John Galliano: el último diseñador libre
Unas veces provocativo y otras directamente polémico o incluso ofensivo, John Galliano trabajó durante sus 15 años al frente de Dior. Un libro analiza ahora su talento para alinear el espíritu de una época con el de la marca francesa y el suyo propio
Asegura el comisario y crítico de moda Andrew Bolton (Lancashire, Reino Unido, de 55 años) que, si reuniese todos los diseños de John Galliano que ha incluido desde hace décadas en sus exposiciones en el Museo Metropolitano de Nueva York, la cifra total de piezas daría para organizar una retrospectiva individual del gibraltareño. “Es uno de mis diseñadores favoritos”, explica. “La moda no siempre sale airosa cuando entra en los museos porque el estatus de las prendas cambia cuando se exponen al público. En un maniquí, a las prendas les falta dinamismo porque la moda se diseña para ser vestida sobre el cuerpo, en movimiento. Pero, por otro lado, exponerlas permite al público acercarse a ellas y apreciar su construcción, sus bordados, sus detalles, que son fundamentales en un museo de arte. Las prendas de John aprueban con nota. Expuestas, se convierten en tótems”.
De momento, el templo de la moda neoyorquina no tiene previsto dedicar ninguna exposición monográfica a Galliano, pero Bolton ha ejercido como comisario en un proyecto igualmente ambicioso: Dior by John Galliano, el libro que la editorial Assouline dedica a la etapa del inglés en la dirección artística de Christian Dior, la firma de lujo donde alcanzó una fama estratosférica durante casi 15 años, de 1997 a 2011, y de la que salió abruptamente en un episodio que marcó el descenso a los infiernos del diseñador más excesivo del cambio de siglo. “El planteamiento del libro es puramente cronológico”, explica Bolton en una entrevista por videoconferencia desde París. “Este volumen llega después de los dedicados a Christian Dior, Yves Saint Laurent, March Bohan y Gianfranco Ferré”, afirma en alusión a los directores creativos de la casa desde 1947, fecha de la fundación, hasta la llegada de Galliano. “El libro comienza con el vestido que diseñó para Diana de Gales con motivo de la Gala del Met del 50º aniversario de Dior y se extiende hasta su última colección”.
El planteamiento del volumen es cartesiano, pero bajo el índice palpita uno de los legados más volcánicos de la moda contemporánea. El libro reúne fotografías históricas y nuevos detalles de prendas que pertenecen principalmente a las líneas de alta costura que Galliano resucitó en una época en la que estos departamentos, antaño la joya de la corona de las casas parisienses que podían permitírselos, languidecían como testigos obsoletos de otro tiempo.
En aquella época, a mediados de los noventa, la casa ya era propiedad del gigante del lujo LVMH y todo un hito de la moda francesa con capítulo propio en los libros de historia. El origen del mito se remonta a 1947. Poco después del fin de la II Guerra Mundial, la primera colección de Christian Dior marcó la recuperación de la alta costura tras la contienda y apuntaló una nueva forma de entender el diseño. En unos años marcados por la austeridad de una posguerra traumática, Dior supo cambiar el centro de gravedad del sector. En lugar de sustituir una inspiración exótica por otra, la renovación cíclica de la moda vendría dada por la técnica de construcción de las prendas. Él mismo, Dior, asumió la creación cada temporada de una silueta distinta, reconocible a primera vista y fácilmente identificable en las fotografías en blanco y negro de las revistas de moda. Su impacto fue decisivo, abrió la puerta a los años dorados de la alta costura —hacían falta maestros artesanos de la talla de Balenciaga o Givenchy para seguirle el ritmo—y, a pesar de su corta trayectoria —Dior falleció en 1957, apenas una década después de su estreno triunfal—, supo generar un imaginario y un repertorio que, de un modo u otro, sigue articulando hoy la marca.
Galliano, que dio el relevo a Gianfranco Ferré, no era francés, se había educado en las subculturas londinenses y aunaba dos mundos aparentemente incompatibles. Por un lado, experiencia como sastre y como modista, lo que le permitió elevar la complejidad técnica de sus diseños. Por otro, una imaginación extravagante y desbordada que llevó al límite haciendo que conceptos opuestos colisionaran como trenes en marcha. Masáis y belle époque; Egipto y años cincuenta; chaquetas bar —el emblema de la casa—, Mata Hari y princesas indias de la época victoriana; los Ballets Rusos y la marquesa Casati; Pocahontas y la pompa isabelina; El retrato de Dorian Gray y la prensa sensacionalista; China, Japón, pin ups, divas de Hollywood y batas de cola. Golpes de efecto, a fin de cuentas, que suscitaban la misma adrenalina que las siluetas de Dior medio siglo atrás. Cada temporada, una sorpresa. Nada era ajeno al ansia omnívora de aquel diseñador que, en aquellos años de bonanza, creaba sin límites presupuestarios prendas elaboradas a mano durante semanas por artesanos cargados de habilidad y paciencia. “John es un posmoderno consumado, así que trabajó desde el historicismo, el eclecticismo y la deconstrucción. Era a ratos provocativo y a ratos directamente polémico, pero fue extraordinario, porque supo alinear el espíritu de Dior, el del Zeitgeist y el suyo propio”, apunta Bolton. “Aquellas provocaciones aparentemente incongruentes ayudaron a evolucionar el léxico estilístico de Christian Dior”.
