La izquierda francesa pacta un programa y candidatos únicos para las legislativas
La derecha implosiona entre escenas de vodevil, mientras los macronistas afrontan con semblantes graves su hora de la verdad
Las izquierdas francesas han superado este jueves por la noche sus divisiones sobre asuntos como Ucrania, Oriente Próximo o la construcción europea, y han acordado un programa común y candidatos únicos para las elecciones legislativas del 30 de junio y el 7 de julio. El acuerdo, bautizado como “nuevo frente popular” en honor a la unión progresista de los años 30 contra el fascismo, complica al presidente Emmanuel Macron el objetivo de captar para su movimiento a socialdemócratas y ecologistas descontentos con los radicales y euroescépticos de Jean-Luc Mélenchon.
Si un objetivo de Macron, al adelantar por sorpresa el domingo las elecciones, era culminar la remodelación del paisaje político que inició el 2017 al jibarizar a los socialistas y la derecha moderada, el éxito es parcial. La derecha sale tocada de esta semana, la izquierda resiste y la extrema derecha parte como favorita, según los primeros sondeos publicados.
Desde socialistas a comunistas, pasando por ecologistas e insumisos de Mélenchon, celebraron el éxito tras cuatro días de negociaciones. La izquierda, cuyos principales partidos acudieron por separado a las europeas, aspira como mínimo a ser la primera fuerza de oposición a un hipotético Gobierno de la extrema derecha.
Tras alcanzar un principio de acuerdo para presentar candidaturas únicas y repartirse la mayoría de circunscripciones (299 para La Francia Insumisa de Mélenchon, 175 para el Partido Socialista, 92 para los ecologistas, 50 para los comunistas), faltaba redactar el programa común y acordar el resto de candidaturas. El viernes deben conocerse los detalles, y se desconoce aún quién será el candidato a primer ministro.
El acuerdo no fue fácil. Los socialistas liderados por Raphaël Glucksmann sacaron en las europeas un mejor resultado que la lista de Mélenchon. Y muchos se resistían a unirse a la coalición, a menos que los melenchonistas se comprometiesen a aumentar la ayuda militar a Ucrania o apoyasen el proyecto de construcción europea. Las posiciones del sector radical sobre Israel y Hamás planteaban problemas a los moderados.
Es significativo que el expresidente François Hollande, socialista moderado y repetidamente vilipendiando por los melenchonistas, aprobase el acuerdo: “Lo esencial es que se haya podido hacer la unión. Tengo las divergencias conocidas, pero hay un momento en el que se va más allá de las divergencias, se va a lo esencial.”
Escenas inéditas
El adelanto de las elecciones legislativas ha precipitado el acuerdo de la izquierda y, en paralelo, está dinamitando a la derecha, mientras abre un enorme interrogante sobre el futuro del macronismo. Se están viendo estos días escenas que jamás nadie habría imaginado. Dos ejemplos. Un presidente, Macron, adelantando elecciones y arriesgándose así a que su propio partido quede fuera del Gobierno y tomen el poder los rivales a los que prometió debilitar a lo largo de su mandato. Inquietud entre los suyos, y la sensación de que el líder les empuja al abismo, o a quedarse sin escaño.
Más escenas, propias de un vodevil. El jefe de un partido histórico, que ha dado presidentes de la República como Jacques Chirac y Nicolas Sarkozy, acuartelado en su despacho y en rebeldía. Sus lugartenientes lo han destituido por querer pactar con la extrema derecha. Eric Ciotti, presidente (o ya no) de Los Republicanos (LR), se asoma a la ventana y asegura a los periodistas desde ahí: “Estoy trabajando”.
El único partido que se siente fuerte de verdad es el Reagrupamiento Nacional (RN) de Marine Le Pen, triunfante el domingo y al que los sondeos sitúan en primera posición en las legislativas. Es el único partido que atrae a personalidades de los otros. Ciotti es una. Otra es Marion Maréchal, la sobrina de Le Pen. Encabezó la lista europea de Reconquista, el partido del tertuliano ultra Éric Zemmour. Ahora Maréchal ha declarado apoyar al RN en las legislativas, junto a otros cuatro eurodiputados electos de Reconquista. “Es el récord del mundo de la traición”, se ha indignado Zemmour.
Todo cambia, y rápido. Hoy existen dos partidos con el nombre de Los Republicanos (LR), la formación de la derecha tradicional hermanada con el PP español. Uno es el que dice presidir todavía Ciotti. El otro LR es el de los barones, los senadores y los diputados (excepto Ciotti y otra parlamentaria), y estos republicanos expulsaron el miércoles al dirigente. Los dos LR, el ciottista y los demás, se pelean por el relato en las redes sociales. La cuenta de X estuvo unas horas en manos de los anti-Ciotti; la de Facebook, de los pro-Ciotti.
Fin de ciclo
¿Y la (todavía) mayoría presidencial? Hay un aire de fin de ciclo. Esta mayoría la integran los tres partidos que apoyan a Macron: el suyo, Renacimiento, el centrista MoDem y el conservador moderado Horizontes. Aunque conforman el primer grupo en la Asamblea Nacional, no llegan a la mayoría absoluta, y de aquí vienen parte de los problemas que llevaron al presidente a dar por terminada la legislatura.
Desde el domingo por la noche, cuando Macron se dirigió a los franceses para llamar a las urnas, la mayoría parece paralizada. Caras largas, como las que se ven en las fotos oficiales, en blanco y negro, de Macron anunciado a sus ministros el domingo el adelanto electoral. Diputados que empiezan a marcar distancias con Macron y piensan que ya no es un activo, sino una carga. Desconcierto hasta en los más altos rangos del Estado. “Había otro camino”, lamentó la presidencia de la Asamblea Nacional, la macronista Yaël Braun-Pivet.
Existe, pues, una mayoría presidencial, pero podría desaparecer tras la segunda vuelta, el 7 de julio. Y una vez que haya ocurrido esto, y con un presidente debilitado y en cohabitación con un primer ministro de la oposición, ¿qué quedará del macronismo?
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