martes, 31 de diciembre de 2024

El último avellanar


    Esta entrada es una llamada de atención sobre la muy escasa atención que se le presta a la conservación de la naturaleza salvaje de nuestro país, a pesar de que todos, instituciones, empresas y demás, pretendemos ser más verdes que ranitas de San Antonio. Lo que aquí se trata es de la constatación de una muerte anunciada ya hace años, la de un valioso enclave botánico formado por un rarísimo avellanar en una situación casi impensable, a poco más de 500m de altura y en la vecindad del río Guadiana, en uno de los parajes mejor conservados de la naturaleza salvaje ibérica, los meandros del Guadiana medio en sus tramos finales en la provincia de Ciudad Real. Los párrafos que siguen fueron escritos ya en el lejano 2006, para varios artículos periodísticos que se publicaron en la prensa ciudarrrealeña; clamé al cielo y no me oyó.

Río Guadiana en la vecindad del avellanar

    "Junto con Sierra Morena al sur y los Montes de Toledo al norte, la occidental comarca ciudadrealeña de Los Montes es el puente que pone en perfecta comunicación ecológica ambas alineaciones montañosas y por ende el valle del Tajo con el del Guadalquivir. Pero su papel no queda en esa mera labor de pasillo ecológico, en esta comarca el río Guadiana se muestra más salvaje y puro que cualquier otro río del interior peninsular y la región cuenta con la existencia de paisajes sobresalientes en un grado de conservación casi primigenio. (ya llevo muchos años postulando el necesario Parque Nacional del Guadiana)".


    "En esta región, el duro y seco clima manchego se encuentra muy atenuado por la influencia atlántica que suaviza las temperaturas invernales y aumenta las precipitaciones; por aquí desaguan hacia el oeste la mayor parte de las escasas aguas superficiales de gran parte de la provincia, por ello, abundan en esta región interesantes comunidades vegetales relacionadas con el discurrir o el aflorar de las aguas. Estos bosques amantes de la humedad están representados mayormente por saucedas y fresnedas, tras la debacle de los olmos, y es en este tipo de ambientes donde localmente aparecen muchas de las joyas botánicas de la provincia y de toda Castilla la Mancha: quejigares, robledales, abedulares, peculiarísimas turberas, una aliseda y un sorprendente avellanar".


    "Este avellanar, el único en todo Ciudad Real y el único de Castilla la Mancha que no está en un alto e intrincado sistema montañoso, está mantenido por una serie de nacederos en una empinada ladera de umbría, apenas ocupa menos de 2000m2 y está sometido a la abrumadora presión de una sobreabundante fauna cinegética. La querencia de la fauna herbívora (venados, corzos y jabalíes) por este enclave húmedo es muy acusada, provocando un exceso de ramoneo y una alta erosión de los suelos. Esta presión es mayor aún los años de sequía, aunque un año de lluvias también puede ser devastador, dada la inclinación y fragilidad que muestra este terreno al humedecerse. No existe regeneración vegetal y muchas especies, casi todas poco comunes en Castilla la Mancha, sólo subsisten gracias a encontrarse en posiciones francamente difíciles para ser devoradas o pisoteadas".

Erosión ocasionada por el trasiego de fauna en una ladera vertical y humedecida

    "Desde aquí apelo a la sensibilidad de la propiedad de la finca o a las diferentes administraciones para que se proteja este singular espacio dada su fragilidad y excepcionalidad. Dudo mucho que de seguir así la presión de la fauna cinegética y los malos años hidrológicos, este espacio, con su singular vegetación, pueda sobrevivir más allá de cinco o siete años. Un simple vallado de unos de 200m de perímetro, sin necesidad de cerrar el abrevadero inferior, bastaría para proteger algo que no tiene precio y que se encuentra al borde de la extinción".

