Argumentos a favor del segundo mejor desenlace en Ucrania
Occidente tiene que abandonar la idea de una victoria total de Kiev y centrarse en evitar una derrota
Cuando Rusia sufrió sus primeros reveses en la guerra contra Ucrania en la primavera de 2022, la arrogancia reinaba en los círculos de la política exterior occidental. Los gobiernos occidentales prometían apoyo incondicional a Ucrania durante el tiempo que fuera necesario. Algunos exaltados incluso instaban a que Occidente declarara que el objetivo oficial era un cambio de régimen en Rusia.
Dos años después, la arrogancia se ha tornado en depresión. Rusia ha tomado ventaja en la guerra. Hace unos días, capturó la ciudad de Avdiivka, al noroeste de Donetsk. Los suministros militares occidentales a Ucrania se han agotado. El paquete de ayuda militar del Gobierno de Biden está atascado en el Congreso. Pero la sequía de suministros estadounidenses ya había comenzado el pasado otoño.
Los suministros europeos de munición también están por debajo de los objetivos. La UE había prometido suministrar un millón de proyectiles durante el año que acaba en marzo, pero solo proveerá la mitad. Rheinmetall, el contratista de defensa alemán, ha declarado que aumentará su producción actual en un 10% este año. El gran acelerón de la producción no llegará hasta 2025, cuando entre en funcionamiento una nueva fábrica. A corto plazo, lo más probable es que la situación en el campo de batalla empeore para Ucrania.
La UE podría adquirir municiones en los mercados mundiales, pero Emmanuel Macron lo impide, alegando que esto perjudicaría a sus contratistas de defensa. Alemania podría enviar misiles de crucero Taurus capaces de alcanzar el interior de Rusia, pero Olaf Scholz, el canciller alemán, teme que estos misiles desencadenen una escalada. Todo el mundo tiene un motivo para refrenarse. Pero Vladímir Putin lo ve como si Occidente estuviese retrocediendo.
Hace falta un esfuerzo grande y sostenido para ayudar a un aliado a librar una guerra prolongada contra una superpotencia militar. Parece como si Occidente, con sus innumerables expertos militares y geopolíticos, no lo hubiera pensado bien. Ha subestimado a Rusia.
La larga sucesión de errores de juicio comenzó justo al principio de la guerra con el paquete de sanciones occidentales. La idea era privar a Putin de medios para librar la guerra. En ese sentido, fue un completo fracaso. Irán le envía drones. Corea del Norte le envía misiles. China le envía productos de doble uso y componentes de alta tecnología. Los productos occidentales llegan a Rusia a través de Kazajistán.
A diferencia de Occidente, Rusia ha transformado su economía en una economía de guerra. El resultado es que el país creció más rápidamente que cualquiera de las grandes economías occidentales el año pasado a pesar de las sanciones. El FMI predice lo mismo para este año.
Una razón casi banal del error de apreciación colectivo de Occidente es una falacia estadística habitual. Nos hemos estado diciendo unos a otros que la economía rusa es minúscula, aproximadamente del tamaño de la española. Esto es cierto en términos de dólares. Pero carece de sentido desde que excluimos a Rusia de los mercados del dólar. Si medimos la economía rusa en términos de paridad de poder adquisitivo (PPA), nos encontramos con una imagen completamente distinta. En términos de PPA, Rusia es mayor que Alemania, y China mayor que Estados Unidos.
¿Cuáles son las opciones ahora? El primer paso —y el más importante— que debe dar Occidente ahora es abandonar la idea de la victoria total y empezar a pensar en objetivos bélicos no binarios. Los líderes occidentales no pueden ofrecer compromisos incondicionales más allá de su legislatura. Lo vemos ahora mismo en Estados Unidos. Joe Biden prometió más de la cuenta.
Un primer objetivo realista debería ser ayudar a Ucrania a detener el avance del Ejército ruso. Járkov, la segunda ciudad más grande de Ucrania, es potencialmente vulnerable a una insurrección rusa, o al menos las partes orientales de la región. En otras palabras, Occidente debería reorientar su apoyo para ayudar a Ucrania a librar una guerra defensiva y cambiar los suministros de manera acorde. El objetivo final a largo plazo debería ser llegar a un punto en el que ambas partes se den cuenta de que tienen más que ganar si llegan a un acuerdo. Ahora no estamos en ese punto.
Cuando termine esta guerra, la línea del frente militar se convertirá en la nueva frontera entre Ucrania y Rusia. Supongo que sería la mitad de ancha que cualquier provincia ucrania a la izquierda o a la derecha de la actual línea de combate. Ucrania occidental pasaría a formar parte de la OTAN y, con el tiempo, de la UE. La nueva línea del frente pasaría a formar parte de la frontera operativa de la OTAN a efectos del Artículo 5, su cláusula de defensa colectiva. Si Rusia cruzara esa línea, entraría en guerra con la OTAN.
Seguiría siendo un objetivo ambicioso. Requeriría más apoyo militar y financiero que el que proporciona actualmente Occidente, pero centrado en la defensa. En ese escenario, los misiles de crucero Taurus probablemente no entrarían en la lista de las tres cosas más importantes.
La realidad política en Occidente es que el apoyo político a la ayuda a Ucrania está disminuyendo. En Alemania, apenas la mitad de la población está a favor de suministrar armas, según una encuesta reciente. En Italia, el apoyo es todavía menor. Con la vuelta de la austeridad fiscal, la ayuda a Ucrania empieza a competir con las políticas internas. Y se puede llamar irresponsables a los republicanos del Congreso, pero no harían lo que han hecho si una gran mayoría del electorado estadounidense apoyara a Ucrania.
Lo ideal sería no empezar desde aquí. Cuando la victoria total deja de ser una opción realista, el segundo mejor desenlace es evitar la derrota. Es un objetivo que valdría la pena, pero desgraciadamente sería menos indicado para la política de alarde de virtudes y sesiones de fotos con Volodímir Zelenski, que es en lo que ha degenerado nuestra operación militar especial.
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