El festival de cine de Venecia resiste y se reafirma ante el avance de Giorgia Meloni
Tras meses de incertidumbre, el director artístico del certamen, Alberto Barbera, renueva su contrato y mantiene en la Mostra un reflejo de valores progresistas y defensa de los más marginados, en contraste con la ideología del Gobierno italiano
El festival de cine de Venecia se celebra en una isla. Es un hecho conocido. Pero, desde hace años, también una metáfora. Al Lido se llega en vaporetto, tras casi una hora de navegación desde Venecia. Un océano mucho mayor, sin embargo, separa la visión del mundo del certamen de cine más antiguo y la del Gobierno italiano. La Mostra premió en 2023 dos películas sobre la odisea de los migrantes, mientras el Ejecutivo de Giorgia Meloni procura devolverlos a su país o les prohíbe acercarse a sus puertos; el León de Oro encumbró en 2021 El acontecimiento, largo de denuncia sobre aquel derecho al aborto que la primera ministra logró eliminar de la declaración conjunta del G-7 hace dos meses. Las pantallas del festival acogen historias de transexuales y refugiados, combaten la discriminación de los débiles, reivindican feminismo y antifascismo. Temas ausentes en la agenda de la líder de Hermanos de Italia. Salvo para atacarlos.
De ahí que, ante una reciente coincidencia, las quinielas lo tuvieran claro. La extrema derecha ya estaba mandando desde Palazzo Chigi. Y el contrato del director artístico de la Mostra del cine, Alberto Barbera, llegaba a su fin después de 13 años. El Gobierno ya había cambiado a buena parte de los mandos de la televisión pública; a los responsables de algunos de los principales museos; o al presentador del festival de Sanremo en el último lustro, uno de los más exitosos y, también, progresistas. Los críticos hablaban de la Rai como “TeleMeloni”, y denunciaban un plan para ocupar los mayores megáfonos del arte y combatir la presunta hegemonía cultural de la izquierda. El destino de Barbera, según insinuaron varios medios locales, estaba escrito. Y, sin embargo, ahí sigue, al frente de la 81ª edición, que inaugura hoy miércoles Bitelchús Bitelchús, de Tim Burton. No solo eso: ha renovado hasta 2026.
“Todas esas preocupaciones se debían a que, cuando llega un ministro de Cultura [Gennaro Sangiuliano], lo primero que hace habitualmente es renovar los principales puestos de mando. Lo cual, en efecto, ha sucedido para muchas instituciones e iniciativas. De hecho, el propio presidente de la Bienal de Venecia [que organiza los festivales de cine, arte, danza o arquitectura] ha cambiado”, señala Barbera al teléfono. El nombramiento del escritor y periodista Pietrangelo Buttafuoco —con un amplio recorrido político e ideológico en la derecha— aumentó la incertidumbre alrededor del director de La Mostra.
¿El nuevo jefe elegiría a alguien más afín? ¿Quién? Barbera ni lo conocía. Muchos ciudadanos, probablemente, tampoco, más allá de su sonada conversión al islam. Pero, ahora que ha sido confirmado, el director artístico solo tiene agradecimientos: “Ha mostrado una gran inteligencia y altura de miras, al margen de su colocación política. Está más interesado en el buen funcionamiento. No hay diferencias en mi trabajo, con autonomía y libertad totales. Sé que ha recibido muchísimas presiones, pero me las ha ocultado. Y lo cierto es que yo siempre me he definido como un técnico”.
