Sarraceno
Sarracenos, genéricamente, el nombre con que la cristiandad llamó a los árabes, cuya expansión había alcanzado todo el norte de Africa, el Medio Oriente, Asia Menor y gran parte de España durante la Edad Media. La fuerza central de esa expasión fue la religión islámica, fundada por el profeta Mahoma en las primeras décadas del siglo VII. En rigor, esa enorme conquista fue la continuación de la Jihad (guerra santa), declarada por el profeta. Como sarracenos se conocía ya en Grecia a las tribus nómades del centro de Arabia.
Durante los cincuenta años posteriores a la muerte de Mahoma, las tribus árabes agrupadas en el Islam tomaron Persia y la costa africana. En el Oriente, pusieron sitio a Constantinopla, pero no pudieron vencer sus altas murallas. Su flota de guerra fue también derrotada. A comienzos del siglo VIII, invadieron España y aplastaron a los visigodos en la península, excepto el norte. En 732, avanzaron por la actual Francia. El jefe de los francos, Carlos Martel, los detuvo en la batalla de Poitiers.
La España musulmana tuvo la sede de su poder en Córdoba, en la que se estableció primero un emirato independiente y luego un califato. Los califas eran jefes civiles y religiosos considerados descendientes de Mahoma. La creación del califato en 929 implicó la ruptura con Bagdad, capital del Imperio. Con esto, se completó la política independentista del príncipe (emir) Ab al-Rahman, que había creado el emirato de al-Andalus al radicarse los árabes en España. El estado árabe español conoció un gran desarrollo de las artes, la arquitectura civil y religiosa, la filosofía. Los musulmanes de España se mostraron tolerantes con cristianos y judíos, a los que consideraban "gente del Libro", es decir, de la misma raíz religiosa.
El nacimiento de la cultura de al-Andalus fue producto de las divisiones internas del mundo musulmán, principalmente entre los shiítas y los sunitas. Sus divergencias eran de carácter religioso y político. Abarcaban desde la herencia espiritual de Mahoma hasta quiénes debían ser reconocidos como califas. Los shiítas se hicieron fuertes en Egipto e Irak. Los sunitas tuvieron su máximo bastión precisamente en el reino musulmán de España.
En el siglo XI, los musulmanes dominaban Medio Oriente y eran fuertes en el territorio de la actual Turquía. Los cristianos occidentales iniciaron contra ellos una serie de campañas militares conocidas como Cruzadas, porque su objetivo era recuperar el Santo Sepulcro (el templo en el lugar donde estuvo sepultado Cristo), y con él, Jerusalén y toda la Palestina. La primera Cruzada, a fines del siglo XI, logró su objetivo. El líder sarraceno Saladino dominó Siria y Egipto y reconquistó Jerusalén en el siglo XII.
Desde el siglo XI, la España musulmana estaba dividida en facciones que guerreaban entre sí, proceso que facilitó el comienzo de la lenta reconquista cristiana, terminada en el siglo XV por los reyes de Castilla y Aragón.