Fresno de gran tamaño entre avellanos

    Estos artículos en la prensa de la provincia de Ciudad Real no lograron llamar la atención a las autoridades medioambientales de Castilla la Mancha sobre la preocupante situación, cercana a la desaparición, de este magnífico enclave botánico.

Helechos y hojas de lirios y narcisos en los puntos más verticalizados del avellanar

    El avellano (Corylus avellana) es una especie eurasiática con sus mayores efectivos en las áreas templadas del continente europeo, aunque dado su amplio aprovechamiento humano, su hábitat se ha expandido ampliamente. También en los montes del sureste ibérico, existe Corylus hispanica, avellano que parece devenir probablemente de cultivos antiguos de Corylus maxima y de sus cruces con el silvestre que consiguieron un varietal más interesante, siendo características sus grandes brácteas fructíferas que superan ampliamente al fruto.

Lirios hediondos y avellanos

    En la Península Ibérica el avellano y los avellanares o avellanedas, aparecen en casi todo el tercio norte ibérico; fuera de esos dominios biogeográficos, ya en el mundo mediterráneo y siempre escaso, se puede encontrar en las sierras, principalmente calizas, de la divisoria atlántico-mediterránea llegando, por el sur hasta Sierra Nevada y poco más, siendo muy escaso y presentando claro carácter relíctico. En lo mediterráneo los avellanares se consideran formaciones claramente edafo-higrófilas, ligados a suelos con alguna compensación hídrica, siendo su cortejo florístico rico en elementos florísticos eurosiberianos.

Narcisos trompeteros, Narcissus confusus, ex N. pseudonarcissus subsp. portensis, ex N. hispanicus

    En estas áreas tan térmicas y aparentemente desfavorables, se ha venido incluyendo al avellano, entre las especies dependientes del hombre por su cultivo, pero la manifiesta naturalidad de algunas localidades, hace que esta afirmación sea descartable, aunque sí hay localidades colindantes a antiguos huertos cercanos a algún arroyo, donde aún persisten avellanos tras décadas de abandono, lo que presupone su introducción humana, como en varias localidades cercanas a Montes de Toledo por el sur o en Sierra Morena. 

El vecino Guadiana con coberteras (nenúfares) de nenúfares amarillos

    Existen en esta comarca del oeste manchego y en este nivel tan inferior, en el piso mesomediterráneo (100-850m de altura), varios lugares que hasta hace pocos años contaron con avellanos, por el testimonio de la toponimia o por lo que hemos podido averiguar de pastores que, según comentaban, eran los únicos sitios donde podían conseguir las muy apreciadas varas de avellano. Aparte de este avellanar de Campillo, también existieron el de la garganta del Avellanar, en Puebla de Don Rodrigo y el de los Baños de Villanarejo, en Navalpino. Estando estas tres localidades situadas en una idéntica posición topográfica, con nacederos en vertientes muy inclinadas sobre arroyos bastante duraderos y en clara orientación norte. Los tres tienen un idéntico y, por desgracia también lamentable alto grado de alteración por sobrepastoreo de ganado cinegético.

Dehesas del Guadiana con venados al fondo

    En 2006 se alertó a las autoridades competentes por la degradación continuada sobre el avellanar del Campillo, al que le vaticinaba una escasa duración. Pero en la actualidad, ya sí que se encuentra al borde mismo de su desaparición total, con la muerte constatada de más de la mitad de los avellanos y, mayor medida, del resto de sus especies acompañantes. Todo esto, a pesar de estar en una Zona Especial de Conservación “Ríos de la cuenca media del Guadiana y laderas vertientes” ZEC ES4220003, zona digna de mayor protección que la actual. También me puse en contacto con la propiedad y me comentaron que ellos no han hecho nada, ni por conservarlo ni por empeorar su situación; solo cambiaron de tener ganado a dedicarse a la caza mayor; que la administración solo les ponía trabas y problemas con todo y que, si les ofreciesen dinero por ello, permitirían lo que quisieran hacer en su avellanar.

