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A Itziar Ituño el gran salto a la fama le vino con el boom de 'La casa de papel' en Netflix a escala global, aunque nunca ha dejado de tener los pies sobre la tierra. También en esa plataforma protagonizó 'Intimidad', por la que ganó el Fotogramas de Plata, y volvió a encarnar a Raquel Murillo en la precuela de la serie, 'Berlín'. Ahora, cambia de tercio con una serie ambientada en Bilbao, 'Detective Touré', donde interpreta a una mujer rica que nada tiene que ver con ella. Tras su presentación en el South International Series Festival, la ficción se estrenó anoche en Televisión Española.
¿Cómo te llega la propuesta de 'Detective Touré' y qué te gustó de la serie?
Yo conocía los libros de Jon Arretxe, aunque no me los había leído, pero sabía que había escrito un detective migrante en el barrio de San Francisco de Bilbao, y me llegó la propuesta de hacer el papel de Charo. Me llegó el primer guion, me reí un montón y pensé que me ofrecía un cambio de registro. Una siempre tiene miedo de que le encasillen siempre en lo mismo. Además, tenía el plus de que se grababa en Bilbao, a 15 de mi casa. Con lo cual, era el plan perfecto de curro.
Háblame de Charo, tu personaje en la serie.
Charo es una mujer ricachona, que tiene un casoplón en Getxo, y descubre que su marido la engaña con una chica del barrio de San Francisco. Para quien no lo sepa, es un barrio bastante colorido de Bilbao que con las noches es un poco peligrosito. Ella participa un poco de esa gentrificación típica de todas las grandes ciudades, que consiste en tratar de alejar las zonas deprimidas a la periferia. Es un poco la representante de esas inmobiliarias que quieren echar a los vecinos. Ella manda a un par de detectives al barrio, a los cuales terminan desvalijando, así que decide que tiene que ser alguien del barrio quien persiga su marido para descubrir con quién se la está pegando. Y ahí es donde entra en juego el detective Touré.
¿Dónde has encontrado la conexión con un personaje tan opuesto a ti?
Ha sido maravilloso, porque está tan lejos de mí, que es divertidísimo. Pero a la vez tiene los problemas emocionales que tiene cualquier hija de vecina. Y lo curioso es que dos personajes tan diferentes, que no tienen absolutamente nada que ver, como son Charo y Touré, se entienden y si ayudan. Es muy loco, hay de repente un feeling extraño que se carga todas las barreras sociales y genera situaciones de auténtica comedia. Ha sido fácil de defenderlo desde ahí, desde el divertimento.
Esto del entendimiento entre gente muy distinta, ¿es clave en la serie?
Para empezar, es muy importante que la serie ponga como protagonista a un detective no caucásico, africano, que hace que empatices con todo lo que le sucede. Touré no tiene papeles, es pura supervivencia, y con él vas descubriendo un barrio que es un crisol de culturas que chocan entre ellas en forma de humor. Todos nos podemos sentir reflejados porque tenemos ese bagaje de chocar con el otro y, desde la comedia, poder hacer una crítica de esta sociedad en la que no se valora lo humano.
Tocando eso en la serie, ¿te has detectado algún microrracismo?
Sí, todos los tenemos. Aunque tengas la lucecita encendida, sí que es verdad que ante lo diferentes la primera reacción es como de desconfianza. Hablo en general, luego aprendes que las personas somos personas en todos los lugares y lo único que nos diferencian son costumbres y usos. Hay todo un discurso instalado en la sociedad contra el otro, contra lo diferente, donde nada facilita que conozcas la otra cultura o conozcas otras personas que seguramente vive lo mismo que tú, que les duele lo mismo... Creo que esta serie acerca todo eso, hace entender, abre la mente y lo hace desde el humor que es mucho más fácil.
Sueles pronunciarte en temas políticos y a veces se genera mucha polemica o ruido alrededor. ¿Cómo llevas sentirte en el ojo del huracán?
Siempre me acuerdo de las palabras de Mercedes Sosa, que decía que todo artista tiene derecho a tener ideas y a tener una opinión. Eso es un derecho inalienable y va a seguir siendo así. Me parece alucinante que en el siglo XXI todavía sigamos haciendo cazas de brujas y mandando a la gente a la picota, en vez de escucharnos y que cada quien sea libre y no por eso haya peajes que pagar.