Puede que, verbalmente, Barbera se haya escudado en la neutralidad. Pero él mismo, cuando se le plantea el abismo entre la selección de filmes en sus años de gestión y la postura del Ejecutivo, reconoce: “Es evidente. Es imposible de esconder o evitar”. La presidenta no ha visitado el certamen desde que gobierna el país. Pero estuvo en las pintadas “somos todas antimeloni” que aparecieron el año pasado por el Lido. O en un fotograma del documental Marcha sobre Roma, de Mark Cousins, en 2022, que indignó a Hermanos de Italia. Sí desfiló por la alfombra roja en 2023 Matteo Salvini, líder de la Liga y actual ministro de Infraestructuras y Transportes. En 2018 también acudió, justo cuando se proyectaba En mi propia piel, película que denunciaba la muerte de Stefano Cucchi tras una paliza policial. El político justificó su ausencia en la sala con: “No tengo tiempo para el cine”. Pero, cuando los agentes imputados fueron condenados, en 2019, soltó: “Esto testimonia que la droga siempre hace daño”. A lo que la hermana del joven fallecido, Ilaria Cucchi, hoy diputada de izquierda, contestó llamándole “chacal”.
La renovación del contrato, en todo caso, no parece haber cambiado a Barbera. Este año, incluso sube la apuesta: el jueves 5 de septiembre se verá en el Lido M. El hijo del siglo, adaptación de Joe Wright en formato de serie de la colosal biografía de Mussolini escrita por Antonio Scurati. Es decir, una narración sobre la oscuridad del régimen fascista del que Meloni y varios representantes de su Gobierno nunca terminan de renegar; a partir, además, de los libros de un autor recientemente censurado en la Rai justamente por un discurso donde lamentaba que la presidenta no repudiara el peor capítulo del pasado italiano. Jamás se emitió. Tal vez Scurati pueda recuperarlo en Venecia. “Informé de mi intención de seleccionarla, así como algunos documentales [sobre Trump y Bolsonaro, entre otros]. Nunca ha habido ninguna objeción”, apunta Barbera. Pero la polémica anual en el festival ya tiene firme candidata.
Por lo demás, la Mostra seguirá contando el mundo de todos. Ya solo entre los 21 filmes del concurso hay historias de adolescentes perdidos y mujeres en lucha por su libertad sexual; criminalidad organizada y relaciones sadomasoquistas, trabajadores explotados y padres salvajes. Tras dividir y ganar en San Sebastián en 2020 con Beginning, se verá la vuelta de Dea Kulumbegashvili con April, filme centrado, por otro lado, en una clínica que realiza abortos clandestinos en Georgia. Y se descubrirá El jockey, de Luis Ortega, “una de las voces más originales del cine argentino”, según Barbera.
Y, por supuesto, ahí estará el habitual plantel de películas (y ahora también series) esperadísimas: La habitación de al lado, primer largo en inglés de Pedro Almodóvar; el regreso de Joaquin Phoenix en la piel de Joker, en Folie à Deux, junto con Lady Gaga y de nuevo a las órdenes de Todd Phillips; la pasión homosexual de William S. Burroughs en Queer, de Luca Guadagnino, con Daniel Craig en la piel del escritor; Maria, de Pablo Larraín, con Angelina Jolie encarnando el final de la Callas; el debut de Alfonso Cuarón en la pequeña pantalla, con Observada, protagonizada por Cate Blanchett, o la nueva serie de Rodrigo Sorogoyen, Los años nuevos. Y una invasión de estrellas como Nicole Kidman, Brad Pitt, George Clooney, Julianne Moore o Jude Law.
He aquí otro sello de Barbera. Desde que está al mando, ha firmado la alianza de Venecia con Hollywood y las grandes plataformas. Y, por tanto, con los Oscar, donde siempre aparecen varios filmes presentados en el Lido. Algunos críticos le acusan de no dar suficiente espacio al cine de autor, pero la renovada visibilidad del certamen, evento clave del séptimo arte global, le avala, y puede haber contribuido a renovar su contrato. “El festival es, y debe seguir siendo, un espacio de encuentro y reflexión sobre el arte, no en el terreno político”, sostiene él. La isla del Lido ofrece una visión y una Italia distintos. Quien rechace el carro ganador de Meloni, puede subirse al vaporetto del festival. Está de nuevo a punto de zarpar.
Babelia
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