El investigador afirma que durante el proceso de documentación del libro se ha topado con un narrador consumado. “Galliano fue capaz de sintetizar la historia, otras culturas, el cine, la cultura pop y la moda en un collage irresistible y muy de su época”, explica. “Antes de empezar este libro ya sabía que John era muy buen investigador, pero no hasta qué punto. Hasta 2001 él consultaba libros e iba a museos, pero en esa fecha empezó a programar viajes muy extensos, de tres o cuatro semanas, para documentarse. Se marchaba a China, Rusia, Japón o Egipto, y luego lo sintetizaba todo en la colección”. Bolton menciona ejemplos como su primera colección de alta costura, primavera-verano 1997, titulada Maasai Mitzah. “Estableció un vínculo entre los corsés Dinka de la cultura masái y la silueta de la belle époque”, explica. “Y lo hizo a través del corsé, expandiendo el collar de cuentas hasta el abdomen y dándole una curvatura propia de la silueta de principios del siglo XX. Es algo muy pensado, muy complejo. Revela una mirada muy sofisticada”. O, en 2007, un diálogo explosivo entre la silueta H ideada por Dior en los cincuenta y un imaginario egipcio a medio camino entre la arqueología, el hip hop y el cine bíblico de Hollywood. “Es fascinante cómo tradujo la línea H de Dior, que aplanaba las caderas, a través de los códigos visuales del Antiguo Egipto”.
Tras su abrupta salida de Dior motivada por unas declaraciones antisemitas, Galliano emprendió un vía crucis notorio —arrepentimiento, proceso de rehabilitación, disculpas públicas— que concluyó en 2014 con su fichaje como director artístico de Maison Margiela, la casa de moda conceptual de origen belga que hoy es propiedad del grupo Only The Brave, y donde Galliano ha llevado su estética libérrima a nuevos registros. Asegura Bolton que Galliano recuerda con orgullo sus logros en Dior. “Cuando preparaba el libro hablé con él en privado, para comprobar algunos datos”, explica. “Vio el diseño final y le emocionó mucho ver toda su obra en un libro. Creo que está muy orgulloso de lo que hizo en Dior durante aquellos 15 años. Fue algo muy de su época, que ahora no podría darse y que no volverá a suceder porque es importante que la moda refleje los cambios de cada momento. Pero es un ejemplo de libertad de pensamiento”.
Bolton asegura que los años transcurridos desde el periodo que documenta el libro imponen un cambio de planteamiento. “Los diseños de Galliano mantienen el tipo como obras de arte y de alta costura, como magníficos alardes de creatividad e imaginación, y como ejemplos de artesanía sublime. Pero el mundo de hoy es muy diferente al de finales de los noventa. Los diseñadores de ahora no tienen el privilegio de aquella libertad de pensamiento. Cuando John presentó Maasai Mitzah no hubo ni una mención a la apropiación cultural. Hoy esa colección sería imposible porque la moda se ha alineado con la política actual, y es bueno que así sea, pero creo que siguen vigentes como obras de arte”. Es en ese punto donde entran en juego los profesionales de la historia de la moda, entre los que Bolton —conservador jefe del Costume Institute del Met y responsable de monumentales retrospectivas de moda dedicadas a Alexander McQueen, Rei Kawakubo o Charles James— goza de un prestigio incontestable. Desde esa posición, esboza lo que los nuevos diseñadores pueden aprender de aquellos años casi legendarios. “Sigue siendo admirable la complejísima creatividad de Galliano, su imaginación sin ataduras, su profundidad, su libertad de pensamiento y su capacidad para provocar”, sentencia. “John puso a prueba la pragmática de la moda. La gente decía que sus prendas eran muy bonitas, pero a continuación preguntaban: ¿cómo se ponen?, ¿quién las lleva? La pragmática de la moda es una cosa, pero la moda también tiene el poder de transformar las cosas y hacernos pensar de forma diferente. Ese talento para imaginar otros mundos es la clave del legado de John”.
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