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Columna
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Maduro caerá

A medida que el presidente venezolano se convierte en el mandatario con mayor poder represivo del continente, se vuelve también el más temeroso

El presidente venezolano, Nicolás Maduro.
El presidente venezolano, Nicolás Maduro.Associated Press/LaPresse (Associated Press/LaPresse)
Víctor Lapuente

Como un fruto, Maduro caerá. Las fuerzas de la gravedad que lo empujan son demasiado intensas. Sin contar la crisis actual, cualquier dictadura personalista como la de Venezuela tiene anualmente una probabilidad de caer de cerca del 8%, con lo que, tras más de 15 años en esa categoría, matemáticamente ya le toca.

Además, todos los factores estructurales conspiran contra el gran conspirador. La economía ha pasado de proporcionar petrodólares para programas sociales, y suculentas prebendas a la clientela, a expulsar a millones de venezolanos fuera del país. La ideología socialista-bolivariana ha pasado de seducir a las izquierdas altermundistas a ser despreciada por todo el mundo (con alguna lamentable excepción). La sociedad venezolana ha pasado de creer en el movimiento que lideró Hugo Chávez frente a las anteriores élites corruptas a abandonar la fe tras comprobar que la podredumbre gubernamental es aún mayor. El chavismo ya no es visto como un ascensor social abierto para clases tradicionalmente excluidas del poder, sino como un club exclusivo, cerrado y represivo.

Y Maduro carece del elemento clave para la supervivencia de una autocracia: un sistema de sucesión institucionalizado. En el manual de resistencia del dictador, la regla número uno es dotarse de un mecanismo de herencia, ya sea la familia, como las monarquías del Golfo (o del golfo Kim Jong-un en Corea del Norte), o el partido único, como China. Si no, tarde o temprano, se desata el baile de cuchillos en palacio.

Así que también podemos pronosticar cómo colapsará el régimen de Maduro. Según comenta la experta Erica Frantz al New York Times, dos de cada tres dictadores cae por revueltas en sus propias filas. La principal amenaza para un tirano no son las rebeliones populares, sino el acero de su guardia pretoriana. Los emperadores romanos más poderosos eran los más perturbados. Y se volvían lunáticos con razón. Cada privilegio que arrancaban al Senado o al pueblo los situaba una casilla más cerca de una conspiración letal en su círculo íntimo. Calígula, Nerón o Domiciano no fueron locos irracionales, sino ejemplos paradigmáticos de que el poder y miedo van de la mano.

A medida que Maduro se convierte en el presidente con mayor poder represivo del continente, se vuelve también el más temeroso. Eso explica que divida y subdivida al ejército, la policía, los colectivos paramilitares y las agencias de inteligencia —todas espiando a todas a todas horas—. Maduro no se fía de nadie, con lo que nadie puede confiar en él. @VictorLapuente

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