Macolla de la gran cárice Carex pendula

    Este avellanar del Campillo se localiza al pie de una empinada ladera norte, vertiente al Guadiana, en la gran propiedad cinegética de ese nombre, ligada a una serie de nacederos o bonales, como se les conoce localmente que, entonces, cobijaban una interesante comunidad de especies norteñas e higrófilas, dentro de un bosque mixto de fresneda en la parte inferior, con ejemplares muy añosos, y quejigar (Quercus broteroi), aunque con ejemplares arbóreos de madroño, arce (Acer monspessulanum) y sauces (Salix atrocinerea), con numerosas parras y algunas madreselvas junto con algunas especies termófilas como el, localmente llamado agracejo (Phillyrea latifolia), lentisco o charneca, y son numerosas las especies edafo-higrófilas, como el lirio hediondo (Chamaeiris foetidissima) y helechos (Athyrium filix-foemina, Osmunda regalis, etc.), cárices (Carex pendula), narcisos trompeteros o ficarias (Ranunculus ficaria).

El allí abundante apio caballuno (Smyrnium perfoliatum)

    El avellanar de la finca de El Campillo, entonces uno de los lugares más bellos y ricos de los que jamás he visto, lo encontré casualmente en la primavera de 1992, recorriendo el valle del Guadiana en uno de sus mejores tramos. Desde esos años el deterioro del lugar ha sido imparable, a pesar de los intentos a través de publicaciones en la prensa local y contactando con la propiedad en 2006. Tampoco el clima ha ayudado mucho, pues claramente, los veranos son cada vez más calurosos, aumentando las necesidades hídricas de unas especies exigentes. Pero el motivo principal de este desastre no es éste.

Nula colonización vegetal en ladeas muy inclinadas y necesitadas de esa protección

    El factor determinante aquí, como en otras tantas fincas de toda esta región, ha sido la explotación cinegética intensiva del territorio que ha aumentado exponencialmente la presión de la fauna cinegética (ciervos, corzos y jabalíes, y en menor medida cabras monteses). Esta presión no solo tiene que ver con el constante ramoneo, sino con la falta de reclutamiento por ramoneo, pisoteo o inestabilización de los suelos de estas, inclinadas laderas que con su alta humedad favorecen una intensa erosión por paso o permanencia del “ganado de escopeta”. También es importante el escodado del ciervo, la acción del rascado continuo de la cuerna del venado para deshacerse de las “correas”, rascarse o afilarse las puntas con el ramaje situado a su altura, con un importante y comprobado impacto en la vegetación.

Finca cinegética del Campillo, abajo la fresneda-avellanar

    Si esta presión cinegética se produce, como en Campillo, en una pequeña superficie como es la del avellanar, saturada de agua, con una fuerte pendiente de 25?-45?, sobre material poco resistente y al pie de una ladera que muestra la evidencia de procesos gravitacionales de deslizamiento y reptación, delatada por la apreciable curvatura basal del tronco de los árboles, el resultado puede ser el mismo, por encontrarse en idéntica posición y circunstancias, que los que en su día debieron de existir en la garganta del Avellanar o en los Baños de Villanarejo.

Avellanos con lirios y helecho real (Osmunda regalis)

    Hemos podido comprobar en El Campillo, la permanencia continuada de la fauna en el interior del avellanar a lo largo del día y la noche, siendo mucho más acusada en verano, cuando prácticamente solo salen al exterior para alimentarse, pues en su interior ya está todo recomido. Esta lamentable situación se hace extensible a las otras especies atlánticas relictas como el acebo, abedul, tejo y loro, por lo que no es difícil predecir, agravado con el constatado calentamiento global, la próxima desaparición de estas llamativas especies y comunidades en esta área tan sureña o interior, para su distribución peninsular y europea. Esta situación se hace generalizable, por testimonios de agentes forestales y científicos al conjunto de todos los Montes de Toledo, con la total ausencia de regeneración y las bajas continuadas de estas especies.

