La historia de marinero náufrago es un texto que data del Imperio Medio de Egipto (2040-1782 a.C.). Es una historia de aventuras cuyo propósito, además del entretenimiento, habría sido inculcar en la audiencia la idea de que todo lo que uno necesitaba para ser feliz en la vida se encontraba en Egipto.
No se conoce el nombre del autor ni su lugar de origen. Según la erudita Miriam Lichtheim:
La única copia de la historia que se conserva fue descubierta por Glenischeff (un erudito) en el museo imperial de San Petersburgo. No se sabe nada de su procedencia original. El papiro, llamado P. Leningrado 1115, está ahora en Moscú. Tanto la obra como este papiro datan del Imperio Medio. (211)
Contemporáneo del auge del culto a Osiris y de las inscripciones de los Textos de los sarcófagos, La historia del marinero náufrago cuenta una historia parecida de redención. Los textos de los sarcófagos se inscribieron en los muros de las tumbas alrededor de 2134-2040 a.C., mientras que el culto a Osiris había ganado popularidad desde al menos la última parte del periodo arcaico de Egipto (alrededor de 3150-alrededor de 2613 a.C.) para llegar a convertirse en la influencia religiosa y creencia cultural más popular en la época del Imperio Nuevo (alrededor de 1570-alrededor de 1069 a.C.). El concepto de redención, de muerte desde la vida, destaca tanto en esta obra de literatura como en el mito de Osiris y en los Textos de los sarcófagos.
Los antiguos egipcios creían en la naturaleza cíclica de la vida, aquello que muere regresa de nuevo, pero de dos formas diferentes. La creencia tradicional de los egipcios era que la persona fallecía e iba al Campo de Juncos, un paraíso que era una imagen especular de la vida que habían conocido en la tierra. La otra manera de entender la naturaleza de la vida y la muerte se hizo famosamente conocida como la transmigración de las almas popularizada por el filósofo griego Pitágoras e incluso más por Platón. En La historia del marinero náufrago no hay muerte ni resurrección, sino que el tema central trata de un individuo que se pierde en una tierra extraña y aterradora y luego regresa a casa, lo que habría resonado con la audiencia del antiguo Egipto.
La historia
La forma básica de la historia es muy simple: un oficial del rey regresa a casa de una empresa que no salió bien. Tiene que informar de las malas noticias al rey y está claramente preocupado sobre lo que puede ocurrirle en la reunión. Su criado, intentando alegrarle, le cuenta una historia que una vez le había ocurrido. El criado, que había sido marinero, le cuenta su propia expedición que fue un fracaso total, mucho peor que la que su amo había experimentado, pero que le llevó a vivir una gran aventura.
Le cuenta a su amo como sobrevive a un naufragio y llega a la costa de una isla increíble donde conoce a una gran serpiente que habla y que se denomina a sí misma el señor de Punt. En la isla se encuentran todo tipo de cosas buenas y el marinero y la serpiente conversan hasta que avista un barco y puede regresar a Egipto. Debido a que la tierra de Punt llevaba siendo una aliada comercial de Egipto bien conocida desde la Dinastía IV (alrededor de 2613-2498 a.C.), es interesante recalcar como se la retrata míticamente como una isla de riquezas y magia de donde el marinero es rescatado, después de que la serpiente lo ayude, y regresa a casa como un hombre rico.
A nivel superficial, la historia se puede leer como una simple comedia. El amo ha sufrido una mala transacción de negocios y su criado intenta animarlo contándole una historia fabulosa que el amo no tiene interés alguno en oír. El amo está a punto de decirle al criado que se vaya. Cuando el amo dice, “Haz lo que te plazca; es agotador hablar contigo”, es el equivalente antiguo a decir hoy en día “me da lo mismo”.
Sin embargo, el marinero insiste en contar su historia y el amo le complace. Por mucho que la historia sea entretenida, no parece animar al amo en absoluto. Al final, el amo dice “No sigas, mi excelente amigo; ¿acaso al amanecer se le da agua a un ganso que va a ser sacrificado durante la mañana?” Aquí le está diciendo al criado que no tiene sentido intentar consolar a alguien que va hacia su destino. El colofón al final es la firma del escriba que compuso la obra, o más probablemente que la copió.