¿Te has sentido blanco de esa caza de brujas o has tenido miedo de que por pronunciarte puedan no ficharte para algún proyecto?
De eso siempre hay. Siempre está el miedo a no saber lo que se mueve detrás. Yo estudio de Sociología. Nada de lo que pasa en la sociedad me es indiferente y sé un poquito cómo funciona este gran chiringo. Pero, aún así, yo ya tengo 50 tacos. Tengo muy claro cuáles son mis prioridades en la vida: trabajar es muy importante, pero vivir es mucho más. Trato de ser coherente, de ser feliz, de no hacer daño a nadie, pero también de ponerme en mi sitio. Sin más.
Buena parte de esa repercusión se debe a tu paso por 'La casa de papel'. ¿Cómo sigue el boom con la serie?, ¿siempre te van a ver como Raquel Murillo?
Yo creo que siempre vamos a tener un poquito de eso que nos persigue. Es así porque es lo que nos ha puesto en el mapa y es un regalazo que a raíz de haber hecho una serie exitosa como es 'La casa de papel' después tener la posibilidad de poder elegir trabajos y papeles. Eso es un lujazo, eso no lo tiene cualquiera y tenemos que ser muy conscientes de ello. El boom ya no sigue tanto, tanto. Es que en la pandemia fue lo más de lo más, como estábamos todos ahí viendo la tele, aquello fue se desmadró. Ahora la cosa está un poco más tranquila, pero sí que la gente te conoce por mucho que le cambies el pelo...
¿Llega a ser agobiante?
A veces sí. La fama tiene una parte que no es bonita y que te quita mucha privacidad, mucha libertad de movimiento. Por ejemplo, el sentarte en un banco y observar tú a la gente y no al revés, el poder viajar tranquila por el mundo con una mochila, que era lo que yo hacía antes... Eso un poco se acaba. La popularidad de la serie o del personaje, te lo arrebatan a ti como persona, pero también es otra experiencia más en la vida. Me ha tocado y hay que vivirla. Todo bien con lo que me traiga la vida.
En la otra cara de la moneda, ¿qué te ha traído de positivo?, ¿a qué has podido acceder que fuese impensable?
A un montón de cosas, de gente, de lugares que en la vida me hubiera imaginado que iba a pisar. A raíz de presentar la serie he estado en lugares como Kuwait... Que vengan personas de cualquier lugar del mundo a decirte que se han emocionado con tu trabajo, eso es precioso. Y luego te trae mucho trabajo a lo largo y ancho del mundo.
Con todas esas posibilidades, ¿cómo ha sido tu planteamiento a la hora de elegir proyectos?
Una se cansa de hacer prácticamente lo mismo todo el tiempo. Cuando haces un papel, la gente piensa que no tienes más versiones, pero los actores estamos muy muy preparados para hacer distintos papeles. Entonces tratas de buscar cosas distintas. La historia me tiene que dar un sacudón, que diga: esto tengo ganas de hacerlo.
¿Has rechazado algo gordo por ser más de lo mismo?
Sí. Me ha pasado pocas veces. Algunas porque me he visto un poco florero mujer florero y es algo que no estoy dispuesta a aceptar. Igual con veintipocos años no te queda otra, pero ahora quiero hacer papeles que me supongan un reto. No ser la comparsa del típico héroe.
¿Dónde te ves en los próximos años como actriz?, ¿o qué quieres hacer?
No lo sé. Mi meta no está en hacer cosas premiables. Quiero hacer cosas distintas, interesantes, valientes, con personajes con garra, con chicha. Me veo haciendo una, un musical, un thriller, una película de terror... Cualquier cosa que tenga un personaje molón. Y me gusta cuando es en rincones del mundo que no conozco. Por ejemplo, he estado trabajando en Argentina y en Chile y me ha alucinado porque a la vez que trabajas conoces otro lugarcito del mundo y yo soy muy viajera.
Nací en Wisteria Lane, fui compañero de piso de Hannah Horvath y 'Chicago' me volvió loco porque Roxie Hart soy yo. Tengo la lengua afilada, pero, como dijo Lola Flores, "me tenían que dar una subvención por la alegría".