Abedular en Cabañeros, obsérvese los pimpollos enjaulados atrás a la izquierda

    Estos exigentes ecosistemas, dada su rareza en el sur de España, tienen un altísimo valor biológico y paleobotánico, y para su conservación precisan unas figuras de protección y un seguimiento que aseguren su conservación a largo plazo. Aunque los avellanos aquí recogidos se encuentran en el interior de áreas protegidas bajo el paraguas de la directiva Hábitats: Zona Especial de Conservación de “Montes de Toledo” y la de los “Ríos de la cuenca media del Guadiana y laderas vertientes”, esto no garantiza su viabilidad futura. También existe una figura de protección, quizás poco conocida y desaprovechada que es la del hábitat de interés prioritario de los Bosques Aluviales Residuales 91E0 recogido en el anexo I de la Directiva europea Hábitats, localizados en cursos medios y altos de los ríos, siendo un hábitat sumamente raro en la mitad sur peninsular y que en los Montes de Toledo tiene cabida para acoger a los abedulares, avellanares y alisedas de la zona. 


    Es necesaria una protección adicional y puntual de estas pequeñas localidades, quizás bajo la figura de microrreserva. Un vallado de exclusión de la fauna cinegética es indispensable, y es muy triste, pero solo con 300m lineales de vaya, se podría haber evitado, que este verdadero jardín botánico, haya quedado en este lamentable estado previo a su desaparición. También serían aconsejables labores de reforestación y regeneración, si no queremos verlas desaparecer en unos pocos años. Algunas experiencias han sido llevadas a cabo en el interior del Parque Nacional de Cabañeros con abedules, árbol por árbol, pero en este caso, un pequeño cerramiento que acoja a los pocos individuos vivos, no puede ni debe molestar mínimamente a una actividad económica como pueda ser la caza, ni siquiera a la propiedad de la finca, y ya que no se tiene su colaboración desinteresada, al menos, se les podría indemnizar de acuerdo a esos escasos metros cuadrados, tan valiosos para el acerbo botánico y biológico de esta región.



sábado, 30 de noviembre de 2024

Por las montañas de León en otoño

 

       

       Las montañas de León son la esencia de la cordillera Cantábrica, aunque le falte la cercanía al mar que sí que matiza al resto de la cordillera. Esta mayor continentalidad, como siempre crea una mezcla de mundos, un ecotono, entre lo que pertenece a un mundo atlántico, de atemperada influencia marina, con otro mundo mediterráneo, de cruda influencia continental. 

Vertiente continental de robledal, con Peña Corada al fondo. Abajo, vertiente de carácter atlántico de hayedo con el Peñas Pintas (1989m) al fondo


     Como en todo sistema montañoso, aparte de la buena gama de altitudes, cada una con su correspondiente mundo de especies adaptadas a esas condiciones altitudinales, hay que sumarle la variedad topográfica lleva consigo una alta variedad microclimatológica que, junto a esa otra combinación macroclimática, crea un mundo de enorme riqueza y biodiversidad.



Como una vieja costumbre, por desgracia no satisfecha todos los años, me gusta disfrutar el otoño donde éste se viste con sus mejores galas, es decir, en los bosques con una buena gama de distintas especies que cambian de colores, cada una con su gama cromática característica y su diferente estado fenológico. 

El poco común olmo de montaña destaca claramente con el hayedo de fondo

     Cada especie tiene sus fechas para llegar a sus tonalidades más llamativas, o no, como aquellas que no cambian a lo largo del año (tejos, acebos, sabinas, etc.), pero que hacen resaltar a las otras especies con el contraste creado con ellas mismas. Como dijo Machado, "¿Quién ha visto sin temblar, un hayedo en un pinar?".