Significado cultural
Uno de los aspectos más interesantes de la historia es la perfección con la que refleja la cultura egipcia en cualquier etapa de su desarrollo. Los egipcios amaban tanto su tierra que modelaron su más allá como un reflejo perfecto de ella. La razón de que no existan relatos de grandes marineros egipcios ni ningún "Heródoto egipcio" o un "Homero egipcio" era que a los egipcios no les gustaba abandonar su patria. A lo largo de toda la historia de Egipto sólo existen campañas militares a las regiones cercanas de Siria, Palestina y Nubia.
Nunca existió un imperio egipcio parejo al de Asiria o Roma debido simplemente a que a los egipcios no les importaba lo que sucediera en otras regiones. La historia del marinero náufrago así lo refleja ya que el marinero no está fuera para vivir una gran aventura cuando encuentra la isla; sólo anda de negocios cuando una tormenta hunde su embarcación y lo arroja a la orilla. En ningún momento piensa en quedarse en la isla mágica, ni está tentado por lo que allí encuentra, porque sabe que su hogar en Egipto posee todos los tesoros terrenales que a él le interesan.
Este mismo amor por la patria se refleja en muchas obras literarias que eran muy populares entre los antiguos egipcios. En La historia de Sinuhé, que era un best-seller de la época, Sinuhé se encuentra exiliado en una tierra extranjera y una de sus mayores preocupaciones es morir más allá de las fronteras de Egipto. Se lamenta, “¡Qué es más importante que enterrar mi cuerpo en la tierra donde nací!” Para los egipcios, la gente se hacía a la mar para comerciar, por negocios, pero no existía nada más allá de los límites de Egipto que pudiera ser más satisfactorio de lo que uno pudiera hallar en casa; ni siquiera en la seductora y fabulosamente rica tierra de Punt.
La tierra de Punt se convirtió en la aliada comercial más importante durante el reinado de Hatshepsut (1479-1458 a.C.). Desde el período arcaico (alrededor de 3150-alrededor de 2613 a.C.) a lo largo del reinado de Hatshepsut, se hacía referencia a Punt como la “tierra de la abundancia” que suministraba a Egipto de muchos de los bienes más importantes. La expedición de 1493 a.C. enviada por Hatshepsut trajo de vuelta oro y marfil, así como treinta y un árboles de incienso vivos para transplantar.
Este es el primer transplante de fauna extranjera registrado de la historia. Los eruditos continúan debatiendo sobre donde se encontraba la tierra de Punt o en qué se ha convertido, aunque parece estar claro que la moderna Somalia revindica el derecho de atribuirse el honor. Después de Hatshepsut, Punt fue retrocediendo paulatinamente en la imaginación egipcia hasta convertirse en una tierra semi-mítica que finalmente se llegó a considerar como el origen de la cultura egipcia y la tierra de los dioses.
Puede que sea tentador especular con que La historia del marinero náufrago fuera el comienzo de este proceso, pero la historia se escribió mucho antes del reinado de Hatshepsut, durante el cual se detalla claramente que Punt existe como región y aliada comercial. No obstante, resulta interesante observar cómo se representa Punt en una época tan temprana como una “isla mágica” y al señor de Punt como una serpiente gigante y parlante.
Hay muchos elementos cómicos a lo largo de la historia y no son menos las respuestas del sufriente amo, pero como no se sabe nada del origen de la historia ni de la respuesta de los antiguos a ella, no se puede decir cómo la recibió la audiencia egipcia. Sin embargo, cabe pensar que la disfrutaron tanto como lo haría cualquier audiencia moderna; el amor por una historia bien contada no tiene edad.
La historia del marinero náufrago
La siguiente es una traducción del texto inglés de W.K. Flinders Petrie, 1892:
Discurso de un discípulo excelente:
Que tu corazón prospere, mi amo. Mira, hemos llegado a casa. Se tomó el mazo, se hincó el poste de amarras. Después de colocar la cuerda de proa en tierra, se dieron gracias y se alabó a dios. Cada cual abraza a su compañero. Nuestra tripulación volvió sana, sin pérdidas para nuestro ejército. Hemos alcanzado el límite de Uauat y hemos sobrepasado Senmut.
Mira, llegamos en paz, hemos alcanzado nuestra tierra.
