La escuela de Educación de la Universidad Católica Andrés Bello estima que hacen falta unos 250 000 docentes en las aulas de educación inicial, primaria y secundaria que en la última década se han quedado sin maestros ni profesores a raíz de la profunda crisis que vive el país. Estos datos han sido corroborados por voceros de la Federación Venezolana de Maestros (FVM).
Este déficit de capital humano no es nuevo. Ya en 2018 se hablaba de una emergencia humanitaria compleja en materia educativa provocada por la renuncia de gran cantidad de docentes.
Una migración laboral
En 2024 la situación es peor. Un maestro venezolano recibe, en el mejor de los casos, unos 18 dólares mensuales, siendo este el salario del sector docente más bajo en toda América Latina. El problema se agrava si se le agrega que la canasta básica familiar en Venezuela está en 539 dólares.
La crisis nacional no solo ha estimulado la diáspora hacia otros países: su impacto ha incidido en la migración laboral hacia otros oficios. Aunque no existen cifras oficiales, cabe pensar que en gremios como el de los docentes se haya experimentado una fuga masiva a otras alternativas laborales. La consecuencia es el abandono de las aulas, sobre todo en los planteles del sector público.
Para estimular el regreso de los maestros y profesores que han abandonado sus cargos, las autoridades han anunciado programas de vivienda, salud y alimentación, así como subsidios de transporte. También se ha llamado a los docentes jubilados para que se reincorporen a las aulas bajo la promesa de incentivos.
Baja la matrícula y cae el número de egresados
La falta de estímulo para ejercer la docencia ha provocado a su vez la falta del interés de los bachilleres por estudiar carreras universitarias de la rama de educación. La continuada caída de la matrícula en las universidades e institutos pedagógicos no se explica solo por la diáspora.
Por ejemplo, en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL), una universidad conformada por ocho institutos pedagógicos diseminados por todo el territorio nacional –y que históricamente ha aportado la mayor cantidad de profesores preuniversitarios–, la matrícula se ha reducido en más de un 70 % desde 2008. Ese año había 105 239 estudiantes, y en 2022, solo 28 389. Es decir, ha habido una reducción en el número de egresados del 88 % con respecto a 2008.
Al hacer un ejercicio estadístico para proyectar esta tendencia hasta el año 2032, y bajo el supuesto de que las condiciones actuales de salario y beneficios sociales no variaran significativamente, nos encontramos con lo siguiente:
La tendencia informa que, en 10 años, estas tres universidades dejarán de graduar cada año 1 208 docentes hasta completar 12 080 menos docentes al cabo del período.
¿Nos alcanzó el futuro?
Dada esta proyección, se necesitarían al menos 50 años para cubrir el déficit de profesores graduados en Venezuela. Al momento de escribir este artículo, la escuela de Educación de la Universidad Católica del Táchira está a punto de cerrar sus puertas por falta de demanda.
Es difícil comprobar efectivamente que 250 000 profesores hayan abandonado las aulas debido a que no hay cifras oficiales disponibles. Sin embargo, es un hecho público y notorio que cada vez hay más docentes que han dejado de asistir a sus labores. El gobierno lo ha reconocido.
Si bien muchas ausencias han sido cubiertas a través de contrataciones de emergencia, también lo es que, en su gran mayoría, las personas contratadas no poseen las competencias de un docente con formación profesional, lo cual atenta contra toda posibilidad de impartir una educación pública de calidad.
Revertir la tendencia aquí mostrada requiere no solo de mejoras en las condiciones salariales de los docentes para convertir a esta profesión en atractiva para los bachilleres. También se necesita un gran acuerdo nacional que haga de la educación un área estratégica para el desarrollo del país, alejada de cualquier intención ideologizadora y enfocada en una formación de calidad que garantice el progreso individual y colectivo de los venezolanos.