar a muchos que su presencia en la exitosa serie tenía mucho más que ver con el talento inalterable de la intérprete que con la enésima cesión a la nostalgia de la ficción de Netflix. Han pasado diez años de aquello –actualmente rueda la última temporada–, pero más incluso desde que tuviera las primeras reuniones con Burton para materializar la secuela a la que también regresan Michael Keaton como el bioexorcista Bitelchús y Catherine O’Hara, su madrastra en el filme original. A los 52 años, su vuelta como cabeza de cartel de un proyecto que aspira a convertirse en uno de los cinco mayores taquillazos del año –las previsiones apuntan a un récord histórico en el mes de septiembre– no le ha hecho cambiar un ápice su perfil mediático. Valgan como ejemplos sus negativas a tener redes sociales, a llevar tacones en la alfombra roja –prefiere las botas– o a contratar a una estilista que decida sus looks, dejándolo todo a dictado de su propia intuición.
Lo cierto es que su sexto sentido es legendario en las colinas de Los Ángeles. “Su instinto sobre las personas y las situaciones es increíble”, escribió sobre ella British Vogue en 1994, “es como si Winona procediera de otro planeta”. Un sexto sentido que la ayudó a escapar del condenado por violación Harvey Weinstein, el influyente productor que reinaba en Hollywood en los años en los que Ryder triunfaba con Eduardo Manostijeras, Reality Bites o Mujercitas. Johnny Depp se tatuó el mítico Winona Forever (‘Winona para siempre’) en su brazo derecho y se alzaron de inmediato como la pareja por excelencia de la Generación X. Sin embargo, en un episodio desvelado por ella misma hace unos días, Ryder asegura que Weinstein la metió en su lista negra tras evitar ser acosada sexualmente por él. “La única vez que tuve una reunión con él, fui a la oficina de Miramax, le extendí mi mano y él me la estrechó. Me senté en el sofá, tuvimos una conversación y me fui. Después mi agente me gritó, ¿Qué coño has hecho?’. Aparentemente, lo ofendí porque le ofrecí mi mano, supongo que esperaba algo más”, relata la intérprete, que considera la antipatía que Weinstein sentía por ella –”yo no le gustaba”– como una de las razones principales de su declive profesional.
La otra es conocida por medio mundo. En el año 2001 fue arrestada por llevarse 6.000 euros en ropa de diseñador en uno de los grandes almacenes de Beverly Hills y el vídeo de la detención copó los titulares de medio mundo. Dieron igual sus disculpas, su adicción confesa a los barbitúricos o sus problemas de salud mental, mientras por Hollywood campaban libres todopoderosos depredadores sexuales, la intérprete fue ridiculizada y vilipendiada con tal ahínco que no solo vio cómo su meteórica carrera se hundía, sino que a punto estuvo de entrar en prisión. El Winona Forever mutó en un Free Winona en buena parte de la opinión pública. Fue condenada a tres años de libertad condicional, 480 horas de servicio comunitario, 10.000 dólares de multa y la obligación de recibir terapia psicológica. “Su carrera ha sido utilizada como un ejemplo emblemático del doble estándar con el que se trata a hombres y mujeres en Hollywood”, ratificaba el crítico cinematográfico Scott Mendelson. Y cuando decidieron que era momento de rehabilitar su figura, el edadismo crónico de la industria le cerraba las puertas. Las parejas de coprotagonistas habituales como el propio Depp o Adam Sandler habían pasado a tener veintipocos años (Christina Ricci, Bella Heathcote) y tuvo que conformarse con roles como el de la madre de Spock en Star Trek con solo 37 años.
Ryder ha calificado la década entre el 2000 y el 2010 como la “época más degradante” para ser mujer en Hollywood. “Las actrices eran castigadas por no entender la broma o no seguirles el juego. Todas intentaban ser la chica cool, sexualizada, pero a la vez una más de ellos… Yo pensaba que era denigrante. Recuerdo sentir que, si este era el futuro, estábamos jodidos”, reflexiona. Se mudó a San Francisco, la ciudad en la que creció, para aislarse del ruido. En 2010, durante una fiesta con motivo del estreno de Cisne Negro, el fundador de una marca textil basada en el algodón orgánico y sostenible llamado Scott Mackinlay Hahn se acercó a ella para felicitarla por su papel en El quinto elemento. Aunque ella no aparecía en dicha película, Ryder consideró su confusión con Milla Jovovich como un estupendo cumplido y fue el germen de una relación que se ha mantenido estable hasta hoy. La pareja ha anunciado que pasarán por el altar a finales de este año. “Es una superviviente: del éxito vertiginoso en sus primeros años, de los escándalos, del sexismo, del edadismo, de sus propios errores y del comportamiento atroz de los demás”, añade el editor Alex Bilmes.
La calificada como “chica perdida” del cine, Winona por fin es libre, tanto personalmente como profesionalmente. El estreno de Bitelchús, Bitelchús cierra el círculo que comenzó cuando solo tenía 16 años y que cambió su vida para siempre. Tras el éxito del estreno de la primera película, tuvo que dejar su colegio al ser víctima de acoso escolar por parte de sus compañeros, que la calificaban de “bruja”. “Llevaba una camiseta de chico y, mientras iba al baño, oí a alguien decir, ‘¡Eh, maricona!’. Me golpearon la cabeza contra la taquilla. Me caí al suelo y empezaron a pegarme. Tuvieron que ponerme puntos de sutura. La escuela me expulsó a mí, no a los bullies”, contó en la edición británica de Marie Claire. En sus propias palabras, era la “chica rara”, y fue gracias a Tim Burton cuando aprendió a abrazar su diferencia. Ella misma se lo ha agradecido personalmente esta semana al cineasta, premiado con una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood: “Tim conoce el dolor de los incomprendidos, los raros e inusuales (…) Afianzaste mi voz, reforzaste mi confianza en ser yo misma y para ir en contra de las corrientes de la conformidad. En otras palabras, hiciste que ser la ‘chica rara’ no solo estuviera bien, sino que fuera algo que celebrar o incluso guay”. En 2024, ella vuelve a ser el epítome de lo cool. Lo de Winona Forever estaba bien tirado.
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