El fracaso de unir cocina y salón: ¿ha llegado el fin de las cocinas abiertas?

Las cocinas integradas y abiertas al salón han sido la tendencia más importante que han experimentado las viviendas del siglo XXI. Aunque siempre han tenido detractores, sobre todo por una cuestión de olores, las posibilidades que ofrecen en cuanto a aprovechamiento del espacio y de socialización han sido argumentos de peso para su proliferación en las últimas dos décadas, teniendo en cuenta que su mayor desventaja se puede solucionar con un adecuado sistema de extracción.

No obstante, no siempre son la solución más conveniente para una buena distribución, un determinado estilo de vida o, lo que es más importante, las preferencias de quienes van a habitarla. En un proceso de reforma, conviene sopesar si merece la pena el coste o la dificultad de mover instalaciones que, a menudo, implica conseguir una cocina de concepto abierto. Ya que se puede optar por otras estrategias intermedias que, además, mejoren la distribución de la vivienda o se adapten mejor a nuestro combo de hábitos y manías.

Conseguir una mejor distribución fue el caso de la reforma de la vivienda Atocha 3K en Madrid, de Studio Lemon. La arquitecta Marta Miñarro cerró parcialmente su cocina mediante unas puertas acristaladas, con un potente marco de color azul eléctrico, mientras que la parte que mira al salón la dejó abierta. “Esta decisión la tomamos porque estaba justo en la puerta de acceso, para que no fuera lo primero que se viera al entrar en la vivienda. Con este cerramiento evitamos que la cocina fuera el primer impacto visual y, al mismo tiempo, obtuvimos un vestíbulo. Por otro lado, la dejamos abierta al salón mediante una barra, porque este espacio era muy pequeño y necesitábamos incluir una zona de comedor”, explica Marta.

La integración de cocina y salón es una solución que, en viviendas pequeñas, a menudo proporciona un mejor aprovechamiento del espacio. Pero esto, por otro lado, a veces implica que se termine entrando por la cocina, y no a todo el mundo le gusta. “Muchos de nuestros clientes empiezan a preferir tener la cocina aislada. Pero no encerrada como tal en una caja, sino con cerramientos acristalados que permitan verla desde otras estancias, que suele ser el salón, para conseguir el efecto de una cocina abierta, espacios más amplios y una mejor iluminación natural”, apunta Marta.

Una cocina conectada con el salón, pero independiente, fue precisamente lo que pidió, al estudio de interiorismo Nimú, la clienta de la reforma de una vivienda en el barrio de Argüelles (Madrid). En este caso, se trata de dos estancias de estilos y acabados totalmente diferentes, pero que, a pesar de no tener continuidad estética, armonizan perfectamente entre ellas. La solución para conectar ambos espacios, pero al mismo tiempo independizarlos, fue a través de un cerramiento acristalado que los une y separa a la vez, tanto a nivel funcional como visual y estético.

“Al principio, nuestros clientes nos pedían la cocina abierta al salón para conseguir un espacio más grande y por no quedarse aislado, apartado de la familia o amigos, cuando se está cocinando. Pero ahora empiezan a verse los contras de esta decisión, ya que al cocinar se puede molestar a quien está haciendo otra cosa en ese mismo espacio. Lo de independizarla no es solo por una cuestión de olores. De hecho, nosotras no compartimos esta razón porque es algo que se puede solucionar con una buena extracción”, explica Fayette Proper. “Hay gente a la que no le gusta ver desde el salón todos los utensilios o el desorden que se genera al cocinar. Tener una cocina abierta te obliga muchas veces a ser más ordenado. La solución perfecta para nosotras es que la cocina esté vinculada con la zona de estar, que no esté en la otra punta de la casa, pero que tenga un buen cerramiento que conecte visualmente ambos espacios, que se pueda abrir y cerrar dependiendo del momento”.

