Un chivatazo llevó hasta Karim El Baqqaly, autor confeso del asesinato de dos guardias civiles
Un informe revela que la Guardia Civil recibió información de confidentes que vinculaba al encarcelado por el crimen con el clan del narco Puspus, lo que permitió su identificación
El pasado 7 de mayo fue un día clave en la investigación por el asesinato de los guardias civiles Miguel Ángel González y David Pérez, ocurrido tres meses antes en el puerto de Barbate. Aquel día, el equipo conjunto de la Unidad Central Operativa (UCO) y la Comandancia de Cádiz entregaba dos informes en el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción Número 1 de la localidad gaditana, donde se instruía la causa por las muertes de los dos agentes. Uno era un exhaustivo análisis de los vídeos de ocho cámaras que registraron cómo una narcolancha arrolló en el puerto a la zódiac en el que iban las dos víctimas y cuatro compañeros el pasado 9 de febrero. Y el segundo, un oficio policial en el que informaban al juez de que, a raíz de ese análisis que exoneraba a los hasta entonces seis detenidos acusados del crimen, abrían una nueva línea de trabajo para identificar a los verdaderos autores. La noche del miércoles al jueves, cuando estaban a punto de cumplirse cinco meses de la apertura de esa nueva línea de investigación, la Guardia Civil conseguía su objetivo y detenía a Karim El Baqqaly, de 32 años. El Baqqaly ha terminado confesando ser el piloto de la embarcación que mató a los dos agentes.
Entre aquel informe de mayo y el arresto de El Baqqaly, la Guardia Civil ha desarrollado unas complejas pesquisas en las que han jugado un papel clave las “confidencias” recibidas por los investigadores. Estas permitieron identificar al ahora detenido como el piloto de la narcolancha, según se recoge en un informe del instituto armado incorporado al sumario al que ha tenido acceso EL PAÍS. El documento policial recuerda que estas informaciones hechas llegar por “confidentes y colaboradores” ―que no identifica para preservar su seguridad― no solo les había confirmado la veracidad de lo declarado en el juzgado por uno de los seis primeros detenidos erróneamente por el crimen que había hablado de la implicación de un tal “Karim”, sino que les había permitido avanzar en las indagaciones hasta poder identificar plenamente a la persona que pilotaba aquella noche la narcolancha que arrolló a los agentes.
El informe ―que recuerda que muchos de los “testimonios de excepcional valor” que se reciben en las investigaciones en la lucha contra el narcotráfico llegan por personas que piden “el más estricto anonimato” por temor a sufrir represalias― destaca que gracias a este chivatazo pudieron saber que el hombre llamado Karim que mencionó uno de los primeros detenidos era “un súbdito marroquí” que tenía “antecedentes por delitos contra la salud pública [tráfico de drogas] mediante el uso de narcolanchas, familiar de un conocido narcotraficante [al que identifican como Abdellah E. M] que responde al apodo de Puspus y que sería el dueño de la narcolancha pilotada por Karim”. Los investigadores destacan que este presunto capo no era “alguien desconocido en el ámbito de la lucha contra el narcotráfico”.
Los autores del informe ponen en valor un dato respecto a este último. En mayo de 2020, Puspus había sido identificado por agentes del instituto armado en una embarcación en el puerto de Cabopino, en Marbella (Málaga) cuando se encontraba, precisamente, junto al ahora encarcelado, El Baqqaly, que es su sobrino. A partir de ese momento, el informe detalla el rastreo que los agentes hicieron de los antecedentes policiales de El Baqqaly, convertido ya en el principal sospechoso.
Antecedentes por maniobras peligrosas
El primer antecedente de El Baqqaly se remonta al 19 de agosto de 2010, cuando tenía 19 años. Entonces fue detenido tras ser sorprendido por una patrullera de la Guardia Civil cuando tripulaba, junto a otras tres personas, una embarcación “sin matricular” en la que supuestamente transportaban “lo que parecían fardos de hachís”. En ese episodio, las diligencias policiales destacan que los agentes del Servicio Marítimo tuvieron que perseguir a la lancha durante 30 minutos en los que El Baqqaly y sus compañeros hicieron “caso omiso de las señales luminosas y acústicas” mientras en su huida se desprendían de la carga. El documento policial destaca que en esta ocasión el ahora detenido ya hizo maniobras peligrosas con la embarcación que pilotaba, “llegando a impactar [contra la patrullera] al realizar la narcolancha [...] un viraje brusco hacia estribor”.
Tras aquel incidente, El Baqqaly volvió a ser arrestado en otras cuatro ocasiones. Una, por la Policía Nacional en 2011 por una infracción de la ley de extranjería. El resto, por la Guardia Civil. Entre ellas está la de 2020, en la que fue interceptado junto a Puspus en un puerto de Marbella; y una última, en junio de 2023, cuando fue identificado mientras viajaba en coche junto a otras cuatro personas, entre ellas Hassan E. M., hijo de Puspus y primo suyo. Además, desde enero de 2021 existía contra él una orden de detención dictada por un juzgado de Torrox (Málaga) por su presunta implicación en la entrada en España, tres años antes, de un alijo de 119 fardos de hachís que fue intervenido.
El informe de la Guardia Civil, entregado en el juzgado horas antes del arresto de El Baqqaly, insiste, en contra de lo que este ha declarado este viernes ante el juez, en la intencionalidad de la embestida que protagonizó, como ya habían apuntado los investigadores en otros documentos anteriores. “Los individuos a bordo de la narcolancha ―recalcan los investigadores― tenían pleno conocimiento de que estaban atacando una embarcación oficial ocupada por agentes en el ejercicio de sus funciones” y que, pese a ello, “actuaron con la intención clara e inequívoca de acabar con la vida de los guardias civiles [...] con claro desprecio a sus vidas”.
El documento policial recuerda que El Baqqaly y el resto de tripulantes de la narcolancha “se alejaron una distancia suficiente que les permitía alcanzar una elevada velocidad regresando de nuevo en dirección a la embarcación oficial para finalmente, sin desviar la trayectoria para evitar la colisión, atacarla entrando con su proa desde babor hasta estribor de la embarcación afectada, pasando por encima con la quilla, con toda la superficie del casco y con los cuatro motores de 300 caballos de potencia y unos 300 kilogramos de peso cada uno, dotados de elementos metálicos cortantes”. El informe de la Guardia Civil incide en que en ese momento la narcolancha no llevaba ni droga ni otra mercancía ilegal que explicara que sus tripulantes hubiera actuado así para “defender” la carga. Por ello, concluyen que “la única explicación hallada para dar sentido al brutal ataque ‘gratuito’ [...] es la intención de causarles [a los agentes] un grave daño o quitarles la vida”.
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