Hayas contrastando con las sabinas y las blancas peñas

Un ejemplo de esto último, lo pude disfrutar a placer en el sabinar de Crémenes; no el compacto sabinar monoespecífico, sino allí donde éste se mezcla con el hayedo. Curiosa y poco común mezcla de dos especies tan diferentes y aquí tan entreveradas y sincronizadas por mor del relieve rocoso de las laderas, ocupando las sabinas los puntos más rocosos y las hayas los puntos con suelos profundos, complementado además, por multitud de coloridas especies. 

Hayas y pinos en el magnífico pinar de Lillo


     Algún otro año, pude  disfrutar ese  "machadiano" contraste dado por las oscuras siluetas de los pinares silvestres, abundantes solo cerca de Puebla de Lillo o ya más al este en Velilla de Carrión (Palencia), con algunos ejemplares sueltos en los cordales calizos y, ya muchos más abundantes, en áreas cuarcíticas repobladas hace varias décadas y que hoy ya van llegando a una digna madurez.

Chopos con muérdago y abajo, frutillos del aligustre

       En las vaguadas húmedas aparecen enormes y cargados de muérdago (Viscum album) los chopos y fresnos de montaña (Fraxinus excelsior), con los rayos del sol, destacan poderosamente los plumeros y pompones de las clemátides, como luces blancas en medio de las espesuras y músicas fluviales, amén de una buena cohorte de especies variadas, normalmente en las orlas espinosas cercanas a esos puntos de humedad, con endrinos, majuelos, rosales, clemátides, cornejos, aligustres, lantanas, etcétera, adornados, amén de sus hojas, por sus coloridos frutos.


Onduladas hiladas cuarcíticas, y no muy lejos, hiladas de blancas calizas


Esta zona norte de León tiene también una buena variedad litológica, donde los más llamativo son los blancos riscales calizos, con sus blancas pedreras a sus pies. Muy a menudo, seguidos por lineales estratos de cuarcitas grisáceas y con cortados blanquecinos de los buitreras o amarilleados por los líquenes allí donde se hacen más verticales. Por supuesto, esos distintos ámbitos rocosos llevan un cortejo de flora y vegetación bastante diferentes.

Las hayas jóvenes apenas dejan ver a los grandes robles del pasado

Como de costumbre, las entradas de temas otoñales, son meras excusas para sacar a pasear las mejores fotos de estas salidas de campo. Aunque cada vez creo que voy haciendo peores fotografías, al menos, para los modelos que se me ponen por delante, porque sin quererlo, al final casi siempre salen unas rutas estupendas, aunque como todo no puede ser, no siempre llego al momento estelar de algunos bosques, este año he marrado el esplendor de los hayedos pon unos diez a quince días, pero algo he podido ver, incluso este momento también ha sido estupendo.

Hayedo de Monte Oscuro en medio de bosques de roble y al pie de cordales cuarcíticos

La gama de pequeños árboles salpicados en los bordes del bosque, ríos o bordes de prados, me ha parecido aquí magnífica, incluso con especies que hacía años que no veía y que este año me he hartado, como el fotogénico esplendor de los boneteros (Euonymus europaeus), arbusto/arbolillo con una bella y característica frutos de los que les viene ese nombre de bonete, ese antiguo gorrillo eclesiástico. Árboles que suelen crecer aislados, al menos en esta región, son algunos como los tejos, maillos o manzanos silvestres, el olmo de montaña, los muy llamativos rojos y anaranjados cerezos, en pequeños grupillos, que creo ver cada año más numerosos, y pocos más.

Boneteros con sus llamtivos frutos en los bordes del bosque y de los prados


En esta parte León el bosque es señorío del robledal, las más de las veces del melojo (Quercus pyrenaica) y allí donde hace más frío, humedad y suelos ácidos, el ya más escaso roble albar (Quercus petraea). El hayedo queda relegado a exposiciones umbrosas o al lado ya más altántico de los grandes cordales, como en todo lo vertiente hacia los valles de Riaño o de Porma. El abedul, salvo bellas y amarillísimas excepciones, lo veo más disperso y en grupillos aislado que no formando masas uniformes.

