La mastitis es una de las alteraciones más comunes durante la lactancia materna, se estima que afecta a aproximadamente al 10% de las mujeres que amamantan a su bebé. Si bien es un problema que conocen muchas madres, aún existen muchas dudas sobre dicha alteración y sus consecuencias para la salud de la mujer y su bebé. En Ser Padres te explicamos qué es la mastitis, cuáles son sus síntomas más comunes y qué tratamientos hay disponibles.
¿Qué es la mastitis?
Básicamente, la mastitis es una inflamación de las glándulas mamarias. En la mayoría de los casos afecta a un solo pecho, aunque entre el 3 y el 12% de las mujeres pueden presentarla en ambos. Generalmente está relacionada con una obstrucción de los conductos mamarios y en ocasiones puede acompañarse de una infección.
La alteración suele presentarse en los tres primeros meses del postparto, en el 95% de los casos aparece entre la segunda y tercera semana. Por lo general, es muy fácil de diagnosticar ya que empieza a manifestarse con una ligera inflamación en el pecho, seguida de una molestia que puede llegar a ser dolorosa, aunque estos no son sus únicos síntomas.
Los síntomas más comunes de la mastitis
El síntoma más típico de una mastitis es una inflamación local del pecho, que se acompaña de dolor, sensación de calor y ardor. También es habitual un incremento de la sensibilidad al tacto y un ligero enrojecimiento de la piel, a menudo en forma de cuña. En ocasiones puede aparecer un engrosamiento del tejido mamario o un bulto que, en la mayoría de los casos, desaparece al tratarse la enfermedad.
Por lo general la mastitis cursa con un cuadro sistémico de intensidad variable, muy similar a un estado gripal, en el que puede aparecer una sensación de malestar generalizada, cefaleas, escalofríos, fiebre alta, náuseas y vómitos. Hasta en el 80% de los casos pueden desarrollarse lesiones locales en el pezón como engrosamiento, irritación y grietas que cursan con un intenso dolor.
¿Cuáles son las causas de la mastitis?
La principal causa de mastitis durante la lactancia es la retención de leche en los conductos mamarios. En estos casos lo que sucede es que el pecho no se vacía por completo en cada toma y, por tanto, la leche que queda en el conducto mamario lo obstruye. A esto se le suma que la leche contiene sustancias proinflamatorias como las citocinas que, si permanecen mucho tiempo en contacto con el epitelio de la glándula mamaria, generan una respuesta inflamatoria que puede conducir a una infección.
La otra causa más habitual de mastitis es la entrada de bacterias a las mamas a través de la boca del bebé o por contacto con otras superficies. En estos casos, las bacterias ingresan a los conductos mamarios mediante su abertura principal o a través de una grieta en la piel del pezón. Una vez dentro, se aloja en la leche retenida en el conducto, un caldo de cultivo perfecto para la proliferación de bacterias y el desarrollo de una infección.
También se conoce la existencia de algunas conductas o factores de riesgo que incrementan la probabilidad de desarrollar mastitis, como puede ser un vaciado insuficiente del pecho en cada toma o tomas poco frecuentes. Asimismo, el agarre inadecuado del lactante puede provocar una extracción ineficaz de la leche, de la misma forma que interrumpir bruscamente una toma o utilizar más un pecho que el otro para amamantar al bebé puede incrementar el riesgo. Usar un sostén demasiado ajustado o un bolso demasiado pesado también puede obstruir la correcta circulación de la leche.
Diagnóstico y tratamiento de la mastitis
El diagnóstico de la mastitis suele ser muy sencillo. Por lo general basta con una exploración física en la que el médico evalúa los síntomas visibles de la alteración, aunque también se suele realizar un cultivo de leche materna para determinar el mejor tratamiento en cada caso. A veces también se puede recomendar una mamografía o ecografía para descartar otras posibles causas.
Una vez realizado el diagnóstico, el tratamiento por elección suelen ser los antibióticos para reducir o prevenir la infección. El ciclo de antibióticos suele durar 10 días, aunque esto puede variar según la gravedad de la infección. También suelen prescribirse analgésicos para minimizar el dolor. En la mayoría de los casos la mastitis remite sin complicaciones, aunque hay ocasiones en las que si no se trata adecuadamente puede formarse un absceso en la mama.
¿Se puede amamantar al bebé con una mastitis?
En la mayoría de los casos, padecer mastitis no es un impedimento para seguir amamantando al bebé, de hecho, podría ser positivo en el tratamiento ya que ayuda a que la leche fluya y contribuye a eliminar la infección. Mantener la lactancia también ayuda a reducir la inflamación del pecho y a aliviar el dolor.
Vale destacar que la leche del pecho con mastitis no supone un riesgo para el bebé, aunque suele tener un mayor nivel de sodio, por lo que en ocasiones el lactante puede rechazarla. Los tratamientos farmacológicos prescriptos para la mastitis tampoco afectan al bebé ya que se recomiendan en dosis muy bajas. En cualquier caso, es importante consultarlo primero con el médico, sobre todo si se trata de un bebé prematuro o con un sistema inmunitario débil.
¿Cómo prevenir una mastitis?
La mejor manera de prevenir una mastitis es amamantar al bebé con regularidad, aunque también es importante asegurarse que en cada toma se extraiga toda la leche acumulada. Además, es fundamental intercalar al bebé de pecho entre tomas para cerciorarse de que no queda leche retenida en ninguna de las dos mamas. También se ha demostrado que es efectivo:
- Evitar prendas ajustadas o posturas incómodas que compriman el pecho.
- Masajear ligeramente el pecho antes de cada toma para favorecer la circulación de la leche.
- Mantener una estricta higiene de las manos y de los extractores de leche.
- Realizar una extracción manual o con un extractor tras una toma incompleta.
- Colocar al bebé en una postura adecuada al amamantar para que pueda succionar bien toda la leche.