A la interiorista Natalia Zubizarreta, los clientes de la reforma integral de una vivienda en Mondragón (Guipúzcoa) también le pidieron cerrar la cocina. “Hay personas que lo tienen clarísimo por una cuestión de olores y de ruidos. En este caso, un cerramiento acristalado nos permitía no perder la sensación de luz y de amplitud de una cocina abierta. Para mí, esto suele ser una demanda muy habitual. A veces, cuando los clientes no lo tienen claro, dejamos todo preparado por si el día de mañana quieren cerrarlo: refuerzos en el techo, etc. La realidad es que, en general, la mayoría de clientes que han dejado todo preparado por si decidían cerrar la cocina en el futuro, nunca lo han hecho”, admite Natalia.

La solución no tiene por qué pasar por un cerramiento suave. También una creativa estrategia espacial y de equipamiento puede funcionar muy bien, como en el proyecto Casa Nogal, del estudio Zooco en Madrid. Aquí, la cocina no está ni cerrada ni unida del todo a la zona de estar, sino separada visualmente, aunque conectada a través de un área con una mesa que puede adoptar varias funciones. “El requisito inicial del cliente era que fueran espacios conectados, pero independientes. Y lo más importante: que cada uno tuviese iluminación natural a través de la fachada principal de la vivienda. Como elemento separador de ambos espacios diseñamos un mueble de madera con uso a ambos lados: como mueble de televisión hacia el salón, y como mueble de cocina hacia el lado opuesto. Como conexión entre los dos espacios, diseñamos una mesa que puede encajar en ambos ámbitos”, explica Sixto Martín.

“Nosotros percibimos que la tendencia de unir salón y cocina en un único espacio ha disminuido notablemente en los últimos años. No hace tanto, era frecuente que los clientes, independientemente del tamaño de la vivienda, pidiesen la unión de esos dos espacios, buscando siempre un ambiente lo más diáfano posible. En la actualidad, esa unión es un recurso usado principalmente en viviendas de tamaño reducido, o lo piden clientes que no hacen un uso intensivo de la cocina. Eso sí, a lo que no se suele renunciar es a una posible conexión entre ambos espacios, ya sea fija o mediante elementos correderos”, añade Sixto.

En esta progresión hacia atrás, por antagónico que suene, también se sigue optando por mantener la cocina donde estaba, con su antigua posición independiente y estructura cerrada. En ocasiones, porque modificar las instalaciones de agua no es posible o complica y encarece en exceso el proyecto. Otras veces es por sentido común, porque a nivel de distribución resulta perfecta donde está y lo que necesita, en realidad, es un buen lavado de cara y un mejor diseño. Si a quien va a habitarla le parece bien con respecto a su estilo de vida, ¿por qué cambiar toda la distribución cuando quizá no es necesario ni tampoco mejora considerablemente su funcionalidad o la de la vivienda?

Este sería el caso de la renovación de la Casa Hope realizada en La Floresta (Barcelona) por Cierto Estudio. En esta ocasión, fueron las arquitectas las que tomaron la resolución. “Decidimos no cambiar la distribución, ya que nos parecía muy adecuada y no queríamos modificar la esencia de la casa, del arquitecto Antoni Roselló”, explica Anna Llonch. “Nos gustaba que la cocina estuviera en contacto con el patio y que hubiera una circulación alrededor que cruzara la cocina. La dimensión también era la adecuada para la familia que vive allí”.

“En general, pensamos que en la actualidad se busca una cocina más híbrida, con cierta privacidad pero abierta a otros espacios, y que sea un ambiente lo suficientemente amplio e iluminado para que sea muy polivalente. Nosotras, de entrada, siempre solemos tirar más hacia esta dirección. Son pocas las veces que hemos proyectado una cocina cerrada. En Casa Hope fue más por la arquitectura existente que por una voluntad del cliente”, concluye.

La cocina de concepto abierto integrada con el salón, en general, sigue siendo el epítome de la vivienda contemporánea, solo que no encaja en todos los casos ni a todas las personas. Quizá lo que hemos aprendido en este tiempo de experimentarlas es que tampoco hay que forzarlas por muy representativas del siglo XXI que sean, porque a veces el propio lugar ni siquiera lo pide, ni tampoco sus futuros usuarios.