Un abedular, centro-derecha foto, rodeado de robles albares en una umbría cuarcítica. Abajo pequeño abedular al borde de un arroyo
P

Los pueblos van estando más aceptables que hace pocos años, sigue habiendo muy poca gente, pero parece que cada vez, según nos contaron, va volviendo más gente de los emigrados a las diferentes grandes ciudades españolas, aquí principalmente la emigración ha ido a Madrid, Bilbao, Valladolid y León. Parece que está volviendo bastante jubilado, por largas o medianas temporadas que van adecentando las casas, arreglando algunos huertos abandonados y dando un poco más de vida a estos maravillosos pueblos de montaña.

Restos otoñales de los huertos de verano en la cercanía de los pueblos

El monte se va asilvestrando más a ojos vista, los antaño limpios prados, solo en las áreas más comunicada o cerca de las majadas, están dejando de estar tan limpios y cuidados, con el abandono se van llenando de junqueras, con arbolillos colonizando y con los jabalíes hozando, casi arando a sus anchas, a pesar de que va habiendo más lobos que no llegan a controlarlos, por que ellos a su vez están más controlados de lo que proponen las leyes. 

Solo con ver esta imagen es fácil deducir que hay muchos menos lobos de los que debería

     De hecho, vimos una gran cacería que había movilizado a una enorme cantidad de gente, entre ojeadores, cazadores, organizadores y agentes medioambientales. Al ver algunas praderas en medio de esa batida, quedó claro que el número de jabalíes, a juzgar por los prados levantados, debería ser enorme.

El "Corral de los lobos", restaurado, el embudo final conduce un pozo-jaula

Hablando de lobos, en esta región antaño totalmente ganadera y hoy, simplemente ganadera. Pudimos asombrarnos con un "corral de lobos", una trampa para lobos aprovechando la orografía para ir acorralando a los lobos abocados a ir hacia un vallejo que termina, ayudado por vayas de madera, en una gran foso, donde eran finalmente sacrificados.



     Como he podido comprobar en otras áreas, incluso en las aquí cercanas de Valdeón, veo que sobre una fondo nuevo de hayedo relativamente joven, aparecen siempre aquí y allá, dispersos y magníficos ejemplares de roble que vienen a decirnos que el hayedo está introduciéndose o que desapareció hace mucho tiempo y está volviendo. Vaivenes climáticos ?, intervención humana?. No lo sé, pero es un hecho, en umbrías o más hacia Asturias, con roble albar y hacia el sur (aunque siempre en umbría), con roble melojo o tozo, como le dicen en Santander.
 
Despedida lluviosa

jueves, 31 de octubre de 2024

Por las Hoces del Alto Ebro y Rudrón (Burgos)

 


  Siempre que me he desplazado del centro peninsular al norte, cuando me ha tocado recorrer apresuradamente, de camino hacia Cantabria, el norte de Burgos, me he quedado con las ganas de recorrer y conocer esa cantidad inmensa de valles y montes que hay en el entorno del Ebro, y de éste hasta los límites septentrionales de Burgos, incluyendo la comarca cántabra, aunque geográficamente castellana, de Valderredible. 

El románico es uno de los grandes atractivos de esta región y la vecina Palencia

     Este norte de Burgos, aunque no recorrido, ni por asomo, en su totalidad, me dejó una maravillosa impresión de riqueza y diversidad biológica, cultural, paisajística y humana, aunque también la tristeza, de su tremendo y lamentable abandono.