Escúchame, amo, carezco de exageración. Lávate, pon agua en tus manos, para que respondas al rey cuando seas preguntado y puedas hablar al rey sensatamente y responder sin balbucear cuando le cuentes esta historia. La boca de un hombre lo salva. Él habla y hace que se le muestre indulgencia.
Actúa según tus deseos. Es fatigoso hablar contigo, me dijo mi amo.
De todas maneras, deja que te relate algo semejante a lo que me ocurrió a mí mismo.
Yendo a la región minera del rey. Bajé al mar en un barco de ciento veinte codos de eslora y cuarenta codos de manga. Ciento veinte marinos de lo más selecto de Egipto formaban su tripulación. Ya miraran al cielo o a la tierra, sus corazones eran más valientes que los leones. Podían predecir una tormenta antes de que llegara, la tempestad antes de que ocurriera.
Una tormenta se desencadenó cuando estábamos en el mar, antes de que alcanzáramos tierra. Mientras navegábamos aullaba constantemente, se levantó un viento. Había olas de ocho codos. Un trozo de madera me golpeó.
Luego fui arrojado a una isla por una ola del mar. Pasé tres días solo, mi corazón como único compañero. Descansando en el refugio de un árbol, abracé la sombra.
Luego estiré mis dos piernas para saber que podía llevarme a la boca. Encontré higos y uvas allí. Los puerros gobernaban allí. Había higos de sicómoro además de higos entallados de la misma planta. Había pepinos como si hubieran sido cultivados. Había también peces y aves allí. No había nada que no se hallara en su interior.
Luego me sacié y dejé una parte en el suelo ya que era demasiado lo que ya contenían mis manos. y después de hacer fuego, ofrecí un sacrificio.
Y luego escuché la voz de la tormenta o la voz hambrienta del ataque de la tormenta furiosa que se movía tan rápido, acercándose a toda prisa, aterrizando justo ante mí. Supuse que era una ola del mar o gente que se refugiaba de las olas en la entrada del canal. Los árboles se resquebrajaron y la tierra tembló. ¿Qué es eso en el agua? Frente a la división de las olas me agaché ya que aquello venía y se acercaba con rapidez. Me cubrí la cara; me encontró.
Me destapé la cara y descubrí que era una serpiente que se acercaba. Medía treinta codos. Su barba, era más grande que dos codos. Su cuerpo estaba recubierto de oro. Sus cejas eran de lapislázuli auténtico. Se doblaba hacia delante. Estaba doblada delante de mí. Abrió su boca mientras yo estaba tumbado sobre mi cuerpo en su presencia. Me dijo, “¿Quién te trajo? ¿Quién te trajo, plebeyo, ¿Quién te trajo? Si no me dices quién te trajo a esta isla haré que tú mismo lo sepas, te volveré ceniza y te convertirás en alguien que no podrá ya jamás ser visto”.
Me estás hablando, pero no te escucho. Estoy en tu presencia, pero soy ignorante de mí mismo.
Luego me puso en su boca y me llevó a su guarida, su lugar de felicidad, y me depositó sin tocarme, estaba sin herida alguna, sin que nada me faltara. Abrió su boca mientras yo estaba tumbado sobre mi vientre en su presencia.
Luego me dijo, “¿Quién te ha traido, quién te ha traido, plebeyo? ¿Quién te ha traido a esta isla de mar rodeada de agua?”
Luego le contesté esto, mis brazos cruzados en respeto a su presencia. Le dije, “Yo iba a las minas del rey en un barco de ciento veinte codos de eslora y cuarenta codos de manga. Ciento veinte marineros de los mejores de Egipto. Miraran al cielo o miraran a tierra, sus corazones eran más valientes que los leones. Podían predecir la tormenta antes de su llegada, la tempestad antes de que ocurriera. Cada uno de ellos, de corazón más valiente, de brazo más fuerte que sus compañeros. No había entre ellos ninguno ignorante, La tormenta llegó cuando estábamos en el mar, antes de llegar a tierra. Mientras navegábamos no dejaba de aullar. Había olas de ocho codos. Un trozo de madera me golpeó. Después el barco murió y nadie quedó de los que en él estaban excepto yo. Mira, estoy a tu lado. Fui arrastrado a esta isla por una ola marina”.
