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Violencia en Sinaloa
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Sinaloa y la estrategia del avestruz

El enésimo pulso del crimen organizado deja la sensación de que cualquier cosa puede pasar ante unas autoridades que patean el balón fuera de su tejado

Elementos del Ejército custodian una camioneta que fue encontrada con varios cuerpos en su interior en Culiacán, Sinaloa.
Elementos del Ejército custodian una camioneta que fue encontrada con varios cuerpos en su interior en Culiacán, Sinaloa.José Betanzos Zárate (Cuartoscuro)
David Marcial Pérez

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Hasta hace unas pocas semanas, el gobernador de Sinaloa repetía que todo estaba tranquilo por allá. Cuando los cadáveres, las desapariciones y las calles incendiadas fueron ya insoportables, el presidente, Andrés Manuel López Obrador, optó por culpar a Estados Unidos de agitar el avispero. Y desde el otro lado de la frontera, el dedo del embajador de la Casa Blanca, Ken Salazar, señala a los políticos mexicanos. Todos patean el balón fuera de su tejado, todos esconden la cabeza como hace el avestruz para confundir a sus depredadores en un intento desesperado por salvarse.

El penúltimo zarpazo se conoció el fin de semana en Culiacán, capital del Estado y epicentro de la crisis. Cinco cadáveres maniatados dentro de una camioneta con las puertas traseras abiertas, para que se viera desde fuera. Y un lateral del vehículo, un mensaje pintado con spray: “Bienvenidos a Culiacán”. Los episodios macabros se suceden desde que el 9 de agosto se desatara una batalla intestina dentro del Cartel de Sinaloa. Van más de un centenar de muertos y otros tantos desaparecidos, carreteras bloqueadas, escuelas cerradas. La vida en suspenso. El enésimo pulso al Estado desde el crimen organizado, la sensación de que cualquier cosa puede pasar ante unas autoridades desbordadas.

El origen de este nuevo ciclo de terror fue la detención el 25 de julio en una base aérea de Nuevo México al fundador del Cartel de Sinaloa, el veterano Ismael El Mayo Zambada tras décadas a salto de mata sin pisar jamás una prisión. El capo había sido entregado en un avión por Joaquín Guzmán López, conocido como El Güero. El veterano criminal acusó al hijo de El Chapo de haberle tendido una emboscada y haberlo llevado contra su voluntad a Estados Unidos.

Los detalles de la detención están rodeados de incógnitas y versiones interesadas, abonando todo tipo de tesis y elucubraciones. El Mayo ha involucrado incluso al gobernador morenista del Estado, Rubén Rocha, supuesto anzuelo para acudir a una reunión conjunta. Detrás de la emboscada también estarían las autoridades estadounidenses, con quien El Güero habría llegado a un acuerdo para entregarse y vender por el camino al antiguo socio de su padre.

El enmarañado relato apunta, en todo caso, al complejo problema de la violencia en México. Más allá de explicaciones maniqueas, el crimen organizado es un actor más en el escenario político, económico e internacional. Tras décadas cocinándose en el subsuelo lleva tiempo incrustado en las lógicas y engranajes del poder, hasta el punto de desvanecerse muchas fronteras, sobre todo en la esfera institucional local. Sinaloa es solo la punta de iceberg.

El general a cargo del Ejército en el Estado decía en plena crisis que la guerra acabaría cuando los grupos considerasen que debía parar, como un observador alejado del conflicto, el árbitro de un combate de boxeo al que solo le está permitido intervenir en último caso. Las declaraciones del militar ilustran la estrategia de seguridad del sexenio de López Obrador, que ha optado por la contención antes que la confrontación en un intento, al menos retórico, por distanciarse de la agresiva guerra contra el narco.

Las cifras de violencia apenas se han reducido levemente y el avispero de Sinaloa llega un momento crucial, en pleno relevo de Gobierno. El mismo día que apareció la camioneta repleta de cadáveres en Culiacán, a casi 300 kilómetros, en el sur del Estado, López Obrador y la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, llegaban a El Rosario para inaugurar una presa. Acompañados del gobernador Rocha, hablaron del agua, del maíz, frijol y papa. Los tres volvieron a agachar la cabeza como el avestruz.



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Sobre la firma

David Marcial Pérez
Reportero en la oficina de Ciudad de México. Está especializado en temas políticos, económicos y culturales. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en El País. Antes trabajó en Cinco Días y Cadena Ser. Es licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y máster en periodismo de El País y en Literatura Comparada por la UNED.
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