El abandonado pueblo de Lorilla, al borde del boscoso barranco

La impronta geológica es quien condiciona el paisaje y toda la vida que se le acopla, incluidos los aprovechamientos humanos. No en vano, gran parte de esta región del noroeste de Burgos, pertenece al Geoparque de Las Loras que fue promovido precisamente por esta riqueza y diversidad geológica, con sus relieves plegados, sus abundantes cañones sobre estratos horizontales, sus formas cársticas, donde destaca la icónica imagen del pueblo de Puentedey, construido sobre un hercúleo puente de roca sobre el río Nela.

Puentedey

Este territorio, mayormente calizo, de edades jurásica y cretácica, aparece armado primero sobre planas y altas mesetas, cuando los estratos son horizontales, se trata de los páramos, que separan esta comarca de las áreas medias y bajas de Burgos y que hacia el norte tienden a ir inclinándose (buzando) hasta llegar, a veces, a la verticalidad, marcando, junto con lo que sigue, un tipo de relieve denominado "jurásico".

Relieves en cuesta con estratos idénticamente inclinados en los montes de las Merindades de Sotoscueva

    Más hacia el norte, cerca del contacto con la Cantábrica, estos estratos están fuertemente plegados, mostrando, lo que en geología se conoce como "relieve invertido", pues lo que debería ser un paisaje de valles sinclinales (val) y cimas anticlinales (mont), ocurre al revés, los fondos de los sinclinales, más duros frente a la erosión, han permanecido a veces intactos y marcan las cumbres más altas, como lajas de ese páramo navegando solitarias hacia el norte, deslizándose sobre estratos más débiles, casi lubricantes, son las “loras”, solitarios retales de páramo. Es fácil ver en ortofotos, las roturas longitudinales de los anticlinales (combes) y las numerosas hoces o tajos transversales (cluses).

Vallejo creado por una "cluse" o rotura transversal del anticlinal, dentro se aprecian los estratos afilados de varios "chevrons". Abajo esquema del relieve jurásico
Abajo importante hoz o cluse del Ebro, en la imagen aparecen varias "combes", una esq. sup. izq. y cerros testigo o muelas en el interior de los meandros de arriba.

     Muchas de estas cimas, muelas o loras, tienen por denominación "Castro" o han tenido fortificaciones ancestrales en su cima, (Peña Amaya, Monte Bernorio y Peña Ulaña, por ejemplo), desde las que los cántabros se defendieron del invasor romano. Historia, prehistoria  y culturas que aquí se hacen fácilmente imaginables, en estos ancestrales paisajes ibéricos.

Uno de las loras, el cerro Castro

       En cambio, las cuestas anticlinales, más fracturadas, usualmente han sido desmantelados por la erosión, instalándose en ellos valles y riachuelos; mostrando relieves muy a menudo escalonados, con paredes, oquedades e incluso ventanas. 

Frente al célebre Orbaneja del Castillo, relieve ruiniforme de la peña del Camello

     En esta región el encajamiento hidrológico es importante, señalado primero por el gran río Ebro y por todos sus afluentes, donde destaca el río Rudrón, formando ambos, y debido a su buen estado de conservación, el Parque Natural de las Hoces del Alto Ebro y Rudrón.

Sistema de diques travertínicos formados por la solidificación de la caliza en el borde de la caída del agua
Estanques formados por tobas o travertinos en Orbaneja del Castillo

La riqueza en cuevas es espectacular, para muestra como el río Nela pasa por debajo del pueblo de Puentedey (puente de Dios), o la impresionante cueva, con su capilla  y su kilométrico recorrido cárstico, de los mayores de Europa; sin olvidar también el Pozo Azul, impresionante surgencia que también se pierde en las profundidades, de hecho, allí mismo, una expedición de unas ocho personas, pertrechados con todo tipo de aparatos e indumentaria de buzo, desaparecieron en su boca turquesa.