Me dijo. “No temas, no temas, plebeyo. Que no palidezca tu cara pues has llegado hasta mí. Mira, es dios quien causó tu supervivencia, él te trajo hasta esta isla del ka. No existe nada que no tenga; está repleta de toda clase de cosas buenas. Mira, estarás aquí un mes tras otro hasta que completes cuatro meses fuera de tu casa en esta isla. Vendrá después un barco desde tu hogar con marineros que tú conoces. Irás a tu casa con ellos y morirás en tu ciudad. Feliz es el que cuenta lo que ha experimentado cuando las calamidades han pasado. Deja que te cuente algo semejante que ocurrió en esta isla en la que yo vivía con mis hermanos, y los hijos en medio de ellos. Éramos en total setenta y cinco serpientes, mis hijos junto a mis hermanos; no mencionaré una pequeña hija que se me dio por medio de la oración. Luego una estrella cayó, y estos ardieron debido a ella. Ocurrió que yo no me encontraba con ellos cuando se quemaron. No estaba entre ellos. Estaba muerto para ellos y habría muerto por ellos cuando los hallé juntos como un montón de cadáveres. Si eres fuerte y controlas tu corazón, te llenarás de abrazos de tus hijos, besarás a tu mujer, verás tu hogar. Es más bello que nada. Llegarás junto a tus compañeros al lugar de residencia de tu patria en la que antes te encontrabas”.
Extendido sobre mi cuerpo, toqué el suelo en su presencia. Le dije, “Hablaré de ti, le contaré al rey sobre tu poder, haré que conozca tu grandeza. Haré que te traigan laúdano, aceite sagrado heknu, resina iudeneb, jasyt, incienso de los grandes templos que agrada a todos los dioses que los habitan. Contaré lo que me ha acontecido, lo que vi de su poder. Yo te adoraré en la ciudad ante los magistrados de toda la tierra. Yo te sacrificaré toros en holocausto. Te ofreceré aves. Haré que te envíen barcos cargados de provisiones de cada ciudad de Egipto, como se hace por un dios que ama a un pueblo de una tierra distante que es desconocido por el pueblo”.
Luego se rió de mí, pues lo que yo había dicho le parecía una insensatez. Me dijo, “Tú no eres rico en mirra sino también propietario de incienso. Soy yo el que es señor de Punt y la mirra me pertenece a mí. Y el incienso que comentabas traerme es abundante en esta isla. Cuando hayas abandonado este lugar, no ocurrirá que veas de nuevo esta isla que se habrá convertido en agua”.
Luego, puntualmente, el barco llegó como él lo había predicho de antemano. Después fui y me pertreché en un árbol alto y reconocí a los que en él viajaban. Habiendo ido a contárselo, descubrí que ya lo sabía. Luego me dijo,
“Salud, salud, plebeyo, ve a tu casa y verás a tus hijos. Haz que mi nombre sea bueno en tu ciudad, esto te solicito”.
Luego me coloqué sobre mi vientre y crucé mis brazos en respeto a él. Después él me dio un cargamento de mirra, aceite heknu, laúdano, especia hesayt, especia tishepes, perfume, pintura para ojos, colas de jirafas, grandes terrones de incienso, colmillos de elefantes, sabuesos, monos, babuinos y todo tipo de cosas preciosas. Luego las cargué en este barco. Ocurrió cuando estaba tumbado sobre mi vientre para agradecérselo que me dijo, “Mira, llegarás a tu hogar dentro de dos meses. Estarás completo, abrazarás a tus hijos, rejuvenecerás en la casa donde serás enterrado”.
Luego bajé a la orilla en las cercanías del barco. Después llamé a los marineros que en él iban. Alabé en la orilla al señor de esta tierra, y aquellos que en ella estaban hicieron lo mismo. Navegamos río abajo hacia el palacio del rey. Llegamos a su residencia tras dos meses completos como él lo había dicho. Luego entré al recinto ante el soberano y le entregué los regalos que había traído de la isla. Luego él me alabó ante los magistrados de toda la tierra. Luego me hizo su asistente y fui dotado con doscientas personas, Miradme tras mi vuelta a la tierra después de ver lo que experimenté. Escuchadme; es bueno que la gente oiga.
Luego mi amo me dijo, “No sigas, mi buen amigo. ¿Acaso se le da agua a un ganso al amanecer cuando este va a ser sacrificado por la mañana?”
Desde principio a fin, como se encontró escrito un escriba de hábiles dedos, Ameny hijo de Amenaa.