Paisaje y cultura. Bajo el farallón rocoso la cromada capilla de San Tirso y San Bernabé, y entrada al complejo cárstico de Ojo Guareña
Abajo el Pozo Azul encierra un misterioso sistema cárstico en su interior

Chocante sin duda alguna es el reino vegetal. Pocas veces la mezcla es casi la definición de la vegetación de una región tan amplia, pues estamos en el mero contacto entre lo cantábrico y lo castellano, el frío páramo, las húmedas umbrías, los impresionantes bosques galería de los ríos y arroyos, las cálidas y secas solanas llenas de enebros.

Haya en una umbría y enebro en la solana, como en la ortoimagen:
Verde claro, melojar, verde brillante hayedo y abajo izquierda, encinar con enebros en esta solana

     Aquí, el árbol dominante es el quejigo (Quercus faginea y escaso Q. pubescens), apareciendo donde el suelo es más ácido, bien por tratarse de calizas muy lavadas o de areniscas, y abundante, el roble melojo, (Quercus pyrenaica) que, en las estaciones más altas y frescas, es sustituido por su congénere el roble albar (Quercus petraea), con hayedo en las umbrías más frescas.

Robledal albar de monte Hijedo, abajo con sotobosque continuado de acebos

   Por supuesto, en lo más térmico o en lo francamente pedregoso es la encina (Quercus rotundifolia), de la que no dudo que, en los cañones más protegidos , aparezca su gemela más estrictamente mediterránea y menos continental, la alsina (Quercus ilex). Casi siempre acompañada de enebros

Agracejo y madreselva en plena fructificación

Esta riqueza de arbolado, donde me ha faltado señalar la relativa abundancia de arces y mostajos, viene acompañada por una enorme variedad de arbustos de gran talla, con majuelos, viburnos (Viburnum lantana), agracejos (Berberis hispanica), cornejos (Cornus sanguinea), aladiernos (Rhamnus alaternus), espíreas (Spirea hypericifolia), enebros, coscojas, aliagas, madreselvas, etc; en crestones rocosos las aliagas (Genista hispanica, G. pulchella, etc.).

Vegetación de brezos y tojo sobre areniscas ácidas


    Por contra, en terrenos ácidos (areniscas y conglomerados), se instala un brezal (Erica arborea, E. australis, E. ciliaris, E. cinerea, E. vagans y E. umbellata) con jarillas (Halimium ocymoides, H. umbellatum, H. lasianthum y Helianthemum spp.) bastante uniforme y menos variado (Erica spp.), Halimium ocymoides, Helianthemum spp., tojos (Ulex gallii), escobas (Cytisus scoparius, Genista florida, G. obtusirramea, G. pilosa), carquesa (Genista tridentata).

Relieves sobre areniscas y conglomerados
La capa de líquenes a veces protege la roca de la erosión

     En el límite norte, hacia el pantano del Ebro, aparecen grandes formaciones de areniscas con un relieve peculiar y muy característico, de ácidos suelos pobres y arenosos. Con formaciones de pequeños farallones y rocas tortuosas. Este tipo de material, también es el ideal para la excavación de cuevas, tales como las primitivas e iniciales iglesias rupestres, tan antiguas y características de esta zona del norte Burgos y Palencia y el Valderredible cántabro.

Una de las numerosas ermitas rupestres de esta región


    Aquí se puede ver la evolución del románico más primitivo, desde esas ermitas rupestres hasta el románico pleno o las cercanías del gótico. La gama de iglesias románicas no deja de lado los pueblos más pequeños, que a menudo atesoran, grandes o detallistas iglesias románicas en unos pueblos dignos de ser vividos por mucha más gente de la que habita en la actualidad. Pueblos que están dejando caer, con malas comunicaciones y casi sin internet.
Iglesia románica de San Martín de Elines
La de Crespos y detalles de canecillos

    Esta tierra es un pequeño paraíso, aunque la gente, como yo hasta hace poco, solo la atraviesa de camino a otra parte, merece la pena unas buenas semanas, incluso un venirse a vivir.


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